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Oráculo de Amón en Siwa

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La Bella Fiesta del Valle 
y el Oráculo de Amón en Siwa: 
 
Astronomía, Arquitectura y Religión 
 
 
Alfonso Daniel Fernández Pousada 
alfonso.fernandez3@rai.usc.es 
 
 
RESUMEN 
 
El Oráculo de Amón en Siwa, edificado en la Baja Época, fue diseñado para generar una 
doble alineación solar, mediante un sistema de cajas de luz, doce días antes del equinoccio 
de primavera y doce días después del equinoccio de otoño, iluminando en dichas fechas 
la estatua de Amón que presidía la capilla más sagrada del Oráculo. En este estudio se 
aborda, por una parte, la relación entre la exaltación del culto a Amón en el siglo VI a. C. 
y la consumación de medio Ciclo Sotíaco, haciendo coincidir el día de año nuevo con el 
solsticio de invierno y motivando, seguramente, la construcción del propio Oráculo de 
Amón en Siwa. Por otra parte, la alineación solar de octubre en Siwa habría tenido lugar, 
en el calendario egipcio, entre los días 21 de Pa-en-Enet y el 3 de Apep, en sincronía con 
uno de los festivales más reseñables dedicados a Amón-Ra: la Bella Fiesta del Valle. Esta 
celebración fue instaurada en Tebas, sede del Oráculo de Amón original, en tiempos del 
faraón Mentuhotep II, justo un Ciclo Sotíaco completo antes, en la vez anterior en que 
coincidieron el año nuevo egipcio y el solsticio de invierno: este hecho convertiría a Siwa, 
de facto, en una especie de santuario sagrado conmemorativo de tal efeméride. 
 
Palabras clave. 
 
Astronomía, Mitología, Egipto, Siwa, Oasis, Oráculo, Amón-Ra, Aghurmi, Bella Fiesta 
del Valle, Alineación Solar, Baja Época, Amosis II 
ABSTRACT 
 
The Oracle of Amun in Siwa, built in the Late Period, was designed to generate a double 
solar alignment, through a light box system, twelve days before the spring equinox and 
twelve days after the autumn equinox, illuminating on these dates the statue of Amun that 
presided over the most sacred chapel of the Oracle. This study addresses, on the one hand, 
the relationship between the exaltation of the cult of Amun in the 6th century BC. and the 
consummation of half a Sothic cycle, making coincide the day of new year with the winter 
solstice and motivating, maybe, the construction of the Oracle of Amón in Siwa. 
Furthermore, the solar alignment in Siwa on October would have taken place, on the 
Egyptian calendar, between the 21st day of Payni and the 3rd of Epiphi, in sync with one 
of the most notable festivals dedicated to Amun-Re: the Beautiful Festival of the Valley. 
This celebration was established in Thebes, seat of the original Oracle of Amun, in the 
time of Pharaoh Mentuhotep II, precisely a complete Sothic cycle before, in the previous 
match between the Egyptian New Year and the winter solstice: this circumstance would 
convert Siwa, in fact, in a kind of a sacred temple to commemorate this anniversary. 
 
Keywords. 
 
Astronomy, Mythology, Egypt, Siwa, Oasis, Oracle, Amun-Re, Aghurmi, Beautiful 
Festival of the Valley, Solar alignment, Late Period, Ahmose II 
 
 
El presente documento consiste en un extracto del artículo “Nitocris, 
¿realidad o ficción?”, publicado en el volumen XIX de la revista 
Egiptología 2.0, correspondiente a abril de 2020 
 
 
Es necesario especificar, en lo relativo a la toma de Egipto por Cambises II, que Herodoto 
le atribuye la posesión del trono desde su victoria sobre el faraón reinante, tras la batalla 
de Pelusio y el sitio de Menfis. Ocurre que la familia real, con Psamético III a la cabeza, 
tenía su sede en el Delta, situación que no variaría con la llegada de las tropas enemigas. 
Así que cuando se proclama la victoria, lo cierto es que Cambises II solamente se había 
hecho fuerte en el Bajo Egipto, aunque ya tenía como rehenes al monarca y a varios de 
sus herederos. Es entonces cuando se desarrolla el pasaje antes mencionado, con el 
sacrificio de dos mil jóvenes varones de las principales familias del país. Sin embargo, el 
Alto Egipto todavía estaba libre del yugo persa: los dominios de la Divina Adoratriz, 
Nitocris II, en Tebas, continuaban libres. En ausencia del faraón, ella constituiría el 
máximo poder en el país de las Dos Tierras, así que no pudo ser en otro lugar salvo en su 
corte, donde se empezaría a fraguar la reconquista. Sorprende la breve mención, capítulo 
25 del libro tercero de las Historias, con la que Herodoto salva el paso de Cambises II 
por Tebas: “Y cuando, al avanzar con la expedición, se halló en Tebas, escogió de su 
ejército unos cincuenta mil y les ordenó que, tras esclavizar a los amonios, incendiasen 
el oráculo de Zeus; y él mismo, conduciendo al ejército restante, marchó contra los 
etíopes” (Herodoto, III, 25). 
 
Los amonios eran los habitantes del Oasis de Siwa, donde se encontraba el famoso 
Oráculo de Amón, asociado a Zeus por los escritores griegos. La expedición fue un 
auténtico desastre para el ejército persa, perdiéndose aquellos cincuenta mil soldados en 
mitad del desierto. La razón se hace evidente al consultar un mapa de Egipto. Cambises 
II partió de Menfis, en las proximidades de la actual ciudad del Cairo, en dirección al sur, 
llegando, tras varias jornadas de marcha ascendiendo por los márgenes del río Nilo, a 
Tebas, donde hoy se eleva Lúxor. Es entonces cuando, para burla de todo pensamiento 
lógico, divide sus tropas. El Oasis de Siwa se encuentra a ochocientos quilómetros de 
distancia de Tebas. Desde Menfis, la distancia al Oráculo hubiese sido de tan sólo 
quinientos sesenta quilómetros. Pero, además, desde Tebas, Cambises II obliga a sus 
tropas a retroceder sobre terreno vencido, al encontrarse Siwa mucho más al norte del 
paralelo de Lúxor. No así desde Menfis, donde podrían haber empleado el lago Moeris, 
en El Fayún, como plataforma lanzadera, cruzando el desierto líbico en línea recta hacia 
el Oeste, por coincidir ambos en latitud. Precisamente, ésa última fue la ruta seguida por 
Alejandro Magno dos siglos después. 
 
¿Por qué solamente tras su llegada a Tebas –con el soberano egipcio reinante ya derrocado 
en el Delta-, Cambises II ordena a un importante contingente de sus hombres desplazarse 
hasta Siwa, cuando más practicable hubiese sido organizar la expedición desde Menfis? 
A primera vista, la decisión del caudillo persa resulta tan absurda y aparentemente poco 
meditada que los especialistas concluyen que Cambises II, en realidad, no mandó sus 
tropas contra el Oasis de Siwa, sino hacia los llamados Oasis Meridionales, esto es, los 
de El Jariyá y Dakhla. Mientras el primero se halla a escasos doscientos veinte 
quilómetros de Lúxor, el segundo se encuentra a ciento cincuenta quilómetros más allá 
de el de El Jariyá. Todavía aceptando esta última teoría, subyace el misterio de tanto 
ímpetu destructivo de Cambises II contra los habitantes del desierto. Se ha especulado 
con la posibilidad de que pretendiese obligar al oráculo de Amón a proclamarlo faraón de 
Egipto, elevándolo a un rango divino y dotándolo de una genealogía que lo vinculase con 
el panteón egipcio, como más tarde haría Alejandro Magno; sin embargo, la ausencia del 
propio Cambises II en esta comitiva –al haber optado éste por comandar el grueso de sus 
tropas hacia Etiopía- parece ir en detrimento de esta interpretación de los hechos. 
 
Lo cierto es que sí existe una posible explicación para la precipitada acción militar de 
Cambises II, pues ningún estratega mueve sus fichas al azar y menos si se trata de uno 
capaz de poner en jaque a un imperio avalado por veinticinco siglos de historia: en los 
tres días necesarios para que la comitiva de Cambises II salvase a pie o a camello la 
distancia entre Menfis y Tebas, Nitocris II, Suma Sacerdotisa de Amón y segundo poder 
fáctico después del faraón, podría haber escapado de esta última ciudad, abandonando los 
complejos palaciegos y los templos dedicados a Amón. El dirigente persa sólo recibiría 
noticias de la huida de la princesa al no encontrar ni rastro de ella en su residencia oficial. 
Entre los egipcios colaboracionistas con el nuevo régimen que, seguramente, sehubo de 
topar a su paso por la ciudad de las cien puertas, se le informa sobre el único destino 
posible al que Nitocris podría haber acudido a guarecerse. La respuesta es sencilla: el 
segundo recinto más importante en todo Egipto de los consagrados a Zeus Amón, además 
de uno de los refugios naturales más inaccesibles para los extranjeros, el Oráculo de 
Amón, en Siwa. Esta posibilidad explica la lógica oculta tras la extraña y atropellada 
cacería iniciada por Cambises II, quien al enviar a sus tropas contra el desierto líbico –un 
medio absolutamente desconocido para ellos- los estaba condenando, sin saberlo, a una 
muerte segura. No así para el séquito de Nitocris II, el cual, acostumbrado a las caravanas 
entre la arena y la tierra roja, seguiría la ruta de los oasis: El Jariyá, Dakhla, Farafra y, 
finalmente, Siwa. El peregrinaje no fue casual. Precisamente, el contacto entre los 
amonios de Siwa y el valle del Nilo, pese a ser milenario, comienza a estrecharse durante 
la XXVI dinastía, de cuando data la parte más antigua de Gebel el-Mawta, uno de sus 
cementerios. En cuanto al Templo del Oráculo, no resulta extraño conocer que su 
constructor no fue otro que el faraón Amosis II, padre de Nitocris II. La acrópolis de 
Aghurmi, el promontorio más elevado y sagrado del Oasis de Siwa, está formado por un 
auténtico complejo ceremonial, cuyo núcleo es el famoso Templo del Oráculo: a su 
alrededor se disponen otras estructuras arquitectónicas, un edificio de función 
desconocida, al este; al sur un pozo y al oeste, adyacente al propio Templo del Oráculo, 
el palacio real que allí mismo mandó erigir Amosis II (Gill, 2016:417; Egea Resino; 
2020:73). 
 
 
El Oráculo de Amón 
 
La existencia del palacio real y la utilidad de las dependencias adyacentes al Templo del 
Oráculo es descrita de forma pormenorizada por Diodoro de Sicilia: “Se dice que el 
santuario fue construido por Dánao el egipcio. Este territorio, que es sagrado para el 
dios, está ocupado al sur y al oeste por los etíopes, y al norte por los libios, un pueblo 
nómada, así como por los llamados nasamonios, que llegan hasta el interior. Toda la 
gente de Amón habita en aldeas. En medio de su país hay una fortaleza asegurada por 
tres murallas. La más interna rodea el palacio de los antiguos gobernantes. La de en 
medio abriga el harén de las concubinas; las estancias de niños, mujeres y demás 
parientes; las salas de vigilancia para los escoltas; el santuario del dios y el manantial 
sagrado, a partir de cuyas aguas se tornan en sagradas las ofrendas presentadas al dios. 
En cuanto a la muralla más externa, circunda los barracones de la guardia real, así como 
las salas de vigilancia de quienes protegen la figura del gobernante. A extramuros de la 
fortaleza, no a mucha distancia, se levanta otro Templo de Amón, a la sombra de muchos 
y muy frondosos árboles. En sus inmediaciones se halla el manantial conocido como 
Fuente del Sol, a causa de su comportamiento: sus aguas cambian de temperatura de 
forma singularísima, de acuerdo con la hora del día. Con la aurora, emana un chorro 
cálido, si bien, a medida que avanza la jornada, se refrigera de manera proporcional al 
paso de las horas, hasta que bajo el ardor del mediodía alcanza su grado de mayor 
frescura. Entonces, en la misma medida, se va templando durante la tarde y, cuando se 
acerca la noche, continúa caldeándose hasta la medianoche, momento en que se invierte 
nuevamente la tendencia porque, con la aurora, otra vez sus aguas han vuelto a fluir a 
la temperatura original. La imagen del dios está incrustada de esmeraldas y otras piedras 
preciosas. Responde a aquellos que consultan el Oráculo, de una forma bastante 
peculiar. Ochenta sacerdotes lo transportan sobre una nave dorada y ellos, con el dios 
cargado sobre sus hombros, deambulan sin voluntad propia a donde sea que el dios los 
conduzca. Una muchedumbre de niñas y mujeres siguen tal cortejo, entonando salmodias 
mientras enaltecen al dios mediante un himno tradicional” (Biblioteca Histórica; XVII, 
50:2-7). 
 
Una relación idéntica de la acrópolis de Aghurmi aparece también en los escritos de 
Quinto Curcio Rufo (IV, 7:20-21), mientras que la mención de la Fuente del Sol se repite 
en Herodoto de Halicarnaso (IV, 181:3-4), en las Historias de Alejandro Magno de 
Macedonia de Quinto Curcio Rufo (IV, 7:22), así como en la Anábasis de Alejandro 
Magno de Flavio Arriano de Nicomedia (III, 4:2). Sobre el Oráculo en sí, existen 
numerosas leyendas acerca de la fundación de este templo. Según un antiguo relato, dos 
sacerdotisas negras fueron expulsadas del Templo de Amón en Tebas y desterradas al 
desierto. Una de ellas fundaría el Templo de Dodona, en Grecia, convirtiéndose en la voz 
de su Oráculo. La otra, tras pasar un tiempo en Libia, se avecindaría en Siwa, actuando 
desde entonces como sibila para sus habitantes. Otra narración legendaria asegura que el 
templo existe, al menos, desde el año 1385 a. C., cuando fue erigido en honor de Cam, 
hijo de Noé, por Dánao el egipcio, mientras un tercer mito arguye que su fundación se 
debe al dios griego Dioniso. Perdido éste en el desierto occidental, al punto estuvo de 
perecer deshidratado, a causa de la sed, cuando un hombre apareció y lo condujo hasta el 
lugar de Aghurmi, en Siwa. Como muestra de su gratitud, Dioniso construyó el templo. 
Varias fuentes antiguas, incluyendo a Quinto Curcio Rufo y a Diodoro de Sicilia, admiten 
que la forma original del Oráculo de Siwa fue el bisel de un anillo, embellecido con 
gemas, incluyendo la escurridiza esmeralda de Siwa. Más tarde, la forma varió para 
convertirse en la cabeza de carnero, símbolo de Amón. Los vínculos con el Templo de 
Amón en Tebas también son, de alguna manera, prueba indiscreta del exilio de Nitocris 
II en Siwa. Herodoto de Halicarnaso aboga, precisamente, por este origen tebano, al caer 
en la cuenta del aspecto criocéfalo que comparten ambas advocaciones de Amón, la de 
Tebas y la de Siwa: “Alrededor de ella habitan los últimos hombres (del lado del desierto 
y más allá de la región llena de fieras), siendo los primeros desde Tebas, a diez días de 
camino, los amonios, que tienen su santuario nacido del de Zeus Tebano (en efecto, 
también la imagen de Zeus en Tebas es, como ya anteriormente se ha dicho por mí, de 
cabeza de carnero)” (IV, 181:2). 
 
El templo conservado en la actualidad parece ser espejo de varias fases constructivas. La 
fachada, de ocho metros de altura, tiene una amplia cornisa sin inscripciones. 
Aparentemente erigida bajo el periodo Ptolemaico, imita el estilo de los templos griegos, 
tomando como referencia la composición dórica de algunas columnas. La ausencia de 
jeroglíficos en la mayor parte del templo se puede perdonar a sus arquitectos y 
promotores, gracias a que los escasos relieves que contiene aportan un valiosísimo bagaje 
documental para cualquier investigador. De hecho, sólo la parte correspondiente a la sala 
del santuario contiene inscripciones, repartidas en las dos márgenes del pórtico de acceso 
a esta cámara, continuando a través de las paredes laterales, pero sin alcanzar el muro del 
fondo, que se muestra austero y desnudo. A la derecha de la entrada se nos presenta la 
efigie del monarca Amosis II, padre de Nitocris II, por ser durante el reinado de este 
faraón cuando se ordena la construcción y decoración del templo. Lamentablemente, la 
cabeza y cuerpo del monarca han sido borrados a golpe de cincel. No obstante, la corona 
del Bajo Egipto continúa intacta sobre su cabeza, mientras que el cartucho real con el 
nombre del soberano se encuentra inscrito a su lado, mínimamente reconocible. Amosis 
ofrece cuencos de vino a ocho deidades, ubicadas en hilera frente a él, precedidas por 
Amón, representado en la pared orientada hacia el Este. Otros dioses incluyen a la 
consorte de Amón, Amenre, Mut, Jonsu y Mahesa. La última divinidad es una mujer que 
porta la doble corona, pero su inscripción está completamente aniquilada. El texto que 
acompaña a estecortejo divino dice lo siguiente: “Doy vida al jefe de los moradores del 
desierto, Sutekh-irdes”. En cuanto a las escrituras e imágenes visibles a la izquierda de la 
entrada del santuario, figura un grabado del gobernador de Siwa, completamente 
piqueteado, salvo en lo que se refiere a la cresta de plumas que adorna su cabello y que 
denota su origen libio. Se le representa en contraposición con el faraón, en su misma 
postura y, como él, haciendo ofrendas a ocho deidades. La inscripción señala que el 
gobernante del oasis no es otro que el propio Sutekh-irdes, antes mencionado como jefe 
de los moradores en el desierto. La ogdóada de este muro la componen Amenre, Mut, 
Dedun-Amón, Tefnut, Harsaphis –con cuerpo humano y cabeza de carnero-, Nut, Toth –
con cabeza de ibis-, Hebenu de las Dos Tierras y Nehemawa, la consorte de Toth. 
 
 
El lenguaje de los dioses 
 
De la misma manera que el Templo de Amón-Ra en Karnak prestó una importancia 
trascendental al solsticio de invierno, cuando la constelación egipcia del carnero, el dios 
criocéfalo Amón, se fundía con el Sol, Ra (Fernández Pousada; 2019:115-19), el mismo 
planteamiento astronómico está latente en el trazado del Oráculo de Siwa, pese que su eje 
central fue vertebrado en sentido sureste-noroeste: “Una ventana en la pared occidental 
del templo se alinea con otra ventana en la pared opuesta del gran salón, permitiendo 
que un rayo de luz se cuele hacia la barca ritual del dios [Amón] en el sancta sanctorum. 
El hecho de que Onuris y Tefnut estén representados justo al lado de esta ventana, así 
como la mitología en relación con ambas deidades, sugiere que este fenómeno hubo de 
coincidir temporalmente con el solsticio de invierno” (Kuhlmann; 2005:905). No 
obstante, tras una minuciosa exploración in situ llevada a cabo a lo largo de un año, los 
investigadores Dustin T. Donaldson y Robynn Iwata advirtieron que, en realidad, tal 
alineación se produce dos veces al año y siempre al atardecer: doce días antes del 
equinoccio de primavera (entre el 7 y el 9 de marzo, dependiendo del año) y doce días 
después del equinoccio de otoño (entre el 3 y el 6 de octubre, dependiendo del año), 
iluminando la estatua de Amón que presidió otrora la capilla más sagrada del Oráculo. 
Esta explicación fue aceptada por el Consejo de Antigüedades Egipcias de Siwa el 8 de 
marzo de 2015. Ambos investigadores, Donaldson e Iwata, habían descubierto con 
anterioridad, el 21 de marzo de 2013, una alinación solar para el día propio de los 
equinoccios: visto desde el Templo de Timasirayn, situado doce quilómetros al oeste de 
Siwa, al amanecer del día en que el Sol cruza sobre el punto vernal (o primer punto Aries) 
o sobre el punto hiemal (o primer punto Libra), el astro rey se yergue justo por el lugar 
donde en el horizonte oriental se distingue vagamente la acrópolis de Aghurmi. 
 
Durante el reinado de Amosis II, el equinoccio de primavera rayaba el alba con el Sol 
superpuesto a la estrella Torcularis Septentrionalis, en la constelación Piscis, según la 
versión 0.18.3 del programa Stellarium; mientras que el equinoccio de otoño encontraba 
al mismo orbe a medio camino de las estrellas Spica y Kang, en la constelación Virgo. 
En lo tocante a la iluminación del naos del Oráculo de Siwa, en marzo se producía con el 
Sol pasando sobre Epsilon Piscium (en Piscis), mientras que en octubre tenía lugar entre 
las estrellas Khambalia (en Virgo) y Zubenelgenubi (en Libra), proa de la antigua 
constelación egipcia de la barca sagrada. 
 
Partiendo del Ciclo Sotíaco en base al año sidéreo (de 365’256363 días) y apocatástasis 
en los años 128 ± 3 d. C. y 1295 ± 3 a. C., el ecuador de este período de 1.423’76239941 
años hubo de producirse en el año 583 ± 3 a. C., en plena Dinastía XXVI, gobernando 
Apries el país de Egipto (589-570 a. C.), apenas una década antes de la coronación de 
Amosis II (570-526 a. C.). Fecha similar es arrojada por el Ciclo Sotíaco en base al año 
juliano (de 365’25 días) y apocatástasis en los años 139 ± 3 d. C. y 1321 ± 3 a. C., que 
situaría su mediatriz en el año 591 ± 3 a. C., gobernando las Dos Tierras el faraón 
Neferibra-Psamético II (595-589 a. C.). Este hecho es de vital importancia, ya que el 
calendario civil egipcio, por carecer de año bisiesto, genera un distanciamiento progresivo 
entre el solsticio de verano y el día de año nuevo, que habrían coincidido durante el año 
ideal pero que, tras haberse desviado seis meses por el circuito de las estaciones, 
hallándose ya en medio del Ciclo Sotíaco, provocaba que el primer día del año egipcio 
ocurriese en las antípodas del calendario ideal, solapándose ahora con el solsticio de 
invierno, en lugar de con el de verano. 
 
En los tres mil años de historia que abarca el Egipto dinástico, este fenómeno solamente 
había sido observado una vez en el pasado. Reinaba por aquel entonces Nebhepetra 
Mentuhotep II, uno de los monarcas más destacados del Imperio Medio. Belmonte Avilés 
ha sugerido que aquel hito marcó un antes y un después dentro del simbolismo 
astronómico de los templos tebanos, sirviendo de modelo a la orientación que más tarde 
se le imprimiría a los complejos sagrados de Karnak y Deir el-Bahari: “A principios del 
Reino Medio, debido a la naturaleza errante del calendario civil, Upet Renpet se había 
desplazado sobre el tapiz de las estaciones de forma que en esa época (para ser algo más 
preciosos, en torno al año 2000 a.C.), el Año Nuevo egipcio y el solsticio de invierno 
coincidían en el tiempo. En esa época es, precisamente, cuando se erigieron los primeros 
edificios de cierta envergadura en Karnak, durante los reinados de Montuhotep II y 
Amenemhat I; podemos suponer quese orientaban simultáneamente en la perpendicular 
al Nilo y hacia la salida del sol en el solsticio de invierno, que, además, era la fecha de 
Año Nuevo. Estoy casi seguro de que este hecho no es aleatorio y de que pudo marcar de 
forma definitiva la selección de Karnak como el lugar donde erigir el santuario del nuevo 
dios nacional, Amón, divinidad en proceso de solarización formal, precisamente con la 
orientación adecuada” (Belmonte Avilés; 2012:237-38). 
 
En la tercera parte del artículo “El lenguaje astronómico como subtexto del discurso 
mitológico en el Antiguo Egipto”, publicado en Egiptología 2.0 en octubre de 2019, se 
ha expuesto también cómo, durante el solsticio de invierno, el Sol cruzaba sobre la 
constelación egipcia del carnero, extendida a lo largo de las estrellas que hoy conforman 
Acuario y Capricornio. La reunión y fusión de ambos objetos celestes, el Sol (Ra) y la 
figura criocéfala (Amón) en esta precisa fecha, día de año nuevo, en que los egipcios 
homenajeaban a Ra en el aniversario de su nacimiento (Sánchez Rodríguez; 2000:61), 
explicaría por qué en el Imperio Medio se produjo la solarización de Amón y su elevación 
(bajo una versión sincrética de sí mismo con el Sol, Amón-Ra) a un rango principal dentro 
del panteón egipcio, desbancando a Montu, hasta entonces dios por excelencia entre los 
sacerdotes tebanos. Un Ciclo Sotíaco completo más tarde, en el solsticio de invierno del 
año 583 a. C., el Sol amaneció próximo a la estrella Sigma Capricorni, a tenor de los datos 
provenientes de la versión 0.18.3 del programa Stellarium, concordando nuevamente con 
el día de año nuevo. A partir de este acontecimiento, con este marco contextual como 
telón de fondo, se entiende mejor la vital importancia que los reyes saítas concedieron a 
los sacerdotes de Amón, construyendo para este dios, en años subsiguientes, una nueva 
sede oracular, en el Oasis de Siwa, probablemente, con motivo de algún jubileo especial. 
Todo ello alentado por esta carambola del cosmos, igual que 1.423 años antes, la misma 
señal celeste inspiró a los consejeros de Nebhepetra Mentuhotep II la planificación y 
diseño de su templo funerario en Deir el-Bahari. Hubo de ser el reinado de Amosis II, el 
más largo y propicio de la Dinastía XXVI, el que vio completarse este designio, expresado 
por losastros en el lenguaje de los dioses. 
 
No obstante, de dar por válidas las proposiciones de Dustin T. Donaldson y Robynn Iwata 
sobre la alineación solar de la acrópolis de Aghurmi, doce días antes del equinoccio de 
primavera y doce después de su análogo de otoño, cabe inquirir la razón de esta nueva 
metáfora arquitectónica, ligada estrechamente con la astronomía. Tomando en 
consideración las fechas extremas del reinado de Amosis II frente a la apocatástasis del 
año 1295 ± 3 a. C., el año civil egipcio se había adelantado, con respecto al ideal, 186 
días en tiempos de su entronización y 197 días para la época de su fallecimiento. De esta 
manera, nuestros actuales 7, 8 y 9 de marzo habrían oscilado entre los días 21 de Hathor 
y 2 de Ka-Hor-Ka, mientras que 3, 4 y 5 de octubre habrían tenido lugar entre el 21 de 
Pa-en-Enet y el 3 de Apep. Esta segunda orquilla de fechas está en perfecta sincronía con 
uno de los festivales más reseñables de Amón-Ra: la Bella Fiesta del Valle. Su ceremonial 
había sido implantado por Nebhepetra Mentuhotep II, precisamente, a raíz del ascenso y 
promoción de Amón-Ra como dios nacional, habida cuenta de los signos sobrenaturales 
arriba referidos. Guarda grandes paralelismos con nuestro actual día de difuntos. Era una 
celebración de carácter móvil y se hacía coincidir con la luna nueva del mes de Pa-en-
Enet, cuando las barcas sagradas de Amón-Ra, su esposa Mut y su hijo Jonsu, 
acompañadas por el faraón, junto con sus cortesanos y plebeyos, eran sacadas en 
procesión, a propósito de visitar la eterna morada de sus ancestros, para rendirles culto y 
presentar las debidas ofrendas. Recuerda en parte al ritual que Diodoro de Sicilia refiere 
al escribir sobre el Oráculo de Siwa: “Ochenta sacerdotes lo transportan sobre una nave 
dorada y ellos, con el dios cargado sobre sus hombros, deambulan sin voluntad propia a 
donde sea que el dios los conduzca. Una muchedumbre de niñas y mujeres siguen tal 
cortejo, entonando salmodias mientras enaltecen al dios mediante un himno tradicional” 
(Biblioteca Histórica; XVII, 50:2-7). 
 
 
Un proel para la eternidad 
 
Gracias a que los egipcios dispusieron de un calendario lunar, distribuido en ciclos de 25 
años, que en la época tardía se reinició, de forma sucesiva, en los años sexto de Tiberio -
19 d. C.-, primero de Vespasiano -69 d. C.-, décimo cuarto de Domiciano -94 d. C.-, 
tercero de Adriano -119 d. C.- y séptimo de Antonino -144 d. C.- (Sánchez Rodríguez; 
2000:43-49), también se puede aplicar este mismo esquema al período saíta, ubicando sus 
puntos de anclaje en los años 582 a. C., 557 a. C. y 532 a. C. Al comparar las fechas 
previstas para la Bella Fiesta del Valle (novilunio de Pa-en-Enet) con el día de dicho mes 
en que se alínean las cajas de luz del Oráculo de Siwa, se pueden observar dos 
concomitancias: 24 de Pa-en-Enet del año 554 a. C. y 29 de Pa-en-Enet del año 535 a. C. 
Esto significa que en los años décimo séptimo y trigésimo sexto del reinado de Amosis 
II, un fino haz luminoso se hubo de filtrar por las dos aberturas del salón grande del 
Oráculo, atravesando esta estancia hasta iluminar, al otro lado de la pared, el lugar de 
reposo de la barca sagrada de Amón, al atardecer de la Bella Fiesta del Valle. Este baño 
de luz representaría la teofanía del dios, haciéndose presente en lo más recóndito del 
santuario, poseyendo el cuerpo hasta entonces inerte de la estatua. Es más, entre los ritos 
puestos en práctica por los egipcios con motivo de la Bella Fiesta del Valle, la liturgia 
preveía que, al caer la tarde, se colocasen cuatro antorchas encendidas en las cuatro 
esquinas del recinto donde estuviese instalada la imagen de Amón-Ra, sobre su barca 
procesional. Se creía que, al obrar de este modo, la divinidad combatía y aniquilaba a sus 
enemigos, venciendo a las sombras que cada anochecer se ciernen sobre el universo y 
hacen peligrar la existencia. El crepitar de las cuatro antorchas, con su brillo y calor, 
ayudaría a Amón-Ra a extender su paz hasta los confines de la creación, en la dirección 
de los cuatro puntos cardinales. Por simpatía, el dios también estaría protegiendo a los 
difuntos y a sus parientes vivos, librándolos de los males que acechan tras las tinieblas. 
Es bien sabido que estas pompas, que gozaron de gran prestigio durante el Imperio Nuevo, 
continuaron celebrándose en el país del Nilo incluso bajo la dominación romana, tal y 
como se desprende de la lectura del Papiro T32 de Leiden. 
 
Ambos novilunios, en los años décimo séptimo y trigésimo sexto de Amosis II, deben de 
corresponderse con los eventos astronómicos señalados por la versión 0.18.3 del 
programa Stellarium para el 3 de octubre de 555 a. C. y para el 3 de octubre de 536 a. C., 
mostrando el mismo desfase de un año que también se aprecia en los demás cálculos 
obtenidos para esta época a partir del calendario lunar tardío. Como se ha dicho, durante 
la Dinastía XXVI, el Sol se manifestaba, cada 3 de octubre, entre las estrellas Khambalia 
(en Virgo) y Zubenelgenubi (en Libra). Ésta última constituye el mascarón de proa de la 
constelación egipcia de la barca, el navío celestial al que Amón-Ra, durante su paseo por 
el plano de la eclíptica, se viene a encaramar en ese preciso instante del año. No puede 
ser casual, de ningún modo, que en tal día, cielo y tierra proyecten una imagen especular, 
puesto que también la efigie de Amón-Ra es embarcada a bordo de Userhat, la “proa 
poderosa”, como pasajero de honor, a fin de desempeñar un papel primordial en la Bella 
Fiesta del Valle. Con ello, la orientación astronómica del Templo del Oráculo, en el Oasis 
de Siwa, sirve, por una parte, para recrear en el desierto líbico la misma escena que el 
orbe solar protagoniza en el firmamento y, por otra, para insuflar el hálito de vida a la 
estatua de Amón-Ra que le va a permitir cumplir con una misión especial al servicio de 
la humanidad, manteniéndola a salvo de todo peligro mientras se prolongue la fiesta en 
que vivos y muertos conviven a plena luz del día. 
 
Año Año de Amosis 
II 
Novilunio de 
Pa-en-Enet 
Alinación 
de Siwa 
Evento real 
(Stellarium 0.18.3) 
570 a. C. 1 17 20 
569 a. C. 2 6 21 
568 a. C. 3 26 21 
567 a. C. 4 15 21 
566 a. C. 5 4 21 
565 a. C. 6 23 22 Novilunio del 5 de 
octubre de 566 a. C. 
564 a. C. 7 12 22 
563 a. C. 8 2 22 
562 a. C. 9 21 22 Novilunio del 2 de 
octubre de 563 a. C. 
561 a. C. 10 10 23 
560 a. C. 11 29 23 
559 a. C. 12 18 23 
558 a. C. 13 8 23 
557 a. C. 14 27 24 Novilunio del 6 de 
octubre de 558 a. C. 
556 a. C. 15 16 24 
555 a. C. 16 5 24 
554 a. C. 17 24 24 Novilunio del 3 de 
octubre de 555 a. C. 
553 a. C. 18 14 25 
552 a. C. 19 3 25 
551 a. C. 20 22 25 
550 a. C. 21 11 25 
549 a. C. 22 30 26 
548 a. C. 23 20 26 
547 a. C. 24 9 26 
546 a. C. 25 28 26 Novilunio del 4 de 
octubre de 547 a. C. 
545 a. C. 26 17 27 
544 a. C. 27 6 27 
543 a. C. 28 26 27 Novilunio del 2 de 
octubre de 544 a. C. 
542 a. C. 29 15 27 
541 a. C. 30 4 28 
540 a. C. 31 23 28 
539 a. C. 32 12 28 
538 a. C. 33 2 28 Novilunio del 5 de 
octubre de 539 a. C. 
537 a. C. 34 21 29 
536 a. C. 35 10 29 
535 a. C. 36 29 29 Novilunio del 3 de 
octubre de 536 a. C. 
534 a. C. 37 18 29 
533 a. C. 38 8 30 
532 a. C. 39 27 30 
531 a. C. 40 16 30 
530 a. C. 41 5 30 
 
En antítesis, la disposición sureste-noroeste del eje principal del Templo del Oráculo ha 
llevado a algunos autores a asociar el edificio con la estrella Canopo (Belmonte Avilés; 
2012:135), aunque esta vinculación no se ve respaldada, a priori, por la comparsa 
astronómica que caracterizó al culto a Amón en otros centros religiosos del antiguo 
Egipto. Por otra parte, de la misma manera que el Oráculo de Apolo Pitio en Delfos, Siwa 
hubo de contar con su propio ónfalo (Kuhlmann; 2005:905), una piedra sagrada de origen 
meteórico a partir de la cual se establecería la comunicación mística entre el mundo de 
los hombres, el mundo de los muertos y el mundo de los dioses. Según el ideario de losgriegos, Zeus había arrojado esta reliquia hacia la superficie terrestre, precipitándola 
contra el ombligo del mundo. Su presencia magnetizaba el templo entero, ayudando a la 
pitia a vaticinar el destino de los consultantes. Si, en efecto, Siwa hubiera contado con 
una versión paralela de este mito, el lanzamiento del betilo correspondería al equivalente 
egipcio de Zeus, esto es, a Amón, o más convincentemente, a su asterismo, el carnero, 
que agrupa Acuario y Capricornio. En tal caso, habría que buscar la procedencia del 
ónfalo de Siwa en las lluvias de meteoros que radican en cualquiera de estas dos 
constelaciones, a saber: Eta Acuáridas (entre abril y mayo, generadas por el Cometa 
Halley, con THZ 85), las Tau Acuáridas (entre junio y julio, con THZ 7), las Delta 
Acuáridas Sur (entre julio y agosto, provocadas por la fractura de los cometas Marsden y 
Kracht Sungrazing, con THZ 20), las Alfa Capricórnidas (también entre julio y agosto, 
dependientes del Cometa 169P/NEAT, con THZ 4), las Iota Acuáridas Sur (también entre 
julio y agosto, con THZ 2), las Delta Acuáridas Norte (entre julio y agosto, con THZ 4), 
las Iota Acuáridas Norte (en agosto, con THZ 3), las Gamma Acuáridas (en las dos 
primeras semanas de septiembre) o las Kappa Acuáridas (hacia el equinoccio de otoño, 
provenientes del asteroide 2006 AR3). En este sentido, la mayor tasa horaria zenital 
corresponde, con gran diferencia, a las Eta Acuáridas: al ser ésta la más plausible de las 
opciones, al menos en términos estadísticos, el ónfalo de Siwa bien podría tener su origen 
en la estela de debris formada por el cometa Halley, con un tamaño suficiente como para 
sobrevivir a la fricción con la atmósfera terrestre sin desintegrarse por completo en ella. 
 
Uno de los acercamientos del Halley al núcleo del Sistema Solar se produjo en 540 a. C., 
con perihelio, según los cálculos de Kiang y Yeomans, hacia el 10 de mayo de 539 a. C., 
apenas unos años antes del novilunio del 3 de octubre de 536 a. C. El siguiente paso de 
este objeto celeste, en verano de 466 a. C., se ha relacionado con ciertos escritos griegos 
en los que se menciona la caída de una gran roca, del tamaño de una vagoneta y de color 
tostado, sobre el río Egospótamos, al mismo tiempo que en el cielo se divisaba la 
estilizada figura de un cometa. En el Museo Ashmolean de Oxford se conserva un 
fragmento de la Crónica de Paros donde se sitúa este evento bajo el arcontado de 
Teagénides, entre los años 468 y 467 a. C. Otras fuentes discrepan y lo vinculan a una 
predicción del filósofo Anaxágoras de Clazómenas, enunciada durante el segundo año de 
la septuagésimo octava olimpíada, esto es, entre los años 467 y 466 a. C. Fue Aristóteles 
(Meteorología, 344b, 31-34), quien dejó constancia sobre cómo este evento se vio 
acompañado por la presencia de un cometa en el cielo occidental. En 2010, el filósofo 
Daniel W. Graham y el astrónomo Eric Hintz, ambos de la Universidad Brigham Young, 
publicaron el artículo “An Ancient Greek Sighting of Halley's Comet?”, en el noveno 
volumen de Journal of Cosmology, afirmando que hacia el 18 de julio de 466 a. C. el 
Halley se encontraba, en efecto, en la región oeste del firmamento, mientras la Tierra 
cruzaba bajo la cola del cometa, explicando con ello la posible caída de meteoritos, como 
el que impactó contra el río Egospótamos. Si una casuística similar hubiese acontecido 
en Siwa durante la aproximación anterior del Halley, en el año 540 a. C., tal suceso podría 
haber servido para fijar el emplazamiento del Templo del Oráculo, planificándose 
entonces su alineación solar con la Bella Fiesta del Valle en fundamento al novilunio del 
3 de octubre de 536 a. C. y sirviendo este betilo para los mismos fines que el ónfalo de 
Delfos. Tal panorama no es del todo descabellado: no en vano, el Sahara se ha convertido, 
en las últimas décadas, en uno de los destinos favoritos de los cazadores de meteoritos: 
 
“De desiertos como el Sáhara procede una cantidad ingente de los meteoritos que existen 
en colecciones de los principales centros de investigación. De la región noroeste de 
África bajo el acrónimo NWA (North West Africa) aparecen catalogados hasta Junio de 
2012 cerca de 6.700 meteoritos. Estos en realidad son una pequeña parte de los decenas 
de miles encontrados por beduinos, viajeros y aventureros pero, desgraciadamente, 
muchos de ellos son vendidos al mejor postor. Tal proceso hace que para la mayoría de 
meteoritos NWA se desconozcan los lugares donde se encontraron: un aspecto 
importante para nombrarlos y buscar otros quizás asociados a su misma caída. Algunos 
de esos meteoritos acaban sus días olvidados en los cajones de coleccionistas y, si no son 
más tarde donados ocedidos para su estudio, se pierden para la ciencia” (Trigo-
Rodríguez; 2013:238). 
 
 
 
 
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KUHLMANN, K. P. (2005): “Siwa Oasis, Late period and Graeco-Roman sites”. En 
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SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, A. (2000): Astronomía y Matemáticas en el Antiguo Egipto. 
Madrid: Aldebarán. 
 
TRIGO-RODRÍGUEZ, J. M. (2013): “El fenómeno meteórico y las clases de meteoritos”. 
En Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, Vol. 21.3, pp. 234-42. Girona: Universidad 
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VIVIAN, Cassandra (2000): The Western Desert of Egypt. El Cairo: American University 
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VV.AA. (1997): Egiptomanía. Barcelona: Planeta DeAgostini.

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