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La Bella Fiesta del Valle y el Oráculo de Amón en Siwa: Astronomía, Arquitectura y Religión Alfonso Daniel Fernández Pousada alfonso.fernandez3@rai.usc.es RESUMEN El Oráculo de Amón en Siwa, edificado en la Baja Época, fue diseñado para generar una doble alineación solar, mediante un sistema de cajas de luz, doce días antes del equinoccio de primavera y doce días después del equinoccio de otoño, iluminando en dichas fechas la estatua de Amón que presidía la capilla más sagrada del Oráculo. En este estudio se aborda, por una parte, la relación entre la exaltación del culto a Amón en el siglo VI a. C. y la consumación de medio Ciclo Sotíaco, haciendo coincidir el día de año nuevo con el solsticio de invierno y motivando, seguramente, la construcción del propio Oráculo de Amón en Siwa. Por otra parte, la alineación solar de octubre en Siwa habría tenido lugar, en el calendario egipcio, entre los días 21 de Pa-en-Enet y el 3 de Apep, en sincronía con uno de los festivales más reseñables dedicados a Amón-Ra: la Bella Fiesta del Valle. Esta celebración fue instaurada en Tebas, sede del Oráculo de Amón original, en tiempos del faraón Mentuhotep II, justo un Ciclo Sotíaco completo antes, en la vez anterior en que coincidieron el año nuevo egipcio y el solsticio de invierno: este hecho convertiría a Siwa, de facto, en una especie de santuario sagrado conmemorativo de tal efeméride. Palabras clave. Astronomía, Mitología, Egipto, Siwa, Oasis, Oráculo, Amón-Ra, Aghurmi, Bella Fiesta del Valle, Alineación Solar, Baja Época, Amosis II ABSTRACT The Oracle of Amun in Siwa, built in the Late Period, was designed to generate a double solar alignment, through a light box system, twelve days before the spring equinox and twelve days after the autumn equinox, illuminating on these dates the statue of Amun that presided over the most sacred chapel of the Oracle. This study addresses, on the one hand, the relationship between the exaltation of the cult of Amun in the 6th century BC. and the consummation of half a Sothic cycle, making coincide the day of new year with the winter solstice and motivating, maybe, the construction of the Oracle of Amón in Siwa. Furthermore, the solar alignment in Siwa on October would have taken place, on the Egyptian calendar, between the 21st day of Payni and the 3rd of Epiphi, in sync with one of the most notable festivals dedicated to Amun-Re: the Beautiful Festival of the Valley. This celebration was established in Thebes, seat of the original Oracle of Amun, in the time of Pharaoh Mentuhotep II, precisely a complete Sothic cycle before, in the previous match between the Egyptian New Year and the winter solstice: this circumstance would convert Siwa, in fact, in a kind of a sacred temple to commemorate this anniversary. Keywords. Astronomy, Mythology, Egypt, Siwa, Oasis, Oracle, Amun-Re, Aghurmi, Beautiful Festival of the Valley, Solar alignment, Late Period, Ahmose II El presente documento consiste en un extracto del artículo “Nitocris, ¿realidad o ficción?”, publicado en el volumen XIX de la revista Egiptología 2.0, correspondiente a abril de 2020 Es necesario especificar, en lo relativo a la toma de Egipto por Cambises II, que Herodoto le atribuye la posesión del trono desde su victoria sobre el faraón reinante, tras la batalla de Pelusio y el sitio de Menfis. Ocurre que la familia real, con Psamético III a la cabeza, tenía su sede en el Delta, situación que no variaría con la llegada de las tropas enemigas. Así que cuando se proclama la victoria, lo cierto es que Cambises II solamente se había hecho fuerte en el Bajo Egipto, aunque ya tenía como rehenes al monarca y a varios de sus herederos. Es entonces cuando se desarrolla el pasaje antes mencionado, con el sacrificio de dos mil jóvenes varones de las principales familias del país. Sin embargo, el Alto Egipto todavía estaba libre del yugo persa: los dominios de la Divina Adoratriz, Nitocris II, en Tebas, continuaban libres. En ausencia del faraón, ella constituiría el máximo poder en el país de las Dos Tierras, así que no pudo ser en otro lugar salvo en su corte, donde se empezaría a fraguar la reconquista. Sorprende la breve mención, capítulo 25 del libro tercero de las Historias, con la que Herodoto salva el paso de Cambises II por Tebas: “Y cuando, al avanzar con la expedición, se halló en Tebas, escogió de su ejército unos cincuenta mil y les ordenó que, tras esclavizar a los amonios, incendiasen el oráculo de Zeus; y él mismo, conduciendo al ejército restante, marchó contra los etíopes” (Herodoto, III, 25). Los amonios eran los habitantes del Oasis de Siwa, donde se encontraba el famoso Oráculo de Amón, asociado a Zeus por los escritores griegos. La expedición fue un auténtico desastre para el ejército persa, perdiéndose aquellos cincuenta mil soldados en mitad del desierto. La razón se hace evidente al consultar un mapa de Egipto. Cambises II partió de Menfis, en las proximidades de la actual ciudad del Cairo, en dirección al sur, llegando, tras varias jornadas de marcha ascendiendo por los márgenes del río Nilo, a Tebas, donde hoy se eleva Lúxor. Es entonces cuando, para burla de todo pensamiento lógico, divide sus tropas. El Oasis de Siwa se encuentra a ochocientos quilómetros de distancia de Tebas. Desde Menfis, la distancia al Oráculo hubiese sido de tan sólo quinientos sesenta quilómetros. Pero, además, desde Tebas, Cambises II obliga a sus tropas a retroceder sobre terreno vencido, al encontrarse Siwa mucho más al norte del paralelo de Lúxor. No así desde Menfis, donde podrían haber empleado el lago Moeris, en El Fayún, como plataforma lanzadera, cruzando el desierto líbico en línea recta hacia el Oeste, por coincidir ambos en latitud. Precisamente, ésa última fue la ruta seguida por Alejandro Magno dos siglos después. ¿Por qué solamente tras su llegada a Tebas –con el soberano egipcio reinante ya derrocado en el Delta-, Cambises II ordena a un importante contingente de sus hombres desplazarse hasta Siwa, cuando más practicable hubiese sido organizar la expedición desde Menfis? A primera vista, la decisión del caudillo persa resulta tan absurda y aparentemente poco meditada que los especialistas concluyen que Cambises II, en realidad, no mandó sus tropas contra el Oasis de Siwa, sino hacia los llamados Oasis Meridionales, esto es, los de El Jariyá y Dakhla. Mientras el primero se halla a escasos doscientos veinte quilómetros de Lúxor, el segundo se encuentra a ciento cincuenta quilómetros más allá de el de El Jariyá. Todavía aceptando esta última teoría, subyace el misterio de tanto ímpetu destructivo de Cambises II contra los habitantes del desierto. Se ha especulado con la posibilidad de que pretendiese obligar al oráculo de Amón a proclamarlo faraón de Egipto, elevándolo a un rango divino y dotándolo de una genealogía que lo vinculase con el panteón egipcio, como más tarde haría Alejandro Magno; sin embargo, la ausencia del propio Cambises II en esta comitiva –al haber optado éste por comandar el grueso de sus tropas hacia Etiopía- parece ir en detrimento de esta interpretación de los hechos. Lo cierto es que sí existe una posible explicación para la precipitada acción militar de Cambises II, pues ningún estratega mueve sus fichas al azar y menos si se trata de uno capaz de poner en jaque a un imperio avalado por veinticinco siglos de historia: en los tres días necesarios para que la comitiva de Cambises II salvase a pie o a camello la distancia entre Menfis y Tebas, Nitocris II, Suma Sacerdotisa de Amón y segundo poder fáctico después del faraón, podría haber escapado de esta última ciudad, abandonando los complejos palaciegos y los templos dedicados a Amón. El dirigente persa sólo recibiría noticias de la huida de la princesa al no encontrar ni rastro de ella en su residencia oficial. Entre los egipcios colaboracionistas con el nuevo régimen que, seguramente, sehubo de topar a su paso por la ciudad de las cien puertas, se le informa sobre el único destino posible al que Nitocris podría haber acudido a guarecerse. La respuesta es sencilla: el segundo recinto más importante en todo Egipto de los consagrados a Zeus Amón, además de uno de los refugios naturales más inaccesibles para los extranjeros, el Oráculo de Amón, en Siwa. Esta posibilidad explica la lógica oculta tras la extraña y atropellada cacería iniciada por Cambises II, quien al enviar a sus tropas contra el desierto líbico –un medio absolutamente desconocido para ellos- los estaba condenando, sin saberlo, a una muerte segura. No así para el séquito de Nitocris II, el cual, acostumbrado a las caravanas entre la arena y la tierra roja, seguiría la ruta de los oasis: El Jariyá, Dakhla, Farafra y, finalmente, Siwa. El peregrinaje no fue casual. Precisamente, el contacto entre los amonios de Siwa y el valle del Nilo, pese a ser milenario, comienza a estrecharse durante la XXVI dinastía, de cuando data la parte más antigua de Gebel el-Mawta, uno de sus cementerios. En cuanto al Templo del Oráculo, no resulta extraño conocer que su constructor no fue otro que el faraón Amosis II, padre de Nitocris II. La acrópolis de Aghurmi, el promontorio más elevado y sagrado del Oasis de Siwa, está formado por un auténtico complejo ceremonial, cuyo núcleo es el famoso Templo del Oráculo: a su alrededor se disponen otras estructuras arquitectónicas, un edificio de función desconocida, al este; al sur un pozo y al oeste, adyacente al propio Templo del Oráculo, el palacio real que allí mismo mandó erigir Amosis II (Gill, 2016:417; Egea Resino; 2020:73). El Oráculo de Amón La existencia del palacio real y la utilidad de las dependencias adyacentes al Templo del Oráculo es descrita de forma pormenorizada por Diodoro de Sicilia: “Se dice que el santuario fue construido por Dánao el egipcio. Este territorio, que es sagrado para el dios, está ocupado al sur y al oeste por los etíopes, y al norte por los libios, un pueblo nómada, así como por los llamados nasamonios, que llegan hasta el interior. Toda la gente de Amón habita en aldeas. En medio de su país hay una fortaleza asegurada por tres murallas. La más interna rodea el palacio de los antiguos gobernantes. La de en medio abriga el harén de las concubinas; las estancias de niños, mujeres y demás parientes; las salas de vigilancia para los escoltas; el santuario del dios y el manantial sagrado, a partir de cuyas aguas se tornan en sagradas las ofrendas presentadas al dios. En cuanto a la muralla más externa, circunda los barracones de la guardia real, así como las salas de vigilancia de quienes protegen la figura del gobernante. A extramuros de la fortaleza, no a mucha distancia, se levanta otro Templo de Amón, a la sombra de muchos y muy frondosos árboles. En sus inmediaciones se halla el manantial conocido como Fuente del Sol, a causa de su comportamiento: sus aguas cambian de temperatura de forma singularísima, de acuerdo con la hora del día. Con la aurora, emana un chorro cálido, si bien, a medida que avanza la jornada, se refrigera de manera proporcional al paso de las horas, hasta que bajo el ardor del mediodía alcanza su grado de mayor frescura. Entonces, en la misma medida, se va templando durante la tarde y, cuando se acerca la noche, continúa caldeándose hasta la medianoche, momento en que se invierte nuevamente la tendencia porque, con la aurora, otra vez sus aguas han vuelto a fluir a la temperatura original. La imagen del dios está incrustada de esmeraldas y otras piedras preciosas. Responde a aquellos que consultan el Oráculo, de una forma bastante peculiar. Ochenta sacerdotes lo transportan sobre una nave dorada y ellos, con el dios cargado sobre sus hombros, deambulan sin voluntad propia a donde sea que el dios los conduzca. Una muchedumbre de niñas y mujeres siguen tal cortejo, entonando salmodias mientras enaltecen al dios mediante un himno tradicional” (Biblioteca Histórica; XVII, 50:2-7). Una relación idéntica de la acrópolis de Aghurmi aparece también en los escritos de Quinto Curcio Rufo (IV, 7:20-21), mientras que la mención de la Fuente del Sol se repite en Herodoto de Halicarnaso (IV, 181:3-4), en las Historias de Alejandro Magno de Macedonia de Quinto Curcio Rufo (IV, 7:22), así como en la Anábasis de Alejandro Magno de Flavio Arriano de Nicomedia (III, 4:2). Sobre el Oráculo en sí, existen numerosas leyendas acerca de la fundación de este templo. Según un antiguo relato, dos sacerdotisas negras fueron expulsadas del Templo de Amón en Tebas y desterradas al desierto. Una de ellas fundaría el Templo de Dodona, en Grecia, convirtiéndose en la voz de su Oráculo. La otra, tras pasar un tiempo en Libia, se avecindaría en Siwa, actuando desde entonces como sibila para sus habitantes. Otra narración legendaria asegura que el templo existe, al menos, desde el año 1385 a. C., cuando fue erigido en honor de Cam, hijo de Noé, por Dánao el egipcio, mientras un tercer mito arguye que su fundación se debe al dios griego Dioniso. Perdido éste en el desierto occidental, al punto estuvo de perecer deshidratado, a causa de la sed, cuando un hombre apareció y lo condujo hasta el lugar de Aghurmi, en Siwa. Como muestra de su gratitud, Dioniso construyó el templo. Varias fuentes antiguas, incluyendo a Quinto Curcio Rufo y a Diodoro de Sicilia, admiten que la forma original del Oráculo de Siwa fue el bisel de un anillo, embellecido con gemas, incluyendo la escurridiza esmeralda de Siwa. Más tarde, la forma varió para convertirse en la cabeza de carnero, símbolo de Amón. Los vínculos con el Templo de Amón en Tebas también son, de alguna manera, prueba indiscreta del exilio de Nitocris II en Siwa. Herodoto de Halicarnaso aboga, precisamente, por este origen tebano, al caer en la cuenta del aspecto criocéfalo que comparten ambas advocaciones de Amón, la de Tebas y la de Siwa: “Alrededor de ella habitan los últimos hombres (del lado del desierto y más allá de la región llena de fieras), siendo los primeros desde Tebas, a diez días de camino, los amonios, que tienen su santuario nacido del de Zeus Tebano (en efecto, también la imagen de Zeus en Tebas es, como ya anteriormente se ha dicho por mí, de cabeza de carnero)” (IV, 181:2). El templo conservado en la actualidad parece ser espejo de varias fases constructivas. La fachada, de ocho metros de altura, tiene una amplia cornisa sin inscripciones. Aparentemente erigida bajo el periodo Ptolemaico, imita el estilo de los templos griegos, tomando como referencia la composición dórica de algunas columnas. La ausencia de jeroglíficos en la mayor parte del templo se puede perdonar a sus arquitectos y promotores, gracias a que los escasos relieves que contiene aportan un valiosísimo bagaje documental para cualquier investigador. De hecho, sólo la parte correspondiente a la sala del santuario contiene inscripciones, repartidas en las dos márgenes del pórtico de acceso a esta cámara, continuando a través de las paredes laterales, pero sin alcanzar el muro del fondo, que se muestra austero y desnudo. A la derecha de la entrada se nos presenta la efigie del monarca Amosis II, padre de Nitocris II, por ser durante el reinado de este faraón cuando se ordena la construcción y decoración del templo. Lamentablemente, la cabeza y cuerpo del monarca han sido borrados a golpe de cincel. No obstante, la corona del Bajo Egipto continúa intacta sobre su cabeza, mientras que el cartucho real con el nombre del soberano se encuentra inscrito a su lado, mínimamente reconocible. Amosis ofrece cuencos de vino a ocho deidades, ubicadas en hilera frente a él, precedidas por Amón, representado en la pared orientada hacia el Este. Otros dioses incluyen a la consorte de Amón, Amenre, Mut, Jonsu y Mahesa. La última divinidad es una mujer que porta la doble corona, pero su inscripción está completamente aniquilada. El texto que acompaña a estecortejo divino dice lo siguiente: “Doy vida al jefe de los moradores del desierto, Sutekh-irdes”. En cuanto a las escrituras e imágenes visibles a la izquierda de la entrada del santuario, figura un grabado del gobernador de Siwa, completamente piqueteado, salvo en lo que se refiere a la cresta de plumas que adorna su cabello y que denota su origen libio. Se le representa en contraposición con el faraón, en su misma postura y, como él, haciendo ofrendas a ocho deidades. La inscripción señala que el gobernante del oasis no es otro que el propio Sutekh-irdes, antes mencionado como jefe de los moradores en el desierto. La ogdóada de este muro la componen Amenre, Mut, Dedun-Amón, Tefnut, Harsaphis –con cuerpo humano y cabeza de carnero-, Nut, Toth – con cabeza de ibis-, Hebenu de las Dos Tierras y Nehemawa, la consorte de Toth. El lenguaje de los dioses De la misma manera que el Templo de Amón-Ra en Karnak prestó una importancia trascendental al solsticio de invierno, cuando la constelación egipcia del carnero, el dios criocéfalo Amón, se fundía con el Sol, Ra (Fernández Pousada; 2019:115-19), el mismo planteamiento astronómico está latente en el trazado del Oráculo de Siwa, pese que su eje central fue vertebrado en sentido sureste-noroeste: “Una ventana en la pared occidental del templo se alinea con otra ventana en la pared opuesta del gran salón, permitiendo que un rayo de luz se cuele hacia la barca ritual del dios [Amón] en el sancta sanctorum. El hecho de que Onuris y Tefnut estén representados justo al lado de esta ventana, así como la mitología en relación con ambas deidades, sugiere que este fenómeno hubo de coincidir temporalmente con el solsticio de invierno” (Kuhlmann; 2005:905). No obstante, tras una minuciosa exploración in situ llevada a cabo a lo largo de un año, los investigadores Dustin T. Donaldson y Robynn Iwata advirtieron que, en realidad, tal alineación se produce dos veces al año y siempre al atardecer: doce días antes del equinoccio de primavera (entre el 7 y el 9 de marzo, dependiendo del año) y doce días después del equinoccio de otoño (entre el 3 y el 6 de octubre, dependiendo del año), iluminando la estatua de Amón que presidió otrora la capilla más sagrada del Oráculo. Esta explicación fue aceptada por el Consejo de Antigüedades Egipcias de Siwa el 8 de marzo de 2015. Ambos investigadores, Donaldson e Iwata, habían descubierto con anterioridad, el 21 de marzo de 2013, una alinación solar para el día propio de los equinoccios: visto desde el Templo de Timasirayn, situado doce quilómetros al oeste de Siwa, al amanecer del día en que el Sol cruza sobre el punto vernal (o primer punto Aries) o sobre el punto hiemal (o primer punto Libra), el astro rey se yergue justo por el lugar donde en el horizonte oriental se distingue vagamente la acrópolis de Aghurmi. Durante el reinado de Amosis II, el equinoccio de primavera rayaba el alba con el Sol superpuesto a la estrella Torcularis Septentrionalis, en la constelación Piscis, según la versión 0.18.3 del programa Stellarium; mientras que el equinoccio de otoño encontraba al mismo orbe a medio camino de las estrellas Spica y Kang, en la constelación Virgo. En lo tocante a la iluminación del naos del Oráculo de Siwa, en marzo se producía con el Sol pasando sobre Epsilon Piscium (en Piscis), mientras que en octubre tenía lugar entre las estrellas Khambalia (en Virgo) y Zubenelgenubi (en Libra), proa de la antigua constelación egipcia de la barca sagrada. Partiendo del Ciclo Sotíaco en base al año sidéreo (de 365’256363 días) y apocatástasis en los años 128 ± 3 d. C. y 1295 ± 3 a. C., el ecuador de este período de 1.423’76239941 años hubo de producirse en el año 583 ± 3 a. C., en plena Dinastía XXVI, gobernando Apries el país de Egipto (589-570 a. C.), apenas una década antes de la coronación de Amosis II (570-526 a. C.). Fecha similar es arrojada por el Ciclo Sotíaco en base al año juliano (de 365’25 días) y apocatástasis en los años 139 ± 3 d. C. y 1321 ± 3 a. C., que situaría su mediatriz en el año 591 ± 3 a. C., gobernando las Dos Tierras el faraón Neferibra-Psamético II (595-589 a. C.). Este hecho es de vital importancia, ya que el calendario civil egipcio, por carecer de año bisiesto, genera un distanciamiento progresivo entre el solsticio de verano y el día de año nuevo, que habrían coincidido durante el año ideal pero que, tras haberse desviado seis meses por el circuito de las estaciones, hallándose ya en medio del Ciclo Sotíaco, provocaba que el primer día del año egipcio ocurriese en las antípodas del calendario ideal, solapándose ahora con el solsticio de invierno, en lugar de con el de verano. En los tres mil años de historia que abarca el Egipto dinástico, este fenómeno solamente había sido observado una vez en el pasado. Reinaba por aquel entonces Nebhepetra Mentuhotep II, uno de los monarcas más destacados del Imperio Medio. Belmonte Avilés ha sugerido que aquel hito marcó un antes y un después dentro del simbolismo astronómico de los templos tebanos, sirviendo de modelo a la orientación que más tarde se le imprimiría a los complejos sagrados de Karnak y Deir el-Bahari: “A principios del Reino Medio, debido a la naturaleza errante del calendario civil, Upet Renpet se había desplazado sobre el tapiz de las estaciones de forma que en esa época (para ser algo más preciosos, en torno al año 2000 a.C.), el Año Nuevo egipcio y el solsticio de invierno coincidían en el tiempo. En esa época es, precisamente, cuando se erigieron los primeros edificios de cierta envergadura en Karnak, durante los reinados de Montuhotep II y Amenemhat I; podemos suponer quese orientaban simultáneamente en la perpendicular al Nilo y hacia la salida del sol en el solsticio de invierno, que, además, era la fecha de Año Nuevo. Estoy casi seguro de que este hecho no es aleatorio y de que pudo marcar de forma definitiva la selección de Karnak como el lugar donde erigir el santuario del nuevo dios nacional, Amón, divinidad en proceso de solarización formal, precisamente con la orientación adecuada” (Belmonte Avilés; 2012:237-38). En la tercera parte del artículo “El lenguaje astronómico como subtexto del discurso mitológico en el Antiguo Egipto”, publicado en Egiptología 2.0 en octubre de 2019, se ha expuesto también cómo, durante el solsticio de invierno, el Sol cruzaba sobre la constelación egipcia del carnero, extendida a lo largo de las estrellas que hoy conforman Acuario y Capricornio. La reunión y fusión de ambos objetos celestes, el Sol (Ra) y la figura criocéfala (Amón) en esta precisa fecha, día de año nuevo, en que los egipcios homenajeaban a Ra en el aniversario de su nacimiento (Sánchez Rodríguez; 2000:61), explicaría por qué en el Imperio Medio se produjo la solarización de Amón y su elevación (bajo una versión sincrética de sí mismo con el Sol, Amón-Ra) a un rango principal dentro del panteón egipcio, desbancando a Montu, hasta entonces dios por excelencia entre los sacerdotes tebanos. Un Ciclo Sotíaco completo más tarde, en el solsticio de invierno del año 583 a. C., el Sol amaneció próximo a la estrella Sigma Capricorni, a tenor de los datos provenientes de la versión 0.18.3 del programa Stellarium, concordando nuevamente con el día de año nuevo. A partir de este acontecimiento, con este marco contextual como telón de fondo, se entiende mejor la vital importancia que los reyes saítas concedieron a los sacerdotes de Amón, construyendo para este dios, en años subsiguientes, una nueva sede oracular, en el Oasis de Siwa, probablemente, con motivo de algún jubileo especial. Todo ello alentado por esta carambola del cosmos, igual que 1.423 años antes, la misma señal celeste inspiró a los consejeros de Nebhepetra Mentuhotep II la planificación y diseño de su templo funerario en Deir el-Bahari. Hubo de ser el reinado de Amosis II, el más largo y propicio de la Dinastía XXVI, el que vio completarse este designio, expresado por losastros en el lenguaje de los dioses. No obstante, de dar por válidas las proposiciones de Dustin T. Donaldson y Robynn Iwata sobre la alineación solar de la acrópolis de Aghurmi, doce días antes del equinoccio de primavera y doce después de su análogo de otoño, cabe inquirir la razón de esta nueva metáfora arquitectónica, ligada estrechamente con la astronomía. Tomando en consideración las fechas extremas del reinado de Amosis II frente a la apocatástasis del año 1295 ± 3 a. C., el año civil egipcio se había adelantado, con respecto al ideal, 186 días en tiempos de su entronización y 197 días para la época de su fallecimiento. De esta manera, nuestros actuales 7, 8 y 9 de marzo habrían oscilado entre los días 21 de Hathor y 2 de Ka-Hor-Ka, mientras que 3, 4 y 5 de octubre habrían tenido lugar entre el 21 de Pa-en-Enet y el 3 de Apep. Esta segunda orquilla de fechas está en perfecta sincronía con uno de los festivales más reseñables de Amón-Ra: la Bella Fiesta del Valle. Su ceremonial había sido implantado por Nebhepetra Mentuhotep II, precisamente, a raíz del ascenso y promoción de Amón-Ra como dios nacional, habida cuenta de los signos sobrenaturales arriba referidos. Guarda grandes paralelismos con nuestro actual día de difuntos. Era una celebración de carácter móvil y se hacía coincidir con la luna nueva del mes de Pa-en- Enet, cuando las barcas sagradas de Amón-Ra, su esposa Mut y su hijo Jonsu, acompañadas por el faraón, junto con sus cortesanos y plebeyos, eran sacadas en procesión, a propósito de visitar la eterna morada de sus ancestros, para rendirles culto y presentar las debidas ofrendas. Recuerda en parte al ritual que Diodoro de Sicilia refiere al escribir sobre el Oráculo de Siwa: “Ochenta sacerdotes lo transportan sobre una nave dorada y ellos, con el dios cargado sobre sus hombros, deambulan sin voluntad propia a donde sea que el dios los conduzca. Una muchedumbre de niñas y mujeres siguen tal cortejo, entonando salmodias mientras enaltecen al dios mediante un himno tradicional” (Biblioteca Histórica; XVII, 50:2-7). Un proel para la eternidad Gracias a que los egipcios dispusieron de un calendario lunar, distribuido en ciclos de 25 años, que en la época tardía se reinició, de forma sucesiva, en los años sexto de Tiberio - 19 d. C.-, primero de Vespasiano -69 d. C.-, décimo cuarto de Domiciano -94 d. C.-, tercero de Adriano -119 d. C.- y séptimo de Antonino -144 d. C.- (Sánchez Rodríguez; 2000:43-49), también se puede aplicar este mismo esquema al período saíta, ubicando sus puntos de anclaje en los años 582 a. C., 557 a. C. y 532 a. C. Al comparar las fechas previstas para la Bella Fiesta del Valle (novilunio de Pa-en-Enet) con el día de dicho mes en que se alínean las cajas de luz del Oráculo de Siwa, se pueden observar dos concomitancias: 24 de Pa-en-Enet del año 554 a. C. y 29 de Pa-en-Enet del año 535 a. C. Esto significa que en los años décimo séptimo y trigésimo sexto del reinado de Amosis II, un fino haz luminoso se hubo de filtrar por las dos aberturas del salón grande del Oráculo, atravesando esta estancia hasta iluminar, al otro lado de la pared, el lugar de reposo de la barca sagrada de Amón, al atardecer de la Bella Fiesta del Valle. Este baño de luz representaría la teofanía del dios, haciéndose presente en lo más recóndito del santuario, poseyendo el cuerpo hasta entonces inerte de la estatua. Es más, entre los ritos puestos en práctica por los egipcios con motivo de la Bella Fiesta del Valle, la liturgia preveía que, al caer la tarde, se colocasen cuatro antorchas encendidas en las cuatro esquinas del recinto donde estuviese instalada la imagen de Amón-Ra, sobre su barca procesional. Se creía que, al obrar de este modo, la divinidad combatía y aniquilaba a sus enemigos, venciendo a las sombras que cada anochecer se ciernen sobre el universo y hacen peligrar la existencia. El crepitar de las cuatro antorchas, con su brillo y calor, ayudaría a Amón-Ra a extender su paz hasta los confines de la creación, en la dirección de los cuatro puntos cardinales. Por simpatía, el dios también estaría protegiendo a los difuntos y a sus parientes vivos, librándolos de los males que acechan tras las tinieblas. Es bien sabido que estas pompas, que gozaron de gran prestigio durante el Imperio Nuevo, continuaron celebrándose en el país del Nilo incluso bajo la dominación romana, tal y como se desprende de la lectura del Papiro T32 de Leiden. Ambos novilunios, en los años décimo séptimo y trigésimo sexto de Amosis II, deben de corresponderse con los eventos astronómicos señalados por la versión 0.18.3 del programa Stellarium para el 3 de octubre de 555 a. C. y para el 3 de octubre de 536 a. C., mostrando el mismo desfase de un año que también se aprecia en los demás cálculos obtenidos para esta época a partir del calendario lunar tardío. Como se ha dicho, durante la Dinastía XXVI, el Sol se manifestaba, cada 3 de octubre, entre las estrellas Khambalia (en Virgo) y Zubenelgenubi (en Libra). Ésta última constituye el mascarón de proa de la constelación egipcia de la barca, el navío celestial al que Amón-Ra, durante su paseo por el plano de la eclíptica, se viene a encaramar en ese preciso instante del año. No puede ser casual, de ningún modo, que en tal día, cielo y tierra proyecten una imagen especular, puesto que también la efigie de Amón-Ra es embarcada a bordo de Userhat, la “proa poderosa”, como pasajero de honor, a fin de desempeñar un papel primordial en la Bella Fiesta del Valle. Con ello, la orientación astronómica del Templo del Oráculo, en el Oasis de Siwa, sirve, por una parte, para recrear en el desierto líbico la misma escena que el orbe solar protagoniza en el firmamento y, por otra, para insuflar el hálito de vida a la estatua de Amón-Ra que le va a permitir cumplir con una misión especial al servicio de la humanidad, manteniéndola a salvo de todo peligro mientras se prolongue la fiesta en que vivos y muertos conviven a plena luz del día. Año Año de Amosis II Novilunio de Pa-en-Enet Alinación de Siwa Evento real (Stellarium 0.18.3) 570 a. C. 1 17 20 569 a. C. 2 6 21 568 a. C. 3 26 21 567 a. C. 4 15 21 566 a. C. 5 4 21 565 a. C. 6 23 22 Novilunio del 5 de octubre de 566 a. C. 564 a. C. 7 12 22 563 a. C. 8 2 22 562 a. C. 9 21 22 Novilunio del 2 de octubre de 563 a. C. 561 a. C. 10 10 23 560 a. C. 11 29 23 559 a. C. 12 18 23 558 a. C. 13 8 23 557 a. C. 14 27 24 Novilunio del 6 de octubre de 558 a. C. 556 a. C. 15 16 24 555 a. C. 16 5 24 554 a. C. 17 24 24 Novilunio del 3 de octubre de 555 a. C. 553 a. C. 18 14 25 552 a. C. 19 3 25 551 a. C. 20 22 25 550 a. C. 21 11 25 549 a. C. 22 30 26 548 a. C. 23 20 26 547 a. C. 24 9 26 546 a. C. 25 28 26 Novilunio del 4 de octubre de 547 a. C. 545 a. C. 26 17 27 544 a. C. 27 6 27 543 a. C. 28 26 27 Novilunio del 2 de octubre de 544 a. C. 542 a. C. 29 15 27 541 a. C. 30 4 28 540 a. C. 31 23 28 539 a. C. 32 12 28 538 a. C. 33 2 28 Novilunio del 5 de octubre de 539 a. C. 537 a. C. 34 21 29 536 a. C. 35 10 29 535 a. C. 36 29 29 Novilunio del 3 de octubre de 536 a. C. 534 a. C. 37 18 29 533 a. C. 38 8 30 532 a. C. 39 27 30 531 a. C. 40 16 30 530 a. C. 41 5 30 En antítesis, la disposición sureste-noroeste del eje principal del Templo del Oráculo ha llevado a algunos autores a asociar el edificio con la estrella Canopo (Belmonte Avilés; 2012:135), aunque esta vinculación no se ve respaldada, a priori, por la comparsa astronómica que caracterizó al culto a Amón en otros centros religiosos del antiguo Egipto. Por otra parte, de la misma manera que el Oráculo de Apolo Pitio en Delfos, Siwa hubo de contar con su propio ónfalo (Kuhlmann; 2005:905), una piedra sagrada de origen meteórico a partir de la cual se establecería la comunicación mística entre el mundo de los hombres, el mundo de los muertos y el mundo de los dioses. Según el ideario de losgriegos, Zeus había arrojado esta reliquia hacia la superficie terrestre, precipitándola contra el ombligo del mundo. Su presencia magnetizaba el templo entero, ayudando a la pitia a vaticinar el destino de los consultantes. Si, en efecto, Siwa hubiera contado con una versión paralela de este mito, el lanzamiento del betilo correspondería al equivalente egipcio de Zeus, esto es, a Amón, o más convincentemente, a su asterismo, el carnero, que agrupa Acuario y Capricornio. En tal caso, habría que buscar la procedencia del ónfalo de Siwa en las lluvias de meteoros que radican en cualquiera de estas dos constelaciones, a saber: Eta Acuáridas (entre abril y mayo, generadas por el Cometa Halley, con THZ 85), las Tau Acuáridas (entre junio y julio, con THZ 7), las Delta Acuáridas Sur (entre julio y agosto, provocadas por la fractura de los cometas Marsden y Kracht Sungrazing, con THZ 20), las Alfa Capricórnidas (también entre julio y agosto, dependientes del Cometa 169P/NEAT, con THZ 4), las Iota Acuáridas Sur (también entre julio y agosto, con THZ 2), las Delta Acuáridas Norte (entre julio y agosto, con THZ 4), las Iota Acuáridas Norte (en agosto, con THZ 3), las Gamma Acuáridas (en las dos primeras semanas de septiembre) o las Kappa Acuáridas (hacia el equinoccio de otoño, provenientes del asteroide 2006 AR3). En este sentido, la mayor tasa horaria zenital corresponde, con gran diferencia, a las Eta Acuáridas: al ser ésta la más plausible de las opciones, al menos en términos estadísticos, el ónfalo de Siwa bien podría tener su origen en la estela de debris formada por el cometa Halley, con un tamaño suficiente como para sobrevivir a la fricción con la atmósfera terrestre sin desintegrarse por completo en ella. Uno de los acercamientos del Halley al núcleo del Sistema Solar se produjo en 540 a. C., con perihelio, según los cálculos de Kiang y Yeomans, hacia el 10 de mayo de 539 a. C., apenas unos años antes del novilunio del 3 de octubre de 536 a. C. El siguiente paso de este objeto celeste, en verano de 466 a. C., se ha relacionado con ciertos escritos griegos en los que se menciona la caída de una gran roca, del tamaño de una vagoneta y de color tostado, sobre el río Egospótamos, al mismo tiempo que en el cielo se divisaba la estilizada figura de un cometa. En el Museo Ashmolean de Oxford se conserva un fragmento de la Crónica de Paros donde se sitúa este evento bajo el arcontado de Teagénides, entre los años 468 y 467 a. C. Otras fuentes discrepan y lo vinculan a una predicción del filósofo Anaxágoras de Clazómenas, enunciada durante el segundo año de la septuagésimo octava olimpíada, esto es, entre los años 467 y 466 a. C. Fue Aristóteles (Meteorología, 344b, 31-34), quien dejó constancia sobre cómo este evento se vio acompañado por la presencia de un cometa en el cielo occidental. En 2010, el filósofo Daniel W. Graham y el astrónomo Eric Hintz, ambos de la Universidad Brigham Young, publicaron el artículo “An Ancient Greek Sighting of Halley's Comet?”, en el noveno volumen de Journal of Cosmology, afirmando que hacia el 18 de julio de 466 a. C. el Halley se encontraba, en efecto, en la región oeste del firmamento, mientras la Tierra cruzaba bajo la cola del cometa, explicando con ello la posible caída de meteoritos, como el que impactó contra el río Egospótamos. Si una casuística similar hubiese acontecido en Siwa durante la aproximación anterior del Halley, en el año 540 a. C., tal suceso podría haber servido para fijar el emplazamiento del Templo del Oráculo, planificándose entonces su alineación solar con la Bella Fiesta del Valle en fundamento al novilunio del 3 de octubre de 536 a. C. y sirviendo este betilo para los mismos fines que el ónfalo de Delfos. Tal panorama no es del todo descabellado: no en vano, el Sahara se ha convertido, en las últimas décadas, en uno de los destinos favoritos de los cazadores de meteoritos: “De desiertos como el Sáhara procede una cantidad ingente de los meteoritos que existen en colecciones de los principales centros de investigación. De la región noroeste de África bajo el acrónimo NWA (North West Africa) aparecen catalogados hasta Junio de 2012 cerca de 6.700 meteoritos. Estos en realidad son una pequeña parte de los decenas de miles encontrados por beduinos, viajeros y aventureros pero, desgraciadamente, muchos de ellos son vendidos al mejor postor. Tal proceso hace que para la mayoría de meteoritos NWA se desconozcan los lugares donde se encontraron: un aspecto importante para nombrarlos y buscar otros quizás asociados a su misma caída. Algunos de esos meteoritos acaban sus días olvidados en los cajones de coleccionistas y, si no son más tarde donados ocedidos para su estudio, se pierden para la ciencia” (Trigo- Rodríguez; 2013:238). Bibliografía BELGRAVE, C. D. (1923): Siwa. The Oasis of Jupiter Ammon. Plymouth: The Mayflower Press. BELMONTE AVILÉS, J. A. (2012): Pirámides, templos y estrellas. Astronomía y arqueología en el antiguo Egipto. Barcelona: Crítica. EGEA RESINO, B. (2020): “Oráculo de Amón de Siwa”. En Egiptología 2.0, XVIII, pp. 71-76. Barcelona. FAKHRY, A. (1973): The Oasis of Egypt. Volume I: Siwa Oasis. El Cairo: The American University in Cairo Press. FERNÁNDEZ POUSADA (2019): “El lenguaje astronómico como subtexto del discurso mitológico en el Antiguo Egipto (III)”. En Egiptología 2.0, XVII, pp. 92-131. Barcelona. GILL, J. C. R. (2016): Dakhleh Oasis and the Western Desert of Egypt under the Ptolemies. Oxford: Oxbow Books. KUHLMANN, K. P. (2005): “Siwa Oasis, Late period and Graeco-Roman sites”. En BARD, K. A. (2005): Encyclopedia of the Archaeology of Ancient Egypt, pp. 900-07. Londres: Routledge. SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, A. (2000): Astronomía y Matemáticas en el Antiguo Egipto. Madrid: Aldebarán. TRIGO-RODRÍGUEZ, J. M. (2013): “El fenómeno meteórico y las clases de meteoritos”. En Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, Vol. 21.3, pp. 234-42. Girona: Universidad de Girona. VIVIAN, Cassandra (2000): The Western Desert of Egypt. El Cairo: American University in Cairo Press. VV.AA. (1997): Egiptomanía. Barcelona: Planeta DeAgostini.
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