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Reajuste de um Mito

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MOLINOS Y FALCO NI: 
REAJUSTE DE UN MITO
EULOGIO PACHO
La figura de Miguel Molinos permanece oculta entre sombras 
difusas. Ciertos perfiles de su silueta histórica no están aún bien 
dibujados. Los éxitos indiscutibles de la investigación más moderna 
y solvente no han logrado iluminar algunos repliegues de su perso­
nalidad. Muchos interrogantes sobre la contradictoria interpretación 
de su actividad en Roma continúan desafiando y acuciando a los 
historiadores. No es ésta ocasión adecuada para volver sobre los 
problemas aún no resueltos K
No existe otro medio eficaz para esclarecer los ángulos todavía 
opacos del molinosismo que el recurso a sus fuentes inmediatas. 
El contacto directo con los escritos de Molinos y de sus compañe­
ros de infortunio ha arrinconado la imagen deformada que dibuja­
ron en su día los « antiquietistas », autocondenados a no leer más 
que las « sentencias condenatorias ». Ediciones depuradas de la Guía 
espiritual y de otros textos contemporáneos llevados al Indice de li­
bros prohibidos permiten acercarnos hoy sin cristales deformantes 
a los grandes protagonistas de la polémica quietista2. Es de lamen­
1 Limitándose a los hitos fundamentales y determinantes en el esclareci­
miento de la figura compleja de M. Molinos deben señalarse los siguientes 
autores: M. Menéndez Pelayo en Historia de los heterodoxos españoles, ed. BAC 
(150-151) Madrid 1966, t. II, p. 206-223; Pau l Dudon, Le quiétiste espagnol Michel 
Molinos, París 1921; F. N ico lin i, Su Miguel Molinos, Pier Matteo Petrucci e altri 
quietisti. Ragguagli bibliografici en el Boll, del Archivio Storico del Banco di 
Napoli (Nàpoles 1958), p. 89-201 y Su Miguel de Molinos e taluni quietisti ita­
liani, ib. (Nàpoles 1959) p. 223-349; J. I. Tellechea Idigoras, Introducción a la 
edición de la Guía espiritual en la colección Espirituales Españoles (Madrid 
1976) p. 15-85. En línea revisionista se sitúan también mis trabajos El quie­
tismo frente al magisterio sanjuanista sobre la contemplación, en Ephemerides 
Carmeliticae 13 (1962) 353426; Literatura espiritual del Barroco y de la Ilustra­
ción, en la Historia de la espiritualidad editada por Juan Flors (Barcelona 
1969) t. II, p. 352-381; Molinos (Michel de) en Dictionnaire de Spiritualité, voi. 
10 (1979) 1486-1514.
2 Dos ediciones de la Guia espiritual destacan por su rigor textual: la 
preparada por José A ngel V alente para la editora Barrai de Barcelona y la 
cuidada por J'. I. T ellechea para la citada col. de Espirituales Españoles. A
Teresianum 37 (1986/2) 339-373
340 EULOGIO PACHO
tar que aún no haya llegado el turno editorial a los libros menores 
publicados en su día por el propio Molinos. Son auténticas rarezas 
bibliográficas3. La superación de la legislación eclesiástica ha faci­
litado en gran manera el acercamiento a las páginas un tiempo 
« prohibidas ». Existen algunas de Molinos que no han llegado ínte­
gras ál mercado público hasta tiempos recientes. Las más impor­
tantes y representativas son las que sirven de base a este trabajo4.
La visión distorsionada de Molinos no se ha debido a la caren­
cia de fuentes informativas. Prejucios religiosos e ideologías con­
trastantes se han volcado inevitablemente sobre hechos y escritos 
bien conocidos. Hasta tiempos relativamente recientes han sido po­
cos los investigadores puestos en contacto directo con las fuentes 
de primera mano. Lo normal ha sido trabajar con materiales de 
acarreo. Gracias a ese puñado de profesionales del molinosismo 
científico la figura histórica de Molinos va adquiriendo las propor­
cionas adecuadas. Tardará aún en adquirir límites y valoraciones 
justas entre los ensayistas que alimentan al gran público.
Si perdura el mito Molinos (y en medida más modesta el de 
Falconi) se debe a que todavía persisten los juicios excesivos. La 
creencia sigue desafiando a la realidad, la apariencia a la objetivi­
dad. En este caso la erección del mito se ha debido a la persuasión 
de un Molinos creador de un sistema doctrinal en el que se susten­
ta, como en base decisiva, el quietismo. Lo que se interpreta en 
sentido radicalmente diferente es el alcance del paradigma.
ellas se recurre aquí habitualmente; por lo que conviene presentar sü carnet 
bibliográfico: José A ngel V alente, Ensayo sobre Miguel de Molinos. Miguel de 
Molinos, Guía espiritual seguida de la Defensa de la contemplación por pri­
mera vez impresa. Barcelona, Barral Editores, 1974. El volumen acoge tres 
partes: el ensayo introductorio del editor, el texto de la Guía y fragmentos 
de la Defensa. Muy superior en depuración textual y en ilustración bibliográ­
fica es. la Guía espiritual, edición crítica, introducción y notas de José I gnacio 
T ellechea I dÍgoras, Madrid-Salamanca, Fundación Universitaria Española, Ma­
drid 1976. Cualquier estudio serio reclama hoy el recurso a esta edición.
3 Se trata de los opúsculos Breve tratado de la comunión cuotidiana (Ro­
ma 1575, traducido al italiano y con tres ediciones en esta lengua) y Cartas a 
un caballero español para animarle a tener oración mental dándole modo para 
ejercitarla (Roma 1676, con otras tres ediciones en italiano). Se ha vuelto ya 
costosa la consulta de la recopilación epistolar preparada por M artín R obles 
Carrey, Del epistolario de Molinos. Para la historia del misticismo español, en 
« Escuela española de arqueología e historia en Roma », en Cuadernos de tra­
bajos, n. 1-3 (1912) 61-79.
4 En tiempos relativamente recientes se han publicado varios escritos me­
nores. Su aparición dispersa en publicaciones periódicas dificulta la consulta. 
Se recuerdan las dos cartas dadas a conocer por M iguel de la P in ta L lórente 
en Estudios de cultura española (Madrid 1964) p. 210-214; el memorial anónimo 
identificado por Dudon en el ms. Vaticano 7392 y publicado por R amón R obres 
Lluch en Anthqlogica Annua 18 (1971) 422423 con el texto en p. 458463; por últi­
MOLINOS Y FALCONI 341
Para los autores católicos de teología, de moral, de espirituali­
dad, de historia (con la « manualística» correspondiente) Molinos 
representa la quintaesencia, la encarnación — doctrinal y vital — del 
falso misticismo. Excesos aparte, su condena fue obligada, y no sólo 
por razones prudenciales.
Para acatólicos, laicistas, increyentes, nuevos « materialistas», 
Molinos es uno de las víctimas destacadas de los modos represivos de 
la Iglesia Católica. Su condena no fue sólo eliminación de un inocen­
te, sino también pérdida de un maestro original, incluso genial. Si en 
ambas posturas hay exageración manifiesta, se debe precisamente a 
que las dos mantienen injustamente el mito de la originalidad o de 
la importancia personal de Molinos.
Más grave parece la persistencia « mitológica » en los ambientes 
hostiles a la Iglesia. Los escritores no sujetos a la disciplina de la 
misma han podido frecuentar sin problemas los escritos y las fuen­
tes originales, cosa no factible frecuentemente a los católicos. Si, pese 
a esa ventaja, han mantenido y siguen manteniendo en pie la ori­
ginalidad e importancia doctrinal de Molinos, es señal inequívoca de 
prejuicios confesionales o ideológicos.
Cabe sostener el alcance espectacular de los procesos quietistas, 
en particular el de Molinos, pero el estudio de sus escritos y la com­
paración de ios mismos con grandes maestros de espiritualidad de­
muestran indiscutiblemente ausencia de toda originalidad. Los escri­
tos de Molinos, como los del quietismo en general, son de propor­
ciones modestas en todos los sentidos, hasta en el de la extensión 
material. Carecen de consistencia, de densidad y, sobre todo, de ori­
ginalidad. En consecuencia, la importancia histórica del de Muniesa 
y de otros correligionarios deriva de otros motivos y otros factores 
que no interesa abordar aquí. Las presentes reflexiones y exploracio­
nes — en una línea que viene de estudios anteriores — quieren acla­
rar la reducida originalidad del pensamiento molinosiano5.
No hace al caso deambular a lo largo y a lo anche del cotoquie- 
tista. La indagación se limita a la producción específica de Molinos. 
Puede reducirse incluso al díptico formado por la Guia espiritual y la 
Defensa de la contemplación, ya que el resto de los escritos es sim­
ple apéndice o accidente de estas dos obras6. Parte de las reflexiones 
aquí avanzadas responde a temas introductorios preparados para una
mo el Scioglimento ad alcune obiettioni contro il libro della « guida spirituale », 
publicando por J. I. T ellechea I dígoras en Salmanticensis 27 (1980) 49-81, el 
texto p. 63-79.
5 En los trabajos citados en la nota la y en otros actualmente en prensa.
6 Los recordados en las notas 2, 3 y 4.
342 EULOGIO PACHO
edición crítica de la Defensa. El secuestro secular de este escrito, a 
consecuencia del clamoroso proceso, ha limitado notablemente la vi­
sual de Molinos entre los investigadores. Hoy ya es posible acudir 
a su texto para una comprensión más global y equilibrada. Pese a ello, 
las recientes ediciones no satisfacen plenamente las exigencias de un 
estudio crítico7. Se trata del testamento espiritual y literario del de 
Muniesa y bien merece la pena tenerlo en cuenta a la hora de en­
juiciar el valor de su síntesis doctrinal.
1. M odos y métodos de M olinos
La temática, el método expositivo, el estilo y muchos otros de­
talles denuncian la paternidad inconfundible de Molinos sobre la De­
fensa. Aunque no se confesase en la portada misma del escrito, el pa­
rentesco con la Guía espiritual denuncia a las claras una autoría co­
mún e idéntica. No hace falta recurrir a un cotejo de comprobación 
textual entre ambos escritos. Abundan los datos individuantes de la 
crítica externa e interna.
Comienza presentándose en primera persona como responsable 
de la Guía espiritual. A lo largo del escrito prefiere la forma im- 
pesonal del « se dice » o « se escribe », pero en el prólogo al lector 
y en el proemio repite insistente el « yo ». La Guía ha tenido notable 
éxito divulgativo y a la vez ha sido blanco de contradicción por parte 
de ignorantes e inexpertos en las vías del espíritu, por ello — escri­
be Molinos — « respondo a todas las dificultades en este lib ro ». 
Frente a los opositores, sienta una conducta ajustada al consejo 
evangélico del perdón: « Las calumnias que contra mí han suscitado 
perdono de corazón y de muy buena gana ». Se equivocan al decir 
« que yo destruyo y aborrezco la meditación y que la destierro por­
que escribo de contemplación». Piensa dejar en claro semejante 
embuste exponiendo con claridad su pensamiento. « No es mi ánimo 
— prosigue — discurrir por respetos humanos ni por defender por­
fiadas controversias ni por adelantar opiniones propias ». Es más: 
« Yo quiero, con la divina gracia, estarme en mi nada para estar
7 Se deben a José Angel Valente en su edición de la Guía (cf. nota 2) y a 
Francisco T rinidad Solano para la Editora Nacional, Madrid 1933, en la colec­
ción « Biblioteca de visionarios, heterodoxos y marginados», 2a serie, n. 23. 
Aunque notable el esfuerzo de purificación textual contiene bastantes inexacti­
tudes y carece de la verificación rigurosa de las alegaciones. Hace años que 
trabajábamos en una nueva ed. rigurosa que se halla actualmente en lista 
para la publicación en la serie « Espirituales Españoles».
MOLINOS Y FALCONI 343
inferior a todas las censuras » 8. La confesión es paladina: este libro 
es defensa de la Guía espiritual; la « defensa » la escribe quien se 
siente atacado y calumniado.
Lo que no se ha fijado con exactitud es la fecha de composición; 
el margen cronológico oscila entre los años 1675 y 1682. La escri­
tura posterior a la Guía espiritual es reiterada por el mismo Mo­
linos en las autocitas de la Defensa. En las primeras líneas del pró­
logo al lector adelanta una pista de notable aproximación. En sólo 
« cuatro años — la Guía — se ha extendido a cuatro lenguas y se 
ha reestampado [muchas] veces ». No señala el número de reim­
presiones y no parece seguro que las cuatro primeras versiones se 
hiciesen en otros tantos años. Queda en pie igualmente que la De­
fensa está separada por cuatro años de la Guía, por lo menos de su 
aparición en público. Tal afirmación nos coloca entre 1679/1680.
Molinos siente cierta complacencia en justificar sus afirmacio­
nes con el testimonio de san Juan de la Cruz. Para él se trata de 
una autoridad de singular importancia; piensa que la doctrina san- 
juanista apoya indiscutiblemente muchas de sus tesis; por ello acu­
de con insistencia a los escritos de Santo. Capítulos enteros se redu­
cen a una transcripción literal de textos sanjuanistas, como sucede 
con el quinto y el sexto. En la Guía espiritual la presencia sanjua- 
nista es amplia, pero velada, casi oculta; en la Defensa se hace cla­
morosa y desafiante. Existe un motivo que explica el cambio de pos­
tura en Molinos. A la hora de redactar la Guía no podía introducir 
sus citas más que con el apelativo de « venerable Padre »; cuando 
escribía la Defensa podía llamarle sin desmayo « el beato Padre fray 
Juan de la Cruz ». Siempre le consideró « muy experimentado e ilu­
minado » en los caminos de la vida interior, pero ahora — a partir 
de 1675 — puede llamarle « beato »; nunca olvida ese refrendo ecle- 
sial de su doctrina; recuerda incluso el hecho: « que ya hoy está 
beatificado por la Iglesia ». La fecha de ese evento fue el 25 de enero 
1675 9.
8 Estos y otras frases parecidas proceden del prólogo al lector. Se repiten 
también en el Proemio y en otras partes de la obra. Remata el proemio con 
la siguiente referencia: « Concluyo con esta exclamación de San Agustín». 
Idénticas expressiones e ideas abundan en la correspondencia anteriormente 
citada (cf. nota 3).
9 Hacía para entonces veinte años que la Sda. Congregación de Ritos ema­
nara un decreto ensalzando los escritos sanjuanistas por su elevada doctrina.
Molinos lo conocía y lo recuerda por dos veces en este escrito: al final del
cap. 3 (cf. nota 16) y cap. 6 (nota 5). Estudié la presencia indudable del Santo 
en la Guía, pese al silencio sobre el nombre, en el artículo El quietismo frente 
al magisterio sanjuanista sobre la contemplación, en Ephemerides Carmeliticae
13 (1962) 353426. Una vez beatificado el Santo, Molinos comprendió que la
34.4 EULOGIO PACHO
La actitud propagandista de Molinos frente a los escritos san- 
juanistas demuestra que la redacción básica de la Defensa es pos­
terior a 1675. A idéntica conclusión lleva el repaso de las acusa­
ciones lanzadas por sus contrincantes contra la Guía espiritual. No 
son genéricas ni discusiones de principios; se centran en doctrinas 
defendidas en ese escrito suyo, según reconoce Molinos desde el 
prólogo. La ausencia de referencias personales y la carencia de ci­
tas literales impiden ulteriores determinaciones.
Si los ataques a la Guía fueron determinantes para que Molinos 
saliese en defensa de su libro, debe suponerse que pasó cierto tiem­
po hasta que se difundieron los ataques y se decidió a refutarlos. El 
acopio de autoridades para la Defensa exigió, sin duda, nuevas lec­
turas y largas vigilias, aun contando con indudable colaboración. 
Todo ello obliga a retrasar la redacción ordenada hasta los años 
1678-1680. A primeros de 1680 parece que el escrito estaba ultimado 
o muy avanzado. En carta al General de la Compañía, Juan Pablo 
Oliva, Molinos declara que tiene escrita su Defensa de la contempla­
ción, para demostrar que su doctrina no es nueva sino de todos los 
tiempos. Es más, hace un año ha intervenido eficazmente para que 
aborte un rebrote de alumbradismo surgido en España,0. Fecha de 
la carta y referencia al « año anterior » sitúan con bastante preci­
sión la data en que debió de concluir la composición del escrito, 
si es que quedó realmente concluso. En todo caso, de su redacción 
básica.
Algunas referencias o alegaciones textuales confirman la apro-
autoridad de Doctor Místico estaba al abrigo de sospechas y ataques. Por 
eso lo entroniza en este escrito con mal velada complacencia. Hay que anotar 
laactitud similar de P. Segneri. Tampoco aduce el testimonio sanjuanista en 
su primer escrito contra .Molinos, la Concordia tra la fatica e la quiete nel- 
l ’orazione. Por sus páginas desfilan más o menos las mismas « autoridades» 
invocadas por Molinos en la Guía y ampliadas con otras del propio caudal. 
A partir de la Lettera di risposta sopra l ’eccezione che da un difensore áei 
moderni quietisti, Segneri se remite con bastante frecuencia a San Juan de 
la Cruz ¿Quería replicar a Molinos con sus mismas armas? En todo caso no 
debió de influir en su postura la Defensa, al no haberse publicado. Quizá 
quien desencadenó el recurso a San Jüan de la Cruz, y en medida menor a 
Santa Teresa, fue la intervención del arzobispo Palafox y Cardona al colocar 
a la Guía en la línea de los grandes maestros de la escuela carmelitana. No 
hace al caso una indagación al respecto.
1° La carta al General Oliva lleva fecha del 16 de febrero 1680. Para enton­
ces Molinos tenía ultimado o muy adelantado el texto de la Defensa, de lo 
contrario no se explica ni la comunicación sobre ella ni la coincidencia de 
temas apuntados. Sobré esa correspondencia cf. Dudon, Le quiétiste espagnol, 
p. 67-68 y 93-95. El texto de la correspondencia epistolar citada en M artín 
R obles, Del epistolario de Molinos (cf. nota 3) p. 67; el texto de la correspon­
dencia; p. 62-66; sobre la composición p. 64-65. Estas cartas, en especial la pri­
mera, parecen borrador o resumen de la Defensa.
MOLINOS V FALCONI 34 5
ximación cronológica de 1678-1680. En la misma carta al P. Oliva, 
Molinos insiste en una llamada o vocación a la contemplación, adu­
ciendo la autoridad de san Gregorio Magno copiada en latín. No la 
había aducido o recordado en la Guía espiritual. Le salió al paso en 
lecturas o estudios posteriores y la tenía fresca cuando escribía al 
General de la Compañía. Casualmente acababa de incluirla al pro­
pósito apuntado en su Defensa de la contemplación n. Era idea fres­
ca, por la proximidad de ambos escritos, carta y libro. Este estaba 
acaso en el telar.
Que la composición de la Defensa no superó el tope de 1680 pa­
rece confirmarse por otra constatación. El autor puso interés en 
justificar sus tesis con la ejemplaridad o experiencia de figuras re­
cientes, ajenas a cualquier sospecha desviacionista en materia de 
oración. Todos los libros recordados a este propósito son anteriores, 
aunque ligeramente, a la fecha límite de 1680. Lo mismo cabe afir­
mar de maestros antiguos alegados por ediciones relativamente re­
cientes n. Cuando no consta de la impresión usada por Molinos, es 
casi seguro que corresponde a fechas anteriores a 1678-1680.
La datación propuesta ha de referirse al conjunto de la obra. 
No se excluye que Molinos continuase en fechas posteriores acarr­
eando material de erudición para incorporar en determinado mo­
mento. El proceso redaccional de la Guia es sintomático 13. Existen 
indicios claros de revisión en el texto de la Defensa. La misma in­
terrupción brusca del manuscrito hace sospechar alguna anomalía 
en la composición o en la transmisión del texto.
El patrón literario seguido por Molinos era habitual — forzado 
en cierto modo — en las luchas quietistas y antiquietistas. En apo­
logías, esclarecimientos, cartas de respuesta, elucidaciones y apun­
tamientos se seguía fundamentalmente el mismo género literario. 
Tenía además antecedentes gloriosos y numerosos. Si abundaban 
los modelos formales, no puede decirse lo mismo de los contenidos
11 Se trata del texto de San Gregorio sobre el don de la contemplación a 
toda clase de personas, tal como, aparece en las Homilías sobre el profeta 
Ezequiel. El texto en la homilía 17, hacia el fin: en PL 76, 996 core'spondiente 
al lib. 2, 5. La cita en Defensa, cap. 11 (cf. nota 3). En la carta al P. General 
Oliva del 29 febrero 1680; ed. M. Robles, p. 70.
u Entre los espirituales modernos destacan Francesca Farnese, Catalina 
Paluzzi, Antonio Moneglia, J. Surin y Luis de la Puente. Cita, por ediciones 
ya ampliamente difundidas a San Juan de la Cruz, Pedro de Alcántara, Luis 
de Granada, A. Gagliardi, L. Blosio, etc.
13 Vése al respecto la Introducción de J:T. Tellechea a la ed. cit. p. 65-68. 
Caben ulteriores matizaciones textuales a las propuestas por el diligente editor. 
No ha apurado todos los detalles que ofrece el ms. Vat. lat. 14.663 con sus 
abundantes acotaciones y diferentes manos. Si el texto final ofrecido' en la
346 EULOGIO PACHO
y de las fuentes. Basta confrontar la infinidad de piezas similares 
que se producen a lo largo y a lo ancho del siglo XV II para com­
probar cómo los autores se pasan unos a otros las mismas fuentes, 
los mismos textos, las mismas autoridades. El repertorio de Santos 
Padres y doctores medievales es casi siempre idéntico; se enriquece 
en cada caso con algún texto espigado personalmente y con escri­
tores más recientes.
Molinos calca ese módulo tradicional sin novedades originales. 
Tiene a mano los repertorios o cadenas textuales manoseados por to­
dos los autores. Se sirve de ellos con habilidad más que con origina­
lidad. Entre los arsenales que le nutren de argumentos y dé textos 
eruditos tiene a mano, sin duda alguna, las apologías de san Juan de 
la Cruz, el autor que ha incorporado como novedad y autoridad cate­
górica en su Defensa. Los eslabones de la cadena apologética sanjua- 
nista hasta llegar a él suponían enriquecimiento cuantitativo más que 
cualitativo. Iban de Diego de Jesús (Salablanca) al gran salmaticense 
Juan de la Anunciación, pasando por Basilio Ponce de León, OSA, N i­
colás de Jesús María (Centurión), Luis de S. Teresa, Dositeo de San 
Alejo, Quintín de san Carlos y Juan de la Anunciación. Los tres pri­
meros fueron mentores de Molinos, los demás hicieron involuntaria­
mente de cireneos del quietismo antimolinosista14.
edición es de plena garantía, no carecen de interés los pormenores aludidos 
en vistas al proceso redaccional de la Guía. Algo similar, pero en menor escala, 
ocurre en el ms. de la Defensa Son especialmente sintomáticas las tachaduras 
de frases un tanto duras; recaen además sobre palabras repetidas y típicas, 
como « ceguera ».
14 La afirmación no es contradictoria; tampoco juego inocuo de palabras. 
Los primeros tomaron la pluma para defender a San Juan de la Cruz de 
acusaciones tipo alumbradas, similares a las que luego se atribuirían a Mo­
linos. Este asume esas « apologías» para demostrar que él sigue la doctrina 
sanjuanista, contra una corriente opuesta, la representada en primer término 
por sus opositores de la Compañía de Jesús. Los vindicadores de San Juan de 
la Cruz, posteriores a Molinos, intentan precisamente demostrar que el Santo 
no enseña nada que tenga que ver con el « molinoismo». Curiosamente, la 
argumentación fundamental es idéntica en unos y en otros. La verificación de 
esta interpretación puede hacerse consultando las siguientes obras aquí alu­
didas: D iego de Jesús (Salablanca) OCD, primer editor de san Juan de la Cruz, 
Apuntamientos y advertencias en tres discursos para la más fácil inteligencia 
de la frases místicas y doctrina de las obras espirituales de nuestro venerable 
padre fray Juan de la Cruz; va al fin de la ed. príncipe del Santo (Alcalá 
1618) p. 615-682; se reproduce en la reimpresión del año siguiente en Barce­
lona (1619), p. 575-632, que es la edición seguida por Molinos en su obra. Re­
producción moderna en la BMC 10/1, p. 347-395. - B asilio P once de L eón, OSA, 
Respuesta a las notas y objecciones que se hicieron a algunas proposiciones 
del libro de fray Juan de la Cruz, ed. en la BMC 10/1, p. 396-439. Está com­
puesta en 1622. - N icolás de Jesús M aría (Centurione) OCD, Elucidatio theo- 
logia o también Phrasium mysticae theologiae V. P. F. Joannis a Cruce... eluci­
datio theologica. La primera ed. es de Alcalá 1631; luego se reprodujo, junto a
MOLINOS Y FALCONI 347
Como en toda esa literatura de confrontación y polémica, en la 
Defensa molinosiana el método resulta elemental; la demostraciónde las afirmaciones se confía a las « autoridades » de maestros y 
doctores reconocidos por su santidad o su ciencia. La elaboración 
teológica y la crítica de las fuentes resulta, por lo general, meneste­
rosa. Como los demás, Molinos tiene sus preferencias, pero su re­
pertorio de « autoridades » es extenso; no descuida ningún nombre 
sancionado por la tradición espiritual.
Cuando se trata de asentar principios doctrinales, capaces de 
resistir cualquier ataque, el recurso a S. Tomás de Aquino es inde­
fectible; le considera la suprema autoridad. Para ilustrar los secre­
la ed. latina de las obras sanjuanistas en Colonia 1639/40, con portada y pagi­
nación propia. Es la edición más frecuentemente seguida y aquí citada. Sobre 
estos tres autores, anteriores a Molinos, véase la confrontación establecida 
por Carmelo de la Cruz, Defensa de las doctrinas de san Juan de la Cruz en 
tiempo de los Alumbrados, en El Monte Carmelo 62 (1954) 41-72. - En cierto 
modo recoge ese patrimonio ampliándolo el carmelita francés Louis de Sainte 
T hérèse con su importante Traité théologique de l ’union de l ’âme avec Dieu, 
auquel la doctrine du Bienhereux P. Jean de la Croix, touchant cette matière 
est rendue complétée et confirmée par celle de S. Augustin et de S. Thomas. 
Se publicó en París el 1665 adjunta a la ed. de las obras sanjuanistas en francés 
de esa misma fecha. Lleva paginación y portada propia, al estilo de las ante­
riores. En el mismo volumen y a continuación se editan, también en fran­
cés y con propia paginación y portada, las apologías anteriormente citadas de 
Diego de Jesús y Nicolás de Jesús María (con fecha de impresión de 1664). 
Impresionante despliegue editorial en favor de la obra sanjuanista. Sobre el 
tratado del P. Louis véase E varisto R enedo, Un apologista de san Juan de la 
Cruz olvidado, en El Monte Carmelo 65 (1957) 61-89. — Posteriores a las luchas 
quietistas y en defensa del sanjuanismo frente al molinosismo son las obras 
de Dqsithée de Sa in t-Alexis, OCD, Dissertation sur la théologie mystique, où 
l ’on fait voir que la doctrine de Saint Jean de la Croix est oposée à celle des 
faux mystiques qui ont été condamnés dans le dernier siècle. Figura también 
como apéndice a su Vie de Saint Jean de la Croix (Paris 1727) t. II, 507-584; 
reimpresa varias veces. Sobre esta obra ver mi trabajo Apología antiquietista 
de San Juan de la Cruz, en El Monte Carmelo 68 (1960) 501-503. — En la misma 
línea se escribió la apologia del P. Qu in t in o di San Carlo, para presentarla al 
papa Clemente XI y frenar las acusaciones lanzadas contra la escuela carmeli­
tana por algunos jesuítas y por el capuchino Félix de Alamín. Lleva por título: 
Delatio delationis patris Felicis de Alamín. Se ha publicado modernamente en 
la revista Ephemerides Carmeliticae 13 (1962) 449-496, precedida de un estudio 
introductorio del P. V alentino di Santa M aría. Debe recordarse también la obra 
desconocida de la investigación moderna Trattato apologetico intorno agli scrit­
ti di Santa Teresa e S. Giovanni della Croce contro i falsi mistici e quietisti, 
por el P. Alberto di S. Gaetano, OCD, publicada en Venecia, por G. Zerletti, en 
1755 y reproducida en Nápoles, Stamperia del Fibreno, en 1859. — Cierra la 
serie el escrito Consultatio et responsio de contemplatione acquisita del gran 
teòlogo Salmanticense Ju an de la A nunciación , OCD, y editada modernamente 
por Claudio de Jesús Crucificado, OCD, Madrid 1927. — No se mencionan de' 
intento otras « apologías » de menor alcance y extrañas al ambiente que pre­
para o acompaña al quietismo, como las debidas al P. José de Jesús María 
(Quiroga), primer biógrafo sanjuanista.
348 EULOGIO PACHO
tos recónditos de la contemplación y de la mística la figura de S. 
Dionisio Areopagita es insustituible. Para Molinos es el discípulo 
fiel de los Apóstoles. San Agustín y san Gregorio aparecen como 
las lumbreras de la patrística, mientras san Bernardo y san Buena­
ventura junto con los Victorinos dominan el panorama medieval. 
Las figuras clave de la referencia experiencial son Teresa de Jesús 
y Juan de la Cruz.
Donde la aportación original resulta más destacada es en la in­
corporación de figuras relativamente recientes. Quiere hacer ver Mo­
linos que la práctica de la contemplación no tiene límites de tiempo 
ni de personas. Dado que el enfrentamiento a sus opiniones venía 
sobre todo de los jesuítas, puso especial empeño en confirmar la 
doctrina de la Defensa con autores de la Compañía. La selección 
por él operada resulta muy sintomática. Acertó a ver los represen­
tantes mejor cualificados de la corriente mística dentro de la espi­
ritualidad ignaciana. Desfilan por las páginas de Molinos los nom­
bres de Alvarez de Paz, Baltasar Alvarez, Luis de la Puente, Ga- 
gliardi y Surin. Por ironía del destino, éste último quedaría más 
tarde condenado por afinidad molinosiana.
Si se tiene en cuenta el papel que juegan las citas literales y la 
extensión que ocupan en él, se comprenden mejor algunos detalles 
de composición. Tres aspectos fundamentales conviene tener pre­
sentes en la metodología de Molinos: la fidelidad literaria, la fide­
lidad doctrinal y la exactitud en las referencias.
El autor se acomoda a los criterios imperantes en su tiempo. 
Entiende la fidelidad textual con notable elasticidad, pese a que 
comprende la importancia en una obra polémica como la suya. No 
se aprecian intenciones manifiestas de adulteración textual, pero 
tampoco afán de escrupulosa exactitud en la transcripción. Sorpren­
de la libertad con que traduce textos latinos e italianos sin preve­
nir al lector. La fluctuación entre el latín y el español, cuando cita 
obras antiguas, no obedece al ejemplar que tiene delante. A corta 
distancia copia frases en latín y textos en español de una misma 
obra. Tampoco cabe atribuir esa libertad o arbitrariedad a la im­
portancia concedida a las alegaciones. N i siquiera es válido el cri­
terio de la mayor o menor extensión. Por lo general, las versiones, 
de su propia cosecha todas, son elegantes pero muy libres, sin ata­
duras rigurosas a la letra original.
Otro tanto debe afirmarse de los textos procedentes de origi­
nales españoles. Más que de falsificaciones intencionadas, hay que 
hablar de acomodaciones o adaptaciones en dos puntos principales: 
al comienzo de las citas para enlazar mejor con la propia redacción, 
y en la omisión de frases intermedias que no cree necesarias para
MOLINOS Y: FALCONI 349
su propósito. También son frecuentes ligeros cambios de palabras 
sin especial significado o importancia. La carencia de signos conven­
cionales en la metodología del tiempo explica las libertades en uso. 
Semejantes acomodaciones dificultan a veces la identificación de la 
edición seguida por Molinos.
La constatación precedente obliga por fuerza a plantearse el 
problema de la fidelidad doctrinal, es decir, si Molinos introduce 
tales alteraciones con intención definida de manipular las « autori­
dades » alegadas. Existe una casuística muy variada al respecto: 
textos que encajan perfectamente en el tema, citas que no vienen 
apenas a cuento y frases más o menos indiferentes. En conjunto no 
se percibe orientación alguna de falsificación. Molinos aduce las 
alegaciones convencido de que confirman su pensamiento; otra cosa 
es que sea realmente así. Mucho textos son forzados y extraídos de 
un contexto que no coincide con el del autor de la Defensa. Otro 
podría aducirlos para sostener cosas diferentes. Cuanto más breves 
y genéricos, más adolecen de forzada elasticidad. Tampoco en esto 
se distancia Molinos de los usos y hábitos convencionales de la 
época.
En lo que demuestra mayor rigor que sus contemporáneos es 
en la exactitud y precisión de las referencias. Aunque no siempre 
se da la uniformidad que hoy desearíamos, sorprende agradable­
mente la constancia con que Molinos señala el lugar exacto de sus 
alegaciones. Es corriente la indicación del tomo, libro, capítulo y 
hasta página o folio delescrito aducido. Cuanto más recientes son 
los autores, mayor cuidado pone en la identificación. Los pocos casos 
en que omite toda referencia, resulta ardua la localización de sus 
textos. Parece olvido más que deseo de ocultación. Otro motivo de 
alegaciones genéricas proviene del recurso ya apuntado a repertorios 
comunes, es decir, fuentes indirectas o mediatas. Las glosas, cade­
nas bíblicas y patrísticas son ejemplo elocuente.
2. S ín t e s is f in a l , apología de la propia doctrina
Molinos no busca novedades; lo mejor de su pensamiento que­
de expuesto en la Guía espiritual. En la Defensa quiere respon­
der a las dificultades levantadas contra su obra. Sus opositores le 
brindan ocasión para aclarar y fortalecer « las místicas doctrinas » 
apoyándolas « con las autoridades de los santos doctores y lumbre­
ras de la Iglesia ». Descarta la idea de convencer a todos: algunos 
jamás se dan por satisfechos con razones; otros no quedan pagados 
con la luz de los santos. « Si Dios milagrosamente no rompe el lazo
350 EULOGIO PACHO
fuerte de su propia opinión, no tiene remedio hasta que conozcan 
la verdad el día del juicio, cuando ya no será tiempo ».
Perdona de corazón las calumnias que contra él se han levanta­
do, agradeciendo « el singular beneficio que le han hecho » de po­
nerle — sin merecerlo — « en el feliz y bienaventurado número de 
los perseguidos ». Todas las acusaciones se reducen a una: que des­
truye y aborrece la meditación, porque escribe sobre la contem­
plación. Es completamente falso, ya que él ama, estima y tiene por 
santa la meditación y se la recomienda a todos. Lo que él propone 
es que se abandone « cuando es necesario y Dios lo quiere » para 
« pasar a otro estado más perfecto». Mientras se puede meditar, 
su sentir es que se siga meditando, porque sería perjudicial para 
las almas pasar sin más a la contemplación. « La meditación es 
principio y medio para el fin, que es la contemplación ». Su doctrina 
coincide con la de los santos, según demostrará en el escrito.
Está lejos de su ánimo ofender o injurar a nadie; ni siquiera 
usar desprecio o descortesía. Quiere mantenerse en la más rigurosa 
modestia religiosa; tampoco se quiere someter a respetos humanos 
ni defender porfiadamente proprias opiniones. No tiene otro deseo 
que la « mayor gloria de Dios y el espiritual provecho de las almas ». 
Con estos sentimientos emprende su tarea. Sean o no sinceros tales 
sentimientos, es indiscutible que Molinos se atiene a esos dictados 
en su libro; jamás polemiza ni zahiere malignamente a sus adversa­
rios. Mantiene indefectible serenidad y no abandona nunca los pro­
pósitos del prólogo al lector.
En el proemio fija algunos extremos básicos para la compren­
sión de su libro: definición de los ejercicios peculiares de la ora­
ción cristiana, a saber, lección, meditación y contemplación. Luego, 
las relaciones existentes entre los mismos y respecto a los grados 
o estadios del itinerario espiritual, principiantes, aprovechados, de­
votos y perfectos. Propia de los últimos es la contemplación, que 
« es en dos maneras: una es ordinaria, activa y adquirida, que se 
llama oración de fe y resignación; la otra es extraordinaria, sobre­
natural, infusa y pasiva ».
La primera es imperfecta, no suspende las potencias naturales, 
al contrario, obra por ellas mediante actos universales de fe y resig­
nación; se puede enseñar y alcanzar con la gracia de Dios, según 
enseñan los santos y doctores, pero de hecho no se « debe enseñar 
a todos, sino a aquellos que no pueden meditar y que juntamente 
tienen las señales de la vocación » para la activa y ordinaria « ora­
ción de imperfecta contemplación ».
La segunda forma de contemplación es perfecta, extraordinaria 
y sobrenatural, infusa y pasiva; lleva consigo la suspensión de las
MOLINOS Y FALCONI 351
potencias y sentidos; es don altísimo y no se puede enseñar, porque 
depende únicamente de Dios que la « da a quien quiere, cuando 
quiere y como quiere ».
El único asunto a tratar en el libro es el de la contemplación 
activa y ordinaria que « sin suspender las potencias ni los sentidos, 
dejados todos los discursos y semejanzas, pone la intención en el 
conocimiento de Dio por la luz de la fe ». Quien reprueba esta « ora­
ción de fe y resignación » demuestra, contra la tradición constante, 
que « no sabe más grados de oración que el primero de la medita­
ción ». Textos de san Jerónimo y de san Agustín confirman estas 
premisas de Molinos; al menos eso es lo que él piensa en el proe­
mio.
Sentados esos elementales presupuestos, la exposición de Moli­
nos se ajusta al esquema siguiente: necesidad de superar la etapa 
de la meditación para llegar a la contemplación adquirida, es decir, 
del medio al fin (cap. 1-6); determinación aproximativa del tiempo 
que se debe consagrar a la meditación (cap. 7-12) y señales que in­
dican el momento de pasar a la contemplación; naturaleza, papel o 
funciones de la contemplación adquirida, de simple fe, en el camino 
interior, con argumentos de autoridad que prueban su valor y la 
estima que merece (cap. 13-24 y 29-32). Como en la Guía espiritual, 
una especie de digresión se ocupa de la necesidad de buenos y expe­
rimentados guías espirituales (cap. 25-29).
Los primeros capítulos, hasta el séptimo, apenas contienen otra 
doctrina que la tesis formulada en los respectivos epígrafes, es de­
cir: necesidad de pasar de la meditación a la contemplación (cap. 1). 
urgencia de ese paso para llegar a la perfección (cap. 2), razón del 
mismo, en cuanto la meditación es medio remoto, imperfecto y de 
principiantes (cap. 3 y 4); equivale a pasar del sentido al espíritu, 
en típico lenguaje sanjuanista (cap. 5 y 6 que son copia literal de 
san Juan de la Cruz). Las páginas se llenan de alegaciones con bre­
ves frases o periodos de enlace entre los textos copiados. Un mo­
saico o empedrado de « autoridades ».
Se ve obligado a mayor precisión cuando aborda (cap. 7 y 8) 
un tema concreto, nuevo en parte de la Defensa: cuánto tiempo se 
« ha de gastar en la meditación » y cuándo se debe pasar a la con­
templación. Se acoge a la doctrina sanjuanista ilustrándola con au­
tores que apuntan más o menos los mismos indicios del tránsito a 
la contemplación, como Hugo de Balma y Taulero. Repite las tesis 
de la Guía, pero reforzadas de intento con vocabulario y amplio 
testimonio de san Juan de la Cruz, la gran revelación en este escrito.
En los capítulos siguientes se vuelve radicalmente sanjuanista 
adoptando una terminología apenas usada en los escritos anteriores.
352 'EULOGIO- PACHO.
Ha logrado identificar su « contemplación adquirida, de fe y resi­
gnación » con la « noticia confusa y amorosa » del Doctor Místico. 
Y le saca todo el jugo posible (cap. 9 y 10). Establecida la sustan­
cial correspondencia, según Molinos, entre la oración afectiva, de fe 
simple y el « recogimiento interior », se trata de establecer relación 
entre la contemplación activa y los varios grados del itinerario espi­
ritual (principiantes, aprovechados y perfectos) o las tres etapas 
de la comunicación con Dios (purificativa, iluminativa y unitiva). 
Con razón insiste Molinos en que los maestros y doctores enseñan 
que no se trata de compartimentos estancos o de pasos absoluta­
mente sucesivos. Por lo mismo, tampoco debe situarse la contem­
plación de manera exclusiva en un determinado estado, por más 
que corresponde preferentemente al de los aprovechados, mientras 
la contemplación pasiva o infusa es propia de los perfectos (cap. 
12-13 y 17).
Insistiendo con mayor rigor en lo ya apuntado en la Guía, Mo­
linos refuta las dificultades que suelen oponerse al « camino del in­
terior recogimiento » (cap. 15 y 16). Insiste en que se requiere una 
profunda purificación para entrar en él y perseverar con fruto, pero 
no deben invertirse los términos: proponer como fin y fruto la pu­
rificación, ya que ésta se consigue mejor por medio de la contem­
plación que con el esfuerzo ascético. Para que todo quede claro, re­calca casi machaconamente la diferencia que existe entre la medita­
ción, la contemplación acquirida (identificada con el recogimiento 
interior) y la contemplación (cap. 13 y 17). A la contemplación in­
fusa no se puede llegar sin un don especial de Dios, ni siquiera pue­
de desearse; mientras que la contemplación adquirida es fácil y 
asequible para todos. Todos en general son llamados a ella y todos 
pueden lograrla, ya que se trata de « una sencilla presencia de 
Dios » (cap. 17 y 19), y la purificación por ella exigida está al alcance 
de todos (cap. 19).
La recalcada distinción entre las dos formas básicas de la con­
templación y la insistencia en que a él no le interesa enseñar más 
que la primera, no impide a Molinos hablar con frecuencia de la 
« muerte mística », del « camino místico » en referencia directa con 
la contemplación adquirida (cap. 16 y 17). Para él no existe más 
que una senda para la perfección y en el fondo tiene que transitarse 
por el « interior recogimiento », que, por lo menos en su fin y tér­
mino, es místico. Ello quiere decir que se inserta de alguna manera 
en el ámbito de lo pasivo o cesación de la actividad natural. Ese 
punto delicado de la Guía, que se ha prestado a tantos ataques, lo 
reasume aquí Molinos para dejar claras las cosas a este respecto. 
El no defiende una pasividad absoluta y peligrosa en la vida espi­
MOLINOS Y FALCONI 353
ritual, a la manera de los « alumbrados » de cualquier tiempo (cap. 
18). Entre el ocio de los alumbrados y el de la « noticia general y 
amorosa de fe » existe notable diferencia. Esta no escluye la lucha 
contra las tentaciones, antes bien la reclama y exige, en contra de 
lo que defienden los dados a la completa ociosidad o pasividad abso­
luta (cap. 21). La existencia de tentaciones e imperfecciones no debe 
ser obstáculo para emplearse en la contemplación, como si ésta 
fuese válida únicamente para los ya perfectos (cap. 19). Esa y otras 
falsas opiniones hacen que se presente como difícil o imposible la 
contemplación adquirida, cuando en realidad es fácil y asequible. 
El demonio encuentra apoyo en esas opiniones hostiles (cap. 22). 
La mejor prueba de esa facilidad está en hacer ver cómo la oración 
de fe y resignación, realización concreta de la contemplación ense­
ñada, « no admite muchas palabras » ni reclama especiales esfuer­
zos (cap. 23 y 24). Pero, para evitar errores, conviene distinguir cui­
dadosamente las oraciones devocionales y las públicas de obligación, 
detalle importante — según se advierte ¿4- en el contexto quietista 
y menos explícito en la Guía.
Aquí se cierra el esquema lógico del libro. Los capítulos que 
siguen (desde el 25 hasta el final) son complementos fuera de la 
trabazón arquitectónica del conjunto. El primer grupo lo constituyen 
los capítulos dedicados a los « guías » o directores espirituales (25- 
28), tema particularmente acariciado por Molinos, que se siente 
maestro y modelo en materia. Insiste en primer lugar en la distin­
ción entre confesor y guía espiritual; cada uno tiene competencias y 
exigencias diferentes. Para orientar adecuadamente en el camino in­
terior no basta la presencia del confesor, se requiere la del « guía 
espiritual». Dos tipos de directores dominan el panorama: uno, que 
lleva a las almas por el sendero trillado de la meditación; otro, que 
las conduce acertadamente por el de la contemplación; uno se sir­
ve de la ciencia; el otro, de la experiencia (cap. 25). En cualquier 
caso el verdadero director espiritual debe de ser « pío, devoto, pero 
sobre todo experimentado en el interior camino » (cap. 26). Llega a 
proponer como duda la alternativa entre doctrina y experiencia, 
resolviéndola, naturalmente, a favor de la segunda. Como en los 
demás extremos del tema, el testimonio teresiano ocupa puesto de 
privilegio. Lo mismo que para hacer ver que son raros los « guías 
de experiencia» (cap. 28).
El carácter de complemento es todavía más perceptible en los 
capítulos finales. No son otra cosa que acumulación de textos no 
Citados anteriormente en apoyo de la tesis central, es decir: la na­
turaleza, importancia y valor de la « activa contemplación ». Podían 
ir todos los textos en un capítulo pero se prefiere deslgosarlos en
354 EULOGIO PACHO
varias listas. Nada tan elocuente como la presentación de la pri­
mera serie (cap. 29): « Si no se satisfacen los incrédulos de las ra­
zones de los pasados capítulos, crean a tantos santos y a tantos 
doctores que experimentaron y enseñaron el santo ejercicio de la 
contemplación ». La interminable lista concluye con el recuerdo de 
autores modernos, no encuadrados entre santos y doctores (cap. 
32), como Alvarez de Paz, Antonio Monelia y la entonces « venera­
ble Madre Chantal». Queda apuntado que estas páginas finales 
responden probablemente a un proceso de revisión o complementa- 
ción del núcleo central de la Defensa. Ello explicaría el corte brusco 
que la deja en suspenso. La comprensión adecuada del contenido 
presupone necesariamente el contacto con la Guía, de la que es apo­
logía este libro.
3. F uentes y antecedentes
Molinos carece de originalidad; nunca la buscó. Escribe siem­
pre con materiales de acarreo. Bastará repasar la Guía y, mejor aún, 
el tratadillo sobre la comunión cotidiana. Preocupado en la Defensa 
por hacer ver que no enseña novedades sino doctrina tradicional 
sana, es comprensible que extreme su tendencia a las « autoridades » 
y a las referencias de autores representativos. Recalca esa intención 
en la correspondencia con el P. Oliva, insistiendo en que Guía y 
Defensa son escritos gemelos. Si acaso, en el segundo se propone de 
manera más explícita y clara lo que está esbozado en el primero. 
El lector verifica ahora sin dificultad esa confesión y la encuentra 
exacta. En la Defensa se insiste más en la distinción entre contem­
plación adquirida e infusa; se recalca que la primera es para todos, 
mientras la segunda sólo para los especialmente llamados. Todo se 
reduce a demostrar esas afirmaciones con los corolarios consiguien­
tes. Efectivamente, la Defensa no es otra cosa que una explicita- 
ción y ligera ampliación de lo dicho en la Guía.
Vuelve sobre los temas capitales por doble motivo: en primer 
lugar, por serle especialmente familiares y apetecidos en su magiste­
rio pastoral; en segundo término, por tener que responder sobre 
ellos a los ataques recibidos, de manera especial por P. Segneri. El 
ilustre jesuíta, abandonando el método irénico de la Concordia, de­
nunciaba con pelos y señales los lugares de la Guía molinosiana en 
que hallaba doctrinas peligrosas. Molinos quedaba al descubierto; 
no tenía otro remedio que justificar sus afirmaciones. No repasa al 
detalle las denuncias de Segneri; se ciñe a los puntos que juzga fun­
MOLINOS Y FALCONI 355
damentales 1S. Se trata de aclarar equívocos, precisar distinciones y, 
sobre todo, acumular « autoridades » que demuestren la bondad de 
las doctrinas defendidas en la Guía. No es cuestión de repensar ar­
gumentos doctrinales. Molinos busca apoyo en los maestros de re­
conocida fama y santidad. Era el procedimiento en uso; a él re­
currían lo mismo sus seguidores que sus opositores. A veces el 
mismo texto sagrado o patrístico servía para tesis encontradas. 
Entre los colocados en la línea molinosiana contaba mucho la autori­
dad de almas « experimentadas », es decir, junto a los maestros 
teóricos los hombres espirituales que hablasen por propria expe­
riencia.
En consonancia con ese método, se había vuelto costumbre ge­
neralizada elencar los autores en que se apoyaban las doctrinas ex­
puestas; hasta se hizo frecuente reunir al fin de los escritos elencos 
con los textos aducidos. Nada tan sencillo como ejemplificar esta 
práctica. Molinos mismo había presentado al principio de su Guía 
el cartel de sus « autoridades ». N i muy amplio ni muy original; 
más bien corriente: San Dionisio, san Agustín, san Gregorio, san 
Bernardo, santo Tomás, san Buenaventura « y otros muchos Santos, 
Doctores aprobadospor la Iglesia, que aprueban, califican y ense­
ñan, como experimentados, la práctica de esta doctrina» 16. Entre 
los « otros muchos» aparecen bastantes figuras menores, citadas 
luego, pero que no ha creído necesario especificar al principio.
Si se había atacado a su libro aduciendo los mismos autores 
y otros no mencionados por él, no quedaba otra solución que au­
mentar la dosis de « autoridades». A eso se dedica con empeño 
Molinos en la Defensa. Basta comparar la lista presentada al co­
mienzo de la misma con el elenco inicial de la Guía para comprobar
15 Es sabido que en la Concordia tra la fatica e la quiete Segneri no men­
ciona explícitamente a Molinos ni a sus escritos; lo hace, en cambio, en la 
Lettera di risposta ... in onore dell’utile e vera contemplazione in discernimento 
della contraria; ed. de Venecia 1712, t. IV, p. 339-366; en la de 1742, p. 337-366. 
También en el Fascetto di vari dubbi; ib. p. 417-432. En el otro opúsculo I 
sette principi sui cui si fonda la nuova orazione di quiete (ib. p. 367-314) im­
pugna la Practique facile de Malaval. E1 sistema de citación y acarreo es más 
o menos el mismo en Segneri que en sus adversarios. Los autores fundamen­
tales son idénticos; a veces hasta los textos aducidos, sólo que interpretados 
en diverso sentido. A Segneri le sucede con san Juan de la Cruz algo pare­
cido a Molinos: lo descubre en un determinado momento de la polémica y 
tiene que citarlo como autoridad indiscutible en la materia. Mientras está prác­
ticamente ausente en la Concordia, aperece con frecuencia en la Lettera, pre­
cisamente en los capítulos clave de la Subida y del Cántico, por ejemplo: 
en p. 346, 347, 354, etc. de la ed. citada de 1712. No siente hacia el Doctor 
Místico el entusiasmo de Molinos.
w A quien leyere, p. 104 de la ed. de J.I. Tellechea, Madrid 1976.
356 EULOGIO PACHO
dos cosas: primero, que se repite las figuras clásicas de primer 
orden; segundo, que se multiplica sus citas y, sobre todo, que se 
Ies añaden muchos autores modernos, entre ellos varios jesuítas re­
lativamente recientes. Tampoco ahí reúne todas las citas, pero sí 
las « autoridades » más representativas para é l17.
Resulta muy ilustrativo confrontar ese elenco de autores con el 
que ofrece en la correspondencia citada con el general de la Com­
pañía, P. Oliva. En esas cartas se sintetiza de hecho la Defensa; ios 
propósitos y la postura frente a los adversarios se expresan con los 
mismos términos, casi a la letra, que en el prólogo y proemio de ia 
Defensa. En la primera carta le asegura que su enseñanza sobre la 
oración es la misma que proponen los santos y los doctores místi­
cos, en especial el beato Juan de la Cruz, los Padres S. Juré, Aiva- 
rez, Baltasar Alvarez, Luis de la Puente y Surin de la Compañía 
« con muchos otros », como se verá por su alegación en la Defensa ®. 
Ese empeño en apoyarse en autores de la Compañía no le abandona 
nunca. En la carta siguiente quiere convencer al destinatario que 
su enseñanza sobre la doble contemplación es doctrina tradicional, 
porque la han propuesto todos los grandes maestros. Copia a segui­
do un extenso elenco de nombres y entre ellos figuran también los 
jesuítas Surin, Arias, La Higuera, La Puente, Baptista Santjuré, 
Sandeus y Suárez19.
La lista es respetable pero no recoge todos las mencionados en 
el escrito, aunque también añade algunos que no figuran en él. Si 
se tiene en cuenta que, por lo general, las referencias son muy con­
cretas, llegando hasta la identificación de las páginas, el esfuerzo de 
verificación no debió de ser indiferente, caso de ser directo. No su­
pone evidentemente lectura completa de los escritos citados, pero
17 Véase el elenco en el Proemio. Téngase en cuenta lo advertido en las
notas textuales sobre las adiciones de ia segunda mano.
18 Carta al P. Pablo Oliva del 16 de febrero 1680; en la ed. de A.M. Robles
(cf. nota 3) p. 64. Molinos escribe tan mal los nombres que parece conocerlos
de oídas; se modernizan habitualmente aquí.
19 En la segunda carta al mismo destinatario, con fecha del 29 febrero 1680.
También aquí la escritura de los nombres es aproximativa. Parece ser que se
la señaló algún colaborador. Algunos de los mencionados no aparecen luego 
para nada en su escrito, por lo menos citados explícitamente. Tal es el caso 
de Arias, La Higuera, La Puente, Saint-Juré y Sandeo. Junto a estos Molinos 
recuerda entre sus autoridades a: san Dionisio con todos sus comentadores, 
santos Gregorio, Tomás, Buenaventura, Agustín, Bernardo, Nilo, Máximo, Je­
rónimo, Francisco de Sales, Pedro de Alcántara, la seráfica Madre Teresa; 
beatos Susón, Juan de la Cruz; los PP. Gracián, Surin y demás ya copiados 
de la Compañía; los PP. Granada, Panes, Caldera, Manccini y Petrucci, Fran­
cisco Malavalle (sic) y la Madre di Cantalla (sic), p. 70 de ed. citada. De los
últimos tampoco aparecen citados Panes, Caldera, Mancini, Petrucci ni Ma- 
laval.
MOLINOS Y FALCONI 357
sí cierta familiaridad y compulsación exacta de textos y lugares adu­
cidos. ¿ Llegó a tanto la labor de Molinos ? Hay indicios sobrados 
para excluirlo. Bastantes autores y citas son repetición de la Guía; 
no necesitaba nuevo recurso a las fuentes. Pero la misma presencia 
en la Guía denuncia con frecuencia que Molinos se sirve de otros, 
cita de segunda mano. También se da el caso de seguir más o menos 
directamente a determinados autores y no citarlos para nada, como 
es el caso de san Juan de la Cruz20. Buen número de referencias 
molinosianas resultan excesivamente concordantes con otros auto­
res para no ver un plagio más o menos aceptado y aceptable. El 
caso más llamativo es el de Falconi. Sólo se menciona explícita­
mente una vez en la Guía, como un místico », y acogiendo un símil! 
repetido insistentemente por él en sus obras21. Algo marginal y de 
pasada. La afinidad de ideas y doctrinas entre ambos autores es 
amplia y profunda; extraña tan parca memoria. Se trata de algo pre­
meditado, como se verá en seguida. En el mismo capítulo Molinos 
cita otras obras frecuentadas también por Falconi al mismo pro­
pósito. Se hace inevitable la sospecha de una deuda literaria.
No se trata de algo exclusivo de Molinos; el pasarse de mano 
en mano las mismas « autoridades» era práctica harto frecuente 
por entonces. Lo que sí parece es que Molinos cuida de no desvelar 
sus fuentes o repertorios si no son clásicos, al estilo de las « glosas » 
bíblicas o « cadenas » patrísticas, como la Aurea de santo Tomás. 
Si en la Defensa cita realmente todos los autores elencados en el 
proemio, no sucede otro tanto con los que promete aducir al P. Oii-
20 El nombre de fray Juan de la Cruz no aparece nunca en la Guía espi­
ritual ni en los escritos anteriores a la Defensa. Su presencia es indudable. 
Véase el trabajo ya citado E ulogio Pacho, E l quietismo frente al magisterio 
sanjuanista sobre la contemplación, en Ephemerides Carmeliticae 13 (1962) 353- 
426. En el caso de Falconi se procede a la inversa: citado explícitamente en 
la Guía, se silencia su presencia dominante en la Defensa.
21 En la Guía espiritual, lib. I, cap. p. 173-174 introduce el ejemplo de la 
joya entregada a un amigo con estas palabras: « Como dijo muy bien el 
místico Falconi en el siguiente sím il». No vuelve a aparecer explícitamente 
su nombre ni en esa obra ni en la Defensa. Falconi repite su símil en la 
Cartilla 2“, trat. 3, cap. 9, p. 311 (de ed. citada, Madrid 1961), en la Carta a una 
hija espiritual (ed. de 1672, p. 22-24) y en el Camino derecho, lib. I I I , cap. 25, 
p. 244 de la ed. de Elias Gómez en EE (Barcelona 1960) que se sigue siempre 
aquí. De lo que será el procedimiento posterior de Molinos con respecto a 
Falconi da idea exacta esta única cita. Parece limitarse a la asunción de 
su símil y en realidad va mucho más allí. A continuación cita literalmente 
en el mismo capítulo de la Guía varios textos de La Chantal indicando hasta 
el folio o página; da la impresión de una verificación personal, pero en reali­
dad los toma, en unoscasos, y se sirve de la pista, en otros, de Falconi, 
que los había trasladao en la Carta a una hija espiritual al mismo propósito, 
p. 22-24 de la ed. citada de 1672.
358 EULOGIO PACHO
va. No aparecen Panes, Caldeira, Mancini, Petrucci, Malaval; tam­
poco Falconi. No quiere decir que no están presentes de alguna 
manera. Ellos y otros contemporáneos, o ligeramente anteriores, 
enseñan doctrinas similares y aducen más o menos las mismas 
« autoridades ». Que Molinos acudiese a sus escritos en busca de 
material de erudición y confirmación en más que probable. N i esos 
autores, ni otros extrañamente silenciados siempre por Molinos, 
como Antonio Molina, J. de Quiroga, Miguel de los Angeles, Barto­
lomé de los Mártires, Ezquerra y tantos otros, no le podían ser 
desconocidos. Estaban en boca y en letra de todos.
Faltan estudios comparativos para poder fijar con absoluta pre­
cisión las filiaciones literarias de Molinos. Las pistas son abundan­
tes y tentadoras. La extraña referencia a Antonio Panes, no nombra­
do explícitamente en la Defensa, pero sí usado, es una de las más 
sugestivas. Se ha esbozado un paralelismo entre él y Molinos, pero 
sin resultados satisfactorios. Existen semejanzas numerosas y cu­
riosas, pero no estamos ante una dependencia literaria, ni siquiera 
doctrinal22. Es parco en citas literales y Molinos no pudo surtirse
22 Véase el trabajo de R. R obres L luch , En torno a Miguel de Molinos y los 
orígenes de su doctrina. Aspectos de la piedad barroca en Valencia (1578-1691) 
en Anthologia Annua 18 (1971) 353-465, en particular p. 424-432. Arranca da con­
frontación con Molinos de un dato sumamente interesante: en la cubierta de 
la obra más representativa de A ntonio Panes se lee en el ejemplar conservado 
en la Biblioteca Vaticana: « Para el Dr. Molinos», más que dedicatoria, es 
prueba de un obsequio personal. La obra en cuestión es Escala mística y estí­
mulo de amor divino, publicada en Valencia el 1675 por Villagrasa, editor 
también de Falconi. Molinos no cita el libro en la Guía, cosa comprensible 
al publicarse ambas obras el mismo año. Tampoco lo menciona en la Defensa, 
aunque lo promete en la carta citada a Oliva. En ésta cita, en cambio, un 
largo texto tomado de las Crónicas de san Francisco de la Provincia de Va­
lencia y escrita por el mismo A. Panes. Es uno de los capítulos (el 14) apaña­
dos acaso directamente por el autor entre almas espirituales y maestros mo­
dernos. La familiaridad y afinidad de Molinos con A. Panes es indudable. A 
los puntos destacados en el estudio de Robles Lluch pueden añadirse otros, 
como los relativos a la frecuencia de la comunión, p. 151-159, del cap. 20, y 
los del cap. 21, p. 159-168 sobre « la forma que ha de observar el alma para 
la comunión actual y afectiva». Bastaría comparar la lista de « autoridades » 
(se copia por Robles Lluch en su estudio, p. 432) para ver el fondo común 
en que se inspiran Molinos y Panes. Pienso que Panes sirvió relativamente 
poco a Molinos; es poco sistemático y preciso en los temas capitales de éste; 
da sus referencias de manera menos precisa, apenas con el nombre del autor, 
sin señalar casi nunca el lugar ni colocar las citas entre comillas o subrayados, 
según hacen otros. Puede servir de ejemplo la referencia casi única de san 
Juan de la Cruz, no fácil de localizar para el no familiarizado con los escritos 
del Santo. En cualquier caso, la comparación de Panes y Molinos no debe 
hacerse partiendo de un quietismo seguro en el primero (¿ hasta qué punto 
en el segundo ?); no sólo por no hallar su nombre entre los Libros prohibidos, 
sino porque su doctrina tiene sentido plenamente ortodoxo, pese a las reser­
vas de R. Robres Lluch. Este autor ha completado sus interesantes aporta­
MOLINOS Y FALCONI 359
en su menguado repertorio. Algo semejante debe afirmarse de otros 
casos parecidos, que abundan.
4. Grave adeudam iento con F alconi
No es éste lugar apropiado para un rastreo exhaustivo de las 
fuentes molinosianas; tampoco cabe eludir una que es dominante y 
compremetedora para la originalidad del de Muniesa: la de Juan 
Falconi de Bustamante. La única cita, ya recordata en la Guía, no 
sugiere una parentela tan estrecha entre ambos como en realidad 
existe. La familiaridad se resuelve aquí en una dependencia intensa 
y extensa por parte de Molinos; su filiación respecto a Falconi es 
inconfundibile.
Urge reiterar que la parentela con Falconi no implica en modo 
alguno un juicio negativo sobre la espiritualidad de éste. No se en­
tiende como fuente contaminada donde Molinos va a beber, preci­
samente por saber que sus aguas son turbias. Me reafirmo en la 
convicción de la absoluta pureza doctrinal de Falconi; también en la 
que expone Molinos en las obras impresas, en las que no hace otra 
cosa que seguir « a la le tra » a su inconfesado maestro. Conviene 
insistir en este dato porque las fuentes biográficas en que se apunta 
a los contactos de Molinos con el maestro Mercedario se insinúa el 
prejuicio manifiesto de la común desviación en materias espiritua­
les. A la luz de esa óptica ha examinado con alguna detención Du- 
don la deuda de Molinos respecto a Falconi.
Primera constatación indudable es que el de Muniesa pudo leer 
las obras falconianas antes de salir de España, ya que se habían 
impreso en ediciones parciales o completas, incluso en Valencia, lu­
gar de su residencia. Pudo seguir en conctacto con ellas una vez en 
Roma, ya que aquí y en otros lugares de Italia se volvieron a impri­
mir y traducir23. Radicaliza Dudon las expresiones en que el anóni­
ciones al « prequietismo» español, valenciano más concretamente, en otro 
trabajo posterior: Pasión religiosa y literatura secreta en la Valencia de Mi­
guel de Molinos (1612-1625), en Anthologia Annua 26-27 (1979-1980) 281-406. In­
teresa aclarar que el problema de identificación del Jerónimo Gracián de 
p. 306-310 está resuelto en sentido de un desdoblamiento. El Carmelita Jeró­
nimo Gracián (de la Madre de Dios) tiene, sin embargo, que ver con el caso 
de Francisco Jerónimo Simó, como él mismo cuenta en su Música espiritual, 
tomo 8« (ed. Biblioteca Mística Carmelitana 16/2, p. 266-267).
23 Véase el estudio más completo hasta el presente de Elías Góm ez , Fr. 
Juan Falconi de Bustamante, teólogo y asceta (Madrid 1956) p. 157-188, donde 
registra y describe las obras del autor con sus ediciones, completando los 
datos de Dudon, bastante incompletos. También el estudio de cada escrito en 
la última parte del estudio.
360 EULOGIO PACHO
mo biógrafo de Molinos recuerda la admiración de éste por Falconi, 
pero las informaciones responden, sin duda, a la verdad24 Molinos 
aconsejaba la lectura de los escritos falconianos sobre la oración 
y la comunión. También favoreció la versión italiana y la difusión 
de una carta de Falconi, llegada por aquellos años a Rom a25,
No eran necesarias estas noticias para comprobar la coinciden­
cia sustancial de ambos autores en puntos fundamentáis relativos a 
la oración y a la frecuencia de la comunión. Han sido advertidas 
por todos investigadores. Pero van mucho más allá de la afinidad 
doctrinal y metodológica. Molinos ususfructúa los libros de Falconi 
hasta límites insospechados. La verificación más cómoda la ofrece 
la Guía espiritual; son tan sorprendentes la coincidencias en puntos 
doctrinales, en expresiones gráficas y en « autoridades » citadas, que 
el moderno editor se ha visto sorprendido y ha denunciado con fre­
cuencia la deuda molinosiana. Aun sin ser exhaustivo su registro, 
demuestra a la claras que estamos ante un caso insólito de depen­
dencia doctrinal y literaria26.
Semejante constatación provoca inmediatamente una duda: ¿ se 
trata de coincidencia o se trata de dependencia ?. La aproximación 
se hace casi siempre entre la Guía espiritual y el Camino derecho 
para el cielo, obra falconiana que permeneció secularmente inédita 
hasta su publicación en 1873. Además ha llegado hasta hoy en único
24 En Le quiétiste espagnol, p. 17, asegura que en la fuentecitada se afirma 
que Molinos tenía siempre en la boca los nombres de Gregorio López y Fal­
coni; en p. 22, que hacía leer a sus dicípulos la Carta a un religioso y la distri­
buía en copias. Otras afirmaciones parecidas en p. 14, 21-24, 29, 48-49, 62, 91 y 121, 
lugares en que se Ocupa del Mercedario con no suficiente información. La bio­
grafía aludida es la publicada por J. Fernández Alonso en Anthologica Annua 
12 (1964) 293-321. Se cita aquí por esa edición. Algunos detalles de la misma 
se completan en la Historia de los quietistas debida a F rancisco A. M ontalvo y 
publicada por J.I Tellechea en Satmanticensis 21 (1974) 69-126. La desconoce 
Dudon.
25 Se lee en la biográfía anónima; « Aconsejaba también a leer las obras 
del padre Falconi, que tratan de la oración y comunión cotidiana» (n. 23, 
p. 309 de la ed. cit. nota 29). Repite la noticia Montalvo, pero cargando las 
tintas en la peligrosidad de Falconi (p.93, n. 4 de ed. cit). El n. 25, que se 
copia luego, insinúa la posible responsabilidad de Molinos en la traducción 
de la Carta a un religioso. Es incuestionable la postura adversa a Molinos 
de estas fuentes; si sus datos y noticias responden sustancialmente a los he­
chos, la interpretación de los mismos es a todas luces parcial e interesada. 
Me sorprende la confianza que merecen en este sentido a los estudiosos mo­
dernos.
26 Puede rehacerse un elenco bastante nutrido a base de las notas que 
ilustran la ed. de J. I. Tellechea y van al final del libro, p. 379-415. El editor 
no se plantea, sin embargo, el problema del proceso textual, es decir, cómo 
llegaron a Molinos las páginas del Camino. Queda así reducida la cuestión al 
simple fenómeno de las coincidencias.
MOLINOS y FALCONI 361
manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid. No pa­
rece probable que Molinos tuviese contacto con tal escrito.
Es cierto que bastantes de las confrontaciones establecidas en­
tre ambas obras tienen perfecta correspondencia con otros escritos 
de Falconi que pudo leer y usar cómodamente Molinos, tanto en 
español como en italiano. Los dos autores se atienen a la costum­
bre imperante: repiten la mayor parte de sus doctrinas y « autori­
dades » en las diversas obras, por lo general complementarias. De 
ahí la diversidad de cauces homogéneos por los que pueden llegar 
de uno a otro materiales de composición.. Interesa aquí y ahora di­
rectamente lo que se refiere a la Defensa, sea o no repetición de la 
Guía espiritual, en relación a la dependencia respecto de Falconi.
Teniendo en cuenta la temática de la apología molinosiana, es 
claro que interesan únicamente los escritos falconianos sobre la 
oración, es decir, las dos Cartillas, las dos Cartas (a una hija espiri­
tual y a un religioso) y el Camino derecho21. Las sorpresas comien­
zan apenas se entabla una mínima confrontación.
a. « Cartillas » y « Defensa »
Para salir al paso de que la doctrina sobre la contemplación 
se confunde con la de ciertas sectas peligrosas, Molinos introduce 
un capítulo rotulado así: « Diferencia del ocio de los contemplativos 
al ocio de los alumbrados ». Tal diferencia se establece recurriendo 
a dos textos clásicos en la materia provenientes de Ruysbroeck y 
Blosio. Pero Molinos no ha ido a buscarlos en los libros originales; 
los ha tomado de Falconi, quien había hecho ese trabajo en su Car­
tilla 2a. Efectivamente, en el capítulo 13 del tratado segundo trata el 
tema así: « Respóndese a los que vanamente temen que se parece el 
no meditar al ocio de los alumbrados ». Aduce inmediatamente las 
fuentes de su información (Clementinas, N. Eymeric, Prateolus y 
Ruysbroeck) y transcribe a la letra los textos fundamentales -del 
último. Para explicar la diferencia apuntada copia luego (cap. 14, 
apartado I I ) otros dos textos de L. Blosio. Nada tan sencillo como
27 La descripción, el historia! y contenido de las obras faloonianas en la 
monografía citada de Elias Gómez. A tener en cuenta también las introduc­
ciones a las ediciones preparadas por el mismo, a saber, Camino derecho para 
el cielo (Barcelona 1960) en la serie EE, textos n. 3; Cartillas para la oración 
(Madrid 1961) en la colección «N e b lí» , n. 29; Estudios falconianos: Dos cartas 
históricas, ed. crítica y estudio doctrinal (Madrid 1965). Lamento no haber po­
dido consultar éste último libro a la hora de redactar estas páginas. Por ello 
se citan ambas cartas por la ed. de 1672 y 1674 respectivamente.
362 EULOGIO PACHO
verificar que Molinos no hace otra más que copiarle: repite las 
fuentes con los mismos modismos de citación (Amerio, por Eymeric; 
Pratedo, por Prateolus) y exactamente las citas de Falconi con su 
misma traducción. Añade de su cosecha, o de otra fuente, lo toma­
do de san Antonino de Florencia. Si se tiene en cuenta la amplitud 
y la materialidad de la copia, se comprende mejor el alcance de la 
deuda molinosiana
b. Las « Cartas » y la « Defensa »
No es la única referencia segura a las Cartillas, sin declaración 
alguna por parte de Molinos. Otras podrían apurarse, como las re­
ferencias a san Nilo, santa Teresa, san Juan Crisóstomo y Taulero, 
pero se trata de autoridades comunes a otros escritos falconianos. 
Otro tanto cabe decir de la doctrina tratada en la parte final de la 
segunda Cartilla sobre la oración de fe, de resignación y de presen­
cia de Dios. Molinos la pudo leer ahí o en otras obras del Merce- 
dario.
Mayor es la dependencia de las dos célebres cartas de Falconi: 
a « una hija suya de confesión » y « a un religioso ». Coinciden en la 
doctrina y repiten las mismas « autoridades », si bien la segunda es 
más extensa en ambas cosas. Es sabido que en las diversas edicio­
nes (en particular en las versiones italianas) de estos escritos fal­
conianos se fueron añadiendo referencias y elementos espurios, por 
lo que se necesita cierta cautela a la hora de la confrontación con 
Molinos.
Comprobada la identidad doctrinal de las dos cartas, y la línea 
homogénea con Guía y Defensa, todo se reduce a verificar cómo 
Molinos usufructúa en profundidad la Carta a un religioso. En ella 
se repiten todas las citas de la anterior a Una hija espiritual, fuera 
de una alusión fugaz a san Jerónimo, un recuerdo de Gregorio Ló­
pez, dos textos de La Chantal y otro de la M. Juana de Cristo28.
28 Véase la Defensa, cap. 21, y la ed. citada de las Cartillas, p. 262-274. La 
copia de Molinos es indudable. Repite hasta los detalles más mínimos.
29 En la edición citada de 1672 se hallan en las p. 10, con texto literal, 19, 
22-24, 24, En total son apenas 24 las citas explícitas; bastantes repetidas en 
Cartillas y Carta a un religioso, como es el caso de san Agustín, Pedro de 
Alcántara (p. 13,14) y Ricardo de san Víctor (p. 20-21). Me parece de interés 
la advertencia que flanquea la edición y reza así: « Advertencia al lector: La 
siguiente carta contiene doctrina muy provechosa para las almas pías, aplica­
das al ejercicio de la oración, pero porque la intención del autor sólo fue 
instruir con ella a una persona ya encaminada y aventajada en la oración,
MOLINOS- Y -FALCONI 363
Todas las demás « autoridades » (san Agustín, P. de Alcántara, Ca­
siano, Ricardo de san Victor) reaparecen en la segunda carta en 
idéntico contexto. De este escrito faleoniano se nutre abundante­
mente Molinos al redactar tanto la Guía como la Defensa, de ma­
nera especial la segunda.
La edición probablemente usada por el de Musiena le facilitaba 
la labor de acarreo. No lleva división por epígrafes de los diversos 
temas, pero está numerada marginalmente en correspondencia al 
cambio de argumentos. Lleva un sistema bastante curioso, por lo 
raro, de alegación; los textos se colocan en dos formas: cuando se 
copian dentro de la exposición, se da allí mismo la deferencia al 
lugar exacto; otras veces, se pone ésta en nota con un asterisco. En 
lugar de reproducir literalmente las citas textuales (por lo general 
latinas) se reúnen al fin en un elenco bajo el epígrafe « Esemplare 
delle autorità segnate connumeri marginali di questa Lettera » 30. 
Fuera de los casos en que el texto se ha reproducido en su propio 
lugar, se copian por extenso aquí. Era una mina fácil de explotar 
por Molinos; lo ha hecho con cuidado, pero no con tanta precau­
ción que oculte su trasiego textual.
El autor de la Guía comienza por repetir el sistema faleoniano 
en este escrito. El mercedario anuncia al fin las « autoridades » que 
respaldan su doctrina, por este orden: Juan de la Cruz, Osuna, La- 
redo, san Dionisio, Rusbrochio, Harfio, Ricardo de son Víctor, san 
Buenaventura « y otros ». Es lo que hace Molinos en el proemio de 
la Defensa. Luego Falconi cita otros muchos; algunos con compla­
cencia e intención manifiesta, como santo Tomás y el « venerable 
padre fray Juan de la Cruz » 31. Nada tan fácil como repasar una a 
una las citas de Falconi para darse cuenta de que Molinos las toma 
tal cual y las trasplanta a su Defensa. Una tábla sinóptica de los
no debe cada uno asegurarse que puede aplicarla para sí, para no engañarse 
en materia de tanta importancia, se aconseja á todos que consulten con per­
sonas experimentadas en el camino interior », p. 3.
30 Ocupa las p. 56-67 del librito. Su título y descripción completa en Elias 
Gómez, ob. cit. p. 367-376, donde se estudia detenidamente. Aunque se conoce 
sólo esa edición italiana antigua, damos el título simplificado en español. El 
ejemplar conocido de la Biblioteca Casanatense de Roma tiene subrayados 
los párrafos más significativos. Está, sin duda, en relación con la censura del 
librito. Frente a esa lista de autores, únicamente citados en latín, es intere­
sante la primera de Molinos en el libro Cartas escritas a un caballero español. 
Registra los nombres siguientes: Juan Crisòstomo, J. Clímaco, Agustín, Bue­
naventura, S. Teresa, S. Tomás, Lorenzo Justiniano, Juan de Avila, Antonio 
Molina, Granada, P. de Alcántara, La Puente (sólo mención) y Blosio. Todos 
aparecen en esas citas en las otras obras del autor.
31 En la ed. de la Carta del 1674, p. 28 el elenco; luego se recogen seguidas 
las citas en p. 54-58. La lista de Molinos en la Defensa al principio del proe­
mio. Debe compararse con la ya citada de la carta al P. Oliva,
364 EULOGIO PACHO
paralelismos sería la mejor prueba de que estamos ante un plagio 
prolongado y manifiesto, pero Molinos nunca confiesa esa fuente 
tan frecuentada. No cabe en los límites de estas páginas la repro­
ducción de tantas citas. Bastará sintetizar los resultados de la con­
frontación realizada. De los autores citados en la Carta de Falconi 
solamente cinco quedan silenciados por Molinos en la Defensa, aun­
que la doctrina de los mismos esté presente. Son los siguientes: A. 
Molina, B. de Laredo, Juan de los Angeles, Ciríaco Pérez y José de 
Jesús María (Quiroga). Todos los demás se repiten en ambas obras 
en idéntico contexto doctrinal y, en la mayoría de los casos, hasta 
literario. Fuera de algún otro caso excepcional, las citas de Falconi 
pasan tal cual a la Defensa molinosiana.
Que el de Muniesa beba en esa fuente directamente, y no a 
través de intermediarios, se demuestra fácilmente verificando los 
detalles de las referencias. No sirve la comparación textual en los 
textos traducidos al italiano, pero sí la copia de los latinos. Nos 
revela que las citas de san Gregorio, san Bernardo, san Agustín, 
Ricardo de san Víctor y el Pseudo Buenaventura proceden de la 
Carta a un religioso. Se copian con las mismas palabras y yerros 
que aparecen en ella. Los ejemplos pueden multiplicarse, pero el 
caso más elocuente puede ser el de santo Tomás. Salvo los textos 
en que Molinos remite a la Cadena aurea, toma las citas textuales 
del Angélico de Falconi. Son las mismas citas y para idéntico pro­
pósito32. La ejemplificación puede extenderse cómodamente a otros 
autores, como san Agustín, san Gregorio y san Bernardo. Bastará 
aquí una sumaria ilustración.
Explica Molinos en el capítulo 27 cómo la ciencia infla y sin ella 
se puede llegar a la verdadera contempalción; entre las autoridades 
que avalan tal doctrina se cita, sin referencia alguna, el célebre 
texto agustiano de las Confesiones (lib. 8, cap. 8). No da referencia 
porque no la halla en Falconi, de donde copia el texto, como de­
muestra su tenor algo diferente del tradicional con la fórmula « cum 
nostris doctrinis mergimur in profundum ». En la Carta a un reli­
gioso es el único lugar — que sepamos — en que lo aduce Falconi33. 
A esas coincidencias únicas se añade en el mismo capítulo la cita 
de son Gregorio (Morales lib. 27, 26), también proveniente del mismo 
lugar de la Carta falconiana. En general las citas — sobre todo la­
32 Por lo general, Molinos las cita en latín según se copian en el apéndice 
o « esemplare» final de la Carta, aunque en el texto no se ofrezcan textual­
mente o lo haga en español. S. Tomás llena la mayor parte del citado apén­
dice. Las pocos yerros de referencia o imprenta se repiten en Molinos.
33 Se halla en el n. 19, p. 33 de la ed. citada.
MOLINOS Y FALCONI 365
tinas — de san Agustín denuncian inconfundiblemente la proce­
dencia directa de Falconi por los datos de identificación. Se da pri­
mero el tomo de la edición seguida, que resulta ser la clásica hasta 
entonces de Lovaina, porque preparada por los « teólogos lovanien- 
ses », pero publicada en París a partir de 1614. Si Falconi comete 
algún 3'crro (los hay de impresión), Molinos lo repite idefectible- 
mente. Otra pista inconfundible la ofrece el pensamiento reiterativo 
de la Defensa: no hay más que un camino para llegar a la perfec­
ción. Se encuentra embarazado al dar referencias a sus propios 
escritos, pero usa las mismas frases y autoridades que Falconi en 
la Cartas, remitiendo a san Agustín y a santo Tomás34.
Semejante al anterior es el caso de san Bernardo. Molinos asu­
me las dos citas falconianas de san Bernardo, aunque las introduce 
incidentalmente; una sin copiar nada textualmente; la otra, con una 
frase célebre. En este caso no da tampoco referencia, mientras la 
ofrece exacta la Carta de Falconi. Se trata del famoso texto aduci­
do por muchos autores para asegurar que las cosas más íntimas de 
la experiencia mística no se conocen sino por aquellos que las re­
ciben 35.
Casos similares podrían verificarse con san Pedro de Alcántara, 
Osuna, santa Teresa y otros. El más singular y representativo es, 
sin duda, el de san Juan de la Cruz. Todo hace sospechar que Mo­
linos descubrió al Doctor Místico a través de este escrito falconiano 
y luego lo estudió personalmente además de ampliar sus citas con 
las del Mercedario en Camino derecho. Este conoce a la perfección 
tanto los escritos sanjuanistas como la primera biografía del Santo 
escrita por José de Jesús María (Quiroga). Remite a éste por dos 
veces, no para recordar algún episodio, sino para surtirse también 
de las « autoridades místicas » reunidas por el biógrafo en la « tabla 
final de lugares » aducidos36. Es otro caso paradigmático del siste­
34 En la Carta / Lettera, n. 24, p. 41-42. Remite a Jn 14, 6 y a la explica­
ción de san Agustín (lib. 1 cap. Retract.) y santo Tomás 2-2, q. 2, art. 4 c y ad 
lum. Exactamente como Molinos. Defensa, cap. 3 y 17.
35 El texto bernardiano copiado en la Carta, n. 25, p. 49, remite al Lib. 
de conver. ad clericos y suena así: « Sine causa paginam consulis, experien- 
tiam magis require, manna absconditum et nomen novum quod nemo novit 
nisi qui accipit; non illud eruditio, sed unctio docet, nec scientia sed con- 
scientia comprehendit». La otra cita bernardiana en n. 2, p. 5. El texto literal 
del Sermo ad clericos de conversione tiene algunas variantes; cf. ed. crítica t. 
IV (Roma 1966) p. 99-100. Molinos sólo toma la frase central sin referencia 
alguna: Defensa cap. 28.
3« Las dos citas se hallan en Carta n. 2, p. 4-5 y n. 26, p. 50. Vuelve a re­
cordar esa obra en Camino; cf. p. 87, 131 y 302. Se trata de la Historia de la 
vida y virtudes del venerable P. Fr. Juan de la Cruz ... Bruselas 1628.
366 EULOGIO PACHO
ma en uso. Todas

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