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145Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 ISSN: 11368071 NOTAS El pensamiento conservador en la España del siglo XIX: Jaime Balmes y Donoso Cortés IGNASI ROVIRÓ Universidad Ramón LLull ignasiroviro@gmail.com Por tradicionalismo suele entenderse generalmente dos fenómenos. En primer lugar una actitud de filósofos, sociólogos, antropólogos, políticos y pensadores en general por la cual hay que preservar y reactivar lo que una sociedad lleva vivido al largo de su propia historia, que coincide con su carácter propio, con lo esencial y que se encuentra cristalizado en sus normas consuetudinarias. La aplicación de los principios tradicionalistas reporta una actitud conservadora con más o menos acentos. Un gran nombre de pensadores y escuelas filosóficas han dado forma variada a dicha actitud. En las circunstancias propias de la España del siglo xix, esta pluralidad de posiciones tradicionalistas se ven auspiciadas por unos hechos históricos excepcionales. A saber: La invasión napoleónica. El problema dinástico de la corona española, con las consecuentes guerras carlistas. La reforma de España como monarquía constitucional parlamentaria, perdiendo así definitivamente lo que se ha dado en llamar el Antiguo Régimen. Las reformas en la iglesia iniciadas por el Papa Pio ix y el impacto que en la catolicidad española tuvieron las encíclicas papales tan importantes como la Quanta cura con el Syllabus (1864) o la Cum multa (1882) y, finalmente, la independencia de las colonias americanas. Por otro lado se llama tradicionalismo a la concepción de la historia que en su momento propugnaron pensadores europeos como los franceses Louis de Bonald (1754-1840), Joseph De Maistre (1753-1821), Jean Lacordaire (1802-1861), Louis Veuillot (1813-1883); ingleses como el cardenal Henry Edward Manning (1808-1892) o el teólogo William G. Ward (1812-1882) y en España como Juan Donoso Cortés y esencialmente consiste en la afirmación que todo orden social e histórico debe estar sometido a los dictados papales y a una jerarquía que tendrá su origen divino. La verdad, pues, está enraizada en dos tipos de instituciones, la monarquía y la iglesia y esencialmente la verdad está basada en la revelación y la transmisión y no en la transcendencia, el descubrimiento y la invención. A partir de ciertos interrogantes de la curia romana el tradicionalismo francés perdió el auge que había experimentado a principios del s. xix y a consecuencia de ello se realizó un ligero viraje hacia el neotomismo, abriéndose en España una pluralidad de tendencias y personalidades que cultivaron dicha escuela de pensamiento. Balmes y Donoso Cortés serán los hombres más destacados que desde el pensamiento genial y la acción acertada defenderán en España los dos sentidos del término. 146 IGNASI ROVIRÓ Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 El filósofo español José Gaos quien, sin sombra de duda, no participó de las verdades de nuestros filósofos, escribe: (…) Balmes y Donoso levantan un pensamiento al que puede extender el nombre que se da con preferencia, si no exclusividad, a parte de él, el de pensamiento tradicionalista, a alturas que en la segunda mitad del mismo siglo y primera década del presente mantiene Menéndez Pelayo por encima de todos los escolásticos y neoescolásticos posteriores a Balmes.1 Para Gaos, Balmes y Donoso son una referencia para un siglo, son autoridades de una forma de pensar, son maestros de pensamiento, son los hombres que levantan la filosofía conservadora a lo largo del primer tercio del s. xix hasta un nivel que sólo Menéndez y Pelayo podrá sostener a partir del último tercio2. Balmes y Donoso fueron dos pensadores y dos politólogos —hoy los llamaríamos también así— que dejaron huella, en su presente y en nuestro presente; en su historia que también es la nuestra. Dos almas que marcaron dos estilos diferentes de pensar y de hacer política, no solo en su propia persona sino en un estilo que se ha heredado. Se comprende que la herencia balmesiana en política, lo que muchas veces se ha llamado el “balmesianismo” político, consiste en la acción meditada, la actitud reflexiva, la búsqueda de los pactos precisos que beneficien a las partes en litigio, el cálculo preciso de la acción concreta en cada momento. El balmesianismo consiste en buscar el término conciliador, como si se tratase aristotélicamente del término medio, aunque la verdad no consista en ello; se trata de buscar el término donde las partes puedan coincidir en el ejercicio de la práctica política. Por otra parte, lo que se ha dado en denominar el “donosianismo” estriba en la búsqueda de las grandes ideas, de las grandes verdades, la exposición magistral de la verdad completa desdeñando las medias tintas y los pactos oportunos. Localizado el foco de verdad, la acción se adecua a ella y se persigue hasta obtenerla. La oratoria y las artes de la palabra serán los medios a través de los cuales se mostrará a los demás los recodos de la verdad vislumbrada. El círculo balmesiano que se agrupó alrededor del vicense fueron José Ferrer y Subirana (1813-1843), fundador de el diario La Paz (1838)” y colaboró con Balmes en La Civilización. Joaquin Roca y Cornet (1804-1873), único redactor del Diario de Barcelona entre 1831-1839. Fundó la revista La religión y con Balmes, La Civilización. Publicista y presbítero. José Mª Quadrado y Nieto (1819-1896), escribió en El Católico, El Heraldo y El Pensamiento de la Nación, fundó el periódico La Fe (1844), “La Unidad católica” (1870-1872). Benito García de los Santos (1823- 1862), médico, biógrafo y amigo de Balmes. Manuel Muñoz Garnica (1821-1876), biógrafo de San Juan de la Cruz y autor de un texto sobre elocuencia sagrada. El círculo donosiano se compuso principalmente de periodistas e intelectuales católicos de Madrid. Entre los más destacados cabe citar a Francisco Navarro Villoslada (1818-1895), novelista influido por Walter Scott. Gabino Tejado Rodríguez (1819- 1 Gaos, José, Obras completas. Vol. V. El pensamiento hispanoamericano. Antología del pensamiento de lengua española en la edad contemporánea, México, Nueva Biblioteca Mexicana/ Universidad Nacional Autónoma de México, 1993, p. 77. 2 Ib., p. 38. 147El pensamiento conservador en la España del siglo XIX: Jaime Balmes y Donoso Cortés Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 1891), biógrafo y editor de la obras de Donoso Cortés, diputado a cortes en varias legislaturas. Eduardo González Pedroso inquieto autor de palabra fácil y convincente, sabio compilador de autos sacramentales desde su origen hasta fines del s. xvii. Jaime Balmes y Urpiá Balmes nació en Vic, provincia de Barcelona, en 1810, en una familia humilde de arrieros. En aquél año, su ciudad se vio ocupada en tres ocasiones por las tropas francesas y antes de terminar el primer año de vida, el ejército francés hizo dos tentativas más de apoderarse definitivamente de estos territorios para la Francia napoleónica. Sus primeros años van acompañados de peligros y sentidas escaseces. Entró en el Seminario vicense a la temprana edad de siete años, a estudiar los rudimentos de latín. Los estudios quedaban interrumpidos por los continuados eventos políticos y sus incursiones, por lo cual era difícil así dar una formación consistente. En este establecimiento se formó durante nueve cursos, estudiando la latinidad, el bienio de Retórica y el trienio filosófico. Complementó su formación en las largas horas de estudio en la biblioteca episcopal de Vic, remodelada en 1806 por el obispo, que la enriqueció con sus fondos particulares y con los del Dr. Llucià Gallisà, que era conocido como el mejor bibliotecario europeo de su tiempo. La biblioteca estaba, pues, a la altura de una formación universitaria de primer nivel. Después de hacer un primer curso de Teología en su ciudad natal, pasó a cursarla en la Universidad de Cervera, la única universidad en aquellos momentos existenteen Cataluña. Sus estudios de Teología en Cervera duraron nueve cursos (1826-1835), al final de los cuales recibió con las máximas notas el título de Doctor. Poco antes, en 1834, había recibido el presbiterado de manos de su propio obispo. En 1837 gana la cátedra de matemáticas que sufraga el Ayuntamiento de su ciudad. Estos años serán de preparación intensa y primeros trabajos publicados en revistas y diarios de actualidad. Es una época de intensas lecturas de los temas más variados y graves. Lee sobre las últimas teorías médicas —la frenología—, sobre historia de la iglesia universal y la española, sobre derecho, sobre filosofía, sobre política/sobre derecho, filosofía y política, lee a los autores europeos más codiciados en aquellos tiempos —estudió con pasión las obras de Lamenais, Chateubriand…— Balmes acopia muchos e intensos materiales que después serán la base de su obra posterior, esencialmente, toma muchas notas breves y atesora en su prodigiosa memoria gran cantidad de datos con una fidelidad asombrosa. Pero Balmes tenía otros planes y se encontraba encerrado en su cátedra de matemáticas, demasiado lejos de Barcelona. Lleno de proyectos, decidió trasladarse a la capital catalana, alentado por los primeros éxitos y premios en el terreno de la defensa del catolicismo frente a los problemas de aquella actualidad. Entre otros, Balmes ya ha escrito, antes de trasladarse, unas “Observaciones sociales, políticas y económicas sobre los bienes del clero”, y las “Consideraciones políticas sobre la situación de España”, las dos de 1840. Algunas argumentaciones del primero serán desarrolladas en la gran obra que, sobre el papel del protestantismo, estaba preparando. El éxito de las dos obras representa el reconocimiento de la intelectualidad catalana y española respecto a un joven autor, prácticamente desconocido y que apunta un futuro brillante. 148 IGNASI ROVIRÓ Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 En 1841 empieza una actividad que será fundamental en la vida y en la carrera balmesiana: optar sistemáticamente por el periodismo como medio eficaz para llegar a las masas, a la vez que este sería un medio óptimo para influir en la intelectualidad respecto a los problemas acuciantes del momento. Estos problemas pueden resumirse diciendo que frente a los reiterados ataques a la religión y a la religiosidad faltaban argumentos de calado y brillantez en su defensa. Balmes, junto con José Ferrer y Subirana y Joaquín Roca y Cornet, iniciaron en aquel año la publicación del periódico La Civilización. Revista religiosa, filosófica, política y literaria. Las primeras letras del nuevo periódico, redactadas por Balmes, indican cuál sería el momento máximo de civilización europea: Procuremos formular nuestro pensamiento con la mayor claridad y concisión, hele aquí: entonces habrá el máximum de la civilización cuando coexistan y se combinen en el más alto grado, la mayor inteligencia posible en el mayor número posible, la mayor moralidad posible en el mayor número posible, el mayor bienestar posible en el mayor número posible.3 La base y primer elemento para obtener la civilización, ni que sea idealizada como se define en estas primeras palabras, será la religión. La defensa del elemento primero de civilización será la enseña de la revista, una religión, pues, abierta a las cuestiones sociales. El Periódico se publicó hasta 1843, con un total de 576 páginas, muchísimas de ellas escritas por nuestro polígrafo. Al disolverse la sociedad que alentaba la publicación, Balmes inició una de nueva, esta vez titulada “la Sociedad”, cuyo redactor único era el propio Balmes. Al poco de iniciarse la publicación de “La Civilización”, Balmes dio a la imprenta la obra que ha dado más reputación a Balmes. Se trata de “El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea” (1842). El objetivo y los motivos de la gran obra balmesiana quedan patentes en sus propias confesiones. En el capítulo 73 escribe: El temor de que se introdujera en mi patria el cisma religioso, la vista de los esfuerzos que se hacían para inculcarnos los errores de los protestantes, la lectura de algunos escritos en que se establecía que la falsa reforma era favorable al progreso de las naciones, todas estas causas reunidas me inspiraron la idea de trabajar una obra en que se demostrase que ni el individuo ni la sociedad nada le debían al protestantismo bajo el aspecto religioso, bajo el social, bajo el político y literario.4 La obra, que ha sido comparada con los grandes análisis que desde la catolicidad se ha hecho al protestantismo y con las grandes obras sobre la cultura europea, como por ejemplo las de Guizot, al que pretende refutar, se estructura en 73 capítulos y analiza las causas que dieron lugar a este fenómeno político y religioso. No se interesa tanto por la doctrina los autores —Lutero, Calvino o Zuinglio— sino que presta un poco más de atención a los hechos que lo provocaron. Considera que los dogmas del 3 La Civilización, T. I., artículo 1º, 1841, p. 12. 4 Balmes, Jaime, El Protestantismo comparado con el catolicismo, O. C., vol. 4, Madrid, BAC, 1948, p. 767. 149El pensamiento conservador en la España del siglo XIX: Jaime Balmes y Donoso Cortés Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 protestantismo suponen un conocimiento muy limitado del espíritu humano que en comparación con las verdades del catolicismo, atesoradas en el crisol de los siglos, quedan como un conjunto de errores. La tesis que defiende puede resumirse así: Antes del protestantismo la civilización europea se había desarrollado tanto como era posible; el protestantismo torció el curso de esta civilización y produjo males de inmensa cuantía a las sociedades modernas; los adelantos que se han hecho después del protestantismo no se han hecho por él, sino a pesar de él.5 Refutar Guizot, ya hemos indicado que era un elemento esencial del libro, representaba en aquellos momentos socavar una de las bases de influencia cultural de los liberales y situarse, por tanto, en el centro del debate cultural, intelectual y político del momento. En la primavera del 1842 Balmes va a París con la intención de preparar la traducción y edición francesa de El protestantismo. Allí ve con sus propios ojos lo que es una sociedad moderna, mucho más de lo que lo era cualquiera de las ciudades españolas que conocía. Se interesa por la industria y entra en contacto con los cenáculos del moderantismo español exiliado en París. Especialmente a las facciones de Martínez de la Rosa y de Narváez, sin duda que allí conoce a Donoso Cortés. Las relaciones con estos exiliados darán su fruto más tarde, en las iniciativas Balmesianas en política. Gracias al contacto con Martínez de la Rosa asiste a las sesiones del Institute Historique de la France y se da cuenta del grado de libertad de expresión. Por otra parte el contacto con los intelectuales católicos franceses, como por ejemplo Ravignan, Lacordaire, Veuillot, Dupanloup, Nicolas o Ozanam, le sitúa frente a los problemas de los católicos europeos. A finales de junio de aquel año desde París viaja a Londres con el objetivo de preparar la traducción inglesa de El protestantismo. Quedó impresionado de la ciudad y de la sociedad inglesa, en especial le interesó la figura del político católico irlandés Daniel O’Connell y la del futuro cardenal Newman. Regresó Balmes a Barcelona a principios de noviembre. Estaba bajo sospecha por parte del gobierno. Dados los contactos con los exiliados en París, se le acusaba de emisario. Balmes llega ya convencido que dedicará sus esfuerzos a buscar los fundamentos sociales de la política conservadora. A ello se dedica en sus artículos en La civilización y después en La sociedad. En ellos hablará tanto de política interior española como de política internacional. Aquí publicará también una interesante biografía sobre Espartero. Escapando de la persecuciónde los progresistas que habían triunfado con el general Espartero y que buscaban liquidar a los responsables de hecho y de derecho de la insurrección de Barcelona, Balmes se refugió en una masía del centro de Cataluña y a escondidas de todo el mundo y con escasísimos recursos escribió una obra magistral: El Criterio, publicado en 1845 y escrito entre el 1 de octubre y el 21 de noviembre de 5 Ib., p. 769. Puede verse cómo Balmes considera el Protestantismo una improvisación: “Nada hubo en esto de plan, nada de previsión, nada de sistema: la simple resistencia a la autoridad de la Iglesia envolvía la necesidad de un examen privado sin límites, la erección del entendimiento en juez único y así fue ya desde un principio enteramente inútil toda la oposición que a las consecuencias y aplicaciones de tal examen hicieron los corifeos protestantes: roto el dique no es posible contener las aguas.” Ib., p. 48. 150 IGNASI ROVIRÓ Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 aquél 1843. Esta obra fue escrita con la intención de exponer el mejor método para dirigir el espíritu. Escribe Balmes en el prospecto de la obra: (…) se hace un ensayo para dirigir las facultades del espíritu humano por un sistema diferente de los seguidos hasta ahora. En un conjunto de principios, de reglas, de observaciones, y sobre todo de ejemplos en escena, se ha procurado hermanar la variedad con la unidad, lo ameno con lo útil.6 Después de una introducción donde se trata primero sobre el arte de pensar correctamente para después anunciar las cualidades de la atención y la elección de la carrera u oficio, se entra en la primera parte, dedicado al entendimiento especulativo. Suponiendo, pues, que la introducción ha sido fructífera y cada uno se encuentra en el sitio para el cual se es más apto, falta ahora dirigir bien la actividad intelectual y encontrar el lugar de las demás facultades. Es así como se estudia el sentimiento, el corazón y la imaginación, todas ellas facultades indispensables para el conocimiento de la verdad. Todo ello va acompañado de las claves para ejercitarse especulativamente en dos terrenos de esencial importancia, como son, la filosofía de la historia y la religión. La segunda parte del libro está destinada al análisis del entendimiento práctico. Esta forma de comprender la realidad no se reduce a conocer, sino que nos impulsa necesariamente al obrar. Si el entendimiento teórico (especulativo en palabras de Balmes) tiene por base la detección y contemplación de la verdad, aquí, en entendimiento práctico se dirige a la acción directa. La acción práctica, por propia definición, tiende a un fin. Siendo así, tenemos que preguntarnos cuales son los fines que tenemos que proponernos y cuáles son los medios para alcanzarlos. Estos dos elementos son esenciales para la acción eficaz. El fin que nos proponemos tiene que ser: 1) moral, 2) conveniente al sujeto y 3) conveniente a las circunstancias. Además es necesario que dicho fin sea proporcionado a los medios, si no es un esfuerzo vano. Continúa con las indicaciones para dirigir bien nuestra acción Para ello hay que atender a una regla importante: no juzgar jamás cuando uno se encuentre bajo una pasión relativa al objeto sobre el cual se debería deliberar. En aquella situación uno se encuentra atrapado por una pasión, que sólo son buenas consejeras si están dirigidas por la moral y la razón. Para la acción eficaz nos hace falta una idea clara y un sentimiento: Una idea clara, viva, fija, poderosa, que absorba el entendimiento ocupándole todo, llenándole todo. Un sentimiento fuerte, enérgico, dueño exclusivo del corazón y completamente subordinado a la idea…7 6 Balmes, J., El Criterio, O. C., vol. 3, Madrid, BAC, 1948, p. 551. 7 Sigue la cita: “Cuando la idea no tiene en su apoyo el sentimiento la voluntad es floja; cuando el sentimiento no tiene en su apoyo la idea, la voluntad vacila y es inconstante. La idea es la luz que señala el camino; es más, es el punto luminoso que fascina, que atrae y que arrastra; el sentimiento es el impulso, es la fuerza que mueve, que lanza.” Ib., p. 753. 151El pensamiento conservador en la España del siglo XIX: Jaime Balmes y Donoso Cortés Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 En definitiva El Criterio muestra el mejor método para pensar bien, y así conocer la verdad: El pensar bien consiste o en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas.8 Muy a principios de 1844 Balmes pasa a residir en Madrid con un doble objetivo: fundar una revista con un grupo de la nobleza que actuaba como la derecha del partido moderado. Por otro lado, Balmes esperaba crear una gran editorial católica. El primer proyecto iba relacionado con una gran operación política: se trataba de dar cobertura al grupo de aristócratas y eclesiásticos capitaneados por Manuel de la Pezuela, el Marqués de Viluma, con el objetivo de influir en la política del partido moderado, dando una atención especial a la función de la monarquía y resolver el problema de las relaciones con la Iglesia, pendientes aún desde la desamortización. En el fondo, esta posición política defendía los intereses aristocráticos, a pesar del aire modernizador de Balmes. “El pensamiento de la Nación” dio cobertura a estas iniciativas. En su primera página Balmes lo expresaba claramente: Fijar los principios sobre los cuales debe establecerse en España un gobierno, que ni desprecie lo pasado, ni desatienda lo presente, ni pierda de vista el porvenir; un gobierno que, sin desconocer las necesidades de la época, no se olvide de la rica herencia religiosa, social y política que nos legaron nuestros mayores; un gobierno firme sin obstinación, justiciero sin crueldad, grave y majestuoso sin el irritante desdén del orgullo; un gobierno que sea como la clave de un edificio grandioso, donde encuentren cabida todas las opiniones razonables, respeto todos los derechos, protección todos los intereses legítimos: he aquí el objeto de la presente publicación.9 El partido vilumista o minoría monárquica se situaba muy a la derecha del partido conservador de la familia liberal, creía que el rey además de reinar tenía que gobernar y perseguían intervenir en el matrimonio de Isabel II. En aquellos momentos, este matrimonio fue una cuestión de estado en el que intervinieron todas las fuerzas españolas y los grandes estados europeos. La minoría vilumista perseguía casar la joven reina con el pretendiente Carlos Luis de Borbón y Braganza, el conde de Montemolín. Con ello se quería reintegrar las dos facciones de la monarquía española de nuevo en una sola. Casando Isabel con Carlos Luis, los carlistas entraban de nuevo en el reinado. Se veía la gran solución al problema dinástico. El partido vilumista se derrumbó en el fracaso del matrimonio de la reina con su primo Francisco de Asís de Borbón, en el octubre de 1846, y por los escasos resultados sobre la restitución de los bienes eclesiásticos. Los esfuerzos de Balmes en El pensamiento de la Nación fueron grandes y le valió el reconocimiento de su grupo, cosechó también enemistades, por la defensa de los postulados aristocráticos y poco democráticos. En el fondo a Balmes no le movía la defensa estamental de una monarquía aristocrática; antes bien, 8 Ib., p. 553. 9 Prospecto de El Pensamiento de la Nación. Se antepone al primer número, salido el miércoles 7 de febrero de 1844. 152 IGNASI ROVIRÓ Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 perseguía encontrar el lugar propio de una política católica que incidiese en los temas fundamentales de España. En la primavera de 1845 emprendió un nuevo viaje a París, motivado por dos temas importantes. En primer lugar, entrar en contacto con los cenáculos carlistas exiliados en París para que aceptasen la renuncia de Don Carlos —Carlos V, para los carlistas— al matrimonio con Isabel II y proponer la candidatura adicho enlace del Conde de Montemolín. El segundo era emprender una nueva aventura editorial, premeditada ya desde hacía algún tiempo: se trataba de la Filosofía Fundamental. En la capital francesa obtuvo éxito en las dos empresas. En París se informó de primera mano de las novedades filosóficas y estudió en aquellas bibliotecas la influencia europea, especialmente de los autores alemanes en los pensadores franceses. Balmes estuvo en París preparando el matrimonio de la reina y dicha obra de abril al octubre de 1845. Esta se publicó en cuatro volúmenes el siguiente año. El objetivo de la Filosofía Fundamental era examinar las ideas fundamentales —de aquí su título— del espíritu humano. En el orden objetivo del mundo parte de dos hechos esenciales: la intuición de la extensión, que funda la sensibilidad objetiva, y la idea de ente, que sostiene todo el orden intelectual. De la idea de ente se desprenden las de identidad, distinción, unidad, número, duración, tiempo, simplicidad, composición, finitud e infinitud, necesidad, contingencia, mutabilidad e inmutabilidad, substancia, accidente, causa y efecto. En el orden subjetivo destaca los siguientes hechos de conciencia: la sensibilidad, la inteligencia y la voluntad, y con ellos pueden conocerse los seres extensos. Si se combina la idea de ser con la de no ser se llega al principio de no contradicción, en cual que se basa la ciencia de la lógica y, aplicado a la realidad, descubrimos la ontología. La extensión en si misma nos da la geometría, combinada con la sensibilidad es la base de las ciencias naturales. La psicología y el análisis de la mente se fundamentan en la inteligencia mientras que la voluntad, en tanto que está regida por fines, es el sostén de la moral. Precavido de que su filosofía podía ser acusada de copia de alguna corriente europea, Balmes se apresó a desechar esta posible opinión en el prospecto de la obra. Escribe Balmes: La Filosofía fundamental no es copia ni imitación de ninguna filosofía extranjera: no es ni alemana, ni francesa, ni escocesa: su autor ha querido contribuir por su parte a que tengamos también una filosofía española.10 Precipitándose ya el declive político del vilumismo, Balmes recibe las más duras críticas de sus enemigos políticos, expresados, entre otros, a través del diario El español. Balmes escribe entones el único texto de carácter autobiográfico. Es un artículo en defensa propia: “Vindicación personal”11. Se acaba la etapa de su relación con el Marqués de Viluma y de su colaboración en El pensamiento de la Nación. 10 Balmes, J., Filosofía fundamental, O.C. , vol. 2, Madrid, BAC, 1948, p. 7 11 Cf. O. C., Vol. 7, pp. 773-787 153El pensamiento conservador en la España del siglo XIX: Jaime Balmes y Donoso Cortés Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 La obra balmesiana sigue su curso. Mientras su Filosofía fundamental seguía editándose, empezó un volumen de oportunidad. Es la Filosofía elemental que ya aparece en el epistolario balmesiano en 1846. Se trataba de proporcionar un texto válido para los enseñantes y alumnos de las escuelas y seminarios que pudiera ser reconocido por las autoridades académicas. El texto recoge algunos contenidos ya expuestos en su filosofía fundamental y, especialmente, de El criterio. Son bastantes las veces que el autor remite a este libro para ver cómo se ha expuesto o cómo puede ampliarse una doctrina. El texto está ordenado bajo tres disciplinas: Lógica, Ética y Metafísica (que comprende la Estética, la Ideología pura, la Filosofía del Lenguaje, la Psicología y la Teodicea). Además, como si se tratara de una segunda parte, proporciona una buena síntesis de la historia de la filosofía. Fue de las primeras obras sistemáticas que se ofrecieron en lengua española. La Lógica nos dará el método más apto para conducir el entendimiento, la Ética nos proporcionará la acción correcta y la Metafísica nos enseñará las verdades que aparecen en los reinos de la sensibilidad, del entendimiento, del lenguaje, de la comprensión de uno mismo y de la esfera transcendente. La Historia de la Filosofía es un complemento indispensable para que el pensar no sea demasiado atrevido: El estudio de la filosofía y de su historia engendra en el alma una convicción profunda de la escasez de nuestro saber, por manera que el resultado especulativo de este trabajo es un conocimiento científico de nuestra ignorancia.12 La Filosofía Fundamental y la Filosofía elemental son una muestra clara del objetivo de la obra balmesiana: se trata de modernizar los estudios católicos en las diversas ramas del saber y buscar el papel propio del intelectual católico dentro de la naciente sociedad moderna. Libre Balmes de sus compromisos políticos trabaja en el proyecto de construir una gran editorial católica. Pensaba en un gran complejo que albergara un ateneo, salas de discusión y cátedras para conferencias, imprenta y toda una industria editorial, con plan de edición y de mercado. Para ello buscó entre los hombres de su confianza los asesores científicos. A estos esfuerzos dedicó prácticamente un año, 1847, durante el cual seguía en la edición de los dos volúmenes dedicados a la filosofía. Los planes se trastocaron al sentirse gravemente enfermo a inicios de 1848. Y la editorial quedó en proyecto. Durante 1847 la actividad balmesiana es intensísima. Además de la editorial inicia una obra, la última, polémica e interesantísima. Se trata de Pio ix. El tema era delicado y Balmes se quería preparar para su obra. Para ello emprende el tercer y último viaje a París. Está en la capital de Francia de primeros de septiembre a mediados de octubre. El libro sale publicado en diciembre y provoca una dura polémica en los círculos carlistas y más conservadores de la intelectualidad católica que hasta el momento había aplaudido la obra balmesiana. Balmes defiende al Papa y entiende que sus reformas son absolutamente necesarias. Lo expresa así: ¿Cuál es la empresa? Conceder a la época lo justo y conveniente, negándole lo injusto y dañoso; mejorar la condición de los pueblos, sin precipitarlos en la anarquía; prevenir la revolución por medio de la reforma, quitándole a la impiedad motivos, ya que no es dable 12 Balmes, J., Filosofía elemental, O. C., vol. 3, Madrid, BAC, 1948, p. 537. 154 IGNASI ROVIRÓ Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 impedir que tome pretextos; privar de fuerza sus declamaciones, haciéndolas huecas por la absoluta falta de razón; cimentar un orden político y administrativo que se sostenga por sí propio, sin necesidad de bayonetas extranjeras; desarrollar en los Estados Pontificios un espíritu público, que los prepare para atravesar sin trastorno las profundas vicisitudes que ha de sufrir la Europa; hacer posible la duración de la soberanía temporal de la Santa Sede, no obstante la trasformación de las ideas y costumbres de los pueblos; en una palabra, resolver para lo presente el problema que sus antecesores han resuelto cada cual para su tiempo respectivo; conservar la unión de la supremacía espiritual con la soberanía temporal…13 En esta última obra Balmes entendió que las formas políticas eran coyunturales al tiempo histórico, lo esencial estaba en otro lado: en la independencia del poder del Papa respecto a aquellas formas. Por lo tanto, desde el pragmatismo y visto el estado de Europa de 1847, hay que abrir formas de diálogo con el liberalismo, e incluso adoptar alguna de sus formas y reformas, para que lo esencial sea preservado. Con ello, Balmes quedó solo. Sus antiguos correligionarios de filas políticas, los simpatizantes del carlismo y los integristas católicos le criticaron. Balmes ya estaba enfermo, una tuberculosis se lo llevo a la tumba a primeros de julio del 1848, a los 38 años de edad, solo y recluido en la ciudad que le vio nacer. Sí parece que Balmes hiciera un cierto cambio desde unas posiciones políticas y religiosas que partían de un tradicionalismomuy conservador, adoptando las nuevas formas de la industrialización hacia unas apertura más amplia a la renovación social con posiciones que podían acercarse a cierto liberalismo, Donoso Cortés parece hacer el viaje en sentido inverso. Juan Donoso Cortés Juan Donoso Cortés nació cerca de Don Benito, un pueblo de Extremadura, el 6 de mayo de 1809, cuando la familia y un número importante de vecinos escapaban del acecho francés. La familia tenía entre sus más destacados antecesores a Hernán Cortés, el conquistador de México. Su padre era abogado de buena posición económica, lo que le permitió esmerase en la educación de sus hijos. Hechos los primeros estudios en su pueblo natal, en 1820 se trasladó a Salamanca. Allí estuvo en contacto con los ideales liberales que albergaban la universidad y los ambientes intelectuales, pero por poco tiempo ya que sólo cursó en ella un año académico. Su familia decidió trasladarle más cerca de su domicilio. El siguiente curso ya estaba en Cáceres, dónde se preparó para estudiar jurisprudencia. En 1823 hace amistad con Manuel José Quintana (1772- 1857), experto político liberal que estaba oculto después de la intervención militar de los “Cien mil hijos de San Luis”. Quintana representa el primer contacto político de alto nivel del jovencísimo Donoso Cortés. La abogacía la iniciará aquel mismo 1823 en la universidad de Sevilla. Terminados los estudios se instalará en Madrid y muy pronto allí entabló amistad con Nicomedes Pastor Diaz (1811-1863) y trató a Larra y a José Zorrilla. Son años de intensa actividad: funda revistas literarias, colabora en diarios, tertulias, se hace conocer en los medios intelectuales. Lee intensamente a Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Maquiavelo, Helvetius. En 1830 se casa con Teresa Carrasco y 13 Pío ix en O.C., vol. 7, Madrid, BAC, 1948, p. 963. 155El pensamiento conservador en la España del siglo XIX: Jaime Balmes y Donoso Cortés Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 empieza a trabajar de abogado en el bufete de su padre. El primer trabajo que le reporta notoriedad es un alegato en favor de Fernando vii: la “Memoria sobre la situación actual de España” (1832). Los partidarios de las reformas en España vieron en aquél joven un nuevo aliado; los carlistas, un nuevo adversario. El liberalismo que aquí defiende Donoso es burgués y de tono conservador. El segundo éxito fue el nombramiento por parte del Rey de oficial de secretaría del Ministerio de Gracia y Justicia (1833). En mayo de 1834 la Real Academia Sevillana de Buenas Letras le nombra miembro de honor. En agosto de aquel 1834 publica las Consideraciones sobre la diplomacia y su influencia en el estado político y social de Europa, desde la Revolución de julio hasta el tratado de la Cuádruple Alianza. Siendo constitucionalista, muestra el error que supuso resucitar la constitución de 1812 en 1820, cuando las circunstancias eran otras. En este escrito se siente el clamor contra el injusto asesinato de frailes ocurrida en Madrid en julio de 1834. Frente a ello, y al estado de desorden ocurrido, exclama: (…) y ahora más que nunca para asegurar nuestro porvenir y labrar nuestro destino [las leyes] deben cumplir su misión defendiendo el Trono, consolidando la libertad y sofocando la anarquía.14 Por lo tanto hay que reforzar el trono, asegurando a la futura reina Isabel un orden político. Después de un repaso de los elementos esenciales de la diplomacia europea, apela a los miembros de las Cortes para que salven, en breve, el conflicto abierto entre libertad y orden, como ya lo ha hecho la monarquía15. En 1835 la provincia de Cáceres le nombró secretario de la Diputación Permanente en Madrid y Mendizábal, nombrado aquél septiembre presidente del gobierno, escogió a Donoso para negociar secretamente con las “Juntas Soberanas”, levantadas en las provincias de Badajoz y Cáceres. A cambio de concesiones se exigía la disolución de dichas juntas revolucionarias. La misión de Donoso fue un éxito pleno, que se le reconoció con una Cruz de Carlos III. Al lado de este clamoroso éxito aquel 1835 le deparó la tristeza más profunda su joven mujer murió en el verano, habiendo perdido ya antes la única hijita del matrimonio. Donoso se quedaba solo. A principios de 1836 se le nombró jefe de sección del Ministerio de Gracia y Justicia, una muestra más de la reiterada confianza que sucesivos ministros y gobiernos depositaban en aquel brillante joven. 14 Donoso Cortés, J., Consideraciones sobre la diplomacia y su influencia en el estado político y social de Europa, desde la Revolución de julio hasta el tratado de la Cuádruple Alianza, imp. de Don Miguel Burgos, Madrid, 1834, p. vi. Obras Completas de Donoso Cortés, edición de Carlos Valverde, Vol. 1, Madrid, BAC, 1970, p. 227. 15 “Los Padres de la Patria van a tomar sus asientos en las sillas curules por tanto tiempo vacías. La Europa los observa: la nación los aguarda como a sus libertadores: el trono los mira como su apoyo y su esperanza: la posteridad va a empezar para ellos con su aparición en la escena política: ¡felices! si al concluir su misión y al volver al seno de sus hogares vuelven con un corazón puro y con una conciencia serena. El divorcio entre la libertad y el orden ha producido todas las catástrofes de las sociedades humanas: ¡felices! si pueden encontrar en sus luces y en las lecciones de la historia los lazos que deben formar su unión restableciendo su equilibrio”, Donoso Cortés, J., Consideraciones sobre la diplomacia y su influencia en el estado político y social de Europa, desde la Revolución de julio hasta el tratado de la Cuádruple Alianza, Madrid, Imp. de don Miguel Burgos 1834, p. 124. Cf. Obras Completas de Donoso Cortés, edición de Carlos Valverde, vol. 1, Madrid, BAC, 1970, p. 227. 156 IGNASI ROVIRÓ Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 En este año de la desamortización de los bienes eclesiásticos decretada por Mendizábal, se discutió en las Cortes la ley electoral, foco de tensiones entre los varios grupos parlamentarios. En esta situación, Donoso publicó el folleto La ley electoral considerada en su base y en su relación con el espíritu de nuestras instituciones. Este trabajo le servirá de esquema para las lecciones pronunciadas más tarde en el Ateneo de Madrid. En las polémicas elecciones de aquel verano, Donoso fue elegido diputado a Cortes por la provincia de Badajoz. Por esta época ya había iniciado su prolija participación en revistas y periódicos españoles. Fue redactor de La Abeja (1834-1836), El Mensajero, El Porvenir (1837), El Correo Nacional (1838), El Piloto (1839) y colaboró en la Revista de Madrid, El Heraldo (1842), El Tiempo (1946), El Faro (1847), El País (1849) y La Época (1849) Aludíamos a las “Lecciones de Derecho Político” que dio del 22 de noviembre de 1836 al 21 de febrero de 1837 en el Ateneo de Madrid. Estructuradas en diez sesiones trató sobre la sociedad y el gobierno, sobre la soberanía del pueblo, el despotismo ilustrado sobre la difícil combinación entre la soberanía popular y el derecho divino de los reyes, de cómo debería limitarse la soberanía y de la importancia de las reformas políticas. Ya aquí puede empezarse a verse en la letra algún elemento que presagia el cambio ideológico que realizará años más tarde. En estas lecciones se parte de la lucha entre razón y libertad, para hacer habitable estos dos principios es necesaria la acción del Gobierno16. Una acción que debe, para no convertirse en despotismo, ser limitada. Al poco de impartir estas lecciones publica en el mismo 1836 los Principios constitucionales aplicados al principio de Ley fundamental presentado a las Cortes por la Comisión nombrada al efecto donde se declara a favor de fortalecer el poder del monarca contra la división de los poderes. La sociedad está jerarquizada y presidiéndola se encuentra el Rey17. Su evolución hacia las posiciones tradicionalistas se va efectuando paulatinamentea la vez que los liberales inician una política errática Dos son dos las vías por las que se registra: por un lado la evolución de Donoso pasa por su inquebrantable adhesión a la monarquía y su devoción personal por la regente María Cristina; por el otro, a causa de su completa defensa del catolicismo ultramontano. En 1840, y después de buscar una imposible conciliación entre los intereses de los liberales y las pretensiones de los moderados, la regente María Cristina se ve obligada a ceder la regencia al general Espartero y exilarse en París. Donoso se exilia también en la misma capital, antes empero, redactó el manifiesto que la Regente dirigió a todos los españoles, en el cual confesaba que dejaba la regencia a causa de las graves circunstancias políticas. En la capital de Francia Donoso toma contacto con los intelectuales y artistas más influyentes, como por ejemplo De Maistre. El Instituto 16 “Así, señores, el antagonismo entre la libertad y la inteligencia del hombre se refleja también en las sociedades humanas, y al reflejarse en ellas, se traduce en antagonismo entre la ley del individuo, que es la independencia, y la ley de la asociación, que es la subordinación y la armonía.” Obras Completas de Donoso Cortés, edición de Carlos Valverde, vol. 1, Madrid, BAC, 1970, p. 338. 17 “El monarca es el único representante de la sociedad: y como único representante de la sociedad es también el único poder del Estado: en su presencia no hay mas que súbditos, porqué fuera de la sociedad no hay más que pueblo; pero así como el objeto de la sociedad es la felicidad de pueblo, así también el objeto del poder debe ser la felicidad del súbdito.” Ib., vol. 1, p. 454. 157El pensamiento conservador en la España del siglo XIX: Jaime Balmes y Donoso Cortés Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 Histórico de aquella capital, fundado en 1833, le incorpora en sus trabajos. De 1840 a 1843 escribe varios artículos en defensa de la legitimidad de María Cristina y viaja a Madrid para asuntos de calado político en relación a la Corona. En París conspira contra Espartero participando en la “Orden Militar Española”, una sociedad secreta que tenía por objetivo derrocar el poder del general. Allí trabó amistad con el general Narváez. En 1843, Narváez sale victorioso de su enfrentamiento militar con Espartero y Donoso regresa de París, retoma su papel de diputado activo de las cortes españolas e intervienen de forma definitiva para que se reconozca la mayoría de edad de Isabel II un año antes que lo determinaran las leyes. Se proclama reina el 8 de noviembre de 1843. Un año más tarde, Donoso fue nombrado secretario particular de la nueva reina y en 1845 consejero de Administración de Su Majestad. Estos años son de una gran actividad política y diplomática, actúa como representante de la Reina en la correspondencia con su madre María Cristina, interviene en el complicado problema del nuevo matrimonio de María Cristina y el futuro enlace de Isabel, forma parte de la comisión de reforma constitucional, su presencia en los estrados de las Cortes es constante, pronunciando discursos sobre los rumbos políticos más inmediatos. Por sus servicios fue nombrado Vizconde del Valle y Marqués de Valdegamas, con grandeza de España, y el gobierno francés le designó gran oficial de la Legión de Honor. Citemos una intervención en las Cortes, el 15 de enero de 1845, en la defensa de la “dotación de culto y clero”. Su giro ideológico prácticamente está ya bordado. Dirigiéndose a sus señorías afirma: La autoridad pública, considerada en general, considerada en abstracto, viene de Dios; en su nombre se ejerce la doméstica del padre, en su nombre la religiosa del sacerdote, en su nombre la política de los gobernadores de los pueblos; y el Estado, me encuentro autorizado para decirlo lógicamente, debe ser tan religioso como el hombre pero; puede serlo de diferentes maneras; y de diferentes maneras, señores, lo ha sido en la historia.18 El año 1845 es esencial para el restablecimiento normalizado de las relaciones entre Iglesia y Estado. Aquel año España se convierte oficialmente en estado confesional católico, se restablece la subvención a la Iglesia y se le favorece para el fomento de la enseñanza. Donoso fue una pieza clave en todo ello. En este mismo año se reforma la constitución, basada ahora no en una soberanía nacional sino en una soberanía compartida entre el Rey y las Cortes. En 1847 publica un texto en el que coincidirá con Balmes tanto en el título como en las ideas esenciales, aunque variarán la forma y algunos argumentos. Se trata de Pio IX. Donoso ve peligrosas las reformas liberales que el Papa ha aceptado y a las que más adelante el mismo pontífice renunciará. Pero Donoso no denuncia la actitud papal, sino la perversión de las ideas19. 18 Ib., vol. 2, p. 96. 19 “El peligro de estos ofrecimientos [se refiere a la libertad que propone el liberalismo] no está en que hayan de ser aceptados por el eminentísimo varón … está en que contribuyen a producir una confusión peligrosísima entre dos especies de libertades tan opuestas entre sí como la verdadera libertad y la verdadera sumisión…” Ib, vol. 2, pp. 214-215. 158 IGNASI ROVIRÓ Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 El gran propósito de Pío IX es hacer independiente y libre a la Iglesia, libre e independiente a la Italia; es emancipar, pacíficamente y a un tiempo mismo, la sociedad civil y la sociedad religiosa: es realizar el indisoluble consorcio de la libertad y el orden.20 Los hechos revolucionarios que invaden la Europa de 1848 son vividos por Donoso como un paso más hacia las posturas integristas que con toda contundencia expresará en 1849. A principios de este año pronuncia el que se ha llamado “Discurso sobre la dictadura”, que causó una honda impresión en toda la Europa conservadora y sus influencias llegaron hasta el pensamiento conservador del siglo xx, como es el caso del alemán Carl Schmitt21. Escribe allí Donoso: (…) cuando la legalidad basta para salvar la sociedad, la legalidad; cuando no basta, la dictadura. Señores, esta palabra tremenda (que tremenda es, aunque no tanto como la palabra revolución, que es la más tremenda de todas) (Sensación); digo que esta palabra tremenda ha sido pronunciada aquí por un hombre que todos conocen: este hombre no ha sido hecho por cierto de la madera de los dictadores. Yo he nacido para comprenderlos, no he nacido para imitarlos. Dos cosas me son imposibles: condenar la dictadura y ejercerla. Por eso (lo declaro aquí alta, noble y francamente) estoy incapacitado de gobernar: no puedo aceptar el gobierno en conciencia: yo no podría aceptarle sin poner la mitad de mi mismo en guerra con la otra mitad, sin poner en guerra mi instinto contra mi razón, sin poner en guerra mi razón contra mi instinto… Digo, señores, que la dictadura en ciertas circunstancias, en circunstancias dadas, en circunstancias como las presentes, es un gobierno legítimo, es un gobierno bueno, es un gobierno provechoso, como cualquier gobierno; es un gobierno racional, que puede defenderse en la teoría, como puede defenderse en la práctica.22 He probado que la dictadura es una verdad en el orden teórico; que es un hecho en el orden histórico. Pues ahora voy a decir más: la dictadura pudiera decirse, si el respeto lo consintiera, que es otro hecho en el orden divino.23 Se trata de escoger entre la dictadura que viene de abajo y la dictadura que viene de arriba: yo escojo la que viene de arriba, porque viene de regiones más limpias y serenas; se trata de escoger, por último, entre la dictadura del puñal y la dictadura del sable: yo escojo la dictadura del sable, porque es más noble.24 Con ese discurso el cambio ideológico de Donoso Cortés es una realidad perfectamente manifiesta a la luz de todos. Paulatinamente ha pasado de la defensa de la política liberal moderada de los años treinta a la propugnación de una política ultraconservadora.En sus Ensayos moderadamente polémicos, Federico Suárez Verdeguer considera que la conversión de Donoso al tradicionalismo fue consecuencia de la dolorosa muerte de su hermano y de su apreciado amigo el compositor Santiago 20 Ib., vol. 2, p. 198. 21 Cf. sChmitt, Carl, Interpretación europea de Donoso Cortés, Madrid, Rialp, 1963. 22 Obras Completas de Donoso Cortés, edición de Carlos Valverde, vol. 2, Madrid, BAC, 1970, pp. 306-307. 23 Ib., p. 308. 24 Ib., p. 322-323. 159El pensamiento conservador en la España del siglo XIX: Jaime Balmes y Donoso Cortés Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 Masarnau en 184925. Esta es la interpretación clásica que se dio desde sus admiradores más cercanos que buscaban causas “románticas”, psicológicas o de carácter a este cambio tan radical. Sin embargo, tenemos en sus textos elementos que no nos inducen a posicionarnos con aquella visión. Respecto a su “conversión”, Donoso escribe al polígrafo francés A. Blanche: Yo siempre fui creyente en lo íntimo del alma; pero mi fe era estéril porque no gobernaba mis pensamientos, ni inspiraba mis discursos, ni guiaba mis acciones.26 Donoso, al correr los años, fue haciéndose un espíritu libre de las ataduras y militancias más denostadas, hasta que fue emergiendo su propio pensamiento. Las simpatías primerizas con el liberalismo moderado se fueron esfumando a causa de los movimientos revolucionarios de los años cuarenta y se fue convenciendo que aquel liberalismo idealizado conducía inexorablemente a una especie de anarquía o revolución permanente que socavaba los cimientos de los estados y, en definitiva, de Europa. Pero si se observa atentamente su obra, sus primeros escritos y sus primeros discursos podría reseguirse una línea coherente de afirmación católica, de integridad moral, de defensa de España constante. Seguramente que Donoso no siempre acertó en los métodos, formas y compañeros de viaje, pero las intuiciones esenciales fueros prácticamente siempre las mismas, expresadas, eso sí, en formas y argucias diferentes. Por lo tanto, la “conversión” era evidente e inevitable: los hechos desvelaron al Donoso tradicionalista que vivía dentro de las razones liberales moderadas. Después de unos meses como embajador de España en Berlín (marzo-noviembre de 1849) retorna a España. Su experiencia directa sobre la realidad europea se ve condensada en el famoso “Discurso sobre Europa” (30/01/1850), que causó conmoción en la cámara española y en los círculos anti-socialistas europeos. Una de las causas de su avance está en la pérdida de autoridad humana y en el declive de la religión. Hace un repaso de las naciones europeas y pronostica que Rusia traerá graves problemas a Europa (1850!) En los momentos que estaba preparando este y otros discursos de calado similar, trabajaba también en una obra de largo recorrido y de requerida meditación, donde se ve la profundidad y los progresos teológicos que Donoso Cortés fue realizando. Se trata del Ensayo sobre el Catolicismo, el liberalismo y el socialismo. Este trabajo se publicó en 1851 y está estructurado en tres libros. El primero, titulado Del catolicismo, traza la relación entre Iglesia, sociedad y política, y entiende que la Iglesia ha de guiar la sociedad. En el segundo, Problemas y soluciones relativas al orden moral, se debate el problema de la libertad humana y los designios divinos y ataca a las soluciones que a estas cuestiones han dado liberales y socialistas. En el tercero, Problemas y soluciones relativas al orden en la humanidad, se trata sobre la solidaridad, la culpa, el dolor y como a este respecto han errado liberales y socialistas. En la obra se defiende que la verdadera solución para oponerse a la barbarie revolucionaria del socialismo se encontrará sólo en el catolicismo. El liberalismo no es una solución frente al socialismo, 25 suárez verDeGuer, F., Ensayos moderadamente polémicos, Madrid, Rialp, 2005. pp. 51-52. 26 Obras Completas de Donoso Cortés, edición de Carlos Valverde, vol. 2, Madrid, BAC, 1970, p. 342. 160 IGNASI ROVIRÓ Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 hay que desengañarse de sus planteamientos porque al fin y al cabo, aunque algunos desde esta doctrina se opongan a ello, finalmente conduce irremediablemente hacia la revolución socialista. La verdadera solución a los males del hombre es la creencia en Dios salvador y en la misión terrenal de la Iglesia. Termina el Ensayo con un claro mensaje a las políticas erráticas y a los errores de los hombres: (…) lo que no ha visto ni verá el mundo es que el hombre que huye del orden por la puerta del pecado, no vuelva a entrar en él por la de la pena, esa mensajera de Dios que alcanza a todos con sus mensajes.27 La obra levantó polémica política y religiosa, hasta el punto de intervenir el Papa Pío ix, que en carta personal le reconoció su ortodoxia y estima. Donoso se sitúa en los ideales de la Restauración. Sus discursos, cartas y ensayos destilan a menudo un hondo pesimismo, marcado por la convicción que su tiempo es de verdadera crisis, no solo política, sino moral: degradación de las costumbres y de los santos ideales, siendo de ello una causa el subjetivismo imperante que desnaturaliza las verdades cristianas. El parlamentarismo no ha sido la solución, sino que se echa en falta en el orden político-social una aristocracia. Donoso lo expone en su interesante estudio sobre la Filosofía de la Historia de Vico: Así como en el mundo político se echa de menos entre nosotros el elemento aristocrático, así también en el mundo intelectual se echa de menos el elemento filosófico; quizás la ausencia del primero es causa del segundo, porque la democracia tiende por todas partes el hacha niveladora.28 En una carta al cardenal Fornari, fechada en parís el 19 de junio de 1852, Donoso sentencia que el siglo xix ha llevado a la realización los graves errores de los siglos anteriores: Por lo que hace al siglo en que estamos no hay sino mirarle para conocer que lo que le hace tristemente famoso entre todos los siglos no es precisamente la arrogancia en proclamar teóricamente sus herejías y sus errores, sino más bien en la audacia satánica que pone en la aplicación a la sociedad presente, de las herejías y de los errores en que cayeron los siglos pasados.29 Las ideas de Donoso pueden verse perfectamente acogidas en sectores intelectuales europeos de su época. Los tradicionalistas franceses que quieren liquidar las herencias de la revolución como, por ejemplo, De Bonald, De Maistre, Lamennais. Comparten con él las intuiciones esenciales de este pensamiento tradicionalista español. En realidad habría que fijarse en el tradicionalismo europeo, muy presente en el siglo xix. Si bien hay matices importantes que les diferencian (por ejemplo la aceptación o no de la política y la religión como esferas diferentes que hay que tratar en sus variaciones 27 Ib., p. 702. 28 Ib., vol. 1, pp. 619-120. 29 Ib., vol. 2, p. 745. 161El pensamiento conservador en la España del siglo XIX: Jaime Balmes y Donoso Cortés Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 con sumo cuidado; hecho que el tradicionalismo francés aceptó y el español no), los tradicionalismos europeos contienen una fuerte unidad frente a las varias revoluciones de dicho siglo. El antropólogo Lluís Duch ha mostrado cómo Donoso Cortés fue reivindicado por Carl Schmitt como uno de los referentes esenciales para el pensamiento europeo más conservador. A la vez, antes del filósofo alemán, Donoso había experimentado un renacimiento en el catolicismo anterior a la primera guerra mundial30. Carl Schmitt ve en Donoso Cortés el mejor pensador que ha decretado antes que él mismo la crisis completa de la sociedad europea31. Con ello se indica que Donoso es el primer pensador que detecta la pérdida de liderazgo que Europa mantenía sobre el resto de civilizaciones. Se habría entrado en una escalada progresiva de revoluciones queacabarían en un completo ateísmo y en la anarquía, todo acompañado de un proceso de tecnificación, de economicismo y de democratización. Juan Donoso Cortés murió en París, como embajador de España, a primeros de mayo de 1853, cuando contaba con sólo 45 años de edad. En 1887 se le construyó un mausoleo en el cementerio de San Isidro, junto a Goya, Menéndez Valdés y Moratín. Palabras finales En la historia de las ideas en la España del siglo xix han sido muchos los avatares del pensamiento tradicional y conservador, hasta el punto de que podría estudiarse como un conjunto de varias familias que más o menos unidas en lo temático actúan en un panorama político e ideológico muy complejo. Si Balmes representa una mezcla de la tradición abierta a la marcha indiscutible de la modernización técnica y de una cierta emancipación social, Donoso Cortés parte de un liberalismo larvado por el eclecticismo de corte espiritualista que va agudizándose hacia un tradicionalismo, que al final colorea con un pesimismo antropológico y hasta metafísico. Se ve, pues, que bajo la etiqueta del tradicionalismo se acogen doctrinas de cariz diferente y, en algunos momentos hasta rivales en doctrina práctica y postulados teóricos precisos. En la escuela tradicionalista se albergan los autores mencionados, pero tendrían que mencionarse algunos más, significativos también en la historia del pensamiento español del siglo xix. Así, por ejemplo, y en un cierto orden cronológico, Francisco Alvarado, El filósofo rancio (1756-1814) que combatió en sus Cartas (publicadas en 1825) la más mínima desviación del escolasticismo. Pedro De La Hoz (1800-1865), periodista y filósofo, director de la Gaceta de Madrid, fundó varios periódicos para defender la causa carlista después del debacle de la primera guerra carlista. Juan Bravo Murillo (1803-1873), político, presidente del consejo de ministros, redactor del proyecto constitucional ultraconservador de 1852 y firmó el concordato de 1851. Antonio Aparisi y Guijarro (1815-1872), senador carlista e impulsor del Partido Carlista, gran orador. Juan Manuel Ortí y Lara (1826-1909), que desde posiciones 30 DuCh, lluís, Armes espirituals i materials: política, antropología de la vida quotidinana. 4,2. Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2001, pp. 160-176. 31 Cf. sChmitt, Carl, La interpretación europea de Donoso Cortés, Madrid, Rialp, 1963. 162 IGNASI ROVIRÓ Revista de Hispanismo Filosófico n.º 16 (2011): 145-162 radicales del neotomismo se opuso al krausismo y a las formas más dialogantes de los moderados. Vicente Manterola (1833-1891). Eclesiástico y diplomático, defensor con su pluma de la causa carlista. Ramón Nocedal y Romea (1844-1907), neo-escolástico que acusando de liberal a Carlos vii, fundó el Partido Integrista. Félix Sardá y Salvany (1844-1916), integrista religioso neo-escolástico, de fuerte influencia con su libro El liberalismo es pecado. Josep Torras y Bages (1846-1816), neo-tomista y influyente eclesiástico, obispo de Vic; uno de los grandes teóricos del regionalismo. Enrique Gil Robles (1849-1908), teórico del tradicionalismo español, escritor carlista. José Roca y Ponsa (1852-1938). Sacerdote, orador y pensador integrista, canónigo magistral de Sevilla. Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-1912) reconocido polígrafo y erudito que a través de los estudios históricos y la actividad política defendió un catolicismo radical y se opuso al krausismo y a cualquier forma de liberalismo político. Alfredo Brañas Menéndez (1859-1900). Catedrático de la Universidad de Oviedo, creador del regionalismo gallego, de fuerte influencia social. Ramiro de Maeztu Whitney (1875- 1936). Político, periodista y ensayista. Introductor de la idea de la Hispanidad como apéndice de la españolidad. Sin duda que todos ellos comparten un “aire de familia”, unos trazos distintivos que nos permite hablar de pensamiento tradicionalista y que podría resumirse con tres ideas matriz, expuestas y desarrolladas con cierta amplitud en los autores tratados. En primer lugar, la honda convicción de que el Catolicismo es el factor socializador por el cual puede explicarse la unidad de España y, al fin y al cabo, de toda Europa. El cristianismo será visto como esencial para el desarrollo de lo que es estrictamente español. La defensa de la Iglesia, de sus bienes y posesiones, del papado y de la estructura eclesiástica será temas de largo recorrido por el tradicionalismo. Pero no hay que circunscribirse sólo al aspecto social y político: los autores que abraza esta corriente de pensamiento son creyentes en las verdades de la fe católica, más allá de los aspectos políticos y sociales. En segundo lugar, una defensa de la monarquía. Frente a la visión revolucionaria que anuncia que la soberanía reside en el pueblo, los autores tradicionalistas del siglo xix, comparten la idea según la cual es en la figura del monarca donde se da la verdadera soberanía; es en él dónde se expresa la verdadera unidad de lo español. Muchos de ellos afirmarán que, además de ser depositario de la soberanía, el monarca tiene que gobernar, con lo cual, la organización política del Estado debe modificarse. Ello llevaba a replantear la representatividad y la composición de las Cortes. Coinciden con ello tanto los tradicionalistas partidarios del pretendiente Don Carlos —los carlistas— como los que aceptaron la monarquía de Isabel II y sus descendientes. Finalmente, la necesidad de intervenir en el curso de los hechos humanos, es decir, en política. Se trata de una concepción de la política misional y apologética, en defensa de la patria y de la catolicidad propia de España.