Vista previa del material en texto
Susana Jiménez Correa La arquitectura de Cali Valoración histórica Universidad de San Buenaventura Cali - Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño Colección Investigación La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 2 © La arquitectura de Cali Valoración histórica Autora: Susana Jiménez Correa Grupo de investigación: Arquitectura, urbanismo y estética Facultad de Arquitectura Universidad de San Buenaventura Colombia @ Editorial Bonaventuriana, 2009 Universidad de San Buenaventura Calle 117 No. 11 A 62 PBX: 57 (1) 5200299 http://servereditorial.usbcali.edu.co/editorial/ Bogotá – Colombia El autor es responsable del contenido de la presente obra. Prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio, sin permiso escrito de la Editorial Bonaventuriana. © Derechos reservados de la Universidad de San Buenaventura. ISBN: 978-958-8436-09-8 Tiraje: 500 ejemplares. Depósito legal: se da cumplimiento a lo estipulado en la Ley 44 de 1993, decreto 460 de 1995 y decreto 358 de 2000. Impreso en Colombia - Printed in Colombia. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 3 ÍndiceÍndice Prólogo 7 Introducción 11 Primera parte: Proceso histórico 17 Capítulo I. La obra arquitectónica como objeto histórico y cultural 19 • Desarrollo conceptual 22 - El hecho arquitectónico 22 - La cultura 23 - La identidad 24 - El lugar 25 - El contexto 26 - El lenguaje arquitectónico 27 - El estilo 28 - Los periodos históricos 29 - Periodización 30 - El patrimonio 31 - El valor 34 - La intervención 35 - Los autores 36 La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 4 • Reflexión historiográfica 36 - Historiografía general e historiografía de la arquitectura 36 - El problema historiográfico de la arquitectura 37 - La obra de arquitectura como fuente primaria 40 - Las imágenes en la historiografía de la arquitectura 42 • Antecedentes historiográficos 43 - Estudios latinoamericanos 43 - Estudios regionales 44 - Estudios locales 45 Capítulo II. Contexto histórico de la arquitectura de Cali Periodo 1536-1959 47 • Antecedentes 50 - Antigüedad clásica 50 - Edad Media 52 - Renacimiento 55 - Modernidad 58 • Desarrollo histórico de la arquitectura 64 - Periodo colonial (1536-1810) 65 Generalidades geográficas 65 Generalidades poblacionales 65 La propiedad urbana 69 Las nuevas construcciones 72 Valores de la arquitectura del periodo colonial 75 - Periodo republicano (1810-1930) 79 De la Colonia a la República: la expresión de un nuevo espíritu 79 Conflictos urbanos en el siglo XIX 80 Los cambios de la primera mitad del siglo XX 83 Los años veinte 84 La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 5 La arquitectura de la República 85 La nueva urbanización 88 Valores de la arquitectura del periodo republicano 90 - Periodo de transición a la modernidad (1930-1945) 94 Los años treinta 94 La tendencia neocolonial 96 Los años cuarenta 99 La influencia Art Deco 101 Valores de la arquitectura del periodo de transición 104 - Periodo moderno (1945-1959) 107 Los años cincuenta 107 Valores de la arquitectura de la modernidad 113 a) Una moderna lectura de lo local 114 b) La expresión plástica del auge tecnológico 116 c) La austeridad del prototipo 117 d) La crítica culta y la relación contextual 118 Capítulo III. Contexto histórico de la arquitectura de Cali Periodo 1960-2008 121 • Antecedentes 123 • Periodización y análisis 125 - Los años sesenta 126 - Los años setenta 130 - Los años ochenta 147 El uso del ladrillo 150 - Los años noventa 158 La crítica del no-lugar 160 El nuevo siglo 169 - Observaciones finales 179 La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 6 Segunda parte: Valoración del contexto construido 185 Capítulo IV. Modelo teórico y metodológico para una valoración del contexto construido 187 • Criterios de valoración 190 - Valor y valoración 190 - Estructura metodológica para la valoración 194 Componentes 194 Valores 195 Variables de valor 196 Indicadores 197 • Matriz de valoración 197 Conclusiones 200 Bibliografía 220 Índice de autores 229 Índice de obras 232 Anexo 237 La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 7 PrólogoPrólogo Como lo pidió hace años Jane Jacobs (Vida y muerte de las grandes ciudades, 1966), estamos en mora de retomar para la arquitectura la conformación de las ciudades, y con mayor razón para las nuestras, en las que vivimos ya cerca del 80% de los colombianos, pues son cada vez más grandes pero menos urbanas. En especial Cali, que en la última mitad del siglo XX multiplicó casi por diez los trescientos mil habitantes que tenía hacia 1950, cuando aún era una pequeña capital de provincia ordenada, segura, limpia, silen- ciosa, cómoda, alegre y bonita. La contextualidad de la arquitectura en nuestros diferentes entornos urbanos y su soste- nibilidad en nuestra variedad de climas son imperativos para una mejor calidad de vida urbana en el país. Para lograrlo, es necesario dotar a nuestros arquitectos con suficientes conocimientos en los asuntos esenciales del oficio, como son lo programático y funcional, lo técnico y constructivo y lo histórico y formal. Juntos y renovados, estos saberes nos permitirán una verdadera experticia profesional, ahora ineludible para abordar con éxito los retos del futuro inmediato. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 8 Pero hay que empezar por los profesores y aunque mucho se ha avanzado en su formación de posgrado, son pocos los que investigan y menos los que escriben, especialmente sobre lo nuestro, que ignoramos como si nos avergonzara. Y viajar regularmente nos resulta muy costoso, por lo que tampoco podemos estudiar bien otros edificios y ciudades en sus realidades urbanas. Es como si los que enseñan a diseñar no diseñaran, o que no constru- yeran los que indican cómo hacerlo, lo que lamentablemente también sucede en muchas de nuestras innumerables escuelas. Por eso este libro es un bienvenido aporte al estudio del patrimonio antiguo y moderno en la región. Estudio que comenzó en 1956 con la Historia de Cali, de Gustavo Arboleda, y se continuó en la Universidad del Valle con la Arquitectura colonial en Popayán y Valle del Cauca, de 1965, del profesor español Santiago Sebastián, y varios más sobre la arqui- tectura de nuestras haciendas, la del Ferrocarril del Pacífico, la de las iglesias y templos, la arquitectura moderna en Cali y también sobre sus servicios públicos, entre otros. Después de El proyecto arquitectónico. Aprender investigando, de 2006, producto de las investigaciones realizadas en la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad de San Buenaventura Cali, Susana Jiménez aporta de nuevo a una teoría que nos saque de la trivialidad y la falta de ética de buena parte de la arquitectura actual de la ciudad. Desde su fundación hasta comienzos del siglo XXI aborda su evolución, componentes y patrones característicos, así como la construcción de categorías de análisis, pautas de valoración y criterios de interpretación. El reconocimiento de sus valores, premisa metodológica del presente libro, además de fuente primaria para la historia regional, es clave para entender la situación actual de la ciudad, pero también para seleccionar los elementos a considerar para que su arquitec- tura vuelva a ser pertinente y acertada. Y alienta la resistencia a su espectáculo actual,producto del negocio del suelo urbano, de la industria inmobiliaria y de la sub cultura del narcotráfico, como también de una profesión que no mira el daño cultural que ha venido haciendo. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 9 Esta valoración de nuestro patrimonio construido es urgente, pues apenas nos interesamos por lo que pasa en la ciudad, e ignoramos el papel de lo urbano-arquitectónico en esos hechos, muchos triviales y repetidos, que nos impiden mirar su pasado, cuestionar su presente y construir mejor su futuro. La lectura crítica de este libro ayudará mucho, ya que la teoría de la ciudad y su arquitectura hoy deben empezar por la contextualidad y sostenibilidad de sus edificios, pues ahora dañan la ciudad y contribuyen indirectamente a contaminar el medio ambiente. Benjamín Barney Caldas La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 11 IntroducciónIntroducción Con el modelo centralizador francés del siglo XIX y con la Constitución de 1886, que rigió durante ciento cinco años, se generalizó en Colombia una perspectiva centralista y unitaria en los aspectos políticos y culturales. Sólo hasta los cambios constitucionales de 1991, concebidos como instrumento político para la reconciliación nacional y la modernización del Estado, se hace explícita la pluriculturalidad de la nación colombiana y se otorga derecho a la identidad. La necesidad de proteger la diversidad étnica y cultural de la nación alienta la resistencia a la homogenización, a la globalización de la arquitectura y a las tendencias unificado- ras de las modas llegadas de otros contextos. Sin embargo, tras los siglos de opresión, dependencia e importación de modelos ajenos, este cometido no ha sido sencillo. Las discontinuidades históricas que han dificultado la conformación de caminos verdadera- mente propios en la arquitectura colombiana, se magnifican bajo los efectos crecientes de la globalización sobre las memorias sociales, las tradiciones, las territorialidades y por supuesto, sobre la arquitectura. Por ello, frente a los llamados de la globalización, la mundialización, la homogeneidad y la interculturalidad –que son ya un hecho–, se ven multiplicar las reivindicaciones de una identidad local e histórica de las localidades, acaso como una reacción y una apues- ta crítica por un presente que lucha contra el signo de la uniformidad; como lo expresa Francisco Zuluaga: “Quizá lo que hoy están buscando las localidades de mayor conciencia histórica, sea el reconocimiento del significado de sí mismas para sí y frente a un mundo que procura desdibujarlas en la globalidad” (2006). En el mismo sentido, Joseph Ballart La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 12 asevera:“El ansia del pasado es una de las manifestaciones más significativas que adopta la reacción de la sociedad contemporánea ante la conciencia de pérdida de continuidad cultural que ha provocado la velocidad y escala del cambio que afecta al entorno físico y cultural de las sociedades” (1997). Estando próxima la conmemoración del bicentenario de la independencia de las colo- nias hispánicas y en el tiempo transcurrido después de la reforma constitucional, cabe preguntarse si la arquitectura construida en Cali muestra indicios de haber fortalecido identidades e incorporado memorias de su pasado construido y si, en respuesta a estas circunstancias, ha contribuido a su configuración como el lugar para su afirmación o reco- nocimiento. Estos interrogantes precisan una mirada hacia la arquitectura de las primeras conformaciones urbanas, a las transiciones de la Colonia al Estado nacional en los siglos XIX y XX y a la situación actual en relación con sus continuidades, transformaciones, pa- ralelismos y diferencias. Las profundas transformaciones que ha afrontado la ciudad han dado lugar a una disper- sión de las identidades que en ella se construyen y, así mismo, a una indiferencia frente a los valores de lo construido. Aunque todo ello le atañe a la investigación del proyecto arquitectónico, en tanto a éste le interesan los elementos del contexto a considerar en los procesos de intervención en lugares consolidados, es frecuente la despreocupación teórico- metodológica y la superfluidad en el procesamiento de los datos recogidos como información de la realidad. Por esta razón, es necesario que las intervenciones urbano-arquitectónicas le otorguen importancia al contexto, al apropiarse del capital, la infraestructura, los usos, la memoria y las identidades colectivas acumuladas por las generaciones precedentes. Buscando profundizar en el “momento contextual” que abordan los proyectos, la tesis que origina la investigación apela al reconocimiento de los valores de lo construido en Cali, en el marco de sus fundamentos ideológicos y como manifestación de las sociabilidades de cada momento histórico. Este libro se soporta en el trabajo Valoración histórica del contexto construido en Cali. La obra de arquitectura como hecho histórico y cultural. Cali 1960-2008, tesis de grado en la Maestría en Historia de la Universidad del Valle, de- sarrollado con la tutoría y dirección del arquitecto Alberto Saldarriaga Roa1. 1. El trabajo de grado en la Maestría en Historia de la Universidad del Valle fue sustentado por Susana Jiménez el 9 de septiembre de 2008 ante un gru- po de docentes y estudiantes presidi- do por Nancy Motta como directora de la Maestría, Gilberto Loaiza como coordinador de los trabajos de grado y tres jurados: el historiador Miguel Camacho, el arquitecto Fernando Flórez, docentes de la Universidad del Valle y el arquitecto Benjamín Barney, docente de la Universidad de San Buenaventura. La tesis fue evaluada como Meritoria. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 13 Las investigaciones en la línea del proyecto arquitectónico se iniciaron en la Universidad de San Buenaventura en el año 2004, con el propósito de caracterizarlo como un proceso investigativo reflexivo, sistemático y coherente, condición necesaria para desarrollar pro- puestas capaces de impactar con pertinencia los contextos. Este proceso investigativo ha tenido tres fases de avance, consignadas en el libro El proyecto arquitectónico. Aprender investigando (Jiménez, 2006). La primera fase de la investigación se denominó La proyectación arquitectónica2 como proceso de investigación, en la cual se caracterizaron las lógicas de construcción y apro- piación de los procesos desde lo cognitivo, lo pedagógico y lo didáctico. A partir de los análisis, hallazgos y conclusiones de esta primera etapa se construye un modelo teórico del proceso proyectual, como punto focal de los desarrollos posteriores. En la segunda fase, denominada La representación arquitectónica como medio de conocimiento del proyecto, se avanza en el análisis de las representaciones propias de cada instancia proyectual y el modelo se consolida en el aspecto representacional. En la tercera fase –situada, como la anterior, en la dimensión metodológica– se procesa un modelo didáctico sobre estra- tegias fundamentadas en la problematización y se diseña el programa para un curso de introducción a la enseñanza-aprendizaje del proyecto como investigación. Este libro hace parte de la cuarta fase, donde la investigación se centra en la valoración histórica como un recurso del proyecto arquitectónico, ya que éste, en su condición in- vestigativa, requiere un marco contextual y referencial donde se conjuguen los problemas históricos, teóricos y prácticos. En esta fase colaboran el arquitecto Armando Buchard y un grupo de estudiantes de la Universidad de San Buenaventura Cali: Marcela Potes, Edgar Duque, Danny FernandoGenial y Luz Piedad Gallego. En la lógica investigativa del proyecto arquitectónico, la conversión de las ideas –inicial- mente vagas e imprecisas– en certidumbres y soluciones que se proponen como imágenes, precisa la articulación de las propuestas con las preexistencias físicas, sociales, econó- micas, políticas y culturales. Sin embargo, quizás sea la ignorancia sobre el contexto y la obra de arquitectura como hecho histórico y cultural otra de las causas que esconden una realidad agobiante de las ciudades colombianas: la destrucción del patrimonio construido y 2. La Real Academia Española de la Lengua reconoce el término proyec- ción, pero el concepto proyectación pertenece al ámbito de la arquitectu- ra, como un neologismo que proviene del verbo proyectar, que significa idear, imaginar, trazar, disponer un plan y los medios para ejecutarlo. Tradicionalmente, el término pro- yecto arquitectónico se considera como el conjunto de diseños, planos y cálculos, plantas, alzadas, pers- pectivas, etc., que determinan todo lo necesario para la construcción de una obra arquitectónica. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 14 la producción de la arquitectura como un objeto físico, donde prima el valor del mercado que encasilla las obras en los aspectos utilitarios y funcionales, y captura la esencia de las formas en tendencias y modas. El desconocimiento de los valores locales también contribuye –aunque de forma indirec- ta– a la destrucción de lo construido y a la manera superficial y rápida como se da res- puesta inmediata al “encargo” profesional. Esta tendencia es certificada por la apertura de concursos nacionales con plazos ínfimos de entrega, por las Bienales Nacionales de Arquitectura que premian las obras sin conocerlas y sin medir su impacto urbano y por la frecuente reproducción de estas prácticas profesionales en los procesos de formación en arquitectura. En efecto, la carencia de interpretación histórica de lo local facilita el traslado literal y acrítico de lenguajes de otros medios culturales, lo que se magnifica en los procesos de enseñanza-aprendizaje del proyecto. En estos, con frecuencia las rea- lidades se simulan y se abordan con procedimientos fundamentalmente intuitivos, que se apoyan en el estudio de referentes externos y en la aplicación genérica de métodos organizadores de las formas. La ausencia de valoración histórica en el medio colombiano no sólo se expresa en las prácticas profesionales y en su enseñanza-aprendizaje, sino también en la historiografía de la arquitectura, la cual se ha limitado a tres tendencias primarias: ● El análisis de un periodo específico, de una corriente o de un autor reconocido, cuya mirada, siempre restringida, impide la lectura de los valores y de las transformaciones de la arquitectura en el tiempo. ● La descripción y análisis del hecho arquitectónico como espectáculo, en una condición de fotogenia donde prima la imagen sobre el contenido y con la cual las obras se do- cumentan de manera irreflexiva y superficial. ● La presentación protagónica del edificio, resultado de proyectos que se estudian, representan, aprueban y premian como objetos exentos del contexto. Estas tendencias de la historiografía aumentan las dificultades para la asimilación de ele- mentos culturales externos y reclaman una mirada a la historia de los lugares de inserción La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 15 de las obras como espacios de identificación. Por esta razón, es propósito del libro abordar una doble dimensión: la divulgación de los valores y memorias ligados a la arquitectura de Cali y la incorporación de estos valores en el desarrollo del proyecto arquitectónico, con la construcción de categorías de análisis, pautas de valoración y criterios de intervención en los contextos de su realidad local. La aproximación metodológica requiere algunas consideraciones acerca de los métodos historiográficos. Como lo afirma Carr, a partir de hipótesis el historiador selecciona los hechos, que a su vez dan forma a las hipótesis, en un proceso simultáneo entre historia e investigación: “La historia requiere la selección y el ordenamiento de los hechos referidos al pasado, a la luz de algún principio o norma de objetividad aceptado por el historiador, que necesariamente incluye elementos de interpretación” (1991). En el mismo sentido Álvaro Matute señala: “La recolección y el descubrimiento de los documentos no puede hacerse sin ideas previas acerca de ellos en relación con el tema […] la heurística (a la que ha denominado como el arte de buscar los materiales necesarios) no va sola, sin la crítica, es el binomio el que fortalece el factor investigativo” (1999). Con estas premisas metodológicas y con el propósito de conformar un conjunto de redes históricas que permitan la explicación, las generalizaciones y las proposiciones, más que una historia para describir las características de los hechos arquitectónicos en el tiempo o para inventariar sus edificios representativos, se busca identificar los valores de la ar- quitectura como expresión de las sociabilidades de cada época. Desde allí, el libro ofrece una mirada crítica de la relación entre la dimensión microscópica del objeto arquitectónico y la valoración histórica de su contexto3. El periodo cronológico del estudio se sitúa entre 1960-2008; sin embargo, para identificar los eventos y las circunstancias que produjeron las transformaciones, permanencias y significaciones estéticas de la arquitectura de Cali, se aborda una amplia periodización iniciada en los antecedentes fundacionales. En el periodo 1990-2008 se analizan algunos proyectos en profundidad, a través de los cuales se reconocen y comprenden los elementos y valores del pasado que aún permanecen. Si bien el nombre oficial de la ciudad es Santiago de Cali, compuesto a la usanza de muchas fundaciones españolas en América –y que hace honor a la devoción del apostol Santiago 3. En una definición de microhistoria, Giovanni Levi en “Un problema de escala”, publicado en la Revista Con- trahistorias, señala que la microhis- toria, a diferencia de la historiografía tradicional, no olvida el conjunto de redes interpersonales que son vitales en la explicación y que, como reflejo de lo que sucede en lo macro, requie- ren un estudio de la escala adecuada para poderlas afrontar (Levi, 2004). La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 16 cuya fiesta se celebra en 25 de julio–, para efectos del estudio se reducirá a Cali, nombre con el que comúnmente se la conoce. La elaboración historiográfica se estructura en dos partes a lo largo de cuatro capítulos. La primera parte, desarrollada en los capítulos I, II y III, conforma la base historiográfica de la investigación, en una aproximación a nivel macro sobre el objeto de estudio, con el propósito de reconocer las influencias externas en los cambios locales y el papel de los estilos como recurso del proyecto. En el capítulo I se analiza la condición histórico-cultural del hecho arquitectónico y se construye el marco conceptual para la aproximación historiográfica. En el capítulo II se caracteriza el contexto histórico de la arquitectura de Cali durante el periodo 1536-1959 y se analizan las circunstancias sociales, políticas, económicas y culturales que determi- naron la producción arquitectónica y sus manifestaciones simbólicas. A partir de los años sesenta, aumenta la heterogeneidad arquitectónica como producto de la hibridación cultural, lo que dificulta la identificación de movimientos consolidados, tendencias o estilos reconocibles. Por esta razón, en el periodo de estudio 1960-2008, abordado en el capítulo III, la exploración se realiza en las obras representativas en las Bienales Nacionalesde Arquitectura, iniciadas en 1962. La segunda parte, conformada por el capítulo IV, desarrolla una propuesta de metodología proyectual, como síntesis de los resultados del estudio. Buscando caracterizar aquellos elementos a considerar en los proyectos de intervención en lugares urbanos, en este ca- pítulo se presenta el diseño del instrumento para la recolección de la información, matriz metodológica para la interpretación y valoración del contexto construido. A la luz de esta matriz se analizan las fuentes primarias con las que se construye el corpus empírico del estudio, del cual se incluyen en el anexo diez obras representativas. Finalmente, y como conclusiones de la investigación, se reconocen los valores generales que confluyen en las obras analizadas de la arquitectura de Cali y los elementos necesarios para concebir y resolver una arquitectura contextualizada. Primera parte Proceso histórico Panorámica urbana desde el mirador de Sebastián de Belalcázar La obra arquitectónica como objeto histórico y cultural Capítulo I Paseo Bolívar y Centro Administrativo Municipal (CAM) La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 21 La obra arquitectónica como objeto histórico y cultural Capítulo I Un fenómeno social de la condición posmoderna es la disminución progresiva de la con- ciencia de identidad que, ligada a la noción de discontinuidad, amenaza la permanencia de los vínculos históricos y la pérdida del respeto por lo existente. Estas circunstancias son agravadas por la adopción de lenguajes externos y por los frecuentes cambios de moda que afectan a los edificios, influidos por una mentalidad endémica de dependencia arraigada en la población y en la cultura. En una libre búsqueda estética que no considera los contextos de inserción de las obras, se facilita la incorporación superflua de estilos y de tendencias importadas y prevalece un conjunto caótico de aglomeraciones urbanas. La problemática de las ciudades colombianas, de su inarmónico desarrollo y del caos de su paisaje urbano, reclama un análisis crítico-histórico situado en la relación obra-contexto. El reconocimiento de la historicidad de la arquitectura como creación humana aporta en las operaciones del proceso de proyectación, pues la reflexión acerca del pasado permite sopesar los elementos actuales y tomar conciencia de las acciones presentes. En efecto, la asignación de valores a los hechos arquitectónicos, no sólo en sí mismos sino teniendo conciencia de la historia y de los contextos que constituyen, representa una forma de comprensión, descubrimiento y asignación de significaciones, en búsqueda de una arqui- tectura que aporte al ordenamiento local. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 22 Desarrollo conceptual La arquitectura se liga de un modo directo y muy complejo a la vida social, y se afecta por sus estructuras, cambios y contradicciones. Una aproximación crítica a la problemática que incide en la producción arquitectónica y urbanística latinoamericana –y en particular de la arquitectura de Cali– necesita explicar los hechos arquitectónicos no sólo como objetos materiales conformadores de lo urbano, sino como espacios de identificación y de construcción de la cultura, la memoria y las identidades colectivas. En este sentido, el problema de la investigación se ha formulado en términos de una valoración histórica de lo construido, lo que hace necesario aclarar el enfoque del estudio, la metodología y los conceptos que del problema se derivan. El hecho arquitectónico “El objeto esencial de la arquitectura es la concepción y construcción del espacio habitable, cuya presencia material afecta prácticamente todos los campos de la existencia social […] La arquitectura es un hecho cultural que tiene sentido para quien la fabrica y para quien la habita y tiene poder simbólico para representar lo intangible” (Saldarriaga, 2003). Entendiendo la arquitectura como un hecho cultural, se extralimita su materialidad cor- pórea en el ámbito puramente arquitectónico y se implican sus consecuencias en la vida social y en la cultura. El hecho arquitectónico es, entonces, distinto de la obra de arqui- tectura, pues representa la unión entre lo físico construido que expresa lo que la obra es y lo interpretado desde esa realidad física, teniendo en cuenta lo que significa para la gente. Estas diferencias reemplazan la interpretación genérica de la arquitectura en su condición material de objeto físico construido, utilitario y funcional, por particularidades de su realidad subjetiva, con las cuales se define como hecho arquitectónico y se liga al desarrollo humano. En el campo del desarrollo humano, Manfred Max Neef (2001) concibe las necesidades como un sistema interrelacionado y complementario que puede subdividirse en dos ca- tegorías: las existenciales y las axiológicas. Como necesidades existenciales propone las categorías ser, hacer, tener y estar; como categorías axiológicas ubica las necesidades de La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 23 subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. El desarrollo humano, por tanto, no se concibe para los objetos, sino para los sujetos y las posibilidades de suplir sus necesidades. En este sentido, no son lo mismo las necesidades humanas fundamentales –que son iguales en todas las culturas– que sus satisfactores, los cuales están culturalmente determinados. Esta apreciación es importante para la comprensión del hecho arquitectónico, si se tiene en cuenta que éste no es una necesidad, sino un satisfactor existencial de la necesidad de estar, es decir, de habitar, pues provee la solución al albergue geográfico y a la permanencia espacio-temporal; pero también es un satisfactor axiológico, pues compromete valores de la vida social y es un satisfactor de las necesidades de subsistencia, participación e identidad. En general, el hecho arquitectónico proporciona respuesta a cada una de las necesidades existenciales y axiológicas, que al ser determinadas culturalmente lo cargan de sentidos y significaciones y lo caracterizan como un objeto cultural y como expresión simbólica. Para aclarar la diferencia entre la obra de arquitectura y el hecho arquitectónico puede recurrirse a Edward H. Carr (1991), quien propone criterios para identificar los datos del pasado. Para Carr, los datos (fechas, nombres de lugares, objetos, edificios) no hablan por sí solos, pero permiten que el historiador, que es necesariamente selectivo, llegue a precisiones que –a su juicio– no son una virtud, sino su deber de historiador. La diferencia entre los datos y los hechos históricos radica en que mientras los datos son los mismos para todos los historiadores, los hechos históricos dependerán de la interpretación del historiador, quien al atribuirles valores los convierte en historia. En este proceso selectivo al que se refiere Carr, la obra arquitectónica se carga de significados hasta convertirse en un hecho arquitectónico; es decir, en una edificación con sentido histórico y con tras- cendencia cultural, política, económica y social, sentido amplio en el que se ligan tres conceptos primarios: cultura, identidad y lugar. La cultura Como estructura que engloba o integra a los miembros de una comunidad, la cultura se comprende ligada al territorio físico y a los objetos sobre los cuales se manifiesta. En este sentido, Clifford Geertz propone la siguiente definición: “La cultura denota un esquema La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 24 históricamente transmitido de significaciones representadas en símbolos, un sistema de concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas,por medios con los cuales los hombres comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a la vida” (Geertz, 1995). Cuando Geertz se refiere a la cultura como un documento activo –que reconoce como público– y como un conjunto de mecanismos de control que gobiernan la conducta, define el hecho arquitectónico como un hecho cultural, condición en la que posee también un carácter público. La arquitectura, campo de manifestación de las formas simbólicas y hecho cultural heredado e históricamente transmitido, adquiere una dimensión semiótica inherente a la condición humana, que hace parte de la red de significaciones que consti- tuyen el universo de la cultura. En la interpretación de los significados de la arquitectura se aplican instrumentos de análisis que revisan aspectos del lenguaje de las obras y sus particularidades desde dos aproximaciones básicas: sus significaciones en el ámbito arquitectónico –donde cobran valor los aspectos formales, ornamentales y estilísticos– y la representatividad cultural, que reconoce el valor que le atribuye una comunidad y que se expresa por medio de sím- bolos y signos que son codificados culturalmente. La identidad Designa el carácter particular del individuo que, idéntico a sí mismo, adquiere un valor de afirmación personal y pertenencia que se construye en una cultura particular. La identidad se nutre de significados, simbolizaciones e imaginaciones y define la especificidad de cada individuo en relación con la trama de relaciones interpersonales, en la que la historia personal se vincula con los aspectos del ambiente, el contexto y la cultura particular. De allí que el concepto de identidad en la arquitectura se contraponga a las tendencias globalizadoras que la desligan de la memoria y de la historia, en un proceso donde los contextos construidos se constituyen en escenarios de violencia simbólica4. En este sentido es pertinente revisar las tesis de algunos autores: 4. Bourdieu considera violencia sim- bólica todo poder invisible que logra la imposición arbitraria de significa- ciones como legítimas. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 25 Renato Ortiz reconoce la identidad como “consecuencia de una estructura, de un uni- verso que engloba de modo igual a los miembros de una comunidad y una construcción simbólica que se hace en relación con un referente” (Ortiz, 1998)5. La arquitectura, como materialización de significaciones y símbolos, es un elemento de referencia para la construcción de identidades y además posee valores de representatividad cultural que se apoyan en la memoria. En el Plan Nacional de Cultura estos valores se atribuyen a “aquellos elementos tangibles e intangibles que son colectivamente interpretados como símbolos que ligan la memoria con tiempos y territorios específicos y que crean sentidos de permanencia y pertenencia” (Plan Nacional de Cultura 2001). Es lo que Josep Ballart (1997) considera una conciencia de identidad de las sociedades que, asociada con la noción de continuidad, produce una mínima y reconfortante sensación de seguridad frente a los cambios masivos y angustiantes. La carga de significaciones sobre la arquitectura la convierte en un factor cultural de estabilización de la vida. Así lo reconoce Hanna Arendt cuando afirma: “Los hombres, a pesar de su siempre cambiante naturaleza, pueden recuperar su unicidad, es decir, su identidad, al relacionarla con la misma silla y con la misma idea. En otras palabras, contra la subjetividad de los hombres se levanta la objetividad de las cosas creadas por los hombres, más bien que la sublime indiferencia de una naturaleza intocada” (Arendt, 1998). En el mismo sentido Ballart expresa: “Contra la fluidez del tiempo y la volatilidad de la memoria se erige la estabilidad de los objetos, que en sí mismos son ya parte del tiempo pasado y parte del tiempo que ha de venir” (Ballart, 1997). El lugar El lugar es la geografía, el espacio personal, el paisaje natural o construido, el territorio demarcado por fronteras y límites simbólicos con los que el hombre materializa su albergue, rural o urbano, real o imaginario. Cuando se habla de lugar, además de los aspectos físicos se comprometen otras dimensiones que lo constituyen: los significados, las memorias y la 5. El término referente habla de relación, vínculo e interacción con otras identidades o con otros univer- sos donde se revelan esas relaciones y se producen las construcciones simbólicas. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 26 historia, desde las cuales la escala de aproximación se sitúa a nivel del observador, de sus vivencias y de su identidad espacial. Como lo afirma Nancy Motta: “La identidad espacial de un ser humano o de los grupos sociales y étnicos se fija a la trama social, en tanto que el ser está sujeto y se identifica con el sitio en que habita” (Motta, 2006). Esta definición supera la concepción del lugar como espacio físico determinado por ca- racterísticas geográficas y ambientales, para vincularse con el concepto de contexto, en el que la “contextualización” de la obra sugiere una dimensión más amplia y compleja. El contexto Aunque una primera aproximación al término contexto remite a la geografía y a las ca- racterísticas del lugar en el que se inserta la obra, más que una determinación física, el contexto es un conjunto de relaciones que permite una interpretación de la obra más allá de sí misma. En términos historiográficos, en el contexto se pueden identificar dos categorías fundamentales: la primera, un contexto propio de la arquitectura que inter- preta los antecedentes, principios, tendencias, tipos, o técnicas que han incidido en la concepción de la obra; la segunda, un contexto externo a la arquitectura que se constituye en el tejido, la urdimbre, el hilo de la historia, las circunstancias y todos los aspectos que afectan y determinan el hecho arquitectónico. En el contexto propio de la arquitectura cobran valor los antecedentes históricos, los determinantes físicos del entorno natural o construido, los referentes arquitectónicos y tecnológicos, los principios arquitectónicos y las estructuras conceptuales. Como antece- dentes históricos actúan las fuentes de origen: las tradiciones, las tendencias, las corrientes y las pautas estilísticas que influyen en la determinación de la obra y que se constituyen en sus referentes. La mirada referencial a este pasado permite la interpretación de la obra como parte de una cadena espacio-temporal. En el contexto externo intervienen factores de poder político, fuerzas económicas, cade- nas de transmisión cultural, motivaciones ideológicas, expresiones estéticas, estructuras sociales, relaciones de producción y múltiples circunstancias que pueden considerarse La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 27 como un conjunto de causas estructurales que afectan las obras y respaldan las ideas. Es lo que Silvia Arango denomina la “geografía artificial específica”, determinada por “otras instancias de la dimensión física”. En consecuencia, “cuando la arquitectura responde –muchas veces inconscientemente– a las determinaciones espaciales y temporales, resulta colombiana, aunque no sea éste su propósito deliberado” (Arango, 1989). Al involucrarse con la dimensión subjetiva, las obras y sus conformaciones urbanas apro- pian tendencias ideológicas, pautas culturales y relaciones históricas. Por lo tanto, sus interpretaciones sólo son posibles ligadas al contexto en el que se implantan y no como si se tratase de hechos aislados. En este sentido, es pertinente la definición de Juan Pablo Bonta: “La obra de arquitectura o arte nunca se interpreta individualmente sino dentrodel contexto de otras obras con las cuales parece relacionarse […] una arquitectura o arte no significantes permanecerían ajenos al campo de la cultura y por tanto dejarían de ser arquitectura o arte” (Bonta, 1977). De igual manera, la historiadora argentina Marina Waisman afirma: “Parece establecida la imposibilidad de comprender un hecho arquitectónico separado de su contexto urbano, al que ha contribuido en diversas medidas a definir y el cual, a su vez, contribuye permanentemente a calificar y a determinar su significado” (Waisman, 1990). El lenguaje arquitectónico Saldarriaga y Fonseca definen el lenguaje arquitectónico como un “medio de comunicación” que trabaja a nivel inconsciente o consciente, con pautas y regulaciones primordialmen- te culturales. Con estas regulaciones, el lenguaje está dotado de componentes diversos que se reúnen en sistemas de reglas y en modos de empleo correspondientes, siendo el significado el componente más importante en la noción existencial del espacio. En este enfoque el lenguaje arquitectónico está compuesto por los siguientes elementos: a. La estructura: que define la ocupación y subdivisión del espacio de acuerdo con su finalidad. b. La forma: como principio que rige el límite y el contorno del espacio. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 28 c. El significado: como representación de los valores y condiciones del contexto cultural de una edificación (Saldarriaga y Fonseca, 1983). El lenguaje simbólico posee contenidos abstractos que se asocian con costumbres, valores, creencias de orden colectivo, o que se vinculan con representaciones del poder religioso o político. La simbolización es una síntesis, un proceso psicológico que relaciona un fenóme- no o elemento con otro, recurriendo para ello a convenciones que conectan significados. Estas apreciaciones se ejemplifican en las codificaciones historicistas propias del lenguaje académico del siglo XIX, que adoptaron los signos de la arquitectura de la antigüedad clásica con los cuales recrearon representaciones y significaciones políticas, religiosas y culturales. El empleo de la arquitectura del pasado como referente, y en especial de algunos lenguajes con su correspondiente ornamentación, constituye lo que se conoce como el estilo. El estilo En la historiografía de la arquitectura occidental ha sido frecuente la concepción del estilo como una forma de clasificar o encasillar las obras, para poder analizarlas y comprender la evolución de la arquitectura en los diferentes periodos de la historia. Esta particularidad ha provocado una frecuente confusión entre estilo y periodo histórico que es necesario clarificar. El estilo remite a unos determinados principios compositivos, detalles y códigos que definen ciertas características homogéneas asociadas con las formas, tipos de edificios, elementos técnicos e iconográficos que los identifican. Los rasgos estilísticos pueden caracterizar a un autor, una escuela, una región o una cultura, como también manifestar el espíritu específico e intransferible que liga las significaciones, las formas de vida y la esencia de una época, con las formas y los lenguajes arquitectónicos que los capturan. En la historiografía occidental el concepto de “estilo”, que originalmente se limitaba a clasificaciones de los rasgos estructurales, compositivos y decorativos, evolucionó hacia teorías que involucran la esencia que contienen esas formas. A mediados del siglo XIX el La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 29 estilo se identifica con el “carácter”. El conocimiento creciente de las distintas épocas históricas producirá una ampliación considerable de las opciones arquitectónicas: “Los estilos se multiplican y empiezan a identificarse con formas de pensamiento, estados de ánimo, emociones y sentimientos, en fin, con el espíritu de los tiempos” (Arango, 1989). La actitud historicista del siglo XIX llevó a emplear los estilos como una búsqueda estética y como un problema ideológico para dotar los edificios del carácter y la representatividad propios del orden social y los requerimientos del poder político, económico y religioso. Los arquitectos debían acoger las codificaciones de los estilos y aplicarlas con rigor a las obras. Como lo afirma Saldarriaga: “Hacer arquitectura en uno u otro estilo implicó el conoci- miento de sus principios compositivos y de sus detalles ornamentales más característicos. Arquitecturas exóticas como la egipcia y la china, y en América Latina la prehispánica y la colonial española, se convirtieron también en estilos” (Saldarriaga, 2003). Las clasificaciones estilísticas han sido muy empleadas en la historiografía occidental para periodizar el pasado, lo que ha producido conceptos como periodos Gótico, Barro- co, Moderno, etc. Pero mientras en la historiografía occidental se asocian los conceptos estilo y periodo histórico –pues son portadores de un espíritu ideológico intransferible y específico–, en la historiografía colombiana la situación es distinta: lejos de las mismas condiciones y épocas en las que se produjeron los estilos europeos y desligados de su dimensión temporal e ideológica, la carga simbólica se les atribuye de acuerdo con los contextos, las circunstancias y las preferencias estéticas de sus épocas. Aunque en la arquitectura de Cali las influencias del Barroco, el Gótico, el Neoclásico etc., son histori- cismos que no pueden ligarse con los periodos históricos, persisten ejemplos donde esta situación prevalece: el caso del periodo histórico de la Colonia, que se confunde con la “arquitectura colonial” considerada como un estilo arquitectónico. Lo mismo ocurre con el periodo de la República y la “arquitectura republicana”, generalmente identificada como el “estilo” que incorporó la estética neoclasicista y consolidó un lenguaje formal. Los periodos históricos El ámbito temporal delimita cronológica y conceptualmente espacios de tiempo carac- terizados por circunstancias, idearios, eventos y acontecimientos de carácter político, La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 30 económico, social y cultural que constituyen el contexto externo de la arquitectura. Con el propósito de mostrar las evoluciones de los procesos, las transformaciones, las perma- nencias y las tendencias de la arquitectura dentro de un curso evolutivo de tiempo, se recurre a secuencias cronológicas que se delimitan en periodos históricos. La periodización histórica, ligada con criterios de tipo arquitectónico, presupone una atención especial a las transformaciones que sufre la arquitectura en diversos campos: estructura del espacio urbano, tipos o tipologías de edificaciones, materiales y técnicas de construcción, adopción o eliminación de motivos ornamentales, tendencias, recursos formales, etc. De allí que, en tanto la estructura histórica general que identifica un pe- riodo no corresponda de una manera reconocible con las transformaciones arquitectónicas sucedidas en el mismo, cualquier periodización que las vincule puede resultar ficticia. Teniendo en cuenta que las transformaciones ocurren en periodos irregulares, y que unas toman más tiempo y otras se efectúan en lapsos muy cortos, la periodización historiográfica de este trabajo se abordará de la siguiente manera: - Un análisis muy esquemático de las tendencias de la arquitectura occidental, para iden- tificar los elementos significativos ligados a los estilos historiográficamente reconocidos. - Un análisis de las transformaciones de la arquitectura de Cali, para reconocer sus par- ticularidades o limitaciones propias como determinantes en los procesos de adaptación y transferencia de esas influencias. Periodización Teniendo en cuenta que muchas de las influenciasoccidentales llegaron a Colombia como estilos y que estos no pueden ligarse con los periodos históricos pues las coincidencias temporales son muy difusas o anacrónicas, es necesario reconocer espacios de tiempo con características particulares. Para evitar periodizaciones ficticias que no corresponden con verdaderas transformaciones arquitectónicas, el estudio se limitará al tratamiento de dos grandes periodos: La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 31 - Periodo 1536-1959, tiempo histórico de escasa celeridad y transformación, donde las expresiones arquitectónicas capturaron el lento discurrir arquitectónico de la pequeña y aislada provincia de Cali. - Periodo 1960-2008, tiempo histórico de cambios abruptos, generalización de los principios de individualidad, crecimiento urbano desmesurado, déficit habitacional e hibridación arquitectónica como producto de la interacción cultural. Se revisarán de manera panorámica las condiciones económico-políticas y sociales que afectaron la producción arquitectónica de los periodos de estudio, para reconocer conti- nuidades y rupturas, influencias y tendencias. En el periodo 1536-1959 estos aspectos se analizan con las obras declaradas –o en proceso de serlo– como patrimonio arquitectónico y con aquellas que conforman parte del inventario en el Plan Especial de protección del patrimonio inmueble de Santiago de Cali 6. En el siglo XX la periodización se hace por décadas y el estudio se sitúa en el periodo1960-2006, donde se toman como referencia las obras representativas de Cali en las Bienales Nacionales de Arquitectura. El patrimonio arquitectónico El concepto de patrimonio arquitectónico se generaliza en Europa en el siglo XIX, cuando los Estados-nación buscaban su protección como bien común y se consideraba pertenencia de todos. En Colombia surge como una reacción a la pérdida de la memoria arquitectónica de las ciudades, causada por la visión inmobiliaria que desde los años ochenta concedió alto valor a la transformación rentable de los predios y demolió gran parte de los sectores tradicionales. Con el concepto patrimonio histórico se caracterizan los materiales, casas, monumentos, herramientas y objetos artísticos del pasado legados al presente, a los que se les atribuye un valor en sí mismos o un valor social. Como efecto de la condición social atribuida a los monumentos históricos y artísticos que por su valía debían protegerse, se crean las primeras normativas de protección para custodiar los bienes públicos y hacia finales del XIX se fortalecieron las legislaciones al respecto. Frente a la creciente des- trucción patrimonial ocurrida con la modernidad, han venido cobrando una extraordinaria 6. Planeación Municipal de Cali en convenio con el CITCE de la Univer- sidad de Valle, 2003. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 32 fortaleza los marcos proteccionistas que buscan la identificación y catalogación de los bienes, generando con ello el fenómeno actual del conservacionismo patrimonialista. La expresión “patrimonio cultural” define el legado del pasado, el activo en el presente y la herencia para las futuras generaciones: “El patrimonio cultural de la Nación está constituido por todos los bienes y valores culturales que son expresión de la nacionalidad colombiana, tales como la tradición, las costumbres y los hábitos, así como el conjunto de los bienes inmateriales y materiales, muebles e inmuebles, que poseen un especial interés histórico, artístico, estético, plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, ambiental, ecológico, lingüístico, sonoro, musical, audiovisual, fílmico, científico, testimonial, documental, literario, bibliográfico, museológico, antropológico y las manifestaciones, los productos y las representaciones de la cultura popular” (Artículo 4°, Ley 397, Ley General de Cultura 1997). El patrimonio cultural inmueble “es el que no se puede trasladar sin que se altere su esencia. Puede ser de cualquier época: prehispánica, colonial, republicana, moderna o contemporánea, e incluye sectores urbanos, espacios públicos, arquitectura funeraria, civil, doméstica, religiosa, militar, industrial, así como las obras de ingeniería, sitios arqueológicos, patrimonio natural (flora, fauna, ríos, lagos, cascadas, cerros, caminos, etc.) y el arte mural bien sea en espacios interiores o exteriores, públicos o privados. El patrimonio inmueble está representado en las edificaciones que conforman las ciudades, los sectores urbanos, los centros históricos; incluye expresiones como el tejido vial, sitios referenciales, espacios públicos como la plaza, la plazuela, la plazoleta, el bulevar, la calle, la avenida y el parque, así como sectores de interés como los conjuntos arquitec- tónicos y edificios especiales” (Ministerio de Cultura, 2004). El extenso listado de bienes considerados como patrimonio cultural amplía de manera extraordinaria la forma tradicional como el patrimonio arquitectónico había sido conce- bido. Restringido a edificios anteriores a la aparición de la arquitectura del movimiento moderno en la primera mitad del siglo XX, incluía más exactamente aquellas edificaciones consideradas representativas de la arquitectura colonial o, en algunos casos, del periodo republicano. Esta situación limitó por mucho tiempo la concepción del patrimonio ar- La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 33 quietectónico a un escaso número de edificios declarados, o en proceso de serlo, como monumentos nacionales. Con la destrucción sistemática de los contextos construidos que ha prevalecido a partir de la década de los setenta, se evidenció la ausencia de valoración y protección de los bienes y de los sectores históricos. La reforma constitucional de 1991 reafirmó el papel de la cultura como fundamento de la nacionalidad y proporcionó los marcos normativos para la protección de la arquitectura. El concepto de patrimonio arquitectónico se amplía y las obras se reconocen como bienes de interés cultural, categoría legal que mediante declaratoria del Ministerio de Cultura o de los entes territoriales pasa a ser objeto de la aplicación de un sistema de regulaciones de protección material y jurídica, estímulo económico y fiscal. Dada la drástica transición que Cali experimentó, al pasar de ser una provincia aislada hasta comienzos del siglo XX a una ciudad metropolitana a mediados del mismo, su con- figuración urbana y arquitectónica es fundamentalmente moderna. El reconocimiento del patrimonio arquitectónico local es muy reciente y apenas empiezan a consolidarse inventarios de edificaciones y sectores, con el propósito de conservarlos para “propiciar y permitir el sentido de pertenencia e identidad cultural y garantizar su legado a gene- raciones futuras de caleños7”. Los enfoques tradicionales sobre el patrimonio arquitectónico se han sustentado en idea- lizaciones nostálgicas, como una tradición que se extingue bajo el paso implacable de una nueva ciudad. Estos planteamientos obedecen a enfoques que es necesario considerar críticamente, tanto en la teoría como en el diseño. Por ello, en cualquier caso, es necesario construir una base conceptual crítica que dé cuenta del fenómeno patrimonialista, para considerar una mirada más amplia que reconozca como patrimonio el contexto construido en el que se insertará el hecho arquitectónico. Retomando las consideraciones de Ballart y la forma como supone la conciencia de identidad asociada con la noción de continuidad, para efectos de la investigación se reconocerán como contextos consolidados con valor histórico aquellos lugares que han permanecido en el tiempo y conservan características que los constituyen como espacios de identificaciónligados a la memoria. 7. Propuesta de reglamentación. Plan Especial de Protección del Patrimonio Inmueble de Santiago de Cali. 2003. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 34 El valor La valoración patrimonial de la arquitectura se basa tradicionalmente en análisis tipológi- cos y morfológicos que estandarizan pautas de organización y forma de las edificaciones. Con frecuencia estos criterios sustentan la selección de las obras con valor patrimonial en una serie de catalogaciones e inventarios descriptivos de las mismas. Sin embargo, una mirada más amplia al patrimonio arquitectónico supera estas visiones monumentalistas, morfológicas y estáticas del edificio, para incorporar otros valores como el costo social y el uso cultural de los edificios. Así mismo, los aspectos históricos, productivos, artísticos y políticos expresan un momento de la historia de la ciudad y se constituyen en el patri- monio activo y presente de una comunidad. Para Ballart los objetos que lega el pasado como patrimonio proveen la sensación de per- tenencia, refuerzan y aglutinan el sentimiento colectivo de comunidad, proporcionan un marco de referencia para el reconocimiento del entorno y actúan como fundamento del sentido de identidad. Si bien los conceptos patrimonio y bien cultural sugieren la idea de valor, la atribución de cualidades a los hechos arquitectónicos depende de las referencias intelectuales, históricas, culturales y psicológicas de quienes se las atribuyen. Así pues, el concepto de valor se refiere al aprecio hacia los objetos, “por el mérito que atesoran, por la utilidad que manifiestan o por su aptitud para satisfacer necesidades o proporcio- nar bienestar”. Ballart considera que el valor atribuible puede ser de tres tipos: el valor de uso, referido a la dimensión utilitaria para la satisfacción de las necesidades, lo que implica una dimensión económica, política, intelectual y científica; el valor formal, que reconoce lo estético y las características físicas de los bienes; y el valor simbólico, ligado a las significaciones, la comunicación y el lenguaje no verbal de aquello que estas obras quieren manifestar (Ballart, 1997). Las prácticas de evaluación e intervención en sectores y edificaciones de interés patrimonial han obedecido con frecuencia a criterios subjetivos sin asidero en el contexto; en este caso se trata de reconocer la singularidad histórica de la ciudad y de su arquitectura a partir de las transformaciones de su sociedad y desde una múltiple dimensionalidad valorativa. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 35 El proyecto arquitectónico-la intervención Generalmente la expresión proyecto arquitectónico se considera como el conjunto de dise- ños, planos –planimetrías– y cálculos, plantas, alzadas, perspectivas, etc., que determinan todo lo necesario para la construcción de una obra arquitectónica. Pero también implica el adjetivo proyectual y el sustantivo proyectación, que son neologismos que provienen del verbo proyectar, que significa idear, imaginar, trazar, disponer un plan y los medios para ejecutarlo (González, 1994). En este sentido, el proyecto es la estrategia de ejecución y el proceso de figuración de la obra arquitectónica y la intervención hace referencia a la proyectación de obras nuevas, reformas o recuperaciones que con ciertas tendencias, regulaciones y principios transforman e impactan los lugares que las acogen. Aunque la intervención arquitectónica en contextos preexistentes está reglamentada, estas normas, abiertas a múltiples interpretaciones y de difícil aplicación, son acogidas y hechas proyecto de acuerdo con el talento y oficio del proyectista. Estas circunstancias llevan consigo un uso arbitrario de los elementos que conforman el patrimonio cultural de la humanidad, que se ve afectado por el deleznable efecto de la incultura ciudadana, las búsquedas formales sin contenido cultural y social y el impacto de las variables del mercado que exigen inmediatez en las soluciones y una expresión de efectos comerciales en la arquitectura. De allí que la destrucción patrimonial no se refiera exclusivamente a la demolición de las obras del pasado, sino también a las intervenciones que, con una aproximación simplista, carente de referencias o meramente utilitaria, rompen la delicada estructura de los contextos que han adquirido un valor histórico, pues se han consolidado en el tiempo y en la memoria de quienes los habitan. Por lo tanto, una intervención proyectual que valore el contexto construido considera como patrimonio las edificaciones existentes y el tejido urbano que conforman, así como los procesos culturales que las soportan. Con base en estas apreciaciones, el concepto de intervención está ineludiblemente ligado a la valoración del contexto construido donde ésta se realiza. Es decir, aprecia su utilidad, su capacidad de representar un momento de la historia de la ciudad y su significado como referente urbano en la memoria colectiva de los habitantes. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 36 Los autores Existe una íntima relación entre la personalidad del artista y el valor de sus obras, entre su pensamiento, cultura y significaciones y su producción. Esta idea se acentuó a partir del Renacimiento, cuando se sistematizó métrica y canónicamente el gusto personal de los artistas y se valoró la individualidad creativa de los arquitectos. La autoría individual ha cobrado especial importancia en la arquitectura moderna y asocia la singularidad de la obra con su autor como marca de fábrica. Con la hibridación metodológica posmoderna, la crisis de los modelos de ciencia y el am- plio espectro de divergencias y posturas, ha aumentado el empleo del recurso biográfico en las ciencias sociales y en la investigación histórica. Así mismo, en la historiografía de la arquitectura se ha hecho frecuente el seguimiento de la arquitectura de autor. Es lo que Gilberto Loaiza denomina como “un giro individualista, una reacción desencantada ante la ruina de las utopías de la vida en común y una añoranza de nombres propios que evocan trayectorias intelectuales o políticas aparentemente coherentes y ejemplares” (Loaiza, 2004). En esta dirección, el reconocimiento de las singularidades de las obras asociadas a sus autores aporta un nuevo valor al identificar los enfoques, la originalidad de las contribu- ciones a los procesos y la calidad de sus producciones. Reflexión historiográfica Historiografía general e historiografía de la arquitectura Teniendo en cuenta que uno de los objetivos de la investigación es caracterizar el con- texto histórico de la arquitectura de Cali, lo cual implica una producción historiográfica, es necesario identificar las diferencias entre la historiografía general y la historiografía de la arquitectura. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 37 En la historiografía general el historiador recurre a las fuentes y las transforma en docu- mento, para luego constituir esos documentos y esos hechos históricos en problema. En este sentido Marc Bloch, cofundador de la revista Annales en 1929, en su obra póstuma Apología para la historia o el oficio del historiador, y en contraposición al positivismo histórico de la época, plantea que la historia es una ciencia, aunque su objeto no pueda ser considerado un dato positivo. Bloch define la historia como una investigación cuyo objeto no se centra en el pasado sino en el hombre y sus actividades, situadas en el tiem- po, o como “producto de una construcción activa de su parte para transformar la fuente en documento y luego constituir esos documentos y esos hechos históricos enproblema” (Bloch, 2001)8. En la historia general los acontecimientos –que son el objeto de estudio– han desaparecido o dejado de existir en el tiempo y el propósito del historiador es la reconstrucción descrip- tiva o narrativa de esos hechos (datos, en la conceptualización de Carr) para traerlos al presente. En la historiografía de la arquitectura la situación es diferente, pues el objeto de estudio –referido a la obra arquitectónica– existe en el presente del historiador y “aunque pertenezca a otro tiempo, es en sí mismo el testimonio histórico principal e imprescindi- ble, que reúne en sí los datos más significativos para su conocimiento” (Waisman, 1990). El problema historiográfico de la arquitectura Para responder la pregunta ¿para qué y cómo se escribe la historia de la arquitectura? es preciso revisar a algunos autores y sus planteamientos: Julio Aróstegui mira la historiografía desde una posición cientificista que reconoce la his- toria en su significación etimológica derivada del término istorie empleado por Heródoto y que significa investigación. Precisando los términos historia e historiografía, identifica el primero como referido a los hechos y eventos; el segundo lo ubica en la escritura de la historia y su relato, que en relación con el resultado de la investigación y su escritura reclama la estructuración de un método. Aróstegui argumenta que la historiografía no es una ciencia, sino un estudio científicamente elaborado; identifica las dificultades para reducir los fenómenos sociales –que poseen un carácter mental– a términos físicos sujetos 8. Del prefacio a la segunda edición de Apología para la historia o el oficio del historiador, por Jacques Le Goff. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 38 a un paradigma único como en las ciencias naturales. No obstante, en la misma dirección de Marc Bloch, Aróstegui reconoce que la investigación histórica puede ser científica- mente realizada, pues cuando el historiador establece conjeturas y se sujeta a las reglas y principios reguladores de un método, impide que su trabajo se diluya en “actividades arbitrarias, meramente empíricas, subjetivas y ficcionales” (Aróstegui, 2001). En un sentido crítico, vale la pena mencionar los planteamientos de Nietzsche, que re- fuerzan el carácter artístico de la historia, pues como lo afirma en De la utilidad y los inconvenientes de la historia para la vida: “Tan solo cuando la historia soporta ser trans- formada en obra de arte, en pura obra estética, podrá eventualmente conservar y hasta despertar instintos. Pero una tal historiografía sería del todo opuesta al carácter analítico y nada artístico de nuestra época y sería vista como una falsificación” (Nietzsche, 1874). Un siglo después de los planteamientos de Nietszche, en los años setenta, diversos autores, entre ellos Laurence Stone, Michel de Certeau y Hayden White, coinciden en plantear un nuevo acercamiento entre la historia y la literatura, con lo que generan gran controversia en lo que parecía un cambio del paradigma historiográfico. Stone publica El retorno de la narrativa (1979), donde plantea la importancia de los valores, la cultura individual y grupal como agentes de cambio; criticando los modelos económicos deterministas, anclados en una base explicativa que cientifiza el conocimiento histórico, reclama una nueva forma historiográfica en el discurso histórico. El historiador francés Michel de Certeau publica el libro La escritura de la historia (1978), en el cual –sobre una dura crítica al historicismo– plantea el fin de la historia objetiva y la necesidad de que la operación histórica y el análisis del discurso se sitúen en un lugar social, cultural y político. De Certeau reconoce la relatividad histórica, según la cual las interpretaciones dependen de un sistema de referencia y remiten a la subjetividad del autor. A este proceso lo denomina “la traducción de un lenguaje cultural a otro”, como un acto creativo que equipara con la modificación del espacio que llevan a cabo el urbanista, el arquitecto y el poeta, en el que el pasado no es un dato sino un producto. A su juicio, en este proceso los datos no se aceptan; se forman, se crean por acciones concertadas, donde “la escritura histórica compone, con un conjunto coherente de grandes unidades, La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 39 una estructura análoga a la arquitectura de lugares y de personajes en una tragedia” (De Certeau, 1978). Hayden White, quien había publicado Metahistoria en 1973, plantea la existencia de una crisis de la historiografía como consecuencia del olvido literario y formula una teoría de mecanismos poéticos con la cual vincula historia y literatura. White propone un acerca- miento emotivo al pasado y, en consecuencia, la escritura del relato histórico determinada por una poética, cuyos mecanismos considera los mismos tanto para el relato histórico como para el de ficción. Argumentando que la interpretación de los hechos es un constructo hipotético, propone que sus representaciones, es decir, su narrativa, se sustenten en un componente literario que se sitúa más en el campo de la poética que en el de la ciencia. La construcción creativa de la historia que proponen los anteriores autores se justifica en la búsqueda de una narrativización verídica de los acontecimientos, que supera la des- cripción estática y el listado de los hechos. En el sentido que señala White, la narrativa induce a una interpretación, habla significativamente del pasado, no es imparcial y está cargada de sentidos que asocian significaciones. También así lo reconoce Carr cuando afirma: “La reconstitución del pasado en la mente del historiador depende de evidencia empírica pero no es en sí misma un proceso empírico y no puede consistir en un simple recital de hechos” (Carr, 1991). La historiografía de la arquitectura, regida por preocupaciones estético-formales, funcionales y técnicas, posee finalidades simbólico-comunicativas donde el objeto –la arquitectura– ofrece una gran diversidad de campos de estudio: la ciudad, los hechos arquitectónicos, los autores, los materiales y las técnicas, los periodos cronológicos, los estilos y sus principios, las tipologías edificatorias, los temas en respuesta a necesidades espaciales, los contextos de inserción de las obras, etc. Además de los campos de estudio mencionados, en la historiografía de la arquitectura occidental se han establecido unos elementos convencionales: delimitación espacial y geográfica, delimitación cronológica, subdivisión en periodos de acuerdo con cambios políticos y culturales o con criterios de índole arquitectónica, estudio de obras y autores. Con todo ello como campo de relacio- nes e interpretaciones se estructura el relato histórico, que se constituye en un proceso La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 40 complejo, en tanto compromete la ideología del historiador y lo convierte en el creador de una nueva realidad. Alberto Saldarriaga afirma que la historia de la arquitectura hace parte del gran cuerpo de los estudios históricos regidos en cierta manera por la historia social, económica y política, y que la historia de las creaciones materiales de la humanidad ha oscilado entre un enfoque centrado en los objetos mismos y una perspectiva más amplia: la de la historia de la cultura. Por ello, considera casi obligatorio dar un contexto socio-cultural al estudio de las manifestaciones propias de la creación artística (Saldarriaga, 2003). Marina Waisman distingue dos finalidades en la historiografía: la de explicar los hechos históricos y la de comprenderlos. Privilegiando la comprensión del sentido de los hechos, plantea la necesidad deir más allá de la explicación causal, en lo que presupone un con- texto interpretativo y significativo, el cual debe suministrar los elementos que permiten construir ese sentido. Con base en estos postulados, en la historiografía que aborda este trabajo y en el estudio de las fuentes, que en el caso de la arquitectura no son un dato del pasado sino su pro- ducto hecho presente, se buscará superar la empiria descriptiva con la que con frecuencia se construye el discurso narrativo de la arquitectura, para asumir un sentido analítico y propositivo. De otro lado, para evitar la mirada aislada a los fragmentos y facilitar la comprensión de los distintos momentos y transformaciones de la arquitectura, las obras se vinculan con los paradigmas, los momentos de la historia y lo que Michel de Certeau (1985) denomina el “enlace del discurso con un lugar social”. En otras palabras, la di- mensión microscópica del objeto –referido a las obras– se relaciona con lo macro, en la dimensión contextual como principio organizador de la narración9. La obra de arquitectura como fuente primaria Hasta el siglo XIX la retórica y la tradición oral fueron la base del relato histórico, que a partir de entonces provocó el debate acerca de las fuentes de donde proviene la infor- mación narrada, que se centra en los documentos escritos. 9. Para Certeau la historia queda configurada en todas sus partes por el sistema con la que se elabora, es decir, las relaciones de producción y la sociedad en la que se inserta. La investigación comienza en un lugar social y en un aparato conceptual, y la explicación sigue un orden cronológico. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 41 Las fuentes primarias son aquellos registros o documentos producidos en el periodo de estudio; las secundarias –que muchos autores desconocen como fuentes– son consideradas registros indirectos que datan de periodos posteriores. Sin embargo, existen múltiples debates en el reconocimiento de la pertinencia, la validez y la diversidad de las fuentes. Por ejemplo, mientras Jerzy Topolsky (1985) define una fuente potencial como “cualquier cosa de la que un historiador puede extraer información sobre el pasado”, para los posi- tivistas como Langlois y Seignobos10 (1972) la historia se hace con documentos –que son las huellas que han dejado los pensamientos de los hombres de otros tiempos– y afirma que “donde no los hay, no hay historia”. En un sentido más amplio, Lucien Fevre declara: “La historia se hace con documentos escritos, sin duda. Cuando los hay. Pero puede y debe hacerse con todo lo que la ingeniosidad del historiador le permita utilizar. Por lo tanto, con palabras, con signos, con paisajes y con tejas11”. Es decir, con edificaciones y construcciones que son fuentes primarias, documentos, huellas duraderas y visibles del pensamiento de su tiempo. Ya que los estudios históricos tienen como tarea fundamental situar los hechos en un contexto general para que adquieran una cierta coherencia, la arquitectura es una fuente primaria válida para su comprensión y explicación, si se tiene en cuenta que participa en los distintos niveles en los que se desarrollan las actividades humanas: de un lado hace parte de la base material de la sociedad, de su estructura económica, social y política; del otro, representa el conjunto de ideas, creencias y actitudes colectivas. Como fuente primaria, la arquitectura opera como documento y rastro de las diferentes culturas que protagonizaron el pasado y cuyos orígenes se remontan al periodo que el historiador está estudiando, pues pertenecen a su tiempo y contienen valores simbólicos propios del mo- mento de su construcción. En la historiografía que aborda este trabajo las edificaciones adquieren un doble papel como fuentes primarias: por una parte, dan cuenta de los diversos procesos sociales de Cali, a través de los cuales se realiza la interpretación histórica en los periodos estudiados; por otra, responden las preguntas formuladas que se sitúan en los aspectos arquitectónicos. 10. Citado por Francisco Zuluaga en Metodología de la Historia: Heurís- tica. Universidad del Valle, 2006. 11. Ibíd. La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 42 Las imágenes en la historiografía de la arquitectura Las representaciones arquitectónicas: proyecciones ortogonales (plantas cortes, alzadas), proyecciones diédricas (axonometrías), proyecciones cónicas (perspectivas), las maquetas y la fotografía, ofrecen información adicional, muchas veces no identificable en la obra y pueden dar cuenta del nivel de conservación o transformación de que han sido objeto las edificaciones en el tiempo. Por ello, es interesante el reconocimiento de los planos originales y su confrontación con el estado actual en el momento del estudio. Así mismo, los planos se constituyen en documento histórico de aquellas edificaciones desaparecidas o nunca construidas y por medio de ellos es posible su reconstrucción o estudio histórico. En la historiografía de la arquitectura es importante mencionar el valor de las imágenes como documentos históricos, pero también el riesgo de su explotación equivocada. A esto se refiere Peter Burke cuando afirma: “La buena noticia para los historiadores es que el arte puede ofrecer testimonio de algunos aspectos de la realidad social que los textos pasan por alto […] la mala noticia es que el arte figurativo a menudo es menos realista de lo que parece, y que, más que reflejar la realidad social, la distorsiona, de modo que los historiadores que no tengan en cuenta la diversidad de las intenciones de los pintores o fotógrafos pueden verse inducidos a cometer graves equivocaciones […] sin embargo, el proceso de distorsión constituye un testimonio de ciertos fenómenos que muchos historiadores están deseosos de estudiar: de ciertas mentalidades, ideologías e identidades” (Burke, 2005). Estas apreciaciones sobre las imágenes como fuente poco fiable y poco objetiva de un tiempo y de un espacio, son válidas para gran parte la historiografía actual de la arquitec- tura, la cual se centra en la difusión de imágenes fotográficas sin reflexión ni contenido teórico. Cuando se presta más atención al impacto visual que a los edificios mismos, se subliman las condiciones de fotogenia por encima de las valoraciones analíticas y críticas de las obras. Es evidente el impacto contemporáneo que las imágenes estéticas importadas siguen imponiendo en la arquitectura y la aculturación que desde la Colonia ha forjado una de- pendencia sin trasfondo ideológico para justificarla. En La guerra de las imágenes Serge Gruzinski explica los efectos estratégicos de la imagen europea barroca en los imaginarios La A rq ui te ct ur a de C al i - V al or ac ió n hi st ór ic a - Su sa na J im én ez 43 de los indígenas mexicanos en la Conquista y en las poblaciones de la Colonia del siglo XVI (entre 1550 y 1650), y la manera como éstas se constituyen en una política eclesiástica para la aculturación y evangelización en la fe. Para Gruzinski, se trató de la difusión de eventos de la historia sagrada, pero también del simbolismo ligado a las relaciones entre conquistadores e indios. Las formas se codificaron y las imágenes transmitían mensajes de sumisión, otorgándoles atributos monstruosos a los ídolos y belleza a las imágenes mi- lagrosas de los santos. Así, cuando éstas fueron apropiadas, se convirtieron en expresión de su nueva fe: “La invasión de las imágenes fue más que una revolución de las formas: disimuló la inculcación de un nuevo orden visual que trastornaba los hábitos indígenas” (Gruzinski, 1994). La aculturación lograda por medio del arte barroco en la Colonia es otra expresión de la forma como los simbolismos han impuesto significaciones en el arte, lo que ocurre