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Aristoteles-Politica-páginas-22

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LIBRO 11 125 
enemigos suyos: los argivos, los mesenios y los arcadios 266. 
Y entre los tesalios, al principio, hubo sublevikiones por 
estar en guerra con los colindantes aqueos, perrebos y 
magnesios. 
4 Parece incluso que, sin otra dificultad, es arduo ya el 
tener que ocuparse de la manera como hay que tratar a 
los sometidos. Si se les deja sueltos se insolentan y se creen 
dignos de los mismos derechos que sus señores; si llevan 
una vida miserable, conspiran y odian. Es evidente que 
no se ha encontrado la mejor manera, cuando ocurre esto 
con el cuerpo de los hilotas. 
5 Además, la licencia de las mujeres 267 es perjudicial tanto 
para el propósito del régimen como para la felicidad de 
la ciudad. Pues así como el hombre y la mujer son parte 
esencial de la casa es evidente que también la ciudad 
debe considerarse dividida en dos partes aproximadamente 
iguales: el conjunto de los hombres y el de las mujeres; 
de suerte que en todos los regímenes en que va mal lo 
referente a las mujeres, hay que considerar que la mitad 
6 de la ciudad está como sin leyes. Es lo que precisamente 
sucede en Lacedemonia: el legislador, queriendo que toda 
la ciudad fuese resistente 269, se ve que lo logró en cuanto 
POHLHAMMER, Instituciones griegas, Madrid, 195 1, pág. 18: ~Periecos e 
hilotas)). 
La situación de estos pueblos es la siguiente: argivos al nordeste, 
mesenios al oeste y arcadios al noroeste de Laconia (Esparta). Perrebos 
al norte y magnesios al este de Tesalia. - 
267 Cf. una idea semejante en PLATÓN, Leyes 1 637c; V I 781a-b. 
268 Para las partes de una casa familiar, cf. infra, 111 4, 1277a7, en 
donde los elementos de la familia son el hombre y la mujer. Pero supra, 
1 3, 1253b4-7, el hombre y la mujer son las partes más importantes, pero 
hay otras. 
269 Puede compararse la descripción de la educación lacedemonia con 
Leyes 1 633 SS. 
a los hombres, pero se ha descuidado con las mujeres, pues 
viven sin freno toda clase de intemperancia y molicie. Así, 7 
es forzoso en un régimen de tal tipo que la riqueza sea 
estimada, especialmente si los hombres son dominados por 
las mujeres, como la mayor parte de los pueblos militari- 
zados y belicosos, excepto los celtas 270 y algunos otros 
que estiman abiertamente el amor entre varones. Parece, 8 
en efecto, que el primer mitólogo 271, no sin razón, unió 
a Ares con Afrodita, pues todos los guerreros parecen in- 
clinados al trato amoroso, ya al de los hombres, ya al de 
las mujeres. Por eso así sucedió entre los laconios 272, y 
muchas cosas eran administradas por las mujeres en la época 
de la hegemonía 273. Por lo demás, jen qué difiere que 9 
gobiernen las mujeres o que los gobernantes sean goberna- 
dos por las mujeres? El resultado es el mismo. Incluso 
para la audacia que no tiene ninguna utilidad en las cosas 
corrientes, y sólo, si acaso, en la guerra, fueron muy per- 
judiciales para ella las mujeres de los laconios. Lo demos- lo 
270 Sobre el presente tema, cf. ATENEO, Deipnosofistas X I I I 603a. 
DIODORO, V 32, 7. PLATÓN, Leyes 1 637d SS., presenta a los celtas como 
guerreros a quienes les gusta el vino. Parece que habitan toda Europa 
occidental, cf. ARISTÓTELES, Meteorología 1 13, 350a36 SS.; Ética a Nicó- 
maco 111 10, 1115b26 SS.; Ética a Eudemo 111 1, 1229b28 SS. Aristóteles 
parece que no piensa sólo en pueblos bárbaros, puede aludir a los teba- 
nos y también a los cretenses, cf. 11 10, 1272a24; y también a los calci- 
dios, cf. ARIST~TELES, fragmento 93, 1492b22 SS. 
271 Para Aristóteles los mitos, igual que las leyes y las costumbres, 
son invención de unos hombres que quieren presentar bajo una forma 
imaginaria ciertas ideas; cf. infra, VI11 6, 1341b2. Para él los mitos con- 
tienen fragmentos de verdad salvados de periodos anteriores en los que 
florecía la filosofía y el arte; cf. ARISTÓTEIES, Metafsica 8, 1074 1-14. 
272 Cf. PLUTARCO, Agis 7; Licurgo 14. 
273 Parece referirse al período comprendido entre el fin de la Guerra 
del Peloponeso y la Batalla de Leuctra (403-371 a. C.). 
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traron durante la invasión de los tebanos 274; no fueron 
útiles para nada, como en otras ciudades, y causaron más 
confusión que los enemigos. 
Parece verosímil que se haya dado esta licencia de las 
1270all mujeres entre los laconios desde el principio, pues, a cau- 
sa de expediciones militares, los hombres pasaban mucho 
tiempo lejos de su país, guerreando contra los argivos y 
después contra los arcadios y mesenios. En su descanso 
de la guerra se ponían a disposición del legislador bien pre- 
parados por su vida de campaña (pues comporta muchos 
elementos de la virtud). En cambio a las mujeres se dice 
que Licurgo intentó someterlas a las leyes, pero como se 
12 le resistieron, desistió de ello. Estas son las causas de lo 
ocurrido y también evidentemente de este defecto del 
régimen. Pero nosotros no examinamos en qué se debe 
disculpar o en qué no, sino lo que está bien y lo que no 
lo está. 
13 El que no esté bien dispuesto en lo referente a las mu- 
jeres parece, como ya se dijo antes 275, que no sólo produ- 
ce un cierto indecoro del régimen mismo, sino que fomen- 
ta de algún modo la avaricia 276. Después de lo que se aca- 
ba de decir, podría alguien censurar la desigualdad de la 
14 propiedad, ya que sucede que unos poseen una hacienda 
excesivamente grande, y otros una totalmente pequeña; por 
eso la tierra ha pasado a unos pocos. Esto también está 
mal regulado por las leyes: el legislador desaprobó comprar 
o vender la tierra propia, y lo hizo con razón, pero dio 
274 Después de la batalla de Leuctra, los tebanos, mandados por Epa- 
minondas. invadieron varias veces Lacedemonia. Cf. JENOFONTE, Heléni- 
cas VI 5 , 28. PLUTARCO, Agis 31. 
Cf. supra, 11 9, 1269b23 SS.; 1269b12-14. 
276 La avaricia en los espartanos era un hecho conocido; cf. EUR~PI- 
DES, Andrómaca 446. 
la posibilidad de donarla o legarla a los que quisieran, y el 
resultado es necesariamente el mismo en ambos casos. Es 1s 
de las mujeres casi las dos quintas partes del país por ha- 
ber muchas herederas 277 y porque se dan grandes dotes. 
Hubiera sido mejor haber ordenado no dar ninguna dote 
a una pequeña o moderada. En la actualidad es posible 
dar en matrimonio a la heredera a quien su padre quiera, 
y si mQere sin testar, al que deje como tutor, ése la entrega 
en matrimonio a quien le plazca. 
Así pues, pudiendo el país alimentar a mil quinientos 16 
jinetes y a treinta mil hoplitas, el número de ciudadanos 
llegó a menos de mil 278. LOS hechos mismos han mostra- 
do con evidencia lo mala que era esa legislación. La ciudad 
no pudo soportar un solo revés 279, y pereció por falta de 
hombres 280. Cuentan que en tiempo de los primeros reyes 17 
concedían la ciudadanía a extranjeros, de modo que en 
277 Las guerras de Esparta, frecuentes y muy largas, ocasionan la muerte 
de muchos ciudadanos. Para la riqueza de las mujeres cf. PLUTARCO, 
Agis 4, 7. Para el sistema de transmitir la herencia más aceptado por 
Aristóteles cf. infra, V 8, 1309a23 SS. Y PLATÓN, Leyes XI 922e SS. Sobre 
el tutor, cf. PLATÓN, Leyes V 740b; es el pariente varón más próximo, 
y si hay varios el de más edad. Cf. DEM~STENES, Contra Eubúlides 41. 
Sobre las hijas herederas, según el derecho ático, cf. ARIST~TELES, Cons- 
titución de los atenienses [trad. M. GARC~A VALDÉS], B. C. G., 70, Ma- 
drid, 1984, párrafos, 9, 2; 42, 5; 43, 4; 56, 6; 58, 3, con notas a pie 
de página. 
278 Aristóteles habla del tiempo anterior a la Batalla de Leuctra (371 
a. C.). Se trata de Laconia y Mesenia unidas. En tiempos de Agis (241 
a. C.) los esparciatas no eran más que 700 y sólo 100 conservaban el 
lote primitivo; cf. PLUTARCO, Agis 5. 
279 Se refiere sin duda a la batalla de Leuctra, Cf. ISOCRATES, Arquí- 
damo 56. 
Para la escasez de hombres, véase infra, 111 5, 1278a31. En el 
presente pasaje parece referirse a los esparciatas propiamente dichos, no 
a los periecos ni a los hilotas.

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