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Este material es de uso restringido, de acuerdo con la confidencialidad del proceso de edición. La Editorial UPB no autoriza la reproducción de la presente versión de la obra por ningún medio. Este material es de uso restringido, de acuerdo con la confidencialidad del proceso de edición. La Editorial UPB no autoriza la reproducción de la presente versión de la obra por ningún medio. Este material es de uso restringido, de acuerdo con la confidencialidad del proceso de edición. La Editorial UPB no autoriza la reproducción de la presente versión de la obra por ningún medio. E l M y steriu m C o sm o g ra p h icu m d e Jo h a n n es K ep ler: F u n d a m en to físico y m eta físico d e la n u ev a a stro n o m ía Ju a n D ie g o Se rra n o R e y e s m o n o g r a f ía s y t e s is 8 E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 4 Juan Diego Serrano Reyes © Juan Diego Serrano Reyes © Editorial Universidad Pontificia Bolivariana El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: Fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía. Trabajo de grado para optar por el título de Licenciado en Filosofía y Letras. ISBN: 978-958-696-896-6 Primera edición, 2011 Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades Gran Canciller UPB: Arzobispo de Medellín, Mons. Ricardo Tobón Restrepo Rector General: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez Vicerrector Académico: Pbro. Jorge Iván Ramírez Aguirre Decano Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades: Pbro. Diego Marulanda Díaz Director Facultad de Filosofía: Luis Fernando Fernández Ochoa Editor: Juan José García Posada Diagramación: Jorge Vélez Misas Corrector: Alberto Rivera García Producción: Ana Milena Gómez Correa Dirección editorial: Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, 2011 email: editorial@upb.edu.co www.upb.edu.co Telefax: (57)(4) 354 4565 A.A. 56006 / Medellín-Colombia Radicado: 0780-30/09/10 Prohibida la reproducción total o parcial, en cualquier medio o para cualquier propósito sin la autorización escrita de la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana. 520.1 K36Zs Serrano Reyes, Juan Diego El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: Fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía / Juan Diego Serrano Reyes; Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana, 2011. 96 p: 17x24 cm. Trabajo de grado para optar por el título de Licenciado en Filosofía y Letras ISBN: 978-958-696-896-6 1. Kepler, Johannes, 1571 – 1636 – Crítica e interpretación. – 2. Filosofía de la ciencia. – 3. Cosmología. – Tit. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 5El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía Trabajo de grado para optar por el título de Licenciado en Filosofía y Letras Director Johman Carvajal monografías y tesis 6 Universidad Pontificia Bolivariana Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades Facultad de Filosofía Medellín 2011 Este material es de uso restringido, de acuerdo con la confidencialidad del proceso de edición. La Editorial UPB no autoriza la reproducción de la presente versión de la obra por ningún medio. 6 Ju a n D ie g o Se rra n o R e y e s E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 7El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía “…The chief glory of Kepler, however, lies elsewhere. It is not fully revealed by his discoveries in the physical realm. It rests in the unity of his two-fold nature, scientific and religious, as he groped in the material universe to reveal the mind of the Maker. When his faith grew weak he looked up at the stars. As an astronomer he was thinking God’s thoughts. In Kepler science and religion were united. His mystical speculations have sometimes been decried. Some biographers, with kind intent, with fans and sieves of their own fabrication, have attempted to winnow away what to them was straw and chaff and to preserve a few kernels of scientific truth to represent the abundant harvest of his fertile imagination and prodigious labors. That method is as disastrous to the real Kepler as plucking the petals from a wild rose and displaying the bare stamens and pistils. Careful cultivation changes the stamens into a new series of petals and there blossoms forth the beauty of the double flower...”.1 “…La principal gloria de Kepler, sin embargo, se encuentra en otra parte. No se revela completamente en sus descubrimientos en el reino físico. Reside en la unidad de su naturaleza dual, científica y religiosa, en su búsqueda a tientas en el universo material por revelar la mente del Hacedor. Cuando su fe se debilitaba, él miraba las estrellas. Como astrónomo estaba pensando los pensamientos de Dios. En Kepler ciencia y religión estaban unidas. Sus especulaciones místicas han sido algunas veces desdeñadas. Algunos biógrafos, con amable intención, con aventadores y cedazos de su propia creación, han tratado de ahechar lo que para ellos era paja y escoria, y de preservar unos pocos granos de verdad científica para así representar la abundante cosecha de su fértil imaginación y sus prodigiosas labores. Ese método es tan desastroso para el Kepler real como arrancar los pétalos de una rosa silvestre y exhibir en su desnudez los estambres y los pistilos. Un cuidadoso cultivo transforma los estambres en una nueva serie de pétalos y entonces despunta la belleza de la doble flor…”. 1 W. Carl Rufus, Kepler as an Astronomer, en Johann Kepler, 1571-1630, A Tercentenary Commemoration of His Life and Work, Baltimore, Maryland: The Williams & Wilkins Company, 1931, pp. 35-36. La traducción es mía. Este material es de uso restringido, de acuerdo con la confidencialidad del proceso de edición. La Editorial UPB no autoriza la reproducción de la presente versión de la obra por ningún medio. 8 Ju a n D ie g o Se rra n o R e y e s E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 9El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía Mi mayor deuda de gratitud es con los doctores Owen Gingerich y Gerald Holton, ambos profesores eméritos del departamento de historia de la ciencia de la prestigiosa Universidad de Harvard, por la invaluable bibliografía amablemente proporcionada, sin la cual la realización de este trabajo no hubiera sido posible, puesto que sus textos clave sobre Kepler aún no han sido traducidos al español. En segundo lugar, agradezco la valiosa asesoría en la delimitación del tema, la fructífera y frecuente correspondencia, la constante discusión y las sugerencias bibliográficas aportadas por Jorge Manuel Escobar, egresado del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia. Agradezco también a Johman Carvajal, profesor de la Facultad de Filosofía y actual jefe del Centro de Humanidades dela Universidad Pontificia Bolivariana, por los textos de Kepler que me facilitó, así como por sus sugerencias, comentarios y asesoría en los aspectos formales derivados de la lectura de la versión inicial; y por haberme incitado, a través de sus cursos, a profundizar en estos fascinantes temas y a emprender una monografía sobre Johannes Kepler. Agradecimientos Este material es de uso restringido, de acuerdo con la confidencialidad del proceso de edición. La Editorial UPB no autoriza la reproducción de la presente versión de la obra por ningún medio. 10 Ju a n D ie g o Se rra n o R e y e s E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 11El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía Contenido Introducción: ¿por qué Johannes Kepler? ......................................... 13 I. El Axioma Astronomicum: un prejuicio filosófico y estético ............ 19 II. El proyecto copernicano: ¿heliocéntrico o heliostático? ................. 35 III. La innovación kepleriana: de la geometría celeste a la física celeste ................................................................ 53 IV. El mysterium Cosmographicum: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía ................. 73 Conclusion .............................................................................. 91 Bibliografía ............................................................................. 93 Este material es de uso restringido, de acuerdo con la confidencialidad del proceso de edición. La Editorial UPB no autoriza la reproducción de la presente versión de la obra por ningún medio. 12 Ju a n D ie g o Se rra n o R e y e s E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 13El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía Introducción: por qué Johannes Kepler? Era el semestre de primavera de 2004 y yo me encontraba de intercambio en la Universidad McGill en Montreal, Canadá. Para entonces, mi interés en la historia y la filosofía de la ciencia ya se había despertado, así que en dicho semestre tomé un curso titulado Introducción a la Historia y la Filosofía de la Ciencia, que imparte el físico y filósofo argentino Mario Bunge. Como parte de la actividad académica del curso, debía realizar una presentación oral sobre algún tema relacionado con la historia y la filosofía de la ciencia, previa aprobación del instructor. Así que fui donde el profesor Bunge y le pregunté si podía hablar en mi exposición sobre la “Revolución copernicana”. Por esa misma época, había estado leyendo los magistrales artículos de Owen Gingerich, así que estaba muy entusiasmado con el tema de Copérnico. Pero Bunge me dijo: “Copérnico fue solo un proyecto. Debe hablar al menos de Kepler”. Así que modifiqué mi título y hablé acerca de la “Revolución astronómica”, aunque reconozco que, dado que en aquel entonces no estaba muy familiarizado con Kepler, me centré en la figura de Nicolás Copérnico, aunque sí hice alusión, siguiendo el consejo de Bunge, a los importantes desarrollos y descubrimientos de Johannes Kepler y de Galileo Galilei. La exposición salió bien, pero lo más importante era que ya estaba “enganchado”, es decir, motivado a seguir profundizando sobre esta figura clave de la revolución científica del Renacimiento. Johannes Kepler es un pensador tan admirado de muchos cuanto leído de pocos, y quienes lo conocen en el mundo académico tienden solo a asociarlo a E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 14 Juan Diego Serrano Reyes su descubrimiento astronómico más importante: las leyes del movimiento planetario. Pero Kepler es más que sus leyes, así los libros de texto de astronomía y los de divulgación científica lo reduzcan a ellas. Kepler fue filósofo, astrónomo, matemático y teólogo, y escribió profusamente sobre estos temas y otros adicionales. Prueba de ello es la veintena de volúmenes de las monumentales Johannes Kepler Gessamelte Werke (Obras Completas de Johannes Kepler), editadas en alemán sucesivamente por Franz Hammer, Max Caspar, Walther von Dyck y Volker Bialas, todos ellos académicos keplerianos renombrados, a partir de la década de 1930. Las principales obras de Kepler ya habían sido recogidas en los ocho volúmenes de la edición preparada por Christian Frisch, a mediados del siglo XIX, las Ioannis Kepleri Astronomi Opera Omnia (Obras Completas del Astrónomo Johannes Kepler), pero las posteriores Gessamelte Werke recogen la vasta correspondencia de Kepler con otros intelectuales de la época, un material muy valioso para cualquier estudioso de su vida y obra. Desafortunadamente, ni las Ópera Omnia del siglo XIX, ni las Gessamelte Werke del siglo XX, hasta donde sé, no existen en ninguna biblioteca colombiana, así que lo primero que hay que señalar, cuando se propone una investigación sobre Kepler, es una considerable limitación bibliográfica, al menos para el estudiante hispanohablante, ya que las principales obras keplerianas han sido vertidas al alemán, al francés y al inglés, la lengua académica más difundida e internacional en la actualidad. A diferencia de lo que sucede con los otros protagonistas de la revolución científica, a saber, Nicolás Copérnico, Galileo Galilei e Isaac Newton, cuyas respectivas opus magnum han sido traducidas a nuestro idioma (el De Revolutionibus copernicano, el Diálogo galileano y los Principia newtonianos), solamente dos de las obras más representativas de Kepler -y una traducción parcial del Harmonice Mundi- están disponibles en español. Simplemente, baste mencionar que, de la prolífica obra de Kepler, solo dos traducciones completas existen en español: la preparada por Eloy Rada García del Mysterium Cosmographicum (1596), y la de Carlos Solís Santos de la Dissertatio cum Nuncio Sidereo (1610), publicada conjuntamente con el Sidereus Nuncius (1610) de Galileo en el volumen El Mensaje y el Mensajero Sideral, de Alianza Editorial. Más reciente es la traducción parcial, también por Eloy Rada, del libro V del Harmonice Mundi (1619), publicada en la recopilación A Hombros de Gigantes: Las Grandes Obras de la Física y la Astronomía, editada por el físico teórico y divulgador de la ciencia Stephen Hawking, y aparecida en castellano en 2003. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 15El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía Esta es, pues, la totalidad de la obra kepleriana traducida al español, y de ahí la limitación referida para el estudiante hispanohablante, que no tiene otro recurso que el dominio de las lenguas para enfrentarse a la obra de Kepler. Como esa es también mi limitación, he tenido que depender, aparte de las referidas traducciones españolas del Mysterium y de la Dissertatio y las notas que las acompañan, de fuentes secundarias, si bien deóptima calidad. Destacan entre ellas los valiosos artículos de Owen Gingerich, astrofísico e historiador de la ciencia norteamericana, que aunque ya se retiró de la docencia en la prestigiosa Universidad de Harvard, donde enseñó por varias décadas, se ha especializado en las figuras y obras de Nicolás Copérnico y Johannes Kepler, y ha publicado numerosos artículos sobre ambos, esto sin mencionar sus traducciones, libros y su monumental monografía sobre el De Revolutionibus de Copérnico. Asimismo, es de crucial importancia para todo interesado en Kepler, la magistral biografía que del mismo escribió el alemán Max Caspar, a cuya traducción inglesa pude acceder gracias a la amabilidad del profesor Gingerich, que me proporcionó una copia. El profesor Caspar fue la indiscutible autoridad, antes de la década de 1960 (Caspar murió en 1956) en el campo de los estudios keplerianos, y su biografía Kepler no solo es clave como retrato del astrónomo y panorámica global de su vida y pensamiento, sino que contiene útiles descripciones y síntesis de los contenidos de todas sus obras capitales. La otra biografía disponible, más asequible al público general, es la de Arthur Koestler, publicada individualmente como Kepler, pero que en realidad se trata de la sección dedicada a Kepler, titulada La Línea Divisoria, y contenida en su obra Los Sonámbulos, aparecida en 1959. También la he utilizado, aunque siendo incomparablemente mejor, para propósitos académicos y por su calidad literaria, la biografía de Caspar. Debo mencionar también el importante estudio que hizo el físico y distinguido historiador de la ciencia norteamericano Gerald Holton, también profesor retirado de la Universidad de Harvard. Holton se ha concentrado en la historia de la física en el siglo XX, y particularmente en la figura y obra de Albert Einstein, pero en 1956 publicó un artículo crucial en el campo de los estudios keplerianos, titulado Johannes Kepler’s Universe: Its Physics and Metaphysics, al cual también pude acceder gracias a la amabilidad del profesor Holton, que me envió una copia del mismo, ya que tampoco se encuentra en español. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 16 Juan Diego Serrano Reyes A nivel mundial, no se ha prestado suficiente interés a Kepler, en comparación con los otros protagonistas de la revolución científica, y esto lo demuestran la gran cantidad de valiosos estudios e investigaciones existentes -y en curso- sobre Copérnico, Galileo y Newton. Buena parte de los artículos académicos sobre Kepler, incluidos algunos de los de Gingerich, proceden del masivo volumen de las memorias del simposio internacional sobre Kepler celebrado en 1971 en Weil der Stadt, ciudad natal del astrónomo, con motivo de la conmemoración del cuatricentenario de su nacimiento. Nada del importante material contenido en este volumen editado por Arthur y Peter Beer ha sido tampoco traducido al español. Por otra parte, he tenido la fortuna de acceder a la totalidad de los textos de Gingerich sobre Copérnico y Kepler, gracias a su cortesía al haberme obsequiado, aparte del Kepler de Caspar, una copia de su antología The Eye of Heaven: Ptolemy, Copernicus, Kepler. Este texto es de crucial importancia para cualquier persona con un interés serio en este período histórico del desarrollo de la astronomía, por ser su autor uno de los líderes a escala mundial en el campo de los estudios copernicanos y keplerianos, y por esto fue de gran utilidad para el desarrollo de esta monografía. Así, pues, dada esta limitación bibliográfica -y lingüística-, he tenido que depender mucho de las fuentes secundarias en inglés, cuidadosamente seleccionadas, aparte, claro está, de una lectura y relectura atenta de las pocas fuentes directas de Kepler existentes en español. Este fue otro de los motivos por los cuales decidí concentrarme en el Mysterium Cosmographicum, teniendo en cuenta el limitado material existente y los modestos alcances de una monografía de pregrado, no obstante mi interés e insistencia en trabajar a Kepler. Soy consciente de que, de haber escrito únicamente el Mysterium, Kepler sería quizá tan solo una nota marginal en la historia de la ciencia, pero al mismo tiempo es preciso reconocer que en esta obra de juventud se hallan las bases -físicas y metafísicas- de su nueva astronomía y de otros desarrollos posteriores, como su teoría armónica. El mío no es, pues, un esfuerzo ambicioso en el sentido de que pretenda abarcar la totalidad de la compleja y vasta obra kepleriana, ni mucho menos agotar a un pensador tan prolífico como Kepler. Es también concreto, puesto que mi investigación fue guiada por y orientada a responder la siguiente pregunta fundamental: si bien Copérnico es conocido como “el fundador de la astronomía moderna”, ¿es cierto -o hasta qué punto lo es- que su sistema es verdaderamente heliocéntrico? Eventualmente, mi E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 17El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía rastreo bibliográfico y mis lecturas confirmaron que dicho título de “fundador de la astronomía moderna” corresponde, en honor a la verdad, a su sucesor Johannes Kepler, y que, en suma, como me había dicho el profesor Bunge, el de Copérnico fue solo un proyecto heliocéntrico, que vio su realización y consumación en la obra de Kepler, verdadero arquitecto del cosmos heliocéntrico copernicano. Por último, mi intención con esta modesta investigación, fue ante todo rescatar a una figura clave de la revolución científica, a la que no ha sido conferida la suficiente atención que merece. Partiendo de un marcado interés personal por la cosmología y la evolución histórica de la astronomía, es mi propósito ofrecer alguna luz, abriendo un espacio a este capital pensador, tratando de penetrar y comprender su pensamiento, y de una invitación a entrar en un fascinante campo de estudio, a saber, la historia y la filosofía de la ciencia, que en nuestro país y en nuestra ciudad es aún incipiente. Cuatro unidades temáticas o capítulos componen esta monografía, los dos primeros dedicados a los antecedentes histórico-filosóficos de la innovación kepleriana: el primero sobre la cosmología griega y medieval; y el segundo sobre la cosmología copernicana. Los dos capítulos posteriores están dedicados, por supuesto, a Johannes Kepler; mientras el tercero se ocupa de su pensamiento en términos generales, el cuarto se detiene y concentra en su Mysterium Cosmographicum, la primera de sus obras y el objeto último de este estudio. Este material es de uso restringido, de acuerdo con la confidencialidad del proceso de edición. La Editorial UPB no autoriza la reproducción de la presente versión de la obra por ningún medio. 18 Ju a n D ie g o Se rra n o R e y e s E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 19El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía Axioma astronomicum: Motus coelestis aequalis est et circularis, vel ex aequalibus et circularibus compositus2: “El movimiento de los cuerpos celestes es uniforme, circular y eterno, o compuesto de círculos”. Con esteepígrafe, anotado en la primera página de su copia del De Revolutionibus Orbium Coelestium, el profesor de astronomía y matemáticas de la Universidad protestante de Wittenberg y autor de las Tablas Pruténicas, Erasmus Reinhold de Saalfeld, resume la tradición astronómica de los veinte siglos anteriores a él, parafraseando a su vez el título del capítulo cuarto del primer libro del De Revolutionibus de Copérnico: “El movimiento de los cuerpos celestes es regular y circular, perpetuo o compuesto por movimientos circulares”. 3 Aquí comienza el largo camino hacia la innovación introducida por Johannes Kepler en el siglo XVII, si bien cabe precisar que Kepler nunca abandonaría la circularidad como principio metafísico, aunque sí la desterraría como pauta de El Axioma Astronomicum: un prejuicio filosófico y estético I 2 Citado por Owen Gingerich en su artículo “Erasmus Reinhold and the Dissemination of Copernican Theory”, selección n.° 13 en su antología The Eye of Heaven: Ptolemy, Copernicus, Kepler, New York: American Institute of Physics Press, 1993, p. 240. 3 Copérnico, Nicolás. De Revolutionibus Orbium Coelestium libri VI (1543). Traducción española de Carlos Mínguez Pérez, “Sobre las Revoluciones de los Orbes Celestes”, Barcelona: Altaya, 1994, p. 18. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 20 Juan Diego Serrano Reyes los movimientos planetarios en su nueva astronomía. Para los filósofos y astrónomos griegos de la antigüedad, tanto como para el moderno Kepler, la circularidad estaba íntimamente ligada a la perfección. La esfera, la más noble y perfecta de las figuras geométricas, había sido designada desde el Timeo platónico como la más apropiada para representar los movimientos celestes, por sus características asociadas a la simplicidad, el equilibrio armónico y la eternidad. La tarea de los astrónomos, desde los tiempos de Platón hasta la época de Kepler, se limitaba a “salvar los fenómenos”, es decir, dar razón de las apariencias celestes valiéndose del principio o axioma de la circularidad y uniformidad de los movimientos de los astros. No era asunto de los astrónomos de la antigüedad el indagar por las causas de dichos movimientos, sino tan solo elaborar modelos geométricos que representaran adecuadamente los derroteros descritos por las estrellas errantes (el Sol, la Luna y los otros “planetas” conocidos entonces) contra el fondo de las distantes “estrellas fijas”, que no exhibían ningún desplazamiento aparente o cambio de posición en la bóveda celeste, lo que en el lenguaje de la astronomía contemporánea denominaríamos “ausencia de paralaje”. Como veremos luego, esta tradición de “salvar las apariencias” celestes por medio de la circularidad y la uniformidad de los movimientos, prevaleció incluso en los trabajos de grandes astrónomos como Nicolás Copérnico, Erasmus Reinhold, Michael Maestlin y Tycho Brahe. Se trataba de un prejuicio de larga data, no solo de carácter estético, sino también filosófico: estético porque incluso hasta Copérnico y Brahe cualquier atribución a los astros de movimientos que no fueran perfectamente circulares y uniformes “repudiaba a la mente”; y filosófico, pues no sobra recordar que lo que hoy llamamos “ciencia”, y más específicamente ciencia astronómica, constituía una rama de la filosofía llamada “filosofía natural”, a saber, aquella área de la filosofía que se ocupaba del estudio y la investigación de la naturaleza, fundada en el siglo VI a.C. en la costa Jonia por los “fisiólogos” o “presocráticos”, aquellos pensadores que hicieron de la physis su objeto de especulación filosófica, y quienes, en honor a la verdad, fueron los padres, no solo de la filosofía, sino también de la ciencia. A este prejuicio de la circularidad y uniformidad de los movimientos celestes sucintamente expresado en el Axioma Astronomicum se podría sumar la escisión aristotélica entre los mundos “terrestre” y “celeste”, y el consiguiente divorcio entre la “física terrestre” y la “física celeste”. El Estagirita habló de un “mundo E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 21El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía supralunar” y un “mundo sublunar”, pues claramente la naturaleza y composición de ambos “mundos” no era la misma. La Tierra, pese a ocupar el centro del mundo, era visto como un lugar propenso a la inestabilidad, el cambio continuo, y los procesos de generación y corrupción. En suma, un mundo mudable, de carácter imperfecto y efímero. Como es razonable, a este mundo terrenal deberían corresponder movimientos igualmente efímeros, es decir, los movimientos cotidianos descritos por objetos cotidianos como piedras, gotas de agua, lenguas de fuego y columnas de humo. Había, pues, movimientos dirigidos hacia el centro y movimientos dirigidos desde el centro, determinados por la respectiva ligereza o pesantez de los elementos involucrados. En la cosmología aristotélica, el mundo “sublunar”, imperfecto y corruptible, está compuesto por los cuatro elementos básicos de Empédocles: tierra, agua, aire y fuego. La disposición espacial de dichos elementos es concéntrica, estando los más pesados abajo y los más ligeros arriba, de acuerdo a su naturaleza. Y sus movimientos están dictados por la propensión inherente a tales elementos a “buscar” sus lugares naturales, de modo que los graves tienden hacia el centro (o hacia abajo) y los leves tienden a alejarse del centro (o hacia arriba). Por otra parte, el cielo, morada de los dioses y de los astros, era visto como opuesto en naturaleza a la Tierra: un lugar de perfección, armonía, equilibrio e inmutabilidad. La esfera “supralunar” escapaba a la generación y a la corrupción terrenales y encarnaba por tanto la perpetuidad. ¿Qué mejor y más apropiado, pues, que atribuir a esta esfera y los cuerpos que en ella residen los movimientos circulares, regulares y eternos? Como es razonable también, a este mundo de perfección, estabilidad y eternidad, deberían corresponder movimientos igualmente armónicos y perpetuos, como son los circulares y uniformes, que ya no se describen hacia o desde el centro, sino alrededor del mismo. Asimismo, el material de que está hecho ese mundo “supralunar” es esencialmente diferente de los cuatro elementos “primarios”, a saber, una sustancia traslúcida y liviana que impregna y llena todo el espacio a manera de plenum (como es el caso en el universo concebido por Descartes en el siglo XVII), denominada por el Estagirita aiqh/r (aither), o más modernamente, “éter”, y que no sería desterrada de la cosmología sino hasta fines del siglo XIX. Esta era la “quinta esencia”, el quinto elemento misterioso del que estaban hechos los cuerpos celestes y los cielos por los que transitaban. Esos “cielos”, en plural, no eran otra cosa que cascarones cristalinos dispuestos concéntricamente en torno a la Tierra central, E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 22 Juan Diego Serrano Reyes y que representaban cada una de las esferas móviles que transportaban a los astros errantes o planhth/j (planetés), las luminarias móviles conocidas: el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno.Dichas “esferas cristalinas” materiales habían sido introducidas por los astrónomos Eudoxio de Cnido y Calipo de Cízico, y Aristóteles solo perfeccionó el modelo agregando más esferas. Cabe anotar en este punto la existencia paralela de dos tradiciones astronómicas diferentes en sus respectivos enfoques, y que solo se fusionaron en la época helenística, tras las incursiones y conquistas de Alejandro Magno en Asia, que a su vez posibilitaron la confluencia de ambas culturas: la babilónica y la griega. Los babilonios habían hecho avances en la ciencia celeste: basta con recordar su descubrimiento del famoso ciclo Saros de diecinueve años (235 meses lunares), luego readoptado por el astrónomo griego Metón (por lo que se le conoce también como ciclo Metónico), que posibilitó la predicción aproximada de eclipses solares y lunares. No obstante, la astronomía babilónica era más atenta a los datos y a la observación precisa y no se preocupaba por la elaboración de modelos cosmológicos coherentes que permitiesen explicar los movimientos celestes. Los datos observacionales, pues, eran suficientes por sí solos, y les decían qué hacer a los antiguos astrónomos babilonios. En contraposición a esta tradición astronómica puramente “empírica”, fueron los griegos quienes desarrollaron los primeros modelos geométricos del universo. El interés no era ya solo predecir los fenómenos celestes, sino también explicarlos, subsumiendo esos múltiples fenómenos bajo un modelo simple y coherente que permitiera, a la vez que describirlos y explicarlos, predecir las posiciones de los astros con mayor precisión. Por esta razón, la fusión de ambas tradiciones, la babilónica y la griega, fue un factor extremadamente fructífero para el desarrollo y evolución de la ciencia astronómica, ya que sin ambas facetas esta no puede progresar: se necesitan los modelos teóricos, por una parte, ya que no basta con describir y predecir, sino que también se trata de explicar los fenómenos celestes; pero por otra parte se necesitan también los datos observacionales para poder contrastar dichos modelos con la realidad astronómica y son, en última instancia, estos datos los que determinan la eficacia o deficiencia de una teoría. El De Caelo aristotélico constituye, pues, uno de los primeros esfuerzos de teorización cosmológica y uno de los pioneros modelos cosmológicos coherentes E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 23El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía concebidos para explicar lo que acaece en los cielos. Este modelo, que en aras de la precisión debe ser llamado modelo Aristóteles-Eudoxio-Calipo, ya que estos tres personajes contribuyeron a desarrollarlo y perfeccionarlo4, pasó a ser conocido en la historia de la astronomía como el “universo cebolla”, debido a la ya referida disposición en capas concéntricas de las esferas cristalinas, superpuestas una sobre otra en torno a la Tierra central, y delimitadas por la más externa “esfera de las estrellas fijas”, que envuelve y contiene a todas las demás. Es este mismo esquema cosmológico fundamental el que tantas veces fue representado gráficamente en siglos posteriores, con la adición durante la Edad Media de las jerarquías angélicas, el empyreum y Dios más allá de la esfera de las fijas (que encontramos, por ejemplo, en el Paraíso de la Divina Comedia del florentino Dante Alighieri, obra de principios del siglo XIV).5 Con todo, y pese a haber pasado a la posteridad y alcanzado un lugar importante en la historia de la cosmología, el modelo Aristóteles- Eudoxio-Calipo no fue el único ni el mejor sistema cosmológico desarrollado en la antigua Grecia. La cumbre del pensamiento astronómico griego estaría reservada al alejandrino Claudio Ptolomeo, a quien luego se hará justicia, pero antes considero pertinente mencionar los intentos de otros astrónomos posteriores a Aristóteles y anteriores a Ptolomeo. El primero de ellos es sin duda el muy admirado y poco conocido Aristarco de Samos, que vivió en el siglo III a.C. Se trata de un pensador cuyo estudio está severamente limitado, puesto que sus obras no sobrevivieron y, por tanto, lo poco que se sabe de él y de sus admirables especulaciones cosmológicas se debe principalmente a su gran contemporáneo Arquímedes de Siracusa, que en un revelador pasaje de su Calculador de Arena nos dice: Pero Aristarco de Samos produjo un libro consistente en ciertas hipótesis, en las cuales las premisas conducían a la conclusión de que el universo es muchas veces más grande de lo que ahora se sospecha. Sus hipótesis son que las estrellas fijas y el sol permanecen en reposo, que la tierra gira alrededor del sol en la circunferencia de un círculo, estando el sol situado en el medio de la órbita, y que la esfera de las estrellas fijas, 4 El astrónomo y geómetra Eudoxio de Cnido, que estudió en la Academia platónica, fue el primero en proponer el modelo de esferas cristalinas homocéntricas, posteriormente reelaborado y desarrollado en sus detalles conjuntamente por el astrónomo Calipo de Cízico y por el propio Aristóteles en el Liceo. 5 Puede verse una esquema del Paraíso dantesco en la página 266 de la edición de la Divina Comedia de la Editorial Espasa-Calpe, S.A., Colección Centenario, Madrid, 1998. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 24 Juan Diego Serrano Reyes situada alrededor del mismo centro que el sol, es tan grande que el círculo en el cual él supone que la tierra gira, presenta tal proporción respecto a la distancia de las estrellas fijas como la que el centro de la esfera presenta respecto a su superficie. 6 No obstante, el Calculador de Arena no fue publicado sino hasta 1544, un año antes de que la magnum opus de Copérnico viera la luz. Aunque el citado pasaje es revelador en el sentido de que se anticipa quince siglos a la cosmología copernicana, no hay evidencia alguna de que Copérnico debiera su intuición a Aristarco. El astrofísico e historiador de la ciencia norteamericano Owen Gingerich, en un interesante artículo al respecto7, argumenta que no hay buenas razones para pensar que Copérnico debiera su idea del heliocentrismo a Aristarco, principalmente porque es muy improbable que Copérnico haya conocido los textos del astrónomo alejandrino, y más específicamente el pasaje citado arriba, que fue por primera vez llevado a la imprenta en 1544, un año después de la publicación del De Revolutionibus y de la muerte de su autor. Con respecto a la innovación de Aristarco, observa Gingerich: “No hay duda de que Aristarco tuvo la prioridad de la idea heliocéntrica. Sin embargo, no hay evidencia de que Copérnico le debiera nada. Hasta donde sabemos, tanto la idea como su justificación fueron halladas independientemente por Copérnico”.8 Indudablemente, fue su pionera intuición del universo heliocéntrico lo que inmortalizó a Aristarco de Samos y le valió el apodo de “El Copérnico de la Antigüedad”, pero tan valiosa especulación, tan adelantada a su época, no fue su único mérito en el campo de la astronomía. Fue Aristarco también quien primero midió con cierta aproximación las distancias a la Luna y al Sol, mostrando que estas eran incomparablemente más grandes de lo que se había creído hasta entonces, si bien dichas estimaciones estaban muy desfasadas con respecto a los cálculos modernos. Sin embargo, lo que importa no es tanto cuánto se aproximó a los valores ahora aceptados, sino el enorme logro intelectualque implica ingeniar un método geométrico para medir las distancias relativas entre los astros, valiéndose solo de los ángulos medidos 6 Heath, Sir Thomas. Greek Astronomy, New York: Dover, 1991, p. 106. La traducción del inglés es mía. 7 Gingerich, Owen. Did Copernicus Owe a Debt to Aristarchus? Selección N.° 10 de The Eye of Heaven: Ptolemy, Copernicus, Kepler, New York: American Institute of Physics Press, 1993, pp. 185-192. 8 Ibid., p. 190. La traducción es mía. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 25El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía entre sus posiciones relativas y el porcentaje de incidencia de la luz solar reflejada, deducido a partir de las sucesivas fases lunares. En magnitud científica, es un logro apenas comparable al de su contemporáneo Eratóstenes de Cirene, bibliotecario de la famosa y desaparecida Biblioteca de Alejandría, quien también, valiéndose solamente de sombras proyectadas, estacas y razonamientos geométricos, realizó un cálculo, según los expertos muy aproximado, de la circunferencia terrestre. Este tipo de logros son tanto más admirables cuando se nos recuerda, como lo hace el distinguido astrónomo y divulgador de la ciencia norteamericano Carl Edward Sagan, que personas como Aristarco, Eratóstenes e Hiparco, no contaban con más instrumentos que palos, sombras y, por supuesto, sus poderosos cerebros. Contemporáneo de Aristarco, el matemático Apolonio de Pérgamo fue el pionero en el estudio de lo que hoy conocemos con el nombre de “secciones cónicas”, y que siglos más tarde probarían ser la clave a la solución del problema de la mecánica celeste, puesto que planetas, satélites y cometas, al moverse a través del espacio interplanetario, describen todos trayectorias cuyas formas están determinadas por alguna de estas secciones cónicas, llámese elipse, parábola o hipérbola. Fue su fórmula de la elipse la que a principios del siglo XVII Johannes Kepler, tras numerosos e infructuosos intentos con diversas curvas, adoptó finalmente para la escurridiza órbita del planeta Marte. Sin embargo, la formulación de las secciones cónicas no fue el único aporte de Apolonio. A él se debe también la introducción de ciertos recursos geométricos que demostrarían ser de gran utilidad para la astronomía posterior, a saber, las excéntricas, los deferentes y los epiciclos. Los círculos excéntricos, que no son sino círculos ligeramente descentrados, permiten explicar con cierta aproximación, por ejemplo, la aparente irregularidad observada en el movimiento solar anual a través de la eclíptica, así como las variaciones en las distancias observadas de los planetas con respecto a la Tierra, variaciones perceptibles por medio de las diferencias en el brillo o magnitud aparente de dichos astros. El efecto de las excéntricas, pues, estando la ubicada Tierra en el centro, permite que en ciertos momentos el Sol y los otros planetas estén más cercanos o más alejados de ella, con las consiguientes variaciones en la velocidad al recorrer los correspondientes segmentos de sus trayectorias orbitales, pareciendo desplazarse más rápido cuando están cerca de la Tierra y más lentamente cuando están más distantes de la misma. Por otra parte, están los deferentes y los epiciclos, que operan E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 26 Juan Diego Serrano Reyes conjuntamente para “salvar las apariencias” de uno de los rompecabezas más intrigantes de toda la historia de la astronomía: el movimiento retrógrado. Desde los tiempos de Platón, se había observado que los planetas menores, en su movimiento normal de oeste a este a través de la bóveda celeste (en astronomía, “movimiento directo” o progresión), parecían detenerse y luego “retroceder” o “retrogradar”, moviéndose de este a oeste en el cielo (en astronomía, “movimiento retrógrado” o retrogresión), para finalmente reanudar su movimiento directo. El reto de los astrónomos antiguos, pues, era “salvar” esas irregularidades aparentes, ya que, debido al prejuicio estético y filosófico de la circularidad y regularidad de los movimientos celestes, era impensable que tales irregularidades fueran de hecho reales, es decir, que tuvieran de hecho lugar allá afuera, en el mundo supralunar. Así, los epiciclos y los deferentes surgieron como alternativas explicativas de esas aparentes irregularidades celestes, y durante muchos siglos constituyeron artilugios ingeniosos para dar razón de las retrogradaciones planetarias, hasta que, en el siglo XVI, Nicolás Copérnico propuso una explicación más sencilla y elegante de dicho fenómeno, que se tratará en su debido lugar. El mecanismo de deferentes y epiciclos es uno de “círculos sobre círculos”, puesto que un círculo menor, el llamado epiciclo, es transportado y gira a su vez sobre la circunferencia de un círculo mayor, denominado deferente, produciendo así el efecto observable de la retrogradación. La combinación de los movimientos del círculo mayor y el menor genera los misteriosos bucles o rizos descritos por los planetas menores cuando son observados contra el fondo estático de las estrellas fijas distantes y, por tanto, explica de manera razonablemente satisfactoria las irregularidades observadas. Cabe aclarar que durante los catorce siglos que separan a Apolonio de Copérnico, este fue el mecanismo invariablemente empleado para dar cuenta de las retrogresiones, y fue en gran medida utilizado por Ptolomeo, e incluso por Copérnico, en sus respectivos sistemas cosmológicos. Pero antes de pasar a Ptolomeo, el indiscutible gigante de la astronomía antigua, es preciso hacer mención de su no menos distinguido predecesor, Hiparco de Nicea, que vivió en el siglo II a.C. A Hiparco debemos, entre otros logros, la confección del primer catálogo estelar basado en la escala de magnitudes aparentes, es decir, en el brillo que exhiben las estrellas en el cielo nocturno tal como son vistas desde la Tierra (sin tener en cuenta sus distancias). Desde su observatorio en la isla de Rodas, catalogó cientos de estrellas de acuerdo a sus brillos aparentes, clasificación que aún E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 27El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía hacen los astrónomos contemporáneos. También fue el autor de un modelo aproximado del movimiento solar, valiéndose de un círculo excéntrico para representar el circuito orbital solar alrededor de la Tierra y permitiendo así explicar las variaciones de distancia y velocidad de este en su recorrido a lo largo de la eclíptica. Hiparco abogó por la adopción del “año trópico”, esto es, el año medido con respecto a los puntos equinocciales, como indicador del período de revolución anual del Sol, y fue consciente por primera vez de la diferencia entre la duración de dicho año trópico y el denominado “año sidéreo”, a saber, el medido con respecto a las estrellas fijas. Pero sin duda alguna, el mayor legado del astrónomo de Nicea fue su importante descubrimiento de la “precesión de los equinoccios”, es decir, el desplazamiento de los puntos equinocciales con el paso del tiempo y la consiguientevariación en la orientación de los ejes polares terrestres, lo que hace que puntos como los polos norte y sur celestes, los equinoccios de primavera y otoño, y los solsticios de verano e invierno, tengan lugar en fechas y puntos de la esfera celeste diferentes con el paso de los siglos, no permaneciendo fijos y constantes como supuestamente todo en los cielos debería permanecer, de acuerdo con lo pregonado por la cosmología aristotélica de la inmutabilidad celeste. Fue este, pues, uno de los primeros indicios de que los cielos no son inalterables, sino que están también sujetos a cambios. En el siglo II de nuestra era, el alejandrino Claudio Ptolomeo se dio a la tarea de recopilar todos los conocimientos astronómicos alcanzados por los griegos, en un monumental compendio denominado Syntaxis Mathematica, compuesto hacia el año 154 d.C., que pasaría a ser conocido en la posteridad con el nombre de Almagesto (del árabe al-majisti, “el más grande”), el primer tratado astronómico de carácter técnico y matemático que conoció el mundo occidental, solo comparable en su magnitud y complejidad al posterior De Revolutionibus copernicano. En los trece libros que comprenden el Almagesto, Ptolomeo no solamente recoge los conocimientos astronómicos antiguos, sino que elabora un modelo cosmológico con el fin de “salvar los fenómenos” celestes, haciendo amplio uso de los recursos técnicos heredados de Apolonio e Hiparco, a saber, las excéntricas, los deferentes y los epiciclos para explicar los movimientos celestes, preservando así el axioma de la circularidad y regularidad de los mismos. Por medio del mecanismo básico epiciclo-deferente, Ptolomeo logró dar razón de los movimientos planetarios con una precisión sin precedentes, y empleó sistemáticamente observaciones astronómicas hechas por sus predecesores y por él mismo para avalar su modelo cosmológico geocéntrico y geostático. Al igual que Hiparco, produjo también un catálogo estelar, consignando las E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 28 Juan Diego Serrano Reyes posiciones y las magnitudes de las estrellas más brillantes del cielo, organizadas en constelaciones. El astrónomo alejandrino fue, pues, un gran teórico, y ante todo un astrónomo matemático de talla comparable a la de su sucesor Copérnico, pero también hizo algunas observaciones astronómicas y se preocupó por la confección de tablas numéricas que permitieran el cálculo de posiciones y movimientos planetarios, hoy conocidas como efemérides. De particular interés e importancia para el desarrollo de la astronomía posterior es su implementación de otro recurso técnico conocido con el nombre de punctum aequans, o “punto ecuante”. Ya se ha dicho antes que, de estar la Tierra situada en el centro absoluto de un círculo perfecto que represente el movimiento del Sol o cualquiera otro de los astros errantes, no sería posible explicar las aparentes irregularidades, esto es, las variaciones en el brillo, la distancia y la velocidad observadas en el curso de estos astros a través de la eclíptica. Si la Tierra se sitúa en el centro de un círculo perfecto, siendo este la órbita de uno de los cuerpos referidos, en cualquier punto de su trayectoria alrededor de la Tierra, el astro en cuestión presentará el mismo aspecto invariablemente, puesto que en todos los puntos de su órbita se halla equidistante de su centro, que coincide con la posición terrestre. Lo que Ptolomeo hizo, en aras de la precisión y la conveniencia matemática de su modelo, fue introducir un nuevo mecanismo que aparentemente violaba el querido principio de la uniformidad de los movimientos planetarios, un punto de movimiento angular uniforme, a partir del cual los movimientos descritos por cualquier astro errante alrededor de la Tierra pareciese regular y uniforme en cualquier momento de su revolución orbital. Es pertinente aclarar que tan solo aparentemente violaba el axioma astronomicum, porque en realidad el punto ecuante preservaba la uniformidad, regularidad y circularidad de los movimientos celestes, si bien no vistos desde la Tierra, sino desde este punto privilegiado, situado a la misma distancia que separa a la Tierra del centro del universo (ya que la Tierra es excéntrica, es decir, no ocupa el centro absoluto sino que está ligeramente descentrada en el sistema ptolemaico), pero en la dirección opuesta a la misma. En suma, el punto ecuante se puede definir como la imagen especular (es decir, reflejada) de la Tierra, un punto a partir del cual los movimientos planetarios conservan su regularidad y uniformidad, lo que no sería posible vistos desde una Tierra excéntrica. El historiador de la astronomía inglés Michael Hoskin se sirve de una analogía entre el punto ecuante y el foco vacío de la E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 29El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía posterior elipse kepleriana para explicar la esencia y el efecto de la innovación de Ptolomeo, y, dada la importancia de comprender este asunto para lo que sigue, cito su explicación in extenso: ¿Cómo aparecerían los movimientos de un planeta a un observador hipotético situado en el foco de la elipse no ocupado por el Sol, el “foco vacío”? Cuando el planeta en su órbita está más alejado del Sol (y moviéndose más lentamente de lo usual a través del espacio), está más cerca al observador en el foco vacío; la velocidad más lenta es por tanto enmascarada por la proximidad del planeta al observador. De manera similar, cuando el planeta está más cerca al Sol (y moviéndose más rápidamente a través del espacio), esto también es ocultado al observador porque el planeta está ahora más alejado de él. Como resultado, visto desde el foco vacío, el planeta parece moverse a través del cielo con velocidad angular casi uniforme. La consecuencia es que el movimiento del planeta en su órbita alrededor del Sol -importa poco si esta órbita es una elipse casi circular o un verdadero círculo- es bien representada por un modelo en el cual el planeta se mueve con velocidad angular uniforme visto desde el foco vacío (en el caso de una órbita elíptica); o, si la órbita es tomada como circular, desde un punto ecuante similarmente localizado, esto es, en el lado opuesto del centro al Sol y equidistante del centro. Puesto que esto es verdad para la Tierra en particular, se sigue que lo mismo es verdadero para el movimiento del Sol, relativo a la Tierra. Fue por supuesto el movimiento del planeta relativo a la Tierra (en lugar de al Sol) el que Ptolomeo deseó representar; pero este está compuesto del movimiento del planeta alrededor del Sol, y del movimiento del Sol relativo a la Tierra. Con el beneficio de la visión retrospectiva, pues, podemos ver que el punto ecuante de Ptolomeo fue de tanta utilidad porque estaba estrechamente relacionado con el foco vacío de una elipse kepleriana. 9 Debido a su aparente violación del movimiento uniforme, pues, el ecuante fue criticado por Copérnico, quien se ufanó de prescindir de dicho dispositivo, 9 Hoskin, Michael. “Astronomy in Antiquity”, Capítulo 2 en The Cambridge Concise History of Astronomy, Cambridge, U.K.: Cambridge University Press, 1999, pp. 41-42. La traducción es mía. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a lar ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 30 Juan Diego Serrano Reyes reemplazando el efecto del mismo por dos epiciclos adicionales. No obstante, dicha sustitución no fue una innovación del astrónomo polaco, sino del árabe Nasir al-Din-al Tusi, quien vivió en el siglo XIII. Durante la Edad Media, la ciencia astronómica tuvo su bastión en el mundo islámico, y fueron algunos astrónomos árabes quienes tradujeron, estudiaron, comentaron y transmitieron el legado de Claudio Ptolomeo. En realidad, el modelo cosmológico que heredaron los medievales era un híbrido de las esferas cristalinas homocéntricas de Aristóteles- Eudoxio-Calipo y los epiciclos, deferentes, excéntricas y ecuantes ptolemaicos. Por este motivo, es más apropiado hablar de una tradición cosmológica aristotélico-ptolemaica para referirse al modelo geocéntrico y geostático que dominó el pensamiento astronómico occidental durante unos quince siglos, hasta el advenimiento de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton. No es verdadero el mito común de que la Edad Media fue una edad oscura, durante la cual los estudios astronómicos se paralizaron y estancaron. Más preciso es decir que los principales desarrollos astronómicos tuvieron lugar en el mundo islámico y no en la Europa cristiana. Las primeras críticas a Aristóteles, los primeros observatorios astronómicos, la nomenclatura estelar, los primeros instrumentos astronómicos de precisión (como astrolabios, sextantes, cuadrantes y esferas de armilar), la astronomía de posición, y ciertas mejoras técnicas al modelo esencial de Ptolomeo provienen del mundo árabe. Sin embargo, a finales del siglo XIII, un desarrollo importante tuvo lugar en la península ibérica, donde numerosos árabes se habían asentado. En Toledo, el rey Alfonso X “El Sabio” de Castilla, también conocido como “El Monarca Ilustrado”, contrató un equipo de astrónomos a su servicio, asignándoles la tarea de confeccionar tablas de posiciones y movimientos planetarios basadas en los parámetros ptolemaicos, con el fin de predecir las posiciones de los planetas para cualquier época futura. Este primer intento de producir efemérides astronómicas fiables, completado hacia el año 1273, recibió el nombre de Tablas Alfonsinas (o Alfonsíes), en honor al mecenas de las artes y las ciencias que ordenó y supervisó su ejecución. El trabajo que implica producir tablas precisas de datos planetarios es arduo y dispendioso, puesto que implica extraer predicciones verificables a partir de cálculos efectuados con base en los parámetros matemáticos de un modelo teórico general, en este caso, el modelo ptolemaico. Las Tablas Alfonsinas fueron prácticamente la única fuente de predicciones astronómicas razonablemente fiables hasta la confección de las Tablas Pruténicas por Erasmus Reinhold en 1551, ya basadas en cánones copernicanos y no ptolemaicos. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 31El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía Con la producción de efemérides asistimos al desarrollo de la faceta puramente práctica de la astronomía, pues el interés ya no radica en preguntarse por las causas de los fenómenos celestes, ni por cuestiones de verdad o falsedad de los modelos, sino por generar datos concretos que permitan predecir fenómenos celestes como eclipses, conjunciones, oposiciones, y, en suma, llevar un recuento adecuado y preciso del tiempo, pues son las posiciones y movimientos de los astros los que determinan las mediciones temporales. Esta es, pues, y ha sido siempre, la cara práctica y el motor impulsor del desarrollo histórico de la cosmología, más allá de la pura curiosidad y el placer intelectual que generan las especulaciones y elaboraciones teóricas sobre los asuntos celestes. El modelo aristotélico-ptolemaico, la más alta y elaborada expresión de los conocimientos astronómicos de los antiguos, prevaleció durante toda la Edad Media, en el mundo occidental y en el islámico. Tanto cristianos como musulmanes reverenciaban a Ptolomeo como el astrónomo y cosmógrafo más grande de todos los tiempos, y a Aristóteles como el filósofo por antonomasia (de hecho, bastaba con referirse a él como el “Filósofo”). Fue solo durante los últimos siglos de esa mal llamada “edad oscura” que comenzaron a surgir los primeros criticismos a las opiniones cosmológicas preestablecidas y tenidas por inmejorables. Cabe destacar, en el campo de la crítica a Aristóteles, las dirigidas por los maestros parisinos del siglo XIV Jean Buridan y Nicole Oresme, pioneros en la formulación del concepto de ímpetus como alternativa explicativa a la necesidad aristotélica de una fuerza constante que impulsara permanentemente al móvil durante su recorrido. El ímpetus de los nominalistas de París fue, pues, una primera aproximación al concepto de inercia, elaborado luego por Descartes, Galileo y Newton. En los años inmediatamente anteriores al nacimiento de Copérnico, los dos tratados astronómicos más importantes, aunque solo en calidad de intentos de divulgación de la cosmología ptolemaica, fueron respectivamente las Nuevas Teorías de los Planetas (Novae Theoricae Planetarum, 1474) de Georg von Peurbach, y el Epitome del Almagesto de Ptolomeo (Epytoma in Almagestum Ptolemei, 1496) de su discípulo Johannes Müller, más conocido como Regiomontano. Sin embargo, el primer tratado no contenía realmente “nuevas teorías” sobre los planetas, como señala enfáticamente Owen Gingerich, sino esencialmente el mismo sistema ptolemaico; y en cuanto al segundo, se trataba de un compendio o resumen del Almagesto ptolemaico. Durante la tardía Edad Media, el texto de astronomía más estudiado y comentado en las universidades E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 32 Juan Diego Serrano Reyes -en las cuales la astronomía hacía parte del quadrivium o programa de estudios medieval- había sido indudablemente De Sphaera (“Sobre la Esfera”) de John de Hollywood -más conocido como Sacrobosco- compuesto a mediados del siglo XIII. Gingerich observa que “De Sphaera de Sacrobosco era un tratamiento de muy bajo nivel de la astronomía esférica que escasamente mencionaba el movimiento planetario o la sofisticación de la teoría ptolemaica”.10 Sin embargo, era el texto en el cual los cursos introductorios de astronomía se basaban en la tardía Edad Media, y raramente se llegaba a tratar en dichos cursos el Almagesto de Ptolomeo, puesto que la gran mayoría de estudiantes matriculados en universidades medievales carecía de los conocimientos astronómicos y la preparación matemática suficiente para comprenderlo. El Almagesto es, al igual que el De Revolutionibus, un texto de matemáticas escrito para matemáticos (mathemata mathematicis scribuntur),11 lo que de antemano excluye muchos lectores potenciales. No obstante, textos más sencillos como De Sphaera de Sacrobosco, el Novae Theoricae Planetarum de Peurbach y el Epytoma in Almagestum Ptolemei de Regiomontano, servían como exposiciones más simplificadas de la cosmología ptolemaica y cumplían la función de textos de “divulgación científica” que podían ser comprendidos por un número mayor de personas. Sin duda estos textos, disponibles gracias a la aparición de la imprenta, también tuvieron un papel importante en la formación astronómica del joven Copérnico, que a finales del siglo XV comenzó a compenetrarse con la astronomía. Estos eran los tratados astronómicosmás importantes a nivel teórico de la generación previa a Copérnico, si bien muy inferiores en magnitud, complejidad e innovación al Almagesto ptolemaico, que seguía ostentando el indisputable lugar de obra cosmológica cumbre y consumación de la astronomía matemática. En el campo de las efemérides, las Tablas Alfonsinas seguían dictando la norma, y de hecho no fueron destronadas ni siquiera por las tablas que produjeron Johannes Stoeffler, Johannes Stadius y Erasmus Reinhold en el siglo XVI. Solamente serían reemplazadas y considerablemente superadas en precisión por las muy posteriores Tablas Rudolfinas de Kepler, que solo vieron la luz en 1627, tras numerosas dificultades de publicación. 10 Gingerich, Owen. “Heliocentrism as Model and as Reality”. Selección N.° 16 de The Eye of Heaven: Ptolemy, Copernicus, Kepler, New York: American Institute of Physics Press, 1993, p. 292. Traducción mía. 11 Véase la página 32, nota 21. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 33El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía Contrariamente a la opinión difundida y generalizada, ninguno de estos tratados post ptolemaicos de bajo perfil agregó más epiciclos al modelo ptolemaico original. El mito de los epiciclos, como lo llama Owen Gingerich, dice básicamente que la creciente complejidad de la astronomía ptolemaica, a medida que se agregaban más y más epiciclos al modelo original, sirvió como catalizador de la reforma copernicana. En un lúcido artículo titulado Crisis versus Aesthetic in the Copernican Revolution (1975),12 Gingerich desmiente el mito, transmitido y perpetuado por algunos autores como el filósofo e historiador de la ciencia Thomas S. Kuhn y el astrónomo Gérard de Vaucouleurs, e incluso la Encyclopaedia Britannica. Según Gingerich, en la edición de esta última correspondiente a 1969 el mito de los epiciclos alcanza su clímax, pues allí se afirma que por los tiempos del rey Alfonso X en el siglo XIII, entre cuarenta y sesenta epiciclos eran requeridos para cada planeta.13 En su convincente estudio, Gingerich no encuentra rastro alguno de esa pretendida complejidad creciente que requería a gritos la reforma de la astronomía, con la consiguiente elaboración de un modelo cosmológico más simple. Argumenta que no fue ni el inminente y anticipado colapso de un sistema excesivamente recargado de círculos sobre círculos; ni la disponibilidad de mejores observaciones astronómicas que permitieran mejorar el modelo, lo que desencadenó la innovación copernicana y condujo a su “revolución”, sino más bien una penetrante visión estética del universo y un gran salto imaginativo por parte de Copérnico. Gingerich, pues, concede primacía a la genialidad individual y a la intuición estética del astrónomo polaco, frente a cualquier pretendida “crisis” que enfrentara la astronomía en aquella época. Por esto dice: “El viciado positivismo que tan profundamente ha penetrado en nuestra perspectiva filosófica nos obliga a mirar los datos como la base de una teoría científica, pero la cosmología radical de Copérnico brotó no de nuevas observaciones, sino de la intuición. Fue, como la revolución einsteniana cuatro siglos más tarde, motivada por la apasionada búsqueda de simetrías y de una estructura estética del universo. Solo posteriormente los datos, e incluso la crisis, son organizados en apoyo de la nueva cosmovisión”.14 12 Gingerich, Owen. “Crisis versus Aesthetic in the Copernican Revolution”. Selección N.° 11 de The Eye of Heaven: Ptolemy, Copernicus, Kepler, New York: American Institute of Physics Press, 1993, pp. 193-204. 13 Ibid., pp. 196-197. 14 Ibid., p. 200. Mi traducción. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 34 Juan Diego Serrano Reyes El modelo cosmológico que prevaleció hasta la época de Copérnico fue, pues, esencialmente el mismo que Claudio Ptolomeo de Alejandría concibió a mediados del siglo II y plasmó en su monumental Almagesto. Si bien hubo pequeñas modificaciones al modelo original, estas no fueron de importancia y no hay trazas de la alegada multitud de epiciclos que se fueron agregando sucesivamente, con el paso de los siglos. En 1473, cuando Nicolás Copérnico nació, Ptolomeo seguía siendo el indiscutible gigante de la cosmología y el astrónomo antiguo por antonomasia. Ninguno de los trabajos de los astrónomos islámicos de la Edad Media, ni los de Sacrobosco, Peurbach o Regiomontano, lograron aproximarse en magnitud, complejidad y eficacia explicativa al modelo ptolemaico original. Fueron más bien exposiciones de bajo perfil, que hacían accesible la cosmología aristotélico-ptolemaica a los estudiantes universitarios de la época. Pero, ante todo, el axioma astronomicum seguía vigente: el movimiento de los cuerpos celestes es circular y uniforme, o compuesto de círculos, y este principio guiaría también a Copérnico en su ejecución de la reforma de la ciencia astronómica. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 35El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía En el prefacio a su comentario a las Novae Theoricae Planetarum de Georg Peurbach, escrito en 1542, Erasmus Reinhold, el arriba mencionado profesor de astronomía en Wittenberg, dice: “Sé de un científico moderno que es excepcionalmente hábil. Él ha suscitado una viva expectativa en todos. Se espera que él restaurará la astronomía. Espero que este astrónomo, cuyo genio toda la posteridad merecidamente admirará, al fin vendrá a nosotros desde Prusia”.15 Este hombre a quien Reinhold se refiere es Nicolás Copérnico, conocido como el padre y fundador de la astronomía moderna, es decir, de la cosmología heliocéntrica. Copérnico fue un hombre polifacético que vivió en una época muy propicia para la revolución que desencadenaría, caracterizada por importantes transformaciones, grandes exploraciones y descubrimientos, y una difusión sin precedentes de los conocimientos de los antiguos, posibilitada por el advenimiento de la imprenta y la consiguiente impresión a gran escala de libros. Esta época, llamada Renacimiento, se caracterizó, aparte de lo dicho, por un regreso a la antigüedad clásica, un rescate y resurgimiento de la sabiduría El Proyecto Copernicano: ¿heliocéntrico o heliostático? II 15 Citado por Owen Gingerich en su artículo “Erasmus Reinhold and the Dissemination of the Copernican Theory”. Selección N.° 13 de The Eye of Heaven: Ptolemy, Copernicus, Kepler, New York: American Institute of Physics Press, 1993, p. 222. Mi traducción. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 36 Juan Diego Serrano Reyes de los antiguos. Re-nacer significaba retornar al valioso legado de la antigüedad grecolatina, y los libros se convirtieron en portadores de ese legado, y, en general, en vehículos del conocimiento. Al parecer, el joven Copérnico, huérfano precoz, pero amparadopor su poderoso tío materno Lucas Watzenrode, tuvo acceso a numerosos libros, que le permitieron sumergirse en los conocimientos de épocas pretéritas. Desde su juventud se sintió atraído por el estudio de la ciencia astronómica, y al parecer desde muy temprano comenzó a compenetrarse con las complejidades de la astronomía ptolemaica. Cabe anotar, sin embargo, que si bien Copérnico descollaría como astrónomo matemático, no era este su único interés: como correspondía a un verdadero hombre renacentista, ávido de saber, se interesaba también por otras áreas de estudio como la medicina, la anatomía, la literatura y las lenguas clásicas, el derecho canónico y hasta la numismática. Tras comenzar sus estudios en el prestigioso Collegium Maius de la Universidad de Cracovia, el joven Copérnico viajó al corazón del Renacimiento: Italia. Allí estudió en las universidades de Padua, Bolonia y Ferrara, y conoció a su maestro de astronomía y matemáticas, Domenico María de Novara. Tras completar sus estudios en Derecho Canónico, Copérnico se trasladó de nuevo a su tierra natal con el fin de ocupar una posición en la diócesis de Frauenburg (hoy Frombork), donde su tío le había asignado. Pero ya antes de radicarse en ese remoto rincón del Báltico, Copérnico residió un tiempo en Lidzbark, donde dio sus primeros pasos hacia la reforma de la astronomía. Según algunos estudiosos, hacia 1507, estando todavía en Lidzbark, Copérnico da a conocer, aunque solo entre el limitado círculo de sus amigos y allegados, un primer manuscrito titulado De hypothesibus motuum coelestium a se constitutis commentariolus, hoy conocido simplemente como Commentariolus (“Pequeño Comentario”) y que los expertos han datado como en todo caso anterior a 1514. ¿Qué contiene el Commentariolus y por qué es importante para conocer la génesis de las ideas copernicanas? Allí Copérnico se propone básicamente una revisión y simplificación de las teorías planetarias de los antiguos, la búsqueda de un “sistema de círculos más racional” y sencillo que los modelos tradicionales, es decir, ptolemaicos. En la introducción a su Commentariolus, Copérnico, tras hacer una breve recapitulación, comienza lanzando una crítica contra el ecuante ptolemaico: Las teorías planetarias propuestas por Ptolomeo y casi todos los demás astrónomos, aunque guardaban un perfecto acuerdo con los datos E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 37El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler: fundamento físico y metafísico de la nueva astronomía numéricos, parecían comportar una dificultad no menor. Efectivamente, tales teorías solo resultaban satisfactorias al precio de tener asimismo que imaginar ciertos ecuantes, en razón de los cuales el planeta parece moverse con una velocidad siempre uniforme, pero no con respecto a su deferente ni tampoco con respecto a su propio centro. Por ese motivo, una teoría de estas características no parecía ni suficientemente elaborada ni tan siquiera suficientemente acorde con la razón. 16 Hay en Copérnico, por una parte, una motivación fundamentalmente estética para rechazar el ecuante, ya que a su parecer viola el principio de la uniformidad de los movimientos y, por otra parte, Copérnico adopta una aproximación realista al problema de los movimientos planetarios, en el sentido de que no se trata simplemente de imaginar modelos ficticios que den cuenta de lo que pasa en los cielos y faciliten los cálculos, sino de conocer el esquema real del sistema planetario. No obstante, esta confrontación entre el modelo y la realidad de los movimientos planetarios se ampliará en su momento. A párrafo seguido, Copérnico expone su intención fundamental al escribir el Commentariolus: Habiendo reparado en todos estos defectos, me preguntaba a menudo si sería posible hallar un sistema de círculos más racional, mediante el cual se pudiese dar cuenta de toda irregularidad aparente sin tener para ello que postular movimiento alguno distinto del uniforme alrededor de los centros correspondientes, tal y como el principio del movimiento perfecto exige. Tras abordar este problema tan extraordinariamente difícil y casi insoluble, por fin se me ocurrió cómo se podría resolver por recurso a construcciones mucho más sencillas y adecuadas que las tradicionalmente utilizadas, a condición solamente de que se me concedan algunos postulados. 17 Este párrafo revela hasta qué punto Copérnico, al igual que sus predecesores, se rige por el axioma astronomicum, y permanece fiel a las exigencias del 16 Copérnico, Nicolás. Commentariolus. “Breve exposición de sus hipótesis acerca de los movimientos celestes”. En Opúsculos sobre el movimiento de la Tierra. Madrid: Alianza, 1996, p. 26. 17 Ibid. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 38 Juan Diego Serrano Reyes principio de la circularidad y uniformidad de los movimientos celestes, sabiendo que si se lanza a una simplificación del modelo ptolemaico tradicional, tendrá que hacerlo respetando dicho principio o axioma fundamental. Hasta aquí, ninguna innovación con respecto a los antiguos y medievales. Sin embargo, en los siete postulados que siguen, Copérnico sienta las bases de su nueva cosmología. En aras de la brevedad, cito solo los dos que, según Owen Gingerich, son más importantes: (3) Todas las esferas giran en torno al Sol, que se encuentra en medio de todas ellas, razón por la cual el centro del mundo está situado en las proximidades del Sol. (La cursiva es mía). (7) Los movimientos aparentemente retrógrados y directos de los planetas no se deben en realidad a su propio movimiento, sino al de la Tierra. Por consiguiente, este por sí solo basta para explicar muchas de las aparentes irregularidades que en el cielo se observan. 18 En el tercer postulado recién citado, Copérnico coloca al Sol próximo al centro del mundo, situándolo en medio de todas las esferas planetarias, entre las cuales se halla, por supuesto, la órbita terrestre, a la que Copérnico se refiere como orbe magno. Es evidente, a partir de este postulado, que Copérnico no identifica el centro del mundo con el centro del Sol, sino que más bien coloca al astro rey cerca de un punto matemático que es el verdadero centro del universo. El séptimo postulado en realidad recoge la esencia de los dos anteriores, esto es, del quinto y el sexto. Atribuye a la Tierra los movimientos observados en los cielos. Tal vez esta constituya la mayor simplificación introducida por Copérnico, al dejar quieto al Sol y lanzar en movimiento alrededor de este a la Tierra, otro planeta más. Copérnico comprende que es más conveniente mover la parte que el todo; el contenido que el contenedor. Esto permite explicar de una manera más sencilla, satisfactoria y “agradable a la mente” los ortos y los ocasos de las estrellas, por medio de la revolución diurna de la Tierra en torno a su eje; y los movimientos retrógrados observados en los planetas como producto de la revolución anual de la Tierra en su orbe magno alrededor del Sol. ¿Por qué esto constituye una simplificación con respecto a la explicación 18 Ibid., pp. 27-28. E st e m at er ia l e s de u so r es tr in gi do , d e ac ue rd o co n la c on fid en ci al id ad d el p ro ce so d e ed ic ió n. L a E di to ria l U P B n o au to riz a la r ep ro du cc ió n de la p re se nt e ve rs ió n de la o br a po r ni ng ún m ed io . 39El Mysterium Cosmographicum de Johannes Kepler:
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