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Arriete, Samuel Aurelio Grietas en el matrimonio: no dejes que tu proyecto de vida se destruya / Samuel Aurelio Arriete. - 1a ed . - Córdoba : Ediciones Bara , 2018. ISBN 978-987-46672-4-3 1. Separación Matrimonial. 2. Matrimonio. 3. Matrimonio Cristiano. I. Título. CDD 248.4 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción de este libro, en cualquiera de sus formas, sin previa autorización por escrito de los editores, salvo pequeñas citas indicando la fuente. Salvo se indique lo contrario, las citas bíblicas son de la versión Reina Valera 1960 (RVR60). Para comunicarse con el autor: s_arriete@yahoo.com.ar Samuel Arriete Corrección, diseño de interior y tapa: Ediciones BARA edicionesbara@gmail.com Ediciones Bara Impreso en Argentina Printed in Argentina mailto:s_arriete@yahoo.com.ar mailto:edicionesbara@gmail.com Contenido AGRADECIMIENTOS PRÓLOGO. INTRODUCCIÓN I RESPONSABILIDADES ASUMIDAS a) Cuando aparecen los conflictos b) Buscando causas frecuentes c) ¿Cómo se sigue? d) Analizando las consecuencias II CUIDARNOS DE SER UN ELEMENTO INICIADOR a)Nadie se encuentra exento de tener un traspié b) ¿Cómo se considera el caso de dos cónyuges cristianos? c) Buscando la Restauración III CONSEJOS ÚTILES PARA PRESERVAR LA UNIDAD FAMILIAR a) Hogar, dulce hogar. No hay sitio bajo el Cielo más dulce b)Motivos que empañan la armonía IV ¿ES CONVENIENTE LA PRÁCTICA DE JUEGOS SEXUALES? a) ¿Es útil la sensualidad en el matrimonio? V EL DIVORCIO SEGÚN EL ANTIGUO TESTAMENTO a) No es el fruto del Plan Divino b) Causas que lo justifican c) Actualizando las razones VI EL DIVORCIO SEGÚN EL NUEVO TESTAMENTO a) ¿Una nueva visión cristiana? b) ¿Es lo mismo repudio que divorcio? VII APLICACIÓN DE PRINCIPIOS BÍBLICOS A NUESTRO TIEMPO a) Los tiempos cambian b) El Evangelio, ¿tiene una solución a este problema? VIII LA REALIDAD QUE NOS TOCA VIVIR a) Casos particulares a considerar. b) ¿Cuál es el límite? c) Ejemplo de situaciones reales d) Reflexión personal IX ANTECEDENTES LEGALES DEL DIVORCIO EN ARGENTINA a) Primera intención b)La realidad presente X LA IGLESIA FRENTE A LA REALIDAD SOCIAL a) ¿Debe someterse a las leyes humanas? b)¿Qué entendemos por matrimonio? c) Riesgos escondidos d) ¿Se acabó el amor? XI ¿PUEDE LA IGLESIA MANTENERSE MARGINADA DE LA REALIDAD EXTRAMUROS? a) La función de la Iglesia en el presente XII CONCLUSIÓN CITAS AGRADECIMIENTOS Quiero destacar que no lo hago por un formalismo, sino que me siento en el deber de ser agradecido a todos los que colaboraron para que usted pueda tener este título entre sus manos, deseando que sea de bendición. A DIOS, mi Señor que me permitió desarrollar el ministerio de la reconciliación en matrimonios en conflicto. El mismo Señor es quien ha puesto en mi corazón esta inquietud motivada por el pesar de ver, cada vez con mayor frecuencia, las disoluciones matrimoniales. A mi esposa y fiel compañera Graciela, quien siempre me ayudó tanto en el ministerio eclesial, en el contenido del presente libro como así también en su permanente apoyo incondicional. Sin la “ayuda idónea” que mi Señor me proveyó, no podría haber abordado fielmente este tan importante tema. A los pastores consultores, Lic. Osvaldo Maccio, Dr. Philip Lewis, y al Pastor Samuel Perez Millos, quienes mostraron su buena predisposición de efectuar su invalorable aporte en base a su amplio conocimiento, tanto profesional como doctrinal, dedicando su escaso tiempo libre entre sus múltiples actividades en el ministerio que cada uno desarrolla. A mi querido amigo y hermano en Cristo, Miguel Sanzana, que de no contar con su inestimable y paciente trabajo de edición, esta publicación no habría sido posible. A todos, muchísimas gracias. PRÓLOGO Siento una profunda satisfacción al escribir el prólogo de este libro, por un doble motivo: El contenido del texto en sí y la relación personal que me une con el autor. En cuanto al contenido, el tema no puede ser más actual y, al mismo tiempo, más controversial en el mundo evangélico, pasando desde el liberalismo más inconsecuente, hasta la restricción más legalista, sin atisbo alguno de gracia y misericordia. A la sociedad relativista de nuestro tiempo, donde se milita cada vez más en el campo de la posverdad, el tema de matrimonio y divorcio ha dejado de ser determinante en la relación de la familia, para pasar a ser meramente relativo. Sin embargo, el cristianismo no tiene temporalidad relativa, puesto que descansa en las verdades permanentes y siempre actuales de la Biblia. Pero, no es menos cierto que el entorno siempre influencia en alguna medida, como lo es también en este caso, a lo que debe unirse el alejamiento sistemático de la enseñanza bíblica, para sustituirla por mensajes motivadores, que han convertido el púlpito cristiano en lugares para generar la autoestima, cuando no la autosuficiencia. A este derivar de la posición bíblica hacia corrientes humanistas, responde, como ley del péndulo la radicalidad con que algunos tratan los temas matrimoniales en conflicto, negando cualquier solución asentada en la gracia que, sin contravenir a la revelación bíblica, condena a los matrimonios que han naufragado –como en tantas otras cuestiones– a una vida que va más allá de la posibilidad humana, generando antes o después problemas más graves que se añaden a la tragedia matrimonial. Toda esta problemática es tratada con extraordinaria precisión bíblica y humana, por Samuel Arriete en este libro. Me ha sorprendido la lectura del texto. Primeramente, porque aborda el tema de responsabilidades en los conflictos, no dejando libre de ella a ninguno de los dos en un matrimonio en crisis, ambos son responsables de las situaciones que se generan y que, habitualmente comienzan por algo simple a lo que se presta atención. Aborda también en este sentido el elemento causante del conflicto, orientándolo hacia la formulación de una pregunta no escrita, pero presente: ¿Cuál es el alcance de la actuación en esto? Samuel aborda el importante asunto que, como un deslizarse sobre la nieve, se hace lento al principio, pero imparable al final, donde lo afectado no es solamente la relación entre el esposo y la esposa, sino también todo el entorno familiar. Al iniciar el planteamiento de la solución al problema, el autor acude, como no podía ser de otro modo, a la Escritura, analizando con detalle el tema del divorcio teniendo presente lo que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento enseñan sobre él. Sin embargo, lo que es de destacar es la posición del autor considerando el divorcio como algo contrario a la voluntad de Dios, haciendo una afirmación bíblica contundente en este sentido. El divorcio es una situación pecaminosa, porque es contrario a la voluntad de Dios, ya que “en el principio no fue así”, haciendo notar en el problema la condición de dureza del corazón, como explica claramente. Expresadas estas verdades, pasa a tratar sobre la aplicación de los principios bíblicos al tiempo de hoy, con ejemplos reales de casos ocurridos en su ministerio pastoral; para dejar sobre la responsabilidad del liderazgo el planteamiento a un problema que causa inquietud, lágrimas, angustia y, muchas veces, termina sin recuperación del hermano que pasa por el problema, ocasionando en algunos un definitivo alejamiento de la comunión de los creyentes y de la iglesia local, vagando como una oveja extraviada porque no ha tenido la decisión de los pastores de hacer como el Gran Pastor de las ovejas, ir a buscarla y recuperarla al redil. Como dejé constancia antes, mi satisfacción al escribir este prólogo viene completada por un motivo personal: Conozco al autor desde hace bastantes años, relación que, aunque a mucha distancia, no ha perdido un ápice de compañerismo cristiano. Cuando fue posible encontrarnos, coincidimos en la necesidad de que nuestroministerio descanse en la gracia que brota continuamente en la Palabra, entendiendo los dos, que la iglesia necesita mucho más ser consolada que ser reprendida. Ambos concordamos en la necesidad de un retorno sin condiciones al ministerio bíblico en la iglesia, haciendo que la enseñanza deje de llenar sólo el cerebro con datos teológicos, para que se haga vida en la experiencia cotidiana de los creyentes. Quiero recomendar muy sinceramente este trabajo a todos, como una valiosa y valiente aportación a un tema de este calado y actualidad. Como mínimo permitirá al lector hacer una aproximación a la problemática del divorcio, que ya de por sí es necesaria. Samuel Pérez Millos. Pr. Iglesia Evangélica Unida. Vigo-España. INTRODUCCIÓN Cuando comencé a considerar este tema, efectué una recorrida sobre cuántos matrimonios había visto hacerse trizas en sus ilusiones de transitar la vida juntos. Matrimonios de amigos muy cercanos a nuestra familia, que parecían firmes y fuertes, sucumbían ante las adversidades y se disolvían. En algunos casos, eran situaciones esperadas por su distanciamiento y controversia continua, mientras que, en otros, me hice la pregunta: ¿Por qué? Si parecían matrimonios ideales y demostraban tener buen compañerismo. Nunca podré saber si existía el amor, sólo ellos lo sabían. Con mi esposa nos hemos preguntado muchas veces: ¿Cuáles habrán sido los factores que provocaron esa decisión? En varias oportunidades preguntamos a algunos de ellos y confesaron que habían ocultado muchas diferencias y conflictos desde tiempo atrás, y que habían decidido solucionarlos puertas adentro del matrimonio, pero todo había sido inútil. En la mayoría de los casos en que hemos participado con mi esposa, nos dimos cuenta que las diferencias ya habían producido profundas grietas, habían debilitado los cimientos del hogar y amenazaban con destruir todo lo que se cobijaba bajo su techo. Para ellos, la única solución era salir. Ahora bien, en ese ¡sálvese quien pueda! no incluían a los hijos ni a las relaciones más cercanas. La necesidad de salvarse no permitía mirar más que para dentro de sí mismos. Tal como las caras de una misma moneda, los dos son componentes de un mismo matrimonio, pero al momento de separarse, uno se convierte en el iniciador y me atrevería a deducir que el otro se convierte en la víctima. Uno es el que desaíra y el otro es el rechazado. Uno lo provoca, mientras el otro lo sufre. Quizás los dos puedan recomponer su vida en el futuro, pero uno de ellos llevará una marca por el resto de su vida. En una oportunidad entrevisté a un joven que se había separado hacía diez años de su cónyuge por infidelidad y que, a pesar de haber formado un nuevo matrimonio y tenido dos hijos preciosos, aquella experiencia lo seguía como una sombra que continuaba acarreando. Las consecuencias de su experiencia continuaban mostrando sus huellas. Él había decidido tomar la decisión, aunque no era el culpable. Se sintió tan despreciado, traicionado y humillado, que jamás podría soportar algo similar. Ésta puede ser una situación límite, imprevista para una de las partes, en la que no existe otra alternativa más que la separación. Suele ser la única posibilidad de salir, aunque en muy pocas oportunidades ambos salen indemnes de tal situación. En las separaciones consensuadas, los psicólogos opinan que la actitud, no nace en el momento de tomar la decisión, sino que ya está incorporada en la mente del individuo, quizás desde el mismo momento de formalizar la unión y que puede deberse a varios factores, entre ellos: debilidad psicológica, cultura divorcista originada por patrones generacionales, unión muy desigual, falta de tolerancia, entre las causas más frecuentes. Ésta es una conducta típica de las “uniones a prueba” o concubinatos. En todo conflicto existe un proceso y éste no es una excepción. No existe divorcio si no hubo separación. Indudablemente si la ruptura conyugal es el problema, el divorcio sería la solución para que las personas puedan sentirse en libertad. La separación conyugal no es lo que Dios desea, pero, de todos modos, muchas personas toman esa decisión, aun en el ámbito cristiano. Nos preguntamos: Si ya se produjo la separación, ¿qué es lo conveniente? Si lo vemos a la luz de lo que enseña La Biblia, deben analizar su situación y esforzarse para resolver sus problemas y reconciliarse, o legalizar su situación. Dios, en Su misericordia, proveyó en la antigüedad el recurso del divorcio para no caer en el pecado de adulterio, sin ese recurso la persona continúa legalmente ligada a su antiguo cónyuge. Actualmente, la ley reconoce el derecho del divorcio vincular y les brinda solución a los implicados, para que cada uno por su lado pueda regularizar su situación y encontrar la manera de volver a comenzar una nueva “experiencia” de vida, ya sea en soledad o con una nueva compañía. No obstante, son pocos los que evalúan que no son los únicos en juego. Siempre hay personas en su entorno y la decisión puede incluirlos, causando confusión que puede llegar a ocasionar algún otro conflicto colateral. Ante el crecimiento inusitado en esta habitualidad, me sentí impulsado a profundizar sobre el tema. He intentado ser lo más objetivo posible y he tratado al divorcio como una amenaza a la sociedad en general, por ser un elemento que afecta a la relación familiar y social. Creo que el ser humano es un ser íntegro en sí mismo y que todo lo que le sucede tiene sus consecuencias en todas las áreas de su vida; en lo físico, espiritual y emocional, comprometiendo también a sus relaciones familiares y a todos los que tienen algún acercamiento a ellos en la actividad social donde se desenvuelven. No sólo es una decisión en la vida que involucra al matrimonio, sino que existe un área que los rodea que también compromete. Cuando suceden separaciones matrimoniales, me resisto a quedarme quieto. No puedo mirar con indiferencia cómo se desarma el núcleo que Dios creó como base para una sociedad ordenada y refugio de paz, lugar donde las generaciones futuras pueden forjar su carácter y desarrollar sus valores y virtudes. No puedo mantenerme indiferente a esta problemática que crece en forma exponencial y que atenta contra el mundo en el que tendrán que cohabitar mis nietos. Es por eso que, después de evaluar muchas situaciones de diferentes matices, comienzo a desarrollar este tema. En la lectura podrán apreciar que existen casos justificados y otros que son excusas, que solamente responden a la decisión de utilizar una licencia que le otorga la ley. El móvil que me motiva es el deseo de ayudar a pensar: a) A quienes pueden estar en situaciones límites, esperando ayuda de parte de Dios para sanar las heridas que amenazan con la amputación del miembro más importante de su vida: su compañero de yugo. b) A los que ya tomaron esa decisión y se sienten defraudados por un segmento de la sociedad que no los comprende, aunque hay otro que los entiende y los apoyan, aunque siempre les duele lo que perdieron. c) A los que estando en esta situación, cargan con la “culpa” de haber fracasado. A todos, quiero expresar mi comprensión y, al mismo tiempo, si es que aún existe alguna posibilidad, ruego recapacitar a fin de que las decisiones tomadas no provoquen mayor carga sobre sus familiares, parientes y nuestra sociedad. I RESPONSABILIDADES ASUMIDAS El momento soñado Cuando dos personas se unen en matrimonio, ambas comienzan una nueva vida, distinta a la que tenían cada uno en forma separada. Son dos voluntades que se fusionan y se convierten en una sola e indivisible. Resignan su identidad individual para tomar una nueva en común y las decisiones de vida que toman de allí en adelante involucran a los dos por igual. Tan es así, que el Derecho Civilen el mundo occidental considera a las posesiones materiales que cualquiera de los cónyuges haya acumulado durante su unión matrimonial, como patrimonio compartido y divisible por partes iguales, aunque sea el fruto del trabajo de uno solo de ellos. Es una sociedad en toda su expresión; una unión con derechos y obligaciones mutuas ilimitadas. Se comparten las satisfacciones, las alegrías y los triunfos por igual. Los proyectos son compartidos y se disfrutan en toda su intensidad. Las ilusiones alegran la vida y el horizonte se asemeja a un bello amanecer. Aunque pueden aparecer algunos nubarrones trayendo tristezas, dolores y angustias, son soportados en unidad y con amor; al menos eso debería ser lo esperado. a) Cuando aparecen los conflictos Ahora bien, cuando se produce una separación matrimonial, el vínculo se rompe, los bienes materiales se reparten, las experiencias de allí en adelante no son compartidas, pero hay algo que los sigue uniendo; son los recuerdos del pasado, los amigos en común conquistados durante la convivencia y sobre todo si tuvieron hijos, éstos dejaron de ser un elemento de unión para convertirse, paradójicamente, en el principal motivo de controversias. Algunas amistades toman partido por él, otras por ella, según el grado de afinidad que hayan tenido con cada uno. En mi experiencia personal, he tenido que optar por uno de ellos, ya que me resultaba muy incómodo tratar a los dos por igual. Es más, cuando estaba con uno de ellos, me parecía estar traicionando al otro. Me cuesta mucho mantenerme neutral y demostrarle a cada uno por separado el mismo cariño que les expresaba cuando estaban juntos. La relación de armonía fue rota y esa ruptura afectó las relaciones interpersonales. Pero si la relación de amistad se afecta, hay otra que sufre mucho más el impacto: La relación con los hijos. Son los hijos de ambos los que se convierten en prenda de uno o de otro. Es un vínculo roto, un desprendimiento que, como tal, dejará marcas de heridas que no serán cicatrizadas muy fácilmente. No hace mucho concurrimos con mi esposa a una ceremonia de casamiento y en un momento del acto de bendición, los contrayentes tomaron una copa cada uno, las dos contenían arena teñida de distinto color; una de color celeste y la otra de color rosa. Los dos comenzaron a volcar simultáneamente todo su contenido en un tercer recipiente de cristal vacío, formando una sola copa con la arena mezclada, que, por la combinación de colores, tomó una tonalidad lila. Fue una demostración que la unión de allí en adelante sería indivisible. Nunca más podrían separarse absolutamente; ya estaban unidos en un mismo cuerpo, formando una sola cosa. Así como nunca podrían separarse todos los granos de arena de diferente color y volver a ser lo que fue originalmente, también de allí en adelante cada uno de los contrayentes llevaría algo del otro de lo que no podría desprenderse. El matrimonio es la unión indisoluble de dos personas que, aunque se separen, llevarán durante toda su vida un fragmento de su relación rota. ¿Por qué digo que es una situación de conflicto? Si vemos el significado de la palabra, según el Diccionario de Lengua Española, “divorcio” es: “Proceso legal que separa la relación y los bienes de dos personas en discordia”. Otra definición es: “Separar legalmente lo que se encuentra unido o debería estarlo”. La solución para remediar los problemas matrimoniales no es precisamente la separación, al contrario, el ser humano se encuentra dotado para solucionar diferencias por medio del análisis de la situación, el diálogo y el consenso. La separación conyugal es el último paso de un largo camino en el que no se ha podido encontrar una solución adecuada para remediar un problema insalvable. No obstante, aunque es una realidad, la disolución matrimonial contradice el diseño de Dios para los seres humanos, porque Él nos hizo varón y mujer para que en familia seamos formadores de una sociedad ordenada. Cuando al principio de la humanidad Dios consideró que “no era bueno que el hombre esté solo” , creó una compañera para que al unirse a ella comiencen juntos una relación indisoluble. Fue para que el hombre pueda sentirse completo con su compañía. Dios estableció esa unión y creó esa relación de complemento mutuo, necesaria para constituir una cuna y un refugio a los hijos que nacieran como fruto de esa relación. Dios creó a la familia para que sea el ámbito ideal donde los niños sean contenidos y enseñados a vivir ordenadamente, con normas de vida adecuadas para una correcta interrelación social. Nos cabe la pregunta: ¿Cuál es la razón por la que “apareció” en escena el divorcio? Podemos asegurar que tuvo su origen como la solución a problemas de convivencia que se fueron manifestando entre las relaciones de los seres humanos desde tiempos remotos, como la demostración más evidente de nuestra naturaleza pecaminosa. Las principales causas de las rupturas matrimoniales tienen como causa la existencia de: infidelidad, mezquindad, orgullo, celos, rencillas, intolerancia, odio, rencor, engaño o, a veces, simplemente caprichos. ¿La separación, es una solución? Calificarla como una solución es efectuar una apreciación demasiado ambigua. Creo que debe analizarse cada caso en particular y encontrar una solución adecuada a cada problemática. Determinar una regla única, por ejemplo: Sería similar a tomar una aspirina frente a un fuerte dolor de cabeza. Aunque parezca una solución muy simplista, no sería del todo descabellada. Si no conocemos el motivo del mal que nos aqueja y nuestra intención es calmarlo de la forma más rápida, lo hacemos, aunque no sea el remedio más efectivo como sería el buscar la raíz del problema. En el caso supuesto, podría ser una simple jaqueca o algo producido por otra causa de mayor gravedad, llegando a un extremo de que sea algún mal mayor. Si podemos atenuar la molestia, se toma como efectiva, pero la verdadera enfermedad no se ataca definitivamente; solamente ocultamos un mal que irremediablemente nos traerá consecuencias impredecibles. El caso que trato en este libro es mucho más complejo que el ejemplo descripto. Pero es importante entender que es necesario cumplir con una serie de pasos, que permitan identificar con claridad la problemática reinante en el matrimonio. Para ello es imprescindible: 1) Tener pleno conocimiento de las diferencias manifestadas. 2) Indagar sobre los síntomas previos al momento de la crisis. 3) Efectuar un diagnóstico acertado. 4) Si fuera posible, intentar esforzadamente encontrar una solución. No se trata de una situación de fácil resolución, pero son muchos los riesgos a lo que se exponen y deberían procurar evitarse. Son muchas personas involucradas, que rodean a la pareja, las cuales sufrirán las consecuencias de la separación, aunque reconozco que existen casos en los que no queda otra alternativa. Una vez que se llegó a este punto, ¿cuál es el próximo paso? ¿Se puede quedar en la situación de “separados” por siempre y para toda la vida? El divorcio libera a las personas de la atadura a la que está sometida por efecto de un estado incierto y legaliza la ruptura de una relación matrimonial, que de hecho ya estaba consumada. Debemos aceptar que la separación precede al divorcio. El divorcio solamente legaliza una relación rota, ya consumada por una separación previa. Si nosotros nos remitimos a los escritos bíblicos, encontramos en Deuteronomio 24, que más adelante analizaremos, que el problema ya existía y el repudio de una parte hacia la otra era una práctica común. La parte repudiada perdía todo derecho y era entregada a una vida de desprecio o de prostitución. La carta de divorcio fue la solución provista para que la persona repudiada pudiese recomponer su vida, pudiendo casarse nuevamente. Diosproveyó una solución por la falta de misericordia de los hombres para con sus cónyuges repudiadas. No obstante, es un tema que desarrollaremos más adelante en un capítulo aparte. En la problemática actual, nos enfrentamos al mismo problema y por la misma causa. La falta de tolerancia de los cónyuges lleva a situaciones de esta naturaleza. En todos los acontecimientos de divergencias existen víctimas y victimarios. Este caso no es una excepción y se deberán afrontar dificultades que no estaban en los proyectos de la pareja. ¿Quiénes deberán soportar la mayor carga? ▶ Los mismos cónyuges tendrán que afrontar situaciones no deseadas, tanto emocionales como económicas. Ninguna decisión de esa naturaleza será sin costo y en este caso es elevado. Todo el esfuerzo hecho para el bienestar de la familia hasta ese momento deberá ser dividido, sumando así una carga adicional. ▶ Si hubiese hijos fruto del matrimonio, éstos sufrirán el mayor impacto. Deben repartir sus afectos entre las dos partes en forma separada, se pierde la calidad de refugio del hogar y son expuestos a sufrir dificultades en su identidad. Incorporarán a su conducta, falta de seguridad y desorientación con efectos que marcarán su psiquis en el futuro. ▶ Los padres de los divorciados sufren de manera diferente. Naturalmente son adultos mayores, y es muy posible que tengan asimilados otros patrones o modelos de familia. Por tal motivo, pueden no entender la situación, creándose conflictos y sentimientos de culpa que los acompañarán durante el resto de sus vidas. No obstante, el divorcio, aunque no estemos de acuerdo, es una realidad que debemos aceptar, porque existe. Las separaciones matrimoniales se producen y se han producido, aunque no haya tenido vigencia la Ley de Divorcio. Mi intención no es justificar a quienes han decidido renunciar a su condición matrimonial, menos aún juzgar a quienes ya han resuelto hacerlo, sino analizar la realidad que nos toca vivir en este mundo tan plagado de desorden en la convivencia, la falta de comprensión, la intolerancia y la falta de respeto mutuo entre las personas, y transmitírselas a ustedes por este medio. b) Buscando causas frecuentes Cuando un hombre y una mujer deciden unir sus vidas, viven la ilusión de haber encontrado el cielo en la tierra. En el momento del casamiento la novia se muestra esplendorosa y radiante, el novio apuesto y elegante. Ambos se ven emocionados y nerviosos, se prometen amor mutuo para toda la vida y en verdad así lo desean y lo expresan. Nadie puede imaginar que finjan en el momento de sus promesas mutuas, al menos no sería lo normal. Tienen planes para concretarlos juntos, sueñan con hijos, con una familia ordenada y un sinnúmero de buenos objetivos. Pero ya en el ejercicio del matrimonio, en un momento del camino comienzan a ver que las celestes ilusiones de uno o de los dos no se concretan, sino que, al contrario, comienzan a advertir que la convivencia no resulta como ellos lo soñaban y lo que tanto anhelaban comienza a diluirse. Las virtudes que habían admirado de su pareja, quedan opacadas por los defectos que cada día parecen ser más notables e importantes. El sueño que anhelaban concretar se transforma en una pesadilla y las desavenencias son cada vez mayores. Van acumulado ofensas y agresiones, que frecuentemente provocan violencias mutuas. Si la situación relatada se produce cuando ya hay hijos en el hogar, es aún más traumática. Los niños se asustan, lloran desorientados, no alcanzan a comprender la situación y sufren el impacto. Lo manifiestan generalmente en conductas desordenadas, comienzan las dificultades en su crecimiento emocional y su rendimiento escolar. La disminución intelectual, la sensación de angustia y otras alteraciones se agravan con el transcurrir del tiempo y las crecientes diferencias de las relaciones paternas. Una o varias de las promesas hechas en el día de su unión ya fueron rotas y el hogar que habían comenzado a construir comenzó a debilitarse y a sufrir el riesgo de desmoronarse, para terminar aplastando a todos los que se habían cobijado en él hasta ese momento. Rápidamente deja de ser un refugio, para convertirse en un sitio de conflicto. Está en camino de dejar de ser “el pedacito de cielo” que tanto soñaban, para convertirse en lo más parecido al infierno. Ese ámbito que había sido concebido para ser el lugar de sanación de males y descanso del trajinar diario, puede convertirse en un foco infeccioso que lleva irremediablemente a la familia a la muerte a corto plazo. c) ¿Cómo se sigue? En el momento de la separación, muy pocos se hacen esta pregunta. La mayoría de los individuos viven el presente y, de acuerdo a eso, deciden y actúan. Después de un tiempo de producirse la separación, ambos excónyuges tratarán, cada uno por su lado, de regularizar su situación personal. Advierten que no pueden vivir sin una compañía y posiblemente encuentren a alguien con quien reconstruir sus vidas y concretar los sueños truncados. Ese escenario será la repetición de aquella ceremonia en la que un día se prometieron y juraron caminar juntos “hasta que la muerte los separe”. Juntamente a ese compromiso prometerán ser fieles, acompañarse en todas las situaciones, en las buenas y las malas, comprenderse, ayudarse y cuidarse mutuamente “en salud y enfermedad, en riqueza y en pobreza…”, hasta quizás con renovadas expectativas. Pero aún con buenas intenciones, suele no ser igual a aquella primera vez. La sombra de la duda y el recuerdo de la equivocación anterior se asomarán frecuentemente por la ventana principal del nuevo hogar, creando situaciones no deseadas contra las que tendrán que lidiar en forma permanente, al menos en los tiempos iniciales. Si hubiese hijos del primer matrimonio, ellos no comprenderán del todo el porqué de esta nueva relación, creándose situaciones de conflicto en sus mentes. Es natural que el nuevo matrimonio pretenda tener sus propios hijos y los que ya estaban, tendrán que convivir alternadamente con ellos y en ese caso pueden sentirse relegados, porque siempre serán “de la otra familia”. Nos volvemos a preguntar: ¿Cuál es la razón de haber llegado a esa situación límite Posiblemente ese matrimonio no tuvo una base de amor firme y confiaron en una sensación, más que en la verdadera experiencia de amor, y no supieron afianzar sus proyectos con la sabiduría que Dios provee. Dice la Biblia en el Salmos 127:1: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia”. El verdadero amor es el que viene de Dios, Él tiene la pareja ideal para cada uno de los seres humanos del mundo. Causas frecuentes Indudablemente cada caso responde a un motivo en particular y quizás puede haber causas que exceden toda especulación, pero podemos sintetizarlas en las más comunes: A - Puede suceder que uno de los componentes del matrimonio se descuidó y cayó en el lazo de la tentación, mirando con simpatía a otra persona del sexo opuesto y dio lugar a una relación extramatrimonial. Aunque puede no haberla buscado, quizás pensó que podría jugar y cortar la relación en cualquier momento. Sin darse cuenta se entregó a una esclavitud de la que muy pocos pueden escapar. Cuando esto sucede ya no puede dejarla, comienzan a jugar sentimientos encontrados y esa tercera persona, a corto plazo ya ocupa un lugar en su vida. Ya comienza a quererla. Es un tesoro que, aunque está escondido él sabe que está allí. La Biblia dice en Mateo 6:21: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. El corazón comienza a sentirse dividido, porque la fidelidad conyugal se rompió y el conflicto se manifiesta en toda su magnitud, desencadenando una crisis. Habrá lectores que a esta altura del libro ya pueden estar pensando queesto no es para ellos, porque tienen la seguridad que no les sucederá. Sería muy bueno que así sea, pero dice La Biblia en 1 Corintios 10:12: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”. Muchas veces confiamos en nuestras propias fuerzas y podemos sentirnos seguros de nosotros mismos. Ése es precisamente el momento en el que podemos flaquear y caer en la tentación. ¿Cómo evitarlo?: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” 1 . Muy frecuentemente confiamos en nosotros mismos, y nuestro orgullo nos hace sentir seguros, pero dejamos un pequeño espacio donde Satanás puede introducir una pequeña cuña, que sirve para abrir una brecha, capaz de producir una grieta de tamaño suficiente como para destruir nuestra vida. B - La falta de sinceridad de uno de los cónyuges, la poca comprensión y falta de perdón de la otra parte, también pueden ser desencadenantes de situaciones no deseadas que puede argumentar una separación y posterior divorcio. Sostengo que no es la solución; la separación conyugal es como un parche que repara transitoriamente una prenda que se rompió. Por algún traspié, transgresión, engaño, rencor o alguna otra causa que provocó la pérdida de confianza e introdujo el conflicto, a veces de difícil solución. Aunque el divorcio nunca es bueno; en algunos casos es necesario, porque es el menor de dos males. ¿Existe alguna solución para no caer en la separación total? Lo ideal sería entregarse a un proceso de sanación consensuada con la intervención de un profesional idóneo o alguien que con autoridad espiritual los ayude a buscar una salida al conflicto y lograr un entendimiento entre las partes, y así restaurar el vínculo dañado. Es una situación que no se puede ignorar, ni tampoco pretender que se solucione por sí misma. La relación sana era el camino que conducía a un mundo de proyectos a realizar y fue roto, fue cortado por una corriente transversal que no permite proseguir al destino que se había planificado. ¿Qué hacer en una situación como la expuesta; buscar un atajo, un desvío, una alternativa que permita salvar la situación y alcanzar el objetivo truncado o sería conveniente reparar el camino? Si se elige el atajo o el desvío, aparece otra incertidumbre. ¿Quién conoce si el atajo o desvío nos permite retomar el camino? Cuando decimos que hubo ruptura, cabe reflexionar si el camino cortado estaba basado en el amor. Existe la posibilidad que el matrimonio pueda haber sido el producto de una decisión apresurada o un acto realizado sin evaluar adecuadamente la importancia de la decisión asumida. Aunque parezca mentira, hay mujeres que se casan como si ese momento mágico de la boda fuese “el objetivo final”, sin tener en cuenta que ese acto es tan solamente el comienzo que determina un compromiso para toda la vida. Si hay verdadero amor de ambas partes, sin presiones de ninguna naturaleza y sin ilusiones desmedidas, no tendría cabida la posibilidad de separación alguna y, en consecuencia, el divorcio tampoco. La Biblia dice sobre el particular en 1 Corintios 13: 4-8: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser”. Silvia Prado de Serantes, en su libro Ellos también tuvieron problemas , en su introducción, dice: “El verdadero amor se concentra en cómo servir mejor y no en cómo ser servido. Es lo opuesto a nuestra tendencia egoísta”. ¿Quién buscó esta situación? Sin duda que ninguno de los contrayentes habrá tenido esta idea en el momento de unir sus vidas, pero el efecto del pecado en el ser humano llevó a utilizar este recurso que la sociedad ofrece para salir de situaciones semejantes. La realidad del tiempo que vivimos exige una salida para este laberinto y solos, los individuos, no podemos encontrarla. Si se presenta la posibilidad de superar el problema con soluciones rápidas, se actúa, aunque no se evalúen correctamente los inconvenientes que pueden presentarse en el futuro. Esto puede sacarnos del paso, pero también meternos en un problema mayor. La separación a veces es una solución facilista y egoísta, que nace por pretender superar un conflicto personal sin considerar las causas que lo originaron. En algunas oportunidades es la única solución para evitar males mayores; de todos modos, es el fin de un proyecto ideal que no se pudo cumplir. Los obstáculos no se pudieron superar y el viaje de la ilusión quedó trunco. d) Analizando las consecuencias ¿Qué se soluciona con una separación y un divorcio? Uno de los efectos positivos es en el caso de agresiones constantes. Ante un peligro mayor, se aísla el contacto directo de las partes enfrentadas por el conflicto y disminuye la posibilidad de un agravamiento del problema con las consecuencias negativas que éste originaría, ya que al estar separados disminuyen las posibilidades de violencia directa, que podrían desencadenar en situaciones más traumáticas. Pero no piensan en el daño que le producen en sus seres más cercanos como pueden ser los hijos, los padres y todo el entorno de la familia. ¿Por qué no intentar hacer el esfuerzo para evitarlo? La separación es una forma de ruptura del plan divino y quienes ceden ante la tentación de caer en el facilismo y no intentan aplicar la flexibilidad y la tolerancia, están siendo partícipes de la destrucción del diseño de Dios para la humanidad. El concepto que encontramos en La Biblia es que “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” 2 y “Los dos serán una sola carne” 3 . Sin duda alguna que toda carne puede seccionarse, pero produce dolor y deja marcas para toda la vida. De la misma manera sucede con las vidas que se separan. La ruptura del vínculo familiar es siempre difícil de asimilar, más aún cuando se produce después de un periodo de desavenencias que afectan al entorno, y los niños que pasan por ese trance son los que más sufren. Según estudios del Foro Español de la Familia, los siguientes índices indican la gravedad del caso: - El 25% de los hijos de matrimonios en conflicto no finaliza sus estudios, frente al 10% de hijos de matrimonios estables. - El 60% requiere tratamiento psicológico. En una doble proporción frente a lo normal. - El 50% ha tenido problemas de alcoholismo. Sin duda que los cónyuges en proceso de separación, como los excónyuges, sufren los efectos del conflicto. Un informe del Instituto Universitario de Tráfico publicado por la Universidad de los Andes en el año 2002, dice que los divorciados tuvieron el doble de accidentes de tránsito que los casados. Ésta es una de las conclusiones de un estudio elaborado por el Instituto Universitario de Tráfico y Seguridad Vial. La razón radica en que las personas casadas presentan estados de ánimo más estables, bajos niveles de estrés y un buen nivel de satisfacción, mientras que los problemas que aquejan a los afectados, los distraen y los exponen en demasía. Esta consecuencia del divorcio se suma a los demás efectos negativos que causan las separaciones matrimoniales. Entre los diferentes efectos negativos, para cónyuges e hijos, derivados de las rupturas matrimoniales, cabe destacar lo siguiente: - Los hijos presentan mayores dificultades en sus relaciones paterno-filiales y sociales, así como más problemas psicológicos y de aprendizaje. - Se observan conductas antisociales de los hijos, tales como delincuencia juvenil, alcoholismo y drogadicción. - Menor rendimiento escolar y problemas de aprendizajede los hijos. - Los hijos tienen mayor nivel de dificultades en las relaciones de pareja. - Se observan altas tasas de precocidad sexual e hijos extramatrimoniales entre los descendientes de padres separados. - El divorcio es un factor relevante en cuanto al maltrato de menores. - Los cónyuges divorciados presentan problemas de salud mental y física. - Las mujeres y los hijos experimentan un empobrecimiento tras la separación, ya que para el hombre es más difícil mantener a dos familias. Un estudio efectuado por la Universidad Nacional Autónoma de México - Facultad de Estudios Sociales de Iztacala, dice: “El Divorcio es la «forma legal de extinguir un matrimonio por causas surgidas a posteriori a la celebración del mismo y que permite a los integrantes contraer un nuevo vínculo conyugal». Sin embargo, detrás de tal derecho, existe un enorme cambio que afecta la vida de los integrantes de la familia extinguida como núcleo social. Los mayormente afectados son los hijos, que involuntariamente deberán acostumbrarse a nuevas situaciones, experimentando confusión, ansiedad, desesperación, desorientación y un profundo estado de frustración cuando sus padres disuelven el matrimonio. Enfrentándose a un Nuevo modelo de familia; el monoparental (un solo miembro convive con los hijos, mientras el otro lo hace en forma esporádica), acarreando conflictos insalvables en su conducta”. (Extraído del documento “Consecuencias del Divorcio” - Foro Español de la Familia- Año 2002). Si pretendemos graficar la situación de los hijos dentro de la cultura divorcista, podemos tener el siguiente cuadro: 1) En una situación normal, la relación filial es simple; los hijos responden a las enseñanzas de sus padres. La tradición transmitida es directa y vertical, sin interferencias ni obstáculo alguno. Ejemplo: 2) En el caso que los excónyuges rehagan su vida y de esa nueva unión tengan hijos, la situación para los del primer matrimonio se complica más. Comienza una relación que no es directamente proporcional a la nueva relación de la pareja. Para esos hijos, se termina la relación directa para convertirse en un enredo de relaciones, que confunden al niño y le quitan identidad. Veamos, por ejemplo: Existe una lógica alteración en la educación y carácter del niño como consecuencia de que: 1) Los roles de los padres legítimos se confunden; la madre y el padre emiten órdenes sin estar de acuerdo y, a veces, son órdenes contrarias entre sí. 2) Los nuevos cónyuges de los padres no sienten el mismo amor por los hijos de la relación anterior y se interesan poco de la formación que éstos reciban. 3) Si el nuevo matrimonio tiene sus propios hijos, éstos pasan a ser los “queridos” y los del primer matrimonio “los relegados”. 4) Nace una nueva relación; la de los hermanos circunstanciales. Situación que provoca celos y contiendas como producto de la diferencia en el trato recibido de parte de sus padres, siendo, regularmente, las primeras víctimas de tal trato. ¿Puede una persona formada en un ambiente tan contradictorio, conflictivo y hostil, tener una salud emocional óptima? ¿A quién podrá recurrir y confiar en situaciones de dificultad? Lo más probable es que no lo haga a sus padres biológicos, como tampoco a los adoptivos, menos aún a sus hermanos, sino que lo natural es que encuentre refugio en un ámbito fuera del ambiente familiar, con el riesgo que eso significa. Pensemos por un instante que esa nueva relación también se disuelva, ¿podemos imaginarnos la presión o la orfandad que sufrirán los hijos del primer matrimonio? Es necesario tomar consciencia que las generaciones futuras dependen de nuestras actitudes presentes. Es preciso actuar con responsabilidad pensando que tenemos en nuestras manos a personas que en el futuro tomarán su propio camino, con los elementos que cada uno de nosotros le hayamos proporcionado para transitar la vida. Si usted me permite una intromisión, le diré que, si tomó esa decisión y por razones lógicas quiere rehacer su vida, no deshaga la de sus hijos. ¿Podemos mantenernos indiferentes ante esa situación de fragilidad en la que se forman las generaciones futuras? II CUIDARNOS DE SER UN ELEMENTO INICIADOR a) Nadie se encuentra exento de tener un traspié En ciertas oportunidades pensamos que, por ser cristianos, estos temas no deberían figurar en nuestra biblioteca. Déjeme decirle que nada nos excluye de tener obstáculos en la vida, todos estamos en las mismas condiciones y corremos los mismos riesgos mientras estemos en este mundo. Aunque, a decir verdad, podemos estar más expuestos que cuando no éramos hijos de Dios. Ahora tenemos un enemigo a nuestro alrededor tratando de devorarnos y, aunque nos cueste admitirlo, somos el objetivo principal de él. Su propósito es humillar la Obra de Dios y tratar de destruir las vidas humanas restauradas por Dios, aquellas que Él “(…) l lamó de las tinieblas a Su luz admirable” 4. Lo que debemos tener presente y no descuidar, es que el día de la prueba es una realidad latente en nuestra vida terrenal. La enseñanza bíblica nos previene: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” 5 . También recordamos la promesa: “No ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana, pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que os dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” 6 . Podemos pasar la prueba, sin ninguna duda, pero sostenidos y ayudados por la acción del Espíritu Santo, quien nos fortalece en el momento de necesidad. En cuanto a nuestra parte en el asunto, debemos evitar ser instrumentos que deshonren Su nombre: “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo. Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra” 7 . Por lo cual debemos individualmente cuidarnos de: 1) No promover situaciones que puedan ser motivo de separación; como actos de infidelidad, inmoralidad, engaño, violencia, malos tratos, injusticias, etc. 2) Mantener una buena relación espiritual con Dios por medio de la oración y el conocimiento de su Palabra como mecanismos para conocer Su propósito para cada uno de nosotros: “Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que, arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” 8. 3) Vivir en santidad en toda nuestra manera de vivir, como resultado del gobierno de Dios en nuestra vida por la acción del Espíritu Santo. El consejo de la Palabra es: “Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación (…)” 9 . Éste es el resultado que Dios pretende de nuestra vida; y haciendo esto nunca resbalaremos. b) ¿Cómo se considera el caso de dos cónyuges cristianos? Si bien hasta ahora hemos tratado el tema como situaciones “normales” en el ambiente del mundo que no conoce a Dios y en consecuencia tampoco su voluntad, con mayor frecuencia vemos también casos en matrimonios de cristianos que de igual forma tomanesa misma opción para su vida. Por tal caso, también debemos considerar a quienes fueron enseñados con los principios bíblicos, con respecto al matrimonio: “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” 10 . Aquellos que se unieron en matrimonio con la bendición de Dios y declararon tener la certeza y estar seguro de compartir todos los días de su vida según la voluntad de Dios, no pueden esgrimir como argumento que “el amor se apagó”. Deben reconocer que desde el mismo momento que se eligieron y tomaron la decisión de caminar juntos, hubo engaño o se equivocaron. La enseñanza bíblica nos dice que el amor nunca deja de ser. Indudablemente se está refiriendo al amor perfecto, el que viene de Dios. El amor en la expresión humana no siempre se logra de manera perfecta. Pero es necesario que como hijos de Dios comencemos a demostrar el resultado de la nueva vida y los efectos del resultado de que Dios está en nosotros. Si un cristiano buscó la dirección de Dios al elegir su pareja, no puede esgrimir ese argumento ya que podría interpretarse que Dios se equivocó. Si las personas asumieran con humildad y sinceridad delante de Dios, confesando que se equivocaron y que actuaron de acuerdo a su voluntad personal y confiaron en su propia capacidad, podrían rogar que Dios recomponga sus vidas y les otorgue la posibilidad de recuperar el amor “perdido”, más aún si tienen hijos. Ellos, los hijos, son los que necesitan recibir la cobertura y protección de sus mayores. Sin embargo, en algunas ocasiones, son ellos los que quedan desorientados y dañados de por vida, por las decisiones mal tomadas de sus padres. Deberían considerar que esos hijos pueden no comprender la causa por la cual sus padres se separan, exponiéndolos a un riesgo de desequilibrio emocional, de una posible crisis de confianza en la fe declarada por sus padres e inseguridad en cuanto a sus futuros matrimonios. Lamentablemente, en situaciones límites de la pareja, los razonamientos no siempre tienen cabida y se dejan llevar por “lo que se siente”. ¿Y qué de los hijos, a nadie les interesa? Los hijos son el resultado de ese amor que se prometieron los padres. ¿Acaso pueden tomar con tanta liviandad la sentencia que Jesús determinó para quien escandalizara a un niño con sus actitudes? “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar” 11 . Si cualquier líder del mundo actual dijera estas palabras, lo tildarían de religioso, de fanático o exagerado, pero repito, fueron declaradas por Jesucristo durante su estadía en este mundo. En La Biblia podemos leer que el apóstol Pablo hace una similitud entre la relación marido/mujer con respecto a Cristo con la Iglesia y dice: “maridos amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” . Entendemos que el amor de Cristo a la Iglesia y de la Iglesia a Cristo permanece por siempre, no mengua ni se acaba con el tiempo. Si Dios estableció esa relación y los contrayentes confesaron creerla, ¿cómo puede cesar o disminuir el amor en una pareja cristiana? Mientras tanto, hay quienes diciéndose cristianos se casan, tienen hijos y luego se divorcian conociendo esta declaración, sin sentir carga por su decisión, ni asumir su responsabilidad por la posible crisis de fe de alguno de sus hijos. Indudablemente no es una situación de fácil solución, los cristianos también somos seres humanos y podemos equivocarnos, aunque cargamos con un mayor grado de responsabilidad. No obstante, y como todo error, puede ser objeto de restauración. c) Buscando la Restauración Según el Diccionario Enciclopédico Salvat, restauración se define como: “Un proceso que lleva a volver a poner algo o a alguien en el estado que tenía originalmente”. Por mi experiencia y amor por los automóviles antiguos, tengo un concepto desarrollado de lo que es una restauración total. No se trata de hacer algo nuevo, ni arreglarlo parcialmente, sino de reparar totalmente lo dañado, ya sea con grave deterioro o tan sólo con una leve avería. No tiene importancia el daño, el objetivo principal es restaurarlo a nuevo. Si no se logra, es inútil el trabajo. Se repara íntegramente el problema, no sea que cualquier daño, que no haya sido percibido a simple vista, comience algún proceso y a posteriori se manifieste en un problema mayor. No podemos decir que una relación esté sana hasta que se hayan resuelto todos los problemas, no sólo los visibles, sino también los que hayan dejado alguna raíz escondida de la que pueda nacer nuevamente la planta de la discordia, para lo cual es necesario una entrega de sinceridad absoluta. El cristiano tiene los medios para que el deterioro ya producido no destruya al matrimonio y en consecuencia a la familia. Ese proceso comienza y termina en ruego delante de la presencia de Dios. Esta actitud implica: a) Confesión mutua y reconocimiento de culpabilidad. b) Arrepentimiento por los errores cometidos. Los de acción y los de omisión. c) Promesa firme de corregir actitudes dañinas. d) Compromiso de perdón incondicional por parte del agraviado. Sabemos que si recurrimos solamente a nuestra naturaleza humana, estas actitudes resultan de difícil aplicación, pero en las vidas en las que mora el Espíritu Santo es posible solamente con Su intervención. Debemos permitir que Dios ocupe el lugar de privilegio perdido en nuestras vidas y en el matrimonio, y hacer de Salmos 51:10 la más sincera oración: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. Recuerda que el cristiano puede otorgar y acordar el divorcio solicitado, pero no debería pedir divorcio (1 Corintios 7:10), aunque como hemos considerado, existen casos excepcionales. Unos jóvenes que tenían unos cuantos años de matrimonio, y después de tener varios hijos, decidieron romper su relación conyugal. Todo lo que habían construido como familia hasta ese momento quedó hecho añicos. Juntos habían desarrollado actividades sociales y ejercieron funciones de responsabilidad en la iglesia a la que pertenecían. Eran protagonistas de una separación más en la larga lista que podríamos hacer de personas que tomaron esa decisión. ¿La razón?: “No nos entendemos…”. A pesar de haber intentado convencerlos que revean su actitud y encontrar una solución a sus problemas, fue inútil. De nada valió invitarlos a reflexionar en los niños que comparten, los que a partir de ese momento se constituirían en víctimas de la decisión intolerante de sus padres. Sin embargo, ellos no demostraron interés. Quiero interpretar que la decisión tomada fue el resultado de un “NO PUEDO MÁS”, ejecutada por una de las partes afectadas. Ésta confesó que se había esforzado mucho y, atribulada por los malos tratos, decidió tomar esa decisión. Aunque tenían inteligencia y una buena formación profesional, no supieron enfrentar las dificultades, y la violencia familiar era una constante. Ni siquiera fueron válidos los amplios conocimientos bíblicos, que desde la niñez ambos recibieron de sus padres. Tenían conocimiento intelectual, pero carecían de una adecuada experiencia espiritual con Cristo. Suponiendo que los motivos hayan sido valederos y que hayan podido mantenerlos en secreto, hasta que un día todo haga eclosión, no alcanzaban para justificar la actitud que transformó la vida de sus hijos, exponiéndolos a una permanente situación de riesgo. Por un instante pienso en las promesas hechas frente a la iglesia que se reunió para ser testigo de esa unión y no puedo dejar de cuestionar la liviandad con que tomaron una responsabilidad tan importante. Si esa promesa fue hecha ante Dios, ambos arrastrarán la carga por el resto de su existencia terrenal. Si no, deberán tener un encuentrocon Dios y pedir perdón por haber tomado el nombre de Dios en vano, conociendo de antemano, que a Él no le agrada: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano” 12 . Otro matrimonio estaba formado por dos jovencitos cristianos que se habían conocido en la iglesia a la que pertenecían. Él era un estudiante universitario destacado y ella una niña con muy buenos principios morales. Cuando él alcanzó su graduación, comenzó a desarrollar su actividad profesional y después de un par de años se casaron y tuvieron dos hermosos hijos. Él tuvo muy buenas perspectivas de crecimiento en el desarrollo de su profesión, la cual supo desarrollar con éxito y ganarse una posición de privilegio. Pero el enemigo que estaba al acecho, atacó a su presa. Y, lamentablemente, él no estaba en condiciones de soportar las tentaciones. Las posibilidades de crecimiento y popularidad que se les presentaron fueron el desencadenante de la infidelidad conyugal. La familia se desintegró, la esposa y sus hijos fueron abandonados, surgiendo en ellos un resentimiento social y espiritual. El resultado fue obvio; se separaron y él formó una nueva familia. Los hijos del primer matrimonio sufrieron la consecuencia de la falta de la figura paterna y lucharon por mucho tiempo con ese “fantasma”, a pesar de estar contenidos por su madre que con la ayuda de Dios supo guiarlos en todo momento. Vivieron en la casa de sus abuelos, compartiendo permanentemente el sufrimiento y la tristeza de aquellos, que nunca pudieron asimilar la experiencia de vida que tuvo que afrontar su hija. Él no tuvo una vida muy feliz con su nueva esposa, separándose también de ella y perdiendo a sus tres hijos de esa segunda relación. Actualmente se encuentra solo, tratando de reencontrarse consigo mismo. Mientras tanto sus padres mantienen la esperanza de que él algún día se reencuentre con Dios. Podría narrar muchos casos similares o diferentes a éstos, pero mi intención es sólo ilustrar con unos pocos ejemplos que la felicidad sólo se encuentra cuando existe una verdadera comunión con Dios y cuando se dejan a un lado el orgullo, la soberbia y la sobreestimación en situaciones de definición. III CONSEJOS ÚTILES PARA PRESERVAR LA UNIDAD FAMILIAR a) Hogar, dulce hogar. No hay sitio bajo el Cielo más dulce… La familia es el lugar donde los hijos, a través del ejemplo de sus padres, aprenden a vivir y a desarrollar sus virtudes y valores humanos en una relación equilibrada de disciplina y autoridad. Es una institución que, como todas, está basada en derechos y obligaciones, que sus integrantes pueden disfrutar y cumplir, aunque eso signifique un esfuerzo personal de cada uno. Los hijos se forman y con sus propios actos se convierten en garantes de la gestión de sus padres. Alcanzan su propia identidad, luchando con las normas y obligaciones educativas establecidas por sus mayores y los justificados deseos de crecimiento personal, físico, mental y social, de acuerdo a su propia capacidad personal. Para mantener un equilibrio entre el ejercicio de la autoridad y la armonía familiar, no debe haber imposiciones educativas arbitrarias, sino las que estén fundamentadas en la verdad y el bienestar general. La autoridad no debe confundirse con la exigencia a la obediencia a cualquier precio, ya que tiene que estar sustentada por el conocimiento y la disposición de ayudar. La autoridad de los padres, siempre que sea coherente con la práctica y enseñanza de las virtudes y los valores humanos, debe ser mantenida y ejercitada constantemente, sin altibajos, dentro de las características individuales de cada hijo en particular. De esa forma aprenderá a distinguir correctamente y responsablemente lo que le conviene para su vida: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” 13 . El correcto equilibrio entre la autoridad y la paz familiar genera credibilidad en los hijos, aunque suponga un esfuerzo por parte de todos. Dentro de tan necesario contexto de amor, alegría, confianza y seguridad doméstica, se logra un clima sano en la búsqueda de soluciones a los problemas mutuos. Por tal motivo, los padres tienen el deber de demostrar amor a su pareja, no solamente como el resultado de un juramento de fidelidad, sino como una demostración práctica y permanente del cariño mutuo, manifestando un trato cordial y de respeto. Los hijos ven mucho más allá de lo que los padres creen. Ellos observan los mínimos detalles y perciben si hay amor, maltrato o si el odio entró en la pareja. Los padres, al ejercer su autoridad, brindan a sus hijos los instrumentos que necesitan para crecer como personas ordenadas. La principal herramienta es mostrarles el ejemplo de su propia vida, pues los hijos se fijan en todo lo que hacen los padres y tienden a imitarlos. Los padres deben saber que cuando se manifiesta una crisis o surge algún problema importante en la familia, en lugar de intentar solucionarlo con gritos y maltrato, deben darse cuenta de que estas situaciones son oportunidades para sacar a relucir lo mejor que cada uno tiene dentro de su carácter, tanto para modelarlo a las circunstancias, como para solucionar la crisis. Escucharse mutuamente con respeto y atención es la mejor arma para resolver el presente y el futuro de la convivencia familiar. Para mantener el equilibrio entre la autoridad y la paz familiar, la mayoría de las veces hay que consensuar y tener en cuenta los diferentes puntos de vista de alguno o de todos los componentes de la familia, intentando combinar las características, situaciones internas y externas, circunstancias, etc., para que tengan cabida las opiniones de todos sus integrantes. Es conveniente evitar que se forme en los niños un carácter ambivalente y de hipocresía, que provoque desórdenes en su futura vida conyugal, sino tratar de lograr una vida de sinceridad y confianza. Sería interesante tener en cuenta el concepto bíblico del amor que define La Biblia en 1 Corintios 13:4: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor (…)”. ¿Piensas que esto puede ser posible o es una utopía? Tan sólo miremos a nuestros mayores, quienes han tenido dificultades similares a las que nosotros enfrentamos actualmente y han podido superarlas, tan sólo porque hubo amor. Amor a su cónyuge, a sus hijos, a sus padres y a todos los que se sienten dañados por una separación, a veces absurda y caprichosa. Recomiendo el libro Ellos también tuvieron problemas , de Silvia Prado de Serantes. La autora hace un recorrido de matrimonios bíblicos, destacando los momentos difíciles que tuvieron que afrontar. Últimamente han surgido algunas posturas para evitar el “desgaste del matrimonio”, que ponen su acento en evitar el aburrimiento y la monotonía en la pareja, acentuando la relación sexual por encima de cualquier otro factor. No quisiera caer en lo absurdo de pensar que “lo sexual no interesa”, pero de allí a colocarlo en un lugar prioritario, como sostenedor de la permanencia de la pareja, existe mucha distancia. Conozco matrimonios que, en su edad de pleno desarrollo sexual, han sufrido enfermedades que los imposibilitaron continuar sus relaciones sexuales. No por eso dejaron a su cónyuge solo, ni buscaron alguna otra solución humana para satisfacer su apetito sexual. El amor bien entendido excede ampliamente esa barrera. Es un vínculo emocional que supera todo entendimiento racional; “El amor nunca deja de ser” . Existen casos que por una rabieta o un exagerado orgullo se rompen vínculos tan importantes como la misma familia. Dice el viejo consejo que parece ya olvidado: “Antesde reaccionar, cuenta hasta cien, si no has logrado superarlo, sigue hasta mil o hasta diez mil, cuando llegues, no recordarás qué te había molestado”. b) Motivos que empañan la armonía Nos preguntamos: ¿Cuáles son los principales motivos que originan conflictos y desencadenan en separaciones conyugales? En un documento resultante de un estudio realizado, se establecieron los principales motivos por los que se llegan a concretar las disoluciones conyugales: 1) Falta de preparación prenupcial . ¿Son útiles los cursillos prematrimoniales? Existen casos de parejas de jóvenes que por exceso de confianza en sí mismos ignoran la advertencia bíblica de evitar la unión desigual. Muchos opinan que Dios prohíbe esa unión, lo cual es un error. Dios lo aconseja con amor, para nuestro beneficio. ¿Qué es yugo desigual, se refiere acaso solamente a la unión de un cristiano con alguien que no lo es? Personalmente tengo la convicción que encierra un contenido mucho más amplio. Un yugo o unión desigual, puede darse cuando los dos no sienten el mismo amor y pasión por Dios. También es posible que ambos no compartan el mismo nivel de servicio y sea motivo de diferencias de opinión muy marcadas. Aunque también puede ocurrir que dos jóvenes sientan simpatía y atracción, pero las familias de cada uno de ellos sean muy diferentes y en la intimidad, las costumbres escondidas puedan salir a la luz y así producir roces en forma permanente. En una oportunidad, una pareja de novios ya comprometidos y en vista de consolidar la relación mediante el casamiento, decidieron hablar con un renombrado cristiano que era muy conocido de la familia, pero que por razones de trabajo se había radicado temporalmente en otra ciudad. No obstante, le hablaron para comprometerlo a impartir la bendición nupcial que ya estaban programando. La respuesta de este hombre fue negativa y la razón fue simple: Él no participa de ceremonias de casamiento si no tiene una serie de charlas previas con los contrayentes y en ese momento no era posible. En el momento pareció una incumbencia en las decisiones ajenas, pero luego tuve que reconocer su sabiduría. Estos jóvenes, al poco tiempo, rompieron su compromiso, gracias a Dios, antes de su unión. Todo lo que se pueda hacer para evitar riesgos y prevenir situaciones de mayor gravedad, es muy útil. 2) Falta de madurez . Creer en el Príncipe Azul, el Castillo de colores y la vivencia de los cuentos de “Príncipes y Princesas”, ha formado una idea colectiva de que todo sucederá como en la fantasía. Puede suceder que una niña hermosa, a veces conocida en un halo de fantasía de su adolescencia, se convierte en la princesa a conquistar. Tal decisión puede no ser errónea si quien la pretende se encuentra a la misma altura de ese personaje. Si la princesa o príncipe de fantasía pretende continuar con esa ilusión y el otro comienza a evaluar las posibilidades reales de ver concretadas sus aspiraciones, están soñando dos mundos diferentes y allí es precisamente cuando se presentan las primeras dificultades. Esto que parece un argumento de película, lamentablemente es la realidad en la que se encuentran las parejas de diferentes estratos sociales, que no han evaluado adecuadamente sus propias realidades o la falta de preparación para entender el compromiso que se asume y sus responsabilidades. 3) Mala elección. La mala elección de la pareja, en la mayoría de los casos, se debe a dejarse entusiasmar por el aspecto físico. Este elemento no es perdurable y llega a marchitarse mucho más rápido de lo esperado. Si no se logra entendimiento en la pareja, aparecen las diferencias y comienzan los problemas. Otras veces se cae en la tentación de pensar tan sólo en el bienestar económico, que es importante, pero si falta el amor, por más que se tengan todos los tesoros soñados, cuando se produce alguna ruptura emocional, surgen a la superficie diferencias irreconciliables. Estos casos necesitan la orientación de un buen consejero matrimonial que los ayude a comprender la realidad y tratar de conciliar las diferencias. 4) Falta de sacrificio. Creer que el matrimonio es un camino de pétalos de rosas y pretender no ver las espinas que éstas tienen, es otro obstáculo que se puede presentar, ya que, cuando llegan las adversidades, no se aceptan como tales. Si no aportamos una cuota de sacrificio, cediendo en las diferencias, vamos a un camino sin retorno. No hacer lo necesario para que el matrimonio sea feliz y perdurable a través de los años, resulta una necedad. No ser honestos con nuestro cónyuge, es lo mismo que no serlo con nosotros mismos y, en consecuencia, no se alcanzará un plan de vida sustentable para vivir en armonía. 5) Violencia. Si la violencia ha penetrado en el matrimonio y ha salpicado a los hijos haciéndolos partícipes de los enfrentamientos y agresiones, el problema resulta ser de una mayor magnitud. Se acostumbrarán a ver escenas de violencia dentro de la familia, que dejarán heridas abiertas muy profundas y serán cicatrices imborrables, marcando para siempre sus futuras relaciones, las cuales probablemente estarán teñidas de violencia, muchas veces sin motivo. Nadie puede acostumbrarse a tener que pasar toda la vida sufriendo violencia; sus hijos tampoco. Sufrir sin amor no lleva a ningún buen destino. 6) Virtudes y valores. No aprender ni intentar reforzar las virtudes y los valores que tienen los integrantes de la pareja trae como consecuencia que los defectos de ambos se acrecienten y se produzca un sisma entre los dos. Es necesario potenciar los valores del otro y corregir los defectos propios. Éste es un buen comienzo. Pero no será fácil, pues ambos vienen de distintas familias con distintos criterios frente a la vida. 7) Infidelidad. Cuando se promete fidelidad y no se cumple, manteniendo alguna relación inadecuada fuera del matrimonio, se produce una mala interrelación y ésta no permite continuar con el compromiso asumido. Las relaciones extramatrimoniales al principio pueden resultar placenteras, pero con el transcurso del tiempo se convierten en una carga muy pesada de llevar sin dificultad. Cada día la exigencia aumenta y la dedicación que debería estar dirigida hacia la familia, corre el riesgo de comenzar a disminuir. Cuando se llega a ese punto es tarde para cambiar, sólo un cambio en su interior puede transformar la situación. Lo único que cabe es un arrepentimiento genuino, un cambio de vida que permitirá dejar por completo la vida anterior y eso, sólo se consigue cuando dejamos a Dios actuar. 8) Falta de tolerancia. Todos los seres humanos tenemos virtudes y defectos. El negarlo es el mayor de los defectos y se constituye en el acto de soberbia de mayor imprudencia. Cuando dos seres se hacen uno, deben asumir los defectos del otro como suyos y aceptarlos como normales del nuevo cuerpo. Un ejemplo mínimo, pero verdadero, es: ¿Qué sucede si uno es friolento y el otro acalorado, acaso eso los justifica dormir en habitaciones separadas? El amor “…que todo lo puede y todo lo soporta…”, hará que la tolerancia comience a jugar su papel de importancia. De esa misma manera, todos los problemas deberían medirse con la misma vara y tratarse con idéntica sabiduría. De esta forma estoy seguro que todos los problemas pueden ser resueltos de la mejor manera. 9) Egoísmo. Es la consecuencia de no haber aceptado ser los dos una sola persona tal como sería lo ideal. Es muy frecuente que cada uno siga pensando en sí mismo, por comodidad o falta de sacrificio para fusionarse con su cónyuge. Esa falta de esfuerzo, fruto del egoísmo y el individualismo propio de la naturaleza humana, no permite que se complementen en forma adecuada. Sólo se sienten unidos físicamente, pero en su función mental se encuentran separados. Cada uno continúa con su propia vida y sus problemas, y no aprenden a enfrentar lasdificultades en conjunto, hasta que la única solución parece convertirse en: ¡Sálvese quien pueda! 10) Cambios . La famosa frase: “Cuando me case voy a procurar que él/ella cambie”, nunca ha funcionado de esa manera. ¿Por qué cambiar a quien eligió como la persona ideal? Sin duda que cada uno seguirá teniendo los mismos defectos que tenía cuando era soltero. Al contrario, éstos se manifestarán más en directo y con mayor crudeza. Quizás el error sea el de no hacer nada para cambiar uno mismo con respecto al otro. Eso no ayuda a mejorar la convivencia de un matrimonio. Es importante recordar siempre que “El amor no busca lo suyo…” (1 Corintios 13:4). 11) Culpabilidad. Hay personas, principalmente quienes tienen problemas de autoestima, que se culpan de todo lo malo que sucede en el matrimonio, incluso pagando un alto precio de sumisión con tal de no provocar conflictos. No se cansan de esperar, aunque no vean ningún cambio en el comportamiento, anulando la poca estima de sí mismos. Otros, reconocen que la pareja lo sobrepasa en su capacidad y se sienten frustrados, hasta se enferman si la pareja no los atiende como creen que ellos lo merecen. Si bien parece un síntoma de alta autoestima, puede estar escondiendo un temor exagerado de perderlo todo y recurren, así, a artimañas que les permitan aferrar al otro a su compañía. Esto puede desencadenar en actitudes insanas, como celos que, a un rencor escondido hacia su pareja, pueden transformarse con el tiempo en sed de venganza y ocasionar problemas de convivencia difíciles de superar. IV ¿ES CONVENIENTE LA PRÁCTICA DE JUEGOS SEXUALES? a) ¿Es útil la sensualidad en el matrimonio? La sensualidad es una filosofía que alimenta el placer de los sentidos. Actualmente, y con mayor frecuencia, se están publicando libros cristianos que invitan a desarrollar conquistas de parte de la mujer al hombre, para “mantener viva la llama del amor”. Uno de los argumentos que sostienen quienes lo practican, es que se trata de una muestra de confianza mutua y total de uno hacia el otro, en todo el sentido de la expresión. Una excusa es evitar que uno de los componentes del matrimonio encuentre fuera del matrimonio lo que su esposa no le ofrece, entre los que se encuentran las fantasías y juegos amorosos de distinta índole. Las más usuales son las “sorpresas” de coquetería con la utilización de lencería erótica, sin dejar de lado las más inocentes como las expresiones y gestos provocativos que generan la excitación de los cónyuges. A esta altura puedes estar cuestionando mi postura y preguntándote si no es muy exagerada. Con toda seguridad puedo asegurarte que no. El apóstol Pablo, exhortando a la iglesia de corinto, le dice: “La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer” (1 Corintios 7:4)¿Cómo puede utilizar su cuerpo, si no le pertenece? Si minimizamos los aspectos iniciales de un proceso, nos asombrarán los resultados. Decía mi abuela paterna que “el que roba un millón, siempre comenzó con un vellón”. A lo largo de mi vida matrimonial, ya cercana a la media centuria, con mi esposa hemos transitado distintos tipos de experiencias. Hemos disfrutado períodos de abundancia y también sorteado muchas dificultades de todo tipo; económicas, de incertidumbre, de salud y muchas otras, como las que cualquier ser humano puede experimentar, pero siempre hemos tenido prendida la llama del amor que nuestro Dios encendió un día y nos permitió entender Su voluntad de que éramos lo que Él había preparado para el otro. Cuando digo “la llama del amor” no me estoy refiriendo a los que comúnmente se refieren los distintos mensajes del mundo, sino al regalo que nos otorgó Dios, quien, por Su Espíritu, tanto a mi esposa como a mí, nos permite tener comprensión mutua, respeto y abundante tolerancia; practicando la flexibilidad, la templanza y sobre todo la paciencia que sólo se consigue cuando hay amor. Sin Él no podríamos haber transitado este largo, pero hermoso camino. Siempre hemos disfrutado de la unión; y el vínculo se fue afianzando y fortaleciendo día a día. Nunca hizo falta crear fantasías para mantenernos unidos, hemos resignado muchas veces posiciones personales en beneficio de un objetivo común, pero sobre todo porque desde el primer día de nuestro matrimonio hicimos nuestra la oración de Salomón cuando dedicó el templo a Dios, cuyas palabras encontramos en 1 Reyes 8:29 y 30: “(…) que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar del cual has dicho: Mi nombre estará allí; y que oigas la oración que tu siervo haga en este lugar. Oye, pues, la oración de tu siervo” . En La Biblia leemos la expresión del salmista diciendo: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia” (Salmos 127:1). Con mi esposa hemos elegido ese rumbo y no fuimos defraudados. Hicimos de nuestro hogar un templo y lo hemos dedicado para que Dios more en él y hoy podemos declarar que nos ha prosperado en todo. No siempre fue un camino regado por pétalos de rosas, pero Dios siempre estuvo a nuestro lado para ayudarnos en los momentos en los que más lo necesitábamos. Nunca hemos utilizado métodos incitantes ni alguna otra artimaña sexual que se parezca, sólo hemos aplicado los principios que Dios pone a nuestro alcance para disfrutar de nuestra relación conyugal, cualquiera sea la situación –y si Dios me permitiese vivir 50 años más con mi esposa, se lo agradecería infinitamente. Muchos depositan su confianza en métodos humanos para conservar la unidad matrimonial, pero Dios nos permite conocer la clave para nuestro éxito; en Él y en su consejo está la certidumbre de nuestra victoria. Nada más lejos de la voluntad de Dios “que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor, no en pasión de concupiscencia, como os gentiles que no conocen a Dios” (1° Tesalonicenses 4:4-5). He tenido la oportunidad de participar y escuchar charlas para matrimonios, dadas por profesionales cristianos, aconsejando practicar distintas poses en el momento del acto sexual, para no caer en la monotonía y el aburrimiento. Es más, he visto una larga lista de 365 poses distintas de prácticas sexuales, de manera que se pueda tener una diferente para cada día del año, lo cual no comparto en absoluto. He visto matrimonios disueltos, después que la mujer en su intento de satisfacer a su esposo, se expuso a una cirugía reparadora. De nada sirvió el intento, igualmente su compañero conyugal se fue con otra mujer que supo ofrecerle más de lo que ella le permitía. Despertar el apetito sexual con artimañas de los impíos no cabe en la vida de los matrimonios cristianos. Simplemente estamos importando métodos utilizados por el enemigo de la familia y creo firmemente que se ha dejado introducir al enemigo en el lugar que más deberíamos cuidar: el seno familiar. Es el lugar donde debería reinar la paz de Dios, la confianza mutua, una sana fidelidad y una vida armoniosa. La familia se siente acechada por Satanás, quien trata de destruirla. No debemos permitir que caiga en la disolución como consecuencia de la acción de quien por naturaleza lo único que sabe es “robar, matar y destruir” (Juan 10:10). Con actitudes eróticas como las mencionadas, estamos contrariando la voluntad de Dios y el resultado será diferente y contrario al deseado. En 1 Tesalonicenses 4:4 leemos: “(…) pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios (…)” . En Judas 19-20 leemos: “En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. Éstos son los
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