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LIBRO V 349 9 en sus trabajos cotidianos, no puedan conspirar. Un ejem- plo de esto son las pirámides de Egipto 119', las ofrendas votivas de los Cipsélidas 119', la construcción del templo de Zeus Olímpico por los Pisistrátidas lZo0, y entre las obras de Samos, las de Polícrates ''O1 (pues todas estas empresas al pueblo de las armas. El pasaje, no obstante, se ha interpretado tam- bién en el sentido de empobrecer a los ciudadanos, al imponerles grandes contribuciones para la guardia de mercenarios del tirano. El texto apoya claramente la interpretación que damos en la traducción. 119' Sobre el trabajo forzado que habna exigido la construcción de las pirámides, cf. HER~DOTO, 11 124-127. Aristóteles parece aludir a los grandes impuestos que estas obras han necesitado. Las instituciones y costumbres de Egipto interesaron mucho a Aristóteles; cf. 111 15, 4, 1286a13 SS.; VI1 10, 1-8, 1329b2 SS. 1199 Sobre los Cipsélidas, cf. V 12, 3, 1315b22, y también ARISTÓTE- LES, Constitución de los atenienses 17, 4 [trad. M. GARC~A VALDÉS], pág. 88 y nota 120. Cípselo y su hijo Periandro habían hecho ofrendas a los santuarios de Delfos y especialmente al de Olimpia. Cf. PLATÓN, Fedro 263B, donde alude a la enorme estatua de oro de Zeus. 12" Pisístrato y sus hijos, Hiparco e Hipias, gobernaron en Atenas de 560 a 510 a. C. Pisístrato emprendió la construcción del templo de Zeus Olímpico en Atenas; se acabar& siglos más tarde en tiempos del emperador Adriano.. lZ0' Samos es una isla próxima a la costa jonia de Asia Menor, situa- da entre Éfeso y Mileto; es una tierra fértil, en ella prosperan los merca- deres, los artesanos, los armadores, la industria, y su papel en la funda- ción de colonias es muy importante en la Propóntide, Cilicia, Egipto, Sicilia y la Campania. Después de la realeza, los Geomoros se aduefian del poder, pero en un país rico y con una clase social media amplia, después de vanas sublevaciones, el partido democrático impone la tira- nía. - Policrates, hijo de un armador, con una pequefia tropa se hace con el poder y lo ejerce solo como tirano, desde 532 a. C. Su buena gestión en el mando se puede ver en HERÓDOTO, 111 121; TUCÍDIDES, 1 13, 6; 111 104, 2. Sobre su buena suerte, cf. HERÓDOTO, 111 39-42; 125; sobre su riqueza, cf. HERÓWTO, 111 125; PLATÓN, Menón 90A. Igual que Pisistrato en Atenas lleva a cabo grandes obras útiles y de embelleci- miento de la capital (cf. V 11, 24, 1314b36 SS.): murallas, el palacio, producen el mismo efecto: ocupación y pobreza de los súb- ditos). También la imposición de tributos, como en Siracu- lo sa 1202 (donde en cinco años bajo el mando de Dionisio aportaron al tesoro toda su fortuna). El tirano es también un provocador de guerras ''O3 para que estén ocupados sus súbditos y tengan constantemente la necesidad de un jefe. Y la realeza se conserva por sus amigos '2M, pero es pro- pio del tirano desconfiar en especial de los amigos 1205, al pensar que todos quieren derribarlo, pero éstos principal- mente pueden hacerlo 1206. También las medidas de la 11 democracia extrema 1207 son todas también propias de la tiranía: la autoridad de las mujeres en sus casas para que el templo de Hera, la conducción del agua (cf. HERÓDOTO, 111 60). Aris- tóteles debía conocer bien la historia de Samos, de la que, según Focio, escribió la Constitución de los samios. "O2 Sobre las medidas de Dionisio de Siracusa para reunir dinero, véase PSEUDO-ARISTÓTELES, Económicos 11 U), 1349a15 SS. [trad. M. GARC~A VALDÉS], Madrid, 1984, pág. 277 y notas 71-74. Cf. también DIODORO, XIV 106, 3; PLUTARCO, Dión 30; JUSTINO, XXI 1, 5, quienes confirman cómo el tirano exigía cada vez mayores contribuciones. En sus primeros años de tiranía se podrían justificar por la guerra sostenida con Cartago que exigía tener unas fuerzas navales y terrestres. 1203 Aristóteles piensa sin duda como tirano en Dionisio el Viejo (cf. TEOFRASTO, fragmento 128). Véase también JENOFONTE, Hierón 11 17; IV 11; VI 10. ISÓCRATES, Sobre la Paz 11 1; PLATÓN, República VI11 566E-567A. IZO4 Véase la misma idea en JENOFONTE, Ciropedia VI11 1, 48; 2, 28; 7, 13; Anábasis I 9, 20-30. I2O5 Desconfianza de la que hablan ESQUILO, Promete0 encadenado 224; JENOFONTE, Hierón 111 7 ss. ''O6 Cf. ARISTÓTELES. Retórica 11 5, 1382a32. 1207 Casi las mismas indicaciones se encuentran en los pasajes IV 4, 20, 1319b27, y 11 9, 8, 1269b31 SS., sobre la autoridad de las mujeres. Cf. PLATÓN, República VI11 563B, 567D, sobre el relajamiento de los esclavos en la libertad de palabra, y también DEMÓSTENES, FilQicus 111 3; y PSEUDO-JENOFONTE, República de los atenienses 1 12. LIBRO V 35 1 delaten a los hombres, y licencia a los esclavos por la mis- ma razón, pues ni los esclavos ni las mujeres 1208 conspi- ran contra los tiranos, y al vivir bien, necesariamente son favorables a las tiranías y a las democracias; el pueblo, 12 en efecto, también quiere ser un monarca IZO9. Por eso el adulador 1210 es honrado en ambos regímenes: en las de- mocracias el demagogo (el demagogo es el adulador del pueblo), y entre los tiranos los que se comportan con ellos 1314a de manera humillante, lo cual es obra de la adulación. De hecho, por esto la tiranía es amiga de los malos 12", pues les agrada ser adulados, y esto nadie que tenga un libre espíritu noble podría hacerlo, sino que las personas nobles 13 aman o en todo caso no adulan. Además, los malos son útiles para sus malas acciones: «un clavo empuja a otro clavo» 1212, como dice el proverbio. También es propio del tirano que no le agrade nadie respetable ni independiente, pues pretende ser él el único así; el que actúa con dignidad y libertad priva a la tiranía de su preeminencia y de su carácter despótico, por tanto los odian como aniquiladores 14 de su poder. También es propio del tirano sentar a su mesa 1213 y tener como compañeros preferentemente a ex- 1208 Muchos tiranos han sido asesinados por las mujeres; cf. JENO- FONTE, Hierón 111 8; Helénicas VI 4, 36. 1209 Cf. 1V 4, 27, 1292a15 SS. I 2 l 0 Cf. IV 4, 28, 1292a20 SS. Véase también PLATON, República IX 575E; JENOFONTE, Hierón 1 14. Según TEOFRASTO (ATENEO, Deipnosofis- tus X 435E). en las cortes de Dionisio 1 y Dionisio 11 había unos cortesa- nos llamados Dionysiokólakes, aduladores de Dionisio. 12" Este rasgo del retrato del tirano se encuentra en otros escritos: cf. HER~DOTO, 111 80; EUR~PIDES, Ión 626; TEOFRASTO, Caracteres XXIX; ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco IX 3, 1165b15; Retórica 11 24, 1401b13. I 2 l 2 En el presente pasaje, el proverbio tiene el sentido de que son malos los que hacen actos malos. 1 2 1 3 Cf. ~ENOFONTE, Hierón V 3; VI 5. PLATÓN, República VI11 567D SS.; ISOCRATES, A Nicocles 22. tranjeros que a ciudadanos, pensando que éstos son ene- migos 1214 y que aquéllos no rivalizan con él. Estos procedimientos y otros semejantes son propios del tirano y son los defensores de su poder, y no les falta maldad alguna. Todos ellos, por así decirlo, quedan com- prendidos en tres especies. La tiranía, en efecto, tiende a 1s tres objetivos: uno, que los súbditos piensen poco 1215 (pues un apocado no podría conspirar contra nadie); en segundo lugar, qus. desconfíen unos de otros 1216 (pues la tiranía no se derriba hasta que algunos ciudadanos confían en sí mis- mos; por eso también luchan contra las clases superiores considerándolas nocivas para su poder, no sólo porque no se resignan a ser gobernados despóticamente, sino también porque son leales 1217 a sí mismos y a los demás ciudadanos y no acusan ni a los suyos ni a los demás). Y en tercer 16 lbgar, la imposibilidad de acción (pues nadie emprende lo imposible, de modo que la tiranía no se derriba si no se dispone de fuerza). Así pues, estos son los tres fines a los que tienden las intenciones de los tiranos, pues todas las medidas tiránicas conducen a estos principios fundamentales: que no se fíen unos de otros, que no tengan fuerzay que sean humildes. Tal es, pues, uno de los modos de lograr la conserva- 17 ción de las tiranías. El otro, en general, orienta el cuidado en medidas contrarias a lo que se ha dicho. Puede deducir- 1 s se de la destrucción de las realezas, pues igual que un mo- "14 Cf. JENOFONTE, Hierón VI 14; ISÓCRATES, Sobre la Paz 112. 1215 Cf. V 1 1 , 6, 1313b8 SS. 1216 Cf. V 11, 8, 1313b16 SS. 1217 Cf. 111 13, 2, 1283a32. PSEUDO-JENOFONTE, República de los ate- nienses 1 5 . LIBRO V 353 do de destrucción de la realeza es hacer su poder más tirá- nico, así un modo de conservar la tiranía es hacerla más real 1218, cuidando una sola cosa, la fuerza, para gobernar no' sólo a los que lo desean sino también a los que no lo desean, pues si se renuncia a esto, se renuncia también 19 a la tirania.Sero si esto debe permanecer como un princi- pio fundamental, en cuanto a lo demás el tirano debe ac- tuar o parecer actuar representando bien el papel de rey 1219: 13141~ en primer lugar, debe parecer preocuparse por los fondos públicos, no gastando en regalos tales que irriten al pue- blo, cuando se toman del producto de sus trabajos '220 y esfuerzos, mezquinamente, para darlo generosamente a cor- tesanas, extranjeros y artistas; debe dar cuenta de los in- gresos y de los gastos, como han hecho ya algunos tiranos (pues si gobierna así, parecerá ser un administrador y no un 20 tirano. Y no debe tener miedo que en alguna ocasión lle- guen a faltarle los recursos, siendo dueño de la ciudad; en cambio, a los tiranos que salen fuera de sus países les conviene esto más que dejar las riquezas acumuladas, pues los guardianes atacarían menos el poder; son más temi- bles, para los tiranos que se ausentan, los guardianes 1221 que los ciudadanos, pues aquéllos les acompañan en sus viajes y éstos, en cambio se quedan). 1218 Cf. PLATÓN, Carta VI11 354A; Plutarco, Dión 10; JENOFONTE, Hierón IX-XI; IS~CRATES, A Nicocles y Helena 32 SS. "19 Cf. 111 7, 3, 1279a33 SS. 1220 Cf. ARIST~TELES, Constitución de los atenienses 16, 6, donde se cuenta la anécdota de Pisistrato y un campesino que trabajaba la tierra en el Himeto [trad. M. GARC~A VALDÉS], pág. 86 y nota 114. Cf. también ISÓCRATES, Sobre la Paz 91. 1221 Sobre el temor a los miembros de su guardia, cf. JENOFONTE, Hierón 1 12; VI 4, 11. IS~CRATES, Sobre la Paz 112; Helena 34. En segundo lugar, los impuestos y las cargas públi- 21 cas 1222 debe parecer que los recauda a causa de la adrni- nistración pública, y por si alguna vez necesita emplearlos en circunstancias de guerra, y debe presentarse en general como guardián y administrador de bienes comunes y no como propios. Y debe mostrarse no duro 1223, sino digno, e incluso de tal modo que no sientan miedo los que le encuentren, sino más bien respeto 1224. Sin embargo no es 22 fácil conseguir esto si es un ser despreciable; por eso, aun- que no se preocupe de las demás virtudes, debe cuidarse del valor guerrero 1225 y obtener para sí una reputación en este sentido. Además, no sólo él, sino nadie de los rela- cionados con él debe dar muestras de insolencia con los súbditos jóvenes de ambos sexos, e igualmente han de com- 23 portarse las mujeres de su familia con las demás, en la idea de que también por la insolencia de las mujeres han caído muchas tiranías. En cuanto a los goces del cuerpo debe hacer lo contrario de lo que hoy hacen algunos tira- nos (pues no sólo desde el amanecer se entregan a ello, y continuamente durante muchos días 1226, sino que tam- bién desean mostrarse a los demás en tal conducta, para 12" Sobre las cargas públicas, cf. IV 4, 16, 1291a38 y nota 998; 111 6, 9, 1279a11 y nota 434. 12" Isócrates dio un consejo semejante en A Nicocles 34. La digni- dad, en cambio, es un rasgo del carácter propio de un rey; cf. PLUTARCO, Demetrio 2. 1224 Cf. I S ~ R A T E S , Sobre el cambio de fortunas 122; A Nicocles 23; Evágoras 45. Los tiranos inspiraban frecuentemente temor; cf. TUC~DI- DES, IV 55. 6. lZ2' Véase un consejo semejante en IS~CRATES, A Nicocles 11; 24. '226 Aristóteles puede estar aludiendo a Dionisio el Joven de Siracusa quien estaba, a veces, embriagado muchos dias seguidos. cf. ATENEO, Deipnoso fistas 435e; PLUTARCO, Dión 35. LIBRO V 355 24 que los admiren como dichosos y felices 1227); a1 contrario, debe ser moderado en grado sumo en tales placeres, y si no, al menos aparentar ante los demás que los evita (pues el sobrio no es fácil de atacar ni despreciable, sino el ebrio; no el despierto, sino el dormido). En general, ha de hacer lo contrario de todo lo que se dijo antes 1228: debe equipar y embellecer la ciudad 25 como si fuera un administrador y no un tirano; 'además, debe mostrarse siempre cnn un interés extraordinario con lo que concierne a los dioses lZz9 (pues los ciudadanos te- men menos sufrir alguna ilegalidad de tales hombres '230, 1315a si consideran que el que los gobierna es temeroso de la divinidad y piensa en los dioses, y conspiran menos contra él pensando que tiene también a los dioses como alia- dos 1231), pero debe mostrarse en tal sentido sin parecer 26 ridículo. Debe honrar de tal modo 1232 a los que se han dis- tinguido por su bondad en algo, que no crean que habrían sido más honrados por los ciudadanos libres, y debe distri- buir esos honores él personalmente; en cambio los casti- gos, por medio de otros magistrados y tribunales 1233. lZ2' Cf. VI1 1, 10, 1323b24; ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco X 8, 1178b9, donde la misma expresión se refiere a la felicidad de los dioses. Esta fuente de dicha no se parece en nada a la verdadera fuente de la que trata Aristóteles al comienzo del libro VI1 y en los libros 1 , 11 y X de la Ética a Nicómaco. lZ2' Cf. V 11, 4, 1313a35-V 1 1 , 16, 1314a29. lZz9 Cf. IS~CRATES, A Nicocles 20; JENOFONTE, Ciropedia VI1 2, 20. Cf. JENOFONTE, Ciropedia VI11 1 , 25. lZ3' Cf. IS~CRATES, Evágoras 43. 1232 Debe honrarlos con distinciones honoríficas (cf. PLATÓN, Leyes 111 694B), invitaciones a comer a la mesa del tirano, regalos. Cf. JENO- FONTE, Ciropedia VI11 2, 2 SS.; 3, 3; 4, 5; 6, 11; Económico IV 15; HERÓ- DOTO, 111 154; VI1 135; P~NDARO, Pítica 111 71. 1233 Consejo que se encuentra en JENOFONTE, Hierón IX 3. Una medida preventiva común 1234 a toda monarquía 27 es el no engrandecer a nadie, pero si se hace, engrandecer a varios (pues así se vigilarán mutuamente); y si es necesa- rio engrandecer a alguien, que al menos no sea de carácter osado (pues un carácter de tal clase es el más emprendedor en todas las empresas), y si decidiera desposeer a alguien de su poder 1235, debe hacerlo gradualmente y no quitarle toda la autoridad de una vez. Además, el tirano debe abs- 28 tenerse de toda clase de insolencia 1236, y por encima de todas, de dos: los castigos corporales y las ofensas a la ju- ventud 1237. Esta precaución debe tenerse sobre todo con los amantes de los honores, pues como el desprecio por las ri- quezas los codiciosos lo soportan mal, los hombres celosos de su honor y virtuosos soportan mal el desprecio que con- cierne a su deshonor. Por eso, el tirano no debe emplear 29 tales métodos 1238, O dar la apariencia de que impone los castigos con espíritu paternal y no por menosprecio, y en cuanto a sus relaciones con los jóvenes que sean por razo- nes amorosas y no debido a un abuso de poder, y en gene- ral las que parecen deshonras compensarlas con honores mayores. Entre los que atentan contra la vida misma del tirano 30 los más temibles y que requieren mayor vigilancia son to- dos esos que no anteponen conservar su vida con tal de matarlo. Por eso hay que tener cuidado sobre todo con 31 '234 Cf. V 8, 12, 1308b10 SS. Cf. V 8, 12, 1308b15 ss. 12" Cf. V 10, 17, 1311b6. Y MONTESQUIEU, ETpíritu de lm leyes XII 28. Sobre la tendencia erótica de los tiranos, cf. CICER~N, Tuscula- nas V 20, 58 y 60; ATENEO, Deipnosofistas 1 6 SS. '238 LOS mismos consejos se encuentran en ISÓCRATES,A Nicocles 23; Evágoras 43.
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