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Aristoteles-Politica-páginas-17

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1 04 POLITIC A LIBRO 11 1 O5 
está lleno de explicaciones ajenas al tema y acerca de la 
1265a clase de educación que debe darse a los guardianes. 
4 Las Leyes, en su mayor parte, son, justamente, leyes; 
poco se dice en ellas del régimen político, y aunque quiere 
hacerlo más adaptable a las ciudades actuales, poco a 
s poco lo reconduce de nuevo a la otra República. Aparte 
de la comunidad de las mujeres y de la propiedad, en lo 
restante asigna las mismas disposiciones a ambos regíme- 
nes: la educación es la misma 19', y la vida libre de los 
trabajos necesarios 19', y acerca de las comidas en común 
igualmente, excepto que en las Leyes dice que deben existir 
comidas en común también para las mujeres '9 y que en 
una obra son mil los que poseen las armas, y en otra 200, 
cinco mil. 
6 Todos los razonamientos de Sócrates tienen originali- 
dad, sutileza, novedad y perspicacia, pero sin duda es difí- 
cil que todo esté bien, y no debe pasarnos desapercibido 
que la cantidad que acabamos de indicar necesitará una 
región como Babilonia 'O1 o alguna otra de extensión des- 
mesurada, de la que puedan mantenerse cinco mil hombres 
ociosos, y junto a ellos otra multitud muchas veces mayor 
7 de sus mujeres y servidores. Las hipótesis deben ser a 
voluntad, pero no deben ser nada imposible 202. 
19' Cf. PLATÓN, Leyes VII; XII 961c-968b. 
19' Cf. PLATÓN, Leyes V 741e; VII, 806d-807d; VI11 842d; 846d; XI 
919d S S . 
199 Cf. PLATÓN, Leyes VI 780d SS.; VI1 806e. 
'O0 En la República son mil, pero se refiere al número de guerreros; 
y en las Leyes son cinco mil, mas exactamente cinco mil cuarenta. Cf. 
V 737e; 740c SS.; 745b SS. etc. 
20' Cf. infra, 111 3, 1276a28. 
'O2 Cf. infra, VI1 4, 1325b38. 
Se dice 'O3 que el legislador debe establecer las leyes 
mirando dos cosas: al territorio y a los hombres. Pe- 
ro conviene añadir, además, los lugares vecinos 204, si 
la ciudad debe vivir una vida propia de una ciudad y 
no de un solitario. Pues en la guerra es necesario ser- 
virse de armas no solamente útiles en su propio terri- 
torio, sino también en los territorios de alrededor. Y aun- 8 
que no se acepte este tipo de vida, ni para el individuo 
ni para la comunidad de la ciudad, no por ello debe ser 
menos temible para los enemigos, lo mismo si invaden el 
país como si se retiran. 
Y en cuanto a la extensión de la propiedad, hay que 
ver si no es mejor fijarla de manera diferente y con más 
claridad. Pues dice 'O5 que debe ser suficiente como para 
vivir con moderación, que es como si se dijera para vivir 
bien. Esto es demasiado general; además es posible vivir 9 
con moderación pero miserablemente. Una definición me- 
jor sería moderada y liberalmente. (Separadas ambas co- 
sas, a la liberalidad seguirá el lujo, y a la moderación la 
estrechez.) Estas son las únicas actitudes deseables en el 
uso de los bienes; no es posible, por ejemplo, usarlos man- 
sa o valientemente, pero sí moderada y liberalmente, de 
modo que estas son necesariamente las actitudes respecto 
a ellos. 
Es absurdo también que, igualando las propiedades 'O6, 10 
no tome medidas sobre el número de ciudadanos, y deje 
'O3 NO se encuentra dicho expresamente en las Leyes, pero Aristóteles 
puede deducirlo de IV 704-709; V 747d; y también de 1 625c; VI11 842c-e. 
'O4 Cf. infra, 11 7, 1267a17 SS.; IV 4, 1291a6-22. Y Leyes V 737c-d; 
1 628d. 
'O5 Cf. PLATÓN, Leyes V 737d. 
'O6 Cf. PLATÓN, Leyes V 740b-741a. 
LIBRO 11 1 07 
la natalidad sin límite 207, como si bastara para mantener- 
se el mismo número la infecundidad de una cierta cantidad 
n65b de habitantes, puesto que parece que esto sucede en las 
i i ciudades actuales 208. Pero eso debe ser precisado con más 
exactitud en esa ciudad que en las actuales: ahora nadie 
está necesitado, porque los bienes se reparten entre toda 
la población, sea cual sea el número; pero entonces, al ser 
indivisible la propiedad '*, es forzoso que el exceso de 
12 población, sea más o menos cuantioso, no tenga nada. Se 
p~dri;Lsuponer que es necesario limitar la procrea, ión más 
que la propiedad, de modo que no se engendren más de 
cierto número, y establecer éste atendiendo a las eventuali- 
dades 'lo de que mueran algunos de los nacidos 
13 y a la infecundidad de otros. El dejar de lado esto, como 
ocurre en la mayoría de las ciudades, llega a ser forzosa- 
mente causa de pobreza para los ciudadanos, y la pobreza 
engendra sediciones y crímenes. Fidón de Corinto 21 l, uno 
de los más antiguos legisladores, creyó que las casas y el 
número de ciudadanos debían permanecer iguales, aunque 
207 Platón considera también la posibilidad de que el exceso de pobla- 
ción salga al extranjero y funde una colonia: cf. Leyes V 740d-e; XI 
923d; V 736a. Político 293d. 
208 NO parece que es esta la razón que da Platón. 
'O9 La propiedad no se puede dividir ni por testamento, cf. Leyes 
V 740b; ni por venta, 741b; ni de otra manera, 742c; ni por el Estado, 
IX 855a SS.; 856d-e; X 90% ss. 
2'0 Aristóteles piensa en la posibilidad de las estadísticas demográfi- 
cas. Respecto a las eventualidades de muerte e infecundidad también Pla- 
ton piensa en ellas; cf. Leyes V 740c-e. 
211 Fidón de Corinto, probablemente el mismo que el tirano de Argos 
(cf. infra, V 10, 1310b26), fijó el número de propiedades iguales y el 
de los ciudadanos, pero no se preocupó de la igualdad de los lotes. En 
cambio, Platón en las Leyes implanta la igualdad de bienes y fija el nú- 
mero de familias, pero no fija el número de ciudadanos. 
al principio todos tenían lotes de tierra desiguales en exten- 
sión. Y en las Leyes ocurre lo contrario. Pero sobre estas 14 
cuestiones, de qué modo nos parece mejor, lo diremos des- 
pués 212. 
También se ha omitido en las Leyes en qué han de dis- 
tinguirse los gobernantes y los gobernados. Pues dice 213 
sólo que, como la relación de la urdimbre a la trama, he- 
cha de distinta lana, así también debe ser la de los gober- 
nantes con los gobernados. Puesto que permite que la ha- 1s 
cienda entera aumente hasta quintnplicarse 214, ¿por qué 
no había de ser lo mismo con la tierra hasta un cierto límite? 
También hay que examinar la división de las casas, por 
si no conviene a la administración doméstica, pues asignó 
a cada uno dos edificios, en lugares separados, y es difícil 
habitar dos casas. 
El sistema, en su conjunto, no quiere ser ni una demo- 16 
cracia ni una oligarquía, sino un término medio entre am- 
bas, al que llaman «república» 215, pues es el régimen de 
los que tienen armas pesadas. Si establece este régimen co- 
mo el más asequible a las demás ciudades, quizá lo ha pro- 
puesto bien; pero si lo considera como el mejor después 
del de la República no lo ha hecho bien. Tal vez alguien 
212 Cf. infra, VI1 10, 1330a2-23; VI1 16, 1335b19-26. 
'13 Sobre lo que dice Sócrates, véase PLATÓN, Leyes V 734e. 
'14 Véase la misma referencia al quintuplo infra, 11 7, 1266b5 SS. Y 
PLATÓN, Leyes V, 744e. 
215 El término república recoge el griego politeía. Aristóteles critica 
la constitución de las Leyes de Platón y describe ese régimen mixto como 
el mejor para los estados, y la constitución de Esparta es un ejemplo 
vivo; cf. infra, IV 9, 1294b18 SS. En el presente pasaje, en cambio, Aris- 
tóteles distingue entre la constitución esparciata y la politeía. Los que 
tienen armas pesadas son los soldados hoplitas que llevaban casco, cora- 
za, grebas, escudo, lanza, espada y pufial; todo ello pesaba unos treinta 
y cinco kilogramos.

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