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UNIDAD TRES ANTROPOLOGIA

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RESUMEN UNIDAD DOS ANTROPOLOGÍA 
BEALS Y HOIJER “NATURALEZA DE LA CULTURA”. 
Diversidad del comportamiento humano 
El concepto de cultura derivó de la necesidad de un término conveniente para caracterizar los aspectos 
comunes de ciertas formas de comportamientos que están muy desarrolladas en el hombre. La especie 
Homo Sapiens, bien que sus miembros funcionen fisiológicamente de un modo muy parecido y tengan 
estructuras corporales y mecanismos psicológicos esencialmente similares, demuestra una variación en 
pautas de comportamiento, estas cortan y subdividen las agrupaciones basadas en variaciones biológicas. 
La diversidad del comportamiento humano puede advertirse en actividades en que los hombres se hallan 
comprometidos. Los hábitos alimenticios, la manera de preparar comidas, la indumentaria y los adornos, 
etc. 
Las costumbres que rigen la conducta de los hombres hacia sus semejantes muestran divergencia. Los 
seres humanos difieren en sus modos de comportarse, hay pocas formas de comportamiento que sean 
válidas para todos los hombres, en todos los lugares y tiempos. 
El concepto de cultura 
El hombre está sometido a un proceso de aprendizaje que lo provee de determinados estilos de vida 
apropiados a la sociedad en la que ha nacido y en la que es educado. El concepto de cultura son aquellos 
comportamientos que tienen en común el hecho de ser aprendidos. El concepto está limitado por aplicarse 
solamente a aquellos aspectos del comportamiento aprendido que son adecuados a un grupo particular de 
personas. 
Los hombres viven en conglomerados organizados denominados sociedades. Los miembros comparten 
modos o estilos distintivos de comportamiento que, tomados en conjunto, constituyen su cultura. Cada 
sociedad humana posee su cultura propia, distinta de la de cualquier otra sociedad. Kluckhohn define 
cultura como los proyectos de vida históricamente creados, explícitos e implícitos, racionales, irracionales 
y no racionales, que pueden existir en un tiempo dado como guías potenciales para el comportamiento de 
los hombres. 
La diversidad del comportamiento humano se esclarece mediante este concepto cuando nos damos cuenta 
de que cada sociedad humana tiene una cultura distinta. 
Otros significados de la cultura 
 La definición antropológica de cultura es amplia. Mucha gente sostiene que cultura es sinónimo de 
desarrollo mediante la enseñanza y la educación. Un individuo culto es aquel que ha adquirido un 
dominio de ciertos campos especializados del saber y tiene buenos modales. 
En el uso antropológico, la cultura no está restringida a ciertos campos especiales de conocimientos: 
abarca formas de comportamiento derivadas de la esfera total de la actividad humana. La cultura incluye 
las técnicas y los métodos del arte, la música y la literatura, los procedimientos para hacer alfarería, coser 
vestidos o edificar casas. El antropológo no contrasta culto frente a inculto, porque esta distinción de uso 
corriente representa una diferencia de cultura, pero no ausencia o presencia. 
La cultura engloba a la civilización. Ningún antropólogo moderno considera la civilización como 
cualitativamente diferente de la cultura, ni hace una distinción entre el civilizado y el incivilizado. Todas 
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las civilizaciones comprendidas de la actualidad y de los tiempos antiguos son ejemplos de cultura, 
peculiares en la cantidad de su contenido y la complejidad de su estructura. 
Culturas y subculturas 
Cada sociedad humana tiene su propia cultura diferente en su integridad de la cultura de cualquier otra 
sociedad. Los antropólogos aplican con frecuencia el término cultura a grupos mayores o menos que una 
sociedad singular. 
Los modos de comportamiento se denominan colectivamente cultura de llanuras, para distinguirlos de los 
complejos amplios de rasgos culturales que se encuentran en otros grupos de tribus indias. 
En expresiones como esa, el término cultura se aplica a modos de comportamiento comunes a cierto 
número de sociedades, no a una sola. A causa de los contactos intersociales, ciertos aspectos culturales 
pueden traspasar las fronteras de una sociedad particular y hacerse comunes a diversas sociedades. En las 
sociedades del mundo más vastas y complejamente organizadas, cabe distinguir áreas de cultura 
restringidas a una porción definida de miembros de una sociedad. 
El término cultura, usado por el antropólogo puede aplicarse a: las formas de vivir aprendidas, o modelos 
de vida, que se encuentran en cualquier época en toda la humanidad; los modos de vida compartidos por 
cierto número de sociedades entre las que hay un grado mayor o menos de interacción; a las pautas de 
comportamiento peculiares de una sociedad dada; formas especiales de comportarse características de los 
diversos sectores de una sociedad amplia y de organización compleja. 
Cultura y comportamiento 
La cultura es una abstracción del comportamiento. El antropólogo no puede observar la cultura 
directamente, sólo puede observar lo que hacen y dicen, y los procedimientos y técnicas que emplean. 
Pautas de cultura 
Los modos de comportamiento que componen la cultura de cualquier sociedad representan 
generalizaciones del comportamiento de los miembros de esa sociedad. El término pauta se refiere a un 
conglomerado de modos de comportamiento afines, que se encuentran en una cultura dada. Las culturas 
comprenden dos tipos de pautas: las ideales y las de comportamiento. Kluckhohn establece que las ideales 
definen lo que los miembros de una sociedad harían o dirían en situaciones particulares si acatasen las 
normas establecidas por su cultura. Las comportamentales se derivan de las observaciones de cómo se 
comporta realmente la gente en situaciones particulares. Kluckhohn clasifica las pautas ideales en 5 
categorías: 
• Compulsivas: La cultura proporciona solamente un medio aceptable de afrontar ciertas 
situaciones. 
• Preferidas: Son aceptables varios modos de comportarse, pero uno tiene un valor más elevado que 
el resto. 
• Típicas: distintos modos de comportamiento son más o menos igualmente aceptables, pero uno se 
expresa más a menudo que los demás. 
• Alternativas: Son aceptables diversas maneras de comportarse y no hay diferencia ni en el valor 
ni en la frecuencia de expresión. 
• Restringidas: ciertas formas de comportamiento son aceptables únicamente para algunos 
miembros de una sociedad, no para la sociedad en su conjunto. 
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Las pautas ideales representan modos de comportamientos reputados, deseables de los miembros de una 
sociedad dada. Son las reglas imperativas y operativas de una cultura determinada, y difieren de las pautas 
comportamentales, derivadas de la observación de lo que la gente hace efectivamente al enfrentarse con 
situaciones particulares. 
La integración de la cultura 
Los multiples aspectos de la cultura están interrelacionados. Los comportamientos humanos forman 
sistemas, cuyas partes o actividades están directa o indirectamente conexionadas entre sí e influyen unas 
sobre otras. La convicción de que las culturas son totalidades integradas condujo a los antropólogos a 
detallados informes descriptivos de un gran número de culturas. El factor que distingue al antropólogo es 
su preocupación por el sistema total, aun cuando sea factible examinar por separado los subsistemas. 
La cultura como mecanismo adaptativo 
La cultura es considerada el mecanismo por el que el hombre puede adaptarse rápidamente a los cambios 
del entorno o mejorar su capacidad para utilizar un entorno existente. La evolución biológica se ha 
descrito con frecuencia como el proceso de mantener, perder y recuperar o mejorar la adptación de los 
organismos a su mundo circundante. 
La cultura es transportada por los individuos de las sociedades. Cada sociedad tiene su propia cultura, que 
representauna adaptación o forma de vida susceptible de permitir la supervivencia en el ambiente. Los 
cambios en la cultura pueden sobrevenir: cuando se agregan nuevos elementos o se perfeccionan los 
antiguos; cuando se adoptan elementos nuevos de las sociedades vecinas; cuando ciertos elementos 
culturales son abandonados o reemplazados; cuando se pierden al no ser transmitidos de una generación a 
la siguiente. En una sociedad humana, el ambiente consiste en todo lo precedente más las otras sociedades 
con las que hay contacto y comunicación. 
Tanto las poblaciones como las culturas pueden variar en plasticidad, es su capacidad para adaptarse a 
condiciones ambientales inéditas, lo cual determinará el que puedan cambiar o que se extingan por su 
incapacidad para afrontar nuevos restos del mundo. 
Los mecanismos de la cultura no dependen de la reproducción biológica. Los individuos poseen una 
cultura dada, porque han nacido en un lugar y un tiempo particulares. La adaptación cultural no depende 
de la adaptación biológica. 
El enfoque adaptativo de la cultura implica que las variaciones en el comportamiento humano son 
intentos realizados por los seres humanos para ajustarse o adaptarse a las condiciones en que existe el 
individuo o su grupo. Las culturas tienden a acrecentar al máximo el conjunto de la población, gracias al 
uso adecuado de los recursos o a la expansión en nuevas áreas, o a conseguir un equilibrio demográfico 
relativamente estable respecto a los recursos ambientales y tecnológicos. La presencia de otras culturas 
depara a menudo los medios para la adquisición de nuevas tecnologías. Cultura explícita e implícita 
1. La cultura se refiere a la totalidad de los comportamientos aprendidos de la humanidad entera. Se 
aplica específicamente a los modos de comportarse característicos de un grupo de sociedades que 
actúan más o menos recíprocamente, a las pautas de vida peculiares de una sociedad dada, o a 
formas especiales de comportamiento que prevalecen en un sector de una sociedad extensa y 
complejamente organizada. 
2. La cultura es una abstracción del comportamiento. 
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3. Los modos de comportarse abstraídos directamente de la observación del comportamiento en una 
sociedad dada se denominan pautas. Las pautas pueden ser ideales o comportamentales. El 
antropólogo se interesa por las ideales. 
4. Para los antropólogos modernos, las pautas de una cultura se mantienen unidas o integradas en 
virtud de abstracciones denominadas de varias maneras, temas, configuraciones, impulsos o 
postulados. Según Kluckhohn, una cultura es un sistema interdependiente basado en premisas y 
categorías enlazadas cuya influencia es mayor porque rara vez se expresan en palabras. 
Kluckhohn ha señalado que las pautas y temas que constituyen una cultura se extienden desde un extremo 
llamado explícito hasta el extremo implícito. Las pautas pertenecen a la cultura explícita por cuanto que 
se abstraen del comportamiento y son más o menos susceptibles de exposición verbal por los participantes 
de la cultura. Los temas suelen estar implícitos en el comportamiento, precisan ser escudriñados 
minuciosamente mediante un análisis de las pautas abiertas que los incluyen o manifiestan, tienden a 
obrar en gran medida en el nivel inconsciente. 
La cultura se aprende 
La derivación histórica de la cultura determina que se aprende, parte de éste procede de otros miembros 
del grupo social, que han aprendido su comportamiento cultural de otros. Las diferencias culturales no 
provienen de que los diversos pueblos tengan capacidades heredadas distintas, sino de que se han educado 
de modo diverso. Aprendemos a hablar, a pensar y a obrar de la manera como lo hacemos, a causa de 
nuestras asociaciones cotidianas, cuando estas cambian, nuestros hábitos también. 
El papel del comportamiento simbólico en la cultura 
Un símbolo puede definirse como un fenómeno físico que posee un significado conferido por aquellos que 
lo usan. No tiene una relación necesaria con las propiedades físicas del fenómeno que lo soporta. Los 
significados de las palabras les son otorgados a estas por la sociedad que las emplea. Un símbolo puede 
ser empleado como un signo. El significado de un signo se determina por la observación de los contextos 
en que se utiliza. 
Los hombres simbolizan, confiere significados a fenómenos físicos en todas las facetas de su vida 
cotidiana. Los animales jamás aprenden a simbolizar. Su aprendizaje se reduce a la manipulación de 
signos, a la percepción, a través de la experiencia de que los valores asignados por algún otro pertenecen a 
fenómenos físicos de una clase o de otra. Esta diferencia entre los hombres y los animales es de especie, 
no de grado. 
Hay dos aspectos principales en los que la simbolización es necesaria para el desarrollo de la cultura. La 
simbolización permite al hombre transmitir su saber más eficazmente que los animales, y la simbolización 
hace posible al hombre salvar la brecha existente entre sus experiencias físicas discretas y convertirlas así 
en una experiencia continua. 
El lenguaje y otras técnicas de simbolización también facultan a los hombres para resumir y transmitir sus 
modos de comportamiento aprendidos a cada nueva generación. La creación y el uso de símbolos también 
habilitan al hombre para hacer continuas sus experiencias. Las experiencias físicas son necesariamente 
discontinuas. 
En el hombre, su hábito de simbolización le permite mantener un problema en la mente, aunque no esté 
físicamente en él. El hombre aprende más rápidamente que los animales, puede aplicar a un problema 
particular todos los procedimientos adquiridos de otras experiencias que él mismo ha tenido o de las que 
ha oído. Dispone de los modos de comportamiento acumulados por la experiencia y observaciones de sus 
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semejantes, presentes y pretéritos. La cultura es un acervo de modos de comportamiento aprendidos, 
acumulados por multitud de hombres durante muchas generaciones. La acumulación de los modos de 
comportamiento aprendidos se hace posible por la creación y el uso de símbolos; sin ésta, el aprendizaje 
es estático o no progresivo. El hombre es el único animal capaz de comportamiento simbólico; otros 
animales aprenden a emplear signos, pero no crean símbolos. La cultura, es en esencia una acumulación 
de pautas de comportamiento aprendidas, originada y desarrollada por medio de símbolos, vino a la 
existencia cuando el hombre aprendió a simbolizar. 
Diversidad y unidad en la cultura 
La clave para percibir la unidad fundamental de la cultura, estimada como un todo, radica en la 
comparación de estructura y función de las distintas culturas particulares. La diversidad resulta ser 
maneras diferentes de alcanzas fines semejantes. 
BERGER Y LUCKMANN: “LA SOCIEDAD COMO REALIDAD 
SUBJETIVA”. 
Internalización de la realidad Socialización 
primaria: 
La sociedad existe como realidad tanto objetiva como subjetiva, por lo tanto, se entiende la sociedad en 
términos de un continuo proceso dialéctico compuesto de tres momentos: externalización, objetivación e 
internalización. 
Sin embargo, el individuo no nace siendo miembro de la sociedad, sino que nace con una predisposición a 
la sociabilidad, y posteriormente llega a ser un miembro. En la vida de todo individuo existe una 
secuencia en cuyo curso es inducido a participar en la dialéctica de la sociedad. El punto de partida de 
este proceso lo constituye la internalización, que en el sentido general, constituye la base para la 
comprensión de los otros semejantes y para la aprehensión del mundo en cuanto realidad significativa y 
social. 
Esta aprehensión comienza cuando el individuo asume en el mundo en el que ya viven otros, y ese mundo 
se vuelve propio. Se establece entre nosotros un nexo de motivaciones que se extiende hasta el futuro, y 
existeahora una continua identificación mutua entre nosotros. 
Cuando el individuo ha llegado a este grado de internalización puede considerárselo miembro de la 
sociedad. El proceso por el cual esto se realiza se denomina socialización, es la inducción amplia y 
coherente de un individuo en el mundo objetivo de una sociedad. La socialización primaria es la primera 
por la que el individuo atraviesa en la niñez. 
La socialización primaria suele ser la más importante para el individuo, y que la estructura básica de toda 
socialización secundaria debe semejarse a la primaria. Todo individuo nace dentro de una estructura 
social en la cual encuentra a los otros significantes que están encargados de su socialización y le son 
impuestos. Los otros significantes, que mediatizan el mundo para él, lo modifican en el curso de ella. El 
mundo social aparece filtrado para el individuo mediante esa doble selección. 
La socialización primaria se efectúa en circunstancias de enorme carga emocional, existen motivos para 
creer que, sin esa adhesión emocional a los otros significantes, el proceso de aprendizaje sería difícil. El 
niño acepta los roles y actitudes de los otros significantes, o sea que los internaliza y se apropia de ellos. 
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Y por esa identificación con los otros se vuelve capaz de identificarse él mismo, de adquirir una identidad 
subjetivamente coherente y plausible. 
El individuo acepta roles y las actitudes de otros, en el mismo proceso acepta el mundo de ellos. La 
identidad se define objetivamente como ubicación en un mundo determinado y puede asumírsela 
subjetivamente solo junto con ese mundo. Esta abstracción de los roles y actitudes de los otros 
significantes concretos se denomina el otro generalizado. Solo en virtud de esta identificación 
generalizada logra estabilidad y continuidad su propia auto-identificación. 
La formación del otro generalizado implica la internalización de la sociedad en cuanto tal y de la realidad 
objetiva en ella establecida, y el establecimiento subjetivo de una identidad coherente y continua. Esta se 
corresponde con la internalización del lenguaje, que constituye el contenido e instrumento más importante 
de la socialización. 
La socialización primaria finaliza cuando el concepto del otro generalizador se ha establecido en la 
conciencia del individuo. A esta altura, ya es miembro efectivo de la sociedad y está en posesión subjetiva 
de un yo y un mundo. 
Socialización secundaria 
La socialización secundaria es la internalización de “submundos” institucionales. Su alcance y su carácter 
se determinan por la complejidad de la división de trabajo y la distribución social concomitante del 
conocimiento. Es la adquisición del conocimiento específico de roles, estando estos directa o 
indirectamente relaciones con la división del trabajo. Esta socialización requiere la adquisición de 
vocabularios específicos de roles, se adquieren comprensiones tácticas, se construye un cuerpo de 
imágenes y alegorías sobre la base instrumental del lenguaje. 
Los procesos formales de la socialización secundaria se determinan por su problema fundamental, 
siempre supone un proceso previo de socialización primaria. En la socialización secundaria, las 
limitaciones biológicas se vuelven cada vez menos importantes en las secuencias de aprendizaje, el cual 
ahora llega a establecerse en términos de la estructura fundacional de ese conocimiento. 
La socialización secundaria puede prescindir de esta clase de identificación y proceder con la dosis de 
identificación mutua que interviene en cualquier comunicación entre los humanos. Los roles de la 
socialización secundaria comportan un alto grado de anonimato, se separan fácilmente de los individuos 
que desempeñan. Estos se vinculan al carácter efectivo de las relaciones sociales de la socialización 
secundaria. 
Mantenimiento y transformación de la realidad subjetiva 
Como la socialización nunca se termina, toda sociedad viable debe desarrollar procedimientos de 
mantenimiento de la realidad para salvaguardar cierto grado de simetría entre la realidad objetiva y 
subjetiva. Hay dos tipos generales de mantenimiento de la realidad: mantenimiento de rutina, que está 
destinado a mantener la realidad internalizada en la vida cotidiana; y mantenimiento de crisis, encargo de 
mantener la realidad internalizada en momentos de crisis. Ambos entrañan los mismos procesos sociales. 
CHIRIGUINI “PROCESO DE HOMINIZACIÓN”. 
El momento más crítico de la historia de la humanidad es aquel en que una criatura, pro primera vez, tomó 
una piedra, le quitó las astillas para dejarle el borde afilado y la usó como herramienta para hacer otra, 
siguiendo el mismo método y empleando los mismos materiales- Un animal prehumano se convirtió en un 
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animal humano. Fabricó herramientas y fijó las normas para fabricarlas, además de comunicar la técnica a 
sus congéneres. 
Lo más significativo de este acto es lo creador, que va a ser transmitido y perpetuado a través del 
aprendizaje permitiendo el nacimiento de la cultura. 
El proceso de evolución duró millones de años, se produjo por saltos, mutaciones. En 1859 Darwin 
enunció su teoría de la evolución, y en 1871 completó su concepción del hombre y los demás mamíferos 
como un proceso evolutivo. 
¿Quiénes somos? Pertenecemos a una especie llamada homo sapiens sapiens (humanidad viviente) 
producto de la evolución igual que el resto de los seres vivos, pero con características bilógicas y 
culturaes que nos distinguen del resto. Elementos fisiológicos y funciones bioquímicas nos adscriben al 
orden de los primates. 
El orden de los primates incluye a los monos antropoides, inferiores, lémures, etc. Las características son: 
los dedos pensiles recubiertos en sus extremos de uñas, ojos frontales y visión binocular. 
El antepasado del hombre es un primate que hace aproximadamente 20 millones de años se separa del 
grupo de los monos antropomorfos. Es un ser muy parecido a esos monos, pero sus descendientes 
evolucionaron en otra dirección a partir de ese momento, por mutaciones genéticas que por una selección 
adaptativa motivaron especializaciones divergentes. 
El tronco que dio lugar a la línea que condujo al hombre y por otra a los grandes monos es Dryopithecus, 
hace 20 millones de años, África estaba poblada por este antropoide. La Tierra se enfría, quedando este 
continente unido a Eurasia; esto permitió a varias especies pasar de uno a otro continente. Nuevas 
especies aparecieron y se produjo un cambio de hábitat de la selva al bosque y la sabana. Luego una 
nueva especie evolucionó. Ramapithecine. El cambio de hábitat llevó a modificaciones de alimentación, 
ampliando las dietas con raíces, nueces, semilas. Alimento más nutritivo, pero más disperso que en el 
bosque. 
Luego pasaron a la búsqueda de animales pequeños y lentos, estos monos se hicieron omnívoros. El 
cambio en la alimentación produjo modificaciones en el aparato bucal. La búsqueda de alimentos llevó a 
un cambio a la posición erguida. 
Se inicia la separación definitiva entre los monos antropomorfos y los animales pertenecientes a la 
vertiente humana: los homínidos. 
Hace 4 millones de años existieron especies de homínidos, nuestros antepasados prehumanos, 
denominados Australopithecus, que tenía dos líneas: el austrapithecus, del sur, de talla pequeña y el 
paranthropus, más desarrollado y de mandíbulas poderosas. Eran bípedos y se movían en postura erecta. 
El tamaño reducido del cerebro impedía ubicarlo dentro de los homínidos. El Paranthropus mantuvo una 
dieta vegetariana; el cambio de hábitat a la sabana más árida le demandó una respuesta adaptativa. 
Cerca de los restos homínidos se encontraron sencillos utensilios de piedra. Por ende, a pesar del pequeño 
tamaño de su cerebro, no hay dudas de ubicarlos entre los homínidos por susherramientas. Las presiones 
del ambiente favorecieron a los cerebros que tenían organizaciones favorables, a mutaciones genéticas 
adaptativas, que condujeron a un aumento gradual del cerebro. 
El foramen no deja dudas de que comúnmente caminaba erguido. Lo significativo del hecho fue que a 
pesar del tamaño del cerebro, se encontraron herramientas en el lugar. Estos descubrimientos dan cuenta 
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de una forma de vida más desarrollada. El paso siguiente fue la aparición de restos del llamado Homo 
Erectus, con un aspecto más parecido al hombre. Sus restos indican una gran dispersión de este grupo, en 
Europa y África, se remonta al millón de años. Se caracterizaban por fabricar grandes hachas de piedra. 
La caza requería una resolución rápida para obtener resultados provechosos, los problemas debían otorgar 
valor selectivo a la inteligencia en relación a conductas precondicionales, como el instinto en la lucha por 
sobrevivir. 
De las dos ramas de Australopitecinos, las de talla más pequeña siguió una línea ascendete hacia el Homo 
Sapiens y los otros se extinguieron. 
Hay varias teorías, una postula que estilos de vida muy parecidos a los del Homo y la competencia por el 
hábitat provocó su desaparición o el aumento de la población de los papirones, animales que buscaban un 
hábitat parecido para vivir. 
El descubrimiento del hombre de Neanderthal, en 1856, en una cueva coincidió con la época en que la 
sociedad comenzaba a adquirir conocimiento de que el hombre procedía del reino animal. Su antigüedad 
va de 1.500.000 a 35.000 años. Su cráneo es alargado y sus senos craneales están bien desarrollados, es 
además fabricante de pequeñas lascas. Se caracterizaba por los cuchillos, raspadores, punta de proyectil. 
Hay indicios de sepulturas por rituales. 
Se discute si los hombres del Neanderthal en Europa fueron sustituidos en un plazo corto por un nuevo 
grupo, que utilizaba métodos de fabricación de herramientas nuevos y propios del paleolítico superior o 
bien si los hombres, en procesos de adaptación, se transformaron en hombres modernos. 
La evolución por mutaciones genéticas puede haberse producido en algunas poblaciones, por una 
aceleración evolutiva provocada por entrecruzamientos, dado que las diferencias genéticas eran pequeñas. 
Este nuevo Homo llevó a la ruptura con el resto de las especies animales. Lo que hace del ser humano un 
animal único en su género, es la unicidad y complejidad de sus herramientas, su calidad. La organización 
de pensamientos, de ideas, que le permiten al ser humano transformar y controlar el mundo que él 
encuentra y el mundo que él mismo rehace ininterrumpidamente. 
CUCHE “LA NOCIÓN DE CULTURA EN LAS CIENCIAS SOCIALES”. 
La noción de cultura es inherente a la reflexión de las ciencias sociales. El hombre es esencialmente un ser 
de cultura. El proceso de hominización consistió en pasar de una adaptación genética al medio ambiente 
natural a una adaptación cultural. La cultura permite que el hombre se adapte a su entorno y que haga que 
éste se adapte a él, sus necesidades y proyectos, la cultura hace posible la transformación de la naturaleza. 
Las “poblaciones” humanas se diferencias por sus elecciones culturales, no son irreductibles entre sí, 
representan aplicaciones de principios culturales universales, susceptibles de evoluciones y 
transformaciones. La naturaleza en el hombre está interpretada por la cultura. 
La noción de cultura penetra directamente en el orden simbólico, que se vincula con el sentido, en aquello 
sobre lo cual es complicado ponerse de acuerdo. 
Las ciencias sociales no son totalmente independientes de los contextos intelectuales y lingüísticos. Del 
concepto científico de cultura, implica el estudio de su evolución histórica, vinculada con la génesis social 
de la idea moderna de cultura. Las luchas de definición son, luchas sociales, ya que el sentido que hay que 
darle a las palabras proviene de compromisos sociales fundamentales. 
La aculturación aparece como una de las modalidades habituales de la evolución cultural de cada 
sociedad. El encuentro de las culturas se produce entre sociedades completas y también entre grupos 
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sociales. Las jerarquías sociales determinan las jerarquías culturales. La defensa de la autonomía cultura 
está muy relacionada con la preservación de la identidad colectiva. La identidad cultural de un grupo 
puede comprenderse si se estudian sus relaciones con los grupos cercanos. 
Evolución de la palabra en la lengua francesa desde la edad media hasta el siglo XIX 
Proveniente del latín cultura que significa el cuidado de los campos o ganado, a fines del S. XIII designa 
una parcela de tierra cultivada. 
A comienzos del S. XVI significa una acción, el hecho de cultivar la tierra. A mediados del S. XVI, 
cultura podía designar cultivar una facultad, el hecho de trabajar en su desarrollo. Pero no tiene 
reconocimiento académico. 
La palabra sigue más bien el movimiento cultural de la lengua, que procede, por metonimia (de la cultura 
como estado a la cultura como acción) y por metáfora (del cultivo de la tierra al cultivo del espíritu) 
imitando el modelo latino cultura. 
La cultura en sentido figurado comienza a imponerse en el S. XVIII, aparece seguido por un complemento 
de objeto: se habla de la cultura de las artes, de las letras, de las ciencias, como si fuese necesario precisar 
la cosa que se cultiva. 
La palabra forma parte del vocabulario de la lengua de las luces, pero no es usada por los filósofos. 
Progresivamente, cultura se libera de los complementos y termina por ser usada para designar la 
formación, educación de la mente. Luego, se pasa de cultura como acción (de instruir) a cultura como 
estado (de la mente cultivada por la instrucción, estado del individuo que tiene cultura). La oposición 
conceptual entre naturaleza y cultura es fundamental en los pensadores de las luces, que conciben la 
cultura como una característica distintiva de la especie humana. Para ellos, la cultura es la suma de los 
saberes acumulados y transmitidos por la humanidad, considerada una totalidad, en el curso de la historia. 
En el S. XVIII, la cultura es algo propio del Hombre, más allá de cualquier distinción de pueblos y clases. 
Cultura se inscribe en la ideología de las luces, se asocia a la idea del progreso, evolución, educación, 
razón. 
El progreso nace de la instrucción, es decir, de la cultura, siempre más extensa. 
Cultura se acerca a civilización, pertenecen al mismo campo semántico, reflejan las mismas concepciones 
fundamentales, pero no son totalmente equivalentes- Cultura evoca al progreso individual, civilización al 
progreso colectivo. 
Civilización designa el refinamiento de las costumbres, para los filósofos reformistas significa el proceso 
que saca a la humanidad de la ignorancia y de la irracionalidad. 
La civilización se define como un proceso de mejoramiento de las instituciones, la legislación, la 
educación, es un movimiento no terminado al que hay que apoyar y que afecta a toda la sociedad. La 
civilización puede y debe extenderse a todos los pueblos que componen a la humanidad, está ligada a la 
concepción progresista de la historia. 
Las ideas optimistas de progreso en las nociones de cultura y civilización, pueden considerarse una forma 
sucedánea de la esperanza religiosa. A partir de este momento, el hombre está en el centro de la reflexión 
y en el centro del universo. 
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 ELÍAS “TEORÍA DEL SÍMBOLO”. 
La familiaridad con el uso de ciertas frases y palabras puede dificultarnos la percepción del hecho. Los 
seres humanos se comunican entre ellos y se orientan en el mundo por medio de nombres que asignan a 
todo lo que parece importante para su comunicación. 
Los humanos pueden tener conocimientode este mundo de dos modos interrelacionados: De hechos como 
consecuencia de sus experiencias personas, individuales, que afectan a sus propias impresiones 
sensoriales y de hechos como posibles objetos de comunicación a través de símbolos sonoros que los 
representan. Pueden servir al mismo tiempo como medio de comunicación y de orientación. 
Todos los idiomas contienen sistemas clasificatorios. Por medio de estos modelos de conexión, 
categoriales, explicativos y de otro tipo pueden los usuarios de un idioma determinar simbólicamente la 
posición de un hecho experimentado de modo individual dentro de lo que experimenten como su mundo 
real. Los seres humanos viven en un mundo de cinco dimensiones. 
Las características individuales básicas de la naturaleza humana sólo se despliegan en la convivencia con 
otros, a través de la vida en sociedad. La concatenación de un proceso biológico, un proceso social y un 
proceso individual, que es la condición de la capacidad humana de hablar. El proceso de maduración 
biológica proporciona al niño en un período determinado la predisposición para aprender a hablar con 
otros y entenderles. Están, predestinados por naturaleza para vivir en sociedad y para entrar en el mundo 
simbólico igual que para vivir como individuos diferenciados con voz propia. 
La predisposición natural a hablar está pautada y estructurada por un lenguaje compartido por una 
multitud de personas que forman entre sí una comunidad lingüística. Sirve para representar, expresar, 
orientarse. 
GRIMSON “CULTURA, IDENTIDAD: DOS NOCIONES DISTINTAS”. 
La historia de la antropología puede comprenderse como intentos sucesivos de construir conceptos, 
nativos y teóricos, que nos permitan avanzar en la comprensión de otros puntos de vista distintos de los 
nuestros, en trabajar la diferencia, en entender y explicar y la diversidad. 
 ¿Acaso diferencia y diversidad sean meras ficciones? ¿Pueden reducirse a efectos discursivos, a inventos 
arbitrarios y efímeros? ¿Todas las diferencias culturales son reductibles a efectos ilusorios de las 
identidades construidas? Para intentar responder a estas cuestiones desde la antropología necesitamos 
distinguir dos nociones que aparecen sobrepuestas y entremezcladas de maneras confusas en el debate de 
las ciencias sociales y los estudios culturales, cultura e identidad. 
El concepto antropológico de “identidad” históricamente se constituyó y enriqueció a partir de estudios 
sobre relaciones interétnicas, fronteras étnicas y etnicidad. Proponemos aquí que un concepto de cultura 
con fuerte linajes se renueve incorporando aportes decisivos de las teorías sobre la nación. Cultura y 
nación, en tanto nociones teóricas, comparten la característica de ser históricas, ser unidades heterogéneas 
y conflictivas. 
 En los ‘40, Evans-Pritchard distinguió la noción de distancia física y de distancia estructural. Dos grupos 
físicamente muy cercanos pueden estar simbólicamente muy distanciados y viceversa. Esta distinción 
tiene enorme actualidad: hay una autonomía absoluta entre la esfera territorial y la identitaria. Una 
persona de cualquier grupo puede sentirse simbólicamente cercana de alguien que se encuentre en la otra 
punta del planeta y sentirse extremadamente ajena a su vecino. El extranjero no está sólo del otro lado de 
la frontera: también ha cruzado para venir a vivir con nosotros. El extranjero somos nosotros cuando 
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arribamos a otra parte, donde “otra parte” significa otra espacialidad simbólica. Como estos contactos se 
han tornado cotidianos, son evidentemente constitutivos, una nueva distinción se hace necesaria. En lo 
que antes se llamó la distancia estructural o la distancia simbólica, en realidad, se condensan dos 
dimensiones que tienen plena autonomía. Se trata de la diferencia entre la distancia cultural y la distancia 
identitaria. 
Cultura e identidad son términos necesarios para comprender los mundos contemporáneos. Sin embargo, 
actualmente es difícil saber qué se pretende decir con estos términos. Una parte de esa confusión se deriva 
en que han sido sobrepuestos, mencionados como sinónimos intercambiables, lo cual dificulta enunciar 
uno de los interrogantes clave de cualquier proceso social y simbólico: ¿cuáles son y por dónde se 
desplazan las fronteras de la cultura y las de la identidad? ¿Cuándo coinciden, cuándo se solapan, cuándo 
se encastran? 
Los seres humanos no escogemos nuestra lengua primera, simplemente aprendemos estructuras y 
vocabularios que nos rodean. Cuando comenzamos a elegir lo hacemos a partir de clasificaciones y 
significados sedimentados. Cada ser humano incorpora la trama de prácticas, rituales, creencias, 
significados, los modos de vivenciar, de sufrir e imaginar a lo largo de su vida. Y como sucede con las 
lenguas, siempre son más los modos de significación que ni siquiera conocemos o comprendemos que 
nuestra modalidad específica. Al igual que con las lenguas, tenemos la posibilidad de aprender un modo 
que no es el nuestro y hacerlo propio, aunque esto es difícil, ya que cada ser va siendo constituido, por su 
cultura o con las que se encuentra en contacto. 
Todos los seres humanos sentimos que pertenecemos a diferentes colectivos, aldeas, ciudades, países, 
regiones, al mundo. A grupos etarios, de clase, género, a generaciones, movimientos culturales o sociales. 
En cierta medida, esas clasificaciones y los modos en que nos relacionamos con esas categorías 
identitarias están inscriptas en nuestras culturas. Pero hasta cierto punto cada uno de nosotros escoge con 
qué grupos se identifica, cuáles percibe como otros, qué significados y sentimientos nos despierta cada 
una de estas categorías. 
En esta primera distinción, cultura alude a nuestras prácticas, creencias y significados rutinarios, 
fuertemente sedimentados, mientras la identidad se refiere a nuestros sentimientos de pertenencia a un 
colectivo. El problema teórico deriva del hecho de que las fronteras de la cultura no siempre coinciden 
con las de la identidad. Es decir, dentro de un grupo social del cual todos sus miembros se sienten parte, 
no necesariamente hay homogeneidad cultural. 
Ciertamente, en ciertos contextos una práctica, un ritual, una expresión imbrica cultura e identidad. En 
este caso, como en muchos otros, elementos de la cultura son tomados, utilizados y proyectados en 
relación a procesos identitarios. Allí se anuda un tipo de relación que, sin embargo, no puede extrapolarse 
fuera de ese contexto específico de sentido, ya que en cada espacio la relación entre ambos términos es 
una cuestión empírica a investigar y difícilmente podría presuponerse. 
Es frecuente que diversos autores hablen indistintamente de la cultura y la identidad. Así, entremezclan 
las rutinas cotidianas, las creencias y rituales con los sentimientos de pertenencia y su intensidad. De allí 
la idea de que si en un momento hay menor intensidad o difuminación de sentimientos nacionales eso 
implica que se desdibuja la cultura. Y viceversa: el esencialismo postula que toda apropiación e 
hibridación cultural es una pérdida de identidad. Así, es realmente un problema que se los considere 
sinónimos o automáticamente interdependientes. 
Si la cultura tiene alguna relación con los habitus, las prácticas rutinarias, los modos de percepción y 
significación, y las identificaciones se vinculan a definiciones de la pertenencia, tomando las relaciones 
entre dos grupos cualquiera no hay equivalencia necesaria entre las diferencias culturales entre ellos y las 
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distancias que mutuamente perciben en términos de pertenencia. De hecho, es frecuente que distancias 
culturales estrechas exijan, por múltiples factores contextuales, acrecentar subjetivamente distancias 
identitarias. 
Esencialismo y deconstructivismo 
No siempre resulta claro cómo se pensaba la cultura y laidentidad desde el esencialismo y qué es aquello 
que se le critica. Hay dos teorías conocidas: 
• Culturalista clásica: en el planeta se encuentran distribuidas culturas, cada una tiene una relativa 
homogeneidad, con fronteras y una identidad propia. Las nociones de territorio, sociedad, 
comunidad, cultura e identidad se encuentran anudadas en esta concepción que define el proyecto 
antropológico en relación a una ampliación del conocimiento y comprensión de esa diversidad. 
En la medida en que las fronteras se encuentran definidas, los grupos humanos aparecen 
cosificados, se presupone la existencia de una esencia cultural y se ratifican procesos que son 
históricos. Para esta perspectiva, la identidad se deriva simplemente de la cultura. Allí donde hay 
una frontera de un tipo la hay de otro, porque hay una implicación simple. 
Durante el siglo XX ha habido un desplazamiento en el trabajo antropológico. La concepción clásica 
colocaba el énfasis en rescatar las “sobrevivencias culturales” previas al contacto con Occidente, con la 
finalidad de subrayar las diferencias y archivar diversidades en riesgo de extinción. Esto implicó una 
metodología de estudiar a los grupos no occidentales como si no estuvieran siendo colonizados, lo que 
implicó negar el análisis de procesos de interacción, producir imágenes ahistóricas y la idea de distancias 
culturales mayores a las existentes. 
La hipervisibilización de los procesos migratorios, producto de que son las poblaciones colonizadas las 
que se desplazan hacia Estados Unidos y Europa, junto con la compresión espacio-temporal del planeta, 
relacionada con los cambios tecnológicos y comunicacionales, tornó inverosímil hacer como si se tratara 
de mundos tan distantes. Desde los ochenta se desarrolló una crítica al carácter borroso de las fronteras e 
híbrido de las culturas. 
• Perspectiva posmoderna: Estas tendencias contribuyeron para que se desplegara una fuerte crítica 
al concepto antropológico de cultura, preguntándose si hay correspondencia entre territorio, 
comunidad e identidad y cuestionándose cualquier acepción del concepto de cultura. algunos 
críticos consideraron que necesariamente “cultura” implica producir alteridades y fabricar 
fronteras. Comenzaron a estudiarse interconexiones como si fueran entre personas o individuos, 
sin que se especificaran mediaciones o marcos culturales. Esto llevaba a que cuando en la vida 
social la cultura aparecía sustantivizada por los actores sociales se propusiera que ella alude a la 
movilización de las diferencias y, por lo tanto, tiende a superponerse con “identidad”. 
Algo similar sucedió con el concepto identidad. Brubaker y Cooper han mostrado que hay versiones hard 
y soft de identidad. Los conceptos hard preservan el sentido común del significado del término, con 
énfasis en la igualdad a través del tiempo y de las personas. Los conceptos soft quedan enredados en un 
“constructivismo cliché”, donde los adjetivos fragmentada, múltiple, contingente, negociada, hacen que 
nos interroguemos acerca de por qué necesitamos referirnos a identidad. 
Hay tres aspectos claves que son entremezclados constantemente en las alusiones a la “identidad”: los 
atributos sociales, las relaciones entre las personas y los sentimientos de pertenencia. Es necesario 
comprender que estos tres aspectos no guardan ningún tipo de relación de causalidad entre sí. 
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Si se considera a los atributos como “clasificaciones sociales” y no como posiciones objetivas, tampoco 
hay ninguna relación entre las personas socialmente consideradas indígenas y la existencia de un 
sentimiento de pertenencia. 
Frente a los argumentos ligados a perspectivas deconstructivistas y posmodernas se han propuesto dos 
modos de retomar el concepto de cultura: 
• Perspectiva distribucional: Afirma que si bien los grupos no tienes rasgos culturales 
absolutamente homogéneos, tampoco podría afirmarse que los rasgos están aleatoriamente 
distribuidos en el planeta. Por lo cual, se propone descartar usos equivocados del concepto de 
cultura, pero mantener los “usos óptimos”. 
• Perspectiva diaspórica: Propone la noción de “cultura viajera”. Migrantes de un mismo país y 
grupo social que no mantienen relaciones entre sí ni un sentimiento de pertenencia, indican que lo 
diaspórico es una forma específica, ligada al sentimiento de pertenencia o identificación. El 
problema teórico es cuándo un fenómeno es efectivamente diaspórico, quién lo construye de ese 
modo y por qué. Yelvington propone analizar etnográfica o históricamente los indicios que 
ofrecen los sujetos y poder preguntarnos cuándo, dónde y quién en relación a la diáspora. 
Desnaturalizar la noción de que allí donde hay color de piel u origen común hay siempre una 
cultura y una identidad compartida. 
A pesar del mismo origen o color de piel, los cambios generacionales generan distancias culturales. En la 
medida en que se pensaba la cultura como perteneciente a una comunidad territorial, la diversidad cultural 
era imaginada como algo distribuido en el espacio. Puede tratarse de varias cosas: extranjeros en el 
sentido de no tener acceso a cuestiones estratégicas; diferencias de poder que se culturalizan, se les 
adhiere características educativas, de origen, de generación, etc.; otras, se trata de extranjeros que no 
comprenden los lenguajes locales o hegemónicos. 
Linajes y metáforas 
 Las teorías antropológicas de la identidad tuvieron como referencia y fuente un proceso central. Desde 
los cincuenta hasta la actualidad, una dimensión acerca de la identidad, la etnicidad y las relaciones 
interétnicas. Se trata de un proceso metafórico de construcción teórica por el cual el modelo de lo 
interétnico permite generalizar y trascenderse casuísticamente. Se trata de la relación entre esos conceptos 
que fueron pensados en relación con la etnicidad y que, aunque cambien, también pueden ser pensados 
para otros procesos. 
 En América Latina, un capítulo clave de la construcción de la antropología se realizó sobre la base de las 
relaciones interétnicas, con fuerte influencia de la “teoría de la fricción interétnica”. En esta perspectiva, 
que buscaba la especificidad del conflicto interétnico en relación a conflicto de clases, los intereses 
definían al colectivo, su identidad histórica y relacional. 
El gran aporte de este enfoque ha sido desvincular cultura de identidad. En la medida en que las 
identidades son construidas, inventadas, manipulables, pueden postular la existencia de fronteras 
culturales que no siempre son empíricamente verificables. 
Desde esta perspectiva, las identidades son el resultado de intereses y procesos. Si bien esta visión ha 
contribuido, su énfasis en lo político, en la conflictividad y en los intereses chocó con los límites de su 
anticulturalismo. 
Considero que para repensar la noción de cultura es necesario realizar una operación metafórica con el 
concepto de nación. La nación ha sido uno de los objetos más analizados: constituye una unidad de alta 
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complejidad porque en ella siempre se hace presente, una heterogeneidad que la define. La nación es la 
unidad que contiene la máxima heterogeneidad posible en su interior. Habrá que dilucidar la naturaleza de 
esa “unidad” y esa “heterogeneidad”. 
El concepto tradicional de cultura, así como la idea antigua de nación, presuponían homogeneidad. Desde 
aquella perspectiva, en una cultura y en una nación las personas creían en un dios, hablaban una lengua, 
etc. Las naciones actuales no responden a ese estereotipo, lo que resulta interesante es que pretende 
conservarse intacto el concepto de cultura, como si hablara de unidades homogéneas exclusivamente, y de 
ello se deriva la idea de que “todas las naciones son multiculturales”. En esa formulación se equipara la 
cultura con grupo étnico. Por ello, “multicultural”y “multiétnico” parecen sinónimos. 
El problema de la restricción de cultura para aludir a unidades homogéneas es que cuando observamos 
más de cerca esas unidades resultan evidentes las heterogeneidades. 
 Ahí emerge otro camino, consiste en proponer que no pensemos más en esas unidades, se afirma que 
todas las fronteras han desaparecido, lo único que hay frente a nosotros es porosidad. 
Desde mi punto de vista, se trata de una rendición ante la complejidad. Como el mundo es heterogéneo, 
complejo y dinámico decimos que toda catalogación, unidad o marco es una ficción del antropólogo. 
Cuando pensamos detenidamente en estas afirmaciones percibimos sus riesgos. 
El mundo ha cambiado, pero seguimos intentando comprender seres humanos que con recursos muy 
distintos despliegan su vida en regiones distintas del planeta y se comunican de modos diversos. 
Debemos prestar más atención a los modos en que las personas reales, de carne y hueso, vivencian estos 
fenómenos que estamos discutiendo. Las mayorías sienten que habitan lugares, en países, en culturas y 
piensan “etnocéntricamente” en “los otros”. Cuando los ciudadanos del mundo no comprenden esto, 
también piensan y actúan etnocéntricamente 
Sin embargo, cuando hablamos de cultura pretendemos decir que cada grupo significa, valora, jerarquiza 
sus propias diferencias de maneras distintas. 
Tanto para la perspectiva nacionalista como para la populista, la desarticulación entre cultura e 
identificación constituye una anomalía que debe ser corregida. Los nacionalistas clásicos buscarán que la 
población se identifique con su patria y adopte sus “pautas culturales”, así la multiculturalidad y 
heterogeneidad es visualizada como un obstáculo para los intereses nacionales. En cambio, los románticos 
consideran que la cultura es clase étnica objetivamente existente y la ausencia de etnicidad política sólo 
indica “falsa conciencia”. La conciencia étnica es un deber ser que si no se expresa es porque existe de 
manera invisible o existirá inevitablemente en el futuro. 
Categorías, pertenencia y configuraciones 
Una enunciación breve de cómo entendemos que podrían distinguirse los conceptos de cultura e identidad. 
Toda sociedad produce clasificaciones, la más fundamental se refiere a las divisiones y agrupamientos de 
la propia sociedad y de las vecinas. A lo largo de su historia, las clasificaciones tienen mayor o menor 
relevancia social y sedimentan. Así, en un contexto histórico específico una sociedad tiene un conjunto de 
clasificaciones disponibles con las cuales sus miembros pueden identificarse a sí mismos y a otros. 
Las características identitaria ofrecen un panorama acerca de cómo una sociedad se piensa a sí misma y 
cómo sus miembros actúan en relación a otros, tienen distinta relevancia social. Esas clasificaciones 
hablan de una historia social, cultural y política incorporada en el sentido común. 
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En una sociedad las clasificaciones son más compartidas que los sentidos de esas clasificaciones. Por ello, 
una parte decisiva de los conflictos sociales es una disputa acerca del sentido de las categorías 
clasificatorias. 
Por otra parte, conviene reservar la noción de identificación para aludir al sentimiento de pertenencia que 
las personas tienen respecto de un colectivo, siempre cristalizado en una categoría. En ese sentido, 
consideramos que la identificación es siempre una definición de los actores sociales y no una conclusión 
objetivista del investigador. 
Las categorías identitarias, se usan para referir a una descripción de la sociedad; aludir a la relación del 
hablante con su pertenencia; referirse a sus interlocutores, situación de reconocimiento, aceptación o 
rechazo. Utilizando la caja de herramientas identitaria un miembro de una sociedad se identifica, es 
interpelado e interpela a los otros. 
 En ese proceso de circulación social de categorías y clasificaciones humanas, se disputan sentidos, 
desigualdades y jerarquías. Esas disputas son factibles porque se comparten las categorías, porque los 
significantes se anudan a algún significado. 
Ese compartir un territorio de diferencia, está vinculado a la noción de cultura. Frente a las visiones de 
que cada cultura es homogénea y a las propuestas que infieren que el concepto de cultura debe ser 
desechado, necesitamos un concepto que explique por qué tienen sentido en un espacio social y no en 
otro. También un concepto que distinga dos fenómenos: que en toda sociedad las principales categorías 
son polisémicas y contestadas; que en otras sociedades esas disputas no existan o sean diferentes. 
Hay tres elementos constitutivos de toda cultura que no forman parte de las definiciones antropológicas 
clásicas de cultura: la heterogeneidad, la conflictividad y la historicidad. 
¿Cuáles son los conceptos que las teorías históricas y antropológicas de las naciones pueden ofrecernos 
para pensar la cultura? A mi entender, el carácter imaginado de la comunidad se ha expandido al 
pensamiento sobre las identidades. Del mismo modo, la historicidad de lo social se ha incorporado a todas 
las dimensiones de la teoría. El hecho de que las naciones o las culturas sean históricas significa que son 
humanas. El problema no radica en el cambio, sino en eventuales préstamos, apropiaciones o híbridos que 
el cambio introduce. El desafío que plantea la noción de cultura se refiere a que, al igual que las naciones, 
si existen, son fenómeno de alta complejidad. 
La pregunta es si existen fronteras. Fronteras de significados, lugares reales o virtuales. Si hay un límite 
que separa no sólo significados, sino, regímenes de articulación de significados. Si existen, dentro de esos 
marcos culturales hay diversidad. Pero esa heterogeneidad estaría contingentemente organizada de algún 
modo. 
Es sobre esta cuestión que las teorías de la nación han realizado aportes. Segato construyó la noción de 
formaciones nacionales de diversidad aludiendo a las modalidades históricas que en cada espacio nacional 
instituyeron formas específicas de interrelación entre las partes. 
Retomando la idea de Segato puede haber naciones en las cuales los criterios étnicos, sociales o políticos 
tengan mayor o menor relevancia, producto de procesos históricos de formación del estado, de la 
construcción de los sentidos de la identidad y de la fabricación de alteridades. La cuestión es que en el 
espacio de la nación, al igual que en cualquier cultura, hay diversidad, heterogeneidad y una lógica 
instituida de interrelación entre las partes, que implica una noción acerca de qué es una “parte” y qué no 
puede ser enunciado como parte. 
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Los conflictos sociales generalmente tienden a desarrollarse en esa lengua compartida, utilizando las 
categorías identitarias sedimentadas en función de posiciones de sujeto autorizadas o alentadas. Las 
heterogeneidades que se articulan no deben ser comprendidas sólo o principalmente como identidades y 
menos como etnicidades. 
Es necesario agregar algunos elementos relevantes. La primera cuestión: las personas que habitan una 
cultura y no comparten un rasgo frecuente a su alrededor, significan de un modo distinto ese rasgo y esa 
diferencia que alguien que habita otra cultura. O sea, hay fronteras. La segunda cuestión es que las 
culturas no son sumatorias diferentes de rasgos, son combinatorias distintas, articulaciones específicas, 
estructuras (contingentes, históricas) de elementos que adquieren significado en la trama relacional. 
Una cultura, como configuración, se encuentra conformada por innumerables elementos de diferente tipo 
que guardan entre sí relaciones de oposición, complementariedad, jerarquía. Una identidad, como 
sentimiento de pertenencia asociado a una categoría, es un elemento clave de una cultura. La relación de 
una configuración cultural con una categoríade identificación es de extrema complejidad. Cultura e 
identidad aluden a aspectos analíticamente diferenciables de los procesos sociales. La relación entre esos 
dos aspectos no puede presuponerse y generalizarse para todos los casos. 
MAGRASSI, MAYA Y FRIGERIO “EL TÉRMINO CULTURA”. 
La voz cultura tiene origen latín. El término se originó de la expresión “colere” que tenía sentido de 
cultivar, preparar la tierra y la acumulación de conocimientos sobre los ciclos vitales de algunos 
vegetales, que posibilitará la domesticación de ciertas plantas. De su participio pasado, “cultus” se 
derivaron dos acepciones: 
• “Cultus agri”: El preparado de la tierra, su mejoría y cuidado, la cultivación reverente y 
amorosa. 
• “Cultus deorum”: Homenaje a los dioses, a los actos y ceremonias con ello vinculado, el ritual 
agrario. Posteriormente, el término se generalizó en vinculación a los “agri/agro”. La expresión “cultura 
agri” referencia la vinculación del hombre con el laboreo de sus campos, los aspectos de relación 
humanoproductivos con la naturaleza, la agricultura como referida al hombre agricultor y su labor y 
beneficio de su tierra, de lo natural. Luego se desarrolló por oposición “cultura mentis” referida al 
cultivo o preparación de la mente. Esto ocurrió en la Europa medieval cristiana, desenvolviendo el 
dualismo entre cuerpo y alma. 
Es en el Renacimiento europeo cuando comienza a emplearse por primera vez en forma independiente el 
vocablo “cultura”, haciendo referencia al “proceso de formación” específico de las élites dominantes en 
sus respectivas sociedades semiesclavistas. Este proceso formativo incluía el aprecio y fomento de las 
“artes”; la visión del mundo grecolatino en la reinterpretación de sus recuperados y traducidos textos y 
principios estéticos; exigencias del ejercito del poder, en aspectos financiero-mercantiles o diplomático. 
En nuestro continente, no elaboraron un término equivalente al de cultura. Pero los antepasados 
aborígenes tenían clara la conciencia de que la pertenencia a un determinado pueblo y la compartición de 
cosmovisiones y acciones constituían la “forma de ser”. 
Entre nosotros, los “modos de ser” eran acentuados y privilegiados, según los pueblos, en el contenido y 
la forma, en la idea y en el acto, sustentados en el mito y expresados en la conducta, pero todo 
interrelacionadamente. Nuestras variantes incluían elaborados aprendizajes de la propia forma de ser y de 
los conocimientos acumulados, para específicos sectores dirigentes. Sostenían y transmitían principios 
específicos de identidad étnica o grupal. 
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Los mundos separados fueron puestos en forzado contacto con el arribo conquistador de los europeos, 
dando origen a la dominación y colonización cultural. 
En Europa, en la Edad Moderna, “cultura” llegó a significar un “refinamiento” del gusto de ciertos 
sectores sociales que se evidenciaba en la apreciación de las bellas artes y bellas letras. Poco a poco, se 
escindiría al individuo “cultivado” del resto de la comunidad a la que pertenecía. 
El S. XVI significó para América el genocidio y culturicidio de nuestros pueblos y civilizaciones 
aborígenes; el S. XVII aportó la decadencia de la resistencia indígena, su desnaturalización y 
transculturación, el incremente de esclavos negro-africanos a las colonias, etc. 
En el S. XVIII se generalizó el empleo de lo “cultural” como opuesto a “natural”. Así se fue empleando 
“culto” a: los logros personales en adquirir o desarrollar conocimientos intelectuales, apreciación estética 
del tipo artístico y “amaneramientos” propios de las cortes de príncipes y reyes, a la vez que se lo iba 
confundiendo ideológicamente con “civilizado”. 
Fueron autores como Voltaire y Vauvenargues quienes emplearon originalmente un concepto de cultura 
de sentido absoluto, significando para ellos estado culto en el que prevalecía el conocimiento 
científicoracional, además de los buenos modales, las bellas artes y la literatura. 
En Europa, la filosofía idealista alemana del S. XIX, al efectuar una conceptualización de la nación como 
categoría histórica, caracterizó a la cultura como el espíritu del pueblo. 
Entre mediados y fines del S. XIX, el término cultura pudo ir adquiriendo un significado más preciso, 
científico, de cierta validez universal. Referido a una suerte de estado o condición pero natural, y que 
todas las sociedades humanas y todas las personas comparten cualesquiera fueran sus manifiestas 
diferencias. 
La definición de Kluckhohn: La cultura consiste en patrones, explícitos o implícitos, de y para la conducta 
adquiridos y transmitidos mediante símbolos, constituyendo los logros distintivos de los grupos humanos 
incluyendo sus expresiones en artefactos; el núcleo central de la cultura se compone de las ideas 
tradicionales y de los valores que se les atribuyen; los sistemas culturales pueden ser considerados como 
los productos de la acción, como elementos condicionadores para otras acciones. 
Lo cultural es, la propia naturaleza del hombre, animal simbólico; la cultura es una aparente paradoja a la 
vez universal (común patrimonio de todos los hombres y todos los pueblos de toda la historia de la 
humanidad) y única (en su manifestación por parte de cada pueblo y en la experiencia de cada hombre); 
relativamente estable en tiempos y lugares y a la vez permanentemente dinámica; que condiciona cada 
vida humana particular, siendo más inconsciente que consiente, pero que cada uno aporta o puede aportar 
a modos-formas de ser (pensar-sentir-decir-obrar) hacer de vivir libre y pleno, de los pueblos. 
 
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