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INTRODUCCIÓN 3 7 ral del Evangelio. En un pasaje ilustra la «ética de las convicciones» con la referencia a un sindicalista tan abso lutamente convencido de sus ideales revolucionarios y tomado por ellos que realiza sus acciones sin tomar en consideración que los resultados de su misma acción pro ducirán con toda probabilidad un incremento de la reac ción política y el consiguiente empeoramiento de la situa ción de la clase obrera; si se producen estos resultados malos el sindicalista, según Weber, no se considerará res ponsable de ellos, sino que culpará de ellos al mundo o a la estupidez de los hombres. También en la defensa del pacifismo encuentra Weber un ejemplo de esta «ética de las convicciones» que no toma en cuenta los resultados de las propias acciones. La aplicación concreta a la realidad de esa «lógica del amor» del pacifismo tendría como con secuencia, piensa Weber, que los pueblos que estaban haciendo la guerra pensarían que la guerra toda ha sido absurda y que han estado haciendo algo para nada. La paz en esas condiciones sería para esas gentes una expresión de indignidad, es decir, algo que no sería buenamente aceptado, con lo que, al final, la que quedaría desacredi tada sería la paz y no precisamente la guerra. Ahí ve Weber un ejemplo concreto de cómo una acción guiada solamente por una fuerte convicción —eliminar la guerra- puede generar un resultado no sólo no querido sino total mente opuesto a lo pretendido. — La «ética de la resnonsabilidad», por el contrario, se basa"en la evaluación de las consecuencias de las propias á&róffésHET actor que se guie poTEStr-tifio de ética toma Ón con sideración los electos que previsiblemente van a tener susaccioneyEáiito los efrntns queridos como 1o s jiq _ queridos, siendo plenamenteconsciente de que no dad que del bien, de las buenas intenciones, sólo pueden, resultar cosas buenas? ’ " ^ Aunque ambos tipos de ética se encuentran entre sí en una contraposición irresoluble, no quiere decir esto que la «ética de las convicciones» signifique falta de responsabi lidad ni que la «ética de la responsabilidad» sea idéntica a 3 8 JOAQUÍN ABELLÁN falta de convicciones o principios. Es más, en un pasaje de L a p o l ít ic a c o m o p r o f e s ió n , donde Weber se refiere directamente a la vocación para la política, ambos tipos de ética aparecen como complementarias31. El político profesional, a quien, según Weber, corresponde específi camente la «ética de la responsabilidad», opera también con ciertos elementos de la «ética de las convicciones» al lanzarse a la política y al presentar sus objetivos políticos a sus seguidores como algo imprescindible o incondicio nal. Pero las diferencias entre ambos tipos de ética le parecen totalmente claras a Weber. Quien actúa siguiendo sus convicciones absolutas sin tomar en consideración los resultados de sus acciones no está tolerando, en realidad, la irracionalidad ética del mundo, no quiere aceptar que en el mundo reinan muchos valores, muchos «dioses», y que la existencia de esa pluralidad de sistemas de valores constituye precisamente el destino de su época, como dice Weber en L a c ie n c ia c o m o p r o f e s ió n . Quien se guíe por una ética de convicciones es un «racionalista» extra- mundañoljue no acepta la realidad del mundo, un mundo 3o minado poruña pluralidad de valores o ideales', muy (listintos~los unos de los otros v en una continua lucha .entre sí. Quien quiera actuar en la vida política debe saber. poreTcontrario, que la lucha por el poder implica la utilización de la violencia como su medio específico y que7 por tanto, está entregado a sus propias consecuencias. Algunas de las tareas que tiene que atender la política sólo se pueden cumplir con la violencia, y de esto debe ser consciente quien quiera hacer de la política su profesión. Hacer política, por tanto, es pactar con este medio y saber ser responsable de las consecuencias que la utilización de ese medio puede generar. La crítica de Weber a que la actividad política se guíe por una ética de convicciones está basada, por tanto, en la consideración, por un lado, de que la moral cristiana !l V éase L a p o lít ic a co m o p ro fe s ió n , p ágs. 162-163.
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