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Ambort,	Maria	Eugenia
Género,	trabajo	y	migración	en	la
agricultura	familiar:	Análisis	de	las
trayectorias	familiares,	laborales	y
migratorias	de	mujeres	agricultoras	en	el
cinturón	hortícola	de	La	Plata	(1990-
2019)
Tesis	presentada	para	la	obtención	del	grado	de	Magíster	en
Estudios	Sociales	Agrarios
Directora:	Muñiz	Terra,	Leticia.	Codirector:	García,	Matías
Ambort,	M.	(2019).	Género,	trabajo	y	migración	en	la	agricultura	familiar:	Análisis	de	las	trayectorias
familiares,	laborales	y	migratorias	de	mujeres	agricultoras	en	el	cinturón	hortícola	de	La	Plata	(1990-
2019).	Tesis	de	posgrado.	Facultad	Latinoamericana	de	Ciencias	Sociales.	En	Memoria	Académica.
Disponible	en:	http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/programas/pp.1766/pp.1766.pdf
Información	adicional	en	www.memoria.fahce.unlp.edu.ar
Esta	obra	está	bajo	una	Licencia	Creative	Commons	
Atribución-NoComercial-SinDerivadas	4.0	Internacional
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/
 0 
 
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) - Sede Argentina 
Tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Sociales Agrarios 
 
 
 
GÉNERO, TRABAJO Y MIGRACIÓN EN LA 
AGRICULTURA FAMILIAR 
Análisis de las trayectorias familiares, laborales y migratorias de mujeres 
agricultoras en el cinturón hortícola de La Plata (1990-2019) 
 
 
 
 
 
 
Tesista 
María Eugenia Ambort 
Directora 
Dra. Leticia Muñiz Terra 
Co-director 
Dr. Matías García 
 
 
 
 
Buenos Aires, abril de 2019. 
 
 1 
 
 
 
 
 
perder el miedo 
soltar la voz 
tejer 
la historia 
(de las mujeres) 
de mi vida 
 
 2 
Índice de contenidos 
AGRADECIMIENTOS 5 
RESUMEN 7 
INTRODUCCIÓN 8 
Capítulo 1. Antecedentes, marco teórico y metodología de la 
investigación 15 
Introducción 15 
1. Antecedentes sobre horticultura, género en los ámbitos rurales y migraciones 15 
2. Marco teórico. Principales líneas conceptuales 23 
3. Metodología de la investigación 34 
3.1. Instrumentos de producción y análisis de datos 38 
3.2. Consideraciones éticas 40 
3.3. Conformación de la muestra y ejes del análisis 40 
Capítulo 2. Relaciones de género en la economía campesina de Bolivia y 
el momento de la migración 44 
Introducción 44 
1. Contextualización socio-histórica sobre Bolivia y su cultura migratoria 44 
1.1. Antecedentes sobre historia y estructura socio-económica boliviana 45 
1.2. La construcción de una cultura migratoria y los flujos de Bolivia hacia 
Argentina 51 
2. Infancias campesinas: trabajar para sobrevivir 53 
2.1. Historia de vida de Sandra 53 
2.2. Roles de género en las estrategias de reproducción de la familia campesina
 57 
3. Migraciones internas: el paso por el trabajo doméstico 60 
3.1. Historia de vida de Elizabeth y de Cintia 60 
3.2. Los roles de género en las primeras inserciones laborales remuneradas 64 
3.3. Historia de vida de Carola 66 
3.4. Trayectorias laborales feminizadas: cuerpos entrenados y disponibles para 
el cuidado 67 
4. Migración a la Argentina: siguiendo el tiempo de la cosecha 70 
4.1. Historia de vida de Yeni 71 
4.2. La migración: proyecto individual, proyecto familiar 76 
Conclusión 78 
 3 
Capítulo 3. Las relaciones de género en la horticultura intensiva en La 
Plata y la maternidad como destino 80 
Introducción 80 
1. Historia de conformación del cinturón verde de La Plata y condiciones de vida y 
de trabajo en la horticultura intensiva 81 
2. Mujeres quinteras: vivir y trabajar en la horticultura platense 92 
2.1. ¿Quién hace qué, y cuánto vale? Trabajo productivo y reproductivo en las 
quintas hortícolas 92 
2.2. Historia de vida de Raquel y su familia 99 
2.3. Conciliación familiar y posibilidades de negociación al interior del hogar 
hortícola 103 
2.4. Posibles cambios intergeneracionales en las relaciones de género en la 
horticultura platense 111 
3. Maternidad y crianza entre los invernaderos 112 
3.1. Sexualidad, embarazos adolescentes y la maternidad como destino 113 
3.2. Los efectos del embarazo y la maternidad en el tiempo y en el cuerpo de las 
mujeres 117 
3.3. La maternidad como revancha frente a la propia experiencia infantil 118 
3.4. Revisitar la propia infancia para reformular la crianza 122 
Capítulo 4. Movimiento social y ronda de mujeres. El feminismo 
pateando el tablero 124 
Introducción 124 
1. Armar la ronda, tejer la red: surgimiento y funcionamiento de las rondas de 
mujeres en el cinturón hortícola de La Plata 126 
2. Feminismo popular en acción: Problematizar-teorizar-transformar 129 
3. Repensarse como mujer: “abrir la mente; querer algo y poder hacerlo” 138 
Conclusión 143 
REFLEXIONES FINALES 144 
Bibliografía y otras fuentes consultadas 151 
Fuentes primarias utilizadas 161 
 
Índice de figuras 
Introducción 
Gráfico Nº1: Diferenciación social de unidades campesinas ........................................... 26 
Capítulo 1 
 4 
Mapa Nº2: Principales regiones hortícolas del país .......................................................... 28 
Gráfico Nº2: La escalera boliviana .................................................................................... 29 
Fotografía Nº 1: Ejemplo de biogramas elaborados a partir de entrevistas biográficas . 39 
Gráfico Nº3: Análisis de trayectorias familiar, laboral y migratoria de las entrevistadas
 .............................................................................................................................................. 41 
Cuadro Nº1: Principales datos de las trayectorias de las entrevistadas ........................... 43 
Capítulo 2 
Mapa Nº3: División político-administrativa de Bolivia. Regiones y deptos ................... 46 
Tabla Nº1: Tasa de alfabetismo, por sexo, según censo y área, población de 15 años o 
más, censos 1976, 1992, 2001 y 2012 (en porcentaje) ..................................................... 49 
Gráfico Nº4: Bolivia: tasa de alfabetismo de la población de 15 años o más de edad, según 
censo y sexo, censos 1976, 1992, 2001 y 2012 (en porcentaje) ....................................... 49 
Gráfico Nº5: Bolivia-área rural: nivel de instrucción más alto alcanzado de la población 
de 19 años o más de edad, censos 1976, 1992, 2001 y 2012 (en porcentaje).................. 50 
Gráfico Nº6: Bolivia: Población de mujeres de 15 a 49 años, por lugar de atención del 
último parto (en porcentajes) .............................................................................................. 50 
Mapa Nº4: Trayectoria migratoria de Sandra .................................................................... 54 
Mapa Nº5: Trayectoria migratoria de Elizabeth ................................................................ 61 
Mapa Nº6: Trayectoria migratoria de Cintia ..................................................................... 61 
Mapa Nº7: Trayectoria migratoria de Carola .................................................................... 67 
Mapa Nº8: Trayectoria migratoria de Yeni ....................................................................... 71 
Capítulo 3 
Mapa Nº9: Partido de La Plata con principales localidades ............................................. 81 
Gráfico Nº6: Evolución de la cantidad de establecimientos hortícolas por nacionalidad 
del productor entre 2000 y 2005 en La Plata ..................................................................... 85 
Mapa Nº10: Cultivos intensivos hortícolas del AMBA .................................................... 86 
Gráfico Nº7: Condiciones que reproducen la vulnerabilidad en la horticultura platense87 
Fotografía Nº2: Construcción de casillas de madera en la quinta .................................... 89 
Fotografía Nº3: Mapa de una quinta. Espacios productivos y reproductivos .................. 93 
Mapa Nº 11: Trayectoria migratoria de la familia de Raquel ......................................... 100 
Fotografía Nº4: Materiales utilizados en el taller sobre sexualidad ............................... 115 
Fotografía Nº5:Taller sobre infancias ............................................................................. 120 
Capítulo 4 
Fotografía Nº 6: Dinámica de presentación en la ronda de mujeres: "la red" ............... 127 
Cuadro Nº 2: Análisis de las rondas de mujeres .............................................................. 133 
Fotografía Nº7: Asamblea de productores y productoras del MTE Rural ..................... 138 
 5 
AGRADECIMIENTOS 
Este trabajo no hubiera sido posible sin una multiplicidad de personas e instituciones que 
me ayudan cotidianamente, me incentivan y confían en mí, desde diferentes lugares, para 
ser la persona que soy y, entre otros objetivos, cumplir éste que hoy da lugar al cierre de 
un ciclo con la finalización de la Maestría en Estudios Sociales Agrarios. 
Así como en las rondas de mujeres, resuena siempre el lema de que “no estamos solas” y 
que nos tenemos las unas a las otras, del mismo modo no puedo más que mirar a mi 
alrededor y sentir agradecimiento por las múltiples redes que me sostienen y contienen. 
Muchas forman parte de los privilegios que me permitieron, entre otras cosas, estudiar en 
la universidad, o hacer estudios de posgrado. Y muchas también tienen que ver con la 
convicción de que es importante construir vínculos desde el amor, el compañerismo, la 
complicidad, y la certeza de que todo en la vida, de manera circular (o más bien 
espiralada, porque nunca pasamos por los mismos lugares), va y vuelve. 
Entre las instituciones que permitieron que transitase este camino en la academia quiero 
agradecer a la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE) de la 
Universidad Nacional de La Plata, donde pude culminar los estudios de sociología y 
comenzar a forjar muchas de las maneras de ver el mundo que me acompañan hasta hoy. 
Hace ya tres años que me encuentro realizando cursos de postgrado gracias a la beca 
doctoral otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas 
(CONICET) en 2016, con mi lugar de trabajo en el Centro Interdisciplinario de 
Metodología de las Ciencias Sociales de la FaHCE, donde comparto este oficio con 
personas parecidas y diferentes, que siempre me han recibido con los brazos abiertos y 
que allanan un camino que por momentos es muy solitario. Un especial agradecimiento a 
todas las compañeras del CIMECS y particularmente al grupo de Desigualdad y 
trayectorias laborales, con quienes hemos compartido muchas de las discusiones, ideas, 
dudas y traumas que acompañan este proceso creativo. Esta beca me permitió disponer 
mi tiempo y esfuerzo para profundizar los estudios en ciencias sociales y, en ese marco, 
realizar la maestría de Estudios Sociales Agrarios en FLACSO, donde conocí a personas 
excepcionales, compañeras, compañeros y profesores, muchxs amigxs y colegas hasta 
hoy, con quienes aprendimos, debatimos y asumimos el desafío de seguir preguntando y 
de generar herramientas que además de conocer, nos permitan problematizar y 
transformar la realidad. 
Los últimos años, además de excepcionales por la relativa estabilidad laboral que significa 
la beca en relación al contexto de crisis vivido en Argentina, estuvieron marcados por dos 
estancias doctorales en España que me permitieron conocer a muchas personas, 
relacionarme con otros equipos de investigación, reflexionar sobre mi propio trabajo 
desde otras perspectivas, y crecer. Estos viajes se realizaron en el marco de la Red 
INCASI1. Un agradecimiento especial es para Laura Oso del ESOMI (Universidade Da 
Coruña), Pedro López Roldán del QUIT (Universidad Autónoma de Barcelona), quienes 
me alentaron y aconsejaron mientras fueron mis orientadores en las estancias, y a los 
 
1 Part of this thesis advances benefited from the research stay in A Coruña (ESOMI-UDC) under the 
guidance of Laura Oso, and Barcelona (QUIT-UAB) under the guidance of Pedro López-Roldán in the 
context of INCASI Network coordinated by Dr. Pedro López-Roldán, a European project that has received 
funding from the European Union’s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie 
Skłodowska-Curie GA No 691004. 
 6 
miembros de sus equipos con quienes he podido aprender en conjunto y he forjado 
relaciones de amistad que perduran hasta hoy. 
Sin dudas uno de los mayores estímulos para encontrarle un sentido al “oficio del 
sociólogo” y a la tarea de investigar se la debo a la organización que me vio crecer en la 
militancia y el compromiso por forjar un mundo más justo (o al menos intentarlo). Tanto 
Patria Grande como el MTE y la CTEP han sido los ámbitos donde hemos podido (porque 
este proceso siempre es colectivo) construir dialécticamente la relación entre teoría y 
práctica, entre academia y educación popular, entre clase magistral y asamblea de base, 
entre problemas de investigación y las dificultades de parar la olla en el cotidiano, y tener 
energías para seguir luchándola. De cada compañero y de cada compañera aprendo cada 
día cómo ser una mejor persona, y eso es invalorable. Las horas de descanso dejadas en 
cada actividad, cada reunión, cada encuentro, dan sus frutos, y éste no es más que un 
humilde aporte, desde otro lugar, a esa construcción colectiva. 
Entre las personas que fueron soporte, apoyo, escucha, consejo y contención durante estos 
años de estudio y producción académica están Leticia Muñiz Terra, Matías García y 
Silvana Sciortino, quienes ocuparon el lugar de dirección y me acompañaron con 
solidaridad y con paciencia en cada paso que fui(mos) dando. Sin su colaboración y 
comprensión, dedicación y aliento para creer en mí misma, creo no hubiera encontrado la 
motivación que tuve para llegar hasta acá. Son mi mayor ejemplo de que, también en la 
ciencia, la creación es colectiva, y una gran parte de lo volcado en este trabajo tiene que 
ver con las distintas instancias de discusión que nos dimos en el proceso de construcción 
de la tesis. Mausi, Ines Gasparín, no “dirigió” ningún proceso, pero fue mi cómplice en 
esta aventura de escribir, escuchándome, leyendo borradores y animándome a ir por más. 
Las protagonistas de este trabajo, quienes fueron inspiración de estos meses de 
observación, escucha y escritura son las compañeras del MTE Rural. Mujeres a quienes 
admiro y aprecio por su fortaleza, por su talante y su cariño. Me recibieron amablemente 
en sus casas muchas veces y también me visitaron en la ciudad. Aprendimos juntas. 
Establecimos vínculos que rompieron barreras étnicas, culturales y de clase. Con varias 
nos hicimos amigas. Hacernos feministas nos cambió la vida, o en eso estamos, 
intentando construir vínculos que nos hagan más libres, para nosotras y para las que 
vienen. Este trabajo tiene el objetivo de poner en primer plano sus vivencias, sus ideas, 
sentimientos y pareceres, su voz, en un ámbito donde no siempre están presentes, como 
son las letras académicas. En otros entornos, por el contrario, ya sorteamos algunos 
límites y son ellas quienes dan charlas en la universidad o discursos en actos políticos. 
Esto no hubiera sido posible sin el trabajo militante de las compañeras de Mala Junta, 
quienes impulsaron las rondas de mujeres, en un proceso que fue semilla y hoy es una 
enredadera imparable. Su ejemplo, claridad y humildad es una referencia importantísima 
para quienes nos identificamos con -y queremos construir desde- el feminismo popular. 
Por último, el agradecimiento es para la familia. La de toda la vida, la de Neuquén, y 
también la que fui eligiendo en el camino, la(s) de La Plata, por todos sus cuidados, y 
porque más allá de las ausencias siempre están con los brazos abiertos para recibirme y 
apoyarme en lo que me proponga. 
 
 7 
RESUMEN 
Este trabajo tiene por objetivo comprender los roles de género y sus transformaciones en 
la agricultura familiar, particularmente en el segmento dedicado a la horticultura y 
hegemonizado por la comunidad migrante boliviana. Nos proponemos analizar los roles 
ocupados porlas mujeres en las economías campesinas de subsistencia en Bolivia, y sus 
continuidades y transformaciones al migrar hacia la horticultura comercial intensiva en 
Argentina. Abordamos el caso de las mujeres que viven y trabajan en el cinturón hortícola 
de La Plata, a través de un análisis longitudinal basado en la reconstrucción de sus 
trayectorias familiares, laborales y migratorias. El marco temporal abarca desde 1990 
hasta la actualidad, tomando como referencia el momento en que inicia la migración de 
las entrevistadas hacia este país. Se trata de una investigación cualitativa en la cual 
realizamos entrevistas biográficas y observación participante en el marco de las “rondas 
de mujeres”, espacios de participación para las agricultoras y de reflexión sobre 
cuestiones de género. Los principales aportes se basan en la visibilización de un sujeto 
históricamente invisibilizado en los estudios rurales, recuperando el género como 
dimensión constitutiva de las formas de producción familiar, indagando en las formas de 
conciliación, las negociaciones al interior de la familia y el rol que juega la comunidad 
transnacional en ese proceso. 
Palabras clave 
Agricultura familiar – Género – Migraciones – Trayectorias 
 
ABSTRACT 
This work aims to understand the transformations in gender roles and relationships in 
family farming, particularly in the segment dedicated to horticulture and hegemonized by 
the Bolivian migrant community. We intend to analyze the roles occupied by women in 
the subsistence peasant economies in Bolivia, and their continuities and transformations 
by migrating towards intensive commercial horticulture in Argentina. We address the 
case of women who live and work in La Plata’s horticultural belt, through a longitudinal 
analysis based on the reconstruction of their family, labor and migratory trajectories. The 
time frame covers from 1990 to the present, taking as reference the moment in which the 
migration to Argentina of the interviewees begins. It is a qualitative research in which we 
carry out biographical interviews and participant observation within the framework of the 
"women's rounds", participation spaces for women farmers and reflection on gender 
issues. The main contributions are based on the visibility of a historically invisible subject 
in rural studies, recovering gender as a constitutive dimension of family work, 
investigating the forms of conciliation, negotiations within the family and the role that 
the transnational community plays in that process. 
Key words 
Family farming – Gender – Migration – Trajectories 
 
 8 
INTRODUCCIÓN 
Este trabajo pretender ser un aporte desde la investigación académica a los cambios 
sociales que viene dando el movimiento feminista en los últimos años por la construcción 
de la igualdad de géneros y un mundo más justo, denunciando la violencia contra las 
mujeres y la invisibilización del aporte del trabajo doméstico y de cuidados para 
garantizar la sostenibilidad de la vida. 
Reclamos como la violencia de género, los femicidios o la legalización del aborto, que 
tienen larga data en la agenda feminista, han alcanzado en los últimos años, tanto en 
Argentina como en el resto del mundo, cierta visibilidad en los medios de comunicación, 
consensos en la sociedad como temas relevantes y ciertos compromisos políticos para ser 
abordados desde la legislación2. Por otro lado, las desigualdades en el ámbito de la 
economía (sobre todo las discusiones sobre la distribución de las cargas de trabajo y las 
brechas salariales entre varones y mujeres), son un tema en el que, consideramos, aun 
persisten resistencias para discutirlo abiertamente3, y existe una falta de información y de 
legislación con perspectiva de género que permita abrir debates y generar 
transformaciones al respecto. 
Replicando las tendencias a nivel mundial y latinoamericano, la última Encuesta 
Permanente de Hogares de Argentina (EPH) (tercer trimestre de 2018) arroja datos sobre 
una masculinización del mercado de trabajo, en el cual la tasa de actividad y la tasa de 
empleo de los varones supera en 20 puntos la de las mujeres. Esto se debe 
fundamentalmente al gran porcentaje de mujeres en edad laboral que permanecen en el 
hogar realizando tareas domésticas no remuneradas. Por otro lado, dentro de la población 
económicamente activa, las mujeres presentan las tasas más altas de desocupación y 
subocupación (3 puntos y 5 puntos respectivamente). Es decir, quisieran trabajar (o 
trabajar más) pero no consiguen empleo en el mercado de trabajo. 
Sin embargo, sabemos que el acceso de las mujeres al mercado de trabajo no garantiza 
una mayor autonomía para ellas ni la democratización de las tareas de cuidados, sino que 
muchas veces les genera una sobrecarga de trabajo (lo que llamamos “doble jornada 
laboral”). Una encuesta sobre trabajo no remunerado y uso del tiempo realizada en 
Argentina en 20134 demuestra que las mujeres son responsables por el 76% del trabajo 
doméstico, frente al 24% que es realizado por los varones, y asimismo ellas dedican más 
tiempo al cuidado de personas o al apoyo escolar. 
 
2 La marcha #NiUnaMenos en 2015, ha generado debates abiertos en distintos ámbitos de la sociedad y 
campañas de concientización respecto de la violencia hacia las mujeres, el acoso callejero, el abuso y los 
femicidios. Otro ejemplo, es la última presentación del proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del 
Embarazo en 2018, que generó una apertura social al debate sobre el tema (respecto del cual hay varias 
posiciones) inédito en el país, y su aprobación en la cámara de diputados del Congreso (posteriormente fue 
rechazada en senadores). 
3 Partiendo por las dirigencias empresariales, sindicales y políticas, que son conducidas en una amplia 
mayoría por varones. Por caso, la ley Nº25.674 de Cupo sindical femenino del año 2003 establece que cada 
unidad “(…) deberá contar con la participación proporcional de mujeres delegadas en función de la cantidad 
de trabajadores de dicha rama o actividad” y que “la representación femenina en los cargos electivos y 
representativos de las asociaciones sindicales será de un mínimo del 30% cuando el número de mujeres 
alcance o supere ese porcentual sobre el total de los trabajadores.” Fuente: 
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=80046 (última visita 11/03/2019) 
4 https://www.indec.gob.ar/nivel4_default.asp?id_tema_1=4&id_tema_2=31&id_tema_3=117 (última 
visita 11/03/2019) 
 9 
Por otro lado, en términos de ingresos, la misma EPH nos muestra que las mujeres 
perciben ingresos que, en promedio, son un 26,2% menores que los de los varones. Si 
esta información se desagrega, observamos que las trabajadoras no registradas perciben, 
en promedio, un 37,2% menos que los varones no registrados. Es decir, que la brecha de 
género se amplía para quienes tienen peores condiciones de trabajo. Y del mismo modo, 
la brecha se incrementa en los puestos de trabajos menos calificados, alcanzando el 38,6% 
(frente al 20,4% para puestos profesionales). 
Considerando el nivel educativo, encontramos que las mujeres ocupadas están, en 
promedio, más formadas que los varones que participan en el mercado de trabajo; pero a 
igual nivel educativo, los ingresos laborales de las mujeres trabajadoras son inferiores a 
los de los varones. Esta diferencia de ingresos es del 26,9% para las de nivel 
universitario/superior, y del 46,2% para las que cuentan con nivel primario. 
Según el análisis de los datos realizado por el colectivo economía femini(s)ta5, gran parte 
de la brecha está explicada por la cantidad de horas dedicadas al trabajo remunerado. Es 
decir, las mujeres se emplean en el mercado, en promedio, menos horas que los hombres 
y esto explica una parte importante de por qué perciben menores ingresos mensuales. 
Ahora bien, si retomamos la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso del tiempo, 
vemos que las mujeres dedican un 75%más de tiempo al trabajo doméstico que los 
varones, mientras que ocupan los deciles de menores ingresos de la sociedad. 
Desde 2017, el 8 de marzo cobra fuerza a nivel global como Paro Internacional de 
Mujeres bajo la consigna “Nosotras movemos el mundo, nosotras lo paramos”, 
procurando visibilizar las desigualdades existentes y generar nuevos consensos sobre la 
necesidad de discutir la forma en que se concilia socialmente trabajo productivo y 
reproductivo. Este debate no puede darse sin repensar de conjunto las formas en que se 
articulan producción y consumo en un mundo capitalista globalizado, que tiende a ampliar 
las brechas de desigualdad social y genera un nivel de apropiación y destrucción del 
planeta y la naturaleza que es, cuanto menos, inquietante. 
La economía feminista, como programa académico y también en el marco de los 
movimientos sociales y el activismo político, ha venido desarrollando conocimientos y 
propuestas en torno de nuevas formas de analizar la relación entre economía y sociedad, 
contemplando las relaciones de género, las formas en que estamos en el mundo y que 
reproducimos la vida, y no únicamente las relaciones de producción, el crecimiento 
económico o la acumulación de capital. Esta perspectiva de sostenibilidad de la vida 
(Carrasco, 2003), que pone los cuidados y las necesidades humanas en el centro, viene 
teniendo gran repercusión en distintos ámbitos, con muchas mujeres académicas y 
activistas como referentes de este movimiento dentro del feminismo a nivel mundial. 
En América Latina, por otra parte, la mirada se complejiza debido a la heterogeneidad 
estructural de la población de los distintos países de la región, y “el punto de partida para 
hacer economía feminista no puede ser otro que el reconocimiento de que las diferencias 
de género no existen en el vacío, y que mujeres y varones atraviesan (sufren, aprovechan, 
reproducen, superan) las desigualdades estructurales (clase, etnia) de manera desigual” 
(Esquivel, 2016, p. 110). 
Uno de los desafíos para impulsar consensos a nivel social y políticas públicas que 
reviertan esta situación, es generar relevamientos, conocimientos, investigaciones e 
informes que visibilicen y valoren la participación de las mujeres en la economía y su 
 
5 http://economiafeminita.com/la-desigualdad-de-genero-se-puede-medir-3/ (última visita 11/03/2019) 
 10 
aporte al bienestar de la población y a la reproducción de la vida, tanto en tareas 
productivas como mediante los esfuerzos puestos en los cuidados. Esta investigación se 
orienta en ese sentido, abordando particularmente la realidad de las mujeres agricultoras 
que viven y trabajan en un sector productivo clave de la economía argentina, no sólo por 
el nivel de recursos económicos que moviliza, sino sobre todo por su función social. Nos 
referimos a la producción de alimentos para el consumo en fresco, en el cinturón hortícola 
que se encarga de proveer diariamente de frutos y verduras al conglomerado urbano más 
densamente poblado del país (donde viven más de 14 millones de personas, es decir, 1/3 
de la población total). El cinturón verde de la ciudad de La Plata, ubicado al sur del área 
metropolitana de Buenos Aires (ver mapa Nº1), es una de las regiones productoras de 
hortalizas más grande y con mayor productividad de Argentina, donde viven y trabajan 
más de 4000 familias. La modalidad de trabajo es fundamentalmente con mano de obra 
familiar, aunque también existen establecimientos medianos o grandes que contratan 
fuerza de trabajo asalariada. 
Mapa Nº1: Área Metropolitana de Buenos Aires y aglomerado del Gran La Plata 
 
Fuente: 
https://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Buenos_Aires#/media/File:Mapa_de_la_Gran_Buenos_Aires.svg 
(última visita 10/03/2019) 
La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, y localizada 60 km al sur de la Ciudad 
Autónoma de Buenos Aires, es el partido con mayor volumen de producción hortícola 
intensiva de esta región, con más de 6.000 hectáreas en actividad y alrededor de 3.000 
establecimientos productivos (Andrada, 2018; Miranda, 2017; Pineda, 2014) que 
abastecen diariamente los mercados concentradores del gran Buenos Aires. Además, 
destaca por ser una actividad muy demandante de fuerza de trabajo, empleando, en 
 11 
promedio, 1,5 personas por hectárea a campo y hasta 4 bajo invernaderos6. Según 
estimaciones del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la horticultura 
platense genera anualmente alrededor de 18.200 puestos de trabajo directo e indirecto7 
(Fortunato, 2015 en base a INTA, 2011). 
La horticultura (como en general las actividades agrícolas intensivas y no tecnificadas) 
se caracteriza por ser altamente demandante de mano de obra, pero ésta es poco calificada, 
mal remunerada y contratada bajo condiciones de mucha precariedad laboral (en términos 
de seguridad social, extensión de la jornada de trabajo, períodos de descanso, continuidad 
en el puesto, etc.). En consecuencia, esta demanda es satisfecha por trabajadores y 
trabajadoras migrantes, que llegan desde su país de origen en busca de mejores horizontes 
laborales y dispuestos/as a tolerar condiciones que los/as nativos/as no aceptarían8. En 
Argentina, la horticultura es un nicho laboral ocupado principalmente por migrantes 
bolivianos/as de origen campesino, y a diferencia de otros lugares del mundo donde la 
tendencia es hacia la concentración de las unidades productivas en grandes empresas con 
trabajadores/as asalariados/as (Da Silva, Gómez, & Castañeda, 2010), aquí predominan 
las unidades familiares de pequeña escala, en la cual muchos y muchas migrantes han 
conseguido, después de un tiempo de permanencia en la actividad, desarrollar 
emprendimientos productivos propios a través del arrendamiento o compra de las tierras. 
Paradójicamente, este ascenso social que les convierte en pequeños/as productores/as 
(con aporte de la propia fuerza de trabajo y la de su familia), no revierte las condiciones 
de explotación, precariedad e informalidad que caracterizan a este mercado laboral, 
manteniendo a muchas familias en situación de pobreza y marginalidad. 
La desvalorización del trabajo rural y la segmentación étnica del mercado de trabajo 
hortícola en Argentina, que ya ha sido ampliamente estudiado desde la sociología rural, 
nos ha llevado a preguntarnos, atendiendo al tema de la desigualdad de género que nos 
preocupa, por la particular forma en que se estructuran las relaciones de género en este 
sector productivo, atravesadas por la experiencia migratoria y las particularidades de la 
comunidad transnacional boliviana. 
Las formas patriarcales de dominación permean la sociedad mediante estructuras 
mentales, formas de organización del trabajo y la familia, y estereotipos de lo que es ser 
varón y ser mujer que, como siempre fueron así parece que nunca podrían ser cambiados. 
En consecuencia, definimos realizar un estudio cualitativo y longitudinal a través de 
historias de vida, que nos permitiera comprender desde la infancia campesina de estas 
mujeres agricultoras cómo determinados roles productivos y domésticos se han 
perpetuado en el tiempo o si, por el contrario, el hecho de haber migrado y cambiado 
sustancialmente la forma de producir, han tenido un impacto en la transformación de las 
 
6 Esto contrasta con la agricultura extensiva, donde el promedio es 1 persona cada 100 hectáreas (Fortunato, 
2015, p. 5). 
7 “(…) se estima que se generan en el CHP alrededor de 2.910.000 de jornales/año en explotaciones 
familiares y 3.402.000 jornales/año en mano de obra contratada, lo que equivale a unos 12.330 empleados 
y 9.700 trabajadores familiares. (…) Debe señalarse además, que la actividad hortiflorícola genera también 
un importante número de empleos indirectos en la comercialización, provisión de insumos, servicios varios, 
etc. En síntesis, se estima que el sector productivo genera en el AMBA más de 5.000.000jornales/ año, lo 
que equivale a alrededor de 18.200 personas que en forma anual, directa o indirectamente, encuentran su 
fuente de trabajo en esta actividad productiva.”(Fortunato, 2015, p. 5) 
8 Esto no sólo sucede en Argentina, sino que se replica con características similares en distintos países 
(como México, Australia, Estados Unidos, España). 
 12 
relaciones de género. Asimismo, entendiendo que estos roles son construcciones sociales, 
analizar las particularidades que los mismos asumen para el sujeto bajo estudio. 
En la horticultura (y como sucede en otras producciones intensivas con mano de obra 
familiar), nos encontramos con la particularidad de que las unidades productivas se 
configuran como unidades de producción y reproducción. Esto quiere decir que no hay 
límites claramente definidos entre una y otra esfera, ya que la vivienda se localiza en el 
mismo predio que la parcela productiva, y la familia funciona como un “equipo de 
trabajo” para garantizar tanto el trabajo de la tierra como la reproducción del grupo 
familiar. En este contexto, el aporte de trabajo de mujeres y jóvenes a la economía familiar 
generalmente es invisibilizado detrás de la figura del “productor” como jefe de familia y 
principal responsable de la actividad económica. Esta tendencia se reproduce tanto en la 
cotidianeidad de la producción hortícola, como en muchos estudios académicos, que 
abordan al grupo familiar como una unidad en la que todos/as colaboran para garantizar 
la producción y la reproducción, opacando las relaciones de poder que se reproducen al 
interior del mismo. 
La forma de acercarnos a las horticultoras y construir los vínculos de confianza necesarios 
para realizar la investigación fue a través de la observación participante en las “rondas de 
mujeres”, un espacio de encuentro, formación y discusión sobre género para agricultoras 
organizadas en el Movimiento de Trabajadores Excluidos - Rama Rural (MTE Rural). 
Todas las productoras contactadas, en consecuencia, han participado de dichas reuniones 
y entendemos que han realizado previamente a la situación de entrevista, en alguna 
medida, un proceso reflexivo sobre su propia condición como mujeres rurales. Esto 
probablemente forma parte de las debilidades de la investigación, ya que se trata de un 
grupo particular, representativo del universo de productoras hortícolas de la región en su 
trayectoria familiar, laboral y migratoria, aunque no así en las formas en que han 
transitado la reflexión sobre las relaciones de género y emprendido algunos cambios al 
respecto. No obstante, entendemos que también representa una de las potencialidades del 
estudio, ya que habilitó un contacto fluido y sostenido en el tiempo con las productoras, 
y al mismo tiempo nos permite analizar una de las estrategias orientadas a revertir las 
desigualdades de género en el territorio desplegadas por un actor relevante9. En ese 
sentido, entendemos que el abordaje de este grupo específico de productoras hace visible 
algunos horizontes de cambio que podrían, con el tiempo, extenderse a más familias 
agricultoras. 
Procurando responder a los interrogantes planteados, como objetivo general de la 
investigación nos propusimos conocer y analizar los roles ocupados por las mujeres en 
las economías campesinas de subsistencia en Bolivia, y sus continuidades y 
transformaciones al migrar hacia la horticultura comercial intensiva en Argentina. 
Definimos como marco temporal el período que abarca desde la década de 1990 hasta la 
actualidad, tomando como punto de partida el momento en que inicia la migración de las 
entrevistadas hacia este país10. 
A partir de este objetivo general, delimitamos los siguientes objetivos específicos: 
 
9 El MTE agrupa a más de 3000 horticultores y horticultoras en la región bajo estudio. 
10 Esto coincide tanto con el momento de profundización de políticas neoliberales en Bolivia (con 
consecuencias de expulsión de la población rural más vulnerable), como también con el período en el que 
se consolida la inserción de la comunidad boliviana en el cinturón hortícola platense (fines de los ’90 e 
inicios de los años 2000). 
 13 
1. Comprender las formas de organización del trabajo y las relaciones de género 
establecidas al interior de las familias campesinas en Bolivia, a través de la 
reconstrucción de las condiciones de vida y de trabajo en la familia de origen de 
las entrevistadas. 
2. Reconstruir las trayectorias laborales y migratorias de las entrevistadas, 
identificando patrones comunes en la experiencia de inserción laboral de las 
mujeres bolivianas como migrantes internas (del campo a la ciudad), y como 
extranjeras en Argentina. 
3. Analizar las formas de organización del trabajo y las relaciones de género 
establecidas al interior de la familia en la horticultura platense, identificando 
continuidades y transformaciones respecto de las economías campesinas de 
subsistencia. 
4. Indagar en la forma en que es y ha sido vivida la maternidad por las agricultoras 
familiares, analizando continuidades y transformaciones respecto de la 
experiencia maternal de la generación anterior (sus madres) y de la propia infancia 
respecto de las formas actuales de crianza. 
5. Analizar las transformaciones en las relaciones de género mencionadas y 
percibidas a partir del proceso reflexivo desencadenado en las rondas de mujeres 
de las cuales las entrevistadas participan, en el marco de una organización gremial 
de pequeños/as productores/as de la que forman parte en La Plata. 
En función de este orden analítico, la tesis está estructurada en 4 capítulos que se suceden 
de la siguiente manera: 
En el capítulo 1 presentamos los antecedentes bibliográficos sobre horticultura, género 
en los ámbitos rurales y migraciones, que nos permitieron abrir la mirada respecto de la 
pregunta formulada inicialmente, conociendo los trabajos previamente realizados y 
estableciendo conexiones entre los mismos para abordar de manera particular el territorio 
hortícola que analizamos. También incluimos los principales recortes conceptuales que 
tomamos para realizar la construcción analítica de esta investigación, donde definimos 
(entre otros) términos como economía campesina, los procesos de movilidad social, 
migración transnacional, agricultura familiar, género, interseccionalidad y 
empoderamiento. Finalmente presentamos las consideraciones teórico-metodológicas 
respecto de la forma en que realizamos el trabajo de campo para producir los datos y el 
posterior análisis de los mismos. 
El capítulo 2 hace referencia al mundo campesino, las migraciones internas en Bolivia y 
la migración internacional a la Argentina. Inicialmente presentamos, a modo contextual, 
la historia y estructura socio-económica de Bolivia, y algunas reflexiones sobre la 
construcción de una cultura migratoria en ese país. Luego entramos en el análisis de las 
infancias campesinas, donde abordamos las condiciones de vida, las formas de 
organización del trabajo y las relaciones de género en la familia de origen de las 
entrevistadas. A continuación, describimos su primera experiencia migratoria, en la cual 
de manera estereotipada las jóvenes campesinas se insertan a trabajar como empleadas 
domésticas en distintas ciudades de Bolivia. Para finalizar, realizamos un análisis de la 
migración internacional y el paso por distintas provincias de Argentina hasta llegar a La 
Plata, donde abordamos la manera en que las mujeres enfrentan las tensiones propias de 
la migración como proyecto individual y como proyecto colectivo “trasnacional” y 
familiar. 
 14 
En el capítulo 3 nos adentramos en conocer la vida de las mujeres como “quinteras11” a 
partir de su arraigo en el cinturón hortícola de La Plata. Para comenzar introducimos la 
historia de conformación de esta área hortícola y sus principales características socio-
económicas y productivas. Luego, en el segundo apartado analizamos las formas de 
organizacióndel trabajo y las relaciones de género en la horticultura platense, incluyendo 
temas como la relación entre trabajo productivo y reproductivo en las quintas hortícolas; 
la estrategias desplegadas por las familias (y la comunidad boliviana) para alcanzar la 
movilidad social en Argentina y la manera particular en que estas mujeres participan de 
dicho proceso; y las formas de conciliación del trabajo y la negociación al interior de la 
familia. En el tercer apartado abordamos específicamente el tema de la maternidad, donde 
incorporamos las experiencias personales de distintas entrevistadas y su forma de vivir la 
maternidad siendo agricultoras, las diferencias y continuidades con la experiencia de sus 
madres y el modo en que resignifican su propia infancia a través de la crianza. 
En el capítulo 4 presentamos la experiencia de las rondas de mujeres y un análisis de las 
transformaciones identificadas en las formas de autopercibirse y de posicionarse de las 
productoras en distintos ámbitos, entendidas como un proceso de empoderamiento fruto 
de la reflexión colectiva sobre la desigualdad de género. Incorporamos tanto las 
observaciones registradas en las rondas como los relatos de las entrevistadas sobre esa 
experiencia. 
La tesis finaliza con las reflexiones finales, donde presentamos los principales hallazgos 
y aportes de este trabajo al campo de los estudios sociales agrarios, así como posibles 
líneas de análisis que puedan profundizarse en futuras investigaciones. 
En cada apartado analítico, la narración va intercalando la historia de vida de alguna de 
las entrevistadas con elementos conceptuales e históricos propios del ejercicio intelectual 
y con crónicas sobre algunas instancias de discusión de las rondas de mujeres de las que 
participamos, y donde las productoras reflexionaron de manera colectiva sobre su propia 
condición y experiencia como trabajadoras rurales, migrantes, esposas, madres, hijas, 
militantes, entre otras. 
La investigación fue realizada mediante una intensa revisión bibliográfica en la literatura 
especializada sobre horticultura, género en los ámbitos rurales, economía feminista y 
migraciones; y una estrategia cualitativa de construcción de los datos. Para ello 
combinamos la realización de entrevistas biográficas a 10 horticultoras (al menos dos 
encuentros con cada una, donde indagamos en sus trayectorias familiares, laborales y 
migratorias), con observaciones participantes en 20 rondas de mujeres. En las mismas 
formamos parte de múltiples discusiones con las entrevistadas y con otras productoras, 
sobre distintos temas relacionados con sus historias de vida, sus inquietudes, temores, 
anhelos y deseos, atravesados por su forma de auto-percibirse como mujeres. 
 
 
11 “Quinteras” o “quinteros” hace alusión a que trabajan en la “quinta”, que es como se denomina a las 
unidades productivas dedicadas a la horticultura en la región. Este concepto aparecerá repetidamente a lo 
largo del trabajo. Podría ser un equivalente de lo que es la chacra para los “chacareros”. 
 15 
Capítulo 1. Antecedentes, marco teórico y metodología de la 
investigación 
Introducción 
En este capítulo presentamos, en primer lugar, la revisión bibliográfica de la literatura 
especializada que consultamos para profundizar en el tema de nuestro interés y construir 
la pregunta de investigación sobre las relaciones y roles de género en el sector de la 
horticultura familiar, hegemonizada por la comunidad migrante boliviana. La exposición 
está organizada en función de tres ejes analíticos que articulan distintos autores y 
perspectivas teóricas. Estos ejes son: producción hortícola en Argentina, relaciones de 
género en los ámbitos rurales y migraciones internacionales. Partiendo de estos 
antecedentes introducimos el marco conceptual que da cuerpo al análisis de la 
investigación, hilando las relaciones entre los tres ejes temáticos en función de la pregunta 
y los objetivos planteados. Mediante estos ejes nos proponemos comprender las 
continuidades y transformaciones en los roles de género entre la economía campesina y 
la horticultura comercial, ligadas a través del proceso migratorio. Finalmente, 
presentamos la metodología, donde incluimos tanto la perspectiva teórica-epistemológica 
desde donde nos ubicamos para construir el conocimiento sociológico, como las distintas 
estrategias que desplegamos para realizar el trabajo de campo y producir las fuentes 
primarias de información. Incluimos además algunas consideraciones éticas respecto del 
proceso de investigación, y una exposición de la manera en que construimos la muestra y 
realizamos el análisis de los datos. 
1. Antecedentes sobre horticultura, género en los ámbitos rurales y 
migraciones 
Existe una amplia literatura que ha analizado los sistemas de producción hortícola en 
Argentina y sus transformaciones, como también particularmente el cinturón hortícola de 
La Plata, ya que se configura como uno de los más importantes por su nivel de 
productividad, competitividad y densidad de establecimientos a nivel nacional. 
El trabajo en el sector hortícola se caracteriza por el uso intensivo de la mano de obra, 
por ser un trabajo mal referenciado (monótono, duro, mal pago), generalmente rechazado 
por los/as trabajadores/as locales y que acaba absorbiendo un gran flujo de trabajadores/as 
migrantes, quienes salen de sus países en busca de mejores condiciones y toleran 
situaciones de explotación que la población nativa no admitiría12 (Carrasco Carpio, 1999). 
En general, entonces, la mano de obra que se ocupa en horticultura es migrante y aporta 
a la competitividad a través de la superexplotación (Marini, 1973). Otra característica 
clave es su dependencia de la fuerza de trabajo (por la cantidad demandada y por el aporte 
que ésta hace a la competitividad), lo que se transforma en un arma de doble filo, en la 
medida que deriva en una limitante para la expansión de la actividad (García, 2013). 
Los primeros migrantes dedicados a la actividad en Argentina provienen de ultramar, 
siendo campesinos pobres de Europa (Italia, España, Portugal) quienes se asientan 
durante las primeras décadas del siglo XX en la periferia de los principales centros 
urbanos del país para la producción de alimentos frescos. En la actualidad son migrantes 
 
12 En palabras de Aragón (1993, en Carrasco Carpio, 1999, p. 64) “sin inmigrantes, los invernáculos o 
cualquier agricultura intensiva tiene un futuro más que incierto”. 
 16 
de países limítrofes, en su gran mayoría de origen boliviano, quienes hegemonizan la 
provisión de fuerza de trabajo y algunos nichos clave en la cadena hortícola (Benencia, 
2012b). Desde los años ’70 se registra su llegada a las provincias del norte de Argentina, 
mientras a partir de mediados de los años ’80 se insertan con fuerza en la provincia de 
Buenos Aires. Benencia sostiene que es a partir de la constitución de enclaves étnicos en 
distintos territorios de Argentina, que se da este avance de las familias bolivianas tanto 
en la producción como en la comercialización hortícola. Este proceso en el cual las 
familias bolivianas comienzan a jugar un papel decisivo en torno a la producción de 
alimentos en las regiones periurbanas también ha sido definido como la “bolivianización 
de la horticultura” (Benencia, 2006; Barsky, 2008). Cabe destacar que este fenómeno en 
la región platense que es de nuestro interés se desarrolla más tardíamente, a partir de la 
década del ’90 (García & Lemmi, 2011). 
Desde los trabajos pioneros de Ringuelet (1991) y Benencia (1996, 1997) refiriéndose a 
las formas de trabajo en la horticultura y al incipiente rol protagónico de los horticultores 
de origen boliviano, en la última década se han multiplicado los estudios científicos 
avocados a comprender este fenómeno en las distintas regiones del país como Tucumán 
(A. I. Rivas & Natera Rivas, 2007; F. Rivero Sierra, 2008),Rosario (Rosenstein & 
Cittadini, 1998), Córdoba (Benencia, Ramos, & Salusso, 2016; Pizarro, 2011b), Mar del 
Plata (Bocero & Prado, 2007), el Valle Medio del Río Negro (Abarzúa & Brouchoud, 
2014; Ciarallo & Trpin, 2015) o Chubut (Owen, Hughes, & Sassone, 2007). 
Al mismo tiempo, existen líneas de investigación que abordan estos procesos de 
transformación en la horticultura desde muy diversos enfoques: desde el análisis de la 
dinámica de los mercados de trabajo y la movilidad social (Benencia & Quaranta, 2006b; 
Ferroni, 2010), las transformaciones tecnológico-productivas (Cieza, 2006; García, 
2011a; Souza Casadinho, 2012; Villulla, 2006), las formas de acceso a la tierra (García, 
2008), la construcción de los territorios periurbanos hortícolas (Barsky, 2005; García & 
Lemmi, 2011) o los instrumentos de intervención estatal allí desplegados (Feito, 2007; 
Hang et al., 2015; Seibane, 2013), hasta la cuestión migratoria (Feito, 2013), la 
discriminación y la xenofobia (Pizarro, 2007), o la construcción de saberes en horticultura 
(Castro, 2016; Criado, 2015). Vale destacar que la mayoría de estos trabajos se encuentran 
arraigados empíricamente en el área metropolitana de Buenos Aires, respondiendo tanto 
a la centralidad político-económica de esta región del país, como a la alta densidad 
poblacional que allí reside. 
Uno de los principales antecedentes, y que resulta de interés para el tema que queremos 
abordar en este trabajo, es el proceso de movilidad social experimentado por las familias 
bolivianas de origen campesino a partir de la migración hacia la Argentina y en su 
posterior inserción en la actividad hortícola. Teóricamente se inserta en los estudios que 
analizan las transformaciones del desarrollo capitalista en el agro, y fundamentalmente 
los procesos de acumulación y capitalización que históricamente han puesto en cuestión 
la persistencia del campesinado como sujeto social agrario (Archetti & Stölen, 1975; 
Murmis, 1991; Posada, 1996). 
El proceso de diferenciación de las familias campesinas bolivianas como productoras 
integradas a los mercados capitalistas en el área hortícola bonaerense, ha sido 
caracterizado por Benencia (Benencia, 1997; Benencia & Quaranta, 2006b) describiendo 
su paso de peones rurales a patrones “quinteros”, a través de la combinación de distintas 
estrategias productivas y reproductivas que les permiten acumular capital para alcanzar 
la autonomía como productores rurales y el control de los medios de producción. El 
concepto acuñado para describir dicho proceso ha sido el de “escalera boliviana”, en el 
 17 
que los distintos escalones (trabajador-peón, trabajador-mediero, productor-arrendatario, 
productor-propietario) suponen posiciones y estrategias diferenciadas en relación a los 
factores productivos (tierra, trabajo, capital). 
En continuidad con esa línea de análisis, García (2011b) señala que las estrategias de 
acumulación de capital de las familias bolivianas en la horticultura platense combinan 
elementos capitalistas (como la contratación de fuerza de trabajo asalariada o en mediería, 
la inversión de capital para implementación de tecnología o el avance hacia tareas de 
comercialización) con la persistencia de elementos campesinos. Entre éstos se destaca 
principalmente la utilización predominante de fuerza de trabajo familiar (no remunerada) 
y la autoexplotación; y el llevar una vida austera basada en la contracción del consumo, 
la producción de alimentos para el autoabastecimiento y la mantención de condiciones 
precarias de infraestructura (principalmente las viviendas). Todo ello significa una fuente 
de ahorro que les permite acumular capital para reinvertir en la producción y avanzar en 
la escalera boliviana. Vale destacar que el proceso de movilidad social no es 
exclusivamente ascendente, sino que en las trayectorias pueden observarse avances y 
también retrocesos a eslabones anteriores, como consecuencia de inversiones fallidas o 
como estrategias de resistencia frente a la crisis y contextos económicos adversos. 
Llama la atención, sin embargo, que en estos análisis el lugar de la mujer y su rol en la 
economía familiar aparece generalmente como el de ayudante o colaboradora, o 
simplemente invisibilizado tras la idea de estrategias familiares, pero cuyo referente 
empírico es, en definitiva, el productor jefe de familia. 
En las revisiones bibliográficas hemos encontrado, en comparación, muy pocos estudios 
que incorporen una perspectiva de género o que privilegien la comprensión de la 
experiencia de las mujeres rurales o de las relaciones entre hombres y mujeres en la 
horticultura. Esto se condice, a su vez, con que los estudios que abordan género y 
ruralidad en términos generales son también escasos y puntuales. Sin embargo, cabe 
destacar que, siguiendo el paso del movimiento feminista en la conquista de derechos e 
igualdad entre varones y mujeres, son cada vez más los trabajos que incluyen la 
perspectiva de género como un eje transversal en sus análisis. A continuación 
presentamos algunos de los antecedentes que consideramos más relevantes sobre el tema. 
Algunas de las pioneras en América Latina en producir conocimiento sobre las mujeres 
rurales han sido Deere y León. Las autoras han abordado tanto el aporte realizado por las 
mujeres a través del trabajo productivo y reproductivo (doméstico y de cuidados en 
general) no remunerado en los hogares campesinos, para la acumulación de capital en las 
economías periféricas (Deere, 1982), como la relación entre las formas de acceso a la 
tierra (herencia, matrimonio, reforma agraria, derecho consuetudinario, mercado 
inmobiliario) y la desigualdad de género. Sus estudios dan cuenta de cómo el acceso a la 
tierra es una fuente fundamental de empoderamiento femenino, ampliando la autonomía 
económica de las mujeres y mejorando sus condiciones de negociación al interior del 
hogar (Deere & León, 2002, 2004), así como las condiciones de vida de todo el núcleo 
familiar. Asimismo, sus aportes han sido de gran influencia en la incorporación de una 
mirada de género en los programas de desarrollo en Latinoamérica, con el 
empoderamiento de las mujeres como una forma estratégica de mitigar la pobreza rural. 
En América Latina también se ha analizado el proceso de feminización de la demanda de 
mano de obra agrícola, sobre todo en relación a los procesos de reestructuración 
empresarial a partir de los años ’80, producto de las reformas estructurales del modelo 
neoliberal cuya consecuencia directa fue el incremento de las tasas de pobreza rural 
(Deere, 2005). Estas transformaciones, a la vez que impulsan la necesidad de los hogares 
 18 
rurales de diversificar sus fuentes de subsistencia para hacer frente a la pobreza, entre las 
cuales destaca la inclusión de la mujer en el mercado laboral; también imponen nuevos 
criterios de calidad en sectores emergentes de la agricultura de exportación, 
principalmente las frutas, hortalizas y flores. En una segmentación por género del 
mercado de trabajo, las empresas buscan la contratación de mujeres para la realización de 
tareas artesanales, asociándolas a cualidades y destrezas feminizadas como la agudeza 
visual, el cuidado, la delicadeza y la paciencia. Numerosos estudios de caso indican cómo 
la intensificación del proceso productivo, aumentando la demanda de mano de obra, 
generó un acceso mayor de las mujeres al trabajo asalariado autónomo, lo cual significa 
una mejoría en los procesos de empoderamiento; pero que en contrapartida los puestos de 
trabajo destinados a ellas son siempre más flexibles y temporarios/estacionales que los 
reservados para los hombres, dada la necesidad de conciliación entre trabajo productivo 
y reproductivo en el hogar. Esto deriva en condiciones laborales más precarias, menores 
remuneraciones y trayectorias inestables (Deere, 2005; Lara Flores, 1991). Algunos 
ejemplos reconocidos son los trabajos de Lara Flores sobre la producción de hortalizas 
frescas en México para la exportaciónhacia Estados Unidos (1992); sobre la 
reestructuración agrícola que llevó a la diversificación de la fruticultura de exportación 
en los Valles Centrales de Chile (1995), o sobre la floricultura en Colombia, que se 
convirtió en los años ’80 en el segundo exportador mundial de flores (1998). En Brasil, 
el caso paradigmático de esta reestructuración fue el Valle de San Francisco en la región 
nordeste, con la irrupción de la vitivinicultura de exportación (Collins, 1993). 
Por otro lado, una de las fuentes de visibilización de las problemáticas relacionadas con 
las mujeres rurales a nivel mundial han sido los programas desplegados desde los 
organismos internacionales de desarrollo (principalmente desde la Organización para las 
Naciones Unidas y su sección específica para la alimentación y la agricultura - FAO). El 
paradigma de Mujeres en el Desarrollo, impulsado desde los años ’70, se alejó de la 
asociación de las mujeres únicamente en su rol de madres y responsables de la esfera 
doméstica y reproductiva, reconociendo su capacidad como productoras rurales. La 
recomendación era que los hogares rurales ganarían en productividad si las mujeres se 
capacitaran y se insertaran en el mercado de trabajo. Sin embargo, al reconocerlas sólo 
como recurso humano, dejó de lado las actividades doméstico-reproductivas que la 
mayoría de ellas efectivamente asumen, significando con frecuencia una sobrecarga de 
trabajo. Así, en una revisión de este último, desde mediados de los ‘80 el paradigma de 
Género en el Desarrollo incorpora a los programas la necesidad de considerar y modificar 
las relaciones entre varones y mujeres, para el logro de un desarrollo equitativo y 
sustentable. Entre sus principales metas propone la promoción de procesos de 
empoderamiento de las mujeres tanto a través del control de los factores productivos y 
sus beneficios, como también de la mejora de su autoestima y de su participación en los 
espacios de toma de decisión. Además, se plantea la sensibilización de los varones para 
cuestionar los modelos culturalmente impuestos, y crear condiciones que permitan 
renegociar el poder y mitigar la desigualdad de género (Fassler, 2007). 
Si bien estas instituciones reproducen los postulados del cuestionado paradigma del 
desarrollo13, dada su capacidad para producir información y para influenciar a los 
 
13 Tras más de 50 años de políticas de “desarrollo” implementadas en América Latina y en el resto de los 
países del “tercer mundo”, son muchos los autores y autoras que desde diversas miradas críticas analizan 
cómo el paradigma del desarrollo funciona en estos países como un discurso de verdad que reproduce y 
actualiza las formas coloniales de dominación. Los distintos organismos internacionales encargados de 
promover el desarrollo sostienen la esperanzadora idea de que es posible, a través de las políticas públicas, 
 19 
gobiernos de los distintos países, consideramos que han realizado aportes para visibilizar 
las desigualdades en el mundo rural y proponer líneas de acción para revalorizar el lugar 
de las mujeres y promover su empoderamiento (Ballara & Parada, 2009; FAO, 2011). 
Uno de los principales problemas para efectivizar acciones que reviertan la desigualdad 
es el sesgo de género de los instrumentos censales, y la consecuente subregistración 
estadística del trabajo de las mujeres rurales, lo cual se traduce en una invisibilización de 
sus aportes a la economía y sus problemáticas específicas. Las estadísticas oficiales 
indican que en América Latina la participación de las mujeres en la agricultura es escasa, 
alcanzando apenas el 20% del mercado de trabajo agrícola (FAO, 2011). Por lo tanto, se 
indica que la mejora de la posición de las mujeres en la producción agropecuaria, en lo 
que respecta al control de los medios de producción y el acceso a recursos (económicos, 
productivos, financieros, tecnológicos, etc.) derivaría en una mejora en los indicadores de 
rendimiento, seguridad alimentaria, nutrición y pobreza de los países en desarrollo. Así, 
sugieren “eliminar todas las formas de discriminación de la mujer en el ámbito legal, 
garantizar una mayor igualdad de acceso a los recursos, y que las políticas y programas 
agrícolas tengan en cuenta la dimensión del género, así como hacer oír la voz de las 
mujeres en la toma de decisiones a todos los niveles” (FAO, 2011, p. vii), no sólo como 
forma de hacer justicia sino también como contribución al crecimiento económico y el 
bienestar de sus familias, comunidades y países. Estas recomendaciones tienen que ver 
con cerrar las brechas de género en el acceso a la tierra, en los mercados de trabajo rural, 
los servicios financieros, y del capital social a través de la conformación de grupos de 
mujeres (FAO, 2016). 
En Argentina, un antecedente importante que describe la realidad de las mujeres rurales 
desde una perspectiva de género es un estudio realizado desde el Ministerio de 
Agricultura, en base al trabajo en territorio realizado desde el Programa de Desarrollo de 
Pequeños Productores Agropecuarios (PROINDER) por la Secretaría de Agricultura, 
Ganadería y Pesca con grupos de mujeres rurales desde 1989 (Biaggi, Canevari, & Tasso, 
2007). El mismo, anclado desde la mirada del Género en el Desarrollo, da cuenta de las 
condiciones de vida de las mujeres rurales de manera multidimensional, planteando las 
principales problemáticas que las atraviesan, y que también forman parte del mundo de 
representaciones y experiencias que conforman las trayectorias de las mujeres que 
participaron de esta investigación. 
Las autoras exponen por un lado la particularidad del trabajo doméstico y reproductivo 
realizado por las mujeres rurales (Biaggi et al., 2007, p. 22). Como el hogar y la parcela 
productiva generalmente se encuentran ubicadas en el mismo lugar, esto implica que 
muchas tareas se superponen en tiempo y espacio, redoblando esfuerzos y 
responsabilidades. Además, la propia dinámica de la vida en el medio rural supone la 
realización de muchas tareas domésticas que de hecho son productivas (como buscar 
agua, juntar leña, criar animales o cultivar y procesar alimentos). Por lo tanto su trabajo 
es mucho más pesado que el de las mujeres urbanas, alcanzando unas 16-18hs por día, 
aunque no es reconocido ni valorizado como tal. Además, el aislamiento que supone vivir 
en ámbitos rurales acaba confinando a las mujeres al hogar, dado el difícil acceso a 
dependencias públicas de promoción de la salud, la educación o la justicia, los mercados, 
 
resolver los problemas del subdesarrollo latinoamericano. Sin embargo esto oculta, y corre del centro de la 
escena, las relaciones de poder entre centro y periferia global, los conflictos y la dominación que 
fundamentan el rol del Estado como garante del capitalismo; y mientras a nivel mundial la riqueza se 
multiplica y la desigualdad se agrava, se suceden novedosas propuestas de desarrollo que son ofrecidas 
como “la solución” a los problemas de la pobreza y la inequidad social (Manzanal, 2012, 2014). 
 20 
los sistemas de transporte o los espacios de ocio y recreación. Por otro lado, el trabajo 
productivo que realizan las mujeres, cuando se enmarca en la actividad familiar, 
generalmente es considerado como una colaboración o una ayuda y no como trabajo 
propiamente dicho. Si las mujeres trabajan a cambio de un salario, no siempre tienen el 
control de los ingresos, los cuales son aportados al grupo familiar y administrados por los 
hombres. 
Por otro lado, la desigualdad de género no se expresa sólo en la dicotomía entre trabajo 
productivo y trabajo reproductivo, sino que atraviesa distintas esferas de la vida cotidiana, 
que van sumando dificultades para la constitución de las mujeres como sujetas autónomas 
y en igualdad de condiciones (Biaggi et al., 2007, p. 31). En las zonas rurales, dado el 
aislamiento y la menor infraestructura en comparación conlas ciudades, estas dificultades 
en general se agudizan. Uno de los principales problemas identificados por las mujeres 
rurales tiene que ver con el acceso a la educación y a la salud. Ellas presentan 
históricamente mayores índices de analfabetismo y menores grados de instrucción que 
los varones, aunque esta tendencia se esté revirtiendo en las últimas generaciones. En 
relación a la salud, la escasa información sobre sus cuerpos y su sexualidad, anclada en 
mandatos religiosos y culturales, deriva en maternidades muy tempranas, lo cual se suma 
a un alto índice de abandono por parte de los padres. El alcoholismo en el medio rural es 
también planteado como un problema de salud pública, en la medida en que está 
íntimamente asociado a la violencia hacia las mujeres, niños y niñas, pero se configura 
como un tema tabú en las comunidades. La participación de las mujeres en grupos de 
discusión ha sido identificado como el principal motorizador de cambios en las relaciones 
familiares, en la medida en que ellas mejoran su autoestima, conocen sus derechos y se 
animan a hablar; y al mismo tiempo impulsan el acompañamiento de casos de violencia 
de otros hogares rurales y exigen justicia en los centros de salud, dependencias policiales 
y judiciales. 
A pesar de ser un tema poco explorado en general, encontramos algunos trabajos que han 
abordado a partir de estudios de caso el lugar de las mujeres en el trabajo rural y las 
relaciones de género en distintos sectores de la producción agropecuaria de Argentina. 
Estos muestran, desde diferentes perspectivas, el lugar subordinado que ocupan las 
mujeres en la familia rural y la invisibilización del aporte que ellas realizan, ya sea desde 
la esfera productiva como en la reproductiva. 
Para el proceso de feminización de la agricultura que describimos anteriormente, existen 
algunos antecedentes que se refieren particularmente al caso argentino. Estos han 
analizado, por ejemplo, la inserción asalariada de las mujeres en la fruticultura de 
exportación del Alto Valle de Río Negro (Bendini & Bonaccorsi, 1998), y también la 
vitivinicultura de exportación en la provincia de Mendoza (Mingo, 2014). A partir de 
preguntarse por las inserciones laborales femeninas en el trabajo agrícola y agroindustrial 
Mingo analiza la relación entre los roles de género difundidos en el medio rural 
mendocino y los puestos de trabajo ocupados por las mujeres. La particularidad en este 
caso tiene que ver con la asociación naturalizada entre trabajo asalariado femenino y las 
tareas reproductivas culturalmente asignadas a las mujeres, interpretando formas de la 
precariedad laboral (como la inestabilidad y los ciclos cortos de empleo) como una 
“flexibilidad ventajosa”, que permite compatibilizar trabajo doméstico con trabajo 
asalariado. En el mismo sentido pero analizando el mercado de trabajo frutihortícola, el 
trabajo de Bocero y Di Bona (2013) sobre el periurbano marplatense, señala cómo “la 
doble participación de las mujeres, como asalariadas y como principales responsables de 
las tareas de cuidado y reproducción en sus hogares les propone una práctica permanente 
de articulación entre espacios que presentan lógicas diferenciadas” (Bocero & Di Bona, 
 21 
2013, p. 256) y condicionan su participación en el mercado de trabajo, delineando 
trayectorias más inestables, estacionales y peor remuneradas. Además, coincidiendo con 
(Mingo, 2011) develan cómo en las tareas agrícolas que les son asignadas “se espera que 
las mujeres desplieguen aquellas características consideradas “naturalmente” femeninas 
en sus puestos de trabajo. Esto es, “habilidades naturales”, que ubican a las mujeres en 
tareas manuales, de escasa valoración por considerarse carentes de aprendizaje.” (Bocero 
& Di Bona, 2013, p. 257). En consonancia con estos análisis, en un estudio sobre la oferta 
y demanda de mano de obra agrícola en base a datos del Censo Nacional de Población, 
Hogares y Viviendas del 2001, Quaranta señala que: 
“La distribución de los asalariados agropecuarios según sexo evidencia, para el 
conjunto, un predominio generalizado de la mano de obra masculina, con algunas 
diferencias entre las regiones y en algunas provincias, donde se incrementa 
levemente la participación de las mujeres. Estos valores demuestran, en términos 
globales, la baja presencia de mujeres entre los trabajadores permanentes de la 
agricultura de nuestro país, a la vez que reflejan la tendencia de la fuente a 
subregistar el trabajo temporario donde es mayor la participación femenina.” (2010, 
p. 21) 
Por otro lado, también encontramos autoras que han incursionado desde una perspectiva 
de género en el sector de la agricultura familiar capitalizada. Un trabajo clásico que 
aborda las relaciones de poder y la desigualdad al interior de la familia y en la comunidad 
rural (Stölen, 2004), anclado en las colonias agropecuarias del norte de la provincia de 
Santa Fe, muestra cómo la división sexual del trabajo es estructurante en estas 
explotaciones respondiendo a los estereotipos de varón/proveedor, mujer/ama de casa, y 
que se perpetua más allá de las tranformaciones económicas y productivas de la región. 
Su hallazgo radica en comprender que la desigualdad no se manifiesta ni es percibida 
como una subordinación u opresión directa de un género sobre el otro, sino como una 
relación jerárquica basada en una forma de hegemonía en la cual la mayoría de las 
mujeres, si bien apreciarían algunos cambios en su cotidianeidad, se presentan satisfechas 
con dicha situación. Esto tiene que ver con una ideología de género fundada en criterios 
éticos y morales (como la decencia o el amor romántico) que ordena la sexualidad, el 
matrimonio y la maternidad, y fortalece la posición de las mujeres en el ámbito familiar, 
al mismo tiempo que mantiene el control de los medios y procesos de producción, los 
ingresos y las instituciones en manos de los hombres. Por otro lado, Ferro (2002) desde 
una mirada de la economía feminista realiza un análisis de este sector, para dar cuenta de 
la participación de las mujeres en el boom sojero que experimentó el país desde la 
agriculturización de la economía a partir de los años 1980. A través de encuestas de uso 
del tiempo, entrevistas e interpretaciones censales procura hacer una contabilización del 
trabajo no registrado (realizado por las mujeres en distintas esferas de trabajo directo 
agrícola y trabajo rural no agrícola) como un activo en la producción agropecuaria sojera, 
principal generador de divisas en la economía nacional. 
Para las economías más típicamente campesinas del noroeste argentino, Cubiló (2018) 
analiza las transformaciones de los espacios rurales y de los roles asignados a las mujeres 
señalando, por un lado, la importancia del éxodo rural, con una presencia masculina 
predominante en los campos dedicados a la ganadería, mientras las familias se trasladan 
a los centros urbanos para mejorar su acceso a servicios públicos e infraestructura. El 
desarrollo de servicios básicos como electricidad, telefonía y agua potable en las áreas 
rurales dispersas mejoró además considerablemente la posición de las mujeres en el 
hogar, aliviando las tareas asignadas al rol femenino. Por otro lado, se observa una 
disminución en el número de hijos e hijas, un mayor acceso a la educación y una mayor 
 22 
empleabilidad para las mujeres, quienes son más frecuentemente jefas de hogar. Si bien 
se mantiene una jerarquía de género, basada en la subordinación e invisibilización del 
trabajo de las mujeres, la autora aprecia un camino de superación de dicha desigualdad. 
Para el sector de la agricultura familiar al que nos referiremos en este trabajo -la 
horticultura periurbana- existen algunos estudios (Ataide, 2019; Bocero & Di Bona, 2013; 
Insaurralde & Lemmi, 2018; Trpin & Brouchoud, 2014; Trpin, Rodriguez, & Brouchoud, 
2017) que ya han incorporado una perspectiva de género en distintos territorios del país. 
Son pocos y recientes los trabajos que exploranlas relaciones de género y el lugar de las 
mujeres en la horticultura platense (Camera, Murga, Palleres Balboa, & Ambort, 2018; 
Insaurralde & Lemmi, 2018; Salva, 2013; Salva et al., 2008). Aquellos que pudimos 
relevar incorporan, desde distintas perspectivas, una mirada ampliada de la noción de 
trabajo, incluyendo tanto los trabajos productivos como reproductivos, y entendiendo las 
formas adoptadas de organización del trabajo familiar como estructuradas por relaciones 
de género. Así, todos ellos aportan a poner de manifiesto la desigual distribución del 
trabajo entre varones y mujeres, dada la asignación de los trabajos productivos en la 
quinta como responsabilidad primordial de los varones, frente a la responsabilización 
exclusiva de los trabajos domésticos y reproductivos a las mujeres, aún cuando ellas 
participan también del trabajo de la tierra. 
Salva et al., (2008) lo hacen desde una perspectiva que relaciona los sentidos del trabajo 
con las representaciones respecto del proceso salud-enfermedad, dando cuenta de la 
mayor vulnerabilidad de las mujeres dada su mayor carga de trabajo no reconocida. Por 
otro lado, Salva (2013) realiza un análisis en el cual pone de manifiesto la dimensión 
afectiva y los padecimientos de las mujeres asociados a la asignación del trabajo 
doméstico como un servicio familiar obligatorio y el no reconocimiento de su aporte y 
capacidad para realizar el trabajo productivo. 
En relación a la visibilización del trabajo realizado por las mujeres en las quintas 
hortícolas del gran La Plata, Insaurralde y Lemmi (2018) dan cuenta de su participación 
en actividades productivas, reproductivas y comunitarias, señalando la existencia de una 
triple jornada laboral. El hecho de que la quinta y el hogar se encuentren en el mismo 
lugar aporta a la invisibilización de las tareas realizadas por las mujeres, ya que su 
esfuerzo se duplica al desplegarse en simultaneidad en tiempo y espacio. Por otro lado, y 
en consonancia con Camera et al. (2018), la participación en grupos de mujeres orientados 
al empoderamiento, a través del mejoramiento del autoestima femenina, el 
reconocimiento de su propio trabajo y la posibilidad de expresarse, son mecanismos que 
comienzan a contrarrestar las desigualdades de género en el hogar, en la producción y en 
las organizaciones sociales de las cuales las productoras forman parte. 
Por último, la condición migrante es uno de los factores que contribuyen a la desigualdad 
social en contextos de exclusión, y que se constituye de manera recíproca o interseccional 
con otras formas de la desigualdad, como la de género o la discriminación. En Argentina, 
la migración limítrofe se ha desarrollado histórica y simbólicamente a partir de una 
clasificación que atribuye una inferioridad racial y cultural a los pueblos originarios, y 
que funciona como una discriminación negativa segmentando los mercados de trabajo y 
asignándole a estos grupos los nichos laborales más desfavorables (Ataide, 2015, p. 48). 
En ese sentido, existen investigaciones que vienen abordando las formas que asume la 
desigualdad social en los procesos migratorios de la comunidad boliviana hacia 
Argentina, considerando la intersección entre identidades migrantes, origen étnico, 
desigualdad de género, y pertenencia de clase (Ciarallo & Trpin, 2015; Magliano, 2007, 
2009; Mallimaci, 2012; Trpin & Brouchoud, 2014). Todas coinciden en la importancia 
 23 
de considerar al género como un factor determinante y estructurante de las migraciones, 
en tanto princio de organización social (Gregorio Gil, 2012) y como una forma de 
deconstruir la mirada homogeneizante de los estudios migratorios, que reproducía un 
orden social masculino centrado en la experiencia laboral/productiva (Trpin & 
Brouchoud, 2014, p. 114). 
La migración como un factor de cambio en las trayectorias puede generar nuevas 
oportunidades de vida, procesos de movilidad social y de empoderamiento, aunque esto 
no es una consecuencia lineal ni necesaria, y como observa Magliano (2007) para las 
mujeres migrantes bolivianas, no necesariamente transforma las relaciones de género y 
los esquemas culturales propios de la comunidad de origen. Resulta fundamental entonces 
abandonar el etnocentrismo que considera que las sociedades de acogida ofrecen a las 
mujeres de países pobres mejores condiciones para su liberación personal, ya que allí se 
establecen relaciones más “modernas” (Gregorio Gil, 1998). Esto dependerá de la manera 
en que se conjugan distintos factores de desigualdad que operan conjuntamente, como 
puede ser la subordinación en el ámbito familiar, la discriminación por origen étnico y las 
relaciones de explotación laboral. 
 Cabe señalar que todos los antecedentes consultados plantean como un problema la 
escasez de datos estadísticos certeros sobre la inserción de las mujeres en el medio rural 
y sus condiciones de trabajo. Coinciden en que existe una invisibilización de su aporte 
como trabajadoras del campo, que cuando es registrado aparece como una “ayuda o 
colaboración” a los jefes varones, y que también es necesario profundizar en visibilizar 
la estrecha relación entre trabajo productivo y doméstico. Por ello, la mayoría de las 
investigaciones apela a estudios de caso abordados con metodologías cualitativas, 
privilegiando los análisis de trayectorias y las historias de vida para comprender y dar a 
conocer, desde su propia voz, los lugares ocupados por las mujeres en la agricultura. 
Siguiendo la misma línea, en este trabajo procuramos aunar los estudios de movilidad 
social en la agricultura familiar con los aportes de la teoría feminista, para comprender 
cómo se transforman los roles ocupados por las mujeres que migran desde el campesinado 
boliviano a la horticultura platense, a través de un análisis que recupere sus historias de 
vida, sus puntos de vista y sus vivencias en tanto mujeres rurales. 
2. Marco teórico. Principales líneas conceptuales 
En este apartado presentamos los principales conceptos teóricos que empleamos para 
realizar el análisis de la investigación, basándonos en la combinación de diferentes 
tradiciones interpretativas para poder dar lugar a una pregunta que es particular, ya que 
conjuga, por una parte, los estudios sociales agrarios y la cuestión de la movilidad social 
en ámbitos rurales, con los estudios de género y de economía feminista, atravesados por 
el campo de las migraciones internacionales y el análisis de trayectorias. 
Así, en primer lugar, retomamos algunas definiciones que permiten caracterizar a las 
economías campesinas, y que nos ayudan a comprender el modo de organizar la 
producción y la vida cotidiana en las comunidades de origen de las entrevistadas, en 
distintos departamentos de Bolivia. 
Luego presentamos el concepto de movilidad social y las formas de analizar los procesos 
de capitalización y proletarización en el agro, lo que nos permite comprender las 
características de la producción familiar en la que se insertan actualmente las familias 
horticultoras que analizamos. Este pasaje de la agricultura de subsistencia a la horticultura 
comercial no puede ser abordado sin incorporar al análisis las migraciones 
 24 
internacionales, y principalmente la idea de comunidad transnacional, a través de la cual 
explicamos la creciente hegemonía de la comunidad boliviana en la horticultura 
argentina, en lo que caracterizamos como una economía de enclave en un mercado de 
trabajo étnicamente segmentado. 
Por último, el enfoque particular de nuestro análisis tiene que ver con adoptar una 
perspectiva de género, analizando las relaciones de poder asociadas a la división sexual 
del trabajo, para comprender los roles ocupados por las mujeres tanto en la economía 
campesina como en la horticultura. Es a través del análisis de las trayectorias familiares 
y laborales que podemos captar sus transformaciones a lo largo del tiempo. 
Para caracterizar a la economía campesina retomamos el trabajo de Schejtman (1980) 
quien, habidas

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