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El Renacimiento en la Gastronomía 
INTRO:
DESARROLLO:
Alimentos
La alimentación se componía sobre todo de farináceos: trigo, cebada, centeno, avena y mijo. La comida más común estaba compuesta por trozos de pan que flotaban sobre una clara sopa de verduras. 
Raramente se comía carne fresca. A causa de la especial dedicación a los cereales y debido a la dificultad de mantener vivo el ganado durante el invierno el número de cabezas era pequeño. Solamente en las ciudades más grandes era posible encontrar carniceros y aún así no siempre tenían provisiones y sus precios eran elevados. La leche, la mantequilla y los quesos curados eran también muy caros
En el Renacimiento se revitalizó la cultura clásica, llegando la gastronomía a altas cotas de refinamiento y sofisticación. Destacó la cocina veneciana, que gracias a su comercio con el Oriente favoreció la importación de todo tipo de especias: pimienta, mostaza, azafrán, nuez moscada, clavo, canela, etc. Un factor determinante para una nueva gastronomía fue el descubrimiento de América, de donde llegaron nuevos alimentos como el maíz, la patata, el tomate, el cacao, los frijoles, el cacahuete, el pimiento, la vainilla, la piña, el aguacate, el mango, el tabaco, etc. En el Barroco empezó a destacar la gastronomía francesa, que adquirió unas elevadas cotas de calidad de las que aún goza hoy día. El cultivo de las artes culinarias en Francia fue favorecido por los Borbones, especialmente por Luis XIV, monarca de gran paladar; sin embargo, estas delicias culinarias estaban reservadas a la aristocracia, mientras que la mayoría de la población solía pasar hambre. Entre los tratados gastronómicos de la época conviene resaltar el del español Francisco Martínez Montiño, titulado Arte de cocina, pastelería, bizcochería y conservería (1611). 
Se da origen al famoso plato francés Pato a la naranja (pato à l’orange) siendo inicialmente una receta creada en Italia con naranjas amargas y luego perfeccionada en Francia.
Carlos VII, descubre los quesos y frutas como el melón, en la invasión a Italia y los lleva a las mesas de Francia.
Se da origen al pan d’especies y a la crema frangipane (hoy en día usada en pastelería. Mezcla de crema pastelera y almendras en polvo).
Llega el té a Inglaterra a finales del siglo XVI
Surgen en Francia, gracias a la influencia italiana, nuevas formas de preparación de las salsas, potajes, huevos y ragouts. Aparecen por primera vez las Bisques
Se despierta un mayor gusto por el consumo de verduras como zanahorias rábanos, alcachofas, espárragos, espinacas y guisantes.
Sobriedad con relación a la edad media en el uso de especias, hierbas y condimentos.
Algunas costumbres de la época
Comer con moderación, bocados pequeños sin mucha prisa. Atrás quedó la época de los bárbaros.
Lavarse bien las manos antes y después de comer
Las mesas se cubrían con manteles blancos
El servicio de comidas se hacía en vasijas de porcelana, para los reyes y altos religiosos se usaban en oro.
Se ponía gran atención a los modales en la mesa, la sola presencia de mujeres en las cortes ayudó con las normas de comportamiento
En los tratados de buenas maneras, se encuentran costumbres que hoy nos parecen rutinarias: Esperar que el anfitrión de inicio a la cena, no soplar sobre las carnes calientes, no llevarse las golosinas envueltas en servilletas a la casa, comer con la cabeza alta y no hundida en el plato
Costumbres
A partir del siglo XV empiezan a circular pequeños manuales cívicos en los que se esbozan comportamientos adecuados en la mesa. Erasmo de Rótterdam, un reformador algo meticuloso que llegó a valorar en sus escritos cívicos la conveniencia de saludar a un conocido mientras meaba, escribió un pequeño opúsculo: De civilitate morum puerilium, en el que recoge un abanico de comportamientos que no son adecuados en la mesa. Censura por ejemplo, la costumbre de escupir, la de no limpiarse la boca antes de beber de las jarras que se comparten, la de comer con las dos manos, la de rascarse la cabeza, hurgarse en los dientes, limpiarse las manos en la ropa y otros hábitos que hoy están perfectamente asumidos (eso creemos). No obstante lo cual, Erasmo consideraba perfectamente adecuado ventosear en la mesa.
El comedor como pieza independiente no existía. Cualquier estancia donde cupiera una mesa servía para tal cometido. Y junto a la mesa, el aparador, un mueble que aún hoy suele ser el expositor del poderío de una casa, aunque bien es verdad que con algo de anacronismo. A partir de la Edad Media los aparadores sirvieron para mostrar a los invitados la riqueza y poderío del anfitrión, llegando incluso a establecerse, en función de la cantidad y calidad de los platos, copas y cubiertos expuestos, el orden que se ocupaba en la jerarquía social. De tal manera que el rey Fernando, el esposo de Isabel la Catolica, poseía en su momento el más rico y abundante, mientras que el del Duque de Alba disponía de 900 piezas y de solo 700 el del duque de Medinacelli. Todas ellas se quedaban cortas si se comparan con la vajilla de Luis de Anjou, rey de Nápoles, listada a su muerte en 1384 , y que constaba de más de 3000 piezas, muchas de ellas de oro. 
 El aparador en la corte borgoñona se denominaba buffet. El ducado de borgoña nunca fue un reino pero disputó tal honor con la del propio monarca francés, y su riqueza, incluso, eclipsó a otras monarquías. El refinamiento de sus formas estableció una rígida norma de comportamiento en el ducado que ha trascendido a la posteridad con el nombre de protocolo borgoñón, el cual, penetró en España desde antes incluso del acceso al trono de Carlos V.
El duque de borgoña presidía los banquetes instalado en una mesa dispuesta a su vez sobre una plataforma y cubierto por un palio. A su derecha se sienta el heredero y a su espalda se alza el aparador en el que se disponen todas las piezas de la vajilla. Una nube de sirvientes vigila el servicio de los platos, la temperatura de las viandas y la bebida. Por estas fechas, en un alarde de elegancia suntuaría, los vasos han desaparecido de la mesa del duque y se le sirve la copa puntualmente cuando este, con un gesto, así lo demanda, retirándola otra vez a continuación. El Duque permanece rodeado por cinco médicos que vigilaban la calidad de los productos que se le sirven, y también las eventuales indigestiones. Incluyendo la labor de policía que consistía en velar por su seguridad, habida cuenta los intentos de envenenamiento que eran frecuentes en la época 
Los llamados entremeses que son los recesos entre cada uno de los platos, y que se aprovechaban para presentar pequeños caprichos culinarios o breves eventos musicales y hasta teatrales, llegaron a adquirir tal entidad que mediatizaron incluso el propio banquete en sí. Los cocineros del Ducado de Borgoña, por ejemplo, presentaron en un festín un castillo comestible en cuyo interior se había instalado una orquesta. No eran extraños los pétalos de rosa sobre las mesas, agua perfumada para lavarse las manos, pequeñas piezas de pan cubiertas de una finísima lamina de oro, que sólo se ofrecían al anfitrión, tal y como sucedía en Italia. 
En la Francia de Catalina de Medicis, que se encargó de exportar la opulenta cocina italiana a la corte francesa, las mesas cubiertas con rica mantelería y todo tipo de fantasías culinarias, aparecían en los salones izadas desde una trampilla situado en el mismo suelo. Con el Renacimiento aparecen las servilletas y se generaliza el uso del tenedor, que es de origen bizantino, aunque solo disponía de una punta. Pasó a Occidente a través de Venecia con dos dientes y evolucionó, según dicen, gracias a Leonardo da Vinci, hacia el más conocido tridente y todo porque al parecer el consumo de pasta se adaptaba mejor a esta forma. Se utiliza también el tovaglieto, que es una especie de mantel individual que se cambia a ciertas personalidades con cada uno de los platos; y copas de base ancha para evitar que se vuelquen.
Aparece ya la figura del cocinero como artesano y artista al servicio de una casa nobiliaria.Poseedor de una elaborada técnica y maestro de ceremonias de hasta trescientas personas, entre cocineros, pinches, camareros, etc. Este es el caso de Bartolomeo Scappi, cocinero del Papa Pio V. Martínez Montiño, jefe de cocina de Felipe II o Cristoforo de Messisburgo, al servicio de la Casa de Este, en Ferrara, Italia. Considerado el mejor trinchador del Renacimiento (famoso también por una receta que combina el queso parmigiano con uvas y peras). Nombrado conde palatino por el emperador Carlos V por esa habilidad. Utilizaba mas de 20 instrumentos de cocina para trinchar la carne sin tocarla con las manos, cual soberbio cirujano de los manteles.
Receta del renacentismo
Natillas caseras, historia:
Debido a la sencillez de sus ingredientes, su reducido coste y su enriquecedor aporte alimenticio, el origen de las natillas se sitúa en los conventos a lo largo de Europa. Por sus características, constituía un plato idóneo en los conventos, donde se fomentaba la cocina dulce y una cultura de austeridad que potenciaba el aprovechamiento máximo de todos los alimentos.
Otras teorías sitúan su origen en la repostería francesa, como consecuencia de sus repetidas épocas doradas. Donde realmente se empezaron a conocer fue en la época de la República Romana, donde surgieron las primeras trazas de lo que hoy conocemos como ?Cocina mediterránea?.
La posterior introducción de las especias durante la Edad Media y la recuperación de los placeres mundanos en el Renacimiento, provocaron que las natillas evolucionaran hasta algo muy parecido a lo que conocemos en la actualidad, ya que añadieron vainilla y canela.
Natillas caseras, ingredientes:
· 8 yemas de huevo
· 8 cucharadas soperas de azúcar
· ½ litro de leche
· ½ litro de nata (crema de leche)
· 1 cucharada colme de maicena
· Canela en rama y en polvo
· Piel de limón
· Aroma de vainilla
· Galletas
Natillas caseras, preparación:
Ponemos en un cazo la leche, la nata (crema de leche), la canela en rama, el aroma de vainilla y la piel de limón, lo ponemos a calentar y en que empiece a hervir lo apartamos del fuego.
Por otro lado ponemos en la cazuela final las yemas de huevo con el azúcar y empezamos a batir añadiendo al final la maizena. Cuando se temple la leche, apartamos la canela en rama, la cáscara de limón y vamos añadiendo poco a poco la mezcla de las yemas a la leche con fuego medio-bajo. Sin parar de remover esperamos a que esté a punto de romper a hervir y ya tenemos las natillas, es importantísimo que no rompa a hervir, de hacerlo pueden estropearse. Las volcamos en los recipientes en los que lo vayamos a tomar y decoramos con una galleta y canela en polvo por encima.
También podemos decorarlas con una capa de caramelo, para ello ponemos por encima azúcar espolvoreada y con un soplete de cocina o con el quemador apropiado convertiremos ese azúcar en una costra de caramelo.

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