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ACADEMIA NA NAL LA HIST A HISTORIA de la NACIÓN ARGENTINA IO - LA ARGENTINA DEL SIGLO XX PLANETA La Academia Nacional de la Historia -sucesora de lajunta de Historia y Numismática Americana que Funda ron en 1893 Bartolomé Mitre y otros destacados estudiosos—, decidida a emprender en los años finales del siglo XX un amplio esfuerzo de renovación historiográfica que contí nuase los realizados en la Historia de la Nación Argentina (14 volúmenes publicados entre 1936 y 1950) y en la Histo ria Argentina Contemporánea (7 volúmenes, entre 1965 y 1967), dispuso en 1997 editar una obra orgánica y colectiva, de alta divulgación: la Nueva Historia de la Nación Argentina. Una comisión de académicos, encabezada por el presidente de Ia entidad, elaboró el plan general que abarca, en diez tomos, eI proceso histórico desde los tiempos prehispánicos hasta nuestros días. En ellos tienen cabida relevantes especialistas, procedentes de distintos ámbitos y corrientes historiográficas, con el propósito de realizar una obra integral, no sólo en el sentido temático sino también con la idea de alcanzar un conjunto coherente que supere la simple reunión de monografías sobre diversas áreas. En cada parte se estudian el territorio y la población, la dinámica de las sociedades, las instituciones, la economía, la vida cotidiana y Ia cultura en sus más diversas vertientes. Un tomo final, de gran valor instrumental y didáctico, contendrá los índices generales. Con el prestigio que le otorga su trayectoria de institución señera en su disciplina, la Academia ofrece al lector este nuevo y notable aporte que se diferencia de los dos ante riores por los enfoques y aspectos que sugiere el actual movimiento historiográfico, circunstancia que, sin embargo, no les resta vigencia como referentes en cuestiones que no se tratan aquí desde Ia misma óptica. ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: EX LIBRIS DEL ESCRITOR. HISTORIADOR Y JURISTA RODOLFO RIVAROLA (1857-1942). NUEVA HISTORIA DE LA NACIÓN ARGENTINA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA NUEVA HISTORIA DE LA NACIÓN ARGENTINA ToMo X PLANETA 982 Nueva historia de la Nación Argentina: 1‘ ed. — NUE Buenos Aires : Planeta, 2003. v. 10, 480 p. ; 24x17 cm.- (Historia) ISBN 950-49-1043-2 1. Historia Argentina Grupo Editorial Planeta, S.A.I. C. COORDINACION.’ Alejandro Ulloa EDICION DE TEXTOS: Diego Arguindeguy DISEÑO y MAQUETA DE INTERIORES: Osvaldo Gallese COMPAGINACIÓN YARMADO.’ Adriana Martínez CARTOGRAFÏA: Susana M ingolo IMÁGENES YFOTOGRAFIA: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia: Violeta Antinarelli, Ariel Otero Estrada y Gabriel Lerman Derechos exclusivos de edición en castellano reservados para todo el mundo: © 1997, Academia Nacional de la Historia Balcarce 139, Buenos Aires © 2003, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C. Independencia 1668, C 1100 ABQ, Buenos Aires l‘ edición: 3.500 ejemplares ISBN de la Obra Completa 950-49-0214-6 ISBN del Tomo X 950-49-1043-2 Impreso en Gráfinor S. A.. Lamadrid IS76, Villa Ballester, en el mes de marzo de 2003. Hecho el depósito que prevé la ley l 1.723 Impreso en la Argentina Los originales de las ilustraciones son de la . , , _ Ninguna parte de esta publicación. incluido el diseño de la coleccion de la Academm Naaonal de la cubierta. puede ser reproducida. almacenada o transmitida en Historia o reln-oducciones de las manera alguna ni por ningún medio. ya sea eléckrico. químico., _ _ _ mecánico. óptico. de grabación o de fotocopia, sin permiso publicaciones que se indican. pm“, ¿ei ¿duen COMISIÓN ACADÉMICA ENCARGADA DE LA DIRECCIÓN DE LA OBRA DOCTOR VÍCTOR TAU ANzOATEGUI (PRESIDENTE) PROFESORA BEATRIZ BOSCH DOCTOR ERNESTO I. A. MAEDER DOCTOR ROBERTO CORTÉS CONDE DOCTOR CÉSAR A. GARCIA BELsUNCE DOCTOR DARDO PÉREZ GUILHOU DOCTOR EZEQUIEL GALLO COORDINACION EDITORIAL DOCTOR MIGUEL ÁNGEL DE MARCO CUARTA PARTE LA ARGENTINA DEL SIGLO XX c. 1 9 1 4- 1 9 8 3 (Continuación) IX. LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL (CONTINUACION) S6. LAS CIENCIAS SOCIALES Describir el tránsito de las Ciencias Socia les en el siglo XX, en la Argentina, no es tarea sencilla ni menos aún exenta de riesgos. En primer lugar, se refiere a un área del conoci miento que se fue institucionalizando y siste matizando progresivamente. En segundo tér mino, brindar una radiografía completa es prácticamente imposible por la dispersión geográfica e institucional de la producción. En tercer lugar, siempre quedarán afuera expre siones que pudieran ser tomadas como cortes arbitrarios en el análisis. Por todas estas razones este trabajo da cuenta, principalmente, del desarrollo de la Sociología y de la Ciencia Política y en referen cia a determinadas instituciones y produccio nes representativas del quehacer intelectual y académico. Asimismo, se consignan las temá ticas que fueron centro de atención, análisis y tratamiento por los investigadores, recalando en algunos autores que tuvieron una impron ta reconocida en el área de los estudios socia les. Aun con estos criterios restrictivos, sólo se alcanzará a realizar un recorte que, si bien no abarcará todo el espectro, brindará un pano rama amplio sobre el desarrollo de las Cien cias Sociales en gran parte del siglo XX. Asi mismo, la referencia a alguna obra de un autor Mario D. Serrafero dejará, en casi todos los casos, otras sin men cionar. Por razón de espacio, será inevitable la omisión de autores e instituciones que tam bién han realizado su aporte en las áreas disci plinarias aquí tratadas. Por último, las referen cias consignadas en este trabajo sólo incluyen las obras publicadas hasta 1983. LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA El desarrollo de la Sociología como disci plina encuentra sus antecedentes en los escri tos de autores clásicos de la historia, la filoso fía y la política. Entre otros, no puede dejar de mencionarse a’ Nicolás Maquiavelo, Thomas Hobbes, John Locke, Charles de Montesquieu, lean-Jacques Rousseau. Pero es en el siglo XIX y principios del XX cuando aparecerán los au tores que le darán nombre, contenidos, objeti vos y metodología a la nueva ciencia. Auguste Comte, Herbert Spencer, Emile Durkheim y Max Weber desarrollarán los puntos de parti da -desde distintos ángulos y enfoques— de la nueva disciplina, cuyo desarrollo principal se localiza en Inglaterra, Francia y Alemania. La cuenta por cierto estaría ostensiblemente in completa si no se agregaran, en esta primera 13 LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL etapa, los nombres de Alexis de Tocqueville y de Karl Marx, y sus estudios sobre la sociedad democrática y capitalista, respectivamente. El conocimiento se fue sedimentando y acumulando nuevos aportes con las investiga ciones que provinieron de psicólogos sociales como George Mead, antropólogos como Bro nislaw Malinowski y su funcionalismo, filóso fos como Ortega y Gasset, “sociólogos marxis tas” como Gyórgy Lukácks, y creadores de nuevos paradigmas como Sigmund Freud y su psicoanálisis. La lista de autores se integró, posterior mente, con importantes aportes de intelectua les europeos y norteamericanos. La “Escuela de Frankfurt”, representante de la llamada “teoría crítica”, se nutrió con los trabajos de Max Horkheimer, Theodor Adomo y Herbert Mar cuse, en un intento interesante de combina ción teórica entre marxismo y psicoanálisis. En territorio norteamericano tuvieron gran in fluencia los trabajos -empírico-sistemáticos de Talcott Parsons, el funcionalismo de Robert Merton y la sociología crítica de Wright Mills. La mención podría seguir en temáticas especí ficas como, por ejemplo, los estudios sobre la estratificación y movilidad social de Pitirirn Sorokin, la sociología del conocimiento y los desarrollos de Karl Mannheirn, entre otros. Más adelante se tratará brevemente el de sarrollo de la Ciencia Política, baste aquí seña lar un campo de superposición con una rama de la sociología: la sociología política. Entre Ciencia Políticay Sociología Política existe probablemente algo más que vasos comuni cantes y temáticas comunes, hasta el punto de confundirse, no pocas veces, sus perspectivas y el resultado de sus hallazgos. Así, por ejemplo, los llamados “teóricos de las elites” -Gaetano Mosca, Vilfredo Pareto y Robert Michels— po drían aparecer, indistintamente, en una histo ria de los desarrollos de la Sociología Política o de la Ciencia Política. LA “PRESOCIOLOGÍÑ Y LA SOCIOLOGÍA ACADÉMICA Ninguna introducción a los estudios so ciales, en la Argentina, puede prescindir de ciertos nombres de ineludible cita. Son ellos, al menos, Esteban Echeverría, Domingo F. Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, quienes constituyeron -según Gino Germani- una suerte de pensamiento “presociológico”. Nom bres ligados a la experiencia de los primeros círculos relevantes de debates de ideas sociales y políticas como fue la Asociación de la Ioven Argentina convertida, más tarde, en la Asocia ción de Mayo. Desde este grupo y como repre sentante del movimiento romántico, Echeve rría lanzó su conocido Dogma, que pretendió la “continuación de las tradiciones progresis tas de la Revolución de Mayo” y la regenera ción de la vida social que diera definitiva vuel ta de página a la época de la dominación imperial hispánica. En palabras de Echeverría “política, filosofia, religión, arte, ciencia, in dustria: toda labor inteligente y material debe rá encaminarse al imperio de la democracia”. Asociación, progreso, fraternidad, igualdad, li bertad eran algunos principios que debían sustentar a una República en clave de demo cracia y libertad. Sarmiento -para algtmos el primer sociólogo argentino—, en su Facundo, abrió inagotables surcos de reflexión sobre la vida social, las costumbres y los comporta mientos de una dicotomía magistralmente re sumida en un dilema: civilización o barbarie. En su prosa profunda, la geografia demarcaba LAS CIENCIAS SOCIALES la organización política y delineaba caracteres y humanidades, allí el campo y la ciudad y sus resultados políticos y sociales. Bajo su pluma aparecieron una serie de personajes que eran una muestra quizás inacabada de un rosario de caracteres que pretendían ser objetivados: el rastreador, el baqueano, el gaucho malo, el cantor, el compadrito, el juez desalmado, etc. Y, por cierto, el caudillo. La profusa literatura social, jurídica y política de Alberdi dejó su mejor impronta en un texto clásico de la Re pública: sus Bases y puntos de partida. Si, se gún algunos, Sarmiento fue un sociólogo avant la lettre, no sería aventurado sostener que Alberdi fue una suerte de “politólogo” de su tiempo. Diseñó instituciones a conciencia plena de que lo suyo excedía sobradamente la mera yuxtaposición jurídica de un ejercicio rutinario de derecho comparado. Propuso una constitución como programa económico, ha bló de “transiciones”, puso en justo equilibrio las posibilidades de la trama legal en conso nancia con la materia social existente y los re cursos disponibles. Especial consideración merece su metodología institucional, que bajo el recurso instrumental de las transacciones y las transiciones apostaba por una república posible (la verdadera vendría luego), un fede ralismo-unítario (para equilibrar las dos tra diciones antagónicas) y un rey con nombre de presidente (entre el Monarca del Ancien Régi me y el presidente democrático que se poster gaba). Instituciones que consideraba apropia das para una sociedad todavía inadecuada para manejarse dentro de los parámetros del self-government. El diseño institucional tenía como materia prima una sociedad en forma ción y, paradójicamente en lo que hacía a su inspiración liberal, daba al gobierno mayor fortaleza para compensar las debilidades de l Alfredo Poviña. una gelatinosa e inarticulada población, aleja da, todavía, de la más compleja trama civil que daría forma a la ciudadanía. La reflexión social y política del siglo XIX representada, entre otros, por los autores clá sicos aludidos, con el tiempo, consolidará sus ideas, contenidos y nuevos espacios institucio nales. Fue así que la Sociología académica —como señala Iuan C. Agulla- se va introdu ciendo con los inicios del siglo XX y se va a instalar en las cátedras de algtmas universida des del país, en las facultades de derecho o fi losofía. La primera cátedra de Sociología se crea en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1898, y se de signa interinamente al profesor Antonio Dellepiane, quien dicta su primero y único curso en 1899. En 1904, Ernesto Quesada es LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL designado profesor titular de Sociología y dic ta su primer curso en 1905. Dos años más tar de, en la Facultad de Derecho y Ciencias So ciales de la Universidad de Córdoba, se crea la primera cátedra de Sociología y es designado el profesor Isidoro Ruiz Moreno, al año si guiente es nombrado como profesor titular Enrique Martínez Paz. La primera cátedra de Sociología en la Facultad de Derecho y Cien cias Sociales de la Universidad de Buenos Ai res se crea en 1908 y su titular fue Iuan Agus tín García, quien también se hace cargo de la cátedra que se crea, en 1912, en la Facultad de Filosofia y Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata. En los años posteriores se abrirían otras cátedras de sociología en dis tintas facultades y universidades del país. Y en 1940, Ricardo Levene creaba el primer Institu to de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Dos años después aparecía su primera publicación: el “Boletín de Sociología”. Levene —profesor ti tular de Sociología, desde 1922, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Bue nos Aires- aportaba también estudios relati vos a la disciplina, entre otros, Notas sobre la Escuela sociológica de Durkheim (1929) y su Historia de las ideas sociales argentinas (1947). Este profesor de Sociología es —siguiendo el análisis de Iuan Carlos Agulla- una suerte de “intelectual” formado en otra disciplina, que ejerce su profesión liberal y en forma comple mentaria dicta su cátedra. Esta sociología re cepta la obra de los autores europeos y va a considerar sus contenidos como“leyes socioló gicas" que se aplican automáticamente a la re gión y al país. Así aparecen en las primeras dé cadas textos de introducción a la Sociología o Principios de Sociología, que intentan sistema tizar los autores relevantes de la disciplina en la Europa del siglo XIX y de la historia, la psico logía y la filosofía de la cultura, como también las nuevas ideas que se iban produciendo. En tre estos pensadores cabe citar, por ejemplo, a Comte, Spencer, Durkheirn, Weber, Sirnmel, Tarde, Toennies, Sombart y, también, las refe rencias a Le Bon, Spengler, Dilthey, Bergson, Scheler, Ortega y Gasset, etc. Como represen tantes de esta sociología cabe mencionar, entre otros, los siguientes autores y algunos de sus textos: Enrique Martínez Paz, Elementos de So ciología (1911); Raúl. A. Orgaz, Estudios de So ciología (1915), Principios de Sociología (1933); A. Poviña, Notas de Sociología (1935); Historia de la Sociología Latinoamericana (1941); Curso de Sociología (1950), etc. Autores como Orgaz y Poviña, especialmente, tuvieron una muy ex tensa producción académica y una actuación institucional destacada. Por cierto a la lista po drían agregarse muchos otros autores relevan tes como Emesto Quesada, quien publica, en tre otros trabajos, La Sociología: carácter científico de su enseñanza (1905); Las doctrinas presociológicas (1905); H. Spencer y sus doctri nas sociológicas (1907); A. Comte y sus doctri nas sociológicas (1910); La evolución social de la República Argentina (191 l); La Sociología rela tivista spengleriana (1921), etcétera. Más allá de esta sociología enciclopédica y receptora de las ideas irnperantes en los países más desarrolladosexistieron estudios de carác ter más empírico que pretendieron describir y analizar socialmente al país. A comienzos del siglo XX se realizaba un estudio sobre las clases obreras y la situación social, que constituía un verdadero estudio sociológico en busca del da to empírico. Bajo la segtmda presidencia de Iu lio A. Roca, el entonces ministro del Interior Joaquín V. González encargaba a Iuan Bialet Massé el referido estudio. En el informe de Bia LAS CIENCIAS SOCIALES let Massé, El estado de las clases obreras argenti nas a principios de siglo (1904), se analizaba la situación de los obreros en distintas provin cias, los indígenas, la inmigración, el trabajo de la mujer y los niños, entre otros temas. Un no table trabajo de historia social fue el de Juan Agustín García, La Ciudad Indiana: Buenos Ai res desde 1600 hasta mediados del siglo XVII (1900), donde se estudiaban las campañas; la vida familiar, comercial y administrativa de la ciudad; la Iglesia; etc. El lector menos atento descubriría en algunas conclusiones de García una radiografía demasiado semejante a la Ar gentina de finales del siglo XX. Poco tiempo antes, García había publicado otra importante obra, su Introducción al estudio de las Ciencias Sociales (1899). Décadas más tarde, Alejandro Bunge, en Una Nueva Argentina (1940), elabo raba un trabajo de pretensión científica donde abordaba distintos aspectos de la Argentina so cial: la cuestión racial, la natalidad y la morta lidad, la política poblacional, el desequilibrio económico del “país abanico", el problema so cial de la tierra y de la vivienda, las nuevas for mas sociales, la educación, etc. Convivieron, así, la sociología de “cátedra” y sus leyes socio lógicas pretendidamente universales, estudios sociales que indagaban realidades nacionales y un ensayismo del cual se escribirá más adelan te. Mientras tanto, estaba gerrninando una so ciología distinta. LA SOCIOLOGÍA CIENTÍFICA Germani distinguía distintas etapas por las cuales había transitado la Sociología. La prirne ra era la positivista, luego le continuó la irracio nalista antipositivista y, por último, la de su propio tiempo, caracterizada por la incorpora ción de “las orientaciones teóricas y metodoló gicas contemporáneas”. Hacia los años ciri cuenta comienza, entonces, otra experiencia: la llamada Sociología científica. En realidad, el corte entre distintas etapas, estilos y momentos de la sociología no fue tan abrupto. Tampoco debe entenderse que lo producido antes no fue ra científico sino que la producción de conoci miento se sometía a reglas y métodos propios de los estudios de cada época. Así fue que, en tonces, esta nueva etapa se caracterizó por un estilo y contenido distinto a la anterior. Se crea ron en las universidades institutos o departa mentos de Sociología —o centros de investiga ciones sociológicas—, se receptaron las teorías empírico-sistemáticas -principalmente de los Estados Unidos- y se desarrolló el perfil del so ciólogo investigador. La Sociología aquí no só lo intentaba describir la realidad sino también explicarla recurriendo a un bagaje teórico más sistematízado y a metodologías que ponían en el centro la obtención de datos a través de dis tintos instrumentos. De acuerdo con Germani, el paso de la sociología tradicional a la sociolo gía modema fue el paso de los estudios filosó ficos a la investigación empírica. Pero esta so ciología moderna no era totalmente “aséptica”, pues distinguía entre una derecha y una iz quierda representadas, principalmente, por las llamadas “sociología norteamericana" y “socio logía marxista”. Algunos organismos internacionales vin culados con el tema del desarrollo favorecen es ta tendenda de cientificidad y aquí cabe citar el importante papel de la CEPAL y la actuación central que en ella tuvo Raúl Prebisch. Así, la sociología de la modernización y la teoría del desarrollo ocuparon un espacio singular en la literatura de la región. La tarea de los sociólo gos se centró en los aspectos sociales del desa LA DIMENSION CIENTIFICA Y CULTURAL rrollo en los procesos de planificación que se diseñaban en América latina. Era el momento del auge de las teorías de la modernización que oponían como polos en una suerte de dicoto mía a la sociedad tradicional versus la sociedad modema. Desde esta teoría se aislaban los fac tores de resistencia al cambio vinculados al modelo de sociedad tradicional y los elementos que estimulaban y favorecían el paso hacia la sociedad modema. El punto de llegada por cierto estaba dado segím los patrones de las so ciedades más avanzadas, pudiendo establecerse como una serie de etapas en el desarrollo y se gún un proceso de tipo lineal. la sociología del desarrollo en América latina contó con gran cantidad de estudios y especialistas de actua ción regional, por ejemplo, José Medina Echa varría -tarnbién funcionario de la CEPAL-, quien publicó, entre otras obras, Consideracio nes sociológicas sobre el desarrollo económico (1964). Los debates y discusiones se llevaron a cabo en seminarios y congresos donde también aparecían las perspectivas de la llamada “teoría de la dependencia”, que agregaba una mirada diferente al problema del subdesarrollo lati noamericano. Así, en un seminario organizado por el Centro Latinoamericano de Investiga ciones en Ciencias Sociales —UNESCO— sobre sociología del desarrollo, realizado en Río de Janeiro en 1968, Fernando Henrique Cardozo y Enzo Faletto expusieron sus teorías acerca del desarrollo y la dependencia en América latina. En el mismo seminario presentaban ponencias investigadores de distintos países latinoarneri canos y europeos, entre otros, Manuel Mora y Araujo, Oscar Cornblit, Gomucio Granier, Bo livar Lamounier, José Luis Reyna, Peter Heintz, Torcuato Di Tella, etcétera. Los resultados de esta sociología fueron muy positivos más allá del acierto o desacier tos de las teorías en boga. La sociología adqui rió estatus científico y la tarea del sociólogo se profesionalizó. Por otra parte, la sociología académica continuó su estilo y contenido en las cátedras de las facultades de derecho, prin cipalmente. En forma lateral, otro tipo de so ciología también aportaba lo suyo a través del género del ensayo. FIGURA Y APORTES DE GINo GERMANI Germani había nacido en Roma en l9ll y emigrado de la Italia fascista en 1934 a la Ar gentina. Fue el representante más significativo de la institucionalización de la sociología cien tífica en el país. Estudió en la Facultad de Filo sofia y Letras de la Universidad de Buenos Ai res y en 1957 fundó la primera carrera de Sociología en tal universidad, fue director del Instituto de Sociología y organizó el Depar tamento de Sociología. En 1966 emigró a los Estados Unidos y ejerció la docencia, durante diez años, en la Universidad de Harvard y, fi nalmente, transcurrió sus últimos años de existencia en Italia. La obra de Germani fue notable, tanto en lo referido a la instituciona lización científica de la Sociología como en sus aportes a la disciplina, que trascendieron el te rritorio argentino. Entre los estudios de Germani se destaca su Estructura social de Ia Argentina (1955), donde realiza un análisis empírico sobre la so ciedad argentina utilizando la rigurosidad de la metodología científica. Otra obra relevante fue Política y sociedad en épocas de transición (1962), en la cual se opone la sociedad tradi cional versus la sociedad moderna. Germani se interna en el análisis de la estructura social y el cambio desde la concepción de la unidad LAS CIENCIAS SOCIALES l Gino Gennani. del mundo sociocultural que distingue las es feras y niveles de la personalidad, la sociedad y la cultura, siguiendo aquí la impronta dejada por Talcott Parsons. Los conceptos de integra ción y anomia jugarán un papel importante para describir los efectos de la dinámica del cambio estructural.El proceso de cambio es visto por Germani como una transición desde los atributos de la sociedad tradicional —está tica e integrada- a una sociedad urbana, alta mente diferenciada, con un elevado grado de movilidad social vertical y horizontal, con de sajustes y un relativo grado de anomia. En Po lítica y sociedad Germani realiza, entre otros desarrollos, un útil análisis en torno de las transiciones. Su modelo de las seis etapas en la transición en América latina sirve aún para encuadrar el desarrollo político y social de los países de la región. También trata la proble mática de la transición específicamente en la Argentina recorriendo el papel de la inmigra ción masiva y la modernización del país. Su análisis de la transición política, en la Argenti na, presta atención al pasaje desde el fin de la democracia limitada hasta la participación política de las clases medias y, luego, de las masas obreras. Especial interés resulta de sus enfoques sobre el peronismo, reubicándolo como un régimen “nacional-popular”. Sus perspectivas sobre la movilización social, las masas obreras y el peronismo alirnentaron fe cundos debates entre investigadores naciona les y extranjeros, aún hoy abiertos. Como es sabido, Germani le dio vida a una etapa singular del Instituto de Sociología. Ha cia 1958, en este centro se desarrollaban los siguientes temas de investigación: “Efectos so ciales de la urbanización y la industrializa ción”; “Estratificación y movilidad social en Buenos Aires”; “Estratificación social en la Ar gentina”; “Actitudes de las madres de diferen tes clases sociales hacia la educación temprana de los niños”; “Causas de abandono del estu diante de la universidad”. LA PRODUCCION SOCIOLOGICA Y sus AUTORES Otros investigadores se van sumando a la tarea de Germani de ir engrosando los estu dios sociológicos en la Argentina, a través de un recorrido intelectual bastante similar: la formación de grado en una disciplina y el pos grado en Sociología -o Ciencias Sociales- en universidades del exterior. Torcuato Di Tella -ingeniero- realizó una Maestría en Sociolo gía en la Universidad de Columbia y estudios 19 20 LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL de doctorado en la London School of Econo mics and Political Science. En 1958, ya en la Argentina, se incorporó al Departamento de Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras y comenzó a colaborar con Germani y otros jóvenes investigadores. En el mismo año par ticipó en la Fundación del Instituto Di Tella que inauguró el Centro de Sociología Compa rada, dirigido por Germani. Di Tella, entre muchos otros trabajos, publica El sistema polí tico argentino y la clase obrera (1964), donde plantea una actitud de cooperación con el pe ronismo de las fuerzas progresistas. Ofrece una perspectiva muy comprensiva de los mo vimientos nacional-populares interpretando que implican una suerte de representación pe culiar en los países latinoamericanos. Di Tella desarrolla sus análisis sociales y políticos des de una mirada comparativa con el resto de los países latinoamericanos, situación poco fre cuente en el desarrollo de las Ciencias Sociales en la Argentina. José Luis de Imaz, licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad del Litoral y doc tor en Derecho y Ciencias Sociales por la Uni versidad de Buenos Aires, realizó su forma ción sociológica en el Departamento de Sociología dirigido por Germani. A partir de 1959 fue miembro del CONICET y desde los años sesenta tuvo como sede de trabajo la Universidad Católica Argentina. Imaz realizó investigaciones sobre sociología política, so ciología de la cultura, teoría sociológica y te mas como el análisis de la estructura social o la familia. Un aspecto importante —que em palma con el estatus científico de la socio logía— es su persistencia en la necesidad de recurrir y buscar los “datos” como material empírico de sus investigaciones. Un trabajo de cita ineludible es Los que mandan (1964), es tudio que incursiona en la teoría de las elites y que analiza -de un modo no realizado hasta entonces- quiénes fueron los que gobernaron la Argentina. Así recorre las carreras políticas y la formación de los presidentes, los gabinetes, los factores de poder —por ejemplo, la Iglesia y las Fuerzas Armadas- y da, como otros soció logos, su propia perspectiva sobre el futuro de la clase política y dirigente del país. Juan Carlos Agulla, abogado por la Uni versidad de Buenos Aires, se formó en las uni versidades de Munich y de Madrid, donde ob tuvo sus doctorados. De vuelta a la Argentina trabajó en la Universidad de Córdoba y, luego de 1976, continuó su labor de investigación en Buenos Aires. Agulla tuvo una extensa pro ducción que abarca la sociología de la educa ción, la teoría sociológica, la sociología políti ca, y temáticas diversas, desde análisis sobre la estructura social hasta el desarrollo de teorías sobre las regiones y las generaciones. Especial mente útiles y dignos de mención son sus es tudios acerca del desarrollo de la sociología en la Argentina y la evolución de las ideas y las ideologías políticas y sociales en el país. Sobre teoría de las elites publicó Eclipse de una aris tocracia (1968), que constituyó un análisis de la elite o clase alta de la sociedad de Córdoba. A sus trabajos sobre educación y, fundamen talmente, su aporte a la sistematización de la tradición y la teoría sociológica de los autores clásicos sumó estudios sobre el desarrollo de la disciplina en el país, que constituyen una fuente ineludible para entender las distintas etapas de la sociología en la Argentina. Asi mismo, Agulla realizó contribuciones útiles y valiosas para comprender las variables socio lógicas aplicadas a la Argentina en las temáti cas de regiones y población, estratificación social, elites e ideologías. LAS CIENCIAS SOCIALES Iosé Enrique Miguens, abogado y doctor en Derecho y Ciencias Sociales de la Universi dad de Buenos Aires y con estudios de posgra do en sociología en la Universidad de Har vard, fue el fundador del Departamento de Sociología de la Universidad Católica Argenti na. Miguens publicó numerosos trabajos en variadas temáticas en sociología y política, en tre otros, La otra versión: mitos, magza e ilusión revolucionaria (1978) donde se analizaba la irracionalidad, la magia y el simbolismo en la vida política y Los neofascismos en la Argentina ( 1983), texto que realizaba un recorrido críti co acerca de distintas ideologías, creencias y prácticas políticas. Francis Korn se formó en el Departamen to de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, entre 1958 y 1961, bajo la dirección de Germani y luego realizó su doctorado en la Universidad de Ofiord. Realizó importantes contribuciones en el campo de la metodología y epistemología de las ciencias sociales, en la crítica al estructuralismo de Lévi-Strauss y en la historia social de la ciudad de Buenos Aires, entre 1895 y 1930. Así, cabe citar entre sus obras, Elementary Structures Reconsidered: Levi-Strauss on Kinship (1973) publicado en Londres y California y Buenos Aires: los hués pedes del 20 (1974); y, como compiladora, Ciencias Sociales: Palabras y conjeturas (1978). Francisco Delich, abogado y doctor en Dere cho y Ciencias Sociales por la Universidad Na cional de Córdoba, realizó estudios en socio logia en la Escuela de Altos Estudios, París. En la Argentina fue secretario ejecutivo de CLACSO —centro que se tratará más adelan te-, fundador y director de la revista Crítica y Utopía y publicó Crisis y protesta social (1972) y Crítica y autocrítica de la razón extraviado (1977). En realidad, antes, durante y después de Germani se fue desarrollando una produc ción sociológica considerable. Una lista de autores y temas encontraría, entre otros y a mero efecto ilustrativo, a Jacinto Oddone y su análisis sobre La burguesía terrateniente ar gentina (1930); a Sergio Bagú y su Evoluciónhistórica de la estratificación social en la Argen tina (1969); a Norberto Rodríguez Bustamen te y sus estudios sobre G. Simmel, I. S. Mill, y La sociología en la realidad latinoamericana; el caso de Argentina (1979); a Francisco Suárez y sus trabajos La formación profesional en con textos transicionales (1967); La política cientí fica (1971); Los economistas argentinos (1972); La organización técnica (1978), a Iuan Marsal y su Cambio social en América latina (1967) y una serie de investigaciones sobre intelectua les y ensayistas en la Argentina y América la tina. Desde el pensamiento de izquierda, Iosé Aricó fue un estudioso de las ideas de Anto nio Gramsci y de otros autores del marxismo heterodoxo. Sus publicaciones aparecieron en la revista Pasado y Presente y, en los ochenta en La Ciudad Futura, cabe destacar sus libros Mariátegui y los orígenes del marxismo lati noamericano (1979) y Marx y América latina (1980). Los trabajos y temáticas desarrollados por los sociólogos aparecieron, muchas veces, en volúmenes colectivos que aunaban perspecti vas de historia, economía y política. Por ejemplo, en una compilación de Torcuato Di Tella y Tulio Halperín Donghi, Los fragmentos del poder (1968), Oscar Cornblít y Francis Korn analiza respectivamente la inmigración y el empresariado, y la asimilación de los in migrantes. En cuanto a la sociología política cabría mencionar, además y entre otros trabajos, los 21 22 LA DIMENSION CIENTIFICA Y CULTURAL producidos hacia mediados y fines de los se senta por José Nun, en torno de la crisis de he gemonía y el golpismo militar; el de Miguel Murmis y Iuan Carlos Portantiero, Estudios sobre los orígenes del peronismo (1971), investi gación que enriqueció las perspectivas y los debates en torno del fenómeno del peronismo y, también en relación con este movimiento político, las investigaciones de Ricardo Sidica ro sobre peronismo y clase obrera. Junto a la producción teórica de las líneas mencionadas se desarrollaron algunas áreas de sociología aplicada en relación con sectores específicos de la sociedad. Así, por ejemplo, en sociología militar Benjamín Rattembach pu blica Sociología militar. Contribución a su estu dio (1958), I. Ochoa de Eguileor y Virgilio Bel trán, Las Fuerzas Armadas hablan (1968). En el campo de la Sociología del Derecho, también se van acumulando trabajos como los de Al fredo Ves Losada, El derecho como experiencia (1961); Victor Irurzun, Un ensayo sobre la con ducta desviada (1964) y Sociedad y Derecho (1966). Pedro David —desde la sociología cri minal—, Marcelo Aftalión y Felipe Fucito son otros autores que producen obras en el terre no de la sociología del derecho. Los trabajos de estos autores tuvieron amplia repercusión en la materia “Sociología” de los programas de abogacía de las distintas universidades. En cuanto a la metodología de la investi gación en Ciencias Sociales, a partir de los años sesenta realizan importantes contribu ciones, entre otros sociólogos, Francis Korn, Manuel Mora y Araujo, Catalina Wainerman, etc. Gregorio Klirnovsky también tuvo una in tensa actividad e influencia desplegadas en congresos, seminarios y jornadas. IGimovsky, si bien fue un entusiasta analista de las visio nes introducidas por el psicoanálisis y las in vestigaciones en psicología cognitiva, mantu vo una insistente prédica y defensa de los as pectos lógico-normativos en el campo de la metodología en las Ciencias Sociales. Otra te mática abordada por los sociólogos fue la del sindicalismo, el movimiento obrero y el mun do del trabajo. Iuan Carlos Torre produjo in vestigaciones significativas -por ejemplo, Los sindicatos en el gobierno (l983)— en relación con la democracia sindical en la Argentina, el poder sindical, el movimiento obrero y el pe ronismo. Rubén Zorrilla analizó la estructura, la dinámica y el liderazgo sindical argentino. Irene Vasilachis de Gialdino focalizó sus in vestigaciones en el área del derecho y la socio logía del trabajo. Otros sociólogos investiga ron sobre distintas áreas, por ejemplo y a sólo efecto ilustrativo, Florial Forni, sociología ru ral; Juan I. Llovet, sociología de la salud; Cata lina Wainerman y Ana M. García de Fanelli, sociología de la mujer. La producción sociológica y la tarea de los sociólogos se llevó a cabo en distintas universi dades, instituciones y centros de investigación. Más adelante se mencionarán algtmos de estos centros donde se desarrolló la investigación en Ciencias Sociales, especialmente en los campos de la Sociología y de la Ciencia Política. EL ENSAYO SOCIOLÓGICO o LA “PARAsocIoLoGIA” El ensayista ha sido visto como una suerte de “intelectual”, aunque bajo este término se incluye tanto a los profesores universitarios, cuanto a periodistas, artistas e ideólogos. En relación con el intelectual —como apunta Juan Marsal- han existido distintas posiciones. Desde el marxismo se los ha vinculado, no po LAS CIENCIAS SOCIALES cas veces, como apéndices de la oligarquía o la burguesía y desde posiciones nacionalistas co mo “intelligentzia” liberal o marxista ajena a las posiciones nacionales. Otra tendencia ha señalado que los intelectuales están más allá de las cuestiones clasistas y de poder y repre sentan la verdadera conciencia de una socie dad. Lo cierto es que, desde el estilo literario del ensayo, algunos autores trataron cuestio nes relativas a la sociología sin pretender ha cerlo en forma científica -o recurriendo al “método científico”-, pero sí intentando ex plicar la realidad política y social. Así se des cribían e interpretaban comportamientos so ciales desde una perspectiva sociológica -o social- que se combinaba con enfoques, según los casos, históricos, psicológicos y políticos. Estos ensayos tuvieron, no pocas veces, gran difusión entre el público no especializado y cumplieron distintas funciones, desde apoyar la actitud y el comportamiento político hasta pretender explicar las raíces sociales de la rea lidad del país. Precediendo o conviviendo con la “socio logía académica” y antes en el tiempo de la instauración de la “científica”, desde una suer te de parasociología positivista cabría citar, entre otros, a Iosé María Ramos Mejía, Las multitudes argentinas (1899), Agustín Álvarez, South America y a Carlos Octavio Bunge, Nuestra América (1918). Ramos Mejía incur sionaba en la psicología social, siguiendo las observaciones de Le Bon, como lo haría más tarde el propio Freud. Álvarez exploraba el pa sado y la influencia de las razas para explicar las causas de la política criolla, desde un opti mismo propio del positivismo de principios de siglo. A la lista podrían agregarse también los trabajos de José Ingenieros, por ejemplo su Sociología argentina ( 1908). En los años treinta aparecieron ensayos y obras que configuraron auténticas aventuras ontológicas sobre el habitante nacional. Existía una suerte de necesidad de definir los produc tos de la vida social de las últimas décadas, sus perfiles externos e interioridades. En 1930 Raúl Scalabrini Ortiz publicaba El hombre que está solo y espera, un intento de construcción arquetípica que daba soplo de vida al “Hombre de Corrientes y Esmeralda”. Un poco más tar de, Ezequiel Martínez Estrada daba luz una memorable y siempre vigente obra, su Radio grafia de la Pampa (1933). Martínez Estrada repasaba viejos personajes y agregaba el listado de nuevos caracteres. Desfilaban, entre otros, el compadre, el gaucho, el caudillo, el guarango, etc. Y, también, el político, cuyo papel era ha blar del porvenir con la seguridad de un profe ta, transmitiendo fe, empleando frases abstrac tas, pero sin arriesgar nada en el fondo. El párrafo final de su Radiografía constituye una vuelta de tuerca —¿final?- al fértil planteo de Sarmiento y desde una suerte de temprana aplicación de la fórmula psicoanalítica: recu perar lo que está en la región dela penumbra y aún perturba. Señala en su Radíografia. ..: “Lo que Sarmiento no vio es que civilización y bar barie eran una misma cosa, como fuerzas cen trífugas y centrípetas de un sistema en equili brio". Como tantos otros, también acometió la atrapante tarea de sumergirse en la “cuestión Buenos Aires” y produjo la obra La cabeza de Goliat (1940 ). Martínez Estrada fue un autor singular que combinó la profundidad del pen samiento con la estética de la palabra. El perfil del intelectual y el del artista se unieron en una extraña alquimia que fue no pocas veces in comprendida y que, lejos de resultar contra dictoria, dio resultados notables para la inago table tarea de repensar la Argentina. 23 24 LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL l Ezequiel Martínez Estrada. Desde la “sociología del estaño” —como acostumbraba decir—, Arturo Iauretche, en su obra EI medio pelo, trataba con humor, polémi ca y mordacidad las perspectivas entrecruzadas de política, sociedad y cultura. El autor analiza ba las clases sociales y sus responsabilidades históricas, en los distintos períodos de la Ar gentina. Reivindicando el “pensamiento nacio nal” criticaba la “miopía” de los "profetas del li brecambio", los fracasos de la generación del ochenta, la incomprensión ante los movimien tos nacionales y populares, el desarraigo de la clase alta y las paradojas de una burguesía que no acertaba en convertirse en “nacional”. Todo ello matizado con notables descripciones y pin turas sociales, que enfatizaban escisiones fun damentales y grupos que no encajaban ni cua jaban en la estática lectura que había realizado una “intelligentzia” que se reproducía con dis tintos nombres a través de las generaciones. Allí estaban, dinámicamente, la inmigración no de seada, las clases medias en formación —y su posterior pauperización-, el cabecita negra, el obreraje, y los “mixtos” resultantes. Desde la izquierda, se lanzaba también una crítica que apuntaba a ciertos sectores so ciales en vinculación a una concepción de identidad nacional. En 1963, Iuan José Her nández Arregui intentaba definir ¿Qué es el ser nacional? Y así desgranaba los factores que conformaban la “conciencia histórica de Ibe roamérica” y en su definición se incluía la his toria, las tradiciones, la lucha de ciertas clases del pueblo contra el imperialismo. Caminos paralelos recorrieron, desde la historia y la mi litancia, otros ensayistas como Iorge Abelardo Ramos y Rodolfo Puiggrós. Otro ensayista singular fue Iuan Iosé Sebre li. Polémico y desde posiciones de una izquier da heterodoxa que recurría a Hegel, Marx y la escuela de Frankfurt supo suscitar el interés del gran público. Análisis sociológicos sobre la vida cotidiana fueron los ejes de sus trabajos, entre otros, Buenos Aires: vida cotidiana y alineación (1964) y Mar del Plata: el ocio represivo (1970); Fútbol y masa (1981). En relación con la políti ca su obra Los deseos imaginarios del peronismo (1983) incursionó en el complejo tema sobre la naturaleza del régimen peronista, al cual en al gún momento había apoyado para desmarcar se luego, como lo hizo también de distintas ex presiones de la izquierda. EL CONTEXTO SOCIAL Y ms CIENCIAS SOCIALES Toda tarea intelectual se enmarca dentro de un campo general de ideas propias de la época y de contextos que son reflejo o contra LAS CIENCIAS SOCIALES punto de sucesos políticos y sociales. Así, el tránsito de las Ciencias Sociales convivió con épocas de progreso y prosperidad y, también, con períodos de rupturas sociales y convulsio nes institucionales Este contexto social debe tenerse en cuen ta pues condicionó o influyó en la estructura y la dinámica de las Ciencias Sociales sea en cuanto al auge o declinación de determinados espacios institucionales, los temas de investi gación, las carreras académicas y el modo de ejercer la tarea científica. Pero aquí no se brin da una mera historia de contextos sino una re construcción de los rastros concretos de los diferentes trazos y registros de un camino que no fue lineal y que tuvo distintas expresiones. En el pensamiento político, por ejemplo, liberalismo y nacionalismo libraron batallas que produjeron escisiones en un terreno que se complejizó con las distinciones -muchas veces difusas- entre derecha e izquierda, don de se fueron acoplando, además, las vertientes socialistas, populistas -de uno y otro signo— y marxistas. En el campo académico es conoci da la disputa entre positivismo y antipositivis mo; conviene, entonces, detenerse mínima mente en el contexto existente en el momento de la emergencia de la Sociología científica. Hacia 1957 —como señala Sidicaro- y a dos años del fin de la era peronista existe en la Ar gentina un clima proclive al advenimiento del conocimiento social como producción de una actividad científica. Es una época de auge de la sociología norteamericana y de apogeo del es tructural-funcionalismo. La sociología que se instaura bajo el liderazgo de Germani —como se ha señalado- pretende diferenciar su tarea del papel del intelectual o el ideólogo y tratar los problemas sociales bajo el prisma del mé todo científico y de las teorías más desarrolla das. Esta posición, si bien contó con el bene plácito de una sociedad política y civil que pa recía confiar en el progreso que vendría de la mano del saber científico, también desconfia ba de la tarea poco conocida —y un tanto sos pechosa- de los investigadores sociales En los sesenta, el clima de ideas generales y los propios hechos que acontecían en la Argentina provocaron que esta línea de inves tigación perdiera el prestigio que había obte nido en sus primeros años. Desde la interpela ción del marxismo o las visiones populistas se reclamaba un compromiso al cientista social que poco se compadecía con las investigacio nes puntuales de determinadas problemáticas sociales. El papel incrementado del pensa miento marxista en los claustros, los reflejos de la Revolución Cubana, el conflicto latente que implica la “cuestión peronista” y los avata res que sufría el cada vez más debilitado go bierno de Arturo Frondizi iniciarían un viraje hacia posiciones más “comprometidas”. Era una época en que las Ciencias Sociales, en América latina -y en casi todo el mundo- en tendían que su papel era la transformación más o menos radical de las estructuras políti cas y sociales. Fue así que ciencia y política pa recieron confundirse y con el advenimiento del régimen militar la convergencia se profun dizó. La tarea de no pocos cientistas sociales se politizó y gran parte de la producción acadé mica se ideologizó. Las Ciencias Sociales se ti ñeron de perspectivas que intentaron enfocar el “gran problema”, quitando atención a temá ticas más puntuales y específicas de investiga ción. A veces, los trabajos constituyeron ver siones aguadas o empobrecidas de la teoría de la dependencia y otras mero proselitismo en clave de lo que fue llamado —más allá de arn bigüedades e imprecisiones- populismo. 25 26 LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL La retirada del gobiemo militar y el adve nimiento del peronismo, en 1973, no habían calmado las aguas. La turbulenta experiencia del peronismo culminó con una nueva ruptu ra institucional y con la instauración del régi men militar denominado “Proceso de Reorga nización Nacional”. En los dos períodos de gobierno militar el contexto político y el clima social tampoco fue favorable para un trabajo fecundo en las disciplinas sociales. Pérdida de puestos académicos, exilio, cuando no perse cuciones fueron las consecuencias que sufrió parte de la comunidad académica del país. Se rá sólo en el marco del nuevo contexto demo crático donde aparecerán las condiciones de mayor tolerancia y pluralismo necesarias para la libertad en que debe desenvolverse toda ac tividad de investigación. Más allá de los diferentes contextos, la pro ducciónacadémica ha tenido también cierta autonomía y no todo lo realizado ha obedeci do puntualmente a los vaivenes de los avatares políticos. Lo señalado respecto de los contextos sociales fue también marco y telón de fondo del desarrollo de una nueva disciplina. LA CIENCIA POLÍTICA COMO NUEVA DISCIPLINA El pensamiento político giró, al menos des de Aristóteles, en tomo de las preguntas acerca del poder, aunque sus objetos de estudio espe cífico hayan variado con el tiempo centrándo se, por ejemplo, en el Estado y el orden político en general y , más tarde, en el proceso de emer gencia, decadencia, sustitución y circulación de las clases dirigentes. Pero la Ciencia Política re cien aparece como disciplina autónoma hacia principios del siglo XX, en los Estados Unidos. Antes, existían la reflexión y la filosofia política sobre temáticas tales como la soberanía, el Es tado, el ordenamiento legal, el gobiemo, etc. Los trabajos se volcaban más hacia lo filosófico y tenían una impronta especulativa, o bien ha cia lo jurídico y se acentuaba el deber ser. Si bien, como señala Pasquino, cabría diferenciar entre la tradición anglosajona que prestaba ma yor atención a los procesos sociales, las prácti cas y costumbres del common law y la tradición continental más volcada hacia el análisis de las estructuras estatales y el derecho. En 1903 se crea la Asociación Americana de Ciencia Política en paralelo con la distin ción de la Ciencia Política de otras disciplinas. Como nueva disciplina no se variaba demasia do en lo que habían sido los análisis previos acerca de las estructuras estatales, la indaga ción sobre el buen gobierno, la reflexión sobre los textos de la filosofia política clásica y los es tudios que focalizaban los mecanismos legales y jurídicos del Estado y sus agencias. En las dé cadas posteriores existirá un reclamo de algu nos sectores para introducir nuevas perspecti vas metodológicas -usadas en la Historia, la Antropología, la Sociología, la Psicología y la Economía- al estudio de lo político, pero este ímpetu coexistirá con el predominio de las perspectivas clásicas. Como afirma Battle, será recién en los años cuarenta cuando se opone a la perspectiva filosófica y legalista, la preten sión de una Ciencia Política bajo el imperio de la perspectiva lógica, empírica y explicativa. En los años cincuenta se instala la llamada “revolución conductista”, que pone el foco en el estudio de los comportamientos reales de los actores políticos y sociales. Bajo la influen cia de la Psicología y la Sociología importa sus métodos de acercamiento al objeto de estudio y recurre al arsenal de instrumentos disponi LAS CIENCIAS SOCIALES bles en tales disciplinas. Se establece así una pretensión de mayor cientificidad al elaborar se hipótesis que deberán sortear la prueba de la contrastación empírica, dejando a un lado el discurso anterior, jurídico o moralista. El nuevo camino dejó abierta la posibilidad de una ciencia más cuantitativa que se enrique ció, además, con esquemas conceptuales y modelos teóricos con pretensión explicativa de los problemas de la investigación científica. El centro del análisis de la disciplina se ubica ba en el sistema político, según David Easton “un sistema de interacciones, abstraídas de la totalidad de los comportamientos sociales, a través de las cuales los valores se asignan de modo imperativo para una sociedad”. No tardó en llegar la reacción, desde el la do de los filósofos, advirtiendo que no todos los capítulos de la vida política y, fundamen talmente, los nuevos fenómenos emergentes de una dinámica cambiante —por ejemplo, el tema de las minorías—, podían ser tratados con las reducidas herramientas teóricas y los co nocidos instrumentos metodológicos del con ductismo. Hacia finales de los cincuenta, Gabriel Al mond y Bingham Powell criticaban los estu dios politológicos por su excesivo provincia lismo, descriptivismo y formalismo. Estos autores, como muchos otros, ubicarán a la po lítica comparada en el centro de la metodolo gía y los contenidos de la Ciencia Política. Los estudios comparados de los sistemas políticos y sus subsistemas (partidos, grupos de pre sión, etc.), y de los procesos políticos ocupa rán, entonces, un lugar estelar en el avance del conocimiento y las nuevas investigaciones. Otra escuela comenzará a tener cada vez mayor predicamento, en los sesenta y los seten ta: la teoría de la elección racional (la llamada escuela de la rational choice o public choice). El nuevo enfoque implicará, esta vez, la influencia de la Economía en la Ciencia Política, a través del uso de algtmas ideas y principios metodoló gicos propios del análisis económico aplicado al tratamiento de los fenómenos políücos. El pun to de partida de esta escuela es el individualismo metodológico y el supuesto de la racionalidad individual. Los fenómenos políticos y sociales se explican a partir de los comportamientos de los individuos, y a éstos se los concibe como sujetos racionales que maximizan sus acciones. En otros términos, los individuos tienen a su dis posición una gama de altemativas y se supone que elegirán aquella que les reporte mayor utili dad, satisfacción o beneficios. Por otra parte, la racionalidad individual no supone una suerte de racionalidad colectiva y, en este sentido, se destacan las contradicciones y paradojas entre el comportamiento individual y el de grupo. Esta perspectiva se aleja de los lineamientos conduc ústas y su influencia sociológica y ha focalizado gran parte de sus estudios en las instituciones políticas surgiendo una suerte de “neoinstitu cionalismo”, disfinto de aquel que hundia sus raíces en el análisis jurídico. Esta escuela ha re cibido también críticas que denotan que su su puesto no es tan categórico como afirman sus cultores. Por otro lado, también se ha sustenta do que el “viejo institucionalismo” también tie ne un papel que jugar frente a los desarrollos del “neoinstitucionalismo”. Otro campo de la Ciencia Política empíri ca —de notable crecimiento hacia los ochenta es el análisis de las políticas públicas (public policies). Desde este enfoque -como observa Pasquino- se analizan los procesos de toma de decisiones, las estructuras institucionales y su influencia sobre tales procesos, la identifica ción de los participantes, la conformación de 27 28 LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL coaliciones, etc. El riesgo de esta vía de análi sis podría ser la poca atención prestada a las motivaciones ideológicas y a los factores es tructurales y, además, el más reducido poder de generalización teórica. A lo largo de su historia, como bien señala Almond, la Ciencia Política ha mostrado sus diferencias internas en, al menos, dos ejes: el ideológico y el metodológico. En relación con el primero, se ha distinguido entre una dere cha y una izquierda con sus distintos matices. Respecto del segundo eje, ha existido un sec tor de metodología “blanda” y otro de meto dología “dura”. Un rasgo de las izquierdas -en sus distintas versiones, sean marxistas, socia listas, dependentistas, de teoría crítica- ha si do su concepción acerca de una Ciencia Polí tica comprometida, donde teoría y praxis no pueden disociarse. Entre ambos ejes, también se observan las combinaciones posibles: por ejemplo, una izquierda dura que recurre a la cuantificación metodológica de sus hipótesis y una derecha dura para la cual las metodolo gías matemáticas, la estadística y los diseños experimentales representan la precondición de la Ciencia Política, en teoría y metodología. El panorama de la Ciencia Política, en rea lidad, presenta una multiplicidad de facetas, perspectivas, escuelas y temáticas que no se agotan en una línea que reivindique para sí, en forma exclusiva y excluyente, el patrimonio de la investigación científica en la disciplina. LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA La institucionalizaciónde la Ciencia Políti ca es aún más tardía en el tiempo que la de la Sociología y al igual que esta última aparecen autores, temas y espacios institucionales que prefiguran el contorno de lo que irá definien dose como una disciplina diferente de la Socio loga, la Historia y el Derecho. En realidad, los estudios políticos estuvieron ligados a visiones más históricas, filosóficas y jurídicas. En este sentido, la Ciencia Política en la Argentina re producía, a su manera, el recorrido que había tenido en el mundo más desarrollado. Fue así que la institucionalización de la Ciencia Política se fue desarrollando a través de un entramado de universidades -públicas y privadas- e instituciones y centros privados. En los años treinta —como apunta Arturo Fernández-, la Facultad de Ciencias Económi cas de la Universidad del Litoral, con sede en Rosario, creó la Carrera de Diplomacia, que daría origen posteriormente a la de Relaciones Internacionales. Sobre esta experiencia se montaría la Carrera de Ciencia Política de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacio nal de Rosario, en 1968. La Universidad de Cuyo, a principios de los cincuenta, creó la Es cuela de Estudios Políticos y Sociales que otor gó el título de Licenciado en Ciencias Políticas y Sociales y el doctorado en las mismas mate rias. En los años setenta se creó el Departa mento de Ciencias Políticas en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de San Iuan y, en Mar del Plata, se creó una Carrera de Ciencia Política. En 1958, durante la presidencia de Arturo Frondizi se dicta la legislación que autoriza a funcionar a las universidades privadas. Se crean las carreras de Ciencia Política y de Re laciones Internacionales en distintas institu ciones: la Universidad Católica Argentina, la Universidad del Salvador, la John F. Kennedy, la Universidad de Belgrano, la de Santiago del Estero y la de La Plata, etc. Es de destacar el ni vel que adquirió la Ciencia Política en la Uni LAS CIENCIAS SOCIALES versidad del Salvador durante la gestión de Carlos Floria, quien supo atraer a politólogos prestigiosos de la época. El mismo Floria fue el encargado de organizar, en los ochenta, el doctorado en Ciencia Política de la Universi dad de Belgrano que contó con figuras de no torio renombre en el medio académico local. En 1971, Francisco Arias Pelerano fundaba la Escuela de Ciencias Políticas en la Universidad Católica Argentina. La característica principal de esta escuela era su orientación filosófica ba sada en la tradición aristotélico-tomista, se gún la cual la Ciencia Política formaba parte de la Ética. Desde el mundo jurídico algunos aboga dos trataron problemas y temas desde la Cien cia Política o bien en paralelo al enfoque jurí dico incluyeron perspectivas politológicas. Así pueden mencionarse, entre otros, a Iorge R. Vanossi, Juan Carlos Rubinstein, Carlos Fayt, Mario Iusto López, Germán Bidart Campos, Alberto Spota, Hugo Álvarez Natale, etc. Des de el derecho constitucional y bajo la influen cia del prestigioso profesor Segtmdo Linares Quintana se fundó, en 1957, la Asociación Ar gentina de Ciencia Política, que, cuatro años después, se afilió a la International Political Science Association (IPSA). Se comenzó a edi tar en 1959 la Revista Argentina de Ciencia Po lítica y se organizaron congresos nacionales entre 1958 y 1966. Durante los años sesenta, setenta y princi pios del ochenta —como bien desarrolla Vessu ri- una serie de centros independientes consti tuyeron un importante entramado en las Ciencias Sociales. El Instituto Di Tella —men cionado anteriormente- contó en su seno con una serie de centros como el de Sociología Comparada, llamado más tarde Centro de In vestigaciones Sociales (CIS). En sus primeros l Mario Justo López. años sus investigadores abordaron las siguien tes temáticas: la extensión de la participación electoral en la Argentina (Darío Cantón); alianza de clases y orígenes del peronismo (Mi guel Murmis); desarrollo económico, cambio y estratificación social en la Argentina (Ruth Sautu); migraciones internas e intemacionales (Zulma Rechini de Lattes y Alfredo Lattes); es tructura social de la Argentina (Germani y Sautu); marginalidad en América latina (Iosé Nun, M. Murmis y Juan Carlos Marín), comu nicación y neurosis (Eliseo Verón). El CIS tuvo una publicación de importante repercusión: la Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales. El Centro de Investigaciones en Adminis tración Pública (CIAP) contó con la partici pación inicial de Iorge Roulet, Iorge Sábato, Oscar Oszlak, Dante Caputo y Marcelo Cava 29 30 LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL rozzi. Entre sus objetivos estaban el estudio de la teoría y las técnicas de la administración pú blica y la gestión de las empresas del Estado. En 1966 se fundó el Consejo Latinoarneri cano de Ciencias Sociales (CLACSO), que fim cionó como un órgano coordinador de una red de centros de Ciencias Sociales. Desde sus inicios tuvo su sede en Buenos Aires y cumplió una importante tarea de articulación y comu nicación entre los centros regionales y del exte rior. Desarrolló distintas actividades y progra mas de investigación -algunos en cooperación con el PNUD y la UNESCO- e investigadores que habían sido desplazados de sus puestos de trabajo por cuestiones políticas tuvieron aco gida en su seno. También en 1966 y como con secuencia de la intervención -bajo el régimen militar- al Instituto de Sociología de la UBA, un grupo de investigadores creó el Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO), de orientación marxista. Este centro tuvo una gran actividad y abordó distintas temáticas —los militares y los sectores populares, los esta llidos sociales, etc.-, pero fue objeto de la ac ción de los gobiemos autoritarios debiendo, algimos de sus miembros abandonar el país. Otra experiencia singular fue la Funda ción Bariloche, que contó con algunos apor tes privados —Fundación Ford- y financia ción estatal. Su suerte corrió pareja con los vientos políticos, lo que entorpeció su tarea. En 1967 se creó el Departamento de Ciencias Sociales, que tuvo distintos programas de in vestigación, entre otros, estudios filosóficos y políticos, movimientos laborales, sociología política, etc. Algunos de sus integrantes fue ron Manuel Mora y Araujo, Edgardo Catter berg y Luis Aznar. En la época del Proceso cambió de estructura organizativa y de líneas de investigación. En los años setenta y principios de los ochenta, dos desprendimientos del Di Tella al canzaron gran dinamismo. El CEDES (Centro de Estudios de Estado y Sociedad) contaba, en tre sus investigadores, a G. O'Donnell, O. Osz lak, M. Cavarozzi, R. Frenkel, L. de Riz, A. Ca nitrot, E. Ielin, M. C. Feijó, I. Balán, etc. Y el CISEA (Centro de Investigaciones Sociales so bre el Estado y la Administración), en el que participaron E. Groisman, O. Oszlak, I. Roulet, D. Caputo, etc. La Facultad Latinoamericana en Ciencias Sociales, que se instala en la Argen tina luego del golpe militar en Chile (1973), fue un centro de reagruparniento de investiga dores y comenzó alli a dictarse una Maestría en Ciencias Sociales. En cuanto a centros de Cien cias Sociales —no específicamente de Ciencia Política— cabría agregar al CEUR (Centro de Estudios Urbanos y Regionales) y el CENEP (Centro de Estudios de Población). Otro espacio institucional de desarrollo de la Ciencia Política ha sido el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, don de los investigadores pertenecientes a la carre ra, en distintos lugares de trabajo —universida des e institutos científicos-, han realizado un aporte sostenido en el campo de la investiga ción en Ciencia Política, Sociología y Relacio nes Internacionales. En el listado no puede fal ta por cierto la mención de un sitio de estudio y análisis político que fue tradicional en la vi da institucional del país.La Academia Nacio nal de Ciencias Morales y Políticas abarcó en sus anales y publicaciones distintos temas de la teoría política y del acontecer nacional. También debe mencionarse la labor del Insti tuto Argentino de Estudios Constitucionales y Políticos, en Mendoza, integrado por un gru po de juristas -bajo la dirección de Dardo Pé rez Guilhou— que desarrollaron trabajos insti LAS CIENCIAS SOCIALES REVISTA RRGENTINH eIENems veLíïlens DERFCI-Ó ADHINISTRLCION. ECOO%ÍA POLÍUCI. SOCIOLÉA HISTORIA V EDUCÁCÚN Fundador y Dlnctorn Dr. RODOLFO IIVRROLR Sr-zunuzu- m: “ILDHLIÓSZ In. IIOIÏMZIO C. l|l\'.\lII)I..\ . “publicar... Mena». . (una. u. uu.|I TOMO PIÏIIO DIRECCION Y ADMINISTRACION sos-Avanzan: ¡um-cos BUENOS AIRES iD_l0 l Tomo inicial de la Revista Argentina de Ciencias Políticas. tucionales combinando el derecho constitu cional con el análisis político. Un lugar especial merece el Instituto de Desarrollo Económico y Social, que, además de una intensa actividad académica, publicó iuiuíerrumpidamente la revista Desarrollo Económico. Esta publicación, desde su apari ción a finales de los cincuenta, dedicó parte de su contenido a estudios de Sociología y Cien cia Política, publica importantes estudios e in vestigaciones del medio académico local e in ternacional. Las postrirnerías del régimen militar ini ciado en 1976 y la reinstalación de la demo cracia trajeron una atmósfera renovada a par tir de la cual la disciplina emprendió una nueva etapa. En 1982, un grupo de politólogos creó la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP), que, luego, obtuvo el reconocimiento de la IPSA y organiza, cada dos años, el Con greso Nacional de Ciencia Política. En el ám bito de la universidades públicas y privadas se crearon nuevas carreras de Ciencia Política y en la Universidad de Buenos Aires se comenzó a dictar la carrera a partir de 1986. Maestrías y diversos posgrados complementaron un pa norama de notable crecimiento y expansión. LA PRODUCCIÓN ACADÉMICA Una publicación será un mojón ineludible en el trazado de su “prehistoria”: la Revista Ar gentina de Ciencia Política, creada en 1910 por Rodolfo Rivarola. Bajo su dirección la revista combinó temas de derecho público, derecho privado, economía, relaciones internacionales, sociología, filosofía y discusiones que encaja ban en núcleos centrales de una disciplina aún por crear: la Ciencia Politica. Temas tales como los partidos políticos, las relaciones intemacio nales, la cuestión social, el sufragio y los siste mas electorales, los regímenes institucionales y la reforma política fueron nutriendo las pági nas de una publicación que congregaba a los “notables” de la teoría y el pensamiento políti co e institucional. Rivarola fue un brillante in telectual que fue prefigurando nuevos perfiles y contenidos del estudio de la política, a través de su obra y sus inquietudes. Un trabajo que puede ser considerado pio nero en el largo camino que iniciará la discipli na en fonnación es El gobierno representativo federal de la República Argentina (1910), escri to por Iosé Nicolás Matienzo. El autor deli neaba los rasgos del régimen político distan ciándose de lo que habían sido los estudios más clásicos desde el Derecho -principalmen 3] 32 LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL l losé Nicolás Matienzo. Archivo General de la Nación. te, el constitucional- y analizando las institu ciones desde vectores más políticos que lega les. Junto con la obra de Matienzo, en la prí mera y la segunda década del siglo XX, aparecieron trabajos que intentan explicar la historia desde una perspectiva de análisis del régimen político de la época. Incluso un ex tranjero como Adolfo Posada, en su trabajo La Constitución argentina y el régimen político (1910), advertía la distancia entre la constitu ción formal del país y su vivencia concreta, el avance del desarrollo económico sobre el po lítico, la influencia del caudillismo anárquico, la ficción del Estado federal, el fuerte presi dencialismo imperante, la crisis de valores y la clave de éxito hacia el futuro que vendría de la mano de la educación. El mismo año, Joaquín V. González, en El juicio del siglo, realiza un balance de lo acontecido en el país, en un re corrido que desnuda sus falencias y resalta sus aciertos, más allá de la “ley de la discordia” que tiñó las relaciones de los argentinos de di ferentes generaciones. Pocos años después, Iuan Álvarez en Las guerras civiles argentinas anuda política y economía para intentar ex plicar “científicamente” los conflictos y las crisis del país. Pero la impronta jurídica de los estudios políticos pervivirá durante bastante tiempo. La carrera de Derecho era un ámbito común para aquellos que deseaban iniciar estudios políticos y fueron las cátedras de Derecho Po lítico y Derecho Constitucional las vías de transmisión de autores, ideas y especulaciones de filosofía y de política práctica. Profesores como González Calderón, De Vedia y Mitre, Faustino Legón y Rafael Bielsa no eludían la constelación de la política en sus obras y pro ducciones. También, bajo la temática del Esta do, asomaban escritos donde la perspectiva política se ubicaba en el centro de la escena, tal fue el trabajo de Arturo Enrique Sampay y su tesis La crisis del estado de derecho liberal-bur gués (1943). Un autor importante que prepara el pasa je de los estudios del derecho político hacia la Ciencia Política fue Mario Iusto López. El de recho político se encontraba en un lugar de bordes y límites, donde se aproximaban -entre otros campos- el Derecho, la Filosofia Política y la Ciencia Política. Desde allí escribió su In traducción a los estudios políticos, cuyo primer volumen apareció en 1969 y, el segundo en 1971. Otro estudio importante fue su obra Partidos politicos, teoría general y régimen legal (1965), estudio que fue agregando nuevos te mas y nuevos autores en sucesivas reimpresio nes. A los autores citados entre otros, George LAS CIENCIAS SOCIALES Iellinek, Carl Friedrich, Herman Heller, Geor ges Burdeau, Maurice Duverger y Ranney y Kendall- agregaba politólogos de la talla de Iuan Linz y Giovanni Sartori. En relación con su citada obra Introducción. .., cabe señalar que hundía el análisis en la Teoría Política, la realidad política y social y el conocimiento po lítico. El recorrido de los distintos capítulos constituye una suerte de manual -o hasta tra tado— de un curso que cabalga entre la Filoso fía Política, la Ciencia Política, el Derecho y la Historia. Más cercano al análisis empírico, Darío Cantón produjo un estudio importante en re lación con la teoría de las elites con su trabajo El parlamento argentino en épocas de cambio (1966), donde analizaba las diferentes caracte rísticas sociales, económicas y educacionales de los legisladores en tres momentos cruciales de la vida política del país: 1890, 1916 y 1946. Otra investigación posterior, Elecciones y par tidos políticos en la Argentin (1973), constitu yó un importante aporte por la recopilación de datos y su sistematización en relación con la Argentina electoral y la emergencia y carac terísticas de las fuerzas políticas. Desde la Historia también se fue nutriendo lateralmente el contenido de la Ciencia Políti ca. Así merece destacarse la obra de José Luis Romero Las ideas políticas argentinas (1946) y otros ensayos que versaron sobre temas de la Argentina política. Otra obra de historia, de Carlos A. Floria y César A. García Belsunce, Historia de los argentinos (1972), incorporó mi radas desde la Ciencia Política incluyendo ma tices, perspectivas o comentarios que remonta ban a la teoría política más cercana en el tiempo. Cabe destacar también la investigación de Natalio Botana El orden conservador (1979), que significó un abordaje desde la Ciencia Po lítica y la historia, sobre el período de la Repú blica Liberal-Conservadora. El mismo autor aportaun valioso e innovador trabajo en el marco de las ideas políticas, La tradición repu blicana, donde recreaba, a través de lecturas clásicas, un virtual dialogo —plagado de en cuentros y desencuentros- entre Alberdi y Sar miento. Desde el campo de la historia también cabe mencionar, como valiosos aportes, la ex tensa obra de Félix Luna y las lúcidas reflexio nes de Ezequiel Gallo sobre distintas temáticas sociales y políticas y sobre la historia de las ideas políticas. Gallo realizó también aportes específicos en la disciplina, como por ejemplo la investigación realizada con Silvia Sigal La formación de los partidos contemporáneos. La Unión Cívica Radical ( 1890-1916), publicada en Desarrollo Económico, en 1963. Algunas obras de investigadores extranjeros también nutrieron numerosos trabajos de Ciencia Polí tica, por ejemplo las investigaciones sobre el poder militar y la política del historiador Ro bert Potash y las del sociólogo Alain Rouquié. La investigación recorrió temáticamente —como no podía ser de otro modo- los avata res políticos que sufría la Argentina. Así, por ejemplo, en relación al régimen militar ini ciado en 1966 bajo el comando del general Onganía, se publicaba el mismo año del golpe el trabajo colectivo La Revolución Argentina. Análisis y prospectiva (1966), donde juristas, politólogos y sociólogos analizan el nuevo ré gimen a la luz de los antecedentes, la teoría política, la ideología y el sistema institucional; escriben, entre otros, Guillermo Lousteau He guy, Alberto Castells, Iosé Luis de Imaz, Carlos Floria, Mariano Grondona, etc. En el año de finalización de aquella experiencia de facto, aparece El régimen militar 1966-1973 (1973), una recopilación sistematizada de editoriales 33 34 LA IJIMENSIÓN (ÏIENTÍFICA Y CULTURAL —principalmente de la revista Criterio- escri tos por Carlos Floria, Natalio Botana y Rafael Braun, que pasa revista de distintos hechos y aspectos de la experiencia de las administra ciones de Juan Carlos Onganía, Roberto M. Levingston y Alejandro A. Lanusse. También sobre el mismo régimen Guiller mo O’Donnell publica la obra 1966-1973. Es tado Burocrático Autoritario (1982), que ad quiere una repercusión notable en los medios local y extranjero. El trabajo de O’Donnell no intentó una mera recopilación descriptiva o analítica del régimen sino la conceptualiza ción de un nuevo tipo de Estado existente en un período histórico determinado y con ca racterísticas distintivas que lo diferenciaban de otros estados autoritarios: el Burocrático Autoritario. Años antes, otra obra de O’Don nell había conseguido también notoriedad: Modernización y autoritarismo (1972). En los años setenta, en el área de los estu dios institucionales, N. Guillermo Molinelli comenzaba renovados análisis y desarrollos de las instituciones políticas y publicaba, entre otros trabajos, El rol del Congreso en la inicia tiva legislativa (1972). En relación con el área de Ciencia Política y de la administración, Os car Oszlak publicaba La formación del Estado argentino (1982), comenzando una línea que había estado rezagada en relación con otras te máticas de los estudios políticos. Más volcado hacia una perspectiva de filosofía política, Carlos Strasser publicó La razón política en po lítica y en sociología (1977) y artículos en la re vista Desarrollo Económico acerca de la disci plina. El sindicalismo fue tratado en algtmos trabajos; entre otros, Sindicatos y política en la Argentina (1980) de Marcelo Cavarozzi. El mismo autor publicó Democracia y autorita rismo (1983), texto que dio cuenta de los ava tares y recorridos fallidos de la democracia y las caídas en regímenes autoritarios. Dos años antes, Liliana de Riz, abordaba la experiencia política del peronismo y su vuelta al poder en el texto Retorno y derrumbe (1981). La producción académica también fue considerable y variada en el ámbito de los cen tros e institutos de investigación -referidos anteriormente- a través de documentos de trabajo y distintas publicaciones. A finales de los setenta y principios de los ochenta, en el umbral del cambio de régimen, aparecen nue vos estudios que preludjan los tiempos por ve nir y sus necesidades. Los análisis sobre la transición a la democracia, la cultura política y el papel de los distintos actores sociales y po líticos en este tipo de régimen ocuparán el in terés de los politólogos. Y una serie de ellos realizaron también contribuciones con distin tos artículos, trabajos o análisis políticos, entre otros, Atilio Borón, Edgardo Catterberg, Ma riano Grondona, Arturo Fernández, Eugenio Kvaternik, Carlota Iackisch, etcétera. LOS TEMAS Y EL TEMA DEL PERONISMO La lectura de las Ciencias Sociales en el si glo XX muestra distintas temáticas alrededor de las cuales giran las producciones de los au tores. Algunos temas aparecen como recurren tes y recorren transversalmente todos los tiempos, desde lecturas donde predominan o confluyen distintas miradas y disciplinas co mo la Ciencia Política, la Sociología, la Psico logia Social y la Historia, y desde el trabajo de rigor científico-metodológico o el ensayo po lítico o social. Un tema que reaparece a lo largo de todo el siglo es la indagación acerca de la identidad LAS CIENCIAS SOCIALES argentina. Y es propio de la Sociología —y las Ciencias Sociales- preguntarse sobre los orí genes de la sociedad nacional, su evolución y su destino. Perspectiva que engloba pasado, presente y futuro en sintonía con una prome sa siempre presente y también incumplida: cómo mejorar la vida de los individuos y gru pos que componen el tejido social. No sor prende a nadie que la pregimta alcance una in tensidad elocuente cuando se trata de sociedades de conformación multinacional. La búsqueda del ser nacional, la explicación de la estructura social y el comportamiento de las distintas clases, de los diferentes estilos de vi da, de las costumbres y de los disímiles carac teres que pueblan el paisaje humano, fueron objeto de análisis y reflexión de los ensayistas y cientistas sociales. Estos últimos a través de hipótesis y metodologías engarzadas con dis tintas teorías explicativas. A estos temas habría que agregar los que han aparecido a lo largo de estas páginas, sea desde la perspectiva de la So ciología o de la Ciencia Política. El peronismo fue otro tema de singular in terés y, sin duda, merece un sitio especial. Es taba claro que su análisis resultaría insuficien te desde una lectura histórica de mero acopio de hechos y sucesos. Había que desentrañar lo que aparecía como un fenómeno que no enca jaba en la sucesión lineal de ideas y experien cias políticas y sociales de la Argentina. Las Ciencias Sociales debían acometer la tarea y así lo hicieron a través de innumerables estu dios que pretendieron explicar la naturaleza del peronismo, su influencia en las estructuras sindicales, su clasificación como régimen y co mo sistema de ideas, sus productos sociales, la impronta que su paso dejó en el sistema polí tico, etc. Así y en cuanto a su “naturaleza”, por ejemplo, para Germani se trató de un movi miento nacional-popular, Di Tella lo ubicó también dentro de los populismos, otros auto res —como Carlos Fayt- lo asirnilaron lisa y lla namente como un fascismo, Abelardo Ramos y Sebreli recurren a la imagen del bonapartis mo. En relación con el peronismo y la estruc tura sindical, también Germani dispara una serie de debates y polémicas a partir de la cuestión acerca el apoyo que tuvo el peronis mo en sus comienzos. Para Germani habían sido los migrantes internos la masa que fue materia prima del peronismo. Murmis y Por tantiero señalan, en cambio, la importancia de la estructura sindical vigente en la época, don de confluyeron viejos y nuevos líderes. A este debate se sumaron investigadores extranjeros como Peter Smith, Walter Little, Eldon Ken worthy, Louise M. Doyon y, desde