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cuentos y fabulas - 1868

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l.!:t .) ~ :-~ 8:Z ::1 
CUENTOS Y FABULAS 
VARIOS AUTORES 
'J:' R ADUO:COOR 
POI~ 
C. E. DE CAMPFLORIT . 
• 
-r-e_-~-"---
BARCELONA. 
RSTABLECJMIEt\TO TrPOGRÁrlCO ll!l LUIS TASSO, 
ARCO DtL Tf.J..1RO, CAU.EJO~ l.~llll. l .t>S !'\('11:. 21 \" 23 - 186S. 
-
© Biblioteca Nacional de España
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CUENTOS Y FÁBULAS. 
' 
ARMAN DA. 
Armanda era la nilía mas buena y caritat~a. No 
tenia aun mas que tres afios y medio, cuando ya 
comparlla con los pobres los dulces y los pasteles 
que de tiempo en tiempo le daban en recompensa 
de su obediencia y demás buenas cualidades que la 
adornaban. Apenas habia cumplido trece años, 
cuando ya su mamfl que era muy rica, y cuya sa­
lud estaba algo quebrantada, la encargó de distri­
buir entre algunas familias indigentes las abundan­
les limosnas que tenia costumbre de dar, y la buena 
niña dese m penaba su cometido con tanto celo é in­
leligeocia que doblaba, por decirlo asi, el valor do 
SUS benefiCIOS. 
La mayor parte de las horas de asueto las dedi­
caba fl informarse de las verdade1·as necesidades de 
los pobres, buscando el modo de prestarles mas e ti -
• 
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-- 4-
caces auxilios; y, cuando sus estudios le dejaban 
disponer de algun tiempo, lo empleaba en hacer· 
medias y cami~as para los niños pobr·es. 
L\e<>ó el dia de su salito, y su mamá, que apro­
vechaba con gusto todas las ocasiones de pro­
por·cionarle alguna diversion, convidó á comer, no 
sólo á sus parientes mas inmediatos, sino lambien 
á todas las amigas de su hija, y basta organizó un 
cqncierlo casero para mayor· solaz y regocijo. 
La comida fné mur alegre; lodos los convidados 
estuvieron muy contentos; pero ninguno tanto como 
Armacda, que pareéia ser completamente feliz en 
aquella fiesta y correspondía muy agradecida á las 
muchas pruebas de cariño que r·ccibia. 
En 1)1 h10mento en que iban á ser1ir los postres, 
compuestos de frutas, dulces y otras varias golosi­
nas, entró un criado en el comedor para decir á la 
niila que una pobre muger·, con trazas de muy aOigi­
da, deseaba bablal'le á solas. 
Armanda pidió permiso para ir á ver qué que­
ria. Un momento despues vol\'ió visiblemente con­
movida, y, acercándose á su mamá, le dijo algunas 
palabras en voz baja. 
La señora de More!, tal era el nonbre de la que 
la babia dado el sér, pareció vacilar un instante; 
per·o despues, besándola en la frente, le respoodió 
con un tono en que se descubría la tristeza. 
- Puesto que lo deseas, vi}, hija mia; hazte acom­
pañar· por el aya y que Dios le bendiga. 
-¿Que se ha hecho mi sobl'ioa? (Jreguntó al 
cabo ele u o rato una anciana que no habia reparado 
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.. 
1)-
en _este pequeño iocidenle:- ¿supongo que no se 
babJ:á puesto enferma? 
-Nó, contestó la señora de Morel, está perfecta­
mente, acaba de salir y espero que no tardará en 
vol xer. 
La comida empero terminó y Armanda aun es­
taba ausente; llegaron los músicos, empezó el con­
cierto, que fué delicioso; en los intermedios un pres­
tigiador ejecutaba diferentes juegos á cual mas 
admirables, y al mismo tiempo los criados ofrecían á 
los convidados pasteles, sorbetes y refrescos de todas 
clases en magnificos azafatcs de !iligrana. 
Al principio de la velada las amigas de Armanda 
se preguntaban á cada momentO qué babia sido de 
ella; pero despues entre las distracciones y el bullí­
cio no volvieron á mentarla; sólo la señora Mo­
•·el miraba de cuando en cuando el reloj, diciendo 
' para s1: 
-¡Cuánto tarda en vol ver! 
Por su parle la anciana tia pensaba: 
- ¡Qué esiraiio es que mi sobrina no esté aquí! 
Por último, hácia las once de la noche, poco des-
pues que los músicos y el prestigiador se babian re· 
lirado, y cuando el mayor número de los convida­
dos había dejado la casa, Arroanda penetró en el sa­
lon en compañia del aya, y, con los ojos radiantes 
de una dulce alegi'Ía, dijo á su mamá: 
- ¡Está salvado! 
La sefiora l'llorelllevó á un lado á su hija para 
hacerle . algunas preguntas, y des pues le dijo que 
fuera á quitarse el sombrero. 
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-6-
-¿Podré saber al fin porqué nos hemos visto pri-vados de la presencia de mi querida sobrina?, pre­guntó entonces la lía. 
-No hay inconveniente, respondió la señora Mo­re!. El hijo único de una pobre 'viuda, á quien Ar­manda socorría desde hace algun tiempo, estaba atacado del gat•1·otil/o; le hemos mandado visitar por nuestro médico, y éste ha creido que para sal­vade era necesario hacerle una dolorosa operacion en la garganta. La viuda veia con dolor que su hi- . jo no queria que se·le acercase el módico. La pobre no hallaba modo de lograr la salvacion del niño. 
Entonces el médico, qu~ es un hombre excelente, ha creído que tal vez Armanda lograrla hacer enll·ar en razon al nifio y ha rogado á mi hija que fuera allá en seguida. El sacrificio que mi querida Arman­da ha hecho dejando la reunion ha sido coronado por el éxito mas feliz: ha conseguido que el niño dejara obrar al doctor y, practicada la operacion, elteme•·ario enfermo está ahora f11era de peligro. -Todo esto será muy bueno, dijo aturdidamente una niña prima de Armanda; pero el caso es que mi buena prima se ha visto privada de una encanta­dora fiesta celebrada en obsequio suyo, y esto es muy desag•·adable; tanto mas, cuanto que no es la primera vez que Arma oda renuncia á un placer para ocuparse de los pobres, que por cierto no usan de gran prudencia. · 
- Hija mia, le contestó la señora More!, señalan­do á su bija que á la sazon entraba en la sala res­pirando felicidad y alegría; te ¿parece que tu prima 
.. 
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-i 
es digna de compasion en este momento? Cl'éeme, ni­
ña, 110 ltay placer en elmtmdo que igualealgo:oque se 
experimenta aL hacertma buena acclon, y si lo d~tdas .. 
ha:: la prueba ahora mismo: acude á socorrer á un 
desgracrado y pregu.nta en se.q!'ida rí tu cm·azon si es-
tri satisfecho. _ 
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-8-
EL LOBO Y EL GAUO. 
Ansioso de coner· mundo 
Y estudiar costumbre~ nuevas, 
Un lobo, ya entrado en años, 
Dejó su nativa sierra. 
Cruzó valles y roontaiias, 
Campos, bosques y praderas, 
Y vino por fin á da1· 
En una pequeña aldea. 
A lo interior de un corral 
Miró al través de la cerca, 
Y vió tmas cuantas gallinas 
Y un gallo el~ hermosa cresta. 
Que bebian, y despues 
Hácia el cielo sus cabezas 
Levantaban como si algo 
En su lenga le dijeran. 
Admirado nuestro Jobo 
De la ceremonia aquella, 
Encaróse con el gallo 
Y le habló do e~ta mane1·a: 
--Yo soy un lobo extranjero 
Que vengo do luengas tierras, 
Por lo cual de mi p1·egunta 
Espero no se sorprenda. 
¿Porqué á cada so1·bo de agua 
Que beben de esa cazuela 
• 
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• 
-\l-
Esas señoras y usted, 
Uácia el cielo sus cabezas 
Levantan?-¡Oh Señor lobo, 
Contestóle el de la cresta, 
Lo hacemos para dar gracias 
Al Señor de cielo v tict'l'a 
Por los muchos beneficios 
Que sin cesar nos dispensa. 
-¡Qué estúpida ceremonia! 
¡Qué singulares creencias! 
¡Qué sabidillas <¡ue son 
bs gallinas de esta tierra! 
Dijo el lobo, haciendo esc<~rnio 
Oel gallo y sus compaiieras. 
~fas esle la cresta irguiendo, 
Replicóle con fiereza: 
-Vaya ustetl enhoramala, 
·Y mas cortesía apt·enda; 
Pues quien de pias creencias 
Se bw·la de esta manera, 
Es intligno de allet·nar 
Con quien de bueno se precia, 
y merece eterno oprobio 
Y reprobacion eterna . 
Al ver el lobo del ga \lo 
La sin igual entereza, 
Marchóse de alll corrido 
Y con el rabo entre piernas. 
¿Qué tal te parece, Fabio, 
De aquel gallo la respuesta? 
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• 
- 10-
LA GRANDEZA FICTlCIA . 
• 
Tomás, hermoso niño de sonrosadas mejillas, 
quel'ia mucho á sus dos hermanos mayores y tra­
ta,ba de imitarles en cuanto podía. Si estos esci·i­
bian, Tomás pedia papel y lapiz á su papá, y em­
pezaba á hacer garabatos; si estudial:ían la leccion, 
nuestro niño hacia como aquel que lée en un libro 
que muchas. veces teniacogido al revés. En las ho­
ras de recreo, sobre todo, era cuando Tomás imita­
ba verdaderamente los gritos y los saltos de sus dos 
hermanos mayores. 
Un día que les vió salir hácia el colegio, nuestro 
hombrecillo tomó un cuademo, se lo puso debajo 
del brazo y empezó á seguirles por la calle; pero 
su hermano maym· le cogió de la mano y le hizo 
volver á casa. Tomás empezó á llorar, y preguntó 
á su mamá por qué no querian sus hermanos que 
fuése con ellos. 
- Porque aun eres muy pequeño, le contestó su 
mamá; cuando seas mayor te compraré libros é 
irás al .colegio tambien. 
Entonces nuestro niño se puso el sombrero de su 
papá, cogió una silla, la acercó. á la mesa y, sa­
biendo encima de ésta, ex:clamó: 
-Ya soy grande; dame libros, y me iré al colegio. 
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:._ ·¡¡ -
Y después, mirándose con orgullo al espejo, re­
puso: 
-Soy grande, mas grande que mis hermanos. 
Pero su mamá se sonrió, y cogiéndole l')n sus bra­
zos, le dió algunos juguetes para distraerle, al mis· 
roo liem po que decia: 
-¡Cuántos hombres como 1'omás se créen grmules 
sólo porque están colocados .~obre 1m alto pedestal! 
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- 12-
EL PICUO~. 
Juntos e u un palomar 
En otro tiempo vivían 
Dos pichones en alegre 
Y envidiable compañía. 
Juntos hendian el aire 
Con rapidez i na ud ita ; 
Juntos todas las mañanas 
A las praderas vecinas , 
O á las eras do la aldea 
A buscar comida iban ; 
O bien de un cercano arrovo 
En el agua cristalina · 
La ardiente sed apagaban, 
Y después juntos volvian 
A su blanco palomar 
En buena paz y armonía. 
Pero disgustado el uno 
De aquella vitla tranquila, 
A proyectos ambiciosos 
:En su ménte dió cabida, 
Y de su fiel camarada 
Dejando la compaiiía ¡ 
Veloz como una centc la 
C•·uzó ciudades y villas, 
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- 13 -· 
llios y mares, y dió 
Consigo en Alejandria. 
De esta ciudad pasó á Alepo, 
Que es otra ciudad muy linda, 
Donde halló algunos pichones 
Que de correo servían. 
Desde luego ambicionó 
Poder formar en sus filas , 
Gracia que, al saber su mér·ito, 
Le rué al punto concedida. 
Yo no sé cómo esplicar 
De nuestro pichon la dicha, 
Al Yer que le confiaban 
Secretos de gran valía. 
Dos veces á la .;emana , 
A Lados con una cin la 
Llevaba pliegos cerrados 
Del bajá á tierras distintas, 
Por lo cual lleno de or·gullo 
Y satisfaccion vivía. 
¡Y qué poco duradera 
En este mundo es la dicha! 
Cuando menos lo e~peraba 
Hizo su suerte maldita 
Que el Gran Señor ~ospechara 
Que el bajá de alli tenia 
Secretas inteligencias 
Con las huestes enemigas, 
Y mandára un emisario 
Con una órden precisa 
De averiguar los secreto~ 
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-
-H-
Que las cartas contenian. 
Oculto éste tras un árbol 
A nuestro pichon atisba, 
Prepara una flecha, apunta, 
Al tenerle cerca, tira, 
Y herido de muerte, cae 
Del matador casi encima, 
Reconociendo aunque tarde , 
En medio de su agonla, 
Los muchos males que causa 
Una ambicion desmedida. 
FENELON. 
, 
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- ¡¡¡-
-
LOS GUSANOS UE LUZ. 
Carolina tenia u o jardincito que ella misma cul­
th•aba. Cuando llegó la primavera florecieron varias 
de las plantas que en él babia, y nuestm niña se 
paseaba orgullosa por medio de ellas. 
Una noche en que Carolina babia ido á respirar 
el aroma de las llores, vió brillar dos lucecitas sobre 
una planta; y como su mamá le dijera que aquellas 
luces no quemaban¡ la l:iña, llena del mayor asom­
bro, porque nunca nabia visto nada igual, las cogió ' 
con mucho cuidado, y colocllndolas sobre la pal­
ma de la mano, las estuvo examinando con la más 
viva curiosidad, y despues las volvió de nuevo á 
su sitio, exclamando: 
-No quiero privaros por mas tiempo de vuestra 
iibertad; comed de esa yerba tanto como gusteis, y 
sin miedo de que llegue á fallaros; porque si algun 
di a se os acabara, yo misma i1·ia á buscar otra por 
los jardines vecinos. 
Carolina iba cada noche á contemplar sus lindos 
gusanit.os; no los habría cambiado por todo el oro 
del mundo. 
Así pasaron cuatro días: el quinto llegó su primo 
Paco, y Carolina le hizo bajar en seguida al jardín 
para ensefiarle los gusanitos ele luz, que en aquol 
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- iíi -
momento brillaban mas que nunca, en medio de la 
oscuridad de la noche. 
Paco, á ql.!ien le parecieron muy lindos, dijo á su 
prima:-Pongámoslos sobre nuestros sombreros, y 
de este modo podremos lucirlos en el paseo. Verás 
e¡ ué bien estaremos. 
Carolina titubeaba, pero su primo cogió uno 
d-e los gusanos, y Mlocándolo en su cabeza ex­
clamó: 
-Mira qué bien me sienta. ¿No se diria que llevó 
una estrella en la frente? 
Entonces Carolina, que no pudo resistÍ!' á la len­
tacion de parecer tan bella Mmo Paco, cogió el otro 
gusano, y colocándolo entre uno de los lazos de su 
sombrero, tomó el brazo de su primo, dirigiéndose 
Mn él al paseo. De cuando en cuando se paraban pa­
ra contemplar su tocado, y cogiendo los gusanos en­
tre sus dedos los ponían de modo que su brillo, que 
parecía ir disminuyendo visiblemente, resaltára lo 
mas que fuera posible. 
Cuando nuestros dos niños regresaron á su casa, 
preguntaron tristemente por qué razon los gusano~ 
babian dejado de b1·i 11m·. 
-Porque los babeis tocado mucho, y se ban 
muerto, contestó el ¡¡adre íle Carolina. 
Esta y su primo prornm}lieron en sollozos, al con­
siderar que aquellos gusanos que tanta alegria les 
habian causado estaban mue1·tos. -
La pobre niña esclamaba: 
~¡Cuán largas me parecet:án la'S noches ahora 
que ya no tendré el placer de contemplar á mis que-
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rid9• gusanilos! No bajaré mas al jardin porque me 
causaria dofor el ver la planta que les sirvió de 
abrigo. 
Su padre les dijo: 
- Vuestl·as lágf'imas son inútiles, porque con ellas 
no devolvereis la vida á los gusanos de luz. A fuer­
:a ae abusar dedl, llabeis desll·uido la causa de vues· 
tro placer. En adelante sed precavidos. 
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CELIO Y SU REBAÑO. 
Cel io con su rebaño numeroso 
Salió cierta mañana, 
Y á una verde pradera 
De su misera cboza no lejana, 
Aleo<>re encaminóse 
Echándose las penas á la espalda. 
al llegar á un arroyo 
Que todas la mañanas vadeaba, 
Lo encontl·ó tan crecido, 
Que vió que era imposible que sus cabras 
Pudieran vadearlo, ~ 
Sin verse por las aguas, 
Que rápidas corrian, 
Envueltas y arrasll·adas. 
- El puente está muy lejos, á sus solas 
El pastor murmuraba; 
Tal vez, si de este arroyo 
A la má•·gen opuesta yo saltára, 
Tambien me imilariao 
El perro, los carneros y las cabras. 
Probémoslo, p1·obémoslo 
Y acaso evitaré una vuelta larga. 
Y sin mas cumplimientos 
Nuestro buen Cel io salta, 
Y en pos de él atrevidas 
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- 1!1-
Algunas de las reses se abalanzan, 
Y en la contraria orilla 
Consiguen imprimir sus cual ro patas. 
Pero ¿y las demás reses 
Viejas, enfermas, mancas? 
La que saltar intenta 
Oá consigo en el agua; 
Las que cobardes quedan 
En la primera oriUa rezagadas, 
De los hambrientos lobos 
No tardan á mirarse entre las garras. 
Y Celio, arrepentido, 
Con triste acento esclama: 
Ecltm· por el atajo algunas veces 
¡De cuá11tos contratiempos es la causal 
F LORI.AN. 
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- 20-
EL· NJJ~O COLÉRICO. 
El niño 1\lauricio tenia el perro mas bonito del 
mundo; no era mayor que un conejo, tenia Jos ojos 
negros y brillantes, y todo su cuerpo estaba cu­
bierto de larga y sedosa lana blanca como la nieve. 
Azor, que as! se llamaba el perro, era el animal mas 
inteligente de su especie; á la menor señal de Mau­
l'icio 'corría hácia él, le daba la pala, cogía su pa­
ñuelo y ejecutaba toda suerté de habilidades. Pei·o 
lo que le hacia mas interesante era la gran fideli­
dad y el cariño que profesaba á su dueño, cariño 
que le demostraba á cada instante por medio de 
las mas tiernas caricias. Debemos decir tambien 
que el nüío devolvía á su. fiel Azor caricia por ca­
ricia,y que cuidaba de él con el mayor esmero. 
Un dia en que Mauricio jugaba con una herma­
nita suya, le quitó un juguete que tenia en la ma- . 
no. La niña prorumpió en grandes gritos. En esto · 
llegó su hermano mayor, y al ver que Mauricio 
abusaba de sus fuw.as para apoderarse de un ju­
guete que no le pertenecía, le dió un bofeton 
fuertecito y tratándole de chicuelo tirano quiso qui­
tarle la mufieca. 
Intentó Mauricio resistir á su hermano mal•or, 
pero viendo que él era el mas débil, se fué lleno de 
furor, y cerrando la puerta con violencia. ' 
En este momento el perrüo, que estaba en el 
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- ::!1 ~ 
patio, al ver a su dueño COITió hacia él para acari­
ciarle, segun era su costumbre; per·o 1\fauricio, que 
estaba muy incomodado, le rechazó con dureza di-­
ciéndole: 
- Déjame en paz_ 
El pobre animal que no comprendió su lenguaje, 
redobló las caricias para atraerse cuando menos, 
una mirada de su dueño- Enlónces éste sin saber 
lo que se ~acia, tan cegado estaba por la cóler·a, 
sacudió un puntapié al pobre Azor, que se fué de 
allí aullando de dolor; y el malvado niiio, cogieu­
do una piedra, la tiró al animalito, que cayó der­
ribado en ticr·ra_ Este espectáculo calmó la cólera 
del muchacho- Corrió hllcia su perro y lo levantó; 
pero el pobre animal tenia ya una pierna rola, y 
fué preciso que un veterinario se la curát·a durante 
algunos dias_ · · 
Apcsar de que Azor· estuvo muy enrom10, curó; 
si bien quedando cojo por el resto de su vida-
Cada vez que Mauricio veía cojear á su pobre 
perro, se acordaba, en medio de los mayores re­
mordimientos, de su injusta cólera, y no pocas ve­
ces lloró de pesar· apoyado en las rodillas de su 
buena mamá. 
-¡Qué hubier·a sucedido, le decia ésta al mismo 
tiempo que trataba de consolarle, si en vez de mal­
tratar á eso pobre animalito, hubieras len ido la des­
gracia de herir por tu culpa á un sér de lu especie, 
á tu hermano ó á tu hermanita, por ejemplo? 
La c6!era, como tm torrente desbordado, 110 deja 
en pos de sl mas qt1c cs:ragos y desolaáo11 . 
• 
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- 2ll-
' 
JUPITER Y MINOS . 
Un dia á su presencia 
El gran Júpiter hizo 
Comparecer á Minos, juez supremo, 
Y al verle, asile dijo: 
- Oh tú, que á los mortales 
Impones el castigo . 
O bien las recompensas 
Segun po1· su conducta han merecido; 
¿Cuál, dime, á la , virtud es mas opuesto. 
De los humanos vicios? 
¿El sórdido inlerés?-No, excelso Jove, 
Replicó al punto Mínos, 
Sino la ociosidad, de la cual todos 
los vicios de los hombres son 11acidos. 
F LOR IAN . 
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- 23 -
-
EL FANFARRONCITO . 
. 
Un hermoso di a del mes de abril, Víctor iba de 
paseo en compaiiía de sus padres y sus dos herma­
nos mayores. El cielo era de un azul purísimo y no 
estaba manchado de la mas pequefia nube; los pa­
jaritos gorjeaban alegremente sobre las ramas de 
los árboles; el ojiacanto ostentaba hermosas flores, 
y Víctor expe1·imeutaba un verdadero placer en pa­
sear por el campo en un dia tan bello. Iba delante 
de todos, y ora corría con toda la velocidad de sus 
piernas, ora se detenía á coger una violeta ó una 
margarita, y volviendo atrás se las daba á su ma­
dre, que le sonreía dulcemente, y sellaba alguna 
que otra vez con un tierno beso las frescas y son­
rosadas mejillas del hermoso niño. 
Para llegar al barranco que habían fijado como 
término del paseo, tenían que pasar por delante de 
una gran casa de campo situada no léjo& de la po­
blacion, y Víctor, que conocía perfectamente el ca­
mino, llegó el primero á la puerta de la casa. 
El propietario de ella babia comprado pocos días 
antes una hermosa galguit.a. gris, que tema las pa­
tas y las orejas negras, y le babia puesto un bonito 
collar rojo que le sentaba perfectamente. 
La galguita que era. muy cariñosa, en cuanto 
vió á Víctor conió hácia él para acariciarle; pet·o 
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éste, que era algo cobarde, empezó á gritar como 
si la perra le hubiera querido devorar y, lleno <lel 
mayor espanto, fué á ocultarse detrás de su madre. 
El dueño de la pena la llamó, y la madre de 
Vlctor dijo á éste que la galguita no babia querido 
hacerle daño, y que, aun cuando hubiera sido éste 
su ~mpulso, un muchacho debe acostumbrarse á 
hacer· frente al peligro, y aun á desafiarlo en caso 
de neces·idad, sin buscarlo por eso temerariamente. 
Sus hermanos mayores censuraron tnmbien en 
grande su miedo, diciéndole que era vergonzoso 
para un niño como él, que ya tenia cuatro años, 
asustarse de una perrita tan poco temible. 
Víctor se mostró mas sensible á las burlas de 
sus hermanos que á los consejos de su madre: se 
encontraba humillado en el fondo de su corazon. 
Dur·ante el paseo y la merienda pensó varias veces 
en ello. Sin embargo, cuando 1·egresaba á la po­
blacioó. cargado de llores y de piedrecilas que ba­
bia cogido á la orilla del rio, en vez de ir corrien­
do delante de todos como antes, se mantuvo pru­
dentemente al lado de su madre, de miedo de ver­
se nqevamente expuesto á las sospechosas caricias 
<le la galguita. Pero cuando pasaron por delante de 
la casa de campo, que tenia tres pisos, Víctor vió 
que la J}Uerta y las ventanas no estaban abiertas 
como por la mañana y, adivinando que el propie­
tario habría ido á la poblacion y que se habria lle­
vado la perrita, ~e paró orgullosameute delante de 
la puerta, y en ademan de malamoros, y con una 
voz q~e trató de hacer lo mas gruesa posible, a lio 
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, .. 
- ~JJ -
de~ne tu,·iera algo de formidable, gt·itó con todas 
sus fuerzas: 
- ¡Que salga esa perrita, y la tiraré al tejado! 
Sus dos hermanos, que habian seguido todos sus 
movimientos, prorurnpteron en una ruidosa carcaja­
da al o ir aquellc fanfarronada de Victot·, y aun su 
mismo padr~ no pudo menos de reir tambien como 
ellos; pero despues les dijo: . 
- Vlctor no es mas que un niíio; confio en que la 
educacion des~trrol!ará sus buenos instinLQs y corre­
girá sus defectos; pero ¡cuantos hombres desprecia­
bles que se reliral'ian cobardemente si vieran algun 
peligro, se muestran llenos de audacia y dispuestos 
á desafiarlo todo cuando nada tienen que temel'l 
El verdadero valor es como la virtud: se prueba 
con actos !1 no con vanas palabras. 
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' 
-~ti-
SÓCRATES Y SUS A~fiGOS 
Sóm·ates una casa 
Se mandó construir; mas tan estrecb~ . 
Que todos sus amigos, 
Admirados de verla, 
A una voz exclamaron: 
-En verdad causa pena 
Que un hombre como Sócrates, tan grande. 
Habite en una casa tan peq ue11a, 
Que con trabajo puede 
Moverse nadie en ella. 
- -'De amigos verdaderos, 
¡Piuguiera al cielo que la viese llena! 
Les replicó el filósofo, 
Y :rsl mostró cuan grande e1·a su ciencia: 
Pues es liarlo sabido que en et mundo 
fA amistad verdadera, 
Por mas que algunos digan lo contt·a,.io. 
No es ¡ay!. de lo que menos escasea. 
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LA MUÑECA. 
Rosita estaba enferma, y su pobre madre veló 
largo tiempo presa de la mayor inquietud á la cabe­
cera de su lecho. 
Cuando la niña empezó á levantarse, su buen pa­
dre escribió á París para que le mandáran una her­
mosa muñeca, con objeto de que sirviera de dislrac­
cion á la níila durante su convalecencia. 
La muñeca tardó mucho en llegar, razon por la 
que nuestra llosila experimentó doble gozo al reci­
bida. ¡Cuán grande fuó su alegria cuando vió sacar 
del cajon á su linda mujieca, que tenia nada menos 
que dos pies tle longitud, y vestía un mao-n[fico 
traje de raso de co)or de rosa, adornado de finYsimos 
encajes! Rosita dió las mas expresivas gracias á sus 
padres, y besó repetid¡¡s veces la muñeca, á la que 
puso el nombre de Maravilla. 
Cuando hubo admirado bastante el juguete que 
acababa de recibir, pidió y obtuvo el permiso de ir 
á enseñárselo á su vecinila Elena. 
Salió de su casa, y su madre se asomó á la ven­
tana pam veda: Rosita caminaba de prisa con su 
llfaravilla en braws, y llena de la mayor satis­faccion. 
-¡Cuán poco basta para hacer feliz á una niiia! 
deciasu madre. Rosita es en este momento mas fe-
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- tN ·-
¡¡z que una reina. ¡Ojalá la Providrncia le olorgue 
muchos días parecidos á éste! ¡Quiera Dios que mi 
querida hija no conozca la desgracia, y que toda 
su vida ~e deslice tranquilamente en medio de la 
calma propia de la inocencia, y de la felicidad in­
herente á la virtud! 
Mas hé aqui que apenas babia hecho estas relle­
xionc8, vió á su bija que volvía len lamen le, con la 
cabeza inclinada, la mirada triste, y llevando su 
m mieca cogida por u u brazo. 
-¿Quó le babrá sucedido á Rosita que vuelve tan 
triste'! ¿Se habrá puesto enferma? pensó su madre. 
Pero la niña, que en aquel momento enh·aba en 
el gabinete, tiró llena de despecho á MaraYilla so­
bre la mesa, y fué á sentarse en un t·incon, llorando 
amargamente. 
Su madre le preguntó por qué estaba triste y no 
quería juga t· con aquella muñeca. 
-Porque no me gusta, y no la quiero, contest(¡ 
Rosita; Elena tiene una de resorte que le ha regala­
do su madrina, y yo no podré consolarme, á menos 
que me compren otra igual. . 
-¿La hermosura de la muiíeca de Elena le quila 
algun valor á la tuya, de qno estabas tao satisfecha 
hace UD momento? dijo SU madre. Y aun cuao(Jo tP 
compráramos una igual á la de tu amiga, ¡,crees 
quo no encontrarías otms mejores que excitarian de 
nuevo tu envidia? 
En este momento penetraron en el gabinete el 
padre de Rosita y otras personas, y su madre COtTió 
á esconderse en su cuarto con el corazon oprimido, 
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y cayendo de rodillas delante de un crucifijo, lloró 
amargamente y elevó al cielo esta plegaria: 
-Dios mio, Vos que disponeis del corazon de las 
CJ'iatUI·as, tocad el de mi pobre hija para que se vea 
libre del feo vicio de la envidia, á fin de que pueda 
vivi1· feliz; porque no hp.y dicha posible para el en­
vidioso . 
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LA CORTE DE LA III UERTE. 
Queriendo elegir ministr·o 
Juntó en torno suyo un dia 
La Muerte á sus cor·tesanas 
Y así les habló:-Hijas mias, 
Ahora que os ' 'eO á todas 
En mi corte reunidas , 
Empezad por exponer 
Vuestro poder y ' 'alía, 
A fin de que pueda yo, 
Sin cometer injusticia, 
A la mas digna de todas 
Escoger por favorita. 
Habló primet·o la Fiebre, 
Y alegó que destr·uia 
Con su ardor á mucha gente; 
Oespues Paralisis fria 
Oizo ver que de los miembros 
Pa..alizaba la vida; 
Su poder de hincbar· el vientre 
Esptiso la Hidropesía; 
El Cólico, los dolores 
Que causaba y las fatigas; 
La Gota con su cojera, 
La Piedra, la Pulmonía, 
Y el Asma con su silencio, 
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- :J'I -
La preferencia pedían; 
La Peste de sus estragos 
Rizo gala, y distinguida 
Pedia ser entre todas; 
La Tisis tambien quel'ia, 
Por los daños que causaba, 
Ser á todas preferida. 
Llegaba aquí la disputa 
Cuando se vió interrumpida 
Por el eco de las danzas , 
Festines, voces y rilias; 
Y una mujer descarada, 
De tez sonrosada y viva, 
De semblante muy jovial 
Y de mirada lasciva, 
En la sala penetr·ó 
De inmensa turba seguida 
Oe gastrónomos, bacantes, 
Y de gente muy perdida. 
-Yo me llamo Intemperancia, 
Entrando en la sala grita; 
Mis méritos superiores 
Acatad, banda enfermiza. 
En servicio del monarca 
Que se sienta en esa silla 
¿Quién puede luchar conmigo? 
Entre todas, la mas digna 
De ser su ministro soy. 
Si acortais la humana vida, 
¿No me lo debeis á mi? 
Reconoced mi valía. 
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Por los labios del monarca 
Vagó una horrible sonrisa, 
1' sentándola á su lado 
La. aclamó su favori la. 
Si quieres en este 1111l1Uio 
Go-:ar de 1111a larga vida. 
No d~s en la intempera11cin: 
Recuerda es/a j'abu/illa. 
00DSU!\ . 
FIN. 
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