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Poderes Públicos e Mudança Social

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RAT/OJURIS 
del poder público como son la Ejecutiva, la Legisla­
tiva y la Jurisdiccional. Allí se sentarán las bases de 
la paz política que deberá quedar plasmada en el 
acuerdo definitivo que resultará después de la cruen­
ta experiencia que estamos viviendo. 
Pero por otra parte también deberá surgir un nue­
vo concepto de lo "social" en la cual la sociedad ci­
vil, vale decir, todas las fuerzas vivas de la sociedad 
' llámense empresarios, trabajadores, académicos etc., 
visualicen como ya lo manifestamos, "la Colombia 
que queremos". Este es un aspecto en el cual el co­
mún de la gente no tiene en sus manos influir y por 
ello el reto consistirá en elegir a los más capaces de 
nuestra sociedad para que con ellos propiciemos el 
cambio hacia una nueva era. 
5. 5. 2. De lo micro a lo macro 
Este es el punto que considero más importante 
del tema planteado en el presente trabajo. Es nuestro 
aporte personal. Es lo que debemos dar cada uno de 
nosotros como ayuda para encontrar las soluciones 
en el presente proceso. Es el asumir NUESTROS 
DEBERES en una forma tan vehemente como la que 
utilizamos cuando hacemos respetar nuestros dere­
chos personales e inalienables. Es decirle a nuestro 
país que estamos dispuestos a afrontar el reto con 
nuestro propio compromiso de vida, sin delegarlo en 
otros para evitar la responsabilidad que se asume en 
el ejercicio. 
En desarrollo de lo anterior es importante que 
nos comprometamos a cambiar todos y cada uno de 
nosotros, por cuanto debemos ser conscientes de que 
"en nuestro entorno nada cambia, si nosotros mis­
mos no cambiamos". El cambio comienza por cada 
uno de nosotros. Pero dentro de este entorno ¿cómo 
es posible lograrlo? 
En aras de enriquecer el ejercicio, expongo algu­
nos puntos a manera de ejemplo por cuanto cada uno 
de nosotros deberá trazarse su propio compromiso: 
5.5 .2.1. Rechazando la fuerza bruta como elemento 
de negociación en mi vida personal. 
5.5 .2.2. Rechazando cualquier abuso o violación de 
los derechos de quienes comparten mi vida 
normal, como por ejemplo escuchando y 
entendiendo a la otra parte con la que no 
estoy de acuerdo, por cuanto es su punto de 
vista y tiene tanto derecho como yo. 
5.5.2.3. Rechazando la mentira y la astucia como 
elemento connatural a mis actividades nor­
males, evitando volver un modelo a seguir 
94 
"la ley del más vivo" y la astucia para en­
contrar los atajos aun cuando estos sean ile­
gales. 
5.5.2.4. Aprendiendo a dialogar de tal manera que 
acepte las diferencias de los demás sin pre­
juzgar todo el tiempo. 
5.5.2.5. Siendo tolerante con quienes piensan dife­
rente a mí y por ende actúan de acuerdo con 
su propio pensamiento. 
5.5.2.6. Gozando de la pluralidad, por cuanto entien­
do que cada ser humano es único e irrepeti­
ble y por ende tiene derecho a tener su pro­
pio punto de vista. 
5.5.2.7. Obteniendo acuerdos que nos permitan vi­
vir civilizadamente sin pretender que sean 
uniformes o unánimes. 
5.5.2.8. Entendiendo y practicando que si vivo en 
paz conmigo mismo y con mi entorno, me 
vuelvo un ejemplo para los demás en mi casa, 
en mi universidad, en mi trabajo etc. 
5.5.2.9. Transmitiendo todos estos valores a mi pro­
pia familia. 
Por último me resta insistir una vez más que lo 
imposible sólo está en la mente del ser humano. La 
paz comienza en cada uno de nosotros y hago mío el 
aparte del documento titulado "El manifiesto por un 
mundo sin guerras", el cual fue escrito por un grupo 
de intelectuales de diferentes partes del mtmdo y que 
en su parte pertinente reza: u Al parecer, la mayoría 
de los seres humanos no queremos las guerras, pero 
al mismo tiempo no creemos que sea posible cance­
larlas, entonces lo primero que tenemos que cam­
biar está en nuestras propias cabezas: y es nuestra 
creencia acerca de esta supuesta inmodificable rea­
lidad. Tenemos que cambiar la idea de que no es 
posible porque muchas veces lo que nos impide trans­
formar aquello que llamamos 'realidad' es solamente 
lo que creemos de ella". 
Ojalá estas reflexiones sirvan para encen­
der la hoguera de las discusiones sensatas y des­
apasionadas sobre el conflicto colombiano, ya 
que el país está cansado de lo contrario y a cos­
ta de convertirme en un heteróclito por antono­
masia, seguiré pensando que la solución a nues­
tro conflicto no vendrá de fuera hacia adentro 
sino a la inversa. ¿Te atreves a dar el primer 
paso? 
El castigo 
Carlos Alberto Cano S.* 
Introducción 
entro del recorrido histó­
rico que estamos hacien­
do de la cultura universal 
me llama la atención el castigo, 
pero tengo necesidad de advertir 
que la exigencia que me inspira a 
realizar este ensayo es más con­
ceptual que histórica, pues el ob­
jetivo es examinar a grandes ras­
gos lo que ha significado el 
vocablo castigo en las diferentes 
épocas de la historia, es decir, tra­
tar de establecer más su origen 
jurídico que el histórico, ya que 
con el primero se busca la fuente 
de un derecho, mientras con el 
estudio del origen histórico se in­
daga un hecho. Lo anterior no obs­
ta para que logremos ubicar algu­
nos hechos, cosa que es muy 
propia de la historia. 
Pues bien, hay grandes pala­
bras como por ejemplo Estado y 
guerra, que fácilmente se las pue­
de ubicar en la historia de la hu­
manidad, pero hay otras como 
amor, paz, justicia y castigo que 
andan flotando por ahí y que pa-
*Abogado egresado de la Universidad Autónoma Latinoamericana. 
95 
recen formar parte de las creen­
cias maquilladas con el lenguaje 
científico. En otros términos, exis­
ten grandes vocablos más teiTena­
les que otros. 
El término castigo significa: 
venganza, tormento, padecimien­
to, daño, perjuicio y pena, pero la 
gran pregunta en torno a la que 
gira este ensayo es la siguiente: ¿el 
castigo ha sido y puede ser sinó­
nimo de justicia? 
Trataremos de responderla en 
el cuerpo de este escrito. 
RATIO JUR/S 
Castigo 
N o me referiré al castigo y recompensa de la vida 
futura que emana de Dios, sino al castigo aplicado 
por los hombres. Digo castigo porque es expresión 
próxima a pena y que es utilizada por autores como 
Maurach 1• El derecho de castigar a los hombres fue 
otorgado por los primeros salvajes a un soberano que 
se convirtió en legítimo depositario y administrador 
de la porción de libertad otorgada por aquellos, a 
cambio de seguridad y tranquilidad2• 
Me resisto a creer que la causa de las guerras de 
los salvajes haya sido que la naturaleza no alcanzaba 
a satisfacer sus necesidades, como dice Beccaría. 
Parece más bien que el hombre es cruel por naturale­
za, que el hombre es lobo para el hombre, que goza 
exteriorizando su maldad a través de la guerra, como 
lo hicieron Alejandro, César, Atila, Hitler entre otros 
y hoy la OTAN, quienes son ensalzados cuando se 
dedican a la carnicería humana, dejando entrever que 
cuando están en juego sus intereses, ya no hay nada 
que los diferencie de los animales salvajes, incluso 
llegan a superarlos. 
Claro está que aliado de esas fuerzas tánico-des­
tructivas y sadicomasoquistas o de muerte que for­
man parte del hombre, coexisten otras fuerzas crea­
doras y constructoras que lo inducen al bien. Pero, 
¿por qué será que dicen que es más fácil actuar bien 
que mal? ¿No será al contrario?, al menos así lo deja 
entrever un ciudadano colombiano que purga pena 
en el extranjero y que fascinado responde que "ma­
tar es tan fácil o sencillo como comprar huevos o 
leche". Y si eso lo dice quien se dedica a aplicar cas­
tigos clandestinamente -cosa que implica un mayor 
esfuerzo por las barreras que hay que superar- qué 
se podrá decir de quienes se dedicaban al castigo 
público, desde la época salvaje hasta la moderna en 
que empezó a ser más privado que público?, ya res­
ponderemos a esto más adelante. ¿No será que es más 
placentero hacer el mal que hacer el bien?, claro que 
no es bien traída la palabra mal, porque ésta apenas 
surgió en la era cristiana, donde apareció la noción 
de pecado. En fin, lo cierto es que siempre existe unabuena razón en el corazón de los hombres parajusti-
ficar las matanzas y disculpar la hecatombe y si no 
que lo diga la OTAN. Ojo que no estamos mencio­
nando que la base de la injusticia es la estructura eco­
nómica desigual. 
En los pueblos primitivos el castigo tenía un ob­
jetivo principal: la vidicta o venganza, y se mantuvo 
como tal durante muchos siglos, según lo observa 
Costa3• 
En la vindicta influían otros factores. Así, Mali­
nowski destaca la importancia que al respecto tenía 
la actitud del público ante la infracción, que sólo era 
castigada si se producía escándalo, pues de lo con­
trario apenas se llegaría a la murmuración4
• 
Claro está que esa actitud del público se repite 
hoy día con los delitos querellables como la injuria, 
calumnia y delitos contra la libertad y el pudor sexual, 
donde el funcionario no puede iniciar investigación 
de oficio sino por iniciativa del ofendido, es decir 
por querella de parte, que no es más que el "escánda­
lo" que el ofendido hace ante la autoridad para que 
se investigue al presunto infractor y, escandalícese o 
no, de todas maneras la comunidad murmurará, pues 
en este valle de lágrimas dicen que no hay nada ocul­
to a los ojos de Dios y yo agregaría: ni a los ojos de 
los hombres, pero aclaro que cuando digo hombres 
no me estoy refiriendo a los encargados de adminis­
trar justicia, pues recuérdese que la justicia la pintan 
ciega. 
El papel de la categoría ético-jurídica del talión 
era, en su origen, la sublimación de la venganza, y se 
fundaba más que nada en un deseo de equilibrio a 
favor del que había sido la víctima del delito cometi­
do5. 
En la época Medieval el castigo conserva esta 
naturaleza de equivalencia, pero va más allá porque 
la retribución no se conecta directamente con el daño 
sufrido por la víctima sino con la ofensa hecha a Dios; 
por eso, el castigo adquiere cada vez más el sentido 
de expatio, de castigo divino. El sufrimiento se con­
sideraba socialmente como medio eficaz de expia­
ción. 
En los siglos XIV, XV y XVI se desarrolla en 
toda Europa una legislación terrorista y sanguinaria 
i Cfr. REYES E, Alfonso, La punibilidad, Publicaciones, U. Externado de Colombia, 2a. ed., Bogotá, p. 14. 
2 Cfr. BECCARIA, Cesare, De los Delitos y las Penas, Colección Jurídica Alfacentauro Editores Ltda., 1992, Cap. II, págs. 13 Y 14. 
3 Cfr. COSTA, Fausto, El delito y la pena en la historia de la filosofía, Utema, trad. M. Ruiz Punes, México, 1953, p. 24. 
4 MALINOWSKI, Bronislaw, Crimen y costumbre en la sociedad salvaje, Ariel, Trad. J. y Mrt. Alter, 5". Reim, Barcelona, 1951, p.83. 
5 GUIDO NEPPI, Modona, presentación de Cárcel y fábrica, p. 14. 
96 
l 
El castigo 
contra el vagabundeo y la mendicidad, de los prole­
tarios que habían sido arrojados de sus tierras. 
Las cárceles hasta la mitad del siglo XVIII prac­
ticaron formas de trabajo productivo y competitivo y 
desde ahí comienza a prevalecer un sistema intimi­
datorio y terrorista de gestión que se perpetúa en el 
siglo XIX y también en el siglo XX. En otros países, 
la cárcel, por sus deficiencias organizativas bien co­
nocidas, nunca ha sido un "modelo de control disci­
plinar" y mucho menos de adiestramiento para el tra­
bajo productivo como lo señala Michel Foucault en 
su obra Vigilar y Castigar, sino por el contrario, un 
modelo de desgobierno y de anarquía, incluso a ni­
vel administrativo y de control5• ¡Qué diferencias tan 
abismales existieron, o será que existen, entre las 
cárceles de Europa y las de América!. 
Casi hasta mediados del siglo XIX el castigo era 
un teatro porque se hacía públicamente y se llamaba 
suplicio porque se centraba sobre el cuerpo mismo 
que se descuartizaba, amputaba, marcaba simbólica­
mente en el rostro o en el hombre, se exponía vivo o 
muerto, se ofrecía en espectáculo, etc. 6 
A groso modo los suplicios se pueden clasificar 
en 3 categorías, según la utilización que ha hecho el 
hombre: 
De los elementos naturales (rocas escarpadas, 
agua, fuego, etc.). 
De los animales salvajes, o convertidos en tales 
por inanición o mediante procedimientos mecá­
nicos. 
De sus propias facultades imaginativas con fines 
crueles. 
La crueldad del hombre le incita siempre seguir 
el camino de los refinamientos morbosos. 
LA PICOTA: Es suplicio menor y consistía en 
colocarles, la argolla a los culpables o encerrarlos en 
una jaula y someterlos a la burla o infamia de los 
demás. En Europa, durante el feudalismo, los seño­
res impartían justicia haciendo atar a los campesinos 
a estacas o postes provistos de anillos metálicos (p. 
26) 
EL SISTEMA DE EMPAREJAMIENTO: ("Ca­
sados", se decía), consistía en que los condenados 
llevaban en la pierna un anillo de hierro llamado gri­
llete con una cadena de nueve eslabones. Se ataba a 
otra persona, preferentemente enemigo y era la ins­
piración del crimen y la invitación a las más bajas 
pasiones, (p. 28). 
LA ARGOLLA Y SUS VARIANTES: El collar 
de los presidiarios no es sino una secuela de la argo­
lla, comparable al yugo Chino que los hebreos utili­
zaban en la época bíblica. (p.29). 
LAS JAULAS: Se inventaron para tener prisio­
nero a la mano y poderlos mortificar, eran las deli~ 
cias de Luis XI en 1477. (p.30). 
MARCAS Y TITULACIONES: Reservada para 
los sirvientes de color en 1685 y servían a las colo­
nias si se fugaba y si reincidía se le mataba (p. 33). 
LA CASTRACIÓN Y CEGAMIENTO: Fue apli­
cada por doquier, por ejemplo Luis XI y Constantino 
la aplicaban mucho (p. 37). 
LA FLAGELACIÓN: Ninguna raza a escapado 
a la tentación del látigo y, por extensión, la del apa­
leamiento. Los templos, las tumbas y la mayoría de 
las obras artísticas de la Antigüedad, fueron posibles 
gracias a esos métodos. El látigo se utilizó hasta me­
diados del siglo XIX. 
LA ESTACA, SÍMBOLO DEL PODER FÁLI­
CO: Las Pirámides de Egipto, las murallas de Nínive 
y las participaciones de Micenas fueron construidas 
a estacazos. La Biblia alude al garrote de los farao­
nes, los Reyes de Babilonia y los Seleúcidas. 
EL DESPEÑAMIENTO: Este suplicio que so­
brevenía como un accidente, se reservaba a los trai­
dores, a quienes se arrojaba de lo alto de una roca. 
Durante las guerras de religión, se arrojó a mucha 
gente a pantanos y pozos, sin fondo. 
LA LAPIDACIÓN: En Grecia y en Macedonia 
se aplicaba a los traidores, a los espías y a los sacríle­
gos. Los conducían fuera de la ciudad y los testigos 
de sus delitos eran los primeros en apedrearlos. En 
épocas más avanzadas, la lapidación se utilizó con­
tra los cristianos: Los santos Esteban y Ciriaco fue­
ron sus víctimas más célebres. 
EL AGUA COMO INSTRUMENTO DE TOR­
TURA: Suplicio brutal y rápido, el ahogamiento, al 
igual que el despeñamiento, se ha practicado desde 
siempre en las ejecuciones en masa. El propio JE­
SÚS alude a él en este célebre pasaje del Evangelio 
de San Mateo (XVIII, 6): "Y al que escandalizare a 
6 Cfr. COLECCIÓN ENIGMAS J?E LA HUMANIDAD, El Museo de los Suplicios, Edición Martínez Roca, Roland Villenueve, Barcelona, 
1989, págs 26 * CLASIFICACION DE LOS SUPLICIOS: Ningún criterio riguroso preside la clasificación de los suplicios por géneros o 
épocas. No podríamos decir, excepto en el caso de le electricidad, que tal suplicio ha predominado sobre el otro, que el ahogamiento apareció 
antes que la hoguera o que el empaleamiento precedió al ahorcamiento. 
97 
RATIOJUR/S 
uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más va­
liera que le colgasen al cuello una piedra de molino 
de asno y le arrojaran al fondo del mar." 
TERRIBLE FUEGO: La hoguera legalizada por 
los soberanos, porque satisface enormemente los ins­
tintos crueles de los sacerdotes y de sus pueblos. Es 
una forma de venganza en la que se complacían na­
turalmente la ferocidad popular. 
En la Edad Media se utilizaba para quemar He­
rejes y brujos. También en Extremo Oriente, poco 
antes de la primera Guerra Mundial los Chinos apro­
vechaban los últimos progresos de la técnica: "se 
obligaba al condenado a beber 2 litros de petróleo y 
se leintroduce una larga mecha que prácticamente 
llega hasta el estómago. Luego, se enciende la me­
cha; el petróleo se inflama y la víctima, escupiendo 
un inmenso chorro de fuego, literalmente estalla". 
LA PARRILLA: Es un sistema refinado de asar 
al prójimo, fue utilizada en gran escala en México y 
las islas Samoa con finalidades antropófagas. Con 
este suplicio, los espectadores obtenían el doble pla-
. cer de saciar su miradas con la visión de los dolores, 
y su estómago, con la carne de los prisioneros. Re­
cordemos a San Lorenzo: 
Cuando el calor hubo asado y quemado suficien­
temente un lado, dirigiéndose al Juez desde lo alto 
del patíbulo, el mártir dijo con voz débil y entre cor­
tada: "Volved ahora mi cuerpo del otro lado, que este 
ya está bastante quemado, y no debe estropearse". 
OTROS SUPLICIOS: Muerte a manos de ani­
males, la horca, el garrote, la decapitación, la cruci­
fixión: que era el suplicio más terrible que existía y 
que incluso puede superar el empalamiento de la an­
tigüedad, tanto que a los condenados se les dopaba 
con la finalidad de suavizar el castigo: recuérdese 
que a Jesucristo le ofrecieron vino mezclado con mirra 
antes de ser crucificado, y vinagre cuando estaba en 
la cruz. La sofocación, enterramiento, aplastamien­
to, el potro, el descuartizamiento, la rueda, desella­
miento, la sierra, despedazamiento. Aclaración: los 
suplicios que hoy vivimos no los mencionaremos en 
este ensayo. 
98 
Este suplicio se cambió por castigos menos in­
mediatamente físicos, por cierta discreción en el arte 
de hacer sufrir, un juego de dolores más sutiles, más 
silenciosos, es decir el castigo tendería a convertirse 
en la parte más oculta del proceso penal?7 
Nadie puede negar que estamos muy lejos del 
país de los suplicios, sembrados de ruedas, patíbu­
los, horcas y picotas, pero ello no es más que el paso 
de un arte de castigar a otro, es el paso de los supli­
·cios, con sus rituales resonantes, su arte mezclado 
con la ceremonia del dolor, a unas penas de prisiones 
practicadas en arquitecturas masivas y guardadas por 
el secreto de las administraciones. 
El castigo aplicado por el Estado no es más que 
una venganza que aplica éste a nombre de otro. 
"Los pueblos más civilizados se encuentran tan 
próximos a la barbarie como el metal más brufiido a 
la herrumbre. En los pueblos, al igual que en los me­
tales, lo único brillante es la superficie". 
Rivarol, prólogo al Museo de los suplicios, obra 
antes citada. 
Conclusión 
Existen grandes palabras y una de ellas es el cas­
tigo -hoy llamado pena- que no han dicho nada sino 
que han servido para manipular, porque son más pro­
pias del poder mismo que del modelo político del 
que se pretenden achacar. 
Son conceptos que alimentan la ideología que a 
su vez nos está educando para servir a la Institución 
y para permitir que el otro tenga el poder de juzgar a 
los demás. 
El castigo es sinónimo de justicia si no sobrepa­
sa la necesidad de conservar la seguridad y la tran­
quilidad, pero si lo hace - como ha sido la constante 
a través de la historia de la humanidad - el castigo es 
injusto. 
Como corolario de lo anterior, tenemos que la 
palabra Derecho es contradictoria de la palabra Fuer­
za, por el uso y abuso que se ha hecho de ésta. 
El castigo 
Bibliografía 
BECCARlA, Cesare, De los delitos y las penas, Colección Jurídica, Almacentauro Editores Ltda. 1992. 
COSTA, Fausto, El delito y la pena en la historia de lafilosofia, Utema, tra. M Ruiz, Funes, México, 1953. 
Diccionario Planeta de la lengua española Usual, ed. 1989. 
El museo de los suplicios, Colección enigmas de la humanidad, edición Martínez, Roca, Roland Villenueve, Barcelona, 1989. 
FOUCOULT, Michael, Vigilar y castigar. 
GUIDO NEPPI, Modona, presentación Cárcel y fábrica. 
MALINOWSKI, Bronislaw, Crimen y costumbre en la sociedad salvaje, Ariel, Trad. J. Y Mrt Alter, 38
• Reimpresión, Barcelona, 
1951. 
MELOSSI, Dario y Pavarni, Massimo, Cárcel y fábrica, los orígenes del sistema penitenciario siglos XVI, XlXEd. Siglo XXI 
editores 28
• Edición. 
REYES E., Alfonso, La punibilidad, Publicaciones, U. Externado de Colombia, 28
• Ed. Bogotá. 
SANDOVAL HUERTA, Emiro, Penología. 
99

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