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La bota vacía
Richard Curtis
Ilustraciones de Rebecca Cobb
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Era Nochebuena y el señor y la señora 
Weston estaban entusiasmados. También 
lo estaban sus gemelas, Sam y Charly.
Aunque no parezca por sus nombres, 
las dos eran niñas.
Sam se llamaba Samantha y Charly se 
llamaba Carlota, pero nunca les decían así; 
siempre las llamaban Sam y Charly. 
Ambas nacieron el 21 de junio, 
el día del solsticio 
de verano, hace 
siete años.
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Pero su cumpleaños no era lo único que 
compartían. También parecían idénticas. Claro 
que la gente que de verdad las conocía, podía 
distinguirlas perfectamente.
Sam siempre se peinaba con unas lindas 
trenzas y Charly tenía una pequeña 
cicatriz en forma de tenedor 
en la mejilla.
Sin embargo, aunque 
físicamente eran 
iguales, en realidad 
no podían ser más 
distintas. 
Y en la víspera de Navidad esto era muy 
preocupante, porque Sam siempre se portaba 
muy bien y Charly era… bueno, hay que decirlo 
con todas sus letras porque de eso se trata 
esta historia:
Charly se portaba muy mal.
No terriblemente mal, pero, ya sabes, 
era muy traviesa.
No le interesaba ser obediente. 
Con frecuencia se enojaba mucho.
No era muy amiga de decir toda la verdad, 
pero era muy afi cionada a comer dulces, 
hacer alborotos tremendos y, sobre todo, a...
¡DIVERTIRSE!
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Sus papás, desde 
luego, la querían tanto como a Sam porque 
así son los papás.
Pero a sus maestros les parecía 
una lata, porque era especialmente 
traviesa en la escuela.
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Favor de pagar aquí
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Los vecinos de al lado le temían porque 
también era muy traviesa en casa.
Y los tenderos no la querían porque comía 
un montón de dulces 
y muy rara vez 
los pagaba.
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