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LIBRO II 113 entre los locrios hay la ley de no vender, a no ser que se demuestre que ha ocurrido una desgracia manifiesta; 7 y también está legislado conservar los antiguos lotes de tierra. La abrogación de esta ley en Léucade 233 hizo SU régi- men político demasiado democrático, pues sucedía que el acceso a las magistraturas, ya no era a partir de una deter- minada tributación. Por otra parte es posible que exista la igualdad de la propiedad y que ésta sea demasiado abundante, de modo que se viva en la molicie, o bien demasiado escasa de suerte que se viva penosamente. Es evidente, por tan- to, que no es suficiente que el legislador establezca la igualdad de la propiedad, si no apunta como objetivo 8 a un término medio. Y aun cuando se estableciera para todos una propiedad moderada, no serviría para nada, por- que es más necesario igualar las ambiciones 234 que la pro- piedad, y eso no es posible si no se da por medio de las leyes una educación suficiente. Quizá replicaría Faleas que eso es precisamente lo que él dice; cree, en efecto, que en las ciudades debe existir la igualdad en esas dos 9 cosas: la propiedad y la educación 235. Pero es preciso decir cuál será la educación, y el que sea una y la misma de nada sirve. Es posible que sea una y la misma, pero que sea tal que de ella surjan hombres predispuestos a ser am- biciosos de riquezas u honores, o ambas cosas. 233 Léucade, colonia de Corinto, fue fundada en el s. VII en la costa de Acarnania, en la parte occidental de Grecia. Cf. PLAT~N, Leyes V 736e; 742e. 235 Esta misma igualdad de formación se encuentra en Esparta; cf. infra, IV 9, 1294b21. Concuerda con Faleas en este tema; véase infra, VI11 1, 1337a21 SS. Además, las sublevaciones se producen no sólo por la io desigualdad de la propiedad, sino también por la de los honores, y en un sentido opuesto en uno y otro caso: las masas se sublevan por la desigualdad de las propiedades, 12678 y las clases distinguidas por los honores, si son igualados; de ahí el verso: En una misma estimación el noble y el plebeyo 236. Los hombres no sólo delinquen por las cosas necesarias i i -cuyo remedio cree Faleas que es la igualdad de la pro- piedad, de modo que no se robe por pasar frío o hambre-, sino también para gozar y saciar sus deseos. Si sus deseos van más allá de lo necesario, para su apaciguamiento delinquirán. Y no sólo por este motivo, sino también, 12 siempre que lo deseen, para gozar de los placeres sin dolores 237. ¿Cuál es el remedio para estos tres males? Para uno, una propiedad pequeña y una ocupación; para otro, tem- planza; en cuanto al tercero, si algunos quisieran disfru- tar por sí mismos, no buscarían remedio sino en la filoso- fía, pues los demás placeres necesitan de otras personas. Los mayores delitos se cometen a causa de los excesos y 13 no por las cosas necesarias. Por ejemplo, los hombres no se hacen tiranos para no pasar frío 238. Y por eso los gran- des honores se dan al que mata no a un ladrón sino a Cf. HOMERO, Zlíada IX 319. 237 Pasaje que tiene varias correcciones en su tradiciódextual y da lugar a diversas interpretaciones que intentan hacerlo compatible con otros textos de Aristóteles en donde dice que los placeres sin dolor no son acompañados de deseo. Cf. Ética a Nicórnaco VI1 13, 1152b36; 111 14, 1119a4. Ética a Eudemo 11 10, 1225b30. 238 Cf. ARIST~TELES, Ética a Nicómaco V 10, 1134b7. % 114 POL~TICA LIBRO 11 115 un tirano 239. De modo que el tipo de gobierno de Faleas es sólo una ayuda contra las pequeñas injusticias. 14 Además, quiere disponer numerosas medidas, con las que se asegure el buen gobierno de la ciudad en el interior, pero hay que considerar también las relaciones con los ve- cinos y con todos los extranjeros. En consecuencia, es ne- , cesario organizar el régimen en cuanto a su fuerza militar, 1s de la que Faleas nada ha dicho. Igualmente también res- pecto de la riqueza: no sólo debe ser suficiente para las necesidades de la ciudad, sino también para los peligros del exterior. Por eso ni conviene que sea tan grande que los vecinos más poderosos la codicien y los que la poseen no puedan izchazar a los agresores, ni tan pequeña que no puedan sostener una guerra contra un enemigo igual 16 O semejante. Aquel, ciertamente, no ha definido nada de esto, pero no debe olvidarse que conviene cierta abundan- cia de riqueza. Quizá el mejor límite sea que los más fuer- tes no saquen provecho en hacer una guerra a causa del exceso de riqueza, sino que sea tal que no puedan hacerla. 17 Así, Eubulo "O, cuando Autofrádates iba a asediar Atar- neo, le aconsejó que, considerando el tiempo necesario pa- ra tomar la plaza, calculase el gasto durante ese tiempo. Pues estaba dispuesto a dejarle Atarneo si le pagaba una cantidad menor. Estas palabras hicieron que Autofrádates reflexionara y abandonara el asedio. Es, desde luego, una medida conveniente que sean igua- 18 les las propiedades de los ciudadanos para que no haya revueltas entre unos y otros, pero no tiene gran importan- cia, por así decir. De hecho, los nobles se indignarían pen- sando que no es justo que fueran iguales 241, y por ello se les ve muchas veces en ataques y rebeliones. Además, 12671, 19 la ambición de los hombres es insaciable: al principio bas- ta con dos óbolos 242, pero cuando esto es ya una costum- bre establecida, siempre necesitan más, hasla el infinito, porque la naturaleza del deseo no conoce límites, y la ma- yor parte de los hombres viven para colmarla. El principio de la reforma consiste, más que en igualar 20 las haciendas, en formar a los ciudadanos naturalmente superiores, de tal modo que no quieran obtener más, y a las clases bajas para que no puedan, es decir, que sean inferiores pero sin injusticia. Tampoco ha hablado bien de la igualdad de la propie- 21 dad, pues sólo iguala la propiedad de la tierra, y existe también una riqueza de esclavos, ganados, dinero y la abun- dante provisión de los llamados bienes muebles 243. Por tanto, hay que buscar la igualdad o una medida moderada 239 Se está refiriendo, sin duda, a los honores que los atenienses tri- butaban a Harmodio y a Aristogitón, que asesinaron al tirano Hiparco, hijo de Pisistrato. 240 Eubulo era tirano de Atarneo y Aso, ciudades situadas en la costa de Asia Menor, frente a la isla de Lesbos. Autofrádates, general del rey persa, sitió Atarneo probablemente en 359 a. C., en una campaña em- prendida contra Artabazo, sátrapa de Frigia que se había sublevado con- tra el rey. Anstóteles conocía bien esta zona y sus circunstancias históri- cas; estuvo en Asos después de 347 como huésped del sucesor de Eubulo, Hermias, con cuya hermana se casó. 241 Cf. infra, 111 13, 1284a9, y TUCIDIDES, VI11 89, 4. 242 Se trata de una circunstancia histórica muy concreta de Atenas del s. v a . C. El gobierno de la ciudad concedía, a expensas del teórico, a cada ciudadano que lo pedía, dos óbolos para poder asistir a las repre- sentaciones públicas. Cf. ARIST~TELES, Constitución de los atenienses [trad. M. GARC~A VALDÉS], B. C. G., 70, Madrid, 1984, pág. 157 y nota 379 a pie de página, para el theorikón, «fondo público», para subvencionar a los ciudadanos pobres. Cf. ARIST~TELES, Retórica, 1 5, 1361a12. JENOFONTE, Económicos IX 6-10.
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