Logo Studenta

2618 Infierno y gloria - Pe Félix Sardá y Salvany

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Con licencia d« la Autoridad eclesiástica. 
QUINTA E D I C I Ó H . Es propiedad. 
OFUSCÓLOS DEL USUO AUTOS. 
A u n a s eño ra . . . y á m u c h a s , 30 c e n t s , de r e a l . — Cas» 
j c a s ino , 40 i d .—El c l e r o y el p u e b l o , 80 id .—La c h i m e ­
n e a y el c a m p a n a r i o , 70 id.— Cosas del d ía , 70 id .— Lor 
d e s h e r e d a d o s , 30 id.— El dogma m a s c o n s o l a d o r , 80 id 
— E l d i n e r o de los ca tó l icos , 1 r e a l . — L a s d ive r s iones " 
la m o r a l , l'SO id. — El esp í r i tu p a r r o q u i a l , 1 id . — Lo 
m a l o s p e r i ó d i c o s , 30 c e n t s . — M a n u a l del A p o s t o l a d o d\ 
la p r e n s a , 80 id .—Mes del Sagrado Corazón de J e s ú s , l'SO 
r e a l . — N i m i e d a d e s ca tó l icas , 4 0 c e n t s . — O c t a v a r i o á Cr i s ­
to r e s u c i t a d o , SO id .—Devoto oc tava r io al du l ce Niño de 
Be lén , SO i d . — ¿ P a r a q u é s i rven las m o n j a s ? 7 0 id .—¡Po­
b r e s esp i r i t i s t a s ! 60 id .—¿Qué tal ta h a c e n tos frailes? 60 id . 
— ¿ Q u é hay s o b r e e l Esp i r i t i smo? 70 i d . — R i c o s y p o b r e s , 
30 i d . — La voz de la C u a r e s m a , 40 id . — Los frailes d e 
v u e l t a , 80 id . — Mon t se r r a t , 2 r s . — Devoto n o v e n a r i o á 
María e n su A s u n c i ó n . SO cen t s .— Bien ¿y qué? 60 id . 
L E C C I O N E S D E T E O L O G Í A P O P D L A R . — I, La Bibl ia y el 
p u e b l o . 24 c e n t s , de r e a l ; I I , A Minos y a b s t i n e n c i a s : La 
B u l a , 24 id . ; I I I , El m a t r i m o n i o ' c i v i l , 3 4 id . ; IV, E l C o n ­
c i l io : La Ig les ia : La In fa l ib i l idad . 36 id . ; V, E l P u r g a t o ­
r io y los sufragios , 30 id. ; VI , El cu l to de San José . 20 id . , 
V I I , El cu l to d e M a r í a , 30 id . ; V I I I , E l P r o t e s t a n t i s m o ; 
80 id. ; I X , El cu l to é invocac ión de los San tos , 32 id,, 
X , Efec tos Canónicos del m a t r i m o n i o c ivi l , 40 id . ; XI; 
Mis te r io de la I n m a c u l a d a Concepc ión , 24 i d . ; X I I , El 
p u l p i t o y e l confesonar io , SO id . ; X I I I , E l P a d r e n u e s ­
t ro SO id . ; X I V , Las p e n a s del inf ie rno , 60 id . 
BIBLIOTECA LTC3HE13R-A., 3ST_° 2 3 . 
INFIERNO Y GLORIA. 
May de mal gusto va á parecerles 
hoy nuestra conversación á las gentes 
del día. 
—Vos diréis. ¿Y por qué? 
—¡Toma! porque va á versar toda 
ella sobre un asunto que sólo imagi­
narlo de lejos ó citarlo de pasada las 
horripila y espeluzna. 
—¿Y es? 
—El infierno, hombre, el infierno. 
¿No es verdad que se necesita algún 
valor para imprimir esta palabra así 
cruda y sin atenuantes en un folleto, 
— « — 
ó para sacarla á relucir en cualquier 
decente conversación? ¿No es verdad 
que no me lo perdonarán muchos de 
mis lectores, y que dirán para sus 
adentros que es tema ese que sólo se 
tolera allá en el pulpito ó en el librillo 
de piedad? 
— Cierto, cierto. 
—Y no obstante, ¡quién me diera 
hacerla oir á menudo en todas las con­
currencias, hacerla vibrar hasta en 
medio de nuestros alegres espectácu­
los, poder lanzarlo como aterrador me­
mento en la animada y bulliciosa so­
ciedad que puebla nuestros casinos y 
Bolsas y Parlamentos! ¡No fueran tan­
tos al infierno á sufrir eternamente sus 
tormentos, si fueran algunos más acá 
los atacados de nervios por oir sus des­
cripciones! 
—Es verdad, y tengo para mí que 
de predicarse muy poco en nuestro 
- 3 — 
—Pero, vamos á nuestro asunto, 
¿qué os parece: hay infierno? 
—Me manda creerlo la fe, me con­
vence de sus sólidos fundamentos la 
razón, me lo enseña como natural y 
lógico el solo buen sentido. Por de 
contado el género humano en masa 
reconoció siempre su existencia. 
siglo, por DO sé qué falsa delicadeza, 
estos asuntos, le viene en gran parte 
á la sociedad de hoy su lamentable 
descuido é indiferencia. 
—La misma observación me he he­
cho repetidas veces, y creo á la ver­
dad que libros y discursos sobre el 
juicio y el infierno le fueran á nuestro 
pueblo mucho más provechosos que 
tantos y tantos como andan 'por ahí, 
tan ponderados como estériles. 
— i -
—Pero... ¿y los incrédulos que tan 
tenazmente lo niegan? 
—¡Ay! ¡amigo mío! Los incrédulos 
son parte muy interesada en el asun­
to, y ofrecen de consiguiente testimo­
nio sospechoso y nada imparcial. 
—Explicaos, hombre, por Dios. 
—Clarito, clarito, aunque tú lo sa­
bes mejor que yo. Que todo el mundo, 
es decir, todas las religiones, si este 
nombre se puede dar hasta á las fal­
sas, lodos los legisladores, todos los filó­
sofos, todos los que algo valen y algo 
pesan en la historia de la humanidad 
hayan enseñado, reconocido y confe­
sado que tenían por cierta después 
de la presente otra vida, donde los 
buenos hallan eterna recompensa y los 
malvados eterno castigo; que todas 
estas gentes digan esto, y lo escriban 
en sus libros, y lo perpetúen en sus 
monumentos, y lo simbolicen en sus 
— 5 — 
ceremonias, ¿de dónde les puede ha­
ber venido? ¿De su capricho? Pues en­
tonces es muy raro un capricho que lo 
han tenido á la vez todos los hombres 
de lodos los pueblos, de todos los si­
glos. ¿De cálculo ó conveniencia? No 
comprendo cuál se les puede seguir 
de profesar una doctrina que de todo 
puede tener menos de cómoda. ¿De 
preocupación? Pero ¿qué preocupa­
ción es esta en que caen todos, y más 
y más cuanto más sabios y más hon­
rados y de más buen sentido? Si es 
hija esta idea de la superstición, ¿có­
mo no la tienen solamente mujeres y 
niños? Si la han sacado de su magia 
los neos y los Curas, ¿cómo no se cita 
el día famoso en que empezaron á pu­
blicar tan brava novedad? ¿Será que 
sólo de cosa tan importante haya que­
dado desconocido el inventor? Extra­
ño fuera á fe. 
— 6 — 
—Pero ¿por qué razón no decís lo 
mismo de los incrédulos que niegan 
esta verdad? 
—Porque los incrédulos, con man­
tenerse en su negativa contra ese tes­
timonio universal y desinteresado, no 
hacen más que seguir la corriente na­
tural, que les llevaá deshacersede todo 
aquello que les puede mortificar ó po -
ner trabas á sus culpables desahogos. 
Porque si fuera muy extraño que al 
género humano en masa le hubiese 
ocurrido inventar ia creencia en el in­
fierno sólo por darse malos ratos, no 
lo es poco ni mucho que á los impíos 
les haya ocurrido sacudírsela de enci­
ma sólo para quitárselos. Porque á eso 
nos tiene ya acostumbrados la gente 
de manga ancha, que por no estre­
charla un poquito hasta donde manda 
la ley, prefiere cortar por lo sano y 
saltar la barrera, negándolo todo de 
— 7 — 
rondón, basta el mismo Dios. Porque, 
en suma, si el admitir una verdad lle­
va consigo el formal compromiso de 
aceptar las consecuencias, el negarlas 
todas no trae consigo otra consecuen­
cia que la muy cómoda de poder cada 
cual despacharse á su gusto, sin fre­
nos que detengan, ni consideraciones 
que estorben. Así se observa que nun­
ca se acuerda nadie de negar el infier­
no hasta que empieza á convencerse 
de que va derechito á él. Y seamos 
francos, amigo mió; si pudiésemos 
verle á cada incrédulo la procesión 
que le anda por dentro, hallaríamos, 
ó yo me equivoco, que si mucho nie­
ga el infeliz y mucho reniega, es por­
que, como vulgarmente se dice... no 
las tiene todas consigo. 
—¿Con que acabaréis por decir que 
vienen á resumirse en puro miedo to­
das esas bravatas? 
— 8 — 
—No son otra cosa la mayor parte 
de las veces que el deseo de alejar de 
la imaginación una idea importuna, lo 
cual, si no es miedo, se le parece no 
poco. 
—Por lo cual, ¿qué consejos les die­
rais vos en conclusión á estos desdi­
chados? 
—Muy breves y muy prácticos por 
cierto, y de facilísimo cumplir. Procu­
ren en todo no merecer el infierno, 
aléjense decididamente de los caminos 
que á él conducen, y de seguro no les 
vendrá tentación de poner en duda su 
existencia. Honrar á Dios, obedecer su 
ley, respetar y amar á su Iglesia, ser 
delicado y puntual con el prójimo, he 
aquí una receta con la cual verán sa­
tisfechassus dudas y contestados todos 
sus argumentos los que no saben aco­
modarse á ese terrible cuanto segurí­
simo dogma de nuestra Religión. ¿He 
dicho algo? 
- 9 — 
— Veamos ahora el reverso de la 
medalla. No hay sólo infierno, hay 
también cielo. Hay para ios justos y 
arrepentidos eterna recompensa. Hay 
también después de los sufrimientos 
de acá paz, gloria y felicidad. 
Oye, amigo mío. ¿No es verdad que 
son éstas hermosísimas palabras, pero 
que por desgracia, por lo que toca al 
presente, únicamente en palabras se 
quedan? Y no obstante, ¿en qué pecho 
no alienta el deseo vivísimo de lo que 
significan? ¡Y tan indispensables le 
parecen á nuestro pobre ser, que has­
ta llegamos á juzgar imposible la exis­
tencia sin ellas! 
—Muy cierto es; pero no adivino 
qué consecuencias vais á sacar de esta 
—¡Vaya! Habéis dado en el quid de 
la cuestión. 
— 40 -
observación psicológica, á propósito 
del cielo. 
—Saco la consecuencia de que si 
existe invariable en nuestro corazón 
ese deseo hambriento de felicidad, una 
de dos, ó es deseo que nunca tendrá su 
satisfacción, ó es deseo que la tendrá 
en alguna parte. 
—Exactamente, no hay medio en 
esta disyuntiva. 
—Y sigo luego raciocinando. Si nun­
ca ha de verse satisfecho ese deseo, acu­
so desde el momento de tiránico y cruel 
al Autor de mi ser, que clavó esta ne­
cesidad en el fondo de mi corazón sólo 
para atormentarme con ella; que me 
dio presentimientos falsos, á que no 
corresponde realidad alguna; que á sa­
biendas hizo nacer en mi hambre, sin 
haber criado el alimento propio para 
acallármela, y me dio sed, sin criar 
bebida con que pudiese apagarla. Y di-
— l i ­
me : ¿puedo sin blasfemia decir esto 
de Dios?¿no fuera menor absurdo ne­
gar su existencia? 
— Cierto. Antes que suponer un 
Dios monstruo, la misma razón natu­
ral me aconsejaría no creer en Él. Y 
monstruo fuera si me hubiera dado, al 
criarme, instintos, deseos, presenti­
mientos de felicidad verdadera, sólo pa­
ra hacerme con ellos más desgraciado. 
—Luego, siento en mí esos deseos 
y presentimientos de felicidad, ésta ha 
de existir para mí en una parte ó en 
otra. 
—Evidente; del mismo modo que, 
si tengo ojos, he de concluir que ha de 
haber luz en alguna parte para estos 
ojos; si tengo oídos, ha de existir so­
nido para estos oídos. Porque ridículo 
hubiera sido criar ojos y no criar lue­
go luz para ellos, ú oídos y no criar 
luego para ellos sonidos. Del mismo 
- ta — 
modo hubiera sido monstruoso criar 
corazón que necesita la felicidad, y no 
haber puesto al mismo tiempo en al­
guna parte la felicidad que ese corazón 
necesita. Son cosas éstas correlativas; 
la una existe sólo á condición de que 
exista también la otra: una á otra se 
suponen y completan. 
— Perfectamente. Demos un paso 
más. Si, pues, la felicidad, á que me 
siento sin cesar invenciblemente atraí­
do y como forzado, existe en alguna 
parte, ó será en este mundo, ó en el 
otro. 
— Indudablemente, pues tampoco 
hay medio entre esos extremos. 
— Es así que no existe en este 
mundo... 
—No insistáis: concedida sin dispu­
ta esta proposición. Y si es falsa, salga 
— 13 — 
el hombre completamente feliz á des­
mentirla. No fué dichoso Salomón en 
medio de sus riquezas y saber, ni lo 
fueron los Alejandros y Césares en me­
dio de sus conquistas, ni lo ha sido 
jamás el hombre más dado á deleites 
en medio de la mayor hartura de ellos. 
Es cosa la felicidad que la conocemos 
todos de oídas; á lo más se nos figura 
verla alguna vez en casa del vecino, 
como á él se le antoja quizá que la te­
nemos en nuestra casa. Pero tenerla en 
realidad, falso, falso. Salga el afor­
tunado que pueda decir á boca llena: 
«Yo, yo soy completamente feliz, sin 
necesidad que me aflija, ni temor que 
me asuste, ni recelo que me perturbe, 
ni deseo no satisfecho que me inquie­
te.» No existe en este mundo la feli­
cidad. 
Luego existe esta felicidad en el otro, 
que es precisamente lo que enseña el 
— U -
—Hay cielo, pues, amigo mío; hay 
cielo, y no has de mirar esta palabra 
únicamente como propia para llamar 
la atención de mujeres y chiquillos, 
sino como única digna de fijar el eter­
no destino del alma racional. 
Hay cielo, es decir, seré feliz, eter­
namente feliz, si no pongo voluntaria-
Catecismo cristiano, cuando nos ense­
ña que Dios recompensa á los buenos 
con la gloria del cielo, así como casti­
ga á los malos con las penas eternas 
del infierno. He aquí como la razón 
natural, el buen sentido, el propio ins­
tinto, andan acordes completamente 
con las divinas enseñanzas de la Reve­
lación. 
—Nadie habrá que pueda en buena 
lógica negar el rigor de esta conse­
cuencia. 
— 15 — 
mente obstáculo á la consecución de 
este fin que Dios le ha señalado al hom­
bre, y al cual tiende éste por tenden­
cia suya natural, como tiende el ave 
á volar, y el acero al imán, y el cuer­
po á su centro de gravedad. 
Hay cielo, y aquella es mi patria, 
aquella es mi herencia, para allá nací, 
allá iré, si yo mismo no me degrado, 
si yo mismo no me desheredo, rene­
gando de la condición de hijo de un 
Padre celestial. 
Hay cielo, y ¿qué pensamiento me­
jor para engrandecer todos mis demás 
pensamientos, para inclinarme á ho­
llar con nobleza todo lo deleznable de 
ara, para hacerme superior á todas sus 
vicisitudes y miserias? 
Hay cielo, y es para mí; hay cielo, 
y me dan seguridad de él las divinas 
promesas; hay cielo; ¿qué puede im­
portarme, pues, todo lo de la tierra? 
— 46 — 
A . M. D . G. 
Hay cielo, es decir, hay esa felicidad 
á que aspira día y noche mi corazón; 
existe, y puedo conseguirla y la con­
seguiré infaliblemente y con la ayuda 
de Dios, si quiero... 
Pero ¡oh palabra que he soltado sin 
advertir y que es la fundamental en el 
asunto! ¿Quiero? 
—Es verdad que en ella debe de es­
tar todo el meollo de la cuestión. 
— \ h í está, en efecto, toda ella. 
Guardaremos para otro opúsculo este 
delicado interrogante. 
BIBLIOTECA LIGERA, 
p o r O . ( T é l i x S a r d a , y S a l v a n y , I * b r o . 
I . ¿ H a b l e m o s de Rel ig ión?—2. ¿Quién se ocupa de eso? 
— 3 . ¿En q u é q u e d a m o s : hay 6 no hay Dios?—4. La ralba 
de la s in r azón .—5 . ¿Si se ré yu algo m <B q u e un b r u t o 
a n i m a l ? — 6. Bueno; pero el a lma n a d i e la ha vis to .—7. 
¿ Q u é me c u e n t a V. del o t r o m u n d o ? — 8 . Los amigos de l 
pueb lo .—9 ¿Y si le hay?—10. ¡A confesar! — I I . ¿Soy ca t é ­
íleo?—12. Amigo l ea l .—13. Je suc r i s t o y el Evange l io .— 
14. ¿Milagros? No soy t a n bobo .— 15. No me h a b l e V. 
del Papa .—16. P a d r e n u e s t r o . Ave María y Glor ia .—17. 
¿Y c ó m o n o hay ahora milagros?—18 Yo no oreo s ino lo 
q u e c o m p r e n d o . — ¡9 . ¿Y eso de la Bula? — 20. L i b e r t a d , 
i gua ldad , f r a t e rn idad .—21 . La san ta C u a r e s m a . — 22. 
M u e r t e y juicio.—2:1. Inf ierno y gloria .—24. Q u e r e r e« 
poder .—2S. Eso9 c u r a s ¡los hay tan malos !— 2B. B u e n o 
s i , pero no beato .—27. H o n r a d o , y es to bas t a .—28 . Dios 
no se m e t e en eso.—29. ¿Para q u é n­ces i t o yo S a c r a m e n ­
tos?— 30. Dios qu ie re el co razón .—31 . ¡Todos somos i gua ­
les!—32. Mas t r aba jo y menos fiestas.—33. ¡Qué d i r á n ! — 
34. ¡Dad al Papa !—35 . Pero ¿de veras os p i r e o e q u e h e ­
mos de resuci tar?—36. ¡Calla , blasfemo!—37 L o d e Lour ­
des .— 38 . ¡A r e c e s bas ta d u d a u n o si hay Prov idenc ia !— 
39. ¡ P o b r e de mí . . . no tengo t iempo!—10. ¿Y por q u é n o 
he de leer yo t odo lo q u e quie ro?—41. E>.os c u r a s . . . por 
todo piden d i n e r o . — 42 Belén y la cues t ión soc i a l .—43 . 
P r i n c i p i o y f u n d a m e n t o . — 44. Lo q u e se va y lo q u e se 
v iene .—41 . Malo m a l o no lo soy. Otros hay peores q u e 
Jo.—56. A vela y remo.—47. ¡Las flest<s! ¡Las fiestas!— 
8. ¡To le ran te s é i n to l e r an t e s !— 49. T e r q u e d a d ­ s c a t ó l i ­
cas .—50. ¡No, no preva lece rán !—51 . ¿Religión? ¡ A loa 
c u r a s con ese embro l lo !—52. Pero ,¿cómo p u e d e ser lo 
de IB Eucar i s t í a?—53. Los frailes holgazanes .—54. H i s t o ­
r ia c o n t e m p o r á n e a . — 5 5 . ¡Se va á e s p a n t a r el enfe rmo si 
le h a b l a n de S a c r a m e n t o s ! — № . La l ibrer ía de mi a m i g a . 
—57. C o r a z o n e s pa r t i dos .—58 . ¡ Q u é iglesias y c o n v e n t o s ! 
E s c u e l a s y t a l le res neces i tamos .—59. Vamos a n d a n d o . — 
60. Los pocos y los m u c h o s . — 6 1 . G a n a r p a r a la vejez.— 
62. Ponc io P i la tos .—63. Mira q u e le mi ra Dios.— 6 í . El 
S a n t o R o s a r i o . — 6 S . ¿Y hay de v e r a s p u r g a t o r i o ? — 66. 
C a r i ñ o m a s allá de la t u m b a . — 6 7 . Celes t ia l c o m p a ñ e r o . 
— 68. Ni fe sin o b r a s , ni o b r a s sin f e .—69 . La San t a I n ­
q u i s i c i ó n — 7 0 . ¿Los curas? ¡ Bah! son h o m b r e s como nos­
o t r o s . — 7 1 . C u a n t a s g a l a n a s . — 72. El sec re to del b i en 
mor i r .—73 . ¡E t e rn idad ! ¡E te rn idad!—74 . H ig i ene esp i r i ­
tua l .—75 . Mar i a Madre de Dios.—76. La casa- ig les ia y la 
casa -c lub .—77 . Escue l a s la icas , es deci r , imp ia s .—78 . 
El Sag rado Corazón.—79. El sec re to de la escuela l a i ca . 
—80. Vivos y m u e r t o s , ó c u a n d o se n a c e de veras .— 
8 1 . Piezas para un proceso.—82. Las tres m e n t i r a s de la 
e n s e ñ a n z a l a i ca .—83. ¿Romer ías? ¿qué se saca de eso?— 
8 i . Modos de t e n e r rel igión que equ iva l en á no t ene r l a . 
—85 . No estoy por t a n t o lujo en las ig les ias : Cr i s to fué 
p o b r e . — 8 6 . Con q u é ¡ n o s vamos?—87 . Cr i te r io s e g u r o . . . 
y ún ico .—88. La casa de la e t e r n i d a d . — 8 9 . El bu del j e ­
s u i t i s m o . — 9 0 . ¿Tan to m a l es el p e c a d o ? — 9 1 . Más sob re 
e l j e su i t i smo .—92 . El p e c a d o c r i s t i ano .—93. La m á s j u s ­
t if icada justicia.—í>i. E l c o m b a l e de la v ida .—95. El 
t r i un fo de la f e — 9 6 . La vejez de l inc rédu lo .—97. ¡Esos 
tea t ros!—98. El c r i m e n de m u c h o s h o m b r e s de b i en .— 
99. Ricos m u y pobres .—100. Ad majorera Dei g lor ia ra . 
Los libritos de esta Biblioteca se venden en la 
Librería y Tipografía Católica de Barcelona, á loa 
precios s igu ientes : 
Un ejemplar, 6 cents, de pta.; docena de un 
mismo l ú m e r o , i rs.; centenar de id. , 16 rs.; qui­
nientos i e id . , 7 5 rs.; mil de id . , 1 4 0 rs. 
La colección de los 100 números publicados va­
le 16 rs. No se hace otro descuento . 
Dirigirse á D. Miguel Casáis, calle del Pino, n ú ­
mero 5, Barcelona. 
T I P O G R A F Í A C A T Ó L I C A , P i n o , 5, Ba rce lona .—1896 . 
	CUBIERTA.
	Con licencia de la Autoridad eclesiástica.
	INFIERNO Y GLORIA.

Continuar navegando