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57Jóvenes e identidades
Coral Herrera Gómez. Doctora en Humanidades y Educación
documentos
4 sexualidad queer: gente “rara” y 
amores diversos
En este artículo se explica el movimiento y la teoría queer desde la perspectiva de las sexualidades 
diversas, poniendo de relieve algunas de las prácticas sexuales y amorosas que están invisibilizadas en 
nuestra sociedad. El queer nos invita a romper con los roles y estereotipos asociados a las etiquetas 
que determinan nuestra orientación sexual y nuestra identidad de género, a renunciar a las definiciones 
que nos sitúan en un bando o en otro. Las identidades queer nunca permanecen fijas: transitan con 
fluidez de unos estados a otros, buscan y exploran nuevas formas de relacionarse social, sexual, 
afectivamente. Las orientaciones queer tampoco son estables y se niegan a definirse, por eso el queer 
reivindica la diversidad: existen muchas formas de quererse alejadas del modelo heteronormativo. 
Los queers reivindican, también, el derecho al amor para todos y todas, sin discriminaciones. El queer 
propone también liberar el deseo y los sentimientos del patriarcado, del machismo, y de las demás 
fobias sociales que existen hacia la gente diferente. La propuesta queer es disfrutar sin miedo, sin 
represión, sin culpa, sin prohibiciones. Poder expresar afectos en público. Romper con el concepto de 
normalidad. Sacar a la luz y despenalizar los amores clandestinos. Construir relaciones bonitas, sanas, 
diversas y libres… porque ningún amor es ilegal, y otras formas de quererse son posibles. 
Palabras clave: sexualidades diversas, fobias sociales, amores clandestinos, 
derechos sexuales y reproductivos, libertades, gente rara, teoría queer, 
movimiento queer, miedo a la diferencia, diversidad, igualdad, erotismo, 
deseo, placer, buen trato, otras formas de quererse son posibles.
Gente rara
Hay mucha gente rara en el mundo. Gente que no se adapta a las 
definiciones, ni a las etiquetas, ni a las categorías con las que entendemos 
la realidad. Gente diversa, gente ambigua, gente anormal, gente extraña 
que nos llama la atención porque su forma de vestir, su aspecto físico, su 
comportamiento, su forma de hablar o de moverse es diferente a la de 
todos los demás. 
Uno de los ejemplos más recientes lo tenemos en la cantante Conchita 
Wurst, la ganadora del Festival de Eurovisión. Su actuación causó 
mucha polémica en los medios por su aspecto físico: Conchita tiene 
nombre de mujer y barba de hombre. Su triunfo se convirtió en tema de 
conversación mundial en pocos minutos: había gente encantada con su 
éxito, y gente disgustada, o descolocada, o confusa que se sentía molesta 
por no poder ubicar a Conchita dentro de una etiqueta de género 
precisa. Su ambigüedad, su barba y su alegría pusieron furiosos a algunas 
personas, que emplearon insultos y comentarios despreciativos para 
expresar su malestar por el resultado del concurso. 
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Los ataques provocaron una oleada de solidaridad internacional hacia 
Conchita, la mujer barbuda que en realidad es un personaje artístico creado 
por el cantante austríaco Thomas Neuwirth para lanzar un mensaje de 
tolerancia hacia la gente que es diferente. Hay muchas formas de ser mujer, 
de ser hombre, y de ser persona más allá de las etiquetas de género, y lo 
que Thomas-Conchita quería demostrar es que debajo de sus atributos 
físicos hay una bella persona que canta maravillosamente y que ha luchado 
mucho para obtener su merecido premio.
Hay personas que disfrutan mucho cuando la vida les rompe los esquemas 
y les derrumba las certezas. La realidad es mucho más compleja y colorida 
de lo que vemos en los medios, y si uno está despierto o despierta, podrá 
ver todos los días hechos insólitos, datos curiosos, paradojas irresolubles, 
excepciones a las reglas marcadas que convierten el camino hacia el 
conocimiento en un espacio lleno de fenómenos, cosas y personas 
extraordinarias. 
Sin embargo, también existe mucha gente que ante el miedo a lo 
desconocido, reacciona con ira o enfado cuando alguien no encaja en sus 
modelos, cuando se topan con personas extrañas o cuando alguien se sale 
de la norma. Cuanto más rígida tiene la mente una persona, peor reacciona 
ante la diversidad: la gente a veces desearía que el mundo fuese más 
sencillo, predecible, estable o seguro. 
vivimos en unos tiempos en los que todo sucede muy rápido, y en los que 
ya no existe tanta intolerancia contra la gente diversa: las redes sociales 
nos permiten conocer mundo y darnos cuenta de que hay, en realidad, más 
gente “rara” que gente “normal”, y que el concepto “normal” es un concepto 
“vacío” que cada uno utiliza según le conviene.
El concepto “normal” cambia según las zonas del planeta y las épocas 
históricas. En la Edad Media era “normal” asistir a una ejecución pública 
en las plazas, pero hoy en día no forma parte de nuestra agenda, y nos 
dedicamos a otras cosas en nuestro tiempo libre. En algunas culturas es 
“normal” que los maestros intercambien filosofía por sexo con sus alumnos, 
como en la Antigüedad Griega, pues Platón proclamaba que la vía hacia el 
conocimiento era el amor. Sin embargo hoy en día lo “normal” es que los 
profesores y las profesoras cobran un salario a cambio de su trabajo. 
Utilizamos el argumento de que algo “no es normal” para deslegitimarlo, por 
ejemplo: “no es normal que los hombres lleven faldas o vestidos”, “no es normal 
que una mujer presida un club de fútbol”. Utilizamos estas afirmaciones para 
expresar nuestro rechazo cuando sucede algo que sale de la “norma” o de la 
costumbre, es una forma de etiquetarlo como algo nocivo, es una forma de 
deslegitimar a esa mujer que preside un club de fútbol, como si no estuviese 
capacitada para ejercer por el género al que pertenece. Aunque la principal 
razón que se esgrime es que no es habitual que las mujeres presidan clubes 
(como no es habitual, mejor dejarlo para otro siglo). 
Si lo piensas bien, todos somos un poco “anormales” o “raros”: seguro 
que conoces gente con manías extrañas, con habilidades especiales, con 
historias de vida tremendas, con gustos estrambóticos, enfermedades 
raras, o ideas delirantes. Todos hemos estado en situaciones locas que 
luego se convierten en anécdotas que compartimos con nuestra gente, 
y a todos nos han pasado cosas “inexplicables”, o casualidades que nos 
impactan para siempre. 
Jóvenes e identidades 59
No todo el mundo disfruta tanto de estas “rarezas” y por eso reacciona 
rechazando lo que no comprende. Quizás por esto es tan importante que 
nos vayamos acostumbrando a la riqueza y complejidad de nuestra realidad, 
que está poblada de excepciones a la norma. 
Excepciones a la norma 
Conchita es el triunfo de todas aquellas personas “raras” que no se 
avergüenzan de serlo: representa a la gente diversa que habita nuestro 
mundo y que casi siempre es invisibilizada por los medios. En todos los 
pueblos, en todos los barrios del mundo, hay gente extraña que destaca 
entre los demás porque no son como los demás. En algunos lugares se les 
considera divinidades, o gente especial que tiene habilidades especiales, 
como sucede con las personas transgénero o pertenecientes al tercer 
género en algunas culturas del mundo: las hijra (/jishra/) de India y Pakistán, 
los fa’afafine de Samoa, los mahu de Hawái, los muxe zapotecas de México, 
las kathoey de Tailandia.
Y luego están todas esas personas inclasificables que se resisten a ser 
etiquetadas. Gente extraña que no sigue las normas, que no pertenece 
a ningún grupo social, gente que viste de otras maneras, gente cuya 
cotidianidad no se parece en nada a la nuestra. Este tipo de gente puede 
darnos miedo o causarnos rechazo, por eso es tan habitual que los raros y 
las raras se aíslen cuando sienten que no son aceptados por la cultura en la 
que viven. 
En el mundo del arte y del espectáculo en cambio se divinizaa la gente “rara” 
que adopta estéticas extrañas (se tatúan, se pintan el pelo de colores, usan 
piercings, sombreros extravagantes, ropa y adornos estrambóticos) y cuyo 
comportamiento también puede resultar extraño, como las tetas triangulares de 
Madonna, el aspecto andrógino de Boy George, o la manía de Michael Jackson 
de acariciarse los genitales en sus conciertos y video-clips. 
La mayor parte de esta gente rara suele establecer nuevas modas: si bien 
el grupo The Cure escandalizó a la sociedad por sus vestimenta góticas y 
su maquillaje exagerado, con el tiempo miles de seguidoras y seguidores 
han adoptado su estilo y ya no nos resulta tan raro ver a alguien vestido 
de negro de pies a cabeza con la cara blanca, los ojos pintados y los labios 
rebosantes de rojo sangre. 
El cantante Prince, por ejemplo, también era rarito: un día decidió que ya 
no se llamaba Prince, y sustituyó su nombre por un símbolo gráfico que 
no poseía un sonido pronunciable. Comunicó a la prensa que él ya no era 
Prince y durante aquella época algunos se referían a él como “El artista 
antes conocido como Prince”, a menudo abreviado como “TAFKAP”, o 
simplemente “El artista”. 
Sí, de raros y raras está lleno el mundo, pero es lo que hace que la vida 
sea tan apasionante: encontrarnos a gente que se atreve a ser como es sin 
miedo al rechazo, gente que se salta las normas y nos rompe los esquemas, 
gente que inventa nuevas formas de ser, de estar y de relacionarse con el 
mundo. A unos les consideramos “genios” porque nos sorprenden con sus 
transgresiones, les rendimos tributo, les copiamos las extravagancias porque 
nos parecen graciosas u originales. A otros les discriminamos por su rareza, 
REvISTA DE ESTUDIoS DE JUvENTUD ≥ Marzo 16 | nº 11160
les rechazamos, les castigamos, les invisibilizamos o nos avergonzamos de 
ellos, les encarcelamos porque los consideramos un peligro para el buen 
funcionamiento de la sociedad. 
Gente queer: ¿quiénes son?
La palabra” queer” es un término anglosajón que se utilizaba como un 
insulto para este tipo de gente rara, desviada o “anormal”. Se usaba también 
contra lesbianas o gays, hasta que en los años 80 un grupo de personas 
decidió adoptar el termino para definirse a sí mismos, de modo que dejó de 
ser un insulto: “somos gente queer”, afirmaban con el mismo orgullo con el 
que hoy Conchita Wurst afirma: ”soy una mujer barbuda”.
La rebeldía queer no es meramente estética, sino ante todo política: 
reivindican la diversidad y rechazan la tiranía de la “normalidad”, por eso los 
queers no pretenden ser aceptados ni desean verse integrados en el sistema. 
Adoptan el término que los discrimina para visibilizar la riqueza de las 
diferencias, y reivindican a toda la gente que es rechazada por la sociedad: 
los locos y las locas, las mujeres y hombres transexuales, las personas 
intergénero y transgénero, las hermafroditas, los bisexuales, las travestis, las 
prostitutas y prostitutos de la calle, los curas gays, las lesbianas rurales, las 
bolleras urbanas, los marimachos, las maripilis, las transmaricabolleras, las 
inmigrantes, los activistas políticos, los asexuales y las viciosas, las minorías 
étnicas o religiosas, la población presidiaria. 
Los parados de larga duración, los refugiados y las expatriadas, las ancianas 
excéntricas, los alcohólicos anónimos, las académicas subversivas, las drag 
queen y los drag King, los tríos felices y los atormentados, los desahuciados 
del sistema laboral, las artistas marginales, los grupos de hackers 
antisistema. 
Las viajeras por el mundo, los frikis de los records, las adolescentes 
inadaptadas, los vagabundos de la calle, las personas con alguna 
discapacidad física o mental, los border line, los ermitaños que viven aislados 
de la sociedad de consumo en cuevas naturales…
El movimiento queer surgió como respuesta a la “normalización” de los 
gays y las lesbianas en los años 80 y 90 del siglo XX. La lucha de los y las 
homosexuales por sus derechos humanos logró que en ciertas ciudades 
posmodernas, gays y lesbianas pudieran vivir su vida y su sexualidad con 
mayor libertad. Muchos de ellos pudieron “salir del armario” y ser aceptados 
por la sociedad, especialmente aquellas personas de alto nivel económico 
que no necesitaban esconder lo que eran. 
Sin embargo, muchas otras personas quedaron fuera de esas etiquetas de 
gay y lesbiana porque no encajaban en ellas, y se juntaron para reivindicar 
a todas las que habitan en los márgenes del sistema y que se resisten a ser 
“normalizadas”. 
Ese grupo de gente “inadaptada” formó el movimiento queer, que en 
poco tiempo se convirtió también en una filosofía que de algún modo 
complementa al feminismo. En el queer se reivindican los derechos de 
las mujeres, pero también se cuestiona el concepto mismo de “mujer” y 
los estereotipos asociados a la feminidad: cuando se habla de mujeres, 
generalmente pensamos en mujeres blancas, jóvenes, urbanas, de clase 
Jóvenes e identidades 61
media o alta… el queer reivindica la idea de que hay tantas formas de 
feminidad como mujeres existen, y dentro de esta concepción abierta.
Existen muchas formas de ser mujer, y otras muchas personas que no 
encajan en las etiquetas tradicionales de género masculino o femenino. 
Además, el queer incorpora la crítica a todas las demás etiquetas que nos 
definen nos dividen y nos separan: las de etnia, nacionalidad, edad, clase 
socioeconómica, religión, orientación sexual, etc. 
Qué es la Teoría Queer
Alguna vez te habrá ocurrido que ves a una persona y te llama la atención 
porque no logras ubicarla en el género masculino o en el femenino. Cuando 
sucede esto, tu cerebro busca los signos de la masculinidad o la feminidad 
que te permitan ubicarla en un bando o en otro. Primero hace un análisis 
visual de su vestimenta: si lleva falda o vestido podemos encajar a esa 
persona como perteneciente al sexo femenino, por ejemplo (eso si no 
estamos en Escocia, donde el traje típico de los hombres lleva falda). Si 
lleva pantalones, tendremos que ir más allá y fijarnos en la fisonomía de 
la persona a la que queremos clasificar: si tiene pechos que sobresalen 
y manos de dedos finos puede ser una mujer, si tiene barba o bigote, la 
mandíbula prominente, o los hombros anchos, podría ser un varón. Pero no 
siempre es así: hay mujeres que lucen bigote, hay hombres que no tienen 
vello facial, hay mujeres sin apenas pechos que sobresalgan, hay hombres 
cuyas tetas sobrepasan en volumen a las de las mujeres, hay mujeres altas y 
fuertes, hay hombres bajitos, hay mujeres masculinas y hombres femeninos… 
Nuestro cerebro intenta obtener esta información porque todo lo que no 
podemos clasificar o insertar en una categoría nos inquieta profundamente. 
Algo parecido sucedería si viésemos un animal que jamás hemos visto: 
trataríamos de encontrarle parecidos con otros animales para poder 
entender de dónde viene o qué clase de animal es: reptil, mamífero, ave, 
roedor… y así quedarnos más tranquilos, puesto que cada categoría viene 
acompañada de una definición que nos da pistas sobre la naturaleza 
del ser o del objeto que estamos viendo. Y desde la prehistoria estamos 
acostumbrados a encajar en categorías para saber si nos enfrentamos a 
un animal peligroso y tenemos que salir corriendo, o si podemos relajarnos 
inmediatamente porque es un animal inofensivo.
Conocemos la realidad en base a etiquetas y definiciones que nos hacen 
sentir que “todo está en orden”, y la mayor parte de las veces conocemos 
las cosas por lo que no son: una persona heterosexual no es homosexual, 
una persona adulta no es un bebé, una persona obesa no es delgada, un 
forofo del Madrid no es del Barça. 
Nuestra cultura nos enseña a pensar en base a binarismos, es decir, pares 
de objetos o cualidades que se oponen entre sí: blanco/negro, fuerte/
débil, grande/pequeño, nuevo/viejo. Nos hemos acostumbrado a pensar la 
realidad por oposiciones:el bien es opuesto al mal, la noche es lo contrario 
del día, y la muerte es lo opuesto a la vida.
Sin embargo, en otras culturas estas oposiciones carecen de sentido. 
Para las culturas orientales, por ejemplo, lo masculino no es lo opuesto 
a lo femenino, sino que ambas dimensiones forman parte de una sola 
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realidad: el ying y el yang son conceptos que se complementan sin 
negarse el uno al otro. Dentro de esta realidad, la vida y la muerte no son 
cosas diferentes, sino estados en los que transitamos y que conforman la 
totalidad de la existencia. 
En occidente, en cambio, nuestro pensamiento binario no sólo divide la 
realidad en dos grupos, sino que además impone jerarquías según las cuales 
unos son mejores que otros. vivimos en un mundo competitivo en el que 
unos son ganadores y otros perdedores, unos mandan y otros obedecen, 
unos son los mejores y los otros los peores, unos tienen la razón, y los otros 
están equivocados. 
Por eso si nos dan a elegir, preferimos ser reyes a ser súbditos, jefes a ser 
empleados, preferimos llegar los primeros que los últimos. 
Esta forma de pensamiento binario basado en los extremos del blanco 
y el negro se queda muy corta para comprender la realidad, que está 
compuesta por mil tonalidades y colores diversos. Lo que la teoría queer 
propone es eliminar estas jerarquías y estas oposiciones, no sólo de nuestro 
pensamiento, sino también de nuestra estructura social y económica. 
De este modo, en lugar de pensar en vertical, la propuesta del queer es 
pensar en horizontal y organizarnos también en redes horizontales. Nos 
invita a dejar la bidimensionalidad para pensar en un mundo de infinitas 
dimensiones, y nos invita a transitar (trans, ir más allá) por los mundos sin 
anclarnos a ellos, con libertad de movimientos, sin fijarse a las etiquetas. 
Gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información 
estamos desarrollando el pensamiento en red, que constituye una nueva 
forma de pensar sin jerarquías ni conceptos absolutos. Al pensar en red lo 
que hacemos es tener en cuenta todos los factores que intervienen en un 
fenómeno, como haría un buen detective en una historia de acción. 
La serie del Doctor House también aplica un tipo de pensamiento complejo 
para poder saber qué le ocurre al paciente o la paciente que llega allí sin 
diagnóstico y al borde de la muerte. El método para elaborar el diagnóstico 
no sólo se centra en las causas químicas o físicas del organismo, sino 
que considera todas las dimensiones de la vida del sujeto: aspectos 
medioambientales, sociales, psicológicos, emocionales, nutricionales, 
familiares, profesionales, hábitos, circunstancias… para hallar las causas de 
los síntomas que presenta. 
La teoría queer, además de promover el pensamiento complejo y en red, 
propone acabar con las categorías para diferenciarnos y discriminarnos 
unos a otros. Hoy nos definimos con etiquetas: mujer/hombre, heterosexual/
homosexual, cisexual/transexual, monógamo/poliamoroso, pero hay mucha 
gente que no encaja en ellas, como por ejemplo las personas bisexuales que 
tienen relaciones sexoafectivas con hombres o mujeres indistintamente. 
A las personas bisexuales se les critica por no pertenecer a un bando ni a 
otro, y a menudo se sienten un poco como el forofo del Rayo vallecano en 
una discusión sobre el Derby Real Madrid-Barca. Es como estar en un tercer 
lugar en el que nadie cree: al bisexual, por ejemplo, se le pide siempre que 
se defina, que se posicione, o que encuentre su “verdadera” esencia. De 
ellos y de ellas se dice siempre que son más homo que heteros o al revés, y 
ellos niegan estar solo en un lado de la realidad, niegan ser solo una cosa u 
otra. A menudo utilizan su etiqueta “bisexual” como categoría de resistencia 
frente a los que no les reconocen tal y como son.
Jóvenes e identidades 63
Las categorías las adoptamos, las heredamos o nos las ponen. Son los 
ladrillos con los que construimos nuestra identidad: mujer, hombre, 
transgénero, española, argentino, palestina, lesbiana, asiática, indígena, 
afrodescendiente, negra, latino, cristiano, musulmana, seropositivo, sorda, 
ciego, rico, pobre… también usamos otras categorías para definirnos 
o para reivindicarnos: madridista, colchonero, culé, virgo, capricornio, 
géminis, anarquista, comunista, liberal, hippy, punki, emo, gótica, hipster, 
skin, okupa, feminista, ecologista, pacifista… son multitud de etiquetas las 
que unimos para definirnos cuando nos presentamos en público. 
La Teoría Queer propone que en lugar de anclarnos de por vida a estas 
etiquetas que configuran nuestra identidad, transitemos por ellas. Es 
decir, que uno pueda decir “en estos momentos estoy heterosexual”, 
en lugar de afirmar algo tan rotundo como “soy heterosexual”. La 
diferencia entre ser y estar es obvia: ser consiste en una declaración 
de intenciones que nos marca de por vida, y estar supone disfrutar de 
la libertad de movimientos que nos permite ir de un lado a otro sin 
esclavizarnos a una etiqueta: “estoy artista”, “estoy promiscuo”, “estoy 
pacifista”, “ando un poco punki”, “me siento un poco bisexual hoy”, 
“hoy me levanté muy géminis”.
Al fijarnos a unas categorías nos perdemos la posibilidad de experimentar 
otras formas de ser y de estar en el mundo. Si tú decides que eres 
homosexual y lo declaras públicamente, puede ocurrir que no te atrevas 
a vivir una experiencia heterosexual por miedo a parecer incoherente, por 
el miedo al “qué dirán”... 
Sí, las etiquetas nos definen, nos ayudan a diferenciarnos del resto, y 
nos facilitan el sentido de pertenencia a algo (soy Miguel, gay, católico, 
ecologista; o soy Meriem, casada, con tres hijas, y feminista islámica), 
pero sirven también para discriminarnos.
A unos grupos se les discrimina más que a otros, por eso es tan difícil 
hoy en día, por ejemplo, admitir que eres lesbiana. Al etiquetarte, 
pasas a formar parte de un grupo muy numeroso de mujeres que 
están discriminadas socialmente por su orientación sexual, de manera 
que hay mucha gente que evita las etiquetas que no gozan de todo el 
reconocimiento de la sociedad. 
Yo soy de las que piensan que es maravilloso que un personaje famoso 
salga del armario y diga: “soy lesbiana, soy gay, y sigo siendo la estrella 
que admiráis”. Pero lo que en realidad desearía es llegar al momento en 
que en nuestra sociedad ser o estar homosexual, bisexual o heterosexual 
no tenga apenas importancia. 
Ahora sí la tiene, porque gracias a las salidas del armario de Ricky Martin 
o a Jodie Foster, por ejemplo, muchos adolescentes dejarán de sufrir 
por su “secreto” y podrán entender que es un fenómeno común. El que 
las famosas y los famosos admirados por millones de personas nos 
revelen su “secreto”, sirve para que la gente entienda que todos tenemos 
derecho a amar, y para romper los prejuicios y estereotipos en torno a la 
homosexualidad. 
La Teoría Queer prefiere, entonces, que las etiquetas se diluyan, que no 
tengan tanta importancia, que puedan cambiarse, quitarse o ponerse, 
y que la gente tenga más libertad para moverse. El movimiento queer 
también trabaja activamente para acabar con las fobias sociales como el 
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racismo, el machismo, la xenofobia, la homofobia… Los queers reivindican 
la diversidad, que ningún grupo social sea considerado inferior o superior 
a otro, y afirman que es hora de acabar con la idea del “uno” frente al 
“otro”, del “nosotros” frente a “ellos”, y de los “buenos y los malos”. 
El queer quiere que llegue el día en que no te obliguen a estar en un bando 
y acatar sumisamente todas las normas de grupo. Así sucede cuando el 
médico o la médica anuncia que eres niña o niño: inmediatamente se te 
asigna un color (el rosa), se te agujerean las orejas para ponerte pendientes, 
se habla de tu belleza, y se te habla en un tonocursi. Se esperará de ti un 
montón de cosas (que seas bonita, que seas educada, que seas delicada, 
que hables dulcemente, que seas buena ama de casa, que seas buena hija, 
buena madre, buena esposa…) que no siempre querrás o podrás cumplir. 
Nuestras vidas están determinadas por la ecografía en la que se nos ven los 
genitales, y cuando se anuncia a qué grupo pertenecemos, se nos condena a 
estar para siempre en ese espacio. 
Si eres hombre, también vas a tener que asumir o resistirte ante los roles 
que se te imponen como varón. Se te pedirá que seas fuerte, competitivo, 
activo, valiente, agresivo, ganador, exitoso, guapo, encantador y poderoso. 
Tampoco podrás cumplir con todas estas expectativas, quizás porque no te 
gusta la violencia y no sientas que tengas que demostrar nada a nadie. 
Hay gente que se adecúa a las normas de género y cumple con su rol, y hay 
mucha otra gente que no. Las personas que deciden enfrentarse a los miedos 
y el odio de su entorno, saben que no es un camino fácil. Decir en casa lo que 
eres y cómo eres realmente puede ser muy doloroso porque es posible que a 
tu familia le cueste al principio aceptarte totalmente. Para muchas personas es 
muy duro declarar públicamente que en realidad siempre te has sentido mujer 
y que estás en el cuerpo equivocado. Y es que todavía la organización Mundial 
de la Salud considera que es una enfermedad o una patología, y lo denomina 
Trastorno Disfuncional de Género. 
Tenemos que hacer muchas transformaciones y cuestionar muchas 
verdades… por ejemplo, podríamos dejar de etiquetar algo como patológico 
o disfuncional cuando no lo entendemos. o ponernos a visibilizar lo invisible, 
aquello que no queremos ver, aquello que solo se admira como algo 
extraordinario cuando se hace espectáculo en los medios. Sacar a la luz el 
lado oscuro de nuestra realidad supondría revelar el nivel de hipocresía que 
utilizamos para relacionarnos, y no sería un proceso fácil. 
Los humanos trazamos estrategias con silencio y hacemos cosas prohibidas 
porque nos avergüenza hacerlas a plena luz del día. De alguna manera, 
todos pensamos que el mundo funciona de un modo transparente, pero 
sigue existiendo ese lado que no queremos ver, que no enseñamos en las 
redes sociales, que no sale en la televisión, que todos tratamos de dejar a un 
lado, ese espacio lleno de secretos. Esos secretos que valen millones cuando 
son contados en los espacios de prensa rosa, esas confesiones al estilo lady 
Di que nos ponen los pelos de punta, esas formas extrañas de conducirse en 
la vida de los famosos, esos matrimonios rosas de portada y esos divorcios 
a muerte… esas noticias que salen a la luz treinta años después, esas cosas 
que nos cuentan de algún ser querido y que jamás imaginamos… 
Sí, la vida está llena de secretos: en el mundo hay mucha gente que esconde 
sus rarezas por miedo a ser rechazado, encarcelado, o castigado por su 
comunidad. Todos necesitamos que nos acepten en nuestro entorno más 
Jóvenes e identidades 65
cercano porque no podemos vivir solos o aislados: todos necesitamos 
sentirnos integrados en nuestros círculos familiares, sociales, profesionales, 
y todos necesitamos afecto y reconocimiento de la gente con la que 
convivimos a diario. Por eso los futboleros o la gente de tribus urbanas 
se visten todos iguales: al disfrazarse se sienten parte de una tribu con la 
que comparten canciones, bailes, gritos, aullidos, y una fuerte pasión por 
su equipo. En las pandillas también la gente tiende a adoptar diferentes 
uniformes con leves variaciones, especialmente en la adolescencia, cuando 
más necesitamos sentirnos parte de un grupo, y cuando, curiosamente, más 
bichos raros nos sentimos. 
La teoría Queer propone la construcción de una sociedad en la que 
nadie tenga miedo a ser como es. Que la gente acepte lo extraño o lo 
extraordinario como un tesoro con el que enriquecerse. Que la gente amplíe 
su concepto de “normalidad” hasta romperlo, que los raros y las raras no 
tengan que esconderse, que la diversidad sea lo cotidiano. 
Mitos románticos y revoluciones sexuales
Todos tenemos derecho a ser lo que queramos, pero si no encajamos con 
los estereotipos tradicionales de masculinidad o feminidad, podemos ser 
objeto de burla, discriminación o rechazo. Todos tenemos derecho al amor, 
pero sólo unos pocos pueden vivir plenamente su sexualidad y erotismo 
cuando quieren, con quien quieren y como quieren. 
Hay relaciones que te ayudan a integrarte en el sistema: relaciones aceptadas 
por la sociedad, como las heterosexuales. Hay otras, sin embargo, que son 
invisibles, clandestinas, secretas, prohibidas. Es cierto que nuestra sociedad 
poco a poco vamos abriendo nuestra mente y dejando atrás los prejuicios, y 
que cada vez hay más países que han aprobado el matrimonio igualitario. 
Sin embargo, en nuestra cultura el sexo ha sido siempre representado 
como un medio para la reproducción, por eso el modelo de pareja sexual 
y amorosa es siempre el mismo: un hombre y una mujer heterosexual que 
se unen para fundar una familia. Todo lo que se desvía de este modelo, se 
tacha de “anormalidad”, “desviación”, “pecado”, “aberración”. Por ejemplo, 
las parejas de ancianos de cuya sexualidad nunca hablamos, las parejas de 
lesbianas, las personas poliamorosas que tienen varias parejas, las personas 
que viven en tríos, las parejas de edades muy diferentes, o de distintas 
clases sociales, nacionalidades o religiones…
En lugar de mostrarnos la diversidad de formas de quererse y de convivir 
que existen, nuestros cuentos siempre repiten el mismo esquema narrativo: 
en casi todas las historias de las novelas, el cine, el teatro, la ópera, las series 
de televisión, hay un chico que sale a correr aventuras y de paso salvar a la 
Humanidad, y una chica que espera a ser rescatada. El final feliz consiste en 
que el chico cumple su objetivo de salvar a la Humanidad y salvar a la chica, 
que es el premio por haber sido tan valiente y sacrificado. Se casan y son 
felices, y colorín colorado, este cuento se ha acabado. 
Este modelo amoroso se mitifica como la quintaesencia de la felicidad y se 
repite tanto que parece que no existen otros modelos de relación amorosa. 
Cuando se piensa en amor, vienen a nuestra cabeza imágenes de Romeo y 
Julieta: una pareja de dos, una pareja joven y heterosexual. Tristán e Isolda, 
REvISTA DE ESTUDIoS DE JUvENTUD ≥ Marzo 16 | nº 11166
los protagonistas de Casablanca, de Titanic, de “Lo que el viento se llevó”, 
de “Ghost”, de “Pretty Woman”, o de “Avatar”. Todas las películas apuestan 
por este mismo modelo: la industria de Hollywood invisibiliza otras formas 
de quererse, de unirse, de amarse, de desearse. 
El romanticismo patriarcal nos mitifica a la pareja heterosexual como el 
colmo de la complementariedad: ella es débil, él es fuerte, ella es pasiva, él 
es activo, ella es miedosa, él es valiente, ella es sumisa, él es dominante… 
parece que los hombres han nacido para protegernos de otros hombres, y 
que nosotras hemos nacido para cuidarlos y venerarlos como a dioses. 
Este modelo romántico es perjudicial para la igualdad y para la 
diversidad, porque se ha impuesto en nuestra cultura como una meta que 
seguir en la vida. Y porque invisibiliza otras formas de enamorarse, de 
juntarse y de separarse. 
La revolución sexual de los años 70 del siglo XX sirvió para desligar el 
sexo de la reproducción: gracias a la invención y comercialización de 
los anticonceptivos, las mujeres pudieron disfrutar del placer sexual sin 
miedo a quedarse embarazadas, y los hombres pudieron disfrutar mucho 
más también. 
Las mujeres deconstruyeron todas las “verdades” sobre el sexo y empezaron 
a tomar conciencia de la represión del erotismo y la sexualidad que 
habían venido sufriendo desde siglos. Los feminismos reivindicaron la 
re-apropiación de los cuerpos, la liberación del miedo y la culpabilidad, el 
derecho al placer, el derechoa elegir la maternidad. 
También reivindicaron la necesidad de desligar el sexo del matrimonio, 
pues hubo un tiempo en que las mujeres eran obligadas a llegar vírgenes 
al día de la boda, y la mayoría de ellas sólo pudieron disfrutar con un solo 
hombre en su vida: su marido. Las parejas que tenían relaciones antes del 
matrimonio tenían que esconderse en ese lado oscuro en el que anidan 
los secretos, puesto que en el caso de las mujeres, se esperaba que no 
tuvieran jamás apetito sexual ni ganas de intimar con sus parejas hasta 
que no obtuvieran el tesoro que “todas las mujeres desean: el matrimonio”. 
Por muy injusto que parezca, las mujeres eran fuertemente penalizadas si 
quedaban embarazadas antes de casarse o si no se casaban con el novio de 
toda la vida y tenían otra pareja. Rumores, insultos, chismes, humillaciones 
públicas... para nosotras suponía una degradación social, pero no para 
ellos. En los hombres no estaba tan mal visto el sexo prematrimonial: desde 
adolescentes los varones aprendían que tenían que “respetar” a sus futuras 
esposas, y mientras divertirse con trabajadoras del sexo. 
Todo esto cambió gracias a las píldoras y a los preservativos. Las mujeres 
empezaron a tener relaciones sexuales y afectivas sin sentirse culpables, sin 
miedo al embarazo o a las enfermedades de transmisión sexual, y sin tener 
que comprometerse de por vida. Las relaciones sexuales empezaron a ser 
más flexibles, más libres de culpa y de miedo, más placenteras y diversas, 
pero aunque nuestra sociedad ha cambiado mucho, en la actualidad el 
modelo romántico permanece inmutable: el “chico conoce chica” sigue 
siendo el esquema preferido por la industria del entretenimiento. 
El que nuestra sociedad se haya abierto y ahora aparezcan en la 
televisión parejas de lesbianas y de gays es un gran paso, sin duda, 
pero existen otros muchos modelos que siguen estando invisibilizados, 
y mucha gente que sufre cuando se enamora porque no encaja en el 
Jóvenes e identidades 67
modelo normativo que representan a la perfección Brad Pitt y Angelina 
Jolie, Kate y Guillermo de Inglaterra, Iker Casillas y Sara Carbonero, 
todos modelos de juventud, belleza, talento y abundancia: son grandes 
profesionales, ganan mucho dinero, están sanos y son felices juntos, o al 
menos, así los vemos en las portadas. 
En los medios apenas se habla de otras formas de quererse y de juntarse. En 
la televisión se ignora la sexualidad de las personas con alguna discapacidad 
psíquica o física, apenas se habla de la sexualidad de las lesbianas y los gays 
ancianos, y ni aparece la sexualidad de los niños y las niñas… son muchas 
cosas de las que no se hablan, porque nos cuesta admitir que la realidad es 
muy diversa. 
Pese a que hay gente que es feliz adoptando los roles tradicionales de 
género, y las estructuras tradicionales de pareja, también hay mucha gente 
que ama a otras personas sin seguir el modelo estándar. Son muchos los 
amores clandestinos que existen, y muchas las relaciones que se ocultan 
para no vivir el rechazo de la sociedad: vamos a ver algunos de ellos.
Amores clandestinos
Amar es un derecho humano que todos deberíamos de tener garantizado, 
junto con nuestros derechos sexuales y reproductivos. Sin embargo, en el 
planeta la gente no es libre para amar, y en algunos países, amar puede 
costarte la vida. Hay Estados que penalizan las relaciones homosexuales, 
lo que supone que la gente es encarcelada si es gay o lesbiana. En muchos 
países, las mujeres lesbianas y los hombres homosexuales tienen dificultades 
para encontrar trabajo o para ser aceptados en su comunidad, y son 
muchas las personas en todo el mundo que sufren humillaciones públicas, 
agresiones, y asesinatos por su identidad de género o su orientación sexual.
En el año 2000 cada dos días una persona homosexual era asesinada en 
el mundo debido a actos violentos vinculados a la homofobia. Amnistía 
Internacional denuncia en su informe que más de 70 países persiguen aún a 
los homosexuales y 8 los condenan a muerte. 
El problema es tan grave que la oNU se ha posicionado varias veces 
en contra de la violencia y las violaciones de derechos y libertades 
fundamentales de la población gay, lesbiana, transexual, intergénero, etc. 
En su Declaración sobre orientación sexual e identidad de género declaran 
su preocupación y alarma por la violencia, acoso, discriminación, exclusión, 
estigmatización y prejuicio que se dirigen contra personas de todos los 
países del mundo por causa de su orientación sexual o identidad de género.
Urgen a los Estados a que tomen todas las medidas necesarias, en particular 
las legislativas o administrativas, para asegurar que la orientación sexual o 
identidad de género no puedan ser, bajo ninguna circunstancia, la base de 
sanciones penales (ejecuciones, arrestos o detención).
Los Estados tienen la obligación de garantizar que, libremente, sin miedo, 
coacción ni discriminación, las personas puedan tomar decisiones acerca 
de su salud, su cuerpo, su vida sexual y su identidad; decidir si tener hijos 
y cuándo; decidir si casarse o no y qué tipo de familia fundar; tener acceso 
a servicios de salud sexual y reproductiva, y vivir sin miedo a sufrir una 
violación u otras formas de violencia (las niñas que son casadas a la fuerza 
68 REvISTA DE ESTUDIoS DE JUvENTUD ≥ Marzo 16 | nº 111
con hombres mayores, las adolescentes que sufren la mutilación genital 
femenina, los abusos sexuales en el entorno familiar, el acoso sexual en las 
calles o en el entorno laboral…).
Todas las personas deberíamos tener garantizado el acceso al placer, a 
las relaciones consentidas y libres, a la educación sexual y emocional, a la 
educación para la diversidad: necesitamos construir un mundo en que no 
haya distinciones ni discriminaciones hacia la gente que se sale de la norma. 
Un mundo, pues, más igualitario y diverso.
La sexualidad amorosa
La base de una relación bonita, sea casual o sea una relación de varios 
años, es el buen trato, el cariño, el compañerismo y el cuido mutuo. No 
importa si es una relación fugaz o una pareja estable: tenemos que tratarnos 
bien, respetarnos y disfrutar. Para poder disfrutar es fundamental que las 
personas implicadas en una noche de amor o en una relación sólida se 
responsabilicen del uso de anticonceptivos y métodos de prevención de 
enfermedades. 
Cuidarse mutuamente supone, también, hablarse con cariño, comunicarse 
con amor, respetar la privacidad de la otra persona, respetar su libertad, 
valorar su autonomía, apoyarse cuando sea necesario… las relaciones tienen 
que liberarse de la estructura de dominación-sumisión y de las luchas de 
poder que a veces convierten las relaciones en un infierno. 
A nivel colectivo, tenemos que promover la diversidad y el respeto hacia 
otras formas de compartir sexo y emociones porque la homofobia mata: 
la cifra de adolescentes que se suicida cada año por acoso en las escuelas 
o dificultades para asumir su orientación sexual es espantosa, lo que 
demuestra que necesitamos un mundo más abierto y tolerante en el que 
nadie sufra por ser diferente o por amar de otra forma.
La sexualidad tiene que liberarse de los prejuicios, las prohibiciones, los 
tabúes y los miedos que se ciernen sobre ella. Deberíamos poder hablar 
con tranquilidad de sexo, erotismo, placer, relaciones sentimentales. Sin 
miedos, sin vergüenza, sin sentimientos de culpabilidad. Cuando la gente se 
trata bien y disfruta de sus relaciones de una manera sana, en un espacio de 
igualdad, la sexualidad puede ser muy bonita. 
La sexualidad tiene, también, que liberarse del machismo y la misoginia, 
porque las mujeres necesitamos poder tener acceso a una sexualidad plena 
sin ser juzgadas, sin ser etiquetadas, sin ser penalizadas socialmente. Las 
mujeres tenemos derecho a vivir nuestro deseo con quien queramos: seamos 
mujeres heteros, lesbianas o bisexuales, seamos transexuales o cisexuales,todas tenemos derecho a elegir compañero o compañera, a separarnos, a 
elegir nuestra maternidad, a tener las relaciones consentidas que deseemos, 
a disfrutar de nuestro cuerpo.
En contra de lo que se cree normalmente, el sexo y el amor no son cosas 
diferentes ni pueden diferenciarse. Cualquier relación con alguien, sea 
esporádica, casual, o esté muy consolidada, puede ser amorosa, y ello no 
implica que te estás comprometiendo: implica que cuando estás con alguien, 
lo estás disfrutando.
69Jóvenes e identidades
Implica, también, que no hace falta seguir pensando desde los opuestos: la 
ternura, el placer, las conversaciones, los juegos, el cariño, el erotismo, son 
ingredientes maravillosos para pasarlo bien con las personas que nos gusten. 
El queer promueve un amor sin jerarquías en las que las personas no sean 
etiquetadas en torno a su grado de importancia para alguien: esposa, amante, 
rollo, romance, amigos con derecho a roce… en nuestro corazón, del mismo 
modo que caben muchas amigas y amigos, caben también muchas personas 
que nos gustan, que nos atraen, que nos hacen sentir cosas bonitas. Para que 
los días o las noches de sexo y amor sean más inolvidables, más divertidas, más 
apasionantes, hay que tratar a todo el mundo con respeto y con cariño, sea 
cual sea tu grado de cercanía o compromiso.
Sexualidades diversas
Nuestra cultura está basada en la represión sexual, pues el sistema siempre 
ha necesitado que la gente controle sus impulsos sexuales más primarios 
temiendo que la libertad sexual desatase el caos y nadie fuese a trabajar 
durante la semana, y todo el mundo desatendiese sus obligaciones por estar 
gozando. Ese miedo a la libertad sexual ha hecho que nuestro deseo se vea 
encauzado desde el exterior: si eres chico, te dicen que “lo normal” es que te 
gusten las chicas. 
Si desde pequeñas nos preguntasen: ¿tienes novio o novia?, probablemente 
no tendríamos que reprimir el deseo hacia las chicas en la adolescencia. 
Pero desde todos lados se nos invita a hacerlo: no puedes tener sexo con 
los novios o ex novios de tus amigas, ni con tu primo, ni con el novio de tu 
primo, ni con la novia de la ex de tu hermana, ni con tus propios ex. Piensa 
en la cantidad de relaciones que podrías tener pero que ni se te pasa por la 
cabeza porque sabes que serían rechazadas por tu gente…
Sí, no es fácil vivir en un mundo en que el deseo nos hace sentir culpables. 
Un mundo en el que se dicen unas cosas pero se hacen otras, un mundo 
en el que la gente oculta cosas y tiene prácticas sexuales clandestinas: 
cuando lo descubrimos, por ejemplo, todo el mundo se conmociona. Estoy 
pensando, por ejemplo, en actrices casadas que reconocen públicamente 
su infidelidad con su compañero en la última película, y los insultos y 
comentarios que se expanden por las redes en torno a su traición marital. 
o el día en el que Michael Douglas se declaró adicto al sexo en los medios 
de comunicación. Contó que necesitaba hacer el amor todos los días varias 
veces, y que su mujer estaba hasta el moño de tanta demanda. Así que se 
sentía mal y se internó en una clínica para ver si podía “curarse”. 
El quid de la cuestión está en la intensidad del deseo del actor 
estadounidense, ¿cuál es el límite para el deseo, y quién nos lo impone? 
¿Qué es más “normal”, no tener ganas de hacer el amor nunca, o querer 
hacerlo todos los días? En realidad, “lo normal” es la diversidad: hay gente a 
la que le encanta el sexo y lo considera algo esencial en su vida, y gente que 
lo practica menos, o nada, como veremos más adelante. 
Las sexualidades alternativas, disidentes, queer, anómalas, son todas 
aquellas formas de amar y gozar que no vemos habitualmente en las 
películas ni en las series de televisión. Son prácticas sexuales que no se 
consideran normativas, es decir, que no encajan en el modelo heterosexual 
orientado a la reproducción y crianza conjunta de hijos e hijas. 
70 REvISTA DE ESTUDIoS DE JUvENTUD ≥ Marzo 16 | nº 111
Queer es una etiqueta como otra cualquiera, pero es interesante como a 
la vez que en poco tiempo van surgiendo muchas etiquetas para definirse 
sexualmente, también existe mucha gente que se resiste a ser etiquetada 
o definida. Gente a la que le gusta cambiar, transitar, fluir y deshacerse de 
toda la carga normativa de estas etiquetas (estereotipos, roles, etc.). 
Lo cierto es que desde el principio de los tiempos, la gente ha practicado 
su sexualidad de muchas formas diferentes. La historia ha silenciado toda la 
diversidad sexual de nuestra cultura, sin embargo, en la actualidad Internet 
es un espacio en el que proliferan los foros, los blogs, chats y espacios para 
gente que tiene otras formas de concebir el amor, la pareja y la sexualidad. 
Un ejemplo de ello es la gente poliamorosa, o la gente que tiene relaciones 
plurales, o las personas que practican el amor libre. Tienen en común la 
idea de que la monogamia es un mito inventado, y que se puede querer 
a muchas personas a la vez. Ellos y ellas pueden tener varias parejas 
simultáneamente, y su filosofía está basada en la idea de que es importante 
ser sincero, honesto, buena persona, y tratar de no lastimar a nadie. 
Sabiendo que los celos son un gran problema (nuestra cultura promueve 
un amor muy posesivo y exclusivo), los y las poliamorosas trabajan para no 
dejar que los celos les duelan, o les impidan vivir historias bonitas con varias 
personas. En la ética poliamorosa es fundamental cuidar a tus compañeros 
o compañeras para que nadie salga herido, aunque admitiendo que es 
sumamente complicado poder superar toda la tradición amorosa basada en 
la propiedad privada. 
otra gente que practica sexualidades diversas es la comunidad BDSM (BD 
Bondage y Dominación, SM Sadomasoquismo), personas que juegan con el 
esquema de dominación-sumisión con el que nos relacionamos en la vida 
diaria, y lo llevan a la cama. Es un mundo muy variado y complejo porque 
existen diferentes concepciones de lo que es el Sado y el Masoquismo, pero 
en general a todos les gusta disfrazarse, representar papeles, seguir ritos, 
atarse, crear escenarios…
otra gente que se encuentra en Internet es la gente swinger: parejas que 
quieren compartir placeres con otras parejas. Ellos mantienen una fidelidad 
sentimental hacia su compañera o compañero, pero gustan de intercambiar 
sexo y ratos divertidos con otras parejas. Estas prácticas se suelen hacer 
en secreto, y a veces organizan encuentros o fiestas para conocerse entre 
ellos y crear redes. Aquí se rompe con el estereotipo tradicional del hombre 
que antes buscaba solo espacios para diversificar sus prácticas sexuales, 
y ahora lo comparte con su pareja, con lo que se ahorran mentiras, peleas, 
comportamientos extraños, prisas y situaciones absurdas. 
También están los y las discapacitadas que reivindican su derecho a la 
sexualidad. Generalmente a las personas sordas, ciegas, tetrapléjicas, con 
parálisis cerebral, autismo y con necesidades especiales se los medica para 
que controlen su deseo sexual porque se entiende que ellos y ellas no tienen 
derecho a amar o a gozar. Las personas dependientes por enfermedad o 
discapacidad no tienen reconocido su derecho a amar: sus emociones y 
erotismo ha sido siempre un tabú de la sociedad, por eso es tan importante 
cuando se visibilizan las relaciones de la gente que tiene síndrome de Down, 
que en algunos casos exitosos se enamoran y logran vivir su relación sin 
obstáculos familiares o sociales. 
71Jóvenes e identidades
Los ancianos y las ancianas también tienen deseo sexual y practican 
sexo. Su sexualidad es diferente a la nuestra porque el organismo va 
transformándose con el paso de los años, pero precisamente por esto el 
placer sexual es diferente, e igualmente satisfactorio: hay gente que sigue 
haciendo el amor hasta el final de su vida, y eso incide positivamente en su 
calidad de vida y en su salud psíquica y física. 
Haypersonas que se declaran asexuales, es decir, inapetentes en el ámbito 
sexual. No practican sexo porque no quieren, porque no les gusta, porque 
no lo necesitan. No siempre es gente religiosa: ellos y ellas reivindican su 
derecho a ser aceptados como son, y a no recibir presiones familiares o 
sociales en torno a este asunto. 
También tenemos a las flexisexuales, personas que se declaran 
heterosexuales pero gustan de tener relaciones homosexuales esporádicas. 
Algunas etiquetas pueden resultar divertidas en un país en el que la 
homosexualidad no es delito. Los amores clandestinos en todo el mundo 
son muchos, y muy variados. Por ejemplo, los amores adúlteros: una relación 
erótica o sentimental de dos personas, estando una de ellas o las dos casadas o 
emparejadas con otras personas. La esposa o el marido oficial pueden saberlo 
o no saberlo, pero en nuestra sociedad está muy mal visto en general, de modo 
que los amantes tratan de no ser descubiertos, no dejar huellas, buscar sitios 
secretos para el encuentro… algunas reacciones duran semanas y otras duran 
años: es el lado oculto del matrimonio, ese fantasma de la infidelidad que pone 
al descubierto las grietas de nuestro sistema monogámico. 
otro tipo de relación sexual que permanece invisibilizada en nuestra 
sociedad es la relación sexual mediada por el dinero, es decir, todas aquellas 
personas que consumen pornografía y solicitan los servicios de trabajadoras 
sexuales. Aún más invisibilizada está la prostitución de varones: en ambos 
casos, los clientes son mayoritariamente hombres, que también demandan 
los servicios de mujeres transexuales sin operar. 
El estigma que rodea a este fenómeno de la prostitución pone al 
descubierto la doble moral de nuestra cultura patriarcal: la monogamia 
parece que solo se aplica a las mujeres, y en el caso de los hombres parecen 
“errores perdonables”. La infidelidad femenina está más invisibilizada, pues 
las consecuencias para las mujeres pueden ser terribles en algunos países 
del mundo: azotes, cárcel, humillaciones públicas, palizas y asesinatos. 
Esta doble moral no solo condena a las mujeres, sino también a todas 
aquellas personas que no se adaptan a la norma. Mujeres transexuales, 
personas intersexuales o hermafroditas, personas transgénero… sobre todos 
ellos pesan estereotipos y prejuicios en torno a su sexualidad, a su forma 
de relacionarse, y a lo que se dedican. Algunas personas con identidades 
de género disidentes recurren a la prostitución como salida por la fuerte 
discriminación que sufren en el mercado laboral.
Tampoco sabemos mucho acerca de los amores carcelarios, aquellos que 
se dan entre personas privadas de libertad. Las cárceles se dividen en dos 
grupos: las cárceles de mujeres y las de hombres. En ambas la gente tiene 
relaciones sexuales y se enamora, pero a menudo las parejas no lo tienen 
fácil para vivir su relación, porque las instituciones carcelarias aún no están 
preparadas para asumir que la población presidiaria necesita mucho más 
afecto precisamente porque se encuentra encerrada y alejada de su familia y 
seres queridos. 
72 REvISTA DE ESTUDIoS DE JUvENTUD ≥ Marzo 16 | nº 111
Hay mujeres que admiten abiertamente que tienen novia y son lesbianas, 
hay otras que dicen ser heterosexuales pero que dentro de la prisión 
necesitan una compañera. Hay algunas relaciones que salen a la luz, y otras 
que permanecen ocultas porque una de las dos personas está casada fuera 
de la prisión. En el caso de los hombres en las cárceles, sus relaciones son 
menos visibles porque son mundos muy machistas y homofóbicos. 
Si los presos y las presas tienen pareja en el exterior, tienen derecho a un vis 
a vis íntimo al mes, esto es, una visita privada para tener intimidad una o dos 
horas. Pero solo para heterosexuales… el escaso o nulo tiempo para vivir el 
amor hace sufrir a los enamorados, y en ocasiones acaba con las relaciones 
porque la persona que está fuera no puede soportar la ausencia de la otra. 
A nivel emocional, hay otros factores que hacen sufrir a la gente dentro de 
las cárceles: la separación que se produce cuando uno de los dos miembros 
ha cumplido su pena y sale al exterior, o la represión que sufren por parte de 
funcionarios de las instituciones penitenciarias. otro de los problemas de los 
amores presidiarios es la falta de anticonceptivos y métodos de protección 
frente a las enfermedades de transmisión sexual, y la desprotección de los 
derechos sexuales y reproductivos de la población presidiaria lesbiana, gay, 
transexual, intergénero o queer. 
otros amores clandestinos son los que existen entre las personas que 
tienen vIH, o aquellas relaciones en las que solo uno de los dos miembros 
posee el virus. Muchas personas tienen miedo de ser rechazadas si dan 
información sobre ello, y muchas personas, también tienen miedo de tener 
una relación con alguien que porta el virus o sufre la enfermedad, por falta 
de información sobre las formas adecuadas de disfrutar y protegerse. 
otros amores clandestinos desafían el tabú del incesto. En nuestra sociedad 
el sexo entre personas de una misma familia está muy mal visto, y una de 
las razones que se esgrimen para rechazar tales prácticas está basado en la 
endogamia genética: cuando no hay variedad genética, los hijos e hijas de 
personas que comparten la misma sangre pueden presentar malformaciones 
y enfermedades. No es un fenómeno común en tanto en cuanto una de las 
cosas que nos atrae sexualmente de las personas es la novedad: es más 
difícil enamorarse de personas con las que has crecido durante tu infancia 
y has tenido una relación muy estrecha. Sin embargo, cuando sucede que 
dos primos se enamoran, por ejemplo, han de enfrentarse al escándalo que 
suscita en una familia una relación incestuosa. No es fácil en nuestra cultura, 
porque en otras culturas se sabe que el incesto no ha sido un tabú tan 
importante, o lo ha sido en otros grados.
otras relaciones que han de permanecer en el lado oscuro son los tríos, por 
ejemplo. Gracias a mi trabajo he podido conocer a personas que en lugar de 
unirse de dos en dos, se unen de tres en tres, forman una familia, y tienen 
hijos (o no). Este tipo de uniones sexuales y amorosas han de enfrentarse a 
dos grandes retos: 
-la aceptación de la familia, amigos y amigas, entorno laboral, vecindario.
-el inevitable choque con las instituciones públicas (educación, sanidad, 
tributación, etc.), que sólo tienen una casilla para incluir al cónyuge, que no 
permiten el matrimonio entre tres personas, que no están preparadas para 
afrontar la diversidad familiar y sólo contemplan la existencia de dos adultos 
en una unidad familiar.
73Jóvenes e identidades
Ni siquiera las empresas privadas tienen en cuenta a esta población de 3: en 
los hoteles las habitaciones son para dos con posibilidad de añadir una cama 
supletoria. Lo mismo con los colchones, generalmente diseñados para que 
quepan dos personas…
Los niños y las niñas que nacen en este tipo de familias formadas por dos 
papás y una mamá, o dos mamás, o dos mamás y un papá, se tienen que 
enfrentar a veces también a la incomprensión de su entorno cercano, como 
por ejemplo ver la cara de tu profesora cuando te pide que tu mamá le llame 
y tú le preguntas cuál mamá, que tienes dos. 
Otras formas de quererse son posibles
Sí, hay muchas formas diversas de amarse, de relacionarse eróticamente, 
de tener relaciones sexoafectivas, de juntarse para formar un hogar… 
tenemos que promover la visibilidad de estas otras relaciones en los medios 
de comunicación y en los productos culturales. Escribir cuentos con otros 
héroes y heroínas, otras identidades de género, otras aventuras y otras 
formas de resolver los conflictos. Necesitamos construir relaciones sin 
jerarquías, sin miedos, sin luchas de poder, sin violencia.
Eliminando todos los miedos a las etiquetas, transitando por ellas, podremos 
conocer mejornuestro deseo, conocer también el amplio abanico de 
la diversidad sexual, y todas las formas que existen de quererse y de 
conocerse. Ahora es el momento de reivindicar las rarezas, la gente 
extraordinaria, las personas diferentes, los colectivos marginados, las 
personas que transitan, las personas que aman en silencio.
Es el momento, también, de aventurarse y explorar, de construir relaciones 
igualitarias, equilibradas, bonitas. Relaciones que no nos aíslen de los demás, 
que no nos hagan sufrir, relaciones en las que poder crecer, desarrollarnos, 
disfrutar del placer sexual y del amor romántico. Relaciones en las que 
seamos libres para escoger, para empezar, y para acabar, para llegar y 
para marcharnos. Relaciones basadas en el buen trato, en la elaboración de 
pactos, en la igualdad y en la diversidad, en el gusto por vivir y disfrutar.
Sí, tenemos que imaginar un mundo donde las relaciones sexuales o 
sentimentales no estén basadas en la necesidad, el interés, o la dependencia 
económica o emocional. Tenemos que ser capaces de construir relaciones 
sexuales y sentimentales que nos hagan felices, y que todo el mundo pueda 
amarse sin miedo. 
Porque ningún amor es ilegal, y otras formas de quererse son posibles.
Los Derechos del Amor y la Sexualidad (Propuesta personal)
1. Todas y todos tenemos derecho a querer y a ser queridos, sin que nadie 
pueda verse excluido o discriminado por razones de género, orientación 
sexual, etnia, origen, clase socioeconómica, edad, religión, etc. 
2. Todas tenemos derecho a elegir libremente compañero/a (s) sin 
imposiciones sobre su identidad de género o el número de personas 
que integren la unión amorosa. Tenemos derecho a tener varias 
parejas si lo deseamos, y también tenemos derecho a elegir la 
soltería sin sufrir las presiones de nuestro entorno. 
74 REvISTA DE ESTUDIoS DE JUvENTUD ≥ Marzo 16 | nº 111
3. Todas tenemos derecho a relaciones igualitarias donde no exista la 
división de roles tradicional y en las que podamos repartir las cargas 
de trabajo de un modo equitativo o equilibrado. 
4. Tenemos derecho a tener relaciones basadas en el respeto, el buen 
trato y el compañerismo, sean relaciones largas o esporádicas, 
casuales o continuas. Tenemos derecho, también, a abandonar una 
relación cuando no exista esta base de buen trato mutuo, o cuando se 
haya deteriorado la relación. 
5. Todos tenemos derecho a iniciar o romper nuestras relaciones 
amorosas o sexuales con libertad. Podemos comprometernos o 
separarnos con libertad, sin coerciones de tipo legal, económico, 
social, moral o religioso. Todos tenemos derecho a comprometernos, 
a no comprometernos, o a elegir el grado de compromiso de mutuo 
acuerdo con la o las parejas. 
6. Todos tenemos derecho a la información sobre la sexualidad y 
los derechos sexuales, a decidir acerca de la maternidad y la 
paternidad, tener acceso a métodos anticonceptivos y barreras de 
transmisión sexual, y a los servicios de salud sexual. 
7. Todas tenemos derecho a expresar nuestras emociones en público o 
a no expresarlas. Todas somos libres para mostrar nuestros afectos 
en lugares públicos, y no podemos ser discriminadas por nuestro 
aspecto físico, edad, color de piel, clase social u orientación sexual.
8. Todos tenemos derecho a tener relaciones monógamas o poliamorosas, 
abiertas o cerradas, efímeras o eternas, y renovar los acuerdos 
conyugales como nos apetezca o según las circunstancias vitales de 
cada persona. Tenemos derecho a inventar, probar y buscar nuevas 
estructuras emocionales al margen de los modelos tradicionales 
basados en la pareja heterosexual y monógama. 
9. Todas tenemos derecho al bienestar emocional, físico y sentimental, 
a tener relaciones bonitas, a formar comunidades amorosas donde 
nos unamos con la gente por lazos afectivos, de amor o amistad, sin 
estar determinados por el parentesco o por la monogamia obligatoria. 
Podemos elegir vivir con una persona o con varias, fundar una familia 
con quién nos plazca, y elegir nuestro grado de implicación afectiva o 
sexual en cada una de nuestras relaciones, pactando y acordando con 
nuestras parejas. 
10. Todas tenemos derecho a disfrutar de nuestra sexualidad y nuestro 
erotismo sin coerciones. Tenemos derecho al placer, a la ternura, 
al juego y al amor. Y también tenemos derecho a ser respetados/
as cuando no queremos tener relaciones sexuales o no deseamos 
establecer lazos sentimentales.

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