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Rétame Jaquemate Prólogo: Aquí vamos, otra vez..., es complicado diría yo ¿Como le llamamos a esta parte de nuestras vidas? Es difícil buscar el nombre exacto, pero intentaré explicarles yo, porque si dejo que lo haga mi hermoso prometido, casi esposo jamás, ¡Jamás! terminaremos. Esta parte de nuestra historia es algo sensible mucho más para mí. — Amanda, llevas dos prólogos narrando tu, creo que ahora es mi turno — Comenta Sergey algo serio frente a ese hombre que toma nota de todo lo que decimos. — Anda, adelante amo. Sonríe sin poder sostener mucho su seriedad y mirándome con amor, morbo y lujuria suspira. — Esta parte de nuestras vidas diría yo que se le podría llamar "renacer" tendremos muchos obstáculos que pondrán en juego muchos sentimientos. Los malos entendidos, los celos... — ¡Los fetiches! Esos jodidos fetiches. Esos que hicieron que de los malos entendidos muchos se beneficiaran. Sergey pone los ojos en blanco cruzándose de brazos sin mucho con lo que defenderse. — Te metiste con ese tipo, ¿Que querías? — Tú te metiste con Megan en ese hotel, ¿Que querías? El hombre que toma nota se detiene un momento y algo confuso interviene. — A ver, ¿Pueden ponerse de acuerdo? Parecen críos peleando. — Ya, ya bueno seguimos. — Suspiro — No quiero ser trágica, pero creo que en esta parte de nuestras vidas solo bastó un poco menos de amor para terminar separados. Patrick, luego Carol..., y ni hablar de esa nueva..., ¿Camila? — ¿Sigues con Camila? Me quedo callada algo mosqueada. Sabe que esa tipa estuvo entre sus sábanas y aún lo niega. Pero después de tanto, hasta este punto de mi vida, de nuestras vidas. Pocas cosas me sorprenden de Sergey Kozlov. Ha logrado que todo de él se reduzca a sexo y fustas. También tuve que aprender en el camino que no puedo cambiar lo que él es, no puedo cambiar su esencia, sus deseos de dominar mis gemidos, no puedo pretender que sea otro cuando fue del amo, de quien me enamore por primera vez. — Hace dos años, me topé con una mujer que creí sería insignificante en mi vida, como muchas otras. Que la cogería y luego desecharía como hice con decenas de ellas. Aquella vez cuando esa mujer me retó frente a todos los inversionistas, supe que sería no solo mi sumisa. Sería algo mucho más. Sonrio interrumpiendo — Pero jamás se imaginó que sería algo así como su esposa, la mamá de su pequeña y la mujer que sigue dominando, amordazando, atando y follando de todos lados y de todas maneras. No puede evitar reírse mirándome con amor. Suspirando lleno de satisfacción secunda — Amanda Bachmann llena todas mis expectativas, no solo en el sexo, sino en mi vida. No imaginaría que sería de mi vida sin ella y sus alocadas ideas ni sus impulsos. Siempre será un reto en la cama, un reto en mi vida. — Retame, a lo que quieras sabes que estoy más que dispuesta a todo. Por un momento olvida que toman nota de todo lo que decimos y besando mis labios da una pequeña mordida con picardía. — Te reto a que vivas conmigo a mi lado, todos los días por el resto de nuestras vidas, mi amor. Guiñando un ojo con travesura, juego con mi collar de sumisión respondiendo encantada decidida a junto a él, entender y buscar el placer detrás de las — Reto aceptado, señor amo. ******* Hola a toditas!! Bienvenidas a esta última parte de Retame. Espero que les encante leerla como a mi el escribirla. Prometo que en al menos un capítulo llorarán, odiarán y también reirán. Por y para eso escribo, para transmitir muchas emociones al mismo tiempo. Les deseo un próspero Año Nuevo y nuevamente gracias por acompañarme en esta historia así como en todas las demás. Un beso enorme a todas. April Capítulo 1: Señora Cozlova Amanda Bachmann. Siento mil maripositas revoloteando en mi estomago. Llevo un lindo y sencillo vestido blanco adornado con diamantes, un velo hasta las rodillas junto con unas rosas blancas en las manos. Estamos aquí, frente a un altar en menos de una semana, Sergey con un miedo absurdo a que cambiara de parecer, ha querido que nos casemos sin ni siquiera invitar a nadie, solo quiere que sea su esposa, que sea la señora Kozlova. El juez me pregunta si deseo ser la esposa de Sergey Kozlov. Los ojos me sollozan, siempre he querido ser su esposa, pensé que jamás lo sería y hoy, hoy estoy a solo un paso de convertirlo en realidad. — Acepto ser su esposa Sergey me mira rebosante de alegria, sonrie e intenta no sollozar, pero sus emociones lo traicionan y una lagrima rebelde cae por sus mejillas. Con la voz temblorosa, él me acepta a mí como su esposa y tras ponerme el anillo en el anular y yo poner el suyo; besa mis labios abrazando mi cintura. — La amo, señora Kozlova Muriendo de amor y emoción me abalanzo en sus brazos chillando de alegría. ¡No puedo creerlo! ¡Estoy casada! Me carga en brazos y sus manos, esas manos comienzan a descender por mi espalda erizando mi piel. Muerde mis labios sonriendo — Prometo señora Kozlova, darle una luna de miel de la que jamás se va a olvidar..., bueno prometo que lo único que va a olvidar es el nombre, haré que grite, que gima, que se retuerza de placer. Haré que cada embestida quede grabada en las cercanías de tu útero. Voy hacerle el amor señora Kozlova, le haré el amor y también le haré correrse, la haré temblar, haré que su mente no pueda procesar palabra alguna, su vagina, esa que me tiene loco, todo urgido estará caliente, mojada, hinchada. La azotaré, chuparé..., le haré cosas que su cuerpo ni su morbosa van a olvidar. Trago saliva. Siento mi vagina empapada de solo escucharlo. Salimos de la capilla y aún no se ni siquiera donde pasaremos nuestra luna de miel, no me ha querido decir. Sólo llevamos una semana en Rusia y desde que llegamos solo he estado pensando en la ceremonia y nada más. Tengo varias llamadas perdidas de Edward y uno que otro mensaje de texto. ¿Como hago para escaparme a Alemania después de la luna de miel? Busco cómo hacerlo y cada vez lo veo más difícil pero lo necesito, siento que es parte de la tranquilidad de Sergey y ahora mía que soy su esposa. Decido responder después, Llegamos al penthouse y la maletas están aguardándonos en un rincón. Siento sus brazos rodearme mientras que su nariz aspira mi olor en la nuca. — Hueles..., hueles delicioso. — ¿Donde pasaremos la luna de miel? — No seas curiosa, te prometo que te encantará. — Aún no creo que sea tu esposa. — Lo eres, eres mi esposa, mi mujer. La que escogí entre muchas, la que robó mi corazón, mi voluntad y mis deseos. Logra sacarme una sonrisa y ya me veo toda traviesa. Muerdo mis labios buscando aflojarle el cuello de su camisa. Siento calor, ardor..., muero por sentirlo dentro de mi. De tenerlo fuerte y salvaje; quiero sentir esa morbosidad que logra hacerme sentir como toda una diosa, como la dueña de su cuerpo y sus deseos. Detiene mi mano con la respiración algo agitada. — Muero por follarte, realmente no sabes como deseo follar a mi esposa. Pero he decidido esperar hasta que lleguemos a ese lugar donde no te daré cuartel ni a ti ni a esa que llevas entre las piernas. Extrañada pregunto — ¿Y eso por qué? — Quiero que la primera vez que te toque siendo mi esposa, sea una que nunca olvides. Sin decir más agarra las maletas y las lleva al coche. Meto a caramelo en su jaula y me lo llevo junto con mi bolsa. Muero del nervio, quiero saber a donde coño vamos y ¡Joder! No tengo ni puta idea. Solo sé que en esta luna de miel descubriré límites y deseos que aún no experimento en mi piel. ***** El viaje ha sido algo tedioso y largo pero al fin hemos llegado. Sergey no quiso viajar en un vuelo comercial y hemos llegado en un jet privado. Al bajar la escalerilla del avión y sentir el calor, el viento, el paisaje tropical, la playa al fondo me quedo estupefacta. ¿Donde coño estamos? ¡Esto debe ser lejos de Rusia! — ¿Donde estamos? Colocándose unas gafas de solo responde besando mis labios. — Estamos en Hawaí nena. — ¿Hawaí? ¿En serio? — Chillo de la emoción — ¿Vamos a ir a la playa y todo eso? ¿Vamos a bucear y a asolearnos,también vamos a usar las faldas hawaianas? — Vamos me suena a mucha gente. Yo no voy a ponerme una cosa de esas. Y nena, primero hay una cama que no es está esperando. Ya luego hacemos lo que quieras. Dando saltitos como niña pequeña añado — ¿Donde está el hotel? — No es precisamente un hotel, es un bungaló. — ¡Quiero ir a la playa! — Estamos rodeados de ella, nena. Maneja mientras yo veo todo asombrada por la ventana. El sol, la playa, la arena y todo es tan distinto a Rusia que aún no puedo creer que estemos acá. Llegamos a un lugar muy hermoso rústico y tropical. El calor aunque es algo fuerte igual me encanta. Todo distinto a Rusia y Alemania. El bungaló está sobre el agua en unos soportes, el agua es cristalina y calmada. Todo es hermoso, de ensueño. Siento nervios, me siento extraña. No puedo creer que esté aquí. Todo parece un sueño, algo irreal. — ¿Todo bien? Asiento con la cabeza — Si, todo bien. Solo que no creo que esté aquí siendo tu esposa. Aún no logro creerlo. Agarra mi muñeca llevándome hasta un pequeño barco. Sujetándome por la cintura me sube junto a él y yo solo miro todo emocionada como niña pequeña. Nos acercamos al bungaló y curiosa entro quedándome pasmada. El viento acaricia el lugar, las cortinas blancas translúcidas, las sábanas de igual color con pétalos de rosas rosadas adornando junto a una charola plateada con champaña y dos copa dan un escenario que me deja totalmente descolocada. Siento su aliento tras mi nuca mientras sus manos recorren mi cuerpo hasta llegar a mis pechos tocándolos con avidez. — ¿Te gusta? — Es..., es hermoso. — ¿Sabe que deseo hacerle señora Kozlova? Deseo hacerle el amor, al menos intentar ser ese hombre distinto al dominante que has conocido en la cama. Oírlo me derrite. Me volteo mirándolo a los ojos sonriendo con ternura y emoción. Acaricio su rostro preguntando con curiosidad — ¿Que has hecho para que te ame tanto? — ¿Que has hecho tú para que desee hacerte el amor en vez de someterte? Muerdo sus labios rebosante de alegría — Amor, amor cariño. Sólo eso. Me lleva hasta la cama tumbandome cándidamente sobre la cama mirándome con deseo, con ternura y más que morbosidad, mira mi cuerpo con amor. Sus labios se rozan por mi piel al mismo tiempo que sus manos comienzan a desnudarme. Alucino, me siento extraña. Haber conocido el Sergey dominante, agresivo, salvaje y lleno de morbosidad logra descolocarme con cada caricia que ahora da sobre mi cuerpo. Descendiendo hasta acomodarse entre mis piernas susurra con una voz grave logrando intimidarme y al mismo tiempo excitarme. — No me cansare de decírselo señora Kozlova, me fascina...— roza su lengua en la hendidura de mi vagina — me fascina este lunar. Chupa, lame, muerde suavemente cada rincón que se esconde entre mis piernas logrando que mis ojos se tornen en blanco, la respiración se transforme en jadeos y los pensamientos dulces en unos morbosos y lujuriosos. Separa mis piernas inmovilizándolas con sus manos. Muerdo mis labios arqueándome acalorada. — Sabes y eres deliciosa nena. Evito cruzar mi mirada con la suya. Increíblemente aún me da pena verlo entre mis piernas. Ver entre mis piernas a aquel hombre narcisista que me humillo de forma tan ruin y ahora el mismo está en mi vagina sacándome suspiros. Desesperada tiro de sus muñecas haciendo que se suspenda sobre mi. De solo sentir su erección rozar mi abdomen me estremezco. Desvistiéndolo llevo mis labios a su oído susurrando — Quiero tenerte dentro ya. Quiero que me hagas correrme, joder quiero que me dejes exhausta. —Quiere hacerme sufrir y sabe como hacerlo. Se frota sobre mi vagina humedeciéndome aún más. Clavó mis uñas en su espalda queriendo más, más y más. Sigue frotándose colmando mi aguante. Agarró sus caderas oprimiendolas contra las mías suplicando — Hazme el amor, quiero sentirte ya, ¡por favor! — ¿Urgida? — Burla llenando de besos salteados mi cuello. — Usted me pone así señor Kozlov. Sonríe al escucharme llamarlo así. No puedo esperar, parezco una adolescente con las hormonas revueltas. Ser la señora Kozlova me ha puesto más caliente de lo normal. Soy como una mortal debajo de su cuerpo. Gloriosamente siento como mi interior comienza a expandirse deliciosa y provocativamente. Me penetra con fuerza, al mismo tiempo con un toque algo suave para lo que Sergey Kozlov.está acostumbrado. Tocando el fondo de mi vagina hace que me retuerza de un dulce dolor logrando sacudirme a su merced, como le place. Entra y sale de mi sin dejar de recorrer mi cuerpo descubriendo cada centímetro con sus labios. Hace que sienta que soy lo único que desea poseer. — Quiero que tenga algo claro señora Kozlova — Embiste con sutileza — Es mía, toda usted es mía. Sus labios, sus ojos, su cuerpo, su sonrisa. Toda usted es mía. Besando la comisura de sus labios susurro — Hasta que la muerte nos separe. Tira de mis brazos rodando ambos en la cama quedando yo sobre él y algo pasmada. Pocas veces me ha dejado tener el control de algo y mucho menos en el sexo. Cree que no lo sé, cree que no noto que retiene los gemidos y expresar el placer. Enredo mis dedos en su cabello acercando su oído a mi boca. Muerdo suavemente el lóbulo de su oreja mascullando traviesa — ¿Por qué que retienes los gemidos? Me encanta escucharte y se que quieres hacerlo. — ¿Te gusta escucharme gemir golosa empedernida? — Me excita, me fascina saber quién soy yo la que hago gemir a un amo que está acostumbrado a someter en vez de ser sometido. Azota fuertemente mi vagina con una dulce y dolorosa embestida haciendo que varias palabras indecorosas se me escapen sin poder retenerlo. Mi piel transpira, cada embestida hace que pueda convertirme en una peligrosa y exigente para esos gemidos que comienzan a surgirle. — Muevete.— Gime — Nena, házlo, follame. Suavemente muevo mis caderas sobre su erección haciendo que en su boca se dibuje una O perfecta dejando salir mil jadeos. Azota mis nalgas pidiendo más quebrado en suspiros. — Oh ¡Dios! Joder nena no pares, eres..., eres... — ¿Soy que? — Incito mientras sigo moviéndome sobre él ahora con más fuerza. — Eres, eres jodidamente peligrosa — Dices que toda yo soy tuya cierto...— Sonrío — Este que tengo entre las piernas es mío. Que lo sepas. — Todo tuyo Balbucea en ruso apenas pudiendo coordinar las ideas. Su pecho está húmedo, su cabello igual y el rostro se ha tornado rojizo. Hace mil gestos que hacen que muera de perversión. — Te amo, te amo cariño — Te amo más, nena te amo mucho más. — Balbucea Se queda inmóvil corriendose en mi interior. Siento como entre mis piernas parece haber un mar derramándose entre los dos. Su respiración aún es violenta, tiembla y apenas logra pronunciar palabras. Besa mi frente rodeando mi espalda con sus brazos con un ímpetu que jamás antes había visto en él. — Tome lo que me tome, cueste lo que me cueste, voy a embarazarte. Quiero una niña, una pequeña tú, una Amanda en miniaturas. Sonrio algo tenue respondiendo sin querer darle muchas vueltas al tema — Lo dices como si el del problema fueras tú. — Tendremos una princesita, ya verás. — No me hago ilusiones con algo que no pasará. — Hacerle el amor, señora Kozlova me ha despertado el apetito. ¿Le gustaría ir a comer algo? Asiento con la cabeza encantada. Dándome un azote pícaro me tumba en la cama y seguido se pone en pie. ¡Dios! Ese jodido cuerpo, ese que lleva entre las piernas, esas nalgas y abdomen fornido. Parpadeo sin poder creer que una perfección como él haya elegido ser esposo de alguien como yo cuando puede escoger y tener a las mujeres más bellas, más elegantes y distinguidas de Rusia o de donde le dé la gana. Agarra un albornoz para cubrirse pero aún así no dejo de admirarlo, solo mirarlo me hace sonreír. Sale al balcón de la habitación a atender una llamada y yo de un salto me pongo en pie a buscar algo lindo que ponerme para ir a comer. Mi móvil suena, mientras sigo mirando los vestidos que he traído contesto la llamada. Escuchar la voz de Kate me deja helada, emocionada exclamo. — ¿Kate?¡Kate! — Si amiga soy tu mejor amiga la golosa, la alocada Kate está de regreso. ¡Tengo noticias! — Yo también tengo noticias, muchas. — Anda, dime tú primero las nuevas noticias. Miro a Sergey y aún habla por el móvil. Sonriendo muerdo mi labio inferior con el corazón dando brinquitos. — Estoy en mi luna de miel — ¿Juatttt? No...,¿En serio? Dime que te casaste con ese monumento ruso. Dime que ese es tu marido y no el otro aparecido con quien andabas. — Me casé con Sergey ayer. Kate, amiga soy la mujer más feliz del mundo. Aún no me lo creo, no entiendo como alguien como él se ha liado con algo como yo. — ¿Y no me dijiste nada? ¿Te casaste y tú mejor amiga no fue? — Nadie fue, nos casamos en un loco impulso, todo fue relámpago. Pero estoy muy feliz, no sé cuánto estaré aquí con él pero no quiero irme en mucho tiempo. Kate feliz responde — Me alegra mucho que por fin alguien te haga feliz y valore lo hermosa mujer que eres por dentro y por fuera. Antes de dejarte para que sigas cogiendo y pasándola rico quiero comentarte algo. ¿De casualidad tu mamá y Edward Kirchner se conocen? Su pregunta me resulta algo confusa. ¿Por qué Kate pregunta algo así? — Realmente no lo sé. Una vez se vieron en navidad cuando mamá estaba en el penthouse de Sergey. Ellos reaccionaron extraño pero no sé más. ¿Por qué preguntas? — Estaba en una cena en la casa de los Kirchner. Nathan me invitó y accidentalmente escuché una conversación desde la entrada de la casa. Creo que hablaba con una mujer a la que llamaba Anhila. Igual que tú mamá. El nombre de tu mamá no es muy común y no creo que sea solo coincidencia. Trago saliva — ¿De qué hablaban? — Creo que es algo que no me compete a mi decirte porque no es de mi incumbencia. Pero lo que puedo decirte es que tienes a tu familia más cerca de lo que crees. Habla con Edward, pregúntale sobre esa noche. Dile que yo te lo comenté. Quizá te diga quizá no, pero nada pierdes intentando. — Kate, ¿A que te refieres? — Ya te dije, no puedo decirte más. Solo sé que si esa mujer que estaba afuera con él era tu mamá. Hay mucho que logra tener sentido ahora. Ah por cierto, ¡Me mudo a Rusia! Convencí a Nathan de mudarnos a San Petersburgo. Acá quiero continuar con la universidad y todo lo demás. Además así estamos juntas. Ya Alemania me aburrió. — Oh ahora vives con Nathan. La última vez que me hablaste de él apenas te hacía caso. Riendo replica — El buen sexo y la buena cocina ata a cualquier hombre. Créeme, ni Nathan se ha salvado. Y con el si me atrevo a casarme. ¡Me trae loca! — Ya veo, Kate. Hablamos cuando esté de regreso a Rusia. — Vale, tenemos que ponernos al corriente en mucho. ¡Besitos! Dejo el móvil a un lado y Sergey ya ha terminado su llamada. Se sienta a mi lado sin poder contener la curiosidad. — ¿Con quien hablaba tanto señora Kozlova? — Era Kate, se muda a Rusia. — Arqueo una ceja — ¿Tú con quien hablabas? — No era nada importante. Ahora vámonos a comer algo. Deteniéndolo agarrando su muñeca pregunto — ¿Cuánto estaremos aquí? — El tiempo que quieras nena. Sin decir más va por las llaves del coche y sonrio como lela. Estoy viviendo un sueño del cual no quiero despertar jamás. Soy la esposa de Sergey Kozlov, un amo que al parecer terminó sometiendo sus propios sentimientos. ********* ¡Chicas! Ya oficialmente comenzó esta última parte. Quiero notificarles que pueda que tarde un poco más en actualizar dado que trabajo a tiempo completo y estudio enfermería y apenas tengo tiempo para respirar. Pero prometo tratar de actualizar seguido. Espero que este ultimo libro les sea de su agrado y Sergey y Amanda se ganen un espacio en sus bibliotecas y corazones así como lo lograron Megan y Mikhail. Besitos !!! April Capítulo 2: Sergey Kozlov. No me canso de verla, de admirar esa belleza que me tiene como tonto enamorado. Ella pide pequeños platillos típicos del lugar y los prueba maravillada. Lleva en su cabeza una corona de flores muy tierna luciendo como varias mujeres de la zona. — Esto se llama Laulau, sabe muy rico anda prueba un poco. Sabe muy rico — Dice acercando su tenedor a mi boca. Pruebo eso que tanto afán tiene que pruebe. Es como una niña pequeña cuando está feliz. Lleva puesto un bañador que me hace pensar perversiones. Sonrio mirando sus senos comentando — No creo que ese bañador llegue a la playa. Estaría cogiendote en todas partes. — ¿ Ah si? Por mi encantada. Vamos a la playa, no puedo aguantar las ganas de asolearme, de nadar, de tomar refrescos mientras miro las olas. Pongo los ojos en blanco de solo pensarla en bañador robando mil miradas y no sé cómo pero no lo voy a permitir. — No — ¿No que? — No vas a asolearte y menos con el bañador que llevas puesto. Solo yo te miro — No empieces Sergey. Deja los celos tontos. No puedes evitar que me miren, ademas no creo que lo hagan. Y de de hacerlo, solo pueden mirar pero tú puedes eso y mucho más, lo sabes. — ¿Se supone que eso me tranquilice? Dice que si con la cabeza y no me queda más remedio que convertirme en guardaespaldas de ella. Ella está inmersa en una felicidad que me llena de alegría. Mira todo con emoción queriendo hacer mil cosas a la vez. Quiere nadar, surfear, ¡Bailar!, ¿Ir a un Karaoke? Está loca si piensa que voy a ponerme a cantar en un karaoke. Yo la verdad, con coger me basta. Agarra mi mano recostando su cabeza sobre mi brazo mientras caminamos por la arena, me siento extraño. Nunca había llegado a esto, a algo tan simple de tomarse de las manos como cualquier pareja. Es una rareza en mí y apenas sé cómo debería reaccionar. Amanda nota mi rareza y no tarda en comentar. — Tú podrás ser todo lo amo que quieras y someter en el sexo todo lo que quieras, y te lo acepto. Pero si bien eres el que domina en la cama, yo domino otras cosas — Sonríe — por ejemplo, el que aprendas a ser romántico y hasta un poco cursi. — ¿Que me has hecho? Nunca pensé que terminaría casado amando a una mujer al punto de imaginar una vida junto a ella. Comienzo a quererlo más que Amanda. Imagino una pequeña bebita con sus ojos, con el color de su cabello y no puedo evitar sonreír. Solo con ella podría querer ser padre. Como ella casi siempre hace lo que quiere, se quita el vestido traslúcido playero que trae puesto dejando a docenas de miradas el cuerpo que me trae locamente enamorado. Camina hasta la orilla de la playa, moja sus pies y al acercarme a ella me dice ilusionada. — Se siente muy rico, ¡es todo un sueño! Quiero ir más adentro. — Hablas como si fuera la primera vez que estás en la playa. Me mira algo apenada respondiendo — Es mi primera vez. He visto el mar pero nunca había tenido la oportunidad de estar en el. Sin proponértelo, has cumplido uno de mis más grandes sueños. Tomándola por sorpresa, la cargo en brazos adentrándome con ella en las aguas cristalinas y poco profundas de la costa de Hawái. Las olas nos arropan y Amanda no deja de reír y salpicarme agua. — ¡Te amo! — Grita divertida — Yo más voluntariosa — No, ¡Grítalo! Así como yo ¡Te amo! — ¡Te amo! ¡La amo señora Bachmann! — Aww me encantas así de romántico y cursi. Besando sus labios muerdo ligeramente su inferior sonriendo. — Puedo ser tan cursi como salvaje y más cuando la tengo en la cama señora Kozlova. — Mmm me excita que me llames así. — Ya me calentaste. Al cuerno la playa, quiero follarte. Quiero hacerlo ahora Niega con la cabeza — Quiero nadar, ya después me coges todo lo que quieras. — Ven acá — Con disimulo coloco su mano sobre mi erección. — ¿Y esto? Hasta en la playa anda caliente. — Muy caliente. Reposa sus brazos sobre mis hombros sabiendo que cuando quiere puede controlarme si le apetece. Sonriendo se quita las gafas de sol y mirándome a los ojos pide. — Tengo sed, ¿Puedes ir por un refresco? Ya luego pienso si te bajo o no la calentura. Anda, acá te espero. — Eres mala — Mala no, muy mala señor Kozlov. No puedo negarme a los deseos de mi mujer. Puede hacer conmigo lo que guste aunque aún no lo sepa. Camino hasta un pequeño puesto de refrescos a laorilla de la acera. Pido dos refrescos y una voz femenina suena, se me hace familiar y al voltearme me quedo anonadado. — ¿Camila? ¿Camila Morozova? Ella sonríe al verme e igualmente anonadada responde — Sergey Kozlov..., que grata sorpresa verte después de tantos años y más que todo aquí en Hawái. Verla me trae recuerdos amargos y al mismo tiempo excitantes que viene a mi mente sin poder evitarlo. Tartamudo respondo. — Si..., estoy de..., estoy de vacaciones. — Interesante.... ¿y andas solo o con una nueva sumisa en turno? Cambiando el tema pregunto — ¿Estás bien? — Muy bien, soltera, menos boba y más caliente después de aquellos tres meses hace años. Esos que pase en tu cama, jamás lo voy a olvidar. — Yo tampoco Camila. Bueno, tengo que irme. Me alegra haberte visto. Que tengas buen día. — ¡Espera! — Me da una tarjeta — Estaré esta noche en ese lugar. Me estoy quedando en el hotel Hotunuli. Me gustaría charlar aunque fuera una última vez. Espero verte por allá. Felices vacaciones. Agarra su refresco yéndose perdiéndose entre la gente. ¿Porque tiene que aparecer justo ahora? Me quedo en trance por unos cuantos segundos. Cuando la tuve, cuando estuvo entre mis sábanas era una niña de dieciocho años, virgen, inexperta y ahora es totalmente lo opuesto. — ¿Quien era esa mujer con la que hablabas? Me volteo y tras de mí está Amanda cruzada de brazos con una mirada amenazante y la felicidad creo que se le fue de paseo. — Nadie, una turista que buscó conversación. — Ajá, como digas. — Es la verdad. Vamos, toma tu refresco y vamos al agua. — A donde único quiero regresar es al hotel. No llevamos ni dos dias de casado y ya me mientes. Pongo los ojos en blanco. — Amanda, no tiene caso pelear por tonterías. — Para ti quizá es tontería el que te vea hablando muy a gusto con una disque turista. ¡Quiero ir al puñetero hotel! — ¡Como quieras! No es posible que no podamos estar un jodido momento en paz sin que sus celos lo jodan todo. Al llegar al bungaló se encierra en el baño azotando la puerta y ya voy viendo la luna de miel terminada. Me tumbo en la cama cerrando los ojos e intento hablar con ella. — Amanda..., nena ven acá. No es necesario que te enojes y que echemos a perder la luna de miel. No tarda en salir y cruzada de brazos responde con seriedad. — No..., no estoy enojada. Puedes hablar con quien quieras. Lo que no puedes hacer es mentir descaradamente como lo haces. Soy tu esposa, al menos deberías ser sincero. Esa mujer y tú hablaban como si se conocieran de antes. Camino hacia ella y sin poder mentirle, sin poder engañarla sin razón le digo. — Aquella mujer es una conocida, la conocí en Rusia hace muchos años atrás. Hace como ocho años. — Quien es — Insiste enojada. — Camila Morozova, así se llama. Traga saliva — ¿Fue tu amante o tu sumisa? — ¿Para que quieres seguir con el mismo tema? Es nuestra luna de miel, es una simple conocida que por casualidad se cruzó en nuestro camino. Nada más. Más bien, cambia esa cara y vayamos a comprarte algo lindo para esta noche. — No quiero salir — Deja de ser tan berrinchuda y celosa. Te amo a ti, solo tengo ojos para este cuerpo, para estos labios. Solo deseo hundirme en esa que llevas en entre las piernas. En más ningún lugar. Logro sacarle una sonrisa y su mirada se suaviza un poco tornándose algo temerosa. Abrazándola beso sus labios mientras ella pregunta en voz baja. — ¿De verdad es cierto todo eso? — ¿Que mas prueba quieres que llevar un anillo y mi apellido en tu cédula? Después de Thamara me juré a mí mismo que jamás volvería a pasar por un altar y mira lo que has logrado, me he casado contigo nena. — Se queda callada algo cabizbaja. Levanto su mentón con mi índice añadiendo — Quiero que estés tranquila, hagamos algo. Camila me ha dado una tarjeta en donde está la dirección del lugar donde estará hoy. Segun ella quiere hablar conmigo, iré a ese lugar. Pone los ojos como platos. —¡Y todavía tienes el jodido descaro de decirme que se iban a ver! — ¡Joder escúchame! ¡Iré pero con mi esposa! Conocerás quién es ella y verás que no es nadie importante. Deja los celos tontos, si no es Megan o cualquier mujer que me habla. No responde nada y entrando nuevamente a la habitación sentándose en la cama su rostro se queda algo acongojado. El silencio vuelve a reinar entre los dos y comienza a resultar incómodo. Busco algo que ponerme y su voz suena suave, tenue. — Quizá te resulta tonto que sea así. Pero más tonto debe ser que tú mismo lo hayas ocasionado. No creía en mí, no era segura de nada en mí y fue justo cuando tú me hiciste sentir tan inservible pero tanto que no era posible que un hombre que puede tener la mujer que quiera decida atarse a algo tan insignificante como yo. — Amanda no empie... — Te callas y me escuchas. Si, soy tu esposa. Lo soy aún no sé cómo pero lo soy. Y es a tu esposa a quien más has humillado porque te apuesto lo que sea a que ninguna de tus sumisas le has dicho ni la mitad de lo que me has dicho a mi. Ni siquiera a Carol. ¿Recuerdas aquel cambio que me hiciste hacerme? Mírame ahora, ¿Me parezco a aquella empleada que humillaste? No te gusté como yo era, hiciste que me convirtiera en una mujer por fuera y otra por dentro. A veces pienso que solo soy un trofeo en tú vida. Una muñeca a la cual cambias a tu antojo y yo solo lo permito porque me he enamorado de ti. Quisiera negar todo lo que ha dicho, decir que no es cierto pero todo lo que ha dicho de alguna manera lo es y me duele que lo sea. La humille, hice que cambiara y ella lo hizo. Se sienta en el balcón del bungaló mirando hacia el horizonte con la mirada tristemente perdida. Me acerco a ella respondiendo con algo de timidez. — Tienes razón en lo que has dicho y no sabes cómo me arrepiento de haberte hecho sentir así. Ahora cargo con eso y no te imaginas como pesa y duele, aún más cuando te amo como lo hago. Discúlpame nena, si me he casado contigo, si después de tanto ahora llevas mi apellido es porque eres lo más importante que tengo en mi vida y cada cosa que dije en aquel momento haré que queden en el olvido para ti. Te demostraré que eres hermosa por dentro como por fuera. Que más allá del sexo me casé contigo porque te amo. Eres la primera mujer que logra que no sea solo él sexo lo que me ate a ella. — Suspiro — Podría preguntar lo mismo, porque te has casado con un hombre como yo cuando mereces alguien que no desee dominar, alguien que tenga familia, que tenga un pasado. Aún no lo comprendo. — Porque te amo idiota. —Sonríe algo tímida e intenta tornarse seria pero no lo consigue. Tiro de sus muñecas subiéndola sobre mi regazo deseando todo de ella. Intento besar sus labios pero me evita añadiendo — Estoy enojada, no quiero besos. — Nena, enójate después. Es nuestra luna de miel y te traigo ganas a todas horas. — No quiero coger..., bueno si quiero pero estoy enojada contigo por ser así como eres de mentiroso. Agarro su cabello y tirando de él con picardía expongo su cuello a merced de mi boca. Acerco mi nariz a su piel aspirando su olor, su esencia. Rozo mi lengua en su cuello y ya la escucho chasquear la lengua. — Además de mentiroso, tramposo. Sabes qué haces eso y ya después no puedo negarme. — Esa es la idea señora Kozlova. Por más enojo que tenga su morbosa le puede mas. Mueve sus caderas trazando círculos sobre mi sexo haciendo que otra vez logre tener el control sobre mis deseos. Ahora es ella quien busca mis labios con desespero. Los toma con avidez quitándose la parte superior del bañador. ¡Dios! Cada centímetro de su cuerpo me enloquece, me excita. Sus senos se rozan contra mi pecho al mismo tiempo que sus manos buscan las mías. — Tócalos — ¿Eso quieres? — Asiente con la cabeza — Acércalos Traviesa acerca uno de sus pezones a mi boca y mi lengua juega sobre el mismo causando que esos hermosos grises se pongan lascivos sobre mis pupilas. Afloja el nudo de su prenda inferior dejándola caer quedando completamente desnuda. — Nena, quiero..., quiero... — Mmm, ¿Que quieres? — ¿No sientes lo duroque me has puesto? Quiero penetrarte, quiero besarte, quiero chuparte, besarte, morderte, joder quiero azotarte. — ¿Quieres azotarme? Respondo algo inconforme. — Quiero, lo deseo pero no tengo que hacerlo para cogerte y hacer que te corras como deseo. No dice nada y poniéndose en pie camina hasta el borde de la cama colocándose esa postura que me saca los más bajos y oscuros instintos. Reposa su cuerpo en sus rodillas y brazos dejando que mi mente fantasee con muchas cosas. — Anda, hazlo. Azotame. — No —¿Por que no? — Por que no es lo que deseas Sonríe perversa — Es lo que quiero, solo procura no matarme — Ríe despreocupada. Me acerco a ella rozando la palma de mi mano en sus nalgas. No puedo negarme a lo que en el fondo deseo con locura. Busco entre las maletas su collar y colocándolo en su cuello susurro en su oído. — Sabes las reglas, solo basta con que pidas que me detenga y lo haré. Ella asiente con la cabeza y tras tanto tiempo de dejar guardado al amo en un cajón, traerlo de regreso despierta oscuras y acaloradas pasiones. Capítulo 3: Viejas sumisas, felicidad en riesgo Amanda Bachmann. Tengo miedo, al mismo tiempo deseo. Hace mucho que no tengo a Sergey sobre mi como amo. Cuando se decide a someterme a sus deseos, pareciera que es otro. Azota fuertemente mis nalgas haciendo que sienta un corrientazo por todo el cuerpo. Da otro azote más fuerte que el anterior y tras darlo besa mis nalgas para luego morderlas susurrando. — La haré gritar, gemir y haré que suplique por más señora Kozlova. — ¿Eso cree? — A partir de ahora, hará lo que yo diga, se moverá si se lo ordeno, hablará si se lo ordeno. ¿Claro? — Ha quedado claro. Me coloca boca arriba acercando a la cama una charola con unos artilugios agarra unas especies de cinturones en piel para atarme las muñecas a los tobillos. ¡No voy a poder moverme! Eso me desespera y al mismo tiempo me excita. Derrama sobre mi abdomen una poca de miel dejando que mi mente imagine cientos de cosas morbosas. — Haga lo que haga sobre su cuerpo, no se mueva señora Kozlova, o será reprendida. Sin dejar de mirarme fijamente a los ojos, se acomoda entre mis piernas sujetando mis caderas con fuerza y su lengua comienza a lamerme el abdomen con suavidad. ¡Dios! Intento no sentir, no querer moverme pero sus labios me tienta cada vez más a gemir y pedir que de una vez me coja. Muda sus labios hacia mi vagina llevando consigo una sonrisa traviesa, chupa, lame y da esos toquecitos gloriosos con su lengua logrando que mi cuerpo y mi concentración se quiebren por completo. Suavemente arqueo la espalda alertando a mi querido amo que he roto su orden. Pellizca uno de mis pezones diciendo con autoridad fijamente a los ojos. — Has desobedecido —Asiento con la cabeza — Seras reprendida. — Entendido, amo. — replico con picardía. Vuelve a colocarme boca a bajo y esta vez me ata las muñecas a los tobillos quedando mi vagina expuesta a lo que desee hacerme. Mis tobillos y muñecas tocan ligeramente mis nalgas haciéndome sentir una total esclava de sus perversos deseos. — Abre la boca — Ordena y yo obedezco algo nerviosa— muerde Muerdo lo que parece ser una mordaza o algo parecido ya viéndome sometida por cosas que quizá nunca antes he experimentado. Siento su pene frotarse en mi sexo mientras su aliento eriza cada vello de mi espalda. Dios, ¡Joder! ¡Voy a infartar! Coloca sus manos a la altura de mi cabeza y besando suavemente mi cuello embiste con fuerza mi vagina. — Me encanta tenerte así, rendida..., mojada, excitada. Muerdo con fuerza la mordaza. Cada embestida va acompañada de un azote, de un tirón de cabello, de una palabra morbosa. Sonrio, me gusta, me hace sentir que tiene y a la vez no tiene el poder sobre la situación. Con cada embestida que da sus gemidos se intensifican al igual que sus azotes y brusquedad. Lo placentero comienza a tornarse algo doloroso; sus embestidas parecen estocadas y parece no poder controlar su fuerza en cada azote. Muerdo fuertemente la mordaza intentando tolerar el dolor que siento con cada embestida. Toca el fondo de mi vagina provocando un dolor terrible, mi cuerpo se sacude, transpira y sin darme cuenta una lágrima cae de mis ojos sin poder retenerla. Duele, duele mucho y ya el placer se fue nuevamente de vacaciones. Es otro, el que está sobre mi penetrandome no es Sergey Kozlov, es otro sadico que no razona. La última embestida hace que él eyacule placenteramente en mi interior y yo termine soltando la mordaza chillando de dolor. Siento el cuerpo cansado, como si hubiera corrido cien kilómetros. Tras pasar unos minutos me quita los cinturones, siento su semen deslizarse por mis muslos y las piernas de tocar mis nalgas caen a la cama como un par de bloques de plomo. Seco la lágrima con disimulo y Sergey no tarda en preguntar. — ¿Estas bien? — Si — ¿Segura? Asiento con la cabeza — Voy a darme un baño. Sin esperar a que responda me pongo en pie caminando hacia el baño. Cierro la puerta y preparando la tina suelto otra lágrima odiosa. Aún me duele, me duele la vagina, el cuerpo, me duele todo. Pero más que dolor siento frustración. Sé que eso que ha hecho hace unos momentos no es nada comparado a lo que le gusta hacer. Siento que en la cama está conmigo solo como a mi me gusta y él siempre se queda colgando esperando más. Quiero satisfacerle, deseo que más que su esposa sea el centro de su placer, de su fantasía, de esa morbosidad que le acompaña. Moriría de solo pensar que alguna otra pueda complacer ese sadismo que lleva consigo. Quiero ser yo, solo yo quien lo haga aunque me cueste acostumbrarme. Me meto a la tina cubriendo todo mi cuerpo en el agua y sales aromáticas deseando relajar no solo el cuerpo, los pensamientos también. Me cubro el rostro y cerrando los ojos intento no pensar en nada que empañe la luna de miel, ni mis miedos, ni mis fallos sexuales como sumisa y mucho menos en esa mujer aparecida. Me recuesto en la tina y justo cuando lograba sentirme algo relajada, escucho su voz sonar en mi oído erizándome la piel en segundos. — ¿Puedo acompañarte? Asiento con la cabeza y ya lo tengo dentro en la tina junto a mi. No abro los ojos, los dejo cerrados, roza su cuerpo desnudo contra el mío dejándome saber que no lleva puesto ni siquiera el bóxer. Frota su sexo contra mi costado haciendo que ya mi corazón se dispare. — ¿Que te ocurre nena? — Nada, estoy bien. — No, no lo estás. Conozco a mi esposa. Abro los ojos más sin mirarlo a los ojos respondo — Solo pienso — ¿En que piensas? — En como ser mejor amante para ti. En no solo ser ahora tú esposa, llevar ese título y la pasión por mí se te acabe. Se ríe, se ríe con algo de burla haciéndome sentir como tonta. Cruzándome de brazos frunzo el ceño. — No entiendo cuál es la risa. — Mi amor, haces que tenga erecciones constantes. Logras que quiera tocarte a todas horas, eres perfecta como eres, no deseo que cambies absolutamente nada de ti. — Quiero que también disfrutes cada vez que tenemos sexo. Que no solo sea yo quien sienta placer, quiero que también tú recibas y no solo des. — ¿Y quien te dijo que no lo disfruto? — Cuando tenemos sexo, solo buscas mi placer. Pero sé que no lo sientes como yo. — Amanda, si siento placer, y la forma en la que siento placer al máximo es una en la que nunca te voy a exponer. Ahora eres mi esposa, eres mi todo. Y si tengo que solo darte placer a ti, lo haré. Lo miro a los ojos desconcertada. ¿Cómo es posible que piense que yo voy a permitir eso? — Quiero saber cómo es que sientes placer. No me ocultes las cosas, quiero saber qué cosas lo provocan y... Cubre mi boca con sus manos sonriendo y evitando que siga el tema. — Sabes como me provocas placer, mucho placer... — Con un gesto pide que me acomode entre sus piernas su erección sobresale del agua acalorándome toda. — Me matarías de placer con tu boca en mi pene. — Sabes que no me refiero a eso, yo... — Hazlo, nena me encanta como lo haces. — Ya muchas te lo han hecho — Argumento algo sarcástica. — Muchas, es cierto. Pero me casé conesta boca, y es la que quiero que me saque orgasmos. De solo escucharlo me tienta la morbosa. Rozó mi lengua sobre su glande para luego tenerlo tocando el fondo de mi garganta. Deja caer su cabeza reposándola sobre la pared embaldosada cerrando los ojos entregando todos sus sentidos a lo que comienza a sentir. Su hinchazón crece en mi boca comenzando a hacer que pequeños gemidos se les haga escuchar. Miro de reojo su rostro y es uno acalorado, lleno de deseo y lujuria. Mueve suavemente sus caderas buscando más placer y eso me excita aún más. Su mano se reposa sobre mi cabeza y tirando suavemente de mi cabello susurra apenas pudiendo pronunciar palabra. — Así nena.., oh Dios, haces maravillas con esa lengua. Sonrio y llenándome de calor, succiono su glande haciendo que un gemido se escape de su garganta. Pide que lo mire fijamente mientras mi boca se regocija en su erección. Lo chupo, lo lamo, mis manos juegan con su piel. Él es todo sensaciones y gemidos. Se inmoviliza y entre balbuceos susurra. — Ya, nena detente. — ¿Por? — Si no lo haces, voy a correrme en tus labios. Escucharlo me enciende y buscando eso con ansias lo chupo hasta sentir su orgasmo materializado correrse por mi garganta. Sonríe extasiado, jadeante y agitado. Pide que lo mire a los ojos y hago lo que me pide sintiendo algo de pena. Si, pena aún después de tanto lo que he hecho en la cama con Sergey Kozlov, sigo sintiendo una poca de pena. — Eres..., eres..., joder nena eres un peligro para mis deseos y fantasías. — ¿Por que soy un peligro? Cerniendo sus pupilas sobre las mías responde sin poder evitar ocultar lo que piensa. — Por qué hay cosas que aunque deseo hacerte, sé que las consideras extremas. Pero cada vez qué haces delicias como la que acabas de hacer, creo que sería más que placentero llevar esas cosas que deseo hacerte a la realidad. — ¿Cosas como cuales? Sonriendo solo me mira quedándose callado sin responder a mi pregunta. Besa mi frente dejándome con la duda y evadiendo el tema comenta. — Voy a ayudar a bañarse a mi esposa para luego ir a ese lugar donde veremos a la mujer con la que hable en la playa. — No es necesario. — Para mi si lo es. Quiero que la conozcas. — No quiero conocerla. — ¿Por? — Esa mujer, sé que tuviste algo con ella aunque no sepa exactamente qué. Sergey, no quiero ir conociendo a cada mujer que tuviste en la cama. Es raro, es incómodo y más cuando tú fuiste el primero con quién tuve sexo. Me mira algo serio para luego responder. — Hay algo que debes saber y tener presente. Cuando esas sumisas que tuve, se enteren de que me he casado contigo no solo van a aparecer mis otras sumisas, sino que intentarán dañarte. Sobretodo Carol, tú has logrado lo que ninguna de ellas logró y es motivo suficiente para que te odien. Solo quiero que tengas en esa cabeza presente que eres lo más importante que tengo. No será fácil, pero sé que juntos lo superaremos. Sonrio acariciando su rostro sin poder negar lo enamorada que estoy de él. Bajo la mirada susurrando. — No quiero que nada me separe de ti. No solo están ellas, también está Esther, tú madre. — No te preocupes por Esther. Ella tiene que aceptar o al menos tolerar el que ahora eres mi esposa. No voy a permitir que siga ofendiéndote como lo hace. Ahora eres parte de la familia y eso ni ella ni nadie lo va a cambiar. Ahora ve y ponte más hermosa de lo que ya eres. Iremos a ese bar. Digo que si con la cabeza en el fondo no muy convencida de que sea lo correcto. Si mujeres como Carol antes me odiaban solo porque era la novia de Sergey Kozlov, ahora que soy la esposa, me deben querer ver muerta. Busco entre las cosas que traje algún vestido bonito muriendo del nervio. Otra vez el va a hablar por teléfono y sale a la pequeña terraza para que no pueda escuchar nada. Eso me enoja, me hace sentir como que aún después de todo hay secretos entre los dos. Sacudo la cabeza sin darle más importancia a eso de las llamadas comenzando a arreglarme. Me pongo el vestido y al verme frente al espejo no me gusta mucho como me queda. Es ceñido al cuerpo y algo escotado. Además de que Sergey no me dejaría salir con eso ni de aquí al pequeño yate que nos lleva de regreso a la bahía. Aún así, quiero ponérmelo. A veces pienso que después del cambio de imagen que Sergey hizo hacerme en Alemania, cambio mi físico, mi cabello quizá también mi belleza pero sigo siendo la misma por dentro. Aquella que rechazó por no llevar vestidos como este. Sentándome frente al espejo me maquillo sacando una mujer que pocas veces he conocido en mi. Una elegante, sofisticada, sensual y diría que hasta provocativa. Sergey al verme se queda anonadado y yo poniendo los ojos en blanco comento. — ¿Que me ves? — Veo que tengo una esposa hermosa, sexy y que me pone a cien cada vez que la veo. — No me acostumbro a que digas que soy tu esposa — Sonrio — Se oye raro. —Mira tú anular — Hago lo que me pide y él me enseña el suyo — ¿Ves esta argolla? Significa que eres la mujer más importante en mi vida. Besando mis labios tira de mi cintura acercándome a su cuerpo para olerme, tocarme y susúrrame al oído las cientos de cosas que desea hacerme cuando regresemos del bar. Sin darle más vueltas, terminamos yendo al lugar dond esa mujer citó a Sergey y al entrar, veo la misma mujer de la playa muy elegante con un vestido hermoso y coqueto. Me miro y luego la miro disimuladamente a ella sintiéndome un poquito inferior. La mujer al ver que Sergey no viene solo se le borra la sonrisa del rostro. Me mira de pies a cabeza sonriendo nuevamente esta vez fingiendo una sonrisa que de lejos se ve que es forzada. — Buenas noches, Camila. — Saluda Sergey — Hola, me alegra que hayas aceptado la invitación. Me tomas de sorpresa, no pensé que vinieras acompañado. Doy dos pasos hacia atrás y Sergey agarrandome de la cintura hace que vuelva a dar dos pero hacia el frente. — No tuve la oportunidad de presentarte en la playa. Camila, ella es Amanda... Antes de que pueda dejar terminar a Sergey impulsivamente interrumpo. — Soy Amanda Kozlova — Camila, Amanda es mi esposa. Estamos en nuestra luna de miel. La mujer se ríe y mira a Sergey escéptica. Suelta una carcajada y comenzando a enojarme pregunto. — ¿Podría saber lo que le hace tanta gracia? — Disculpa, querida disculpa pero es que es muy difícil creerlo. ¿Sergey Kozlov.casado? Esto sí que es loco, definitivamente. — ¿Por qué tendría que serlo? — Argumento— ¿Quien eres tú? La mujer mira a Sergey con misterio sonriéndose algo lasciva. Arqueando una ceja responde. — No creo que a tu esposo le haga bien que sepas quien soy. ¿Porque mejor no se lo preguntas a él? Sergey serio pregunta — ¿Para qué querías verme aquí Camila? — La pregunta es ¿Por que has aceptado la invitación si según tú estás muy feliz de Luna de miel? — ¡Quien eres! Me mira con pedancia y con una mirada intensa parece declararme la guerra de solo saber que soy la esposa de Sergey. — Soy Camila Morozova, y si de algo te sirve saber, fui la primera sumisa de tu esposo. Cuando tú tenías por ahí unos doce a trece años, tú esposo me ataba con grilletes y me azotaba para luego cogerme. Pero dejo que tu esposo, sea quien te cuente mejor. Disfruten su luna de miel, nos vemos luego. Estoy segura que nos volveremos a ver. Sin decir nada más agarra su bolso y sale del bar dejándome a mi en total trance y más confundida que nunca. Capítulo 4: Una cita en el karaoke Sergey Kozlov. Antes de que termine de irse del club, salgo tras Camila lleno de enojo. Logro detenerla antes de que se subiera a un taxi y agarrándola del brazo le pregunto qué demonios es lo que pretende a lo que ella responde. — ¿Yo? Yo no pretendo nada. Ambos sabemos que eres un hombre que no está hecho para casarse y menos con una mojigata como esa. Porque de lejos se nota que no aguanta ni la mitad de lo que tú sueles hacer con tus sumisas. — No es tu problema y la respetas. Es mi esposa. — Si, es tu esposa..., veremos cuánto aguantas con solo sexo fresa romántico. Cuando te aburras de ella, sabesque aquí estoy esperándote. — No creo que nos volvamos a ver. Me mira a los ojos fijamente contradiciendo con seguridad. — Pienso todo lo contrario. Sergey...., hay cosas en ti que ni tu matrimonio va a poder cambiar y mucho menos lo que tus fantasías demandan. — Me basta y me sobra con mi esposa. Buenas noches. Me volteo y antes de irse replica algo enojada. — Sabes muy bien que tú y yo tenemos algo pendiente desde hace años atrás. — Para mi quedó olvidado al igual que las que vinieron después de ti. No dice nada más y se sube al taxi dejándome más descolocado que hace unos minutos. Amanda no ha salido y eso es raro pero más que raro, me preocupa. Regreso al bar y la veo sentada en una mesa con una copa a medias. La seriedad en su rostro, la amargura en su mirada me comienza a avisar que se avecina otra discusión. Me acerco y sentándome frente a ella comento preocupado. — ¿Estás bien? — Lo estoy — ¿Podemos hablar? Toma un sorbo de la copa encogiendo los hombros. — No tienes que explicarme nada sobre esa tal Camila. Es tu pasado, es tu conciencia. No es mi problema. — Quiero hacerlo, Amanda. Arquea una ceja fríamente — Pero no quiero que lo hagas. ¿Que más claro puede quedar? Fue tu sumisa como lo fue Carol, como lo fui yo. Una más de tu lista, otro contrato. ¿Sabes que? Ya no deseo seguir hablando y me aburrí de estar aquí. Quiero regresar a la villa. — Amanda, no puedes juzgarme ni enojarte por cosas que pasaron antes de que te conociera. — No te juzgo y mucho menos estoy enojada. Quiero ir a la jodida villa. ¿No entiendes? No tolero que me hable en ese tono y mucho menos en público. Hago que me mire a los ojos y comenzando a enojarme por su actitud, ordeno. — Vuelves a hablarme así y vamos a tener problemas. — Hablo como se me da la real gana. Ahora ya que insistes en quedarte aquí bien, iré en taxi. — No te atrevas levantarte de esa silla Amanda, te lo advierto. — ¿O que? Deja tus ataques de amo estrellado y déjame respirar. ¡Adiós! Se levanta de la mesa haciendo caso omiso de lo que le he ordenado y sin más se va del bar dejándome solo con su copa casi vacía. Esto no es una luna de miel, es un jodido calvario. Pido un trago y trato de poner en orden las ideas, Amanda se ha vuelto muy vulnerable a cualquier cosa que tenga que ver con mi pasado y ni yo mismo sé cómo manejarlo. No soporto tenerla lejos y no saber dónde está. Amarla como lo hago se ha convertido en un arma de doble filo para mis emociones y pensamientos. Forzosamente me está cambiando aunque no deseo que lo haga. Regreso a la villa luego de unas horas y allá está durmiendo arropada entre las sábanas en una esquina casi al borde de la cama. Curvo la comisura al ver cómo duerme, la ternura que derrocha, el amor que hace que sienta por ella a cada minuto. Me siento a su lado y acariciando su cabello beso su frente, luego sus labios susurrando en su oído. — Quizá no me creas, pero eres la única mujer que ronda en mi cabeza a todas horas. Te amo pequeña peleona. —Sigue durmiendo y sin darme cuenta, veo la oportunidad de decirle cosas que nunca podría decirle de frente. — Sabes, hay muchas cosas que me gustaría que supieras, aunque parezcan estupidas me ocurren. Te las diré porque duermes, porque sé que no las recordarás. — Suspiro — Una de ellas, hay cosas en mí que me llenan de inseguridad. Siento que aunque las mujeres me busquen, aunque sean capaces de firmar contratos de sumisión, en el fondo siento que no soy capaz de darle a ninguna mujer lo que cualquier hombre podría dar. Mi amor, Amanda, quiero ser mejor para ti, y aunque no lo digo, día a día intento ser alguien que no soy, de ser romántico, de poder hacer el amor sin necesidad de dominarte. Es muy difícil, es difícil intentar hacerte el amor y terminar deseando someterte. Es difícil regalarte flores, cuando voy a comprarlas todas me parecen iguales. Intento decirte cosas bonitas, intento ser más cariñoso pero no me sale, aún busco en mí ese cariño que nunca he recibido. Pero prometo que te lo daré aunque me cueste encontrarlo. Ahora que eres mi esposa, mi mujer, te prometo que voy a darte lo mejor de mi. Quizá para ti no sea mucho, pero te daré lo mejor que tengo en mi. Quiero darte ese bebé, me duele ver cómo a escondidas te haces pruebas de embarazos y todas salen negativas. Me duele ver cómo te duele el no poder ser mamá. Quiero que seas feliz, pero hay veces que no sé si Sergey Kozlov.sea capaz de hacer feliz a una mujer tan bella y dulce como tú. Te amo, te amo nena y me duele que desconfíes de mi amor cada vez que mi pasado se presenta en nuestras vidas. Te elegí a ti para llevar ese anillo hermoso en tu anular, te escogí a ti no solo para de mi sumisa vitalicia, te elegí para que seas mi compañera de vida. Descansa hermosa, aquí estaré cuidándote. Me basta con observarla dormir para dibujar una sonrisa en mi rostro. Juego con su cabello mentiras pienso en lo que está mujer ha logrado causar en mi. Poco a poco ha conseguido que de ser un hombre sin ataduras, ahora no solo las tengo, sino que me place llevarlas si es con ella. Escucho un leve sollozo, curvo la comisura sin dejar de admirarla. — Nena...—Intenta seguir fingiendo que duerme pero no lo logra por mucho tiempo. Aún sigue dándome la espalda resentida. Beso sus hombros despertando en ella su piel y sus respiros acelerados. — Se que no estás dormida. — No tienes que sentirte inseguro como hombre. Si me he casado contigo, es porque te amo, porque me llenas en muchos aspectos. — Se gira encarandome — Sergey, perdoname por haber reaccionado como lo hice respecto a esa tal Camila. Pero no pude evitar sentir celos. — Me gusta que me celes, me hace sentir que te importo. Ceñuda argumenta — Eres muy importante. — Lo soy para ti. — Para muchas personas. —Algo desanimado sigo acariciando su cabello. Ojalá fuera así, pero ni siquiera a Esther creo que le sea importante. Más bien me trajo a su familia por lastima. Su hijo se ha encargado de recordarme que no soy parte de la familia. Me quedo callado y Amanda añade — Tu mamá, tienes mamá y al menos ella te quiere. — Amanda, mi realidad es que no tenía familia hasta que me casé contigo. Deseo dedicar cada segundo para ti. Aún algo distante se sienta y saca de la gaveta de la mesa de noche una pequeña caja negra con un lindo listón dorado. La miro extrañado y al abrirla dentro hay una carta. — No tengo dinero para regalar cosas caras, quizá para ti sea insignificante pero es mi regalo de bodas. No puedes abrirla ahora. Quiero que lo hagas cuando estemos en algún momento de nuestras vidas en el cual estemos tan enojados o distanciados que no recordemos aunque sea por momentos el porqué decidimos unir nuestras vidas. Solo ahí deseo que abras esa carta y la leas. Mirando el sobre me quedo callado y al mismo tiempo sorprendido con la ternura que lleva consigo Amanda. No podría pedir más, ella es perfecta. Tanto que no soportaría perderla. Guardo el sobre en mis cosas sonriendo algo pensativo. — No necesito cosas materiales. Si supieras que sería capaz de renunciar a cada una de las cosas que tengo por algo tan sencillo como simplemente saber quien soy realmente. — Suspiro — Sé que alguna vez te dije que no quería saber de mis padres biológicos pero inevitablemente siento en ocasiones solo saber al menos como eran, porque si no me querían porqué me trajeron al mundo. Quisiera saber..., — Aún intentando no llorar, derramo una lágrima que rápidamente seco algo apenado — Solo quisiera saber porqué me abandonaron, porque no me quisieron como para alejarme de ellos sin importarles fuera yo, sin importarles que en algún lugar del mundo habría un hijo suyo. Un nudo en la garganta se me atasca y no logro decir más intento retener otras lágrimas pero al Amanda subirse sobre mi regazo y rodear mi cuerpo con sus brazos susurrando en mi oído palabras reconfortantes, no logro seguir fingiendo una dureza e indiferencia que por años me ha costado tanto mantener. — Llora, llorar no es de débiles. He visto personas valientes desplomarse enllanto y otras débiles y cobardes que niegan el darse el derecho a llorar. — No quiero hacerlo, para mi llorar demuestra que no sabes controlar lo que sientes, yo si sé hacerlo. Sonríe algo divertida besando mis labios. Sus pupilas se pierden en las mías y entrelazando sus manos con las mías responde. — Nadie puede controlar lo que siente. Si así fuera, hubiera elegido no enamorarme de ti. Pudiera haber elegido enamorarme de un hombre menos complicado pero no, no pude elegir eso. Bajo la mirada necesitando sacar esa espina que me lastimaba por años, por tanto tiempo. Aprieto los dientes liberando uno de los fantasmas que me mantienen con un pie atado a una enorme piedra en medio del abismo. — No hablo con nadie sobre eso, ni siquiera con Esther. Pero me duele, me duele no saber cuál es mi verdadero origen. Me duele que ni siquiera mi familia adoptiva me quiera. Amanda, pocas personas me han mostrado afecto en la vida, por no decir ninguna. Cuando era pequeño, Sufrí cosas que un niño no debería sentir. En el colegio pasé mis peores momentos. No podía hablar porque no sabía hacerlo bien, no podía leer ni escribir como los otros niños de mi edad. Cuando Esther me llevó al médico y le dijeron que tenía ese cierto tipo de autismo leve en mi, me empezó a tratar más con lastima que con afecto. Pensaba que no podía hacer nada porque era distinto. Llegué a los doce años y aún no sabía cómo comunicarme con otros de manera normal. Aún así dentro de mí siempre estuvo el resentimiento hacia la vida, no entendía porque otros tenían familia y yo tenía el intento de una que ni siquiera me trataban como parte de ella. Amanda me mira con dolor e intenta no verse solloza. Pero mi pequeña, esa mujer que primero desvió mi atención en su sencillez y luego enamoró mis sentidos, no logra ocultar sus emociones y termina con lágrimas en sus mejillas. — ¿Puedo hacerte una pregunta? — Asiento con la cabeza — ¿Tiene que ver tu gusto por el sadismo todo eso que viviste? Me quedo callado sin saber que responder. Ni yo mismo sé que decir. Nunca había pensado en eso. Solo sé que siento más que placer, una manera de liberar de a poco el rencor que aún no logro sacar de una vez de mi interior. La miro a los ojos y buscando la manera de no seguir hablando sobre eso, replico. — Me aferro a algo que quizá no sea real, pero me ayuda a liberar el dolor que la vida me ha obligado a sobrellevar. — Pues te digo desde ahora que voy a hacer lo que sea porque ese dolor desaparezca. Mientras, lo sobrellevaremos juntos. Porque me he casado contigo y también con tus problemas y debilidades. Te amo y lo demostrare cada día que tenga junto a ti. Me abraza, lo hace muy fuerte y en el fondo siento que falta mucho para que sienta que me va a querer para toda la vida y más aún, que va a desear hacerlo. ****** Hoy es uno de nuestros últimos días en Hawái y Amanda luego de tanto insistir ha logrado que la lleve al dichoso karaoke. Pero con verla feliz me basta con llevarla a donde ella desee. Nos sentamos en una mesa y ella ve entretenida a otros en el karaoke mientras toma un sorbo de su copa. Algo curioso la miro y pregunto — ¿Te gusta cantar? — Si..., bueno nunca lo he intentado frente a nadie. Solo Kate me ha escuchado y los amiguitos de Victoria en su fiesta de cumpleaños. — Cada día me sorprendes más. Sabes, creo que tienes muchas cosas escondidas que tendré que ir descubriendo. Con picardía guiña un ojo secundando — Me encanta la idea. Ahora, ya que venimos aquí al karaoke pues voy a cantar algo que quizá te guste. Es una de las canciones que además de ponerme a bailar, me recuerda a ti en muchos sentidos. Se levanta de la mesa y la próxima en cantar es ella. Se sube al escenario y tras hablar con el encargado de las pistas, se acerca al micrófono sonriente y todos la miran quedando la atención sobre ella. — ¡Hola! Me llamo Amanda Bachmann y estoy en esta hermosa isla en mi luna de miel. No sé si sea buena en el karaoke pero pueden acompañarme si se saben la letra de la canción o con las palmas estará genial. — Sonríe agarrando el micrófono — Es una de mis favoritas, Love on Top de Beyoncé. Ni idea de qué canción es esa y muy poco he oído de esa cantante. No soy de escuchar música y menos de venir al karaoke pero verla me encanta. Su sonrisa emana frescura y diversión en el lugar. Comienza a sonar la pista y su mirada se fija en la mía. Como si pudiéramos leernos la mente me deja saber que la letra de esa canción lleva mucho más que ritmo y quiere hacerme saber que me dedica cada verso, y eso raramente me gusta. Capítulo 5: Enfrentamientos se avecinan Amanda Bachmman. Me mira con algo de incógnita y me muero verlo ahí todo penoso sin saber exactamente lo que voy a cantar. Robo cientos de miradas y la única que realmente me emociona tener es la de Sergey. Él me mira con deseo y también con cierta emoción. Ciento algo de pena, nunca he hecho algo así y menos frente a él y en público. Sonriendo comienzo a cantar y en pocos segundos tengo a todos haciendo coro a la letra. Honey honey I can see the stars all the way from here Can't you see the glow on the window pane I can feel the sun whenever you're near Every time you touch me I just melt away Now everybody ask me why I'm smiling out from ear to ear But I know Nothing's perfect but it's worth it After fighting through my tears and finally you put me first Baby it's you You're the one I love You're the one I need You're the only one I see Come on baby it's you You're the one that gives your all You're the one I can always call When I need to make everything stop Finally you put my love on top Ooh come on baby You put my love on top top top top top You put my love on top Ooh ooh Come on baby You put my love on top top top top top You put my love on top My love on top Mis pies se mueven al ritmo de la canción y de momento todo el lugar va al son de la letra. Nunca había sentido la sensación de ser el centro de atención en un lugar. Unas mujeres al parecer también estaban en su luna de miel, se suman al escenario y entre palmadas pequeños pasos divertidos y unas voces hermosamente peculiares se suman a la canción. ¿Quien no conoce a Beyoncé? Todo el mundo sabe quien es y cuál es la canción excepto Sergey. Lo veo sonreír que es lo que importa. También trae las mejillas sonrojadas. Me mira con un asombro extraño ¿Tan mal canto? No deja de mirarme y es el único que está ahí todo sentándote sin ni siquiera tararear. Es que tenía que ser ruso. En pocos minutos todo el lugar se llena de gente que poco a poco se une a la canción y por un segundo siento eso que mucha gente desea experimentar. Solo que yo canto por diversión lo haga bien o lo haga mal. Divertida bajó del escenario y tiro de las manos de Sergey intentarlo ponerlo en pie. — ¡Ven! — ¿Que? ¡No! Yo no voy a bailar ni a cantar ni nada de eso. Acá te veo mejor. — Ven o voy hacer que todo el mundo te lo pida. Anda aquí nadie nos conoce. Termina accediendo refunfuñando. Poco a poco va dejando a un lado la seriedad y sin quedarle más remedio termina bailando igual que todos en el lugar. ¡Dios! ¡Es que me lo como con todo y corbata! Pocas veces lo he visto sonreír tan efusivamente como lo hace ahora. Al terminar la canción todos aplauden y Sergey tomándome la cintura me besa provocando delirios entre mis piernas. — Cada vez me sorprende más, señora Kozlova. Además de ser toda una adición en la cama, cantas hermoso. Arqueo una ceja y tomándolo de la mano camino hasta la mesa sentándonos nuevamente en ella. Sonriendo respondo algo curiosa. — No creo, para nada. — Tienes una voz hermosa. ¿No te ha interesado dedicarte a cantar? Niego con la cabeza quedándome algo pensativa. — Pues no, la verdad es que no me gusta cantar. De niña lo hacía pero mamá no le agradaba. Decía que hacía mucho ruido y lo dejé de hacer. — Suspiro — Aunque la realidad es que nunca me ha importado mucho hacerlo. — Pensé que la novia de Mikhail cantaba hermoso. Pero no había escuchado esa voz que tiene miesposa. Tomo la copa y mirándolo con algo de incógnita argumento. — ¿La has oído cantar? No sabía que lo habías hecho. No lo habías mencionado. — ¿Otra vez con tus celos? — No tengo celos Sergey. — Busco sus labios y mordiendo su inferior, añado — No tengo porque tenerlos. Vámonos a la villa, ya me ha dado ganas de hacer muchas cosas. — Me provocas por todos lados, voy a pagar la cuenta de las copas y nos vamos. Sergey deja el móvil en la mesa y veo que le llegan unos mensajes. Quiero confiar en él y no mirar el móvil pero siguen llegando y al ver que hay imágenes adjuntas. Agarro el móvil y miro las imágenes. Esa tal Camila Morozova le ha enviado unas fotos en donde aparece Sergey y ella en situaciones comprometedoras. Aprieto los dientes queriendo gritar de frustración y más cuando leo el mensaje que le ha enviado. Número Desconocido a las 11:30pm ¿Recuerdas esos tiempos? Yo los recuerdo a cada momento. Sabes muy bien que esa inocente que tienes por novia jamás te hará sentir ni una cuarta parte de lo que sentiste conmigo. La mato, la estrangulo, ¡la hiervo! Aguanto las ganas de llorar y aún más de pedirle explicaciones a Sergey de esto. Regresa a la mesa y al verme con su móvil pregunta con seriedad. — ¿Sigues desconfiando? ¿Qué haces con el móvil? — El mío se quedó sin batería y necesitaba llamar a Kate. ¿Te molesta? Niega con la cabeza — No me molesta. Lo que me extraña es que tengas esa cara. Sonrío muriéndome de rabia respondiendo — Solo estoy algo cansada. ¿Puedo hacer otra llamada? — Las que quieras mi amor. Me levanto de la mesa y camino al tocador buscando la manera de calmarme y no explotar en celos. No quiero dudar. No puedo dudar de mi esposo y más con una mujer que apareció en su vida luego de tantos años. Busco y busco algo que hacer y se me ocurre algo loco y al mismo tiempo ingenioso. Le respondo el mensaje haciéndome pasar por Sergey y rogando porque la muy idiota se crea todo. Sergey a las 11:45pm Me encantaría recordar viejos tiempos. No tienes idea cómo. Tienes razón, aunque quiero a Amanda no se compara con lo que me hiciste sentir tú hace años. No me hables más a este número, Amanda podría sospechar. Escríbeme a otro número que te voy a enviar. Número desconocido a las 11:46pm ¿Hablas en serio? Muero por volver a verte. ¡Me reviento! Sergey a las 11:46pm Muero por verte. Cuando regrese de la luna de miel, nos reunimos en Rusia. ¿Te parece? Pero no me escribas más a este número. Tendré el otro solo para ti. Número desconocido a las 11:50pm Pierda cuidado, amo. Solo deseo avantar el móvil contra la pared. Pero no, Amanda control, ¡Control! Le envío a la zorra esa mi número del móvil y borro todo el historial de mensajes incluyendo las fotos. Regreso a la mesa y Sergey tiene rostro de desconcierto. Pregunta cómo está Kate y le digo que bien intentando que no se note ni encojo. Al llegar al bungaló me sirvo una copa, luego otra más. Me siento en el balcón escuchando las olas del mar, pensativa, distraída. También algo tomada pero aún con los sentidos despiertos. — Nena... — ¿Si? — Ven, vamos a la cama. Ya es tarde. — ¿Puedo preguntarte algo? — Lo que quieras nena. Sin dejar de mirar el mar tomo el último sorbo a mi copa y busco la manera de preguntar sin que Sergey note mi enojo. — ¿Camila Morozova ha vuelto a buscarte? — No Amanda, y no creo que lo haga. Le dejé claro que eres mi esposa. Le dejé claro que eres mi mujer, la única mujer que me importa. Ella es pasado al igual que las demás. ¿Por que la pregunta? — Solo quiero saber si voy a tener que seguir tolerando que tus ex sumisas aparezcan de la nada ahora que soy tu esposa. Resopla incómodo — Ya hemos hablado sobre esto, Amanda. — Mi amor, sé que lo hemos hablado. También sé que antes tenía una postura que me hacía ver cómo la inocente esposa tonta y abnegada que tenía que soportarlo todo. — Me pongo de pie — Ahora mucho ha cambiado en mi pensar. Solo te digo que no voy a soportar que sigan apareciendo mujeres como Morozova en nuestras vidas. Entro al bungaló y más convencida que nunca, no permitiré que esa Camila ni ninguna otra amenace la felicidad que quiero tengo y deseo tener el resto de mi vida junto a Sergey. ****** Tristemente, hemos vuelto a la realidad tras dos semanas intensas, llenas de pasión y morbo en Hawaii. Regresamos a Rusia y además de traer el doble de maletas, traigo cientos de compras y una felicidad inmensa al saber que viviré todos mis días junto a Sergey. Llegamos al apartamento, dejo las maletas a un lado y Sergey sin perder tiempo, abraza mi espalda deslizando sus manos por mi cuerpo como todo un ladron hurgando lugares peligrosos. — Muero por cogerte, muero por besarte..., tocarte..., joder muero por hacerte gemir. — Hace unas horas me hiciste el amor en el jet. ¿Otra vez quieres sexo? — Quiero sexo contigo a todas horas. Y más cuando tengo una flamante esposa que me levanta a cada momento de solo mirarla. Me giro para encararlo llena de emoción y también algo de calentura. — ¿Tanto me deseas? Besa mis labios y ya sus manos comienzan a despojarme de mi blusa con avidez. Deja descubiertos mis pechos y sus ojos se deslumbran en ellos. Sus dedos juegan con mis pezones mientras ya imagino su erección dominando entre mis piernas. Jadeante pregunto — ¿Has tenido alguna fantasía en esa cabeza en estos últimos días? — ¿A qué viene esa candente pregunta? Sonrio con picardía — Quiero saber, conozco a mi esposo y sé que es un morboso, lleno de fantasías locas. — Si te digo..., quizá te espantarias. — Ya nada podría espantarme viniendo de ti, mi amor Me tumba en el sofá y el tumbandose sobre mi chupa y lame mis pezones sacando de cada rincón de mi cuerpo el calor que me pone toda morbosa y con ganas de sacar la zorra escondida que llevo conmigo. — Hace un tiempo, fantaseo con verte teniendo sexo con... Interrumpo mimosa — ¿Con Mikhail o con otro hombre? De seguro eso es Niega con la cabeza — Si quiero verte con otra persona, pero deseo que sea con una mujer. Me quedo tonta, idiota y lo que le sigue. ¿Una mujer? Jamás en mi puta vida he pensado ni siquiera planteado el estar con una mujer. No me gustan, no entiendo como puede fantasear con tal cosa el loco este. — ¿Que? ¿Te estás escuchando? — Si, dije que quiero verte follar con una mujer. — Estás loco Arquea una ceja — ¿Por que? — No me gustan las mujeres. No me hago teniendo sexo con una. ¡Joder Sergey no me veo lamiendo vaginas! — Amanda, solo es sexo. No te tienen que gustar. Es como si te lo hiciera yo. Es puro morbo. Creo que en el fondo no se te hace tan descabellada la idea. Lo miro casi a punto de darle un guantazo y no puedo creer que lo diga con tanta tranquilidad. Aunque lo que ha dicho en cierto modo me ha despertado la curiosidad y esa Amanda traviesa que él ha creado con el paso del tiempo. Rozo mi nariz contra la suya y sin pensarlo respondo con picardía. — Si yo me cojo a una mujer, tú tienes que cogerte a un hombre. Pone los ojos como platos. Como si hubiera blasfemado, peor aún como si hubiera visto el diablo en persona. Se torna serio y refunfuña negándose por completo. — Estás loca, definitivamente estás loca. ¿Yo? ¿Con un hombre? Estás demente. Riendo argumento — ¿Por qué? Es lo mismo que tú me estás pidiendo. No veo cuál es el drama. — Amanda es distinto. — ¿Seguro que es fantasía solo tuya? — Mikhail desea lo mismo con Megan. Me cruzo de brazos pensando y si acepto de alguna manera me desquitaré haciendo que haga alguna cosa de igual magnitud. — Y supongo que quieres que coja con Megan. — Asiente con la cabeza con descaro — Eres un fresco descarado. Eso es lo que eres — Muerdo mis labios sonriendo — Pero me gusta que lo seas, me excita. — ¿Eso es un si? — Eso es un tal vez señor Kozlov, no se haga ilusiones. Ahora..., me voy a la universidad. Tengo que buscar los trabajos para reponer. Hace muecas y torciendo el gesto me detiene sin dejar de magrear mis pechos. — No, vamos a coger. Me calentaste y no me vas a dejar con las ganas.— Cuando regrese cojemos todo lo que quieras pero ahora voy retrasada Sergey. Sin hacer caso alguno me coloca contra la pared seguido, eleva una de mis piernas reposándola sobre su cintura. Llevo unas mallas algo gruesas y aún así él logra romperlas haciendo un agujero entre mis piernas. Sus dedos se cuelan en mi braga y ya me descubre toda húmeda y palpitante. — Dame diez minutos, diez minutos para sacarte un orgasmo. Algo así como un orgasmo express. Quiero negarme pero no puedo, cuando logra calentarme caigo como tonta y ya ando obedeciéndole. Baja la cremallera de su pantalón y de solo sentir su erección rozar mi sexo suelto un pequeño suspiro. Él sonríe sabiendo que se ha salido con la suya. Se frota contra mi vagina y ya me veo toda urgida quizá más que él. — No es justo — ¿Que cosa? — Que siempre te salgas con la tuya. Dije que no Penetrandome con fuerza sacude mi cuerpo sacando de mi garganta un gemido libidinoso. Sonrio sintiendo ese descaro que me ha contagiado, apoderarse de mi. Sujeta mi cuello con firmeza y al mismo tiempo con delicadeza. Su lengua lame mis labios provocando que no solo hayan palpitaciones en mi vagina, logra que sienta retumbos estruendosos. — ¿Sabes lo que más me fascina de que seas mi esposa? Me encanta tener una dama y al mismo tiempo una morbosa descarada. Y me encanta serlo, me ha cambiado no solo en el físico, Sergey ha logrado que aquella Amanda reacia al sexo ahora sea una adicta al el. Entra y sale de mi con rudeza, con fuerza, lo hace con deseo, morbo y ganas de sacar un grito con cada embestida. Termina elevando mi otra pierna, me sujeta en sus brazos y yo enrosco mis piernas en su cintura abrazo su cintura sintiéndolo más profundo. Llegando a esa dulce dolorosa línea en donde el placer y el dolor se mezclan haciéndose uno solo. Hace algo que antes no hacía, antes era frío, solo tenía sexo consigo sin ningún toque romántico. Ahora cada vez que sus labios están cerca de mi oído susurran y repiten una y otra vez que me ama, que cada rincón de mi cuerpo le excita, susurra cosas que me encienden, me avivan. — Estaría dentro de ti a todas horas. — Y yo moriría por tenerte dentro de mi a todas horas. — besó sus labios con travesura — Voy tarde para la universidad. — No me importa, lo que quiero es tenerte así, quebrada en mil suspiros, nena. — Más...., así — Cierro los ojos — Oh cielos, ¡no pares! El ruido, el roce, el chocar de nuestros cuerpos piel contra piel. Sus pupilas dilatadas y oscurecidas; esos gemidos que intenta reprimir pero se le escapan sin poder retenerlos me hace sentir que poco a poco Sergey pierde control de lo que antes era un amo sometiendo a una más de sus sumisas. Ahora además de él intenso placer y las vibraciones que ambos sentimos, cada vez que lo tengo así tan cerca, su nombre y su esencia se graba en cada rincón de mi cuerpo sin dejar uno solo. Él tiembla y su rostro está rojizo. Llega a su límite virtiendose en mi interior dejando ir susurros y gemidos exhaustos. Reposa mi espalda contra la pared quedándose en silencio intentando recobrar el aliento. — Eres mi todo, Amanda..., te has convertido en mi norte, en mi mundo. Comienzas a ser eso por lo único que deseo luchar aun cuando no tengo mas motivos en mi vida para luchar. Rozando mi nariz contra la suya suspiro feliz. — Gracias por dejarme conocer este otro tú que me enamora cada día más y más. Se queda callado algo ruborizado pero sé que en el fondo detrás de ese amo sadista que ha dado a conocer, se encuentra un hombre noble y romántico tímido a mostrarse por miedo a ser lastimado nuevamente. ****** Tras despedirme de Sergey con uno de esos besos que tanto nos enciende, me voy a la universidad a intentar reponer el material perdido en estas dos semanas fuera de clases y entrando al campus recibo un mensaje de la tal Camila Morozova. Me ha escrito a mi número creyendo que es Sergey y al leer su mensaje me hiervo por dentro. Camila a las 4:30pm Muero por verte, creo que tenemos mucho de que hablar y también que recordar. Estoy en San Petersburgo. Quiero verte en mi casa. Haciéndome pasar por Sergey, respondo a punto de romper el móvil del enojo. Sergey a las 4:32pm ¿Por qué no nos vemos en Luna Dorada? Queda cerca de la empresa de mis padres y podemos tomarnos algo allí. Ya después nos vamos a donde quieras. Camila a las 4:35pm Sé que la pasaremos rico. ¿Te parece mañana a las ocho? Sergey a las 4:37pm Allí estaré. Aprieto los labios deseando ya verla cara a cara y dejarle claro de una vez por todas cuál es su lugar y cuál es el mío. Capítulo 6: Se fracturan relaciones Sergey Kozlov. Comienzo a extrañar a mi pequeña. A esa vocecita hermosa pidiendo de todo un poco. Aunque me cueste regresar a la casa de Esther y encontrarme con Aiden o la indiferencia Czar. Antes de entrar veo un coche aparcado junto con el de Esther y me extraña. Entro a la casa y espero ver a Victoria correr por la casa pero no, no la veo. Más bien escucho la voz de mi madre hablando con otra mujer. Para mi jodida mala suerte Carol está con mi madre y de solo verme corre hacia mí besando mi mejilla. Intento alejarla de mí pero a ella no parece importarle. — Sergey, estaba esperando verte. Tenemos que hablar. — ¿Tú no te cansas cierto?—Miro a Esther — Regreso en otra ocasión. — No hijo, estábamos esperándote. ¿Me puedes decir en donde estabas metido? Prácticamente llevas un mes sin comunicarte. Carol añade — Estaba hablando con tu mamá sobre la posibilidad de que me dé trabajo en las empresas de la familia. ¿Te molestaría? — Lo que hagas tú me da exactamente igual. Lo que no entiendo es qué haces aquí. Esther interviene — Carol además de comenzar a trabajar en la empresa, para mí es parte de la familia. Y aunque sigas empeñado en seguir esa relación pasajera con la alemana esa sin gracia. Yo sé que algún día Carol será tu esposa. Carol se queda mirando mi mano y al ver el anillo de matrimonio en mi anular, con los ojos sollozos pregunta. — ¿Y ese anillo? — Me hubiera gustado enterarlas teniendo a Amanda de mi brazo, pero ya que no se pudo se los digo yo. Amanda es mi esposa, me he casado con ella. Ambas se quedan espantadas pero sobre todo Esther. Más que sorpresa su rostro se llena de enojo y no tarda en vociferar mil cosas horribles de Amanda. — Tú no te pudiste haber casado con esa zorra infeliz. ¡No! Como te atreves a poner en boca de todos nuestro apellido con esa maldita oportunista. — Señora, como le dije, esa mujer se ha valido de mañas y de una cara de mosca muerta para terminar llevando su apellido en su cédula — Añade Carol. Harto de escucharlas miro a Esther y sin que me pueda quedar nada por dentro le afirmo. — Me importa muy poco lo que pienses de Amanda. Es mi mujer, mi esposa y estuve estas dos semanas de Luna de miel con ella. Ve acostumbrándote a ella porque es mi esposa y lo será siempre. Y si no puedes aceptarlo entonces no volveré a esta casa. Alterada y muy airada vocifera — Es increíble cómo puedes hacerme esto. Como puedes meter en la familia a una zorra que se metió contigo y con tu hermano. Es una maldita arribista que lo único que quiere es escalar posición social. ¡Nada más! — No te voy a volver a permitir que hables así de mi mujer Esther Kozlova. Te lo advierto, la respetas o te olvidas de mi. Vine a ver a Victoria, mi visita será muy breve. Carol intenta agarrame el brazo y alejándome ella me dice con el tono algo amenazante. — Tú y yo tenemos que estar juntos. Sergey tienes que abrir los ojos. No voy a descansar hasta que esa mujer desaparezca de nuestras vidas. — además de loca, estás enferma y tienes El autoestima por el suelo. Carol, valórate un poco y deja de rogar. Ya hasta me aburres con lo mismo. Sin decir más busco a Victoria en su habitación y verla en la cama con el rostro cansado me llena de desconcierto. Ella es una pequeña activa y nunca está sin hacer nada. Al verme sonríe y dice con alegría. — ¡Hermanito! — Hola princesa, ¿Como estas? — Me duele mucho la cabeza. Mamá me dijo que no podía salir