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1 “Somos luchadoras”. Lo que nos enseñan las mujeres migrantes sobre las consecuencias de las políticas de externalización de la Unión europea. Investigación en la frontera marroquí-española1 Elsa TYSZLER Doctoranda en Sociología, Universidad Paris 8, Centro de investigación sociológica y política de Paris (CRESPPA) equipo Género, Trabajo y Movilidad (GTM). elsa.tyszler@gmail.com Introducción En 2004, la Cimade, organización francesa que elaboró el primer informe de una ONG sobre la cuestión de “los migrantes subsaharianos” en la frontera marroquí-española, escribe: “Los tres campamentos informales visitados están formados por una población mayoritariamente masculina. Las mujeres son una minoría extremadamente pequeña (...). Excepto por dos bebés muy pequeños (...) no encontramos ningún niño en los campamentos”. En junio de 2017, en mi última observación de campo en la misma región de Nador, cerca de Melilla, las conclusiones son diferentes: el número de mujeres, especialmente mujeres embarazadas, bebés y niñas/os es visualmente llamativo, compensando claramente la presencia masculina, no siendo igual a ella. Pero la feminización de esta población no es nueva. Como dijo la investigadora Fatima Ait Ben Lmadani (2012) en cuanto a los estudios sobre la emigración marroquí, sobre la migración “subsahariana” en Marruecos (Barros et al.., 2002; Lahlou, 2005; Hein de Haas 2005, 2007; Collyer, 2007; Khachani, 2008; Mghari, 2008; Timera, 2009; Pian, 2009; Alioua, 2011), la mayoría de las investigaciones han presentado a los hombres “subsaharianos” como sujetos que designan la generalidad social, las mujeres están excluidas “tanto de la descripción como de la teorización” (Mathieu, 1985, p.139). Las razones, que es un grupo “minoritario” y que son “de difícil acceso”, justifican a menudo la falta de 1 Para citar este texto : TYSZLER, Elsa (2018) « 'Somos luchadoras'. Lo que nos enseñan las mujeres migrantes sobre las consecuencias de las políticas de externalización de la Unión europea. Investigación en la frontera marroquí-española. » pp231-261, in Género, migraciones y derechos humanos, A. Cortés et J. Manjarrez (eds.), Barcelona : Bellaterra 2 información (¿o de interés?) sobre las mujeres negras en migración en Marruecos, aunque siempre hayan estado allí. Sin embargo, otras investigadoras, principalmente mujeres, ya estaban dedicando su trabajo a las “mujeres subsaharianas” en Marruecos más o menos al mismo tiempo (Escoffier, 2006; AMERM, 2008; Pian, 2010; Stock, 2011, 2013). La activista Helena Maleno, famosa por su trabajo a favor de los derechos de las personas migrantes, así como los informes de Médicos sin Fronteras (2010, 2013) arrojaron luz sobre la situación de las mujeres migrantes. Todo este trabajo académico y activista ha contribuido a la visibilidad, diversificación y complejidad de la imagen de las mujeres migrantes en Marruecos procedentes de África Central y del Oeste y ha demostrado cómo el género, como factor estructural de desigualdad de poder, puede limitar y permitir la movilidad. Sin embargo, gran parte de la investigación sobre las mujeres migrantes en Marruecos se ha centrado en el tema de la trata en los sectores doméstico y de la prostitución (Women's Link Worldwide, 2009; ONU Mujeres, 2015; ALECMA, 2016), y en la violencia sexual (Médicos Sin Fronteras, 2010, 2013; Laacher, 2010), sin integrar una perspectiva de género en la mayoría de los casos, sino más bien reiterando una visión particularista, generando la figura predominante de la mujer-migrante-víctima sin agencia, recuperada en el discurso político- mediático. Al señalar los complejos vínculos entre ciertas migraciones y la práctica de la prostitución, varias obras ya han advertido contra una visión reductora de la trata y el tráfico ilícito de personas. Cruzadas por cuestiones políticas e ideológicas, estas categorizaciones no siempre pueden dar cuenta de las experiencias vividas (Darley, 2006; Andrijasevic, 2007; Guillemaut, 2008; Jaksic, 2008; Sánchez, 2016; Rigo, 2017). Teniendo en cuenta las contribuciones y carencias de trabajos anteriores, parece necesario un enfoque etnográfico y feminista para romper con los discursos binarios y dominantes sobre las experiencias migratorias de las mujeres de África Central y del Oeste en la frontera marroquí-española, y repolitizar y complejizar el análisis de la violencia a la que se enfrentan. La focalización en los saltadores de vallas sólo permite aprehender los aspectos más evidentes de la represión de la movilidad africana hacia Europa e invisibiliza notablemente las experiencias y resistencias de sus pares femeninas, actrices en la frontera, a pesar de su minoría numérica. En 2017, las mujeres representaban el 7,3% de las llegadas por mar a España, esto es 1.634 mujeres, de las cuales 161 estaban embarazadas (APDHA, 2018). Pero estas cifras no indican el número de mujeres que no pudieron cruzar la frontera, las que siguen bloqueadas en el lado marroquí. Siguiendo un enfoque sociológico e inspirándose en el trabajo de feministas 3 materialistas2, la referencia a las relaciones sociales permite poner de relieve las relaciones sociales de poder y de dominio entre los sexos – teorizadas como relaciones sociales de sexo (Mathieu, 1985) – y pensar en la totalidad de las relaciones sociales (Kergoat, 2012). La imbricación de las relaciones sociales, en particular las de sexo, “raza”3 y clase (Colectivo Río Combahee, 1977; Crenshaw, 1989; Collins, 2000; Kergoat, 2009), es particularmente esclarecedora para analizar la experiencia de la frontera de las mujeres africanas negras. La condición migrante también puede ser incluida en la coproducción mutua de relaciones de poder y dominación. Jane Freedman escribe en 2004 que las políticas de asilo tienen un efecto particular en las mujeres, a menudo empeorando su dependencia y vulnerabilidad. En 2016, destaca el carácter de género4 de la inseguridad que experimentan las personas exiliadas que intentan llegar a una Europa que refuerza cada vez más su seguridad fronteriza. En ese sentido, esta contribución quiere mostrar la interacción entre las políticas de control de la movilidad y los controles sobre los cuerpos de las mujeres racializadas5, como un efecto de la externalización de la frontera. La “vulnerabilidad de las mujeres” no les está naturalmente reservada, sino que se distribuye de manera diferenciada debido a los diferentes mecanismos de opresión y desposesión, por lo que su identificación permite más bien denunciar la situación política y social de las mujeres (Butler, 2016), en este caso la situación de las mujeres bloqueadas en las fronteras de Europa. Realizada en Marruecos y en los enclaves españoles de Ceuta y Melilla, la investigación en la que se basa esta contribución trata de reincorporar las relaciones sociales de sexo interrelacionadas con las de racialización en el análisis de la securitización de esta frontera euroafricana y sus consecuencias sobre las personas. En línea con “una sociología del paso y 2 Ver por ejemplo : Curiel, O. & Falquet, J. (2005) El patriarcado al desnudo. Tres feministas materialistas: Colette Guillaumin - Paola Tabet - Nicole Claude Mathieu, Buenos Aires : Brecha Lésbica 3 Entendemos el término «raza» como una relación social, histórica y política de apropiación (Guillaumin, 1972). Se refiere a «una categoría utilizada para el análisis crítico para designar y analizar los procesos de racialización, es decir, los sistemas de diferenciación que estigmatizan o discriminan » Dorlin, E. (Ed.). (2009). Sexo, raza, clase. Pour une épistémologie de la domination, París, Presses universitaires de France (p. 15). 4 El género es la construcción social, histórica y jerárquica creada a partir de lossexos de las mujeres y de los hombres. Este concepto está en el centro de una doble perspectiva de demanda y transformación social. Scott, J.W. (2012). De l'utilité du genre, París, Fayard. 5 Entendemos la racialización de las personas como proceso del racismo, constituyendo una forma agravada y biologizada de la etnicización (Guillaumin, 1972). Al igual que la etnicización, el término de racialización (o “racización” en francés) se refiere, en sociología, al proceso psicológico, social, histórico, político de construcción de categorías o grupos, pero esta vez se trata de una cuestión de ideología de “raza”. Las nociones de etnicización, racialización o racización van en la misma dirección, al enfatizar el carácter socialmente construido de las diferencias y su esencialización. La etnicización supone la implicación de un referente cultural o étnico (el mismo presunto origen) mientras que la racialización y la racización implican marcadores biológicos o somáticos en la categorización social y pueden dar lugar a políticas de racialización como en el caso de las políticas migratorias que analizamos a continuación. 4 de la frontera que explora lo que ocurre en estas zonas de amortiguamiento” (Pian, 2009, p.205), e inspirado en el trabajo de investigadoras feministas francófonas sobre la migración (reunidas en Cossée et alii., 2012), este texto quiere estudiar el vínculo entre la seguridad fronteriza y la violencia de género, siguiendo trabajos anclados en otros contextos fronterizos, principalmente en las Américas (Falcón, 2006; Basham & Vaughan-Williams, 2013; Freedman, 2016; Cortés y Manjarrez, 2017; Cortés, 2018, entre otros). El análisis de las experiencias de las mujeres nos permite comprender mejor los sistemas entrelazados de control fronterizo y las profundas consecuencias de las políticas de externalización de las fronteras de la UE para las personas migrantes en África. Este texto pretende mostrar cómo la externalización de las fronteras de la UE provoca una vulnerabilización racializada y sexuada de las personas en busca de movilidad y refuerza la violencia contra las mujeres migrantes. Escuchar a las primeras afectadas y confrontar los discursos y prácticas que las rodean es heurístico para entender que hay varios niveles de violencia contra las mujeres en las fronteras. El artículo está organizado en tres partes. La primera parte ofrece una breve comprensión de la frontera marroquí-española, mostrando el contexto en el que se llevó a cabo la investigación y las/los participantes en la misma. La segunda y tercera parte se centran en dos niveles de violencia contra las mujeres migrantes: la violencia emanada de ciertos hombres que son partes de la organización del cruce de la frontera, analizada a través de las experiencias de mujeres en los campamentos situados en el bosque del lado marroquí; y la violencia ejercida por los Estados, examinando la instrumentalización política de la presencia de esas mujeres en las fronteras. Nota metodológica El trabajo de campo se realizó en Marruecos y en los enclaves españoles de Ceuta y Melilla. Duró 30 meses, entre 2015 y 2017, viviendo continuamente en él. Esto permitió tener un acceso privilegiado a una investigación multi-situada, y seguir, durante varios años, la (im)movilidad de varias/os candidatas/os a Europa, dentro de la continuidad y los cambios de las políticas migratorias que rodean la frontera marroquí-española. Viví en Rabat, una ciudad en la que se encuentran muchas personas candidatas a marcharse a Europa, pero hice visitas regulares y períodos de observación etnográfica, dentro y fuera del marco de misiones conducidas por ONGs, en particular a las ciudades fronterizas de Tánger, Ceuta, Nador, Melilla, pero también a ciudades conectadas a la frontera como Oujda (ciudad de entrada en Marruecos en la frontera argelina), Fez o Meknès, donde se encuentran campamentos de migrantes que intentan el paso en el norte. Utilicé la observación participante, como método cualitativo de 5 investigación de la sociología, a través de puestos que ocupé en varias ONGs que trabajan con migrantes de África Central y del Oeste, o más bien la “participación observadora” debido a los trabajos a tiempo completo que me llevaron a tener “una participación, profesionalizada y militante con aquellos que están relegados" (Makaremi, 2009). Ser vista como una trabajadora de ONG con sede en Marruecos me ayudó a obtener acceso a la zona fronteriza en el lado marroquí que está altamente vigilada por las autoridades, y donde las/los investigadoras/es, periodistas y activistas europeas/os que trabajan en temas de migración claramente no son deseadas/os6. Realicé un centenar de entrevistas – durante la observación participante y también fuera de ella – con la pluralidad de actores/actrices que gravitan (directa o indirectamente) alrededor de la frontera: personas en migración, activistas, personal de ONGs, instituciones, personal de agencias de cooperación europeas, personal policial y militar español. Ello, para tratar de tener en cuenta todos los puntos de vista con el fin de construir la comprensión más fina posible. Los datos utilizados para este texto son principalmente los recogidos durante el trabajo de campo en Nador, pero también a partir de entrevistas y conversaciones en otras ciudades junto con mujeres que pasaron tiempo en la frontera. La frontera marroquí-española y sus (in)deseables Los enclaves españoles de Ceuta y Melilla son residuos del imperio colonial español en Marruecos. Situadas en la costa norte del reino alauita, son las únicas fronteras terrestres entre África y Europa. Por lo tanto, han sido durante mucho tiempo un importante punto de atención para las políticas de migración destinadas a reducir los movimientos de personas hacia Europa. La securitización de la frontera euro-africana Las políticas estatales europeas se han centrado en la prevención de la llegada de inmigrantes procedentes de los Sures con el fin de “asegurar” el territorio europeo (Bigo, 2008). Lo han hecho externalizando sus controles fronterizos a Estados no europeos y encargando a la agencia exterior Frontex la coordinación de la vigilancia fronteriza. La gente empezó a intentar llegar a Europa a través de Ceuta y Melilla a partir de la década de los noventa. Este periodo 6 Un cierto número de personas que han intentado trabajar en temas migratorios han sido desalojadas de Marruecos o se les ha impedido la entrada. Véanse, por ejemplo, los miembros del caso de Amnistía Internacional en 2015:https://www.lemonde.fr/afrique/article/2015/06/12/le-maroc-expulse-des-experts-d-amnesty- international_465333314_3212.html. 6 coincide con la introducción de una política común europea de imposición de visados lo que dificultaba sobremanera la entrada de personas de las antiguas colonias que deseaban llegar legalmente a Europa. Para frenar estos movimientos, el Estado español ha levantado progresivamente vallas cada vez más altas y ha aumentado los medios militares y de seguridad de control fronterizo. Paralelamente, Marruecos colabora activamente en dicha lucha contra la migración ilegal – entre limitaciones y oportunidades (El Qadim, 2010)7 –, movilizando a su ejército y también construyendo vallas para proteger las vallas españolas (GADEM et al., 2015). En 2005, al menos once personas resultaron muertas a tiros y cientos resultaron heridas por militares cuando intentaban cruzar las vallas de Ceuta y Melilla (AFVIC y La Cimade, 2005; GADEM, 2007; Migreurop, 2007). Más de una década después, los denominados migrantes “subsaharianos” todavía ven violados sus derechos y sufren abusos, incluso a veces mueren, en los territorios marroquí y español (APDHA 2018; Caminando Fronteras, 2017; Human Rights Watch, 2014; GADEM et al., 2015; AMDH Nador, 2015). Losmilitares implicados, las fuerzas auxiliares marroquíes y la Guardia Civil española8, parecen beneficiarse de la impunidad en su aplicación práctica de las políticas de protección de fronteras. Este es el caso, en particular, cuando se trata del tratamiento de las personas migrantes que están más radicalmente producidas como Otras. Se han realizado varios estudios sobre la gestión de la migración en esta frontera euroafricana: principalmente desde enfoques (geo)políticos y jurídicos (Ferrer-Gallardo, 2008; Saidikki, 2010; Acosta, 2014; Gabrielli, 2015; Moffette, 2018), y socio-antropológicos (Pian, 2008a; Andersson 2014; Kobelinsky, 2017). Sin embargo, los impactos en términos de género y de racializacion de la gestión de la frontera han sido subexplorados, especialmente el vínculo entre el control de la movilidad y el del cuerpo de las mujeres migrantes. El uso de la expresión “subsaharianos” en su forma masculina neutra (en francés o español) da la impresión de que los efectos que las políticas migratorias represivas 7 Para El Qadim (2010), Marruecos no es un simple ejecutor de las políticas migratorias europeas: los diferentes niveles de negociación se utilizan para obtener los máximos beneficios posibles a cambio de su participación en la lucha contra la migración irregular. 8 Las Fuerzas Auxiliares son fuerzas de apoyo, responsables de mantener el orden en Marruecos. Tienen estatuto militar pero están bajo la autoridad del Ministerio del Interior. En las zonas fronterizas del norte, su papel se centra de manera clara en el control y la represión de los personas migrantes negras intentando cruzar a España. Colaboran de manera estrecha con la Guardia Civil al nivel de la frontera terrestre, notablemente en la puesta en práctica de las devoluciones en caliente en las vallas. La Guardia Civil es un cuerpo de seguridad pública de naturaleza militar y ámbito nacional que forma parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. En la península, se percibe a los guardias civiles más bien como una fuerza policial. Al contrario, en Ceuta y Melilla, se ven más como fuerza militar, con una misión de protección y vigilancia de las fronteras no sólo españolas sino también europeas, con el fin de impedir las migraciones consideradas irregulares. En frontera, el control migratorio por la Guardia civil se realiza por vía terrestre o marítima con dispositivos de seguridad y militares. 7 tienen sobre esas personas son homogéneos, negando el hecho de que sean realmente plurales y complejas. Pero ¿quiénes son los “migrantes subsaharianos” en la frontera? La mayoría de las personas negras que intentan llegar a Europa a través de esta frontera provienen de África Central y del Oeste, países ex-colonizados. En Marruecos y los enclaves españoles, sus movimientos migratorios se diferencian notablemente por el grado de represión política contra ellas y la mediatización a su alrededor, en comparación con la movilidad de otras poblaciones. La diferenciación también proviene de descripciones en términos racializados y de género, dando forma a una cierta visibilidad, perpetuada a través de una serie de mecanismos que emanan de los Estados, las ONG, la sociedad civil, las/os periodistas, las/os investigadores. La vaga, pero muy común expresión de “migrantes subsaharianos” utilizada para nombrar y categorizar a esta población es un ejemplo de ello. En Marruecos, muchas de las personas de Africa central y del Oeste entrevistadas lo analizaron como una “expresión hipócrita” utilizada por personas que no se atreven a decir “negro/negra” sino que pretenden marcar una distinción racial (Ekwe-Ekwe, 2011)9. “Nunca usé este término antes de Marruecos, es cuando llegas aquí que te conviertes en subsahariano”, explica un senegalés entrevistado en 2016 en Rabat. Las personas negras en la frontera también son sistemáticamente etiquetadas como “migrantes económicos” por las autoridades (policía nacional y Guardia Civil) entrevistadas en Ceuta y Melilla, pero también por las declaraciones de los funcionarios del gobierno recogidas en la prensa española y marroquí. Sin embargo, las razones de su migración son muy variadas y a veces pueden caer en el ámbito del derecho de asilo. En 2015, según el ACNUR, el 70% de las personas que intentaban cruzar las barreras de Ceuta y Melilla eran potenciales solicitantes de asilo10. En la frontera, estas personas son especialmente monitoreadas y son objeto de mucha violencia por parte de los militares en comparación con otras poblaciones que intentan entrar en territorio español, como las personas de Siria o Argelia. En la zona de Nador, cerca del enclave de Melilla, las personas migrantes y activistas entrevistadas hablan de una “caza del 9 Para el historiador Herbert Ekwe-Ekwe (2011, p.185), las nociones de "subsaharianos" y "África subsahariana", términos originarios del Occidente, pueden analizarse como: “un esquema clasificatorio sin sentido. Su uso desafía la ciencia de los fundamentos de la geografía, pero da prioridad a las etiquetas racistas trilladas y estereotipadas (...) 'África subsahariana' se emplea para crear el efecto asombroso de una masa geográfica africana supuestamente decreciente en la imaginación popular, junto con la supuesta “irrelevancia” global geoestratégica del continente. (...) Y ello a pesar de que la inmensa mayoría de los mil millones de africanos no viven en ningún lugar cercano al Sáhara, ni se ven tan afectados por el impacto implícito del significado tan cargado que este dogma pretende transmitir”. (traducción libre) 10 Ramajo, J. (2015). España, denunciada ante la ONU por discriminación racial en la frontera con Marruecos., El Diario. https://www.eldiario.es/andalucia/discrminacion-racial_0_402110096.html 8 hombre negro”, contra los llamados “subsaharianos”: “Nunca hemos visto a un sirio ser golpeado en la frontera, si eres negro serás golpeado como una serpiente”, afirma un nigeriano en 2015. “En Nador sólo hay que ser negro para ser detenido, Nador es una ciudad prohibida para los inmigrantes subsaharianos”, denuncia un activista marroquí que vive en la ciudad fronteriza en 2017. El “colectivo subsahariano, [es] el más vulnerable con diferencia en [mi] opinión y peor tratado que otros, como el de los Sirios. Los Sirios están bastante bien acogidos: son árabes, tienen la misma religión, vienen de un país en guerra… Sí hay cierta tolerancia porque se parecen más”, declara Khadija Ainani, vicepresidenta de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), a un periodista en 201811, vinculando el actual racismo anti- negro en Marruecos con la esclavitud que allí terminó a principios del siglo XX (El Hamel, 2012)12. Pero al otro lado de la frontera también se señala la discriminación racista: en junio de 2015, España fue denunciada ante las Naciones Unidas por violación del derecho a la no discriminación. La queja del Comité René Cassin, una ONG de juristas independientes contrasta básicamente la acogida de solicitantes de asilo sirios con la imposibilidad de acceso a las oficinas de asilo de Ceuta y Melilla para “africanos subsaharianos”. Este racismo institucionalizado ilustra el vínculo entre el pasado y el presente de los enclaves, arraigados en la colonialidad (Quijano, 2000)13. Entre bosques y vallas: la deshumanización de las personas negras en la frontera El acecho militar a los y las migrantes negras africanas en las regiones fronterizas del norte de Marruecos, como Nador, ha creado el confinamiento de un gran número de ellas/os en 11 Extracto de una entrevista a Khadija Ainani realizada por Lola Hierro, El País, 13 de febrero de 2018: https://elpais.com/elpais/2018/01/29/planeta_futuro/1517234660_710437.html 12 Véase el libro del historiadorChouki El Hamel: Black Morocco (2012) sobre las experiencias, la identidad y los logros de los negros esclavizados en Marruecos desde el siglo XVI hasta principios del siglo XX. Para El Hamel, “la imagen colectiva de la población negra sigue siendo la del “otro”, una minoría y un color a menudo asociado al legado de la esclavitud. (...) Las recientes migraciones subsaharianas han demostrado hasta qué punto las actitudes racistas están arraigadas en la cultura marroquí” (Extracto de una entrevista de El Hammel realizada por Abdellah Tourabi para Zamane Magazine, n°36, " Pourquoi nous sommes racistes ", noviembre de 2013). El sociólogo Mehdi Alioua matiza: “El racismo contra los negros ha dado un nuevo giro con la inmigración de personas del África subsahariana. No es sólo una cuestión de tránsito, sino también de asentamientos de poblaciones extranjeras que tienen lugar en las sociedades del Magreb y participan de facto en su transformación. Esto crea tensión, ansiedad y, por lo tanto, xenofobia que refuerza el racismo contra los negros. Este miedo irracional a la migración no es sólo magrebí: es europeo y global.” (Extracto de una entrevista de Mehdi Alioua realizada por Nadir Dendoune en Le courrier de l'Atlas, 16 de abril de 2018: https://www.lecourrierdelatlas.com/maghreb-mehdi-alioua-il-y-a-un-immense-deni-maghrebin-sur-le- racisme--11278). 13 Según la importante contribución de los estudios decoloniales, que es proponer el concepto de colonialidad que va más allá de las colonias/colonización. Véase, entre otros, los trabajos del sociólogo peruano Aníbal Quijano, precursor de la reflexión sobre la “colonialidad del poder” en la modernidad. Quijano dibuja un esquema global de poder desde 1492 en las Américas con la imposición del colonialismo y el capitalismo por las potencias europeas, así como un proceso de racializacion que continua hasta hoy. 9 los bosques, en campamentos autoconstruidos, ya que se ven obligados a esconderse mientras esperan para cruzar la frontera. La organización de los campamentos varía. Sin embargo, a menudo se agrupa a las personas por nacionalidad y según su modo de cruzar la frontera. Sin acceso a agua potable, sin acceso a instalaciones de higiene, “el bosque es para los animales, no para los seres humanos” señalan a modo de condena personas entrevistadas allí. El acoso se produce a través de repetidas detenciones colectivas, por lo general en mitad de la noche o a primera hora de la mañana, pero también a través de la destrucción periódica de los campamentos por el fuego, a menudo con el resultado de la destrucción de documentos de identidad, de residencia o de asilo de las personas. El robo de sus propiedades, incluidos los teléfonos, el dinero en los campamentos y, más recientemente, cuando los migrantes abandonan las agencias de transferencia de dinero, también son prácticas comunes. Además, los militares evitan o destruyen regularmente la ayuda humanitaria en los campamentos. La sección local de la AMDH en Nador también denunció la detención de migrantes de camino al hospital. A medida que han avanzado los años de represión y la creciente securitización de la frontera, los campamentos se han alejado cada vez más de las ciudades y de la frontera para escapar de las redadas y las operaciones de destrucción de campamentos. Otras/os migrantes están en edificios abandonados o viviendas en malas condiciones que alquilan a la población local, pero también son arrestadas/os allí. La política de rastreo organizada en la frontera marroquí-española y la intensidad de la violencia de su represión obliga a analizar una forma de alterización radical de las personas negras que pretenden migrar a Europa. Ellas mismas denuncian el tratamiento que se les da – directamente por Marruecos e indirectamente por Europa – y muchas veces analizan ahí una forma de continuidad de la esclavitud y el colonialismo sufrido por los pueblos negros africanos. Reunidas en condiciones muy difíciles y deshumanizadoras, estas poblaciones viven confinadas fuera de los muros. Si bien todas las personas migrantes negras africanas constituyen el grupo más indeseable al que se debe impedir que crucen la frontera, su experiencia de vida allí ha demostrado ser impactado también por las relaciones sociales de sexo. Entre la invisibilidad y la visibilidad selectiva (Morokvasic, 2011), las mujeres con una variedad de antecedentes e historias de vida están presentes y juegan un papel activo en la frontera marroquí-española. Migración obstaculizada y resistencia al femenino Muchas de las mujeres entrevistadas en la región de Nador, cercana al enclave de Melilla, 10 dijeron que habían dejado a sus hijos en el país, confiados a familiares. Esperan llegar a Europa para poder ofrecerles mejores condiciones de vida, una buena escuela, sobre todo. Algunas son las mayores de sus hermanas/os y su misión es ayudar a los que han permanecido en el país en condiciones difíciles. Ciertas mujeres denunciaron haber huido de la violencia de género: un marido violento, un hombre que las dejó cuando quedaron embarazadas fuera del matrimonio y una familia que deseaba castigarlas por ello. La mutilación genital femenina o el matrimonio forzado fueron también motivos de salida escuchados durante la investigación. La situación política en sus países de origen hizo huir a otras. Por último, conocimos algunas mujeres que están tratando de pasar la frontera que han venido a Marruecos en busca de oportunidades estudiantiles y profesionales. Algunas mujeres son también una mezcla de varios de los perfiles descritos en el sentido de que varias razones motivaron simultáneamente su partida. Por lo general, muy pocas sabían de su derecho a pedir asilo. ¿Es el espacio fronterizo un espacio de excepción (Agamben, 2003)? ¿Genera un cambio, una reorganización de las relaciones sociales? El análisis de la vida/supervivencia en el bosque y de los métodos utilizados para cruzar la frontera sugiere que los órdenes sociales sexuales y de género se resisten al cambio, y que la securitización de la frontera fortalece un continuum de violencia de género contra las mujeres. División sexual de la vida y del trabajo en el bosque: apropiación y control de los cuerpos en busca de movilidad “Para sobrevivir en el bosque hay que ser un hombre fuerte”, dicen muchos hombres. La organización de los campamentos es generalmente patriarcal. La autoridad está siempre en manos de los hombres: los chairmen14 que son igualmente personas procedentes de países de Africa central o del Oeste (Collyer, 2007; Pian, 2008b). Establecen las reglas y el orden jerárquico que debe seguirse. La organización espacial de los campamentos también sugiere un control social. Los refugios donde duermen las mujeres suelen estar situados cerca de la tienda del chairman. Aunque se les considera “demasiado vulnerables” o “demasiado débiles” para vivir en el bosque – según los discursos masculinos –, su presencia sigue siendo deseable o incluso útil para los hombres de los campamentos: “Al menos pueden ir a la ciudad a mendigar 14 En este contexto, el « chairman » o « thiaman » nombra a un líder de campamento en los bosques circundantes de los enclaves de Ceuta y Melilla, donde se reúnen los candidatos para el cruce de fronteras. La figura del presidente en el bosque está ligada a la del presidente en la ciudad, descrita en las obras de Pian (2008b). En la frontera, los presidentes son un vínculo directo en el sistema de cruce de fronteras. Ellos son los que elaboran las listas de las personas que abordan cada "convoy" que saldrá al mar. Los presidentes son a menudo "antiguos migrantes" que intentaron el paso ellos mismos. A menudo acaban haciéndolo de nuevo, cuando el negocio va mal o cuando están cansados y quieren ir a Europa. 11 y traer comida porque no son arrestadas.A nosotros los hombres nos persiguen” me explican en el bosque de Nador en 2015. Algunas mujeres cuentan que habían sido advertidas, de una manera más o menos vaga, sobre lo que les esperaba en el bosque: “Tenía un amigo que, cada vez, me decía: “No quiero que vayas allí”. Me explicó cosas, pero no me lo dijo todo. Como realmente quería irme, me trajo a Nador, pero siempre me lo decía: “Cuando estés allí, haz esto, haz aquello, no hables demasiado con los hombres, no les prestes demasiada atención”. Así que estaba un poco preparada cuando me fui, seguí sus consejos”, me explicó una joven marfileña en 2017. En los campamentos, las mujeres intentan tener actividades económicas cuando les hace falta dinero para pagar su paso de la frontera. Ciertas mujeres intentan montar pequeños negocios de alimentación, o cobrar por servicios de limpieza de ropa. Algunas (o a veces las mismas) utilizan el trabajo sexual como recurso para sobrevivir en el bosque y alcanzar su objetivo de migrar a Europa. Otras mujeres se ven obligadas a mantener relaciones sexuales para obtener protección de un hombre y/o para tener acceso a recursos básicos (como al agua potable) para sobrevivir durante su tiempo en el bosque. A otras se les impide intentar cruzar la frontera si no se rinden al chantaje sexual del chairman, ya que su travesía por el mar depende de él. Una joven senegalesa que conocí en un campamento de Nador en 2016 lo explica: “A veces, aunque tengas dinero, no te servirá de nada. Porque todos los chairmen que ves allí quieren a las chicas. Especialmente las nuevas que acaban de llegar. Cada vez das tu dinero, pero no puedes ir. ¿Por qué? Porque el chairman está interesado en ti. Así que te va a dejar allí. O haces lo que él quiere, y luego te lleva, o no quieres y te quedas allí. Es así.” La explicación dada por esta mujer nos informa sobre el control masculino sobre los intentos de las mujeres de cruzar la frontera. En el bosque, ser mujer significa depender de la voluntad de los hombres que controlan el dispositivo de paso clandestino, del cual el chairman es sólo un eslabón. Por lo tanto, algunas mujeres verán prolongado su período de espera en el bosque y, por lo tanto, correrán el riesgo de sufrir más chantajes sexuales, violencia sexual o violación, por parte de militares o civiles marroquíes que entran ocasionalmente en los campamentos, o por parte de hombres migrantes que tienen poder en el bosque: 12 “Cuando estaba en el bosque, no dormía por la noche, tenía demasiado miedo de que un hombre entrara en mi búnker[refugio]. Así que me quedaba despierta toda la noche, me parecía más seguro dormir durante el día. Lo hice durante tres meses”, me explica una joven senegalesa en Rabat en 2017. En este contexto, algunas mujeres renunciarán a la idea de cruzar, mientras que otras perseverarán. La pluralidad de situaciones hace difícil hablar en términos generales. Sin embargo, estas relaciones de poder y de dominio pueden ser entendidas dentro del sistema de intercambio económico-sexual en el cual la sexualidad es vista como un servicio proporcionado por las mujeres a cambio de una compensación por parte de los hombres. A través de este modelo, Paola Tabet (2004) deconstruye la noción de la prostituta como figura ideológica, mostrando que casi cualquier mujer puede ser colocada dentro de este sistema – ella lo llama “continuum” – en el que la sexualidad es vista como una moneda entre dos parejas. Del mismo modo, Gail Pheterson (2001) cuestiona el estereotipo de la prostituta, analizando el “estigma de la prostituta” como algo que no se limita a una definición de la prostitución como una transacción en la que los servicios sexuales se intercambian por dinero, sino también como una herramienta para el control social y político de las mujeres en general. Sin embargo, Tabet y Pheterson también muestran que el trabajo sexual puede contribuir a que las mujeres se constituyan como sujetos y que estén en posesión de su propia fuerza laboral. Anaïk Pian (2010) también lo demuestra con el ejemplo que proporciona de las mujeres senegalesas que viven en Marruecos que sin formar parte de las redes de trata de seres humanos, ofrecen servicios e intercambios sexuales como medio para asegurar su supervivencia económica en un contexto de migración obstaculizada. “Las mujeres están produciendo y reproduciendo activamente sus roles e identidades de género con el fin de aumentar el acceso a la movilidad social y física, a menudo incorporando a sus hijos en el proceso”, analiza Inka Stock (2011), según su investigación de campo sobre las madres migrantes africanas en Rabat. Las relaciones sociales entre hombres y mujeres migrantes en el bosque son plurales y complejas. Las situaciones varían de un campamento a otro y de un grupo a otro. Algunas historias hablan de relaciones fraternas de solidaridad entre mujeres y hombres. Algunos hombres no encajan en los marcos de dominación descritos anteriormente, y algunos chairmen son apreciados, considerados dignos de confianza y solidarios. Por lo tanto, es necesario realizar análisis matizados. Sin embargo, parece que la situación de estancamiento y la gestión militarizada de la frontera refuerzan obviamente una feminidad vulnerable de las mujeres y una masculinidad viril de los hombres. Frente a la violenta represión de los soldados marroquíes y 13 españoles, especialmente alrededor de las vallas, los hombres migrantes parecen refugiarse en una autoproducción de sí mismos como “soldados valientes” que arriesgan su vida en el frente (Tyszler, 2018). Al mismo tiempo, el contexto fronterizo da lugar al control de los cuerpos de las mujeres dentro de la organización del cruce. Lógicas de género en los modos de pasar (o no) la frontera Para cruzar a España, las personas procedentes de África Central y del Oeste utilizan tres métodos principales: cruzar las vallas de Ceuta o Melilla, entrar por un puesto de control fronterizo escondido en un vehículo y atravesar el mar15. “Saltar la valla es para los hombres”, según la mayoría de las personas migrantes que conocí. En la frontera, las mujeres generalmente tienen que pagar para cruzar a través del mar16, en botes zodiac. Para aumentar las posibilidades de un cruce marítimo exitoso, el embarazo es una estrategia común (Kastner, 2010; Stock, 2012). Este es el resultado de las observaciones realizadas por personas migrantes que analizaron que las autoridades de rescate españolas son más propensas a intervenir si saben que hay mujeres embarazadas (o con hijos) a bordo; una opinión compartida con todas las personas que entrevisté. “Cuando estamos en el agua y llamamos a Salvamento [organización de rescate marítimo], siempre preguntan si hay mujeres embarazadas o niños. Si no hay ninguno, podrían retrasar su intervención. Cuando llega Salvamento, la gente es llevada al lado español”, explica una joven senegalesa que intentó cruzar dos veces sin éxito. Por lo tanto, algunas mujeres intentan quedar embarazadas o son “animadas” (de manera más o menos coaccionada) a hacerlo para aumentar sus posibilidades de acceder a una embarcación. Su presencia es, por lo tanto, provechosa para los hombres. Según Gabriella Sánchez (2016) y sus hallazgos en la frontera México-Estados Unidos, “A pesar de que con frecuencia se pasa por alto dentro de la retórica dominante sobre el contrabando, dominada por narrativas centradas en los hombres sobre la explotación, la victimización y la violencia, las mujeres juegan un papel fundamental en la facilitación de la migración irregular”. Sostiene que “la facilitación de la migración irregular constituye para sus participantes una forma válida y legítima de trabajo. Los actores del contrabando no son 15 Según nuestra investigación de campo, el precio de la travesía en zodiacvaría según los términos y el destino (enclaves o península), entre unos 1000 y 5000 euros. El precio de cruzar escondido en un vehículo para entrar en un enclave puede ser el doble o el triple que el de una travesía en zodiac, ya que es menos arriesgado y lleva menos tiempo. Intentar cruzar las barreras es mas o menos gratuito en términos financieros (aunque algunos testimonios dicen haber pagado 200dirhams/18euros), pero está expuesto a riesgos de violencia intensa por parte de los soldados. En todo caso, los precios varían en el tiempo y según las condiciones y personas. 16 Las mujeres que tienen mayor capital económico pueden intentar cruzar la frontera terrestre escondiéndose en vehículos. 14 depredadores ni victimarios, sino más bien gente corriente que experimenta las tensiones abundantes en la precariedad de la vida neoliberal contemporánea”. En la frontera marroquí- española, si las mujeres pueden negociar su paso reapropiándose estratégicamente de su cuerpo preñado, parece que los cuerpos de las mujeres no preñadas estén más bajo control. El día del posible cruce, la menstruación femenina está prohibida: “Es catastrófico, por eso si tienes la regla nadie debe saberlo. Dicen que cuando una chica tiene la regla no puede salir al mar, porque de lo contrario vendrán los tiburones”, explican varias mujeres que conocí en la frontera, “si el chairman se entera, no te va a meter en el convoy”. Esta prohibición les obliga a adoptar estrategias para evitar la menstruación: “¡Nos tragamos un montón de cosas por allí! Todas las chicas lo hicieron de verdad. Solíamos tomar dos, cuatro tabletas [anticonceptivas] al día. Algunas chicas incluso se tragan paquetes enteros, ¡es peligroso! ¡Pero es para viajar! ¡Para viajar la gente es capaz de cualquier cosa!”. Estas narrativas nos ayudan a entender que las mujeres enfrentan aún más restricciones que los hombres, incluso dentro de sus propios cuerpos, que tienen que controlar por cualquier medio, o prestar a estrategias masculinas con el fin de esperar cruzar. Además, las mujeres que dieron a luz en la frontera a menudo tendrán que esperar por lo menos un año o varios años antes de tener acceso a los intentos de cruzar la frontera: “Los recién nacidos no son aceptados en los convoyes porque son demasiado débiles y pueden hacer mucho ruido, y eso no es bueno cuando hay que ser discreto para salir de la costa”, explica una mujer marfileña en Nador en 2017. Parece claro que las mujeres podrían ser más propensas a “quedarse atascadas” en la frontera, incluso si las niñas/niños y el género son utilizados a menudo por las mujeres deliberadamente para mejorar sus oportunidades de movilidad (Stock 2011). Vemos cómo las relaciones sociales de sexo influyen en las posibilidades de movilidad en este contexto de bloqueo/paso también atravesado por las relaciones de racialización y el poder económico. Cuanto más dinero tenga una persona, menos se quedará atrapada en la frontera, pero ser mujer en la frontera puede anular esa lógica debido a la sexualización y apropiación del cuerpo femenino por varones. ¿Este tipo de negociaciones asimétricas entre hombres y mujeres migrantes puede asimilarse a la “trata de seres humanos”? Hay que señalar que las autoridades marroquíes y españolas hacen uso de esta retórica para relanzar sus políticas violentas en las fronteras. ¿Políticas humanitarias en el rescate de las mujeres migrantes? Razones de 15 género en la gobernanza migratoria. Es interesante comprender lo que se hace visible en la escenificación de la figura de la mujer migrante como (necesariamente) víctima de la trata de personas. Teniendo en cuenta el trabajo de académicas que ya han demostrado que la visibilidad de las mujeres “sigue siendo selectiva, incompleta y sesgada” (Morokvasic, 2011), podemos ver cómo los gobiernos marroquí y español manipulan el tema de la trata de personas para legitimar sus políticas fronterizas violentas, utilizando una lógica ya utilizada en otros contextos de securitización de fronteras. Esta categorización amalgama una pluralidad de escenarios e historias personales complejas y despolitiza la violencia que sufren estas mujeres, además de negarles su protagonismo. A ambos lados de la frontera: instrumentalización de la trata de personas. En febrero de 2015, se organizó una operación de seguridad a gran escala en el bosque de Nador. Es interesante precisar que se produjo pocas horas después del discurso oficial de clausura de la primera operación excepcional de regularización en Marruecos, en el marco de una nueva política migratoria promovida por el rey Mohammed VI en 2013, destinada a ser “humanista” y progresista (Alioua & Ferrié, 2017). Pero parece que no es eficaz en las regiones del norte o no de una manera positiva. El 10 de febrero de 2015, más de 1.200 personas fueron detenidas en el bosque de Gourougou, un lugar histórico para las personas candidatas a migrar a Europa, y llevadas a lugares de detención improvisados en varias ciudades del sur de Marruecos, fuera de todo marco legal (CCSM-GADEM, 2015). Un día después, una declaración del Ministerio del Interior explicó que se había procedido a: “la liberación de una serie de migrantes, entre ellos mujeres y niños, que habían sido obligados a vivir en el bosque por las redes de tráfico de personas y de trata de personas”. Advirtió que: “operaciones similares se llevarían a cabo sistemáticamente para evacuar todas las áreas ocupadas por migrantes que planean organizar intentos de emigración irregular”. Sin negar la existencia de la trata de seres humanos en Marruecos y en las fronteras del norte, es importante notar el cambio semántico que ha tenido lugar en los últimos años, al pasar de “la lucha contra la migración irregular” a “la lucha contra la trata de seres humanos”. Nicola Mai (2014) sugiere que debemos seguir siendo críticas/os con las operaciones que caen dentro de lo que él llama “humanitarismo sexual”, que en realidad operan para restringir la movilidad de los grupos de migrantes que están estratégicamente esencializados y alterizados como víctimas “puras” de la opresión y de la explotación sexual. Si observamos la redada de febrero 16 de 2015, muy pocas mujeres y niñas/os fueron contadas/os entre las 1200 personas arrestadas. Más importante aún, las autoridades no tomaron ninguna medida para identificar o proteger a las potenciales víctimas de la trata de personas (CCSM-GADEM, 2015). Por parte española, en Ceuta y Melilla, a pesar de la existencia de un protocolo para “detectar a las víctimas de la trata de seres humanos”, la protección de las mujeres migrantes identificadas como potenciales víctimas de la trata de seres humanos parece existir sólo como discurso, ya que no se toman medidas específicas. “La policía no quiere trasladar a todas las mujeres víctimas del tráfico de seres humanos a la península porque temen que se convierta en un factor de atracción”, explica el director del centro de migración temporal de Melilla en 2015. Sin embargo, según él, “todas las mujeres subsaharianas son víctimas de la trata, el 99%”, y esto se afirma repetidamente en la prensa y se considera como “esclavitud moderna”17. Esta retórica ofrece un análisis simplista “de cuestiones complejas sin cuestionar los factores estructurales y causales de la desigualdad. A través de representaciones ficticias y estrechas de las víctimas ideales, tienden a afianzar las narrativas racializadas y a mezclar todo el trabajo sexual con la trata de personas, lo que legitima la criminalización de políticas e intervenciones que exacerban la vulnerabilidad social de las trabajadoras sexuales” (Andrijasevic & Mai, 2016). Esto puede ser parte del espectáculo fronterizo, “estos diversos momentos y formas de producción y de las redes de poder- conocimiento que constituyen el régimen fronterizo y dan lugara su imagen pública” (Mezzadra, De Genova, Pickles 2015, p. 68). Aquí, las autoridades están produciendo dos figuras racistas y sexistas: la “mujer subsahariana víctima de la trata” contra el “hombre traficante subsahariano”. A ambos lados de la frontera, el concepto de trata de seres humanos, cuando está vinculado al de migración irregular, sirve para criminalizar los movimientos migratorios de los africanos negros calificados como “mafias beligerantes” organizadas (entrevista con la Guardia Civil en Ceuta en 2015) y para justificar la gestión militarizada de la frontera, incluso más allá de la legalidad18. Ninguna coherencia entre el discurso, la ley y la práctica: las 17 Véase, por ejemplo, el artículo de mayo de 2018 sin título “Más del 90% de las mujeres migrantes que llegan a Ceuta pertenecen a una red de trata”: https://www.ceutaactualidad.com/articulo/inmigracion/mas-90-mujeres- migrantes-llegan-ceuta-vienen-red-trata/20180527103618066208.html 18 La represión directa en las fronteras de Ceuta y Melilla, por parte de la Guardia Civil, en colaboración con sus homólogos marroquíes, viola el Convenio Europeo de Derechos Humanos y la Convención de Ginebra en la medida en que constituyen deportaciones colectivas. España ha sido condenada por esta práctica por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (ver: CEDH, 3 de octubre de 2017, N.D. et N.T. c. Espagne, req. n° 8675/15 et 8697/15) así como por la ONU. 17 mencionadas “víctimas de la trata de seres humanos” en esta frontera no reciben protección ni en Marruecos ni en los enclaves, ni son transferidas automáticamente a la península española. Las autoridades pretenden que sus políticas sean pro-derechos de las mujeres y exotizan la violencia como algo producido por los racializados, violentos y peligrosos Otros, los hombres “subsaharianos”, reactivando estereotipos desarrollados en los marcos de los regímenes de esclavitud y coloniales, sobre la figura bárbara que hay que controlar, someter, “civilizar”. La figura de la mujer vulnerable es también un medio para hacer de ella un objeto de control social en la frontera entre lo humanitario y la seguridad. Aquí las autoridades se exoneran de su responsabilidad en la violencia perpetrada contra las mujeres atrapadas en estos espacios rodeados de impunidad, lo que las hace siempre más vulnerables. Lidiando con su vulnerabilidad: las mujeres como combatientes diarias en las fronteras En las fronteras, la “vulnerabilidad de las mujeres” puede considerarse como una profecía autocumplida (Merton, 1948), construida para producir compasión, con fines políticos. Este concepto, utilizado como tal, ve a las mujeres negras migrantes sólo como víctimas pasivas de su propia migración, naturalmente débil y ya dominada por sus contrapartes masculinas negras, por lo que necesitan ser liberadas. No sólo invisibiliza las políticas patriarcales y racistas de los Estados, sino que también oculta la agencia que tienen estas mujeres: “Me fui por mi cuenta con mi propio dinero, soy una luchadora, nadie me ayudó. Todo el mundo cuenta conmigo. Nos las arreglamos, no tenemos elección”, explica una mujer de Camerún, esperando tener suerte en la frontera con su hija en 2017. Es importante ver las múltiples formas de agencia que se ponen en práctica cuando se enfrentan a un mayor control fronterizo que las hace más vulnerables. Las mujeres perciben sus cuerpos femeninos como una desventaja que las hará sufrir doblemente a lo largo de su ruta migratoria, pero al mismo tiempo puede constituir las herramientas de su estrategia de supervivencia y resistencia. Las mujeres conocidas en la frontera condenan la violencia específica que las afecta y los esfuerzos adicionales que tienen que hacer para hacer frente a ella. Afirman que tienen que luchar “dos veces más”, siendo negras y mujeres, cuando se enfrentan a los obstáculos para su movilidad. Algunas de ellas también afirman que tienen que luchar “dos veces más”, en el sentido de que tienen que luchar por sí mismas, pero también por su hija/o nacida/o en el camino como resultado de un padre “que fue a buscar a Europa por su cuenta” o después de un embarazo relacionado con una violación. 18 “Las mujeres sufren más que los hombres. Él está solo, así que es más fácil para él cruzar. Cuando oigo que tienes que saltar las vallas, pero ¿cómo lo haces cuando tienes un hijo? Es más difícil para las mujeres, especialmente cuando tienes un hijo. En el camino siempre eres vulnerable: si te encuentras con un grupo de hombres, es probable que quieran violar a una mujer. Los hombres no son violados así, las mujeres siempre, es inevitable. (...) Las mujeres siempre sufren, siempre. Somos mucho más valientes, luchamos por nosotras mismas y por nuestros hijos. Los hombres sólo luchan por sí mismos. Tienes que luchar por dos personas. Él debería estar luchando por tres personas, pero ha decidido luchar sólo por sí mismo. Hasta la fecha todavía no sé dónde está. Así que estoy aquí, con mi hija, lucho por ella, lucho por mí misma, no es fácil, pero no tengo elección. Muchas mujeres están en esta situación”. Extracto de una entrevista con una mujer congoleña, Rabat, 2017. Como muestra Butler (2016), cualquier individuo que pretenda resistirse a diferentes formas de gobierno corre el riesgo de verse expuesto al sufrimiento al comprometer su cuerpo en el espacio público. Por lo tanto, las mujeres negras en las fronteras pueden ser consideradas como parte integral de la resistencia que tiene lugar contra las políticas migratorias racistas. A través de su propia presencia en la frontera, marcan su voluntad de luchar por su libertad de movimiento. Conclusión « El objetivo de la Guardia Civil es salvar la integridad de la frontera española y la de Europa. (…) Es Europa la que debe ir a África, no África a Europa. Necesitan que se les enseñe a organizarse. Se les debe enseñar democracia, educación, y casi por la fuerza si es necesario. La valla simboliza el fracaso de muchos países africanos, es necesaria hoy en día. ». Extracto de entrevista con la Guardia Civil de Ceuta, 2015. Para Colette Guillaumin (1972), el racismo como justificación no es suficiente. Según ella, el racismo tiene un lado mental y otro material que se alimentan mutuamente. Es un conjunto total, formado tanto por prácticas como por discurso/representación, que crean un orden social racista. Para deconstruir los discursos dominantes en la frontera, debemos ver que 19 el fin está en los medios (Gandhi, 1969). Si los medios utilizados deshumanizan o incluso quitan vidas para la defensa de las fronteras de Ceuta y Melilla, es necesario entender qué significa esta violencia. Violencia tácitamente autorizada por el Estado y perpetuada para defender la frontera y combatir ciertas migraciones, más allá de las justificaciones legales. Del lado español, hay que tener en cuenta las dimensiones militar y colonial de la construcción y defensa – ayer y hoy – de las ciudades de Ceuta y Melilla. Según Gurminder K. Bhambra (2016), debemos pensar en el colonialismo no sólo como algo que hacen los Estados, sino también como algo que hacen los individuos. En este sentido, la violencia especial infligida por la Guardia Civil a los que saltan la valla, apoyada por el Estado y parte de la opinión pública parece tener por objeto reafirmar un orden social colonial racista. El pasado de Ceuta y Melilla como cabezas de puente militar de la penetración colonial en Marruecos, luego a presidios coloniales19 y después a « plazas de soberanía » durante el protectorado (Zurlo, 2005), parece haberse cristalizado y actualizado en la represión anti- migrantes de hoy. La discriminación racial, primero en contra de la población marroquí (o de origen marroquí), es constitutiva y estructural en los enclaves y en sus fronteras,y la impunidad, tanto ayer como hoy, asegura la continuidad de la dominación violenta de las personas africanas o no blancas que penetran en estos bastiones coloniales. La violencia se intensifica dependiendo del color de la piel. Hasta la fecha, todas las violaciones de los derechos, abusos y asesinatos cometidos contra los personas migrantes negras por agentes de la Guardia Civil, como ejecutores de las políticas migratorias en la frontera, han permanecido impunes, hasta el punto de otorgar a estos guardias fronterizos el derecho a matar, como lo ilustra trágicamente el caso de la masacre de Tarajal en Ceuta en 201420. Hoy, las personas procedentes de África Central y Occidental parecen haberse convertido en los nuevos chivos expiatorios, después y con las y los marroquíes21, acusados oficialmente de amenazar la seguridad y la soberanía de los territorios españoles en África. De manera más oficiosa, para algunos, la violencia en la frontera se considera también necesaria para mantener la civilización española – blanca y cristiana – y 19 En 1889, el enclave de Ceuta se convirtió oficialmente en una "colonia penitenciaria" donde se encarcelaba a los disidentes españoles de la orden colonial, pero también a territorios americanos, como los desterrados de Cuba, en particular los esclavos negros y mulatos liberados y los criollos. Véase Sánchez, 2018. 20 En 2015, el juez encargado de estudiar el caso en Ceuta cerró el caso y retiró los cargos contra dieciséis guardias civiles acusados de matar al menos a quince personas (docenas en realidad). En su orden, destaca la responsabilidad de las víctimas: "Los migrantes han asumido el riesgo de entrar ilegalmente en territorio español por mar, nadando, ignorando las acciones disuasorias tanto de las fuerzas marroquíes como de la Guardia Civil". Véase el comunicado de prensa de la red Migreurop del 6 de febrero de 2018 (en línea). 21 En un informe presentado al Ministerio de Defensa español en 2014, el Real Instituto Español Elcano advierte de un supuesto "proceso de marroquización" que podría llevar a largo plazo a apoyar la demanda marroquí de soberanía sobre la ciudad. 20 defender lo que queda del Imperio colonial22. Así se destaca la colonialidad del régimen migratorio español, pero de manera más global europeo (Rodriguez, 2018), que se gobierna a través de diferenciaciones étnicas/raciales y de género. En este texto centrado en la experiencia de las mujeres racializadas en la frontera, hemos visto que los efectos entrelazados de las políticas de género y de securitización fronteriza son variados y complejos. Sin embargo, se puede identificar una tendencia duradera en todos los niveles – Estados (discursos/políticas), locales (organismos encargados de hacer cumplir la ley, civiles), microlocales (dentro de la propia población migrante) – orientada a aprovechar la presencia de las mujeres y a controlar su movilidad y sexualidad. Parece claro que la externalización de las fronteras de la UE en África agrava la violencia perpetrada contra las mujeres a lo largo del proceso migratorio porque crea un continuum de espacios en los que las mujeres negras tienen que resistir y/o ceder – y aquí “ceder no es consentir” (Mathieu, 1985) – a las relaciones de poder de género, raza y clase para poder cruzar las fronteras securitizadas para otras/os. La subcontratación del control migratorio europeo a países africanos cada vez más al Sur, hace que las rutas migratorias sean siempre más largas y difíciles para las mujeres africanas que no pueden solicitar u obtener un visado. En su búsqueda de movilidad, estas mujeres a menudo se ven obligadas a encontrar un “protector” desde el principio o durante su viaje. Esto conduce a una pérdida inmediata de autonomía e independencia para estas mujeres, que tienen que incluir a un hombre en su proyecto migratorio para poder esperar algún grado de seguridad. Pero la “protección” también es una relación de poder, incluso a veces de dominio (Young, 2003). A través del trabajo de campo, se ha identificado que el número de mujeres que han sido violadas por militares o civiles, en su viaje y durante su estancia en la frontera, es tan significativo que no se puede considerar que la violencia sexual sea aislada u ocasional, sino más bien sistémica en el contexto de esta migración obstaculizada. “Es imposible conocer a una mujer subsahariana que ha viajado a Marruecos y que no ha sufrido violencia sexual en el camino o en la frontera. Las pocas mujeres que no han sufrido daños son casos aislados”, explica el agente médico de una ONG que trabaja con mujeres migrantes en Marruecos. “Es como si las mujeres tenían que ser agredidas sexualmente para poder migrar más rápido.” Analiza un joven camerunés testigo de escenas de violación en la frontera con Argelia (por la cual entran muchas personas) y en la marroquí-española, denunciando tanto los abusos 22 Durante la investigación, además de las entrevistas, varios hechos han demostrado un vínculo estrecho entre guardias civiles y apología del colonialismo. Ver por ejemplo : Agueda, P. « Los antidisturbios de la Guardia Civil en Melilla se fotografían ante la estatua de Franco », El Diario, 11/06/2015. https://www.eldiario.es/politica/antidisturbios-Guardia-Civil-Franco-Melilla_0_397561208.html 21 cometidos por militares y civiles locales como la de los hombres migrantes en posición de poder por su papel en el dispositivo del paso clandestino. “Ese es el precio que las mujeres tienen que pagar por viajar” normalizan muchas de las mujeres migrantes que conocí para sobrevivir a la violencia cuotidiana. Al igual que en la ruta entre Centro-América y Estados Unidos, las mujeres “saben que esto forma parte de su viaje al Norte. La violencia sexual actúa de manera directa e indirecta como una amenaza conocida y asumida que circula a través de las redes migratorias” (Cortés, 2018). A la hora de medir las consecuencias de las políticas de externalización de fronteras, también hay que tener en cuenta el impacto social de todos los embarazos, nacimientos e infancias difíciles generados por la violencia sexual vivida por las mujeres en sus movilidades obstaculizadas. Detrás de los dramáticos enfrentamientos representativos de la guerra contra los inmigrantes que tienen lugar en las vallas de Ceuta y Melilla, entre fuerzas españoles/marroquíes y hombres negros que intentan cruzar la frontera, una guerra de “baja intensidad”23, mucho menos visible, es librada por un espectro más amplio de actores, contra mujeres negras en busca de movilidad. Simultáneamente al orden social racista – y colonial por el lado español – impuesto a las personas negras a través de una ejecución violenta de la gobernabilidad migratoria en la frontera, un orden de género y sexual parece ser perpetuamente restablecido allí, reforzando el continuum de la dominación masculina. Vemos como las políticas de externalización refuerzan relaciones de “sexaje” (Guillaumin, 1992) en las fronteras, es decir relaciones de apropiación – por diferentes agentes con varios intereses – del grupo de las mujeres como conjunto, pero también del cuerpo material individual de cada mujer. Además, hay que señalar que, en pocos años, la cuestión del control de los movimientos migratorios y la seguridad de las fronteras de la UE se ha convertido en un importante negocio, o mejor dicho en un complejo militar-industrial (PorCausa, 2017; Transnational Institute & Stop Wapenhande, 2018) que, al igual que otros complejos militares-industriales, tiende a reforzar la violencia contra las mujeres, la apropiación de su cuerpo y fuerza de trabajo (Michel, 1985, 2012), dentro de un sistema capitalista globalizado. Según la filósofa Elsa Dorlin, “para algunas/os, la cuestión de la defensa no cesa cuando el momentode la movilización política definida llega a su fin, sino que es una vivencia continua, una fenomenología de la violencia” (Dorlin, 2017, p.17). Lejos de la figura de la víctima pasiva, 23 El concepto de guerra de baja intensidad asociada a la violencia contra las mujeres ha sido utilizado especialmente en América del Sur por feministas como Rita L. Segato, para analizar los feminicidios. También por la socióloga francesa Jules Falquet en su trabajo sobre la violencia contra las mujeres en tiempos de guerra y paz, en el contexto de la globalización neoliberal. 22 las mujeres negras en las fronteras se resisten y utilizan su ingenio a diario para enfrentarse a las políticas de control de fronteras externalizadas de la UE y a las asignaciones de género, racializadas y de clase. Se defienden y perseveran en su búsqueda de movilidad, con la esperanza de que algún día ellas también puedan gritar: “boza” (victoria)24! Referencias -Acosta-Sanchez, M. (2014). Melilla: fronteras terrestres, vallas y tierra de nadie. Revista Electrónica de Estudios Internacionales. https://doi.org/10.17103/reei.28.07 -AFVIC-Cimade. (2005). Refoulements et expulsions massives de migrants et demandeurs d'asile. Rapport. -Agamben, G. (2003). Etat d’exception, Paris: Seuil. -Alioua, M. (2011). L’étape marocaine des transmigrants subsahariens en route vers l’Europe: l’épreuve de la construction des réseaux et de leurs territoires. Thèse de sociologie. Toulouse II. -Alioua, M., & Ferrié, J.-N. (2017). La nouvelle politique migratoire marocaine. Maroc: Konrad Adenauer Stiftung. http://www.kas.de/wf/doc/kas_51242-1522-1- 30.pdf?180124171336. -AMDH Nador. (2015). 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