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Unidad Sociológica I Número 13-14 Año 4 I Junio 2018-Enero 2019 I Buenos Aires
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De acuerdo con el consenso contemporáneo, Emile Durkheim – junto con Karl Marx y Max Weber – fue uno de los fundadores 
de la Teoría Sociológica. Por otro lado, Anthony Giddens – al lado de Talcott Parsons, Robert Merton, Pierre Bourdieu, Alain 
Touraine y Jürgen Habermas – constituye un autor representativo de la segunda generación de grandes teóricos de la Sociología. 
De allí que el presente trabajo analice la reformulación que plantea Giddens de las reglas del método sociológico propuestas por 
Durkheim. Así como el nivel de inconmensurabilidad existente entre las metodologías propuestas por estos dos autores clásicos de 
la teoría sociológica, a la luz de los principios epistemológicos que sustentan a Las reglas del método sociológico, en el caso de 
Durkheim, y a Las nuevas reglas del método sociológico, en el caso de Giddens. 
PALABRAS CLAVE: Reglas - Durkheim - Giddens
According to the contemporary consensus, Emile Durkheim - along with Karl Marx and Max Weber - was one of the founders 
of the Sociology Theory. On the other hand, Anthony Giddens – next to Talcott Parsons, Robert Merton, Pierre Bourdieu, Alain 
Touraine y Jürgen Habermas – constitutes a representative author of the second generation of great theoreticians of Sociology. 
From which the present work analyze the reformulation that raises Giddens of the propose rules of the sociological method by 
Durkheim. As well as the level of incommensurability existing between the propose methodologies by these two classics authors 
of the sociological theory, to the light of the epistemologic principles that sustain to The Rules of the Sociological Method, in 
the case of Durkheim, and to New Rules of Sociological Method, in the case of Giddens. 
KEYWORDS: Rules - Durkheim - Giddens
Raúl Ernesto Rocha Gutiérrez*
Las reglas del método sociológico de Durkheim y 
la reformulación realizada por Giddens
* Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Profesor Titular de Sociología de la Religión 
y Filosofía Social en el Seminario Internacional Teológico Bautista.
Introducción
La Teoría Sociológica constituye toda una subdisciplina, 
o sea una de las “especialidades situadas en el centro 
de la disciplina” (Dogan y Pahre, 1993: 128) que 
forma parte de la Sociología como ciencia social. Aquella 
“parte más general de la sociología, cuya naturaleza consiste” 
– de acuerdo con el sociólogo español Salvador Giner – 
“en universalizar e integrar las conclusiones parciales a 
que llegue la investigación concreta” (Blázquez, 1997: 
491). ¿Quiénes fueron los autores que establecieron los 
cimientos de la Teoría Sociológica? Existe consenso entre 
los expertos en cuanto a que sus “fundadores” fueron Karl 
Marx, Max Weber y Emile Durkheim. Debido a ello, resulta 
significativo analizar cómo Anthony Giddens – uno de los 
autores relevantes, junto con Parsons, Merton, Bourdieu, 
Touraine y Habermas, entre otros, dentro de la segunda 
generación de teóricos de la Sociología y quien, además, 
realizó una selección de los escritos de Durkheim a la que se 
hará mención posteriormente – propuso una reformulación 
de las reglas del método sociológico tal como las había 
concebido Durkheim. Para lograrlo, el presente trabajo 
consta de seis puntos. 
Los tres puntos iniciales se dedican a analizar a Durkheim 
y su obra Las reglas del método sociológico. En el primero, se 
fundamenta por qué se puede catalogar la obra mencionada 
como una de las principales dentro de la teoría sociológica 
de Durkheim. En el segundo, se indican los objetivos de 
Inquietudes y cuestiones sociológicas clásicas y contemporáneas
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Las reglas . . . de acuerdo con lo expuesto en ella por el 
sociólogo francés. En el tercero, se plantean los principios 
epistemológicos que fundamentan las reglas del método 
sociológico propuestas por Durkheim.
Luego, los dos puntos siguientes se dedican al análisis de 
Giddens y de su obra Las nuevas reglas del método sociológico. 
En el primero de esta segunda parte, y cuarto del trabajo, se 
aborda la importancia de la teoría sociológica que figura en 
las obras de Giddens aunque él se refiera a ella con el sintagma 
“teoría social”. En el segundo de la segunda parte, y quinto 
del artículo, se analizan los principios epistemológicos que 
proveen fundamento teórico a las reglas a las que se refiere 
el sociólogo inglés.
En el sexto, y último punto del trabajo, se efectúa, 
con base en lo expuesto en los anteriores, una sintética 
evaluación del nivel de inconmensurabilidad que se puede 
reconocer cuando se comparan las metodologías propuestas 
por Durkheim y Giddens. Tal como figuran en sus ya 
mencionadas obras: Las reglas del método sociológico y Las 
nuevas reglas del método sociológico, respectivamente.
Las reglas del método sociológico. 
Obra fundamental de la teoría sociológica de 
Durkheim
La importancia de Emile Durkheim dentro de la 
Sociología es sintetizada por el sociólogo estadounidense 
Edward Tiryakian cuando lo cataloga como “figura decisiva 
en el desarrollo de la sociología como disciplina académica” 
y que, como tal, logró que la Sociología se convirtiera “en un 
hecho social reconocido” (Bottomore y Nisbet, 2001: 218). 
Algo que se basa, entre otras cosas, en las contribuciones que 
le concediera a la Teoría Sociológica, ya que, conforme lo 
sostenido por el sociólogo argentino Juan Carlos Portantiero, 
en la “Introducción” a los textos que seleccionó de sus obras, 
Weber y Durkheim “coronan el edificio de la sociología 
clásica”, a tal punto que, después de dichos autores, “poco se 
avanzará teóricamente” (Portantiero, 1977:30) dentro de la 
Sociología. 
Es que, como sostiene el sociólogo ruso Nicholas 
Timasheff, “aunque Durkheim no escribió nunca un tratado 
de sociología, su teoría es bastante sistemática”, al punto 
de que pudo presentar “respuestas claras a los principales 
problemas de la teoría sociológica” (Timasheff, 1984:154). Así 
como contribuyó también – de acuerdo con otro sociólogo 
especializado en la Teoría Sociológica, el estadounidense Ralph 
Stephen Warner – cual si fuera “profeta de una nueva ciencia”, 
al carácter independiente de la Sociología no sólo “respecto 
de la psicología y de otras ciencias”, sino “también del sentido 
común” (Smelser y Warner, 1982:111).
Por otro lado, Anthony Giddens – para quien Durkheim 
se halla, de acuerdo con el último párrafo de su ensayo “Los 
escritos de Sociología y de Filosofía Social de Durkheim”, 
entre los “principales” de aquellos pensadores que habían 
establecido “los fundamentos teoréticos y conceptuales de la 
sociología moderna” (Durkheim, 1993: 54) – evaluaba, en su 
“Prefacio” a la selección de los textos del sociólogo francés 
que realizó, que Las reglas del método sociológico era una de los 
“cuatro libros principales” de Durkheim. Los otros tres eran – 
a su juicio, pero que cuenta con el respaldo de otros autores 
(véase, por ejemplo Steiner, 2003: 7) – La división del trabajo 
social, El suicidio y Las formas elementales de la vida religiosa (ibid: 
7). Más adelante, al iniciar su punto titulado “La concepción 
durkheimiana del método sociológico”, Giddens señalaba: 
“Las ideas de Durkheim sobre el alcance de la sociología y 
sobre la naturaleza del método sociológico generalmente 
se asocian de modo casi exclusivo con (. . .) Las reglas del 
método sociológico” (ibid: 37).
Desde una perspectiva diferente, el filósofo y sociólogo 
francés Raymond Aron consideraba que La división del trabajo 
social, El suicidio y Las formas elementales de la vida religiosa 
eran los “tres grandes libros” que jalonaban el “itinerario 
intelectual” de Durkheim y que representaban “tres variaciones 
del tema fundamental del consenso” (Aron, 1992, II: 16). Es 
más, Aron interpretaba que en las tres obras mencionadas “el 
desarrollo del pensamiento de Durkheim es el mismo”, ya que 
comienzan con “una definición del fenómeno”, continúan conuna “refutación de las interpretaciones anteriores” y concluyen 
con “una explicación propiamente sociológica del fenómeno 
considerado”. Ahora bien, aunque Aron no incluye Las reglas 
del método sociológico entre los “grandes libros de Durkheim”, 
sí le atribuye “conferir forma abstracta a la práctica de los dos 
primeros libros” (ibid: 73), o sea de La división del trabajo social 
y de El suicidio. Algo que coincide con la definición de Teoría 
Sociológica citada párrafos atrás. 
Los objetivos de Las reglas . . . según el propio 
Durkheim
Ahora bien, ¿cuáles fueron los objetivos que se propuso 
lograr Durkheim cuando escribió Las reglas del método sociológico? 
Los mismos fueron básicamente dos. El primero de ellos 
consistió en analizar la conducta humana según el “positivismo” 
basado en el “racionalismo científico”. El segundo, en lo que 
el mismo sociólogo francés denominó “delimitar el campo de 
la investigación” no de cualquier manera, sino “con la mayor 
eficacia posible”. En el presente punto se realiza un sintético 
análisis de cada uno de los dos objetivos mencionados. 
Ya en el “Prefacio” a la primera edición original de la obra 
abordada, Durkheim hizo referencia al primero de los objetivos 
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mencionados como su “principal objetivo” y lo definió en 
los siguientes términos: “extender a la conducta humana el 
racionalismo científico”. Luego amplió su propuesta desde 
dos perspectivas temporales. En cuanto a la correspondiente 
al pasado, indicó que la conducta humana podía ser reducida “a 
relaciones de causa y efecto”. En lo que tenía que con ver con 
lo que se vislumbraba hacia el futuro, dichas relaciones podían 
ser transformadas – a través de una operación “racional” – en 
“reglas de acción”. Por último, Durkheim realizó la siguiente 
aclaración: “Lo que se ha denominado nuestro positivismo 
no es más que una consecuencia de este racionalismo” 
(Durkheim, 1996: 9, negritas añadidas), o sea del “racionalismo 
científico”.
La nota aclaratoria de Durkheim no estuvo de más, si se 
tienen en cuenta las palabras con las que había dado inicio 
al “Prefacio” de la primera edición: “Estamos tan poco 
habituados a tratar científicamente los hechos sociales, 
que es posible que algunas de las proposiciones de esta 
obra sorprendan al lector” (ibid: 7, negritas añadidas).
En cuanto al segundo de los objetivos señalados, Durkheim 
lo mencionó en el último punto del “Prefacio” que incluyó en 
la segunda edición original de Las reglas del método sociológico y 
como parte de su reacción ante las críticas que había recibido 
su obra. Efectivamente, Durkheim comenzó manifestando 
que “Cuando se publicó la primera edición (. . .) provocó vivas 
controversias” y no dejó de mostrar su sorpresa al considerar 
que “Aun en los puntos en que nos habíamos expresado 
del modo más explícito se nos atribuyeron gratuitamente 
opiniones que nada tenían que ver con las nuestras” (ibid: 11).
Quizás debido a lo anterior, más adelante Durkheim 
recalcó que era “tan acentuada la costumbre de aplicar a las 
cosas sociológicas las formas del pensamiento filosófico”, 
que “a menudo” se había visto en su “definición preliminar” 
de concebir a los hechos sociales como cosas – uno de sus 
presupuestos epistemológicos que se estará analizando más 
adelante – “una suerte de filosofía del hecho social”. Pues bien, 
con base en todas las aclaraciones previas, Durkheim explicitó 
su segundo objetivo del siguiente modo: “delimitar el campo 
de la investigación con la mayor eficacia posible”. Con ello 
procuraba eludir el error de “abarcar” dicho campo “en una 
suerte de intuición integral”. Al mismo tiempo que “indicar en 
qué signos exteriores” era posible “reconocer los hechos” (ibid: 
21) que debía abordar la Sociología en tanto ciencia liberada 
de su dependencia respecto de la Filosofía.
Los principios epistemológicos que funda-
mentan las reglas de Durkheim
En este punto se abordarán los dos principios 
epistemológicos más destacados de los que proveen 
fundamento a la propuesta de Durkheim sobre las reglas del 
método sociológico. Ellos son: en primer lugar, su concepción 
del hecho social como cosa y, en segundo lugar, su propuesta 
sobre cómo explicar los hechos sociales.
La concepción de que los hechos sociales deben analizarse 
como cosas llegó a ser tan importante en Durkheim, que se 
propuso definir en su obra Las reglas del método sociológico, 
de manera explícita, y antes que nada, qué quería expresar 
con el sintagma “hecho social”. De allí que, para Blázquez, 
fue “sobre esta expresión” – la de “hecho social” – que el 
sociólogo francés “construyó su teoría sociológica” (Blázquez, 
1997: 211). Algo similar a lo que sostiene Hillmann, cuando 
se refiere a “hecho social” como “Categoría acuñada por E. 
Durkheim para desarrollar una teoría sociológica autónoma 
(independiente, sobre todo, de la psicología)” (Hillmann, 
2005:413). O a lo expuesto por Aron, cuando declara: “La 
concepción de Durkheim acerca de la sociología se funda en 
una teoría del hecho social” (Aron, 1992, II: 73).
Pero volviendo a la definición del propio Durkheim, 
resulta significativo que dedicara todo el primer capítulo de su 
obra a definir qué era un “hecho social”. Algo que – siguiendo 
una presentación propia del género discursivo didáctico – 
sintetiza al final del capítulo, a manera de recapitulación de 
todo lo que venía exponiendo. Estas son sus palabras exactas: 
“Llamamos hecho social a todo modo de hacer, fijo o no, que 
puede ejercer sobre el individuo una imposición exterior”. 
E inmediatamente aclara “o también que es general en la 
extensión de una sociedad dada, al mismo tiempo que posee 
existencia propia”. Una existencia que va a catalogar – y 
resulta posible que ésta sea la observación más relevante de 
toda la definición – “independiente de sus manifestaciones 
individuales” (Durkheim, 1996: 39).
La posible explicación en cuanto a la nota aclaratoria 
citada podría deberse a que Durkheim “quiso siempre evitar, 
a diferencia de Marx, Toqueville (sic) o Weber, conferir al 
individuo el status de sujeto activo” (Boudon y Bourricaud, 
1993: 230). O debido a que se lo puede ubicar en el grupo 
de los sociólogos “que toman la sociedad como un todo que 
excede, está por encima y, en cierto modo, es independiente 
de las acciones de los agentes que actúan en ella” (Dalera, 
2006:10).
Partiendo de la definición que había presentado 
previamente, Durkheim comenzó el Capítulo II – titulado 
“Reglas relacionadas con la observación de los hechos sociales” 
– señalando que “La primera y más fundamental de las 
reglas consiste en considerar los hechos sociales como 
cosas” (Durkheim, 1996: 40, negritas añadidas). Más adelante, 
el sociólogo francés formuló dos aclaraciones. La primera que: 
“los fenómenos sociales son cosas y deben ser tratados como 
tales”. La segunda que “debemos considerar los fenómenos 
Inquietudes y cuestiones sociológicas clásicas y contemporáneas
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sociales en sí mismos, separados de los sujetos conscientes 
que se los representan”, o sea que “es necesario estudiarlos 
desde afuera como cosas exteriores pues con este carácter se 
presentan a nosotros” (ibid: 51). Finalmente, con base en estas 
y otras consideraciones, Durkheim concluye que “cuando el 
sociólogo se propone explorar un orden cualquiera de hechos 
sociales” debe hacer todo un esfuerzo para “abordarlos desde 
un ángulo en que se presenten aislados de sus manifestaciones 
individuales” (ibid: 66).
Como se ha señalado previamente, en el “Prefacio” a la 
segunda edición de Las reglas del método sociológico, Durkheim 
se sorprendió ante las críticas que suscitaron sus propuestas 
metodológicas. De dichas propuestas la que provocó mayor 
resistencia fue, precisamente, la de concebir a los hechos 
sociales como cosas. Tal fue el rechazo entre algunos autores, 
que en 1946 – a cuarenta y cinco años de la segunda edición 
de Las reglas . . . –la editorial Gallimard le publicó al sociólogo 
y ensayista francés Jules Monnerot una obra con un título que 
pone en evidencia una perspectiva totalmente contestataria: Los 
hechos sociales no son cosas (Steiner, 2003: 41).
Sin embargo, otros autores reconocen, como es el caso de 
Timasheff, que “las exageraciones de Durkheim representaron 
un papel positivo en sus aportaciones más importantes a la teoría 
y el método sociológico”, entre las que se destaca que demostrara 
“convincentemente que los hechos sociales son hechos sui generis” 
(Timasheff, 1984: 155). Una postura similar es la que manifiesta 
Warner, el otro especialista en Teoría Sociológica que ya se ha 
citado, cuando realiza dos afirmaciones complementarias entre 
sí. La primera, que “la posición polémica de Durkheim le llevó 
a utilizar expresiones exageradas que hicieron difícil durante 
largo tiempo la recepción de la parte valiosa de su mensaje”. 
La segunda, que, a pesar del “gran esfuerzo” que “se ha gastado 
en debates acerca de la condición ontológica de la sociedad 
(entendida como cosa)”, habría que admitir que Durkheim no 
estaba errado cuando hacía ver que “la sociedad es, en efecto, 
mayor que la suma de sus partes” (Smelser y Warner, 1982:110).
En cuanto al segundo principio epistemológico 
mencionado, Durkheim sostiene en su quinto capítulo 
(“Reglas acerca de la explicación de los hechos sociales”) 
lo siguiente: “cuando se intenta explicar un fenómeno 
social, es necesario investigar separadamente la causa 
eficiente que lo produce, y la función que cumple” 
(Durkheim, 1996: 111, negritas añadidas). Desde este punto 
de vista podría reconocerse en Durkheim un antecedente 
del funcionalismo. Aunque Hillmann encuentra, más bien, 
entre posibles “incentivos para el desarrollo de una teoría 
funcionalista de la vida social” otra de las contribuciones de 
Durkheim: sus conceptos sobre la “solidaridad mecánica y 
orgánica” (Hillmann, 2005:376), que se encuentran presentes 
en La división del trabajo social. 
Pero Durkheim podría ser visto también como alguien que 
no hubiera estado del todo de acuerdo con el funcionalismo 
posterior a él, sobre todo en su versión estadounidense. 
Recuérdese al respecto que “el funcionalismo constituye el 
rótulo generalmente reconocido que se pone a los primeros 
trabajos de Talcott Parsons y después a los de Robert Merton” 
(Boudon y Bourricaud, 1993: 302). La razón de la disidencia 
estaría dada en que, aunque “Durkheim dio el nombre de 
función a la finalidad de una institución”, los funcionalistas 
propiamente dichos “resaltaron el contexto para explicar la 
naturaleza y función de una institución social” (Blázquez, 
1997:194, cursiva del original).
Para terminar con el análisis del segundo principio 
epistemológico resulta relevante notar el enfoque propio del 
positivismo que refleja este enfoque explicativo de Durkheim: 
“Como los hechos de la morfología social tienen la misma 
naturaleza que los fenómenos fisiológicos, es necesario 
explicarlos”, a través de una interpretación mediante la que 
“el sociólogo” debe renunciar “a transformar la psicología en 
cierto modo en el centro de sus actividades” y, en cambio, 
debe establecerse “en el corazón mismo de los hechos 
sociales, para observarlos de frente y sin intermediarios” 
(Durkheim, 1996: 125).
La pretensión de analizar los hechos sociales con una 
objetividad similar a la que se logra cuando se analizan 
fenómenos fisiológicos, que expone Durkheim en el texto 
aludido, resulta uno de los conceptos que más se le han 
cuestionado. A tal punto que muchos autores contemporáneos 
consideran como superada la perspectiva epistemológico-
metodológica que se desprende de ella. Sin embargo, no 
puede desconocerse al respecto la evaluación realizada por 
uno de los historiadores más reconocidos del pensamiento 
sociológico, para quien Las reglas “releídas con cuidado y con 
alguna indulgencia hacia sus acentos polémicos (. . .) parecen 
contener pocas cosas que escapen a lo que los sociólogos 
suelen admitir acerca de la naturaleza de la realidad social” 
(Nisbet, 2003: I, 120). 
Las “nuevas” reglas del método sociológico. 
La reformulación hecha por Giddens
Entre las publicaciones originales de Las reglas del 
método sociológico de Durkheim (1895) y de Las nuevas 
reglas del método sociológico de Giddens (1976) –“su primera 
publicación con reconocimiento mundial (. . .) en función 
de su contundencia, originalidad y capacidad de síntesis”, 
conforme manifiesta Miriam Pereyra en el “Prólogo” a 
Problemas centrales en teoría social, la obra en que el sociólogo 
inglés continuaría profundizando en sus principios teóricos 
y que fuera publicada originalmente en 1979 (Giddens, 
Unidad Sociológica I Número 13-14 Año 4 I Junio 2018-Enero 2019 I Buenos Aires
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2018: 10)– pasaron nada menos que ocho décadas. Por 
lo que resultaba previsible que, casi un siglo después, al 
referirse a las reglas que debían considerarse en cuanto al 
método aplicado por la Sociología, Giddens planteara – 
dados los cambios experimentados durante ese lapso, tanto 
por la sociedad en su conjunto como por las ciencias sociales 
en particular – toda una reformulación respecto de las 
propuestas por Durkheim.
Aunque una de las primeras cosas que el sociólogo 
inglés sostuviera en su “Prefacio” fue que su obra trataba “del 
‘método’ en el sentido en que los filósofos sociales emplean 
ejemplarmente el término, como lo usó Durkheim en Las 
reglas del método sociológico” (Giddens, 2001: 9), tiempo 
después, en la “Introducción a la segunda edición” – que data 
de 1993 – manifestó que concibió el libro como “un abordaje 
crítico de ideas” que le parecían “esencialísimas” y que, sin 
embargo, “por alguna razón no se elaboraron adecuadamente 
en las perspectivas que les dieron origen” (ibid: 11). Desde 
este trasfondo, en este punto se tratarán: por un lado, la 
importancia de Giddens como representante de la teoría 
sociológica y, por el otro, el objetivo fundamental que se 
propuso en su obra mencionada: realizar una “crítica positiva” 
de las sociologías denominadas “comprensivas”.
Giddens, autor representativo de la teoría sociológica
Conforme señala el fundador de la sección de Sociología 
Económica de la Asociación Alemana de Sociología: “Giddens 
está considerado en la actualidad uno de los teóricos 
de la sociedad más importantes y productivos” 
(Hillmann, 2005: 386, negritas añadidas), donde el sintagma 
“teórico de la sociedad” parece muy apropiado por varias 
razones. La primera de ellas reside en que para la lengua 
inglesa en general – la propia de Giddens y de dos de los 
sociólogos más reconocidos por su interés en la teoría, como 
es el caso de los ya citados funcionalistas Parsons y Merton 
– dicho vocablo tiene, como sucede también en español y 
en otras lenguas, “un desarrollo y una gama interesantes de 
significados” (Williams, 2003: 313), o sea que es un término 
polisémico. Algo que resulta más pronunciado cuando se 
aplica al análisis sociológico, ya que “la noción de teoría 
reviste en sociología significados múltiples y tal vez 
más diversos (aunque puedan emitirse dudas a este respecto) 
que en las ciencias naturales” (Boudon; Bourricaud, 1993: 
641, negritas añadidas).
La segunda de las razones tiene que ver con que, como 
en tantos otros casos, existe en la Sociología una vacilación 
entre cuál es la nomenclatura más apropiada: si la de 
“teoría sociológica” o la de “teoría social”. De hecho en un 
diccionario especializado, que ya se citara previamente, se 
pone de manifiesto esta duda al colocar una barra cuando 
se define “Teoría social/sociológica” como “Conjunto 
de generalizaciones sobre la realidad social” (Blázquez, 
1997:491). Resulta evidente que el recurso tipográfico 
señalado denota cierta equivalencia entre ambas opciones, 
o sea que resulta factible que hasta cierto púnto puedan 
utilizarse de manera indistinta.
La tercera razón, y la que tiene mayor relevancia, reside 
en que Giddens mismo prefirió hablar de“teoría social”, y no 
de “teoría sociológica” para referirse a sus planteamientos. 
En La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la 
estructuración – otra de las obras en las que expone sus 
concepciones respecto de la teoría sociológica – sostiene: 
“empleo ‘teoría social’ para abarcar cuestiones que según mi 
criterio son asunto de todas las ciencias sociales” (Giddens, 
2003: 18). Y, tomando distancia de otros referentes dentro 
de la disciplina – sobre todo de Durkheim, tal como se 
verá después – afirma que cree que es “erróneo inclinar 
la teoría social demasiado definidamente hacia cuestiones 
epistemológicas abstractas y de un alto grado de generalidad” 
(ibid: 19).
Todas las citas incluidas en el párrafo anterior explican 
por qué – según Gerardo Oviedo – “cuando el discurso 
analítico incluye en su conformación” no sólo “las instancias 
metateóricas de la epistemología del método”, sino 
también “las condiciones ontológicas que intervienen en la 
constitución del marco categorial”, Giddens “prefiere hablar 
de ‘teoría social’, siendo ésta el modelo de su elección” 
(Aronson; Conrado, 1999: 12). Una teoría que – otra vez 
de acuerdo con Oviedo – incluye “tres frentes”. El primero 
de ellos: “la asunción del enfoque interpretativo como 
autoconciencia metodológica”. El segundo: “la misión de la 
teoría analítica como un marco de referencia universalista, 
es decir, válido para la ciencia social en su totalidad”. El 
tercero: “una contraargumentación que origine respuestas 
a los embates escépticos y nihilistas comúnmente asociados 
a las posiciones posmodernas, desde el contexto de la 
modernidad” (ibid: 13).
Por otra parte, un investigador español interpreta 
que “Para Giddens, la ausencia de un conjunto bien 
establecido de leyes en sociología no es índice de falta de 
cientificidad”, por cuanto dentro de las ciencias sociales en 
general en comparación con lo que sucede en las ciencias 
naturales, “incluso en aquellas áreas donde es más factible el 
establecimiento de generalizaciones, éstas aparecen limitadas 
por una mayor indeterminación de las teorías por los hechos” 
(García Selgas, 1994:154). Algo que coincide con la amplitud 
del enfoque sostenido por el mismo Giddens cuando, en una 
entrevista publicada en 1987, afirmara que en las ciencias 
sociales “son esencialmente interesantes las cuestiones y 
Inquietudes y cuestiones sociológicas clásicas y contemporáneas
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propuestas que pueden ser recogidas y utilizadas por los 
mismos sujetos sobre los que directa o indirectamente (. . .) 
versan” (ibid: 5).
La “crítica positiva de las sociologías comprensivas” 
como objetivo 
Que la “crítica positiva de las sociologías comprensivas” 
fue el objetivo fundamental que se propuso Giddens en la 
obra que se está analizando resulta evidente a la luz de dos 
elementos verbales que integran su “paratexto” (Alvarado, 
2009:36-38). En primer lugar, por el hecho de que eligiera 
dicho sintagma como subtítulo. En segundo lugar, porque en 
su “Prefacio” se propuso aclarar cómo deben interpretarse 
los sintagmas “crítica positiva” y “sociologías comprensivas”.
En efecto, Giddens señala que usó “crítica positiva” para 
“significar” que era “una crítica” acorde con “la adopción 
comteana del término en una filosofía precisa de las ciencias 
sociales y naturales” y “sociologías comprensivas”, aunque 
con cierto reparo, para referirse a “trabajos que se ocupan de 
la ‘acción provista de sentido’” (Giddens, 2001: 9-10). Con 
ello posiblemente estaba procurando una concepción más 
amplia de la vinculada con la definición ofrecida por algunos 
autores (“Posición doctrinal de Dilthey – a quien siguió 
Max Weber – según la cual la sociología no debe estudiar 
la realidad social sirviéndose sólo de los métodos y técnicas 
de las ciencias de la naturaleza”, Blázquez, 1997: 466). La 
razón: “La sociología comprensiva de Weber constituye el 
punto de partida de una teoría sociológica general de la 
acción e influye también en la fenomenología de A. Schütz y 
otros” (Hillmann, 2005: 859).
Alfred Schütz es, precisamente, el primer autor que 
Giddens analiza en el primer capítulo de Las nuevas reglas . 
. . bajo el título “La fenomenología existencial: Schutz”. La 
razón para ello estriba en que de “los principales discípulos de 
Husserl”, solamente Schutz “comenzó y terminó su carrera 
persiguiendo la ambición de aplicar ideas fenomenológicas 
para resolver problemas preexistentes de la sociología”. Por 
lo que en la obra de Schutz, “la intersubjetividad no aparece 
como un problema filosófico, sino sociológico” (Giddens, 
2001: 44).
Al ir terminando su obra, en su texto titulado “Conclusión: 
nuevas reglas del método sociológico”, Giddens planteó por lo 
menos tres contribuciones de las “sociologías comprensivas” 
a la metodología de las ciencias sociales. Pero también se 
refirió a las limitaciones que pudo descubrir en el abordaje 
que realizó sobre las mismas. La primera de las contribuciones 
fue la de concebir que lo que podría denominarse el “mundo 
social” no puede ser aprehendido de la misma manera que el 
llamado “mundo de la naturaleza”; sino, más bien, “como una 
realización diestra de sujetos humanos activos”. La segunda, 
que “la constitución” del “mundo social” en tanto “provisto 
de sentido” depende del lenguaje considerado no sólo como 
“un sistema de signos o símbolos”, sino “como un medio de 
actividad práctica”. La tercera – en coincidencia con lo que 
expresara en la entrevista que se citó previamente – que la 
generación de “descripciones de conducta social” supone 
una “tarea hermenéutica” que, al “penetrar en los marcos de 
sentido”, no se distingue de aquellos “a los que recurren los 
mismos actores legos para constituir y reconstituir el mundo 
social” (Giddens, 2001: 187).
Posiblemente, debido a los aportes señalados, una década 
después de la publicación original de Las nuevas reglas . . . , en 
otra de las entrevistas que concediera Giddens (en este caso 
realizada por Bernd Kiessling, docente de una universidad 
alemana) el sociólogo inglés evaluó que las “sociologías 
comprensivas” – desde el “interaccionismo simbólico” hasta 
la “etnometodología” – gozaban por esos días de “un amplio 
reconocimiento” (Aronson y Conrado, 1999:54). No en 
vano había realizado un análisis pormenorizado de cada una 
de ellas en el primer capítulo de Las nuevas reglas . . . que 
ya fuera citado y que ostentaba un título muy explícito: 
“Algunas escuelas de teoría social y filosofía”.
Con respecto a la mayor limitación de las “sociologías 
comprensivas”, Giddens sostuvo que eran “intuiciones que 
derivan de escuelas de pensamiento cercanas al idealismo 
filosófico” y que, debido a eso, “manifiestan las insuficiencias 
tradicionales de esa filosofía cuando se las transfiere al 
campo del análisis social”. Entre dichas insuficiencias, el 
sociólogo inglés señaló: en primer lugar, “una preocupación 
por el ‘sentido’ con exclusión de las implicaciones prácticas 
de la vida humana en la actividad material”; en segundo 
lugar, “una tendencia a tratar de explicar toda conducta 
humana en función de ideales motivadores, a expensas de 
las condiciones causales de la acción” y, por último, “una 
incapacidad para examinar normas sociales en relación con 
asimetrías de poder y divisiones de intereses en la sociedad” 
(Giddens, 2001:187). 
 Casi un siglo después, al 
referirse a las reglas que debían 
considerarse en cuanto al método 
aplicado por la Sociología, Giddens 
planteara toda una reformulación 
respecto de las propuestas por 
Durkheim. 
Unidad Sociológica I Número 13-14 Año 4 I Junio 2018-Enero 2019 I Buenos Aires
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Principios epistemológicos que proveen fun-
damento a las reglas propuestas por Giddens
Así como se señalaron dos principios epistemológicos 
fundamentales en relación con las reglas del método 
sociológico propuestas por Durkheim, también se pueden 
indicar dos principios epistemológicos que proveen 
fundamento a las nuevas reglas del método sociológicoa 
las que se refiere Giddens. Ellos son: en primer lugar, la 
interrelación entre dos nociones que figuran estrechamente 
vinculadas entre sí: la de “dualidad de estructura” y la 
de “hermenéutica doble” y, en segundo lugar, como una 
propuesta que se basa en las dos nociones anteriores, la 
denominada “teoría de la estructuración”.
Las nociones “dualidad de estructura” y “hermenéutica doble”
En la Introducción a la segunda edición de Las nuevas 
reglas . . . , y ante las objeciones que le habían realizado sus 
críticos, Giddens explicó por qué introdujo “la noción de 
dualidad de estructura”. Lo hizo para superar la perspectiva 
equivocada de “estructura” que procedía de la herencia 
durkheimiana donde parecía “restrictiva de la acción”, 
cuando lo que sucede en realidad es que resulta “también 
habilitante” (Giddens, 2001: 12). Así, el concepto “dualidad” 
referido al conocido como “estructura”, “concierne a la 
dependencia de acción y estructura” en tanto “jerarquía” 
de “los modos de interconexión entre individuos y 
colectividades” (ibid: 16-17). Por lo que, en este caso, “el 
concepto de ‘estructura’ presupone el de ‘sistema’”; ya que, 
“sólo sistemas sociales o colectividades poseen propiedades 
estructurales”. De donde una estructura “nace sobre todo 
de prácticas regulares y así se anuda íntimamente a una 
institucionalización” y – lo que resulta lo más relevante 
en la propuesta de Giddens – “una estructura da forma a 
influencias totalizadoras de la vida social” (ibid: 18, cursivas 
propias del texto original).
Por todo lo anterior, cuando ya casi va terminando Las 
nuevas reglas . . . , Giddens aclara de forma más explícita 
qué es lo que ha deseado significar mediante la noción 
“dualidad de estructura”: “que una estructura social es 
constituida por el obrar humano, y al mismo tiempo es el 
medio mismo de esta constitución” y que, por lo tanto, “es 
el rasgo más integral de los procesos de reproducción social” 
(ibid: 150, 154). Y en su Conclusión, titulada precisamente 
“nuevas reglas del método sociológico”, expresa algo en lo 
que insistió en la Introducción a la segunda edición: “Las 
estructuras no deben conceptualizarse si impusieran simplemente 
constreñimientos al obrar humano, sino en tanto son habilitadoras” 
(ibid: 193, cursivas propias del texto original). Con ello, 
Giddens tomaba distancia tanto del estructuralismo como 
del funcionalismo, a quienes les reconocía sus aportes; pero 
a los que consideraba con serias deficiencias en su análisis de 
los hechos sociales.
Inquietudes y cuestiones sociológicas clásicas y contemporáneas
90
Ahora bien, estrechamente vinculada con la noción de 
“dualidad de estructura” en la obra de Giddens figura la 
de “hermenéutica doble”. La misma “supone”: en primer 
lugar, “penetrar y aprehender los marcos de sentido que 
intervienen en la producción de la vida social por los actores 
legos” y, en segundo lugar, “reconstruirlos en los nuevos 
marcos de sentido que intervienen en esquemas técnicos 
conceptuales”. Por lo que, la “relación de reciprocidad entre 
sentido común y teoría técnica es un rasgo peculiar (. . .) 
de la investigación social” (ibid: 102-103). Debido a esto: 
por un lado, “el observador sociológico no puede construir 
un metalenguaje técnico que no esté conectado con las 
categorías del lenguaje natural” y, por el otro, “el estudio de 
la conducta social depende del dominio de un saber mutuo”, 
que le “plantea problemas hermenéuticos al observador 
según el grado en que su objeto de estudio esté enredado 
en formas de vida que no le son familiares” (ibid: 182-183).
Por último, cuando llega a la Conclusión, Giddens hace 
ver la “considerable complejidad” de la “hermenéutica doble”. 
Ella reside en que “la conexión no establece una circulación 
de sentido único”, sino que “hay un continuo ‘deslizamiento’ 
de los conceptos construidos en sociología”, mediante el cual 
“se apropian de ellos aquellos individuos para el análisis de 
cuya conducta fueron originalmente acuñados” (ibid: 194).
La teoría de la estructuración. 
En el apartado del tercer capítulo de Las nuevas reglas . . . 
que tituló “La producción y reproducción de una estructura”, 
Giddens explicó que introdujo “la noción de estructuración” 
para que en la “teoría social” no se cayera “en los fracasos 
del estructuralismo o del funcionalismo”, sino que se llegara 
– una pretensión que quizás podría considerarse como 
poco acorde con la objetividad que debe lograr la ciencia, 
aun cuando no se la conciba en términos positivistas – al 
“verdadero lugar explicativo de un análisis estructural”. 
Aquel que procurara determinar “las condiciones que 
gobiernan la continuidad y la disolución de estructuras o de 
tipos de estructura” (ibid: 148, negritas añadidas). De allí 
que los “procesos de estructuración” enlacen “la integración o 
transformación estructural de las colectividades u organizaciones 
como sistemas con la integración o transformación social de la 
interacción en el mundo de vida” (ibid: 152, cursivas propias 
del original). 
Más adelante, cuando ya estaba concluyendo Las nuevas 
reglas . . . , Giddens se refirió a la interacción que está 
implicada en “los procesos de estructuración”. Se trata de 
“una interrelación de sentidos, normas y poder”, tres conceptos 
que concibe como “analíticamente equivalentes en tanto 
términos ‘primitivos’ de la ciencia social” y que, “desde un 
punto de vista lógico” se encuentran “implícitos tanto en la noción 
de acción intencional como en la de la estructura”. La explicación 
de esto reside en que “todo orden cognoscitivo y moral 
es al mismo tiempo un sistema de poder, que incluye un 
‘horizonte de legitimidad’” (ibid: 193, cursivas propias del 
original).
Ahora bien, resulta útil para interpretar mejor el 
concepto, considerar la manera en que Giddens amplió 
posteriormente sus observaciones en cuanto a la “teoría de 
la estructuración”. Lo hizo en sus otras dos obras ya citadas, 
en las que se dedicó a profundizar sus planteos teóricos. 
En primer lugar, en Problemas centrales en teoría social. Acción, 
estructura y contradicción en el análisis social – donde resulta 
fundamental el concepto “estructura” al que ya se ha hecho 
referencia en este trabajo – sostiene de manera explícita: 
“La teoría de la estructuración elaborada en el presente 
libro podría ser leída como un manifiesto no funcionalista”. 
Como suele hacer en sus obras, Giddens explica luego el 
por qué de una declaración tan rotunda: “De acuerdo con 
la teoría de la estructuración, los sistemas sociales carecen 
totalmente de propósito, razones o necesidades; sólo los 
individuos humanos los poseen”. Por lo que, para él, “Debe 
declararse inválida toda explicación de la reproducción social que le 
impute una teleología a los sistemas sociales” (Giddens, 2018: 19, 
cursivas propias del original).
En segundo lugar, en la otra obra de Giddens ya citada, 
y cuyo subtítulo (Bases para la teoría de la estructuración) lo 
dice todo, el sociólogo inglés dedicó su primer capítulo a 
exponer los que denominó “Elementos de la teoría de la 
estructuración”. Así, aclaró que una de “las tesis principales 
de la teoría de la estructuración” reside en “que las reglas y 
los recursos que se aplican a la producción y reproducción 
de una acción social son, al mismo tiempo, los medios 
para la reproducción sistémica”. E inmediatamente colocó 
entre paréntesis una noción ya citada en este trabajo: 
“la dualidad de estructura”, sobre la que manifestó más 
adelante lo siguiente: “La dualidad de estructura es en todas 
las ocasiones el principal fundamento de continuidades en 
una reproducción social por un espacio-tiempo”. Una nota 
aclaratoria que a su vez se basa en una nueva referencia a la 
noción de “estructura”. Esta “no existe con independencia 
del saber que los agentes poseen sobre lo que hacen en su 
actividad cotidiana”. Ello se debe a que “Los agentes humanos 
siempre saben lo que hacen en el nivel de una conciencia 
discursiva” (Giddens,2003: 55; 62-63).
En lo presentado en el párrafo anterior, puede notarse 
una vez más, entonces, la profunda interrelación que existe, 
con respecto a los planteos teóricos de Giddens, entre las 
nociones “estructura” y “dualidad de estructura” y la “teoría 
de la estructuración”. 
Unidad Sociológica I Número 13-14 Año 4 I Junio 2018-Enero 2019 I Buenos Aires
91
Inconmensurabilidad entre las metodologías 
propuestas por Durkheim y Giddens
Como ha sucedido con otros autores, Giddens destaca 
en cuanto a los aportes de Thomas Kuhn a la filosofía de la 
ciencia su concepto de “paradigma” y hasta evalúa – aunque 
reconoce en una nota de pie de página que Kuhn aclaró 
mejor su posición en algunos de sus textos posteriores – 
que en La estructura de las revoluciones científicas “exagera (. 
. .) la unidad interna de los paradigmas” (Giddens, 2001: 
172). En esto coincide con Robert Friedrichs, quien desde 
otra perspectiva – a pesar de sentirse deudor “para con la 
penetrante percepción de Kuhn sobre los ciclos vitales de los 
paradigmas científicos” (Friedrichs, 1977: 19) – consideró 
que “el grado de dominio paradigmático que Kuhn percibe 
en la historia de las ciencias naturales no se descubriría ni 
siquiera en la sociología norteamericana de la década de 1950” 
(ibid: 35-36). Sin embargo, en uno de sus últimos trabajos, 
Kuhn enfatizó que la “noción” de “inconmensurabilidad” – y 
no la más conocida y citada de “paradigma” – había sido “la 
innovación central” que había introducido en la obra citada 
por Giddens (Pérez Ransanz, 1999: 83).
Dado lo anterior, en este trabajo se ha considerado 
pertinente recurrir a la noción de “inconmensurabilidad”, 
de acuerdo con el texto específico (“Conmensurabilidad, 
comparabilidad y comunicabilidad”) escrito por Kuhn para 
explicarla – o sea que dos teorías son inconmensurables 
cuando “no hay ningún lenguaje (. . .) al que ambas teorías 
concebidas como conjuntos de enunciados, puedan traducirse 
sin resto o pérdida” (Kuhn, 1996: 100) – para realizar un 
abordaje de las diferencias existentes entre las metodologías 
propuestas por Durkheim y Giddens.
Inconmensurabilidad conforme a sus principales fundamen-
tos epistemológicos
Conforme a lo que ya se trató en su debido momento, 
las reglas del método sociológico propuestas por Durkheim 
tienen en el positivismo – aunque no tan evolucionista como 
el de Comte – y en lo que Durkheim denomina, conforme 
ya se ha visto, “racionalismo científico” y que no es más 
que un cientificismo – a pesar de que tomara distancia de 
autores como Spencer – a sus dos principales fundamentos 
epistemológicos. Por lo que, en su propósito de que la 
sociología lograra una objetividad similar a la que habían 
alcanzado las ciencias naturales, Durkheim enfatizó de un 
modo excesivo la preeminencia de la sociedad sobre el 
individuo. Según el sociólogo holandés Harry Hoefnagels: “El 
error de Durkheim radica, sobre todo, en atribuir excesiva 
importancia al grupo”. Este error lo condujo a fijarse 
“exclusivamente en el influjo que el grupo ejerce en sus 
miembros”, olvidándose, “que los miembros, por su parte, 
determinan también el carácter del grupo” (Hoefnagels, 
1967:28).
Giddens, en cambio, a partir de los aportes no sólo de 
Schütz, a cuyo análisis ya se ha hecho referencia, sino también 
de Peter Winch, señala que “cada uno a su manera destaca 
la importancia de la reflexividad o la autoconciencia en la 
conducta humana”. Lo que lleva a ambos autores a proponer 
que cuando los científicos sociales describen conductas 
sociales deben “depender de las tipificaciones utilizadas por 
los miembros de la sociedad para describir o explicar sus 
acciones” (Giddens, 2001: 33). Es así como, el sociólogo 
inglés, luego de desarrollar su crítica a las sociologías 
comprensivas y de definir su “teoría de la estructuración” 
con base en las nociones de “dualidad de estructura” y 
“hermenéutica doble”, propuso que “El observador sociológico 
no puede volver asequible la vida social como un ‘fenómeno’ para 
la observación” si, al mismo tiempo, “no toma su saber sobre 
ella como un recurso por el cual la constituye como un ‘tema de 
investigación’ ” (ibid: 193, cursivas propias del original).
De modo que, puede concebirse la teoría sociológica 
propuesta por el sociólogo inglés como una “metateoría”, ya 
que si “la actividad metateórica se basa en las capacidades 
reflexiva y recursiva del actuar humano”, la teoría social 
a la que se refiere Giddens puede interpretarse como “un 
caso ejemplar para el reconocimiento de la problemática 
metateórica” (García Selgas, 1994: 21 y 111).
Inconmensurabilidad según sus interpretaciones de la tarea 
sociológica
Al referirse a los vínculos entre modernidad y exclusión, 
Guillermo Ruiz recuerda que para Giddens la “radicalización” 
de aquello que está implícito en “la modernidad” incluye, 
además del “problema de la desprotección simbólica”, 
también “el de la disgregación”, debido a la implantación 
de “una nueva sociabilidad que depende fundamentalmente 
del mercado, en razón del violento avance de las posiciones 
neoliberales a partir de la reestructuración de la economía”. 
Ante una situación como la descrita, Ruiz se pregunta “¿Qué 
es lo que puede aportar Durkheim en este momento?” Y su 
respuesta es que: “aun hoy es válida su idea de que resultaba 
inconsistente tratar de ‘construir inmediatamente un orden 
estable sobre los cimientos intelectuales de la modernidad’ 
”. Esto, continúa citando a Durkheim, “hasta tanto los valores 
de la ciencia y los de la democracia liberal se enraizaran en 
configuraciones sociales tan sólidas y cohesionantes como 
aquellas fundadas en los pilares de la religión y la familia” (de 
Ípola, 1998: 90 y 91).
Inquietudes y cuestiones sociológicas clásicas y contemporáneas
92
Conforme puede notarse el anterior sería un ejemplo de 
cómo puede descubrirse – a pesar de la distancia temporal 
entre ambos a la que ya se ha hecho referencia – un cierto 
nivel de conmensurabilidad entre las perspectivas teóricas 
de Durkheim y de Giddens a la hora de realizar un análisis 
sociológico de las problemáticas contemporáneas. Sin 
embargo, según lo que ha podido desarrollarse en los 
puntos anteriores, el nivel de inconmensurabilidad entre las 
metodologías propuestas por ambos autores es mucho más 
claro respecto de la interpretación que realiza cada uno de 
ellos en cuanto a lo que debe ser la tarea llevada adelante por 
la sociología.
La propuesta de Giddens para “los que trabajan en teoría 
social” expuesta en Las nuevas reglas . . . fue que “se deben 
aplicar primero y ante todo a reelaborar concepciones sobre 
el ser y el hacer del hombre, sobre la reproducción social y 
la transformación social” (ibid: 21). Por otro lado, Mercedes 
Kerz hace ver que “Giddens privilegia la teoría social por 
sobre la teoría sociológica porque, a su juicio, esta última tiene 
márgenes más estrechos”. Por lo que, desde la perspectiva del 
sociólogo inglés, “la teoría social es omnicomprensiva porque 
no está vedada a ninguna comunidad académica específica. 
De la misma manera como antes lo fue la filosofía, ésta es el 
tronco que todos comparten” (Fernández, 2004: 194).
Nada de esto resulta compatible con la perspectiva de 
Durkheim, ya que él, de acuerdo con lo ya expuesto en los 
puntos anteriores: por un lado, le negó importancia a la 
participación del individuo dentro de la sociedad y, por el 
otro, concibió a los hechos sociales como cosas. Es así como, 
para el sociólogo francés, “el enfoque racional de la ciencia 
implicaba una convicción de que el comportamiento 
humano era reducible a relaciones de causa y 
efecto” (Di Tella, 2008:203, negritas añadidas). Algo que 
para Giddens, según lo analizado en los puntos anteriores, 
resultaba de una estrechez incompatible con la labor que 
debía desarrollar la sociología como ciencia que podía 
realizar un aporte a favor de la interpretación de la sociedad. 
Por ello, para él “las tareas primarias del análisis sociológico”eran dos. La primera: “La explicación y mediación hermenéuticas 
de formas de vida divergentes dentro de metalenguajes descriptivos 
de ciencia social”. La segunda: “La explicación de la producción y 
reproducción de la sociedad como el resultado logrado de un obrar 
humano” (Giddens, 2001: 194-195).
Si se toma en cuenta la inconmensurabilidad entre las 
metodologías propuestas por Durkheim y Giddens que se 
ha señalado, podría considerarse que la teoría social del 
segundo sería menos “forzada” – conforme a lo expuesto por 
François Dubet, sociólogo francés especializado en sociología 
de la educación – que la teoría sociológica del primero. En 
efecto, para Dubet – quien define a sus “libros más teóricos” 
como “pausas y balances” más que como “verdaderas obras 
de propuestas teóricas” (Dubet, 2012: 101) – la teoría 
sociológica tradicional, de la que Durkheim, de acuerdo con 
lo que se ha destacado, es un representante de primer nivel, 
se basaba en “un paradigma central, una pequeña cantidad de 
proposiciones bastante sencillas, de las cuales se demuestra 
que se aplican a una multiplicidad de casos y de problemas”. 
Pero para el sociólogo de la educación, en la medida en que se 
tome distancia “de la idea de que la acción social procede de 
una lógica central, esa estrategia teórica parece cada vez más 
forzada” (ibid: 103). 
Conclusión
Como ha podido recordarse – ya que esto es algo muy 
conocido no sólo dentro del campo de la sociología, sino 
también en lo que respecta a las ciencias sociales en general 
– Émile Durkheim fue uno de los fundadores de la teoría 
sociológica y su obra Las reglas del método sociológico es donde 
realiza la presentación más específica de los fundamentos 
epistemológicos de su metodología sociológica. Por otro 
lado, entre los autores de la segunda generación de teóricos 
de la sociología, Anthony Giddens constituye uno de sus 
representantes más destacados. A tal punto que, ocho décadas 
después de la publicación de Las reglas . . . , dio a conocer 
una obra en la que reformuló la propuesta metodológica 
de Durkheim: Las nuevas reglas del método sociológico. Una 
reformulación que implicó no sólo la superación del positivismo 
y del cientificismo de Durkheim, que prácticamente da por 
hecho, sino también – aunque las tome como punto de partida 
– las contribuciones al análisis sociológico realizadas por las 
“sociologías comprensivas”, que también se propusieron 
superar los planteos durkheimianos.
Es así como en este trabajo ha podido reconocerse un 
significativo nivel de inconmensurabilidad entre las propuestas 
metodológicas de Durkheim – que se pueden ubicar, junto con 
las de Marx y Weber, dentro de la teoría sociológica clásica – y 
las propias de Giddens, que – acorde con los profundos cambios 
sociales y científicos producidos a lo largo del siglo XX, y en 
concordancia con la labor desarrollada por otros autores entre 
los que pueden citarse a Bourdieu y Habermas – focaliza la 
tarea que debe realizar la sociología en la interpretación de los 
fenómenos sociales que tiene como objetos de estudio. Labor 
que enfrenta con menos pretensiones de precisión que las 
presentes en el positivismo, y con mayor reconocimiento de 
las limitaciones del sociólogo, mediante una actitud reflexiva 
sobre el desenvolvimiento de éste, conforme al ejercicio de la 
doble hermenéutica a la que debe atenerse. Razón por la que 
se sitúa en la perspectiva de una “metateoría” a la que Giddens 
prefiere denominar “teoría social”.
Unidad Sociológica I Número 13-14 Año 4 I Junio 2018-Enero 2019 I Buenos Aires
93
Resulta evidente que las obras de Durkheim y Giddens, que 
han sido analizadas como representativas de la metodología que 
propusieron estos clásicos de la teoría sociológica, responden 
a sus contextos históricos (fines del siglo XIX, en cuanto a la 
primera; finales del siglo XX, sobre todo teniendo en cuenta 
las modificaciones introducidas en su segunda edición, que 
data de 1993, en cuanto a la otra); socio-económico-culturales 
(consolidación de la era industrial, con todo lo que ello implicó, 
respecto de la primera; crisis del modelo industrial debida a 
los cambios tecnológicos y sus derivaciones, con respecto a 
la segunda) y de desarrollo científico, en concordancia con 
el estado de la “ciencia normal” del momento (perduración 
del prestigio del positivismo en cuanto a la primera; fuerte 
reacción antipositivista en relación con la segunda). 
Debido a lo señalado en el párrafo anterior, era de esperarse 
que existieran grandes diferencias entre las propuestas 
metodológicas realizadas por Durkheim y Giddens, por lo que 
guardan entre sí un importante grado de inconmensurabilidad. 
Lo que no perjudica los aportes relevantes para el análisis de la 
sociedad, tanto desde una perspectiva diacrónica como desde 
una perspectiva sincrónica, que puede realizarse cuando se 
recurre a cada una de ellas, de acuerdo con su aplicabilidad 
a los objetivos que se quieran lograr mediante determinados 
análisis sociológicos 
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