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02 - SEGUNDA CLASE

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Teoría Psicoanalítica – Cursada 2021 
Segunda Clase Teórica (de Casas – Volta) 
 
 
2) Primeros planteos freudianos y sus referentes. 
a) Charcot: someter la histeria a una regularidad. La histeria traumática. Herencia versus trauma. 
b) El método catártico de Breuer y su fundamento: el principio de constancia. El trauma como causa. 
c) El problema de la escisión de conciencia: como innata (Janet), como contingente (Breuer) y como 
efecto de la defensa contra una representación inconciliable (Freud). Defensa “lograda” y retorno. El 
síntoma como sustituto irreconocible. 
Bibliografía obligatoria: 
✔ “Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos” (1893), AE, III, 29-40. 
✔ “Charcot” (1893), AE, III, 13-24. 
✔ “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico” (1914), AE, XIV, cap. I, 7-16. 
✔ “Las neuropsicosis de defensa” (1894), AE, III, 47-61. 
 
Bibliografía ampliatoria: 
✔ “Estudios sobre la histeria” (1893-95), 4. Estados hipnoides, Cap. III, AE, II, 226-232 
✔ “Breve informe sobre el psicoanálisis” 1924), caps. I y II, AE, XIX, 203-210. 
✔ “Presentación autobiográfica” (1925), caps. I y II, AE, XX, 7-27. 
✔ “La herencia y la etiología de la neurosis” (1896), AE, III, 143-56. 
 
En principio queremos situar algunas cuestiones que hacen a la vida de Freud como médico, 
esperamos hayan visto la reseña biográfica que está en la presentación del aula, en 
“generalidades”. Diremos algunas palabras más. Sigmund Freud era un hombre de clase media, 
hijo de un textil, que estudió medicina. Era alguien muy inquieto intelectualmente y un ávido 
lector. Tenía conocimientos de diferentes ramas de la ciencia tales como la física y la química 
pero además había realizado estudios de filosofía con Franz Brentano y de la literatura tenía sus 
autores preferidos. Entre ellos el que más se destaca es Johann W. Goethe. Dicho sea de paso, 
en 1930 Freud recibe el premio Goethe por su contribución a la psicología y a la cultura literaria 
alemana. Su estilo de escritura, su manera de comunicar los avances a los que iba arribando, sus 
historiales clínicos, no tienen competencia hasta el día de hoy. 
Por aquel entonces, se estaban produciendo grandes avances técnicos como consecuencia de 
los progresos de las ciencias, por ejemplo, la perfección del microscopio, la red de tendido 
eléctrico que llegaba a las casas, el auge de los diques en las corrientes de agua, etc. Por esto 
veremos el uso que hace Freud de términos tales como canalización, diques anímicos, energía, 
etc. Pero tenemos que prestar atención a cómo los utiliza. Los usa para figurar cosas que aún no 
tienen términos que las describan, en el lenguaje de la época. Tendremos que hacer un trabajo 
especial de lectura entonces. 
Un término llamativo que Freud utiliza a partir de sus estudios sobre las estructuras de las 
diferentes células es el de “neurona”. En el texto escrito en 1895 con el nombre de Psicología 
para neurólogos que nunca publicó (se incorporó mucho después de su muerte en 1950 con otro 
nombre “Proyecto de psicología” - 1895) habla mucho de neuronas, una palabra en boga que 
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tenía a mano, pero la utiliza para explicar algo desconocido, por lo que su concepto de neurona 
no tiene nada que ver con el tipo especial de células nerviosas como lo concebimos actualmente. 
Otro ejemplo similar es la concepción de un sistema nervioso que no tiene nervios como tal. 
Claramente en estos tiempos se estaba refiriendo a otra cosa, no formulada aún, que tomará 
forma de “aparato psíquico” tal como leeremos algunos años más adelante en la obra de Freud. 
Entonces tenemos a un joven médico, con ambiciones de ser un gran científico, cuya formación 
abarcó no sólo lo que la academia indicaba. Su primer gran maestro reconocido fue Ernest 
Brücke, profesor de Fisiología que lo alojó en su laboratorio, lugar donde adquirió sólidos 
principios científicos y elaboró informes que no fueron suficientemente valorados. Uno de ellos, 
pudo interpretarse luego, estaba en camino del descubrimiento de las neuronas, hecho que 
sucedió poco tiempo después. 
Por su situación material, sigue los consejos de su padre y de su maestro y abandona el 
laboratorio de fisiología para entrar como aspirante en un Hospital General, tal como lo cuenta en 
su Presentación autobiográfica (1925 [1924]). Allí conoce a Theodor Meynert, profesor de 
psiquiatría, cuya obra Freud ya conocía como estudiante. “No me atraían las disciplinas realmente 
médicas, con excepción de la psiquiatría” (AE, XX, p. 10) Pero aun no pone su atención en este 
campo, el Hospital General le da de comer por un tiempo, mientras tanto Freud buscaba los 
medios para hacer carrera en la Facultad aspiraba a un título que no tiene un equivalente ahora 
en nuestros tiempos ni nuestras instituciones, Privat-Dozent, algo así como un maestro de 
conferencia. Gana su postulación presentando una tesis sobre la anatomía de la médula. Pero 
seguía en problemas, no pudo progresar en el Hospital General y mejorar sus ingresos (no 
consiguió un puesto de asistente médico). Entonces lo deja para ir a trabajar a un sanatorio 
psiquiátrico en los suburbios de Viena. ¿Qué pasaba allí? A Freud le dio hospedaje cómodo, 
comida y un ingreso no despreciable. Eso por el lado de lo material pero ¿y su gran ambición? Allí 
el tratamiento médico era casi inexistente, cuidaban y vigilaban a gente rica (condes, condesas, 
barones) con trastornos internos y quirúrgicos y los tratamientos que le hayan podido realizar. Por 
supuesto todos sabemos que Freud no se resignó a quedarse allí. 
Pone todo su empeño en conseguir una beca para estudiar en París, cosa difícil porque había 
otros candidatos. Soñaba con esa beca, creía que volvería de París con gran prestigio convertido 
en un gran científico, ganaría mucho dinero y podría casarse con su prometida Martha Bernays. 
¿Por qué tanto interés de Freud por París? Porque en la Escuela de París, las disciplinas médicas 
habían logrado enormes avances y renovación a partir de fundar lo que conocemos como 
“semiología médica moderna” y el “método anátomo-clínico” (AE, III, p.15). La idea general de los 
médicos franceses es que las alteraciones patológicas de los tejidos vivos, de los órganos y 
sistemas (no directamente observables), producen determinados cambios verificables 
exteriormente, los síntomas observables. Allí habían logrado describir, agrupar y clasificar los 
síntomas y signos como índices que permitían precisar tal o cual patología. Este método, a pesar 
de que cada vez más los diagnósticos se basan en estudios complementarios, laboratorios, e 
imágenes; sigue vigente hasta hoy. Por ejemplo, si hoy llega un paciente al hospital con fiebre 
alta, tos, dolor de garganta, pérdida de gusto y olfato el médico puede al menos sospechar que 
hay en juego un proceso patológico y que quizás se trata de COVID-19. Después en todo caso 
buscará o no la confirmación según estudios de laboratorio. De ahí incluso todas las discusiones 
que hay cuando la enfermedad cursa de modo asintomático u oligosintomático (sub-clínico). Pero 
sigue vigente esta idea de que la enfermedad, el proceso patológico, se exterioriza en síntomas 
que son su correlato visible. La llamada “semiología médica” intenta construir un lenguaje 
codificado, que obedece a leyes invariables, sobre el modo en que se agrupan y despliegan 
temporalmente los síntomas en las enfermedades conocidas. Si tienen algún amigo o conocido 
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que estudia medicina seguramente les contará que cursa una materia llamada “semiología”. Allí 
aprenden que los síntomas no se presentan de cualquier manera, obedecen a cierto orden, a 
cierta legalidad. El médico tiene ese saber de su lado, saber que va desde el modo de 
presentación del síntoma hacia sus causas, y ese saber lo asiste tanto para el momento del 
diagnóstico como para el de instituir un tratamiento. Este saberes el principio de su poder, de su 
poder curar. Esto es muy importante de tener en cuenta, para pensar luego qué estatuto tiene el 
saber en un tratamiento analítico. Volveremos más tarde sobre esto. 
Pero ¿qué encuentra Freud en París? No la gloria precisamente, aún no. Tampoco una carrera 
burguesa típica de un médico con relativo éxito. Le esperan allí los “disturbios y escándalos” de la 
histeria, que lo llevarían a su invento revolucionario de manera solitaria. Decimos solitaria porque 
no sería reconocido científicamente, al menos en un principio. 
¿Por qué decimos escándalos y disturbios de la histeria? 
Estos son unos ejemplos de las cosas que decían los médicos sobre estas pacientes en aquellos 
tiempos: 
Sydenham: “La afección histérica no es solamente muy frecuente, se presenta también bajo 
formas diversas e imita casi todas las enfermedades que afectan al género humano, porque en 
aquellas partes en que se encuentra reproduce inmediatamente los síntomas propios de esa 
parte; y si el médico no tiene mucha sagacidad y experiencia se equivocará fácilmente y atribuirá 
a una enfermedad esencial y propia de tal o cual parte, síntomas que dependen solamente de la 
afección histérica. (…) Esta enfermedad es un Proteo que tiene infinidad de aspectos; es un 
camaleón que cambia sin cesar de colores (…) sus síntomas no sólo son muy numerosos y muy 
variados, su peculiaridad es que, en comparación a las demás enfermedades, no sigue ninguna 
regla, ni tipo uniforme, y sólo es un agregado confuso e irregular. Por ello es tan difícil 
proporcionar la ordenación cronológica de la afección histérica”. 
Morel: “estos pacientes tienen la costumbre de exagerar sus sensaciones, experimentan la 
necesidad de que uno se ocupe de sus sufrimientos. (…) Nunca se las quiere como habría que 
quererlas; llevan la manía de la sospecha hasta el último límite posible. Se hunden en las 
suposiciones más extravagantes, más falsas, más ridículas y más injustas. Por otra parte el amor 
a la verdad no es la virtud dominante de su carácter, de modo que nunca exponen los hechos en 
su realidad, y engañan tanto a sus maridos, a sus padres y a sus amigos como a sus confesores 
y sus médicos”. Este último abiertamente las acusa de obrar de mala fe y de mentir!! 
De ahí que Freud diga: (en la 1° de las 5 Conferencias en EEUU – 1910) “Entonces, poco cambia 
para el enfermo al discernírsele la histeria; es al médico a quien se le produce una gran variación. 
Podemos observar que su actitud hacia el histérico difiere por completo de la que adopta frente al 
enfermo orgánico. No quiere dispensar al primero el mismo grado de interés que al segundo, 
pues su dolencia es mucho menos seria, aunque parezca reclamar que se la considere 
igualmente grave. Pero no es este el único motivo. El médico, que en sus estudios ha aprendido 
tantas cosas arcanas para el lego, ha podido formarse de las causas y alteraciones patológicas 
(p. ej., las sobrevenidas en el encéfalo de una persona afectada de apoplejía o neoplasia) unas 
representaciones que sin duda son certeras hasta cierto grado, puesto que le permiten entender 
los detalles del cuadro clínico. Ahora bien, todo su saber, su previa formación patológica y 
anátomo-fisiológica, lo desasiste al enfrentar las singularidades de los fenómenos histéricos. No 
puede comprender la histeria, ante la cual se encuentra en la misma situación que el lego. He ahí 
algo bien ingrato para quien tanto se precia de su saber en otros terrenos. Por eso los histéricos 
pierden su simpatía; los considera como unas personas que infringen las leyes de su ciencia, tal 
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como miran los ortodoxos (los creyentes) a los heréticos (herejes); les atribuye toda la malignidad 
posible, los acusa de exageración y deliberado engaño, simulación, y los castiga quitándoles su 
interés” (AE. XI, p. 9). 
Es interesante el señalamiento que Freud hace allí respecto del saber. Frente a la histérica, el 
saber que el médico puede tener es insuficiente, resulta impotente. Es como si con su síntoma, la 
histérica le dijese “conmigo no podés, tu saber no alcanza”. 
¿Cómo se las trataba hasta entonces a estas pacientes? En su “Breve informe sobre el 
psicoanálisis” (1924 [1923]) Freud nos dice que “La falta de comprensión perjudicaba también, 
desde luego, a la terapia de estos estados patológicos. Consistía en general en medidas de 
«tonificación», en la prescripción de medicamentos y en intentos de influjo anímico, casi siempre 
muy inapropiados y realizados de manera inamistosa, como amedrentamientos, escarnios, 
llamados al ejercicio de la voluntad, a «reportarse». Como terapia específica de los estados 
neuróticos se indicaba el tratamiento eléctrico” (AE, XIX, p. 204). 
Sabemos, sin embargo, que Freud se interesó de otro modo en estas pacientes. Nos queda la 
pregunta. ¿Por qué Freud se interesó en esas pacientes? ¿Justo en esas que nadie quería 
atender? ¿Qué de él se jugó allí, de su deseo? Un ejemplo que vale la pena recordar es el del 
inicio del caso Katharina de “Estudios sobre la histeria” (1893-95). Freud estaba de vacaciones en 
el medio de las montañas, en un parque nacional: “como para olvidar por un tiempo la medicina y, 
en particular, las neurosis”, nos dice. Una muchacha de un restaurant en el que almuerza se 
entera de que Freud era médico y se acerca para hablar y hacerle una consulta. Él podría haberle 
dicho tranquilamente “Estoy de vacaciones querida…”. Sin embargo, nos dice: “Me interesó que 
las neurosis se hubieran propagado a más de 2.000 metros de altura, y seguí interrogando” (AE, 
II, p. 141) ¡Le interesó! Lacan va a decir más tarde que ese interés de Freud es un deseo que 
nunca fue analizado, y que juega el rol de cierto “pecado original” del psicoanálisis. 
¿Qué pasó, qué marcó tanto a Freud en ese viaje a París entonces? En las salas del Hospital de 
la Salpêtrière conoce a otro gran maestro, Jean-Martín Charcot, un gran médico neurólogo, 
profesor de anatomía patológica, mundialmente célebre. “«La escuela de la Salpêtrière» era, 
desde luego, Charcot mismo” (AE, III, p. 17). Freud queda muy impresionado por la presencia de 
Charcot y el buen trato que le dio siendo él un desconocido extranjero. Algo de felicidad 
encuentra en esa relación alumno maestro, Freud estaba muy solo en París, se sentía como sapo 
de otro pozo en la sociedad parisina. 
 
 
¿Qué pasó con Freud? Quedó algo fascinado por lo que el maestro francés le enseñó, tanto que 
al morir Charcot en 1893 Freud escribe un texto como homenaje: “Charcot” (1893). Allí dice, 
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entre otras cosas, que Charcot le dio a la histeria entidad dentro de la medicina, la trató como 
cualquier otro tema de la neuropatología, y que combatió los temores sobre su contagio. “El 
trabajo de Charcot comenzó devolviendo su dignidad al tema” (AE, III, p. 20). En esa época, 
dijimos, había un menosprecio por los padecimientos histéricos, eran considerados toda una 
simulación: "señora, la revisé y no tiene nada", “no le pasa nada importante”. Esta era una 
reacción habitual ante la incomodidad frente a algo que no podían explicar ni tratar. Se quedaban 
sin encontrar causas biológicas o fisiológicas y las expulsaban de la consulta. Charcot describió 
sus fenómenos y fue el primero en demostrar que estaban sujetos a leyes, que no obedecían a 
una mera arbitrariedad, enseñó a reconocer algo de su funcionamiento. Por eso aquí en la Unidad 
2 aparece puntuado “someter la histeria a una regularidad”: “De todo lo que vi junto a Charcot, lo 
que me causó la máxima impresión fueron sus últimas indagaciones acerca de la histeria, que, en 
parte, se desarrollaban todavía ante mis ojos. Me refiero a la demostración del carácter genuino y 
acorde a ley de los fenómenos histéricos (…) la frecuente aparición de la histeria en varones, la 
producción de parálisis y contracturas histéricas mediante sugestiónhipnótica, la conclusión de 
que estos productos artificiales mostraban los mismos caracteres, hasta en los detalles, que los 
accidentes espontáneos, a menudo provocados por traumas. Muchas de las demostraciones de 
Charcot me provocaron al principio, lo mismo que a otros visitantes, extrañeza y ánimo polémico, 
que procurábamos fundamentar invocando alguna de las teorías dominantes. Él tramitaba esos 
reparos de manera amistosa y paciente, pero también con mucha decisión; en una de esas 
discusiones pronunció la frase «Ca n'empêche pas d'exister», que me quedó grabada de manera 
inolvidable”1 (AE, XX, pp. 12-13). Todo esto es muy importante, porque deja en Freud la idea de 
que se puede llegar a saber algo de eso. Charcot, describió muchas formas de ataques 
histéricos, articuló el curso del “gran ataque histérico” (grande hystérie) con los “pequeños” 
ataques comúnmente observables (petite hystérie). Estudió con sus discípulos la situación y 
frecuencia de las zonas histerógenas, su vínculo con los ataques. Según los casos variaban, pero 
vio que había sectores hipersensibles del cuerpo que al ser estimulados podían desencadenar o 
frenar un ataque. ¡Halló histeria en el sexo masculino! El nombre histeria proviene de la palabra 
griega hysteron, que significa útero. Por eso es que desde la antigüedad se creía que la histeria 
sólo afectaba a mujeres. 
Sin embargo, su mayor alcance investigativo según Freud, es la histeria traumática, es decir la 
sobrevenida luego de grandes traumas. La histeria, en tiempos de Freud siempre estaba 
asociada con una expresión en el cuerpo (dolor, parálisis sensaciones de asco, etc.). La idea 
inoculada por Charcot en Freud era que algunos casos surgen como consecuencia de un 
episodio traumático (accidentes que producen una ruptura en el cuerpo, en el sentido de golpe). 
Estamos hablando aquí de “trauma mecánico”. El ejemplo del obrero que ustedes van a encontrar 
en “Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos” (1893) (AE, III, p. 30) al que 
se le cae la madera sobre la espalda y brazo, y luego de meses le aparece una parálisis, la cual 
es pensada como consecuencia del trauma, pero sin dar una explicación del por qué ocurría. O 
sea, hay un episodio anterior que de alguna manera resulta traumático. 
Charcot aclaraba este proceso generándolo artificialmente en sus clases. Hipnotizaba a un 
paciente y le decía "tu brazo va a estar paralizado" (a veces con pequeño contacto físico y otras 
sin tocar a la paciente) y se le paralizaba. Creía que producía la situación del trauma. Freud 
piensa en esto "pero usted no le pegó un golpe, sino que fue una palabra" ¿puede la palabra 
producir el mismo efecto de un golpe, puede “romper” algo? aquí aparece la idea de una relación 
simbólica entre el trauma y el síntoma, la mediación de una representación: “el trauma sería de 
 
1
 La frase completa de Charcot rezaba así: «La théorie, c'est bon, mais ça n'empêche pas d'exister» {«La teoría es buena, pero 
eso no impide que las cosas sean como son»} 
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todo punto equiparable a la sugestión verbal” (AE, III, p. 31). Es interesante este punto porque 
estamos acostumbrados a pensar que las palabras curan, que hablar “hace bien”. Pero esto 
supone también darle a las palabras el poder de enfermar, una eficacia patógena. 
 
 
 
Pero en relación a este punto, en el aspecto etiológico, la cuestión de la causa, Charcot no 
avanzó. Él se ocupó más de la morfología, de la descripción de los cuadros. La herencia, una 
predisposición neuropática inespecífica, constituía la causa única de la histeria. Es decir, para 
Charcot una histérica viene de una familia neurópata y los otros factores etiológicos (traumas) son 
considerados agentes provocadores, meros desencadenantes solamente. Entonces lo que más le 
interesó a Freud de lo trasmitido en el experimento artificial mediante la hipnosis, es que 
demostró que esas parálisis eran consecuencia de representaciones que en momentos 
particulares de la vida del enfermo lo habían gobernado. 
Esto es lo que a Freud le impresiona mucho y lo que luego puede relacionar con los estudios que 
iniciará cuando vuelve a Viena de la mano de un médico más grande que Freud, que ya contaba 
con prestigio, Josef Breuer. Freud lo conocía de antes y lo consideraba un amigo y colega. Pero 
no tan rápido. En realidad lo que pasa cuando vuelve es que sus informes sobre la estancia en 
París no fueron considerados fiables, y Meynert lo conmina a encontrar casos similares en Viena 
para presentarlos delante de la Sociedad de Médicos. Los pocos casos descubiertos solo 
merecen la atención por poco tiempo. Freud trabaja en soledad. 
Hasta que Breuer le cuenta observaciones que lo sorprenden sobre una paciente, una joven 
histérica que había tratado durante dos años. Se trata del ahora para nosotros famoso caso de 
Anna O. (Bertha Pappenheim) quien era una joven de 18 años que de a ratos tenía toda la gama 
posible de síntomas histéricos. 
 
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Breuer no sabía mucho qué hacer, pero se sentaba a escucharla con gran dedicación. Contaba 
que Anna O., cada tanto, entraba en un estado de somnolencia, ni sueño ni vigilia, que él 
denominaba "estado hipnoide". ¿Qué es esto? Pueden leer algo de esto en el apartado escrito 
por Breuer de “Estudios sobre la histeria” (1893-1895) Son estados parecidos a los que ya 
había descripto antes Moebius en los que estaría en juego según él cierta disposición innata junto 
a un particular estado de ánimo, semejantes al estado hipnótico. En ellos habría cierto vacío de la 
conciencia en el que se impone una representación sin que ninguna otra se le contraponga o 
compita. Hay distintos grados posibles en ellos, algunos se asemejan a autohipnosis otros más 
leves a ensoñaciones, por eso también los llaman estados oníricos. Los afectos contribuirían de 
algún modo en su aparición. Es como un tercer estado que se agrega entre la vigilia y el dormir. 
Si importancia radica en la amnesia de lo que en ellos sucede, y en la aptitud para condicionar 
una especie de escisión de la psique. Breuer decía que estos estados son “causa y condición” 
(AE, II, p. 227) de la histeria, es decir que para él son previos a la contracción de la enfermedad. 
Anna O. entraba frecuentemente en ese estado de manera espontánea. Era una particularidad de 
la paciente, generalmente al atardecer. En ellos comenzaba a contar recuerdos generalmente 
muy penosos (gritando, exclamando) que no relataba cuando estaba despierta. Luego, al salir de 
ese estado, no recordaba nada pero Breuer veía que algunos síntomas desaparecían, 
específicamente aquellos que habían aparecido cuando ocurrió la situación del relato. Así, 
comenzaron a pensar a este relato como una descarga, habiendo Anna O. atravesado lo que 
denominaban una catarsis, una purga. El término “catarsis” como tal, viene del teatro griego. Se 
refiere al efecto de purificación y de alivio que tenían los espectadores que asistían a las 
escenificaciones de las famosas tragedias. Se reían, lloraban, se emocionaban, exteriorizaban 
afectos. Si la catarsis, ahora aliviaba el síntoma quería decir que se había producido por una falta 
de catarsis, una suerte de retención o estrangulación del afecto. 
Una primera noción teórica que vincula a esta observación es la siguiente. Postula que, cualquier 
impresión psíquica que recibimos (situación intensa que percibimos), genera un incremento de 
tensión, estimulación. El sistema nervioso tiende a descargar esa tensión (es como un reflejo 
automático, por ejemplo, el arco reflejo de la rodilla). A esto lo llamó “principio de constancia”, y 
comenzó a desarrollar su teoría en base a este principio. Así, la idea de trauma no sólo queda 
ligada a golpes físicos, sino que hay una situación que actúa como un golpe ya que produce un 
incremento excesivo deestimulación. 
Entonces, el síntoma es consecuencia de algo que en su momento no pudo ser descargado (en la 
traducción encontrarán el término “abreacción” que significa "descarga hacia afuera"), aparece en 
lugar de la descarga y cuando se produce esa descarga, desaparece. 
Incorporamos entonces aquí la hipótesis del principio de constancia que regula el funcionamiento 
del psiquismo: para que ande bien se requiere X cantidad de energía posible, aceptable, pero 
sólo la necesaria para funcionar (vivir). Más, un exceso, lo rompe y con menos no funciona. 
Entonces, cualquier impresión psíquica genera un incremento de la suma de excitación que 
tiende a su descarga de manera automática. Está pensando en un aparato eléctrico que tiene 
especificada la cantidad de voltaje necesario para funcionar (¿vieron la etiqueta que lleva 
impresa? En Argentina es 220 el voltaje, pero en otros países cambia, por eso hay que usar 
adaptadores estando de viaje, si no se quema el artefacto, o no anda). De aquí se deriva luego el 
principio de placer-displacer, donde el incremento de energía se siente como displacentero y la 
descarga de energía como placentera. “Si un ser humano experimenta una impresión psíquica, en 
su sistema nervioso se acrecienta algo que por el momento llamaremos la «suma de excitación». 
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Ahora bien, en todo individuo, para la conservación de su salud, existe el afán de volver a 
empequeñecer esa suma de excitación. El acrecentamiento de la suma de excitación acontece 
por vías sensoriales, su empequeñecimiento por vías motrices. Se puede entonces decir que si a 
alguien le sobreviene algo, reacciona a ello por vía motriz. Y es posible aseverar sin titubeos que 
de esta reacción depende cuánto restará de la impresión psíquica inicial” (AE, III, p. 37). 
Freud le adjudica la invención del “método catártico” a Breuer, que en realidad no sabía bien que 
estaba haciendo con Anna O. pero era un buen observador. En un principio Freud se vale de la 
hipnosis para lograr una ampliación de la conciencia, es decir para que los recuerdos penosos 
surjan, un estado similar al que arribaba solita Anna O. 
Esto abre varias preguntas: ¿Por qué no pudo ser descargado? ¿Por qué no funciona plenamente 
el principio de constancia? ¿Dónde queda lo que no fue descargado? 
Sucede algo muy llamativo, Anna O. no sabía (conscientemente) ni se acordaba nada de aquello 
que relataba en esos estados hipnoides. ¿Dónde estaba lo que no fue descargado? Comienza a 
pensar en una “escisión de la conciencia”, dos partes de conciencia que no se comunican. Más 
adelante Freud dirá que esto es un disparate pero es con lo que cuenta para empezar a pensar y 
explicar este padecimiento. 
Por otro lado, Pierre Janet, en Francia, ya había hablado de una escisión de la conciencia que 
padecen las personas con una degeneración (heredada, biológica). 
 
En esos años había terminado su tesis de medicina, “El estado mental de los histéricos” (1892). 
Para él se trataba de una incapacidad innata para hacer una síntesis, para mantener la unidad de 
la conciencia. Así resume Freud las ideas de Janet: “Hallan ustedes en Janet una teoría de la 
histeria que toma en cuenta las doctrinas prevalecientes en Francia acerca del papel de la 
herencia y de la degeneración. Según él, la histeria es una forma de la alteración degenerativa del 
sistema nervioso que se da a conocer mediante una endeblez innata de la síntesis psíquica. 
Sostiene que los enfermos de histeria son desde el comienzo incapaces de cohesionar en una 
unidad la diversidad de los procesos anímicos, y por eso se inclinan a la disociación anímica. Si 
me permiten ustedes un símil trivial, pero nítido, la histérica de Janet recuerda a una débil señora 
que ha salido de compras y vuelve a casa cargada con una montaña de cajas y paquetes. Sus 
dos brazos y los diez dedos de las manos no le bastan para dominar todo el cúmulo y entonces 
se le cae primero un paquete. Se agacha para recogerlo, y ahora es otro el que se le escapa, 
etc”. (AE, XI, pp. 18 - 19). “Según la doctrina de Janet, la escisión de conciencia es un rasgo 
primario de la alteración histérica. Tiene por base una endeblez innata de la aptitud para la 
síntesis psíquica, un estrechamiento del «campo de conciencia» {«champ de conscience»), que 
como estigma psíquico testimonia la degeneración de los individuos histéricos” (AE, III, p. 48). 
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Este desdoblamiento del campo de la conciencia le hizo decir que “las exteriorizaciones 
patológicas de la histeria mantenían una estable dependencia respecto de ciertos pensamientos 
inconscientes (idées fixes)” (AE, XIX, p. 205) 
Freud no coincide mucho con este planteo explicativo, ya que constata que en muchos casos no 
hay un rendimiento disminuido o deficitario, sino que puede haber incluso un incremento parcial 
de la productividad. Por ejemplo, Anna O. durante un período en que había olvidado su lengua 
materna y todas las otras salvo el inglés, era capaz de dominar tan bien este idioma que si se le 
presentaba un libro escrito en alemán, podía hacer traducción fluida y correcta al inglés leyendo 
en voz alta. Es decir que no había en ella marcas deficitarias sino todo lo contrario. 
Breuer piensa que la escisión de la conciencia se produce de manera azarosa o contigente. “La 
escisión de conciencia es, pues, secundaria, adquirida; se produce en virtud de que las 
representaciones que afloran en estados hipnoides están segregadas del comercio asociativo con 
el restante contenido de conciencia” (AE, III, p. 48). Si lo que cuenta lo hace en estado hipnoide, 
debe ser que esa situación le sucedió también en estado hipnoide, y que así se forma un segundo 
grupo psíquico, y en estado normal otro grupo psíquico. Para descargarlo, debe estar 
nuevamente en estado hipnoide. No se esmeró mucho con esta explicación, además recordemos 
que Breuer también sostenía una predisposición en la histeria hipnoide. 
Aquí aparece Freud, diciendo en el texto “Las neuropsicosis de defensa” - 1894; (presten 
atención al término “defensa” (Abwehr), que la escisión de la conciencia con la que 
descriptivamente estaba de acuerdo, no se explica por un estado hipnoide o por una falla de 
origen, sino que es una consecuencia de otra cosa. Para Freud: “la escisión del contenido de 
conciencia es la consecuencia de un acto voluntario del enfermo, vale decir, es introducida por un 
empeño voluntario cuyo motivo es posible indicar. Desde luego, no sostengo que el enfermo se 
proponga producir una escisión de su conciencia; su propósito es otro, pero él no alcanza su 
meta, sino que genera una escisión de conciencia” (AE, III, p. 48). 
La escisión está producida por algo que es un acto voluntario del sujeto, una voluntad contraria, 
un acto por el cual pretende defenderse de algo, pretende “olvidar” algo acontecido que le resultó 
insoportable, y que le generó un conflicto, (en el texto verán que dice “sobrevino un caso de 
inconciliabilidad en su vida de representaciones” AE, III, p. 49) pero el sujeto no tiene idea de lo 
que sucede. Freud dice “No derivamos la escisión psíquica de una insuficiencia innata que el 
aparato anímico tuviera para la síntesis, sino que la explicamos dinámicamente por el conflicto de 
fuerzas anímicas en lucha, discernimos en ella el resultado de una renuencia activa de cada uno 
de los dos agrupamientos psíquicos respecto del otro” (AE, XI, p. 22). Destaquemos desde ahora 
la idea de que en la base hay un conflicto – aún no hemos dicho ante qué - y que frente a él hay 
una toma de posición activa, opera la defensa. Tiempo después introducirá el término “represión”. 
Como resultado de todo esto es que se generaran los síntomas. 
Aquí hay un elemento importante a introducir en la discusión. La idea de “defensa” en tanto “acto 
voluntario”. ¿Es algo deliberado? Claramente Freud nos dice que el paciente no se propone 
produciruna escisión de su conciencia. Eso se produce como efecto. Nos parece interesante 
destacar que este mecanismo psíquico que aquí llama defensa, en sus “Estudios sobre la 
histeria” lo acerca “a un acto de pusilanimidad moral”, - es decir un acto de cobardía moral – (…) 
que “se presenta como un dispositivo protector de que el yo dispone” (AE, II, p. 139). Es 
interesante esta idea porque luego va a estar implicada en la dirección propuesta para el 
tratamiento que será revisar, rectificar la posición del sujeto frente a eso que estuvo en la base del 
conflicto, que pueda dar otra respuesta que la defensa. 
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La argumentación de Freud en este texto acerca de la formación de los síntomas en las neurosis, 
(no sólo se trata de la histeria), se apoya en una hipótesis auxiliar, es decir tiene un argumento 
secundario, que lo ayuda en su propósito. La van a encontrar casi al final del texto. Haciendo uso 
de una analogía con la corriente eléctrica postula que “en las funciones psíquicas cabe distinguir 
algo (monto de afecto, suma de excitación) que tiene todas las propiedades de una cantidad – 
aunque no poseamos medio alguno para medirla; algo que es susceptible de aumento, 
disminución, desplazamiento y descarga, y se difunde por las huellas mnémicas de las 
representaciones como lo haría una carga eléctrica por la superficie de los cuerpos”. (AE, III, p. 
61) Es una cantidad no numérica, sino intensiva. Ej. Me levanto con “más o menos” ganas según 
la tarea que sé que me espera. En las próximas clases retomaremos las nociones de huella 
mnémica y representación. 
Por el momento diremos que Freud se está refiriendo a unas marcas o registro de lo acontecido, 
una especie de memoria (“mnémico” refiere a memoria) y veremos que es una memoria o unos 
recuerdos muy particulares porque ¡no son recordados! Y nos dice que estas marcas, estos 
registros se “iluminan” o apagan con un monto de energía, una cantidad. 
Bien, seguimos con la explicación de la formación de síntomas a la que llega Freud en este texto, 
dice: Cuando algo ha impresionado, para bien o para mal, en nuestra conciencia no podemos 
hacer como si nada hubiera pasado, entonces el mecanismo de defensa que el postula para 
hacer algo con esto que no quiero en mi vida, no lo quiero reconocer, consiste en “apagarle la luz” 
a esa representación insoportable (“inconciliable” dice la traducción, un término poco usado por 
nosotros). Freud dice: hacerla débil para que no impacte en la conciencia y dejarla aislada. 
Propone entonces que la defensa divorcia, separa el afecto de la representación siguiendo ambos 
destinos diferentes. 
Releamos cómo lo dice Freud mismo: 
“Acerca del camino que desde el empeño voluntario del paciente lleva a la génesis del síntoma 
neurótico, me he formado una opinión que acaso en las abstracciones psicológicas usuales se 
podría expresar así: La tarea que el yo defensor se impone, tratar como «non arrivée» {«no 
acontecida ») la representación inconciliable, es directamente insoluble para él; una vez que la 
huella mnémica y el afecto adherido a la representación están ahí, ya no se los puede extirpar. 
Por eso equivale a una solución aproximada de esta tarea lograr convertir esta representación 
intensa en una débil, arrancarle el afecto, la suma de excitación que sobre ella gravita. Entonces 
esa representación débil dejará de plantear totalmente exigencias al trabajo asociativo” (Es como 
cuando Thalía cantaba hace unos años: “Pero no me acuerdo, no me acuerdo. Y si no me 
acuerdo, no pasó. Eso no pasó…!”) empero, la suma de excitación divorciada de ella tiene que 
ser aplicada a otro empleo” (AE, III, p. 50). Ese otro uso, va a tener que ver con el armado de los 
síntomas en función de diversos mecanismos de formación. 
Esta representación “apagada”, debilitada, desalojada de la conciencia, estos recuerdos no 
recordados son un saber no sabido sobre la causa del síntoma. Ni el médico ni el paciente lo 
tienen a su disposición voluntaria. “Por tanto, el no saber de los histéricos era en verdad un. . . no 
querer saber” (AE, II, p. 276). Ya veremos que gran parte del trabajo de Freud va a ser inventar 
un dispositivo de palabras que brinde las condiciones para que ese saber no sabido sobre la 
causa del síntoma pueda emerger. 
En la histeria dirá, el monto de afecto se traspone al cuerpo, lo que llama conversión (de lo 
psíquico a lo somático). Pasa a una parte del cuerpo que tenga una relación con la vivencia 
traumática. No sabemos nada de esta última pero en su lugar tenemos al síntoma, que Freud 
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caracteriza como un lastre, un peso, un parásito con diferentes cualidades, puede ser algo motor 
(parálisis de un brazo por ejemplo) o sensitivo (dice acá sensación alucinatoria, porque quiere 
resaltar lo vívido de esa sensación “siento olor a quemado” por ejemplo decía Miss Lucy) 
¿Y qué pasa con la huella mnémica de la representación insoportable? Acá nos anticipa algo que 
pondrá más en forma cuando avance más en sus tratamientos. La represión, el modo de defensa 
de la neurosis, desalojará de la conciencia (no la sepultará, no la mata como si estuviéramos 
aplastando un bicho) y pasará a formar parte de este segundo grupo psíquico del que hablamos 
cuando nos referimos a la escisión de la conciencia. Es el inicio del recorrido de lo que va a 
terminar siendo la instancia inconsciente en su primer esquema metapsicológico. Lo interesante 
que dice aquí es que la capacidad de defenderse de las/os pacientes histéricas/os mediante la 
conversión, no excluye la salud psíquica, es decir, Freud está afirmando que la persona puede 
encontrarse con buena salud, sin ninguna tara hereditaria, sin ningún déficit previo y ¡chan, 
acontece lo insoportable! y se defiende de ello. 
En un segundo apartado de este texto Freud aborda la otra forma de actuar la defensa en otro 
cuadro de neurosis, la neurosis obsesiva cuadro del cual dirá que no se caracteriza por la 
conversión para defenderse. ¿Dónde queda el monto de afecto separado de su representación? 
En el ámbito psíquico dirá Freud, la representación sigue el mismo camino que en la histeria de 
conversión, pero la cantidad, el monto de afecto se traspone, se transfiere a otra representación 
no insoportable y la vuelve obsesiva por “enlace falso” (falso no como lo opuesto a lo verdadero, 
Carlos Escars propuso traducir esta expresión como enlace equivocado). ¿Qué quiere decir esto? 
Le apagamos la luz a la representación inconciliable, la conciencia no la ve más, pero en lugar de 
ella ve otra idea que le ocupa mucho tiempo, está “demasiado iluminada” por así decirlo. “No 
puedo dejar de pensar en tal cosa…, ya sé que es una estupidez pero… no entiendo”. No 
necesariamente es un síntoma impresionante, espectacular, quizás sólo se trate de no poder 
sacar la basura, o no poder dejar de lavarse las manos, siempre le asalta la idea de que dejó algo 
sin lavar (en estos tiempos de pandemia no le viene mal! ). El problema es que se lava las manos 
hasta el punto de lastimarlas o hasta el punto de que siempre llega tarde al trabajo porque no 
puede dejar de volver al baño a lavarse. Es decir, lo que resaltará Freud es el carácter forzoso, 
injustificado y absurdo con el que se le impone. 
Por último señalaremos de este texto algo que Freud no agota en su argumentación y que 
retomaremos más adelante. “Directamente demostrable es, además del punto final del proceso – 
la representación obsesiva misma- , ante todo la fuente de la que proviene el afecto que se 
encuentra dentro de un enlace falso. “En todos los casos por mí analizados era la vida sexual la 
que había proporcionado un afecto penoso…” (AE, III, p. 53). En el artículo “La herencia y la 
etiología de las neurosis” (1896), van a ver que Freud vuelve a discutir con Charcot, Janet y 
otros autores el rol otorgado a la herencia versus el papel de los influjos ocasionales.Va a insistir 
en que más allá de lo que se puede situar como “condiciones” y “causas concurrentes”, a nivel de 
las neurosis debemos comenzar a pensar en “causas específicas”. Y allí invoca claramente al 
terreno de la vida sexual. Hablando de los síntomas dirá que “estas modificaciones patológicas 
funcionales reconocen como fuente común la vida sexual del individuo, sea un desorden de la 
vida sexual actual, sea unos acontecimientos importantes de la vida pasada” (AE, III, p. 149). 
Iremos avanzando luego más en lo referido a este terreno. 
Lo que creemos ha quedado dicho, quizás no tan explícitamente, es que el síntoma histérico u 
obsesivo, es algo que aparece en la conciencia en lugar de otra cosa, (retengan que está en 
juego una permutación, una sustitución, algo en lugar de otra cosa) y lo hace de una manera tal 
que es difícil conocer de dónde viene, ni qué quiere decir (no se deja comprender por sí mismo, 
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requiere una interpretación). En otras palabras, los síntomas de las neurosis de defensa tal como 
los está pensando Freud constituyen un sustituto disfrazado, irreconocible, de la representación 
sexual intolerable y han tomado su lugar, su puesto en la conciencia. 
Recapitulemos: 
Conflicto Defensa Escisión de la 
conciencia 
(Representación sexual inconciliable) Síntomas 
 
Quedamos con algunas preguntas pendientes ahora ¿Defensa contra qué de la sexualidad y 
cuán exitosa es? Resulta que consigue como efecto no deseado, como efecto adverso, una 
escisión de la conciencia cuando en realidad el propósito era otro. Y además en lugar de ese 
recuerdo ahora debilitado, olvidado, hay un producto patológico que es el síntoma. ¿Para que el 
síntoma aparezca, basta con que opere la defensa o es necesario que la defensa fracase? 
Vamos a ver que Freud va a plantear la noción de “retorno de lo reprimido” (AE, III, p. 170). 
Y otra pregunta que podemos hacernos es ¿por qué no recuerda durante el tratamiento? tanto 
que es necesario arrancarle el recuerdo usando la hipnosis, de una manera no siempre sencilla ni 
exitosa. Habiendo planteado esto podremos seguir avanzando cuando abordemos la Unidad 3. 
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