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LIBRO 11 117 22 de todas estas cosas, o bien dejarlo ir todo. Es evidente, a partir de esta legislación, que Faleas organiza una ciudad pequeña, si todos los artesanos 244 han de ser esclavos pú- blicos, en vez de constituir un complemento de la ciudad 245. 23 Pero si han de ser esclavos de la ciudad los que trabajan en obras públicas, deben serlo como en Epidamo 246 y de la forma en que Diofanto 247 dispuso en una ocasión en Atenas. Sobre el régimen político de Faleas, a partir de estas consideraciones, se podrá juzgar sin demasiada difi- cultad si tuvo errores o aciertos en lo propuesto. 8 Hipodamo 248, hijo de Eurifonte, de Mileto (que inventó el trazado de las ciu- EI régimen político dades y diseñó los planos del Pireo, mos- de Hipodarno trándose en todo lo demás de su vida en de Mileto. La inmutabilidad exceso original por afán de distinguirse, de las leyes hasta el punto de que algunos considera- ban que vivía de una manera demasiado afectada con sus cabellos largos y sus lujosos adornos, y 2" Sobre la consideración de los artesanos, cf. infra 111 5, 1278a6 SS. Hipodamo de Mileto, que era uno de ellos, los hace ciudadanos de su Estado; cf. infra, 11 8, 276b32. Faleas, en cambio, parece opuesto a ellos. Cf. PLATÓN, República 11 371e. Epidamno, ciudad de gran importancia para el comercio, situada en Iliria, en la costa adriática, enfrente de Brindis, más tarde llamada Dirraquio, fue una colonia de Corinto y de Corcira, fundada en el s. VII a. C. 247 Sobre este proyecto de Diofanto no se conocen otras circunstan- cias; debió ser muy impopular en Atenas, que tenia muchos ciudadanos artesanos. Hipodamo fue un famoso arquitecto en tiempo de Pericles. Su ciudad natal, Mileto, situada en la costa Jonia de Asia Menor, fue reedi- ficada después de 480 a. C. según un plano geométrico. Hipodamo aprendió en su ciudad los métodos de urbanismo y los introdujo en Atenas. Peri- cles le encargó el trazado de la colonia de Turios, en el afio 443 a. C. - Hipodamo, según se ve en este pasaje, pertenece a la generación innova- además su vestido barato y de abrigo, no sólo en invierno sino también en la temporada de verano) con la pretensión de ser entendido en la naturaleza entera, fue el primero que, sin ser político, intentó hablar sobre el régimen mejor. Proyectaba una ciudad de diez mil hombres 249, dividi- 2 da en tres grupos 250: uno de artesanos; otro de agriculto- res, y el tercero, de defensores en posesión de las armas. Dividía también el territorio en tres partes 2": una sagrada, 3 otra pública y otra privada. Sagrada, aquélla de donde se hicieran los dones acostumbrados a los dioses; pública, aquélla de la que vivieran los defensores, y privada, la de los agricultores. Pensaba también que eran sólo tres los 4 tipos de leyes 252, ya que las causas por las que tienen lu- gar los procesos son tres en número: injurias, daños y muer- dora y joven que siguió a las Guerras Médicas. Los ricos ornamentos a que se hace referencia tal vez indican su origen jonio y su influencia persa. Para las excentricidades de los milesios, cf. ARIST~TELES, Ética a Nicómaco VI1 9, 1151a9. 249 IS~CRATES, en Panatenaico 257, opone Esparta, que, según él, te- nía dos mil ciudadanos, a los estados de diez mil. Hipodamo quería un estado grande pero mucho más pequeño que Atenas, que tenía aproxima- damente veinte mil. 250 Tal vez esta idea .se deba a una influencia recibida de Egipto; cf. infra, VI1 10, 1329a40 SS. PLATÓN, Timeo 24a SS. ISÓCRATES, Busiris 15 SS. Ese interés por la división tal vez le venga de Ión de Quíos; cf. Isó- CRATES, Sobre el cambio de las fortunas 268. Los Pitagóricos preferían también el número tres; pensaban que todo lo que era divisible por tres era perfecto. Aristóteles no está de acuerdo con esta división tripartita en la división de las tres partes de la ciudad; cf. infra, IV 4; VI1 8, 9. '" Esta división del territorio se veía en muchos estados griegos, por ejemplo en Creta, en Lacedemonia y en Atenas. Para la división que hace Aristóteles, véase infra, VI1 10, 1330a9 SS. Para Hipodamo, el dominio de las leyes parece reducirse al de los tribunales. Lo que piensa Aristóteles sobre la clasificación de los tribuna- les, véase infra, IV 16, 1300b18 SS. tes. Establecía por ley también un tribunal supremo, al que debían remitirse todos los procesos que parecieran mal juz- 1268a5 gados. Y lo constituyó con algunos ancianos elegidos. En cuanto a las sentencias de los tribunales, creía que no de- bían hacerse votando con guijarros, sino llevando cada uno una tablilla 253 en la que escribiría la sentencia, si era sim- plemente condenatoria; y la dejaría en blanco, si era una simple absolución. Y si en parte condenaba y en parte ab- solvía, eso lo explicaría. Pues pensaba que no era buena la actual legislación, pues obligaba a los jueces a perjurar al sentenciar lo uno o lo otro. 6 Establecía también una ley para honrar a los que in- ventaran algo útil para la ciudad, y para que los hijos de los muertos en la guerra recibieran su alimento por cuenta del erario público, como si eso no estuviese aún legislado 7 en otras partes. Esa ley existe actualmente en Atenas y en otras ciudades. Todos los magistrados serían elegidos por el pueblo y consideraba pueblo a las tres partes de la ciudad. Los elegidos debían cuidar de los asuntos de la ciudad, de los extranjeros y de los huérfanos 254. Estas son las disposiciones principales y más dignas de mención de la ordenación de Hipodamo. Se podria discutir en primer lugar la división del con- s junto de ciudadanos. En efecto, los artesanos, los labrado- res y los que tienen armas participan todos en el gobierno de la ciudad, pero los agricultores no tienen armas, y los 253 Es un sistema semejante al descrito por PLATÓN, Leyes VI 753~. para la elección de los magistrados. 254 Para los asuntos del extranjero estaba el polemarco. La clasifica- ción de Hipodamo da gran importancia a los asuntos del extranjero y a los huérfanos. Aristóteles da otras responsabilidades a los magistrados; cf. infra IV 15, 1299b10 SS.; VI 8. LIBRO il 119 a artesdnos ni tierra ni armas, de modo que llegan a ser casi esclavos de los poseedores de armas. Es imposible, así pues, 9 que participen de todos los cargos, ya que es necesario que los estrategos, los guardianes de la ciudad 255 y, en gene- ral, los magistrados supremos sean nombrados de entre los poseedores de armas. Y si no participan del gobierno, jcó- mo podrán sentirse afectos a él? Por otra parte, es necesa- rio que los que poseen las armas sean más fuertes que las otras dos partes, y eso no es fácil si no son muchos. Y si lo lo son, ¿por qué los otros han de participar en el régimen y ser dueños del iiombramiento de los magistrados? Ade- más, los agricultoi-es, ¿en qué serán Útiles a la ciudad? Ar- tesanos han de existir necesariamente (pues toda ciudad necesita artesanos), y pueden vivir de su oficio como en las otras ciudades. Los agricultores, si proporcionaran el alimento a los poseedores de armas, serían con buena ra- zón una parte de la ciudad, pero la realidad es que poseen su tierra propia y la trabajan particularmente. Además, 11 la tierra comunal de la que los defensores han de obtener su alimento, si la cultivan ellos mismos, no sería diferente la clase combatiente y la agricultora, como quiere el legis- lador. Y si son otros distintos de los que cultivan sus cam- pos privados y de los combatientes, ese grupo será una cuarta parte de la ciudad, sin participación en nada, sino ajena al régimen. Y si uno supone que los mismos cultivan 12 la tierra privada y la pública, la cantidad de frutos cose- chados será insuficiente para que cada uno cultive la tie- 12681, rra para dos casas 256. Y, ¿por qué no han de sacar sim- plemente de la tierra y de sus lotes el alimento para sí 255 Había una magistratura semejante en Larisa; cf. infra, VI 6, 1305b29. Era uncargo militar cuya función era proteger la ciudad de los enemigos del exterior. Pasaje dudoso y que puede tener otras interpretaciones.
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