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“CONOCEMOS NUESTROS DERECHOS Y VAMOS A LUCHAR POR ELLOS” DERECHOS INDÍGENAS EN BRASIL. LOS GUARANÍES KAIOWÁ Para los guaraníes kaiowá de Brasil, al igual que para todos los pueblos indígenas, las tierras tradicionales tienen una importancia vital para su identidad y forma de vida. Alrededor de 30.000 guaraníes kaiowá viven en el estado de Mato Grosso do Sul, en el centro-oeste del país. Desde hace más de un siglo, la expansión de la agricultura en gran escala expulsa a sus comunidades de sus tierras, proceso que continúa actualmente. Las consecuencias para las comunidades afectadas pueden ser devastadoras. Treinta y cinco familias guaraníes kaiowá de la comunidad de Laranjeira Ñanderu, incluidos unos 85 menores, viven en chozas improvisadas junto a la transitada carretera BR-163, en Mato Grosso do Sul. Sus condiciones de vida son deplorables y sufren las amenazas y el hostigamiento de los guardas de seguridad armados contratados por los agricultores locales. Las familias fueron desalojadas de las tierras tradicionales en septiembre de 2009. La Policía Federal, que supervisó el desalojo, comunicó al terrateniente que la comunidad regresaría para recoger el resto de sus pertenencias. Sin embargo, el terrateniente quemó las casas de las familias y todas sus pertenencias. La comunidad vive ahora en chozas cubiertas de planchas de plástico negro a temperaturas de más de 30º C. La zona se inunda con frecuencia y el campamento está plagado de insectos y sanguijuelas. Según el líder de la comunidad, José Almeida, los agricultores locales pasan con sus autos a gran velocidad junto a la comunidad durante Amnistía Internacional, febrero de 2011 Índice: AMR 19/001/2011 “Sufrimos demasiado con tanta violencia en y contra nuestras comunidades […] No pedimos, exigimos derechos: La demarcación de nuestras tierras con urgencia para que podamos volver a vivir en paz, con felicidad y dignidad.” Carta abierta de los guaraníes kaiowá al presidente Luiz Inácio Lula da Silva, agosto de 2010 la noche y enfocan las luces hacia las chozas para intentar intimidarles. Los pueblos indígenas siguen teniendo graves obstáculos para que sus derechos sean reconocidos y respetados en Brasil. El gobierno federal ha hecho algunas promesas importantes a los indígenas, pero también ha enviado algunos mensajes muy contradictorios. Por un lado, ha ofrecido cierta protección a los derechos de los indígenas; por otro, ha promocionado proyectos de desarrollo a gran escala en la región sin obtener el consentimiento previo, libre e informado de los indígenas afectados. El hecho de que las autoridades brasileñas no hayan garantizado el derecho a la tierra de los pueblos indígenas de Mato Grosso do Sul ha intensificado las privaciones económicas y los trastornos sociales que padecen las comunidades guaraníes kaiowá. Los largos retrasos en los procedimientos judiciales para devolver tierras a comunidades y la ausencia generalizada de castigo a quienes han atacado y matado a indígenas han sentado las bases de una violencia continua. Índice: AMR 19/001/2011 Amnistía Internacional, febrero de 2011 La comunidad de Laranjeira Nhanderu fue desalojada de sus tierras ancestrales en septiembre de 2009. Tras el desalojo, el terrateniente quemó las casas de las familias y todas sus pertenencias. Ahora viven en condiciones precarias junto a una carretera. © E go n H ec k/ ar qu iv o C IM I LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE BRASIL En Brasil viven más de 700.000 indígenas, entre los que están la mayoría de las tribus no contactadas del mundo. Existen más de 200 grupos indígenas que hablan alrededor de 180 lenguas diferentes. Las tierras tradicionales tienen una importancia central para su identidad y su bienestar social, cultural y económico, algo que el gobierno reconoció cuando acuñó la frase “indio es tierra”. Portada: Miembros de la comunidad guaraní kaiowá de Passo Piraju, 2009. © Amnistía Internacional Amnistía Internacional, febrero de 2011 Índice: AMR 19/001/2011 LA TRAGEDIA QUE SE EXTIENDE EN MATO GROSSO DO SUL La lucha de los guaraníes kaiowá por la tierra tropieza con el obstáculo de una frontera agrícola en expansión en Mato Grosso do Sul. En este estado viven aproximadamente 50.000 indígenas de varios grupos étnicos, siendo el de los guaraníes kaiowá el más grande. Sus tierras tradicionales están situadas en el sur del estado, en medio de grandes extensiones de tierra fértil y llana. En los últimos años, esta zona se está convirtiendo en la nueva frontera de la industria de la caña de azúcar en expansión. Esta es la última etapa de una larga historia de incursiones agroindustriales en territorios indígenas. A finales del siglo XIX, fue la yerba mate la que engulló grandes extensiones de tierra. A partir de la década de 1950, la cría de ganado y los cultivos comerciales –sobre todo soja, pero también azúcar, maíz, trigo y alubias– han ido cubriendo gradualmente la zona. A principios del siglo XX, los indígenas de Mato Grosso do Sul se vieron obligados a vivir en una serie de reservas. Sin embargo, siguió habiendo muchas aldeias (pueblos indígenas) fuera de los asentamientos oficiales sobre tierras tradicionales. No obstante, esta situación cambió con los planes de colonización del gobierno estatal, que animaban a los colonos a trasladarse a la zona desde otras partes del país, y el aumento de la cría de ganado. Las aldeias que quedaban sufrieron una intensa presión y sus habitantes se vieron obligados a salir de la tierra para vivir en las reservas. Hoy, estas reservas están gravemente superpobladas. Afectadas por la pobreza y por las divisiones étnicas, las comunidades indígenas subsisten sobre todo gracias a la ayuda alimentaria gubernamental (cestas básicas). Según el fiscal federal, doctor Marco Antonio Delfino de Almeida, “esta situación demográfica es comparable a estar confinado en un espacio tan pequeño que es imposible mantener la vida social, económica y cultural.” En un informe de 2009 sobre Brasil, el relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas escribió que PARAGUAY Coronel Sapucaia Paranhos Juti Corumbá BOLIVIA Amambaí Coxim Campo Grande Dourados MATO GROSSO DO SUL Ponta Porã Mato Grosso do Sul. La parte meridional del estado (área sombreada) es donde los diferentes grupos de guaraníes kaiowá reclaman parcelas de tierra, una sucesión de pequeñas islas de territorio indígena rodeadas de explotaciones agrícolas. © A m ni st ía In te rn ac io na l © A m ni st ía In te rn ac io na l BRASIL Mato Grosso do Sul “tiene la tasa más elevada de muertes de menores indígenas debido a las precarias condiciones de salud y acceso al agua y a los alimentos, relacionadas con la falta de tierras.” La desnutrición infantil y los elevados índices de suicidio, violencia y alcoholismo están amenazando con socavar la mera identidad de estas complejas culturas. En estas terribles condiciones, algunas comunidades han emprendido un peligroso viaje fuera de las reservas, para regresar a sus tierras ancestrales. VIOLENCIA E INTIMIDACIÓN En la década de 1990, en un contexto de deterioro de las condiciones de vida en las reservas, los guaraníes kaiowá adoptaron una estrategia conocida como retomada –la reocupación pacífica de pequeñas parcelas de tierra en sus territorios tradicionales– para intentar acelerar el proceso de devolución de sus tierras. Estas acciones se toparon con amenazas, violencia y desalojos a manos de grupos armados a sueldo de los terratenientes. Varios líderes indígenas fueron asesinados y las autoridades no han hecho justicia contra los responsables de estas muertes, lo que ha fomentado un clima de violencia. El 11 de enero de 2003, Marcos Verón, un líder (cacique) guaraní kaiowá de 72 años de edad, encabezó un pequeño grupo de indígenas para intentar reocupar pacíficamente una pequeña parte del territorio indígena takuara del municipio de Juti, en Mato Grosso do Sul. Los takuaras habían sido expulsados de la tierra en 1953y este era su tercer intento desde 1999 de volver a ocupar sus tierras tradicionales. Pese a las garantías iniciales que dieron los representantes de la Fundación Nacional del Indio (Fundação Nacional do Índio, FUNAI) y la policía de que no habría desalojos forzosos y de que se negociaría un acuerdo pacífico con el terrateniente, la violencia llegó con rapidez. Según informes, el 12 de enero de 2003, cerca de la zona reocupada se reunió un grupo integrado por trabajadores agrícolas y pistoleros a sueldo que dispararon contra un camión en el que viajaban varios miembros de la comunidad. Reginaldo Verón, de 14 años, sobrino de Marcos Verón, recibió un disparo en la pierna. A la mañana siguiente, un grupo de Índice: AMR 19/001/2011 Amnistía Internacional, febrero de 2011 Arriba izquierda: Ladio Ava Taperendy’i junto una cruz erigida en memoria de su padre, Marcos Verón, que murió en 2003 por los golpes propinados por trabajadores agrícolas tras haber encabezado una reocupación de las tierras tradicionales de su comunidad. Arriba derecha: Marcos Verón en Porto Seguro con ocasión del 500 aniversario de la llegada de los portugueses a Brasil, abril de 2000. © A m ni st ía In te rn ac io na l unos 30 hombres atacó el campamento. El hijo de Marcos Verón, Ladio Ava Taperendy’i, que recibió una brutal paliza y fue amenazado de muerte en el ataque, cuenta así lo sucedido: “Todos hicieron estallar dispositivos pirotécnicos, dispararon sus revólveres y arrojaron petardos con las armas dirigidas hacia nuestras tiendas. Se podía oír a mujeres y niños llorando de desesperación […] mientras tanto, agarraron al cacique Marcos Verón de la otra tienda y empezaron a golpearlo y a darle puntapiés hasta que cayó al suelo. Después de que cayera al suelo, cada uno de ellos propinó puntapiés al cacique, que gemía de dolor en el suelo. Les grité que dejaran de pegarle porque es viejo y está retirado […] Luego vi que pegaban a mi padre en la cabeza con la culata del rifle y vi su cara por última vez […] no volvió a moverse […]” Documento firmado por 71 guaraníes kaiowá y entregado a Amnistía Internacional, mayo de 2005 Los agresores abandonaron a Marcos Verón y a su hijo junto a la carretera. Más tarde Marcos Verón fue trasladado al hospital, donde murió como resultado de sus lesiones. La respuesta inmediata de la Fiscalía Federal de Dourados y su investigación sobre el ataque garantizó la rápida detención de varios hombres y que se dictaran órdenes de detención contra otros sospechosos. Todos ellos fueron acusados formalmente de diversos delitos, incluidos los de asesinato, intento de asesinato, secuestro y tortura. Sin embargo, el caso avanza con suma lentitud. Finalmente llegó a juicio en abril de 2010, pero la vista se suspendió debido a la decisión del tribunal de denegar los servicios de un traductor para los testigos, muchos de los cuales tienen dificultades para expresarse en portugués, lo que va en detrimento de su derecho a la justicia. El caso de Marcos Verón se ha convertido en un símbolo de la exclusión de los guaraníes kaiowá de la justicia. A pesar de toda la atención internacional que suscitó su muerte, siete años después nadie ha respondido de ella ante la justicia. Desde el homicidio de Marcos Verón, el uso de la violencia contra los indígenas continúa sin disminuir. Se han atribuido Amnistía Internacional, febrero de 2011 Índice: AMR 19/001/2011 © E go n H ec k/ ar qu iv o C IM I © A m ni st ía In te rn ac io na l numerosos ataques y homicidios a guardas de seguridad privados contratados por terratenientes locales, que actúan como milicias armadas irregulares y aterrorizan a las comunidades indígenas. Se han atribuido varios casos a la empresa de seguridad Gaspem Segurança, contratada por los terratenientes, que actualmente investigan fiscales federales, tras numerosas acusaciones contra sus empleados. Cuatro relatores especiales de la ONU –la relatora especial sobre las poblaciones indígenas y su relación con la tierra, el relator especial sobre el derecho a la alimentación, la relatora especial sobre la violencia contra la mujer, con inclusión de sus causas y consecuencias, y el relator especial sobre la vivienda adecuada– han trasladado también su preocupación a las autoridades brasileñas en relación con estas alegaciones. Algunos guardas al servicio de la empresa han sido enjuiciados por el homicidio del líder indígena Dorvalino Rocha en diciembre de 2005 y los fiscales federales han acusado a otros del homicidio de la líder espiritual Xurete Lopes en enero de 2007, aunque la empresa niega toda implicación. Persisten las denuncias contra Gaspem Segurança. La comunidad guaraní kaiowá de Apyka’, integrada por 15 familias que viven cerca de Dourados, en Mato Grosso do Sul, ha intentado reocupar sus tierras tradicionales varias veces desde que fueron expulsados de ellas por los agricultores en la década de 1990. Al igual que la comunidad de Laranjeira Ñanderu, viven junto a la carretera que pasa por sus tierras tradicionales desde que el terrateniente les entregó una orden de desalojo en abril de 2009. A la 1 de la madrugada del 18 de septiembre de 2009, unos 10 hombres armados atacaron la comunidad. Un hombre de 62 años recibió un disparo en una pierna y una mujer fue objeto de una paliza. Los agresores quemaron una choza y amenazaron con que habría muertes si la comunidad no abandonaba el campamento. Los fiscales federales están investigando la posibilidad de que el ataque haya sido obra de guardas de seguridad de Gaspem Segurança. La constante de amenazas y discriminación se repite en todo el estado. El 29 de octubre Índice: AMR 19/001/2011 Amnistía Internacional, febrero de 2011 Arriba derecha: Cartel indicador que identifica tierras de la comunidad Jatayvary cerca de Dourados. Página anterior: Choza quemada perteneciente a la comunidad guaraní kaiowá de Apyka. Diez hombres armados atacaron su campamento al borde de una carretera en septiembre de 2009. Arriba izquierda: Dirigente guaraní kaiowá en la reserva de Dourados, mayo de 2008. © A m ni st ía In te rn ac io na l de 2009, un grupo de unos 25 miembros de la comunidad guaraní kaiowá de Y’poí reocupó sus tierras tradicionales, cerca de la ciudad de Paranhos. Al día siguiente, llegaron decenas de hombres armados y el grupo huyó a un bosque cercano. Los miembros de la comunidad dicen que vieron que los pistoleros se llevaron al maestro de alfabetización, Genivaldo Vera, mientras su primo, Rolindo Vera, también maestro, huía al bosque. El 7 de noviembre se encontró el cuerpo de Genivaldo Vera en un arroyo próximo. Las fotos del cadáver que divulgó la policía muestran que le habían afeitado la cabeza y que tenía el cuerpo lleno de magulladuras. El paradero de Rolindo Vera sigue sin conocerse y la comunidad teme que pueda haber sido secuestrado y llevado a Paraguay. En agosto de 2010, los guaraníes kaiowá de Y’poí reocuparon sus tierras una vez más. En septiembre, se vieron rodeados de hombres armados a sueldo de los propietarios de tierras locales que los amenazaron e hicieron disparos al aire por la noche. También les impidieron salir de su campamento. La comunidad se quedó sin acceso al agua, al alimento, a la educación ni a la atención para la salud. La Fundación Nacional de la Salud (FUNASA), organismo federal, no les proporcionó atención para la salud, alegando que no podía garantizar la seguridad de sus empleados. La comunidad guaraní kaiowá de Ita’y Ka’aguyrusu vive una situación similar. Varios miembros de la comunidad reocuparon sus tierras tradicionales el 4 de septiembre de 2010. Desde entonces, los agricultores locales les han atacado cuatro veces. Efigênia, una maestra indígena de la comunidad, contó que durante el último ataque, el 21 de septiembre, los hombres de la localidad fueron al campamento armados con palos, amenazando con golpear a las mujeres y los niños, e hicieron estallar dispositivos pirotécnicos para asustarles. En ocasiones anteriores, los agricultores habían hecho disparos y tratado deatropellar con sus vehículos a miembros de la comunidad. La comunidad guaraní kaiowá de Kurusú Ambá, en el municipio de Coronel Sapucaia, Amnistía Internacional, febrero de 2011 Índice: AMR 19/001/2011 Miembros de la comunidad guaraní kaiowá de Passo Piraju, 2009. © A m ni st ía In te rn ac io na l Los primos Genivaldo (izquierda) y Rolindo Vera, maestros de alfabetización que trabajaban con la comunidad guaraní kaiowá de Y’poí. Tras un desalojo violento en 2009, Genivaldo Vera fue secuestrado por hombres armados. Días después se encontró su cuerpo en un arroyo cercano. Rolindo Vera huyó, y su paradero sigue sin conocerse. © C om un id ad e G ua ra ni K ai ow á/ ar qu iv o C IM I reocupó tierras en noviembre de 2009 y ahora vive en condiciones sumamente precarias, con suministros de alimentos insuficientes y un acceso muy limitado a la atención para la salud. En septiembre de 2010, murió un niño indígena de tres años, aparentemente de desnutrición. Tras el fallecimiento, la FUNASA, que no había enviado a sus funcionarios a la comunidad por razones de seguridad, emitió un comunicado de prensa en el que afirmaba que el nivel de conflicto era tal que el acceso era difícil hasta para la policía federal y militar. La comunidad ha sido amenazada en reiteradas ocasiones por pistoleros que se cree tienen relación con terratenientes locales. PROMESAS Y RETRASOS Los derechos de los pueblos indígenas a sus “tierras ocupadas tradicionalmente” fueron consagrados en el artículo 231 de la Constitución de Brasil de 1988. Esta fue, y sigue siendo, una de las victorias más destacadas de la lucha por los derechos indígenas a la tierra y a la identidad. Según la Constitución, el gobierno federal tiene la responsabilidad de proteger y volver a transferir las tierras tradicionales a los pueblos indígenas de Brasil. El complejo proceso de transferencia es administrado por la FUNAI e incluye cinco etapas: identificación, delimitación de fronteras, demarcación oficial, ratificación (denominada a menudo “homologación”) por el presidente, e inscripción. La Constitución ordenó la demarcación de todas estas tierras antes de 1993. Desde 1988 se han hecho transferencias de tierras importantes a los pueblos indígenas, sobre todo en el norte del país, donde se han demarcado grandes reservas, como Raposa Serra do Sol, el Parque do Xingu y los territorios yanomamis. Sin embargo, incluso aquí, las transferencias de tierra se han llevado a cabo en un trasfondo de oposición local violenta de los terratenientes locales. Hay además continuas amenazas de desarrollo económico dentro de las reservas, incluida una serie de proyectos hidroeléctricos previstos en la Amazonía, a los que los pueblos indígenas afectados no han dado su consentimiento libre, previo e informado. Índice: AMR 19/001/2011 Amnistía Internacional, febrero de 2011 Sin embargo, en conjunto, el proceso de transferencia de tierras está siendo exasperantemente lento. Puede llevar años, cuando no décadas, resolver una reclamación. Muchos factores han contribuido a los retrasos, entre ellos la infradotación a largo plazo de la FUNAI y la oposición de los terratenientes locales y gobiernos estatales. El proceso se ha retrasado aún más debido a un aluvión de apelaciones judiciales estatales y federales presentadas por terratenientes, y a la resistencia de algunos jueces a las reclamaciones indígenas. En un intento de acelerar el proceso, en noviembre de 2007, la Fiscalía Federal de Mato Grosso do Sul firmó un acuerdo extrajudicial denominado TAC (Termo de Ajustamento de Conduta), en cuya virtud la FUNAI se comprometía a identificar y delimitar 36 extensiones distintas de tierras tradicionales de los guaraníes kaiowá antes de abril de 2010. La iniciativa contó con la oposición del gobierno del estado de Mato Grosso do Sul y del lobby agrícola, que lograron desbaratar el proceso presentando una serie de apelaciones judiciales. Los fiscales federales criticaron a la FUNAI por la falta de avances, afirmando que “constituía una violación grave e inconcebible de derechos fundamentales garantizados expresamente en la Constitución de 1988”. Ahora que el plazo ha expirado sin que las identificaciones se hayan completado, los fiscales federales han empezado a multar a la FUNAI por el retraso. Este dinero será pagado como indemnización a los pueblos indígenas afectados. EL DESAFÍO DE LA AGROINDUSTRIA Mientras el proceso de demarcación sigue estancado, en Mato Grosso do Sul se está produciendo una nueva oleada de desarrollo agroindustrial. Las plantaciones de caña, propiedad de poderosas usinas (destilerías) o arrendadas por éstas, se están extendiendo por tierras identificadas como indígenas, pero que siguen esperando la etapa final del reconocimiento legal. Por ejemplo, en 1999, se identificaron 8.000 hectáreas de tierra como territorio tradicional de la comunidad de Jatayvary, situada cerca de Dourados. Desde esa fecha, el proceso de demarcación está bloqueado en los tribunales. La aldeia ocupa ahora sólo 180 hectáreas y está rodeado por todas partes de caña de azúcar. Amnistía Internacional, febrero de 2011 Índice: AMR 19/001/2011 El líder indígena Arlindo dijo a Amnistía Internacional que no podía comprender por qué el proceso de demarcación se había paralizado mientras la siembra y la cosecha de caña de azúcar seguía adelante. La plantación de caña de azúcar empieza cerca de linde de la aldeia. Arlindo contó que los trabajadores agrícolas intentaron intimidar a los indígenas apuntando arcos de luz hacia la comunidad por la noche, que la comunidad ya no puede pescar en el río cercano debido a la contaminación, y que las cosechas de los indígenas están infestadas de insectos por el uso de pesticidas en los campos de caña. Dijo que ni el gobierno ni los representantes de la industria han consultado nunca a la comunidad y que hacen caso omiso de su reiteradas quejas. Los daños causados a las tierras tradicionales indígenas de Mato Grosso do Sul por el desarrollo agroindustrial suscitan gran preocupación, pues la reducción de la futura productividad de la tierra va en detrimento de su capacidad de sostener la forma de vida de los pueblos indígenas cuando puedan regresar a sus tierras. La necesidad de preservar la integridad y viabilidad de la tierra es fundamental para los pueblos indígenas, y los Estados y las empresas tienen la obligación de no realizar actividades destructivas en tierras tradicionales antes de devolverlas. En abril de 2010, la Fiscalía Federal de Dourados firmó un acuerdo TAC con una usina local para cancelar contratos con proveedores de caña situados en tierras tradicionales indígenas que están en proceso de identificación, demarcación u homologación. El acuerdo significa que la usina dejará de utilizar caña producida en las tierras de la comunidad Jatayvary. La Fiscalía de Dourados dijo a Amnistía Internacional que, aunque esto podría parecer un pequeño paso, en realidad representa un avance significativo, pues sienta un precedente para otros acuerdos similares, no sólo con la industria de la caña, sino también con criadores de ganado y cultivadores de soja. Índice: AMR 19/001/2011 Amnistía Internacional, febrero de 2011 Arlindo, miembro de la comunidad guaraní kaiowá de Jatayvary, mira los campos de caña de azúcar que se extienden desde el límite su poblado en las tierras tradicionales de la comunidad. Como en muchos casos de comunidades guaraníes kaiowá, las reclamaciones de tierras de la comunidad de Jatayvary continuaban bloqueadas en los tribunales. © A m ni st ía In te rn ac io na l Amnistía Internacional, febrero de 2011 Índice: AMR 19/001/2011 OBLIGADOS A CORTAR CAÑA Al negarles el acceso a sus tierras tradicionales, los guaraníes kaiowá no tienen más remedio que trabajar en el mosaico de fincas que cubre el estado. Actualmente, más de la mitad de los varones jóvenes guaraníes kaiowá recorren grandes distancias dentro del estado para trabajar como cortadores de caña en las plantaciones, a menudo en duras condicionesde explotación. José (no es su nombre real) trabajó como cortador de caña y contó a Amnistía Internacional sus condiciones de trabajo. José vive en la aldeia de Ñande Ru Marangatu. Aunque las tierras tradicionales de su comunidad fueron ratificadas oficialmente por el presidente Lula en marzo de 2010, las apelaciones de los terratenientes han retrasado su devolución a la comunidad. Cuando se redactan estas líneas, el caso seguía paralizado en los tribunales. Sin poder trabajar en las fincas locales debido a la hostilidad local hacia las reclamaciones de tierras de la comunidad, José tuvo que buscar trabajo a cientos de kilómetros de ahí. Así describió la caótica situación que se encontró cuando llegó a los campos de caña del municipio de Sidrolândia después de un trayecto de seis horas en autobús: Las experiencias de José son reflejo de las de cientos de otros cortadores de caña indígenas. En dos casos clave, alrededor de mil trabajadores indígenas fueron rescatados durante inspecciones de los fiscales federales de trabajo, cuando visitaron el estado en 2007. En la Distilaria Centro-Oeste Iguatemi (Dcoil) y la Usina Debrasa de Brasilândia, los fiscales encontraron cortadores de caña indígenas que vivían hacinados en alojamientos llenos de suciedad, a quienes daban comida podrida y a los que llevaban a los campos de caña en autobuses sin frenos. Los trabajadores contaron a los fiscales de trabajo que en los campos no había agua potable, cobijo ni asistencia médica. Dijeron que a menudo les pagaban tarde y que era habitual que los empleadores no abonaran sus contribuciones a la seguridad social, de las que dependen prestaciones futuras, como las pensiones de jubilación. Ambas empresas fueron incluidas en la “lista sucia”, relación oficial que denuncia citando sus nombres a las empresas cuyos empleados trabajan en condiciones que la legislación brasileña califica de análogas a la esclavitud. Para muchos trabajadores indígenas, su relación principal es con los cabeçantes, cabecillas de bandas indígenas, llamados también capitães. Son los cabeçantes quienes suelen organizar cuadrillas de trabajadores indígenas. La mayoría de estos tiene un conocimiento limitado de sus derechos legales y no pertenece a ningún sindicato. En manos de los cabeçantes, muchos, como José, son explotados. La FUNAI es el organismo encargado de supervisar las condiciones de trabajo de los trabajadores indígenas y de denunciar los abusos que se cometen contra ellos. Sin embargo, la directora de la FUNAI en Dourados, Margarida Nicoletti, dijo a Amnistía Internacional que aunque la FUNAI debería vigilar las condiciones de trabajo y facilitar orientación a las usinas sobre la contratación de trabajadores indígenas, no había recursos para llevar a cabo esta labor. Con la mecanización, que se extiende en el estado, y el estancamiento del proceso de demarcación de las tierras, la lucha de los guaraníes kaiowá por sus derechos es más urgente que nunca. Las autoridades deben actuar conjuntamente para impedir que se sigan erosionando estos derechos. Garantizar sus derechos a las tierras tradicionales es un paso vital para permitir que los indígenas reconstruyan sus sociedades y economías y protejan así su forma de vida y su legado cultural. Índice: AMR 19/001/2011 Amnistía Internacional, febrero de 2011 “Llegas ahí y estás en medio del infierno [...] No teníamos jabón, nada para ducharnos, para dormir [...] te alquilaban la habitación y luego lo deducían de tu salario; te prometían 450 reales, pero nunca los ves: todo lo que bebes y comes te lo deducen [...] Había gente que quería ahorcarse. Cuando nos fuimos, grupos de trabajadores que llevaban meses sin cobrar su salario lloraban en medio de los campos de caña.” Debido a la discriminación, muchas personas indígenas se ven obligadas a aceptar trabajos mal pagados y difíciles, a menudo como cortadores de caña. © E go n H ec k/ ar qu iv o C IM I NORMAS INTERNACIONALES Los pueblos indígenas gozan de derechos específicos previstos en las normas internacionales. Los dos instrumentos internacionales de derechos humanos clave que abordan los derechos de los pueblos indígenas son el Convenio sobre pueblos indígenas y tribales (Convenio 169) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas. Juntos, el Convenio y la Declaración proporcionan un sólido marco normativo que afirma el derecho de los pueblos indígenas a sus tierras tradicionales, junto con su derecho al consentimiento libre, previo e informado en relación con los proyectos de desarrollo económico que puedan afectar a estas tierras. El Convenio exige que los gobiernos adopten una estrategia coordinada para abordar las cuestiones laborales que afectan a los indígenas, con una vigilancia efectiva de la contratación y de las condiciones de trabajo, así como salvaguardias contra prácticas discriminatorias. Esto incluye la obligación de respetar la especial importancia de las tierras tradicionales para los pueblos indígenas y reconocer los derechos de estos a la propiedad y posesión. También establece que los pueblos indígenas no deben ser trasladados fuera de las tierras que ocupan. El Convenio consagra el derecho de los pueblos indígenas a participar en procesos de adopción de las decisiones que les afectan, a decidir sus propias prioridades de desarrollo, y a ejercer el control sobre su propio desarrollo económico, social y cultural. Brasil fue uno de los primeros participantes del grupo de trabajo de la ONU que redactó la Declaración y votó a favor de ella en la Asamblea General. Cuando se produjo la votación, Brasil dio la bienvenida a la Declaración y señaló que los pueblos indígenas de Brasil “eran cruciales para el desarrollo de la sociedad en todos los aspectos, incluido el desarrollo de una vida espiritual y cultural para todos.” Amnistía Internacional, febrero de 2011 Índice: AMR 19/001/2011 Protesta en Brasilia en mayo de 2009 durante el acto anual de Acampamento Terra Livre, en el que pueblos indígenas de todo Brasil se reúnen para luchar por sus derechos. © M aí ra H ei ne n/ ar qu iv o C IM I CONCLUSIÓN El crecimiento económico sostenido de Brasil de los últimos diez años ha convertido a este país en una importante economía mundial. Sin embargo, esta riqueza no ha beneficiado a muchos pueblos indígenas. Según el Instituto de Geografía y Estadística de Brasil, más del 30 por ciento de los indígenas del país vive en la pobreza extrema: más del doble que la población general. En Mato Grosso do Sul es donde las disparidades se hacen más evidentes. Ahora que aumenta la presencia de Brasil en la escena mundial, el gobierno federal debe tomarse en serio los compromisos que ha hecho en materia de derechos humanos. Y, lo más importante, debe resolver todas las reclamaciones de tierras pendientes y garantizar que se pide y obtiene el consentimiento libre, previo e informado para cualquier decisión que afecte a las tierras tradicionales indígenas. “Ya se nos ha acabado la paciencia. Ya se han superado todos los límites y plazos. Queremos nuestra tierra, nuestra libertad.” Líder indígena, comunidad Passo Piraju, septiembre de 2010 Índice: AMR 19/001/2011 Amnistía Internacional, febrero de 2011 La comunidad guaraní kaiowá de Passo Piraju retomó una pequeña parte de su tierra ancestral en 2006, pero está rodeada de plantaciones de caña de azúcar y se enfrenta a amenazas de hombres armados. © A m ni st ía In te rn ac io na l “La mayor parte de los indígenas de Brasil no se están beneficiando del impresionante progreso económico del país, y están frenados por la discriminación y la indiferencia, son perseguidos y expulsados de sus tierras y obligados a realizar trabajos forzosos.” Navi Pillay, alta comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos, noviembre de 2009, después de una visita oficial a Brasil “ Escribe a las autoridades de Brasil pidiéndoles que: � Cumplan con sus obligaciones en virtud de la Declaraciónde las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas, el Convenio 169 de la OIT y la Constitución de Brasil, a fin de resolver con prontitud y con las debidas garantías todas las reclamaciones de tierras indígenas pendientes en Brasil. � Investiguen exhaustivamente todos los actos de violencia e intimidación contra comunidades guaraníes kaiowá; den protección inmediata a las comunidades amenazadas y acceso completo a servicios básicos, incluida atención para la salud; e identifiquen, investiguen y lleven ante la justicia a los responsables de abusos. � Apoyen los esfuerzos de los fiscales federales de regular el desarrollo agrícola en tierras en proceso de identificación y demarcación, a fin de garantizar que estas tierras son apropiadas para proporcionar a los guaraníes kaiowá sus niveles mínimos adecuados de vida y sus derechos económicos, sociales y culturales. � Desarrollen un proceso, con los pueblos indígenas, para garantizar su consentimiento libre, previo e informado respecto a cualquier proyecto de desarrollo económico que pueda tener impacto sobre sus tierras. � Garanticen que la FUNAI, en colaboración con los fiscales de trabajo, vigila el proceso mediante el que se contrata a los trabajadores indígenas, y da seguimiento a todas las denuncias recibidas en relación con condiciones de trabajo degradantes, pagos irregulares o prácticas de selección laboral discriminatorias. Escribe a: Ministro de Justicia Exmo. Ministro Sr. José Eduardo Cardozo Esplanada dos Ministérios, Bloco "T", 70064-900 - Brasilia/DF Brasil Fax: + 55 61 2025 7803 Tratamiento: Dear Minister / Excmo. Señor Ministro Secretaria de Derechos Humanos Exma. Secretária de Direitos Humanos Sra. Maria do Rosário Nunes Setor Comercial Sul, Edifício Parque da Cidade Corporate Quadra 9, Lote C, Torre A , 10º andar 70308-200 - Brasília/DF Brasil Fax: + 55 61 2025 9414 Tratamiento: Dear Secretary / Excma. Señora Secretaria Amnistía Internacional es un movimiento mundial, formado por 2,8 millones de simpatizantes, miembros y activistas de más de 150 países y territorios, que hacen campaña para acabar con los abusos graves contra los derechos humanos. Nuestra visión es la de un mundo en el que todas las personas disfrutan de todos los derechos humanos proclamados en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en otras normas internacionales de derechos humanos. Somos independientes de todo gobierno, ideología política, interés económico y credo religioso. Nuestro trabajo se financia en gran medida con las contribuciones de nuestra membresía y con donativos. ¡ACTÚA YA! ” CARTA ABIERTA DE LOS GUARANÍES KAIOWÁ AL PRESIDENTE LULA, AGOSTO DE 2010 “Le hemos oído muchas veces hablar del problema de la demarcación de nuestras tierras guaraníes y prometer personalmente resolverlo. No entendemos por qué esto no ha ocurrido todavía […]. Ahora, presidente Lula, viene a la región de nuestras tierras guaraníes kaiowá en Dourados sin haber hecho, en casi ocho años de gobierno, prácticamente nada sobre nuestras tierras […] Señor presidente: por favor, no haga más promesas: ordene que se demarque nuestra tierra […] conocemos nuestros derechos y vamos a luchar por ellos. Hemos esperado demasiado y nuestra paciencia se ha agotado. Sólo esperamos no tener que salir al mundo, a la ONU y a los tribunales internacionales para denunciar al gobierno en el que depositamos tantas esperanzas […] No deje a nuestro pueblo sufrir tanto. Siguen matando a nuestro pueblo como a animales y muchos de nuestros jóvenes se suicidan por desesperación y falta de tierras. Sufrimos demasiado con tanta violencia en y contra nuestras comunidades. Esto sólo empezará a cambiar con la demarcación de nuestras tierras, junto con un plan para recuperar el entorno y producir alimentos […] No pedimos, exigimos derechos: la demarcación de nuestras tierras con urgencia para que podamos volver a vivir en paz, con felicidad y dignidad.” Índice: AMR 19/001/2011 Spanish Febrero de 2011 (versión actualizada de AMR 19/014/2010) Amnistía Internacional Secretariado Internacional Peter Benenson House 1 Easton Street London WC1X 0DW Reino Unido www.amnesty.org