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Brecha 26 de octubre de 200710 Lunes 29: La anulación de la ley de caducidad Los conflictos políticos, jurídicos y éticos de la impunidad, el futuro, la memoria. Entrevistas a la fiscal Mirtha Guianze, Óscar López Goldaracena (Coordinadora Nacional por la Anulación), Jorge Pan (IELSUR), Gustavo Pereira (profesor de filosofía), Gerardo Caetano, Rafael Michelini. El lunes 29 de octubre, a las 21 horas, Brecha y Tevé Ciudad emiten un nuevo programa para pensar con lupa. Horario de emisión: Lunes 29, 21 horas Repeticiones: Martes 30, 3 hs, 9 hs, 15 hs. Sábado 3, 22 hs. Domingo 4, 4 hs, 10 hs, 16 hs. Si se perdió la emisión del lunes 22: Los lectores y los libros, véalo este sábado a las 22 hs o el domingo a las 4 hs, 10 hs y 16 hs. Véalos en La Lupa por Tevé Ciudad Seis brechas en la realidad, la pequeña historia, su cotidiano desvelo. P A U L O R A V E C C A * EN URUGUAY LA ciencia política y sus cultores he- mos ganado espacio y legiti- midad. Esta consolidación académica y el “ascenso so- Una mirada sobre una relación problemática Ciencia política y política de la ciencia cial” constituyen un dato cultural reciente y relevan- te, pues impactan en el modo en que los uruguayos re- flexionamos y conversamos sobre la política. De alguna manera, también tienen efec- tos en la política misma: los políticos, gobernantes y bu- rócratas parecen estar “con- denados” a convivir con esa especie nueva de intelectual que dedica buena parte de su tiempo a escudriñar sus ac- tos y palabras. De hecho, en las conversaciones ciudada- nas ya no se hace referencia exclusivamente a lo que tal político declaró. Tampoco únicamente a lo que el pe- riodista preguntó u opinó oportunamente. Ahora la gente habla, también, del análisis del politólogo acer- ca de la declaración del po- lítico. O, quizá, del diálogo que mantuvieron periodista y politólogo acerca de lo que el político dijo sobre la prensa o los cientistas polí- ticos… Esta situación en que análisis, opinión y múltiples voces se entrecruzan y en- tremezclan es interesante y fermental. Acaso un poco confusa. Quizá no exenta de riesgos y dobles filos. Con- viene empezar a pensarla con cuidado. AFILAR LA MIRADA. La re- lación entre una ciencia y su objeto de estudio es com- pleja siempre. Las ciencias sociales tienen la peculiari- dad de que estudian objetos pensantes y hablantes. Ob- jetos que son sujetos que a veces desconfían de quie- nes los estudian. El cientista social mira, pues, el entorno y las relaciones donde él mismo está situado. Eso es un “problema” que, lejos de inhabilitarlo, lo desafía y le exige. Nos exige. La ciencia política, específicamente, estudia el poder y a sus ejercientes; analiza y re- flexiona sobre las interac- ciones que dan cuenta de ciertos resultados en un tiempo y lugar determina- do: quién gana qué, quién pierde qué. A veces se trata de votos. Pero no siempre, y nunca fundamentalmente. En el caso de las políticas públicas (lo que viene des- pués de los votos) lo que se gana y se pierde son los bie- nes materiales y simbólicos que en ésta y en todas las sociedades que conocemos se distribuyen desigualmen- te. Por tanto, el objeto de la ciencia política no son los partidos. Es la política, en sus distintas manifestacio- nes y formas. Que a veces, sí, es partidaria. Resulta in- genuo, entonces, plantear el tema de la relación entre politólogos y política en tér- minos de si tal o cual analista vota al Frente Amplio o per- tenece al Movimiento Plan- cha. La cosa es muchísimo más profunda y delicada. Y considero que los poli- tólogos estamos llamados a dar cuenta de esa profundi- dad… tarea que quizá esté pendiente. El siguiente ejemplo pue- de resultar esclarecedor. El ministro de Agricultura y lí- der del MPP José Mujica pro- puso a Constanza Moreira y Gerardo Caetano como po- sibles presidentes del Frente Amplio, lo cual causó im- pacto dentro y, especialmen- te, fuera de la academia. ¿Eso, qué “dice” de estos destacados académicos? ¿Que son “frenteamplistas” y que, por tanto, deben aban- donar el “análisis” que tiene que ser “objetivo”? Para nada. Para empezar, que Cae- tano y Moreira son personas de izquierda es algo que sólo a alguien muy poco despier- to puede escapar. Sin embar- go, y paradójicamente (o no tanto) estos dos intelectuales han levantado sendas críti- cas a ciertas decisiones ofi- ciales del gobierno avaladas, empero, por “análisis impar- ciales”. Mucho más allá de este ejemplo concreto, lo funda- mental es que los intelectua- les han tenido, desde siem- pre, vínculos (más o menos explícitos) con el sistema político. Max Weber, el pa- dre de la sociología com- prensiva y de cierta versión de la ciencia política, formó parte del Partido Demócrata Alemán de su época. An- thony Giddens, uno de los sociólogos vivos más desta- cados de Europa, fue el crea- dor de la tercera vía y pensó para el laborismo de Tony Blair… y, para aterrizar en Uruguay, el exquisito inte- lectual que fuera Carlos Real de Azúa acompañó la crea- ción del Frente Amplio. A pocos se les ocurriría la tan curiosa idea de que por ello sus análisis son inválidos. De hecho, si uno lee a Real de Azúa se encuentra con una pluma densa, polivalente y rica, sensible a la multi- dimensionalidad de la reali- dad, y consciente de la nece- sidad de instalarse en la fron- tera entre saberes. Algo a lo que los politólogos, en gene- ral , hacemos poco honor.** ¿QUÉ ES SER “RIGUROSO”? El problema, aunque resulte críptica la expresión, es epistemológico. La prensa y cierta parte de la politología suelen esgrimir una noción de rigor analítico problemá- tico: la idea de que por un lado está la subjetividad del sujeto que conoce y, por el otro, la objetividad del obje- to a conocer. En ese marco, para ser riguroso hay que “tratar de ser objetivo” para no “teñir de subjetividad” el análisis. Ese libreto está desactualizado. El rigor pasa, me parece, por la prolijidad de los razo- namientos que, siempre, se asientan en las propias con- vicciones. También puede entenderse como la posibili- 26 de octubre de 2007 Brecha 11 dad de contrastar los datos o la forma en que se llegó a cierta conclusión. En este sentido, se opone a la arbi- trariedad, y a la “incomuni- cabilidad”. Pero la subjetivi- dad del ser pensante está en juego siempre. Las más de las veces cuando los politó- logos hablamos de nuestra relación con la política y los políticos lo hacemos desde una pretensión aconceptual de neutralidad (la misma que, supuestamente, debería ha- ber en el “análisis” de un partido de fútbol). Como si se tratara de “criticar a unos y a otros” por igual; de apun- tar las “faltas” de todos. Esa manera de resolver el asunto supone no hacerse cargo de que el análisis de la realidad social se hace, siem- pre, desde la implicación, y más aun el “ejercicio opinio- lógico” (porque, digámoslo con total claridad, ni en la radio ni en la televisión ni en la prensa se “hace ciencia”). Mi opinión es que tanto a nivel profesional como aca- démico nos hace falta re- flexionar en esta clave. Como respuesta a tientas, se me ocurre que una forma de la honestidad intelectual es par- tir de la explicitación de las premisas. Es preciso señalar que las decisiones teórico- metodológicas por las que opta un cientista social nun- ca son neutras, y mucho menos cuando opinamos en ámbitos ciudadanos. Pero esto no tiene que ver (al me- nos no fundamentalmente) con lo que un politólogo “vota”, o con los ofrecimien- tos que pueda recibir. En rea- lidad ese dato, frente a otros, resulta casi trivial. CON LA DEMOCRACIA LIBE- RAL NO TE METAS. En toda comunidad científica hay relaciones de poder y domi- nación. Por eso, conviene entender a la ciencia política como un ámbito plural don- de múltiples narrativas y miradas batallan en torno a la definición misma de la realidad. Esa manera de pen- sar la disciplina permite al observador ubicarse cons- cientemente en ese espacio. Actualmente, hay un sen- tido común instalado que se pretende “aideológico” y que conceptualiza al pluralismoy a la democracia liberal como el único modo razona- ble y racional de coexistir. Cuba por ejemplo, y otros casos quedan fuera de lo con- siderable y pensable (que eso sea “correcto” o no, es otra discusión). Nos acercamos al sueño de algunos: el con- senso entre “demócratas” que disienten únicamente sobre “las políticas” a seguir (salvo la política macroeco- nómica, que es –que debería ser– de acuerdo a este dis- curso, intocable). Se impo- ne, así, un conjunto de ver- dades autoevidentes (por naturalizadas) acerca de lo bueno y lo malo. Una combi- nación de democracia repre- sentativa, mercado, vigencia del derecho de propiedad pri- vada, un Estado con cierta presencia en la sociedad… en fin, se va armando un puzle que no se quiere de “izquier- da” ni de “derecha” sino una suerte de “espacio medio” en el que todos los seres razona- bles deben converger.*** Ese “consenso”, avalado a veces por las credenciales de “la ciencia”, es funcional a la izquierda pragmática que renuncia a sus postulados más caros con el fin de se- guir en el poder. O sea, es funcional a “la línea más ofi- cial” de este gobierno, como lo fue en su momento de las elites políticas anteriores. Dar por obvia la deseabi- lidad de estas coordenadas no es ser “neutral”. Es, qui- zá, ejercer la parcialidad más cómoda (por imperceptible) y menos “científica” que hay: la que reproduce alegremen- te el discurso del poder de turno. En síntesis, no nos preocupemos tanto de cuál es la pertenencia partidaria del politólogo sino de que sus análisis sean rigurosos conceptualmente. Análisis donde opiniones, valores y opciones políticas no ven- gan con la seductora etiqueta de “verdades científicas”. ■ * Docente del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República. ** Sin duda alguna, la ciencia política está llamada a tener un papel privi- legiado en la búsqueda del esclare- cimiento de las cuestiones y asun- tos de la polis. Por lo demás, su centralidad deriva de sendas acu- mulaciones y de prestigios bien ganados. Sin embargo, la política es un objeto inherentemente interdisciplinario. Y raramente la ciencia política convencional es sensible al aporte de otras discipli- nas (salvo la economía y la esta- dística). Esta actitud es intelec- tualmente inconveniente y, por cierto, poco pluralista. Reciente- mente, en un coloquio llevado a cabo en el CLAEH, Tulio Halperin Donghi explicaba cómo la potencia del pensamiento de Real de Azúa radicaba, precisamente, en su multidimensionalidad y en la mane- ra en que problematizaba las fronte- ras disciplinarias. En ciencia políti- ca nombramos una y otra vez a Real de Azúa pero, en términos generales y con todas las relativizaciones del caso, no incorporamos sus enseñan- zas epistemológicas. Las más de las veces se lo nombra y halaga mien- tras se lo excluye en tanto “modo de pensar”. *** De ahí que haya ejercicios “políti- co-politológicos” que dictan la sentencia de “populista” cuando miran, por ejemplo, a Venezuela. Decir que se trata de una rúbrica “avalorativa” no resulta muy creí- ble. La dicotomía entre la izquier- da “razonable”, respetuosa de los criterios de eficiencia macroe- conómica, y la amenazante “iz- quierda populista” es planteada con muchísima frecuencia. Una muestra de ello es la mesa redon- da que cerró las actividades del primer día del Primer Congreso Uruguayo de Ciencia Política (2006), en la cual la consigna que enmarcaba las intervencio- nes de los panelistas fue “Go- biernos de izquierda en América Latina: populismo versus social- democracia”. Resulta llamativo, por cierto, que la oposición no estuviera entre signos de inte- rrogación sino que se la tomara como verdad incuestionable. Con la excepción del planteo de la doctora Constanza Moreira que problematizó con atino tal punto de partida, la (auto)reflexión acer- ca de los efectos políticos de con- ceptos tan cargados de connota- ciones como el de “populismo”, brilló por su ausencia. Fot o: O scar Bonilla