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Chungara, Revista de Antropología Chilena ISSN: 0716-1182 calogero_santoro@yahoo.com Universidad de Tarapacá Chile Boccas, Maxime TOPOGRAFÍA Y ASTRONOMÍA: DOS HERRAMIENTAS DE APOYO EN ARQUEOLOGÍA Chungara, Revista de Antropología Chilena, vol. 36, núm. 2, septiembre, 2004, pp. 1037-1048 Universidad de Tarapacá Arica, Chile Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32619794039 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto Volumen Especial, 2004. Páginas 1037-1048 Chungara, Revista de Ant ropología Chilena TOPOGRAFÍ A Y ASTRONOMÍ A: DOS HERRAMI ENTAS DE APOYO EN ARQUEOLOGÍ A Maxim e Boccas* * Observatorio I nteramericano Cerro Tololo. Observatorio Gem ini. Casilla 603, La Serena, Chile. m boccas@noao.edu. En la últ ima década, los estudios mult idisciplinarios de arqueoast ronomía han demost rado una madurez creciente y han brindado resultados significat ivos al entendim iento de la prehistor ia. Los estudios de alineam ientos en un sit io prehistór ico se fundan primero en un análisis topográfico que perm ite, a veces, demost rar la relación que el ser humano establecía con su entorno terrest re (paisaje sagrado) . En ot ros casos, se agregaba una relación con objetos celestes, en part icular el sol al momento del solst icio, para medir el paso del t iempo y así organizar las principales act ividades laborales y r ituales. Recordamos algunos conceptos básicos para un estudio arqueoast ronóm ico, luego destacam os algunas invest igaciones notorias al nivel mundial, y finalmente presentamos algunos ejemplos de sit ios chilenos que podrían tener característ icas arqueoast ronóm icas. Palabras claves: Arqueoast ronomía, paisaje sagrado, solst icio, alineam iento, calendario. I n the last decade, m ult idisciplinary archaeoast ronom ical invest igat ions have dem onst rated som e increasing m aturity and have brought significant knowledge to Prehistory. Alignm ent invest igat ions in a prehistor ic site are based on topographic analysis, which allows som et im es to show the relat ionship that people established with their terrest r ial environm ent (sacred landscape) . I n som e cases, a relat ionship with celest ial objects, especially the sun at the solst ice t im e, was also present in order to m easure t im e and thus organize labor and r itual act ivit ies. We will recall som e basic concepts for an archaeoast ronom y invest igat ion, then we focus on som e interest ing exam ples worldwide, and finally we present a few Chilean sites that could exhibit archaeoast ronom ical features. Key w ords: Archaeoast ronom y, sacred landscape, solst ice, alignm ent , calendar. En el desarrollo de las culturas prehistóricas ha sido de gran relevancia el entendim iento y manejo del t iempo por el ser hum ano. La organización tem poral de sus act ividades ha perm it ido a los pueblos del mundo cambiar progresivamente su vida cot idiana. Los ejemplos más obvios de estos cambios son: el mejoram iento de la agricultura gracias a la elaboración de calendarios agrícolas que perm it ían predecir las mejores temporadas para sembrar y así tener mejores cosechas, y la organización de la sociedad al r itmo de act ividades o cerem onias civiles y religiosas. Las herram ientas del hombre prehistór ico para medir el t iempo eran naturales: los m ismos ciclos de la naturaleza ( lluvias, heladas, floraciones) y de objetos celestes (el sol, la luna y las est rellas) const ituían relojes indest ruct ibles. Estudios mult idisciplinarios en la últ ima década han demost rado la relación, a veces compleja, que el ser humano establecía con sus entornos terrest re (naturaleza, paisaje) y celeste (cielo, objetos celestes) . A veces, una dim ensión sagrada se adiciona a la necesidad pragmát ica de tomar puntos de referencia del paso del t iempo. En numerosos sit ios el marcador temporal predilecto ha sido el día del solst icio cuando el sol se pone o sale en el horizonte. Conociendo la calidad de los cielos de Chile, en part icular las regiones del norte, hemos invest igado algunos sit ios arqueológicos ut ilizando elementos de topografía y ast ronomía, para exam inar part icularmente la posible existencia de lugares ( "observatorios") desde donde pract icaban observaciones del cielo (diurno y nocturno) . Antes de describir estos sit ios chilenos, aprovecham os de recordar algunos grandes pasos de las m etodologías y de los alcances realizados a nivel mundial en la disciplina arqueoast ronóm ica. Definición de térm inos y m etodología general Hoskin (1996) define la arqueotopografía como el método que consiste en buscar orientaciones privilegiadas de ant iguas const rucciones hacia objetos del entorno (paisaje) . Un ejemplo elocuente son los tholoi ( tumbas de falsa cúpula) de la cultura Los Millares (Provincia de Alm ería, España) que están orientados hacia los dos cerros más altos de la Sierra Nevada (Belmonte 1999) . Estas determ inadas orientaciones demuest ran un interés de la gente por vincular espacialmente el lugar donde viven y mueren con hitos de la naturaleza que t ienen una importancia especial por sus característ icas únicas (cerro m ás alto que conecta con el cielo) . La arqueoast ronomía, de alguna manera, es una etapa posterior a la arqueotopografía: se inicia también con un intento de relacionar espacialm ente los lugares y const rucciones donde vivían culturas prehistór icas con el entorno natural, pero cuando sobresale una relación clara ent re una orientación y un objeto celeste (sol, luna, est rellas) , la relación toma también una dimensión temporal. Por ejemplo, los dólm enes del suroeste de Francia están orientados hacia la salida del sol (el or iente) por concepto de "renacim iento del alm a" (Chevalier 1999) . En un sent ido más amplio, la arqueoast ronom ía es hoy en día definida como el estudio, en culturas prehistór icas, ant iguas y t radicionales, de la interacción ent re el cerebro hum ano y el cielo, plasm ada en: tem plos, tum bas, iconografía, t rajes, costumbres, cerem onias, agricultura, calendarios, planos urbanos, adivinación, m itos, observatorios, etc. (Krupp 1997) . Finalmente, la etnoast ronomía se definir ía como el estudio de las ast ronomías de los pueblos actuales a t ravés de estudios etnográficos. Orlove et al. (2000) han dem ost rado, gracias a un estudio combinado de etnología y climatología, que la predicción de la llegada de las lluvias que han hecho históricamente los campesinos quechuas, a t ravés de la observación de las Pléyades, está fundamentada por las variaciones en las cant idades de nubes inducidas por la corr iente de El Niño. La metodología general que seguimos ha sido implem entada por varios invest igadores en dist intas partes del mundo. Nuest ra intención es demost rar su facilidad y potencial para que llegue a ser una herram ienta norm al en la valija de terreno del arqueólogo. Consiste básicamente en t res etapas: - Medir: Ut ilizar una "buena" brújula con resolución angular de 1° para medir or ientaciones en terreno. Es necesario ident ificar fam ilias de objetos que poseen una orientación determ inada, por ejem plo: dirección de cuerpo enterrado o hacia la cual m ira la cabeza, m uros de ent rada de const rucciones, eje de un edificio, etc. En realidad, el análisis de todo t ipo de los m ismos "objetos" que se encuent ran en gran cant idad y que t ienen un eje de simet ría, perm it irá determ inar si están dispuestos según un pat rón. En general, no se pueden mezclar elem entos de dist intas fam ilias de objetos. - Ut ilizar el norte geográfico: Corregir la desviación magnét icacon ayuda de información ent regada en mapa (mapas del I nst ituto Geográfico Militar) , en programas de computación (ver por ejemplo el programa en línea de la Noaa 2001) o, m ucho m ejor, a t ravés de la observación de un t ránsito solar en el lugar (el t ránsito es el paso del sol por el meridiano, es decir cuando la som bra de un palo vert ical indica la dirección exacta del sur geográfico) . La desviación magnét ica en un lugar varía lentamente en el t iempo y puede ser muy significat iva en lugares donde hay perturbaciones m agnét icas naturales. Para dar una referencia, la desviación m agnét ica actual en Sant iago es del orden de 2° este (diciem bre 2002) . - Analizar: Cuando es posible, hacer estadíst icas de un conjunto de orientaciones. En una pequeña muest ra de orientaciones, las probabilidades de alineam iento con "algo" por coincidencia son altas, dado el gran número de direcciones interesantes que uno puede invocar (hitos naturales del horizonte, solst icio, lunist icio, salida heliacal de est rella) . Es importante la colección de todos los datos disponibles en un sit io (y/ o un conjunto de sit ios) para poder encont rar pat rones, es decir, or ientaciones preferenciales, hechas a propósito por sus autores. Lam entablem ente, no podem os ent regar una ficha t ípica para m ediciones en terreno ya que son demasiado las variables que uno puede encont rar. Sólo recomendamos medir y anotar la or ientación de todos los elem entos presentes, o sea, porque son m uy únicos y llam at ivos en el entorno (cerro m ás alto) , o sea, porque t ienen un claro eje de simet ría que parece apuntar hacia una dirección. Durante las m ediciones, hay varios detalles que t ienen su importancia (Aveni 1980, 1991; Schaefer 1993) . Normalmente, uno debería lograr hacer mediciones básicas (es decir, rápidam ente) con una precisión de al m enos 2° . I dealmente, o con cierta experiencia, uno puede lograr 0,5 a 1° de resolución angular con una brújula. Por los errores descritos a cont inuación, el lector entenderá que no se just ifica buscar más precisión. Mencionaremos t res correcciones notorias que tomar en consideración y cuya am plitud dependen en general de la lat itud del lugar de observación (ver también fórm ulas y gráficos en página en línea de I nt ijalsu 2000) . En primer lugar, determ inar el acimut de salida o puesta de un ast ro en el horizonte local que no es necesariam ente plano: si el ast ro aparece det rás de un cerro de 5° de altura (altura aparente desde el lugar de observación) hay una diferencia de varios grados con la que tendría en un horizonte vir tual plano. En segundo lugar, la refracción atmosférica t iende a curvar la t rayectoria aparente de un ast ro en el cielo cuando se acerca del horizonte, y tal efecto puede cambiar el acim ut teórico hasta de 1° . En raros casos de alineam ientos precisos y sofist icados ( lo que supone un avanzado nivel de conocim iento observacional, tal como lo que lograron los mayas, por ejemplo) , el invest igador podrá just ificar una medición aún más precisa y recurr ir a este efecto de la refracción, ya que 1° representa dos veces el diámet ro angular aparente del sol (y de la luna) . Finalmente, la ext inción atmosférica t iende a dism inuir la lum inosidad de una est rella cuando se acerca del horizonte a tal punto que puede desaparecer a sim ple vista bastante antes de tocar el horizonte (según la regla em pír ica, desaparece a una altura -m edida en grados- igual a su brillo, m edido en m agnitud) . Nuest ra intención aquí es llamar la atención de los invest igadores acerca de los efectos que arruinan la mayoría del t iempo las teorías basadas en el descubrim iento de un alineam iento m uy preciso ( fue el caso de Stonehenge com o lo explicaremos más adelante) o las teorías imaginadas delante de un com putador con un program a sim ulador del cielo y no verificadas en terreno. Lógicam ente uno t iene que exam inar tanto el nivel de desarrollo tecnológico de una cultura y sus capacidades para alinear const rucciones, como el propósito m ism o de un alineam iento. Algunas act ividades no requieren una precisión de horas o de un día, pero m ás bien de una sem ana ( lo que por supuesto hace aún más difícil la demost ración de la intencionalidad de un alineam iento tan abierto, tan poco preciso) . El Solst icio: un Mom ento Clave Existen dos argum entos sim ples e im portantes que nos perm iten explicar el interés del Hom bre prehistór ico en el cielo. En primer lugar, recordam os que, al vivir la m ayoría del t iempo al aire libre, nuest ros ancest ros eran excelentes observadores de la naturaleza ( incluyendo el cielo) . En segundo lugar, podríamos decir que los seres humanos m iraban el cielo por necesidad: en ausencia de reloj de pulsera o de calendario mural, sólo el paso del sol en el cielo durante el día perm ite ubicarse temporalmente a corto plazo (horas) . Más aún, una persona que adm ira regularmente la puesta del sol se dará rápidam ente cuenta que el sol no se pone en el m ismo punto del horizonte día t ras día. Por la inclinación de 23,5° del eje terrest re en relación a la eclípt ica (órbita de desplazam iento de la Tierra alrededor del sol) , las puesta (o salidas) del sol en el horizonte se van corr iendo, día t ras día, alcanzando una posición ext rema hacia el sur en el día del solst icio de verano (alrededor del 21 de diciembre) antes de volver, 6 meses después, a su ot ra posición ext rema hacia el norte al solst icio de invierno (aproximadam ente el 21 de junio en el hem isferio sur) . Es que el recorr ido aparente anual del sol en el horizonte dibuja una especie de gigantesco movim iento pendular eterno de un solst icio al ot ro. Así es que los solst icios son momentos claves ya que indican puntos singulares del cam ino del sol en el horizonte. Solst icio significa "sol quieto" ya que la carrera del sol, para cuando llega al solst icio, es un punto singular que significa evento y fecha part icular. En todo sit io, un invest igador debería tener presente el acimut de puesta y salida del sol en los solst icios. La fórmula que perm ite calcular estas direcciones es: cosA = sinD / cosL Donde A es el acimut , D es la declinación del sol (en los solst icios, vale respect ivamente + 23,5 y -23,5° ) y L es la lat itud del lugar. Ejemplo para Sant iago ( -33° sur) : A= 61,6° y 118,4° . El acim ut se cuenta posit ivamente desde el norte (0° ) hacia el este, pues nuest ro cálculo de A nos indica la salida del sol en el solst icio de invierno (61,6° ) y verano (118,4° ) . Un poco de geometría en el círcu- lo nos m ost raría la conocida configuración cruzada: la puesta del sol en el solst icio de verano es el acimut opuesto a la salida del sol en el solst icio de invierno, y viceversa. En resumen, la observación del solst icio es simple y brinda la mejor forma de ubicarse temporalmente en un plazo más largo (días, sem anas, m eses) . Queremos recordar que la observación del equinoccio es mucho más difícil (Ruggles 1997) y menos frecuente en culturas prehistór icas (no es un punto de "retorno", no es un ext remo) ya que requiere básicamente un conocim iento aritmét ico o geométr ico (el equinoccio sucede a la m itad del t iempo, o del recorr ido en el horizonte, ent re los dos solst icios) . Alternat ivamente el ciclo lunar, que exhibe dist intas fases, ha sido la pr imera clara señal visual para ubicarse en el t iem po: adem ás de tener una duración parecida al ciclo de fecundidad de la m ujer ( lo que le da m ucha importancia) , el ciclo lunar sinódico de 29,5 días también es más corto que el ciclo solar (365 días) y entonces es más út il para ubicarse a mediano plazo. La órbita de la luna está inclinada en 5° con respecto a la eclípt ica ( la eclípt ica es la órbita de la Tierra alrededor del sol o, alternat ivamente, el t rayecto aparente del sol en el cielo) . Los puntos de intersecciónde la eclípt ica y órbita lunar se llam an nodos (en estos momentos pueden suceder los eclipses) . Durante su ciclo sinódico, la salida y puesta de la luna varían en el horizonte y alcanzan ext remos, llamados los lunist icios, como lo hace el sol en los solst icios. Además, una perturbación gravitacional hace que los nodos se desplacen y completen un ciclo (una vuelta) en 18,6 años, período llam ado el ciclo de regresión de los nodos. Durante este ciclo, la luna alcanza un acimut ext remo en el horizonte, el lunist icio m ayor, localizado un poco m ás de 5° hacia el norte y el sur que, respect ivamente, los dos solst icios (Krupp 1991) . En las islas británicas, se ha demost rado que existen monumentos megalít icos alineados intencionalmente con el lunist icio mayor (Ruggles 1999) . I nsist im os en el hecho de que, en este primer nivel observacional, no estamos necesariam ente t ratando de m edir el t iempo ( lo que requiere una aritm ét ica para poder contar y, posteriormente, una forma de escritura para poder recordar las observaciones) , sino m ás bien de saber reconocer cuando llega una cierta fecha. La ciclicidad de los fenóm enos celestes hacen que sean relojes ext remadamente út iles y universales. Esta últ im a característ ica explica tam bién que observaciones como la del solst icio hayan sido pract icadas por diferentes pueblos en todas las regiones del mundo y en dist intas épocas. Algunos Resultados Notorios de I nvest igación a N ivel Mundial en la Últ im a Década La disciplina arqueoast ronóm ica ha llegado a un cierto grado de m adurez en la últ ima década gracias esencialmente a dos hechos: la mult idisciplina- r iedad ( invest igadores provenientes de varios ramos cient íficos t rabajan juntos) y la exigencia metodoló-gica impulsada por algunos profesionales destacados. Sólo presentaremos dos ejemplos ent re todos los resultados importantes logrados a nivel mundial. Megalitos Británicos Stonehenge, curiosam ente, es el sit io arqueo-ast ronóm ico más conocido del mundo pero también el que más polém icas ha causado, después de haber sido uno de los primeros puesto a la luz, y uno de los últ imos puesto en la verdad (o lo que el mundo académ ico reconoce como la "verdad" actual) . La idea que Stonehenge fuese un verdadero y complejo observatorio ast ronóm ico (observación de equinoccios, solst icios y lunist icios, predicción de eclipses) está refutada por t res argumentos interdisciplinarios (Schaefer 1999) : - Ant ropología: estudios ult raprecisos a largo plazo de eventos ast ronóm icos com plejos no son consistentes con lo que se sabe del hombre neolít ico. - Estadíst icas m odernas: estudios sistemát icos han demost rados que los alineam ientos sugeridos se deben a sesgos no intencionales y errores de selección. - Propiedades de la atmósfera: la variación diar ia de la refracción atmosférica hace imposible la medición precisa de fenómenos a nivel del horizonte a lat itudes medias. Sin em bargo, existen m uchos buenos argum entos para pensar que los const ructores de megalitos hicieron algunos alineam ientos con solst icios y lunist icios. El mejor argumento es la presencia de alineam ientos sim ilares en cientos de sit ios megalí- t icos, como el excepcional túmulo de Newgrange en I r landa (posee un pasillo subterráneo precisamente alineado con la salida del sol al solst icio de invierno) . La hipótesis arqueoast ronóm ica de Stonehenge, tomada inicialm ente como un caso aislado, no era válida (hasta el alineam iento principal hacia el solst icio de verano, podría haber sido una coincidencia) . Sin embargo, Stonehenge, como parte de la inmensa fam ilia de los megalitos, llega a ser un representante más de la tendencia clara de un interés prehistórico hacia el solst icio. En conclusión, podemos afirmar que Stonehenge era probablem ente un cent ro cerem onial solst icial y no un sofist icado observatorio ast ronóm ico, y que en los sit ios megalít icos, los alineam ientos eran una dem ost ración de un simbolismo ast ronóm ico, no de una ast ronomía cient ífica. Pilares Solares I ncaicos Las crónicas españolas (De Betanzos 1557, Garcilaso 1966 [ 1609] , Cobo 1979 [ 1653] , y ot ros) describen pilares, en cerros alrededor de Cuzco, ut ilizados para m arcar pasos en el calendario anual (Aveni 1997; Bauer y Dearborn 1995, 1998) . Los cronistas no ent regan todos la m isma descripción, pues existen todavía pequeñas discrepancias ent re los autores que han analizado estas const rucciones. Lam entablem ente, ningún pilar cuzqueño sobrevivió la conquista. Sin embargo, dos pilares sim ilares a la descripción ofrecida por los cronistas todavía existen en el valle de Urubamba (aunque su función es desconocida) . Lo más probable es que exist ían pilares en: - Cerro Chinchilla, vistos desde el Coricancha, indican la puesta del sol del solst icio de diciembre. - Quiangalla, vistos desde Chuquim arca (huaca ubicada 2 km al norte del cent ro de Cuzco) , indican la puesta del sol del solst icio de junio. - Cerro Picchu, vistos desde el ushnu de la plaza de Hanan Cuzco ( "Plaza de armas" hoy en día) , indican las fechas para plantar (18 de agosto) . Fuera de Cuzco y del valle del Urubamba, nunca se habían encont rado vest igios de pilares hasta el increíble descubrim iento de un equipo mult idisciplinario en la I sla del Sol. Dearborn et al. (1998) invest igaron alrededor del conocido santuario en la isla. Este lugar consta de dos const rucciones incaicas (Chincana y Mam a Oj lla) , una plaza bordeada por una roca sagrada (Tit ikala) de donde salió el sol, y m uros que definen un recinto al cual la gente venía en peregrinación. Los invest igadores encont raron los vest igios de dos pilares ubicados en una colina cercana ( llamada Tikani) ent re los cuales se observa la puesta de sol del solst icio de diciembre desde la plaza ceremonial. Además, sugieren que una plataforma (sit io 19) , ubicada justo afuera del muro del recinto sagrado y de donde se puede también apreciar la puesta del sol solst icial ent re los pilares, haya servido de punto de observación para la mult itud de los peregrinos, ya que el acceso a la roca sagrada era rest r ingido a personas de alto rango. Ejem plos en Chile: Siguiendo la Pista "Universal" del Solst icio Hemos elegido la observación solst icial com o un tem a cent ral en nuest ra invest igación. La ot ra hipótesis de t rabajo es que podrían exist ir lugares privilegiados de donde pract icar tal ast ronom ía. Esta últ im a idea com plem enta los ot ros principios que gobernaban la búsqueda y selección de sit ios para establecerse en la prehistoria: proxim idad de agua, t ierras fért iles, recursos aliment icios naturales ( frutas, vegetales, caza) , protección cont ra el viento, fácil acceso, etc. Son múlt iples y complejos los mot ivos del ser humano de necesitar calendarizar mejor sus act ividades. Claram ente, una ast ronom ía básica de horizonte con el sol, la luna o grupos de est rellas, perm ite mult iplicar las referencias temporales, es decir, ampliar las pocas provistas por la naturaleza ( floraciones, lluvias, caída de hojas) . El mejoram iento de las cosechas, la existencia de un excedente de producción aliment icia y la sedentarización resultante han perm it ido paulat inamente la organización y jerarquización de la sociedad en diferentes clases (dir igentes, obreros) y especializaciones (ceram istas, shamanes) . En el caso del complejo El Molle, la existencia de cent ros de poder y/ o de observación, podría ayudar a entender los pat rones de asentam ientos de una cultura que aparentem ente tenía un cierto nivel de organización sociopolít ica y una unidad ideológica (Niem eyer et al. 1997) . Pucará I ncaico de Chena ( Región Metropolitana) El pucará de Chena se encuent ra en una ram ificación sur del llamado cordón de Chena (orientado globalm ente este-oeste) .El sit io ha sido analizado y documentado principalm ente por Stehberg (1976) que concluye, en base a varios argum entos -de los cuales sobresale la ubicación est ratégica- , que este recinto tuvo una función m ilitar. En los últ imos años, hemos demost rado (Boccas et al. 2000) que este lugar podría haber sido tam bién un cent ro cerem onial, de donde se realizaban observaciones del solst icio, y por ot ra parte que la selección del sit io podría haber sido influenciada principalmente por este últ im o argum ento y no un cr iter io de t ipo bélico. Nuest ra observación parte del aparente diseño zoomorfo del pucará, lo que lo asocia a la fam ilia de sit ios incaicos con esta característ ica. Al comparar el plano arquitectónico del recinto de Chena con el de los sit ios incaicos de Chile Central (Stehberg 1995) , se destaca la forma del t razado que asemeja a un mamífero (¿un puma?) , visible también desde la cumbre del cerro Chena. La pequeña cant idad de m uros hace la asociación de formas m ás fácil que en el caso cont rovert ido de Cuzco. Además, recordam os que la existencia de t res espacios separados en el sit io (pr imera muralla perimet ral, segunda muralla per imet ral y recintos cent rales) podrían reflejar la t r ipart ición sugerida en el fam oso diagram a de Pachacut i Yam qui, donde se aprecia una zona infer ior, una zona terrest re, y una zona celeste. La interpretación de Rowe (1967) acerca de la forma de pum a de la capital incaica, Cuzco, ha sido rechazada por Zuidem a (1985) que afirma que la descripción original de Betanzos era metafórica. Ot ros autores han descrito los diseños zoomorfos de lugares incaicos, ent re los cuales vale la pena destacar el valioso t rabajo de Elorr ieta y Elorr ieta (1996) que descubrieron varios sit ios en los alrededores de Ollan taytam bo. Esos lugares se caracterizan, además, por ser arqueoast ronóm icos. Stehberg (1995) describe lo que parece ser un ushnu en un r incón del recinto principal del pucará, lo que da obviamente mucho peso a un uso r itual del lugar, tal como Zuidema (1989) lo ha analizado detalladam ente. En part icular, menciona las fiestas celebradas al solst icio de Diciembre, con t rajes en piel de puma, para celebrar la llegada de la lluvia. Ya m encionam os que se realizaban observaciones ast ronóm icas desde el ushnu de Cuzco. La puesta del sol del solst icio de invierno ocurre en un punto "clave" desde el ushnu de Chena: la intersección del horizonte más cercano (el cordón de Chena) y del más lejano (cordillera de la Costa) . Adem ás, en esta dirección precisa (Figura 1) se encuent ra la cum bre del cerro más alto (1.166 msnm) que culm ina al sur de la cuesta Zapata (m apa I GM Sant iago 3300- 7030 a escala 1: 250.000) . Este detalle podría no ser una coincidencia, sino un requisito topográfico importante, debido a la asociación conocida de los cerros altos con el culto al agua en varias culturas (Broda 1991) . Figura 1. Pucará de Chena. Foto del punto preciso de puesta de sol del solst icio de invierno; se encuent ra en la intersección de dos horizontes (marcador natural) y sobre una cum bre alta (simbolism o andino) . Curiosamente, la puesta del sol se puede observar igualm ente en la intersección de los dos horizontes desde las dos puertas de acceso en los dos muros perimet rales del pucará (Figura 2) , sugir iendo así que dist intos grupos de personas, probablemente según su rango social, podían realizar la observación del solst icio en forma sim ilar a las práct icas en la I sla del Sol. Figura 2. Pucará de Chena : observación del solst icio. El amanecer del solst icio de verano (Figura 3) sucede también en la intersección de dos horizontes (a pesar que el efecto no es tan dramát ico como el caso anterior) : el cerro La Calera (928 msnm) al sur de Calera de Tango y, al sur de Talagante, la parte occidental del cordón de Yerbas Buenas (cerro Poca Pena, 1.242 msnm) . La importancia del solst icio de Junio sobre el de Diciembre en el valle cent ral de Chile se explica por el hecho que indica el inicio de la estación de las lluvias. Figura 3. Pucará de Chena : horizonte occidental. Aveni (1989) explica la importancia del paso del sol por el cenit en las creencias incaicas y la existencia de alineam ientos solares hacia este momento. Además demuest ra que la fecha a la cual el sol pasa por el nadir (el ant icenit ) también era conocida, y formaba un eje tem poral con el paso por el cenit . Aveni descubrió, en la ciudad incaica de Huanuco Pampa, dos edificios importantes cuya orientación es notoriamente diferente del resto de la ciudad: se alinean con el eje cenit -ant icenit , lo que denom ina posteriormente el " t iem po estándar de Cuzco", pues sugiere que los incas, al no poder aplicar los m ismos cr iter ios temporales en todo su imperio (pasado los t rópicos, el sol no pasa nunca por el cenit -caso de Chena- ) , tenían que m antener una coherencia calendárica ent re lugares remotos de su imperio y la capital. En Chena, no hem os visto este t ipo de alineam iento hacia el "huso horario de Cuzco". En conclusión, proponemos la hipótesis que la const rucción de Chena podría haber sido mot ivada, en el contexto de una conquista m ilitar local ya avanzada, en primer lugar por la necesidad de establecer una especie de copia local de Cuzco, donde se podrían duplicar ciertas act ividades ligadas al dom inio del t iempo, por ejemplo, que serían de gran im portancia para consolidar el (casi) ext remo sur del Tawant insuyu. Consecuentem ente, Chena podría haber sido elegido geográficamente por ser un sit io de donde la observación solst icial iba a ser no solamente fácil (existe un m arcador natural en el horizonte) , sino de acuerdo a cr iter ios sagrados importantes en el m undo andino, para lo cual esta ram ificación del cordón Chena cumple m ás exigencias que ot ros cerros, al igual o más est ratégicos que Chena para un uso solamente m ilitar, en el valle de Sant iago y las cercanías inmediatas del pucará (ver m apa I GM San Bernardo 5-04-05-00066-00 a escala 1: 50.000) . Sit ios del com plejo El Molle en el Norte Chico Cuz-Cuz Cuz-Cuz es una localidad ubicada a unos 6 km al oeste antes de llegar a I llapel. Bustamante regist ró unos 100 pet roglifos y 30 piedras de tacitas en un área de 20 km 2. Un 85% de los grabados son de t ipo geom étr ico o abst racto, 10% ant ropomorfos y un 5% zoom orfos y fitom orfos. Según Reichel Dolmatoff (1985) , los grabados geométr icos resultan de alucinaciones fosfénicas, y representan energías y fuerzas cósm icas, lo que nos da a pensar que la zona podría contar con un sham an y un cent ro cerem onial. Bustam ante (1991) descubrió en 1985 lo que parece ser una const rucción megalít ica, formada por una serie de grandes rocas describiendo los peldaños de una gigantesca "escalera" (así la denom inarem os a cont inuación) , ubicada en el faldeo de una colina, ent re dos grandes piedras grabadas con pet roglifos (una de ellas podría haber sido erigida intencionalmente) . El conjunto (Figura 4) m ide unos 25 m de largo y debió estar const ituido por unos 9 peldaños rocosos de aproximadamente 2 x 1 x 0,5 m cada uno. Varias de las piedras llam an la atención por sus cortes rectos y su disposición horizontal, com o si hubieran sido cortadas en el sit io (afloram iento rocoso) o t raídas de ot ro sit io e instaladas con un propósito. Al t iempo del descubrim iento, la disposición en escalera era notoria, pero ha sido alterada por la erosión de los desagües de una hum ilde casa ubicada a escasos met ros arr iba del sit io. Figura 4. Cuz-Cuz: posible reconst itución de la escalera (según Bustamante) . Desde la piedra superior, se t iene una vista panorám ica de todo el valle. La orientación del conjunto de piedras (eje de la escalera y línea ent re las dos piedras ext rem as grabadas)apunta hacia la salida del sol del solst icio de verano. Adicionalmente la salida del sol del solst icio de invierno sucede en una form a "en V" característ ica del horizonte, fenómeno conocido en Mesoamérica y representado en los glifos mayas por ejemplo (se usa la intersección "en V" de 2 cerros como marcador natural) . Es así como se dan algunas condiciones básicas para pensar que este lugar haya servido de observatorio del cielo. De hecho uno puede pensar que el sit io de const rucción de la escalera haya sido elegido por ya poseer un alineam iento hacia un marcador natural (el cerro "en V") . El alineam iento hacia los dos solst icios nos da a pensar que el complejo El Molle había observado el ciclo solar y, eventualmente, lo había usado para necesidades calendáricas en apoyo a una act ividad r itual, nacida a raíz de una sedentarización progresiva en el propicio valle del Choapa. Pensamos que sería muy valioso efectuar excavaciones alrededor de esta escalera para determ inar qué act ividades hum anas se desarrollaron en el lugar. Valle del Encanto El Parque Nacional del Valle del Encanto es una zona de unos 2 km de largo, rodeando un pequeño estero, ubicado en el valle del r ío Limarí al oeste de Ovalle. Este sit io se caracteriza sobre todo por sus grabados profundos que representan cabezas t iaras (sombreros r ituales) , y generalmente ha sido clasificado com o lugar donde se conducían cerem onias. Ampuero y Rivera (1971) han regist rado unas 80 piedras con pet roglifos, 83 con tacitas y 7 con pictografías. Por la dependencia que t ienen muchos pet roglifos con la luz solar para ser fácilmente visible (cuando se forma sombra en la profundidad de las líneas grabadas) se ha sugerido que podría exist ir un pat rón de or ientaciones. En un ám bito sim ilar, Sofaer et al. (1979) han descrito el caso de los pet roglifos espirales de Fajada But te en Chaco Canyon (Nuevo México) que los indios anasazi (950 a 1.150 d.C.) grabaron en paredes rocosas donde se producen fenóm enos de luz y som bras ( llamada "espada solar '" que marcan los solst icios y equinoccios al medio día. Hemos medido la or ientación de unas 60 piedras grabadas (definimos la orientación como la dirección hacia la cual "m ira" el lado grabado de una piedra) y determ inam os estadíst icamente que no existen direcciones privilegiadas hacia acimutes específicos (como fechas solares claves) . Más bien, nos dimos cuenta que una gran mayoría (del orden del 80% ) de los pet roglifos ubicados en la r ibera norte del r ío m iran hacia el sur, y viceversa. De esta observación, podríamos concluir que los pet roglifos m iran hacia el agua, y sobre todo hacia el lugar preferencial de paso o de habitación de sus ocupantes, es decir, a orilla del r ío, lo que concuerda con la función comunicacional que t iene el arte rupest re según varios autores. Luego nuest ra invest igación se orientó hacia las tacitas, cuyo uso exacto es generalmente desconocido aunque se considera, a nivel mundial, que han tenido dist intas funciones (desde piedra de m olienda hasta representaciones art íst icas) . Menghin (1957) sugiere también que puedan representar est rellas, lo que es una interpretación inmediata por la sim ilitud de formas. La piedra de tacitas m ás t rabajada en el sit io cont iene 44 tacitas repart idas en forma aleatoria en unos 3 m 2. A escasos 15 m de distancia, se encuent ra la segunda piedra más t rabajada ( t iene aproximadamente la m isma superficie) con 16 tacitas. Allí, la menor cant idad de tacitas nos incita a intentar reconocer form as o interpretar su ordenam iento. Nuest ra reacción inst int iva fue ident ificar a dos constelaciones del cielo moderno: el escorpión, y la bien conocida cruz del sur. Afortunadam ente, nos tocó estar en el lugar en una fecha aparentemente significat iva (a mediados de junio, en 1998) y pudimos observar, poco t iem po después de la puesta del sol, cuando las est rellas empiezan a aparecer, las dos constelaciones frente a la piedra (cuando uno m ira en su eje principal) en la m isma or ientación relat iva que el grabado en la piedra. Las formas imaginarias son fáciles de dibujar ya que form an grupos destacados de est rellas br illantes, visibles antes que se oscurezca el cielo y, en el caso del escorpión, la constelación está justo puesta sobre el horizonte sureste, como saliendo de la t ierra (a ot ra hora y ot ra fecha del año, no se podría apreciar este alineam iento) . Sugerimos que en este caso part icular, la piedra tacita es una representación art íst ica y simbólica del cielo. Finalmente, presentamos el descubrim iento de una zona un poco apartada del sit io arqueológico, y que t iene característ icas de plaza ceremonial. Se ubica en el sector más oriental de Valle del Encanto, en la r ibera sur del r ío, a unos 100 m de grupos de arte rupest re ya conocidos. El lugar es el más alto de todos los sectores con vest igios hum anos del Valle del Encanto, posee una vista panorám ica completa, y se ident ifica de lejos por la presencia de una gran piedra levantada del suelo (unos 3 m de altura) , que es parte de un afloram iento rocoso casi circular de 10 m de diám etro, con 3 "puertas" de acceso hacia el este, oeste y sur (Figura 5) . Este círculo de piedra deja un espacio plano de t ierra en su cent ro, lo que llamamos la plaza, y donde encont ramos, sobre la superficie del suelo, varios fragmentos de cerám ica gris ahumado ( t ípica del complejo El Molle) y ot ros con pigmentos de color naranja y salmón. Varios t rozos exhiben curvatura m ient ras que ot ros muest ran una cara muy lisa con bordes bien term inados, signo del t rabajo adicional dado a objetos de valor para uso r itual. Figura 5. Valle del Encanto. Posible plaza cerem onial con pet roglifo en primer plano y cerro occidental marcador del solst icio en el fondo ( fotografía del 21 de diciembre 1998) . La piedra levantada está grabada en su costado superior norte por un precioso pet roglifo doble (grabado profundo) representando una especie de disco con ram ificaciones (¿sol?) y una especie de pájaro (¿hom bre con alas o shaman?) . Coincidentemente, las dos cumbres más altas del horizonte se encuent ran respect ivamente casi hacia el sur y hacia el norte. El horizonte está perfectam ente plano desde el norte hacia el suroeste, donde un cerro cercano pone fin al desplazam iento sureño de la puesta del sol precisamente en el día del solst icio de verano, const ituyendo un hito clave para un calendario de horizonte. Esas característ icas son t ípicas de un paisaje sagrado. Finalmente, detallam os una observación adicional: el eje de la piedra levantada m irando hacia el sur y su inclinación de unos 30° sobre el horizonte, hacen que esta roca apunte hacia el polo celeste, punto del cielo nocturno alrededor del cual gira la entera bóveda celeste. En varias culturas del mundo, este punto único era conocido y formaba el eje cósm ico que une el entorno terrest re (hum ano) al m undo celeste (divino) . Conclusión Hemos argumentado que los seres humanos ut ilizaban los ciclos de la naturaleza como relojes de sus act ividades (agricultura, r ituales) . A medida que se diversificaban sus act ividades, necesitaron relojes naturales más frecuentes que los ciclos más obvios que son: ciclo día/ noche (muy corto) , ciclo lunar (28 días) , ciclo solar (365 días) . Al llegar a necesitar una verdadera manera de regist rar fechas, se ha producido una evolución t ípica en los calendarios de la humanidad: lunar, luni-solar y solar. Finalmente, hemos explicado cómo la elaboración de un calendario solar está basado en la observación de los solst icios y cómo alineam ientos en estas fechas son com unes en m uchos sit ios. Nuest ro objet ivo fue demost rar que mediciones topográficas o ast ronóm icas en un sit io arqueológico pueden ser herram ientas valiosas para am pliar nuest ro conocim iento de una determinada cultura. Desde los t iempos preagrícolas hasta épocas más recientes son varias preguntas, tanto generales com o específicas, acerca de las culturas prehispánicas de Chile, que se podrían contestar últ im am ente con esta información: ¿Quiénes observaban regularmente el cielo? ¿Quiénes desarrollaron calendarios de act ividades? Y en ejemplos aún m ás específicos: ¿Qué grado de organización social y tem poral tenía el com plejo El Molle y qué papel pudo desarrollar la observación de los ast ros en estos cambios? ¿Cómo los incas mantenían su dom inio del t iempo (calendario) en el ext remo sur de su imperio? En este últ im o caso, sugerimos revisar sistemát icamente la función de los ushnus. Para term inar, queremos volver a decir que la arqueoast ronomía es una disciplina mucho más amplia que la simple búsqueda de alineam ientos solst iciales. Existen ot ros cam pos de invest igación relacionados, como por ejemplo aclarar si existen ant iguas expresiones art íst icas -grabados diversos, tej idos, cerám ica (ver González 2000)_ de objetos celestes, o estudiar la información (m itos de creación, constelaciones) en la t radición oral de las culturas indígenas que aún están representadas en nuest ra Tierra. Agradecim ientos: Varias personas me han brindado apoyo en esta act ividad ext raprofesional (m i profesión es ingeniero ópt ico) , en part icular quiero agradecer a: Luis Briones, Malcolm Sm ith, Gonzalo Am puero, Rubén Stehberg, Victor ia Cast ro y David Orellana. Finalmente, m i grat itud se dir ige a m i esposa Sofía, por su paciencia en las largas horas y los días dedicados a esta act ividad en m is t iem pos libres. Referencias Citadas Am puero, G., y M.A. Rivera 1971 Las manifestaciones rupest res y arqueológicas del Valle de El Encanto (Ovalle, Chile) .Bolet ín del Museo Arqueológico de La Serena 14: 71-103. 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