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TALLER DE LECTURA 2 3 7 vada: el auténtico «soberano», la asamblea de accionistas, tiene tan poca influencia sobre la dirección de la empresa como un «pueblo» gobernado por funcionarios especialistas, y las perso nas decisivas para la política de la empresa —el «consejo de administración», dominado por los bancos— sólo dan las direc trices económicas y seleccionan las personas para la adminis tración, sin estar ellas mismas en situación de dirigir técnica mente la empresa. En este sentido, no significa ninguna innovación fundamental la estructura actual del Estado revolu cionario, que pone el poder sobre la administración en manos de absolutos aficionados, en virtud de que disponían de las ametralladoras, y que sólo querría utilizar a los funcionarios con preparación especializada como mentes y brazos ejecuto res. Los problemas de este sistema actual están en otra parte pero no podemos abordarlos hoy. (Pág. 113.) — Weber prosigue con sus comparaciones entre el Estado moderno (expropiación política) y la em presa capitalista (expropiación económica). Sin embargo, su sociología libre de valores pone en entredicho el Estado revolucionario. ¿No hace trampas descalificando tan rotundamente la idea misma de un Estado revolucionario? 4. Líderes y aparatos Weber explora con detenimiento y acidez crítica el ca rácter mercantil ya mencionado del moderno funciona miento de los partidos políticos que compiten entre sí por los votos en un gran mercado electoral. Después de un breve y corrosivo análisis histórico del sistema político británico (desde la aparición del líder carismàtico Glads tone), el spoils system americano (controlado por el boss local que compra votos) y el modelo alemán, con un par lamento tan rígido y formal en sus procedimientos como obsoleto y aburrido, Weber constata el creciente poder de los aparatos de los grandes partidos dominados por buro cracias al servicio del líder llenas de prebendados y arri- 2 3 8 TALLER DE LECTURA bistas a la búsqueda de cargos públicos. Un aparato con trolado por empresarios de la política y cuyo dominio se impone sobre parlamentarios y notables del partido. En Alemania, sin embargo, rio podía ocurrir algo se mejante porque los dos partidos fundamentales —el Zen- trum y la socialdemocracia— no creían en el sistema. Y, por otro lado, resalta la enorme importancia que tenían los funcionarios con una preparación especializada: «Éra mos los primeros del mundo.» (Pág. 140.) Consecuencia de lo anterior es el aburrimiento del Parlamento alemán (pág. 142) con sus tediosas rigideces formalistas frente a la viveza y espontaneidad de los Parlamentos británico o francés. Aunque, y esto es muy weberiano, los partidos alemanes todavía pretenden ofrecer una concepción del mundo si los comparamos con la escandalosa mercantili- zación de la política americana. También aquí se evidencian las ambigüedades de nues tro autor cuando no sólo elogia el funcionariado del Reich —ajeno a los partidos—, sino también cuando, a pesar de las acerbas críticas de las democracias, fundadas en el lí- der/aparato, se le escapa una cierta nostalgia por la ausen cia de auténticos líderes carismáticos, preferibles, en todo caso, a una democracia en manos de políticos profesiona les sin vocación. 4.1. Líderes y militantes: esplendor y miseria de los partidos de masas Los seguidores de un partido, especialmente los funcionarios del partido y los empresarios del partido, esperan de la victoria de su líder evidentemente una retribución personal: cargos u otras ventajas. [...] Lo que esperan es, ante todo, [...] encontrar para ellos mismos la esperada retribución. (Pág. 129.) [...] ¿Cuál ha sido el resultado de este sistema? El de que, actualmente, los diputados parlamentarios ingleses [...] son normalmente nada más que un rebaño de votantes muy bien disciplinado. Entre nosotros, al menos, en el Reichstag se solía aparentar que se es taba trabajando para el bien del país. [...] En Inglaterra no se exigen estos gestos. El diputado sólo tiene que votar y no trai-
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