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BaANH010356_Nueva_historia_de_la_Nación_Argentina_(tomo_10)_-_Academia_Nacional_de_la_Historia

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ACADEMIA NA NAL
LA HIST A
HISTORIA
de la
NACIÓN
ARGENTINA
IO - LA ARGENTINA DEL SIGLO XX
PLANETA
La Academia Nacional de la Historia -sucesora de lajunta de Historia y Numismática Americana que Funda­
ron en 1893 Bartolomé Mitre y otros destacados estudiosos—,
decidida a emprender en los años finales del siglo XX un
amplio esfuerzo de renovación historiográfica que contí­
nuase los realizados en la Historia de la Nación Argentina
(14 volúmenes publicados entre 1936 y 1950) y en la Histo­
ria Argentina Contemporánea (7 volúmenes, entre 1965 y
1967), dispuso en 1997 editar una obra orgánica y colectiva,
de alta divulgación: la Nueva Historia de la Nación Argentina.
Una comisión de académicos, encabezada por el presidente
de Ia entidad, elaboró el plan general que abarca, en diez
tomos, eI proceso histórico desde los tiempos prehispánicos
hasta nuestros días.
En ellos tienen cabida relevantes especialistas, procedentes
de distintos ámbitos y corrientes historiográficas, con el
propósito de realizar una obra integral, no sólo en el sentido
temático sino también con la idea de alcanzar un conjunto
coherente que supere la simple reunión de monografías sobre
diversas áreas. En cada parte se estudian el territorio y la
población, la dinámica de las sociedades, las instituciones, la
economía, la vida cotidiana y Ia cultura en sus más diversas
vertientes. Un tomo final, de gran valor instrumental y
didáctico, contendrá los índices generales.
Con el prestigio que le otorga su trayectoria de institución
señera en su disciplina, la Academia ofrece al lector este
nuevo y notable aporte que se diferencia de los dos ante­
riores por los enfoques y aspectos que sugiere el actual
movimiento historiográfico, circunstancia que, sin embargo,
no les resta vigencia como referentes en cuestiones que no
se tratan aquí desde Ia misma óptica.
ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: EX LIBRIS DEL ESCRITOR.
HISTORIADOR Y JURISTA RODOLFO RIVAROLA (1857-1942).
NUEVA HISTORIA
DE LA NACIÓN ARGENTINA
ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
NUEVA HISTORIA
DE LA NACIÓN ARGENTINA
ToMo X
PLANETA
982 Nueva historia de la Nación Argentina: 1‘ ed. —
NUE Buenos Aires : Planeta, 2003.
v. 10, 480 p. ; 24x17 cm.- (Historia)
ISBN 950-49-1043-2
1. Historia Argentina
Grupo Editorial Planeta, S.A.I. C.
COORDINACION.’ Alejandro Ulloa
EDICION DE TEXTOS: Diego Arguindeguy
DISEÑO y MAQUETA DE INTERIORES: Osvaldo Gallese
COMPAGINACIÓN YARMADO.’ Adriana Martínez
CARTOGRAFÏA: Susana M ingolo
IMÁGENES YFOTOGRAFIA: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia:
Violeta Antinarelli, Ariel Otero Estrada y Gabriel Lerman
Derechos exclusivos de edición en castellano
reservados para todo el mundo:
© 1997, Academia Nacional de la Historia
Balcarce 139, Buenos Aires
© 2003, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.
Independencia 1668, C 1100 ABQ, Buenos Aires
l‘ edición: 3.500 ejemplares
ISBN de la Obra Completa 950-49-0214-6
ISBN del Tomo X 950-49-1043-2
Impreso en Gráfinor S. A..
Lamadrid IS76, Villa Ballester,
en el mes de marzo de 2003.
Hecho el depósito que prevé la ley l 1.723
Impreso en la Argentina
Los originales de las ilustraciones son de la
. , , _ Ninguna parte de esta publicación. incluido el diseño de la
coleccion de la Academm Naaonal de la cubierta. puede ser reproducida. almacenada o transmitida en
Historia o reln-oducciones de las manera alguna ni por ningún medio. ya sea eléckrico. químico., _ _ _ mecánico. óptico. de grabación o de fotocopia, sin permiso
publicaciones que se indican. pm“, ¿ei ¿duen
COMISIÓN ACADÉMICA ENCARGADA
DE LA DIRECCIÓN DE LA OBRA
DOCTOR VÍCTOR TAU ANzOATEGUI (PRESIDENTE)
PROFESORA BEATRIZ BOSCH
DOCTOR ERNESTO I. A. MAEDER
DOCTOR ROBERTO CORTÉS CONDE
DOCTOR CÉSAR A. GARCIA BELsUNCE
DOCTOR DARDO PÉREZ GUILHOU
DOCTOR EZEQUIEL GALLO
COORDINACION EDITORIAL
DOCTOR MIGUEL ÁNGEL DE MARCO
CUARTA PARTE
LA ARGENTINA DEL SIGLO XX
c. 1 9 1 4- 1 9 8 3
(Continuación)
IX. LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA
Y CULTURAL
(CONTINUACION)
S6. LAS CIENCIAS SOCIALES
Describir el tránsito de las Ciencias Socia­
les en el siglo XX, en la Argentina, no es tarea
sencilla ni menos aún exenta de riesgos. En
primer lugar, se refiere a un área del conoci­
miento que se fue institucionalizando y siste­
matizando progresivamente. En segundo tér­
mino, brindar una radiografía completa es
prácticamente imposible por la dispersión
geográfica e institucional de la producción. En
tercer lugar, siempre quedarán afuera expre­
siones que pudieran ser tomadas como cortes
arbitrarios en el análisis.
Por todas estas razones este trabajo da
cuenta, principalmente, del desarrollo de la
Sociología y de la Ciencia Política y en referen­
cia a determinadas instituciones y produccio­
nes representativas del quehacer intelectual y
académico. Asimismo, se consignan las temá­
ticas que fueron centro de atención, análisis y
tratamiento por los investigadores, recalando
en algunos autores que tuvieron una impron­
ta reconocida en el área de los estudios socia­
les. Aun con estos criterios restrictivos, sólo se
alcanzará a realizar un recorte que, si bien no
abarcará todo el espectro, brindará un pano­
rama amplio sobre el desarrollo de las Cien­
cias Sociales en gran parte del siglo XX. Asi­
mismo, la referencia a alguna obra de un autor
Mario D. Serrafero
dejará, en casi todos los casos, otras sin men­
cionar. Por razón de espacio, será inevitable la
omisión de autores e instituciones que tam­
bién han realizado su aporte en las áreas disci­
plinarias aquí tratadas. Por último, las referen­
cias consignadas en este trabajo sólo incluyen
las obras publicadas hasta 1983.
LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA
El desarrollo de la Sociología como disci­
plina encuentra sus antecedentes en los escri­
tos de autores clásicos de la historia, la filoso­
fía y la política. Entre otros, no puede dejar de
mencionarse a’ Nicolás Maquiavelo, Thomas
Hobbes, John Locke, Charles de Montesquieu,
lean-Jacques Rousseau. Pero es en el siglo XIX
y principios del XX cuando aparecerán los au­
tores que le darán nombre, contenidos, objeti­
vos y metodología a la nueva ciencia. Auguste
Comte, Herbert Spencer, Emile Durkheim y
Max Weber desarrollarán los puntos de parti­
da -desde distintos ángulos y enfoques— de la
nueva disciplina, cuyo desarrollo principal se
localiza en Inglaterra, Francia y Alemania. La
cuenta por cierto estaría ostensiblemente in­
completa si no se agregaran, en esta primera 13
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
etapa, los nombres de Alexis de Tocqueville y
de Karl Marx, y sus estudios sobre la sociedad
democrática y capitalista, respectivamente.
El conocimiento se fue sedimentando y
acumulando nuevos aportes con las investiga­
ciones que provinieron de psicólogos sociales
como George Mead, antropólogos como Bro­
nislaw Malinowski y su funcionalismo, filóso­
fos como Ortega y Gasset, “sociólogos marxis­
tas” como Gyórgy Lukácks, y creadores de
nuevos paradigmas como Sigmund Freud y su
psicoanálisis.
La lista de autores se integró, posterior­
mente, con importantes aportes de intelectua­
les europeos y norteamericanos. La “Escuela de
Frankfurt”, representante de la llamada “teoría
crítica”, se nutrió con los trabajos de Max
Horkheimer, Theodor Adomo y Herbert Mar­
cuse, en un intento interesante de combina­
ción teórica entre marxismo y psicoanálisis. En
territorio norteamericano tuvieron gran in­
fluencia los trabajos -empírico-sistemáticos­
de Talcott Parsons, el funcionalismo de Robert
Merton y la sociología crítica de Wright Mills.
La mención podría seguir en temáticas especí­
ficas como, por ejemplo, los estudios sobre la
estratificación y movilidad social de Pitirirn
Sorokin, la sociología del conocimiento y los
desarrollos de Karl Mannheirn, entre otros.
Más adelante se tratará brevemente el de­
sarrollo de la Ciencia Política, baste aquí seña­
lar un campo de superposición con una rama
de la sociología: la sociología política. Entre
Ciencia Políticay Sociología Política existe
probablemente algo más que vasos comuni­
cantes y temáticas comunes, hasta el punto de
confundirse, no pocas veces, sus perspectivas y
el resultado de sus hallazgos. Así, por ejemplo,
los llamados “teóricos de las elites” -Gaetano
Mosca, Vilfredo Pareto y Robert Michels— po­
drían aparecer, indistintamente, en una histo­
ria de los desarrollos de la Sociología Política
o de la Ciencia Política.
LA “PRESOCIOLOGÍÑ Y LA SOCIOLOGÍA
ACADÉMICA
Ninguna introducción a los estudios so­
ciales, en la Argentina, puede prescindir de
ciertos nombres de ineludible cita. Son ellos,
al menos, Esteban Echeverría, Domingo F.
Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, quienes
constituyeron -según Gino Germani- una
suerte de pensamiento “presociológico”. Nom­
bres ligados a la experiencia de los primeros
círculos relevantes de debates de ideas sociales
y políticas como fue la Asociación de la Ioven
Argentina convertida, más tarde, en la Asocia­
ción de Mayo. Desde este grupo y como repre­
sentante del movimiento romántico, Echeve­
rría lanzó su conocido Dogma, que pretendió
la “continuación de las tradiciones progresis­
tas de la Revolución de Mayo” y la regenera­
ción de la vida social que diera definitiva vuel­
ta de página a la época de la dominación
imperial hispánica. En palabras de Echeverría
“política, filosofia, religión, arte, ciencia, in­
dustria: toda labor inteligente y material debe­
rá encaminarse al imperio de la democracia”.
Asociación, progreso, fraternidad, igualdad, li­
bertad eran algunos principios que debían
sustentar a una República en clave de demo­
cracia y libertad. Sarmiento -para algtmos el
primer sociólogo argentino—, en su Facundo,
abrió inagotables surcos de reflexión sobre la
vida social, las costumbres y los comporta­
mientos de una dicotomía magistralmente re­
sumida en un dilema: civilización o barbarie.
En su prosa profunda, la geografia demarcaba
LAS CIENCIAS SOCIALES
la organización política y delineaba caracteres
y humanidades, allí el campo y la ciudad y sus
resultados políticos y sociales. Bajo su pluma
aparecieron una serie de personajes que eran
una muestra quizás inacabada de un rosario
de caracteres que pretendían ser objetivados:
el rastreador, el baqueano, el gaucho malo, el
cantor, el compadrito, el juez desalmado, etc.
Y, por cierto, el caudillo. La profusa literatura
social, jurídica y política de Alberdi dejó su
mejor impronta en un texto clásico de la Re­
pública: sus Bases y puntos de partida. Si, se­
gún algunos, Sarmiento fue un sociólogo
avant la lettre, no sería aventurado sostener
que Alberdi fue una suerte de “politólogo” de
su tiempo. Diseñó instituciones a conciencia
plena de que lo suyo excedía sobradamente la
mera yuxtaposición jurídica de un ejercicio
rutinario de derecho comparado. Propuso una
constitución como programa económico, ha­
bló de “transiciones”, puso en justo equilibrio
las posibilidades de la trama legal en conso­
nancia con la materia social existente y los re­
cursos disponibles. Especial consideración
merece su metodología institucional, que bajo
el recurso instrumental de las transacciones y
las transiciones apostaba por una república
posible (la verdadera vendría luego), un fede­
ralismo-unítario (para equilibrar las dos tra­
diciones antagónicas) y un rey con nombre de
presidente (entre el Monarca del Ancien Régi­
me y el presidente democrático que se poster­
gaba). Instituciones que consideraba apropia­
das para una sociedad todavía inadecuada
para manejarse dentro de los parámetros del
self-government. El diseño institucional tenía
como materia prima una sociedad en forma­
ción y, paradójicamente en lo que hacía a su
inspiración liberal, daba al gobierno mayor
fortaleza para compensar las debilidades de
l Alfredo Poviña.
una gelatinosa e inarticulada población, aleja­
da, todavía, de la más compleja trama civil que
daría forma a la ciudadanía.
La reflexión social y política del siglo XIX
representada, entre otros, por los autores clá­
sicos aludidos, con el tiempo, consolidará sus
ideas, contenidos y nuevos espacios institucio­
nales. Fue así que la Sociología académica
—como señala Iuan C. Agulla- se va introdu­
ciendo con los inicios del siglo XX y se va a
instalar en las cátedras de algtmas universida­
des del país, en las facultades de derecho o fi­
losofía. La primera cátedra de Sociología se
crea en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires en 1898, y se de­
signa interinamente al profesor Antonio
Dellepiane, quien dicta su primero y único
curso en 1899. En 1904, Ernesto Quesada es
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
designado profesor titular de Sociología y dic­
ta su primer curso en 1905. Dos años más tar­
de, en la Facultad de Derecho y Ciencias So­
ciales de la Universidad de Córdoba, se crea la
primera cátedra de Sociología y es designado
el profesor Isidoro Ruiz Moreno, al año si­
guiente es nombrado como profesor titular
Enrique Martínez Paz. La primera cátedra de
Sociología en la Facultad de Derecho y Cien­
cias Sociales de la Universidad de Buenos Ai­
res se crea en 1908 y su titular fue Iuan Agus­
tín García, quien también se hace cargo de la
cátedra que se crea, en 1912, en la Facultad de
Filosofia y Humanidades de la Universidad
Nacional de La Plata. En los años posteriores
se abrirían otras cátedras de sociología en dis­
tintas facultades y universidades del país. Y en
1940, Ricardo Levene creaba el primer Institu­
to de Sociología en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires. Dos
años después aparecía su primera publicación:
el “Boletín de Sociología”. Levene —profesor ti­
tular de Sociología, desde 1922, en la Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad de Bue­
nos Aires- aportaba también estudios relati­
vos a la disciplina, entre otros, Notas sobre la
Escuela sociológica de Durkheim (1929) y su
Historia de las ideas sociales argentinas (1947).
Este profesor de Sociología es —siguiendo
el análisis de Iuan Carlos Agulla- una suerte de
“intelectual” formado en otra disciplina, que
ejerce su profesión liberal y en forma comple­
mentaria dicta su cátedra. Esta sociología re­
cepta la obra de los autores europeos y va a
considerar sus contenidos como“leyes socioló­
gicas" que se aplican automáticamente a la re­
gión y al país. Así aparecen en las primeras dé­
cadas textos de introducción a la Sociología o
Principios de Sociología, que intentan sistema­
tizar los autores relevantes de la disciplina en la
Europa del siglo XIX y de la historia, la psico­
logía y la filosofía de la cultura, como también
las nuevas ideas que se iban produciendo. En­
tre estos pensadores cabe citar, por ejemplo, a
Comte, Spencer, Durkheirn, Weber, Sirnmel,
Tarde, Toennies, Sombart y, también, las refe­
rencias a Le Bon, Spengler, Dilthey, Bergson,
Scheler, Ortega y Gasset, etc. Como represen­
tantes de esta sociología cabe mencionar, entre
otros, los siguientes autores y algunos de sus
textos: Enrique Martínez Paz, Elementos de So­
ciología (1911); Raúl. A. Orgaz, Estudios de So­
ciología (1915), Principios de Sociología (1933);
A. Poviña, Notas de Sociología (1935); Historia
de la Sociología Latinoamericana (1941); Curso
de Sociología (1950), etc. Autores como Orgaz
y Poviña, especialmente, tuvieron una muy ex­
tensa producción académica y una actuación
institucional destacada. Por cierto a la lista po­
drían agregarse muchos otros autores relevan­
tes como Emesto Quesada, quien publica, en­
tre otros trabajos, La Sociología: carácter
científico de su enseñanza (1905); Las doctrinas
presociológicas (1905); H. Spencer y sus doctri­
nas sociológicas (1907); A. Comte y sus doctri­
nas sociológicas (1910); La evolución social de la
República Argentina (191 l); La Sociología rela­
tivista spengleriana (1921), etcétera.
Más allá de esta sociología enciclopédica y
receptora de las ideas irnperantes en los países
más desarrolladosexistieron estudios de carác­
ter más empírico que pretendieron describir y
analizar socialmente al país. A comienzos del
siglo XX se realizaba un estudio sobre las clases
obreras y la situación social, que constituía un
verdadero estudio sociológico en busca del da­
to empírico. Bajo la segtmda presidencia de Iu­
lio A. Roca, el entonces ministro del Interior
Joaquín V. González encargaba a Iuan Bialet
Massé el referido estudio. En el informe de Bia­
LAS CIENCIAS SOCIALES
let Massé, El estado de las clases obreras argenti­
nas a principios de siglo (1904), se analizaba la
situación de los obreros en distintas provin­
cias, los indígenas, la inmigración, el trabajo de
la mujer y los niños, entre otros temas. Un no­
table trabajo de historia social fue el de Juan
Agustín García, La Ciudad Indiana: Buenos Ai­
res desde 1600 hasta mediados del siglo XVII
(1900), donde se estudiaban las campañas; la
vida familiar, comercial y administrativa de la
ciudad; la Iglesia; etc. El lector menos atento
descubriría en algunas conclusiones de García
una radiografía demasiado semejante a la Ar­
gentina de finales del siglo XX. Poco tiempo
antes, García había publicado otra importante
obra, su Introducción al estudio de las Ciencias
Sociales (1899). Décadas más tarde, Alejandro
Bunge, en Una Nueva Argentina (1940), elabo­
raba un trabajo de pretensión científica donde
abordaba distintos aspectos de la Argentina so­
cial: la cuestión racial, la natalidad y la morta­
lidad, la política poblacional, el desequilibrio
económico del “país abanico", el problema so­
cial de la tierra y de la vivienda, las nuevas for­
mas sociales, la educación, etc. Convivieron,
así, la sociología de “cátedra” y sus leyes socio­
lógicas pretendidamente universales, estudios
sociales que indagaban realidades nacionales y
un ensayismo del cual se escribirá más adelan­
te. Mientras tanto, estaba gerrninando una so­
ciología distinta.
LA SOCIOLOGÍA CIENTÍFICA
Germani distinguía distintas etapas por las
cuales había transitado la Sociología. La prirne­
ra era la positivista, luego le continuó la irracio­
nalista antipositivista y, por último, la de su
propio tiempo, caracterizada por la incorpora­
ción de “las orientaciones teóricas y metodoló­
gicas contemporáneas”. Hacia los años ciri­
cuenta comienza, entonces, otra experiencia: la
llamada Sociología científica. En realidad, el
corte entre distintas etapas, estilos y momentos
de la sociología no fue tan abrupto. Tampoco
debe entenderse que lo producido antes no fue­
ra científico sino que la producción de conoci­
miento se sometía a reglas y métodos propios
de los estudios de cada época. Así fue que, en­
tonces, esta nueva etapa se caracterizó por un
estilo y contenido distinto a la anterior. Se crea­
ron en las universidades institutos o departa­
mentos de Sociología —o centros de investiga­
ciones sociológicas—, se receptaron las teorías
empírico-sistemáticas -principalmente de los
Estados Unidos- y se desarrolló el perfil del so­
ciólogo investigador. La Sociología aquí no só­
lo intentaba describir la realidad sino también
explicarla recurriendo a un bagaje teórico más
sistematízado y a metodologías que ponían en
el centro la obtención de datos a través de dis­
tintos instrumentos. De acuerdo con Germani,
el paso de la sociología tradicional a la sociolo­
gía modema fue el paso de los estudios filosó­
ficos a la investigación empírica. Pero esta so­
ciología moderna no era totalmente “aséptica”,
pues distinguía entre una derecha y una iz­
quierda representadas, principalmente, por las
llamadas “sociología norteamericana" y “socio­
logía marxista”.
Algunos organismos internacionales vin­
culados con el tema del desarrollo favorecen es­
ta tendenda de cientificidad y aquí cabe citar el
importante papel de la CEPAL y la actuación
central que en ella tuvo Raúl Prebisch. Así, la
sociología de la modernización y la teoría del
desarrollo ocuparon un espacio singular en la
literatura de la región. La tarea de los sociólo­
gos se centró en los aspectos sociales del desa­
LA DIMENSION CIENTIFICA Y CULTURAL
rrollo en los procesos de planificación que se
diseñaban en América latina. Era el momento
del auge de las teorías de la modernización que
oponían como polos en una suerte de dicoto­
mía a la sociedad tradicional versus la sociedad
modema. Desde esta teoría se aislaban los fac­
tores de resistencia al cambio vinculados al
modelo de sociedad tradicional y los elementos
que estimulaban y favorecían el paso hacia la
sociedad modema. El punto de llegada por
cierto estaba dado segím los patrones de las so­
ciedades más avanzadas, pudiendo establecerse
como una serie de etapas en el desarrollo y se­
gún un proceso de tipo lineal. la sociología del
desarrollo en América latina contó con gran
cantidad de estudios y especialistas de actua­
ción regional, por ejemplo, José Medina Echa­
varría -tarnbién funcionario de la CEPAL-,
quien publicó, entre otras obras, Consideracio­
nes sociológicas sobre el desarrollo económico
(1964). Los debates y discusiones se llevaron a
cabo en seminarios y congresos donde también
aparecían las perspectivas de la llamada “teoría
de la dependencia”, que agregaba una mirada
diferente al problema del subdesarrollo lati­
noamericano. Así, en un seminario organizado
por el Centro Latinoamericano de Investiga­
ciones en Ciencias Sociales —UNESCO— sobre
sociología del desarrollo, realizado en Río de
Janeiro en 1968, Fernando Henrique Cardozo y
Enzo Faletto expusieron sus teorías acerca del
desarrollo y la dependencia en América latina.
En el mismo seminario presentaban ponencias
investigadores de distintos países latinoarneri­
canos y europeos, entre otros, Manuel Mora y
Araujo, Oscar Cornblit, Gomucio Granier, Bo­
livar Lamounier, José Luis Reyna, Peter Heintz,
Torcuato Di Tella, etcétera.
Los resultados de esta sociología fueron
muy positivos más allá del acierto o desacier­
tos de las teorías en boga. La sociología adqui­
rió estatus científico y la tarea del sociólogo se
profesionalizó. Por otra parte, la sociología
académica continuó su estilo y contenido en
las cátedras de las facultades de derecho, prin­
cipalmente. En forma lateral, otro tipo de so­
ciología también aportaba lo suyo a través del
género del ensayo.
FIGURA Y APORTES DE GINo GERMANI
Germani había nacido en Roma en l9ll y
emigrado de la Italia fascista en 1934 a la Ar­
gentina. Fue el representante más significativo
de la institucionalización de la sociología cien­
tífica en el país. Estudió en la Facultad de Filo­
sofia y Letras de la Universidad de Buenos Ai­
res y en 1957 fundó la primera carrera de
Sociología en tal universidad, fue director del
Instituto de Sociología y organizó el Depar­
tamento de Sociología. En 1966 emigró a los
Estados Unidos y ejerció la docencia, durante
diez años, en la Universidad de Harvard y, fi­
nalmente, transcurrió sus últimos años de
existencia en Italia. La obra de Germani fue
notable, tanto en lo referido a la instituciona­
lización científica de la Sociología como en sus
aportes a la disciplina, que trascendieron el te­
rritorio argentino.
Entre los estudios de Germani se destaca
su Estructura social de Ia Argentina (1955),
donde realiza un análisis empírico sobre la so­
ciedad argentina utilizando la rigurosidad de
la metodología científica. Otra obra relevante
fue Política y sociedad en épocas de transición
(1962), en la cual se opone la sociedad tradi­
cional versus la sociedad moderna. Germani
se interna en el análisis de la estructura social
y el cambio desde la concepción de la unidad
LAS CIENCIAS SOCIALES
l Gino Gennani.
del mundo sociocultural que distingue las es­
feras y niveles de la personalidad, la sociedad y
la cultura, siguiendo aquí la impronta dejada
por Talcott Parsons. Los conceptos de integra­
ción y anomia jugarán un papel importante
para describir los efectos de la dinámica del
cambio estructural.El proceso de cambio es
visto por Germani como una transición desde
los atributos de la sociedad tradicional —está­
tica e integrada- a una sociedad urbana, alta­
mente diferenciada, con un elevado grado de
movilidad social vertical y horizontal, con de­
sajustes y un relativo grado de anomia. En Po­
lítica y sociedad Germani realiza, entre otros
desarrollos, un útil análisis en torno de las
transiciones. Su modelo de las seis etapas en la
transición en América latina sirve aún para
encuadrar el desarrollo político y social de los
países de la región. También trata la proble­
mática de la transición específicamente en la
Argentina recorriendo el papel de la inmigra­
ción masiva y la modernización del país. Su
análisis de la transición política, en la Argenti­
na, presta atención al pasaje desde el fin de la
democracia limitada hasta la participación
política de las clases medias y, luego, de las
masas obreras. Especial interés resulta de sus
enfoques sobre el peronismo, reubicándolo
como un régimen “nacional-popular”. Sus
perspectivas sobre la movilización social, las
masas obreras y el peronismo alirnentaron fe­
cundos debates entre investigadores naciona­
les y extranjeros, aún hoy abiertos.
Como es sabido, Germani le dio vida a una
etapa singular del Instituto de Sociología. Ha­
cia 1958, en este centro se desarrollaban los
siguientes temas de investigación: “Efectos so­
ciales de la urbanización y la industrializa­
ción”; “Estratificación y movilidad social en
Buenos Aires”; “Estratificación social en la Ar­
gentina”; “Actitudes de las madres de diferen­
tes clases sociales hacia la educación temprana
de los niños”; “Causas de abandono del estu­
diante de la universidad”.
LA PRODUCCION SOCIOLOGICA
Y sus AUTORES
Otros investigadores se van sumando a la
tarea de Germani de ir engrosando los estu­
dios sociológicos en la Argentina, a través de
un recorrido intelectual bastante similar: la
formación de grado en una disciplina y el pos­
grado en Sociología -o Ciencias Sociales- en
universidades del exterior. Torcuato Di Tella
-ingeniero- realizó una Maestría en Sociolo­
gía en la Universidad de Columbia y estudios 19
20
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
de doctorado en la London School of Econo­
mics and Political Science. En 1958, ya en la
Argentina, se incorporó al Departamento de
Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras
y comenzó a colaborar con Germani y otros
jóvenes investigadores. En el mismo año par­
ticipó en la Fundación del Instituto Di Tella
que inauguró el Centro de Sociología Compa­
rada, dirigido por Germani. Di Tella, entre
muchos otros trabajos, publica El sistema polí­
tico argentino y la clase obrera (1964), donde
plantea una actitud de cooperación con el pe­
ronismo de las fuerzas progresistas. Ofrece
una perspectiva muy comprensiva de los mo­
vimientos nacional-populares interpretando
que implican una suerte de representación pe­
culiar en los países latinoamericanos. Di Tella
desarrolla sus análisis sociales y políticos des­
de una mirada comparativa con el resto de los
países latinoamericanos, situación poco fre­
cuente en el desarrollo de las Ciencias Sociales
en la Argentina.
José Luis de Imaz, licenciado en Ciencias
Políticas por la Universidad del Litoral y doc­
tor en Derecho y Ciencias Sociales por la Uni­
versidad de Buenos Aires, realizó su forma­
ción sociológica en el Departamento de
Sociología dirigido por Germani. A partir de
1959 fue miembro del CONICET y desde los
años sesenta tuvo como sede de trabajo la
Universidad Católica Argentina. Imaz realizó
investigaciones sobre sociología política, so­
ciología de la cultura, teoría sociológica y te­
mas como el análisis de la estructura social o
la familia. Un aspecto importante —que em­
palma con el estatus científico de la socio­
logía— es su persistencia en la necesidad de
recurrir y buscar los “datos” como material
empírico de sus investigaciones. Un trabajo de
cita ineludible es Los que mandan (1964), es­
tudio que incursiona en la teoría de las elites y
que analiza -de un modo no realizado hasta
entonces- quiénes fueron los que gobernaron
la Argentina. Así recorre las carreras políticas y
la formación de los presidentes, los gabinetes,
los factores de poder —por ejemplo, la Iglesia y
las Fuerzas Armadas- y da, como otros soció­
logos, su propia perspectiva sobre el futuro de
la clase política y dirigente del país.
Juan Carlos Agulla, abogado por la Uni­
versidad de Buenos Aires, se formó en las uni­
versidades de Munich y de Madrid, donde ob­
tuvo sus doctorados. De vuelta a la Argentina
trabajó en la Universidad de Córdoba y, luego
de 1976, continuó su labor de investigación en
Buenos Aires. Agulla tuvo una extensa pro­
ducción que abarca la sociología de la educa­
ción, la teoría sociológica, la sociología políti­
ca, y temáticas diversas, desde análisis sobre la
estructura social hasta el desarrollo de teorías
sobre las regiones y las generaciones. Especial­
mente útiles y dignos de mención son sus es­
tudios acerca del desarrollo de la sociología en
la Argentina y la evolución de las ideas y las
ideologías políticas y sociales en el país. Sobre
teoría de las elites publicó Eclipse de una aris­
tocracia (1968), que constituyó un análisis de
la elite o clase alta de la sociedad de Córdoba.
A sus trabajos sobre educación y, fundamen­
talmente, su aporte a la sistematización de la
tradición y la teoría sociológica de los autores
clásicos sumó estudios sobre el desarrollo de
la disciplina en el país, que constituyen una
fuente ineludible para entender las distintas
etapas de la sociología en la Argentina. Asi­
mismo, Agulla realizó contribuciones útiles y
valiosas para comprender las variables socio­
lógicas aplicadas a la Argentina en las temáti­
cas de regiones y población, estratificación
social, elites e ideologías.
LAS CIENCIAS SOCIALES
Iosé Enrique Miguens, abogado y doctor
en Derecho y Ciencias Sociales de la Universi­
dad de Buenos Aires y con estudios de posgra­
do en sociología en la Universidad de Har­
vard, fue el fundador del Departamento de
Sociología de la Universidad Católica Argenti­
na. Miguens publicó numerosos trabajos en
variadas temáticas en sociología y política, en­
tre otros, La otra versión: mitos, magza e ilusión
revolucionaria (1978) donde se analizaba la
irracionalidad, la magia y el simbolismo en la
vida política y Los neofascismos en la Argentina
( 1983), texto que realizaba un recorrido críti­
co acerca de distintas ideologías, creencias y
prácticas políticas.
Francis Korn se formó en el Departamen­
to de Sociología de la Universidad de Buenos
Aires, entre 1958 y 1961, bajo la dirección de
Germani y luego realizó su doctorado en la
Universidad de Ofiord. Realizó importantes
contribuciones en el campo de la metodología
y epistemología de las ciencias sociales, en la
crítica al estructuralismo de Lévi-Strauss y en
la historia social de la ciudad de Buenos Aires,
entre 1895 y 1930. Así, cabe citar entre sus
obras, Elementary Structures Reconsidered:
Levi-Strauss on Kinship (1973) publicado en
Londres y California y Buenos Aires: los hués­
pedes del 20 (1974); y, como compiladora,
Ciencias Sociales: Palabras y conjeturas (1978).
Francisco Delich, abogado y doctor en Dere­
cho y Ciencias Sociales por la Universidad Na­
cional de Córdoba, realizó estudios en socio­
logia en la Escuela de Altos Estudios, París. En
la Argentina fue secretario ejecutivo de
CLACSO —centro que se tratará más adelan­
te-, fundador y director de la revista Crítica y
Utopía y publicó Crisis y protesta social (1972)
y Crítica y autocrítica de la razón extraviado
(1977).
En realidad, antes, durante y después de
Germani se fue desarrollando una produc­
ción sociológica considerable. Una lista de
autores y temas encontraría, entre otros y a
mero efecto ilustrativo, a Jacinto Oddone y su
análisis sobre La burguesía terrateniente ar­
gentina (1930); a Sergio Bagú y su Evoluciónhistórica de la estratificación social en la Argen­
tina (1969); a Norberto Rodríguez Bustamen­
te y sus estudios sobre G. Simmel, I. S. Mill, y
La sociología en la realidad latinoamericana; el
caso de Argentina (1979); a Francisco Suárez y
sus trabajos La formación profesional en con­
textos transicionales (1967); La política cientí­
fica (1971); Los economistas argentinos (1972);
La organización técnica (1978), a Iuan Marsal
y su Cambio social en América latina (1967) y
una serie de investigaciones sobre intelectua­
les y ensayistas en la Argentina y América la­
tina. Desde el pensamiento de izquierda, Iosé
Aricó fue un estudioso de las ideas de Anto­
nio Gramsci y de otros autores del marxismo
heterodoxo. Sus publicaciones aparecieron en
la revista Pasado y Presente y, en los ochenta
en La Ciudad Futura, cabe destacar sus libros
Mariátegui y los orígenes del marxismo lati­
noamericano (1979) y Marx y América latina
(1980).
Los trabajos y temáticas desarrollados por
los sociólogos aparecieron, muchas veces, en
volúmenes colectivos que aunaban perspecti­
vas de historia, economía y política. Por
ejemplo, en una compilación de Torcuato Di
Tella y Tulio Halperín Donghi, Los fragmentos
del poder (1968), Oscar Cornblít y Francis
Korn analiza respectivamente la inmigración
y el empresariado, y la asimilación de los in­
migrantes.
En cuanto a la sociología política cabría
mencionar, además y entre otros trabajos, los 21
22
LA DIMENSION CIENTIFICA Y CULTURAL
producidos hacia mediados y fines de los se­
senta por José Nun, en torno de la crisis de he­
gemonía y el golpismo militar; el de Miguel
Murmis y Iuan Carlos Portantiero, Estudios
sobre los orígenes del peronismo (1971), investi­
gación que enriqueció las perspectivas y los
debates en torno del fenómeno del peronismo
y, también en relación con este movimiento
político, las investigaciones de Ricardo Sidica­
ro sobre peronismo y clase obrera.
Junto a la producción teórica de las líneas
mencionadas se desarrollaron algunas áreas de
sociología aplicada en relación con sectores
específicos de la sociedad. Así, por ejemplo, en
sociología militar Benjamín Rattembach pu­
blica Sociología militar. Contribución a su estu­
dio (1958), I. Ochoa de Eguileor y Virgilio Bel­
trán, Las Fuerzas Armadas hablan (1968). En el
campo de la Sociología del Derecho, también
se van acumulando trabajos como los de Al­
fredo Ves Losada, El derecho como experiencia
(1961); Victor Irurzun, Un ensayo sobre la con­
ducta desviada (1964) y Sociedad y Derecho
(1966). Pedro David —desde la sociología cri­
minal—, Marcelo Aftalión y Felipe Fucito son
otros autores que producen obras en el terre­
no de la sociología del derecho. Los trabajos
de estos autores tuvieron amplia repercusión
en la materia “Sociología” de los programas de
abogacía de las distintas universidades.
En cuanto a la metodología de la investi­
gación en Ciencias Sociales, a partir de los
años sesenta realizan importantes contribu­
ciones, entre otros sociólogos, Francis Korn,
Manuel Mora y Araujo, Catalina Wainerman,
etc. Gregorio Klirnovsky también tuvo una in­
tensa actividad e influencia desplegadas en
congresos, seminarios y jornadas. IGimovsky,
si bien fue un entusiasta analista de las visio­
nes introducidas por el psicoanálisis y las in­
vestigaciones en psicología cognitiva, mantu­
vo una insistente prédica y defensa de los as­
pectos lógico-normativos en el campo de la
metodología en las Ciencias Sociales. Otra te­
mática abordada por los sociólogos fue la del
sindicalismo, el movimiento obrero y el mun­
do del trabajo. Iuan Carlos Torre produjo in­
vestigaciones significativas -por ejemplo, Los
sindicatos en el gobierno (l983)— en relación
con la democracia sindical en la Argentina, el
poder sindical, el movimiento obrero y el pe­
ronismo. Rubén Zorrilla analizó la estructura,
la dinámica y el liderazgo sindical argentino.
Irene Vasilachis de Gialdino focalizó sus in­
vestigaciones en el área del derecho y la socio­
logía del trabajo. Otros sociólogos investiga­
ron sobre distintas áreas, por ejemplo y a sólo
efecto ilustrativo, Florial Forni, sociología ru­
ral; Juan I. Llovet, sociología de la salud; Cata­
lina Wainerman y Ana M. García de Fanelli,
sociología de la mujer.
La producción sociológica y la tarea de los
sociólogos se llevó a cabo en distintas universi­
dades, instituciones y centros de investigación.
Más adelante se mencionarán algtmos de estos
centros donde se desarrolló la investigación en
Ciencias Sociales, especialmente en los campos
de la Sociología y de la Ciencia Política.
EL ENSAYO SOCIOLÓGICO
o LA “PARAsocIoLoGIA”
El ensayista ha sido visto como una suerte
de “intelectual”, aunque bajo este término se
incluye tanto a los profesores universitarios,
cuanto a periodistas, artistas e ideólogos. En
relación con el intelectual —como apunta Juan
Marsal- han existido distintas posiciones.
Desde el marxismo se los ha vinculado, no po­
LAS CIENCIAS SOCIALES
cas veces, como apéndices de la oligarquía o la
burguesía y desde posiciones nacionalistas co­
mo “intelligentzia” liberal o marxista ajena a
las posiciones nacionales. Otra tendencia ha
señalado que los intelectuales están más allá
de las cuestiones clasistas y de poder y repre­
sentan la verdadera conciencia de una socie­
dad. Lo cierto es que, desde el estilo literario
del ensayo, algunos autores trataron cuestio­
nes relativas a la sociología sin pretender ha­
cerlo en forma científica -o recurriendo al
“método científico”-, pero sí intentando ex­
plicar la realidad política y social. Así se des­
cribían e interpretaban comportamientos so­
ciales desde una perspectiva sociológica -o
social- que se combinaba con enfoques, según
los casos, históricos, psicológicos y políticos.
Estos ensayos tuvieron, no pocas veces, gran
difusión entre el público no especializado y
cumplieron distintas funciones, desde apoyar
la actitud y el comportamiento político hasta
pretender explicar las raíces sociales de la rea­
lidad del país.
Precediendo o conviviendo con la “socio­
logía académica” y antes en el tiempo de la
instauración de la “científica”, desde una suer­
te de parasociología positivista cabría citar,
entre otros, a Iosé María Ramos Mejía, Las
multitudes argentinas (1899), Agustín Álvarez,
South America y a Carlos Octavio Bunge,
Nuestra América (1918). Ramos Mejía incur­
sionaba en la psicología social, siguiendo las
observaciones de Le Bon, como lo haría más
tarde el propio Freud. Álvarez exploraba el pa­
sado y la influencia de las razas para explicar
las causas de la política criolla, desde un opti­
mismo propio del positivismo de principios
de siglo. A la lista podrían agregarse también
los trabajos de José Ingenieros, por ejemplo su
Sociología argentina ( 1908).
En los años treinta aparecieron ensayos y
obras que configuraron auténticas aventuras
ontológicas sobre el habitante nacional. Existía
una suerte de necesidad de definir los produc­
tos de la vida social de las últimas décadas, sus
perfiles externos e interioridades. En 1930
Raúl Scalabrini Ortiz publicaba El hombre que
está solo y espera, un intento de construcción
arquetípica que daba soplo de vida al “Hombre
de Corrientes y Esmeralda”. Un poco más tar­
de, Ezequiel Martínez Estrada daba luz una
memorable y siempre vigente obra, su Radio­
grafia de la Pampa (1933). Martínez Estrada
repasaba viejos personajes y agregaba el listado
de nuevos caracteres. Desfilaban, entre otros, el
compadre, el gaucho, el caudillo, el guarango,
etc. Y, también, el político, cuyo papel era ha­
blar del porvenir con la seguridad de un profe­
ta, transmitiendo fe, empleando frases abstrac­
tas, pero sin arriesgar nada en el fondo. El
párrafo final de su Radiografía constituye una
vuelta de tuerca —¿final?- al fértil planteo de
Sarmiento y desde una suerte de temprana
aplicación de la fórmula psicoanalítica: recu­
perar lo que está en la región dela penumbra y
aún perturba. Señala en su Radíografia. ..: “Lo
que Sarmiento no vio es que civilización y bar­
barie eran una misma cosa, como fuerzas cen­
trífugas y centrípetas de un sistema en equili­
brio". Como tantos otros, también acometió la
atrapante tarea de sumergirse en la “cuestión
Buenos Aires” y produjo la obra La cabeza de
Goliat (1940 ). Martínez Estrada fue un autor
singular que combinó la profundidad del pen­
samiento con la estética de la palabra. El perfil
del intelectual y el del artista se unieron en una
extraña alquimia que fue no pocas veces in­
comprendida y que, lejos de resultar contra­
dictoria, dio resultados notables para la inago­
table tarea de repensar la Argentina.
23
24
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
l Ezequiel Martínez Estrada.
Desde la “sociología del estaño” —como
acostumbraba decir—, Arturo Iauretche, en su
obra EI medio pelo, trataba con humor, polémi­
ca y mordacidad las perspectivas entrecruzadas
de política, sociedad y cultura. El autor analiza­
ba las clases sociales y sus responsabilidades
históricas, en los distintos períodos de la Ar­
gentina. Reivindicando el “pensamiento nacio­
nal” criticaba la “miopía” de los "profetas del li­
brecambio", los fracasos de la generación del
ochenta, la incomprensión ante los movimien­
tos nacionales y populares, el desarraigo de la
clase alta y las paradojas de una burguesía que
no acertaba en convertirse en “nacional”. Todo
ello matizado con notables descripciones y pin­
turas sociales, que enfatizaban escisiones fun­
damentales y grupos que no encajaban ni cua­
jaban en la estática lectura que había realizado
una “intelligentzia” que se reproducía con dis­
tintos nombres a través de las generaciones. Allí
estaban, dinámicamente, la inmigración no de­
seada, las clases medias en formación —y su
posterior pauperización-, el cabecita negra, el
obreraje, y los “mixtos” resultantes.
Desde la izquierda, se lanzaba también
una crítica que apuntaba a ciertos sectores so­
ciales en vinculación a una concepción de
identidad nacional. En 1963, Iuan José Her­
nández Arregui intentaba definir ¿Qué es el
ser nacional? Y así desgranaba los factores que
conformaban la “conciencia histórica de Ibe­
roamérica” y en su definición se incluía la his­
toria, las tradiciones, la lucha de ciertas clases
del pueblo contra el imperialismo. Caminos
paralelos recorrieron, desde la historia y la mi­
litancia, otros ensayistas como Iorge Abelardo
Ramos y Rodolfo Puiggrós.
Otro ensayista singular fue Iuan Iosé Sebre­
li. Polémico y desde posiciones de una izquier­
da heterodoxa que recurría a Hegel, Marx y la
escuela de Frankfurt supo suscitar el interés del
gran público. Análisis sociológicos sobre la vida
cotidiana fueron los ejes de sus trabajos, entre
otros, Buenos Aires: vida cotidiana y alineación
(1964) y Mar del Plata: el ocio represivo (1970);
Fútbol y masa (1981). En relación con la políti­
ca su obra Los deseos imaginarios del peronismo
(1983) incursionó en el complejo tema sobre la
naturaleza del régimen peronista, al cual en al­
gún momento había apoyado para desmarcar­
se luego, como lo hizo también de distintas ex­
presiones de la izquierda.
EL CONTEXTO SOCIAL Y ms CIENCIAS
SOCIALES
Toda tarea intelectual se enmarca dentro
de un campo general de ideas propias de la
época y de contextos que son reflejo o contra­
LAS CIENCIAS SOCIALES
punto de sucesos políticos y sociales. Así, el
tránsito de las Ciencias Sociales convivió con
épocas de progreso y prosperidad y, también,
con períodos de rupturas sociales y convulsio­
nes institucionales
Este contexto social debe tenerse en cuen­
ta pues condicionó o influyó en la estructura y
la dinámica de las Ciencias Sociales sea en
cuanto al auge o declinación de determinados
espacios institucionales, los temas de investi­
gación, las carreras académicas y el modo de
ejercer la tarea científica. Pero aquí no se brin­
da una mera historia de contextos sino una re­
construcción de los rastros concretos de los
diferentes trazos y registros de un camino que
no fue lineal y que tuvo distintas expresiones.
En el pensamiento político, por ejemplo,
liberalismo y nacionalismo libraron batallas
que produjeron escisiones en un terreno que
se complejizó con las distinciones -muchas
veces difusas- entre derecha e izquierda, don­
de se fueron acoplando, además, las vertientes
socialistas, populistas -de uno y otro signo— y
marxistas. En el campo académico es conoci­
da la disputa entre positivismo y antipositivis­
mo; conviene, entonces, detenerse mínima­
mente en el contexto existente en el momento
de la emergencia de la Sociología científica.
Hacia 1957 —como señala Sidicaro- y a dos
años del fin de la era peronista existe en la Ar­
gentina un clima proclive al advenimiento del
conocimiento social como producción de una
actividad científica. Es una época de auge de la
sociología norteamericana y de apogeo del es­
tructural-funcionalismo. La sociología que se
instaura bajo el liderazgo de Germani —como
se ha señalado- pretende diferenciar su tarea
del papel del intelectual o el ideólogo y tratar
los problemas sociales bajo el prisma del mé­
todo científico y de las teorías más desarrolla­
das. Esta posición, si bien contó con el bene­
plácito de una sociedad política y civil que pa­
recía confiar en el progreso que vendría de la
mano del saber científico, también desconfia­
ba de la tarea poco conocida —y un tanto sos­
pechosa- de los investigadores sociales
En los sesenta, el clima de ideas generales y
los propios hechos que acontecían en la
Argentina provocaron que esta línea de inves­
tigación perdiera el prestigio que había obte­
nido en sus primeros años. Desde la interpela­
ción del marxismo o las visiones populistas se
reclamaba un compromiso al cientista social
que poco se compadecía con las investigacio­
nes puntuales de determinadas problemáticas
sociales. El papel incrementado del pensa­
miento marxista en los claustros, los reflejos
de la Revolución Cubana, el conflicto latente
que implica la “cuestión peronista” y los avata­
res que sufría el cada vez más debilitado go­
bierno de Arturo Frondizi iniciarían un viraje
hacia posiciones más “comprometidas”. Era
una época en que las Ciencias Sociales, en
América latina -y en casi todo el mundo- en­
tendían que su papel era la transformación
más o menos radical de las estructuras políti­
cas y sociales. Fue así que ciencia y política pa­
recieron confundirse y con el advenimiento
del régimen militar la convergencia se profun­
dizó. La tarea de no pocos cientistas sociales se
politizó y gran parte de la producción acadé­
mica se ideologizó. Las Ciencias Sociales se ti­
ñeron de perspectivas que intentaron enfocar
el “gran problema”, quitando atención a temá­
ticas más puntuales y específicas de investiga­
ción. A veces, los trabajos constituyeron ver­
siones aguadas o empobrecidas de la teoría de
la dependencia y otras mero proselitismo en
clave de lo que fue llamado —más allá de arn­
bigüedades e imprecisiones- populismo. 25
26
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
La retirada del gobiemo militar y el adve­
nimiento del peronismo, en 1973, no habían
calmado las aguas. La turbulenta experiencia
del peronismo culminó con una nueva ruptu­
ra institucional y con la instauración del régi­
men militar denominado “Proceso de Reorga­
nización Nacional”. En los dos períodos de
gobierno militar el contexto político y el clima
social tampoco fue favorable para un trabajo
fecundo en las disciplinas sociales. Pérdida de
puestos académicos, exilio, cuando no perse­
cuciones fueron las consecuencias que sufrió
parte de la comunidad académica del país. Se­
rá sólo en el marco del nuevo contexto demo­
crático donde aparecerán las condiciones de
mayor tolerancia y pluralismo necesarias para
la libertad en que debe desenvolverse toda ac­
tividad de investigación.
Más allá de los diferentes contextos, la pro­
ducciónacadémica ha tenido también cierta
autonomía y no todo lo realizado ha obedeci­
do puntualmente a los vaivenes de los avatares
políticos. Lo señalado respecto de los contextos
sociales fue también marco y telón de fondo
del desarrollo de una nueva disciplina.
LA CIENCIA POLÍTICA COMO NUEVA
DISCIPLINA
El pensamiento político giró, al menos des­
de Aristóteles, en tomo de las preguntas acerca
del poder, aunque sus objetos de estudio espe­
cífico hayan variado con el tiempo centrándo­
se, por ejemplo, en el Estado y el orden político
en general y , más tarde, en el proceso de emer­
gencia, decadencia, sustitución y circulación de
las clases dirigentes. Pero la Ciencia Política re­
cien aparece como disciplina autónoma hacia
principios del siglo XX, en los Estados Unidos.
Antes, existían la reflexión y la filosofia política
sobre temáticas tales como la soberanía, el Es­
tado, el ordenamiento legal, el gobiemo, etc.
Los trabajos se volcaban más hacia lo filosófico
y tenían una impronta especulativa, o bien ha­
cia lo jurídico y se acentuaba el deber ser. Si
bien, como señala Pasquino, cabría diferenciar
entre la tradición anglosajona que prestaba ma­
yor atención a los procesos sociales, las prácti­
cas y costumbres del common law y la tradición
continental más volcada hacia el análisis de las
estructuras estatales y el derecho.
En 1903 se crea la Asociación Americana
de Ciencia Política en paralelo con la distin­
ción de la Ciencia Política de otras disciplinas.
Como nueva disciplina no se variaba demasia­
do en lo que habían sido los análisis previos
acerca de las estructuras estatales, la indaga­
ción sobre el buen gobierno, la reflexión sobre
los textos de la filosofia política clásica y los es­
tudios que focalizaban los mecanismos legales
y jurídicos del Estado y sus agencias. En las dé­
cadas posteriores existirá un reclamo de algu­
nos sectores para introducir nuevas perspecti­
vas metodológicas -usadas en la Historia, la
Antropología, la Sociología, la Psicología y la
Economía- al estudio de lo político, pero este
ímpetu coexistirá con el predominio de las
perspectivas clásicas. Como afirma Battle, será
recién en los años cuarenta cuando se opone a
la perspectiva filosófica y legalista, la preten­
sión de una Ciencia Política bajo el imperio de
la perspectiva lógica, empírica y explicativa.
En los años cincuenta se instala la llamada
“revolución conductista”, que pone el foco en
el estudio de los comportamientos reales de
los actores políticos y sociales. Bajo la influen­
cia de la Psicología y la Sociología importa sus
métodos de acercamiento al objeto de estudio
y recurre al arsenal de instrumentos disponi­
LAS CIENCIAS SOCIALES
bles en tales disciplinas. Se establece así una
pretensión de mayor cientificidad al elaborar­
se hipótesis que deberán sortear la prueba de
la contrastación empírica, dejando a un lado
el discurso anterior, jurídico o moralista. El
nuevo camino dejó abierta la posibilidad de
una ciencia más cuantitativa que se enrique­
ció, además, con esquemas conceptuales y
modelos teóricos con pretensión explicativa
de los problemas de la investigación científica.
El centro del análisis de la disciplina se ubica­
ba en el sistema político, según David Easton
“un sistema de interacciones, abstraídas de la
totalidad de los comportamientos sociales, a
través de las cuales los valores se asignan de
modo imperativo para una sociedad”.
No tardó en llegar la reacción, desde el la­
do de los filósofos, advirtiendo que no todos
los capítulos de la vida política y, fundamen­
talmente, los nuevos fenómenos emergentes
de una dinámica cambiante —por ejemplo, el
tema de las minorías—, podían ser tratados con
las reducidas herramientas teóricas y los co­
nocidos instrumentos metodológicos del con­
ductismo.
Hacia finales de los cincuenta, Gabriel Al­
mond y Bingham Powell criticaban los estu­
dios politológicos por su excesivo provincia­
lismo, descriptivismo y formalismo. Estos
autores, como muchos otros, ubicarán a la po­
lítica comparada en el centro de la metodolo­
gía y los contenidos de la Ciencia Política. Los
estudios comparados de los sistemas políticos
y sus subsistemas (partidos, grupos de pre­
sión, etc.), y de los procesos políticos ocupa­
rán, entonces, un lugar estelar en el avance del
conocimiento y las nuevas investigaciones.
Otra escuela comenzará a tener cada vez
mayor predicamento, en los sesenta y los seten­
ta: la teoría de la elección racional (la llamada
escuela de la rational choice o public choice). El
nuevo enfoque implicará, esta vez, la influencia
de la Economía en la Ciencia Política, a través
del uso de algtmas ideas y principios metodoló­
gicos propios del análisis económico aplicado al
tratamiento de los fenómenos políücos. El pun­
to de partida de esta escuela es el individualismo
metodológico y el supuesto de la racionalidad
individual. Los fenómenos políticos y sociales se
explican a partir de los comportamientos de los
individuos, y a éstos se los concibe como sujetos
racionales que maximizan sus acciones. En
otros términos, los individuos tienen a su dis­
posición una gama de altemativas y se supone
que elegirán aquella que les reporte mayor utili­
dad, satisfacción o beneficios. Por otra parte, la
racionalidad individual no supone una suerte
de racionalidad colectiva y, en este sentido, se
destacan las contradicciones y paradojas entre el
comportamiento individual y el de grupo. Esta
perspectiva se aleja de los lineamientos conduc­
ústas y su influencia sociológica y ha focalizado
gran parte de sus estudios en las instituciones
políticas surgiendo una suerte de “neoinstitu­
cionalismo”, disfinto de aquel que hundia sus
raíces en el análisis jurídico. Esta escuela ha re­
cibido también críticas que denotan que su su­
puesto no es tan categórico como afirman sus
cultores. Por otro lado, también se ha sustenta­
do que el “viejo institucionalismo” también tie­
ne un papel que jugar frente a los desarrollos del
“neoinstitucionalismo”.
Otro campo de la Ciencia Política empíri­
ca —de notable crecimiento hacia los ochenta­
es el análisis de las políticas públicas (public
policies). Desde este enfoque -como observa
Pasquino- se analizan los procesos de toma de
decisiones, las estructuras institucionales y su
influencia sobre tales procesos, la identifica­
ción de los participantes, la conformación de 27
28
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
coaliciones, etc. El riesgo de esta vía de análi­
sis podría ser la poca atención prestada a las
motivaciones ideológicas y a los factores es­
tructurales y, además, el más reducido poder
de generalización teórica.
A lo largo de su historia, como bien señala
Almond, la Ciencia Política ha mostrado sus
diferencias internas en, al menos, dos ejes: el
ideológico y el metodológico. En relación con
el primero, se ha distinguido entre una dere­
cha y una izquierda con sus distintos matices.
Respecto del segundo eje, ha existido un sec­
tor de metodología “blanda” y otro de meto­
dología “dura”. Un rasgo de las izquierdas -en
sus distintas versiones, sean marxistas, socia­
listas, dependentistas, de teoría crítica- ha si­
do su concepción acerca de una Ciencia Polí­
tica comprometida, donde teoría y praxis no
pueden disociarse. Entre ambos ejes, también
se observan las combinaciones posibles: por
ejemplo, una izquierda dura que recurre a la
cuantificación metodológica de sus hipótesis y
una derecha dura para la cual las metodolo­
gías matemáticas, la estadística y los diseños
experimentales representan la precondición
de la Ciencia Política, en teoría y metodología.
El panorama de la Ciencia Política, en rea­
lidad, presenta una multiplicidad de facetas,
perspectivas, escuelas y temáticas que no se
agotan en una línea que reivindique para sí, en
forma exclusiva y excluyente, el patrimonio de
la investigación científica en la disciplina.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA
La institucionalizaciónde la Ciencia Políti­
ca es aún más tardía en el tiempo que la de la
Sociología y al igual que esta última aparecen
autores, temas y espacios institucionales que
prefiguran el contorno de lo que irá definien­
dose como una disciplina diferente de la Socio­
loga, la Historia y el Derecho. En realidad, los
estudios políticos estuvieron ligados a visiones
más históricas, filosóficas y jurídicas. En este
sentido, la Ciencia Política en la Argentina re­
producía, a su manera, el recorrido que había
tenido en el mundo más desarrollado.
Fue así que la institucionalización de la
Ciencia Política se fue desarrollando a través
de un entramado de universidades -públicas y
privadas- e instituciones y centros privados.
En los años treinta —como apunta Arturo
Fernández-, la Facultad de Ciencias Económi­
cas de la Universidad del Litoral, con sede en
Rosario, creó la Carrera de Diplomacia, que
daría origen posteriormente a la de Relaciones
Internacionales. Sobre esta experiencia se
montaría la Carrera de Ciencia Política de la
Facultad de Derecho de la Universidad Nacio­
nal de Rosario, en 1968. La Universidad de
Cuyo, a principios de los cincuenta, creó la Es­
cuela de Estudios Políticos y Sociales que otor­
gó el título de Licenciado en Ciencias Políticas
y Sociales y el doctorado en las mismas mate­
rias. En los años setenta se creó el Departa­
mento de Ciencias Políticas en la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de San
Iuan y, en Mar del Plata, se creó una Carrera
de Ciencia Política.
En 1958, durante la presidencia de Arturo
Frondizi se dicta la legislación que autoriza a
funcionar a las universidades privadas. Se
crean las carreras de Ciencia Política y de Re­
laciones Internacionales en distintas institu­
ciones: la Universidad Católica Argentina, la
Universidad del Salvador, la John F. Kennedy,
la Universidad de Belgrano, la de Santiago del
Estero y la de La Plata, etc. Es de destacar el ni­
vel que adquirió la Ciencia Política en la Uni­
LAS CIENCIAS SOCIALES
versidad del Salvador durante la gestión de
Carlos Floria, quien supo atraer a politólogos
prestigiosos de la época. El mismo Floria fue el
encargado de organizar, en los ochenta, el
doctorado en Ciencia Política de la Universi­
dad de Belgrano que contó con figuras de no­
torio renombre en el medio académico local.
En 1971, Francisco Arias Pelerano fundaba la
Escuela de Ciencias Políticas en la Universidad
Católica Argentina. La característica principal
de esta escuela era su orientación filosófica ba­
sada en la tradición aristotélico-tomista, se­
gún la cual la Ciencia Política formaba parte
de la Ética.
Desde el mundo jurídico algunos aboga­
dos trataron problemas y temas desde la Cien­
cia Política o bien en paralelo al enfoque jurí­
dico incluyeron perspectivas politológicas. Así
pueden mencionarse, entre otros, a Iorge R.
Vanossi, Juan Carlos Rubinstein, Carlos Fayt,
Mario Iusto López, Germán Bidart Campos,
Alberto Spota, Hugo Álvarez Natale, etc. Des­
de el derecho constitucional y bajo la influen­
cia del prestigioso profesor Segtmdo Linares
Quintana se fundó, en 1957, la Asociación Ar­
gentina de Ciencia Política, que, cuatro años
después, se afilió a la International Political
Science Association (IPSA). Se comenzó a edi­
tar en 1959 la Revista Argentina de Ciencia Po­
lítica y se organizaron congresos nacionales
entre 1958 y 1966.
Durante los años sesenta, setenta y princi­
pios del ochenta —como bien desarrolla Vessu­
ri- una serie de centros independientes consti­
tuyeron un importante entramado en las
Ciencias Sociales. El Instituto Di Tella —men­
cionado anteriormente- contó en su seno con
una serie de centros como el de Sociología
Comparada, llamado más tarde Centro de In­
vestigaciones Sociales (CIS). En sus primeros
l Mario Justo López.
años sus investigadores abordaron las siguien­
tes temáticas: la extensión de la participación
electoral en la Argentina (Darío Cantón);
alianza de clases y orígenes del peronismo (Mi­
guel Murmis); desarrollo económico, cambio y
estratificación social en la Argentina (Ruth
Sautu); migraciones internas e intemacionales
(Zulma Rechini de Lattes y Alfredo Lattes); es­
tructura social de la Argentina (Germani y
Sautu); marginalidad en América latina (Iosé
Nun, M. Murmis y Juan Carlos Marín), comu­
nicación y neurosis (Eliseo Verón). El CIS tuvo
una publicación de importante repercusión: la
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales.
El Centro de Investigaciones en Adminis­
tración Pública (CIAP) contó con la partici­
pación inicial de Iorge Roulet, Iorge Sábato,
Oscar Oszlak, Dante Caputo y Marcelo Cava­ 29
30
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
rozzi. Entre sus objetivos estaban el estudio de
la teoría y las técnicas de la administración pú­
blica y la gestión de las empresas del Estado.
En 1966 se fundó el Consejo Latinoarneri­
cano de Ciencias Sociales (CLACSO), que fim­
cionó como un órgano coordinador de una
red de centros de Ciencias Sociales. Desde sus
inicios tuvo su sede en Buenos Aires y cumplió
una importante tarea de articulación y comu­
nicación entre los centros regionales y del exte­
rior. Desarrolló distintas actividades y progra­
mas de investigación -algunos en cooperación
con el PNUD y la UNESCO- e investigadores
que habían sido desplazados de sus puestos de
trabajo por cuestiones políticas tuvieron aco­
gida en su seno. También en 1966 y como con­
secuencia de la intervención -bajo el régimen
militar- al Instituto de Sociología de la UBA,
un grupo de investigadores creó el Centro de
Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO),
de orientación marxista. Este centro tuvo una
gran actividad y abordó distintas temáticas
—los militares y los sectores populares, los esta­
llidos sociales, etc.-, pero fue objeto de la ac­
ción de los gobiemos autoritarios debiendo,
algimos de sus miembros abandonar el país.
Otra experiencia singular fue la Funda­
ción Bariloche, que contó con algunos apor­
tes privados —Fundación Ford- y financia­
ción estatal. Su suerte corrió pareja con los
vientos políticos, lo que entorpeció su tarea.
En 1967 se creó el Departamento de Ciencias
Sociales, que tuvo distintos programas de in­
vestigación, entre otros, estudios filosóficos y
políticos, movimientos laborales, sociología
política, etc. Algunos de sus integrantes fue­
ron Manuel Mora y Araujo, Edgardo Catter­
berg y Luis Aznar. En la época del Proceso
cambió de estructura organizativa y de líneas
de investigación.
En los años setenta y principios de los
ochenta, dos desprendimientos del Di Tella al­
canzaron gran dinamismo. El CEDES (Centro
de Estudios de Estado y Sociedad) contaba, en­
tre sus investigadores, a G. O'Donnell, O. Osz­
lak, M. Cavarozzi, R. Frenkel, L. de Riz, A. Ca­
nitrot, E. Ielin, M. C. Feijó, I. Balán, etc. Y el
CISEA (Centro de Investigaciones Sociales so­
bre el Estado y la Administración), en el que
participaron E. Groisman, O. Oszlak, I. Roulet,
D. Caputo, etc. La Facultad Latinoamericana
en Ciencias Sociales, que se instala en la Argen­
tina luego del golpe militar en Chile (1973),
fue un centro de reagruparniento de investiga­
dores y comenzó alli a dictarse una Maestría en
Ciencias Sociales. En cuanto a centros de Cien­
cias Sociales —no específicamente de Ciencia
Política— cabría agregar al CEUR (Centro de
Estudios Urbanos y Regionales) y el CENEP
(Centro de Estudios de Población).
Otro espacio institucional de desarrollo de
la Ciencia Política ha sido el Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas, don­
de los investigadores pertenecientes a la carre­
ra, en distintos lugares de trabajo —universida­
des e institutos científicos-, han realizado un
aporte sostenido en el campo de la investiga­
ción en Ciencia Política, Sociología y Relacio­
nes Internacionales. En el listado no puede fal­
ta por cierto la mención de un sitio de estudio
y análisis político que fue tradicional en la vi­
da institucional del país.La Academia Nacio­
nal de Ciencias Morales y Políticas abarcó en
sus anales y publicaciones distintos temas de
la teoría política y del acontecer nacional.
También debe mencionarse la labor del Insti­
tuto Argentino de Estudios Constitucionales y
Políticos, en Mendoza, integrado por un gru­
po de juristas -bajo la dirección de Dardo Pé­
rez Guilhou— que desarrollaron trabajos insti­
LAS CIENCIAS SOCIALES
REVISTA RRGENTINH
eIENems veLíïlens
DERFCI-Ó ADHINISTRLCION. ECOO%ÍA POLÍUCI. SOCIOLÉA
HISTORIA V EDUCÁCÚN
Fundador y Dlnctorn Dr. RODOLFO IIVRROLR
Sr-zunuzu- m: “ILDHLIÓSZ In. IIOIÏMZIO C. l|l\'.\lII)I..\
. “publicar... Mena». .
(una. u. uu.|I
TOMO PIÏIIO
DIRECCION Y ADMINISTRACION
sos-Avanzan: ¡um-cos
BUENOS AIRES
iD_l0
l Tomo inicial de la Revista Argentina de Ciencias Políticas.
tucionales combinando el derecho constitu­
cional con el análisis político.
Un lugar especial merece el Instituto de
Desarrollo Económico y Social, que, además
de una intensa actividad académica, publicó
iuiuíerrumpidamente la revista Desarrollo
Económico. Esta publicación, desde su apari­
ción a finales de los cincuenta, dedicó parte de
su contenido a estudios de Sociología y Cien­
cia Política, publica importantes estudios e in­
vestigaciones del medio académico local e in­
ternacional.
Las postrirnerías del régimen militar ini­
ciado en 1976 y la reinstalación de la demo­
cracia trajeron una atmósfera renovada a par­
tir de la cual la disciplina emprendió una
nueva etapa. En 1982, un grupo de politólogos
creó la Sociedad Argentina de Análisis Político
(SAAP), que, luego, obtuvo el reconocimiento
de la IPSA y organiza, cada dos años, el Con­
greso Nacional de Ciencia Política. En el ám­
bito de la universidades públicas y privadas se
crearon nuevas carreras de Ciencia Política y
en la Universidad de Buenos Aires se comenzó
a dictar la carrera a partir de 1986. Maestrías y
diversos posgrados complementaron un pa­
norama de notable crecimiento y expansión.
LA PRODUCCIÓN ACADÉMICA
Una publicación será un mojón ineludible
en el trazado de su “prehistoria”: la Revista Ar­
gentina de Ciencia Política, creada en 1910 por
Rodolfo Rivarola. Bajo su dirección la revista
combinó temas de derecho público, derecho
privado, economía, relaciones internacionales,
sociología, filosofía y discusiones que encaja­
ban en núcleos centrales de una disciplina aún
por crear: la Ciencia Politica. Temas tales como
los partidos políticos, las relaciones intemacio­
nales, la cuestión social, el sufragio y los siste­
mas electorales, los regímenes institucionales y
la reforma política fueron nutriendo las pági­
nas de una publicación que congregaba a los
“notables” de la teoría y el pensamiento políti­
co e institucional. Rivarola fue un brillante in­
telectual que fue prefigurando nuevos perfiles
y contenidos del estudio de la política, a través
de su obra y sus inquietudes.
Un trabajo que puede ser considerado pio­
nero en el largo camino que iniciará la discipli­
na en fonnación es El gobierno representativo
federal de la República Argentina (1910), escri­
to por Iosé Nicolás Matienzo. El autor deli­
neaba los rasgos del régimen político distan­
ciándose de lo que habían sido los estudios
más clásicos desde el Derecho -principalmen­ 3]
32
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
l losé Nicolás Matienzo. Archivo General de la Nación.
te, el constitucional- y analizando las institu­
ciones desde vectores más políticos que lega­
les. Junto con la obra de Matienzo, en la prí­
mera y la segunda década del siglo XX,
aparecieron trabajos que intentan explicar la
historia desde una perspectiva de análisis del
régimen político de la época. Incluso un ex­
tranjero como Adolfo Posada, en su trabajo
La Constitución argentina y el régimen político
(1910), advertía la distancia entre la constitu­
ción formal del país y su vivencia concreta, el
avance del desarrollo económico sobre el po­
lítico, la influencia del caudillismo anárquico,
la ficción del Estado federal, el fuerte presi­
dencialismo imperante, la crisis de valores y la
clave de éxito hacia el futuro que vendría de la
mano de la educación. El mismo año, Joaquín
V. González, en El juicio del siglo, realiza un
balance de lo acontecido en el país, en un re­
corrido que desnuda sus falencias y resalta sus
aciertos, más allá de la “ley de la discordia”
que tiñó las relaciones de los argentinos de di­
ferentes generaciones. Pocos años después,
Iuan Álvarez en Las guerras civiles argentinas
anuda política y economía para intentar ex­
plicar “científicamente” los conflictos y las
crisis del país.
Pero la impronta jurídica de los estudios
políticos pervivirá durante bastante tiempo.
La carrera de Derecho era un ámbito común
para aquellos que deseaban iniciar estudios
políticos y fueron las cátedras de Derecho Po­
lítico y Derecho Constitucional las vías de
transmisión de autores, ideas y especulaciones
de filosofía y de política práctica. Profesores
como González Calderón, De Vedia y Mitre,
Faustino Legón y Rafael Bielsa no eludían la
constelación de la política en sus obras y pro­
ducciones. También, bajo la temática del Esta­
do, asomaban escritos donde la perspectiva
política se ubicaba en el centro de la escena, tal
fue el trabajo de Arturo Enrique Sampay y su
tesis La crisis del estado de derecho liberal-bur­
gués (1943).
Un autor importante que prepara el pasa­
je de los estudios del derecho político hacia la
Ciencia Política fue Mario Iusto López. El de­
recho político se encontraba en un lugar de
bordes y límites, donde se aproximaban -entre
otros campos- el Derecho, la Filosofia Política
y la Ciencia Política. Desde allí escribió su In­
traducción a los estudios políticos, cuyo primer
volumen apareció en 1969 y, el segundo en
1971. Otro estudio importante fue su obra
Partidos politicos, teoría general y régimen legal
(1965), estudio que fue agregando nuevos te­
mas y nuevos autores en sucesivas reimpresio­
nes. A los autores citados entre otros, George
LAS CIENCIAS SOCIALES
Iellinek, Carl Friedrich, Herman Heller, Geor­
ges Burdeau, Maurice Duverger y Ranney y
Kendall- agregaba politólogos de la talla de
Iuan Linz y Giovanni Sartori. En relación con
su citada obra Introducción. .., cabe señalar
que hundía el análisis en la Teoría Política, la
realidad política y social y el conocimiento po­
lítico. El recorrido de los distintos capítulos
constituye una suerte de manual -o hasta tra­
tado— de un curso que cabalga entre la Filoso­
fía Política, la Ciencia Política, el Derecho y la
Historia.
Más cercano al análisis empírico, Darío
Cantón produjo un estudio importante en re­
lación con la teoría de las elites con su trabajo
El parlamento argentino en épocas de cambio
(1966), donde analizaba las diferentes caracte­
rísticas sociales, económicas y educacionales
de los legisladores en tres momentos cruciales
de la vida política del país: 1890, 1916 y 1946.
Otra investigación posterior, Elecciones y par­
tidos políticos en la Argentin (1973), constitu­
yó un importante aporte por la recopilación
de datos y su sistematización en relación con
la Argentina electoral y la emergencia y carac­
terísticas de las fuerzas políticas.
Desde la Historia también se fue nutriendo
lateralmente el contenido de la Ciencia Políti­
ca. Así merece destacarse la obra de José Luis
Romero Las ideas políticas argentinas (1946) y
otros ensayos que versaron sobre temas de la
Argentina política. Otra obra de historia, de
Carlos A. Floria y César A. García Belsunce,
Historia de los argentinos (1972), incorporó mi­
radas desde la Ciencia Política incluyendo ma­
tices, perspectivas o comentarios que remonta­
ban a la teoría política más cercana en el
tiempo. Cabe destacar también la investigación
de Natalio Botana El orden conservador (1979),
que significó un abordaje desde la Ciencia Po­
lítica y la historia, sobre el período de la Repú­
blica Liberal-Conservadora. El mismo autor
aportaun valioso e innovador trabajo en el
marco de las ideas políticas, La tradición repu­
blicana, donde recreaba, a través de lecturas
clásicas, un virtual dialogo —plagado de en­
cuentros y desencuentros- entre Alberdi y Sar­
miento. Desde el campo de la historia también
cabe mencionar, como valiosos aportes, la ex­
tensa obra de Félix Luna y las lúcidas reflexio­
nes de Ezequiel Gallo sobre distintas temáticas
sociales y políticas y sobre la historia de las
ideas políticas. Gallo realizó también aportes
específicos en la disciplina, como por ejemplo
la investigación realizada con Silvia Sigal La
formación de los partidos contemporáneos. La
Unión Cívica Radical ( 1890-1916), publicada
en Desarrollo Económico, en 1963. Algunas
obras de investigadores extranjeros también
nutrieron numerosos trabajos de Ciencia Polí­
tica, por ejemplo las investigaciones sobre el
poder militar y la política del historiador Ro­
bert Potash y las del sociólogo Alain Rouquié.
La investigación recorrió temáticamente
—como no podía ser de otro modo- los avata­
res políticos que sufría la Argentina. Así, por
ejemplo, en relación al régimen militar ini­
ciado en 1966 bajo el comando del general
Onganía, se publicaba el mismo año del golpe
el trabajo colectivo La Revolución Argentina.
Análisis y prospectiva (1966), donde juristas,
politólogos y sociólogos analizan el nuevo ré­
gimen a la luz de los antecedentes, la teoría
política, la ideología y el sistema institucional;
escriben, entre otros, Guillermo Lousteau He­
guy, Alberto Castells, Iosé Luis de Imaz, Carlos
Floria, Mariano Grondona, etc. En el año de
finalización de aquella experiencia de facto,
aparece El régimen militar 1966-1973 (1973),
una recopilación sistematizada de editoriales 33
34
LA IJIMENSIÓN (ÏIENTÍFICA Y CULTURAL
—principalmente de la revista Criterio- escri­
tos por Carlos Floria, Natalio Botana y Rafael
Braun, que pasa revista de distintos hechos y
aspectos de la experiencia de las administra­
ciones de Juan Carlos Onganía, Roberto M.
Levingston y Alejandro A. Lanusse.
También sobre el mismo régimen Guiller­
mo O’Donnell publica la obra 1966-1973. Es­
tado Burocrático Autoritario (1982), que ad­
quiere una repercusión notable en los medios
local y extranjero. El trabajo de O’Donnell no
intentó una mera recopilación descriptiva o
analítica del régimen sino la conceptualiza­
ción de un nuevo tipo de Estado existente en
un período histórico determinado y con ca­
racterísticas distintivas que lo diferenciaban
de otros estados autoritarios: el Burocrático
Autoritario. Años antes, otra obra de O’Don­
nell había conseguido también notoriedad:
Modernización y autoritarismo (1972).
En los años setenta, en el área de los estu­
dios institucionales, N. Guillermo Molinelli
comenzaba renovados análisis y desarrollos de
las instituciones políticas y publicaba, entre
otros trabajos, El rol del Congreso en la inicia­
tiva legislativa (1972). En relación con el área
de Ciencia Política y de la administración, Os­
car Oszlak publicaba La formación del Estado
argentino (1982), comenzando una línea que
había estado rezagada en relación con otras te­
máticas de los estudios políticos. Más volcado
hacia una perspectiva de filosofía política,
Carlos Strasser publicó La razón política en po­
lítica y en sociología (1977) y artículos en la re­
vista Desarrollo Económico acerca de la disci­
plina. El sindicalismo fue tratado en algtmos
trabajos; entre otros, Sindicatos y política en la
Argentina (1980) de Marcelo Cavarozzi. El
mismo autor publicó Democracia y autorita­
rismo (1983), texto que dio cuenta de los ava­
tares y recorridos fallidos de la democracia y
las caídas en regímenes autoritarios. Dos años
antes, Liliana de Riz, abordaba la experiencia
política del peronismo y su vuelta al poder en
el texto Retorno y derrumbe (1981).
La producción académica también fue
considerable y variada en el ámbito de los cen­
tros e institutos de investigación -referidos
anteriormente- a través de documentos de
trabajo y distintas publicaciones. A finales de
los setenta y principios de los ochenta, en el
umbral del cambio de régimen, aparecen nue­
vos estudios que preludjan los tiempos por ve­
nir y sus necesidades. Los análisis sobre la
transición a la democracia, la cultura política
y el papel de los distintos actores sociales y po­
líticos en este tipo de régimen ocuparán el in­
terés de los politólogos. Y una serie de ellos
realizaron también contribuciones con distin­
tos artículos, trabajos o análisis políticos, entre
otros, Atilio Borón, Edgardo Catterberg, Ma­
riano Grondona, Arturo Fernández, Eugenio
Kvaternik, Carlota Iackisch, etcétera.
LOS TEMAS Y EL TEMA DEL PERONISMO
La lectura de las Ciencias Sociales en el si­
glo XX muestra distintas temáticas alrededor
de las cuales giran las producciones de los au­
tores. Algunos temas aparecen como recurren­
tes y recorren transversalmente todos los
tiempos, desde lecturas donde predominan o
confluyen distintas miradas y disciplinas co­
mo la Ciencia Política, la Sociología, la Psico­
logia Social y la Historia, y desde el trabajo de
rigor científico-metodológico o el ensayo po­
lítico o social.
Un tema que reaparece a lo largo de todo
el siglo es la indagación acerca de la identidad
LAS CIENCIAS SOCIALES
argentina. Y es propio de la Sociología —y las
Ciencias Sociales- preguntarse sobre los orí­
genes de la sociedad nacional, su evolución y
su destino. Perspectiva que engloba pasado,
presente y futuro en sintonía con una prome­
sa siempre presente y también incumplida:
cómo mejorar la vida de los individuos y gru­
pos que componen el tejido social. No sor­
prende a nadie que la pregimta alcance una in­
tensidad elocuente cuando se trata de
sociedades de conformación multinacional.
La búsqueda del ser nacional, la explicación de
la estructura social y el comportamiento de las
distintas clases, de los diferentes estilos de vi­
da, de las costumbres y de los disímiles carac­
teres que pueblan el paisaje humano, fueron
objeto de análisis y reflexión de los ensayistas
y cientistas sociales. Estos últimos a través de
hipótesis y metodologías engarzadas con dis­
tintas teorías explicativas. A estos temas habría
que agregar los que han aparecido a lo largo de
estas páginas, sea desde la perspectiva de la So­
ciología o de la Ciencia Política.
El peronismo fue otro tema de singular in­
terés y, sin duda, merece un sitio especial. Es­
taba claro que su análisis resultaría insuficien­
te desde una lectura histórica de mero acopio
de hechos y sucesos. Había que desentrañar lo
que aparecía como un fenómeno que no enca­
jaba en la sucesión lineal de ideas y experien­
cias políticas y sociales de la Argentina. Las
Ciencias Sociales debían acometer la tarea y
así lo hicieron a través de innumerables estu­
dios que pretendieron explicar la naturaleza
del peronismo, su influencia en las estructuras
sindicales, su clasificación como régimen y co­
mo sistema de ideas, sus productos sociales, la
impronta que su paso dejó en el sistema polí­
tico, etc. Así y en cuanto a su “naturaleza”, por
ejemplo, para Germani se trató de un movi­
miento nacional-popular, Di Tella lo ubicó
también dentro de los populismos, otros auto­
res —como Carlos Fayt- lo asirnilaron lisa y lla­
namente como un fascismo, Abelardo Ramos
y Sebreli recurren a la imagen del bonapartis­
mo. En relación con el peronismo y la estruc­
tura sindical, también Germani dispara una
serie de debates y polémicas a partir de la
cuestión acerca el apoyo que tuvo el peronis­
mo en sus comienzos. Para Germani habían
sido los migrantes internos la masa que fue
materia prima del peronismo. Murmis y Por­
tantiero señalan, en cambio, la importancia de
la estructura sindical vigente en la época, don­
de confluyeron viejos y nuevos líderes. A este
debate se sumaron investigadores extranjeros
como Peter Smith, Walter Little, Eldon Ken­
worthy, Louise M. Doyon y, desde

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