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1 Forbidden Mafia Prince Ella Frank Brooke Blaine

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Créditos 
Coordinadores del proyecto 
Secrets Desires & Grupo TH 
Traductora 
NanRebelle 
Correctora 
Isolde 
Portada y edición 
NanRebelle e Isolde 
 
 
De fans para fans, sin animo de lucro. 
¡Y no olvides comprar a los autores, sin ellos no podríamos disfrutar 
de tan preciosas historias! 
 
 
 
3 
 
 
 
4 
CONTENIDO 
 
 
5 
—¿Qué vas a hacer conmigo? 
—Lo que me dé la gana. 
 
En Manhattan, las tensiones aumentan. 
En una jugada por el poder, la familia Rossetti ha dado un 
golpe decisivo, incapacitando a sus rivales, un acto que ha 
obligado a los Fiores a hacer un movimiento desesperado para 
mantener su supremacía. 
 
A muchos kilómetros de distancia, Luca Davis, un joven 
estudiante de medicina, no tiene ni idea de que su vida está a 
punto de cambiar. 
No tiene ni idea de que todo lo que le han contado sobre su 
vida ha sido una mentira. 
Aparece Domenico Rossetti, el despiadado príncipe de la 
mafia. Poderoso e implacable, es un salvaje con traje y el que 
tiene las cartas cuando se trata de su nuevo cautivo. 
 
Pero cuando la guerra se intensifica y ambos se ven obligados 
a recluirse, los dos hombres se enfrentan a una nueva 
amenaza: la creciente tensión sexual entre ellos. 
Uno no se enamora de la persona que se supone que odia, pero 
es una tentación a la que ninguno puede resistirse. 
Porque enamorarse del enemigo no sólo está mal, sino que 
está prohibido. 
Y el costo por desafiar a todos será sus vidas. 
 
6 
 
 
 
 
Príncipe Prohibido de la Mafia es el primer libro del dúo 
romántico de la mafia M/M de las autoras de USA Today 
Brooke Blaine y Ella Frank. 
 
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DOM miró las motas rojas que manchaban la manga de su camisa 
blanca elegantemente planchada y frunció el ceño. 
Maldito cerdo de Fiore. 
—Te lo he dicho. Yo no sé nada. 
Los ojos de Dom se desplazaron de nuevo al hombre atado a 
la silla magullado y maltratado por su mano. El corte en su labio 
se había abierto más, y su voz estaba empezando a temblar un 
poco, pero incluso este reciente miembro incluido en la familia del 
enemigo sabía que era mejor empezar a derramar secretos. 
Pero Dom no estaba preocupado. Acabarían saliendo a la luz, 
y cuanto antes empezara a hablar este tipo, más quedaría de él. 
—¿Quieres decir que no sabes nada? 
La confusión marcó la frente del hombre. —Eso es lo que he 
dicho. 
—No. —Dom se inclinó hacia abajo, agarrando las muñecas 
atadas del imbécil mientras se acercaba para que estuvieran nariz 
con nariz. Ahí estaba el más mínimo destello de miedo en sus ojos, 
pero un parpadeo después, el desafío había regresado—. Dijiste 
‘nada'. ¿Es una práctica habitual de tu jefe contrataros antes de 
que os graduéis, o sois todos vosotros así de estúpidos por 
naturaleza? 
El hombre abrió la boca para responder cuando Dom añadió: 
—En realidad, no te molestes. Probablemente deberías ahorrarte 
el aliento. 
 
8 
Con la rapidez del rayo, agarró la garganta del tipo, clavando 
el pulgar y los dedos hasta que la fuerza de su agarre hizo que la 
silla se inclinara hacia atrás sobre sus dos patas traseras. 
—Oh, ves, esa es la respuesta más inteligente que me has 
dado en todo el día. 
El lacayo de Fiore entrecerró los ojos, claramente confundido, 
ya que no había dicho una mierda. 
—Tu respuesta de huida. Me martillea la punta de los dedos. 
—Dom presionó sus dedos un poco más fuertes contra el pulso 
acelerado del tipo, la fuerza de sus dedos haciendo cada vez más 
difícil que el tipo respirara—. Ya sabes cómo va esto. O me dices 
lo que quiero saber, o no vuelves a decirle nada a nadie. 
Los ojos llenos de miedo parpadearon hacia él. El código de 
silencio era a menudo el juramento más difícil de mantener en este 
tipo de circunstancias. Pero Dom tenía que reconocer el mérito del 
tipo: no había flaqueado... todavía. 
—Se dice que los Fiores tuvieron una pequeña reunión familiar 
el otro día. Bueno, llamarla reunión familiar podría ser un poco 
exagerado, teniendo en cuenta que dos de los tres cabezas de la 
familia están —…Dom esbozó una sonrisa casi maníaca…—
muertos. 
Ladeó la cabeza hacia un lado, evaluando al hombre que tenía 
en sus manos. —¿Intentas decirme que no has sido invitado? 
Porque si eres tan poco importante, entonces nos hemos 
equivocado de persona, y ya sabes lo que eso significa. 
El tipo se retorció bajo la mirada penetrante de Dom, el miedo 
de hace unos segundos parpadeando en sus ojos de nuevo. 
—¿Cómo te llamabas? ¿O debería enviarte de vuelta en una 
bolsa para cadáveres sin ninguna nota? 
 
9 
Apretó la mandíbula, pero luego escupió: —Ennio. 
—Ah, Ennio. ¿Es con dos enes? —Cuando el hombre lo miró 
fijamente, Dom sonrió—. Sólo me aseguro de que la falta de 
educación no afecte a tu lápida. 
—Vaffanculo1. 
Sin previo aviso, Dom soltó su agarre, haciendo que la silla 
volviera a caer sobre sus cuatro patas con tanta fuerza que Ennio 
dio un respingo. Llevando la mano a la funda del tobillo, Dom sacó 
el cuchillo que siempre llevaba y se deleitó al ver cómo los ojos de 
Ennio se clavaban en el acero liso y afilado. 
—Ennio —dijo, dejando que la palabra rodara por su lengua 
mientras deslizaba el dedo por la parte plana del cuchillo—. Un 
buen y fuerte nombre italiano para un cobarde como tú. —Dejó 
que eso se asimilara mientras empezaba a recorrer lentamente el 
sótano. Tan oscuro, tan silencioso, tan escondido en las entrañas 
del reluciente casino de gran altura en el centro de Manhattan. Aquí 
abajo, nadie podía oírte gritar. 
Lo cual estaba a punto de ser útil. 
Una vez más, los ojos de Dom se fijaron en la sangre que 
manchaba la manga de su camisa. Era una Versace hecha a 
medida, la única que se dignaba a llevar, y el hecho de que un 
Fiore hubiera sido el encargado de estropear semejante obra 
maestra le hizo hervir la sangre. Si el hombre no resultaba útil, 
Dom iba a disfrutar especialmente de esto. 
Sin dejar de pasearse, Dom levantó el cuchillo en el aire, 
atrapando fácilmente el mango. 
 
1 Del idioma italiano: Vete a la mierda, jodete… 
 
10 
—Ennio, me temo que mi paciencia se está agotando. Pero 
soy un hombre razonable. Te daré una oportunidad más para que 
me digas lo que quiero saber. 
—Por última vez, no sé nada... —Las mentiras de Ennio se 
cortaron con un grito que resonó en las paredes cuando Dom le 
clavó el cuchillo en la mano derecha, tan profundamente que el 
acero se ancló a la silla, inmovilizando a Ennio en su sitio mientras 
gemía. 
Pero ésa no era la única arma que Dom llevaba consigo, y 
mientras buscaba otro cuchillo, pensó en todas las formas en que 
haría sufrir a ese pedazo de mierda. Estaba dando un paso hacia 
Ennio, a punto de ponerse a trabajar, cuando la puerta del sótano 
se abrió de golpe. Dom giró la cabeza para ver quién se atrevía a 
interrumpirle. 
Cuando Tony Borrelli -uno de sus hombres- entró, sus ojos se 
dirigieron a Ennio, que gemía detrás de él. Dom dejó escapar un 
suspiro frustrado y levantó la cabeza de Ennio con la punta del 
cuchillo. 
—Siento mucho la interrupción. Pero quizá esto te dé un 
segundo para pensar en lo que te va a pasar si sigues 
mintiéndome. ¿Capisci2? 
Dom se acercó a Tony, con los dedos apretados alrededor de 
la empuñadura del cuchillo mientras intentaba frenar la adrenalina 
que le recorría. Era difícil frenar el fuego del infierno una vez que 
se había desatado. Mientras intentaba frenar el repentino e 
insaciable impulso de violencia, Dom gritó: —¿Qué? 
 
2 Del idioma italiano: Comprendes. 
 
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—Eh, sí, así que, ehh, odio interrumpir este pequeño 
momento para conoceros que estás teniendo, pero tenemos 
algunas noticias. 
Dom apretó las muelas mientras seguía a Tony al pasillo, su 
silencio transmitía alto y claro que Tony debía apresurarse a seguir 
hablando si quería seguir respirando. 
—¿Así que el tipo del laboratorio que tenemos en nómina? 
Está aquí.—¿Aquí? Como en... 
—¡Joe! —Tony llamó por encima del hombro a su hermano 
gemelo, y Joe “El Toro” Borrelli se paseó por la esquina, con su 
mano carnosa agarrando el codo de un flaco empollón con 
chaqueta de tweed. Cualquiera que estuviera cerca podía ver 
claramente quién era el chico del laboratorio. 
—Más vale que esto sea bueno. 
—Oh, lo es. Va a querer ver esto, jefe. —Joe empujó al tipo 
del laboratorio hacia adelante—. Muéstrale. 
El tipo metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un 
papel doblado, su mano temblaba mientras se lo tendía a Dom. 
El pasillo se quedó en silencio mientras Dom miraba el 
documento. Esto... esto era lo que habían estado esperando. 
—Lo has encontrado. 
Joe y Tony se colocaron detrás del tembloroso científico y 
asintieron. —Lo hicimos. 
Dom volvió a doblar cuidadosamente el papel y fue a rodear 
a los tres hombres, con la mente recalculando, concentrándose en 
lo que debía hacer a continuación mientras se alejaba. Entonces 
Tony lo llamó, haciéndolo detenerse. 
 
12 
—¿Qué debemos hacer con Ennio? 
—Mantenerlo vivo. —Dom se volvió para marcharse—. ¿Y 
puede uno de vosotros recuperar mi cuchillo? Fue un regalo de mi 
padre. Me gustaría recuperarlo. 
 
13 
 
ERA UN DÍA VENTOSO DE OTOÑO en New Haven, Connecticut, 
cuando Luca Davis salió del edificio del Sterling Hall of Medicine, 
con los ojos pegados al papel que tenía en las manos. Ojeó las 
instrucciones, pasó la página para llegar a lo bueno y sonrió cuando 
vio la primera palabra del programa. 
—Cuidado... —oyó gritar a alguien justo antes de detenerse 
de golpe. Alguien le agarró los brazos por detrás, impidiéndole 
chocar con el grupo de personas que subían las escaleras en su 
dirección. Cuando pasaron, Luca se dio la vuelta para ver a Silas, 
uno de sus compañeros de clase, sacudiendo la cabeza, con una 
sonrisa en la cara. 
—No puedes ser el líder de la clase si eres pisoteado hasta la 
muerte por un grupo de novatos. ¿O es que quieres cederme ese 
puesto? 
Luca puso los ojos en blanco y se subió la mochila al hombro 
mientras bajaba las escaleras, Silas caminando a su lado. —Eso es 
bastante engreído, teniendo en cuenta que querías abandonar la 
semana pasada. 
—No quería abandonar. Si soy médico, hago feliz a mamá. Si 
soy abogado, entonces papá está en las putas nubes. Si por ellos 
fuera, estaría en la facultad de medicina y me graduaría en 
derecho. Alégrate de que tus padres no estén divorciados. 
—Oh, lo estoy. Mucho. —Luca sacó su horario de los vaqueros, 
pero antes de que pudiera volver a leerla, Silas se la arrebató de 
las manos. 
 
14 
—¿Tu primera rotación es de cirugía general? Jesús, 
realmente eres el favorito. —Le devolvió el horario a Luca, que 
frunció el ceño. 
—¿Cuál es tu primera parada? 
Silas gimió. —Adivina. 
—Bueno, no pareces extasiado, así que supongo que no es 
obstetricia/ginecología. 
—Nunca tendría tanta suerte. Pediatría. 
Luca tuvo que luchar mucho para no dejar ver su sonrisa. No 
era que hubiera una mala rotación, no realmente, pero no podía 
imaginarse al grandullón en una sala de pediatría. Su mano era 
más grande que un recién nacido. 
Silas lo miró de reojo, vio el tic de los labios de Luca y suspiró. 
—Sí. Adelante. Déjalo salir. Pobre Silas atascado en pediatría. 
—Oh, no estaba pensando en el pobre tú. Más bien en pobres 
bebés. 
—Que te den por culo, hombre. 
—No, pero gracias. 
Silas arqueó una ceja. —¿Qué? ¿No soy tu tipo? 
Luca miró a su amigo de arriba abajo, observando sus 
vaqueros rotos, su camisa arrugada y su gorra de béisbol. —
Digamos que me gustan los chicos un poco más... arreglados. 
Silas se miró a sí mismo y se encogió de hombros. —Sí, 
bueno, tal vez cuando no esté endeudado hasta las cejas en la 
universidad podré lograrlo. 
Lucas arrugo la nariz, sacudiendo la cabeza. —Sí, no lo creo. 
No es realmente tu estilo. 
 
15 
—Gracias, imbécil. 
Luca se rio. —Por favor, tampoco es como si yo fuera el tuyo. 
Estuve allí la semana pasada cuando te llevaste a la casa de Malibú 
a Ken. Cabello rubio, músculos para días, bronceado por todas 
partes... 
—No sabría decir si es por todas partes. 
Luca miró de reojo a su amigo. 
—Pero de la cintura para abajo definitivamente no había líneas 
de bronceado. 
Luca resopló y le dio un empujón en el brazo. —Exactamente. 
Así que no intentes decirme que no tienes un tipo. Te fijaste en el 
chico surfista antes de que supiera lo que le esperaba. 
—Sí, sí. Bueno, las probabilidades de que no fuera de por aquí 
estaban a mi favor, y ¿adivina qué? Tenía razón. Se subió a la 
siguiente ola -o debería decir avión- a la mañana siguiente. Nada 
de encuentros incómodos para mí. 
Luca sonrió y volvió a prestar atención a su nuevo horario. 
Era estresante, pero nada que no pudiera manejar. Había estado 
estudiando hasta la saciedad para tener la oportunidad de entrar 
en la rotación de cirugía general en primer lugar, y ahora que había 
llegado, no iba a estropearlo. Tenía que volver a su dormitorio y 
asegurarse de que tenía todo lo necesario para empezar bien el 
nuevo año. El tercer año tenía fama de ser el que te hacía o te 
deshacía, y de ninguna manera iba a dejar que lo deshiciera. No 
cuando había llegado tan lejos. 
—¿Vas a ir al último recorrido de bares antes de que nos 
quiten la vida durante el próximo año, o.…? —Una mirada a la cara 
de Luca y Silas asintió—. Sí, está bien, una pregunta estúpida. 
Planeas sentarte en tu casa y estudiar todos los procedimientos 
 
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posibles que te puedan pedir. —Silas dejó escapar un suspiro y se 
subió un poco más su bolsa al hombro—. Realmente deberías darte 
una noche más de libertad, Luca. 
Luca dirigió una sonrisa en dirección a su amigo. —Tendré 
mucho tiempo para eso más tarde. 
—¿Cuándo? ¿En tu cincuenta y cinco cumpleaños? Vas a estar 
estudiando y trabajando durante los próximos mil millones de 
años, amigo. 
—Estoy seguro de que encontraré algo de tiempo. Pero hasta 
entonces, tómate una copa por mí. 
—Está bien, pero te lo pierdes. Nunca se sabe a quién podrías 
conocer para, eh, aliviar algo de esa tensión. 
—Dios, eso es lo último que necesito. Pero diviértete. Disfruta 
de la resaca. Y los bebés. 
—Menudo aguafiestas. Hasta luegooo. —Silas guiñó un ojo 
mientras se alejaba, levantando el dedo corazón antes de despedir 
a Luca con un saludo. Mientras desaparecía entre la multitud que 
desbordaba el club deportivo, Luca se quedó parado un momento, 
observando la forma despreocupada en que sus compañeros se 
relacionaban, como si no sintieran el aplastante peso de la 
responsabilidad sobre sus hombros. 
¿Cómo sería eso? ¿Ser como Silas y no preocuparse por el 
futuro? ¿No tener ese sentido inherente de la urgencia y la 
disciplina que incluso los padres de Luca habían cuestionado? 
Luca, ¿por qué no te tomas un año sabático en una 
autocaravana y piensas realmente en lo que te hace feliz? La 
escuela estará ahí cuando estés listo. O no tienes que preocuparte 
por el dinero. Sólo encuentra a alguien con quien puedas construir 
una vida. 
 
17 
Alguien como Silas habría estado encantado con los padres de 
Luca. Dinero ilimitado, sin obligaciones. Un viaje gratis a Yale. 
Y él estaba agradecido, realmente lo estaba. Pero quería 
demostrar que era algo más que un niño con un fondo fiduciario 
que no daba nada a cambio. 
Miró el programa de rotación que tenía en la mano y se dirigió 
de nuevo a la calle, hasta que todas las voces fuertes del club se 
desvanecieron y lo único que pudo oír fue el ocasional paso de un 
automóvil. 
Así que ocho semanas de cirugía, seguidas de urgencias... 
Levantó la vista al hacer el giro hacia su dormitorio en las 
afueras del campus. Gracias a Dios que pudo pagar uno en un lugar 
tranquilo sin un compañero de cuarto, o no habría manera de que 
terminara la carrera de medicina. 
Mmm... Neurología... medicina interna. Nada de pediatríaen 
su futuro inmediato, lo que hizo que sus labios se movieran al 
pensar en Silas. 
Tal vez no debería ser tan presumido, ya que eventualmente 
tendría eso en la rotación, pero las cosas definitivamente habían 
funcionado a su favor. 
Sí, el día de hoy ya había sido estupendo, y una vez que 
llegara a su habitación y se preparara, no veía ninguna razón por 
la que el día de mañana no fuera igual de... 
 
18 
 
DESDE SU POSICIÓN PRIVILEGIADA en la planta alta del casino, 
Dom tenía una visión de 360 grados de cada persona, cada 
máquina y cada mesa del Midas3. Nada escapaba a su atención, ni 
a la del jefe de sala, incluso con el hotel al máximo de su capacidad. 
Tenía que reconocérselo a su padre: construir el único casino 
de Manhattan no sólo había sido increíblemente lucrativo, sino que 
había proporcionado a la familia un espacio seguro legítimo. La 
aplicación de la ley no había sido un problema, no con las 
donaciones que los Rossetti seguían haciendo, lo que significaba 
que podía llevar a cabo cualquier negocio que necesitara sin 
miradas indiscretas. Especialmente útil teniendo en cuenta el 
premio que guardaba actualmente en el sótano. 
Era impactante lo desprotegido que había estado el chico, lo 
fácil que había sido para los chicos de Dom agarrarlo sin que nadie 
se diera cuenta. Diablos, probablemente nadie sabía que se había 
ido. 
Por el rabillo del ojo, vio a Tony salir del ascensor y dirigirse 
hacia él. 
—Está despierto. 
Dom no perdió tiempo en bajar las escaleras. Entró en el 
ascensor privado. Cuando las puertas se cerraron detrás de él, 
Dom se dirigió a la parte trasera de la cabina y crujió su cuello de 
lado a lado. Era una especie de ritual, este momento que se 
tomaba para sí mismo mientras se deslizaba de su personalidad en 
el piso a este... otro lado de sí mismo. 
 
3 Cadena de casinos. 
 
19 
Dom alisó con una mano la corbata negra anudada al cuello 
antes de colocar los puños de las mangas en su sitio. A 
continuación, enderezó los gemelos de oro hasta que la R de 
obsidiana quedó bien colocada, a juego con el anillo que adornaba 
su mano derecha. 
El anillo era una reliquia, heredada de su padre, y los gemelos 
eran la forma sutil que tenía Dom de recordarse a sí mismo quién 
era, de dónde venía y a quién representaba. Un recordatorio que 
era de suma importancia cuando se trataba del negocio familiar. 
Cuando el ascensor llegó a la planta oculta del casino, Tony 
se hizo a un lado y Dom salió al pasillo poco iluminado. Ante ellos 
se extendía un pasillo austero, y al final del mismo había dos 
hombres de Dom custodiando una sólida puerta de hierro. Cuando 
se dirigió a la sala, el silencio que lo recibió fue un testimonio de lo 
monumental que era este momento. No hubo saludos, ni 
actualizaciones de información. Sus hombres sabían lo importante 
que era esto para la familia Rossetti, y fueron lo suficientemente 
inteligentes como para callarse y no estropear el momento. 
Dom se detuvo junto a sus hombres y miró su anillo, 
haciéndolo girar alrededor de su dedo, y luego volvió a mirar la 
puerta de hierro, lo único que ahora se interponía entre él y la 
venganza que él y su padre habían buscado todos estos años. 
Asintió una vez, indicando a los guardias que soltaran los 
pesados cerrojos de sus cerraduras. Cuando la puerta se abrió, las 
luces se encendieron y el joven sentado en una silla levantó la 
cabeza. 
—Hola —dijo Dom acercándose, las suelas de sus zapatos de 
cuero eran el único sonido en el espacio cavernoso mientras 
rodeaba al hombre, tomándose un momento para observarlo. Con 
una capucha negra que le cubría la cabeza, el tipo no podría ver 
 
20 
nada, pero por su reacción inmediata a la entrada de Dom, estaba 
claro que el resto de sus sentidos estaban en alerta máxima. 
—¿Quién está ahí? —Su voz tembló cuando Dom se detuvo 
detrás de él—. ¿Quién eres tú? 
Dom se fijó en las Nikes, los vaqueros, la camiseta y la 
chaqueta de cuero; este chico era más joven de lo que había 
esperado. Entonces se inclinó hasta que su boca estuvo junto a la 
oreja de su cautivo. —Esa es la pregunta del millón, ¿no? 
Cuando el chico se estremeció y trató de volverse, una sonrisa 
malvada curvó los labios de Dom. 
—¿Pero sabes lo que vale aún más que eso? La respuesta a 
esta pregunta. ¿Quién eres tú? 
Dom agarró la capucha y la liberó de un tirón, luego observó 
cómo el joven se acobardaba. 
—Yo... no entiendo. 
—¿No? Es una pregunta sencilla. Y se supone que eres 
inteligente, ¿verdad, universitario? 
El chico levantó la cabeza, con los ojos puestos en la pared de 
enfrente, pero no dijo nada. 
—Facultad de Medicina de Yale —dijo Dom— eso no es barato. 
Supongo que tus padres se ocupan de ti. 
Cuando el chico siguió sin responder, Dom sonrió. —Gente 
rica. Probablemente también tuvieron una infancia agradable y 
feliz, ¿no es así? 
Esta vez, cuando permaneció en silencio, Dom pateó la pata 
de la silla con tanta fuerza que se sacudió hacia atrás, haciendo 
que los ojos del chico se encontraran finalmente con los suyos. 
 
21 
—Yo en tu lugar respondería a mis preguntas. Empezando por 
la primera que he hecho. 
El chico tragó con fuerza y volvió a bajar la cabeza, como si 
no pudiera mirar físicamente a Dom. 
Un ratoncito tan asustado. Qué patético. 
—Soy L-Luca. Luca Davis. 
Dom levantó una ceja. —Luca... Davis. De verdad. 
—Sí, señor. 
¿Señor? Mmm. Podría acostumbrarse a eso. —Entonces, Luca. 
¿Realmente no tienes idea de quién soy? 
Luca negó con la cabeza. 
—¿Estoy en lo cierto cuando digo que crees que me he 
equivocado de persona? 
Asintió, todavía ocultando su rostro. Eso no funcionará. 
—Mírame. —Cuando Luca dudó, Dom perdió la paciencia—. 
Mírame. A. Mí. 
Inmediatamente, la cabeza del joven se levantó, y el miedo 
no adulterado mezclado con la inocencia de ojos abiertos era tan 
genuino que hizo que Dom se detuviera. 
No. No había forma de que este chico no supiera nada. Que 
lo habían dejado en Connecticut sin saber quién y qué era. Y 
ningunos conmovedores ojos marrones iba a convencer a Dom de 
lo contrario. 
—Bien, Luca Davis. —Dom recorrió con la mirada el cabello 
oscuro y rapado de Luca y la sombra de las cinco a lo largo de su 
mandíbula, y en su mejilla derecha había una peca distintiva que 
le hizo sentir inmediatamente que lo reconocía. 
 
22 
¿Cómo era posible que, durante todos estos años, todo este 
tiempo, la persona que habían estado buscando había estado allí 
mismo, delante de sus narices? ¿Era realmente posible que no 
tuviera ni idea de quién era? 
—Vamos a jugar a un pequeño juego, tú y yo. Yo hago una 
pregunta y tú me das una respuesta. Si creo que dices la verdad, 
ese desagüe bajo tus pies no servirá para nada. 
Los ojos de Luca volvieron a posarse en el suelo, y cuando 
divisó la rejilla, inmediatamente trató de apartarse de ella. 
—¡No! —Dom puso un pie en el asiento entre sus piernas, 
deteniéndolo—. No quieres hacer eso. Si te caes, podrías golpearte 
la cabeza. Te necesito consciente... por ahora. 
Luca dejó de forcejear y Dom retiró el pie. 
—Bien. Comencemos, entonces, ¿de acuerdo? 
 
23 
 
LUCA SE SENTÓ ATERRORIZADO, con una respiración tan rápida y 
superficial que pensó que podría desmayarse. Otra vez. ¿Porque 
no fue así como llegó aquí en primer lugar? Lo último que 
recordaba era estar caminando hacia su dormitorio, y lo siguiente 
que sabía era que se había despertado aquí, sin poder moverse, 
sin poder ver, gritando sin que nadie respondiera. 
Al menos hasta que escuchó el sonido de las cerraduras que 
se abrían y su corazón prácticamente se detuvo. 
Sigue respirando. Quienquiera que sea te ha confundido con 
otra persona. Saldrás de aquí. Respira... 
No era algo tan fácil de hacer cuando miraba el desagüe sobre 
el que estaba su silla. El que el hombre acababa de decir que no 
sería necesario si Luca decía la verdad.Un desagüe... ¿Por qué iban a necesitar un desagüe? Se 
estremeció ante el primer pensamiento que le vino a la mente, pero 
era imposible que fuera algo tan cruel. Ese tipo de cosas sólo 
ocurrían en las películas. 
Tal vez estaba teniendo una pesadilla. Había llegado a su 
habitación, se había desmayado mirando su agenda y ahora 
soñaba con un torturador pecaminosamente sexy empeñado en 
sacarle algún tipo de información. Sobre un desagüe. En lo que 
parecía un sótano sin ventanas en Dios sabe dónde. 
Sí, sólo un sueño. Uno muy jodido. 
—Bien. Comencemos, entonces, ¿de acuerdo? 
Luca se estremeció ante la fría y serena declaración de su 
secuestrador, y se preguntó cómo alguien que amenazaba su vida 
 
24 
podía parecer siniestro y sofisticado al mismo tiempo. Pero, de 
nuevo, ¿no era así como aparecería el diablo? 
Otra vez. Es sólo un sueño. 
—Luca Davis, de New Haven, Connecticut. Hasta ahora 
tenemos un nombre y un lugar, así que vamos con una pregunta 
fácil para tu primera ronda mientras me siento... generoso. 
¿Cuántos años tienes? 
Como no estaba dispuesto a poner a prueba la paciencia de 
este tipo, Luca respondió inmediatamente: —Veinticuatro. 
—Muy bien. Puedes decir la verdad. 
¿Así que eso era una prueba? Luca soltó un suspiro, aliviado 
de haber dicho la verdad. No tenía ningún motivo para esconderse. 
Jugueteó con sus dedos detrás de la espalda y sólo esperó 
que lo que fuera que este tipo quería de él fuera así de fácil. Si esto 
era un sueño, seguramente Luca podría guiarlo en esa dirección, 
¿no? Tal vez podría preguntarle a Luca su color favorito... 
—¿Crees que a tus padres les importaría que no volvieras a 
casa, Luca? 
La sorpresa de la pregunta hizo que los ojos de Luca se 
abrieran de par en par. Entonces... ¿no es un sueño? Joder. 
—Eh, yo... 
—No es una respuesta. 
—Lo siento, yo… Sí. Creo que se destruirían si no volviera a 
casa. 
El captor de Luca ladeó la cabeza. —¿Por qué? 
¿Qué clase de pregunta es esa? —Porque son mis padres y 
me quieren. 
 
25 
—Mmm. ¿Estás seguro de eso? —El hombre se dio la vuelta, 
juntando las manos a la espalda, y los ojos de Luca se posaron de 
inmediato en un gemelo de oro que captaba la luz. Era lo único 
brillante en la habitación, que por lo demás estaba sucia, y le 
distrajo lo suficiente como para olvidar la pregunta. 
—Contéstame. 
El cambio en el tono del hombre hizo que Luca saliera de sus 
pensamientos. —¿C.… cuál era la pregunta? 
Los ojos oscuros que lo observaban se estrecharon, y el 
hombre se acercó tanto que Luca tuvo que arquear la cabeza hacia 
atrás para mirarlo, no porque quisiera, sino porque temía la ira del 
hombre si no lo hacía. 
—Para ser un universitario, no eres tan atento como creía. 
Luca se mordió la lengua. El frío y el dolor estaban llevando 
su frustración y su pánico a otro nivel, y ¿cómo podría alguien 
concentrarse en estas circunstancias? 
Pero no iba a decir esa parte en voz alta. No cuando la mirada 
de aquel hombre le decía que probablemente habría herido a otros 
por mucho menos. Sin embargo, Luca se sorprendió cuando 
finalmente abrió la boca y se le escaparon palabras que no 
esperaba decir. 
—Sí, mis padres me quieren, son buena gente, y sí, me 
echarían de menos si pasara días sin estar en contacto. No 
entiendo qué tiene que ver eso con nada, ni por qué estoy aquí, ni 
quién eres, ni dónde estoy, ni... 
En un instante, el hombre se había movido, y no fue hasta 
que Luca vio el brillo del cuchillo que el verdadero miedo golpeó su 
corazón. 
 
26 
—Oh, Dios. —Apenas oyó sus palabras por encima del fuerte 
torrente de sangre en sus oídos, pero no pudo dejar de notar cómo 
le temblaba la voz. 
No podía mirar. No podía ver lo que se avecinaba. 
Apretando los ojos, Luca dijo: —Por favor... lo que sea que 
quieras, puedes tenerlo. 
Cuando no sintió el dolor de un cuchillo, se preguntó si el 
hombre le había oído, o si al menos estaba reconsiderando la 
posibilidad de hacerle daño. 
Por favor, por favor. 
—Qué oferta tan intrigante. 
Luca sintió que el peso de la presencia del hombre retrocedía 
y se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración. Al 
abrir lentamente los ojos, sólo vio la parte trasera del traje negro 
que llevaba su secuestrador y exhaló lentamente. No lo habían 
matado, todavía. Lo que había dicho había hecho que el hombre se 
detuviera. ¿Qué significaba eso? ¿Qué quería tanto que estaba 
dispuesto a hacer daño a Luca por ello? 
Observó cómo el hombre de negro se dirigía a la puerta, 
golpeaba dos veces y luego se volvía para mirar a Luca. 
Se quedó mirando la puerta expectante, con todo el cuerpo 
tenso. Pero realmente, ¿podría haber algo peor que lo que ya 
estaba en la habitación con él? Se sentía como si estuviera 
compartiendo espacio con el mismísimo diablo. 
Sonó el tintineo de los cerrojos y luego la puerta se abrió de 
par en par. Pero a diferencia de la primera vez, Luca pudo ver 
exactamente quién entraba por esa puerta. Dos gigantes entraron 
en la habitación, con los brazos de un hombre colgados de los 
hombros como si estuviera atado a una cruz. Su cuerpo estaba 
 
27 
inerte, los dedos de los pies arrastrados por el suelo de cemento 
mientras lo arrastraban a la habitación. 
—Este es Ennio —dijo el captor de Luca cuando los hombres 
se detuvieron. Pero Luca estaba demasiado concentrado en la 
mano derecha de Ennio, donde había un enorme agujero y la 
sangre fluía por sus dedos hasta el suelo—. No fue tan bueno con 
las preguntas y respuestas como tú. Pero no te preocupes, tiene 
una oportunidad más de demostrar que es digno de seguir vivo. 
La bilis subió a la garganta de Luca, y cuando por fin consiguió 
tragarla, se volvió hacia el hombre, que parecía completamente 
imperturbable por la carnicería que había infligido. 
—Haz que preste atención —dijo el hombre a sus secuaces, y 
uno de ellos abofeteó al desmayado un par de veces en la mejilla. 
—Despierta, despierta, gilipollas. 
El tipo emitió un gemido bajo y se sacudió en sus brazos 
mientras levantaba la cabeza. Lo que le habían hecho en la cara 
era un espectáculo horrible. Uno de sus ojos estaba 
completamente hinchado, con cortes y magulladuras alrededor, y 
sus labios no estaban mucho mejor. 
—Ennio, me alegro de volver a verte. 
Ennio miró en dirección al hombre de negro y luego escupió 
sangre en el suelo junto a sus pies. —Vete a la mierda, Dom. 
Oh, Dios mío. 
Un nombre. 
Por fin tengo el nombre de este psicópata: Dom. 
 
 
 
28 
—¡Ay!, ¿es esa la forma de hablarme? Todavía estás vivo, 
¿no? Y hay una razón para ello. Te he perdonado por una razón y 
sólo por una razón. —El hombre -Dom- asintió hacia Luca—. Dime 
lo que ves. 
Luca no sabía cómo Ennio podía ver con un solo ojo, y además 
entreabierto, pero en cuanto miró hacia Luca, la sorpresa cruzó sus 
grotescas facciones. Un jadeo audible salió de su garganta, y Dom 
sonrió de una manera que hizo que a Luca se le cayera el estómago 
a los pies. 
Ennio no podía dejar de mirarlo, pero cuando dijo: —¿Qué has 
hecho? —Luca supo que la pregunta no iba dirigida a él. 
—Lo imposible. Lo encontré. 
¿A él? ¿Quién? Luca miró a un lado y luego detrás de él, pero 
por supuesto no había nadie más. Esos monstruos estaban 
hablando de él, mirándolo como si hubiera algún dato secreto que 
ellos supieran y él no. 
¿Y por qué Ennio se había sorprendido al ver a Luca? Incluso 
golpeado, sabía que era imposible que conociera a ese hombre 
antes. Los tipos así no se reunían en su lugar de origen, y sus 
padres ciertamente no tenían amigos como Ennio. 
—No puedes hacer esto. —Ennio estaba sudando 
visiblemente. 
—¿No puedo? ¿Crees que hay algo que no pueda y no quiera 
hacer? ¿Especialmente a los que me han jodido? —Cuando Ennio 
no respondió, Dom se acercó—. ¿Lo crees? 
La forma en que Dom podía pasar de suave a despiadado en 
un abrir y cerrar de ojos era casi más aterradoraque su cuchillo, y 
Luca rezó para que de alguna manera pudiera salir de esto. Que 
hubiera habido un error. Cualquier cosa. 
 
29 
—Volverás y le dirás a tu jefe que lo tenemos. Y a menos que 
esté dispuesto a darnos lo que queremos, esto no va a terminar 
bien para el joven Luca. 
¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! Oh, mi... 
—Esto no es una buena idea. Lo sabes, ¿verdad? Esto lo 
cambia todo. 
Entonces, con una voz que perseguiría las pesadillas de Luca, 
Dom susurró: —Cuento con ello. 
 
30 
 
—¿OTRA, SEÑOR? 
DOM asintió con un movimiento de cabeza al camarero, que 
le dejo una nueva agua con gas y se alejó rápidamente, dejándole 
intimidad mientras Dom esperaba con toda la paciencia de que era 
capaz. No le gustaba esperar, no cuando siempre había algo o 
alguien que acaparaba su atención, como el chico que había dejado 
abajo temblando en sus botas. Pero cuando el jefe exigía tiempo, 
no hacías preguntas. 
Especialmente cuando el jefe era tu sangre. 
El fuego crepitaba cerca, pero el resto del establecimiento de 
alta cocina estaba silencioso y vacío, aún no había abierto para los 
comensales. Con una iluminación ambiental baja que dejaba ver 
las paredes ricamente texturizadas y un nuevo chef con estrella 
Michelin que creaba menús magistrales entre bastidores, Serafina 
era una de las joyas de Midas. Una por la que incluso el padre de 
Dom se aventuraba a salir de detrás de sus altos muros. 
Y allí estaba ahora, entrando en el restaurante con la 
seguridad de un hombre que conocía su valía y se atrevía a 
desafiarlo. Pero junto con esa seguridad en sí mismo venía el 
encanto, y Vincenzo Rossetti saludaba a todas y cada una de las 
personas con las que se cruzaba por su nombre y con una sonrisa, 
dejándolas, sintiéndose mejor que antes de que él llegara. Era un 
don, sin duda, que Dom no sentía poseer, pero ese no era su 
trabajo como segundo al mando. Al menos por ahora. 
Siguiendo de cerca a Vincenzo iban un puñado de 
guardaespaldas, una necesidad hoy en día, aunque mientras se 
dirigía hacia Dom, se mantenían a un lado, vigilando a ambos. 
 
31 
Dom se puso de pie, ambos hombres medían 1,80 y lo saludó 
con un beso en ambas mejillas. —Padre. 
—Hijo. —Vincenzo agarró la cara de Dom y le dio el habitual 
repaso, como si se asegurara de que estaba bien, de que no había 
nada que necesitara ser tratado. Una vez satisfecho, soltó a su hijo 
y se dirigió al asiento opuesto al de Dom—. Veo que has visitado 
al sastre recientemente. Ese color te sienta bien. 
Dom miró su traje. —¿Negro? 
Los labios de Vincenzo se movieron hacia un lado, una imagen 
de espejo de la sonrisa de Dom. —Sí. Va de la mano con la 
expresión de tu cara. De verdad, hijo, estamos a punto de cenar. 
¿No puedes conseguir una sonrisa para tu padre? 
Dom arqueó una ceja cuando el camarero apareció junto a su 
mesa, y vio cómo la sonrisa de su padre se transformaba en una 
sonrisa atractiva. Intercambiaron saludos, Vincenzo fue tan cortés 
como siempre, y aunque podría pensar que eso tranquilizaba al 
hombre, Dom sabía que no era así. Captó el sutil temblor de la 
pluma mientras el hombre anotaba el pedido y se volvió hacia Dom, 
que negó con la cabeza. 
El camarero se fue corriendo, y Vincenzo se quejó. —Eso no 
ha sido muy educado. 
—No estoy aquí para ser educado. 
Cogió el vaso de agua que tenía delante y miró a Dom al otro 
lado de la mesa. —Te he enseñado mejor que eso. 
—Y yo te he dicho que eres lo suficientemente educado para 
los dos. No soy como tú. 
—No, no lo eres, lo que casi hace más importante que el 
público te perciba bajo cierta luz. 
 
32 
—¿Y qué luz debe ser esa? —Dom apretó las manos sobre la 
mesa, el anillo de su padre brillando bajo las luces del restaurante, 
recordándole por qué estaba allí. De por qué su padre había 
organizado esta reunión—. ¿Como el hijo de un hombre de 
negocios? ¿O el hijo que acaba de adquirir el premio que su padre 
ha estado buscando para poner de rodillas a su enemigo? 
La sonrisa de hace unos segundos fue sustituida por una 
mandíbula tensa. —¿Está hecho, entonces? 
—Está encerrado en el sótano. 
Vincenzo no dijo nada mientras alcanzaba una de las 
servilletas dobladas y la abría de un tirón, luego la alisó sobre su 
regazo mientras pensaba en lo que Dom acababa de decir. —¿Vivo? 
—Esa era la petición, ¿no? 
—De nuevo, con el estado de ánimo con el que entré, es una 
pregunta legítima. 
—Tal vez el estado de ánimo es porque todavía está vivo. Pero 
esa fue la petición, así que así se queda. 
—Tan impaciente —dijo Vincenzo con una mueca en los labios 
mientras levantaba su copa—. Háblame de él. 
—No hay mucho que contar. Esta mañana estaba en una 
escuela de la Ivy League, y esta noche está atado en mi sótano. 
Vincenzo puso los ojos en blanco. —¿Qué sabe él? 
—Si dice la verdad, nada. 
—¿Y lo hace? ¿Está diciendo la verdad? 
Dom hizo girar su vaso en círculos sobre el liso lino de la mesa 
y pensó en el puro terror que había visto en los ojos de Luca. Se 
había mezclado con una inocencia que no había visto en nadie en 
mucho, mucho tiempo. —No tuve la oportunidad de extraer 
 
33 
información como me gustaría, así que no puedo estar seguro al 
cien por cien, pero mi presentimiento es que sí. Es completamente 
inconsciente. Y —…Dom sonrió al recordar…— cree que sus padres 
son geniales. Una pequeña familia agradable, normal y feliz. 
—Bueno, creo que tú también te beneficiaste de una infancia 
agradable y feliz. 
Dom levantó una ceja, y Vincenzo se echó a reír. 
—En su mayor parte. Tal vez fue un poco inusual, pero mira 
lo que nos dio el pensar fuera de la caja. —Señaló el restaurante y 
el gran casino. 
—Sí, pero ¿has olvidado el nombre del restaurante y por qué 
estamos aquí? 
Como el chasquido de un látigo, Vincenzo espetó: —Nunca lo 
olvido. 
Dom miró fijamente a unos ojos oscuros como la noche, y un 
escalofrío helado le recorrió la columna vertebral. El duro 
recordatorio de quién era el jefe en esta mesa había sido recibido 
alto y claro. 
—Tienes razón — ijo Dom, bajando los ojos—. Me disculpo. 
Tan rápido como había arremetido, Vincenzo se relajó y se 
arrellanó en su silla, la tensión entre ellos se suavizó. Tamborileó 
con los dedos sobre el borde de la mesa, y la mirada lejana que 
tenía le dijo a Dom que estaba perdido en un recuerdo. 
—No es poca cosa que el chico haya caído en nuestro regazo. 
Una oportunidad así... Y en el momento perfecto. ¿Enviaste a Ennio 
como mensajero? 
—Lo hice. 
 
34 
—Mmm. No me extraña que estés de humor. Hoy no se ha 
derramado sangre. 
—Yo no diría eso, pero está vivo. Nuestros chicos lo siguieron 
directamente hasta la casa de Fiore. 
—Una vez que su período de luto haya terminado, podemos 
contar con que las cosas se pongan feas. 
—Yo diría que sí. 
—Debemos esperar que vengan a por nosotros con toda su 
fuerza. Especialmente a ti. 
—Bueno. Estoy deseando que llegue. 
—No. No Esta vez. 
Dom se echó hacia atrás como si su padre le hubiera 
abofeteado. —¿No? ¿Qué significa eso? 
—Significa que has jugado tu parte aquí. El objetivo de esto 
era acabar con los herederos de Fiore, no perder el mío también. 
¿Realmente crees que te dejaría vagar por las calles cuando ellos 
tomen represalias? 
No era frecuente que Dom se quedara sin palabras, pero 
mientras miraba fijamente a su padre, su jefe, no podía pasar de 
la palabra no. ¿No? Nunca la había oído antes, no en relación con 
el trabajo para el que había sido educado. ¿Qué carajo? 
—Con el debido respeto, creo que es una decisión equivocada. 
Me necesitas ahí fuera cuando la mierda se derrumba. 
—No. Te necesito a salvo. 
—Siempre estoy a salvo. 
Vincenzo negó con la cabeza. —Esta vez no. Esta vez, pasas 
desapercibido. 
 
35 
—¿Y cómo esperas que lo haga? 
—Quedándote aquí. 
Dom parpadeó. —Aquí. 
—En el penthouse. 
Una risa burlona lo abandonó. —¿Quieres que me quede en el 
penthousede un rascacielos como si fuera una puta jaula dorada? 
Eso es ridículo. 
—Lo que es ridículo es tu obstinada resistencia a lo que sabes 
que es correcto. Eres mi heredero. También eres el que tomó algo 
esencial para la supervivencia de su familia. Eso te convierte en su 
objetivo número uno. 
—Pero yo... 
—Suficiente. He terminado con esta conversación, Dom. Te 
quedarás en el penthouse y Chef estará sobre ti como pegamento. 
Tiene que ser una puta broma. Una cosa era sentenciarlo a un 
encierro completo, ¿pero cargarlo con Chef? —¿No crees que eso 
es un poco extremo? 
—Creo que tienes que dejar de interrogarme. —Vincenzo miró 
por encima de su hombro donde el camarero se dirigía ahora hacia 
ellos con una bandeja de comida—. Una vez que hayamos 
terminado aquí, tienes que ir arriba y quedarte. Si me entero de 
que te has ido por cualquier motivo, no me alegraré. ¿Capiche? 
Mierda. —Sí, señor. ¿Y el chico? ¿Qué debo hacer con él? 
—Mantenerlo vivo... por ahora. Y mantenlo cerca. 
 
36 
LUCA se estaba volviendo loco. 
Había estado encerrado, atado, sentado en la oscuridad 
durante quién sabía cuánto tiempo, y lo que era peor, no entendía 
por qué. O dónde. O cómo. 
Le empezó a picar un punto de la sien y automáticamente fue 
a frotárselo, sólo para luchar contra la cuerda con la que estaba 
atado. Todo el forcejeo que había hecho antes hizo que las 
muñecas le dolieran mucho por el roce, y no iba a empeorar la 
situación. No cuando liberarse sólo significaba tratar de escapar de 
la habitación, y eso no iba a suceder. No con los gigantes que Dom 
tenía trabajando para él probablemente fuera de la puerta. 
Dom. El nombre parecía apropiado para alguien como él. Un 
tipo dominante, que toma prisioneros y los golpea. De alguna 
manera, era más intimidante que los tipos más grandes que 
llevaban a Ennio en sus hombros. Se enfadaba rápidamente 
cuando no conseguía lo que quería y parecía producir armas de la 
nada. 
Jesús, ¿cómo había logrado Luca escapar de esa forma de 
tortura? Hasta ahora, al menos. No era una gran señal que lo 
hubieran dejado aquí o que al pobre tipo que habían golpeado lo 
hubieran echado por la puerta con el mensaje de que “lo tenemos”. 
Él siendo... ¿Luca? Eso no tenía ningún sentido. Los únicos 
que se preocuparían serían sus padres, y ellos estaban tan alejados 
de este mundo como él. 
Su estómago gruñó, interrumpiendo momentáneamente sus 
pensamientos, y por ello se sintió algo agradecido. Cuanto más se 
 
37 
sentaba allí tratando de entender lo que estaba sucediendo, más 
quería su cuerpo provocarle un ataque de pánico en toda regla. 
Estás bien, se dijo a sí mismo. Tienes hambre, estás cansado 
y tienes miedo, pero no estás herido. Pronto se darán cuenta de 
que se han equivocado de persona y volverás a la universidad, a 
la rotación. 
Mierda. Rotación. No sabía cuánto tiempo había estado aquí, 
pero debían ser horas... Dios, ojalá no días. ¿Cuánto tiempo había 
estado inconsciente antes de terminar en este lugar? 
El repentino sonido de las cerraduras al abrirse fue como un 
disparo en el silencio. Luca aspiró y se enderezó, tratando de poner 
una cara valiente mientras las luces parpadeaban sobre él. 
Esta vez no fue Dom quien entró en la habitación, sino los dos 
tipos fornidos, y cuando se dirigieron hacia él sin decir nada, a Luca 
se le apretó el estómago de miedo. Especialmente cuando vio algo 
que brillaba como plata en las manos de uno de los hombres. 
No pudo evitar el temblor cuando se acercaron, y cuando el 
hombre levantó la mano, Luca cerró los ojos. —Por favor, no, —
consiguió decir, justo cuando le agarraron la muñeca con fuerza 
y... 
Sus brazos fueron liberados. 
Luego sus piernas. 
—De pie. 
La orden le pilló desprevenido cuando hizo girar las muñecas, 
comprobando que las articulaciones seguían funcionando, y cuando 
no obedeció inmediatamente, una mano enorme le agarró el bíceps 
y le levantó. 
 
38 
Oh, Dios. ¿Es este el momento en que me llevan a donde sea 
que hayan guardado a Ennio? ¿Dónde correré la misma suerte? 
Tiraron del brazo de Luca, dirigiéndolo hacia la puerta, y a 
pesar del miedo que se le agitaba en las tripas, Luca luchó contra 
el agarre. 
—Yo... realmente creo que te has equivocado de persona. —
Luca trató en vano de clavar los talones, de detener de algún modo 
su avance, pero como el suelo era de cemento, no consiguió gran 
cosa. 
Cuando llegaron a la puerta de su “celda” lo detuvieron y 
compartieron una mirada, y antes de que Luca pudiera decir algo 
más, todo se volvió negro: la capucha. La capucha volvía a estar 
en su cabeza, y eso no podía significar nada bueno. 
Dentro... Fuera... 
Dentro... Fuera... 
Mientras Luca se recordaba a sí mismo que tenía que respirar, 
se preguntaba si esto era el final para él. Tal vez ni siquiera lo 
llevarían a otra habitación. Tal vez el plan era terminar aquí. 
Ponerle la capucha en la cabeza y sacarlo. Si estaba más cerca de 
la puerta, sería más fácil de mover, ¿no? 
Guau, qué manera de pensar en positivo, Luca. 
—Vamos. —Las dos palabras lo sacaron de sus pensamientos 
morbosos cuando los dedos que rodeaban su brazo se apretaron y 
volvió a ser arrastrado junto a su guardia. 
El material de la capucha era grueso, tanto que a través de él 
no se veía ninguna luz, ninguna forma ni ninguna sombra, y con lo 
fuerte que respiraba, se estaba volviendo sofocante. Luca tuvo el 
fugaz pensamiento de que debía calmarse o correr el riesgo de 
desmayarse. Porque, aunque la idea de no estar consciente sonaba 
 
39 
atractiva si la tortura estaba en su futuro cercano, pensó que sería 
mejor si podía reunir algún tipo de información útil para escapar, 
o incluso tal vez para decirle a la policía si lograba salir de este 
lugar con vida. 
Miró hacia sus pies y se dio cuenta de que la única parte de la 
capucha que tenía algún tipo de abertura estaba en la base del 
cuello. No se la habían atado -gracias a Dios-, sin duda pensando 
que su presencia era suficiente elemento disuasorio para no 
intentar arrancársela y huir por su vida. 
Tenían razón a medias. No era tan estúpido. Pero el leve desliz 
le permitió ver el pasillo por el que le estaban guiando y, si tenía 
suerte, una pista de hacia dónde se dirigía. 
Luca mantuvo los ojos fijos en sus Nikes mientras el hormigón 
continuaba fuera de la habitación y bajaba por lo que parecía un 
pasillo interminable. Parecía una especie de mazmorra, pero ya 
nadie las tenía, así que tal vez un sótano. 
Eso era muy espeluznante, porque ¿quién llevaba a la gente 
a sótanos de hormigón? Asesinos en serie o sicarios a sueldo, eso 
era. 
Los pies de Luca vacilaron ligeramente al pensar en ello, 
mientras su mente volvía a pensar en Dom. Sabía exactamente en 
qué categoría pensaba que encajaba, y no era del tipo John Wayne 
Gacy4. 
Un zumbido mecánico sacó a Luca de sus pensamientos 
mientras los dos que lo sujetaban lo detenían. Entonces, un fuerte 
ding resonó en las paredes de hormigón y todo el cuerpo de Luca 
se agitó. 
 
4 Asesino en serie. 
 
40 
¿Un ascensor? Eso es un ascensor. Tal vez me dejen ir 
después de todo. 
Luca se aferró a ese bocado de esperanza cuando la puerta 
del ascensor se abrió. Los hombres lo guiaron hacia el interior y 
luego lo empujaron hacia la parte trasera de la cabina y pulsaron 
un par de botones. 
Luca miró hacia sus pies, y esta vez no había hormigón. En 
su lugar, el suelo bajo sus Nikes era un mármol negro brillante con 
lo que parecía una luna resplandeciente y motas de polvo de 
estrellas dorado. 
Fue tan impactante verlo después de lo que había pasado que, 
por un segundo, Luca se olvidó de lo que iba a suceder a 
continuación y, en su lugar, trató de pensar si alguna vez había 
visto un patrón como ese. 
Piensa, Luca. Piensa. Pero no se le ocurría nada mientras el 
ascensor seguía subiendo. Eso era algo que podía resolver al 
menos,porque un par de segundos después, sus oídos se llenaron 
de un silbido. 
Finalmente, el ascensor se detuvo y el suave silbido de las 
puertas al abrirse hizo que Luca levantara la cabeza. 
—Muévete —dijo la voz ronca junto al oído de Luca, y éste 
comenzó a caminar. Salió del ascensor y pisó una alfombra blanca 
inmaculada que parecía lo suficientemente suave como para 
dormir en ella. Luego se le indicó que caminara varios metros y se 
detuviera. 
¿Dónde diablos estaba? No parecía que estuviera a punto de 
ser liberado. Esperaba tal vez un estacionamiento, un viaje en auto 
y una salida rápida -pero espero que no fatal- por la puerta. Esto 
definitivamente no era eso. 
 
41 
Tres golpes rápidos -similares a los que había escuchado en 
el sótano cuando le entregaron a Ennio- sonaron en algún lugar 
frente a él, y segundos después lo empujaron hacia adelante. 
Luca divisó un umbral dorado que pisó, y entonces sus pies 
pasaron de la moqueta al suelo de madera pulida. Respiró 
profundamente cuando sus pies se detuvieron, y antes de que 
pudiera empezar a imaginar lo que iba a ocurrir a continuación, le 
quitaron la capucha. 
Luca parpadeó varias veces, y cuando la enorme habitación 
en la que se encontraba se hizo visible y una puerta se cerró de 
golpe tras él, aspiró una bocanada de aire. Nada en el mundo 
podría haberle preparado para lo que estaba viendo ahora, y la 
yuxtaposición de este lugar con el lugar del que acababa de salir 
era realmente impactante. 
Una habitación enorme, más grande que la mayoría de las 
casas, ocupaba lo que parecía ser toda la planta del edificio. En las 
luces bajas, los hermosos cremas y los acentos dorados daban una 
sensación de elegancia y opulencia que sólo los ricos podían 
permitirse. Pero al mismo tiempo, el fuego crepitante y los 
acogedores asientos invitaban a entrar, a acercarse y a deleitarse 
con la decadencia del lugar. Los elevados techos parecían tocar las 
nubes, y la centelleante lámpara de araña te hacía creer que 
tocabas las estrellas. Pero lo que realmente dejaba boquiabierto 
era la ventana panorámica que iba del suelo al techo y que ofrecía 
una vista de la que hasta Dios estaría celoso. 
Mientras Luca intentaba procesar todo lo que estaba viendo, 
sus ojos se fijaron en la intimidante silueta de un hombre que 
reconocería en cualquier lugar. Unos hilos de miedo se deslizaron 
por sus venas cuando el que llamaban Dom se giró finalmente para 
mirarlo. 
 
 
42 
 
Esos ojos oscuros recorrieron a Luca, y Dom levantó una ceja. 
—¿Me has echado de menos? 
 
43 
 
INCLUSO DESDE EL OTRO LADO de la habitación, Dom podía ver 
lo petrificado que estaba el chico, aunque ahora que estaba de pie 
y Dom podía verlo bien, estaba claro que no era un chico en 
absoluto. 
Tal vez con poco menos de 1,80 metros, llenaba sus 
vaqueros, camiseta y chaqueta de cuero de una manera que Dom 
no había esperado. El cabello oscuro a lo largo de la mandíbula y 
el labio superior era un poco más pronunciado de lo que había sido 
antes, pero hacía juego con su cabello rapado, dándole un aspecto 
rudo que se adaptaba mejor a la vida de la ciudad que a la de una 
estirada escuela de medicina. 
Sin embargo, la forma en que su cuerpo se puso rígido ante 
las palabras de Dom, decía que, si bien Luca podía parecer el 
personaje, no tenía la inteligencia de la calle para vivir una vida 
como esta. Ya había retrocedido, dispuesto a huir ahora que no 
estaba atado a una silla. 
Dom se burló. —Yo en tu lugar no intentaría huir. 
Luca dejó de moverse y volvió a mirar hacia la puerta. Parecía 
contemplar la posibilidad de hacerlo, y una parte de Dom esperaba 
que lo intentara sólo para tener una excusa para maltratar un poco 
al chico. Mantener las manos fuera era la preferencia de su padre, 
pero no era una orden. 
Mmm... Pensándolo bien... Si Luca quería jugar a atrapar al 
conejo, Dom estaba listo a un juego rápido. 
Le dedicó una sonrisa sádica a Luca. —Te diré algo. He 
cambiado de opinión. Si puedes atravesar esas puertas y entrar en 
el ascensor, te dejaré ir a casa. 
 
44 
La forma en que Luca frunció las cejas le dijo a Dom que no 
le creía, lo cual era inteligente, pero había algo más en su 
expresión. Algo muy parecido a la esperanza. 
Antes de que Dom pudiera parpadear, el chico salió corriendo 
hacia la puerta principal, que, por supuesto, estaba cerrada. Y, 
para su mala suerte, el sistema de seguridad no era tan fácil como 
abrir el cerrojo. 
Mientras Luca forcejeaba con el picaporte, buscando en vano 
un pestillo, Dom decidió dar una falsa sensación de piedad al chico 
desesperado por abandonar su presencia. Sacó su teléfono móvil 
del bolsillo, pulsó un botón y vio cómo la puerta principal se abría 
de golpe, tirando a Luca hacia atrás y al suelo. 
Sin embargo, no permaneció en el suelo durante mucho 
tiempo, sólo miró la puerta abierta y luego a Dom, que permanecía 
inmóvil, antes de ponerse en pie. 
Era casi halagador el modo en que Luca prácticamente 
tropezaba con él mismo para escapar. Dom disfrutaba del efecto 
que causaba en los demás sólo con su reputación, aunque Luca 
decía no saber nada de eso. No tenía ni idea de lo peor que podían 
ser las cosas. 
Luca se marchó, logrando atravesar la puerta principal, pero 
no se dio cuenta de lo que le esperaba a la vuelta de la esquina. 
Los gemelos Borrelli salieron de sus puestos habituales de 
guardia en el ascensor y en la entrada del penthouse. Sus enormes 
cuerpos bloqueaban el pasillo, y su visión hizo que Luca se 
detuviera de repente para reevaluar, pero su momento de 
vacilación le costó caro. Antes de que pudiera arriesgarlo todo para 
seguir adelante o darse por vencido y dar la vuelta, uno de los 
gemelos alargó la mano y lo agarró por el cuello. 
 
45 
—¿Vas a alguna parte? —dijo Joe. Con una mano que había 
aplastado muchas tráqueas, empezó a apretar, empujando a Luca 
por el pasillo mientras el chico luchaba por liberarse. Cuando 
cruzaron el umbral del penthouse, los ojos de Joe se encontraron 
con los de Dom—. ¿Jugando a las escondidas, jefe? 
—Pensé que a Luca le vendría bien algo de ejercicio después 
de estar sentado todo el día. Lástima que no pudo llegar más lejos. 
Qué pena. —Dom le dio a Joe un movimiento de cabeza, y soltó a 
Luca de repente. Luca cayó al suelo, luchando por respirar. 
Cuando los gemelos salieron de la habitación y cerraron la 
puerta principal -los cerrojos se activaron automáticamente- Dom 
se acercó a donde Luca estaba agachado, jadeando y tosiendo. 
—Sabías... que no podía salir. 
—Sí. 
Luca negó con la cabeza. —No entiendo por qué... —Se quedó 
sentado, mirando al suelo. 
—Eres un chico inteligente. Seguro que a estas alturas ya 
estás atando cabos. 
—No soy... —Sus palabras salieron roncas, y tosió y lo intentó 
de nuevo—. —No soy un chico. Y no soy quien tú crees que soy. 
Tienes a la persona equivocada. 
—No. Tengo a la persona correcta. El problema es que no 
tienes ni idea de quién eres. 
Luca parpadeó hacia él, el miedo de hace unos segundos 
ahora nublado por la confusión. —Eso no tiene sentido. Te he dicho 
quién soy. Me llamo Luca Davis. Soy de New Haven, Connecticut... 
—Basta —grito Dom mientras se cernía sobre su cautivo—. 
Todo eso son mentiras. ¿No lo entiendes? 
 
46 
Se agachó para que estuvieran frente a frente, y cuando Luca 
se apartó de él, una sonrisa inmoral curvó el labio de Dom. —La 
vida que conoces, la que te han hecho creer... Nada de eso es real. 
—Dom ladeó la cabeza, dando un repaso al chico—. La casa lujosa, 
el colegio rico, los padres cariñosos... Todo es una fachada. 
Luca frunció las cejas. —¿Una fachada? Yo... ¿Una fachada 
para qué? Mis padres son las personas más normales y cotidianas 
que puedas conocer. Van a trabajar, vuelven a casa, apenas salen, 
y mucho menos a la ciudad. Te digo que te equivocas de persona. 
Dom se puso en pie y pasó las manos porla chaqueta. —
Levántate. 
Los ojos de Luca se abrieron de par en par, pero por lo demás 
permaneció inmóvil. 
—He dicho. Que te levantes. —El tono de su voz era uno que 
cualquier hombre inteligente entendería que significaba 
problemas, y por suerte para Luca, lo único que tenía a su favor 
era su cerebro. Se puso en pie, asegurándose de mantener la 
distancia, pero Dom no estaba dispuesto a hacerlo sentir cómodo. 
Caminó alrededor de Luca, mirándolo de pies a cabeza, 
observando cada pequeño detalle del que ahora tenía la tarea de 
mantener cerca... y vivo. Luca miró por encima de su hombro 
cuando Dom se movió detrás de él, su respuesta de lucha o huida 
sin duda haciendo señales como un hijo de puta. Eso era lo que 
ocurría cuando eras la presa en la mira de un depredador. 
—Luca —dijo Dom junto al oído del chico—. ¿Te parezco un 
hombre que hace las cosas mal? 
El único movimiento que hizo Luca fue respirar. —No. 
—Exactamente. Así que cuando te diga que tengo a la persona 
correcta, no me discutas, joder. 
 
47 
Luca hizo eso y cerró la boca, pero las ruedas estaban 
girando, eso era obvio, y después de un largo momento, dijo: —
Entonces, ¿quién soy yo? Si dices que mi vida tal y como la conozco 
es una mentira, entonces dime lo qué crees que sabes. 
—Si hiciera eso, tendría que matarte, y por suerte para ti, 
alguien más arriba te quiere vivo. 
—¿Hay alguien más arriba que tú? —Al segundo de decirlo, 
Luca cerró la boca, como si se diera cuenta de lo bocazas que se 
estaba poniendo. 
Dom arqueó una ceja. —Sólo por un peldaño, y que no te 
consuele demasiado. Sigue mis consejos la mayoría de las veces. 
—¿Y quieres matarme? 
—Yo no me opondría a ello. 
Luca tragó y negó con la cabeza, mientras murmuraba algo 
para sí mismo. 
—¿Qué fue eso? 
Sus ojos marrones volvieron a mirar a Dom. El miedo de antes 
volvía a estar presente, pero también, aparentemente, su 
determinación. Luca levantó la barbilla un poco y dijo: —He dicho 
que eres un monstruo. 
Dom sonrió. —Ahora te estás dando cuenta. 
—Alguien vendrá por mí. La gente se va a preocupar por mí. 
—Las únicas personas preocupadas por ti ya saben lo que 
pasó. Estaban metidos en esto. 
—¿Qué? —Luca palideció al instante. 
 
48 
Dom metió las manos en los bolsillos y dio un paso adelante. 
—Fuiste un favor, nada más. Y eso es todo lo que voy a decirte 
esta noche. Ahora ven conmigo. 
Condujo a Luca por dos tramos de escaleras y por el pasillo, 
pasando por varias habitaciones vacías antes de detenerse en una. 
Dom abrió la puerta, la abrió de par en par y le indicó a Luca que 
entrara. 
Por la mirada de aprensión que tenía al pasar junto a Dom, 
parecía que esperaba otra silla y una habitación sin ventanas. En 
lugar de eso, le dieron una habitación de hotel de cinco estrellas, 
con ropa de cama de lujo, una gran ventana del suelo al techo e 
incluso una lámpara de araña. No está mal para alguien que Dom 
hubiera preferido tener en una cuneta. 
Luca se dio la vuelta, con el ceño fruncido. 
—¿Qué? —dijo Dom—. ¿No está a tu altura? 
—¿Me quedo aquí solo? 
—¿Preferirías tener compañía? —Dom sonrió y se apoyó en el 
marco de la puerta—. Podría quedarme. ¿O quizás prefieres a Joe? 
—No —dijo Luca rápidamente, pasándose una mano por el 
cabello—. Es que no me esperaba... esto. 
—Ya somos dos —dijo Dom en voz baja. Señaló con la cabeza 
la puerta de la esquina—. El baño está por allí. Úsalo o no lo hagas. 
No me importa. —Dom se dio la vuelta para irse. 
—¿Dónde te alojas? 
—Eso no es asunto tuyo. Cuando te necesite, te encontraré. 
Luca tragó con fuerza cuando Dom cerró la puerta. Se quedó 
allí un momento, con la mano en el pomo, antes de girar sobre sus 
talones. El dormitorio en el que se alojaba estaba al final del pasillo, 
 
49 
un espacio inmenso con vistas a Manhattan a ambos lados de la 
habitación, aunque prefería que las cortinas estuvieran cerradas 
para tener privacidad. Era un espacio tenue en comparación con el 
resto del penthouse, amueblado en tonos grises oscuros, con una 
moderna lámpara de araña de latón sobre la cama con regulador 
de intensidad. 
Se desabrochó la chaqueta del traje y la colocó en el borde de 
la cama, y luego crujió el cuello de lado a lado, suspirando mientras 
la tensión abandonaba su cuerpo. Mientras empezaba a quitarse 
los gemelos, se acercó al Van Gogh de gran tamaño que colgaba 
frente a la cama y pulsó un botón apenas visible en la pared de al 
lado. 
El cuadro comenzó a levantarse y Luca apareció. Estaba 
sentado en el borde de la cama, con los codos apoyados en las 
rodillas y la cabeza apoyada en los dedos apretados, como si 
estuviera rezando. 
Puedes rezar todo lo que quieras, pensó Dom, y era una pena, 
en realidad, porque, aunque Luca estaba tan cerca de Dios como 
probablemente nunca lo estaría aquí arriba, lo que no parecía darse 
cuenta era que estaba compartiendo espacio con él. El mismísimo 
diablo. 
 
50 
 
LO QUE HAYA HECHO... Sea lo que sea esto... Por favor, ayúdame. 
Luca había estado enviando oraciones todo el día, y aunque 
lo habían sacado del infierno de las mazmorras, seguía siendo un 
prisionero. Aunque en un lugar un poco más agradable, con una 
cama de verdad y una ducha, pero seguía existiendo la amenaza 
de Dom y los gemelos de la pesadilla en algún lugar cercano, y ya 
había aprendido por las malas que no sería fácil marcharse. 
Dejó caer las manos entrelazadas sobre las rodillas, notando 
las marcas de maltrato alrededor de las muñecas. Eso y el cuello 
le dolían muchísimo -en realidad, le dolía todo el cuerpo- y, aunque 
una ducha caliente sonaba a gloria, no había forma de que se 
desvistiera y bajara la guardia. No cuando alguien podía entrar en 
cualquier momento, no cuando no sabía qué pasaría después. 
Mierda, ¿había cámaras aquí? ¿Estaban observando todos sus 
movimientos? Mirando alrededor de la habitación, no notó ninguna 
cámara obvia, pero eso no significaba que no estuvieran allí. 
Secuestrado. Confinado. Vigilado. Herido por el 
guardaespaldas más grande que jamás había visto. Luca era el 
prisionero de alguien. Prisionero. No parecía real. Esto no era algo 
que ocurriera, pero no se había despertado para descubrir que la 
vida había vuelto a la normalidad tal y como la conocía. 
Dios, ¿había pasado sólo un día desde que se despertó en esa 
habitación? Sentía como si su cuerpo hubiera estado funcionando 
con adrenalina durante una semana, e incluso ahora, la idea de 
ponerse de pie le parecía que haría tanto esfuerzo que se caería. 
Intentó mantener los ojos abiertos, pero el cansancio lo 
estaba hundiendo. 
 
51 
Mantente despierto... Sólo mantente despierto... 
 
 
LUCA SE DESPERTÓ CON UNA LUZ cegadora cuando el sol entraba 
por las cortinas abiertas. Por un momento, pensó que estaba de 
vuelta en su dormitorio, que toda la loca pesadilla sería algo que 
se desvanecería cuando abriera los ojos. 
En lugar de eso, miró al techo para ver una lámpara de araña 
que seguía encendida por encima de él y, con un grito ahogado, se 
incorporó en la cama. 
Oh Dios... no es un sueño. No es un sueño. 
Rápidamente, escaneó la habitación y respiró aliviado al ver 
que estaba vacía, pero esa tranquilidad duró poco cuando se dio 
cuenta de que probablemente había alguien montando guardia 
frente a su puerta. Colapsando en la cama, Luca luchó contra el 
escozor de las lágrimas. En este momento debería estar en su 
primera rotación, por la que había trabajado tan duro. Pensarían 
que se estaba escaqueando, que no le importaba la cirugía general, 
cuando eso no podía estar más lejos de la realidad. ¿Se pasaría 
alguien por su dormitorio para ver cómo estaba? ¿Silas? ¿Un 
profesor? 
La idea de perder su plaza le producía náuseas. Entre ser 
rehén de un loco y ser expulsado de la escuela de medicina, no 
podía decidir qué era peor. 
No. Al diablo con esto. Voy a obtener respuestas y me voy alargar de aquí. 
 
52 
Se levantó de la cama todavía hecha y se vio en el largo 
espejo horizontal de la pared. Seguía vestido con su ropa de ayer, 
aunque su camisa blanca estaba un poco peor. Al menos se había 
puesto la chaqueta de cuero antes de salir, lo que probablemente 
le había ahorrado unos cuantos moratones por el implacable agarre 
de los gemelos. 
Luca se acercó al espejo y notó las sombras oscuras bajo sus 
ojos. Se veía como una mierda. Se sentía como una mierda. Y, 
como su estómago empezaba a protestar ruidosamente, tenía un 
hambre de mierda. 
Se dirigió al cuarto de baño, mirando con nostalgia la gran 
ducha de azulejos. No tenía tiempo para eso, por no hablar de que 
no tenía una muda de ropa, así que se apresuró y se echó agua 
fría en la cara para prepararse para lo que fuera que se iba a 
encontrar. 
Si es que era capaz de salir de su habitación. 
Luca respiró hondo y se pasó una mano por el cabello corto, 
luego se apretó la nuca. Tenía que mantener la cordura. Escuchar, 
prestar atención, no cabrear a ese tal Dom. Entonces tal vez, sólo 
tal vez, viviría para ver otro día. 
Con eso en mente, salió en silencio del baño, decidido a ver 
si la puerta de la habitación estaba abierta. Estaba a medio camino 
de la habitación hacia la puerta cuando… Se abrió de golpe y entró 
un hombre con pantalones grises, camiseta de cuello redondo azul 
marino y un delantal blanco. 
—Levántate y brilla. Espero que tengas hambre. 
El hombre y lo que acababa de decir eran tan inesperados, 
tan fuera de lugar, que a Luca le costó ponerse al día. 
—Ah, allí estás. Luca, ¿tengo razón? 
 
53 
¿Qué demonios es esto? ¿Y quién? Luca se fijó en la sonrisa 
despreocupada del tipo, en su cabello corto, perfectamente 
peinado, de color arena, y en sus ojos azules, y pensó que podría 
haberse colado en algún tipo de realidad alternativa. El hombre no 
se parecía en nada a los hombres aterradores que habían rodeado 
a Luca la noche anterior. Pero cuando el hombre dio un paso hacia 
él, Luca retrocedió uno automáticamente. 
—Epa, epa. —El hombre levantó las manos, y Luca notó una 
espátula en la derecha—. No hace falta que te pongas nervioso. 
Sólo venía a ver si querías algo de comida. 
—¿Comida? 
—Sí. —El tipo sonrió mientras bajaba las manos, y luego 
señaló por encima del hombro—. El desayuno. Tienes que tener 
hambre después de lo de anoche. 
Como si supiera que Luca estaba a punto de protestar, su 
estómago gruñó, recordándole que a caballo regalado no se le ve 
el diente. Pero al mismo tiempo, todo esto parecía demasiado 
bueno para ser verdad... ¿No es así? 
—¿Quién es usted? 
—Soy Chef. 
Los ojos de Luca se dirigieron de nuevo a la espátula, y Chef 
la levantó. 
—Ves. Y te he preparado el desayuno. Así que, puedes 
sentarte aquí todo el día y estar hambriento y miserable, o… 
—¿Podría comer tu comida y estar lleno y miserable? ¿Quizás 
incluso muerto? 
Chef comenzó a reírse, una risa profunda y gutural que 
resultaba reconfortante, pero al mismo tiempo inquietante porque 
 
54 
era muy reconfortante. Por lo que Luca sabía, este chef que Dom 
había enviado podría estar aquí para envenenarlo. 
—Esta mañana no te vas a morir. Sólo estoy aquí para 
alimentarte. —Chef se giró y se dirigió a la puerta—. Así que 
puedes venir conmigo ahora y comer, o quedarte aquí hasta que 
Dom regrese. 
Mientras salía por la puerta, sus palabras se quedaron en la 
cabeza de Luca hasta que finalmente aterrizaron en hasta que Dom 
regrese, y Luca salió corriendo al pasillo. 
—Espera... ¿Dom no está aquí? 
Chef dijo por encima del hombro: —No —y Luca se puso en 
marcha. Si Dom no estaba aquí, tal vez eso le daría a Luca la 
oportunidad de mirar a su alrededor, y si no era eso, la oportunidad 
de deshacerse de este horrible dolor de cabeza que tenía por la 
falta de comida. Tal vez entonces sería capaz de idear algún tipo 
de plan para salir de allí, o al menos mantenerse con vida. 
Siguió a Chef escaleras abajo hasta el enorme gran salón en 
el que había estado la noche anterior, y la habitación no era menos 
espectacular ahora. El sol brillaba a través de las altísimas 
ventanas, salpicando los lujosos muebles en cremas y dorados, y 
la vista de la bulliciosa ciudad debajo hizo que Luca se sintiera más 
distante que la noche anterior. 
Todo parecía tan lejano, tan inalcanzable. No había ventanas 
abiertas, y aunque las hubiera, este lugar estaba tan alto que nadie 
le oiría. Era sólo otro recordatorio de que, aunque su entorno era 
mucho más acogedor que el sótano, no era menos prisionero aquí 
arriba. 
—Sígueme —dijo Chef cuando llegó al final de las escaleras y 
se giró para pasar por debajo de ellas, alejándose de la sala 
principal. 
 
55 
Luca lo siguió, no queriendo toparse accidentalmente con uno 
de los gemelos torturadores. Atravesaron un gran comedor y 
entraron en una cocina de última generación. El olor a algo picante 
llenaba el aire, y a Luca le rugió el estómago. Jesús, sabía que 
tenía hambre, pero en cuanto llegó el olor de la comida, se le hizo 
la boca agua. 
Chef se movió detrás de la isla central y señaló uno de los 
taburetes. —Siéntate. 
La sugerencia fue dada con una sonrisa bastante encantadora, 
pero Luca tuvo la impresión de que era más una orden que una 
petición. Como era la primera vez que no temía activamente por 
su vida, hizo lo que le decían mientras miraba los armarios de 
mármol blanco y los electrodomésticos de acero inoxidable. Chef 
echó varias salchichas en una sartén, el aceite caliente silbaba y 
chispeó. 
—Salchichas —dijo—. Las hago yo mismo. —Señaló el 
mostrador de atrás, donde había una picadora de carne, y aunque 
esa era una explicación perfectamente inocente, algo en ella hizo 
que Luca desconfiara. 
—Entonces, ¿eres el chef personal de Dom? 
Chef soltó una carcajada. —Dom no se comería mi mierda ni, 
aunque le pagara. —Luego le lanzó un guiño a Luca—. Pero no te 
preocupes. No es porque no sea bueno. Sólo es un snob. 
Esa explicación no hizo que Luca se sintiera mejor, pero en 
ese momento no le importaba mucho el sabor de la comida. No 
recordaba la última vez que había comido, y las salchichas olían 
deliciosamente. 
Después de lo de ayer, parecía surrealista estar sentado aquí 
con un chef privado como si no tuviera ninguna preocupación en el 
 
56 
mundo. Tenía que haber un truco aquí, ¿no? Dom se había ido, y 
este tipo estaba siendo demasiado amable. ¿Por qué? 
Luca se frotó ligeramente la marca alrededor de la muñeca, 
un recordatorio de que no había inventado todo esto en su cabeza. 
—Entonces, ¿sólo estás aquí para prepararme el desayuno? 
—Por supuesto. 
—¿Por qué? 
—¿Por qué no? 
—Porque no me conoces. No te conozco. Y por lo que me han 
dicho, básicamente soy un rehén. 
Chef levantó su espátula para señalar el penthouse. —
Bastante bonito para ser un rehén. 
—¿Entonces, sabes por qué estoy aquí? 
—¿Tú sabes porque estás aquí? 
Luca se mordió el interior de la mejilla. Estaba claro que no 
iba a llegar a ninguna parte con este tipo. Tal vez una vez que 
tuviera comida en el estómago podría pensar, idear una mejor 
manera de obtener respuestas. —Entonces, salchichas. ¿Qué más? 
—Cualquier cosa que suene bien. 
—¿Huevos revueltos? 
—Bastante fácil. 
—¿Y tocino? 
—Un tipo de doble carne. Me gusta. Sí, le pondré un poco de 
tocino. 
Luca frunció los labios mientras Chef abría el refrigerador y 
sacaba los ingredientes. —¿Y con panqueques? 
 
57 
Chef cerró el refrigerador de una patada, con las manos 
llenas, y ladeó la cabeza hacia Luca. —¿De verdad tienes tanta 
hambre, o sólo quieres verme en la cocina? 
Un rubor subió por el cuello de Luca. No había pensado así en 
absoluto, pero ahora que Chef lo decía, Luca adivinó que el tipo era 
algo atractivo. Por otra parte, era un facilitador de rehenes, lo que 
anulaba su aspecto. 
—Sin panqueques —dijo Luca. 
Chef sonrió y sepuso a trabajar, sus manos rompiendo los 
huevos a una velocidad que Luca sólo había visto en Master Chef5. 
Era como ver un circo realizado sin problemas, con Chef tardando 
sólo un puñado de minutos en terminarlo todo. No fue hasta que 
empezó a emplatar la comida, cubriéndola con condimentos no 
marcados, de espaldas a Luca, que éste se preguntó si había sido 
una buena idea comer. Aquel tipo era un desconocido, alineado con 
el hombre que lo había secuestrado, lo que no hablaba 
precisamente de su carácter. Era mucho más amigable que 
cualquier otra persona con la que Luca se hubiera encontrado, pero 
eso no significaba que no hubiera envenenado la comida con una 
sonrisa. 
Chef puso un plato lleno de huevos revueltos, tocino y 
salchichas caseras delante de Luca y sonrió. —Mangia6, chico. 
Mientras Luca miraba el plato, salivando, con el estómago 
protestando, Chef empezó a limpiar la cocina. 
¿Era seguro? A una parte de Luca no le importaba, pero... 
—¿Hay algún problema? 
 
5 Programa de cocina. 
6 En italiano: Come. 
 
58 
Chef lo miraba fijamente, con las manos extendidas sobre la 
encimera, y fue entonces cuando Luca consiguió echar un vistazo 
detrás del velo amistoso. 
Luca tragó saliva. —¿Cómo sé que no has puesto algo en esto? 
—Lo hice. Sal, pimienta negra, algo de pimienta roja 
machacada. ¿Quieres el resumen completo? 
Luca dudó, y Chef comenzó a reírse. 
—Oh, lo entiendo. —Cogió un tenedor, cogió un bocado de 
huevos, y luego siguió con el tocino y un trozo de salchicha. Con 
un gemido, señaló la salchicha—. Esa es una jodida salchicha. —
Dejó caer el tenedor en el fregadero y extendió las manos—. ¿Ves? 
Todavía no estoy muerto. Come la maldita comida. 
Satisfecho, Luca empezó a hincarle el diente, y fue como si 
nunca hubiera comido antes. Normalmente cogía un huevo duro de 
camino a la puerta, ¿pero esto? Era prácticamente pecaminoso lo 
delicioso de esta comida. Especialmente las salchichas. Si así era 
como iba a morir, no era una mala manera de hacerlo, eso estaba 
claro. 
Tras una rápida limpieza, Chef trajo el resto de lo que había 
hecho y lo vertió en el plato de Luca antes de tomar asiento en la 
barra un par de sillas más lejos. —Buena mierda, ¿verdad? —dijo 
con una sonrisa cómplice. 
Luca sólo pudo asentir, y la palabra gracias estaba en la punta 
de su lengua, pero la contuvo. ¿Por qué demonios iba a dar las 
gracias a esta gente? Él no debería estar aquí. Así que ser 
alimentado era lo menos que podían hacer. 
Mientras seguía comiendo, su mente pensaba en qué decir, 
en cómo sacarle algún tipo de información a este tipo, ya que sólo 
 
59 
parecía un poco más abierto que los demás. —Entonces —dijo 
Luca, aclarándose la garganta—. Este lugar... ¿Es la casa de Dom? 
—No. 
—¿Es un hotel? 
—No. 
—Estamos un poco arriba. Eso de ahí abajo es Times Square, 
¿no? 
—Tal vez. No puedo ver tan abajo. 
—Oh, vamos. Tal vez no he estado en Manhattan antes, pero 
sé cómo es Times Square. 
—Entonces, ¿por qué me preguntas? 
—No lo sé, sólo pensé... 
—Ése es tu primer error, precisamente ese. 
Luca frunció el ceño. 
—Pensar. Déjame darte un consejo. Mientras estés aquí, no 
pienses, sólo hazlo, y puede que salgas vivo de aquí. 
—Así que sí sabes por qué estoy aquí. 
Chef se encogió de hombros. —Estás aquí porque Dom te 
quiere aquí. 
—Y estaré muerto si Dom me quiere muerto. 
Chef no dijo nada, pero su silencio fue respuesta suficiente, y 
Luca tuvo la impresión de que así terminaría cualquier 
conversación: sin respuestas seguidas de un silencio frustrante. 
Chef estaba aquí para cumplir las órdenes de Dom y nada más, y 
aparentemente eso incluía alimentar a Luca. Bueno, al menos no 
planeaban matarlo de hambre; una cosa que Luca preferiría por 
 
60 
encima de todo era un final rápido y fácil, en lugar de una muerte 
larga y prolongada, aunque no quería pensar en eso. Pero, sin 
respuestas y sin una escapatoria a la vista, este tipo de 
pensamientos eran inevitables. Así que, por ahora, lo mejor que 
podía hacer era comer la comida que tenía delante, acumular 
fuerzas y buscar cualquier tipo de oportunidad o debilidad que se 
le presentara, para luego hacer su jugada. 
 
61 
 
DOM CONDUCIA por un tramo desierto de Brooklyn durante sólo 
unos segundos antes de tener que frenar de golpe cuando un taxi 
se le puso delante. Maldijo y cambió rápidamente de carril, pero se 
encontró con un semáforo en rojo. 
La desventaja de vivir en la ciudad era que no le daba a su 
Porsche Taycan la oportunidad correr, y si no estuviera 
técnicamente atrapado, habría seguido conduciendo hacia algún 
lugar del norte del estado. 
Tal como estaba, ni siquiera se suponía que estuviera aquí. 
No en su auto, no en Brooklyn, y ciertamente no dirigiéndose a su 
casa. Si su padre supiera que estaba corriendo este riesgo, estaría 
tentado de encerrarlo en el sótano del casino, pero Dom necesitaba 
un maldito respiro y coger algunas cosas de su casa. ¿Era 
peligroso? Claro, pero los Fiores todavía estaban técnicamente de 
luto, y siendo los cabrones de la vieja escuela que eran, significaba 
respetar ese tiempo antes de que las cosas estallaran. 
Pero en caso de que no lo hicieran... 
Dom miró a Gino en el asiento del copiloto, con la pistola en 
el regazo preparada y los ojos constantemente buscando el peligro. 
Llevarle con él había sido la única concesión de Dom, porque 
incluso por muy imprudente que pudiera ser, no era estúpido. 
Nunca saldría solo. 
—Las calles están tranquilas —murmuró Gino—. Aunque eso 
no significa una mierda. 
Dom miró sus espejos retrovisores y laterales. —No me han 
seguido. 
 
62 
—Demasiado ocupados cagándose en el nuevo desarrollo. — 
Gino detuvo su inspección de las calles el tiempo suficiente para 
sonreír a Dom—. Hablando de eso, ¿cómo va eso? 
—¿Para él? Bastante bien. ¿Para mí? Todavía está 
jodidamente vivo, ¿no? 
—Pero lo dejaste con Chef. 
—¿Y? 
Gino se rio y volvió a mirar por la ventana. —Una opción 
interesante. 
Puede que sí, pero Chef era el amigo más antiguo de Dom y 
su confidente más fiable, aunque no fuera técnicamente parte de 
la familia. Nunca traicionaría a un Rossetti, y eso, junto con sus 
rasgos más favorables, era exactamente la razón por la que era la 
persona perfecta para vigilar a Luca cuando Dom no estaba cerca. 
Dom giró a la derecha y volvió a pisar el acelerador hasta que 
vio su casa de piedra rojiza de la esquina. Construida en 1900, con 
cuatro plantas que incluían un garaje privado, Dom siempre la 
había considerado un lugar seguro en la ciudad, una vez que se 
entraba en ella. Nada superaba a la seguridad de alto nivel de 
Midas o de la casa de su padre, por lo que había aceptado a 
regañadientes quedarse allí, pero el penthouse no tenía 
exactamente todas las comodidades del hogar... ni las armas. 
—¿Despejado? —Preguntó Dom, escudriñando las calles de su 
lado. 
—Despejado —respondió Gino. 
Dom pulsó el botón del garaje, y nada más empezar a levantar 
la puerta sonaron los disparos. El primero golpeó el guardabarros 
delantero con un agudo zumbido, y ambos hombres se agacharon 
inmediatamente. 
 
63 
Dom echó mano de la Glock que llevaba atada bajo el asiento 
mientras Gino preparaba la que tenía en el regazo. Varias balas 
más impactaron en la parte trasera del auto, y una de ellas rompió 
la ventanilla trasera. 
—¡Mierda! ¿Dónde están esos gilipollas? —gritó Dom mientras 
intentaba echar un vistazo por la ventanilla. Pero no se arriesgó a 
sentarse. 
Gino cogió el espejo retrovisor y lo inclinó hacia la parte 
trasera del auto. —Tengo a la vista a dos cabrones de Fiore que 
están al otro lado de la calle, pero no puedo ver a ningún capullo 
de tu lado. 
Dom apretó los dientes y se atrevió a echar un vistazo por la 
ventanilla y por la calle lateral, pero al igual que su pasajero, no 
pudo ver una mierda. Volvieron a sonar los disparos; uno de

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