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1 Clase inaugural: La crisis general del capitalismo, la amenaza de una Tercera Guerra Mundial y el papel del pensamiento crítico. Boron, Atilio. ‘La crisis general del capitalismo, la amenaza de una Tercera Guerra Mundial y el papel del pensamiento crítico.” [CLASE]. (Programa Latinoamericano de Educación a Distancia, Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires, Septiembre 2015). ®De los autores Todos los derechos reservados. Esta publicación puede ser reproducida gráficamente hasta 1.000 palabras, citando la fuente. No puede ser reproducida, ni en todo, ni en parte, registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopiadora o cualquier otro, sin permiso previo escrito de la editorial y/o autor, autores, derechohabientes, según el caso. Edición electrónica para Campus Virtual CCC: PABLO BALCEDO 2 La crisis general del capitalismo, la amenaza de una Tercera Guerra Mundial y el papel del pensamiento crítico. Atilio A. Boron El PLED y el pensamiento crítico en una época de crisis Damos inicio, con esta clase, a las actividades del PLED en el segundo semestre del año 2015. Para quienes se acercan por primera vez a nuestras aulas virtuales les decimos que este programa, inaugurado en el 2007, fue concebido con el propósito de contribuir, sin vacilaciones ni eclecticismo alguno, al desarrollo y el fortalecimiento del pensamiento crítico en América Latina y el Caribe.1 Conviene aclarar, para evitar equívocos, que no se trata de un ejercicio meramente intelectual, y mucho menos academicista. Cuando hablamos de pensamiento crítico nos referimos a algo que, definitivamente, no comienza y mucho menos termina en la torre de marfil de la academia. El fortalecimiento y aliento al pensamiento desafiante y contestatario, no convencional, tiene orígenes diversos en la práctica social, y la academia es uno de sus ámbitos y no necesariamente el más importante. Basta con recordar que Karl Marx jamás enseñó en una universidad, que Friedrich Engels fue enteramente autodidacta y no tomó cursos en la universidad, y que ni Karl Kautsky ni Antonio Gramsci – para mencionar unos pocos casos aislados- fueron admitidos a los claustros profesorales. A Rosa Luxemburg sí la admitieron, para ser echada poco tiempo después. Hasta donde yo sé tampoco transitó por los claustros universitarios José Martí. Entre nosotros tampoco pudieron enseñar en la universidad José Carlos Mariátegui, Fidel Castro o Ernesto “Che” Guevara. Y sin embargo, gran parte del pensamiento crítico de nuestro tiempo se originó en estos autores; pensamiento concebido para ser una herramienta de los movimientos sociales y fuerzas populares empeñadas en la lucha por la superación histórica del capitalismo y la construcción de una buena sociedad. Nuestro público preferente es ese; nuestro objetivo es ese. No menospreciamos el debate al interior de las cuatro paredes de la academia, cuando tal cosa ocurre (¡pero cada vez con menos frecuencia debido a la creciente homogeneización del pensamiento aceptable en 1 Quienes ya han tomado algunos de los cursos del PLED en semestres anteriores ya conocen, en sus líneas generales, este texto introductorio mediante el cual presentamos nuestro programa. Si bien lo actualizamos permanentemente, su contenido esencial sigue siendo el mismo y, por eso, bien podrían prescindir de su lectura. 3 los claustros!) pero estamos convencidos que si algo podrá enriquecer nuestra perspectiva crítica sobre la sociedad actual y sobre el proyecto emancipatorio que necesitamos será el permanente diálogo con los agentes sociales del cambio en esta parte del mundo y no los anodinos debates pseudo-teóricos librados en las revistas especializadas de las ciencias sociales o, peor aún, en ámbitos supuestamente vinculados a la praxis política, como partidos o agencias gubernamentales, fáciles presas de las modas intelectuales de nuestro tiempo. Estamos convencidos asimismo de que la gravísima crisis civilizacional en la que se debate el capitalismo como sistema universal (y que, como lo dijera Fidel en su discurso pronunciado ante la Cumbre de la Tierra en Río en 1992, pone en cuestión la supervivencia misma de la especie humana) requiere de una toma de conciencia cuyos contenidos no pueden ser aportados por el saber convencional de las ciencias sociales o la filosofía; instaladas, con honrosas excepciones, en eso que Alfonso Sastre con mucha agudeza llamó el “buen pensar”, es decir, en el terreno ideológico de las clases dominantes.2 La capitulación, la resignación o el reniego de buena parte de los intelectuales otrora críticos pero hoy desilusionados -en los países desarrollados tanto como en América Latina- se convirtió en un poderoso dispositivo de reforzamiento ideológico del capitalismo contemporáneo concebido como la única forma posible de organizar la vida social. Fue un funcionario del Departamento de Estado, Francis Fukuyama, quien sintetizó este triunfo ideológico en la doble fórmula de “economía de mercado + democracia liberal”. Huelga aclarar que hoy, una vez iniciada la gran crisis general estallada en el 2008, esa fórmula ha caído completamente en descrédito: la “economía de mercado” fue desmentida por los multi-billonarios rescates que los estados de los capitalismos avanzados hicieron de sus bancos y grandes oligopolios, a los que el libre juego de las fuerzas del mercado habría enviado al cementerio de las empresas de no haber mediado la “mano visible” de los gobiernos que representan y protegen los intereses corporativos y no los del gran público. Un capitalismo que, según el informe presentado por la OXFAM al Foro Económico Mundial de Davos en Enero de este año, ha concentrado la riqueza de una manera escandalosa: en el 2014 el 1 % más rico de la población mundial retenía el 48 % de la riqueza del planeta, y la proyección es que en el 2016 esa apropiación llegará al 51 %. ¿Cómo puede hablarse de “justicia social”, “equidad”, “igualdad” en un tipo histórico de sociedad cada vez más injusto, inequitativo y desigual? Y en lo tocante a la “democracia liberal” la verdad es que poco o nada queda de ella, aparte de un cascarón vacío cada vez más ilegítimo y un rito periódico que a pesar de llamarse “elecciones” nada decide porque, como lo reconociera con cínica sinceridad George Soros, “los mercados votan todos los 2 Hemos examinado este tema en nuestro Crisis Civilizatoria y Agonía del Capitalismo. Diálogos con Fidel Castro (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2009) 4 días” y el pueblo cada dos o tres años. Los gobiernos, obviamente, obedecen a los primeros y no a los segundos. Y cuando, como en la Grecia actual, surge un gobierno dispuesto a hacer lo contrario se descarga sobre tan insolente pretensión una interminable andanada de críticas, sabotajes, amenazas para que el Primer Ministro Alexis Tsipras “haga lo correcto”, es decir, que se incline ante el poder de los grandes oligopolios que dominan la economía mundial a través de sus perros guardianes: el Fondo Monetario Internacional, Wall Street, la Reserva Federal, el Banco Central Europeo, el Banco Mundial y toda la maraña de instituciones y reglamentaciones que consagran el indisputado dominio del capital y condenan a la democracia a convertirse en un rito inexpresivo e inoperante. Desgraciadamente, Tsipras careció del coraje o la enjundia para llegar hasta el final. Fue valiente al convocar el referéndum, en donde una amplia mayoría del pueblo griego se manifestó en contra del ajuste salvaje propuesto por Bruselas. Pero luego capituló ignominiosamente cuando los ministros de Economía de la Zona Euro redoblaron su presióny, retornando a Grecia, obligó al Parlamento a votar exactamente en contra de lo que había aprobado el pueblo en el referendo. Lo más grave: no explicó su voltereta política, no dijo con qué lo habían amenazado para provocar tan insólita modificación de su línea política. Antecedentes como los indignados españoles, los manifestantes griegos y los “ocupas” de Wall Street con decenas de ciudades norteamericanas enarbolando pancartas exigiendo una “verdadera democracia”, expresan de ese modo su convicción de que lo que aparecía bajo ese nombre en sus países no era otra cosa que una sórdida plutocracia. Y no es diferente la situación en Nuestra América, donde salvo algunas excepciones la democracia se ha vaciado por completo de contenido En consecuencia, la misión primera del pensamiento crítico es desmontar definitivamente los dispositivos ideológicos de la sociedad burguesa y demostrar la absoluta necesidad de poner fin al holocausto social y ecológico que ha desencadenado la incesante dinámica de la acumulación capitalista y la necesidad también de construir una forma de sociabilidad superior, que sólo será posible con la negación/superación del capitalismo y no con su imposible “humanización”, como proponían hace unos años los ya desacreditados teóricos de la Tercera Vía. La especificidad del momento actual y la capitulación teórica Decíamos que estamos ante una crisis única, que no tiene precedentes, porque a diferencia de todas las anteriores la crisis económica y financiera se potencia con la crisis energética derivada del previsible agotamiento de los hidrocarburos y los combustibles fósiles y de los desesperados esfuerzos norteamericanos para reformatear el mercado petrolero mundial de suerte tal que, con su dumping de los precios del crudo debilite a quienes considera sus 5 enemigos jurados: Rusia, Venezuela e Irán. No es un dato menor que un valioso socio de esta política de abatir el precio del crudo es nada menos que el Estado Islámico, que al día de hoy 7 de Septiembre, acaba de apoderarse de la última refinería que aún se hallaba en poder del gobierno sirio. Sólo que en esta batalla Washington se disparó a sus pies porque si tenía alguna remota esperanza de llegar al tan ansiado autoabastecimiento petrolero (¡meta perseguida sin éxito desde 1973, con la primera crisis del petróleo!) mediante el petróleo no convencional (fracking) con los precios actuales lo que logró es producir la bancarrota de las inversiones en este tipo de explotación hidrocarburífera para, al poco tiempo, ser más dependiente que antes de las importaciones del crudo. De ahí la brutal injerencia en los asuntos internos de Venezuela, sede de la mayor reserva comprobada de petróleo del planeta. Injerencia que no se explica por su preocupación por los derechos humanos, la libertad de prensa o el supuesto déficit democrático de la Revolución Bolivariana sino por el petróleo, nada más que por el petróleo. Todo lo demás es un pretexto. Una crisis que se potencia con las calamidades derivadas del cambio climático y la pertinaz agresión al medio ambiente practicada impunemente por las empresas capitalistas; por la crisis alimentaria causada por la perversa transformación de ciertos cultivos (principal, pero no exclusivamente, el maíz y la caña de azúcar) en agrocombustibles destinados a saciar la sed de los tanques de los automóviles, degradar el precio del crudo y potenciar un modelo de consumo insostenible en función de los recursos naturales de este planeta. Crisis alimentada también por la generalización de la pobreza y la inequidad económica y social entre las naciones y al interior de cada una de ellas; y por el fantasma cada vez más amenazante de la crisis del agua, que ya condena a la quinta parte de la población mundial a sufrir indecibles penurias para asegurarse una ínfima cantidad de agua potable. Una crisis que se instala y desarrolla en el corazón mismo de los capitalismos metropolitanos y que pone en evidencia la gravedad de los problemas que afectan a sus poblaciones: extensión de la pobreza, generalización de la precariedad laboral, vulnerabilidad económica de casi todas las clases y capas sociales, indefensión ante la voracidad de los oligopolios. Pero ahora América Latina como acechada vanguardia de la lucha anti- imperialista ya no está sola. La acompañan los pueblos de algunos países europeos en los cuales la resistencia social está adquiriendo cada vez mayor intensidad. Grecia y España, en primer lugar, pero también Chipre, Portugal, Islandia (que retiró su solicitud de adhesión a la Unión Europea) Italia y, en menor medida Gran Bretaña y Francia, entre otros, países, luchan por emanciparse del yugo impuesto por la tristemente célebre “troika” que constituye el poder real en Europa: el FMI, el BM y el Banco Central Europeo (BCE), más 6 neoliberal -si esto aún fuera posible- que el propio FMI.3 Una troika que nadie elige y ante nadie rinde cuentas, ¡pese a lo cual es adoptada sin reservas por las “democracias” europeas!!! La acompañan también los pueblos del norte de África, empezando por los de Túnez y Egipto, que hace apenas unos pocos años se sacudieron oprobiosas tiranías por décadas mantenidas bajo la protección de las “potencias democráticas” de Occidente. Y el reguero de pólvora recorre de modo subterráneo todo el mundo árabe, hoy en convulsión, poniendo bajo seria amenaza a los decrépitos despotismos teocráticos de la región y la brutal ferocidad del Estado Islámico, que siembra muerte y horror no sólo en Siria e Irak sino en Europa y en África Occidental, especialmente en su país más poblado, Nigeria. El Estado Islámico, debemos recordarlo, es una perversa creación de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, según numerosos informes procedentes de esos países y había sido concebido como un ariete para debilitar a los gobiernos de Siria e Irak, opuestos a los designios del imperio en la región.4 Reclutados, armados, entrenados, financiados y protegidos por la propaganda occidental, los yihadistas decidieron actuar por su cuenta y hoy sus criminales creadores no saben que hacer para poner fin a sus atrocidades. Lección: en su fase decadente los imperios pueden hacer cualquier cosa. No reconocen límites morales de ningún tipo. Y Estados Unidos y sus peones regionales siguen ciegamente las políticas decididas en Washington. Resultado: un Medio Oriente incendiado, cuyas llamas se acercan a las retrógradas teocracias del Golfo y donde el avance del yihadismo ponen en entredicho su predominio, todo lo cual refuerza la presión estadounidense para apoderarse cuanto antes del petróleo venezolano. Contrariamente a las interesadas versiones de la prensa al servicio del capital (y no sólo la prensa especializada en temas económicos) la crisis económica no afloja, pese a que ya desde el 2008 se comenzaba a decir que “se advertían los brotes verdes” que anunciaban el fin de la crisis. Sin embargo, seis años más tarde la crisis lejos de resolverse se extiende y profundiza cada día más. La continua aplicación de políticas neoliberales para resolverla no hace sino agravarla, como lo hemos experimentado en América Latina y el Caribe. Estados 3 Recordemos un par de ejemplos: hace ya unos años el ex primer ministro griego G. Papandreu tuvo la “mala idea” de comentar que iba a someter a un referéndum popular el plan de ajuste propuesto por la “troika” que hoy realmente gobierna Europa, ante el colapso democrático. Al día siguiente fue depuesto y un ex funcionario de Goldman Sachs fue designado (por la “troika”, no por el pueblo) como nuevo primer ministro griego. Tsipras no sòlo lo comentó sino lo hizo, y ya sabemos lo que le ocurrió. Los griegos ya hicieron más de diez huelgas generales en repudio al ajuste, y continúan luchando hasta el día de hoy, Septiembre del 2014,pese a la decepción que le causara Alexis Tsipras y el Syriza. Los islandeses, a su vez, triunfaron en dos referendos rechazando la propuesta de la “troika” de socializar las enormes pérdidas provocadas por los fraudes perpetrados tres bancos privatizados, resistiendo toda clase de presiones y amenazas. Entre otras cosas los personeros de la “troika” decían a los islandeses que si no se hacían cargo de las deudas de sus banqueros con la banca inglesa y holandesa, “se convertirían en la Cuba de Europa.” A lo que replicaron que si obedecían las instrucciones de la “troika” se convertirían, sin duda alguna, en la “Haití de Europa” y que preferían lo primero. 4 Sobre la relación entre los gobiernos occidentales y el Estado Islámico ver ”El Mosad creó el Estado Islámico”, en Rebelión, 19 Agosto 2014, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188610 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188610 7 Unidos no encuentra la senda firme de la recuperación y el desempleo llega a niveles no vistos en décadas en Europa. Y en relación a la población juvenil, sus tasas de desempleo llegaron a cotas extraordinarias: en Italia es del 37,8%, en Portugal del 38,2%, en España del 55,7% y en Grecia del 58,4%. 5 El catecismo del Consenso de Washington que con tanto celo aplica la “troika” perjudica a las clases populares, a las mujeres y a los jóvenes, sobre los que descargan todo el peso de la crisis, a la vez que garantizan enormes ganancias para los sectores más concentrados de la economía. Decíamos antes que, como reflejo de esta situación, el saber convencional de las ciencias sociales se revela insuficiente para dar cuenta de esta realidad y alumbrar un camino de salida a una crisis que no es sólo económica sino integral, civilizatoria. Menos todavía puede dar cuenta de esta situación el “sentido común” imperante en nuestras sociedades, cuidadosamente fabricado - como lo demostrara Noam Chomsky en un estudio pionero- por la industria cultural del capitalismo, completamente dominada por un puñado de grandes oligopolios transnacionales y cuyo objetivo político es extirpar de raíz cualquier idea -o el simple sueño- de que es posible construir una sociedad mejor. No sorprende que, bajo estas condiciones, las ciencias sociales hayan sido cuidadosamente “colonizadas” por la ideología dominante y no ofrezcan elemento alguno para repensar críticamente nuestra realidad, fomentando de ese modo actitudes resignadas y fatalistas, todas ellas complacientes con –y funcionales al- status quo. Debido a esto las corrientes hegemónicas en las ciencias sociales y en la filosofía se convirtieron en relatos, con diversos grados de elaboración, legitimadores y justificatorios del capitalismo. A tal grado ha llegado esta capitulación ideológica que aquellas disciplinas ni siquiera se atreven a llamar al capitalismo por su nombre. En su lugar utilizan eufemismos como “la economía”, o “los mercados,” como si al abstenerse de nombrarlo pudieran ocultar su perversa naturaleza y los efectos de su accionar. Todo esto ha sido hecho a veces de manera abierta y desembozada, y en otros casos de modo vergonzante y recurriendo a todo tipo de eufemismos y sofisterías. Pero siempre terminaron planteando un discurso complaciente con un tipo histórico de sociedad decadente e insustentable en el largo plazo, porque al convertir a los seres humanos y la naturaleza en meras mercancías el capitalismo destruye los fundamentos mismos de la vida en este planeta. La excepcional importancia de la “batalla de ideas” La construcción de una alternativa que nos permita salir de este marasmo requiere de una comprensión acabada de las raíces de esta crisis. Por ello la 5 “Nuevo record en Europa: 26.3 millones de desocupados”, en Clarín, 2 de Abril de 2013. http://www.clarin.com/mundo/Nuevo-record-Europa-millones-desocupados_0_893910720.html http://www.clarin.com/mundo/Nuevo-record-Europa-millones-desocupados_0_893910720.html 8 “batalla de ideas” se constituye como un ámbito de excepcional importancia en esta encrucijada. A fines del siglo diecinueve José Martí decía con extraordinaria clarividencia que “de pensamiento es la guerra que se nos libra; ganémosla a fuerza de pensamiento.” Obviamente que con estas palabras el apóstol de la independencia de Cuba no pretendía disminuir la importancia de “las otras guerras” que también se libraban en contra de su pueblo y que también se librarían contra el resto del Tercer Mundo. Guerras como las presiones económicas, la agresión y el chantaje imperial –como el que en estas semanas se ha descargado con inusual furia sobre la Venezuela bolivariana- y, por último, el enfrentamiento militar eran de sobras conocidos como para pasar desapercibidos para su atenta mirada. Pero Martí insistía en un punto esencial que conviene no perder de vista: que para librar exitosamente estas batallas en tantos frentes diferentes era imprescindible vencer al enemigo en el decisivo campo de las ideas. Si en este estratégico terreno no se lograba prevalecer, manteniendo en las clases y capas subalternas y en las naciones oprimidas por el imperialismo la sujeción a las ideas de las clases dominantes, los logros que pudieran registrarse en los otros frentes de lucha serían inevitablemente transitorios y reversibles. Tal como lo plantearía décadas más tarde Antonio Gramsci, la emancipación de los oprimidos requiere, en el plano de las ideas, al menos dos cosas: primero, una interpretación contra-hegemónica de la sociedad actual y su crisis, es decir, un análisis descarnado de lo que es el capitalismo, develando sus ocultos mecanismos de explotación y presentándolo como un producto histórico y, por lo tanto, transitorio; y, en segundo lugar, proponer una ruta de escape, una alternativa superadora de las tenazas de la coyuntura. Sin un diagnóstico distinto y alternativo al dominante y sin un proyecto de transformación que permitiera vislumbrar una salida para los desafíos del momento, los intentos emancipatorios de los pueblos podían estrellarse en contra de obstáculos insalvables. No bastan los intolerables sufrimientos producidos por la situación actual para percibir la necesidad de un cambio: para que los oprimidos se movilicen y organicen tienen también que descubrir que además de indispensable el cambio es posible, que su protesta puede ser coronada con el éxito, que ésta es no sólo justa sino además realista, realizable, viable. Contra eso luchó exitosamente el neoliberalismo al instituir la falaz consigna de que “no hay alternativas”. La centralidad que el Comandante Fidel Castro le asigna a la “batalla de ideas” responde precisamente a este tipo de consideraciones. En la misma línea se instala la reflexión de quien fuera el fundador del Centro Cultural de la Cooperación, Floreal Gorini, cuando enfatizara la centralidad de la batalla cultural en la lucha por la superación histórica del capitalismo. En todo caso conviene recordar que la idea martiana sintetizaba con elocuencia dos tesis centrales de la tradición marxista. La primera, expresada por Marx y Engels en La Ideología Alemana, decía que “las ideas dominantes en una sociedad son las ideas de la clase dominante.” La segunda, enunciada por Lenin, 9 decía que “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria.” Lenin también decía, y conviene recordarlo dada la deplorable persistencia de un cierto sesgo anti-teórico en los movimientos y fuerzas de izquierda, que “nada es más práctico que una buena teoría.” La tesis de Marx y Engels remitía a los varios escritos del joven Marx, y muy especialmente “La cuestión judía”, en los que se examinaban los dispositivos con los cuales la burguesía establecía su supremacía mediante la diseminación de su concepción del mundo (un relato que no sólo decía lo que existía sino también lo que podía existir y loque de ninguna manera se podía esperar que existiera) entre todas las clases y capas de la población. De este modo su dominio se “espiritualizaba”, devenía en un “sentido común” que penetraba profundamente en la sociedad en su conjunto y hacía que las propias clases subalternas “pensaran y sintieran” con las categorías intelectuales y morales de sus opresores. La cosmovisión de la burguesía adquiría, en palabras de Gramsci, la “solidez de las creencias populares” y, de este modo, su dominio se fortalecía extraordinariamente, lo cual permitía relegar a un discreto segundo plano la necesidad de apelar a mecanismos coercitivos los que, por supuesto, estaban siempre prontos a intervenir en cuanto la eficacia domesticadora de la ideología se viera menoscabada. Si bien la indisputada hegemonía burguesa permitía reducir la necesidad (y los costos) de la aplicación de la violencia a un mínimo de ninguna manera este recurso era abandonado. Haciendo honor a lo que tantas veces observara Maquiavelo, el estado burgués no renunciaba al ejercicio de la violencia sino que procuraba administraba lo más racionalmente posible su empleo. En el caso de Lenin sus tesis subrayaban la importancia fundamental de una buena teoría para una correcta práctica política. Su alegato se dirigía en contra del “espontaneísmo” y la creencia de que el heroísmo de las masas, el “luchismo”, o la abnegación de la militancia podían ser históricamente productivos sin el auxilio de una buena teoría, entendiendo por tal una que describiera y explicara la verdadera naturaleza y los fundamentos del orden social capitalista y proporcionara, en función de ese diagnóstico, algunas guías para su radical transformación. Una buena teoría, en suma, es más imprescindible que nunca en la sociedad capitalista dada la naturaleza opaca de sus dispositivos de explotación y dominación de clase -visibles y aparentes a simple vista, en cambio, en las formaciones sociales precapitalistas. Sin un diagnóstico certero sobre aquéllos cualquier propuesta de transformación podía caer en el irrealismo que Marx y Engels criticaran en El Manifiesto Comunista al referirse a los socialismos utópicos: bellas y nobles propuestas pero asentadas sobre falsos diagnósticos de los que brotaban aún más erróneos proyectos de transformación social. Más imprescindible que nunca, también, si se repara en los vertiginosos cambios que han modificado la morfología -¡que no su esencia!- del capitalismo contemporáneo. 10 ¿Es toda crítica social pensamiento crítico? Ahora bien, tal como lo señala en varios de sus escritos Franz Hinkelammert, no todo pensamiento que critica una realidad es pensamiento crítico.6 Son muchas las críticas que, en el fondo, son compatibles con el sostenimiento de la sociedad burguesa y plenamente asimilables por ella. En el caso de nuestros países no faltan los cuestionamientos a los estragos del neoliberalismo, pero en la mayoría de los casos quienes los formulan no los atribuyen a cuestiones estructurales sino que los conciben como accidentes, “errores de política”, “fallas de mercado” u otras caracterizaciones igualmente equivocadas pero que instalan al sistema a salvo de cualquier crítica de fondo. Por ejemplo: el ecologismo o el “capitalismo verde”, un peligroso oxímoron que postula la preservación del medio ambiente sin comprender que tal cosa es absolutamente imposible bajo un sistema que considera a la naturaleza como una mercancía y como una preciosa fuente de utilidades. El ecologismo capitalista es un pensamiento que se cree crítico pero que en realidad no lo es. Lo mismo puede decirse de quienes se escandalizan ante las lacras del capitalismo pero limitan su cuestionamiento a las “políticas neoliberales”, desconociendo (o negándose a reconocer) que a lo largo de sus quinientos años de historia el capitalismo ha hecho lo mismo. Y si quinientos años parece mucho léase el trabajo de Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, para comprobar como las tendencias que algunos críticos atribuyen al neoliberalismo tienen dos siglos de antigüedad y, por lo tanto, son propias del capitalismo. Claro que esto tiene una consecuencia política: si se critica al neoliberalismo el capitalismo queda a salvo, porque se puede apelar a recambios como el keynesianismo, el neokeynesianismo o el desarrollismo y, por consiguiente, renunciar a la necesidad histórica de la revolución. Por eso no sorprende ver en Nuestra América vociferantes críticos de las políticas neoliberales pero que enmudecen de súbito cuando se les recuerda que “¡es el sistema, estúpido”! y que si quieren acabar con las diez plagas de Egipto en el capitalismo contemporáneo es imprescindible acabar con el sistema, y no apenas con algunas de sus políticas. Lo que distingue al pensamiento crítico es la perspectiva, el punto de vista desde el cual se formula la crítica. Y esto es así porque la perspectiva es la que determina la profundidad de la mirada. Entonces: ¿se examina lo social como una totalidad, como una articulación compleja y en permanente cambio de economía, política, sociedad y cultura o se lo hace desde las estériles perspectivas disciplinarias de la ciencia económica, la politología, la sociología y la antropología? Además, ¿va o no al fondo de la cuestión? Marx decía que ser 6 Véase de este autor principalmente su Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia, Crítica de la razón utópica y Hacia una crítica de la razón mítica, todos ellos disponibles en la web. 11 radical era ir a la raíz de los problemas, y que la raíz de los problemas de una sociedad eran los hombres y mujeres que en su vida práctica la constituían. Por eso, si de una interpretación teórica no se desprende una propuesta política encaminada a poner fin a la alienación y la explotación de que son objeto hombres y mujeres las “soluciones” que pudieran pergeñarse para enfrentar los problemas de la sociedad son simples ficciones o inútiles buenas intenciones. Dicho en términos actuales: cuando en las sucesivas Cumbres del G-20, por ejemplo, los gobiernos capitalistas y sus economistas reconocen que el modelo neoliberal debe ser “corregido” imponiendo algunas mínimas restricciones (más retóricas que reales, al menos hasta ahora) al libre juego de los mercados para que estos vuelvan a comportarse “razonablemente” lo que en realidad están diciendo es que los fundamentos del capitalismo son en lo esencial sólidos y sensatos y por eso mismo deben ser preservados. Dicen también que la solución a la crisis actual no pasa por un cambio de sistema sino algunos ajustes dentro del sistema, perfeccionando o fortaleciendo instituciones (como el FMI, el autor intelectual de la mega crisis en que estamos inmersos) y las reglas del juego del capitalismo, depuradas de sus transitorias falencias. En la medida en que el saber convencional, “políticamente correcto”, de las ciencias sociales comparte este diagnóstico los elementos de crítica que pudiera contener se detienen en la mera apariencia de las cosas y no en su esencia. Por eso decimos que allí no hay pensamiento crítico sino un cuestionamiento superficial a las políticas económicas sin tomar en cuenta para nada lo que ocurre con los hombres y mujeres que componen esa sociedad. Cuando algunos politólogos pergeñan ingeniosos dispositivos para “democratizar la democracia” soslayando el hecho de que ésta no es sino la expresión de la dominación burguesa incurren en el mismo vicio: aportan una crítica parcial, que puede ser de algún interés, pero que no es pensamiento crítico. Lo mismo cabe decir de quienes elaboran complejas teorías de la democracia, o de la dictadura, pero sin referirse para nada al capitalismo. Conclusión: quien no esté dispuesto a hablar de capitalismo debería abstenerse de hablar de democracia o de dictadura.Para Hinkelammert el pensamiento crítico exige adoptar como premisa, punto de vista y objetivo irrenunciable la emancipación humana. Esta supone, por una parte, la humanización de las relaciones entre los hombres y de éstos con la naturaleza. En el capitalismo los vínculos entre hombres y mujeres son relaciones mercantiles e instrumentales, dado que tanto unos como otras son considerados como meros portadores de fuerza de trabajo y poseedores de una cierta capacidad de consumo; a su vez, el medio ambiente es concebido como una mercancía más. Los primeros son “recursos humanos”; el segundo un una enorme acumulación de “recursos naturales”, y ambos son “factores de la producción” a los que la lógica de la acumulación capitalista explota sin otra consideración que la rentabilidad que son capaces de generar. En suma, nos hallamos en presencia de un régimen social profundamente inhumano y enemigo 12 mortal de la naturaleza. El pensamiento crítico, por lo tanto, es inseparable de un compromiso con la emancipación humana y con la preservación de la naturaleza, el irreemplazable hábitat de la especie humana (la “Pachamama”, o la madre tierra de nuestros pueblos originarios) por vez primera consagrada por la nueva constitución ecuatoriana como sujeto de derecho y garantía para el Sumak Kawsay , expresión de la nación quechua que puede ser traducida como “el buen vivir”. Este compromiso con la emancipación humana sólo es posible desde una postura de crítica radical e intransigente al capitalismo, habida cuenta de su probada imposibilidad de poner fin a la explotación del hombre por el hombre y de “desmercantilizar” a la naturaleza. Debido a las consideraciones anteriores es posible afirmar entonces que el marxismo es un componente esencial del pensamiento crítico: sin su análisis de la sociedad capitalista y su disección de los mecanismos a través de las cuales se produce la explotación del hombre por el hombre el pensamiento crítico carecería de sustento seguro. No obstante, siendo un aporte necesario el marxismo requiere también del concurso de otras perspectivas para construir un pensamiento crítico suficientemente abarcativo como para responder a los retos que impone el mundo actual. En ese sentido las contribuciones del feminismo radical, del ecosocialismo y las derivadas de las prácticas de nuevos sujetos sociales constituyen aportes decisivos que deben integrarse con los que se encuentran en el corpus de la tradición marxista. ¿Por qué necesitamos de un pensamiento crítico? La situación actual de las ciencias sociales en América Latina caracterizada por la existencia de graves limitaciones de financiamiento en las universidades públicas, una creciente heteronomía en relación a la agenda de investigación, la imposición de un estilo de trabajo pautado por las reglas de la “consultoría” modelada a imagen y semejanza de las consultoras financieras y, finalmente, el predominio de los modelos teóricos y metodológicos creados en los medios académicos del capitalismo desarrollado en función de sus propias necesidades se erigen como obstáculos formidables para la creación y diseminación del pensamiento crítico que requieren las luchas de nuestros pueblos por la emancipación social y la autodeterminación nacional. Este cuadro se agrava ante la necesidad, urgente e impostergable, de contar con una perspectiva crítica que nos permita descifrar los grandes desafíos que plantea la actual coyuntura por la que atraviesa el capitalismo como sistema mundial y, a partir de ese correcto descifrado, construir las alternativas prácticas para enfrentar esos desafíos con éxito. Esta y no otra es la misión fundamental que se ha impuesto el PLED: aportar al esfuerzo colectivo, ya en marcha en numerosos países, tendiente a crear un discurso crítico que se convierta en eficaz arma de lucha contra el capitalismo. 13 Pero alguien podría preguntar: ¿Qué tiene de especial América Latina como para requerir un pensamiento radical? Respuesta: porque uno de los sombríos rasgos distintivos de nuestro continente es el de ser el más desigual del planeta, escenario de una injusticia radical que se agravó bajo la hegemonía del neoliberalismo en el último cuarto de siglo. El África Sub-Sahariana y el Asia meridional tienen pobres aún más indigentes que América Latina y el Caribe, pero ni por asomo existe en esas latitudes una clase dominante tan rica como la que ofende la visión de nuestros países. Pobres muy pobres en un continente que alberga decenas de “supermillonarios” y cientos de millonarios que anualmente se incorporan a las listas compiladas por las revistas Forbes o Fortune pero que son mucho menos en otras regiones del Tercer Mundo. Esto es América Latina: hay centenares de millones de pobres pobrísimos que conviven con ricos riquísimos. En el 2011 había en esta región 62 supermillonarios, es decir, propietarios de más de 1.000 millones de dólares. En ese año la fortuna del mexicano Carlos Slim ascendía a 69.000 millones de dólares, y la del segundo hombre más rico del planeta, Bill Gates, a 61.000 millones. 7 En estos dos últimos años Gates retomó la delantera, pero esto es un dato apenas anecdótico. Lo esencial es que la nuestra sigue siendo, desde tantísimos años, la región más desigual del planeta. Ante esta situación nuestra obligación es repensar críticamente nuestra sociedad. Pero repensarla para cambiarla, en consonancia con la conocida exhortación que formulara Marx en la “Tesis Onceava” sobre Feuerbach: “no se trata de interpretar al mundo sino de cambiarlo.” Y cambiarlo explorando los “otros mundos posibles” que nos permitirían dejar atrás a la crisis -“mundos posibles” negados por la tiranía del pensamiento único que pregona que lo que existe es lo único que puede existir- y comunicar los resultados de nuestras indagaciones con un lenguaje llano, sencillo y comprensible a los sujetos sociales que son los genuinos hacedores de nuestra historia. Los intelectuales y las trampas de las palabras El pensamiento crítico tiene como punto de partida una especie de juramento hipocrático, similar al que hacen los médicos, que los compromete a luchar sin cuartel por la salud y la vida de los enfermos. Creemos que sería bueno que en las ciencias sociales, y sobre todo en la Economía, se exigiera también un juramento hipocrático que obligara a los nuevos profesionales a luchar sin desmayos por el bienestar de nuestras sociedades y la felicidad de nuestros pueblos. Un juramento que debería inspirarse en la definición que Noam Chomsky ofreciera acerca de la misión del intelectual: decir siempre la verdad, por más molesta que ella sea para las clases dominantes y los sectores de poder, 7 Ver Ernesto Carmona, “Aumentan los supermillonarios en América Latina”, en http://laclase.info/internacionales/aumentan-los-supermillonarios-en-america-latina http://laclase.info/internacionales/aumentan-los-supermillonarios-en-america-latina http://laclase.info/internacionales/aumentan-los-supermillonarios-en-america-latina 14 y denunciar las mentiras con que unas y otros encubren su predominio. O en la sentencia de Antonio Gramsci, para quien la verdad era siempre revolucionaria. Esto, decir la verdad y denunciar las mentiras, es muy importante si se recuerda el sugestivo deslizamiento producido en el léxico de las ciencias sociales, que convierte a sus practicantes -a veces involuntariamente y en otros casos no tanto- en cómplices de una situación indefendible por su escandalosa inmoralidad. Un ejemplo de estos días sirve como punto de partida de este razonamiento: en medio de la debacle en Siria y el éxodo de centenares de miles de ciudadanos de ese país la prensa y buena parte del mundillo académico hablan de una “crisis migratoria”. ¿Crisis migratoria? ¡No son migrantes!, son refugiados,son grandes masas de población desplazadas porque sus países de origen (Siria y en cierta medida Libia) están siendo destruidos por bandas mercenarias implantadas por las “democracias” occidentales para promover el “cambio de régimen” que tanto desean. Llamarlos “migrantes” o hablar de “crisis migratoria” es una manera de escamotear la realidad e invisibilizarla ante los ojos profanos. En otro terreno, por ejemplo en América Latina y el Caribe, para referirse a los gobiernos que hoy prevalecen en la región ya se ha hecho un lugar común caracterizarlos sin más como “democráticos”. Pero, ¿son merecedores de tan honrosa calificación gobiernos que empobrecieron a sus ciudadanos, reconvirtieron sus antiguos derechos (a la salud, la educación, la seguridad social, entre otros) en onerosas mercancías a ser adquiridas en el mercado y que con sus políticas económicas inspiradas en el Consenso de Washington construyeron sociedades más inequitativas e injustas, que aumentaron las desigualdades económicas hasta niveles sin precedentes? Definitivamente no, si se recuerda que desde los tiempos de Aristóteles, hace ya 2500 años, la democracia fue definida como “el gobierno de los más en beneficios de los pobres”. ¿Responden esas mal llamadas “democracias” de la región (con unas pocas honrosas excepciones) a este criterio? De ninguna manera. Por lo tanto, no podemos embellecer a esos gobiernos otorgándoles el calificativo de “democráticos.” Son, siguiendo a Aristóteles, plutocracias u oligarquías de nuevo tipo en donde los máximos beneficiarios de sus políticas son los ricos o, en la jerga actual, los “mercados”, eufemismo para referirse a los primeros sin tener que nombrarlos. 8 Como decía en uno de sus escritos Bertolt Brecht, el capitalismo es un caballero que no desea ser llamado por su nombre. Por lo tanto, en lugar de ser gobiernos del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, como quería Abraham Lincoln, lo que tenemos en la región son gobiernos de los mercados, por los mercados y para los mercados. Faltaríamos así a nuestro juramento hipocrático si nos abstuviéramos de someter a una discusión rigurosa los conceptos fundamentales de la ciencia social y admitiéramos los criterios 8 Hemos explorado este tema en detalle en nuestro Aristóteles en Macondo. Notas sobre el fetichismo democrático en América Latina (Córdoba: Editorial Espartaco, 2009). Hay traducción portuguesa: Aristóteles em Macondo. Reflexoes sobre poder, democracia e revoluçao na America Latina (Río de Janeiro: Pao e Rosas, 2011) 15 establecidos por la ideología dominante que nos inducen a considerar como democráticos a gobiernos que en realidad no lo son. Toda esta lamentable confusión en relación al concepto de democracia también se reitera con otros términos, en gran parte debido a las distorsiones semánticas que los técnicos y “expertos” del Banco Mundial, el FMI, la OMC y el BID han venido introduciendo en el lenguaje académico. Por ejemplo, el Banco Mundial cosechó un éxito notable cuando desde la época de los ochentas comenzó a considerar a cuestiones tales como la educación y la salud no ya como derechos ciudadanos, sino como bienes y servicios. Como derechos, aquéllos eran de adjudicación universal; pero al convertirlos en bienes y servicios, la educación y la salud se subordinaron a la legalidad de los mercados y, por lo tanto, deben ser adquiridas en el mercado por quienes puedan hacerlo. La influencia del BM en las ciencias sociales ha hecho que todo un conjunto de otrora derechos ciudadanos como la educación, la salud, la justicia y la seguridad social hayan pasado a ser re-conceptualizados sin más trámite como bienes y servicios sometidos por completo a la lógica mercantil, abriendo paso a su privatización, cuando en América Latina habían sido garantizados en muchos casos durante más de un siglo. Similarmente, en toda la región la palabra “ciudadano” ha venido cayendo en desuso siendo progresivamente reemplazada por términos supuestamente más precisos como “cliente” o “consumidor”. En este perverso festival de eufemismos, la destrucción del Estado es caracterizada por los publicistas del BM como “reforma del Estado”: reformar el Estado es lo que se hace cuando se lo desmantela, se despide a su personal, se liquidan sus agencias y programas sociales se destruyen sus bases financieras. En nuestra región, el proceso de acercamiento del nivel del gasto público de buena parte de los países de América Latina al imperante en el África Sub-Sahariana (¡en lugar de aproximarlo al perfil presupuestario que impera en el mundo desarrollado!) es pese a ello pomposamente celebrado como una exitosa “reforma” de la institución estatal. Si antes el gasto público (como indicador del tamaño del estado) ubicaba a nuestra región a mitad de camino entre el África Sub-Sahariana y los países desarrollados, ahora nos hemos ido acercando mucho más a los primeros -no precisamente por solidaridad tercermundista- al paso que nos alejamos raudamente de los segundos, países que adoptan políticas totalmente diferentes a las nuestras, que no creen en el neoliberalismo, el libre mercado o el Consenso de Washington y que siguen sosteniendo y acrecentando el gasto público. Todo lo anterior es retórica para consumo de los nativos; es decir, nosotros, pero nadie las toma seriamente en cuenta en el Norte. Como dijera un atento observador de las políticas neoliberales, nos referimos a John Williamson, “Washington no siempre practica lo que predica.” Agregaríamos: no sólo Washington, sino tampoco lo hacen París, Londres, Berlín, Madrid, Roma o Tokio. 16 Muchas otras palabras también se enfrentan a lo que parecería ser un inexorable crepúsculo: “clase”, por supuesto, es una palabrota en vías de extinción en el léxico de las ciencias sociales convencionales, reemplazada con el término mucho más amorfo y amable de “gente”, palabrita favorita de gran parte de los dirigentes de la adocenada “centro-izquierda latinoamericana”: o, en otros casos, substituida por el concepto -rodeado de impenetrables halos metafísicos- de “multitud”, que tantas esperanzas suscitara en algunas coyunturas críticas recientes de América Latina. También desapareció la palabra “nación”. Cuando se habla de nuestros países, los sofisticados científicos sociales del Norte y sus lenguaraces locales prefieren llamarnos “mercados”. Nuestros países no son ya más naciones, son mercados. En algunos casos se nos dice incluso con un tono condescendiente que son “mercados emergentes”, fomentando la ilusión de que estaríamos en un claro proceso de emerger, no se sabe hacia dónde, cuando una visión más sobria nos indicaría en cambio que nos estamos sumergiendo cada vez más en el atraso, concepto éste siempre relacional y que sólo tiene sentido cuando se lo compara con sociedades más avanzadas. La palabra “imperialismo” también había desaparecido, reemplazada con otras tales como globalización, “economía global,” etcétera. Ahora por suerte la derecha más radical norteamericana ha reconocido desafiantemente que “Estados Unidos es un país imperialista: ¿y qué? ¿cuál es el problema?”, se preguntan , desafiantes, si somos un imperio benévolo, portador de la sagrada misión -por Dios encomendada a nuestra nación- de sembrar libertades por todo el mundo. Esta inesperada confesión hizo que aún los más timoratos practicantes del saber convencional no hayan tenido otra opción que comenzar a hablar del imperialismo, una vez que Washington habilitó la discusión dotándola de una legitimidad que no tenía en el pasado entre las mentes colonizadas de nuestro continente. Quien antes hablaba del imperialismo era considerado un dinosaurio, un curioso fósil parlante. Ahora, gracias a los horrores del imperialismo norteamericano –cuya continuidad bajo el gobierno de Obama lejos de haberse interrumpidose ha potenciado- su existencia puede percibirse con meridiana claridad. Bajo Obama los drones han matado más gente que antes con Bush, y la mayoría de las víctimas son “daños colaterales” Se calcula que menos de un 5 % de ellos son combatientes. Ese mismo presidente convalidó el golpe de estado en Honduras y legitimó las fraudulentas elecciones convocadas meses después en ese país. Posteriormente avaló el golpe de estado en Paraguay y transcurrido casi dos años del triunfo de Nicolás Maduro en la elección presidencial del 14 de Abril del 2013 la Casa Blanca aún no reconoce su victoria ni al gobierno bolivariano. Esto pese a que en las elecciones municipales del 8 de Diciembre del 2013 el chavismo se impuso por casi un millón de votos de diferencia. Esta reluctancia de Obama a reconocer el triunfo del chavismo está en la base de la ofensiva fascista lanzada desde febrero del 2014 y que en los últimos días, más 17 precisamente el 9 de marzo, adquirió inusitada intensidad al emitir la Casa Blanca una “orden ejecutiva”, o sea, un decreto, afirmando que Venezuela representa una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos” razón por la cual declaró la “emergencia nacional para tratar con dicha amenaza”. Si Estados Unidos se siente amenazado por un país que no dispone de armas de destrucción masiva, ni cuenta con un ejército con capacidad de proyección ofensiva, sea por tierra, aire o mar, ¿qué tendría que declarar Obama el día que Rusia o China se enemisten con Estados Unidos e insinúen la más elemental amenaza? En todo caso, con la decisión del 9 de marzo lo que el presidente norteamericano ha hecho fue dar la señal de largada del intervencionismo directo de Estados Unidos, por distintas vías, para derrocar por mano propia, ante la incapacidad de la oposición venezolana, al gobierno de Nicolás Maduro. Para concluir con esta sección: bajo el “régimen de Obama” prosiguieron sin cambio las actividades de la Cuarta Flota y la brutal ocupación militar de Haití bajo el pretexto del terremoto. Fue Obama, y no Bush, quien firmó con Álvaro Uribe el Tratado que concede el uso de siete bases militares colombianas a las tropas estadounidenses y fue él quien continuó expandiendo la presencia de esas bases, unas ochentas al día de hoy, dispersas en la gran mayoría de los países del área. También fue Obama y su Secretaria de Estado quien aplaudió el linchamiento de Gadaffi, el asesinato de Osama Bin Laden y varios miembros de su familia. Y es Obama quien autoriza un aumento fenomenal de la inversión para renovar el arsenal nuclear de Estados Unidos y de las partidas del Departamento de Estado y de la embajada de ese país en Caracas para, desde allí, financiar a la oposición venezolana. Es a causa de estas funestas realidades que el imperialismo ha vuelto a ocupar un lugar destacado en nuestras discusiones. Y es Obama quien con la ayuda de sus compinches europeos derroca al gobierno legítimo y legal de Ucrania y reconoce el nuevo gobierno, que fue tomado por asalto por una banda de neonazis al margen de todas las leyes y ordenamientos institucionales de ese país con la colaboración directa, en el terreno, de la señora Victoria Nuland, Secretaria de Estado Adjunta de Asuntos Euroasiáticos que alentaba a las hordas neonazis a proseguir su labor y colaboraba con ellos entregándoles panecillos dulces y botellas de agua. Recuperar la herencia del pensamiento crítico latinoamericano De lo anterior se desprende la importancia y la urgencia de recuperar la gran tradición de pensamiento crítico que alberga nuestra región. En efecto, América Latina es un continente que ha hecho grandes contribuciones al pensamiento universal. Tal como brillantemente lo argumentara el poeta y ensayista cubano Roberto Fernández Retamar, nuestra condición colonial nos ha obligado a ser “universales” en nuestras preocupaciones y en nuestras miradas. Según muchos observadores del extranjero la nuestra es, de lejos, una de las 18 regiones de mayor creatividad intelectual, cultural, estética, filosófica y musical del mundo. Y en el terreno de las ciencias sociales y las humanidades no hay comparación entre los aportes hechos por América Latina y los efectuados por otras regiones del Tercer Mundo. Salvo en el caso muy especial de la India, no existe en Asia una tradición de reflexión filosófico-social importante, mucho menos una tradición crítica. Ellos han tenido, y tienen, grandes ingenieros y técnicos, y en ese sentido van a la cabeza de una serie de disciplinas; pero desde el punto de vista del pensamiento social o las humanidades su producción no es relevante. El caso africano es un poco más matizado. Se parecen un poco más a nosotros por su fuerte conexión con el mundo europeo y la asimilación de algunos fragmentos de su tradición intelectual, pero se encuentran mucho más golpeados por un proceso de devastación imperialista del cual apenas tenemos una pálida noticia en América Latina porque eso “no es noticia” para quienes manejan la información a escala mundial. Un solo dato: hay países en África en donde la aplicación de las políticas neoliberales ha llegado tan lejos que los restos del Estado que sobrevivieron a las “reformas” no tienen siquiera condiciones para distribuir, con un mínimo de orden y eficacia, la ayuda alimentaria que les llega para combatir sus periódicas hambrunas. Las formas predominantes de distribución son el tumulto y el saqueo, desencadenados por poblaciones desesperadas por el hambre y por la inoperancia y fenomenal corrupción de un aparato estatal carente de las mínimas condiciones para la administración de la cosa pública. Bajo esas condiciones, la posibilidad de desarrollar un pensamiento crítico se torna muy problemática, sobre todo si se tiene en cuenta que la diáspora africana, especialmente de los grupos que accedieron a la educación superior, ha sido mucho más masiva que la latinoamericana. En consecuencia, América Latina es depositaria de una responsabilidad muy especial en el marco del Tercer Mundo. Nuestros países produjeron en el pasado contribuciones teóricas de enorme significación, más allá de las críticas que hoy pudieran formulárseles. Tomemos el caso del desarrollismo. La aportación realizada por economistas como Raúl Prebisch, Celso Furtado, Aníbal Pinto, María Conçeiçao Tavares y tantos otros fue original y fecunda, y no deja de ser lamentable el abandono que por mucho tiempo hiciera la propia CEPAL de esta valiosa tradición intelectual. Pero los aportes latinoamericanos no se limitan al campo de la Economía. En el terreno de la Filosofía este continente ha dado a luz a la Teología de la Liberación, tan combatida por la derecha internacional, y entre otros por pontífices de la Iglesia Católica. La Teología de la Liberación es considerada, en las principales universidades del mundo desarrollado, como una de las aportaciones más importantes a los debates filosóficos de la segunda mitad del Siglo XX. Conviene preguntarse si la tomamos igualmente en cuenta en nuestras universidades. Creemos que no. América Latina también revolucionó el pensamiento educacional con la pedagogía del oprimido, desarrollada por el educador brasileño Paulo Freire. Y le cabe a Milton Santos, gran geógrafo 19 brasileño también él, el mérito de haber replanteado radicalmente la visión predominante sobre la geografía en el terreno internacional. América Latina produjo también el resurgimiento de la discusión sobre la problemática del Estado que los eruditos politólogos norteamericanos y europeos, de la mano de David Easton, habían desterrado de la academia a mediados de los años cincuenta. Lo mismo cabe decir del papel que nuestros intelectuales críticos desempeñaron en reflotar la discusión sobre el imperialismo y la dependencia, acallada ante el auge de las teoríasde la modernización y el pensamiento económico ortodoxo. En consecuencia, no debemos ahorrar esfuerzo alguno en nuestro empeño por recuperar una tradición de pensamiento tan crítica como la que América Latina alumbró en la segunda mitad del siglo veinte, y que tiene ilustres antecedentes cuya sola enumeración insumiría el resto de esta clase. Pensemos simplemente en la importancia de los aportes de José Martí; José Carlos Mariátegui; Aníbal Ponce; Víctor Raúl Haya de la Torre –el de su mejor período, no el de su crepuscular capitulación-; José Vasconcelos; José Enrique Rodó; Julio Antonio Mella. Insisto, entre otros notables a los que, en épocas más cercanas, habría que agregar las contribuciones de Ernesto “Che” Guevara y Fidel Castro Ruz. Sería imperdonable condenar esa rica tradición al olvido y marearnos con eso que tan acertadamente condenaba Platón: el “afán de novedades”, enemigo mortal del conocimiento verdadero. Marearnos, también, con el deslumbramiento acrítico ante la producción intelectual que se produce en las metrópolis capitalistas. No se trata pues tan sólo de volver al pasado y releer los viejos textos como si fueran piezas de un museo arqueológico del conocimiento. Se trata de recuperar los trascendentales interrogantes que fueron dando cuerpo a la tradición crítica latinoamericana más que sus comprobaciones puntuales, y proyectar todo este aparato teórico como fuente de inspiración para una renovada interpretación del presente y contribuir a la creación de nuevas síntesis teóricas. En América Latina tenemos, además, una responsabilidad adicional ante los pueblos del Tercer Mundo. Al ser el patio trasero de Estados Unidos (expresión despreciativa utilizada hace poco por el Secretario de Estado John Kerry), el área geográfica contigua de la nueva Roma americana, nos encontramos ante una situación paradojal. Por una parte, esta posición nos convierte en víctimas inmediatas de sus insaciables apetitos imperialistas –por ser ésta, ¡de lejos!, la región del mundo más importante para los Estados Unidos- y precipita la resistencia a sus políticas.9 Conviene recordar que, hasta hace un par de años, la nuestra era la única región del mundo en donde la globalización 9 Sobre la excepcional importancia de América Latina y el Caribe para los Estados Unidos, ver nuestro América Latina en la Geopolítica del Imperialismo (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2012) . El discurso oficial de Washington es que América Latina no cuenta; que los que cuentan son Medio Oriente, Extremo Oriente, Europa. La práctica de la diplomacia norteamericana desmiente radicalmente ese argumento. 20 neoliberal y el imperialismo habían tropezado con grandes movilizaciones populares que pusieron coto a sus pillajes. Allí están, para demostrarlo, los ejemplos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y, en menor medida, algunos otros países. Pero por la otra, esta inserción tan peculiar en la estructura imperialista nos permite disponer de un horizonte de visibilidad que nos habilita a pensar, estudiar e interpretar la realidad del imperialismo desde una perspectiva mucho más rica que la que podríamos construir desde África o Asia, o mismo desde Europa. Como producto de nuestra propia sujeción casi sin mediaciones al dominio imperial, como el lugar donde este se confronta de manera más recia e inmediata con sus adversarios, estamos en condiciones de analizar este fenómeno en mejores circunstancias que en cualquier otra parte del mundo, donde los influjos del imperialismo aparecen más mediatizados y entremezclados. Así como Marx en su momento se instaló en Inglaterra, corazón del capitalismo industrial de su época, porque era ese el lugar en donde las contradicciones propias de ese modo de producción se desenvolvían y se percibían con mayor claridad, uno podría decir que es en América Latina donde las contradicciones del sistema imperialista mundial se observan con mayor nitidez y claridad. Y por lo tanto es nuestra obligación, a partir de la paradojal ventaja, elaborar esquemas de interpretación que puedan ser de utilidad en las luchas emancipatorias de otros pueblos. No sólo para conocer mejor al imperialismo sino, principalmente, para derrotarlo cuanto antes y del modo más concluyente. Los acontecimientos hace un par de años conmovieron al mundo árabe demuestran irrefutablemente que las contradicciones del capitalismo no pueden ser ahogadas ni siquiera por feroces dictaduras como las que prevalecen en Medio Oriente y el Norte de África. Si esas revueltas llegasen a destituir a algunos otros gobiernos de la región, especialmente Arabia Saudita, el tablero geopolítico mundial se modificaría más de lo que ya lo han hecho a favor de la lucha de los pueblos. Y el papel de solitaria vanguardia desempeñado por América Latina durante tanto tiempo se vería recompensado por la eventual (para el saber convencional de las ciencias sociales, ¡por supuesto!) rebelión de los pueblos del mundo árabe, forjando una unidad de acción que podría llegar a desencadenar duraderos cambios de trascendencia mundial. Esto es todo por hoy. Creo que he sido claro en explicar las razones por las cuales el PLED siente que su misión fundamental es aportar a este esfuerzo en la “batalla de ideas” y fortalecer el pensamiento crítico. Desde ya, cualquier comentario o crítica que deseen formular a estos planteamientos será muy bien recibido. Ya en el curso de la próxima semana comenzarán las clases de cada una de las materias específicas que se ofrecen en este segundo semestre del 2015. Les recomiendo que las lean cuidadosamente tanto las clases como la bibliografía que se adjunta a ellas; que no vacilen un instante en consultar cualquier duda con sus tutores o tutoras; que se mantengan al día en la lectura de la bibliografía de apoyo; y que participen activamente en el foro de discusión. Recuerden que su 21 protagonismo en este ámbito es un insumo importante en la elaboración de la calificación final. Y que estos cursos, al estar titulados por la Universidad Nacional de Río Cuarto, de la Argentina, y reconocidos por el Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM, en México, y por la Universidad Federal de Río de Janeiro, en Brasil son acreditables en cualquier programa de maestría o doctorado de América Latina. Nada más por ahora. ¡Buen trabajo! Buenos Aires, 7 de Septiembre de 2015.