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LIBRO III 193 solo, con la de aquél, no hay que considerarlos como una parte de la ciudad, pues se les tratará injustamente si se les juzga dignos de los mismos derechos, siendo tan desi- guales en virtud y e0 capacidad política; es natural que /- tal individuo fuera como un dios entre los hombres 528. 14 De donde también resulta evidente que la legislación es forzosamente referida a los iguales en linaje y en capaci- dad, pero para hombres de esa clase superior no hay ley, pues ellos mismos son ley. Ciertamente, sería ridículo que alguien intentara legislar para ellos. Quizá le dirían lo que Antístenes 529 atribuye a los leones, cuando las liebres ha- blando en la asamblea reclamaban los mismos derechos para todos. is Por esta causa precisamente las ciudades democráticas establecen el ostracismo 530. Éstas, en efecto, parecen per- seguir la igualdad por encima de todo 531; de modo que 52%s una expresión proverbial; cf. TEOGNIS, 339; PLATÓN, República 11 360C. Antistenes fue discípulo de Sócrates y fundador de la escuela cini- ca a comienzos del s. N a. C. Sobre lo que los leones dijeron, véase también la fábula 241 de Esopo. Cf. infra, VI 3, 6 , 1318b4 y las palabras de Calicles en PLATÓN, Gorgias 483E. La respuesta de los leones a las liebres fue la siguiente: «iDónde están vuestras garras y vuestros dientes?)) Por desconfianza hacia estos ciudadanos que sobresalen en exceso se instituye el ostracismo. Como ciudad democrática, además de Atenas, se puede citar, entre otras, Argos, cf. infra, V 3, 3, 1302b18. El objeto del ostracismo lo trata también Aristóteles en la Constitucidn de los ate- nienses 22, 3, pág. 103. También, TUCÍDIDES, VI11 73, 3. PLUTARCO, Arís- tides 1; Pericles 7; Ternístocles 22. En muchos casos y también en Atenas el ostracismo fue puesto al servicio de las facciones políticas; cf. infra, 111 13, 23, 1284b20-22. Para una institución semejante en Sira- cusa llamada «pelalismo», cf. infra, V 10, 30, 1312b8. DIODORO, 11 86, 5-87, 2. 5 3 1 Cf. infra, IV 4, 23, 1291b34 SS.; VI 2, 9, 1318a3 SS. a los que parecían sobresalir en poder por su riqueza o por sus muchas relaciones o por cualquier otra fuerza polí- tica los ostraquizaban y los desterraban de la ciudad por un tiempo determinado 532. El mito cuenta también que 16 los Argonautas dejaron abandonado a Heracles por la mis- ma causa: la nave Argo 533 no quería llevarlo con los de- más porque era muy superior a los otros tripulmtes. Por eso tampoco se ha de creer que son justas sin más las críti- cas de los que censuran la tiranía y el consejo de Periandro a Trasibulo. (Cuentan que Periandro no dijo nada al men- 17 sajero enviado para pedir consejo, sino que arrancando las espigas que sobresalían igualó el campo 534. El mensa- jero, aunque ignoraba la causa de esta acción, refirió lo ocurrido, y por ello Trasibulo comprendió que debía su- primir a los hombres que sobresalían.) Esto no conviene sólo a los tiranos; no sólo los tiranos 18 lo hacen, sino que se encuentra igualmente en las oligar- quías y en las democracias, pues el ostracismo tiene en cierto modo la misma eficacia, por eliminar y desterrar a los que sobresalen. Lo mismo hacen incluso con ciudades y pue- 19 blos los que son dueños del poder, como los atenienses, 532 Cf. infra, 111 14, 9, 1285a34; VI1 16, 8, 1335a27. 533 La nave Argo se constituyó bajo la dirección de la diosa Atenea. El mástil fue hecho de una encina del bosque sagrado de Dodona y esta- ba dotado de la palabra. En esta nave se embarcan los Argonautas en su expedición a la Cólquide. Según Apolodoro (Biblioteca 1 9, 19), cuan- do esta nave fabulosa iba a la altura de Afetas en TesaIia se expresó y dijo que no podía llevar a Heracles por su peso excesivo. Cf. también HER~DOTO, VI1 193. 5 34 Cf. EURÍPIDES, Suplicantes 447. Esta anécdota modificada se en- cuentra más ampliamente expuesta en HER~WTO, V 92. - Periandro fue tirano de Corinto entre 626 y 585 a. C.; cf. infra, V 11, 4, 1313a36. Trasibulo fue tirano de Mileto a fines del s. VII a. C. I LIBRO 111 por ejemplo, con los de Samos, Quíos, y Lesbos 535 (tan pronto como obtuvieron sólidamente su dominio, los hu- 12tm millaron en contra de lo pactado). El rey de Persia 536 aba- tió muchas veces a los medos, a los babilonios y a otros pueblos que se mostraban orgullosos por haber tenido en otro tiempo el imperio. zo El problema es general y se da en todos los regímenes, incluso en los rectos. Los desviados actúan así atendiendo a su interés particular, pero en los que miran al bien co- 21 mún sucede de la misma manera. Es evidente que esto se da también en las demás artes y ciencias: el pintor no pue- de permitir que la figura de un animal tenga un pie que sobrepase de la simetría, por muy bello que fuera; ni un constructor de barcos lo permitirá a la popa o a cualquier otra parte de la nave; ni un maestro de coro dejará partici- par en él al que tenga más y mejor voz que todo el coro. 22 De modo que, por esta razón, nada impide que los monar- cas estén en buena armonía con sus ciudades, si recurren a esto a condición de que su propio poder sea beneficioso para las ciudades. Por eso, en las superioridades reconoci- das 537, e1 argumento en favor del ostracismo tiene cierta 23 justificación política. Ciertamente, sería mejor 538 que el Samos, Quíos y Lesbos, estados muy potentes de la Confedera- ción ático-délica, fueron humillados por los atenienses. Cf. ARIST~TELES, Constitpción de los atenienses. 24, 2, pág. 11 1 y nota 201 a pie de pági- na. Véase también TUC~DIDES, 1 19; 111 10 y 19. ARISTÓFANES, Aves 880. PLUTARCO, Arístides 23. El rey de Persia lo hace por desconfianza. Cf. DIODORO, XI 6, 3. JENOFONTE, Ciropedia VI1 5, 69. Para los babilonios citados a conti- nuación, cf. HER~DOTO, 1 183; 111 159. 537 Son superioridades en plural porque pueden ser según la virtud, la riqueza, las relaciones políticas o el nacimiento. Cf. PLATÓN, Repúbli- ca VI11 569B; Menón 96B. 538 Véase la misma recomendación infra, V 3, 3, 1302b18 SS.; V 8, 12, 1302bll. legislador desde un principio constituyera el régimen de modo que no necesitara de tal remedio. Sólo se haría una segunda navegación 539, llegado el caso, para intentar rectificar el rumbo con tal método de corrección. No era lo que precisamente ocurría en las ciudades, pues no miraban a lo conveniente para su propio régimen, sino que se servían del ostracismo con espíritu partidista 540. En los regímenes desviados es manifiesto que responde al 24 interés particular y en cierto modo está justificado, pero es también manifiesto que no es justo en términos absolutos. En el caso del régimen mejor, se plantea una gran difi- cultad; no la superioridad en otros bienes, como la fuerza, la riqueza o las muchas relaciones, sino si hay alguien que se destaque por la virtud 54', ¿qué debe hacerse entonces? Ciertamente no se podría decir que se debe expulsar y des- 25 terrar a un hombre de tal clase. Pero tampoco que se debe mandar sobre él, pues casi sería como pretender mandar en Zeus, repartiéndose sus poderes 542. Queda, por lo tan- to, lo que parece ser la solución natural: que todos obedez- can de buen grado a tal hombre, de modo que hombres como él sean reyes perpetuos en sus ciudades. 539 Es una frase proverbial; cf. MENANDRO, fragmento 241K. PLA- TÓN, Fedón 99D. 540 Sobre el tema de tales depuraciones, cf. PLATÓN, Político 293D; Leyes V 735D. 541 Cf. supra, 111 17, 5, 1288a16. 542 Se encuentra la misma conclusión supra, 111 17, 7, 1288a24; 111 16, 3, 1287a16-18; e infra, VI1 14, 8, 1332b23-27. La dificultad de estar por encima de Zeus o de los dioses era proverbial. Cf. HOMERO, Ilíada VI11 18 SS.; ESQUILO, Prometeo encadenado 40 y 356 SS.; Persas 749; ARIST~FANES, Pluto 141; ARIST~TELES, Ética a Nicómaco VI 13, 1 145a10.
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