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Grietas en el Matrimonio Samuel Arriete

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Arriete, Samuel Aurelio Grietas en el matrimonio: no dejes
que tu proyecto de vida se destruya / Samuel Aurelio
Arriete. - 1a ed . - Córdoba : Ediciones Bara , 2018. ISBN
978-987-46672-4-3
1. Separación Matrimonial. 2. Matrimonio. 3. Matrimonio
Cristiano. I. Título. CDD 248.4
 
Todos los derechos reservados.
Queda prohibida la reproducción de este libro, en cualquiera
de sus formas, sin previa autorización por escrito de los
editores, salvo pequeñas citas indicando la fuente.
Salvo se indique lo contrario, las citas bíblicas son de la
versión Reina Valera 1960 (RVR60).
Para comunicarse con el autor: s_arriete@yahoo.com.ar
Samuel Arriete Corrección, diseño de interior y tapa:
Ediciones BARA edicionesbara@gmail.com
Ediciones Bara
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
mailto:s_arriete@yahoo.com.ar
mailto:edicionesbara@gmail.com
 
 
Contenido
 
AGRADECIMIENTOS
PRÓLOGO.
INTRODUCCIÓN
I RESPONSABILIDADES ASUMIDAS
a) Cuando aparecen los conflictos
b) Buscando causas frecuentes
c) ¿Cómo se sigue?
d) Analizando las consecuencias
II CUIDARNOS DE SER UN ELEMENTO INICIADOR
a)Nadie se encuentra exento de tener un traspié
b) ¿Cómo se considera el caso de dos cónyuges cristianos?
c) Buscando la Restauración
III CONSEJOS ÚTILES PARA PRESERVAR LA UNIDAD FAMILIAR
a) Hogar, dulce hogar. No hay sitio bajo el Cielo más dulce
b)Motivos que empañan la armonía
IV ¿ES CONVENIENTE LA PRÁCTICA DE JUEGOS SEXUALES?
a) ¿Es útil la sensualidad en el matrimonio?
V EL DIVORCIO SEGÚN EL ANTIGUO TESTAMENTO
a) No es el fruto del Plan Divino
b) Causas que lo justifican
c) Actualizando las razones
VI EL DIVORCIO SEGÚN EL NUEVO TESTAMENTO
a) ¿Una nueva visión cristiana?
b) ¿Es lo mismo repudio que divorcio?
VII APLICACIÓN DE PRINCIPIOS BÍBLICOS A NUESTRO TIEMPO
a) Los tiempos cambian
b) El Evangelio, ¿tiene una solución a este problema?
VIII LA REALIDAD QUE NOS TOCA VIVIR
a) Casos particulares a considerar.
b) ¿Cuál es el límite?
c) Ejemplo de situaciones reales
d) Reflexión personal
IX ANTECEDENTES LEGALES DEL DIVORCIO EN ARGENTINA
a) Primera intención
b)La realidad presente
X LA IGLESIA FRENTE A LA REALIDAD SOCIAL
a) ¿Debe someterse a las leyes humanas?
b)¿Qué entendemos por matrimonio?
c) Riesgos escondidos
d) ¿Se acabó el amor?
XI ¿PUEDE LA IGLESIA MANTENERSE MARGINADA DE LA 
REALIDAD EXTRAMUROS?
a) La función de la Iglesia en el presente
XII CONCLUSIÓN
CITAS
 
 
 AGRADECIMIENTOS
Quiero destacar que no lo hago por un formalismo, sino
que me siento en el deber de ser agradecido a todos los
que colaboraron para que usted pueda tener este título
entre sus manos, deseando que sea de bendición.
 
A DIOS, mi Señor que me permitió desarrollar el
ministerio de la reconciliación en matrimonios en conflicto.
El mismo Señor es quien ha puesto en mi corazón esta
inquietud motivada por el pesar de ver, cada vez con mayor
frecuencia, las disoluciones matrimoniales.
 
A mi esposa y fiel compañera Graciela, quien siempre
me ayudó tanto en el ministerio eclesial, en el contenido del
presente libro como así también en su permanente apoyo
incondicional. Sin la “ayuda idónea” que mi Señor me
proveyó, no podría haber abordado fielmente este tan
importante tema.
 
A los pastores consultores, Lic. Osvaldo Maccio, Dr. Philip
Lewis, y al Pastor Samuel Perez Millos, quienes mostraron su
buena predisposición de efectuar su invalorable aporte en
base a su amplio conocimiento, tanto profesional como
doctrinal, dedicando su escaso tiempo libre entre sus
múltiples actividades en el ministerio que cada uno
desarrolla.
 
A mi querido amigo y hermano en Cristo, Miguel Sanzana, 
que de no contar con su inestimable y paciente trabajo de 
edición, esta publicación no habría sido posible. 
 
A todos, muchísimas gracias.
 
  
 
 
 
 
 PRÓLOGO
Siento una profunda satisfacción al escribir el prólogo de
este libro, por un doble motivo:
 
El contenido del texto en sí y la relación personal que
me une con el autor. En cuanto al contenido, el tema no
puede ser más actual y, al mismo tiempo, más controversial
en el mundo evangélico, pasando desde el liberalismo más
inconsecuente, hasta la restricción más legalista, sin atisbo
alguno de gracia y misericordia. A la sociedad relativista de
nuestro tiempo, donde se milita cada vez más en el campo
de la posverdad, el tema de matrimonio y divorcio ha
dejado de ser determinante en la relación de la familia, para
pasar a ser meramente relativo. Sin embargo, el
cristianismo no tiene temporalidad relativa, puesto que
descansa en las verdades permanentes y siempre actuales
de la Biblia. Pero, no es menos cierto que el entorno siempre
influencia en alguna medida, como lo es también en este
caso, a lo que debe unirse el alejamiento sistemático de la
enseñanza bíblica, para sustituirla por mensajes
motivadores, que han convertido el púlpito cristiano en
lugares para generar la autoestima, cuando no la
autosuficiencia. A este derivar de la posición bíblica hacia
corrientes humanistas, responde, como ley del péndulo la
radicalidad con que algunos tratan los temas matrimoniales
en conflicto, negando cualquier solución asentada en la
gracia que, sin contravenir a la revelación bíblica, condena a
los matrimonios que han naufragado –como en tantas otras
cuestiones– a una vida que va más allá de la posibilidad
humana, generando antes o después problemas más graves
que se añaden a la tragedia matrimonial.
 
Toda esta problemática es tratada con extraordinaria
precisión bíblica y humana, por Samuel Arriete en este libro.
Me ha sorprendido la lectura del texto. Primeramente,
porque aborda el tema de responsabilidades en los
conflictos, no dejando libre de ella a ninguno de los dos en
un matrimonio en crisis, ambos son responsables de las
situaciones que se generan y que, habitualmente
comienzan por algo simple a lo que se presta atención.
Aborda también en este sentido el elemento causante del
conflicto, orientándolo hacia la formulación de una pregunta
no escrita, pero presente: ¿Cuál es el alcance de la
actuación en esto? Samuel aborda el importante asunto
que, como un deslizarse sobre la nieve, se hace lento al
principio, pero imparable al final, donde lo afectado no es
solamente la relación entre el esposo y la esposa, sino
también todo el entorno familiar.
 
Al iniciar el planteamiento de la solución al problema, el
autor acude, como no podía ser de otro modo, a la
Escritura, analizando con detalle el tema del divorcio
teniendo presente lo que tanto el Antiguo como el Nuevo
Testamento enseñan sobre él. Sin embargo, lo que es de
destacar es la posición del autor considerando el divorcio
como algo contrario a la voluntad de Dios, haciendo una
afirmación bíblica contundente en este sentido. El divorcio
es una situación pecaminosa, porque es contrario a la
voluntad de Dios, ya que “en el principio no fue así”,
haciendo notar en el problema la condición de dureza del
corazón, como explica claramente.
 
Expresadas estas verdades, pasa a tratar sobre la
aplicación de los principios bíblicos al tiempo de hoy, con
ejemplos reales de casos ocurridos en su ministerio
pastoral; para dejar sobre la responsabilidad del liderazgo el
planteamiento a un problema que causa inquietud,
lágrimas, angustia y, muchas veces, termina sin
recuperación del hermano que pasa por el problema,
ocasionando en algunos un definitivo alejamiento de la
comunión de los creyentes y de la iglesia local, vagando
como una oveja extraviada porque no ha tenido la decisión
de los pastores de hacer como el Gran Pastor de las ovejas,
ir a buscarla y recuperarla al redil. Como dejé constancia
antes, mi satisfacción al escribir este prólogo viene
completada por un motivo personal: Conozco al autor desde
hace bastantes años, relación que, aunque a mucha
distancia, no ha perdido un ápice de compañerismo
cristiano. Cuando fue posible encontrarnos, coincidimos en
la necesidad de que nuestroministerio descanse en la
gracia que brota continuamente en la Palabra, entendiendo
los dos, que la iglesia necesita mucho más ser consolada
que ser reprendida. Ambos concordamos en la necesidad de
un retorno sin condiciones al ministerio bíblico en la iglesia,
haciendo que la enseñanza deje de llenar sólo el cerebro
con datos teológicos, para que se haga vida en la
experiencia cotidiana de los creyentes.
 
Quiero recomendar muy sinceramente este trabajo a
todos, como una valiosa y valiente aportación a un tema de
este calado y actualidad. Como mínimo permitirá al lector
hacer una aproximación a la problemática del divorcio, que
ya de por sí es necesaria.
 
Samuel Pérez Millos.
Pr. Iglesia Evangélica Unida.
Vigo-España.
 
 
 
 
  
 
 
 INTRODUCCIÓN
Cuando comencé a considerar este tema, efectué una
recorrida sobre cuántos matrimonios había visto hacerse
trizas en sus ilusiones de transitar la vida juntos.
 
Matrimonios de amigos muy cercanos a nuestra familia,
que parecían firmes y fuertes, sucumbían ante las
adversidades y se disolvían. En algunos casos, eran
situaciones esperadas por su distanciamiento y controversia
continua, mientras que, en otros, me hice la pregunta: ¿Por
qué? Si parecían matrimonios ideales y demostraban tener
buen compañerismo.
 
Nunca podré saber si existía el amor, sólo ellos lo
sabían. Con mi esposa nos hemos preguntado muchas
veces: ¿Cuáles habrán sido los factores que provocaron esa
decisión? En varias oportunidades preguntamos a algunos
de ellos y confesaron que habían ocultado muchas
diferencias y conflictos desde tiempo atrás, y que habían
decidido solucionarlos puertas adentro del matrimonio, pero
todo había sido inútil.
 
En la mayoría de los casos en que hemos participado
con mi esposa, nos dimos cuenta que las diferencias ya
habían producido profundas grietas, habían debilitado los
cimientos del hogar y amenazaban con destruir todo lo que
se cobijaba bajo su techo. Para ellos, la única solución era
salir.
 
Ahora bien, en ese ¡sálvese quien pueda! no incluían a
los hijos ni a las relaciones más cercanas. La necesidad de
salvarse no permitía mirar más que para dentro de sí
mismos. Tal como las caras de una misma moneda, los dos
son componentes de un mismo matrimonio, pero al
momento de separarse, uno se convierte en el iniciador y
me atrevería a deducir que el otro se convierte en la
víctima. Uno es el que desaíra y el otro es el rechazado. Uno
lo provoca, mientras el otro lo sufre. Quizás los dos puedan
recomponer su vida en el futuro, pero uno de ellos llevará
una marca por el resto de su vida. En una oportunidad
entrevisté a un joven que se había separado hacía diez años
de su cónyuge por infidelidad y que, a pesar de haber
formado un nuevo matrimonio y tenido dos hijos preciosos,
aquella experiencia lo seguía como una sombra que
continuaba acarreando. Las consecuencias de su
experiencia continuaban mostrando sus huellas. Él había
decidido tomar la decisión, aunque no era el culpable. Se
sintió tan despreciado, traicionado y humillado, que jamás
podría soportar algo similar. Ésta puede ser una situación
límite, imprevista para una de las partes, en la que no existe
otra alternativa más que la separación. Suele ser la única
posibilidad de salir, aunque en muy pocas oportunidades
ambos salen indemnes de tal situación.
 
En las separaciones consensuadas, los psicólogos
opinan que la actitud, no nace en el momento de tomar la
decisión, sino que ya está incorporada en la mente del
individuo, quizás desde el mismo momento de formalizar la
unión y que puede deberse a varios factores, entre ellos:
debilidad psicológica, cultura divorcista originada por
patrones generacionales, unión muy desigual, falta de
tolerancia, entre las causas más frecuentes. Ésta es una
conducta típica de las “uniones a prueba” o concubinatos.
 
En todo conflicto existe un proceso y éste no es
una excepción.
 
No existe divorcio si no hubo separación.
 
Indudablemente si la ruptura conyugal es el problema,
el divorcio sería la solución para que las personas puedan
sentirse en libertad. La separación conyugal no es lo que
Dios desea, pero, de todos modos, muchas personas toman
esa decisión, aun en el ámbito cristiano. Nos preguntamos:
Si ya se produjo la separación, ¿qué es lo conveniente?
 
Si lo vemos a la luz de lo que enseña La Biblia, deben
analizar su situación y esforzarse para resolver sus
problemas y reconciliarse, o legalizar su situación. Dios, en
Su misericordia, proveyó en la antigüedad el recurso del
divorcio para no caer en el pecado de adulterio, sin ese
recurso la persona continúa legalmente ligada a su antiguo
cónyuge.
 
Actualmente, la ley reconoce el derecho del divorcio
vincular y les brinda solución a los implicados, para que
cada uno por su lado pueda regularizar su situación y
encontrar la manera de volver a comenzar una nueva
“experiencia” de vida, ya sea en soledad o con una nueva
compañía.
 
No obstante, son pocos los que evalúan que no son los
únicos en juego. Siempre hay personas en su entorno y la
decisión puede incluirlos, causando confusión que puede
llegar a ocasionar algún otro conflicto colateral.
 
Ante el crecimiento inusitado en esta habitualidad, me
sentí impulsado a profundizar sobre el tema. He intentado
ser lo más objetivo posible y he tratado al divorcio como
una amenaza a la sociedad en general, por ser un elemento
que afecta a la relación familiar y social.
 
Creo que el ser humano es un ser íntegro en sí mismo y
que todo lo que le sucede tiene sus consecuencias en todas
las áreas de su vida; en lo físico, espiritual y emocional,
comprometiendo también a sus relaciones familiares y a
todos los que tienen algún acercamiento a ellos en la
actividad social donde se desenvuelven. No sólo es una
decisión en la vida que involucra al matrimonio, sino que
existe un área que los rodea que también compromete.
 
Cuando suceden separaciones matrimoniales, me resisto
a quedarme quieto. No puedo mirar con indiferencia cómo
se desarma el núcleo que Dios creó como base para una
sociedad ordenada y refugio de paz, lugar donde las
generaciones futuras pueden forjar su carácter y desarrollar
sus valores y virtudes.
 
No puedo mantenerme indiferente a esta problemática
que crece en forma exponencial y que atenta contra el
mundo en el que tendrán que cohabitar mis nietos.
 
Es por eso que, después de evaluar muchas situaciones
de diferentes matices, comienzo a desarrollar este tema.
 
En la lectura podrán apreciar que existen casos
justificados y otros que son excusas, que solamente
responden a la decisión de utilizar una licencia que le otorga
la ley. El móvil que me motiva es el deseo de ayudar a
pensar:
 
a) A quienes pueden estar en situaciones límites,
esperando ayuda de parte de Dios para sanar las heridas
que amenazan con la amputación del miembro más
importante de su vida: su compañero de yugo.
 
b) A los que ya tomaron esa decisión y se sienten
defraudados por un segmento de la sociedad que no los
comprende, aunque hay otro que los entiende y los apoyan,
aunque siempre les duele lo que perdieron.
 
c) A los que estando en esta situación, cargan con la
“culpa” de haber fracasado.
 
A todos, quiero expresar mi comprensión y, al mismo
tiempo, si es que aún existe alguna posibilidad, ruego
recapacitar a fin de que las decisiones tomadas no
provoquen mayor carga sobre sus familiares, parientes y
nuestra sociedad.
 
  
 
  
 
 
 I RESPONSABILIDADES ASUMIDAS
El momento soñado
 
Cuando dos personas se unen en matrimonio, ambas
comienzan una nueva vida, distinta a la que tenían cada
uno en forma separada. Son dos voluntades que se fusionan
y se convierten en una sola e indivisible. Resignan su
identidad individual para tomar una nueva en común y las
decisiones de vida que toman de allí en adelante involucran
a los dos por igual. Tan es así, que el Derecho Civilen el
mundo occidental considera a las posesiones materiales que
cualquiera de los cónyuges haya acumulado durante su
unión matrimonial, como patrimonio compartido y divisible
por partes iguales, aunque sea el fruto del trabajo de uno
solo de ellos. Es una sociedad en toda su expresión; una
unión con derechos y obligaciones mutuas ilimitadas. Se
comparten las satisfacciones, las alegrías y los triunfos por
igual. Los proyectos son compartidos y se disfrutan en toda
su intensidad. Las ilusiones alegran la vida y el horizonte se
asemeja a un bello amanecer. Aunque pueden aparecer
algunos nubarrones trayendo tristezas, dolores y angustias,
son soportados en unidad y con amor; al menos eso debería
ser lo esperado.
 
a) Cuando aparecen los conflictos
 
Ahora bien, cuando se produce una separación
matrimonial, el vínculo se rompe, los bienes materiales se
reparten, las experiencias de allí en adelante no son
compartidas, pero hay algo que los sigue uniendo; son los
recuerdos del pasado, los amigos en común conquistados
durante la convivencia y sobre todo si tuvieron hijos, éstos
dejaron de ser un elemento de unión para convertirse,
paradójicamente, en el principal motivo de controversias.
 
Algunas amistades toman partido por él, otras por ella,
según el grado de afinidad que hayan tenido con cada uno.
En mi experiencia personal, he tenido que optar por uno de
ellos, ya que me resultaba muy incómodo tratar a los dos
por igual. Es más, cuando estaba con uno de ellos, me
parecía estar traicionando al otro.
 
Me cuesta mucho mantenerme neutral y demostrarle a
cada uno por separado el mismo cariño que les expresaba
cuando estaban juntos. La relación de armonía fue rota y
esa ruptura afectó las relaciones interpersonales. Pero si la
relación de amistad se afecta, hay otra que sufre mucho
más el impacto: La relación con los hijos. Son los hijos de
ambos los que se convierten en prenda de uno o de otro.
 
Es un vínculo roto, un desprendimiento que, como tal,
dejará marcas de heridas que no serán cicatrizadas muy
fácilmente.
 
No hace mucho concurrimos con mi esposa a una
ceremonia de casamiento y en un momento del acto de
bendición, los contrayentes tomaron una copa cada uno, las
dos contenían arena teñida de distinto color; una de color
celeste y la otra de color rosa. Los dos comenzaron a volcar
simultáneamente todo su contenido en un tercer recipiente
de cristal vacío, formando una sola copa con la arena
mezclada, que, por la combinación de colores, tomó una
tonalidad lila. Fue una demostración que la unión de allí en
adelante sería indivisible. Nunca más podrían separarse
absolutamente; ya estaban unidos en un mismo cuerpo,
formando una sola cosa.
 
Así como nunca podrían separarse todos los granos de
arena de diferente color y volver a ser lo que fue
originalmente, también de allí en adelante cada uno de los
contrayentes llevaría algo del otro de lo que no podría
desprenderse.
 
El matrimonio es la unión indisoluble de dos personas
que, aunque se separen, llevarán durante toda su vida un
fragmento de su relación rota.
 
¿Por qué digo que es una situación de conflicto?
 
Si vemos el significado de la palabra, según el
Diccionario de Lengua Española, “divorcio” es: “Proceso
legal que separa la relación y los bienes de dos personas en
discordia”. Otra definición es: “Separar legalmente lo que se
encuentra unido o debería estarlo”.
 
La solución para remediar los problemas matrimoniales
no es precisamente la separación, al contrario, el ser
humano se encuentra dotado para solucionar diferencias
por medio del análisis de la situación, el diálogo y el
consenso. La separación conyugal es el último paso de un
largo camino en el que no se ha podido encontrar una
solución adecuada para remediar un problema insalvable.
 
No obstante, aunque es una realidad, la disolución
matrimonial contradice el diseño de Dios para los seres
humanos, porque Él nos hizo varón y mujer para que en
familia seamos formadores de una sociedad ordenada.
 
Cuando al principio de la humanidad Dios consideró que
“no era bueno que el hombre esté solo” , creó una
compañera para que al unirse a ella comiencen juntos una
relación indisoluble. Fue para que el hombre pueda sentirse
completo con su compañía. Dios estableció esa unión y creó
esa relación de complemento mutuo, necesaria para
constituir una cuna y un refugio a los hijos que nacieran
como fruto de esa relación. Dios creó a la familia para que
sea el ámbito ideal donde los niños sean contenidos y
enseñados a vivir ordenadamente, con normas de vida
adecuadas para una correcta interrelación social.
 
Nos cabe la pregunta: ¿Cuál es la razón por la que
“apareció” en escena el divorcio?
 
Podemos asegurar que tuvo su origen como la solución a
problemas de convivencia que se fueron manifestando entre
las relaciones de los seres humanos desde tiempos remotos,
como la demostración más evidente de nuestra naturaleza
pecaminosa.
 
Las principales causas de las rupturas matrimoniales
tienen como causa la existencia de: infidelidad,
mezquindad, orgullo, celos, rencillas, intolerancia, odio,
rencor, engaño o, a veces, simplemente caprichos.
 
¿La separación, es una solución?
 
Calificarla como una solución es efectuar una
apreciación demasiado ambigua. Creo que debe analizarse
cada caso en particular y encontrar una solución adecuada
a cada problemática.
 
Determinar una regla única, por ejemplo: Sería similar a
tomar una aspirina frente a un fuerte dolor de cabeza.
Aunque parezca una solución muy simplista, no sería del
todo descabellada. Si no conocemos el motivo del mal que
nos aqueja y nuestra intención es calmarlo de la forma más
rápida, lo hacemos, aunque no sea el remedio más efectivo
como sería el buscar la raíz del problema. En el caso
supuesto, podría ser una simple jaqueca o algo producido
por otra causa de mayor gravedad, llegando a un extremo
de que sea algún mal mayor. Si podemos atenuar la
molestia, se toma como efectiva, pero la verdadera
enfermedad no se ataca definitivamente; solamente
ocultamos un mal que irremediablemente nos traerá
consecuencias impredecibles.
 
El caso que trato en este libro es mucho más complejo
que el ejemplo descripto. Pero es importante entender que
es necesario cumplir con una serie de pasos, que permitan
identificar con claridad la problemática reinante en el
matrimonio. Para ello es imprescindible:
 
1) Tener pleno conocimiento de las diferencias
manifestadas.
 
2) Indagar sobre los síntomas previos al momento de la
crisis.
 
3) Efectuar un diagnóstico acertado.
 
4) Si fuera posible, intentar esforzadamente encontrar
una solución.
 
No se trata de una situación de fácil resolución, pero son
muchos los riesgos a lo que se exponen y deberían procurar
evitarse. Son muchas personas involucradas, que rodean a
la pareja, las cuales sufrirán las consecuencias de la
separación, aunque reconozco que existen casos en los que
no queda otra alternativa.
 
Una vez que se llegó a este punto, ¿cuál es el
próximo paso?
 
¿Se puede quedar en la situación de “separados” por
siempre y para toda la vida?
 
El divorcio libera a las personas de la atadura a la que
está sometida por efecto de un estado incierto y legaliza la
ruptura de una relación matrimonial, que de hecho ya
estaba consumada.
 
Debemos aceptar que la separación precede al divorcio.
El divorcio solamente legaliza una relación rota, ya
consumada por una separación previa.
 
Si nosotros nos remitimos a los escritos bíblicos,
encontramos en Deuteronomio 24, que más adelante
analizaremos, que el problema ya existía y el repudio de
una parte hacia la otra era una práctica común.
 
La parte repudiada perdía todo derecho y era entregada
a una vida de desprecio o de prostitución. La carta de
divorcio fue la solución provista para que la persona
repudiada pudiese recomponer su vida, pudiendo casarse
nuevamente. Diosproveyó una solución por la falta de
misericordia de los hombres para con sus cónyuges
repudiadas.
 
No obstante, es un tema que desarrollaremos más
adelante en un capítulo aparte.
 
En la problemática actual, nos enfrentamos al mismo
problema y por la misma causa. La falta de tolerancia de los
cónyuges lleva a situaciones de esta naturaleza.
 
En todos los acontecimientos de divergencias existen
víctimas y victimarios. Este caso no es una excepción y se
deberán afrontar dificultades que no estaban en los
proyectos de la pareja.
 
¿Quiénes deberán soportar la mayor carga?
 
▶ Los mismos cónyuges tendrán que afrontar situaciones
no deseadas, tanto emocionales como económicas. Ninguna
decisión de esa naturaleza será sin costo y en este caso es
elevado. Todo el esfuerzo hecho para el bienestar de la
familia hasta ese momento deberá ser dividido, sumando
así una carga adicional.
 
▶ Si hubiese hijos fruto del matrimonio, éstos sufrirán el
mayor impacto. Deben repartir sus afectos entre las dos
partes en forma separada, se pierde la calidad de refugio
del hogar y son expuestos a sufrir dificultades en su
identidad. Incorporarán a su conducta, falta de seguridad y
desorientación con efectos que marcarán su psiquis en el
futuro.
 
▶ Los padres de los divorciados sufren de manera
diferente. Naturalmente son adultos mayores, y es muy
posible que tengan asimilados otros patrones o modelos de
familia. Por tal motivo, pueden no entender la situación,
creándose conflictos y sentimientos de culpa que los
acompañarán durante el resto de sus vidas.
 
No obstante, el divorcio, aunque no estemos de acuerdo,
es una realidad que debemos aceptar, porque existe. Las
separaciones matrimoniales se producen y se han
producido, aunque no haya tenido vigencia la Ley de
Divorcio.
 
Mi intención no es justificar a quienes han decidido
renunciar a su condición matrimonial, menos aún juzgar a
quienes ya han resuelto hacerlo, sino analizar la realidad
que nos toca vivir en este mundo tan plagado de desorden
en la convivencia, la falta de comprensión, la intolerancia y
la falta de respeto mutuo entre las personas, y
transmitírselas a ustedes por este medio.
 
b) Buscando causas frecuentes
 
Cuando un hombre y una mujer deciden unir sus vidas,
viven la ilusión de haber encontrado el cielo en la tierra. En
el momento del casamiento la novia se muestra
esplendorosa y radiante, el novio apuesto y elegante.
Ambos se ven emocionados y nerviosos, se prometen amor
mutuo para toda la vida y en verdad así lo desean y lo
expresan. Nadie puede imaginar que finjan en el momento
de sus promesas mutuas, al menos no sería lo normal.
Tienen planes para concretarlos juntos, sueñan con hijos,
con una familia ordenada y un sinnúmero de buenos
objetivos.
 
Pero ya en el ejercicio del matrimonio, en un momento
del camino comienzan a ver que las celestes ilusiones de
uno o de los dos no se concretan, sino que, al contrario,
comienzan a advertir que la convivencia no resulta como
ellos lo soñaban y lo que tanto anhelaban comienza a
diluirse. Las virtudes que habían admirado de su pareja,
quedan opacadas por los defectos que cada día parecen ser
más notables e importantes. El sueño que anhelaban
concretar se transforma en una pesadilla y las
desavenencias son cada vez mayores. Van acumulado
ofensas y agresiones, que frecuentemente provocan
violencias mutuas.
 
Si la situación relatada se produce cuando ya hay hijos
en el hogar, es aún más traumática.
Los niños se asustan, lloran desorientados, no alcanzan a
comprender la situación y sufren el impacto. Lo manifiestan
generalmente en conductas desordenadas, comienzan las
dificultades en su crecimiento emocional y su rendimiento
escolar. La disminución intelectual, la sensación de angustia
y otras alteraciones se agravan con el transcurrir del tiempo
y las crecientes diferencias de las relaciones paternas.
 
Una o varias de las promesas hechas en el día de su
unión ya fueron rotas y el hogar que habían comenzado a
construir comenzó a debilitarse y a sufrir el riesgo de
desmoronarse, para terminar aplastando a todos los que se
habían cobijado en él hasta ese momento. Rápidamente
deja de ser un refugio, para convertirse en un sitio de
conflicto. Está en camino de dejar de ser “el pedacito de
cielo” que tanto soñaban, para convertirse en lo más
parecido al infierno. Ese ámbito que había sido concebido
para ser el lugar de sanación de males y descanso del
trajinar diario, puede convertirse en un foco infeccioso que
lleva irremediablemente a la familia a la muerte a corto
plazo.
 
c) ¿Cómo se sigue?
 
En el momento de la separación, muy pocos se hacen
esta pregunta. La mayoría de los individuos viven el
presente y, de acuerdo a eso, deciden y actúan.
 
Después de un tiempo de producirse la separación,
ambos excónyuges tratarán, cada uno por su lado, de
regularizar su situación personal.
 
Advierten que no pueden vivir sin una compañía y
posiblemente encuentren a alguien con quien reconstruir
sus vidas y concretar los sueños truncados.
 
Ese escenario será la repetición de aquella ceremonia en
la que un día se prometieron y juraron caminar juntos
“hasta que la muerte los separe”. Juntamente a ese
compromiso prometerán ser fieles, acompañarse en todas
las situaciones, en las buenas y las malas, comprenderse,
ayudarse y cuidarse mutuamente “en salud y enfermedad,
en riqueza y en pobreza…”, hasta quizás con renovadas
expectativas. Pero aún con buenas intenciones, suele no ser
igual a aquella primera vez. La sombra de la duda y el
recuerdo de la equivocación anterior se asomarán
frecuentemente por la ventana principal del nuevo hogar,
creando situaciones no deseadas contra las que tendrán
que lidiar en forma permanente, al menos en los tiempos
iniciales.
 
Si hubiese hijos del primer matrimonio, ellos no
comprenderán del todo el porqué de esta nueva relación,
creándose situaciones de conflicto en sus mentes.
 
Es natural que el nuevo matrimonio pretenda tener sus
propios hijos y los que ya estaban, tendrán que convivir
alternadamente con ellos y en ese caso pueden sentirse
relegados, porque siempre serán “de la otra familia”.
 
Nos volvemos a preguntar: ¿Cuál es la razón de
haber llegado a esa situación límite Posiblemente ese
matrimonio no tuvo una base de amor firme y confiaron en
una sensación, más que en la verdadera experiencia de
amor, y no supieron afianzar sus proyectos con la sabiduría
que Dios provee.
 
Dice la Biblia en el Salmos 127:1: “Si Jehová no edificare
la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no
guardare la ciudad, en vano vela la guardia”.
 
El verdadero amor es el que viene de Dios, Él
tiene la pareja ideal para cada uno de los seres
humanos del mundo.
 
Causas frecuentes
 
Indudablemente cada caso responde a un motivo en
particular y quizás puede haber causas que exceden toda
especulación, pero podemos sintetizarlas en las más
comunes:
 
A - Puede suceder que uno de los componentes del
matrimonio se descuidó y cayó en el lazo de la tentación,
mirando con simpatía a otra persona del sexo opuesto y dio
lugar a una relación extramatrimonial. Aunque puede no
haberla buscado, quizás pensó que podría jugar y cortar la
relación en cualquier momento. Sin darse cuenta se entregó
a una esclavitud de la que muy pocos pueden escapar.
Cuando esto sucede ya no puede dejarla, comienzan a jugar
sentimientos encontrados y esa tercera persona, a corto
plazo ya ocupa un lugar en su vida. Ya comienza a quererla.
Es un tesoro que, aunque está escondido él sabe que está
allí. La Biblia dice en Mateo 6:21: “Porque donde esté
vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. El
corazón comienza a sentirse dividido, porque la fidelidad
conyugal se rompió y el conflicto se manifiesta en toda su
magnitud, desencadenando una crisis.
 
Habrá lectores que a esta altura del libro ya pueden
estar pensando queesto no es para ellos, porque tienen la
seguridad que no les sucederá. Sería muy bueno que así
sea, pero dice La Biblia en 1 Corintios 10:12: “Así que, el que
piensa estar firme, mire que no caiga”. Muchas veces
confiamos en nuestras propias fuerzas y podemos sentirnos
seguros de nosotros mismos. Ése es precisamente el
momento en el que podemos flaquear y caer en la
tentación. ¿Cómo evitarlo?: “Sed sobrios, y velad; porque
vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda
alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes
en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van
cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” 1 .
 
Muy frecuentemente confiamos en nosotros mismos, y
nuestro orgullo nos hace sentir seguros, pero dejamos un
pequeño espacio donde Satanás puede introducir una
pequeña cuña, que sirve para abrir una brecha, capaz de
producir una grieta de tamaño suficiente como para destruir
nuestra vida.
 
B - La falta de sinceridad de uno de los cónyuges, la
poca comprensión y falta de perdón de la otra parte,
también pueden ser desencadenantes de situaciones no
deseadas que puede argumentar una separación y posterior
divorcio. Sostengo que no es la solución; la separación
conyugal es como un parche que repara transitoriamente
una prenda que se rompió. Por algún traspié, transgresión,
engaño, rencor o alguna otra causa que provocó la pérdida
de confianza e introdujo el conflicto, a veces de difícil
solución. Aunque el divorcio nunca es bueno; en algunos
casos es necesario, porque es el menor de dos males.
 
¿Existe alguna solución para no caer en la
separación total?
 
Lo ideal sería entregarse a un proceso de sanación
consensuada con la intervención de un profesional idóneo o
alguien que con autoridad espiritual los ayude a buscar una
salida al conflicto y lograr un entendimiento entre las
partes, y así restaurar el vínculo dañado.
 
Es una situación que no se puede ignorar, ni tampoco
pretender que se solucione por sí misma. La relación sana
era el camino que conducía a un mundo de proyectos a
realizar y fue roto, fue cortado por una corriente transversal
que no permite proseguir al destino que se había
planificado. ¿Qué hacer en una situación como la expuesta;
buscar un atajo, un desvío, una alternativa que permita
salvar la situación y alcanzar el objetivo truncado o sería
conveniente
reparar el camino? Si se elige el atajo o el desvío, aparece
otra incertidumbre. ¿Quién conoce si el atajo o desvío nos
permite retomar el camino?
 
Cuando decimos que hubo ruptura, cabe reflexionar si el
camino cortado estaba basado en el amor. Existe la
posibilidad que el matrimonio pueda haber sido el producto
de una decisión apresurada o un acto realizado sin evaluar
adecuadamente la importancia de la decisión asumida.
Aunque parezca mentira, hay mujeres que se casan como si
ese momento mágico de la boda fuese “el objetivo final”,
sin tener en cuenta que ese acto es tan solamente el
comienzo que determina un compromiso para toda la vida.
Si hay verdadero amor de ambas partes, sin presiones de
ninguna naturaleza y sin ilusiones desmedidas, no tendría
cabida la posibilidad de separación alguna y, en
consecuencia, el divorcio tampoco. La Biblia dice sobre el
particular en 1 Corintios 13: 4-8: “El amor es sufrido, es
benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no
busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de
la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de
ser”.
 
Silvia Prado de Serantes, en su libro Ellos también
tuvieron problemas , en su introducción, dice: “El verdadero
amor se concentra en cómo servir mejor y no en cómo ser
servido. Es lo opuesto a nuestra tendencia egoísta”.
 
¿Quién buscó esta situación?
 
Sin duda que ninguno de los contrayentes habrá tenido
esta idea en el momento de unir sus vidas, pero el efecto
del pecado en el ser humano llevó a utilizar este recurso
que la sociedad ofrece para salir de situaciones semejantes.
 
La realidad del tiempo que vivimos exige una salida para
este laberinto y solos, los individuos, no podemos
encontrarla. Si se presenta la posibilidad de superar el
problema con soluciones rápidas, se actúa, aunque no se
evalúen correctamente los inconvenientes que pueden
presentarse en el futuro. Esto puede sacarnos del paso, pero
también meternos en un problema mayor.
 
La separación a veces es una solución facilista y egoísta,
que nace por pretender superar un conflicto personal sin
considerar las causas que lo originaron. En algunas
oportunidades es la única solución para evitar males
mayores; de todos modos, es el fin de un proyecto ideal que
no se pudo cumplir. Los obstáculos no se pudieron superar y
el viaje de la ilusión quedó trunco.
 
d) Analizando las consecuencias
 
¿Qué se soluciona con una separación y un
divorcio?
 
Uno de los efectos positivos es en el caso de agresiones
constantes. Ante un peligro mayor, se aísla el contacto
directo de las partes enfrentadas por el conflicto y
disminuye la posibilidad de un agravamiento del problema
con las consecuencias negativas que éste originaría, ya que
al estar separados disminuyen las posibilidades de violencia
directa, que podrían desencadenar en situaciones más
traumáticas.
 
Pero no piensan en el daño que le producen en sus seres
más cercanos como pueden ser los hijos, los padres y todo
el entorno de la familia. ¿Por qué no intentar hacer el
esfuerzo para evitarlo?
 
La separación es una forma de ruptura del plan divino y
quienes ceden ante la tentación de caer en el facilismo y no
intentan aplicar la flexibilidad y la tolerancia, están siendo
partícipes de la destrucción del diseño de Dios para la
humanidad.
 
El concepto que encontramos en La Biblia es que “Lo
que Dios juntó, no lo separe el hombre” 2 y “Los dos serán
una sola carne” 3 .
 
Sin duda alguna que toda carne puede
seccionarse, pero produce dolor y deja marcas para
toda la vida. De la misma manera sucede con las
vidas que se separan.
 
La ruptura del vínculo familiar es siempre difícil de
asimilar, más aún cuando se produce después de un periodo
de desavenencias que afectan al entorno, y los niños que
pasan por ese trance son los que más sufren.
 
Según estudios del Foro Español de la Familia, los siguientes
índices indican la gravedad del caso:
- El 25% de los hijos de matrimonios en conflicto no finaliza
sus estudios, frente al 10% de hijos de matrimonios
estables.
- El 60% requiere tratamiento psicológico. En una doble
proporción frente a lo normal.
- El 50% ha tenido problemas de alcoholismo.
 
Sin duda que los cónyuges en proceso de
separación, como los excónyuges, sufren los efectos
del conflicto.
 
Un informe del Instituto Universitario de Tráfico
publicado por la Universidad de los Andes en el año 2002,
dice que los divorciados tuvieron el doble de accidentes de
tránsito que los casados. Ésta es una de las conclusiones de
un estudio elaborado por el Instituto Universitario de Tráfico
y Seguridad Vial. La razón radica en que las personas
casadas presentan estados de ánimo más estables, bajos
niveles de estrés y un buen nivel de satisfacción, mientras
que los problemas que aquejan a los afectados, los distraen
y los exponen en demasía. Esta consecuencia del divorcio
se suma a los demás efectos negativos que causan las
separaciones matrimoniales.
 
Entre los diferentes efectos negativos, para cónyuges e
hijos, derivados de las rupturas matrimoniales, cabe
destacar lo siguiente:
 
- Los hijos presentan mayores dificultades en sus
relaciones paterno-filiales y sociales, así como más
problemas psicológicos y de aprendizaje.
 
- Se observan conductas antisociales de los hijos, tales
como delincuencia juvenil, alcoholismo y drogadicción.
 
- Menor rendimiento escolar y problemas de
aprendizajede los hijos.
 
- Los hijos tienen mayor nivel de dificultades en las
relaciones de pareja.
 
- Se observan altas tasas de precocidad sexual e hijos
extramatrimoniales entre los descendientes de padres
separados.
 
- El divorcio es un factor relevante en cuanto al
maltrato de menores.
 
- Los cónyuges divorciados presentan problemas de
salud mental y física.
 
- Las mujeres y los hijos experimentan un
empobrecimiento tras la separación, ya que para el
hombre es más difícil mantener a dos familias.
 
 
Un estudio efectuado por la Universidad Nacional
Autónoma de México - Facultad de Estudios Sociales de
Iztacala, dice: “El Divorcio es la «forma legal de extinguir un
matrimonio por causas surgidas a posteriori a la celebración
del mismo y que permite a los integrantes contraer un
nuevo vínculo conyugal». Sin embargo, detrás de tal
derecho, existe un enorme cambio que afecta la vida de los
integrantes de la familia extinguida como núcleo social. Los
mayormente afectados son los hijos, que involuntariamente
deberán acostumbrarse a nuevas situaciones,
experimentando confusión, ansiedad, desesperación,
desorientación y un profundo estado de frustración cuando
sus padres disuelven el matrimonio. Enfrentándose a un
Nuevo modelo de familia; el monoparental (un solo miembro
convive con los hijos, mientras el otro lo hace en forma
esporádica), acarreando conflictos insalvables en su
conducta”. (Extraído del documento “Consecuencias del
Divorcio” - Foro Español de la Familia- Año 2002).
 
Si pretendemos graficar la situación de los hijos dentro
de la cultura divorcista, podemos tener el siguiente cuadro:
 
1) En una situación normal, la relación filial es simple;
los hijos responden a las enseñanzas de sus padres. La
tradición transmitida es directa y vertical, sin interferencias
ni obstáculo alguno. Ejemplo:
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
2) En el caso que los excónyuges rehagan su vida y de
esa nueva unión tengan hijos, la situación para los del
primer matrimonio se complica más. Comienza una relación
que no es directamente proporcional a la nueva relación de
la pareja. Para esos hijos, se termina la relación directa para
convertirse en un enredo de relaciones, que confunden al
niño y le quitan identidad. Veamos, por ejemplo:
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Existe una lógica alteración en la educación y carácter
del niño como consecuencia de que:
 
1) Los roles de los padres legítimos se confunden; la
madre y el padre emiten órdenes sin estar de acuerdo y,
a veces, son órdenes contrarias entre sí.
 
2) Los nuevos cónyuges de los padres no sienten el
mismo amor por los hijos de la relación anterior y se
interesan poco de la formación que éstos reciban.
 
3) Si el nuevo matrimonio tiene sus propios hijos, éstos
pasan a ser los “queridos” y los del primer matrimonio “los
relegados”.
 
4) Nace una nueva relación; la de los hermanos
circunstanciales. Situación que provoca celos y contiendas
como producto de la diferencia en el trato recibido de parte
de sus padres, siendo, regularmente, las primeras víctimas
de tal trato.
 
¿Puede una persona formada en un ambiente tan
contradictorio, conflictivo y hostil, tener una salud
emocional óptima? ¿A quién podrá recurrir y confiar en
situaciones de dificultad? Lo más probable es que no lo
haga a sus padres biológicos, como tampoco a los
adoptivos, menos aún a sus hermanos, sino que lo natural
es que encuentre refugio en un ámbito fuera del ambiente
familiar, con el riesgo que eso significa.
 
Pensemos por un instante que esa nueva relación
también se disuelva, ¿podemos imaginarnos la presión o la
orfandad que sufrirán los hijos del primer matrimonio? Es
necesario tomar consciencia que las generaciones futuras
dependen de nuestras actitudes presentes. Es preciso
actuar con responsabilidad pensando que tenemos en
nuestras manos a personas que en el futuro tomarán su
propio camino, con los elementos que cada uno de nosotros
le hayamos proporcionado para transitar la vida. Si usted
me permite una intromisión, le diré que, si tomó esa
decisión y por razones lógicas quiere rehacer su vida, no
deshaga la de sus hijos.
 
¿Podemos mantenernos indiferentes ante esa
situación de fragilidad en la que se forman las
generaciones futuras?
 
 
  
 
  
 
 
 II CUIDARNOS DE SER UN ELEMENTO INICIADOR
 
a) Nadie se encuentra exento de tener un traspié
 
En ciertas oportunidades pensamos que, por ser
cristianos, estos temas no deberían figurar en nuestra
biblioteca. Déjeme decirle que nada nos excluye de tener
obstáculos en la vida, todos estamos en las mismas
condiciones y corremos los mismos riesgos mientras
estemos en este mundo. Aunque, a decir verdad, podemos
estar más expuestos que cuando no éramos hijos de Dios.
Ahora tenemos un enemigo a nuestro alrededor tratando de
devorarnos y, aunque nos cueste admitirlo, somos el
objetivo principal de él. Su propósito es humillar la Obra de
Dios y tratar de destruir las vidas humanas restauradas por
Dios, aquellas que Él “(…) l lamó de las tinieblas a Su luz
admirable” 4.
 
Lo que debemos tener presente y no descuidar, es que
el día de la prueba es una realidad latente en nuestra vida
terrenal. La enseñanza bíblica nos previene: “Por tanto,
tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en
el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” 5 .
También recordamos la promesa: “No ha sobrevenido
ninguna tentación que no sea humana, pero fiel es Dios,
que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir,
sino que os dará también juntamente con la tentación la
salida, para que podáis soportar” 6 . Podemos pasar la
prueba, sin ninguna duda, pero sostenidos y ayudados por
la acción del Espíritu Santo, quien nos fortalece en el
momento de necesidad.
 
En cuanto a nuestra parte en el asunto, debemos evitar
ser instrumentos que deshonren Su nombre: “Apártese de
iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo. Pero
en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y
de plata, sino también de madera y de barro; y unos son
para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si
alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para
honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda
buena obra” 7 .
 
Por lo cual debemos individualmente cuidarnos de:
 
 
1) No promover situaciones que puedan ser motivo de
separación; como actos de infidelidad, inmoralidad, engaño,
violencia, malos tratos, injusticias, etc.
 
2) Mantener una buena relación espiritual con Dios
por medio de la oración y el conocimiento de su Palabra
como mecanismos para conocer Su propósito para cada uno
de nosotros: “Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de
antemano, guardaos, no sea que, arrastrados por el error de
los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced
en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo” 8.
 
3) Vivir en santidad en toda nuestra manera de vivir,
como resultado del gobierno de Dios en nuestra vida por la
acción del Espíritu Santo. El consejo de la Palabra es: “Sed
santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel
que sin acepción de personas juzga según la obra de cada
uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra
peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra
vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres,
no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y
sin contaminación (…)” 9 . Éste es el resultado que Dios
pretende de nuestra vida; y haciendo esto nunca
resbalaremos.
 
b) ¿Cómo se considera el caso de dos cónyuges
cristianos?
 
Si bien hasta ahora hemos tratado el tema como
situaciones “normales” en el ambiente del mundo que no
conoce a Dios y en consecuencia tampoco su voluntad, con
mayor frecuencia vemos también casos en matrimonios de
cristianos que de igual forma tomanesa misma opción para
su vida.
Por tal caso, también debemos considerar a quienes
fueron enseñados con los principios bíblicos, con respecto al
matrimonio: “Así que no son ya más dos, sino una sola
carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”
10 .
 
Aquellos que se unieron en matrimonio con la bendición
de Dios y declararon tener la certeza y estar seguro de
compartir todos los días de su vida según la voluntad de
Dios, no pueden esgrimir como argumento que “el amor se
apagó”. Deben reconocer que desde el mismo momento
que se eligieron y tomaron la decisión de caminar juntos,
hubo engaño o se equivocaron. La enseñanza bíblica nos
dice que el amor nunca deja de ser. Indudablemente se está
refiriendo al amor perfecto, el que viene de Dios.
 
El amor en la expresión humana no siempre se logra de
manera perfecta. Pero es necesario que como hijos de Dios
comencemos a demostrar el resultado de la nueva vida y
los efectos del resultado de que Dios está en nosotros. Si un
cristiano buscó la dirección de Dios al elegir su pareja, no
puede esgrimir ese argumento ya que podría interpretarse
que Dios se equivocó.
 
Si las personas asumieran con humildad y sinceridad
delante de Dios, confesando que se equivocaron y que
actuaron de acuerdo a su voluntad personal y confiaron en
su propia capacidad, podrían rogar que Dios recomponga
sus vidas y les otorgue la posibilidad de recuperar el amor
“perdido”, más aún si tienen hijos.
 
Ellos, los hijos, son los que necesitan recibir la cobertura
y protección de sus mayores. Sin embargo, en algunas
ocasiones, son ellos los que quedan desorientados y
dañados de por vida, por las decisiones mal tomadas de sus
padres. Deberían considerar que esos hijos pueden no
comprender la causa por la cual sus padres se separan,
exponiéndolos a un riesgo de desequilibrio emocional, de
una posible crisis de confianza en la fe declarada por sus
padres e inseguridad en cuanto a sus futuros matrimonios.
 
Lamentablemente, en situaciones límites de la pareja,
los razonamientos no siempre tienen cabida y se dejan
llevar por “lo que se siente”. ¿Y qué de los hijos, a nadie les
interesa? Los hijos son el resultado de ese amor que se
prometieron los padres. ¿Acaso pueden tomar con tanta
liviandad la sentencia que Jesús determinó para quien
escandalizara a un niño con sus actitudes? “Cualquiera que
haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí,
mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello,
y se le arrojase en el mar” 11 . Si cualquier líder del mundo
actual dijera estas palabras, lo tildarían de religioso, de
fanático o exagerado, pero repito, fueron declaradas por
Jesucristo durante su estadía en este mundo.
 
En La Biblia podemos leer que el apóstol Pablo hace una
similitud entre la relación marido/mujer con respecto a
Cristo con la Iglesia y dice: “maridos amad a vuestras
mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí
mismo por ella” . Entendemos que el amor de Cristo a la
Iglesia y de la Iglesia a Cristo permanece por siempre, no
mengua ni se acaba con el tiempo. Si Dios estableció esa
relación y los contrayentes confesaron creerla, ¿cómo puede
cesar o disminuir el amor en una pareja cristiana?
 
Mientras tanto, hay quienes diciéndose cristianos se
casan, tienen hijos y luego se divorcian conociendo esta
declaración, sin sentir carga por su decisión, ni asumir su
responsabilidad por la posible crisis de fe de alguno de sus
hijos. Indudablemente no es una situación de fácil solución,
los cristianos también somos seres humanos y podemos
equivocarnos, aunque cargamos con un mayor grado de
responsabilidad. No obstante, y como todo error, puede ser
objeto de restauración.
 
c) Buscando la Restauración
 
Según el Diccionario Enciclopédico Salvat, restauración
se define como: “Un proceso que lleva a volver a poner algo
o a alguien en el estado que tenía originalmente”.
 
Por mi experiencia y amor por los automóviles antiguos,
tengo un concepto desarrollado de lo que es una
restauración total. No se trata de hacer algo nuevo, ni
arreglarlo parcialmente, sino de reparar totalmente lo
dañado, ya sea con grave deterioro o tan sólo con una leve
avería. No tiene importancia el daño, el objetivo principal es
restaurarlo a nuevo. Si no se logra, es inútil el trabajo. Se
repara íntegramente el problema, no sea que cualquier
daño, que no haya sido percibido a simple vista, comience
algún proceso y a posteriori se manifieste en un problema
mayor.
 
No podemos decir que una relación esté sana hasta que
se hayan resuelto todos los problemas, no sólo los visibles,
sino también los que hayan dejado alguna raíz escondida de
la que pueda nacer nuevamente la planta de la discordia,
para lo cual es necesario una entrega de sinceridad
absoluta.
 
El cristiano tiene los medios para que el deterioro ya
producido no destruya al matrimonio y en consecuencia a la
familia. Ese proceso comienza y termina en ruego delante
de la presencia de Dios.
 
Esta actitud implica:
 
a) Confesión mutua y reconocimiento de culpabilidad.
b) Arrepentimiento por los errores cometidos. Los de
acción y los de omisión.
c) Promesa firme de corregir actitudes dañinas.
d) Compromiso de perdón incondicional por parte
del agraviado.
 
Sabemos que si recurrimos solamente a nuestra
naturaleza humana, estas actitudes resultan de difícil
aplicación, pero en las vidas en las que mora el Espíritu
Santo es posible solamente con Su intervención.
 
Debemos permitir que Dios ocupe el lugar de privilegio
perdido en nuestras vidas y en el matrimonio, y hacer de
Salmos 51:10 la más sincera oración: “Crea en mí, oh Dios,
un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de
mí”.
 
Recuerda que el cristiano puede otorgar y acordar el
divorcio solicitado, pero no debería pedir divorcio (1
Corintios 7:10), aunque como hemos considerado, existen
casos excepcionales.
 
Unos jóvenes que tenían unos cuantos años de
matrimonio, y después de tener varios hijos, decidieron
romper su relación conyugal. Todo lo que habían construido
como familia hasta ese momento quedó hecho añicos.
Juntos habían desarrollado actividades sociales y ejercieron
funciones de responsabilidad en la iglesia a la que
pertenecían. Eran protagonistas de una separación más en
la larga lista que podríamos hacer de personas que tomaron
esa decisión. ¿La razón?: “No nos entendemos…”. A pesar
de haber intentado convencerlos que revean su actitud y
encontrar una solución a sus problemas, fue inútil. De nada
valió invitarlos a reflexionar en los niños que comparten, los
que a partir de ese momento se constituirían en víctimas de
la decisión intolerante de sus padres. Sin embargo, ellos no
demostraron interés.
 
Quiero interpretar que la decisión tomada fue el
resultado de un “NO PUEDO MÁS”, ejecutada por una de las
partes afectadas. Ésta confesó que se había esforzado
mucho y, atribulada por los malos tratos, decidió tomar esa
decisión. Aunque tenían inteligencia y una buena formación
profesional, no supieron enfrentar las dificultades, y la
violencia familiar era una constante. Ni siquiera fueron
válidos los amplios conocimientos bíblicos, que desde la
niñez ambos recibieron de sus padres. Tenían conocimiento
intelectual, pero carecían de una adecuada experiencia
espiritual con Cristo.
 
Suponiendo que los motivos hayan sido valederos y que
hayan podido mantenerlos en secreto, hasta que un día
todo haga eclosión, no alcanzaban para justificar la actitud
que transformó la vida de sus hijos, exponiéndolos a una
permanente situación de riesgo.
 
Por un instante pienso en las promesas hechas frente a
la iglesia que se reunió para ser testigo de esa unión y no
puedo dejar de cuestionar la liviandad con que tomaron una
responsabilidad tan importante. Si esa promesa fue hecha
ante Dios, ambos arrastrarán la carga por el resto de su
existencia terrenal. Si no, deberán tener un encuentrocon
Dios y pedir perdón por haber tomado el nombre de Dios en
vano, conociendo de antemano, que a Él no le agrada: “No
tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no
dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano”
12 .
 
Otro matrimonio estaba formado por dos jovencitos
cristianos que se habían conocido en la iglesia a la que
pertenecían. Él era un estudiante universitario destacado y
ella una niña con muy buenos principios morales. Cuando él
alcanzó su graduación, comenzó a desarrollar su actividad
profesional y después de un par de años se casaron y
tuvieron dos hermosos hijos. Él tuvo muy buenas
perspectivas de crecimiento en el desarrollo de su profesión,
la cual supo desarrollar con éxito y ganarse una posición de
privilegio. Pero el enemigo que estaba al acecho, atacó a su
presa. Y, lamentablemente, él no estaba en condiciones de
soportar las tentaciones. Las posibilidades de crecimiento y
popularidad que se les presentaron fueron el
desencadenante de la infidelidad conyugal. La familia se
desintegró, la esposa y sus hijos fueron abandonados,
surgiendo en ellos un resentimiento social y espiritual. El
resultado fue obvio; se separaron y él formó una nueva
familia.
 
Los hijos del primer matrimonio sufrieron la
consecuencia de la falta de la figura paterna y lucharon por
mucho tiempo con ese “fantasma”, a pesar de estar
contenidos por su madre que con la ayuda de Dios supo
guiarlos en todo momento. Vivieron en la casa de sus
abuelos, compartiendo permanentemente el sufrimiento y la
tristeza de aquellos, que nunca pudieron asimilar la
experiencia de vida que tuvo que afrontar su hija. Él no tuvo
una vida muy feliz con su nueva esposa, separándose
también de ella y perdiendo a sus tres hijos de esa segunda
relación.
 
Actualmente se encuentra solo, tratando de
reencontrarse consigo mismo. Mientras tanto sus padres
mantienen la esperanza de que él algún día se reencuentre
con Dios.
 
Podría narrar muchos casos similares o diferentes a
éstos, pero mi intención es sólo ilustrar con unos pocos
ejemplos que la felicidad sólo se encuentra cuando existe
una verdadera comunión con Dios y cuando se dejan a un
lado el orgullo, la soberbia y la sobreestimación en
situaciones de definición.
 
 
 
 
 
 III CONSEJOS ÚTILES PARA PRESERVAR LA UNIDAD 
FAMILIAR
a) Hogar, dulce hogar. No hay sitio bajo el Cielo más
dulce…
 
La familia es el lugar donde los hijos, a través del
ejemplo de sus padres, aprenden a vivir y a desarrollar sus
virtudes y valores humanos en una relación equilibrada de
disciplina y autoridad. Es una institución que, como todas,
está basada en derechos y obligaciones, que sus
integrantes pueden disfrutar y cumplir, aunque eso
signifique un esfuerzo personal de cada uno.
 
Los hijos se forman y con sus propios actos se
convierten en garantes de la gestión de sus padres.
Alcanzan su propia identidad, luchando con las normas y
obligaciones educativas establecidas por sus mayores y los
justificados deseos de crecimiento personal, físico, mental y
social, de acuerdo a su propia capacidad personal.
 
Para mantener un equilibrio entre el ejercicio de la
autoridad y la armonía familiar, no debe haber imposiciones
educativas arbitrarias, sino las que estén fundamentadas en
la verdad y el bienestar general. La autoridad no debe
confundirse con la exigencia a la obediencia a cualquier
precio, ya que tiene que estar sustentada por el
conocimiento y la disposición de ayudar.
 
La autoridad de los padres, siempre que sea coherente
con la práctica y enseñanza de las virtudes y los valores
humanos, debe ser mantenida y ejercitada constantemente,
sin altibajos, dentro de las características individuales de
cada hijo en particular. De esa forma aprenderá a distinguir
correctamente y responsablemente lo que le conviene para
su vida: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros
hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”
13 . El correcto equilibrio entre la autoridad y la paz familiar
genera credibilidad en los hijos, aunque suponga un
esfuerzo por parte de todos. Dentro de tan necesario
contexto de amor, alegría, confianza y seguridad doméstica,
se logra un clima sano en la búsqueda de soluciones a los
problemas mutuos.
 
Por tal motivo, los padres tienen el deber de demostrar
amor a su pareja, no solamente como el resultado de un
juramento de fidelidad, sino como una demostración
práctica y permanente del cariño mutuo, manifestando un
trato cordial y de respeto.
 
Los hijos ven mucho más allá de lo que los padres creen.
Ellos observan los mínimos detalles y perciben si hay amor,
maltrato o si el odio entró en la pareja.
 
Los padres, al ejercer su autoridad, brindan a sus hijos
los instrumentos que necesitan para crecer como personas
ordenadas. La principal herramienta es mostrarles el
ejemplo de su propia vida, pues los hijos se fijan en todo lo
que hacen los padres y tienden a imitarlos.
 
Los padres deben saber que cuando se manifiesta una
crisis o surge algún problema importante en la familia, en
lugar de intentar solucionarlo con gritos y maltrato, deben
darse cuenta de que estas situaciones son oportunidades
para sacar a relucir lo mejor que cada uno tiene dentro de
su carácter, tanto para modelarlo a las circunstancias, como
para solucionar la crisis. Escucharse mutuamente con
respeto y atención es la mejor arma para resolver el
presente y el futuro de la convivencia familiar.
 
Para mantener el equilibrio entre la autoridad y la paz
familiar, la mayoría de las veces hay que consensuar y tener
en cuenta los diferentes puntos de vista de alguno o de
todos los componentes de la familia, intentando combinar
las características, situaciones internas y externas,
circunstancias, etc., para que tengan cabida las opiniones
de todos sus integrantes.
 
Es conveniente evitar que se forme en los niños un
carácter ambivalente y de hipocresía, que provoque
desórdenes en su futura vida conyugal, sino tratar de lograr
una vida de sinceridad y confianza.
 
Sería interesante tener en cuenta el concepto bíblico del
amor que define La Biblia en 1 Corintios 13:4: “El amor es
sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no
busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor (…)”.
 
¿Piensas que esto puede ser posible o es una utopía?
Tan sólo miremos a nuestros mayores, quienes han tenido 
dificultades similares a las que nosotros enfrentamos 
actualmente y han podido superarlas, tan sólo porque hubo 
amor. Amor a su cónyuge, a sus hijos, a sus padres y a 
todos los que se sienten dañados por una separación, a 
veces absurda y caprichosa. 
 Recomiendo el libro Ellos también tuvieron problemas 
 , de Silvia Prado de Serantes. La autora hace un recorrido 
de matrimonios bíblicos, destacando los momentos difíciles 
que tuvieron que afrontar. Últimamente han surgido algunas 
posturas para evitar el “desgaste del matrimonio”, que 
ponen su acento en evitar el aburrimiento y la monotonía en 
la pareja, acentuando la relación sexual por encima de 
cualquier otro factor. No quisiera caer en lo absurdo de 
pensar que “lo sexual no interesa”, pero de allí a colocarlo 
en un lugar prioritario, como sostenedor de la permanencia 
de la pareja, existe mucha distancia. Conozco matrimonios 
que, en su edad de pleno desarrollo sexual, han sufrido 
enfermedades que los imposibilitaron continuar sus 
relaciones sexuales. No por eso dejaron a su cónyuge solo, 
ni buscaron alguna otra solución humana para satisfacer su 
apetito sexual. El amor bien entendido excede ampliamente 
esa barrera. Es un vínculo emocional que supera todo 
entendimiento racional; 
 “El amor nunca deja de ser” 
 .
Existen casos que por una rabieta o un exagerado 
orgullo se rompen vínculos tan importantes como la misma 
familia. Dice el viejo consejo que parece ya olvidado: “Antesde reaccionar, cuenta hasta cien, si no has logrado 
superarlo, sigue hasta mil o hasta diez mil, cuando llegues, 
no recordarás qué te había molestado”.
 
b) Motivos que empañan la armonía
 
Nos preguntamos: ¿Cuáles son los principales motivos
que originan conflictos y desencadenan en separaciones
conyugales?
 
En un documento resultante de un estudio realizado, se
establecieron los principales motivos por los que se llegan a
concretar las disoluciones conyugales:
 
1) Falta de preparación prenupcial . ¿Son útiles los
cursillos prematrimoniales?
 
Existen casos de parejas de jóvenes que por exceso de
confianza en sí mismos ignoran la advertencia bíblica de
evitar la unión desigual. Muchos opinan que Dios prohíbe
esa unión, lo cual es un error. Dios lo aconseja con amor,
para nuestro beneficio.
 
¿Qué es yugo desigual, se refiere acaso solamente a la
unión de un cristiano con alguien que no lo es?
Personalmente tengo la convicción que encierra un
contenido mucho más amplio. Un yugo o unión desigual,
puede darse cuando los dos no sienten el mismo amor y
pasión por Dios. También es posible que ambos no
compartan el mismo nivel de servicio y sea motivo de
diferencias de opinión muy marcadas. Aunque también
puede ocurrir que dos jóvenes sientan simpatía y atracción,
pero las familias de cada uno de ellos sean muy diferentes y
en la intimidad, las costumbres escondidas puedan salir a la
luz y así producir roces en forma permanente.
 
En una oportunidad, una pareja de novios ya
comprometidos y en vista de consolidar la relación
mediante el casamiento, decidieron hablar con un
renombrado cristiano que era muy conocido de la familia,
pero que por razones de trabajo se había radicado
temporalmente en otra ciudad. No obstante, le hablaron
para comprometerlo a impartir la bendición nupcial que ya
estaban programando. La respuesta de este hombre fue
negativa y la razón fue simple: Él no participa de
ceremonias de casamiento si no tiene una serie de charlas
previas con los contrayentes y en ese momento no era
posible. En el momento pareció una incumbencia en las
decisiones ajenas, pero luego tuve que reconocer su
sabiduría. Estos jóvenes, al poco tiempo, rompieron su
compromiso, gracias a Dios, antes de su unión.
 
Todo lo que se pueda hacer para evitar riesgos y
prevenir situaciones de mayor gravedad, es muy útil.
 
2) Falta de madurez . Creer en el Príncipe Azul, el
Castillo de colores y la vivencia de los cuentos de “Príncipes
y Princesas”, ha formado una idea colectiva de que todo
sucederá como en la fantasía. Puede suceder que una niña
hermosa, a veces conocida en un halo de fantasía de su
adolescencia, se convierte en la princesa a conquistar. Tal
decisión puede no ser errónea si quien la pretende se
encuentra a la misma altura de ese personaje. Si la princesa
o príncipe de fantasía pretende continuar con esa ilusión y
el otro comienza a evaluar las posibilidades reales de ver
concretadas sus aspiraciones, están soñando dos mundos
diferentes y allí es precisamente cuando se presentan las
primeras dificultades.
 
Esto que parece un argumento de película,
lamentablemente es la realidad en la que se encuentran las
parejas de diferentes estratos sociales, que no han evaluado
adecuadamente sus propias realidades o la falta de
preparación para entender el compromiso que se asume y
sus responsabilidades.
 
3) Mala elección. La mala elección de la pareja, en la
mayoría de los casos, se debe a dejarse entusiasmar por el
aspecto físico. Este elemento no es perdurable y llega a
marchitarse mucho más rápido de lo esperado. Si no se
logra entendimiento en la pareja, aparecen las diferencias y
comienzan los problemas.
 
Otras veces se cae en la tentación de pensar tan sólo en
el bienestar económico, que es importante, pero si falta el
amor, por más que se tengan todos los tesoros soñados,
cuando se produce alguna ruptura emocional, surgen a la
superficie diferencias irreconciliables. Estos casos necesitan
la orientación de un buen consejero matrimonial que los
ayude a comprender la realidad y tratar de conciliar las
diferencias.
 
4) Falta de sacrificio. Creer que el matrimonio es un
camino de pétalos de rosas y pretender no ver las espinas
que éstas tienen, es otro obstáculo que se puede presentar,
ya que, cuando llegan las adversidades, no se aceptan
como tales. Si no aportamos una cuota de sacrificio,
cediendo en las diferencias, vamos a un camino sin retorno.
 
No hacer lo necesario para que el matrimonio sea feliz y
perdurable a través de los años, resulta una necedad. No
ser honestos con nuestro cónyuge, es lo mismo que no serlo
con nosotros mismos y, en consecuencia, no se alcanzará
un plan de vida sustentable para vivir en armonía.
 
5) Violencia. Si la violencia ha penetrado en el
matrimonio y ha salpicado a los hijos haciéndolos partícipes
de los enfrentamientos y agresiones, el problema resulta ser
de una mayor magnitud. Se acostumbrarán a ver escenas
de violencia dentro de la familia, que dejarán heridas
abiertas muy profundas y serán cicatrices imborrables,
marcando para siempre sus futuras relaciones, las cuales
probablemente estarán teñidas de violencia, muchas veces
sin motivo.
 
Nadie puede acostumbrarse a tener que pasar toda la
vida sufriendo violencia; sus hijos tampoco. Sufrir sin amor
no lleva a ningún buen destino.
 
6) Virtudes y valores. No aprender ni intentar reforzar
las virtudes y los valores que tienen los integrantes de la
pareja trae como consecuencia que los defectos de ambos
se acrecienten y se produzca un sisma entre los dos. Es
necesario potenciar los valores del otro y corregir los
defectos propios. Éste es un buen comienzo. Pero no será
fácil, pues ambos vienen de distintas familias con distintos
criterios frente a la vida.
 
7) Infidelidad. Cuando se promete fidelidad y no se
cumple, manteniendo alguna relación inadecuada fuera del
matrimonio, se produce una mala interrelación y ésta no
permite continuar con el compromiso asumido. Las
relaciones extramatrimoniales al principio pueden resultar
placenteras, pero con el transcurso del tiempo se convierten
en una carga muy pesada de llevar sin dificultad. Cada día
la exigencia aumenta y la dedicación que debería estar
dirigida hacia la familia, corre el riesgo de comenzar a
disminuir. Cuando se llega a ese punto es tarde para
cambiar, sólo un cambio en su interior puede transformar la
situación. Lo único que cabe es un arrepentimiento genuino,
un cambio de vida que permitirá dejar por completo la vida
anterior y eso, sólo se consigue cuando dejamos a Dios
actuar.
 
8) Falta de tolerancia. Todos los seres humanos
tenemos virtudes y defectos. El negarlo es el mayor de los
defectos y se constituye en el acto de soberbia de mayor
imprudencia. Cuando dos seres se hacen uno, deben asumir
los defectos del otro como suyos y aceptarlos como
normales del nuevo cuerpo. Un ejemplo mínimo, pero
verdadero, es: ¿Qué sucede si uno es friolento y el otro
acalorado, acaso eso los justifica dormir en habitaciones
separadas? El amor “…que todo lo puede y todo lo
soporta…”, hará que la tolerancia comience a jugar su papel
de importancia. De esa misma manera, todos los problemas
deberían medirse con la misma vara y tratarse con idéntica
sabiduría. De esta forma estoy seguro que todos los
problemas pueden ser resueltos de la mejor manera.
 
9) Egoísmo. Es la consecuencia de no haber aceptado
ser los dos una sola persona tal como sería lo ideal. Es muy
frecuente que cada uno siga pensando en sí mismo, por
comodidad o falta de sacrificio para fusionarse con su
cónyuge. Esa falta de esfuerzo, fruto del egoísmo y el
individualismo propio de la naturaleza humana, no permite
que se complementen en forma adecuada. Sólo se sienten
unidos físicamente, pero en su función mental se
encuentran separados. Cada uno continúa con su propia
vida y sus problemas, y no aprenden a enfrentar lasdificultades en conjunto, hasta que la única solución parece
convertirse en: ¡Sálvese quien pueda!
 
10) Cambios . La famosa frase: “Cuando me case voy a
procurar que él/ella cambie”, nunca ha funcionado de esa
manera. ¿Por qué cambiar a quien eligió como la persona
ideal? Sin duda que cada uno seguirá teniendo los mismos
defectos que tenía cuando era soltero. Al contrario, éstos se
manifestarán más en directo y con mayor crudeza. Quizás el
error sea el de no hacer nada para cambiar uno mismo con
respecto al otro. Eso no ayuda a mejorar la convivencia de
un matrimonio. Es importante recordar siempre que “El
amor no busca lo suyo…” (1 Corintios 13:4).
 
11) Culpabilidad. Hay personas, principalmente
quienes tienen problemas de autoestima, que se culpan de
todo lo malo que sucede en el matrimonio, incluso pagando
un alto precio de sumisión con tal de no provocar conflictos.
No se cansan de esperar, aunque no vean ningún cambio en
el comportamiento, anulando la poca estima de sí mismos.
Otros, reconocen que la pareja lo sobrepasa en su
capacidad y se sienten frustrados, hasta se enferman si la
pareja no los atiende como creen que ellos lo merecen. Si
bien parece un síntoma de alta autoestima, puede estar
escondiendo un temor exagerado de perderlo todo y
recurren, así, a artimañas que les permitan aferrar al otro a
su compañía. Esto puede desencadenar en actitudes
insanas, como celos que, a un rencor escondido hacia su
pareja, pueden transformarse con el tiempo en sed de
venganza y ocasionar problemas de convivencia difíciles de
superar.
 
 
 
 
 
 IV ¿ES CONVENIENTE LA PRÁCTICA DE JUEGOS 
SEXUALES?
a) ¿Es útil la sensualidad en el matrimonio?
 
La sensualidad es una filosofía que alimenta el placer de
los sentidos. Actualmente, y con mayor frecuencia, se están
publicando libros cristianos que invitan a desarrollar
conquistas de parte de la mujer al hombre, para “mantener
viva la llama del amor”. Uno de los argumentos que
sostienen quienes lo practican, es que se trata de una
muestra de confianza mutua y total de uno hacia el otro, en
todo el sentido de la expresión.
 
Una excusa es evitar que uno de los componentes del
matrimonio encuentre fuera del matrimonio lo que su
esposa no le ofrece, entre los que se encuentran las
fantasías y juegos amorosos de distinta índole. Las más
usuales son las “sorpresas” de coquetería con la utilización
de lencería erótica, sin dejar de lado las más inocentes
como las expresiones y gestos provocativos que generan la
excitación de los cónyuges.
 
A esta altura puedes estar cuestionando mi postura y
preguntándote si no es muy exagerada. Con toda seguridad
puedo asegurarte que no. El apóstol Pablo, exhortando a la
iglesia de corinto, le dice: “La mujer no tiene potestad sobre
su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido
potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer” (1 Corintios
7:4)¿Cómo puede utilizar su cuerpo, si no le pertenece? Si
minimizamos los aspectos iniciales de un proceso, nos
asombrarán los resultados. Decía mi abuela paterna que “el
que roba un millón, siempre comenzó con un vellón”.
 
A lo largo de mi vida matrimonial, ya cercana a la media
centuria, con mi esposa hemos transitado distintos tipos de
experiencias. Hemos disfrutado períodos de abundancia y
también sorteado muchas dificultades de todo tipo;
económicas, de incertidumbre, de salud y muchas otras,
como las que cualquier ser humano puede experimentar,
pero siempre hemos tenido prendida la llama del amor que
nuestro Dios encendió un día y nos permitió entender Su
voluntad de que éramos lo que Él había preparado para el
otro.
 
Cuando digo “la llama del amor” no me estoy refiriendo
a los que comúnmente se refieren los distintos mensajes del
mundo, sino al regalo que nos otorgó Dios, quien, por Su
Espíritu, tanto a mi esposa como a mí, nos permite tener
comprensión mutua, respeto y abundante tolerancia;
practicando la flexibilidad, la templanza y sobre todo la
paciencia que sólo se consigue cuando hay amor. Sin Él no
podríamos haber transitado este largo, pero hermoso
camino. Siempre hemos disfrutado de la unión; y el vínculo
se fue afianzando y fortaleciendo día a día. Nunca hizo falta
crear fantasías para mantenernos unidos, hemos resignado
muchas veces posiciones personales en beneficio de un
objetivo común, pero sobre todo porque desde el primer día
de nuestro matrimonio hicimos nuestra la oración de
Salomón cuando dedicó el templo a Dios, cuyas palabras
encontramos en 1 Reyes 8:29 y 30: “(…) que estén tus ojos
abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar
del cual has dicho: Mi nombre estará allí; y que oigas la
oración que tu siervo haga en este lugar. Oye, pues, la
oración de tu siervo” .
 
En La Biblia leemos la expresión del salmista diciendo:
“Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la
edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la
guardia” (Salmos 127:1). Con mi esposa hemos elegido ese
rumbo y no fuimos defraudados. Hicimos de nuestro hogar
un templo y lo hemos dedicado para que Dios more en él y
hoy podemos declarar que nos ha prosperado en todo. No
siempre fue un camino regado por pétalos de rosas, pero
Dios siempre estuvo a nuestro lado para ayudarnos en los
momentos en los que más lo necesitábamos.
 
Nunca hemos utilizado métodos incitantes ni alguna otra
artimaña sexual que se parezca, sólo hemos aplicado los
principios que Dios pone a nuestro alcance para disfrutar de
nuestra relación conyugal, cualquiera sea la situación –y si
Dios me permitiese vivir 50 años más con mi esposa, se lo
agradecería infinitamente.
 
Muchos depositan su confianza en métodos humanos
para conservar la unidad matrimonial, pero Dios nos
permite conocer la clave para nuestro éxito; en Él y en su
consejo está la certidumbre de nuestra victoria. Nada más
lejos de la voluntad de Dios “que cada uno de vosotros sepa
tener su propia esposa en santidad y honor, no en pasión de
concupiscencia, como os gentiles que no conocen a Dios”
(1° Tesalonicenses 4:4-5).
 
He tenido la oportunidad de participar y escuchar
charlas para matrimonios, dadas por profesionales
cristianos, aconsejando practicar distintas poses en el
momento del acto sexual, para no caer en la monotonía y el
aburrimiento. Es más, he visto una larga lista de 365 poses
distintas de prácticas sexuales, de manera que se pueda
tener una diferente para cada día del año, lo cual no
comparto en absoluto.
 
He visto matrimonios disueltos, después que la mujer en
su intento de satisfacer a su esposo, se expuso a una cirugía
reparadora. De nada sirvió el intento, igualmente su
compañero conyugal se fue con otra mujer que supo
ofrecerle más de lo que ella le permitía.
 
Despertar el apetito sexual con artimañas de los impíos
no cabe en la vida de los matrimonios cristianos.
Simplemente estamos importando métodos utilizados por el
enemigo de la familia y creo firmemente que se ha dejado
introducir al enemigo en el lugar que más deberíamos
cuidar: el seno familiar. Es el lugar donde debería reinar la
paz de Dios, la confianza mutua, una sana fidelidad y una
vida armoniosa.
 
La familia se siente acechada por Satanás, quien trata
de destruirla. No debemos permitir que caiga en la
disolución como consecuencia de la acción de quien por
naturaleza lo único que sabe es “robar, matar y destruir”
(Juan 10:10).
 
Con actitudes eróticas como las mencionadas, estamos
contrariando la voluntad de Dios y el resultado será
diferente y contrario al deseado. En 1 Tesalonicenses 4:4
leemos: “(…) pues la voluntad de Dios es vuestra
santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno
de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y
honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles
que no conocen a Dios (…)” . En Judas 19-20 leemos: “En el
postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus
malvados deseos. Éstos son los

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