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“No olvidemos que la desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal. Y la única manera de que la cultura no se pierda es que se mantengan en dinamismo, en constante movimiento”. Dijo Jorge Bergoglio, mejor conocido como el Papa Francisco.
El propósito de este ensayo es explorar y proponer acciones concretas para mejorar la calidad de vida de la comunidad Tepehuana del Norte, una etnia indígena que habita principalmente en el extremo sur del estado de Durango y, en forma de medialuna, toca los estados de Nayarit y Zacatecas. Los Tepehuanos, divididos en los Tepehuanos del Norte y los Tepehuanos del Sur, conservan una rica herencia cultural y una forma de vida estrechamente ligada a sus tradiciones ancestrales.
A través de este análisis, busco comprender las áreas clave que afectan la vida de nosotros como comunidad de los Tepehuanos del Norte, desde la salud y la educación hasta el desarrollo económico y la preservación cultural. Los objetivos principales de este análisis son identificar las necesidades prioritarias de la comunidad, proponer soluciones prácticas y sostenibles, y destacar la importancia de preservar nuestra identidad cultural mientras se mejoran las condiciones de vida. Este ensayo pretende ofrecer una visión integral y respetuosa de mi comunidad, subrayando la necesidad de un enfoque colaborativo que incluya al gobierno, organizaciones no gubernamentales y los propios miembros de la etnia para lograr un desarrollo armonioso y equitativo. Déjenme contarles un poco más sobre el tema.
Somos un grupo indígena dividido en dos: “Tepehuanos del Norte” y “Tepehuanos del Sur”. Ambos tenemos diferencias culturales, geográficas significativas, aunque compartimos raíces lingüísticas y algunas de nuestras tradiciones, sin embargo, me enfocaré a hablarles acerca de los Tepehuanos del Norte, debido que yo provengo de ahí.
Recuerdo esos tiempos, tiempos de lucha por nuestras tradiciones. Todo empezó con los primeros pobladores de los valles y las sierras del actual estado de Durango, arribaron hace 16 mil años aproximadamente y provenían del suroeste de Norteamérica. El cultivo de maíz propició el asentamiento y la sedentarización de nuestros pueblos. En el pueblo de donde provengo, se hablaba de una época clásica, alrededor de los años 500 a.C. Nosotros, ocupábamos llanos, valles, quebradas y sierras de Durango a principios del siglo XVI.
Hacia 1590, y luego en 1601, hubo grandes rebeliones en las minas de Topia, antecedentes de la gran insurrección, encabezada por nosotros en 1916, en la cual, varios pueblos y reales españoles, fueron saqueados. Las crónicas dan a entender que se trató de un movimiento general donde participaron algunos de nuestros pueblos vecinos, como los Tarahumaras, Coras, acaxes, xiximos, e incluso negros. 
La guerra por defender nuestros territorios y nuestra cultura era constante entre nosotros. Durante la revolución y la primera guerra cristera, nos levantamos en armas. La lucha agraria, fue una de las banderas que nos motivó, pues el armisticio que se logró después de la primera guerra cristera tuvo como resultado en una de nuestras tierras de Santiago Teneraca, pues se dio el derecho al reparto y al uso de tierras entre la comunidad. 
Nuestra lengua pertenece al tronco Yuto-Azteca en su rama primaria. Y es frecuente encontrar casos de trilingüismo, sobre todo en zonas interétnicas, donde algunas aprenden otra lengua indígena, ya sea por trato frecuente o por la unión matrimonial de hablantes de diferentes lenguas. 
Ahora, ablando de salud, en mi etnia existen los médicos tradicionales, y solo se recurre a ellos en caso de gravedad, dado el alto costo de sus curaciones. Una simple limpia podría llegar a costarle a un paciente una vaca o un cerdo (o su equivalente en dinero). Y una curación prolongada hasta una res, siempre y cuando el enfermo sane. Y también existe el curandero, usa una gran variedad de métodos con el fin de sanar al paciente, como limpias con plumas de águila o gavilán, sobar calentando sus manos, entre otros.
Ahora hablando de tradiciones, cada una de nuestras comunidades tienen un ciclo distinto de fiestas, introducidas a raíz de la evangelización colonial. Las fiestas pueden dividirse en dos grandes grupos: las que se realizan de acuerdo con el calendario católico, como el día de la Virgen de Guadalupe, Semana Santa, la Santa Cruz, San Isidro y la fiesta de Todos los Santos, la mayoría relacionada de manera muy estrecha con la producción agrícola, y las que no están tan ceñidas a un calendario fijo conocidas como yumari, pues se realizan cuando se tiene necesidad: por ejemplo, agradecer a Dios la cosecha o pedirle lluvia cuando el tiempo está muy seco, o para pedir la curación de alguna persona. 
Dentro de las fiestas se consume tesgüino y es posible dividir las ocasiones en que se bebe tesgüino en dos grandes conjuntos: a) Tesgüinadas cíclicas, las que se relacionan con las principales fiestas religiosas del año (Semana Santa, 24 de junio, 12 de diciembre o 6 de enero); y, b) Tesgüinadas no cíclicas, con motivo de una reunión o “faena” de trabajo colectivo para el beneficio de la comunidad o de alguno de sus miembros, o bien, que responden a otro tipo de condiciones de índole coyuntural, como los rituales para combatir la sequía o alguna enfermedad, o agradecer favores a Dios. (El tesgüino es un tipo de cerveza que se consume en varias etnias, proveniente de los Tarahumaras)
Y hablando de nuestros vestuarios, son muy sencillos, se componen en caso de los hombres, por una camisa y un calzón de manta, llamados kutum y sawirax. El sombrero tradicional se le llama sayote, tejido en forma circular. Y el vestuario de las mujeres de compone de tres piezas principales: una falda o ipur, una blusa de manga larga, y un delantal que pende de la cintura. Las telas satinadas gustan mucho y se decoran con encajes y listones de colores. El uso de calcetas largas de colores brillantes es muy generalizado, así como el de zapatos de plástico. El atuendo se enriquece con largos collares, peinetas y aretes de chaquira u otras cuentas. Hombres y mujeres utilizan morrales para complementar su atuendo. Adjunto un ejemplo del traje:
Continuando con nuestra gastronomía, Dentro de los alimentos que consumimos encontramos plantas de saravique, aceitilla, lentejías, mostaza, hojas de papa y chinaca; esta última se come cruda. Acostumbramos a comer también la bolsa de madroño (que es de gusanos de mariposa) en caldo, las larvas de abeja asadas, amapolas hervidas, quiote y flores de mezcal, flores de palma, quelites de chícharos, numerosos tipos de hongos (colorados, trompa de coche, oreja de encino) y diversos animales silvestres, como venados, ardillas, armadillos, codornices y conejos. Hacen un caldillo de huevo con orégano espesado con masa y otro de carne seca.
Y nuestra cosmovisión y religión se trató de influenciar por los sacerdotes evangelistas del siglo XVI, tratando de incluir elementos como la cruz, la virgen de Guadalupe, el ir a misa, y el persignarse. Sin embargo, no obtuvieron los resultados esperados, de su intento de erradicar la fiesta, la ingestión de cerveza de maíz. Aceptamos el ritual del bautismo, mas que ningún otro sacramento de la religión católica. Nuestra religiosidad está estrechamente relacionada con la fiesta y el ritual, invariablemente dedicados a Dios (o Dïuxï en lengua ódami). En nuestras fiestas es el principal espacio donde se manifiesta la religión es en las fiestas, y nuevamente el tesgüino representa lo más importante.
Y para concluir, el legado étnico ancestral de los Tepehuanos del Sur influye significativamente en la conformación cultural actual, manifestándose en sus tradiciones, prácticas de salud, vestimenta, gastronomía y cosmovisión. Las festividades y rituales integran elementos ancestrales con influencias coloniales, preservando la identidad cultural. La medicina tradicional y los métodos curativos reflejan conocimientos transmitidos por generaciones. La vestimentatradicional y la dieta basada en alimentos autóctonos muestran una continuidad de prácticas ancestrales. La cosmovisión y religiosidad, aunque influenciadas por el catolicismo, mantienen prácticas y creencias originarias, evidenciando una resistencia cultural y una profunda conexión con sus raíces.
Para mejorar la forma de vida de la comunidad Tepehuana, considerando su situación particular, propondría las siguientes acciones:
1. Fortalecimiento de la atención médica: Implementar programas que mejoren el acceso a la atención médica moderna en áreas remotas, además de fortalecer la medicina tradicional para casos no urgentes.
2. Desarrollo económico local: Promover proyectos que fomenten el desarrollo económico sostenible, como la capacitación en habilidades comerciales y agrícolas, así como el apoyo a emprendimientos locales y cooperativas.
3. Educación culturalmente relevante: Mejorar la calidad de la educación, garantizando la presencia de maestros capacitados y programas educativos que incorporen la cultura y lengua indígena de manera significativa.
4. Preservación de la cultura y tradiciones: Establecer programas y espacios dedicados a la preservación y promoción de la cultura y tradiciones Tepehuanas del Sur, incluyendo la realización de festivales y eventos culturales.
5. Infraestructura básica: Desarrollar proyectos de infraestructura para garantizar el acceso a servicios básicos como agua potable, electricidad y saneamiento, así como mejorar las condiciones de vivienda en la comunidad.
Estas acciones, enfocadas en fortalecer los aspectos clave de la vida de la comunidad, podrían contribuir significativamente a mejorar su bienestar y calidad de vida en general.
Bibliografía
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Etnografía INPI. (20 de Mayo de 2024). Obtenido de https://atlas.inpi.gob.mx/tepehuanos-del-norte-etnografia/
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Libelula. (6 de Junio de 2024). Obtenido de https://libelula.com.pe/las-8-frases-destacadas-del-encuentro-del-papa-con-los-pueblos-indigenas/
Pueblos indigenas de México. (20 de Mayo de 2024). Obtenido de https://pueblosindigenas.es/de-mexico/tepehuanes-del-norte/ 
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