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Vida religiosa y futuro Perspectiva psicológico-teológica

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Vida religiosa y futuro. 
Perspectiva psicológico~teológica 
JOSÉ A. GARCÍA-MONGE, SJ 
Madrid 
Al enfrentarme con este difícil tema, mis deseos, análisis de la 
realidad y sentimientos están divididos. Simplificándolos se podría 
llamar esta reflexión modesta, aproximada, vacilante y dudosa: 
Requien esperanzado por la vida religiosa. La esperanza está en el 
Dios que la inspiró e hizo crecer en el seno de la Iglesia y en las 
fronteras del mundo, y el dolor, ante la constatación del envejeci­
miento, disminución de vocaciones y, tal vez, en muchas áreas re­
pliegue defensivo en la lectura de un progresivo deterioro con no­
tables y excelentes excepciones de ese estilo de vida comunitaria y 
evangelizadora que, canónicamente, llamamos vida religiosa mascu­
lina, femenina. 
Este es uno de los pocos artículos, de los muchos que he escrito 
en mi vida, en el que me gustaría estar equivocado y, agradecería a 
quien, caritativamente, me ayudase a verlo. 
Para completar mis deficiencias y quedarme algo más tranquilo 
recomendaría la lectura de cinco libros que, ciertamente, podrían 
motivar la creatividad de los que tenemos responsabilidades y amor 
a la vida religiosa y su tarea en la Iglesia y en el mundo del futuro: 
- GARCÍA, J. A., Hogar y taller. Sal Terrae, 1985, Santander. 
- GARCÍA, J. A., En el mundo desde Dios. Sal Terrae, 1989, 
Santander. 
REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (57) (1998), 535-571 
536 JOSE A. GARCIA-MONJE, SJ 
Lors, J., Jesús de Nazaret, el Cristo Liberador. Hoac, 1995, 
Madrid. 
- GONZÁLEZ-CARVAJAL, L., Ideas y creencias del hombre ac­
tual. Sal Tenae, 1991, Santander. 
- CASTILLO, J. M., Los pobres y la teología. Desclée de 
Brouwer, 1998, Bilbao. 
A muchos ayudaría también la lectura de las numerosas edicio­
nes de los escritos de Pedro Anupe, S.J., que fue un testigo de Dios 
en la vida religiosa actual y abrió futuro auténticamente evangélico 
a la vida religiosa de los años venideros. Ellos completarán mis 
deficiencias. 
Hablar de «futuro» es difícil no siendo profeta. Se pueden, eso 
sí, analizar cuidadosamente las grandes líneas de nuestra cultura y 
su evolución para intuir el cómo y por dónde, posiblemente, cami­
nará la vida religiosa del futuro próximo, o, al menos, por dónde 
debe desanollarse en referencia a Dios y al hombre histórico si 
quiere ser fiel a su carisma y prestar un servicio cristiano y humano 
a la Iglesia y al mundo en devenir constante. Se necesitará una gran 
dosis de Fe, Esperanza y Amor, acompañadas de Sabiduría discer­
nidora para dialogar fielmente con la realidad. 
Por ser más sencillo y resultarme más familiar me moveré prin­
cipalmente en un plano psicológico, abierto al Señor y su voluntad 
salvífica. Elijo esta perspectiva psicológica porque, a pesar del cam­
bio acelerado de nuestras culturas y, por lo tanto, del hombre y la 
mujer que se fOlman en ellas, aunque opten y vivan, en muchas 
dimensiones, contraculturamente, de acuerdo con el Evangelio de 
JESUS, existen y existirán infraestructuras psicológicas y antropo­
lógicas que decidirán lo humano y, por lo tanto, las bases y media­
ciones de la vocación en y a la vida religiosa o desde la vida reli­
giosa en la mirada liberadora, testimonial y de servicio a sus 
contemporáneos, especialmente los más pobres. Además de consta­
tarse leyes psicosociales que rigen el mantenimiento y la evolución 
de los grupos (comunidades) humanas convocadas por el ESPIRI­
TU. 
Hablando, hace algún tiempo, con un obispo español en referen­
cia a monasterios rurales, disminuidos en número y profundamente 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 537 
envejecidos en edad, me decía, con realismo: «hay que ayudar a bien 
morir a estos grupos». Le preocupaba la total falta de vocaciones y 
el natural deterioro físico de las religiosas. Evidentemente esta frase 
no es extrapolable y si la revitalización se hace sanamente (no con 
una importación de juventud desubicada culturalmente y, frecuente­
mente, con excepciones, incomprendida), la vida religiosa, con cam­
bios estructurales, teológicos y humanos, podrá, junto a otras fuerzas 
del ESPIRITU, en la Iglesia, aportar mensajes nuevos y, a la vez, 
cristocéntricos, que den Buena Noticia a los hombres del futuro. 
RESISTENCIA AL CAMBIO 
Muy conocida y estudiada en Psicología Social es la resistencia 
al cambio en personas e instituciones. Al hablar de las crisis de la 
persona señalaré alguna de las fases de esta resistencia. El hecho es 
que el Concilio Vaticano TI, en Pelfectae Caritatis, con dos teolo­
gías sobre la vida religiosa en diálogo subyacente sugirió caminos 
que no siempre se han seguido para un cambio verdaderamente 
evangélico en el mundo de hoy que no es el del futuro. Posteriores 
líneas de fuerza emanadas de Roma también aportaban luz, sobre 
todo el mundo femenino de la vida religiosa. Gran parte de esta 
renovación, exceptuando la inserción en el mundo de los pobres, 
realizada sobre todo en el Tercer Mundo, quedó en declaraciones de 
principios y buenas intenciones que con el paso del tiempo, no sólo 
no se realizaron, sino que retrocedieron a posturas ya superadas con 
un tono involucionista. 
El cambio-conversión no sólo es exigible a un nivel personal, en 
la constante modesta adecuación al hoy del seguimiento de JESUS, 
sino, sobre todo a un nivel institucional, en el que problemas de 
organización y poder, además de alianzas más o menos explicitadas, 
con capas burguesas de la sociedad e ideologías clericales, además 
de las rutinas e inercias mundanas, han dificultado esta conversión 
colectiva que habría constituido, para muchos jóvenes, testimonio y 
aliciente vocacional en su compromiso verdaderamente cristiano. 
Las formulaciones que los documentos de capítulos generales han 
hecho en la práctica, han quedado en ajustes conceptuales a una teo-
538 JOSE A. GARCIA-MONJE, SJ 
logía coherente con el carisma, pero no se han hecho vida e historia, 
con futuro, en el devenir de la vida religiosa real e histórica. 
En mi colaboración a la obra 14 aprendizajes vitales, Carlos 
Alemany (Ed.) 1998, Ed. Desc1ée de Brouwer, Bilbao, escribía que 
hay que «aprender a desaprender», y señalaba caminos para hacerlo. 
La vida religiosa se ha resistido por la fragilidad humana y otras 
variables profundas a desaprender hábitos y a aprender nuevas lec­
turas del mundo en el que vivimos y del futuro que se acerca, aga­
nándose a seguridades, doctrinales y vitales que no le han dado 
precisamente, ni docilidad al ESPIRITU, ni saludable contacto real 
con el mundo a evangelizar o con los jóvenes a quienes interpelar. 
En toda crisis de cambio personal o institucional, la psicología 
social señala y constata diversas etapas. Estos momentos existencia­
les tendremos que pasarlos de cara al futuro que exigirá, y ya lo está 
haciendo, cambios profundos. 
Estas etapas, resumiéndolas, son: 
1. Etapa de «schok»: ansiedad, pánico. El sujeto y la institu­
ción se repliega a los mecanismos de defensa. Suele darse una ne­
gación de la realidad, ya que esta realidad nos choca y nos desor­
ganiza, interior y exteriormente. 
2. Retroceso defensivo en personas y grupos. Desorganización 
emocional para compensar la angustia. Es conveniente precisar que 
la angustia, cuando no nos bloquea, puede ser creativa. Este retro­
ceso defensivo que niega la realidad o se agana a seguridades ex­
cesivas, para lo que da de sí la vida se convierte en un útero estruc­
turado por normas cada vez más minuciosas y empuja a vivir un 
intimismo y una vida ad intra de la casa o institución sin asomarse 
ni dejarse evangelizar por la realidad. 
3. Etapa de reconocimiento y aceptación. Si se supera la etapa 
anterior se da un paso hacia el reconocimiento de la realidad, la 
aceptación y la búsqueda. 
4. Etapa de adaptación y cambio. Esto nos exigirá el futuro por 
fidelidad a lo real y al Dios de la Vida. 
La vida religiosa para «tener futuro» necesita memoria y proyec­
to. Creo que, a pesar de conocer mejor que nunca las fuentes y los 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 539fundadores, nuestra memoria no sabe leer los contextos y traducir a 
los futuros el empuje creativo originario y fundante. 
Muchos jóvenes no ven en la vida religiosa más que memoria, 
pero no les resulta atractivo, ni siquiera en la perspectiva de un 
compromiso fecundamente cristiano, un proyecto humanizador, li­
berador y revelador del Dios de JESUS. 
LIGEROS DE EQUIPAJE 
Cuanto más equipaje tengamos más nos costará movemos hacia 
el futuro. Y tenemos que reconocer que la vida religiosa se ha car­
gado, desde sus fundadores hasta el presente, de pesadas cargas, que 
no siempre han sido las convenientes para el testimonio de la liber­
tad evangélica y evangelizadora. Normas minuciosas, decretos pun­
tualizadores, reglamentos, costumbres convertidas en ley, no han 
ayudado a un cambio, que sin esas pesadas cargas se hubiese podido 
realizar con más agilidad institucional, personal y social. 
Es cierto que un grupo humano necesita un equipaje ligero para 
andar por la historia. Ya Ignacio de Loyola escribía que la anterior 
ley de la caridad debería bastar, aunque la experiencia enseñaba que 
una mínima estructuración podría facilitar el rodaje histórico del 
grupo religioso. La realidad, en muchas ocasiones, ha inflado la 
estructura en perjuicio de la caridad liberadora, y así el futuro se ve 
aprisionado no por el mejor pasado sino por lo pasado que, perpe­
tuado, ha impedido ver y vivir el presente dinámico de la historia. 
Cuando hablo de equipaje me estoy refiriendo a lo que ayuda a 
vivir, no a durar o sobrevivir. 
Karl Rahner, uno de los mejores teólogos de este siglo, escribía 
que el cristiano del futuro será un místico o no será cristiano. Ima­
gino que no estaba pensando en un Juan de la Cruz o Teresa de 
Jesús o Ignacio de Loyola, sino en lo que más sencillamente, pero 
con realismo y profundidad entendemos correctamente por mística. 
El primer equipaje del religioso del futuro será su experiencia mís­
tica. Si la vida religiosa venidera no aporta esto puede ir dedicán­
dose a otra cosa. El segundo equipaje lo constituirá la tarea que 
inserte en una vida real, que, ya en la historia sea eterna al estilo de 
540 JaSE A. GARCIA-MONIE, SI 
la proclamación evangélica. Real, tangible, visible y normal como la 
de millones de mujeres y hombres que se despiertan cada mañana 
para el riesgo de vivir, trabajar, encontrarse, construir, gozar o sufrir 
en la inseguridad, la esperanza y el amor, como esencia de la VIDA. 
El tercer equipaje lo constituirá la amistad o, al menos, una 
cercanía afectiva, compañeros/as en el Señor, que aúna, descansa, 
comunica, motiva, ayuda y acoge. Si en la vida religiosa futura no 
hay amistad o apertura comunicativa abierta en FE y sólida y 
verdadera humanidad, habrá algún eremita trabajador pero no comu­
nidad convocada en el nombre de JESUS y vivida en lo humano, 
hecho de necesidades y deseos, de comunicación que forme un au­
téntico nosotros viviente y abierto, solidario en un dinamismo uni­
versal y, a la vez, sólido en la apoyatura afectiva hecha de cercano 
afecto y comprensión. 
RELECTURA ESPIRITUAL Y VITAL DE LOS «VOTOS» 
Superada la fundamentación de la vida religiosa en la distinción 
entre consejos y preceptos, en la visión más profunda del pueblo de 
Dios. Creo que el futuro, sembrado ya ahora en los surcos de nues­
tro presente (hoyes el primer día del resto de mi vida), está pidien­
do a gritos una revisión profunda en su manera de pensar los «vo­
tos», vivirlos y transmitirlos. Esta revisión minimizaría, reduciéndolo 
al andamiaje necesario, la lectura jurídica de los votos y ampliada, 
con realismo humano y fidelidad al único Absoluto, la vivencia 
existencial de estos deseos, eficazmente reales, contextualizándolos 
en la totalidad de la gozosa Buena Noticia evangélica. Los «votos» 
como opción no manipulable ni tranquilizadora en su cumplimiento 
formalmente jurídico. Visión que pasa del sacrificio a la libre ofren­
da, que nos pelmite comulgar con la realidad del mundo desde una 
vida verazmente testimonial del seguimiento de JESUS. Esta relec­
tura, sanamente espiritual y vital, desmonta muchas sacralizaciones 
destinadas más a mantener el poder que a dar vida y vida abundante. 
Dar una densidad real y social a la pobreza en su vertiente solidaria, 
vivida a la intemperie y la inseguridad en comunión con los real­
mente pobres de este mundo. Esto supone superar la dependencia 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO .. , 541 
jurídica que proporciona seguridad, tesoro cotizado en Bolsa, y pro­
mueve el compartir en una inserción real de la que nunca tendríamos 
que haber salido. 
Una revisión espiritual de la obediencia distinguirá las normas y 
mediaciones de todo grupo humano y su bien común de la docilidad 
al Espíritu y los signos de los tiempos en la que superiores y súb­
ditos están igualmente comprometidos en un diálogo fraternamente 
discernidor. 
La castidad como opción y vivencia del amor, en el AMOR, nos 
humaniza en su dinamismo encarnatorio, integra el ser humano y lo 
abre en un testimonio que invita al gozo y la acción de gracias y que 
se conoce por sus frutos amorosos, reales, abiertos y teologales, en 
libertad sana y tiernamente cariñosa. 
Esta vivencia de los votos, más profundamente descrita, no es 
nueva ni novedosa, pertenece al «ya, pero todavía no» del Reino y 
es una posibilidad sanamente humana cuando está alimentada por el 
Espíritu y verificada en una fecundidad «virginal» que viniendo del 
Señor se hace barro en la historia para alentar a ese barro esperan­
zadamente con el deseo urgente del Reinado de Dios, que, obvia­
mente, no se puede confundir con el poder social de lo «sagrado». 
Para una relectura psico-espiritual profunda de los votos reco­
miendo la excelente obra de Carlos Domínguez, Creer después de 
Freud. Paulinas, Madrid, 1991. Esta lectura exige una preparación 
para una comprensión adecuada y coherente. 
LA MUJER EN LA VIDA RELIGIOSA 
Tal vez uno de los rasgos distintivos del futuro de la vida reli­
giosa del futuro va a ser, como ya está siendo significativo, con 
resistencias ancestralmente «machistas», la participación adulta y 
madura de la mujer en la presencia religiosa en la Iglesia y en el 
mundo. Más allá de la tutela de los hombres, que ocupan tradicio­
nalmente los puestos jerárquicos y de toma de decisiones, la presen­
cia de la mujer, como ocurre en el mundo profesional y social, va 
a ser decisiva en la dirección de una vida religiosa que recoge, en 
la espiritualidad, teología y acción comprometida con la total evan-
542 JOSE A. GARCIA-MONJE, S1 
gelización, sus características más genuinas y sus valores más espe­
cíficos. Siempre ha habido importantísima presencia de la mujer en 
la vida religiosa, pero el futuro nos advierte, con muchos signos, 
que esta presencia debe tener más peso específico, más autonomía 
y una mayoría de edad que, a veces, hasta algunas parcelas de la 
Iglesia y de la vida religioso-sacerdotal le han regateado. 
VIDA RELIGIOSA Y PROFETISMO 
De acuerdo a las mejores tradiciones de la vida religiosa, ésta ha 
tenido un rol profético en la Iglesia y en el mundo. Profundas reno­
vaciones hacia un sentido más evangélico de la Iglesia han nacido 
de la vida religiosa y del carisma de sus fundadores. Recordemos a 
Benito, Francisco, Clara, Domingo, Ignacio de Loyola, y tantas otras 
mujeres y hombres innovadores en el genuino seguimiento de JESUS 
que han ayudado a la Iglesia y al mundo a convertirse de corazón 
y renovarse en el ESPIRITU. 
El futuro va a exigir la recuperación de esa línea servicialmente 
profética de la vida religiosa. 
Hoy, en algunos aspectos, se da la paradoja que la jerarquía 
eclesiástica, que siempre ha tenido la importantísima misión apostó­
lica de confirmar en la verdad y la fe a los nacientes grupos religio­
sos, se atribuye el rol de dirigir, en lugar de discernir, lo que parte 
del testimonio evangélico de la vida religiosa. Este rol, en su pro­
funda esencia es justificable, pero, históricamente no ha sido siem­pre así. La vida religiosa, en ocasiones, ha resultado incómoda en la 
Iglesia, a través de la cual ha pretendido servir al Señor por su 
carácter profético, a veces denunciador, siempre esperanzado, de la 
mundaneidad, propia de lo frágil, de la mediación humana. La his­
toria testimonia abundantemente este dato. 
PERSPECTIVA PSICOLÓGICA DE UNA COMUNIDAD EN EL ESPÍRITU 
Toda perspectiva psicológica tiene sus límites y posibilidades, 
depende de la escuela psicológica elegida para hacer la valoración 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 543 
de una comunidad humana, y llega hasta esa frontera teologal que 
constituye el núcleo más íntimo de una comunidad en el Espíritu sin 
que la psicología pueda trascender con sus leyes a ese núcleo teo­
logal que debe respetar en una neutralidad benevolente. Yo voy a 
poner el acento en la perspectiva psicológica teniendo en cuenta que 
ese grupo del que tratamos se constituye consciente y adultamente 
como una comunidad en el Espíritu. 
Esta perspectiva psicológica nos permitirá detectar leyes funda­
mentales del grupo humano, pero no agotará todas las posibilidades 
de ese grupo, sobre todo las posibilidades trascendentes que consi­
derará como fruto de la opción libre, de la relectura en búsqueda de 
sentido de esa dimensión teologal de un grupo que se dice convo­
cado por el Señor Jesús. 
La comunidad en el Espíritu de ese grupo creyente en la dimen­
sión cristiana de la historia, que elige la comunidad de vida para 
albergar la fe en Jesús y comunicar su Espíritu a través de un com­
promiso histórico que libera y construye al grupo y, desde el grupo, 
al pueblo de Dios. 
Al buscar una infraestructura psicológica del grupo tenemos que 
comenzar por una definición de grupo que sea operativa, que de una 
manera integradora asuma rasgos con los que en la psicología social 
se aproxima el estudioso a los grupos. Un grupo serán aquellas 
personas con percepción colectiva de su unidad que, motivadas por 
la satisfacción de ciertas necesidades, contactan para lograr objeti­
vos, siendo dicho contacto significativo; constituyéndose interde­
pendientemente en interacción frecuente, estructurados en una serie 
de normas, valores y roles. Se trata, como he dicho, de una defini­
ción de grupo que integra aspectos subrayados por diferentes auto­
res. Desde esa perspectiva psicológica haremos más adelante una 
lectura de la comunidad en el Espíritu. Se trata de un grupo de 
personas con la conciencia de pertenecer a una cierta unidad -el 
grupo es como un cuerpo, las personas son los miembros de ese 
cuerpo-o El grupo es una unidad moral que tiene su identidad, que 
puede responder a las preguntas: ¿quién soy?, ¿quiénes somos como 
grupo? En esas personas se da, ante todo, la conciencia de pertenen­
cia. Pertenecen al grupo, aunque el grupo no agote todas sus dimen­
siones individuales, personales. Pertenecen a ese dinamismo con el 
544 JOSE A. GARCIA-MONJE, SJ 
que se construye el campo de fuerzas que delimita al grupo. Son 
personas que han elegido el grupo como lugar teológico; desde su 
libertad, adultamente, se han vinculado unas con otras en la perspec­
tiva de finalidades y medios diseñada para ese grupo. La lectura 
creyente de su dinamismo nos llevará a la vocación del grupo y por 
lo tanto a la convocación de esas personas que buscan vivir comu­
nitariamente en el Espíritu de Jesús. Pero esa lectura creyente de la 
vocación del grupo exige previamente un conocimiento de la infra­
estructura psicológica que posibilita a esos hombres o mujeres ser 
grupo, y presupone un espacio humano que posibilite esa lectura 
psicológica. El primer rasgo de un grupo será, por lo tanto, la per­
tenencia: pertenecemos al grupo. No una pertenencia absoluta, ni tal 
vez total, pero una pertenencia de la que se nutre la identidad del 
grupo y que influye en nuestra propia identidad individual. 
Segundo, esas personas que tienen conciencia de pertenecer a un 
grupo están motivadas por la satisfacción de ciertas necesidades. 
Sabemos que las necesidades humanas generan motivaciones dina­
mizando al hombre en búsqueda de su satisfacción. Recordemos el 
cuadro de necesidades diseñado por Maslow: fisiológicas, necesida­
des de seguridad, de paz, de orden, de pertenencia, de amor, de 
prestigio, de estima, de éxito. Por la evolución psicológica que pasa 
por al menos una mínima satisfacción de esas necesidades y una 
negociación de su frustración ocasional, llegamos a la autolTealiza­
ción como última y más elaborada necesidad humana. La evolución 
psicológica, el crecimiento personal en el grupo apunta, por lo tanto, 
hacia la autolTealización. 
En esta rápida enumeración de las necesidades expuesta por 
Maslow, subrayamos cómo la necesidad de pertenencia es realmente 
importante. No se trata de una pertenencia despótica por la que el 
grupo constituido en unidad moral manipulará a sus miembros, sino 
una pertenencia necesitada, satisfecha por cada individuo en su libre 
vinculación con los otros en el grupo. 
Satisfechas las necesidades básicas de alimentación, de sueño, de 
salud, de seguridad básica, de habitación, podemos preguntarnos: una 
vez que mi subsistencia está asegurada, ¿qué necesidades motivan mi 
persona a la búsqueda de otras personas que van a constituir y cris­
talizar un grupo? Tal como formula esta cuestión Yves St. Arnaud 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO." 545 
en su librito Ensayo sobre los fundamentos psicológicos de la comu­
nidad, editado por Atenas en el año 73, «una vez que mi subsistencia 
está asegurada en el presente y en el futuro, que tengo seguridad de 
poder hacer tres comidas cada día y dormir en una cama relativamen­
te confortable, ¿de qué tengo necesidad para poder actualizarme ple­
namente?» Y este autor, St. Arnoud, va a subrayar tres necesidades 
básicas que dinamizan el grupo y que van a estar presentes en la 
estructura de la comunidad en el Espíritu. Primera, necesidad de amar 
y ser amado; segunda, necesidad de crear, producir; tercera, necesi­
dad de comprender. Todo hombre, para poder actualizarse, tiene 
necesidad de responder a estas dimensiones fundamentales de amar y 
ser amado, producir y comprender. Dirá Sto Arnaud: «la realidad de 
la comunidad aparece cuando varias personas se comprometen unas 
para con otras en una puesta en común sistemática que les permita 
responder a una u otra de sus necesidades fundamentales». Es verdad 
que la comunidad no es el único medio de actualizarse, de autorrea­
lizarse, pero es un medio poderoso ofrecido para dar cauce a estas 
necesidades personales fundamentales. 
La opción y realización de la estructura de comunicación que 
permite satisfacer sistemáticamente estas necesidades da lugar, pri­
mero, a la comunidad de vida; segundo, a la comunidad de trabajo; 
tercero, a la comunidad de fe. La comunidad de vida consiste en la 
relación estructurada, sistemática, que se establece entre personas 
que buscan conjuntamente la manera de aumentar su capacidad de 
amar y de ser amados. Es verdad que existen muchas dimensiones 
en el amor y muchas clases o estilos de amar, y tal vez la comunidad 
de vida en el Espíritu, la comunidad de vida en la perspectiva cris­
tiana, fomenta o elige o prioriza alguno de estos estilos, alguna de 
estas dimensiones del amor, con respecto a otras. 
La comunidad de trabajo resulta de la colaboración sistemática 
de aquellas personas que encauzan en común su capacidad de crear 
y producir. Hoy, cuando se ha subrayado la distinción entre la co­
munidad de vida y comunidad de trabajo, se pone de relieve que se 
trata de dimensiones distintas que pueden darse independientemente 
o que pueden darse unificadamente en un mismo grupo. La comu­
nidad de vida puede influir en la comunidad de trabajo aumentando 
la capacidad creativa de sus miembros a través del dinamismo del 
546 JOSE A. GARCIA-MONJE, SJ 
amor, a través de su disponibilidad, de su espíritu de servicio, de su 
amor sensible a las necesidades del otro, de los otros. 
La comunidad de fe responde a esa necesidadprofunda que tene­
mos de comprender, a la búsqueda de sentido, a esa necesidad de 
ayudamos en la lectura de los acontecimientos. Y también a esa ne­
cesidad de testimoniar en nuestra acción liberadora la presencia del 
Espú'itu de Jesús que viene de más lejos que nosotros mismos y va 
más allá de nuestro esfuerzo. La comunidad de fe no es solamente 
una dimensión no ética de la comunidad, sino una dimensión práctica 
de la misma que se reconoce por esa dimensión liberadora, integral­
mente liberadora, que hace crecer el Reino en denedor del grupo. 
En la definición de grupo señalábamos, en tercer lugar, los ob­
jetivos. Esa comunidad de personas se constituye contactando como 
grupo para lograr objetivos concretos. Entre estos objetivos pode­
mos señalar el de mantenimiento de la comunidad del grupo; podría­
mos decir es el objetivo que mira al interior de las relaciones huma­
nas intragrupales y la tarea hacia fuera de ese grupo de personas. 
Mantenimiento y tarea serán dos dimensiones importantes psicoló­
gicamente de diferentes grupos que subrayarán más o menos una u 
otra de estas dimensiones. Hay grupos más centrados en el mante­
nimiento -la comunidad de vida nos habla más de mantenimiento 
de las relaciones humanas dentro del grupo- y hay otros grupos 
más centrados en la tarea, es decir, en la creación o producción de 
algo para lo cual se requiere la colaboración de todos los miembros 
del grupo. La comunidad de trabajo nos hablará más concretamente 
de la dimensión tarea que más o menos tienen los grupos. 
Incluso, dependiendo de las características del grupo, habrá líde­
res más centrados en mantener la estructura personal humana del 
grupo y líderes más volcados hacia la motivación que aumente la 
calidad o la cantidad de la tarea realizada por el grupo. Psicológi­
camente está estudiado por la psicología social en qué circunstancias 
deben primar los objetivos de mantenimiento o de tarea, dependien­
do de la situación del grupo, del liderismo, de los objetivos, de los 
medios, de la estructura, etc. 
Estos objetivos se mantienen operativos y conscientes gracias a 
un contacto interpersonal que no es ocasional o anecdótico sino 
estructuradamente significativo y expresivo de una voluntad grupaL 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 547 
En esta dimensión de objetivos, si se trata de una comunidad en el 
Espíritu, obviamente, los objetivos tienen que ser percibidos como 
fruto del Espíritu de Jesús por los miembros del grupo. Puede haber 
una contradicción entre comunidad de vida para unos objetivos de 
seguridad, enriquecimiento, poder o status social, y una comunidad 
de trabajo que no es signo del Reino. Puede haber una disonancia 
entre la motivación u objetivos discernidos por el individuo singular 
y los que realmente constituyen el entramado del grupo en cuanto 
comunidad de personas. Una comunidad en el Espíritu necesita que 
estos objetivos hayan sido discernidos comunitariamente, asumidos 
creyentemente, contrastados con la palabra de Dios frecuentemente, 
y vividos coherentemente en la perspectiva evangélica del Reino. 
El cuarto rasgo de la definición psicológica de grupo subraya la 
interdependencia y la interacción frecuente. Más que la semejanza, 
lo que hace a un grupo ser auténticamente grupo es la interdepen­
dencia. Un hecho que afecta a uno de los miembros es probable que 
afecte a todos. Es decir, emocionalmente, actitudinalmente, el grupo 
depende no con una dependencia infantil o condicionante, sino que 
está relacionado con los acontecimientos que afectan a cada uno de 
los miembros. Mi persona, mi trabajo, mi lectura creyente, afecta al 
grupo, afecta a todos los miembros, no sólo en una dimensión mís­
tica-teologal, sino en una dimensión observable, conductual, psico­
lógica. 
Además de la interdependencia el grupo se construye por la 
interacción. La interacción es la comunicación frecuente entre los 
miembros del grupo; comunicación cara a cara, directa, no indirec­
tamente a través de las tareas en las cuales también hay comunica­
ción, sino comunicación personal directa. 
Se ha definido al grupo como un sistema abierto de interacción 
en el que las acciones determinan la estructura del sistema y las 
sucesivas interacciones ejercen iguales efectos sobre la identidad del 
sistema. La interacción será la influencia mutua que hace que un 
agregado de individuos se convierta en grupo. La interacción es ese 
dinamismo que convierte en cuerpo moral a los miembros aislados 
del grupo. En una lectura creyente la interacción tiene que ver con 
el discernimiento, con el compromiso comunitario, con la respuesta 
común a la vocación grupal. Un grupo es un organismo vivo; yo no 
548 10SE A. GARCIA-MONJE, SI 
entro en un grupo, sino que hago un grupo al entrar en una comu­
nidad. Interacciono configurando al grupo desde mi presencia, desde 
mis necesidades, desde mis dinamismos individuales. 
El quinto rasgo constitutivo del grupo hacía alusión a la estruc­
tura, a la organización de la comunidad de una serie de normas, 
valores y roles. Se trata aquí de un aspecto más sociológico: de las 
propiedades estructurales, status, roles, normas, que son como el 
andamiaje interno de un grupo. El status conlleva la evaluación de 
la posición de un miembro en cuanto al prestigio, importancia o 
valor que posee para el grupo. Los roles hacen referencia a esa 
complementariedad de papeles ejercitados de acuerdo a unas expec­
tativas normati v izadas y aceptadas como tales por un consensus 
grupal. Un grupo es una distribución de roles -una armonía de 
roles en el mejor de los casos- una complementariedad de roles, 
una interacción de roles formales e informales que dan al grupo 
determinado rostro, determinado estilo, determinado talante. Las 
normas explícitas o implícitas influyen en el grupo (son como un 
código de circulación personal al interior o en el interior del grupo), 
influyen en la vivencia del poder, en las relaciones afectivas, en la 
eficacia del grupo y en el grado de satisfacción de los miembros del 
grupo. Es evidente que en una comunidad en el Espíritu se puede 
dar un problema de mundalización de los status, valores, roles e 
incluso normas, que harían que el grupo dejase de ser comunidad en 
el Espíritu -una comunidad liberada por el Espíritu para hacer 
historia de salvación- para convertirse sin más en una colonización 
cultural determinada por las conientes o valores más poderosos en 
la cultura que constituye la atmósfera del grupo. 
HISTORIA DEL GRUPO 
Todo grupo -la comunidad en el Espíritu es un grupo humano 
de hombres, de mujeres, o mixto- tiene que clarificar, si quiere 
tener salud grupal, tres dimensiones: primera, pertenencia; segunda, 
poder; tercera, afecto. 
Pertenencia. La gran pregunta que el grupo se formula en sus 
comienzos y siempre que hay una situación de crisis, es: ¿dentro o 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO .. , 549 
fuera? Se trata de aclarar y aclararse sobre las fronteras del grupo, 
sobre lo que se considera el núcleo del grupo y a qué distancia estoy 
o estamos de ese núcleo que identifica al grupo. ¿Dónde estoy y 
dónde está cada uno? Aclarar la identidad del grupo es aclarar nues­
tra pertenencia: ¿cómo se pertenece a este grupo, cuándo se deja de 
pertenecer, cuál es realmente la frontera de esa pertenencia? En un 
grupo cristiano en una comunidad en el Espíritu los criterios de 
pertenencia, más allá de lo estrictamente jurídico, pueden ser muy 
variados: El primero sería la identificación con la estructura jurídi­
ca de la institución. La pertenencia consistirá en la observancia de 
las normas. Un miembro del grupo es más miembro de ese grupo, 
según este criterio, cuanto más cumpla y se identifique con la es­
tructura jurídico-normativa que constituye a ese grupo en una per­
sona moral. 
Otro criterio frecuente en grupos estructuradamente jerárquicos 
es la identificación con el poder. Cuanto más cercano, permeable, 
dependiente incluso, esté de la fuente de poder, más recibo de ese 
poder jerárquico la consolidaciónde mi pertenencia al grupo. El 
poder jerárquico decide quién pertenece y quién no pertenece al 
grupo. Se trata de un viejo criterio, todavía vigente, que utilizado 
con rigidez puede deteriorar la vida del grupo, la interacción grupal 
y matar la creatividad, iniciativa, libertad de sus miembros. 
Otro criterio de pertenencia puede ser la eficacia. Aquí estaría­
mos más cerca de la comunidad de trabajo: soy más de este grupo 
cuanto más produzco, cuanto más colaboro en la tarea grupal o en 
la tarea individual que me ha asignado el grupo, o que el grupo 
reconoce o permite en mí. Si se trata de una comunidad de trabajo, 
la pertenencia puede deslizarse a la eficacia; quién aporta más, qué 
es aportar más. Se trata de un criterio cuantitativo que puede ser útil 
para evaluar o valorar la actividad de grupo, pero que, evidentemen­
te, no agota el tema de la pertenencia. Se trata de una dimensión del 
grupo, pero no de la única y más importante dimensión si el grupo 
es algo más que una comunidad de trabajo o algo más que una obra. 
Otro criterio tradicional en los grupos cristianos es el criterio de 
comunión de las verdades del grupo, con sus dogmas, si los tiene, 
con su ideología, si la explicita. Se trataría de un criterio de Oltodo­
xia. Pertenece al grupo el que de una manera ortodoxa afirma, cree, 
550 JOSE A. GARCIA-MONJE, SI 
lo que constituye el mensaje -no ético- del grupo. Es un criterio 
importante, de una gran repercusión en la tradición cristiana, indi­
cativo de una actitud, de una comunión, pero no exhaustivo en la 
determinación de la pertenencia. Además de la ortodoxia está la 
ortopraxia que identificaría al miembro del grupo en el quehacer 
histórico de un amor servicial, liberador, aunque la formulación 
conceptual de las verdades que subyacen a nuestra praxis no sea 
exactamente idéntica en todos los miembros del grupo. O aunque las 
ideologías o helTamientas ideológicas no sean las mismas en todos 
los miembros de un grupo pluralista. La ortopraxia como criterio de 
identificación puede ir más lejos que la ortodoxia y de una manera 
más vital darnos razón de la pertenencia. 
Otro criterio que responde a la gran pregunta: ¿dentro o fuera? 
es la vivencia coherente y eficaz del compromiso con la tarea de 
hacer grupo. Cada miembro en un grupo en el que existe además de 
una tarea extra un quehacer que entrelaza a los miembros entre sí, 
que hace grupo, tiene el compromiso de dedicar energía no solamen­
te a la producción o creatividad del grupo, sino al mantenimiento de 
ese mismo grupo y al crecimiento de ese grupo como pluralidad de 
personas y unidad moral. La pertenencia vendría dada por la moti­
vación, el interés, el amor, que yo pongo en la subsistencia del 
grupo en cuanto grupo. 
Otro criterio de pertenencia lo sugeriría el compromiso personal 
con los objetivos del grupo. Es decir, que no haya una distorsión 
grande entre mis objetivos individuales, personales, y los objetivos 
del grupo; que yo haya hecho míos los objetivos del grupo, en la 
medida en que soy miembro activo y vivo de ese grupo. 
Otro criterio de pertenencia importante nos lo da la dimensión 
de comunicación en el interior del grupo. Si el grupo subsiste y 
crece por la comunicación por la interacción comunicativa de sus 
miembros, el ser dentro de un grupo un activo comunicador en su 
doble dimensión de escucha y palabra, indicará el grado de perte­
nencia a este grupo. 
Otros criterios de identificación de la pertenencia que puede ser 
muy clara en algunos grupos, más difusa en otros, o más ambigua en 
grupos determinados, es la consciencia del status o del rol o los roles 
que se me asignan o que vivo habitualmente dentro del grupo. A más 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 551 
consciencia del status o del rol o de los roles y más coherencia con 
esa consciencia, más pertenencia al grupo. La falta de consciencia de 
los roles que ejercito dentro del grupo indicaría, tal vez, una falta de 
consciencia de mi pertenencia real, concreta a ese grupo. 
En algunos grupos, comunidades en el Espíritu, a veces el cri­
terio de pertenencia viene dado por una práctica sacramental como 
otorgando a esa práctica el poder de determinar mi grado de perte­
nencia al grupo. Soy de este grupo en tanto en cuanto practico de 
una manera observable los signos sacramentales o no que este grupo 
considera importantes para su identidad cristiana. 
En los grupos de estructura más vertical donde lo jerárquico se 
articula vertebralmente, la pertenencia viene de arriba. En los gru­
pos de estructura más horizontal (en términos políticos más demo­
cráticos) la pertenencia viene dada por el estilo de convivir en el 
quehacer cotidiano del grupo. En los grupos cristianos, comunidades 
en el Espíritu con Dios al fondo, existe y ha existido siempre una 
inclinación a sacralizar la figura del líder convirtiéndole en superior. 
Esta inclinación y esta lectura del liderazgo tiene realmente una base 
creyente, pero tal vez la praxis del grupo ha entremezclado dimen­
siones culturales de poder y ha hipertrofiado ese ejercicio del lide­
razgo, sacralizándolo en perjuicio de pertenencia libre y eficaz de 
los miembros de la comunidad en el Espíritu. El líder es un miem­
bro de la comunidad, el Espíritu anima esa comunidad en sus dife­
rentes roles; la pertenencia viene dada por esa comunión con el 
Espíritu de la cual el grupo entero y cada una de las personas que 
lo forman es corresponsable. 
Las utopías que polarizan la dimensión de pertenencia son por 
un lado la inclusión total y por el otro la exclusión total. La utopía 
de la inclusión total nos conduciría a un grupo útero, un grupo 
madre, en el cual pertenecer, estar dentro, es estar totalmente inclui­
do en esa matriz grupal. Esa inclusión total que da la seguridad de 
la pertenencia corre el peligro de asfixiar la libertad, creatividad, 
autonomía, de los miembros del grupo. El precio de la seguridad es 
la dependencia total y la dependencia total conlleva una falta de 
creatividad, una ausencia de riesgos que definen la vida. 
La utopía de la exclusión total lleva al aislamiento. Si ser grupo 
es estar dentro del útero, estar fuera -aunque vinculado y relacio-
552 JOSE A. GAReIA-MONJE, SI 
nado- no da razón suficiente para la experiencia de pertenencia. O 
soy totalmente intrauterino o estoy totalmente fuera y aislado. La 
imagen del hombre, la mujer, adultos, que han cortado sus cordones 
umbilicales y sólo así se pueden relacionar con la madre de una 
manera adulta, no entra en estas utopías insanas que fantasea el 
grupo desde necesidades primordiales muy hondas pero poco elabo­
radas en la maduración progresiva del individuo. Ni la inclusión 
total ni la exclusión total dan razón de la relación real, madura, que 
establece el miembro del grupo con el grupo y a través de la cual 
se siente, y de hecho realmente lo es, perteneciente al grupo. 
Tal vez hoy más que nunca en esta dimensión de pertenencia 
hemos de cultivar esa virtud que se llama tolerancia a la amhigüe­
dad. Las fronteras de los grupos, de las comunidades en el Espíritu, 
no pueden estar tan nítidamente trazadas como lo estaban en una 
atmósfera cultural de cristiandad. En esa atmósfera de cristiandad 
las fronteras espirituales de los grupos se subrayaban con el poder 
social, con la identificación del status y los roles, hecha en el seno 
de la sociedad civil. 
Al faltar esas apoyaturas, esas murallas que definían nítidamente 
la pertenencia, se crea una cierta ambigüedad que hemos de tolerar 
sanamente si queremos pertenecer al grupo, sin pedir más claridad 
que la que la realidad puede damos. Tolerar la ambigüedad de la 
pertenencia en un grado moderadamente integrable, es parte de la 
realidad de los grupos cuyas fronteras no las definen ni los dogmas 
ni las rejas ni los muros ni los hábitos o ropajes externos. La perte­
nencia es sobre todo una actitud interna que, ciertamente, se traduce 
en conductas observables, pero que tiene su razón de ser profunda, 
sus raíces hondas, en laactitud personal del miembro del grupo. 
Hoy las fronteras de la comunidad en el Espíritu pueden estar 
sobre el papel claramente trazadas en documentos y declaraciones y, 
sin embargo, en la realidad hay que matizarlas desde las situaciones 
existenciales que vive el grupo y viven cada uno de sus miembros. 
Al grupo, en un diálogo humilde con la realidad, le corresponde la 
paciencia histórica de recrear esas fronteras nebulosas, de tolerar 
cierta ambigüedad y al mismo tiempo de afirmar con verdad el 
núcleo y el corazón del grupo como utopía sana que dirige el cami­
nar de los miembros. 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO". 553 
PODER 
Después de la exploración de la pertenencia descrita por la pre­
gunta ¿dentro o fuera? sucede cronológicamente en el grupo -pero 
no de una manera lineal- la exploración del poder expresada en la 
cuestión: ¿arriba o abajo?, ¿dónde estoy en este grupo? La dimen­
sión del poder necesariamente debe de ser aclarada en toda la evo­
lución de los grupos. Pero es especialmente difícil para aquellos 
grupos que constituidos comunidades en el Espíritu la ponen entre 
paréntesis o la descartan de su devenir creyendo que están ya desde 
el principio centrados en el amor, en la caridad. El poder es una 
dimensión humana y por lo tanto interviene individual y gmpalmen­
te en el proceso del grupo. Se trata de un problema de status, de un 
problema también a veces de roles, de un problema de situación y 
relación ante los miembros del grupo y entre los miembros del gru­
po. ¿Qué puedo yo en este grupo?, ¿qué poder me da el grupo o qué 
poder me permite ejercer el grupo? Ante estas personas concretas, 
¿cómo me sitúo, arriba o abajo? 
El poder puede ser referente, que es el poder que tiene una 
persona sobre otra porque le sirve de modelo de referencia legítimo 
otorgado por la normativa del grupo, por las leyes grupales, estruc­
tura jurídica del grupo. Poder de experto que el grupo otorga a los 
que operativamente expresan su pericia en alguna dimensión huma­
na. Poder de recompensa o castigo que tiene la autoridad y que a 
veces tiene también el grupo como medio de motivación y de pre­
sión -aplauso, rechazo, silencio desaprobativo, palabra estimulado­
ra, etc.-. Como persona y como miembro del grupo siempre tengo 
un poder. El hombre nace con cero de poder y por eso la naturaleza 
le rodea de un cien de amor para que esa impotencia originaria vaya 
dando paso a un poder progresivamente afirmado: corporal, psíqui­
co, emocional, relacional, laboral, etc. El crecimiento humano es un 
crecimiento que pasa por la adquisición de poder, no de ese poder 
social o político sino de un poder físico, intelectual, afectivo, capa­
cidad de comprender, de amar, de crear, de transformar, de buscar. 
La utopía que muchas veces desorienta a los miembros de un 
grupo es la que va de la omnipotencia a la impotencia. Existe en el 
grupo un polo de omnipotencia situado en el líder o situado en un 
554 JOSE A. GARCIA-MONJE, SJ 
subgrupo o en una persona determinada, o incluso en el mismo 
grupo como institución, y existe mi impotencia, existe mi desvali­
miento, existe mi no ser nada fuera de la sombra protectora de esa 
omnipotencia del grupo. Esa utopía omnipotencia con su polo de 
impotencia resulta en la práctica desastrosa para el crecimiento ar­
mónico en el poder personal y grupal. No existe la omnipotencia en 
el grupo, yo no soy totalmente impotente en el grupo. Lo sano es 
reconocer que cada miembro del grupo tiene una cierta y medida 
potencia relativa a la de los demás y que esa potencia se puede 
ejercer sin competividades o tal vez con algunas tensiones, pero con 
la verdad que da la propia sencilla autoafirmación. 
El poder puede tener muchas dimensiones: poder hacer (efica­
cia), poder motivar a otros (liderazgo, conducción de personas), 
poder producir, poder simbolizar las metas, objetivos o necesidades 
del grupo, poder comunicar (entrelazar mensajes, cohesionar al gru­
po). Tal vez uno de los poderes más importantes en la historia gru­
pal es el poder captar las necesidades del grupo y favorecer los 
cauces para satisfacerlas. Es la sensibilidad que escucha al grupo en 
cada momento de su historia, en cada una de sus situaciones histó­
ricas, y sabe responder a las explícitas o implícitas demandas del 
grupo con cauces aptos para satisfacer sus necesidades. 
Un problema típico de los grupos cristianos es que constituyen 
como todo grupo humano un poder, pero un poder que desde la 
lectura evangélica de su experiencia no se equipara en un lenguaje 
homogéneo con los poderes de este mundo. Es un poder «sin poder» 
de la fe, del amor y de la esperanza. La comunidad en el Espíritu, 
si es realmente comunidad, supone una conciencia del poder; si es 
auténticamente del Espíritu de Jesús aportará una subversión cristia­
na de los valores entre los cuales el poder entendido culturalmente, 
mundamente, es uno de ellos. En la historia humana hay un arriba 
y un abajo; muchos circulan por la historia en su «aniba», muchos 
más -muchísimos más- en su «abajo». La comunidad en el Espí­
ritu tiene que elegir su sitio social sabiendo que en el mundo se sube 
subiendo y en el Reino evangélicamente anunciado se asciende ba­
jando. Que Jesús se hace hombre en el abajo de la historia, en el 
«sin poder» social, con un -eso sí- reconocimiento de su poder 
personal, lucidez, persuasión, convicción, claridad, escucha, amor. 
:-
i 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 555 
La comunidad en el Espíritu debe huir de la sacralización del 
poder para creer en la bienaventuranza de la pobreza en la cual la 
ausencia del poder connota necesariamente la situación humana. Y 
sin embargo, también es verdad que la comunidad en el Espíritu 
tiene que aclarar psicológica e intergrupalmente su relación con el 
poder. Muchas veces el lenguaje de la caridad tapa como el manto 
de Noé las luchas y tensiones del poder y por el poder que se dan 
en el seno de una comunidad que se dice espiritual y pretende refe­
rirse al Espíritu de Jesús. Aclarar el poder es liberar la verdad que 
nos permitirá, en definitiva, caminar juntos hacia el amor. 
AFECTO 
La tercera gran pregunta que todo grupo se plantea alguna vez 
en su historia, si es capaz de madurar hasta ella, es: ¿cerca o lejos? 
Es la pregunta en tomo a la dimensión afectiva del grupo: en tomo 
al amor. Esta pregunta aparece en la consciencia del grupo cuando 
se ha aclarado el tema del poder; cuando, después y más lejos de 
luchas intestinas en el grupo, aparece la posibilidad de verbalizar 
el amor como fuerza integradora y cohesiva del grupo. Las utopías 
que alimentan la dimensión amorosa del grupo son la del amor 
fusionante y/o universal y, por el contrario, el aislamiento total. La 
utopía del amor universal, primero entre los miembros del grupo, 
a todos los miembros del grupo por igual; después en el entorno 
de acción del grupo, se contrapone a ese aislamiento total del que 
se siente no querido por nadie, rechazado por todos, no aceptado 
por ninguno. 
El amor que entrelaza la dinámica de maduración en el grupo 
está hecho de solicitud, afecto e intimidad. La solicitud es la preocu­
pación por el otro con la sensibilidad a sus necesidades. El afecto es 
el deseo cálido de estar junto a la persona amada, junto a los otros, 
y la intimidad es la comunicación personal con el otro. Solicitud, 
afecto e intimidad como dimensiones del amor no se cultivan por 
igual con todos los miembros del grupo. Habrá grupos en los cuales 
se subraye más la solicitud, se cultive menos el afecto o muy poco 
la intimidad. O grupos más maduros que son capaces de verbalizar 
556 JOSE A. GARCIA-MONJE, SJ 
sus necesidades, en los que el afecto fluya espontáneamente e inclu­
so haya espacios para la comunicación personal profunda. 
En la aclaración del amor habrá que tener en cuenta, según el 
estilo de grupo o de relaciones interpersonales establecidas entre los 
miembros del grupo, qué dinamismos de ese amor se privilegian: el 
dinamismo erótico, el dinamismo afectivo,el dinamismo que aca­
rrea libertad en el cual el amor es fruto de una opción de valores 
realizada en la relación con el otro. Según sea uno u otro de estos 
dinamismos, el que se subraya más en las relaciones interpersonales 
dará lugar a un estilo de amor u otro. De los tres tipos de amor que 
nos pueden servir para aclarar el entramado de relaciones humanas 
afectivas en el grupo (amor de pasión, amor-afecto, amor-empatía) 
veremos que cada uno de ellos elige un lenguaje, El amor de pasión, 
más bien en el lenguaje erótico en el sentido amplio de erotismo 
(instinto vital, líbido), el amor de afecto (el lenguaje de los senti­
mientos, el lenguaje emocional de afectos positivos o negativos), y 
el amor de empatía (la libertad de dejar al otro ser otro y de ser uno 
mismo relacionado ante él a través de valores integrados en la rela­
ción). De estos tres tipos de amor, en un grupo se aclara obviamente 
el amor de empatía y el amor de afecto mucho más que el amor de 
pasión propio de una relación de pareja. 
El amor de empatía sería el típico de una comunidad en el Es­
píritu sin negar los componentes de otros dinamismos del amor -
erótico o afectivo, sobre todo afectivo- presentes también en la 
elección del estilo de relación que hacemos ante el otro. El amor de 
empatía, por la libertad que acarrea, constituye el cohesionador más 
auténtico de unas relaciones grupales en las que la comunicación 
afectiva está también presente y el otro es elegido, más que desde 
la amistad, desde el compartir un proyecto de vida, unos objetivos 
comunes, una comunicación frecuente. 
En la comunidad de vida que conlleva la fe en un pequeño 
grupo, se ha subrayado sobre todo como identificación cristiana el 
amor-servicio o el amor de solicitud. Es verdad que esta dimensión 
del amor suele tener la primacía con respecto a las otras, pero no 
podemos olvidar que sólo se hace grupo si el afecto y la intimidad 
están presentes, Un grupo cristiano que aclare su red de relaciones 
psicológicas amorosas tendrá que evaluar no sólo su solicitud por el 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 557 
otro, sino su deseo de estar cálidamente junto al otro y su comuni­
cación interpersonal. 
Estas dimensiones en el marco del amor afectivo y sobre todo 
del amor de empatía pennitirán el clima necesario para el crecimien­
to del grupo y de los miembros del grupo en cuanto tales. 
En la comunidad en el Espíritu, el amor, que es experiencia 
psicológica interpersonal, es también contemplable teologalmente. 
El amor viene de Dios. Esa actitud de fe ante el amor hace a los 
miembros del grupo responsables gozosamente de dar al amor una 
visibilidad que permita al otro ser persona y contemplar en esa 
experiencia amorosa al Dios, fuente del amor, al Dios que es Amor. 
Esa responsabilidad que supera el entramado psicológico del grupo 
es una responsabilidad testimonial: el amor no sólo será alimento 
del grupo sino tarea del grupo. Testimoniar que ese amor tiene su 
fuente en Dios y no se agota en las dimensiones que hace a este 
grupo comunidad de vida; que es fecundo, creador de vida; que hace 
al hombre posible y a Dios creíble. 
HISTORIA LINEAL DEL GRUPO 
Aunque no existe en realidad una historia lineal del grupo huma­
no, todo grupo avanza y retrocede, llega a etapas y vuelve a posi­
ciones primitivas influenciado por el ir y venir de los miembros en 
sus relaciones interpersonales, podemos describir como un modelo 
operativo para diagnosticar la situación del grupo y su historia li­
neal. 
El grupo comienza en la primera fase de su historia, en su na­
cimiento como grupo, por una convocatoria que hace al líder enor­
memente grande, depositario de la sabiduría del grupo, del poder del 
grupo, del conocimiento de los fines y objetivos del grupo, y a los 
miembros del grupo escuchadores, tímidos en un principio tal vez, 
de ese líder que lo sabe aparentemente todo acerca del grupo. La 
convocatoria hace al que la representa líder, superior, con respecto 
a miembros que rápidamente se diversifican: los que no han solucio­
nado su problema ante el poder, los que siguen buscando el poder 
para crecer a su sombra, se harán dependientes de ese líder; tendrán 
558 JOSE A, GARCIA-MONJE, SI 
conductas gratificantes para ese líder; serán los más obedientes a las 
insinuaciones, sugerencias o mandatos del líder. Otro sub grupo de 
personas que tienen mala relación con el poder al que ven siempre 
amenazante, castrador, se apartarán del líder y se colocarán incluso 
espacialmente en las fronteras del grupo: lo más lejano posible de la 
sombra del líder o del superior en el caso de una comunidad en el 
Espíritu, Este subgrupo está formado por los contra-dependientes: 
personas que utilizan el poder para situarse discretamente en un 
principio en contra de él, como referencia para saber lo que no 
eligen hacer, defendiéndose del poder como peligroso para su vida, 
para su autonomía, para su independencia, 
Se formarán en un primer momento en el nacimiento del grupo 
dos subgrupos: los dependientes cercanos al líder y los contradepen­
dientes lejanos que no tendrán excesivo protagonismo porque el 
líder abarca con su proyectada estatura todo el campo tal vez de 
decisiones del grupo. En todo caso, los dependientes, al evocar la 
figura del líder de una forma positiva, al ser los obedientes, tendrán 
mayor quehacer en subrayar las normas, preguntar en las decisiones, 
llenar de leyes emanadas del líder o de la institución o de la estruc­
tura las aparentes lagunas de poder. Si el líder es realmente partici­
pativo, si su enorme estatura es más bien fruto de los miedos y 
fantasías de los miembros del grupo más que de la realidad de su 
relación con el poder, el grupo podrá evolucionar hacia una siguien­
te etapa en la cual los dependientes comienzan a sentirse frustrados 
porque el líder o el superior no ejerce el poder todo lo que ellos 
necesitan y demandan. El dependiente necesita quitar toda ambigüe­
dad, normas claras, leyes que regulen hasta los más pequeños aspec­
tos de la vida en comunidad, y como el líder por su talante respeta 
espacios de libre decisión de los miembros del grupo y comparte 
con ellos importantes áreas del poder, este subgrupo de dependien­
tes comienza a sentirse abandonado por el padre, huérfanos de pa­
dre, y comienza a angustiarse, a buscar en ritos compulsivos reme­
dio para esa ausencia de poder. 
Los contradependientes, por el contrario, van comprobando en la 
praxis que la figura del líder no es tan amenazante como en un 
principio sus fantasías ante el poder se lo habían hecho pensar. Y 
comienzan a unirse «contra». Es una unión precaria entre ellos cuyo 
í 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 559 
UillCO objetivo es «oponerse a». Comienza una etapa de ataque y 
fuga, de boicoteo a las decisiones del líder, de ataque a los depen­
dientes, que hace la vida psicológica/social de la comunidad incó­
moda, hostil, llena tal vez de agresividad, con fronteras poco claras 
no delimitadas desde el poder, y a veces hace inviable el proyecto 
grupal. La tentación en esa etapa es la redefinición de límites, de 
fronteras; aclarar el tema de la pertenencia (quiénes son y quiénes 
pertenecen realmente a este grupo), golpes de estado que fortalezcan 
un poder en el grupo, que dividen el grupo y le hacen retroceder a 
cada uno de los nuevos grupos a su etapa inicial, a su nacimiento 
como grupo, a su nueva relación con el poder. 
Existen en el grupo una serie de personas que tienen resuelto su 
problema con el poder: se trata de los «autónomos». Estas personas 
se relacionan correctamente con el poder desde su expeliencia de 
autonomía. Son capaces de aceptar las orientaciones o normas del 
poder y son capaces también de dialogar con el poder criticándolas 
constructivamente o resistiéndose a aquéllas que no les parecen jus­
tas después de un análisis lo más objetivo posible de las mismas. 
Son personas que no se relacionan afectivamente con el poder sino 
a través del diálogo, la objetividad, lo que parece justo y loque 
construye de verdad a los miembros de la comunidad y a la comu­
nidad como persona moral que integra a esos miembros. 
Estos autónomos van poco a poco contagiando, en el mejor sen­
tido, su autonomía. Van enseñando a los dependientes a poder afir­
marse ante el poder sin necesitar de su sombra protectora y a los 
contradependientes a poder aceptar el poder, en muchas ocasiones 
sabiendo que fOlma parte de la vida del grupo. Los autónomos son 
los que favorecen la aclaración de la dimensión «poder» que antes 
concretábamos en la pregunta: ¿arriba o abajo?, ¿qué puedo yo en 
este grupo?, ¿qué poder me da el grupo y cómo relaciono ese poder 
mío, real, concreto, con el poder de otros miembros del grupo? 
Si el tema del poder es aclarado, el grupo crece, madura y pasa 
a una fase donde el protagonismo le corresponde al amor. Esa fase 
que hemos descrito anteriormente como aclaración del cerca o lejos, 
de la distancia afectiva entre los miembros, suele comenzar habi­
tualmente por una etapa que algunos psicólogos sociales llaman de 
«luna de miel». Pasadas las guerras del poder, el grupo vive gozosa 
560 JOSE A. GARCIA-MONJE, SI 
y unificadamente una cercanía afectiva, una luna de miel, que para 
algunos se les hace amenazante porque no manejan bien sus senti­
mientos afectivos, cercanos, cohesivos, y a otros se les hace el clima 
en el que pueden, por fin, expresarse en ese grupo hasta ahora tan 
hostil. 
Esta etapa del amor revela los intimistas, personas que necesitan 
un clima afectivo importante para poder decir su palabra en el gru­
po, y los contra-intimistas, personas que al no manejar bien los 
afectos y concretamente los relacionados con el amor, se encuentran 
incómodos en unas relaciones intergrupales que subrayan sobre todo 
la cercanía, la unión, la vida en común, la amistad por encima de 
todo, la unificación de estilos de comunicación. Estos intimistas se 
irán alejando del núcleo del grupo; se situarán en esas fronteras 
amorosas del grupo, lejos del centro, y crearán un cierto malestar al 
resultar amenazantes para los intimistas que ven corno meta del 
grupo el amor, vivido tal corno ellos necesitan vivirlo. 
Necesitará el grupo para evolucionar un estilo o un tipo de per­
sonas que puedan vivir el afecto sin asfixiar al otro, la distancia sin 
aislarse, el amor corno relación purificadora, liberadora, vinculante 
sin dependencias intimistas. Estas personas maduras en el área afec­
tiva dicen su palabra respetando las distancias y resistencias de cada 
uno, ofrecen su afecto sin posesividades ni colonizaciones afectivas, 
no hacen chantajes con el amor para conseguir sus fines en el grupo, 
y ayudan a crear un clima grupal donde el amor se pueda vivir desde 
la experiencia de cada uno con libertad y verdad. 
El grupo entra así en una etapa de maduración donde cada uno 
es respetado en su identidad y es aceptado en su dimensión de 
miembro del grupo. Donde el amor, si se trata de una comunidad en 
el Espíritu, es el fruto maduro -mantenimiento y tarea a la vez­
de ese grupo que testimonia la presencia del Espíritu de Jesús. 
EFICACIA DEL GRUPO 
La participación en el grupo se hará eficazmente cuando: 
- Se sea sensible y respetuoso del entorno físico de las perso­
nas que componen el grupo. Se respete su espacio vital necesario 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 561 
para no sentirse invadido, para incluso físicamente sentirse cómodo, 
con la dosis de soledad necesaria para la comunicación personal en 
el grupo. 
- Se sea sensible a las características personales individuales 
de cada uno de los miembros del grupo: estados de humor, senti­
mientos cambiantes, problemas personales, situaciones laborales 
individuales. 
- Se sea consciente de los roles que cada uno asume en el 
grupo y ante los cuales existe un consenso en el grupo, siempre y 
cuando esos roles no deterioren el crecimiento personal de ningún 
miembro del grupo ni del grupo en cuanto tal. 
- Se sea consciente de las normas implícitas del grupo. Cada 
miembro del grupo ha de conocer no solamente las normas explíci­
tas sino también las implícitas, ese código de circulación en el in­
terior del grupo que es importante observar para que todos se sien­
tan respetados y cómodos. 
- Se aclaren los procesos de toma de decisiones dentro del 
grupo; es decir, la participación del líder haga conscientes a los 
miembros del grupo de qué papel y qué poder tienen en el proceso 
de toma de decisiones. Desde el papel puramente informativo, pa­
sando por el consultivo, hasta la capacidad real de influir en la 
decisión de algún problema grupal. 
- Se puedan expresar libremente sin coacciones, sin castracio­
nes ni del poder ni de personas poderosas dentro del grupo que 
puedan crear una especie de miedo a la expresión personal, libre, 
respetuosa. 
POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS. RASGOS DEL HOMBRE MADURO, 
CULTIVABLES EN UNA COMUNIDAD EN EL ESPÍRITU 
El miembro de la comunidad aporta vida al proyecto común, 
pero ha de recibir del grupo aquellas helTamientas necesarias para 
su crecimiento personal. Solamente en situaciones excepcionales la 
vida del grupo puede solicitar a algunos miembros la renuncia a 
potencialidades suyas en bien del proyecto común del grupo, del 
cual ellos también se han de beneficiar. Estas situaciones excep-
562 JOSE A. GARCIA-MONJE, SI 
cionales han de ser cuidadosamente estudiadas, dialogadas, discer­
nidas. 
El miembro del grupo se sentirá aportando su energía a la comu­
nidad si es eficiente en alguna de las áreas de productividad del 
grupo, si su trabajo es reconocido como objetivo del grupo -en 
términos de la comunidad en el Espíritu, diríamos- si se siente 
enviado por el grupo a ese trabajo como misión que revela esa 
presencia ausente de Dios. La eficiencia es la capacidad productiva 
o creativa en algún área humana que da al miembro del grupo la 
sensación de cooperar al bien común, de sentirse ganando su propio 
pan y compartiéndolo con los demás miembros del grupo. Ser efi­
ciente en una comunidad en el Espíritu ha de ser discernido no 
solamente con las categorías culturales ambientales sino con esa 
más sutil y profunda eficiencia que puede ser testimonialmente evan­
gélica, De todas maneras, se ha de respetar la necesidad humana de 
sentirse identificado con un quehacer que dé razón de mi necesidad 
de producir, de ser eficiente. 
CREATIVIDAD 
El grupo, si realmente es pluralista y respetuoso de la libertad de 
cada uno, debe fomentar ese área de creatividad que hace a cada uno 
de los miembros del grupo único, original e inepetible. Ese pequeño 
huerto en el que cada uno se sienta realmente creativo y no mera­
mente planificado por la estructura del grupo. Esa creatividad no 
atenta al bien común del grupo ni consiste en una originalidad ex­
céntrica. Es, sencillamente, la posibilidad de desarrollar dimensio­
nes personales en las que el miembro del grupo se sienta fecundo 
creativamente, capaz de poner su sello a obras de sus manos, a su 
singularidad individual, abierta a la colaboración en la vida común. 
ARMONÍA INTERIOR 
El clima del grupo debe ser tal que favorezca, a pesar de los 
conflictos inherentes a todo proceso grupal, una armonía interior. Es 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 563 
decir, un núcleo profundo de la persona que no se vea amenazado 
por las tensiones más superficiales que pasan por la vida en común. 
El grupo debe crear espacios para cultivar esa armonía interior; debe 
favorecerla, respetarla, estimarla. Porque él mismo se verá benefi­
ciado de esa profunda paz interna que dará a los conflictos su ver­
dadera y relativa dimensión. El hombre maduro posee esa armonía 
interior aunque en su piel pueda verbalizar tensiones que a veces 
incomoden la vida del grupo. 
COMUNICA TIVIDAD 
Un aspecto importante en la maduración personal es la comu­
nicatividad, la capacidad realizada de comunicación interpersonal. 
Por su definición el grupo es fruto de la comunicatividad, lugar de 
la comunicación, cultivo de la relación interpersonal. Un testpara 
medir la vida personal del grupo nos lo dará la capacidad actua­
lizada de comunicación de sus miembros y los mensajes que aca­
rrean en esa comunicación. La comunicatividad no se agota en la 
palabrería o en los temas banales, sino que abre espacios de inti­
midad, de comunicación personal, que llegan hasta los núcleos 
internos de las raÍCes de nuestra fe, esperanza, amor y trabajo por 
el Reino. 
TRASCENDENCIA 
La madurez de un hombre pasa en las comunidades en el Es­
pÚ'itu y en otros espacios humanos por la apertura a la trascenden­
cia, por cultivar esa dimensión que va más allá del ego y respetar 
y fomentar en los otros el cultivo de la misma. Una comunidad 
en el Espíritu es una cristalización social de la fe en la trascenden­
cia operativizada por el amor. La comunidad debe suministrar esos 
espacios donde se cultive esa dimensión trascendente, y no sola­
mente se cultive sino se comparta, crezca, se haga de individual, 
grupal. 
564 JOSE A. GARCIA-MONJE, SI 
LA COMUNIDAD EN EL ESPÍRITU 
El grupo que se constituye como comunidad en el Espíritu se 
responsabiliza de aportar a sus miembros en primer lugar una mís­
tica, una dimensión trascendente, cristiana, que se haga historia en 
los miembros del grupo y en sus tareas, y que les alimente realmente 
de una manera eficaz. La mística del grupo no es sólo la suma de 
las místicas personales de los miembros: es una mística que viene 
del carisma grupal que eclesialmente está aceptada como lugar del 
Espíritu de Jesús, y que se abre flexiblemente a la integración de los 
signos de los tiempos, a la evolución personal guiada por ese mismo 
Espíritu de Jesús, 
Además de la mística que alimenta la persona y las tareas de los 
miembros del grupo, el grupo como espacio humano y teologal 
ofrece una posibilidad de construir una amistad en el Señor. Hay 
autores que señalan que la amistad no es la meta en' relaciones 
humanas del grupo comunidad en el Espíritu, sino sencillamente que 
basta con el amor de empatía que acarrea esa libre elección de 
relacionarse correcta y empáticamente, Sin embargo, la amistad, de 
hecho, se da frecuentemente entre los miembros del grupo como 
espacio humano y teologal a la vez, La amistad nutrirá al grupo 
dándole energía y fuerza para crecer como personas y como grupo, 
La comunidad en el Espíritu ofrece una operatividad en la mi­
sión, Ese acompañamiento de discernimiento y presencia que hacen 
de una aventura humana una misión reveladora del Espíritu, La 
operatividad hace posible esa misión en la historia como tarea a 
veces contracultural evangélicamente discernible, El, grupo se con­
vierte así en comunidad de trabajo, pero ese trabajo va más allá de 
la pura eficacia, de la tarea extra, para hacerse presencia del Señor 
en la historia, 
La comunidad en el Espíritu es una realidad humana, procesual, 
que crece por la respuesta generosa y lúcidamente psicológica a esa 
gratuidad del Espíritu de Jesús que convoca, hace capaz de compar­
tir y envía a sus miembros tal vez a hacer crecer nuevas comunida­
des en el Espíritu que aumenten el número de los que dan gracias. 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 565 
MADUREZ y CONFLICTOS GRUPALES 
Como complemento a los cambios que comporta la perspectiva 
psicológica de la comunidad, como grupo humano, convocado por 
el ESPIRITU, quiero transcribir esta henamienta de trabajo, que nos 
puede iluminar en los conflictos que el futuro de la vida religiosa 
nos va a hacer vivienciar y el manejo adecuado de los mismos. 
Agradezco a Luis López-Yarto, S.J., profesor de Psicología Social 
en la Universidad de Comillas (Madrid), y rector-fOlmador de jóve­
nes jesuitas, su diseño facilitador de un enfoque maduro de los 
conflictos grupales, tan frecuentes. 
l. Cada uno de nosotros puede considerar que tiene un grado 
de fortaleza en su personalidad. Yo sé de mi capacidad de decisión, 
de mi facilidad para proponerme objetivos y llevarlos a cabo. Co­
nozco mi tenacidad y mi reacción, más o menos fuerte, a la hora de 
superar disgustos o dificultades. 
Por eso me puedo calificar en la escala que sigue, situándome 
mediante un pequeño CÍrculo en el lugar que creo me conesponde. 
2 3 4 
Creo que tengo una 
personalidad débil 
5 6 7 8 9 
Creo que tengo una 
personalidad fuerte 
2. Cada uno de nosotros conoce, asimismo, un poco de su ac­
titud básica ante la vida y los demás. Unos podríamos llamamos 
con todo derecho sociables, abiertos. Otros más bien tendemos a 
volcamos en nosotros mismos. Unos somos más solidarios, otros 
más insolidarios. Ser solidarios quiere decir tener muy en cuenta a 
los demás, valorar mucho sus necesidades y deseos, ser muy sensi­
ble a. sus puntos de vista. Ser insolidario quiere decir estar pendiente 
de forma llamativa de las necesidades, de los deseos propios, que las 
necesidades y deseos de los demás pasan a un segundo plano (todo 
esto no incluye valoración moral). 
Por eso me puedo calificar en la escala que sigue, situándome, 
como anteriormente, con un pequeño CÍrculo en el lugar que me 
conesponde. 
566 JOSE A. GARCIA-MONJE, SJ 
1 2 
Me creo 
insolidario 
9 
8 
7 
Fuerte 6 
5 
Personalidad 
4 
Débil 3 
2 
3 4 
2 3 
JI/solidaria 
COMPETICION 
- Se busca el propio objetivo a ex­
pensas del otro. 
- Se maximiza el uso del poder: 
propia habilidad, capacidad de san­
cionar, «status», alianzas, etc. 
- Se defienden los propios dere­
chos o, simplemente, se va a «ga­
nar», 
5 
4 
6 
5 
Actitud 
7 
6 
8 
Me creo 
solidario 
7 
9 
8 
Solidaria 
COLABORACION 
9 
- Se busca solución para ambos. 
- Se trabaja con el otro. 
- Se investigan últimas causas, 
motivaciones ocultas. 
- Se procura entender y aprender 
del otro. 
- Se buscan soluciones rápidas. 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 567 
-------1 
COMPETICION COLABORACION I 
COMPROMISO 
I 
I 
I 
I 
I 
I 
HUIDA ACOMODACION I 
I 
~ 
INSOLIDARIA ACTITUD SOLIDARIA 
HUIDA 
Manifestaciones ·típicas: 
- Posponer el problema hasta 
«tiempos mejores». 
- Posturas diplomáticas, dilacio­
nes. 
- Huida de situaciones que ame­
nazan, potencialmente conflictivas. 
COMPROMISO 
- Se busca solución mutuamente 
aceptable que satisface a ambos par­
cialmente. 
- Término medio entre competi­
ción y acomodación. 
Cede más el competidor y menos 
que el acomodaticio; no huye, pero 
tampoco explora en profundidad. 
ACOMODACION 
- Se descuidan los propios intere­
ses. 
- Se puede enmascarar bajo for­
mas de sacrificio, obediencia, gene­
rosidad, etc., a expensas del propio 
criterio. 
Adaptado del Thomas-Kilmann Conflict Mode Instrument. 
LAICOS y VIDA RELIGIOSA DEL FUTURO 
El problema de la vida religiosa futura está estrechamente liga­
do, además de otras importantes variables, al crecimiento espiritual 
de los laicos y a su carta de ciudadanía en la Iglesia. El seguimiento 
de JESUS no será privilegio de unos pocos célibes, modelo que, a 
escala reducida, imitaría el laicado, sino patrimonio de toda mujer, 
todo hombre, cuyo compromiso evangélico puede alcanzar, y de 
hecho frecuentemente alcanza, niveles de santidad muy elevados en 
568 JOSE A. GARCIA·MONJE, SI 
el riesgo de VIVIr a la intemperie del mundo sin los protectores 
muros jurídicos, económicos y sociales de las comunidades e insti­
tuciones religiosas. La madre de familia, en un mundo en el que la 
vida de pareja es tan difícil o más que la de comunidad; en el que 
educar a los hijos pasa por tantas angustias; en el que la inseguridad 
y explotación laboral agrede arrebatando justicia, paz, gozosa segu­
ridad, y, desde esas experiencias vitales, esa madre o padre crecen, 
aman, esperan, se comprometen con el prójimo con generosa cari­
dad y son miembros vivos de la Iglesia, tienen una vocación cristia­
na que admiraría a los padres del desierto. La incorporación de los 
laicos a la vida religiosa, sobre todo la de carácter más apostólico, 
da esperanzas de mantenimiento a excelentes obras evangelizadoras 
y de emiquecimiento a los grupos religiosos. La presencia de los 
religiosos/as en el futuroserá, todo lo más (y creo excederme en 
esta cita del Evangelio, dirigida a todo seguidor del Camino), leva­
dura en la masa. 
Esta misión no hay que entenderla desde el mantenimiento del 
poder institucional o el funcionamiento de las obras, sino desde la 
animación espiritual y formación continuada, en la que el religioso 
ayuda y testimonia, a la vez que es interpelado y ayudado por el 
laicado. Muchos jóvenes lo han intuido así en su discernimiento 
vocacional. 
SER PERSONAS: MADUREZ 
No sabemos cómo, en las distintas culturas y mundos donde se 
desarrolla la vida religiosa, serán, en el futuro próximo, los lengua­
jes de la espiritualidad y el diálogo ad intra y ad extra: la comuni­
dad y el mundo. Sólo podemos estar seguros que se nos exigirá, por 
el dinamismo de la Creación y la Encarnación, ser personas y per­
sonas maduras, Esto es, mujeres u hombres en un proceso de madu­
ración alentado por la Institución y fomentado por el cotidiano de­
venir de la comunidad. Esto exige respeto incondicional a la persona 
y su libertad, profesado, no sólo de palabra, sino con hechos y 
conductas habituales en todos los niveles. La voluntad de Dios pe­
dirá, en su experiencia humano-religiosa, una reinterpretación muy 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO." 569 
distinta a la que superiores o súbditos nos han tenido acostumbra­
dos, y que todavía persiste, más en el mundo de las religiosas, con­
fundiendo el orden doméstico con la historia de la salvación y al 
Dios misteriosamente amoroso con ansias de poder o caprichos bien­
intencionados. 
Sobre este punto tan importante remito al lector interesado a dos 
esctitos míos sobre el tema: 
- «El seguimiento de Jesucristo como vocación: dimensiones 
psicológicas», en El seguimiento de Cristo. Publicación de la Uni­
versidad de Comillas, 1997, PPC, Madrid. 
- JosÉ A. GARCÍA-MONGE (1998), Treinta palabras para la 
madurez. Desclée de Brouwer, Bilbao. En este último libro que 
alcanza ahora, en algo más de un año, su cuarta edición, aunque esté 
esctito en clave de Psicología humanista, es muy fácil, pues esa fue 
mi intención primera, hacer una relectura creyente. El lector cristia­
no, desde la vida religiosa, podrá fácilmente ir aplicando cada pala­
bra con la herramienta de trabajo que conllevan a la verificación del 
proceso de madurez necesario si queremos que la vida religiosa 
tenga en el mundo del futuro una PALABRA que decir y sea ésta 
evangelizadora. Eso exige: hacer al hombre, la mujer, posibles, y a 
Dios creíble. 
N os SAL v ARÁN LOS POBRES 
En el futuro la vida religiosa tendrá sentido si se alimenta de las 
Bienaventuranzas y corre la suerte de los pobres. Ellos nos evange­
lizarán y salvarán de nuestros problemas empequeñecedores y, fre­
cuentemente, mezquinos. Mientras haya pobres, la vida religiosa 
tendrá una tarea que, basada en el Absoluto y en la Redención, 
tendrá una urgencia vocacional. No olvido formas de vida religiosa 
que en intensificación contemplativa dan una hondura trascendente, 
de las que la Iglesia entera se benefician en la economía de la sal­
vación. Tal vez serán minorías que nos ayudarán a dar gracias sa­
biendo que en nuestra milagrosa pesca: «Es el Señor». Esas comu­
nidades, además de sus leyes psicosociales en su roce humano, 
deberán, acogedoras y acogidas, ayudar con su testimonio real, sin 
570 JOSE A. GARCIA-MONJE, SJ 
idealizaciones para turistas de hospedería. Si en ellas se es persona 
y la fe actúa por la caridad en verdad liberadora, su testimonio 
orientará al futuro, tal vez desorientado, caminante del Absoluto en 
la historia. 
Los MÁRTIRES Y LA VIDA RELIGIOSA DEL FUTURO 
Un signo del seguimiento de JESUS en el mundo que testifica 
a favor (aunque no sólo) de la vida religiosa son sus mártires. El 
sufrir persecuciones por la causa del hombre desde el Señor está 
indicando la vigencia de la opción religiosa. Cuando escribo esto 
tengo presentes la casi veintena de mártires a quienes conocí y con 
quienes conviví en los años de formación. Sus trayectorias vocacio­
nales, su fidelidad al Evangelio y su valeroso testimonio humano, 
tan lleno de amor y fe, dan credibilidad a la vida religiosa. 
Más allá de mis recuerdos personales, los innumerables mártires 
laicos y religiosos, obispos y sacerdotes, atraen más vocaciones que 
las campañas mejor intencionadas. La sangre de los mártires, semi­
lla de nuevos cristianos. Así ha ocurrido en los últimos años (no 
estoy pensando en el coliseo romano) y seguirá ocuniendo mientras 
la vida religiosa no se aburguese y acomode a la figura de este 
mundo y a los poderes que le rigen. Mártires que no acatan la ido­
latría del dinero o el poder que conculca los derechos humanos ni 
establecen alianzas que excluyen a los pobres del festín del REINO. 
NACER DE NUEVO 
Para terminar esperanzadamente me viene al corazón el pasaje 
del Evangelio de Juan (In 3,1-8). La vida religiosa es antigua y está 
vieja: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ... Te aseguro 
que si uno no nace de agua y espíritu, no puede entrar en el Reino 
de Dios. Nicodemo no entendía casi nada, nosotros sabemos muy 
poco del futuro. Poco más que tenemos que vivir el presente con 
lúcida sabiduría, para, con el Señor y desde El, lleguemos, si eso da 
Vida, más allá de nosotros mismos. Nacer de nuevo, memoria y 
VIDA RELIGIOSA Y FUTURO ... 571 
deseo, inculturación liberadora acogiendo en nuestras personas y 
grupos la PALABRA, como el tesoro por el que se puede dar todo, 
sabiendo que no somos propietarios sino cauces misericordiosos de 
la fecundidad de esa PALABRA que nos llama por nuestro nombre 
y que, con distintos lenguajes hablará a las mujeres y hombres del 
futuro.