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RENATO ORTIZ
“CULTURA, MODERNIDAD E IDENTIDADES”
En NUEVA SOCIEDAD
Un primer aspecto que funda la problemática de la identidad en América Latina es la formación del Estado-Nación.
Algunas veces olvidamos que las naciones son frutos recientes de la historia y que recién se consolidan en el siglo XIX. Digo
nación no sólo como un espacio administrativo y militar, sino también como una «conciencia colectiva» que liga a sus
miembros en el interior de una misma unidad. En este sentido, la formación de la nación francesa es un producto
relativamente actual de la historia. El principio de ciudadanía, inaugurado por la Revolución ciertamente resultó
importante para eso, pero para que el «pueblo» se identificase con un ideal «francés», fue necesario mucho más. Se
inventaron símbolos nacionales y una lengua nacional, el francés, tuvo que imponer su preeminencia y legitimidad frente a
la pluralidad de dialectos existentes. Por otro lado, los hombres que vivían marcados por la realidad de sus «países»,
envueltos en la dimensión del tiempo y del espacio regionales, debieron ser integrados en la totalidad nacional. En el
proceso de formación de esta nacionalidad, la escuela, la prensa, los medios de transporte, desempeñaron un papel
fundamental.
En América Latina los problemas son análogos. El Estado-Nación se debe construir en una unidad orgánica extensiva y un
territorio determinado. El concepto de «nación» se encontraba íntimamente vinculado a las ideas de progreso. Dentro del
curso natural de la humanidad, la nación surge así como un valor universal. En América Latina, la mezcla de pueblos
originarios de horizontes diferentes traía problemas. Dado que el pensamiento de la época relegaba a los pueblos no
occidentales a una inequívoca posición subalterna, ¿cómo imaginar una nación moderna en países compuestos por indios
y negros? Ej, Baril, cuando termina esclavitud, el Estado-Nación no puede excluir al contingente negro.
También en América Latina la idea de nación se asocia a la de modernidad. Retomar el ideal de la modernidad fue la
manera encontrada para ajustar nuestro reloj al tiempo de las exigencias universales. Sin embargo el modernismo, al
revelarse nacional, arrastraba una ambigüedad intrínseca, pues la renovación estética se hizo, en América Latina, sin
modernización alguna.
Contrariamente a la realidad europea, en la que la cultura popular se encontraba amenazada por la modernización de la
sociedad, en América Latina la tradición es algo presente en la historia. El folclorista europeo luchaba por preservar en los
museos la belleza muerta de una cultura popular que estaba desapareciendo. Nuestro dilema era otro. La tradición
existente, valorizada por la comprensión romántica, era simultáneamente profusa y amenazadora. Su riqueza consistía en
apuntar hacia una dimensión distinta de la racionalidad de las sociedades industriales, pero como el sueño
latinoamericano se encontraba anclado en la idea de modernización, lo tradicional, la cultura popular es, por lo tanto,
fuerza (porque es el elemento definitorio de la identidad) y obstáculo (su presencia nos aparta del ideal imaginado).
El populismo traduce bien esta dualidad. Los símbolos elegidos para representarlo, paradójicamente pertenecen al
dominio de la tradición. Ej. Brasil � gobierno de Vargas, significativamente se inventan los símbolos de la identidad
nacional - carnaval, samba y fútbol -. El Estado, cuya meta es promover la industrialización y los cambios estructurales de la
sociedad, se ve obligado a echar mano de la cultura popular para resemantizar su propio significado.
El énfasis en la identidad nacional proporciona argumentos sólidos para el combate contra la expoliación extranjera
(cultural, económica, militar). La cuestión nacional estimula incluso la creatividad cultural.
En América Latina, el desarrollo, el progreso, siempre es visto como un proyecto futuro. La idea de modernidad se reviste
de un valor ontológico; se la ve como esencialmente «buena», «pura». Acríticamente, inventamos un mundo sin
contradicciones ni conflictos, escenario en el cual se sepultarían los disgustos que conocíamos del pasado y se
prolongarían hasta el presente. La eficacia de la técnica y de la organización racional es vista así como una especie de reino
idílico que nos libraría del «atraso» continental.
La modernidad era correlativa a la constitución de las naciones pero no se confundía con ellas. La modernidad se
encuentra articulada a la racionalización de la sociedad en lo económico y cultural. Expresa una forma de organización
social en tanto «cultura», esto es, un sistema simbólico específico. El universo cotidiano de los hombres está punteado por
la racionalidad del industrialismo y de la técnica.
La sociedad es un sistema desterritorializado de relaciones articuladas entre sí; por eso los medios de comunicación
desempeñan un papel crucial. Ellos permiten la ligazón de las parte con el todo.
La modernidad encierra pues una vocación mundial (el capitalismo es mundial) y no se reduce a las fronteras nacionales.
La conjunción entre modernidad y nación debe por lo tanto ser considerada como coyuntural. El sistema-mundo se
expande a través de la formación de naciones. A partir de la Segunda Guerra Mundial ocurre una reconquista del flujo
anterior, reforzándose el carácter global del mercado.
Pienso que el momento actual es el de la vigencia de una modernidad-mundo anclado en la materialidad de un sistema
económico mundial. El término «posmoderno», con su ambigüedad, tiene el mérito de subrayar la radicalidad de las
transformaciones en curso. El capitalismo flexible, las instancias trasnacionales, el sistema global de comunicaciones,
trascienden las realidades locales y nacionales, redefiniéndolas enteramente. ¿Cómo comprender, en este contexto, la
discusión que veníamos desarrollando?
1) Una primera conclusión se impone: la conjunción entre modernidad y espacio nacional, inmanente a la historia y al
pensamiento latinoamericano, se escindió. Parafraseando a los modernistas, podemos hoy decir: «es posible ser modernos
sin ser nacionales». La globalización de las sociedades desterritorializa el espacio de la modernidad-mundo. El principio de
identidad nacional difícilmente podrá ahora apoyarse sobre un sustrato movedizo.
Tal vez una de las expresiones más significativas de este fenómeno sea el surgimiento de grupos mundializados de
consumo. Formamos parte de una misma «civilización», poseemos un mismo imaginario social (trabajado por el cine, la
televisión y la publicidad). El espacio de las sociedades latinoamericanas se torna así segmentado. Una parte pertenece de
hecho a este «mundo», otra le escapa.
El «Tercer Mundo» vive hoy un proceso de desintegración en tanto entidad homogénea. Eso hace que capas sociales de
ciudades como San Pablo, Buenos Aires, México, se aproximen al tipo de vida que encontramos en Nueva York, París, Tokio,
pero simultáneamente se distancien de la dura realidad que prevalece en sus periferias urbanas. Lo que está
geográficamente distante, se torna próximo y lo que nos rodea se pierde en nuestra indiferencia socialmente construida.
La mundialidad de la cultura penetra así los fragmentos heterogéneos de nuestros lugares, separándolos de sus raíces
nacionales.
2) Un segundo aspecto se refiere a la pluralización de las identidades. Es necesario entender que el proceso de
mundialización de la cultura no implica necesariamente la homogeneización de los gustos y de los hábitos culturales, como
si todo el planeta viviese una realidad unidimensional. Yo diría que la globalización de las sociedades lleva a la constitución
de un espacio transglósico en el cual una cultura mundializada debe cohabitar con un conjunto de culturas diferenciadas.
Esta diglosia social permite simultáneamente la existencia de una civilización mundializada y las particularidades
culturales.
Entre tanto, lo que llama la atención en este nuevo contexto es el relativo adelgazamiento del papel de las identidades
nacionales. Las fronteras nacionalesya no consiguen contener los diversos movimientos identitarios existentes en su seno.
El debilitamiento del Estado-nación coloca las identidades nacionales en una situación crítica. El sueño de una identidad
latinoamericana tiene actualmente mejores condiciones para realizarse que en el pasado.
La globalización rompe con los límites nacionales borrando las fronteras entre lo interno y lo externo. En este sentido, la
mundialidad es parte del presente de las sociedades que nos habituamos a llamar «periféricas». Una cultura mundializada
echa raíces en «todos» los lugares, cualquiera sea el grado de desarrollo del país en cuestión. Esto significa que una serie
de conceptos - difusión cultural, imperialismo cultural, americanización del mundo - ya no consiguen dar cuenta de esta
realidad envolvente.
LIBERTAD BORDA
“Fan fiction basada en Yo soy Betty, la fea: entre el desvió y el límite”
En RESISTENCIAS Y MEDIACIONES. LA CULTURA POPULAR EN LA ARGENTINA CONTEMPORÁNEA
Fan fiction: escritura no profesional de relatos basados en ficciones audiovisuales o novelas que extrapolan personajes y
situaciones para insertarlos en nuevas tramas.
Fanfic: textos acabados antes de su publicación, aunque esta sea en partes. Impermeable de las modificaciones que puede
plantear la lectura.
Conclusiones:
- Fan fiction como una escritura subordinada, apropiadora de un lugar ajeno.
- “la matriz de la novela romántica como invariante que difícilmente parecen poder eludir los textos de las fans”.
Las fanfics rompían lo innovador de la telenovela y le daban un giro conservador, romántico. No siempre las
tácticas son contrasistémicas.
- Aferro al género romántico, más que al cómico, porque es el primero con el que tuvieron más posibilidad de
acceso. La comedia habita en la “memoria narrativa” de manera audiovisual y es más improbable que pudieran
apropiarse de un modelo de escritura al que no han tenido acceso.
PAULA CALDO
“Saber hacer, saber decir y saber escribir… Historias de mujeres escritoras de recetarios de cocina”
En MUJERES COCINERAS. HACIA UNA HISTORIA SOCIOCULTURAL DE LA COCINA ARGENTINA A FINES DEL SIGLO XIX Y
PRIMERA MITAD DEL XX
- Recetarios como trasmisión escrita del saber culinario
- Emisora y receptoras eran mujeres
- Lugar de la mujer como poseedora de un saber se convierte en escritora. Aceptan el dominio pero con desvíos.
- Juana Manuela Gorriti, Marta, Doña Petrona de Gandulfo
- Discursos cuya intención fue surtir efectos perlocucionarios sobre las mujeres amas de casa.
- Dice la autora: “escribir resultó ser una práctica disonante con los principios femeninos estipulados por la época.
Sin embargo, las mujeres no se privaron de idear “tácticas” que les permitieran transitar por el mundo de las
letras. (…) Tanto las palabras de las autoras como nuestros comentarios permitirán construir las figuras de
autoras/lectoras; el lugar del ama de casa; y la cocina como un espacio bifronte que posibilitó a las mujeres, por
un lado afirmar la condición que les fijaba la estructura patriarcal, pero, por otro, abrir un intersticio a través del
cual asomarse, hacerse oir la vez y leer la letra en el espacio público.”
- Juana: pone el texto culinario en el contexto sociopolítico. La cocina, lejos de ser un saber-hacer menor, es
pensada como un vehículo de cultura, de identidad y de resistencia.
- Petrona: libro híbrido (Archetti) lleva el signo de la mezcla que caracteriza la identidad nacional argentina;
propagadora del paladar nacional.

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