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LIBRO VIII 463 zo parecido al del león lS3'. Hay muchos pueblos bárbaros dispuestos a matar y devorar seres humanos, como los aqueos y los heníocos que habitan en torno al Ponto 1538, y entre los pueblos del continente, unos son muy semejan- tes a éstos y otros más salvajes, los cuales se dedican a la piratería, pero no participan del valor. Además, sabe- mos que los mismos lacedemonios superaron a los demás 25 mientras fueron los únicos en entregarse a severos ejerci- cios, pero ahora son inferiores a otros, tanto en los cer- támenes gimnásticos como en la guerra. Pues no se dis- tinguían por ejercitar a los niños de esa manera, sino Únicamente por entrenarlos frente a los que no los entrenaban. De modo que lo noble y no lo brutal debe desempeñar 30 el principal papel, pues ni el lobo ni ninguna otra fiera afrontaría un riesgo noble, sino más bien el hombre bue- no 1539. LOS que dejan a los niños entregarse en exceso a estos ejercicios y descuidan instruirlos en lo necesario, 35 los hacen en realidad serviles, al hacerlos útiles para una sola función del ciudadano, y para ello, como dice el tex- to 1540 , aun peor que otros. Se debe juzgar a los lacedemo- nios, no por sus 'hechos de antaño, sino por los de ahora, ya que ahora tienen competidores en la educación y antes no los tenían. Así pues, se está de acuerdo en que hay que servirse 40 de la gimnasia en la educación y de qué manera: hasta la adolescencia deben practicarse ejercicios más ligeros, evi- tando un régimen alimenticio riguroso y los esfuerzos vio- Cf. ARISTÓTELES, Historia de los animales IX 44, 629b8 SS. El león es manso excepto cuando esta hambriento. '*" Cf. ARISTÓTELES, Ética a Nicdmaco VI1 6, 1148b21. '539 Cf. ARISTÓTELES, Ética a Nicdmaco 111 9, 1115a29. Cf. supra, en este mismo capitulo. lentos, para que no haya ningún impedimento al desarro- llo lS4l. Una prueba no pequeña de que pueden causar ese impedimento es el hecho de que entre los vencedores olím- 1339a picos puede uno encontrar tan sólo dos o tres lacedemo- nios, hombres y nifios, que hayan obtenido la victoria, por- que al ejercitarse desde jóvenes han perdido su vigor a causa del forzado entrenamiento gimnástico. Pero después de ha- 5 ber dedicado a partir de la pubertad tres años a otras ense- ñanzas 1542, entonces conviene que ocupen el período si- guiente de su vida en los ejercicios duros y con un régimen alimenticio riguroso, porque no se debe trabajar duramen- te a la vez con latmente y con el cuerpo 1543, pues cada uno de estos ejercicios produce naturalmente resultados opuestos; el trabajo del cuerpo es un obstáculo para la lo mente y el de ésta para el cuerpo. Acerca de la música ya hemos plan- 5 La educacid,, teado anteriormente "41 algunas cuestio- en la ciudad ideal: nes en el curso de nuestra exposición, y la música está bien resumirlas para seguir adelante, a fin de que sean como un preámbulo a los argumentos que se podrían aducir sobre la misma. No es fácil determinar cuál es su naturaleza, ni por qué 15 razón debe cultivarse; jacaso por recreo y por descanso, como el sueño y la bebida? (cosas que no son en sí mismas 15~' Aristóteles está en desacuerdo con Platón sobre este punto, véase República VI1 536e. '542 A otras enseñanzas: escritura y lectura, música y dibujo. Cf. PLA- TÓN, Leyes VI1 809e ss. 's43 La misma idea se encuentra en PLAT~N, República VI1 537b: la fatiga y el sueilo son enemigos del estudio. '*" Cf. supra, VI11 3, 1337b27 SS. Sobre el valor pedagógico de la música Aristóteles sigue las ideas de Platón; véase Repúblim 111 398c-403c; Leyes VI1 812b-e. LIBRO VIII 465 buenas, sino agradables y que a la vez ponen fin a los cuidados, como dice Eurípides 1545. Por eso se coloca a 20 la música en el mismo orden, y se hace de todas ellas -el sueño, la bebida y la música- el mismo uso, a las que también se añade la danza). O más bien hay que pensar que la música incita de alguna manera a la virtud, en lo que ella es capaz; como la gimnasia proporciona al cuerpo ciertas cualidades, también la música infunde ciertas cuali- dades al carácter, acostumbrándolo a poder recrearse rec- 25 tamente. O también -y esto sería la tercera explicación entre las dichas- contribuye de alguna manera a la diver- sión y al cultivo de la inteligencia. Así pues, no hay duda de que el fin de la educación no debe ser el juego (pues no juegan aprendiendo, ya que el aprendizaje va acompa- ñado de dolor). Pero tampoco es adecuada la diversión 30 para los niños, ni debe darse a sus edades (pues a nada que sea imperfecto le conviene un fin 1546). Pero quizá po- dría parecer que el esfuerzo de los niños tiene como fin su recreo cuando sean hombres y hayan alcanzado su ple- no desarrollo. Pero si esto es así '547, ¿Por qué se obligaría a los niños a aprender música, en vez de participar del placer y de la enseííanza de la música a través de otros que se dedican a ella, como hacen los reyes de los persas 35 y de los medos? Pues necesariamente la ejecutarán mejor los que han hecho de la música su trabajo y profesión que los que le han dedicado sólo el tiempo necesario para apren- derla. Pero si deben esforzarse por aprender cosas de ese 40 tipo, también debenan aplicarse al arte de la cocina, lo Is4' EURÍPIDES, Bacantes 38 1. 1546 Cf. ARISTÓTELES, Ética a Eudemo 11 1, 1219b7. lS4' Véase supra, VI11 3, 1337b35 SS.; ARIST~TELES, Ética a Nicdmaco X 6, 1176b32. cual es absurdo. La misma dificultad se plantea si la músi- ca es capaz de mejorar el carácter: ¿por qué tienen que aprenderla personalmente en lugar de disfrutar rectamente de ella y poder juzgar oyendo a otros, como hacen los 13391, lacedemonios? Ellos, pues, sin aprenderla, pueden, según se dice, juzgar rectamente la música que es buena y la que no es buena. Y el mismo argumento puede emplearse aun si la música debe servir para goce y como diversión digna 5 de hombres libres: ¿por qué aprenderla personalmente y no gozar de la ejecución ajena? Nos es posible considerar la idea que tenemos de los dioses. No es Zeus en persona quien canta y toca la cítara según los poetas, y considera- mos obreros manuales a los que se dedican a tales cosas y el practicarlo no es propio de un hombre que no esté embriagado o bromeando. Pero tal vez habrá que exami- 10 nar esto más adelante 1548. La primera investigación es si la música debe incluirse o no en la educación. Y cuál es su sentfdo de los tres discu- tidos: si es educación, juego o diversión. Razonablemente se puede colocar en todos ellos y parece participar de ellos. 1s El juego tiene por fin el descanso, y el descanso tiene que ser agradable (pues es una cura del sufrimiento debido a los trabajos), y la diversión debe contener, según el común acuerdo, no sólo belleza, sino también placer (pues la feli- cidad se compone de ambos elementos), y todos afirma- 20 mos que la música es de las cosas más agradables, tanto si es sola como acompañada de canto (así al menos dice Museo 1549 que cantar es lo más agradable para los mortales, Is4' Véase infra, capítulo 6. '549 ES un poeta legendario de principios del s. VI a. C. y un discípulo de Orfeo. Se le atribuye una teogonía, una titanomaquia y especialmente Oráculos. LIBRO VI11 467 y por eso se la introduce con razón en las reuniones y di- versiones sociales, en la idea de que puede proporcionar alegría). De modo que también de ahí puede deducirse la necesi- 25 dad de que forme parte de la educación de los jóvenes. Pues todos los placeres irreprensibles no sólo son adecuados al fin sino también al descanso, y como pocas veces ocurre que los hombres alcancen el fin, pero en cambio descansan muchas veces y utilizan los juegos no en vistas de un fin 30 ulterior sino por el placer que lleva consigo, puede ser útil descansar en los placeres que nacen de la música. Ocurre también que los hombres hacen de los juegos un fin, tal vez porque el fincontiene un cierto placer, aun- que no uno cualquiera '550. Al buscar este placer toman aquél por él, por tener una cierta semejanza con el fin de 35 las acciones. El fin no se elige por ninguna de las cosas futuras, y los placeres de este tipo no requieren ningu- na cosa futura, sino que se dan a causa de las pasadas, como los trabajos y el dolor. Por esta razón los hombres buscan alcanzar la felicidad mediante esos placeres. Tal 40 es verosímilmente la causa de ello. Pero no es ésta la única de que se dediquen a la música, sino también por ser útil para el descanso, según parece. Sin embargo, hay que examinar si esta utilidad no es 1340a algo accidental y si la naturaleza de la música es más valio- sa que la que se limita a la mencionada utilidad, y es preci- so no sólo participar del placer común que nace de ella, que todos perciben (pues la música implica un placer natu- ral y por eso su uso es grato a personas de todas las edades s y caracteres), sino ver si también contribuye de algún mo- Cf. PLATON, Leyes 11 658d. "" ES decir, los placeres que toman el juego como un fin en sí. do a la formación del carácter y del alma 1552. Esto sería evidente si somos afectados en nuestro carácter por la mú- sica. Y que somo afectados por ella es manifiesto por mu- chas cosas y, especialmente, por las melodías de Olim- lo po pues, según el consenso de todos, éstas producen entusiasmo en las almas, y el entusiasmo es una afección del carácter del alma. Además, todos, al oír los sonidos imitativos, tienen sentimientos análogos 1554, independien- temente de los ritmos y de las melodías mismas. Y como resulta que la música es una de las cosas agra- dables y que la virtud consiste en gozar, amar y odiar de 1s modo correcto, es evidente que nada debe aprenderse tan- to y a nada debe habituarse tanto como a juzgar con recti- tud y gozarse en las buenas disposiciones morales y en las acciones honrosas. Y, en los ritmos y en las melodías, se dan imitaciones muy perfectas de la verdadera natura- 20 leza de la ira y de la mansedumbre, y también de la fortaleza y de la templanza y de sus contrarios y de las demás disposiciones morales (y es evidente por los hechos: cambiamos el estado de ánimo al escuchar tales acor- des '555), y la costumbre de experimentar dolor y gozo en semejantes imitaciones está próxima a nuestra manera de sentir en presencia de la verdad de esos sentimientos '556. "" Se encuentran las mismas ideas en P L A T ~ N , República 111 401d, acerca de los efectos de la educacibn por medio de la música. ls3 Olimpo es un músico frigio del s. wr a. C.; se considera alumno de Marsias e inventor de la armonía. Cf. PLATÓN, Banquete 215c. ARIS- T~FANES, Caballeros 9. 1554 LOS sonidos que imitan los estados del alma, sin la ayuda de melodías ni de ritmo, incitan a los mismos sentimientos. Así un grito de dolor incita a la piedad. 15" Cf. ARIST~TELES, Retdrica 11 1 , 1378a20. Cf. P L A T ~ N , República 111 395a-3%e. Donde critica duramente las imitaciones representadas en el teatro. LIBRO VUI 469 2s (Por ejemplo, si uno disfruta contemplando la imagen de alguien no por otro motivo sino por su propia forma, for- zosamente será para él un placer la vista de aquel cuya imagen contempla.) Y ocurre que en las demás sensaciones 30 no hay imitación ninguna de los estados morales, por ejem- plo en las del tacto y el gusto, pero en las de la vista la imitación es ligera. (Hay, en efecto, figuras con tales efec- tos, pero en escasa medida, y no todos participan de tal sensación; además, no son imitaciones de los caracteres, sino que las figuras y colores presentes son más bien signos de esos caracteres, y estos signos son expresión corporal 3s de las pasiones. Sin embargo, en la medida en que difiere la contemplación de estas pinturas, los jóvenes deben con- templar no las obras de Pausón, sino las de Polignoto 15" y las de cualquier otro pintor o escultor que represente un sentido moral.) En cambio, en las melodías, en sí, hay imitaciones de los estados de carácter (y esto es evidente, 40 pues la naturaleza de los modos musicales 15" desde el ori- gen es diferente, de modo que los oyentes son afectados de manera distinta y no tienen la misma disposición res- pecto a cada uno de ellos. Respecto a algunos se sienten 134011 más tristes y más graves, como ante el llamado mixolidio; ante otros, sienten más lánguida su mente, como ante los "" ARIST~TELES en Poética 2, 1448al4, indica que Polignoto pinta- ba a los hombres mejor que lo que son, y Pausón, peor. De este Último se sabe muy poco; Aristófanes lo cita varias veces, por ejemplo en Acar- nienses 854; era tal vez un caricaturista. Polignoto vivió en el s. v a. C.; decoró edificios públicos en Atenas. Le consideraban como un buen pintor de caracteres. "" Cf. la critica de Platón a la música nueva en República 111 398d y SS., y Leyes 11 669b-670e. Aristbteles distingue tres modos: el frigio, el lidio y el dorio; cada uno por su propio carácter influye de manera diferente en quien los escucha. Para él, como para Platón, el modo dorio es el modo moral y educativo por excelencia. relajados, y en otros casos, con un estado de ánimo inter- medio y recogido, como parece hacerlo el modo dorio úni- camente, y el modo frigio inspira el entusiasmo. S Estas cuestiones las exponen bien los que han filosofa- do acerca de este tipo de educación lSS9. Aducen en testi- monio de sus argumentos los mismos hechos. Del mismo modo pasa con los ritmos (unos tienen el carácter más reposado; otros agitado, y de éstos, unos tienen los movi- io mientos más vulgares, y otros, más dignos). De estas con- sideraciones, en efecto, resulta evidente que la música pue- de imprimir una cierta cualidad en el carácter del alma, y si puede hacer esto es evidente que se debe dirigir a los jóvenes hacia ella y darles una educación musical. El estu- dio de la música se adapta a la naturaleza de los jóvenes, is pues éstos, por su edad, no soportan de buen grado nada falto de placer, y la música es por naturaleza una de las cosas placenteras. Parece también que hay en nosotros una cierta afinidad con la armonía y el ritmo. Por eso muchos sabios afirman, unos, que el alma es armonía, y otros, que tiene armonía "'l. Ahora debemos tratar sobre lo que 6 20 L~ educa& . antes fue planteado: si los niños de- en la ciudad ideal: ben aprender la música cantando Y to- profesional. cando ellos mismos, o no. No cabe duda Los instrumentos de música de que hay gran diferencia, para adquirir ciertas cualidades, si uno mismo participa personalmente en la ejecución, pues es cosa muy difícil o ' ' j 9 Especialmente, PLAT~N, República 111 398a SS. ARIST~TELES, Retórica 111 7, 1408b32-1409~122, da una clasifica- ción de los ritmos .oratorias desde el punto de vista matemático. ''" La primera postura es la de los Pitagóricos; cf. ARIST~TELES, SO- bre los animales 1 4 , 407b27 SS.; y la segunda es la de PLATÓN, Feddn 93. Cf. VI11 5, 1339a33-1339bl0. LIBRO VI11 47 1 25 imposible llegar a ser buenos jueces sin participar en estas acciones. Y al mismo tiempo también, los niños deben te- ner algún pasatiempo, y se considera que fue buen invento el sonajero de Arquitas 1563, que se da a los niños peque- ños para que lo manejen y no rompan nada de la casa, pues el niño no puede estar quieto. El sonajero es, pues, 30 adecuado a los niños pequeños, y la educación es un sona- jero para los muchachos mayores. Es evidente de lo ex- puesto que la música debe enseñarse de modo que los jóve- nes participen en su ejecución. Lo que conviene y lo que no conviene a cada edad no es difícil determinarlo y refutar a los que dicen que el estu- 35 dio de la música es vulgar 1564. En primer lugar, como hay que participar en la ejecución para poder juzgar, por esa razón deben los jóvenes, mientras lo son, tomar parte en las ejecuciones y abandonarlas al hacerse mayores, perodeben poder juzgar las buenas músicas y gozar de ella rec- tamente gracias a la enseñanza practicada en la juventud. 40 En cuanto al reproche que algunos hacen de que la mú- sica vuelve vulgares a las personas, no es difícil refutarlo si se considera hasta qué punto deben participar en la eje- cución los que se educan con vistas a la virtud política, 1341a y qué melodías y qué ritmos deben practicar, y, además, en qué instrumentos deben hacer el aprendizaje, pues tam- bién esto es verosímilmente de importancia. En estos pun- tos reside la solución al reproche, pues nada impide que 5 ciertas especies de música produzcan el efecto antes dicho. Está claro, por tanto, que el aprendizaje de la música no debe ser un obstáculo para las actividades futuras, ni 1563 Arquitas de Tarento, filósofo, político y matemático, fue con- temporáneo y amigo de Platón. Cf. infra, VI11 6, 1341b14; y supra, VI11 5 , 1339b8. debe degradar el cuerpo, ni hacerlo inútil para las prácti- cas militares y cívicas, ya se trate de su práctica inmediata o de los estudios posteriores. Sería conveniente en este io aprendizaje que los discípulos no se esforzaran en certáme- nes propios de profesionales, ni en obras sensacionales y extraordinarias, como las que actualmente se han introdu- cido en las competiciones, y de las competiciones han pa- sado a la educación, sino que se aplicaran a ella en la me- dida precisa para poder gozar de las buenas melodías y ritmos, y no sólo de la parte común de la música, como 1s les ocurre incluso a algunos de los animales, así como a la mayoría de los esclavos y de los niños. A partir de esto, está claro qué instrumentos deben uti- lizarse. No se utilizarán en la educación ni flautas ni ningún otro instrumento técnico, como la cítara o cualquier otro de este tipo, sino sólo los que formen buenos oyentes de 20 la música o de cualquier otra parte de la educación. Ade- más la flauta no es un instrumento de'carácter ético, sino más bien orgiástico 1565, de modo que debe emplearse en aquellas ocasiones en que el espectáculo persigue más la purificación que la enseñanza. Añadamos que la flauta con- lleva un elemento contrario a la educación, el impedir ser- 25 virse de la palabra cuando se toca 1566. Por eso hicieron bien los antiguos en prohibir su uso a los jóvenes y a los libres, aunque al principio la habían utilizado. Pues ha- biendo adquirido más ocio, gracias a la prosperidad, y haciéndose más magnánimos respecto a la virtud, enorgu- 30 llecidos por sus hazañas tanto antes como después de las Guerras Médicas, se dedicaban a todo tipo de aprendiza- . ' 565 Véase también infra, VI11 7, 1342b4. La flauta se empleaba en los cultos de Cibeles y Dioniso. Esa era también la opinión de Alcibíades según PLUTARCO, Alci- bíades 2.
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