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318768047-Max-Weber-El-Politico-y-El-Cientifico

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MAX WEBER
LA C I E N C I A 
C O M O P R O F E S I Ó N
LA P O L I T I C A 
C O M O P R O F E S I Ó N
Traducción y edición 
Joaquín Abellán
Apéndice
Luis Castro Nopjueira
COLECCION AUSTRAL
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En La c i e n c i a c o m o p r o f e s i ó n analiza 
Max Weber (1864-1920), uno de los máximos 
pensadores del siglo xx, los caracteres 
de la ciencia contem poránea y la situación 
del científico profesional, y expone con total 
claridad su posición respecto a las funciones, 
sentido y límites de la ciencia para la vida 
del hom bre. Weber pone de manifiesto 
la imposibilidad de fundam entar científicam ente 
las propias decisiones personales respecto 
a los valores últim os con que cada uno orienta 
su vida. L a p o l í t i c a c o m o p r o f e s i ó n 
ofrece, junto a algunos conceptos básicos 
del pensam iento político de Weber, un análisis 
de los distintos tipos de políticos profesionales 
y de la relación existente entre la actividad 
política y la ética. En este acertado análisis 
se distingue entre ética de la responsabilidad 
y ética de las convicciones (o de principios 
absolutos), el autor cree, sin embargo, 
que sólo la conjunción de ambas éticas puede 
formar al hom bre con auténtica vocación 
para la política. La edición de Joaquín Abellán 
y el apéndice de Luis Castro Nogueira 
nos sitúan la vida y la obra de Max Weber 
en el contexto histórico de la Alemania de 1919.
COLECCION AUSTRAL
131705
LA C I E N C I A 
C O M O P R O F E S I Ó N
LA P O L Í T I C A 
C O M O P R O F E S I Ó N
Luis E. Madueño G. 
POLiTuLOGO
CI E N C I A S / H U M A N I D A D ES
MAX W E B E R
LA C I E N C I A 
C O M O P R O F E S I Ó N
LA P O L ÍT IC A 
C O M O P R O F E S I Ó N
Traducción y edición 
Joaquín Abellán
Apéndice
Luis Castro Nogueira
COLECCIÓN AUSTRAL
Primera edición: 30-XI-1992 
Segunda edición: 2-111-2001
Títulos originales: Winssenschaft als Beruf (1919) 
Politik als Beruf (1919)
Espasa Calpe, S. A., 1992, 2001
Diseño de cubierta: Tasmanias
Depósito legal: M. 124—2001 
ISBN 84—239— 1705—3
Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, al­
macenar en sistemas de recuperación de la información ni 
transmitir alguna parte de esta publicación, cualquiera que 
sea el medio empleado -—electrónico, mecánico, fotocopia, 
grabación, etc.—, sin el permiso previo de los titulares de 
los derechos de la propiedad intelectual.
Espasa, en su deseo de mejorar sus publicaciones, agradecerá 
cualquier sugerencia que los lectores hagan al departamento 
editorial por correo electrónico: sugerencias@espasa.es
Impreso en España/Printed in Spain 
Impresión: UN1GRAF, S. L.
ESPASA
Editorial Espasa Calpe, S. A. 
Carretera de Irán, km 12,200. 28049 Madrid
mailto:sugerencias@espasa.es
ÍNDICE
I n t r o d u c c ió n de Joaquín A bellán........................ 9
1. Sobre la vida y obra de Max W eber............. 9
2. Sobre el contexto histórico........................... 13
3. La ciencia como profesión ........................... 20
4. La política como profesión ........................... 31
B i b l i o g r a f ía ........................................................................... 41
NOTA SOBRE LA PRESENTE EDICIÓN ........................ 49
LA CIENCIA COMO PROFESIÓN (1919)
[Organización de la vida académica en Estados 
Unidos y en Alemania]..................................... 53
[La especialización, característica básica de la 
ciencia] ....................................................... 60
[Ciencia y progreso: sentido del trabajo científico 
y sentido del progreso] ..................................... 64
[Ciencia y «supuestos previos»: imposibilidad de 
fundamentarlos científicamente] ..................... 72
[Aportaciones y limitaciones de la ciencia para la 
vida personal. Naturaleza y función del pro­
fesor] ................................................................. 80
8 ÍNDICE
LA POLÍTICA COMO PROFESIÓN (1919)
[Definición de política y de Estado] ................... 93
[Tipos de autoridad legítima] ............................... 95
[Medios administrativos de la autoridad] ........... 98
[Nacimiento del Estado moderno] ...................... 100
[El político profesional y el funcionario especiali­
zado ........................................ ,.......................... 101
[Tipos históricos de políticos profesionales] ..... 113
[Primeras formas de organización de los partidos:
notables y diputados parlamentarios].............. 123
[Organización moderna de los partidos en la de­
mocracia: líderes y aparato] ............................ 128
[Cualidades del político profesional] .................. 145
[Relación entre ética y política. «Ética de las con­
vicciones» y «ética de la responsabilidad»] .... 149
[Vocación para la política] ................................... 160
G l o s a r io d e t é r m i n o s .......................................... 165
R e l a c ió n d e n o m b r e s p r o p i o s ............................ 169
APÉNDICE, por Luis Castro Nogueira ..................... 177
Introducción ...... ,.................................................. 179
Bibliografía selecta .............................................. 204
Cuadro cronológico.............................................. 207
Taller de lectura.... ................................................ 213
La ciencia como profesión............................... 213
La política como profesión .............................. 231
INTRODUCCIÓN
1. So b r e l a v id a y o b r a d e M a x W e b e r
Max Weber nació en Erfurt el 21 de abril de 1864. Su 
padre era abogado e hizo carrera política dentro del Par­
tido Liberal-Nacional, primero como diputado en la Cá­
mara de Diputados prusiana (1868-1897) y después de la 
unificación de Alemania en 1871 como diputado en el 
Parlamento Federal (Reichstag) desde 1872 a 1884.
Max Weber estudió Derecho, Economía e Historia en 
las universidades de Heidelberg, Berlín y Góttingen, obte­
niendo el grado de doctor en 1889. Su carrera académica 
como profesor la comenzó en 1a. Universidad de Freiburg, 
donde desempeñó una cátedra de Economía entre 1894 y 
1896. Su lección inaugural en Freiburg sobre «El Estado 
nacional y la política» (Der Nationalstaat und die Wirts- 
chaftspolitik) tuvo un gran eco entre la intelectualidad 
alemana y en ella ponía ya de manifiesto sus planteamien­
tos críticos sobre la ciencia económica que se solía prac­
ticar en su época así como sus ideas sobre la significación 
política de la nación. De Freiburg pasó inmediatamente 
a la Universidad de Heidelberg, pero una profunda cri­
sis nerviosa le obligó a abandonar la docencia universi­
taria y toda actividad pública entre 1897 y 1903. A partir 
de este año comienza de nuevo su actividad investigado­
ra, pero no la docente, y participa intensamente en las 
actividades de la Asociación de Política Social y en la
Sociedad Alemana de Sociología, de la que fue socio 
fundador.
En los años anteriores a la primera guerra mundial 
realiza sus investigaciones sobre sociología de la religión 
(China, Japón, India, el judaismo y el islam) y varios 
importantes trabajos sobre teoría de la ciencia. En esta 
misma época tiene también terminada la parte principal 
de su colaboración para un libro colectivo, Grundriss der 
Sozialókonomie (Elementos de economía social), que se pu­
blicaría en 1922 bajo el título de Wirtschaft und Gesellschafl 
(Economía y sociedad) y que incluiría además otros escritos 
compuestos con posterioridad a aquella contribución.
Durante la primera guerra mundial, Weber, como ofi­
cial de reserva, estuvo encargado de la administración de 
los hospitales en Heidelberg. Su posición ante la guerra 
estuvo caracterizada por un elevado patriotismo, que se 
diferenciaba con claridad, sin embargo, del generalizado 
chauvinismo de sus contemporáneos, lo cual le mereció denuevo el respeto entre los estudiantes socialistas y los 
integrantes del movimiento juvenil, que buscaban por en­
tonces una persona de prestigio como su propio mentor y 
guía intelectual en su oposición a la sociedad burguesa y 
a la guerra. Algunos de estos estudiantes se acercaron a 
Weber solicitando su cooperación en unas reuniones cele­
bradas en el castillo Lauenstein, en Turingia, durante 
1917, a las que asistieron también afamados profesores 
como Meinecke, Jaffé, Sombart y Tónnies. En esas reu­
niones Weber atacó fuertemente los defectos y deficien­
cias del régimen guillermino, pero no aceptó los plantea­
mientos pacifistas de los estudiantes ni su visión idealista 
de la actividad política. Durante el invierno de 1917-1918 
Weber continuó en Heidelberg periódicamente estos con­
tactos con estudiantes y profesores en los que se discutían 
temas políticos de actualidad. Entre los estudiantes con los 
que Weber discutió el más eminente fue el dramaturgo y 
pacifista Ernst Toller, que durante la revolución de 
1918-1919 en Alemania llegaría a ser comandante militar 
de la República de Baviera.
1 0 JOAQUÍN ABELLÁN
INTRODUCCIÓN 11
El análisis de la situación política de su país le ocupó a 
Max Weber especialmente durante los años de guerra, 
publicando numerosos artículos en el periódico Frankfur­
ter Zeitung sobre la situación presente de Alemania y 
sobre su futuro tras la guerra. Una serie de esos artículos 
formó el libro Parlamento y gobierno en una Alemania 
reorganizada (Parlament und Regierung im neugeordneten 
Deutschland), publicado en 1918. En el semestre de prima- 
vera-verano de 1918 aceptó una cátedra de Economía en 
la Universidad de Viena, que no continuó después, pasan­
do a la Universidad de Munich al año siguiente.
Después de la guerra Weber participó activamente en 
la reorganización política que tuvo lugar en Alemania a 
consecuencia de la caída del sistema político monárquico. 
Los viejos partidos políticos no estaban en condiciones de 
adaptarse a la nueva situación y se crearon otros nuevos 
o se transformaron los antiguos. Weber militó en el Parti­
do Demócrata (Deutsche Demokratische Partei, DDP), 
fundado en noviembre de 1918 y que era el partido que 
recogía el liberalismo de izquierda. Además de este parti­
do liberal existió efectivamente otro partido liberal de 
derechas, el Partido Popular (Deutsche Volkspartei, DVP), 
fundado asimismo en las últimas semanas de 1918. Estos 
dos partidos liberales, junto con el partido católico Zen- 
trum, ocupaban el espacio político existente entre el par­
tido conservador (DNVP) y el partido socialista (SPD). 
Su compromiso con el partido DDP le llevó a desplegar 
una intensa actividad política durante la campaña para las 
elecciones generales a la Asamblea nacional constituyente, 
que habría de elaborar la nueva Constitución republicana 
de 1919 (Constitución de Weimar). Weber, que había 
colaborado estrechamente con el «padre» de la Constitu­
ción, Hugo Preuss, no logró salir diputado, pues las orga­
nizaciones regionales del partido lo colocaron en una lista 
y en un distrito con muy pocas probabilidades de éxito. 
Este comportamiento del partido y su fracaso electoral 
personal le produjo a Max Weber una honda decepción, 
que marcó su distanciamiento y su crítica al funcionamien­
1 2 JOAQUÍN ABELLÁN
to de los partidos políticos. Sus reflexiones sobre la polí­
tica las plasmó en una célebre conferencia pronunciada 
ante miles de estudiantes en Munich, en enero de 1919, 
que llevaba por título «La política como profesión» (Poli- 
tik ah Beruf). Aunque reconocía que la política era su 
amor secreto, decidió abandonar el partido político y vol­
ver a la docencia universitaria en la Universidad de Mu­
nich, pues se consideraba a sí mismo, antes que nada, 
como un científico. Y el científico y el político son dos 
tipos humanos distintos y aun contrapuestos. En abril de 
1920 escribía en una carta: «el político debe y tiene que 
llevar a cabo compromisos. Pero yo soy por profesión un 
científico... El científico no puede celebrar ningún com­
promiso ni tampoco oculta los “disparates”»
En la primavera de ese mismo año de 1919, Max Weber 
formó parte de la delegación alemana en las negociaciones 
de paz en Versalles. Viajó a París con el conde Montgelas, 
Hans Delbrück y Albrecht Mendelssohn-Bartholdy para 
redactar con ellos la respuesta alemana al escrito de las 
potencias vencedoras sobre la culpabilidad alemana en el 
estallido de la guerra1 2. A la vuelta comenzó sus clases en 
la Universidad de Munich —semestre de verano— sobre 
«las categorías más generales de la ciencia social». En el 
semestre de invierno 1919-1920 explicó historia social y 
económica («Abriss der universalen Sozial- und Wirts- 
chaftsgeschichte») y en el semestre de verano de 1920 
dedicó sus lecciones a la teoría general del Estado («All- 
gemeine Staatslehre und Politik» y al socialismo. En junio
1 Carta a Kar! Petersen, de 14 de abril de 1920, en W. J. Mommsen, 
Max Weber: sociedad, política e historia, trad. cast., Buenos Aires, 1981, 
pág. 209.
2 Según indicaciones de Marianne Weber (Lebensbild, pág. 668), 
Marx Weber redactó íntegramente la introducción al escrito, que está 
publicada como «Bemerkungen zum Bericht der Kommission der Alber­
ten und Assozierten Regierungen über die Verantwortlichkeit der Urhe­
ber des Krieges» (fechada en Versalles el 27 de mayo de 1919), en Max 
Weber, Gesammelte politische Schriften, 5.* ed., Tübingen, 1988, 
págs. 571-586.
introducción 1 3
de 1920 cayó enfermo de pulmonía y murió el 14 de ese 
mismo mes.
Después de su muerte se publicaron las colecciones de 
artículos sobre los distintos temas de que se había ocupa­
do. En 1921 se publicó el segundo volumen de Artículos 
sobre sociología de la religión (Gesammelte Aufsätze zur 
Religionssoziologie). También en 1921 se publicaron los 
Escritos políticos (Gesammelte politische Schriften). En 
1922 se publicaron los Artículos sobre teoría de la ciencia 
(Gesammelte Aufsätze zur Wissenschaftslehre) y también 
Economía y sociedad (Wirtschaft und Gesellschaft), que es 
realmente una reunión de trabajos de distintos períodos, 
ordenados por Marianne Weber según su propio criterio. 
En ese mismo año se publicó asimismo, en la revista 
Preussische Jahrbücher, el artículo sobre «Los tres tipos 
puros de dominación legítima. Un estudio sociológico» 
(Die drei reinen Typen der legitimen Herrschaft. Eine sozio­
logische Studie). Finalmente, en 1924, Marianne Weber 
editó los Artículos sobre Sociología y Política social (Gesam­
melte Aufsätze zur Soziologie und Sozialpolitik) y los Ar­
tículos sobre historia social y económica (Gesammelte Auf­
sätze zur Sozial- und Wirtschaftsgeschichte). 2
2. So b r e e l c o n t e x t o h is t ó r ic o
Cuando en enero de 1919 Max Weber pronuncia las 
conferencias que se publican en el presente volumen, Ale­
mania se encuentra en una profunda transformación ge­
neral después de la guerra y del hundimiento del sistema 
político monárquico de Guillermo II. Estas dos conferen­
cias de Max Weber, que desarrollan temas y planteamientos 
de años anteriores, toman al mismo tiempo en considera­
ción estas circunstancias históricas. En ambas ocasiones 
son muy numerosas las referencias de Weber, explícitas 
o implícitas, a los acontecimientos de la época y a algu­
nas posiciones teóricas adoptadas por intelectuales y po­
líticos.
1 4 JOAQUÍN ABELLÁN
En noviembre de 1918, en efecto, se puso fin a la guerra 
y a la monarquía de Guillermo II dentro de un estallido 
revolucionario que se extendió por toda Alemania. Antes 
de llegar a esa situación se habían introducido algunas 
reformas en la Constitución de 1871 que significaban la 
conversión del sistema político vigente en un sistema de 
gobierno parlamentario y Prusia había adoptado final­
mente el sufragio universal, igual y directo3. Pero la evo­
lución de los acontecimientos en el frente de guerra y el 
proceso de petición de paz formulada por el canciller 
alemán,el príncipe Max von Badén, al presidente norte­
americano Wilson en la noche del 13 al 14 de octubre, iba 
a mostrar muy pronto que la reforma del sistema de go­
bierno no era suficiente y que se estaba demandando 
realmente una nueva forma de Estado: la República. A los 
alemanes, efectivamente, les parecía incomprensible la 
derrota militar, pues la propaganda oficial no había deja­
do de anunciar la proximidad de la victoria. Cuando la 
opinión pública conoció la realidad, acusó a los dirigentes 
de haberla engañado y de haberles hecho forjar falsas 
esperanzas para que aceptara enormes sufrimientos y sin 
provecho alguno, en definitiva. El régimen imperial apa­
recía como culpable de la catástrofe y su eliminación pa­
recía una reivindicación evidente. El 9 de noviembre se 
proclamaba en Berlín la República, primero por Scheide- 
mann, miembro del partido socialdemócrata (SPD) y po­
cas horas después por Karl Liebknecht, antiguo socialista 
escindido del partido y defensor de la revolución. El can­
ciller Max von Badén anunció ese mismo día la abdicación 
del emperador, dimitió él mismo y entregó el gobierno al 
socialista Friedrich Ebert, que pasó a ser canciller. Éste 
formó un gobierno de seis «delegados del pueblo», tres 
procedentes del partido socialdemócrata (SPD) y los otros 
tres de los socialistas independientes (USPD). Al día si-
3 La adopción del sufragio universal, igual y directo por Prusia, el 
mayor Estado del federal Deutsches Reich, tuvo lugar el 24 de octubre. 
La reforma constitucional del Reich se aprobó el 28 de octubre.
introducción 15
guíente este gobierno fue confirmado por una asamblea de 
los Consejos de obreros y soldados de Berlín y sometido al 
control de un comité ejecutivo de los Consejos de obreros 
y soldados del Gran Berlín. Estos consejos, tan importan­
tes en los primeros meses después de la guerra, se habían 
ido formando de manera espontánea por toda Alemania y 
desde ellos se fueron formando los gobiernos en los dis­
tintos Länder4.
Los Consejos de obreros y soldados no tenían, en reali­
dad, un programa político determinado. Se habían formado 
para llenar el vacío de poder que significó el hundimiento 
del régimen monárquico, pero las distintas orientaciones 
políticas los entendían de manera muy diferente. La extre­
ma izquierda, como el grupo Espartaco (Spartakusbund), 
aspiraba a una dictadura de los Consejos («todo el poder 
a los Consejos (soviets)»). La izquierda más moderada 
quería que los Consejos de obreros y soldados pudieran ser 
una alternativa a la democracia parlamentaria. Otros, sin 
embargo, querían que fuesen solamente un complemento 
de la democracia parlamentaria. En el partido de los so­
cialistas independientes (USPD) se enfrentaban estos dis­
tintos planteamientos, mientras que en el partido socialde- 
mócrata (SPD), por el contrario, se optó decididamente 
por un sistema de democracia parlamentaria y por una 
rápida convocatoria de elecciones generales para formar 
una asamblea constituyente que redactara una nueva 
Constitución.
La doble e independiente proclamación de la República 
manifestaba, sin embargo, ya desde un principio, la exis­
tencia de un duro enfrentamiento entre dos maneras de 
entender la nueva República y el futuro de Alemania, 
enfrentamiento que se solucionaría finalmente con la uti­
lización del ejército y a favor de la democracia parlamen­
taria. El gobierno de Ebert, opuesto a la revolución social
4 El primer Consejo de obreros y marineros se formó en Kiel el 3 de 
noviembre con el amotinamiento de la flota.
1 6 JOAQUÍN ABELLÁN
y política, encontró los apoyos suficientes para frenar el 
movimiento revolucionario que protagonizaba la extrema 
izquierda. El mismo 10 de noviembre se aseguraba el 
apoyo del ejército, a cambio de renunciar a intervenir en 
su estructura de mando. También el funcionariado civil se 
sometió al gobierno de los «delegados del pueblo». Por su 
parte, los sindicatos llegaron a acuerdos con la patronal 
sobre la jornada de trabajo y el establecimiento de conve­
nios colectivos. Pero el apoyo mayor a la política del 
partido socialdemócrata le vino de los propios Consejos de 
obreros y soldados. Una asamblea de delegados de los 
Consejos de toda Alemania, reunida en Berlín a partir del 
16 de diciembre de 1918, aprobó por 344 votos contra 98 
la convocatoria de elecciones generales para un Parlamen­
to elegido por el pueblo y se decantó en contra de la 
extensión del sistema de los Consejos. El futuro de Alema­
nia debía discurrir, por tanto, por la vía parlamentaria y 
democrática y por el camino de las reformas y no a través 
de la revolución, si bien ese camino elegido no sería un 
camino fácil.
La extrema izquierda primero, y a partir de 1920 la 
extrema derecha, manifestarían pública y violentamente 
en repetidas ocasiones su rechazo a la vía democrático- 
parlamentaria. A comienzos de enero de 1919 la extrema 
izquierda protagonizó el levantamiento espartaquista en 
Berlín (del 5 al 12), que sería aplastado por el ejército. Los 
líderes revolucionarios Karl Liebknecht y Rosa Luxem- 
burg serían asesinados el 15 de enero. Pero durante los 
meses de marzo y abril habría nuevos levantamientos co­
munistas y huelgas en varias partes de Alemania. Especial­
mente significativa fue la evolución de los acontecimientos 
en Munich, donde Weber hablaría ante los estudiantes en 
enero de 1919 y de cuya universidad sería profesor a 
partir del semestre de verano de ese mismo año. Aquí se 
había proclamado la República incluso antes que en Ber­
lín (el 7 de noviembre de 1918) y Kurt Eisner se había 
hecho cargo del gobierno, destronando a la dinastía de los
INTRODUCCIÓN 1 7
Wittelsbach5. Eisner, presidente del partido de los socia­
listas independientes (USPD) en Baviera y bajo cuya di­
rección se formó el primer Consejo de obreros, soldados y 
campesinos de Munich, reconoció el carácter provisional 
de su gobierno hasta que se lograse una representación 
definitiva del pueblo. Las elecciones para el Parlamento 
bávaro (Landtag) se celebraron el 12 de enero y el partido 
de Eisner obtuvo tan sólo el 5 por 100 de los votos. Eisner, 
que iba a presentar su dimisión ante los diputados elegi­
dos, fue asesinado y los partidos de la izquierda (socialde- 
mócratas, socialistas independientes y comunistas) forma­
ron un Consejo Central de la República Bávara, que asu­
mió inmediatamente plenos poderes legislativos y ejecuti­
vos. En los días siguientes se discutieron toda suerte de 
proyectos políticos hasta que se llegó a un acuerdo 
(Acuerdo de Nürenberg) por el que se reforzaban las 
funciones legislativas y ejecutivas del Parlamento y se 
reducía el papel de los Consejos de obreros y soldados. Así 
se pudo constituir un gobierno de coalición bajo la direc­
ción del partido socialdemócrata (18 de marzo), pero po­
cos días después, un denominado Consejo Revolucionario 
Provisional, dirigido por Ernst Toller, entre otros, procla­
maba la Räterepublik de Baviera (República de consejos). 
Esta Räterepublik conoció dos etapas en su efímera vida. 
La primera semana tras su proclamación tuvo una orien­
tación anarquista, bajo Toller y Niekisch, para pasar a 
continuación a estar dirigida por los comunistas. El 2 de 
mayo acabó este experimento político mediante la inter­
vención de los cuerpos de voluntarios, experimento que 
para muchos había significado la última oportunidad de 
erigir en Alemania una democracia de Consejos participa- 
tiva en vez de la democracia parlamentaria. Precisamente
s Para la posición de Eisner ante la política es muy ilustrativo su 
discurso de 3 de enero de 1919 sobre «La actitud del gobierno revolu­
cionario respecto al arte y a los artistas» (Die Stellung der revolutionären 
Regierung zur Kunst und zu den Künstlern), en Sozialismus als Aktion, 
Frankfurt a. M., 1975, págs. 113 y sigs.
1 8 JOAQUÍN ABELLÁN
con uno de los líderes de la Räterepublik mencionados, el 
dramaturgo Ernst Toller, había tenido contacto Max We­
ber en Heidelberg y en el castilloLauenstein en 1917. 
Estos políticos revolucionarios de Munich (Eisner, Toller, 
Landauer, Mühsam) eran una expresión clara de ese tipo 
de político guiado por una profunda idealización de la 
política, que Weber critica abiertamente en la conferencia 
LA POLITICA COMO PROFESIÓN.
Estos acontecimientos de Baviera se desarrollaban pa­
ralelamente a la evolución hacia un sistema parlamentario 
en Alemania apoyada por el gobierno central en Berlín. El 
19 de enero de 1919 se habían celebrado las elecciones 
generales para la formación de la Asamblea Constituyen­
te, elecciones en las que pudieron votar tanto varones 
como mujeres mayores de veinte años. El resultado de las 
elecciones —en las que Weber participó por el partido 
demócrata (DDP)— dio una amplia representación al par­
tido socialdemócrata (SPD) y a los partidos del centro. El 
SPD consiguió, efectivamente, 165 escaños (de un total de 
423); el partido católico Zentrum. 90; el partido democrá­
tico (DDP), 75; los socialistas independientes (USPD) ob­
tuvieron 22 escaños y los partidos de la derecha (partido 
popular, DVP, y partido popular nacional, DNVP) consi­
guieron 22 y 43 escaños, respectivamente. La Asamblea Cons­
tituyente comenzó sus sesiones el 6 de febrero en la ciudad 
de Weimar —pues era más segura que Berlín— y aprobó una 
Constitución que fue promulgada el 14 de agosto de 1919. 
Como primera medida la Asamblea había aprobado una ley 
sobre el gobierno provisional, eligiendo a Friedrich Ebert 
como presidente provisional el 11 de febrero.
Mientras la Asamblea Constituyente elaboraba la nueva 
Constitución y la extrema izquierda todavía intentaba es­
tablecer otro sistema político basado en los Consejos de 
obreros y soldados, otro acontecimiento de trascendencia 
incalculable para Alemania estaba teniendo lugar en las 
afueras de París. Se trataba de la conferencia de paz que 
culminó, por lo que respecta a Alemania, con la firma del 
Tratado de Versalles el 28 de junio de 1919. El desarrollo
INTRODUCCIÓN 1 9
de las negociaciones y el resultado final afectó al propio 
desenvolvimiento de la Asamblea, pues una parte de los 
diputados no aceptaba las condiciones que los vencedores 
imponían a Alemania e hizo que se rompiera la coalición 
de gobierno, al salirse de él el partido demócrata en señal 
de protesta contra el Tratado de Versalles. Éste imponía 
a Alemania, entre otras cosas, la renuncia a sus colo­
nias en Africa, la limitación numérica de su ejército a 
100.000 hombres, limitaciones en el armamento y la obliga­
ción de indemnizar a los vencedores con elevadas sumas. 
Además, el artículo 231 del Tratado hacía responsable a 
Alemania del inicio de la guerra, al haber forzado con su 
agresión a entrar en guerra a los otros. Aunque esta decla­
ración no era aceptada por muchos, la Asamblea Constitu­
yente ratificó el Tratado en Versalles el 9 de julio de 1919.
Ante estos grandes acontecimientos de su época Max 
Weber tomó una clara y pública posición. Rechazó fron­
talmente la revolución, a la que calificó de «sangriento 
carnaval», no sólo por sí misma sino también por el hecho 
de que tenía lugar precisamente en el momento en que 
triunfaban los enemigos de Alemania. Para él, la revolu­
ción interna exponía gravemente a Alemania a quedar a 
disposición del poder extranjero. Su colaboración con la 
obra constitucional quedó reflejada en los escritos e infor­
mes que redactó con ese objetivo, ya que no pudo hacerla 
desde el Parlamento al no haber sido elegido6. Y, final­
mente, su posición ante la cuestión concreta de la respon­
sabilidad por el inicio de la guerra y ante la investigación 
de la misma la dejó asimismo recogida en varios textos7.
6 El 25 de febrero de 1919, por ejemplo, publicó un artículo sobre la 
figura del presidente de la República («Der Reichspräsident») en Berli­
ner Börsenzeitung; texto en Gesammelte politische Schriften, 1988, 5.’ ed., 
págs. 498-501).
7 Véase «Zum Thema der “Kriegsschuld”», publicado en el periódi­
co Frankfurter Zeitung el día 17 de enero de 1919, y «Die Untersuchung 
der Schuldfrage», publicado en el mismo periódico el 22 de marzo. 
Ambos escritos están en Gesammelte politische Schriften, 1988, 5.‘ ed., 
págs. 488-497 y 503-504, respectivamente.
2 0 JOAQUÍN ABELLÁN
3. L a c ie n c ia c o m o p r o f e s ió n
Invitado por una asociación de estudiantes de la Uni­
versidad de Munich (el Freistudentischer Bund), pronunció 
Max Weber una conferencia sobre L a CIENCIA COMO PRO­
FESIÓN en enero de 1919, la primera de una serie sobre el 
trabajo intelectual como profesión8. Max Weber expone 
en esa conferencia algunos de los caracteres básicos de la 
ciencia y del quehacer científico en su época, centrándose 
en el problema de la relación entre la ciencia y los valo­
res o creencias de los hombres con el fin de averiguar 
qué significación puede tener la ciencia como profesión 
para la vida y el comportamiento personal de los in­
dividuos.
Al ocuparse de nuevo en esta conferencia de la relación 
entre la ciencia y los valores, Max Weber continúa el 
tratamiento de uno de los temas fundamentales de su 
«teoría de la ciencia». Con anterioridad a esta conferencia 
se había ocupado más ampliamente de esta cuestión en 
varios artículos, y de manera especial en La «objetividad» 
del conocimiento de las ciencias sociales y en la política 
social, de 19049, y en El sentido de la «ausencia de valores» 
en las ciencias sociales y económicas, de 1917l0.
* «Wissenschaft als Beruf», en Geistige Arbeit als Beruf. Vier Vorträ­
ge vor dem Freistudentischen Bund, Erster Vortrag (Mit einem Nachwort 
von Immanuel Birnbaum), Munich y Leipzig, 1919.
9 Die «Objektivität» sozialwissenschaftlicher und sozialpolitischer Er- 
kenntniss, en Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik, 19 (1904), 
pägs. 22-87. Reeditado en Max Weber, Gesammelte Aufsätze zur Wis­
senschaftslehre, 6."ed., Tübingen, 1985, pägs. 146-214. Existe trad. cast. 
en Max Weber, Sobre la teoria de las ciencias sociales, Barcelona, 1974, 
pägs. 5-91.
10 Der Sinn der «Wertfreiheit» der soziologischen und ökonomischen 
Wissenschaften, en Logos, Internationale Zeitschrift für Philosophie der 
Kultur, 1 (1917/18), pägs. 40-488. Reeditado en Max Weber, Gesammel­
te Aufsätze zur Wissenschaftslehre, 6.* ed., Tübingen, pägs. 489-540. Exis­
te trad. cast. en Max Weber, Sobre la teoria de las ciencias sociales, 
Barcelona, 1974, pägs. 93-161.
INTRODUCCIÓN 2 1
El concepto de ciencia en la tradición 
neohumanista
Este problema de la relación entre la ciencia y los valo­
res básicos por los que uno se orienta en su vida estaba 
preocupando a muchos profesores alemanes desde el cam­
bio de siglo, pues entre 1890 y 1920 se somete a una 
profunda discusión el concepto de ciencia que se había 
elaborado en Alemania a comienzos del siglo XIX y que 
había estado vigente a lo largo de todo el siglo. Este 
concepto tradicional de ciencia, acuñado por el neohuma- 
nismo y la filosofía idealista de las primeras décadas del 
siglo XIX, se había convertido asimismo en el principio 
rector de una nueva idea de la universidad, que había que­
dado plasmada en la creación y organización de la Univer­
sidad de Berlín en 1810 por Wilhelm von Humboldt.
La ciencia, tal como la entienden Humboldt y el neohu- 
manismo, va íntimamente unida a la Bildung del hombre, 
es decir, a su proceso de formación y desarrollo indivi­
dual. Es precisamente esta conexión con la Bildung del 
individuo lo que constituye el núcleo esencial de la ciencia 
para los neohumanistas e idealistas. El valor del conoci­
miento científico estriba en que es un conocimiento que el 
individuo ha ido encontrando y organizando por sí y des­
de sí mismo. Al hacer ciencia, al organizar los conocimien­
tos según un principio unitario, el hombre despliega su 
verdadera naturaleza. Ahí reside su valor formativo: «sólo 
la ciencia que brota del interior y puede arraigar en él 
transforma también el carácter» " .La transformación del 
carácter es, en definitiva, la meta de laciencia para el 
neohumanismo idealista. Ni siquiera se busca el conoci­
miento por el conocimiento mismo, sino por la formación 
del individuo. En este planteamiento subyace la idea de 
que el saber no es algo fijo y establecido, que a lo más *
" Wilhelm von Humboldt, «Über die innere und äussere Organisa- 
tion der höheren wissenschaftlichen Anstalten in Berlin», en Gesammelte 
Schriften, Berlin, 1903-1936, vol. X, päg. 253.
2 2 JOAQUÍN ABELLÁN
podría ser descubierto y recogido, sino que es una crea­
ción del sujeto que va estructurando por ese camino su 
conocimiento progresivo del mundo. La formación cientí­
fica se convierte así en una etapa de la formación general 
humana del individuo, en un elemento integrante de su 
proceso de autodesarrollo. La ciencia es, en definitiva, 
sabiduría. Y para que la ciencia cumpla estos objetivos, 
para que sea realmente sabiduría y forme el carácter del 
hombre, es preciso que no esté subordinada a utilidades o 
fines prácticos que la desviarían de aquellos objetivos. 
Esta «ciencia pura» no depende, por tanto, de sus posibi­
lidades de aplicación práctica n.
Un correlato de este concepto de ciencia y de su fun­
ción para la formación del individuo es la íntima unión 
que se produce entre ciencia y «concepción del mundo». 
La ciencia debía generar una «concepción del mundo», 
unos determinados valores o convicciones que orientaran 
y guiaran la vida personal del individuo. La ciencia debía 
suministrar desde ella misma, desde su propia realización 
como ciencia, los valores con que dirigir la propia vida 
personal. Este principio, sin embargo, es el que se somete 
a discusión a final del siglo XIX y en las primeras décadas 
del siglo XX a consecuencia del hecho de la especialización 
científica. Es este hecho de la creciente e imparable espe­
cialización de las ciencias el que lleva a poner en tela de 
juicio el concepto neohumanista de la ciencia pura como 
sabiduría. La mayor parte de los académicos alemanes de 
la época que transcurre entre 1890 y 1920 veían esta 
progresiva especialización de las ciencias como una ame­
naza no sólo contra la unidad de la ciencia como tal sino 
también como una amenaza contra esa integración tradi­
cional de ciencia y «concepción del mundo», de ciencia y 
vida, que permitía obtener de aquélla una guía y un senti­
do para la propia posición personal en el mundo. Este 12
12 Véase Joaquín Abellán, El pensamiento político de Guillermo von 
Humboldt, Madrid, 1981, esp. págs. 238-249.
INTRODUCCIÓN 2 3
hecho de la especialización situaba, en realidad, a los 
científicos y profesores alemanes ante un curioso dilema: 
por un lado, estaban participando de lleno en investigacio­
nes científicas especializadas que lograban un merecido 
renombre nacional e internacional; pero, por otro, no 
podían evitar la sensación de que estaban perdiendo algo 
vital, de que los ideales tradicionales respecto a la ciencia 
se estaban disociando de su práctica científica concreta. 
Esta situación les resultaba especialmente problemática, 
pues, a pesar de la evolución positivista seguida por am­
plios sectores científicos en las últimas décadas del si­
glo xix, había pervivido aquel viejo concepto de ciencia 
neohumanista e idealista. Estos académicos alemanes del 
cambio de siglo no sólo estaban experimentando en su 
quehacer profesional la fragmentación de los conocimien­
tos científicos sino también esa ruptura de la conexión 
entre la ciencia y los valores/convicciones existente ante­
riormente. En resumen, el antiguo concepto de la ciencia 
y de sus funciones entra en una profunda crisis: la visión 
de la «ciencia pura» no sometida a exigencias utilitaristas 
iba cediendo terreno irremisiblemente a la orientación 
instrumental y práctica del conocimiento científico y resul­
taba asimismo cada vez más problemático fundamentar 
científicamente las distintas opciones personales en cuan­
to a los valores supremos y básicos que actuaban como 
orientación para la vida personal '3.
Esta evolución del quehacer científico y la conciencia 
de la pérdida de su papel orientador para la vida personal 
genera también en esos mismos años un decidido rechazo 
de la ciencia. En numerosos círculos de intelectuales se 
extiende la idea de que la ciencia está en bancarrota, de 
que es incapaz de llegar a lo auténticamente humano, de 
acceder a lo que verdaderamente interesa al hombre. La 
«filosofía de la vida» (Lebensphilosophie) que se cultiva en
1! Véase Fritz K. Ringer, «Dos culturas académicas: Francia y Ale­
mania en torno a 1900», Revista de Educación, número extraordinario 
1989, págs. 135-156.
2 4 JOAQUÍN ABELLÁN
esa época, normalmente fuera de los ambientes académi­
cos, y la proliferación de círculos como el creado en torno 
a Stephan George son muy ilustrativos de esta situación 
de desconfianza y repulsa ante la ciencia. Para muchos de 
estos intelectuales la ciencia no conduce a un conocimien­
to de la auténtica realidad humana y creen, por el contra­
rio, que para acceder a la auténtica verdad del mundo y 
del hombre hay que caminar por otros caminos: a través de 
la poesía, la mitología, la intuición y la vivencia interior.
La posición de Weber
La conferencia de Weber La CIENCIA COMO p r o f e s ió n 
se hace eco de todos estos problemas que sin duda preo­
cupaban a muchos de los estudiantes que lo escuchaban, 
quienes estaban experimentando personalmente esa crisis 
de la idea tradicional de la ciencia como vehículo de for­
mación y desarrollo integral del individuo y que se resis­
tían a no seguir buscando, a pesar de todo, en la ciencia y 
en las instituciones científicas —en la universidad y en sus 
profesores— un fundamento sólido para sus creencias y 
convicciones en una época dominada por profundos en­
frentamientos entre diferentes orientaciones políticas y 
morales.
La cuestión central que plantea Weber en la conferencia 
gira en torno precisamente a la relación que quepa esta­
blecer entre la ciencia y los valores últimos que actúan 
como guías de la vida del hombre. Weber quiere clarificar 
lo que la ciencia y la profesión científica puede ofrecer 
realmente a ese respecto para que nadie se forje vanas 
ilusiones y esperanzas respecto a ella ni respecto a quienes 
la practican y enseñan. A la pregunta de qué significa la 
profesión del científico en la vida del hombre responde 
Weber desde la consideración de dos hechos fundamenta­
les de su época. El primero de ellos es la creciente espe- 
cialización de las ciencias y el segundo se refiere al hecho 
de que su época es una época caracterizada por la existen­
cia de distintos sistemas de valores enfrentados entre sí de
INTRODUCCIÓN 2 5
una manera irreducible. Desde ambos datos conjuntamen­
te expone Weber las limitaciones y las aportaciones de la 
ciencia como profesión.
La especialización de la ciencia es para Weber un dato 
de su situación histórica de la que uno no puede escapar. 
Esta especialización tiene como resultado que el trabajo 
del especialista no pueda lograr un conocimiento de la 
realidad total, no pueda obtener una visión del conjunto 
del hombre o del mundo. El trabajo científico especializa­
do está llamado, por su propia naturaleza, a ser superado 
constantemente. Ése es su destino y su meta: que los 
investigadores posteriores replanteen las cuestiones ante­
riores y avancen en el conocimiento. Pero precisamente 
por ello surge aquí la pregunta decisiva: ¿qué sentido tiene 
una ciencia así?, ¿por qué se hace algo que nunca llega al 
fin y que nunca puede llegar? Este progreso sin fin no da 
un sentido inmanente a la propia vida del hombre, pues su 
vida, como vida de hombre inmerso en la civilización, se 
halla en una corriente de progreso infinito, en un movi­
miento continuo que pasa por encima de él, que hace que 
la vida del hombre, cuando llega a la muerte, no haya 
podido llegar a su plenitud, pues nadie puede llegar a 
alcanzar la infinitud de ese proceso en el que se está 
inmerso y que no tiene fin. La muerte no es, por tanto,sinónimo de plenitud. Y si no se logra un sentido para la 
muerte tampoco lo hay para la propia vida civilizada que 
genera ese sinsentido de la muerte. Con este plantea­
miento, el novelista ruso Tolstoi, a quien~Weber se remite. 
varias veces a lo largo de la~contereñcia. concluye que la 
ciencia no tiene sentido, y no lo tiene porque no da res­
puesta a la umca pregunta importante para nosotros, la d¿ 
qué debemos hacer y cómo debemos vivir. Que la ciencia 
ncTda respuesta a esta pregunta basica y decisiva es tam­
bién para Weber algo realmente indiscutible, pero la cues­
tión está para él en saber en qué sentido no da ninguna 
respuesta y si, no obstante, podría aportar algo a quien se 
plantee adecuadamente la pregunta por el valor y sentido 
de la ciencia, es decir, si se busca en la ciencia lo que
realmente puede dar sin esperar de ella, por el contrario, 
lo que ella no puede ofrecer.
El segundo dato que toma en consideración Weber es 
el hecho de que su mundo contemporáneo es ya un mundo 
desmagificado, racionalizado. El proceso de racionaliza­
ción acontecido en Occidente, al explicar el mundo desde 
sí mismo, ha conducido finalmente a la afirmación de la 
existencia de distintas maneras de entender la vida y el 
mundo, distintos sistemas de valores en una situación de 
mutuo enfrentamiento y sin posibilidad racional alguna de 
superarlo. Hablando de manera metafórica, dice Weber 
que los numerosos dioses antiguos han salido de sus tum­
bas y que ahora, presentándose y actuando como poderes 
impersonales —no en la forma personal y mítica de los 
dioses antiguos—, entablan de nuevo una lucha eterna 
entre ellos: la vida «sólo conoce esta lucha entre aquellos 
dioses; o, dicho sin imágenes, sólo conoce la realidad de 
la incompatibilidad existente entre las distintas posiciones 
posibles acerca de la vida»l4. Esta oposición existente en­
tre los distintos valores supremos, entre los distintos «dio­
ses», y sin posibilidad de que se resuelva alguna vez ya 
había sido explicada por Nietzsche, al que Weber se remi­
te expresamente en La CIENCIA COMO PROFESIÓN. Desde 
Nietzsche y Baudelaire sabemos que algo puede ser bueno 
aunque no sea bello, e incluso algo puede ser bueno por 
no ser bello, o algo puede ser bello, no ya aunque no sea 
bueno, sino por no serlo. La verdad, la belleza, la bondad 
no sólo pueden no coincidTFenTa'réaliHad, sino que están 
enfrentadas normalmente entre sí. Y en esta realidad conmúi- 
tiples valores opuestos entre sí, con múltiples «dioses» en 
lucha continua entre sí, no es la ciencia quien domina sino 
el destino15, es decir, la ciencia no puede resolver esa lucha.
¿Qué puede ofrecer entonces la ciencia? La ciencia no 
puede suministrar el sentido y la orientación para la vida
2 6 JOAQUÍN ABELLÁN
“ Véase La ciencia como profesión, pág. 83. 
Is Véase La ciencia como profesión, pág. 78.
INTRODUCCIÓN 2 1
práctica, como sí ocurría en Platón o en el concepto neo- 
humanista de Bildung. Tampoco suministra el camino 
haría lo verdadero, hacia la autentica naturalezao-hacía 
Dios, com oocurria en los artistas del Renacimiento o en 
algunos científicos de"ta Edad~Moderna. No ofrece tam­
poco el acceso ¿TaTéllCidád. T a Nietzsche —de nuevo se 
refiere expresamente Weber a Nietzsche— había lanzado 
su demoledora crítica contra el «último hombre» que ha­
bía encontrado la felicidad y estaba satisfecho consigo 
mismo; ese «último hombre» —después de él tendría que 
venir otro tipo de hombre, el superhombre— era el hom­
bre en quien se había extinguido ya la potencia creadora 
del ser humano, el hombre que ya no es una tarea para sí 
mismo y que ha perdido toda fuerza para trascenderse a 
sí mismo16. ¿Qué es lo que realmente puede ofrecer la 
ciencia al hombre?
La ciencia, según Weber. anorta conocimientos sobre la 
técnica que, con su cálculo y posibilidades de previsión. 
domina la vida: anorta asimismo los métodos para pensar, 
pero sobre toao aporta ayuda y claridad a la hora de hacer 
el examen dé~conciencia sobre el sentido de nuestro pro-_ 
pió quehacer humano. La ciencia avuda a comprender 
cuáles son los valores o los «dioses» de un determinado 
sistema, avuda a saber que es necesario elegir entre los 
distintos sistemas de valores existentes y ayuda a clarificar 
la toma de posición personal frente a uno mismo y trente 
a lo que uno hace. Y Weber piensa que esto no es poco., 
realmente. Pero la ciencia, ciertamente —incluidas aquí la 
Historia, la Sociología, la bconomia política, la Teoría dgj 
Astado—, no da una respuesta a la cuestión basica de qué, 
debemos nacer y cómo debemos organizar nuestra vida? 
Esto seria tunción de un proteta o de un mesias, no ael
16 La exposición de Nietzsche sobre el «último hombre» se encuentra 
en el prólogo de Asi habló Zaratustra: «llega el tiempo en que el hombre 
dejará de lanzar la flecha de su anhelo más allá del hombre, y en que la 
cuerda de su arco no sabrá ya vibrar» (Nietzsches Werke, ed. Kxóner, 
Grossoktav-Ausgabe, vol. VI, pág. 19).
2 8 JOAQUÍN ABELLÁN
1
%
científico, no del profesor. La universidad, como institu­
ción de la ciencia, no es para Weber una institución que 
pueda ofrecer a sus estudiantes creencias y convicciones, 
posturas concretas ante la vida y el mundo. Ya en 1909 se 
había expresado Weber al respecto en los siguientes tér­
minos: «Las universidades no tienen que enseñar ni una 
concepción del mundo llcontrana al Estado” ni "a favor del 
Estado”, rio tienen que enseñar ninguna concepción del 
mundo. No son instituciones que tengan que dar una en­
señanza sobre las convicciones; analizan realidades v sus 
condiciones, susleyeT y situaciones v analizañconceptos 
y sus contenidos y sus presupuestos- lógicos. Pero, sin 
embargo, no ensenan ni pueden enseñar lo que se debe 
hacer, pues esto es un asunto de los juicios de valor per­
sonales básicos, de la concepción del mundo, que no es 
algo que se pueda “demostrar” como un teorema científi­
co» n. Sobre los valores no existe un conocimiento objeti­
vo: existe, por el contrario, una continua lucha en torno a 
la igualdad y la desigualdad, en torno a la libertad y el 
orden, el bien común y la justicia o en torno al poder. Y 
el sueño de algunos profesores de poder formular una 
tabla de valores derivada de la ciencia histórica o de una 
síntesis cultural le parece a Max Weber una mera ilusión. 
Le parece realmente una arrogancia el que la ciencia qui­
siera decidir la lucha existente en torno a esos valores 
supremos, esa «lucha entre los dioses». La ciencia n o 
puede establecer ni la validez ni la necesidad de losvaló- 
res, No~puede determinar que esos valores sean valiosos 
ni necesarios u obligatorios: «El destino de una cultura 
que ha probado del árbol de la sabiduría es tener que 
saber que no podemos deducir el sentido del acontecer del 
mundo desde los resultados de la investigación del mundo, 
por muy completa que ésta sea. Por el contrario, debemos 
ser capaces de crearlo por nosotros mismos. También 17
17 M. Weber, «Die Lehrfreiheit der Universitäten», Hochschul-Nach- 
richten, 19, 1909, pág. 90.
INTRODUCCIÓN 2 9
tiene que saber que los “ideales” nunca pueden ser el 
producto de un saber empírico progresivo. Y por lo tanto, 
que los ideales supremos que más nos conmueven, sólo se 
manifiestan en todo tiempo gracias a la lucha con otros 
ideales, los cuales son tan sagrados como los nuestros»18 19. 
Esta lucha entre distintos sistemas de valores debe decPt 
dirse en la conciencia del individuo y en la práctica (en la 
práctica política, por ejemplo). El individuo tiene que 
elegir autónomamente los valores que acepta como valo­
res-guía supremos de su vida. El científico, el profesor, 
puede ayudar a mostrar que si se adoptan tales o cuales
valores o principios habra que emplear tales y cuales me- / 
dios para realizarlos en la práctica. Y podra mostrar la 
necesidad de tener que elegir entre tal fin o tales mediosf 
pero más no puede hacer «en la medida en que quiera . 
seguir siendo un protesor v no un demagogo»..Elcientífi­
co no puede decir a nadie hacia dónde tiene que orientar 
su~~vida, pero puede ayudarte o debe ayudarle á «hacer 
examen de conciencia sobre el sentido último de sus pro-
Sias acciones» ‘f Si el protesoi* hace esto esta~sírviendo~al eber de crear claridad y sentido de la responsabilidad 
Junto a esta llamada al deber de honestidad intelectual 
—de clarificarse la propia posición y de ayudar a los otros 
en esa tarea—, Weber hace otra llamada al final de la 
conferencia La CIENCIA COMO p r o f e s ió n para que no se 
añore y se espere pasivamente la venida de nuevos profe­
tas que ofrezcan una «concepción del mundo» que dé 
sentido y orientación a la vida y obra del hombre. Frente 
a esta espera pasiva cree Weber que hay que tener la 
fortaleza de espíritu de mirar de frente al rostro de nues­
tro tiempo, una época «sin profetas y ajena a Dios»; hay 
que estar a la altura de las circunstancias y de las exigen­
cias de esta nuestra época. Y para ello lo que cuenta es el
“ M. Weber, La objetividad del conocimiento en las ciencias y la 
política sociales, en Max Weber, Sobre la teoría de las ciencias sociales, 
trad. cast., Barcelona, 1974, 2.' ed., págs. 15-16.
19 Véase La ciencia como profesión, pág. 83.
3 0 JOAQUIN ABELLÁN
«daimon», el espíritu creador de cada uno, que cada uno 
debe seguir. La objetividad de la ciencia, el postulado de 
una ciencia «libre de valores» no equivale a indiferencia 
moral, sino que constituye la base para la adopción de una 
decisión individual responsable, aunque no sea ésta una 
decisión científica.
La ciencia y la política
La_ ciencia no puede suministrar desde sí misma una. 
determinada posición política y no libera al hombre, pó f 
fanto.l?é"5trobti?acion de elegir entre los distintos-v-muT 
tiples sistemas de valores existentes v opuestos c nlrc-sí. 
¿Debe deducirse de aquí que la política sea puro decisio- 
nismo, que el conocimiento científico no aporte nada al 
político, al hombre de acción? 
f Para Weber está muy claro que la política no tiene 
cabida en las aulas académicas, pues una cosa es el análisis 
científico de la actividad política —del Estado y de los 
partidos— y otra diferente es la posición política concreta 
que un científico o profesor adopte. En la conferencia La 
/ CIENCIA COMO PROFESIÓN afirma que a un profesor se le 
puede exigir la honestidad intelectual de ver que son dos 
cosas diferentes la constatación de hechos y el dar una 
respuesta a la pregunta por los valores o por cómo haya 
de actuar en el Estado y en la sociedad20. De estas últimas 
cuestiones habla el profeta y el demagogo, pero cuando un 
\. hombre de ciencia se presenta con sus propios juicios de 
valor sobre la realidad histórica o política deja, según 
Weber, de comprender adecuadamente su objeto de inves­
tigación21. El profesor, como se ha dicho más arriba, no
20 Véase La ciencia como profesión, pág. 76.
21 Weber no apreciaba la obra ni la postura del historiador Dieter 
Schäfer, pues consideraba que sus últimos trabajos no eran resultado 
de una investigación científica seria. Véase Roger Chickering, Max 
Weber und Dietrich Schäfer, en Wolfgang J. Mommsen/Wolfgang 
Schwentker (eds.), Max Weber und seine Zeitgenossen, Göttingen, 1988, 
págs. 462-475, esp. págs. 474-475.
INTRODUCCIÓN 31--->
O _
5Íni
puede ser un profeta o un mesías. La ciencia está cierta­
mente fuera de la política diaria y de la lucha por el poder, 
pero esto no significa para Weber una separación tajante 
entre ciencia y política ni la afirmación de una política 
puramente decisionista. La ciencia social, en la medida en 
]ue investiga la realidad desde la perspectiva de su síyni- 
ícación para los hombres, puede anortar elementos im-
Sortantes para la propia conciencia social que el hombre eltcciófiTelI {TOlíflüó. podra aprovechar en su actividad 
profesional. Pero la opción por un sistema de valores, por 
una creencia que guie su vida, reside en otra esfera más' 
alliLdcl conocimiento científico. Sobre las características 
de la política v_ del político se ocupa Weber en la otra 
¿onlerencia que se edita en el presente volumen.
4. L a p o l ít ic a c o m o p r o f e s ió n
La segunda conferencia pronunciada por Max Weber 
ante los estudiantes de Munich, invitado por la asociación 
de estudiantes Freistudentischer Bund, se celebró el 28 de 
enero de 1919 y llevaba por título L a p o l ít ic a COMO 
PROFESIÓN. Weber reelaboró y amplió considerablemente 
su texto inicial para su posterior publicación en octubre 
de ese mismo año22.
Cuando Weber pronunció esa conferencia la situación 
política de Alemania, y de Baviera en particular, era muy 
problemática, como hemos visto en el apartado 2. En su 
conferencia, sin embargo, Weber no se ocupa directamen­
te de los acontecimientos políticos del momento ni tampo­
co pretende indicarles a los estudiantes que le escuchaban 
qué línea política habría que seguir en esa coyuntura, sino 
que analiza el contenido y especificidad de la actividad 
política de modo que ese análisis pueda servir de elemento 
de juicio para determinar cuándo alguien tiene realmente
22 «Politik als Beruf», en Geistige Arbeit als Beruf. Vier Vorträge vor 
dem Freistudentischen Bund, Zweiter Vortrag, Munich y Leipzig, 1919.
3 2 JOAQUÍN ABELLÁN
vocación para la política. Max Weber hace, efectivamente, 
una exposición sobre el político profesional —incluyendo 
amplias referencias a los modelos históricos de político 
profesional— con la intención de suministrar a sus oyentes 
la necesaria claridad para que éstos, a la vista de lo que la 
acción política es y de las cualidades que la profesión 
política requiere, puedan comprobar si efectivamente es­
tán llamados a la profesión de la política. El concepto de 
la política y del político que Weber desarrolla en la confe­
rencia constituye al mismo tiempo su respuesta a algunos 
planteamientos en torno al pacifismo y la revolución, fre­
cuentes en aquellos días y que partían, en el fondo, de una 
concepción idealizada de la política.
Concepción del Estado y de la política
Las reflexiones de Weber sobre la política como activi­
dad, y como actividad profesional, parten de una conside­
ración del Estado en la que éste viene definido desde un 
punto de vista sociológico, es decir, Weber no define al 
Estado por los fines a los que debería servir o por los 
contenidos concretos que tendría que realizar con su acti­
vidad, sino por el medio o instrumento específico que 
utiliza. Este medio específico del Estado es la fuerza, la 
violencia física, lo cual no quiere decir que sea el único 
medio que utilice el Estado o el medio normal, sino sola­
mente que es el medio característico y exclusivo del Estado.
La cuestión de los fines que tendría que realizar el 
Estado no entra en las consideraciones de Weber. Si se 
pregunta por los fines o por los contenidos que el Estado 
tendría que realizar no se llega a aislar lo específico del 
Estado. Según Weber, no existe prácticamente ninguna 
tarea que no haya sido acometida por el Estado o por 
aquellas formas de asociación política que han sido sus 
antecesores históricos, y tampoco existe ninguna actividad 
que haya pertenecido de manera exclusiva al Estado, pues 
las actividades que ha realizado el Estado han sido reali­
zadas también en algún momento o lugar por otro tipo de
INTRODUCCIÓN 33
asociación. Lo único que caracteriza con propiedad al 
Estado es el instrumento que utiliza para la realización de 
las distintas tareas o fines que pueda proponerse. Esta 
idea la expresa Weber en La política como profe­
sión 23, y está recogida asimismo en Economía y sociedad, 
donde dice Weber que «no es posible definir una agrupa­
ción política a través de la indicación del ñn de sus accio­
nes como agrupación... Por ello sólo se puede definir el 
carácter “político’* de una agrupación a través de los me­
dios ane no son únicamente propios de ella, pero que sí 
son específicos e imprescindibles para su ser: la fuerza 
(Gewaltsamkeit)»2*. Esta consideracióndel Estado a tra­
vés de su medio específico y exclusivo es la que se refleja 
en la conocida definición weberiana del Estado: «el Esta­
do es aquella comunidad humana que, dentro de un deter­
minado territorio, reclama para sí (con éxito) el monopolio 
de la violencia física legítima. Pues lo específico de nuestro 
tiempo es que a todas las otras asociaciones o individuos 
sólo se les concede el derecho a la violencia física en la 
medida en que el Estado, por su parte, lo permita: él es la 
única fuente del “derecho” a la violencia»25. Sólo es legí­
tima la violencia o fuerza ejercida por el Estado, no la 
ejercida por cualquier otro agente social, y al explicar esa 
legitimidad Weber lo hace explicando cómo los hombres 
obedecen, es decir, cómo aceptan y justifican internamen­
te ese sometimiento al Estado. Weber ofrece tres motivos 
diferentes de sometimiento y obediencia que dan origen a 
tres formas distintas de legitimar el poder o, lo que es lo 
mismo, a tres tipos de autoridad legítima26.
25 Véase La política como profesión, pág. 94.
24 Wirtschaft und Gesellschaft, ed. 1925, pág. 30.
25 La política como profesión, págs. 94, 101. Sobre la definición del 
Estado en Weber, véase Michael Zängle, Max Webers Staatstheorie im 
Kontext seines Werkes, Berlin, 1988, esp. págs. 11-27 y 221-249; Ignacio 
Sotelo, «La idea del Estado en Max Weber», Arbor, 539-540 (1990), 
págs. 29-50.
2t Véase Reinhard Bendix, Max Weber, trad. cast., Buenos Aires, 
1970, págs. 273-427.
3 4 JOAQUÍN ABELLÁN
Atendiendo a esa definición de la legitimidad, el Estado 
es para Weber básicamente una relación de poder o de 
dominación. Y desde aquí entiende la política como la 
lucha por el poder, como la lucha para participar en el 
poder o influir sobre la distribución del poder, sea entre 
distintos grupos dentro de un Estado o sea entre los dis­
tintos Estados21. La política no nuede ser para Weber la. 
realización de un «bien común» previamente establecido 
como el fin al que el Estado debiera tender, pues los fines 
del Estado no pueden establecerse con carácter determi­
nado, sino~que la política es una lucha oo^valoreso. 
intereses diferentes que se encuentran entre si en una 
situación de antagonismo v colisión, v cuva coexistencia 
en la realidad no se nuede eliminar noria vía de estable ̂
cerlos desde una base científica. Los valores y los fines del 
Estado no se pueden determinar científicamente. El con­
cepto weberiano de la política como lucha, con su impli­
cación de valores e intereses plurales y en conflicto entre 
sí, niega la legitimación de un solo grupo social a fijar y 
realizar lo correcto políticamente27 28. 
s* Weber desarrolló esta idea de la política como lucha 
por el poder en el marco de su crítica al régimen burocrá­
tico del Imperio alemán, contraponiendo abiertamente la 
figura del político a la del funcionario29. El político requiA 
re unas cualidades para la lucha por el poder que no se le\ 
exigen al funcionario, y la selección de los políticos precisa | 
de unas instituciones que no tenía el régimen burocrático. I 
En «Parlamento y Gobierno en una Alemania reorganiza- /
27 La política como profesión, págs. 95, 102.
Esta concepción de la política como lucha por el poder ha llevado 
a situar a Weber en las coordenadas del pensamiento de Hobbes (así, por 
ejemplo, A. Bergstrásser, «Max Webers Antrittsvorlesung in zeitges- 
chichtlicher Perspektive», Vierteljahreshefte fü r Zeitgeschichte, 5 (1957), 
págs. 209 y sigs ), mientras que Hennis, sin embargo, lo sitúa en las 
coordenadas de Maquiavelo, Rousseau, Tocqueville (Wilhelm Hennis, 
Max Webers Fragestellung, Tübingen, 1987, pág. 235).
29 Véase «Parlamento y Gobierno en una Alemania reorganizada» 
en Max Weber, Escritos políticos, Madrid, 1991, esp. cap. 3.
INTRODUCCIÓN SS
da» (1918) exigía Weber la parlamentarización del sistema 
político para que un Parlamento fuerte, desde donde se 
formara el Gobierno, pudiera ser el lugar de selección de 
los líderes políticos. En La POLÍTICA COMO PROFESIÓN se 
refiere de nuevo a las cualidades del político y las detalla 
y hace hincapié en el dato fundamental de la política, es 
decir, la utilización de la violencia legítima, de donde se 
deriva la peculiaridad que presenta la relación entre la 
ética y la política.
Tres son las cualidades que Weber considera decisivas 
para el político: en primer lugar, la pasión, en el sentido 
de entrega a las cosas, a una causa7La pasión es enemiga de 
la v a n id a d , q u e n n tonta en cuenta a las cosas sino que 
se recrea en el puro goce personal del noder en vez de 
poneflo al servicio de las cosas o de la «causa». Pero la 
pasión, la entrega apasionada a la lucha por el poder, tiene 
ue ir acompañada simultáneamente de una capacidad de 
istanciamiento respecto a las cosas v a las personas, de 
un ciérro ino sentido de la distancia, que le dará al político 
la tercera cualidad: el tomar en cuenta la realidad tal como 
es, el sentido de la responsabilidad, el ser consciente de las 
consecuencias de las propias acciones, aue dehe guiar 
toda la actividad política. La lucha por el poder, la ambi­
ción de poder, que para Weber constituye el medio inelu­
dible de la política, las entiende él volcadas hacia las cosas, \ 
hacia la «causa», hacia los demás. La peor deformación 1 
de la lucha por el poder es para Weber la adoración del I 
poder como tal, la complacencia vanidosa en el sentimien- i 
to del poder30. Por otro lado, la lucha por el poder en el 
Estado implica la utilización de la violencia legítima; quien 
opera con el poder y con la violencia como sus instrumen­
tos de acción «firma un pacto con los poderes diabólicos» 
y sabe que de sus acciones pueden derivarse resultados 
que no quería o que no había previsto. Y es aquí donde se
J0 V éase L a p o lít ic a co m o p ro fe s ió n , p ágs. 146-147.
3 6 JOAQUÍN ABELLÁN
plantean las paradojas morales de la profesión política, de 
las que se ocupa Weber en la parte final de La POLÍTICA 
COMO PROFESIÓN.
La ética de la profesión política
Uno de los problemas centrales de que se ocupa Weber 
en LA p o l ít ic a c o m o p r o f e s ió n es precisamente el de la 
relación existente entre la política y la ética. Weber se 
pregunta si no tienen nada que ver entre sí o si existe una 
sola y misma ética que regule todas las distintas situacio­
nes personales y profesionales de los hombres o si, por el 
contrario, existe una ética específica para la actividad polí­
tica que tome en cuenta el hecho específico de que ésta 
opera con el poder y con la violencia que está detrás de él.
En la exposición de este problema Weber distingue dos 
tipos de ética, una de las cuales será considerada por él 
como la específica del político, y concretamente del polí­
tico democrático. Estas dos éticas por las que puede orien­
tarse una acción son la «ética de las convicciones» (Gesin- 
nungsethik) y la «ética de la responsabilidad» (Verantwor- 
tungsethik). La «etica de las convicciones» o ética de los 
principios mueve al individuo a realizar sus acciones^ en 
persecución de determinados valores o ideales de una 
manera absoluta, sin condiciones, con independencia de 
las posibilidades reales que tengan esos ideales de concre- 
tizarse en una situación social determinada e independien­
temente asimismo ae las tormas que tenga que revestir la. 
acción para intentar lograrlo. El actor se siente totalmente 
uJenuncacio con sus principios o ideales y plenamente 
convencido de ellos, y lo que pretende con sus acciones es 
prácticamente mostrar la validez absoluta que esos ideales 
tienen para él. La fe absoluta en estos ideales o valores 1? 
puede llevar, incluso, al sacrificio de su propia persona en 
aras de esos ideales. En LA POLÍTICA c o m o p r o f e s ió n 
discute Weber varios ejemplos de acciones guiadas por 
este tipo de ética, que tienen siempre que ver con agentes 
revolucionarios o con pacifistas que se inspiran en la mo-
INTRODUCCIÓN 3 7
ral del Evangelio. En un pasaje ilustra la «éticade las 
convicciones» con la referencia a un sindicalista tan abso­
lutamente convencido de sus ideales revolucionarios y 
tomado por ellos que realiza sus acciones sin tomar en 
consideración que los resultados de su misma acción pro­
ducirán con toda probabilidad un incremento de la reac­
ción política y el consiguiente empeoramiento de la situa­
ción de la clase obrera; si se producen estos resultados 
malos el sindicalista, según Weber, no se considerará res­
ponsable de ellos, sino que culpará de ellos al mundo o a 
la estupidez de los hombres. También en la defensa del 
pacifismo encuentra Weber un ejemplo de esta «ética de 
las convicciones» que no toma en cuenta los resultados de 
las propias acciones. La aplicación concreta a la realidad 
de esa «lógica del amor» del pacifismo tendría como con­
secuencia, piensa Weber, que los pueblos que estaban 
haciendo la guerra pensarían que la guerra toda ha sido 
absurda y que han estado haciendo algo para nada. La paz 
en esas condiciones sería para esas gentes una expresión 
de indignidad, es decir, algo que no sería buenamente 
aceptado, con lo que, al final, la que quedaría desacredi­
tada sería la paz y no precisamente la guerra. Ahí ve 
Weber un ejemplo concreto de cómo una acción guiada 
solamente por una fuerte convicción —eliminar la guerra- 
puede generar un resultado no sólo no querido sino total­
mente opuesto a lo pretendido. —
La «ética de la resnonsabilidad», por el contrario, se 
basa"en la evaluación de las consecuencias de las propias 
á&róffésHET actor que se guie poTEStr-tifio de ética toma 
Ón con sideración los electos que previsiblemente van a 
tener susaccioneyEáiito los efrntns queridos como 1o s jiq _ 
queridos, siendo plenamenteconsciente de que no 
dad que del bien, de las buenas intenciones, sólo pueden, 
resultar cosas buenas? ’ " ^
Aunque ambos tipos de ética se encuentran entre sí en 
una contraposición irresoluble, no quiere decir esto que la 
«ética de las convicciones» signifique falta de responsabi­
lidad ni que la «ética de la responsabilidad» sea idéntica a
3 8 JOAQUÍN ABELLÁN
falta de convicciones o principios. Es más, en un pasaje de 
L a p o l ít ic a c o m o p r o f e s ió n , donde Weber se refiere 
directamente a la vocación para la política, ambos tipos 
de ética aparecen como complementarias31. El político 
profesional, a quien, según Weber, corresponde específi­
camente la «ética de la responsabilidad», opera también 
con ciertos elementos de la «ética de las convicciones» al 
lanzarse a la política y al presentar sus objetivos políticos 
a sus seguidores como algo imprescindible o incondicio­
nal. Pero las diferencias entre ambos tipos de ética le 
parecen totalmente claras a Weber. Quien actúa siguiendo 
sus convicciones absolutas sin tomar en consideración los 
resultados de sus acciones no está tolerando, en realidad, 
la irracionalidad ética del mundo, no quiere aceptar que 
en el mundo reinan muchos valores, muchos «dioses», y 
que la existencia de esa pluralidad de sistemas de valores 
constituye precisamente el destino de su época, como dice 
Weber en L a c ie n c ia c o m o p r o f e s ió n . Quien se guíe 
por una ética de convicciones es un «racionalista» extra- 
mundañoljue no acepta la realidad del mundo, un mundo 
3o minado poruña pluralidad de valores o ideales', muy 
(listintos~los unos de los otros v en una continua lucha 
.entre sí. Quien quiera actuar en la vida política debe saber. 
poreTcontrario, que la lucha por el poder implica la 
utilización de la violencia como su medio específico y que7 
por tanto, está entregado a sus propias consecuencias. 
Algunas de las tareas que tiene que atender la política sólo 
se pueden cumplir con la violencia, y de esto debe ser 
consciente quien quiera hacer de la política su profesión. 
Hacer política, por tanto, es pactar con este medio y saber 
ser responsable de las consecuencias que la utilización de 
ese medio puede generar.
La crítica de Weber a que la actividad política se guíe 
por una ética de convicciones está basada, por tanto, en 
la consideración, por un lado, de que la moral cristiana
!l V éase L a p o lít ic a co m o p ro fe s ió n , p ágs. 162-163.
INTRODUCCIÓN 3 9
predica la no violencia y el poner la otra mejilla y de que 
esa moral es tajante en sus planteamientos; no cabe la 
violencia. O se es cristiano y no se utiliza la violencia o se 
usa la violencia. No cabe término medio. Y la política, por 
el contrario, implica la utilización de la fuerza. Por otro 
lado, ese rechazo de la ética de las convicciones en el 
desarrollo de la actividad política parte del hecho de que 
en ésta se producen a veces efectos no queridos, no pre­
tendidos. Weber se refiere en concreto a los casos ya 
mencionados del pacifismo y de la cuestión de la culpabi­
lidad en el desencadenamiento de la primera guerra mun­
dial. En esta última cuestión cree Weber que una investi­
gación no seria puede conducir a un descrédito de la 
propia nación y de su honor, obteniéndose así un resulta­
do muy distinto del pretendido. Por el mismo motivo 
rechaza Weber a los revolucionarioscle su época. A éstosT 
que utilizan la violencia para la consecución de sus fines, 
también los interpreta él como seguidores de una ética dé 
convicciones, núes quieren conseguir sus fmeslncondicio-' 
nalmente, sin medir tampoco las consecuencias de sus 
acciones. Weber piensa oue esos fines no pueden legitimar 
los medios utilizados. No se pueden determinar o estable­
cer fines absolutos ni se puede llegar a determinar si un 
fin, y cuándo, legitima los medios que se emplean para 
conseguirlo. Para Weber, es totalmente falso afirmar que 
de un fin bueno sólo puede salir algo bueno. Del bien ha 
salido el mal y del mal el bien; el mundo es irracional! 
desde el punto de vista moral. —
La naturaleza de la política profesional tal como la 
dibuja Weber está en abierta tensión y contraposición con 
el ideal cristiano del amor y con los ideales del socialismo 
o del pacifismo internacional. Weber había hablado sobre 
este punto en numerosas ocasiones con estudiantes que 
defendían esas posiciones y que se veían impulsados a 
participar en la actividad política para realizar sus princi­
pios y convicciones más íntimas. Algunos de estos estu­
diantes, Toller, por ejemplo, se habían manifestado inclu­
so repetidas veces contra la necesidad de políticos pro-
4 0 JOAQUÍN ABELLÁN
fesionales para la vida política y se habían declarado a 
favor de realizar una política en la que lo decisivo fueran 
las convicciones, los principios. Weber no sólo no alienta 
esos planteamientos sino que les muestra crudamente que 
la política es una lucha por el poder en un mundo en el 
que existe una pluralidad de sistemas de valores, plurali­
dad que no puede ser eliminada por ningún valor con 
pretensiones de ser absoluto, Weber insiste asimismo en 
la consideración de que el uso de la violencia implica 
realmente un pacto con sus poderes diabólicos e inexora­
bles, por lo que intentar realizar la actividad política con 
una étíca~de convicciones Püe'de conducir a que aquellos 
valores supremos que se quieren llevar a la práctica siF 
fran, paradójicamente, un daño y un descrédito irreplT 
rabie. ' ~ “
La crítica de Weber a la ética de las convicciones en el 
desarrollo de la acción política no pretende, sin embargo, 
una desmotivación para la política. Antes por el contrario, 
su exposición de la política como actividad profesional 
aspira a servir de piedra de toque para apreciar si uno 
tiene auténtica vocación política. Si, por un lado, Weber 
presenta una imagen de la profesión política alejada de 
cualquier idealización, por otro reconoce plenamente la 
necesidad de una fuerte convicción, de un ideal, para 
lanzarse a la acción a pesar de todo, aun con el riesgo de 
«no salvar el alma». La luterana afirmación «no puedo 
hacerlo de otra manera; aquí estoy yo», que Weber recoge 
en este contexto, ilustra con total claridad este propósito. 
Es precisamente en este punto dondese complementan 
para Weber los dos tipos de ética, la de las convicciones 
y la de la responsabilidad, pues la política, que se hace 
ciertamente con la cabeza, es algo más que cabeza32.
32 V éase L a p o lít ic a co m o p ro fe s ió n , p ág s . 146, 162.
BIBLIOGRAFÍA
O b r a s d e M a x W e b e r
Desde 1984 se encuentra en curso la edición de las 
obras completas: Max Weber Gesamtausgabe, ed. por 
Horst Baier, M. Rainer Lepsius, Wolfgang J. Mommsen, 
Wolfgang Schluchter y Johannes Winckelmann, Tübin­
gen, 1984 y sigs. La edición consta de tres series: I, Schrif­
ten und Reden (Escritos y discursos); II, Briefe (Cartas); 
III, Vorlesungen (Lecciones).
Las obras más importantes son las siguientes:
Wirtschaft und Gesellschaft. Grundriss der verstehenden 
Soziologie (1922), 4.a ed. preparada por J. Winckel­
mann, Tübingen, 1956.
Existe trad. cast. Economía y Sociedad, México, FCE, 
1964.
Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie, 3 vols., Tü­
bingen, 1920-1921.
Existe trad. cast. Ensayos sobre sociología de la religión, 
Madrid, 1984, 1987, 1988.
Gesammelte politische Schriften (1921), ed. de J. Winckel­
mann, Tübingen, 1985...
Existe trad. cast. de algunos de los escritos contenidos en 
este volumen:
— «El Estado nacional y la política económica», y
4 2 BIBLIOGRAFÍA
— «Parlamento y Gobierno en una Alemania reorganiza­
da. Una crítica política de la burocracia y de los parti­
dos», en Max Weber, Escritos políticos, ed. J. Abellán, 
Madrid, Alianza, 1991, págs. 63-100 y 101-300, respec­
tivamente.
— La edición de Max Weber, Escritos políticos, México, 
1982, 2 vols., preparada por J. Aricó contiene varios de 
los escritos reunidos en la edición alemana.
Gesammelte Aufsätze zur Wissenschaftslehre (1922), ed. de 
Tübingen, 1985, 6.a ed.
Existe trad. cast. de algunos de los doce trabajos que 
contiene el volumen:
— «Roscher y Knies y los problemas lógicos de la escuela 
histórica de economía», en Max Weber, El problema de 
la irracionalidad en las ciencias sociales, Madrid, 1985, 
págs. 3-173.
— «La objetividad del conocimiento en las ciencias y la 
política sociales», en Max Weber, Sobre la teoría de las 
ciencias sociales, Barcelona, 1974, 2.a ed., págs. 5-91.
— «Estudios críticos sobre la lógica de las ciencias de la 
cultura», en Max Weber, Ensayos sobre metodología 
sociológica, Buenos Aires, 1973, págs. 102-173.
— «Teoría de la utilidad marginal y la “ley fundamental 
de la psicofísica”», en Max Weber, El problema de la 
irracionalidad en las ciencias sociales, Madrid, 1985, 
págs. 174-192.
— «Sobre algunas categorías de la sociología comprensi­
va», y «El sentido de la “neutralidad valorativa” de las 
ciencias sociológicas y económicas», en Max Weber, 
Ensayos sobre metodología sociológica, Buenos Aires, 
1973, págs. 175-221 y 222-269, respectivamente.
— «La ciencia como vocación», en Max Weber, El político 
y el científico, Madrid, 1972, 3.a ed., págs. 180-231.
Gesammelte Aufsätze zur Soziologie und Sozialpolitik 
(1924), ed. Marianne Weber, Tübingen, 1924.
Existe trad. cast. de los siguientes escritos contenidos en 
el volumen:
BIBLIOGRAFÍA 4 3
— La bolsa: introducción al sistema bursátil, Barcelona, 
1987.
— «El socialismo», en Marx Weber, Escritos políticos, 
ed. J. Abellán, Madrid, 1991, págs. 301-349.
(En preparación la trad. «Zur Psychophysik der industrie­
llen Arbeit» en Editorial Trotta, Madrid.)
Gesammelte Aufsätze zur Sozial- und Wirtschaftsgeschich­
te, ed. Marianne Weber, Tübingen, 1924.
Existe trad. cast. de los siguientes escritos:
«La decadencia de la cultura antigua», Revista de Occiden­
te, 13 (1926), págs. 25-29.
Existe trad. cast. de otras obras no mencionadas ante­
riormente:
— Historia económica general, México, FCE, 1964. (Wirts­
chaftsgeschichte von Max Weber. Abriss der universalen 
Sozial- und Wirtschaftsgeschichte, Aus den nachgelass­
e n Vorlesungen, ed. por S. Hellmann y Dr. M. Palyi, 
Munich y Leipzig, 1923; 3.a ed. revisada y completada 
por J. Winckelmann, Berlin, 1958.)
— «La situación de los trabajadores agrícolas de la Ale­
mania al este del Elba. Visión general», Revista Espa­
ñola de Investigaciones Sociológicas, 49 (1990), 
págs. 233-255. (Es un fragmento de «Die Verhältnisse 
der Landarbeiter im ostelbischen Deutschland», en 
Schriften des Vereins für Sozialpolitik, vol. 55 [Die Ver­
hältnisse der Landarbeiter in Deutschland], Leipzig, 
1892.)
So b r e s u v id a y s u c o n t e x t o in t e l e c t u a l
Marianne Weber, Max Weber. Ein Lebensbild (1926), Tü­
bingen, 1984, 3.a ed.; W. J. Mommsen/W. Schwentker 
(eds.), Max Weber und seine Zeitgenossen, Göttingen, 
1984. En la ultima década ha cobrado especial impor­
tancia la investigación de las relaciones entre Weber y 
Nietzsche. Sobre este punto: Robert Eden, f° jf: ica 
Leadership and Nihilism: A Study o f Weber and le zs-
4 4 BIBLIOGRAFÍA
che, Gainsville, 1984; Wilhelm Hennis, Max Webers 
Fragestellung, Tübingen, 1987, especialmente cap. 4 
(existe trad. cast. del cap. 1, «El problema central de 
Max Weber», en Revista de Estudios Políticos, 33 
(1983), págs. 49-99, y del capítulo 2, «El tema de Max 
Weber», en C. Iglesias (comp.), Política y pensamiento. 
Homenaje a Luis Diez del Corral, Madrid, 1987, vol. II, 
págs. 9-54); S. Lash / S. Whimster (eds.), Max Weber, 
Rationality and Modernity, Londres, Alíen & Unwin, 
1987.
So b r e s u p e n s a m ie n t o p o l ít ic o
W. J. Mommsen, Max Weber und die deutsche Politik, 
Tübingen, 1974, 2.a ed. W. J. Mommesen, Politik und 
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Max Weber heute, Frankfurt, 1989, págs. 515-542. 
W. J. Mommsen, Max Weber: sociedad, política e histo­
ria, (1974), trad. cast., Buenos Aires, 1981. D. Beet- 
ham, Max Weber y la teoría política moderna (1974), 
trad. cast., Madrid, 1979.1. Sotelo, «La idea del Estado 
en Max Weber», Arbor, 539-540 (1990), págs. 29-50. 
J. J. R. Thomas, «Weber and direct democracy», The 
British Journal o f Sociology, 35 (1984), págs, 216-240. 
J. Abellán, «Max Weber en la evolución del liberalis­
mo alemán», Arbor, 539-540 (1990), págs. 85-100. 
J. M. González, «Crítica de la teoría económica de la 
democracia», en J. M. González/F. Quesada (coords.), 
Teorías de la democracia, Barcelona, 1988, pági­
nas 311-353. J. Abellán, «Estudio preliminar», en Max 
Weber, Escritos políticos, Madrid, Alianza, 1991, 
págs. 7-59.
So b r e e l c o n t e x t o h is t ó r ic o
El período histórico en el que surgen y se publican los 
escritos de Weber que se reúnen en este libro está 
marcado por el fin de la guerra, la revolución de no-
BIBLI0 GR.4FÍA 4 5
viembre de 1918 y el nacimiento de la República de 
Weimar. En la edición de fuentes para el estudio de la 
época destacan los volúmenes publicados por la Comi­
sión para la Historia del Parlamentarismo y de los Par­
tidos Políticos de Bonn (Kommission für Geschichte 
des Parlamentarismus und der Politischen Parteien). 
Dentro de la serie «Von der konstitutionellen Monar­
chie zur parlamentarischen Republik» se han publicado 
los siguientes volúmenes de fuentes: Die Regierung des 
Prinzen Max von Baden, preparada por Erich Matthias 
y Rudolf Morsey, Düsseldorf, 1962; Die Regierung der 
Volksbeauftragten 1918/19, con intr. de E. Matthias y 
preparada por Susanne Miller con la colaboración de 
Heinrich Potthoff, Düsseldorf, 1969; Die Regierung 
Eisner 1918/19. Ministerratsprotokolle und Dokumente, 
introd. y preparación de Franz J. Bauer, Düsseldorf, 
1987.
Estudios sobre la fase de fundación de la República de 
Weimar: Erich Matthias, Zwischen Räten und Geheim­
räten. Die deutsche Revolutionsregierung 1918/19, Düs­
seldorf, 1970; Eberhard Kolb, Die Arbeiterräte in der 
deutschen Innenpolitik 1918 bis 1919, Düsseldorf, 1962; 
E. Kolb (ed.), Vom Kaiserreiche zur Weimarer Republik, 
Köln, 1972; Peter von Oertzen, Betriebsräte in der No- 
vemberrevotion, Düsseldorf, 1963; Ulrich Kluge, Solda­
tenräte und Revolution. Studien zur Militärpolitik in 
Deutschland 1918/19, Göttingen, 1975; Reinhard

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