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l.!:t .) ~ :-~ 8:Z ::1 CUENTOS Y FABULAS VARIOS AUTORES 'J:' R ADUO:COOR POI~ C. E. DE CAMPFLORIT . • -r-e_-~-"--- BARCELONA. RSTABLECJMIEt\TO TrPOGRÁrlCO ll!l LUIS TASSO, ARCO DtL Tf.J..1RO, CAU.EJO~ l.~llll. l .t>S !'\('11:. 21 \" 23 - 186S. - © Biblioteca Nacional de España • • ' • 1 © Biblioteca Nacional de España • CUENTOS Y FÁBULAS. ' ARMAN DA. Armanda era la nilía mas buena y caritat~a. No tenia aun mas que tres afios y medio, cuando ya comparlla con los pobres los dulces y los pasteles que de tiempo en tiempo le daban en recompensa de su obediencia y demás buenas cualidades que la adornaban. Apenas habia cumplido trece años, cuando ya su mamfl que era muy rica, y cuya sa lud estaba algo quebrantada, la encargó de distri buir entre algunas familias indigentes las abundan les limosnas que tenia costumbre de dar, y la buena niña dese m penaba su cometido con tanto celo é in leligeocia que doblaba, por decirlo asi, el valor do SUS benefiCIOS. La mayor parte de las horas de asueto las dedi caba fl informarse de las verdade1·as necesidades de los pobres, buscando el modo de prestarles mas e ti - • © Biblioteca Nacional de España -- 4- caces auxilios; y, cuando sus estudios le dejaban disponer de algun tiempo, lo empleaba en hacer· medias y cami~as para los niños pobr·es. L\e<>ó el dia de su salito, y su mamá, que apro vechaba con gusto todas las ocasiones de pro por·cionarle alguna diversion, convidó á comer, no sólo á sus parientes mas inmediatos, sino lambien á todas las amigas de su hija, y basta organizó un cqncierlo casero para mayor· solaz y regocijo. La comida fné mur alegre; lodos los convidados estuvieron muy contentos; pero ninguno tanto como Armacda, que pareéia ser completamente feliz en aquella fiesta y correspondía muy agradecida á las muchas pruebas de cariño que r·ccibia. En 1)1 h10mento en que iban á ser1ir los postres, compuestos de frutas, dulces y otras varias golosi nas, entró un criado en el comedor para decir á la niila que una pobre muger·, con trazas de muy aOigi da, deseaba bablal'le á solas. Armanda pidió permiso para ir á ver qué que ria. Un momento despues vol\'ió visiblemente con movida, y, acercándose á su mamá, le dijo algunas palabras en voz baja. La señora de More!, tal era el nonbre de la que la babia dado el sér, pareció vacilar un instante; per·o despues, besándola en la frente, le respoodió con un tono en que se descubría la tristeza. - Puesto que lo deseas, vi}, hija mia; hazte acom pañar· por el aya y que Dios le bendiga. -¿Que se ha hecho mi sobl'ioa? (Jreguntó al cabo ele u o rato una anciana que no habia reparado © Biblioteca Nacional de España .. 1)- en _este pequeño iocidenle:- ¿supongo que no se babJ:á puesto enferma? -Nó, contestó la señora de Morel, está perfecta mente, acaba de salir y espero que no tardará en vol xer. La comida empero terminó y Armanda aun es taba ausente; llegaron los músicos, empezó el con cierto, que fué delicioso; en los intermedios un pres tigiador ejecutaba diferentes juegos á cual mas admirables, y al mismo tiempo los criados ofrecían á los convidados pasteles, sorbetes y refrescos de todas clases en magnificos azafatcs de !iligrana. Al principio de la velada las amigas de Armanda se preguntaban á cada momentO qué babia sido de ella; pero despues entre las distracciones y el bullí cio no volvieron á mentarla; sólo la señora Mo •·el miraba de cuando en cuando el reloj, diciendo ' para s1: -¡Cuánto tarda en vol ver! Por su parle la anciana tia pensaba: - ¡Qué esiraiio es que mi sobrina no esté aquí! Por último, hácia las once de la noche, poco des- pues que los músicos y el prestigiador se babian re· lirado, y cuando el mayor número de los convida dos había dejado la casa, Arroanda penetró en el sa lon en compañia del aya, y, con los ojos radiantes de una dulce alegi'Ía, dijo á su mamá: - ¡Está salvado! La sefiora l'llorelllevó á un lado á su hija para hacerle . algunas preguntas, y des pues le dijo que fuera á quitarse el sombrero. • © Biblioteca Nacional de España -6- -¿Podré saber al fin porqué nos hemos visto pri-vados de la presencia de mi querida sobrina?, preguntó entonces la lía. -No hay inconveniente, respondió la señora More!. El hijo único de una pobre 'viuda, á quien Armanda socorría desde hace algun tiempo, estaba atacado del gat•1·otil/o; le hemos mandado visitar por nuestro médico, y éste ha creido que para salvade era necesario hacerle una dolorosa operacion en la garganta. La viuda veia con dolor que su hi- . jo no queria que se·le acercase el módico. La pobre no hallaba modo de lograr la salvacion del niño. Entonces el médico, qu~ es un hombre excelente, ha creído que tal vez Armanda lograrla hacer enll·ar en razon al nifio y ha rogado á mi hija que fuera allá en seguida. El sacrificio que mi querida Armanda ha hecho dejando la reunion ha sido coronado por el éxito mas feliz: ha conseguido que el niño dejara obrar al doctor y, practicada la operacion, elteme•·ario enfermo está ahora f11era de peligro. -Todo esto será muy bueno, dijo aturdidamente una niña prima de Armanda; pero el caso es que mi buena prima se ha visto privada de una encantadora fiesta celebrada en obsequio suyo, y esto es muy desag•·adable; tanto mas, cuanto que no es la primera vez que Arma oda renuncia á un placer para ocuparse de los pobres, que por cierto no usan de gran prudencia. · - Hija mia, le contestó la señora More!, señalando á su bija que á la sazon entraba en la sala respirando felicidad y alegría; te ¿parece que tu prima .. © Biblioteca Nacional de España -i es digna de compasion en este momento? Cl'éeme, ni ña, 110 ltay placer en elmtmdo que igualealgo:oque se experimenta aL hacertma buena acclon, y si lo d~tdas .. ha:: la prueba ahora mismo: acude á socorrer á un desgracrado y pregu.nta en se.q!'ida rí tu cm·azon si es- tri satisfecho. _ • © Biblioteca Nacional de España -8- EL LOBO Y EL GAUO. Ansioso de coner· mundo Y estudiar costumbre~ nuevas, Un lobo, ya entrado en años, Dejó su nativa sierra. Cruzó valles y roontaiias, Campos, bosques y praderas, Y vino por fin á da1· En una pequeña aldea. A lo interior de un corral Miró al través de la cerca, Y vió tmas cuantas gallinas Y un gallo el~ hermosa cresta. Que bebian, y despues Hácia el cielo sus cabezas Levantaban como si algo En su lenga le dijeran. Admirado nuestro Jobo De la ceremonia aquella, Encaróse con el gallo Y le habló do e~ta mane1·a: --Yo soy un lobo extranjero Que vengo do luengas tierras, Por lo cual de mi p1·egunta Espero no se sorprenda. ¿Porqué á cada so1·bo de agua Que beben de esa cazuela • © Biblioteca Nacional de España • -\l- Esas señoras y usted, Uácia el cielo sus cabezas Levantan?-¡Oh Señor lobo, Contestóle el de la cresta, Lo hacemos para dar gracias Al Señor de cielo v tict'l'a Por los muchos beneficios Que sin cesar nos dispensa. -¡Qué estúpida ceremonia! ¡Qué singulares creencias! ¡Qué sabidillas <¡ue son bs gallinas de esta tierra! Dijo el lobo, haciendo esc<~rnio Oel gallo y sus compaiieras. ~fas esle la cresta irguiendo, Replicóle con fiereza: -Vaya ustetl enhoramala, ·Y mas cortesía apt·enda; Pues quien de pias creencias Se bw·la de esta manera, Es intligno de allet·nar Con quien de bueno se precia, y merece eterno oprobio Y reprobacion eterna . Al ver el lobo del ga \lo La sin igual entereza, Marchóse de alll corrido Y con el rabo entre piernas. ¿Qué tal te parece, Fabio, De aquel gallo la respuesta? © Biblioteca Nacional de España • - 10- LA GRANDEZA FICTlCIA . • Tomás, hermoso niño de sonrosadas mejillas, quel'ia mucho á sus dos hermanos mayores y tra ta,ba de imitarles en cuanto podía. Si estos esci·i bian, Tomás pedia papel y lapiz á su papá, y em pezaba á hacer garabatos; si estudial:ían la leccion, nuestro niño hacia como aquel que lée en un libro que muchas. veces teniacogido al revés. En las ho ras de recreo, sobre todo, era cuando Tomás imita ba verdaderamente los gritos y los saltos de sus dos hermanos mayores. Un día que les vió salir hácia el colegio, nuestro hombrecillo tomó un cuademo, se lo puso debajo del brazo y empezó á seguirles por la calle; pero su hermano maym· le cogió de la mano y le hizo volver á casa. Tomás empezó á llorar, y preguntó á su mamá por qué no querian sus hermanos que fuése con ellos. - Porque aun eres muy pequeño, le contestó su mamá; cuando seas mayor te compraré libros é irás al .colegio tambien. Entonces nuestro niño se puso el sombrero de su papá, cogió una silla, la acercó. á la mesa y, sa biendo encima de ésta, ex:clamó: -Ya soy grande; dame libros, y me iré al colegio. © Biblioteca Nacional de España :._ ·¡¡ - Y después, mirándose con orgullo al espejo, re puso: -Soy grande, mas grande que mis hermanos. Pero su mamá se sonrió, y cogiéndole l')n sus bra zos, le dió algunos juguetes para distraerle, al mis· roo liem po que decia: -¡Cuántos hombres como 1'omás se créen grmules sólo porque están colocados .~obre 1m alto pedestal! • © Biblioteca Nacional de España - 12- EL PICUO~. Juntos e u un palomar En otro tiempo vivían Dos pichones en alegre Y envidiable compañía. Juntos hendian el aire Con rapidez i na ud ita ; Juntos todas las mañanas A las praderas vecinas , O á las eras do la aldea A buscar comida iban ; O bien de un cercano arrovo En el agua cristalina · La ardiente sed apagaban, Y después juntos volvian A su blanco palomar En buena paz y armonía. Pero disgustado el uno De aquella vitla tranquila, A proyectos ambiciosos :En su ménte dió cabida, Y de su fiel camarada Dejando la compaiiía ¡ Veloz como una centc la C•·uzó ciudades y villas, © Biblioteca Nacional de España - 13 -· llios y mares, y dió Consigo en Alejandria. De esta ciudad pasó á Alepo, Que es otra ciudad muy linda, Donde halló algunos pichones Que de correo servían. Desde luego ambicionó Poder formar en sus filas , Gracia que, al saber su mér·ito, Le rué al punto concedida. Yo no sé cómo esplicar De nuestro pichon la dicha, Al Yer que le confiaban Secretos de gran valía. Dos veces á la .;emana , A Lados con una cin la Llevaba pliegos cerrados Del bajá á tierras distintas, Por lo cual lleno de or·gullo Y satisfaccion vivía. ¡Y qué poco duradera En este mundo es la dicha! Cuando menos lo e~peraba Hizo su suerte maldita Que el Gran Señor ~ospechara Que el bajá de alli tenia Secretas inteligencias Con las huestes enemigas, Y mandára un emisario Con una órden precisa De averiguar los secreto~ © Biblioteca Nacional de España - -H- Que las cartas contenian. Oculto éste tras un árbol A nuestro pichon atisba, Prepara una flecha, apunta, Al tenerle cerca, tira, Y herido de muerte, cae Del matador casi encima, Reconociendo aunque tarde , En medio de su agonla, Los muchos males que causa Una ambicion desmedida. FENELON. , © Biblioteca Nacional de España - ¡¡¡- - LOS GUSANOS UE LUZ. Carolina tenia u o jardincito que ella misma cul th•aba. Cuando llegó la primavera florecieron varias de las plantas que en él babia, y nuestm niña se paseaba orgullosa por medio de ellas. Una noche en que Carolina babia ido á respirar el aroma de las llores, vió brillar dos lucecitas sobre una planta; y como su mamá le dijera que aquellas luces no quemaban¡ la l:iña, llena del mayor asom bro, porque nunca nabia visto nada igual, las cogió ' con mucho cuidado, y colocllndolas sobre la pal ma de la mano, las estuvo examinando con la más viva curiosidad, y despues las volvió de nuevo á su sitio, exclamando: -No quiero privaros por mas tiempo de vuestra iibertad; comed de esa yerba tanto como gusteis, y sin miedo de que llegue á fallaros; porque si algun di a se os acabara, yo misma i1·ia á buscar otra por los jardines vecinos. Carolina iba cada noche á contemplar sus lindos gusanit.os; no los habría cambiado por todo el oro del mundo. Así pasaron cuatro días: el quinto llegó su primo Paco, y Carolina le hizo bajar en seguida al jardín para ensefiarle los gusanitos ele luz, que en aquol © Biblioteca Nacional de España - iíi - momento brillaban mas que nunca, en medio de la oscuridad de la noche. Paco, á ql.!ien le parecieron muy lindos, dijo á su prima:-Pongámoslos sobre nuestros sombreros, y de este modo podremos lucirlos en el paseo. Verás e¡ ué bien estaremos. Carolina titubeaba, pero su primo cogió uno d-e los gusanos, y Mlocándolo en su cabeza ex clamó: -Mira qué bien me sienta. ¿No se diria que llevó una estrella en la frente? Entonces Carolina, que no pudo resistÍ!' á la len tacion de parecer tan bella Mmo Paco, cogió el otro gusano, y colocándolo entre uno de los lazos de su sombrero, tomó el brazo de su primo, dirigiéndose Mn él al paseo. De cuando en cuando se paraban pa ra contemplar su tocado, y cogiendo los gusanos en tre sus dedos los ponían de modo que su brillo, que parecía ir disminuyendo visiblemente, resaltára lo mas que fuera posible. Cuando nuestros dos niños regresaron á su casa, preguntaron tristemente por qué razon los gusano~ babian dejado de b1·i 11m·. -Porque los babeis tocado mucho, y se ban muerto, contestó el ¡¡adre íle Carolina. Esta y su primo prornm}lieron en sollozos, al con siderar que aquellos gusanos que tanta alegria les habian causado estaban mue1·tos. - La pobre niña esclamaba: ~¡Cuán largas me parecet:án la'S noches ahora que ya no tendré el placer de contemplar á mis que- ' © Biblioteca Nacional de España - ti- rid9• gusanilos! No bajaré mas al jardin porque me causaria dofor el ver la planta que les sirvió de abrigo. Su padre les dijo: - Vuestl·as lágf'imas son inútiles, porque con ellas no devolvereis la vida á los gusanos de luz. A fuer :a ae abusar dedl, llabeis desll·uido la causa de vues· tro placer. En adelante sed precavidos. • • • • © Biblioteca Nacional de España - 18- CELIO Y SU REBAÑO. Cel io con su rebaño numeroso Salió cierta mañana, Y á una verde pradera De su misera cboza no lejana, Aleo<>re encaminóse Echándose las penas á la espalda. al llegar á un arroyo Que todas la mañanas vadeaba, Lo encontl·ó tan crecido, Que vió que era imposible que sus cabras Pudieran vadearlo, ~ Sin verse por las aguas, Que rápidas corrian, Envueltas y arrasll·adas. - El puente está muy lejos, á sus solas El pastor murmuraba; Tal vez, si de este arroyo A la má•·gen opuesta yo saltára, Tambien me imilariao El perro, los carneros y las cabras. Probémoslo, p1·obémoslo Y acaso evitaré una vuelta larga. Y sin mas cumplimientos Nuestro buen Cel io salta, Y en pos de él atrevidas • © Biblioteca Nacional de España - 1!1- Algunas de las reses se abalanzan, Y en la contraria orilla Consiguen imprimir sus cual ro patas. Pero ¿y las demás reses Viejas, enfermas, mancas? La que saltar intenta Oá consigo en el agua; Las que cobardes quedan En la primera oriUa rezagadas, De los hambrientos lobos No tardan á mirarse entre las garras. Y Celio, arrepentido, Con triste acento esclama: Ecltm· por el atajo algunas veces ¡De cuá11tos contratiempos es la causal F LORI.AN. • © Biblioteca Nacional de España - 20- EL· NJJ~O COLÉRICO. El niño 1\lauricio tenia el perro mas bonito del mundo; no era mayor que un conejo, tenia Jos ojos negros y brillantes, y todo su cuerpo estaba cu bierto de larga y sedosa lana blanca como la nieve. Azor, que as! se llamaba el perro, era el animal mas inteligente de su especie; á la menor señal de Mau l'icio 'corría hácia él, le daba la pala, cogía su pa ñuelo y ejecutaba toda suerté de habilidades. Pei·o lo que le hacia mas interesante era la gran fideli dad y el cariño que profesaba á su dueño, cariño que le demostraba á cada instante por medio de las mas tiernas caricias. Debemos decir tambien que el nüío devolvía á su. fiel Azor caricia por ca ricia,y que cuidaba de él con el mayor esmero. Un dia en que Mauricio jugaba con una herma nita suya, le quitó un juguete que tenia en la ma- . no. La niña prorumpió en grandes gritos. En esto · llegó su hermano mayor, y al ver que Mauricio abusaba de sus fuw.as para apoderarse de un ju guete que no le pertenecía, le dió un bofeton fuertecito y tratándole de chicuelo tirano quiso qui tarle la mufieca. Intentó Mauricio resistir á su hermano mal•or, pero viendo que él era el mas débil, se fué lleno de furor, y cerrando la puerta con violencia. ' En este momento el perrüo, que estaba en el © Biblioteca Nacional de España - ::!1 ~ patio, al ver a su dueño COITió hacia él para acari ciarle, segun era su costumbre; per·o 1\fauricio, que estaba muy incomodado, le rechazó con dureza di- ciéndole: - Déjame en paz_ El pobre animal que no comprendió su lenguaje, redobló las caricias para atraerse cuando menos, una mirada de su dueño- Enlónces éste sin saber lo que se ~acia, tan cegado estaba por la cóler·a, sacudió un puntapié al pobre Azor, que se fué de allí aullando de dolor; y el malvado niiio, cogieu do una piedra, la tiró al animalito, que cayó der ribado en ticr·ra_ Este espectáculo calmó la cólera del muchacho- Corrió hllcia su perro y lo levantó; pero el pobre animal tenia ya una pierna rola, y fué preciso que un veterinario se la curát·a durante algunos dias_ · · Apcsar de que Azor· estuvo muy enrom10, curó; si bien quedando cojo por el resto de su vida- Cada vez que Mauricio veía cojear á su pobre perro, se acordaba, en medio de los mayores re mordimientos, de su injusta cólera, y no pocas ve ces lloró de pesar· apoyado en las rodillas de su buena mamá. -¡Qué hubier·a sucedido, le decia ésta al mismo tiempo que trataba de consolarle, si en vez de mal tratar á eso pobre animalito, hubieras len ido la des gracia de herir por tu culpa á un sér de lu especie, á tu hermano ó á tu hermanita, por ejemplo? La c6!era, como tm torrente desbordado, 110 deja en pos de sl mas qt1c cs:ragos y desolaáo11 . • © Biblioteca Nacional de España • - 2ll- ' JUPITER Y MINOS . Un dia á su presencia El gran Júpiter hizo Comparecer á Minos, juez supremo, Y al verle, asile dijo: - Oh tú, que á los mortales Impones el castigo . O bien las recompensas Segun po1· su conducta han merecido; ¿Cuál, dime, á la , virtud es mas opuesto. De los humanos vicios? ¿El sórdido inlerés?-No, excelso Jove, Replicó al punto Mínos, Sino la ociosidad, de la cual todos los vicios de los hombres son 11acidos. F LOR IAN . • © Biblioteca Nacional de España - 23 - - EL FANFARRONCITO . . Un hermoso di a del mes de abril, Víctor iba de paseo en compaiiía de sus padres y sus dos herma nos mayores. El cielo era de un azul purísimo y no estaba manchado de la mas pequefia nube; los pa jaritos gorjeaban alegremente sobre las ramas de los árboles; el ojiacanto ostentaba hermosas flores, y Víctor expe1·imeutaba un verdadero placer en pa sear por el campo en un dia tan bello. Iba delante de todos, y ora corría con toda la velocidad de sus piernas, ora se detenía á coger una violeta ó una margarita, y volviendo atrás se las daba á su ma dre, que le sonreía dulcemente, y sellaba alguna que otra vez con un tierno beso las frescas y son rosadas mejillas del hermoso niño. Para llegar al barranco que habían fijado como término del paseo, tenían que pasar por delante de una gran casa de campo situada no léjo& de la po blacion, y Víctor, que conocía perfectamente el ca mino, llegó el primero á la puerta de la casa. El propietario de ella babia comprado pocos días antes una hermosa galguit.a. gris, que tema las pa tas y las orejas negras, y le babia puesto un bonito collar rojo que le sentaba perfectamente. La galguita que era. muy cariñosa, en cuanto vió á Víctor conió hácia él para acariciarle; pet·o © Biblioteca Nacional de España -24- éste, que era algo cobarde, empezó á gritar como si la perra le hubiera querido devorar y, lleno <lel mayor espanto, fué á ocultarse detrás de su madre. El dueño de la pena la llamó, y la madre de Vlctor dijo á éste que la galguita no babia querido hacerle daño, y que, aun cuando hubiera sido éste su ~mpulso, un muchacho debe acostumbrarse á hacer· frente al peligro, y aun á desafiarlo en caso de neces·idad, sin buscarlo por eso temerariamente. Sus hermanos mayores censuraron tnmbien en grande su miedo, diciéndole que era vergonzoso para un niño como él, que ya tenia cuatro años, asustarse de una perrita tan poco temible. Víctor se mostró mas sensible á las burlas de sus hermanos que á los consejos de su madre: se encontraba humillado en el fondo de su corazon. Dur·ante el paseo y la merienda pensó varias veces en ello. Sin embargo, cuando 1·egresaba á la po blacioó. cargado de llores y de piedrecilas que ba bia cogido á la orilla del rio, en vez de ir corrien do delante de todos como antes, se mantuvo pru dentemente al lado de su madre, de miedo de ver se nqevamente expuesto á las sospechosas caricias <le la galguita. Pero cuando pasaron por delante de la casa de campo, que tenia tres pisos, Víctor vió que la J}Uerta y las ventanas no estaban abiertas como por la mañana y, adivinando que el propie tario habría ido á la poblacion y que se habria lle vado la perrita, ~e paró orgullosameute delante de la puerta, y en ademan de malamoros, y con una voz q~e trató de hacer lo mas gruesa posible, a lio © Biblioteca Nacional de España , .. - ~JJ - de~ne tu,·iera algo de formidable, gt·itó con todas sus fuerzas: - ¡Que salga esa perrita, y la tiraré al tejado! Sus dos hermanos, que habian seguido todos sus movimientos, prorurnpteron en una ruidosa carcaja da al o ir aquellc fanfarronada de Victot·, y aun su mismo padr~ no pudo menos de reir tambien como ellos; pero despues les dijo: . - Vlctor no es mas que un niíio; confio en que la educacion des~trrol!ará sus buenos instinLQs y corre girá sus defectos; pero ¡cuantos hombres desprecia bles que se reliral'ian cobardemente si vieran algun peligro, se muestran llenos de audacia y dispuestos á desafiarlo todo cuando nada tienen que temel'l El verdadero valor es como la virtud: se prueba con actos !1 no con vanas palabras. - © Biblioteca Nacional de España ' -~ti- SÓCRATES Y SUS A~fiGOS Sóm·ates una casa Se mandó construir; mas tan estrecb~ . Que todos sus amigos, Admirados de verla, A una voz exclamaron: -En verdad causa pena Que un hombre como Sócrates, tan grande. Habite en una casa tan peq ue11a, Que con trabajo puede Moverse nadie en ella. - -'De amigos verdaderos, ¡Piuguiera al cielo que la viese llena! Les replicó el filósofo, Y :rsl mostró cuan grande e1·a su ciencia: Pues es liarlo sabido que en et mundo fA amistad verdadera, Por mas que algunos digan lo contt·a,.io. No es ¡ay!. de lo que menos escasea. © Biblioteca Nacional de España -27- LA MUÑECA. Rosita estaba enferma, y su pobre madre veló largo tiempo presa de la mayor inquietud á la cabe cera de su lecho. Cuando la niña empezó á levantarse, su buen pa dre escribió á París para que le mandáran una her mosa muñeca, con objeto de que sirviera de dislrac cion á la níila durante su convalecencia. La muñeca tardó mucho en llegar, razon por la que nuestra llosila experimentó doble gozo al reci bida. ¡Cuán grande fuó su alegria cuando vió sacar del cajon á su linda mujieca, que tenia nada menos que dos pies tle longitud, y vestía un mao-n[fico traje de raso de co)or de rosa, adornado de finYsimos encajes! Rosita dió las mas expresivas gracias á sus padres, y besó repetid¡¡s veces la muñeca, á la que puso el nombre de Maravilla. Cuando hubo admirado bastante el juguete que acababa de recibir, pidió y obtuvo el permiso de ir á enseñárselo á su vecinila Elena. Salió de su casa, y su madre se asomó á la ven tana pam veda: Rosita caminaba de prisa con su llfaravilla en braws, y llena de la mayor satisfaccion. -¡Cuán poco basta para hacer feliz á una niiia! deciasu madre. Rosita es en este momento mas fe- © Biblioteca Nacional de España - tN ·- ¡¡z que una reina. ¡Ojalá la Providrncia le olorgue muchos días parecidos á éste! ¡Quiera Dios que mi querida hija no conozca la desgracia, y que toda su vida ~e deslice tranquilamente en medio de la calma propia de la inocencia, y de la felicidad in herente á la virtud! Mas hé aqui que apenas babia hecho estas relle xionc8, vió á su bija que volvía len lamen le, con la cabeza inclinada, la mirada triste, y llevando su m mieca cogida por u u brazo. -¿Quó le babrá sucedido á Rosita que vuelve tan triste'! ¿Se habrá puesto enferma? pensó su madre. Pero la niña, que en aquel momento enh·aba en el gabinete, tiró llena de despecho á MaraYilla so bre la mesa, y fué á sentarse en un t·incon, llorando amargamente. Su madre le preguntó por qué estaba triste y no quería juga t· con aquella muñeca. -Porque no me gusta, y no la quiero, contest(¡ Rosita; Elena tiene una de resorte que le ha regala do su madrina, y yo no podré consolarme, á menos que me compren otra igual. . -¿La hermosura de la muiíeca de Elena le quila algun valor á la tuya, de qno estabas tao satisfecha hace UD momento? dijo SU madre. Y aun cuao(Jo tP compráramos una igual á la de tu amiga, ¡,crees quo no encontrarías otms mejores que excitarian de nuevo tu envidia? En este momento penetraron en el gabinete el padre de Rosita y otras personas, y su madre COtTió á esconderse en su cuarto con el corazon oprimido, © Biblioteca Nacional de España - 2!) - y cayendo de rodillas delante de un crucifijo, lloró amargamente y elevó al cielo esta plegaria: -Dios mio, Vos que disponeis del corazon de las CJ'iatUI·as, tocad el de mi pobre hija para que se vea libre del feo vicio de la envidia, á fin de que pueda vivi1· feliz; porque no hp.y dicha posible para el en vidioso . • • • © Biblioteca Nacional de España LA CORTE DE LA III UERTE. Queriendo elegir ministr·o Juntó en torno suyo un dia La Muerte á sus cor·tesanas Y así les habló:-Hijas mias, Ahora que os ' 'eO á todas En mi corte reunidas , Empezad por exponer Vuestro poder y ' 'alía, A fin de que pueda yo, Sin cometer injusticia, A la mas digna de todas Escoger por favorita. Habló primet·o la Fiebre, Y alegó que destr·uia Con su ardor á mucha gente; Oespues Paralisis fria Oizo ver que de los miembros Pa..alizaba la vida; Su poder de hincbar· el vientre Esptiso la Hidropesía; El Cólico, los dolores Que causaba y las fatigas; La Gota con su cojera, La Piedra, la Pulmonía, Y el Asma con su silencio, © Biblioteca Nacional de España \ - :J'I - La preferencia pedían; La Peste de sus estragos Rizo gala, y distinguida Pedia ser entre todas; La Tisis tambien quel'ia, Por los daños que causaba, Ser á todas preferida. Llegaba aquí la disputa Cuando se vió interrumpida Por el eco de las danzas , Festines, voces y rilias; Y una mujer descarada, De tez sonrosada y viva, De semblante muy jovial Y de mirada lasciva, En la sala penetr·ó De inmensa turba seguida Oe gastrónomos, bacantes, Y de gente muy perdida. -Yo me llamo Intemperancia, Entrando en la sala grita; Mis méritos superiores Acatad, banda enfermiza. En servicio del monarca Que se sienta en esa silla ¿Quién puede luchar conmigo? Entre todas, la mas digna De ser su ministro soy. Si acortais la humana vida, ¿No me lo debeis á mi? Reconoced mi valía. • © Biblioteca Nacional de España • - 32- Por los labios del monarca Vagó una horrible sonrisa, 1' sentándola á su lado La. aclamó su favori la. Si quieres en este 1111l1Uio Go-:ar de 1111a larga vida. No d~s en la intempera11cin: Recuerda es/a j'abu/illa. 00DSU!\ . FIN. © Biblioteca Nacional de España CUBIERTA CUENTOS Y FÁBULAS ARMANDA EL LOBO Y EL GALLO LA GRANDEZA FICTICIA EL PICHON LOS GUSANOS DE LUZ CELIO Y SU REBAÑO EL NIÑO COLÉRICO JUPITER Y MINOS EL FANFARRONCITO SÓCRATES Y SUS AMIGOS LA MUÑECA LA CORTE DE LA MUERTE