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145Revista de Hispanismo Filosófico
n.º 16 (2011): 145-162
ISSN: 11368071
NOTAS
El pensamiento conservador en la 
España del siglo XIX: 
Jaime Balmes y Donoso Cortés
IGNASI ROVIRÓ
Universidad Ramón LLull
ignasiroviro@gmail.com
Por tradicionalismo suele entenderse generalmente dos fenómenos. En primer lugar 
una actitud de filósofos, sociólogos, antropólogos, políticos y pensadores en general 
por la cual hay que preservar y reactivar lo que una sociedad lleva vivido al largo de 
su propia historia, que coincide con su carácter propio, con lo esencial y que se encuentra 
cristalizado en sus normas consuetudinarias. La aplicación de los principios tradicionalistas 
reporta una actitud conservadora con más o menos acentos. Un gran nombre de pensadores 
y escuelas filosóficas han dado forma variada a dicha actitud. En las circunstancias propias 
de la España del siglo xix, esta pluralidad de posiciones tradicionalistas se ven auspiciadas 
por unos hechos históricos excepcionales. A saber: La invasión napoleónica. El problema 
dinástico de la corona española, con las consecuentes guerras carlistas. La reforma de 
España como monarquía constitucional parlamentaria, perdiendo así definitivamente lo 
que se ha dado en llamar el Antiguo Régimen. Las reformas en la iglesia iniciadas por 
el Papa Pio ix y el impacto que en la catolicidad española tuvieron las encíclicas papales 
tan importantes como la Quanta cura con el Syllabus (1864) o la Cum multa (1882) y, 
finalmente, la independencia de las colonias americanas.
Por otro lado se llama tradicionalismo a la concepción de la historia que en su 
momento propugnaron pensadores europeos como los franceses Louis de Bonald 
(1754-1840), Joseph De Maistre (1753-1821), Jean Lacordaire (1802-1861), Louis 
Veuillot (1813-1883); ingleses como el cardenal Henry Edward Manning (1808-1892) 
o el teólogo William G. Ward (1812-1882) y en España como Juan Donoso Cortés y 
esencialmente consiste en la afirmación que todo orden social e histórico debe estar 
sometido a los dictados papales y a una jerarquía que tendrá su origen divino. La 
verdad, pues, está enraizada en dos tipos de instituciones, la monarquía y la iglesia 
y esencialmente la verdad está basada en la revelación y la transmisión y no en la 
transcendencia, el descubrimiento y la invención. A partir de ciertos interrogantes de 
la curia romana el tradicionalismo francés perdió el auge que había experimentado 
a principios del s. xix y a consecuencia de ello se realizó un ligero viraje hacia el 
neotomismo, abriéndose en España una pluralidad de tendencias y personalidades que 
cultivaron dicha escuela de pensamiento. Balmes y Donoso Cortés serán los hombres 
más destacados que desde el pensamiento genial y la acción acertada defenderán en 
España los dos sentidos del término. 
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El filósofo español José Gaos quien, sin sombra de duda, no participó de las 
verdades de nuestros filósofos, escribe:
 
(…) Balmes y Donoso levantan un pensamiento al que puede extender el nombre que se da 
con preferencia, si no exclusividad, a parte de él, el de pensamiento tradicionalista, a alturas 
que en la segunda mitad del mismo siglo y primera década del presente mantiene Menéndez 
Pelayo por encima de todos los escolásticos y neoescolásticos posteriores a Balmes.1
 
Para Gaos, Balmes y Donoso son una referencia para un siglo, son autoridades de 
una forma de pensar, son maestros de pensamiento, son los hombres que levantan la 
filosofía conservadora a lo largo del primer tercio del s. xix hasta un nivel que sólo 
Menéndez y Pelayo podrá sostener a partir del último tercio2.
Balmes y Donoso fueron dos pensadores y dos politólogos —hoy los llamaríamos 
también así— que dejaron huella, en su presente y en nuestro presente; en su historia 
que también es la nuestra. Dos almas que marcaron dos estilos diferentes de pensar y 
de hacer política, no solo en su propia persona sino en un estilo que se ha heredado.
Se comprende que la herencia balmesiana en política, lo que muchas veces se 
ha llamado el “balmesianismo” político, consiste en la acción meditada, la actitud 
reflexiva, la búsqueda de los pactos precisos que beneficien a las partes en litigio, el 
cálculo preciso de la acción concreta en cada momento. El balmesianismo consiste 
en buscar el término conciliador, como si se tratase aristotélicamente del término 
medio, aunque la verdad no consista en ello; se trata de buscar el término donde las 
partes puedan coincidir en el ejercicio de la práctica política. Por otra parte, lo que se 
ha dado en denominar el “donosianismo” estriba en la búsqueda de las grandes ideas, 
de las grandes verdades, la exposición magistral de la verdad completa desdeñando 
las medias tintas y los pactos oportunos. Localizado el foco de verdad, la acción se 
adecua a ella y se persigue hasta obtenerla. La oratoria y las artes de la palabra serán 
los medios a través de los cuales se mostrará a los demás los recodos de la verdad 
vislumbrada. 
El círculo balmesiano que se agrupó alrededor del vicense fueron José Ferrer 
y Subirana (1813-1843), fundador de el diario La Paz (1838)” y colaboró con 
Balmes en La Civilización. Joaquin Roca y Cornet (1804-1873), único redactor del 
Diario de Barcelona entre 1831-1839. Fundó la revista La religión y con Balmes, 
La Civilización. Publicista y presbítero. José Mª Quadrado y Nieto (1819-1896), 
escribió en El Católico, El Heraldo y El Pensamiento de la Nación, fundó el periódico 
La Fe (1844), “La Unidad católica” (1870-1872). Benito García de los Santos (1823-
1862), médico, biógrafo y amigo de Balmes. Manuel Muñoz Garnica (1821-1876), 
biógrafo de San Juan de la Cruz y autor de un texto sobre elocuencia sagrada.
El círculo donosiano se compuso principalmente de periodistas e intelectuales 
católicos de Madrid. Entre los más destacados cabe citar a Francisco Navarro Villoslada 
(1818-1895), novelista influido por Walter Scott. Gabino Tejado Rodríguez (1819-
1 Gaos, José, Obras completas. Vol. V. El pensamiento hispanoamericano. Antología del pensamiento 
de lengua española en la edad contemporánea, México, Nueva Biblioteca Mexicana/ Universidad 
Nacional Autónoma de México, 1993, p. 77.
2 Ib., p. 38.
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1891), biógrafo y editor de la obras de Donoso Cortés, diputado a cortes en varias 
legislaturas. Eduardo González Pedroso inquieto autor de palabra fácil y convincente, 
sabio compilador de autos sacramentales desde su origen hasta fines del s. xvii.
Jaime Balmes y Urpiá
Balmes nació en Vic, provincia de Barcelona, en 1810, en una familia humilde 
de arrieros. En aquél año, su ciudad se vio ocupada en tres ocasiones por las tropas 
francesas y antes de terminar el primer año de vida, el ejército francés hizo dos tentativas 
más de apoderarse definitivamente de estos territorios para la Francia napoleónica. 
Sus primeros años van acompañados de peligros y sentidas escaseces. Entró en el 
Seminario vicense a la temprana edad de siete años, a estudiar los rudimentos de 
latín. Los estudios quedaban interrumpidos por los continuados eventos políticos 
y sus incursiones, por lo cual era difícil así dar una formación consistente. En este 
establecimiento se formó durante nueve cursos, estudiando la latinidad, el bienio 
de Retórica y el trienio filosófico. Complementó su formación en las largas horas 
de estudio en la biblioteca episcopal de Vic, remodelada en 1806 por el obispo, que 
la enriqueció con sus fondos particulares y con los del Dr. Llucià Gallisà, que era 
conocido como el mejor bibliotecario europeo de su tiempo. La biblioteca estaba, pues, 
a la altura de una formación universitaria de primer nivel. Después de hacer un primer 
curso de Teología en su ciudad natal, pasó a cursarla en la Universidad de Cervera, 
la única universidad en aquellos momentos existenteen Cataluña. Sus estudios de 
Teología en Cervera duraron nueve cursos (1826-1835), al final de los cuales recibió 
con las máximas notas el título de Doctor. Poco antes, en 1834, había recibido el 
presbiterado de manos de su propio obispo. En 1837 gana la cátedra de matemáticas 
que sufraga el Ayuntamiento de su ciudad. Estos años serán de preparación intensa 
y primeros trabajos publicados en revistas y diarios de actualidad. Es una época de 
intensas lecturas de los temas más variados y graves. Lee sobre las últimas teorías 
médicas —la frenología—, sobre historia de la iglesia universal y la española, sobre 
derecho, sobre filosofía, sobre política/sobre derecho, filosofía y política, lee a los 
autores europeos más codiciados en aquellos tiempos —estudió con pasión las obras 
de Lamenais, Chateubriand…— Balmes acopia muchos e intensos materiales que 
después serán la base de su obra posterior, esencialmente, toma muchas notas breves y 
atesora en su prodigiosa memoria gran cantidad de datos con una fidelidad asombrosa. 
Pero Balmes tenía otros planes y se encontraba encerrado en su cátedra de 
matemáticas, demasiado lejos de Barcelona. Lleno de proyectos, decidió trasladarse 
a la capital catalana, alentado por los primeros éxitos y premios en el terreno de la 
defensa del catolicismo frente a los problemas de aquella actualidad. Entre otros, 
Balmes ya ha escrito, antes de trasladarse, unas “Observaciones sociales, políticas 
y económicas sobre los bienes del clero”, y las “Consideraciones políticas sobre la 
situación de España”, las dos de 1840. Algunas argumentaciones del primero serán 
desarrolladas en la gran obra que, sobre el papel del protestantismo, estaba preparando. 
El éxito de las dos obras representa el reconocimiento de la intelectualidad catalana 
y española respecto a un joven autor, prácticamente desconocido y que apunta un 
futuro brillante.
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En 1841 empieza una actividad que será fundamental en la vida y en la carrera 
balmesiana: optar sistemáticamente por el periodismo como medio eficaz para llegar 
a las masas, a la vez que este sería un medio óptimo para influir en la intelectualidad 
respecto a los problemas acuciantes del momento. Estos problemas pueden resumirse 
diciendo que frente a los reiterados ataques a la religión y a la religiosidad faltaban 
argumentos de calado y brillantez en su defensa. Balmes, junto con José Ferrer y 
Subirana y Joaquín Roca y Cornet, iniciaron en aquel año la publicación del periódico 
La Civilización. Revista religiosa, filosófica, política y literaria. Las primeras letras 
del nuevo periódico, redactadas por Balmes, indican cuál sería el momento máximo 
de civilización europea: 
Procuremos formular nuestro pensamiento con la mayor claridad y concisión, hele aquí: 
entonces habrá el máximum de la civilización cuando coexistan y se combinen en el más 
alto grado, la mayor inteligencia posible en el mayor número posible, la mayor moralidad 
posible en el mayor número posible, el mayor bienestar posible en el mayor número posible.3
La base y primer elemento para obtener la civilización, ni que sea idealizada 
como se define en estas primeras palabras, será la religión. La defensa del elemento 
primero de civilización será la enseña de la revista, una religión, pues, abierta a las 
cuestiones sociales. El Periódico se publicó hasta 1843, con un total de 576 páginas, 
muchísimas de ellas escritas por nuestro polígrafo. Al disolverse la sociedad que 
alentaba la publicación, Balmes inició una de nueva, esta vez titulada “la Sociedad”, 
cuyo redactor único era el propio Balmes.
Al poco de iniciarse la publicación de “La Civilización”, Balmes dio a la imprenta la 
obra que ha dado más reputación a Balmes. Se trata de “El protestantismo comparado 
con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea” (1842). El objetivo 
y los motivos de la gran obra balmesiana quedan patentes en sus propias confesiones. 
En el capítulo 73 escribe:
 
El temor de que se introdujera en mi patria el cisma religioso, la vista de los esfuerzos que 
se hacían para inculcarnos los errores de los protestantes, la lectura de algunos escritos en 
que se establecía que la falsa reforma era favorable al progreso de las naciones, todas estas 
causas reunidas me inspiraron la idea de trabajar una obra en que se demostrase que ni el 
individuo ni la sociedad nada le debían al protestantismo bajo el aspecto religioso, bajo el 
social, bajo el político y literario.4
La obra, que ha sido comparada con los grandes análisis que desde la catolicidad 
se ha hecho al protestantismo y con las grandes obras sobre la cultura europea, como 
por ejemplo las de Guizot, al que pretende refutar, se estructura en 73 capítulos y 
analiza las causas que dieron lugar a este fenómeno político y religioso. No se interesa 
tanto por la doctrina los autores —Lutero, Calvino o Zuinglio— sino que presta un 
poco más de atención a los hechos que lo provocaron. Considera que los dogmas del 
3 La Civilización, T. I., artículo 1º, 1841, p. 12.
4 Balmes, Jaime, El Protestantismo comparado con el catolicismo, O. C., vol. 4, Madrid, BAC, 1948, 
p. 767.
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protestantismo suponen un conocimiento muy limitado del espíritu humano que en 
comparación con las verdades del catolicismo, atesoradas en el crisol de los siglos, 
quedan como un conjunto de errores. La tesis que defiende puede resumirse así:
Antes del protestantismo la civilización europea se había desarrollado tanto como 
era posible; el protestantismo torció el curso de esta civilización y produjo males de 
inmensa cuantía a las sociedades modernas; los adelantos que se han hecho después del 
protestantismo no se han hecho por él, sino a pesar de él.5
Refutar Guizot, ya hemos indicado que era un elemento esencial del libro, 
representaba en aquellos momentos socavar una de las bases de influencia cultural de 
los liberales y situarse, por tanto, en el centro del debate cultural, intelectual y político 
del momento. 
En la primavera del 1842 Balmes va a París con la intención de preparar la 
traducción y edición francesa de El protestantismo. Allí ve con sus propios ojos lo 
que es una sociedad moderna, mucho más de lo que lo era cualquiera de las ciudades 
españolas que conocía. Se interesa por la industria y entra en contacto con los 
cenáculos del moderantismo español exiliado en París. Especialmente a las facciones 
de Martínez de la Rosa y de Narváez, sin duda que allí conoce a Donoso Cortés. Las 
relaciones con estos exiliados darán su fruto más tarde, en las iniciativas Balmesianas 
en política. Gracias al contacto con Martínez de la Rosa asiste a las sesiones del 
Institute Historique de la France y se da cuenta del grado de libertad de expresión. 
Por otra parte el contacto con los intelectuales católicos franceses, como por ejemplo 
Ravignan, Lacordaire, Veuillot, Dupanloup, Nicolas o Ozanam, le sitúa frente a los 
problemas de los católicos europeos. A finales de junio de aquel año desde París viaja a 
Londres con el objetivo de preparar la traducción inglesa de El protestantismo. Quedó 
impresionado de la ciudad y de la sociedad inglesa, en especial le interesó la figura del 
político católico irlandés Daniel O’Connell y la del futuro cardenal Newman.
Regresó Balmes a Barcelona a principios de noviembre. Estaba bajo sospecha 
por parte del gobierno. Dados los contactos con los exiliados en París, se le acusaba 
de emisario. Balmes llega ya convencido que dedicará sus esfuerzos a buscar los 
fundamentos sociales de la política conservadora. A ello se dedica en sus artículos en 
La civilización y después en La sociedad. En ellos hablará tanto de política interior 
española como de política internacional. Aquí publicará también una interesante 
biografía sobre Espartero. 
Escapando de la persecuciónde los progresistas que habían triunfado con el general 
Espartero y que buscaban liquidar a los responsables de hecho y de derecho de la 
insurrección de Barcelona, Balmes se refugió en una masía del centro de Cataluña y a 
escondidas de todo el mundo y con escasísimos recursos escribió una obra magistral: 
El Criterio, publicado en 1845 y escrito entre el 1 de octubre y el 21 de noviembre de 
5 Ib., p. 769. Puede verse cómo Balmes considera el Protestantismo una improvisación: “Nada hubo 
en esto de plan, nada de previsión, nada de sistema: la simple resistencia a la autoridad de la Iglesia 
envolvía la necesidad de un examen privado sin límites, la erección del entendimiento en juez único y así 
fue ya desde un principio enteramente inútil toda la oposición que a las consecuencias y aplicaciones de 
tal examen hicieron los corifeos protestantes: roto el dique no es posible contener las aguas.” Ib., p. 48.
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aquél 1843. Esta obra fue escrita con la intención de exponer el mejor método para 
dirigir el espíritu. Escribe Balmes en el prospecto de la obra:
(…) se hace un ensayo para dirigir las facultades del espíritu humano por un sistema diferente 
de los seguidos hasta ahora. En un conjunto de principios, de reglas, de observaciones, y 
sobre todo de ejemplos en escena, se ha procurado hermanar la variedad con la unidad, lo 
ameno con lo útil.6
Después de una introducción donde se trata primero sobre el arte de pensar 
correctamente para después anunciar las cualidades de la atención y la elección de la 
carrera u oficio, se entra en la primera parte, dedicado al entendimiento especulativo. 
Suponiendo, pues, que la introducción ha sido fructífera y cada uno se encuentra en 
el sitio para el cual se es más apto, falta ahora dirigir bien la actividad intelectual y 
encontrar el lugar de las demás facultades. Es así como se estudia el sentimiento, el 
corazón y la imaginación, todas ellas facultades indispensables para el conocimiento 
de la verdad. Todo ello va acompañado de las claves para ejercitarse especulativamente 
en dos terrenos de esencial importancia, como son, la filosofía de la historia y la 
religión.
La segunda parte del libro está destinada al análisis del entendimiento práctico. 
Esta forma de comprender la realidad no se reduce a conocer, sino que nos impulsa 
necesariamente al obrar. Si el entendimiento teórico (especulativo en palabras 
de Balmes) tiene por base la detección y contemplación de la verdad, aquí, en 
entendimiento práctico se dirige a la acción directa. La acción práctica, por propia 
definición, tiende a un fin. Siendo así, tenemos que preguntarnos cuales son los fines 
que tenemos que proponernos y cuáles son los medios para alcanzarlos. Estos dos 
elementos son esenciales para la acción eficaz.
El fin que nos proponemos tiene que ser: 1) moral, 2) conveniente al sujeto y 3) 
conveniente a las circunstancias. Además es necesario que dicho fin sea proporcionado 
a los medios, si no es un esfuerzo vano. 
Continúa con las indicaciones para dirigir bien nuestra acción Para ello hay que 
atender a una regla importante: no juzgar jamás cuando uno se encuentre bajo una 
pasión relativa al objeto sobre el cual se debería deliberar. En aquella situación 
uno se encuentra atrapado por una pasión, que sólo son buenas consejeras si están 
dirigidas por la moral y la razón. Para la acción eficaz nos hace falta una idea clara y 
un sentimiento:
Una idea clara, viva, fija, poderosa, que absorba el entendimiento ocupándole todo, 
llenándole todo. Un sentimiento fuerte, enérgico, dueño exclusivo del corazón y 
completamente subordinado a la idea…7
6 Balmes, J., El Criterio, O. C., vol. 3, Madrid, BAC, 1948, p. 551.
7 Sigue la cita: “Cuando la idea no tiene en su apoyo el sentimiento la voluntad es floja; cuando el 
sentimiento no tiene en su apoyo la idea, la voluntad vacila y es inconstante. La idea es la luz que señala 
el camino; es más, es el punto luminoso que fascina, que atrae y que arrastra; el sentimiento es el impulso, 
es la fuerza que mueve, que lanza.” Ib., p. 753.
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En definitiva El Criterio muestra el mejor método para pensar bien, y así conocer 
la verdad:
El pensar bien consiste o en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento por el 
camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas.8
Muy a principios de 1844 Balmes pasa a residir en Madrid con un doble objetivo: 
fundar una revista con un grupo de la nobleza que actuaba como la derecha del partido 
moderado. Por otro lado, Balmes esperaba crear una gran editorial católica. El primer 
proyecto iba relacionado con una gran operación política: se trataba de dar cobertura 
al grupo de aristócratas y eclesiásticos capitaneados por Manuel de la Pezuela, el 
Marqués de Viluma, con el objetivo de influir en la política del partido moderado, 
dando una atención especial a la función de la monarquía y resolver el problema de las 
relaciones con la Iglesia, pendientes aún desde la desamortización. En el fondo, esta 
posición política defendía los intereses aristocráticos, a pesar del aire modernizador 
de Balmes. “El pensamiento de la Nación” dio cobertura a estas iniciativas. En su 
primera página Balmes lo expresaba claramente:
Fijar los principios sobre los cuales debe establecerse en España un gobierno, que ni 
desprecie lo pasado, ni desatienda lo presente, ni pierda de vista el porvenir; un gobierno 
que, sin desconocer las necesidades de la época, no se olvide de la rica herencia religiosa, 
social y política que nos legaron nuestros mayores; un gobierno firme sin obstinación, 
justiciero sin crueldad, grave y majestuoso sin el irritante desdén del orgullo; un gobierno 
que sea como la clave de un edificio grandioso, donde encuentren cabida todas las opiniones 
razonables, respeto todos los derechos, protección todos los intereses legítimos: he aquí el 
objeto de la presente publicación.9
El partido vilumista o minoría monárquica se situaba muy a la derecha del partido 
conservador de la familia liberal, creía que el rey además de reinar tenía que gobernar 
y perseguían intervenir en el matrimonio de Isabel II. En aquellos momentos, este 
matrimonio fue una cuestión de estado en el que intervinieron todas las fuerzas 
españolas y los grandes estados europeos. La minoría vilumista perseguía casar 
la joven reina con el pretendiente Carlos Luis de Borbón y Braganza, el conde de 
Montemolín. Con ello se quería reintegrar las dos facciones de la monarquía española 
de nuevo en una sola. Casando Isabel con Carlos Luis, los carlistas entraban de nuevo 
en el reinado. Se veía la gran solución al problema dinástico. El partido vilumista se 
derrumbó en el fracaso del matrimonio de la reina con su primo Francisco de Asís de 
Borbón, en el octubre de 1846, y por los escasos resultados sobre la restitución de los 
bienes eclesiásticos. Los esfuerzos de Balmes en El pensamiento de la Nación fueron 
grandes y le valió el reconocimiento de su grupo, cosechó también enemistades, 
por la defensa de los postulados aristocráticos y poco democráticos. En el fondo a 
Balmes no le movía la defensa estamental de una monarquía aristocrática; antes bien, 
8 Ib., p. 553.
9 Prospecto de El Pensamiento de la Nación. Se antepone al primer número, salido el miércoles 7 de 
febrero de 1844.
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perseguía encontrar el lugar propio de una política católica que incidiese en los temas 
fundamentales de España. 
En la primavera de 1845 emprendió un nuevo viaje a París, motivado por dos temas 
importantes. En primer lugar, entrar en contacto con los cenáculos carlistas exiliados 
en París para que aceptasen la renuncia de Don Carlos —Carlos V, para los carlistas— 
al matrimonio con Isabel II y proponer la candidatura adicho enlace del Conde de 
Montemolín. El segundo era emprender una nueva aventura editorial, premeditada 
ya desde hacía algún tiempo: se trataba de la Filosofía Fundamental. En la capital 
francesa obtuvo éxito en las dos empresas. En París se informó de primera mano 
de las novedades filosóficas y estudió en aquellas bibliotecas la influencia europea, 
especialmente de los autores alemanes en los pensadores franceses. Balmes estuvo 
en París preparando el matrimonio de la reina y dicha obra de abril al octubre de 
1845. Esta se publicó en cuatro volúmenes el siguiente año. El objetivo de la Filosofía 
Fundamental era examinar las ideas fundamentales —de aquí su título— del espíritu 
humano. 
En el orden objetivo del mundo parte de dos hechos esenciales: la intuición de 
la extensión, que funda la sensibilidad objetiva, y la idea de ente, que sostiene todo 
el orden intelectual. De la idea de ente se desprenden las de identidad, distinción, 
unidad, número, duración, tiempo, simplicidad, composición, finitud e infinitud, 
necesidad, contingencia, mutabilidad e inmutabilidad, substancia, accidente, causa 
y efecto. 
En el orden subjetivo destaca los siguientes hechos de conciencia: la sensibilidad, 
la inteligencia y la voluntad, y con ellos pueden conocerse los seres extensos. Si se 
combina la idea de ser con la de no ser se llega al principio de no contradicción, en cual 
que se basa la ciencia de la lógica y, aplicado a la realidad, descubrimos la ontología. 
La extensión en si misma nos da la geometría, combinada con la sensibilidad es la 
base de las ciencias naturales. La psicología y el análisis de la mente se fundamentan 
en la inteligencia mientras que la voluntad, en tanto que está regida por fines, es el 
sostén de la moral.
Precavido de que su filosofía podía ser acusada de copia de alguna corriente 
europea, Balmes se apresó a desechar esta posible opinión en el prospecto de la obra. 
Escribe Balmes:
La Filosofía fundamental no es copia ni imitación de ninguna filosofía extranjera: no es 
ni alemana, ni francesa, ni escocesa: su autor ha querido contribuir por su parte a que 
tengamos también una filosofía española.10 
Precipitándose ya el declive político del vilumismo, Balmes recibe las más 
duras críticas de sus enemigos políticos, expresados, entre otros, a través del diario 
El español. Balmes escribe entones el único texto de carácter autobiográfico. Es un 
artículo en defensa propia: “Vindicación personal”11. Se acaba la etapa de su relación 
con el Marqués de Viluma y de su colaboración en El pensamiento de la Nación. 
10 Balmes, J., Filosofía fundamental, O.C. , vol. 2, Madrid, BAC, 1948, p. 7
11 Cf. O. C., Vol. 7, pp. 773-787
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La obra balmesiana sigue su curso. Mientras su Filosofía fundamental seguía 
editándose, empezó un volumen de oportunidad. Es la Filosofía elemental que ya aparece 
en el epistolario balmesiano en 1846. Se trataba de proporcionar un texto válido para los 
enseñantes y alumnos de las escuelas y seminarios que pudiera ser reconocido por las 
autoridades académicas. El texto recoge algunos contenidos ya expuestos en su filosofía 
fundamental y, especialmente, de El criterio. Son bastantes las veces que el autor remite 
a este libro para ver cómo se ha expuesto o cómo puede ampliarse una doctrina. El 
texto está ordenado bajo tres disciplinas: Lógica, Ética y Metafísica (que comprende 
la Estética, la Ideología pura, la Filosofía del Lenguaje, la Psicología y la Teodicea). 
Además, como si se tratara de una segunda parte, proporciona una buena síntesis de 
la historia de la filosofía. Fue de las primeras obras sistemáticas que se ofrecieron en 
lengua española. La Lógica nos dará el método más apto para conducir el entendimiento, 
la Ética nos proporcionará la acción correcta y la Metafísica nos enseñará las verdades 
que aparecen en los reinos de la sensibilidad, del entendimiento, del lenguaje, de la 
comprensión de uno mismo y de la esfera transcendente. La Historia de la Filosofía es 
un complemento indispensable para que el pensar no sea demasiado atrevido:
El estudio de la filosofía y de su historia engendra en el alma una convicción profunda de 
la escasez de nuestro saber, por manera que el resultado especulativo de este trabajo es un 
conocimiento científico de nuestra ignorancia.12
La Filosofía Fundamental y la Filosofía elemental son una muestra clara del 
objetivo de la obra balmesiana: se trata de modernizar los estudios católicos en las 
diversas ramas del saber y buscar el papel propio del intelectual católico dentro de la 
naciente sociedad moderna.
Libre Balmes de sus compromisos políticos trabaja en el proyecto de construir una 
gran editorial católica. Pensaba en un gran complejo que albergara un ateneo, salas 
de discusión y cátedras para conferencias, imprenta y toda una industria editorial, con 
plan de edición y de mercado. Para ello buscó entre los hombres de su confianza los 
asesores científicos. A estos esfuerzos dedicó prácticamente un año, 1847, durante el 
cual seguía en la edición de los dos volúmenes dedicados a la filosofía. Los planes se 
trastocaron al sentirse gravemente enfermo a inicios de 1848. Y la editorial quedó en 
proyecto. Durante 1847 la actividad balmesiana es intensísima. Además de la editorial 
inicia una obra, la última, polémica e interesantísima. Se trata de Pio ix. El tema era 
delicado y Balmes se quería preparar para su obra. Para ello emprende el tercer y 
último viaje a París. Está en la capital de Francia de primeros de septiembre a mediados 
de octubre. El libro sale publicado en diciembre y provoca una dura polémica en 
los círculos carlistas y más conservadores de la intelectualidad católica que hasta el 
momento había aplaudido la obra balmesiana. Balmes defiende al Papa y entiende que 
sus reformas son absolutamente necesarias. Lo expresa así:
¿Cuál es la empresa? Conceder a la época lo justo y conveniente, negándole lo injusto y 
dañoso; mejorar la condición de los pueblos, sin precipitarlos en la anarquía; prevenir la 
revolución por medio de la reforma, quitándole a la impiedad motivos, ya que no es dable 
12 Balmes, J., Filosofía elemental, O. C., vol. 3, Madrid, BAC, 1948, p. 537.
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impedir que tome pretextos; privar de fuerza sus declamaciones, haciéndolas huecas por 
la absoluta falta de razón; cimentar un orden político y administrativo que se sostenga por 
sí propio, sin necesidad de bayonetas extranjeras; desarrollar en los Estados Pontificios un 
espíritu público, que los prepare para atravesar sin trastorno las profundas vicisitudes que ha 
de sufrir la Europa; hacer posible la duración de la soberanía temporal de la Santa Sede, no 
obstante la trasformación de las ideas y costumbres de los pueblos; en una palabra, resolver 
para lo presente el problema que sus antecesores han resuelto cada cual para su tiempo 
respectivo; conservar la unión de la supremacía espiritual con la soberanía temporal…13 
En esta última obra Balmes entendió que las formas políticas eran coyunturales al 
tiempo histórico, lo esencial estaba en otro lado: en la independencia del poder del 
Papa respecto a aquellas formas. Por lo tanto, desde el pragmatismo y visto el estado 
de Europa de 1847, hay que abrir formas de diálogo con el liberalismo, e incluso 
adoptar alguna de sus formas y reformas, para que lo esencial sea preservado. Con ello, 
Balmes quedó solo. Sus antiguos correligionarios de filas políticas, los simpatizantes 
del carlismo y los integristas católicos le criticaron. Balmes ya estaba enfermo, una 
tuberculosis se lo llevo a la tumba a primeros de julio del 1848, a los 38 años de edad, 
solo y recluido en la ciudad que le vio nacer.
Sí parece que Balmes hiciera un cierto cambio desde unas posiciones políticas y 
religiosas que partían de un tradicionalismomuy conservador, adoptando las nuevas 
formas de la industrialización hacia unas apertura más amplia a la renovación social 
con posiciones que podían acercarse a cierto liberalismo, Donoso Cortés parece hacer 
el viaje en sentido inverso.
Juan Donoso Cortés
Juan Donoso Cortés nació cerca de Don Benito, un pueblo de Extremadura, el 6 
de mayo de 1809, cuando la familia y un número importante de vecinos escapaban del 
acecho francés. La familia tenía entre sus más destacados antecesores a Hernán Cortés, 
el conquistador de México. Su padre era abogado de buena posición económica, lo 
que le permitió esmerase en la educación de sus hijos. Hechos los primeros estudios 
en su pueblo natal, en 1820 se trasladó a Salamanca. Allí estuvo en contacto con los 
ideales liberales que albergaban la universidad y los ambientes intelectuales, pero por 
poco tiempo ya que sólo cursó en ella un año académico. Su familia decidió trasladarle 
más cerca de su domicilio. El siguiente curso ya estaba en Cáceres, dónde se preparó 
para estudiar jurisprudencia. En 1823 hace amistad con Manuel José Quintana (1772-
1857), experto político liberal que estaba oculto después de la intervención militar de 
los “Cien mil hijos de San Luis”. Quintana representa el primer contacto político de alto 
nivel del jovencísimo Donoso Cortés. La abogacía la iniciará aquel mismo 1823 en la 
universidad de Sevilla. Terminados los estudios se instalará en Madrid y muy pronto 
allí entabló amistad con Nicomedes Pastor Diaz (1811-1863) y trató a Larra y a José 
Zorrilla. Son años de intensa actividad: funda revistas literarias, colabora en diarios, 
tertulias, se hace conocer en los medios intelectuales. Lee intensamente a Rousseau, 
Voltaire, Montesquieu, Maquiavelo, Helvetius. En 1830 se casa con Teresa Carrasco y 
13 Pío ix en O.C., vol. 7, Madrid, BAC, 1948, p. 963.
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empieza a trabajar de abogado en el bufete de su padre. El primer trabajo que le reporta 
notoriedad es un alegato en favor de Fernando vii: la “Memoria sobre la situación actual 
de España” (1832). Los partidarios de las reformas en España vieron en aquél joven 
un nuevo aliado; los carlistas, un nuevo adversario. El liberalismo que aquí defiende 
Donoso es burgués y de tono conservador. El segundo éxito fue el nombramiento por 
parte del Rey de oficial de secretaría del Ministerio de Gracia y Justicia (1833). 
En mayo de 1834 la Real Academia Sevillana de Buenas Letras le nombra miembro 
de honor. En agosto de aquel 1834 publica las Consideraciones sobre la diplomacia 
y su influencia en el estado político y social de Europa, desde la Revolución de julio 
hasta el tratado de la Cuádruple Alianza. Siendo constitucionalista, muestra el error 
que supuso resucitar la constitución de 1812 en 1820, cuando las circunstancias eran 
otras. En este escrito se siente el clamor contra el injusto asesinato de frailes ocurrida 
en Madrid en julio de 1834. Frente a ello, y al estado de desorden ocurrido, exclama: 
(…) y ahora más que nunca para asegurar nuestro porvenir y labrar nuestro destino [las 
leyes] deben cumplir su misión defendiendo el Trono, consolidando la libertad y sofocando 
la anarquía.14 
Por lo tanto hay que reforzar el trono, asegurando a la futura reina Isabel un orden 
político. Después de un repaso de los elementos esenciales de la diplomacia europea, 
apela a los miembros de las Cortes para que salven, en breve, el conflicto abierto entre 
libertad y orden, como ya lo ha hecho la monarquía15. 
En 1835 la provincia de Cáceres le nombró secretario de la Diputación Permanente 
en Madrid y Mendizábal, nombrado aquél septiembre presidente del gobierno, escogió 
a Donoso para negociar secretamente con las “Juntas Soberanas”, levantadas en las 
provincias de Badajoz y Cáceres. A cambio de concesiones se exigía la disolución 
de dichas juntas revolucionarias. La misión de Donoso fue un éxito pleno, que se le 
reconoció con una Cruz de Carlos III. Al lado de este clamoroso éxito aquel 1835 le 
deparó la tristeza más profunda su joven mujer murió en el verano, habiendo perdido 
ya antes la única hijita del matrimonio. Donoso se quedaba solo.
A principios de 1836 se le nombró jefe de sección del Ministerio de Gracia y 
Justicia, una muestra más de la reiterada confianza que sucesivos ministros y gobiernos 
depositaban en aquel brillante joven. 
14 Donoso Cortés, J., Consideraciones sobre la diplomacia y su influencia en el estado político y 
social de Europa, desde la Revolución de julio hasta el tratado de la Cuádruple Alianza, imp. de Don 
Miguel Burgos, Madrid, 1834, p. vi. Obras Completas de Donoso Cortés, edición de Carlos Valverde, Vol. 
1, Madrid, BAC, 1970, p. 227. 
15 “Los Padres de la Patria van a tomar sus asientos en las sillas curules por tanto tiempo vacías. La 
Europa los observa: la nación los aguarda como a sus libertadores: el trono los mira como su apoyo y 
su esperanza: la posteridad va a empezar para ellos con su aparición en la escena política: ¡felices! si al 
concluir su misión y al volver al seno de sus hogares vuelven con un corazón puro y con una conciencia 
serena. El divorcio entre la libertad y el orden ha producido todas las catástrofes de las sociedades 
humanas: ¡felices! si pueden encontrar en sus luces y en las lecciones de la historia los lazos que deben 
formar su unión restableciendo su equilibrio”, Donoso Cortés, J., Consideraciones sobre la diplomacia y 
su influencia en el estado político y social de Europa, desde la Revolución de julio hasta el tratado de la 
Cuádruple Alianza, Madrid, Imp. de don Miguel Burgos 1834, p. 124. Cf. Obras Completas de Donoso 
Cortés, edición de Carlos Valverde, vol. 1, Madrid, BAC, 1970, p. 227.
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En este año de la desamortización de los bienes eclesiásticos decretada por 
Mendizábal, se discutió en las Cortes la ley electoral, foco de tensiones entre los varios 
grupos parlamentarios. En esta situación, Donoso publicó el folleto La ley electoral 
considerada en su base y en su relación con el espíritu de nuestras instituciones. Este 
trabajo le servirá de esquema para las lecciones pronunciadas más tarde en el Ateneo 
de Madrid. En las polémicas elecciones de aquel verano, Donoso fue elegido diputado 
a Cortes por la provincia de Badajoz. 
Por esta época ya había iniciado su prolija participación en revistas y periódicos 
españoles. Fue redactor de La Abeja (1834-1836), El Mensajero, El Porvenir (1837), 
El Correo Nacional (1838), El Piloto (1839) y colaboró en la Revista de Madrid, El 
Heraldo (1842), El Tiempo (1946), El Faro (1847), El País (1849) y La Época (1849)
Aludíamos a las “Lecciones de Derecho Político” que dio del 22 de noviembre de 
1836 al 21 de febrero de 1837 en el Ateneo de Madrid. Estructuradas en diez sesiones 
trató sobre la sociedad y el gobierno, sobre la soberanía del pueblo, el despotismo 
ilustrado sobre la difícil combinación entre la soberanía popular y el derecho divino de 
los reyes, de cómo debería limitarse la soberanía y de la importancia de las reformas 
políticas. Ya aquí puede empezarse a verse en la letra algún elemento que presagia el 
cambio ideológico que realizará años más tarde. En estas lecciones se parte de la lucha 
entre razón y libertad, para hacer habitable estos dos principios es necesaria la acción 
del Gobierno16. Una acción que debe, para no convertirse en despotismo, ser limitada.
Al poco de impartir estas lecciones publica en el mismo 1836 los Principios 
constitucionales aplicados al principio de Ley fundamental presentado a las Cortes 
por la Comisión nombrada al efecto donde se declara a favor de fortalecer el poder 
del monarca contra la división de los poderes. La sociedad está jerarquizada y 
presidiéndola se encuentra el Rey17. Su evolución hacia las posiciones tradicionalistas 
se va efectuando paulatinamentea la vez que los liberales inician una política errática 
Dos son dos las vías por las que se registra: por un lado la evolución de Donoso 
pasa por su inquebrantable adhesión a la monarquía y su devoción personal por la 
regente María Cristina; por el otro, a causa de su completa defensa del catolicismo 
ultramontano. 
En 1840, y después de buscar una imposible conciliación entre los intereses de 
los liberales y las pretensiones de los moderados, la regente María Cristina se ve 
obligada a ceder la regencia al general Espartero y exilarse en París. Donoso se exilia 
también en la misma capital, antes empero, redactó el manifiesto que la Regente 
dirigió a todos los españoles, en el cual confesaba que dejaba la regencia a causa de 
las graves circunstancias políticas. En la capital de Francia Donoso toma contacto con 
los intelectuales y artistas más influyentes, como por ejemplo De Maistre. El Instituto 
16 “Así, señores, el antagonismo entre la libertad y la inteligencia del hombre se refleja también en las 
sociedades humanas, y al reflejarse en ellas, se traduce en antagonismo entre la ley del individuo, que es 
la independencia, y la ley de la asociación, que es la subordinación y la armonía.” Obras Completas de 
Donoso Cortés, edición de Carlos Valverde, vol. 1, Madrid, BAC, 1970, p. 338. 
17 “El monarca es el único representante de la sociedad: y como único representante de la sociedad es 
también el único poder del Estado: en su presencia no hay mas que súbditos, porqué fuera de la sociedad 
no hay más que pueblo; pero así como el objeto de la sociedad es la felicidad de pueblo, así también el 
objeto del poder debe ser la felicidad del súbdito.” Ib., vol. 1, p. 454.
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Histórico de aquella capital, fundado en 1833, le incorpora en sus trabajos. De 1840 
a 1843 escribe varios artículos en defensa de la legitimidad de María Cristina y viaja 
a Madrid para asuntos de calado político en relación a la Corona. En París conspira 
contra Espartero participando en la “Orden Militar Española”, una sociedad secreta 
que tenía por objetivo derrocar el poder del general. Allí trabó amistad con el general 
Narváez. En 1843, Narváez sale victorioso de su enfrentamiento militar con Espartero 
y Donoso regresa de París, retoma su papel de diputado activo de las cortes españolas 
e intervienen de forma definitiva para que se reconozca la mayoría de edad de Isabel 
II un año antes que lo determinaran las leyes. Se proclama reina el 8 de noviembre de 
1843. Un año más tarde, Donoso fue nombrado secretario particular de la nueva reina 
y en 1845 consejero de Administración de Su Majestad.
Estos años son de una gran actividad política y diplomática, actúa como 
representante de la Reina en la correspondencia con su madre María Cristina, 
interviene en el complicado problema del nuevo matrimonio de María Cristina y el 
futuro enlace de Isabel, forma parte de la comisión de reforma constitucional, su 
presencia en los estrados de las Cortes es constante, pronunciando discursos sobre los 
rumbos políticos más inmediatos. Por sus servicios fue nombrado Vizconde del Valle 
y Marqués de Valdegamas, con grandeza de España, y el gobierno francés le designó 
gran oficial de la Legión de Honor. Citemos una intervención en las Cortes, el 15 de 
enero de 1845, en la defensa de la “dotación de culto y clero”. Su giro ideológico 
prácticamente está ya bordado. Dirigiéndose a sus señorías afirma: 
La autoridad pública, considerada en general, considerada en abstracto, viene de Dios; 
en su nombre se ejerce la doméstica del padre, en su nombre la religiosa del sacerdote, 
en su nombre la política de los gobernadores de los pueblos; y el Estado, me encuentro 
autorizado para decirlo lógicamente, debe ser tan religioso como el hombre pero; puede 
serlo de diferentes maneras; y de diferentes maneras, señores, lo ha sido en la historia.18
El año 1845 es esencial para el restablecimiento normalizado de las relaciones entre 
Iglesia y Estado. Aquel año España se convierte oficialmente en estado confesional 
católico, se restablece la subvención a la Iglesia y se le favorece para el fomento de 
la enseñanza. Donoso fue una pieza clave en todo ello. En este mismo año se reforma 
la constitución, basada ahora no en una soberanía nacional sino en una soberanía 
compartida entre el Rey y las Cortes. 
En 1847 publica un texto en el que coincidirá con Balmes tanto en el título como 
en las ideas esenciales, aunque variarán la forma y algunos argumentos. Se trata de 
Pio IX. Donoso ve peligrosas las reformas liberales que el Papa ha aceptado y a las 
que más adelante el mismo pontífice renunciará. Pero Donoso no denuncia la actitud 
papal, sino la perversión de las ideas19.
18 Ib., vol. 2, p. 96.
19 “El peligro de estos ofrecimientos [se refiere a la libertad que propone el liberalismo] no está 
en que hayan de ser aceptados por el eminentísimo varón … está en que contribuyen a producir una 
confusión peligrosísima entre dos especies de libertades tan opuestas entre sí como la verdadera libertad 
y la verdadera sumisión…” Ib, vol. 2, pp. 214-215.
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El gran propósito de Pío IX es hacer independiente y libre a la Iglesia, libre e independiente 
a la Italia; es emancipar, pacíficamente y a un tiempo mismo, la sociedad civil y la sociedad 
religiosa: es realizar el indisoluble consorcio de la libertad y el orden.20
Los hechos revolucionarios que invaden la Europa de 1848 son vividos por Donoso 
como un paso más hacia las posturas integristas que con toda contundencia expresará 
en 1849. A principios de este año pronuncia el que se ha llamado “Discurso sobre 
la dictadura”, que causó una honda impresión en toda la Europa conservadora y sus 
influencias llegaron hasta el pensamiento conservador del siglo xx, como es el caso 
del alemán Carl Schmitt21. Escribe allí Donoso:
(…) cuando la legalidad basta para salvar la sociedad, la legalidad; cuando no basta, la 
dictadura. Señores, esta palabra tremenda (que tremenda es, aunque no tanto como la 
palabra revolución, que es la más tremenda de todas) (Sensación); digo que esta palabra 
tremenda ha sido pronunciada aquí por un hombre que todos conocen: este hombre no ha 
sido hecho por cierto de la madera de los dictadores. Yo he nacido para comprenderlos, no 
he nacido para imitarlos. Dos cosas me son imposibles: condenar la dictadura y ejercerla. 
Por eso (lo declaro aquí alta, noble y francamente) estoy incapacitado de gobernar: no 
puedo aceptar el gobierno en conciencia: yo no podría aceptarle sin poner la mitad de mi 
mismo en guerra con la otra mitad, sin poner en guerra mi instinto contra mi razón, sin 
poner en guerra mi razón contra mi instinto…
Digo, señores, que la dictadura en ciertas circunstancias, en circunstancias dadas, en 
circunstancias como las presentes, es un gobierno legítimo, es un gobierno bueno, es 
un gobierno provechoso, como cualquier gobierno; es un gobierno racional, que puede 
defenderse en la teoría, como puede defenderse en la práctica.22 
He probado que la dictadura es una verdad en el orden teórico; que es un hecho en el 
orden histórico. Pues ahora voy a decir más: la dictadura pudiera decirse, si el respeto lo 
consintiera, que es otro hecho en el orden divino.23 
Se trata de escoger entre la dictadura que viene de abajo y la dictadura que viene de arriba: 
yo escojo la que viene de arriba, porque viene de regiones más limpias y serenas; se trata 
de escoger, por último, entre la dictadura del puñal y la dictadura del sable: yo escojo la 
dictadura del sable, porque es más noble.24 
Con ese discurso el cambio ideológico de Donoso Cortés es una realidad 
perfectamente manifiesta a la luz de todos. Paulatinamente ha pasado de la defensa 
de la política liberal moderada de los años treinta a la propugnación de una política 
ultraconservadora.En sus Ensayos moderadamente polémicos, Federico Suárez 
Verdeguer considera que la conversión de Donoso al tradicionalismo fue consecuencia 
de la dolorosa muerte de su hermano y de su apreciado amigo el compositor Santiago 
20 Ib., vol. 2, p. 198.
21 Cf. sChmitt, Carl, Interpretación europea de Donoso Cortés, Madrid, Rialp, 1963.
22 Obras Completas de Donoso Cortés, edición de Carlos Valverde, vol. 2, Madrid, BAC, 1970, pp. 
306-307.
23 Ib., p. 308.
24 Ib., p. 322-323.
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Masarnau en 184925. Esta es la interpretación clásica que se dio desde sus admiradores 
más cercanos que buscaban causas “románticas”, psicológicas o de carácter a este 
cambio tan radical. Sin embargo, tenemos en sus textos elementos que no nos inducen 
a posicionarnos con aquella visión. Respecto a su “conversión”, Donoso escribe al 
polígrafo francés A. Blanche:
Yo siempre fui creyente en lo íntimo del alma; pero mi fe era estéril porque no gobernaba 
mis pensamientos, ni inspiraba mis discursos, ni guiaba mis acciones.26 
 
Donoso, al correr los años, fue haciéndose un espíritu libre de las ataduras y 
militancias más denostadas, hasta que fue emergiendo su propio pensamiento. Las 
simpatías primerizas con el liberalismo moderado se fueron esfumando a causa de 
los movimientos revolucionarios de los años cuarenta y se fue convenciendo que 
aquel liberalismo idealizado conducía inexorablemente a una especie de anarquía o 
revolución permanente que socavaba los cimientos de los estados y, en definitiva, de 
Europa. Pero si se observa atentamente su obra, sus primeros escritos y sus primeros 
discursos podría reseguirse una línea coherente de afirmación católica, de integridad 
moral, de defensa de España constante. Seguramente que Donoso no siempre acertó 
en los métodos, formas y compañeros de viaje, pero las intuiciones esenciales fueros 
prácticamente siempre las mismas, expresadas, eso sí, en formas y argucias diferentes. 
Por lo tanto, la “conversión” era evidente e inevitable: los hechos desvelaron al Donoso 
tradicionalista que vivía dentro de las razones liberales moderadas. 
Después de unos meses como embajador de España en Berlín (marzo-noviembre 
de 1849) retorna a España. Su experiencia directa sobre la realidad europea se ve 
condensada en el famoso “Discurso sobre Europa” (30/01/1850), que causó conmoción 
en la cámara española y en los círculos anti-socialistas europeos. Una de las causas de 
su avance está en la pérdida de autoridad humana y en el declive de la religión. Hace 
un repaso de las naciones europeas y pronostica que Rusia traerá graves problemas a 
Europa (1850!) 
En los momentos que estaba preparando este y otros discursos de calado similar, 
trabajaba también en una obra de largo recorrido y de requerida meditación, donde se 
ve la profundidad y los progresos teológicos que Donoso Cortés fue realizando. Se trata 
del Ensayo sobre el Catolicismo, el liberalismo y el socialismo. Este trabajo se publicó 
en 1851 y está estructurado en tres libros. El primero, titulado Del catolicismo, traza 
la relación entre Iglesia, sociedad y política, y entiende que la Iglesia ha de guiar la 
sociedad. En el segundo, Problemas y soluciones relativas al orden moral, se debate el 
problema de la libertad humana y los designios divinos y ataca a las soluciones que a 
estas cuestiones han dado liberales y socialistas. En el tercero, Problemas y soluciones 
relativas al orden en la humanidad, se trata sobre la solidaridad, la culpa, el dolor y 
como a este respecto han errado liberales y socialistas. En la obra se defiende que 
la verdadera solución para oponerse a la barbarie revolucionaria del socialismo se 
encontrará sólo en el catolicismo. El liberalismo no es una solución frente al socialismo, 
25 suárez verDeGuer, F., Ensayos moderadamente polémicos, Madrid, Rialp, 2005. pp. 51-52.
26 Obras Completas de Donoso Cortés, edición de Carlos Valverde, vol. 2, Madrid, BAC, 1970, p. 342.
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hay que desengañarse de sus planteamientos porque al fin y al cabo, aunque algunos 
desde esta doctrina se opongan a ello, finalmente conduce irremediablemente hacia 
la revolución socialista. La verdadera solución a los males del hombre es la creencia 
en Dios salvador y en la misión terrenal de la Iglesia. Termina el Ensayo con un claro 
mensaje a las políticas erráticas y a los errores de los hombres:
(…) lo que no ha visto ni verá el mundo es que el hombre que huye del orden por la puerta 
del pecado, no vuelva a entrar en él por la de la pena, esa mensajera de Dios que alcanza a 
todos con sus mensajes.27
La obra levantó polémica política y religiosa, hasta el punto de intervenir el Papa 
Pío ix, que en carta personal le reconoció su ortodoxia y estima.
Donoso se sitúa en los ideales de la Restauración. Sus discursos, cartas y ensayos 
destilan a menudo un hondo pesimismo, marcado por la convicción que su tiempo es 
de verdadera crisis, no solo política, sino moral: degradación de las costumbres y de los 
santos ideales, siendo de ello una causa el subjetivismo imperante que desnaturaliza 
las verdades cristianas. El parlamentarismo no ha sido la solución, sino que se echa en 
falta en el orden político-social una aristocracia. Donoso lo expone en su interesante 
estudio sobre la Filosofía de la Historia de Vico:
Así como en el mundo político se echa de menos entre nosotros el elemento aristocrático, 
así también en el mundo intelectual se echa de menos el elemento filosófico; quizás la 
ausencia del primero es causa del segundo, porque la democracia tiende por todas partes el 
hacha niveladora.28 
En una carta al cardenal Fornari, fechada en parís el 19 de junio de 1852, Donoso 
sentencia que el siglo xix ha llevado a la realización los graves errores de los siglos 
anteriores:
Por lo que hace al siglo en que estamos no hay sino mirarle para conocer que lo que le hace 
tristemente famoso entre todos los siglos no es precisamente la arrogancia en proclamar 
teóricamente sus herejías y sus errores, sino más bien en la audacia satánica que pone en la 
aplicación a la sociedad presente, de las herejías y de los errores en que cayeron los siglos 
pasados.29 
Las ideas de Donoso pueden verse perfectamente acogidas en sectores intelectuales 
europeos de su época. Los tradicionalistas franceses que quieren liquidar las herencias 
de la revolución como, por ejemplo, De Bonald, De Maistre, Lamennais. Comparten 
con él las intuiciones esenciales de este pensamiento tradicionalista español. En 
realidad habría que fijarse en el tradicionalismo europeo, muy presente en el siglo xix. 
Si bien hay matices importantes que les diferencian (por ejemplo la aceptación o no de 
la política y la religión como esferas diferentes que hay que tratar en sus variaciones 
27 Ib., p. 702.
28 Ib., vol. 1, pp. 619-120.
29 Ib., vol. 2, p. 745.
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con sumo cuidado; hecho que el tradicionalismo francés aceptó y el español no), los 
tradicionalismos europeos contienen una fuerte unidad frente a las varias revoluciones 
de dicho siglo.
El antropólogo Lluís Duch ha mostrado cómo Donoso Cortés fue reivindicado 
por Carl Schmitt como uno de los referentes esenciales para el pensamiento europeo 
más conservador. A la vez, antes del filósofo alemán, Donoso había experimentado un 
renacimiento en el catolicismo anterior a la primera guerra mundial30. 
Carl Schmitt ve en Donoso Cortés el mejor pensador que ha decretado antes que él 
mismo la crisis completa de la sociedad europea31. Con ello se indica que Donoso es 
el primer pensador que detecta la pérdida de liderazgo que Europa mantenía sobre el 
resto de civilizaciones. Se habría entrado en una escalada progresiva de revoluciones 
queacabarían en un completo ateísmo y en la anarquía, todo acompañado de un 
proceso de tecnificación, de economicismo y de democratización.
Juan Donoso Cortés murió en París, como embajador de España, a primeros de 
mayo de 1853, cuando contaba con sólo 45 años de edad. En 1887 se le construyó un 
mausoleo en el cementerio de San Isidro, junto a Goya, Menéndez Valdés y Moratín. 
Palabras finales
En la historia de las ideas en la España del siglo xix han sido muchos los avatares 
del pensamiento tradicional y conservador, hasta el punto de que podría estudiarse 
como un conjunto de varias familias que más o menos unidas en lo temático actúan en 
un panorama político e ideológico muy complejo.
Si Balmes representa una mezcla de la tradición abierta a la marcha indiscutible de 
la modernización técnica y de una cierta emancipación social, Donoso Cortés parte de 
un liberalismo larvado por el eclecticismo de corte espiritualista que va agudizándose 
hacia un tradicionalismo, que al final colorea con un pesimismo antropológico y hasta 
metafísico.
Se ve, pues, que bajo la etiqueta del tradicionalismo se acogen doctrinas de cariz 
diferente y, en algunos momentos hasta rivales en doctrina práctica y postulados 
teóricos precisos. En la escuela tradicionalista se albergan los autores mencionados, 
pero tendrían que mencionarse algunos más, significativos también en la historia del 
pensamiento español del siglo xix. Así, por ejemplo, y en un cierto orden cronológico, 
Francisco Alvarado, El filósofo rancio (1756-1814) que combatió en sus Cartas 
(publicadas en 1825) la más mínima desviación del escolasticismo. Pedro De La Hoz 
(1800-1865), periodista y filósofo, director de la Gaceta de Madrid, fundó varios 
periódicos para defender la causa carlista después del debacle de la primera guerra 
carlista. Juan Bravo Murillo (1803-1873), político, presidente del consejo de ministros, 
redactor del proyecto constitucional ultraconservador de 1852 y firmó el concordato de 
1851. Antonio Aparisi y Guijarro (1815-1872), senador carlista e impulsor del Partido 
Carlista, gran orador. Juan Manuel Ortí y Lara (1826-1909), que desde posiciones 
30 DuCh, lluís, Armes espirituals i materials: política, antropología de la vida quotidinana. 4,2. 
Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2001, pp. 160-176.
31 Cf. sChmitt, Carl, La interpretación europea de Donoso Cortés, Madrid, Rialp, 1963.
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radicales del neotomismo se opuso al krausismo y a las formas más dialogantes de los 
moderados. Vicente Manterola (1833-1891). Eclesiástico y diplomático, defensor con 
su pluma de la causa carlista. Ramón Nocedal y Romea (1844-1907), neo-escolástico 
que acusando de liberal a Carlos vii, fundó el Partido Integrista. Félix Sardá y Salvany 
(1844-1916), integrista religioso neo-escolástico, de fuerte influencia con su libro El 
liberalismo es pecado. Josep Torras y Bages (1846-1816), neo-tomista y influyente 
eclesiástico, obispo de Vic; uno de los grandes teóricos del regionalismo. Enrique Gil 
Robles (1849-1908), teórico del tradicionalismo español, escritor carlista. José Roca 
y Ponsa (1852-1938). Sacerdote, orador y pensador integrista, canónigo magistral de 
Sevilla. Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-1912) reconocido polígrafo y erudito 
que a través de los estudios históricos y la actividad política defendió un catolicismo 
radical y se opuso al krausismo y a cualquier forma de liberalismo político. Alfredo 
Brañas Menéndez (1859-1900). Catedrático de la Universidad de Oviedo, creador del 
regionalismo gallego, de fuerte influencia social. Ramiro de Maeztu Whitney (1875-
1936). Político, periodista y ensayista. Introductor de la idea de la Hispanidad como 
apéndice de la españolidad. 
Sin duda que todos ellos comparten un “aire de familia”, unos trazos distintivos 
que nos permite hablar de pensamiento tradicionalista y que podría resumirse con tres 
ideas matriz, expuestas y desarrolladas con cierta amplitud en los autores tratados. 
En primer lugar, la honda convicción de que el Catolicismo es el factor socializador 
por el cual puede explicarse la unidad de España y, al fin y al cabo, de toda Europa. 
El cristianismo será visto como esencial para el desarrollo de lo que es estrictamente 
español. La defensa de la Iglesia, de sus bienes y posesiones, del papado y de la 
estructura eclesiástica será temas de largo recorrido por el tradicionalismo. Pero no 
hay que circunscribirse sólo al aspecto social y político: los autores que abraza esta 
corriente de pensamiento son creyentes en las verdades de la fe católica, más allá de 
los aspectos políticos y sociales.
En segundo lugar, una defensa de la monarquía. Frente a la visión revolucionaria 
que anuncia que la soberanía reside en el pueblo, los autores tradicionalistas del 
siglo xix, comparten la idea según la cual es en la figura del monarca donde se da 
la verdadera soberanía; es en él dónde se expresa la verdadera unidad de lo español. 
Muchos de ellos afirmarán que, además de ser depositario de la soberanía, el monarca 
tiene que gobernar, con lo cual, la organización política del Estado debe modificarse. 
Ello llevaba a replantear la representatividad y la composición de las Cortes.
Coinciden con ello tanto los tradicionalistas partidarios del pretendiente Don 
Carlos —los carlistas— como los que aceptaron la monarquía de Isabel II y sus 
descendientes.
Finalmente, la necesidad de intervenir en el curso de los hechos humanos, es 
decir, en política. Se trata de una concepción de la política misional y apologética, en 
defensa de la patria y de la catolicidad propia de España.