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Arbitrariedade dos Signos Linguísticos

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U.B.A. 
C.B.C. Sede 7 “Alberto J. Fernández” (Ramos Mejía) 
SEMIOLOGÍA MARAFIOTI 
Junio 2020. Semana 5 (1 de junio) 
 
 
Hola, ciao, salut, hello, yassou, ni hao, namaste, jambo, schalom, konnichiwa… y 
podríamos seguir saludando de 
muchas otras formas. Lo 
importante es que sepan que 
celebramos estos encuentros 
(aunque sean a distancia) y 
esperamos que el estudio esté 
ayudando a sobrellevar mejor 
la situación. 
Esta semana vamos a seguir 
acompañando la lectura del 
capítulo 1 de la Primera parte 
del Curso de lingüística general 
de F. de Saussure (“Naturaleza 
del signo lingüístico”). ¿Qué les 
parece si empezamos? 
 
 
 
Para Saussure, uno de los caracteres fundamentales del signo es la arbitrariedad. Así, 
dispone que el primer principio del signo es este: la relación que se establece entre el 
significado y el significante es arbitraria. Esto es: inmotivada, no hay ninguna razón 
por la que a determinada imagen acústica le corresponda determinado concepto. La 
idea de “sur”, ejemplifica, no se liga por ningún motivo particular a la serie de sonidos 
s-u-r que implica su significante. Esta idea podría ser representada por cualquier otra 
cadena de sonidos. Prueba de ello es la existencia de diferentes lenguas, nos dice 
Saussure. Si hubiera una razón por la que a determinada idea le corresponde 
determinada concurrencia de sonidos, todos hablaríamos el mismo idioma. Sin ir más 
lejos, no habríamos podido iniciar este documento con tantos saludos diferentes. 
Habría una única cadena de sonidos que significaría “hola” en todos los puntos del 
planeta. 
¿Y cómo se determinan entonces, si esa relación es arbitraria, los signos de una 
lengua? Por convención, por una costumbre colectiva, heredamos los signos 
lingüísticos de las generaciones que nos preceden. 
LOS DOS PRINCIPIOS DEL SIGNO: 
ARBITRARIEDAD Y LINEALIDAD 
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Y una vez dado el signo, una vez recibido como acervo lingüístico, no podemos 
cambiarlo 
deliberadamente. 
Porque hacerlo 
implicaría cambiar las 
reglas del juego y en 
ese caso los jugadores 
(los hablantes) no 
sabríamos cómo 
jugarlo. No podríamos 
entendernos unos a 
otros. 
También hay que tener 
en cuenta algo que 
veremos con más 
detalle en el siguiente 
apartado: la 
arbitrariedad del signo 
es radical en algunos 
casos y relativa en 
otros. Saussure señala 
que solo una parte de 
los signos es 
absolutamente 
arbitraria. Da como 
ejemplo el caso del 
signo cien, que es 
inmotivado, frente al 
signo diecinueve que 
no lo es tanto: “Tomados por separado, diez y nueve están en pie de igualdad con cien, 
pero diecinueve presenta un caso de motivación relativa” (de Saussure, 1945: 155). De 
cualquier modo, como Saussure analiza la lengua desde la lengua misma, la relativa 
arbitrariedad de algunos signos no se vincula con ningún elemento externo. Para él, es 
la lengua misma la que motiva ese lazo. 
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Hay dos objeciones, anticipa Saussure, que podrían hacérsele al principio de la 
arbitrariedad: las onomatopeyas y las exclamaciones. En el caso de las primeras, que 
pueden definirse 
como la 
reproducción más o 
menos exacta de 
ciertos sonidos (toc 
toc, pum, bzz), por 
un lado no son 
suficientemente 
numerosas dentro 
del sistema de la 
lengua y por el otro 
no dejan de ser 
expresiones tan 
convencionales 
como las demás. 
Prueba de ello es la 
existencia de 
diferentes 
onomotopeyas que 
representan los 
mismos sonidos en 
diferentes lenguas: 
el ladrido del perro 
(que ladra igual en 
cualquier lugar del 
mundo) en español es guau; en inglés, woof; en turco, hau; en italiano, bau; en 
coreano, meong; en francés, ouah. En otras palabras, el sonido que se le atribuye a ese 
ladrido no es objetivo ni universal sino el resultado fortuito de una evolución fonética. 
En cuanto a las exclamaciones, Saussure ofrece un argumento similar. Aunque en 
primera instancia podemos pensar que son expresiones espontáneas que enunciamos 
ante determinada situación o sentimiento, sin poder evitarlo, la no equivalencia entre 
las lenguas (en español, ¡ay!; en inglés, ouch!; en alemán, au!) dan cuenta de que no 
hay un lazo necesario entre significado y significante. También las hemos heredado 
como el resto de los signos y mayormente comenzaron siendo expresiones con un 
sentido diferente. 
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Negroni y Gelbes1 proponen como ejemplo de este caso, en el estudio preliminar a la 
edición de Akal, la exclamación ¡hostias! que derivó en el eufemismo ¡ostras! que 
aunque en sus orígenes tenía un carácter blasfemo para los creyentes, hoy día puede 
expresar asombro y admiración. 
El segundo principio que Saussure propone 
para reconocer el signo es el carácter lineal 
de su significante. Al ser este de naturaleza 
auditiva, se desarrolla y adopta los caracteres 
que tiene el tiempo: representa una 
extensión que es mensurable en una sola 
dimensión, es una línea. Sus elementos 
forman una cadena, se presentan uno tras 
otro. Y lo mismo ocurre con el signo escrito, 
aunque en este caso el significante se 
desarrolla en el espacio. Los grafemas (las 
letras de una palabra) no pueden superponerse porque esto haría imposible la lectura. 
Este principio, que a primera vista puede parecer una obviedad, va a propiciar análisis 
más profundos. De él partirá Saussure para pensar, por ejemplo, en la noción de 
sintagma y las relaciones que suscita, tema que va a desarrollar (en contraposición a 
las relaciones paradigmáticas o asociativas) en el capítulo 5 de la Segunda parte del 
libro cuya lectura estamos compartiendo en estos días. 
 
 
Sol Silvestre 
 
 
 
 
 
 
 
Ferdinand de Saussure tiende a organizar las distintas entidades de la lengua en 
oposiciones o binarismos. La distinción en el signo entre significado y significante es 
una de ellas, pero hay muchas otras: lengua-habla, concepto-imagen acústica, 
motivado-inmotivado, diacronía-sincronía, sintagma-paradigma, y la enumeración 
podría seguir. En esta oportunidad ampliaremos el desarrollo de uno de los principios 
 
1
 Saussure, Curso de lingüística general, Akal, Buenos Aires, 2018. 
 
ARBITRARIEDAD, MOTIVACIÓN E INMOTIVACIÓN. 
¿POR QUÉ “SIGNO” Y NO “SÍMBOLO”? 
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del signo lingüístico, la arbitrariedad, y veremos más en detalle la diferencia entre los 
signos motivados e inmotivados. 
Saussure distingue entre signos arbitrarios (o inmotivados) y signos a los que 
denomina “naturales” (o motivados). Los signos arbitrarios son signos en los que la 
relación entre el significado y significante es estrictamente convencional. La asociación 
en estos casos no responde a ningún otro motivo más que al uso común fijado en un 
determinado sistema e internalizado por los miembros de una comunidad. La mayor 
partede los signos lingüísticos son arbitrarios. 
Otros signos, en cambio, se caracterizan porque la relación entre significante y 
significado encuentra una justificación o una razón. En la pantomima o en los símbolos, 
el significado contrae con el significante una relación basada en la semejanza y, por 
consiguiente, esa relación está motivada. 
Si bien Saussure los denomina en varias oportunidades como “signos naturales”, el 
empleo del término “natural” para referirse a los signos (sin importar cuál sea) es 
controversial en la medida en que todas las formas de expresión se asientan en hábitos 
colectivos (el hábito de asociar una misma idea con un determinado sonido, color, 
gesto o imagen) y forman parte de la cultura de una comunidad. 
En este sentido –y a pesar de la oposición en apariencia tajante entre los signos 
inmotivados y los motivados- se observa cierta gradualidad en el abordaje de Saussure 
de este principio: hay signos lingüísticos que no son completamente arbitrarios (como, 
por ejemplo, las onomatopeyas o el número diecinueve) y signos cuyas motivaciones 
son claras pero que, como vimos, se fundan además en prácticas y costumbres 
comunitarias. 
Veamos algunos signos motivados. Un dibujo de una cama manifiesta la idea de cama 
al reproducir gráficamente sus características fundamentales. La pantomima imita los 
gestos, movimientos y acciones implicados en una determinada experiencia o situación 
para significar la idea de esa experiencia. Algo similar ocurre con el símbolo. Desde la 
perspectiva de Saussure, el símbolo nunca es del todo arbitrario sino que mantiene 
con el concepto una relación justificada: “no está vacío, hay un rudimento de lazo 
natural entre el significante y el significado. El símbolo de la justicia, la balanza, no 
podría ser reemplazado por cualquier otro, por un carro, por ejemplo” (de Saussure 
1945: 94). 
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Los significantes justicia, justice, gerechtigkeit implican el mismo concepto y ninguno 
de ellos expresa mejor la “justicia” que otro porque los tres son igualmente arbitrarios. 
Entre la imagen de la balanza (que sopesa las faltas y los aciertos de una persona o los 
pro y contra de un asunto) y las vendas (que impiden fijar la mirada en la identidad de 
una persona, su rango o jerarquía, su raza, su “sangre”, etc. para concentrarse 
únicamente en sus actos), y la idea de igualdad, en cambio, se da una clara relación 
motivada. 
Ahora bien, la relación que se establece entre lo simbolizado y lo simbolizante no por 
motivada es “natural”. La imagen de la balanza participa de las expresiones y 
manifestaciones de una tradición cultural particular que nos remite al mundo del 
antiguo Egipto y la cultura grecolatina o al período románico de la Edad Media, con sus 
divinidades y sus representaciones figurales. A través de los símbolos, entonces, no 
sólo se significan ideas sino también cosmovisiones (y convenciones) de los pueblos. 
 
La balanza y las vendas en los ojos, que 
nos remiten a la idea de equidad e 
imparcialidad respectivamente, bien 
podrían ser reemplazadas por otras 
figuras para significar la “justicia”, pero 
no cualquier figura serviría como el 
soporte material de esa idea, como sí 
ocurre con las secuencias sonoras en los 
signos lingüísticos. 
Juicio de Osiris. Papiro de Hunefer 
conservado en el British Museum de 
Londres. Anubis pesa el corazón del 
escriba contra la pluma de la verdad 
en la balanza de Maat. Tot anota el 
resultado. Si su corazón es tan ligero 
como la pluma, se le permite pasar a 
la otra vida. Si no es así, es devorado 
por Ammyt. 
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Junio 2020. Semana 5 (1 de junio) 
 
 
 
 
Cuando se trata de signos lingüísticos, Saussure reconoce la existencia de cierta 
motivación en los casos en que se da una relación mimética entre el significado y el 
significante (guau guau, bee, jajaja, etc.). Quedaría para otra oportunidad pensar si no 
puede admitirse cierta motivación en signos lingüísticos en los que no opera la 
semejanza. Los debates que se suscitaron en torno al uso del lenguaje inclusivo 
apuntan en esa dirección. El uso de niñes o todes constituye una clara muestra de que 
tanto el sufijo -os como -es sirven para designar a un conjunto heterogéneo de 
personas. Pero pone de relieve asimismo que no es indistinto emplear uno u otro. 
La necesidad del lenguaje inclusivo surge del reconocimiento de la existencia de cierta 
motivación (o intencionalidad política e ideológica, aunque no sea consciente) en 
signos lingüísticos supuestamente arbitrarios. En otras palabras, surge del 
reconocimiento de que el lenguaje tal y como lo empleamos articula un sistema de 
ideas, lo actualiza y contribuye a reproducirlo. Desde esta perspectiva, el sufijo –os 
para referirse tanto a hombres como mujeres o el empleo de la palabra hombre para 
designar a toda la Humanidad invisibilizan al género femenino a la par que perpetúan 
la figura ideal de un sujeto masculino como norma de la sociedad. Con el lenguaje 
inclusivo se busca visibilizar (y evitar que se sigan perpetrando) estas injusticias. 
¿Habría, entonces, una relación entre las marcas de género del sistema de la lengua 
castellana y las desigualdades sexistas en nuestra vida cotidiana? ¿Mediante los signos 
arbitrarios se naturalizan formas, tipos de relaciones y ordenamientos? Estas son 
desde luego preguntas que no estamos en condiciones de responder pero que están 
atravesando a nuestra sociedad. 
 
 
Carolina Grenoville 
 
 
Vaso griego conservado en el British 
Museum de Londres que representa el 
juicio entre Aquiles y Memnón. 
 
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1) ¿Cuáles son y en qué consisten los dos principios del signo? 
2) Explicar si los siguientes signos son motivados o inmotivados y justificar la 
respuesta. Para ello, deberán identificar en cada caso el significante y el significado, así 
como también la naturaleza del vínculo. 
a) 
 
 
b) Toc-toc 
c) pintor- pinturería- pintoresco. 
d) 
 
 
3) Leer el cuento “Una mesa es una mesa” de Peter Bichsel y escribir un comentario 
que incluya los conceptos arbitrariedad, convención y herencia. 
https://www.lashistorias.com.mx/index.php/archivo/una-mesa-es-una-mesa/ 
https://www.lashistorias.com.mx/index.php/archivo/una-mesa-es-una-mesa/

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