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3 Jaque Mate (Retame) - April Russell

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Rétame	Jaquemate
Prólogo:
Aquí	vamos,	otra	vez...,	es	complicado	diría	yo	¿Como	le	llamamos	a	esta	parte
de	nuestras	vidas?	Es	difícil	buscar	el	nombre	exacto,	pero	intentaré	explicarles
yo,	porque	si	dejo	que	lo	haga	mi	hermoso	prometido,	casi	esposo	jamás,
¡Jamás!	terminaremos.	Esta	parte	de	nuestra	historia	es	algo	sensible	mucho	más
para	mí.
—	Amanda,	llevas	dos	prólogos	narrando	tu,	creo	que	ahora	es	mi	turno	—
Comenta	Sergey	algo	serio	frente	a	ese	hombre	que	toma	nota	de	todo	lo	que
decimos.
—	Anda,	adelante	amo.
Sonríe	sin	poder	sostener	mucho	su	seriedad	y	mirándome	con	amor,	morbo	y
lujuria	suspira.
—	Esta	parte	de	nuestras	vidas	diría	yo	que	se	le	podría	llamar	"renacer"
tendremos	muchos	obstáculos	que	pondrán	en	juego	muchos	sentimientos.	Los
malos	entendidos,	los	celos...
—	¡Los	fetiches!	Esos	jodidos	fetiches.	Esos	que	hicieron	que	de	los	malos
entendidos	muchos	se	beneficiaran.
Sergey	pone	los	ojos	en	blanco	cruzándose	de	brazos	sin	mucho	con	lo	que
defenderse.
—	Te	metiste	con	ese	tipo,	¿Que	querías?
—	Tú	te	metiste	con	Megan	en	ese	hotel,	¿Que	querías?
El	hombre	que	toma	nota	se	detiene	un	momento	y	algo	confuso	interviene.
—	A	ver,	¿Pueden	ponerse	de	acuerdo?	Parecen	críos	peleando.
—	Ya,	ya	bueno	seguimos.	—	Suspiro	—	No	quiero	ser	trágica,	pero	creo	que	en
esta	parte	de	nuestras	vidas	solo	bastó	un	poco	menos	de	amor	para	terminar
separados.	Patrick,	luego	Carol...,	y	ni	hablar	de	esa	nueva...,	¿Camila?
—	¿Sigues	con	Camila?
Me	quedo	callada	algo	mosqueada.	Sabe	que	esa	tipa	estuvo	entre	sus	sábanas	y
aún	lo	niega.
Pero	después	de	tanto,	hasta	este	punto	de	mi	vida,	de	nuestras	vidas.	Pocas
cosas	me	sorprenden	de	Sergey	Kozlov.	Ha	logrado	que	todo	de	él	se	reduzca	a
sexo	y	fustas.	También	tuve	que	aprender	en	el	camino	que	no	puedo	cambiar	lo
que	él	es,	no	puedo	cambiar	su	esencia,	sus	deseos	de	dominar	mis	gemidos,	no
puedo	pretender	que	sea	otro	cuando	fue	del	amo,	de	quien	me	enamore	por
primera	vez.
—	Hace	dos	años,	me	topé	con	una	mujer	que	creí	sería	insignificante	en	mi
vida,	como	muchas	otras.	Que	la	cogería	y	luego	desecharía	como	hice	con
decenas	de	ellas.	Aquella	vez
cuando	esa	mujer	me	retó	frente	a	todos	los	inversionistas,	supe	que	sería	no	solo
mi	sumisa.
Sería	algo	mucho	más.
Sonrio	interrumpiendo
—	Pero	jamás	se	imaginó	que	sería	algo	así	como	su	esposa,	la	mamá	de	su
pequeña	y	la	mujer	que	sigue	dominando,	amordazando,	atando	y	follando	de
todos	lados	y	de	todas	maneras.
No	puede	evitar	reírse	mirándome	con	amor.	Suspirando	lleno	de	satisfacción
secunda
—	Amanda	Bachmann	llena	todas	mis	expectativas,	no	solo	en	el	sexo,	sino	en
mi	vida.	No	imaginaría	que	sería	de	mi	vida	sin	ella	y	sus	alocadas	ideas	ni	sus
impulsos.	Siempre	será	un	reto	en	la	cama,	un	reto	en	mi	vida.
—	Retame,	a	lo	que	quieras	sabes	que	estoy	más	que	dispuesta	a	todo.
Por	un	momento	olvida	que	toman	nota	de	todo	lo	que	decimos	y	besando	mis
labios	da	una	pequeña	mordida	con	picardía.
—	Te	reto	a	que	vivas	conmigo	a	mi	lado,	todos	los	días	por	el	resto	de	nuestras
vidas,	mi	amor.
Guiñando	un	ojo	con	travesura,	juego	con	mi	collar	de	sumisión	respondiendo
encantada	decidida	a	junto	a	él,	entender	y	buscar	el	placer	detrás	de	las
—	Reto	aceptado,	señor	amo.
*******
Hola	a	toditas!!
Bienvenidas	a	esta	última	parte	de	Retame.	Espero	que	les	encante	leerla	como	a
mi	el	escribirla.	Prometo	que	en	al	menos	un	capítulo	llorarán,	odiarán	y	también
reirán.	Por	y	para	eso	escribo,	para	transmitir	muchas	emociones	al	mismo
tiempo.	Les	deseo	un	próspero	Año	Nuevo	y	nuevamente	gracias	por
acompañarme	en	esta	historia	así	como	en	todas	las	demás.
Un	beso	enorme	a	todas.
April
Capítulo	1:
Señora	Cozlova
Amanda	Bachmann.
Siento	mil	maripositas	revoloteando	en	mi	estomago.	Llevo	un	lindo	y	sencillo
vestido	blanco	adornado	con	diamantes,	un	velo	hasta	las	rodillas	junto	con	unas
rosas	blancas	en	las	manos.
Estamos	aquí,	frente	a	un	altar	en	menos	de	una	semana,	Sergey	con	un	miedo
absurdo	a	que	cambiara	de	parecer,	ha	querido	que	nos	casemos	sin	ni	siquiera
invitar	a	nadie,	solo	quiere	que	sea	su	esposa,	que	sea	la	señora	Kozlova.	El	juez
me	pregunta	si	deseo	ser	la	esposa	de	Sergey	Kozlov.	Los	ojos	me	sollozan,
siempre	he	querido	ser	su	esposa,	pensé	que	jamás	lo	sería	y	hoy,	hoy	estoy	a
solo	un	paso	de	convertirlo	en	realidad.
—	Acepto	ser	su	esposa
Sergey	me	mira	rebosante	de	alegria,	sonrie	e	intenta	no	sollozar,	pero	sus
emociones	lo	traicionan	y	una	lagrima	rebelde	cae	por	sus	mejillas.	Con	la	voz
temblorosa,	él	me	acepta	a	mí	como	su	esposa	y	tras	ponerme	el	anillo	en	el
anular	y	yo	poner	el	suyo;	besa	mis	labios	abrazando	mi	cintura.
—	La	amo,	señora	Kozlova
Muriendo	de	amor	y	emoción	me	abalanzo	en	sus	brazos	chillando	de	alegría.
¡No	puedo	creerlo!	¡Estoy	casada!	Me	carga	en	brazos	y	sus	manos,	esas	manos
comienzan	a	descender	por	mi	espalda	erizando	mi	piel.	Muerde	mis	labios
sonriendo
—	Prometo	señora	Kozlova,	darle	una	luna	de	miel	de	la	que	jamás	se	va	a
olvidar...,	bueno	prometo	que	lo	único	que	va	a	olvidar	es	el	nombre,	haré	que
grite,	que	gima,	que	se	retuerza	de	placer.	Haré	que	cada	embestida	quede
grabada	en	las	cercanías	de	tu	útero.	Voy	hacerle	el	amor	señora	Kozlova,	le	haré
el	amor	y	también	le	haré	correrse,	la	haré	temblar,	haré	que	su	mente	no	pueda
procesar	palabra	alguna,	su	vagina,	esa	que	me	tiene	loco,	todo	urgido	estará
caliente,	mojada,	hinchada.	La	azotaré,	chuparé...,	le	haré	cosas	que	su	cuerpo	ni
su	morbosa	van	a	olvidar.
Trago	saliva.	Siento	mi	vagina	empapada	de	solo	escucharlo.	Salimos	de	la
capilla	y	aún	no	se	ni	siquiera	donde	pasaremos	nuestra	luna	de	miel,	no	me	ha
querido	decir.	Sólo	llevamos	una	semana	en	Rusia	y	desde	que	llegamos	solo	he
estado	pensando	en	la	ceremonia	y	nada	más.
Tengo	varias	llamadas	perdidas	de	Edward	y	uno	que	otro	mensaje	de	texto.
¿Como	hago	para	escaparme	a	Alemania	después	de	la	luna	de	miel?	Busco
cómo	hacerlo	y	cada	vez	lo	veo	más	difícil	pero	lo	necesito,	siento	que	es	parte
de	la	tranquilidad	de	Sergey	y	ahora	mía	que	soy	su	esposa.	Decido	responder
después,	Llegamos	al	penthouse	y	la	maletas	están	aguardándonos	en	un	rincón.
Siento	sus	brazos	rodearme	mientras	que	su	nariz	aspira	mi	olor	en	la	nuca.
—	Hueles...,	hueles	delicioso.
—	¿Donde	pasaremos	la	luna	de	miel?
—	No	seas	curiosa,	te	prometo	que	te	encantará.
—	Aún	no	creo	que	sea	tu	esposa.
—	Lo	eres,	eres	mi	esposa,	mi	mujer.	La	que	escogí	entre	muchas,	la	que	robó
mi	corazón,	mi	voluntad	y	mis	deseos.
Logra	sacarme	una	sonrisa	y	ya	me	veo	toda	traviesa.	Muerdo	mis	labios
buscando	aflojarle	el	cuello	de	su	camisa.	Siento	calor,	ardor...,	muero	por
sentirlo	dentro	de	mi.	De	tenerlo	fuerte	y	salvaje;	quiero	sentir	esa	morbosidad
que	logra	hacerme	sentir	como	toda	una	diosa,	como	la	dueña	de	su	cuerpo	y	sus
deseos.	Detiene	mi	mano	con	la	respiración	algo	agitada.
—	Muero	por	follarte,	realmente	no	sabes	como	deseo	follar	a	mi	esposa.	Pero
he	decidido	esperar	hasta	que	lleguemos	a	ese	lugar	donde	no	te	daré	cuartel	ni	a
ti	ni	a	esa	que	llevas	entre	las	piernas.
Extrañada	pregunto
—	¿Y	eso	por	qué?
—	Quiero	que	la	primera	vez	que	te	toque	siendo	mi	esposa,	sea	una	que	nunca
olvides.
Sin	decir	más	agarra	las	maletas	y	las	lleva	al	coche.	Meto	a	caramelo	en	su	jaula
y	me	lo	llevo	junto	con	mi	bolsa.	Muero	del	nervio,	quiero	saber	a	donde	coño
vamos	y	¡Joder!	No	tengo	ni	puta	idea.	Solo	sé	que	en	esta	luna	de	miel
descubriré	límites	y	deseos	que	aún	no	experimento	en	mi	piel.
*****
El	viaje	ha	sido	algo	tedioso	y	largo	pero	al	fin	hemos	llegado.	Sergey	no	quiso
viajar	en	un	vuelo	comercial	y	hemos	llegado	en	un	jet	privado.	Al	bajar	la
escalerilla	del	avión	y	sentir	el	calor,	el	viento,	el	paisaje	tropical,	la	playa	al
fondo	me	quedo	estupefacta.	¿Donde	coño	estamos?	¡Esto	debe	ser	lejos	de
Rusia!
—	¿Donde	estamos?
Colocándose	unas	gafas	de	solo	responde	besando	mis	labios.
—	Estamos	en	Hawaí	nena.
—	¿Hawaí?	¿En	serio?	—	Chillo	de	la	emoción	—	¿Vamos	a	ir	a	la	playa	y	todo
eso?	¿Vamos	a	bucear	y	a	asolearnos,también	vamos	a	usar	las	faldas
hawaianas?
—	Vamos	me	suena	a	mucha	gente.	Yo	no	voy	a	ponerme	una	cosa	de	esas.	Y
nena,	primero	hay	una	cama	que	no	es	está	esperando.	Ya	luego	hacemos	lo	que
quieras.
Dando	saltitos	como	niña	pequeña	añado
—	¿Donde	está	el	hotel?
—	No	es	precisamente	un	hotel,	es	un	bungaló.
—	¡Quiero	ir	a	la	playa!
—	Estamos	rodeados	de	ella,	nena.
Maneja	mientras	yo	veo	todo	asombrada	por	la	ventana.	El	sol,	la	playa,	la	arena
y	todo	es	tan	distinto	a	Rusia	que	aún	no	puedo	creer	que	estemos	acá.	Llegamos
a	un	lugar	muy	hermoso	rústico	y	tropical.	El	calor	aunque	es	algo	fuerte	igual
me	encanta.	Todo	distinto	a	Rusia	y	Alemania.	El	bungaló	está	sobre	el	agua	en
unos	soportes,	el	agua	es	cristalina	y	calmada.	Todo	es	hermoso,	de	ensueño.
Siento	nervios,	me	siento	extraña.	No	puedo	creer	que	esté	aquí.
Todo	parece	un	sueño,	algo	irreal.
—	¿Todo	bien?
Asiento	con	la	cabeza
—	Si,	todo	bien.	Solo	que	no	creo	que	esté	aquí	siendo	tu	esposa.	Aún	no	logro
creerlo.
Agarra	mi	muñeca	llevándome	hasta	un	pequeño	barco.	Sujetándome	por	la
cintura	me	sube	junto	a	él	y	yo	solo	miro	todo	emocionada	como	niña	pequeña.
Nos	acercamos	al	bungaló	y	curiosa	entro	quedándome	pasmada.	El	viento
acaricia	el	lugar,	las	cortinas	blancas	translúcidas,	las	sábanas	de	igual	color	con
pétalos	de	rosas	rosadas	adornando	junto	a	una	charola	plateada	con	champaña	y
dos	copa	dan	un	escenario	que	me	deja	totalmente	descolocada.	Siento	su	aliento
tras	mi	nuca	mientras	sus	manos	recorren	mi	cuerpo	hasta	llegar	a	mis	pechos
tocándolos	con	avidez.
—	¿Te	gusta?
—	Es...,	es	hermoso.
—	¿Sabe	que	deseo	hacerle	señora	Kozlova?	Deseo	hacerle	el	amor,	al	menos
intentar	ser	ese	hombre	distinto	al	dominante	que	has	conocido	en	la	cama.
Oírlo	me	derrite.	Me	volteo	mirándolo	a	los	ojos	sonriendo	con	ternura	y
emoción.	Acaricio	su	rostro	preguntando	con	curiosidad
—	¿Que	has	hecho	para	que	te	ame	tanto?
—	¿Que	has	hecho	tú	para	que	desee	hacerte	el	amor	en	vez	de	someterte?
Muerdo	sus	labios	rebosante	de	alegría
—	Amor,	amor	cariño.	Sólo	eso.
Me	lleva	hasta	la	cama	tumbandome	cándidamente	sobre	la	cama	mirándome
con	deseo,	con	ternura	y	más	que	morbosidad,	mira	mi	cuerpo	con	amor.	Sus
labios	se	rozan	por	mi	piel	al	mismo	tiempo	que	sus	manos	comienzan	a
desnudarme.	Alucino,	me	siento	extraña.	Haber	conocido	el	Sergey	dominante,
agresivo,	salvaje	y	lleno	de	morbosidad	logra	descolocarme	con	cada	caricia	que
ahora	da	sobre	mi	cuerpo.	Descendiendo	hasta	acomodarse	entre	mis	piernas
susurra	con	una	voz	grave	logrando	intimidarme	y	al	mismo	tiempo	excitarme.
—	No	me	cansare	de	decírselo	señora	Kozlova,	me	fascina...—	roza	su	lengua
en	la	hendidura	de	mi	vagina	—	me	fascina	este	lunar.
Chupa,	lame,	muerde	suavemente	cada	rincón	que	se	esconde	entre	mis	piernas
logrando	que	mis	ojos	se	tornen	en	blanco,	la	respiración	se	transforme	en	jadeos
y	los	pensamientos	dulces	en	unos	morbosos	y	lujuriosos.	Separa	mis	piernas
inmovilizándolas	con	sus	manos.	Muerdo	mis	labios	arqueándome	acalorada.
—	Sabes	y	eres	deliciosa	nena.
Evito	cruzar	mi	mirada	con	la	suya.	Increíblemente	aún	me	da	pena	verlo	entre
mis	piernas.
Ver	entre	mis	piernas	a	aquel	hombre	narcisista	que	me	humillo	de	forma	tan
ruin	y	ahora	el	mismo	está	en	mi	vagina	sacándome	suspiros.	Desesperada	tiro
de	sus	muñecas	haciendo	que	se	suspenda	sobre	mi.	De	solo	sentir	su	erección
rozar	mi	abdomen	me	estremezco.
Desvistiéndolo	llevo	mis	labios	a	su	oído	susurrando
—	Quiero	tenerte	dentro	ya.	Quiero	que	me	hagas	correrme,	joder	quiero	que	me
dejes	exhausta.	—Quiere	hacerme	sufrir	y	sabe	como	hacerlo.	Se	frota	sobre	mi
vagina	humedeciéndome	aún	más.	Clavó	mis	uñas	en	su	espalda	queriendo	más,
más	y	más.	Sigue	frotándose	colmando	mi	aguante.	Agarró	sus	caderas
oprimiendolas	contra	las	mías	suplicando
—	Hazme	el	amor,	quiero	sentirte	ya,	¡por	favor!
—	¿Urgida?	—	Burla	llenando	de	besos	salteados	mi	cuello.
—	Usted	me	pone	así	señor	Kozlov.
Sonríe	al	escucharme	llamarlo	así.	No	puedo	esperar,	parezco	una	adolescente
con	las	hormonas	revueltas.	Ser	la	señora	Kozlova	me	ha	puesto	más	caliente	de
lo	normal.	Soy	como	una	mortal	debajo	de	su	cuerpo.	Gloriosamente	siento
como	mi	interior	comienza	a	expandirse	deliciosa	y	provocativamente.	Me
penetra	con	fuerza,	al	mismo	tiempo	con	un	toque	algo	suave	para	lo	que	Sergey
Kozlov.está	acostumbrado.	Tocando	el	fondo	de	mi	vagina	hace	que	me	retuerza
de	un	dulce	dolor	logrando	sacudirme	a	su	merced,	como	le	place.	Entra	y	sale
de	mi	sin	dejar	de	recorrer	mi	cuerpo	descubriendo	cada	centímetro	con	sus
labios.	Hace	que	sienta	que	soy	lo	único	que	desea	poseer.
—	Quiero	que	tenga	algo	claro	señora	Kozlova	—	Embiste	con	sutileza	—	Es
mía,	toda	usted	es	mía.	Sus	labios,	sus	ojos,	su	cuerpo,	su	sonrisa.	Toda	usted	es
mía.
Besando	la	comisura	de	sus	labios	susurro
—	Hasta	que	la	muerte	nos	separe.
Tira	de	mis	brazos	rodando	ambos	en	la	cama	quedando	yo	sobre	él	y	algo
pasmada.	Pocas	veces	me	ha	dejado	tener	el	control	de	algo	y	mucho	menos	en
el	sexo.	Cree	que	no	lo	sé,	cree	que	no	noto	que	retiene	los	gemidos	y	expresar	el
placer.	Enredo	mis	dedos	en	su	cabello	acercando	su	oído	a	mi	boca.	Muerdo
suavemente	el	lóbulo	de	su	oreja	mascullando	traviesa
—	¿Por	qué	que	retienes	los	gemidos?	Me	encanta	escucharte	y	se	que	quieres
hacerlo.
—	¿Te	gusta	escucharme	gemir	golosa	empedernida?
—	Me	excita,	me	fascina	saber	quién	soy	yo	la	que	hago	gemir	a	un	amo	que
está	acostumbrado	a	someter	en	vez	de	ser	sometido.
Azota	fuertemente	mi	vagina	con	una	dulce	y	dolorosa	embestida	haciendo	que
varias	palabras	indecorosas	se	me	escapen	sin	poder	retenerlo.	Mi	piel	transpira,
cada	embestida	hace	que	pueda	convertirme	en	una	peligrosa	y	exigente	para
esos	gemidos	que	comienzan	a	surgirle.
—	Muevete.—	Gime	—	Nena,	házlo,	follame.
Suavemente	muevo	mis	caderas	sobre	su	erección	haciendo	que	en	su	boca	se
dibuje	una	O
perfecta	dejando	salir	mil	jadeos.	Azota	mis	nalgas	pidiendo	más	quebrado	en
suspiros.
—	Oh	¡Dios!	Joder	nena	no	pares,	eres...,	eres...
—	¿Soy	que?	—	Incito	mientras	sigo	moviéndome	sobre	él	ahora	con	más
fuerza.
—	Eres,	eres	jodidamente	peligrosa
—	Dices	que	toda	yo	soy	tuya	cierto...—	Sonrío	—	Este	que	tengo	entre	las
piernas	es	mío.	Que	lo	sepas.
—	Todo	tuyo
Balbucea	en	ruso	apenas	pudiendo	coordinar	las	ideas.	Su	pecho	está	húmedo,	su
cabello	igual	y	el	rostro	se	ha	tornado	rojizo.	Hace	mil	gestos	que	hacen	que
muera	de	perversión.
—	Te	amo,	te	amo	cariño
—	Te	amo	más,	nena	te	amo	mucho	más.	—	Balbucea
Se	queda	inmóvil	corriendose	en	mi	interior.	Siento	como	entre	mis	piernas
parece	haber	un	mar	derramándose	entre	los	dos.	Su	respiración	aún	es	violenta,
tiembla	y	apenas	logra	pronunciar	palabras.	Besa	mi	frente	rodeando	mi	espalda
con	sus	brazos	con	un	ímpetu	que	jamás	antes	había	visto	en	él.
—	Tome	lo	que	me	tome,	cueste	lo	que	me	cueste,	voy	a	embarazarte.	Quiero
una	niña,	una	pequeña	tú,	una	Amanda	en	miniaturas.
Sonrio	algo	tenue	respondiendo	sin	querer	darle	muchas	vueltas	al	tema
—	Lo	dices	como	si	el	del	problema	fueras	tú.
—	Tendremos	una	princesita,	ya	verás.
—	No	me	hago	ilusiones	con	algo	que	no	pasará.
—	Hacerle	el	amor,	señora	Kozlova	me	ha	despertado	el	apetito.	¿Le	gustaría	ir	a
comer	algo?
Asiento	con	la	cabeza	encantada.	Dándome	un	azote	pícaro	me	tumba	en	la	cama
y	seguido	se	pone	en	pie.	¡Dios!	Ese	jodido	cuerpo,	ese	que	lleva	entre	las
piernas,	esas	nalgas	y	abdomen	fornido.	Parpadeo	sin	poder	creer	que	una
perfección	como	él	haya	elegido	ser	esposo	de	alguien	como	yo	cuando	puede
escoger	y	tener	a	las	mujeres	más	bellas,	más	elegantes	y	distinguidas	de	Rusia	o
de	donde	le	dé	la	gana.	Agarra	un	albornoz	para	cubrirse	pero	aún	así
no	dejo	de	admirarlo,	solo	mirarlo	me	hace	sonreír.	Sale	al	balcón	de	la
habitación	a	atender	una	llamada	y	yo	de	un	salto	me	pongo	en	pie	a	buscar	algo
lindo	que	ponerme	para	ir	a	comer.	Mi	móvil	suena,	mientras	sigo	mirando	los
vestidos	que	he	traído	contesto	la	llamada.
Escuchar	la	voz	de	Kate	me	deja	helada,	emocionada	exclamo.
—	¿Kate?¡Kate!
—	Si	amiga	soy	tu	mejor	amiga	la	golosa,	la	alocada	Kate	está	de	regreso.
¡Tengo	noticias!
—	Yo	también	tengo	noticias,	muchas.
—	Anda,	dime	tú	primero	las	nuevas	noticias.
Miro	a	Sergey	y	aún	habla	por	el	móvil.	Sonriendo	muerdo	mi	labio	inferior	con
el	corazón	dando	brinquitos.
—	Estoy	en	mi	luna	de	miel
—	¿Juatttt?	No...,¿En	serio?	Dime	que	te	casaste	con	ese	monumento	ruso.	Dime
que	ese	es	tu	marido	y	no	el	otro	aparecido	con	quien	andabas.
—	Me	casé	con	Sergey	ayer.	Kate,	amiga	soy	la	mujer	más	feliz	del	mundo.	Aún
no	me	lo	creo,	no	entiendo	como	alguien	como	él	se	ha	liado	con	algo	como	yo.
—	¿Y	no	me	dijiste	nada?	¿Te	casaste	y	tú	mejor	amiga	no	fue?
—	Nadie	fue,	nos	casamos	en	un	loco	impulso,	todo	fue	relámpago.	Pero	estoy
muy	feliz,	no	sé	cuánto	estaré	aquí	con	él	pero	no	quiero	irme	en	mucho	tiempo.
Kate	feliz	responde
—	Me	alegra	mucho	que	por	fin	alguien	te	haga	feliz	y	valore	lo	hermosa	mujer
que	eres	por	dentro	y	por	fuera.	Antes	de	dejarte	para	que	sigas	cogiendo	y
pasándola	rico	quiero	comentarte	algo.	¿De	casualidad	tu	mamá	y	Edward
Kirchner	se	conocen?
Su	pregunta	me	resulta	algo	confusa.	¿Por	qué	Kate	pregunta	algo	así?
—	Realmente	no	lo	sé.	Una	vez	se	vieron	en	navidad	cuando	mamá	estaba	en	el
penthouse	de	Sergey.	Ellos	reaccionaron	extraño	pero	no	sé	más.	¿Por	qué
preguntas?
—	Estaba	en	una	cena	en	la	casa	de	los	Kirchner.	Nathan	me	invitó	y
accidentalmente	escuché	una	conversación	desde	la	entrada	de	la	casa.	Creo	que
hablaba	con	una	mujer	a	la	que	llamaba	Anhila.	Igual	que	tú	mamá.	El	nombre
de	tu	mamá	no	es	muy	común	y	no	creo	que	sea	solo	coincidencia.
Trago	saliva
—	¿De	qué	hablaban?
—	Creo	que	es	algo	que	no	me	compete	a	mi	decirte	porque	no	es	de	mi
incumbencia.	Pero	lo	que	puedo	decirte	es	que	tienes	a	tu	familia	más	cerca	de	lo
que	crees.	Habla	con	Edward,
pregúntale	sobre	esa	noche.	Dile	que	yo	te	lo	comenté.	Quizá	te	diga	quizá	no,
pero	nada	pierdes	intentando.
—	Kate,	¿A	que	te	refieres?
—	Ya	te	dije,	no	puedo	decirte	más.	Solo	sé	que	si	esa	mujer	que	estaba	afuera
con	él	era	tu	mamá.	Hay	mucho	que	logra	tener	sentido	ahora.	Ah	por	cierto,
¡Me	mudo	a	Rusia!	Convencí	a	Nathan	de	mudarnos	a	San	Petersburgo.	Acá
quiero	continuar	con	la	universidad	y	todo	lo	demás.	Además	así	estamos	juntas.
Ya	Alemania	me	aburrió.
—	Oh	ahora	vives	con	Nathan.	La	última	vez	que	me	hablaste	de	él	apenas	te
hacía	caso.
Riendo	replica
—	El	buen	sexo	y	la	buena	cocina	ata	a	cualquier	hombre.	Créeme,	ni	Nathan	se
ha	salvado.	Y
con	el	si	me	atrevo	a	casarme.	¡Me	trae	loca!
—	Ya	veo,	Kate.	Hablamos	cuando	esté	de	regreso	a	Rusia.
—	Vale,	tenemos	que	ponernos	al	corriente	en	mucho.	¡Besitos!
Dejo	el	móvil	a	un	lado	y	Sergey	ya	ha	terminado	su	llamada.	Se	sienta	a	mi	lado
sin	poder	contener	la	curiosidad.
—	¿Con	quien	hablaba	tanto	señora	Kozlova?
—	Era	Kate,	se	muda	a	Rusia.	—	Arqueo	una	ceja	—	¿Tú	con	quien	hablabas?
—	No	era	nada	importante.	Ahora	vámonos	a	comer	algo.
Deteniéndolo	agarrando	su	muñeca	pregunto
—	¿Cuánto	estaremos	aquí?
—	El	tiempo	que	quieras	nena.
Sin	decir	más	va	por	las	llaves	del	coche	y	sonrio	como	lela.	Estoy	viviendo	un
sueño	del	cual	no	quiero	despertar	jamás.	Soy	la	esposa	de	Sergey	Kozlov,	un
amo	que	al	parecer	terminó	sometiendo	sus	propios	sentimientos.
*********
¡Chicas!
Ya	oficialmente	comenzó	esta	última	parte.	Quiero	notificarles	que	pueda	que
tarde	un	poco	más	en	actualizar	dado	que	trabajo	a	tiempo	completo	y	estudio
enfermería	y	apenas	tengo	tiempo	para	respirar.	Pero	prometo	tratar	de	actualizar
seguido.
Espero	que	este	ultimo	libro	les	sea	de	su	agrado	y	Sergey	y	Amanda	se	ganen
un	espacio	en	sus	bibliotecas	y	corazones	así	como	lo	lograron	Megan	y	Mikhail.
Besitos	!!!
April
Capítulo	2:
Sergey	Kozlov.
No	me	canso	de	verla,	de	admirar	esa	belleza	que	me	tiene	como	tonto
enamorado.	Ella	pide	pequeños	platillos	típicos	del	lugar	y	los	prueba
maravillada.	Lleva	en	su	cabeza	una	corona	de	flores	muy	tierna	luciendo	como
varias	mujeres	de	la	zona.
—	Esto	se	llama	Laulau,	sabe	muy	rico	anda	prueba	un	poco.	Sabe	muy	rico	—
Dice	acercando	su	tenedor	a	mi	boca.
Pruebo	eso	que	tanto	afán	tiene	que	pruebe.	Es	como	una	niña	pequeña	cuando
está	feliz.
Lleva	puesto	un	bañador	que	me	hace	pensar	perversiones.	Sonrio	mirando	sus
senos	comentando
—	No	creo	que	ese	bañador	llegue	a	la	playa.	Estaría	cogiendote	en	todas	partes.
—	¿	Ah	si?	Por	mi	encantada.	Vamos	a	la	playa,	no	puedo	aguantar	las	ganas	de
asolearme,	de	nadar,	de	tomar	refrescos	mientras	miro	las	olas.
Pongo	los	ojos	en	blanco	de	solo	pensarla	en	bañador	robando	mil	miradas	y	no
sé	cómo	pero	no	lo	voy	a	permitir.
—	No
—	¿No	que?
—	No	vas	a	asolearte	y	menos	con	el	bañador	que	llevas	puesto.	Solo	yo	te	miro
—	No	empieces	Sergey.	Deja	los	celos	tontos.	No	puedes	evitar	que	me	miren,
ademas	no	creo	que	lo	hagan.	Y	de	de	hacerlo,	solo	pueden	mirar	pero	tú	puedes
eso	y	mucho	más,	lo	sabes.
—	¿Se	supone	que	eso	me	tranquilice?
Dice	que	si	con	la	cabeza	y	no	me	queda	más	remedio	que	convertirme	en
guardaespaldas	de	ella.	Ella	está	inmersa	en	una	felicidad	que	me	llena	de
alegría.	Mira	todo	con	emoción	queriendo	hacer	mil	cosas	a	la	vez.	Quiere	nadar,
surfear,	¡Bailar!,	¿Ir	a	un	Karaoke?	Está	loca	si	piensa	que	voy	a	ponerme	a
cantar	en	un	karaoke.	Yo	la	verdad,	con	coger	me	basta.	Agarra	mi	mano
recostando	su	cabeza	sobre	mi	brazo	mientras	caminamos	por	la	arena,	me	siento
extraño.	Nunca	había	llegado	a	esto,	a	algo	tan	simple	de	tomarse	de	las	manos
como	cualquier	pareja.	Es	una	rareza	en	mí	y	apenas	sé	cómo	debería	reaccionar.
Amanda	nota	mi	rareza	y	no	tarda	en	comentar.
—	Tú	podrás	ser	todo	lo	amo	que	quieras	y	someter	en	el	sexo	todo	lo	que
quieras,	y	te	lo	acepto.	Pero	si	bien	eres	el	que	domina	en	la	cama,	yo	domino
otras	cosas	—	Sonríe	—	por	ejemplo,	el	que	aprendas	a	ser	romántico	y	hasta	un
poco	cursi.
—	¿Que	me	has	hecho?	Nunca	pensé	que	terminaría	casado	amando	a	una	mujer
al	punto	de	imaginar	una	vida	junto	a	ella.
Comienzo	a	quererlo	más	que	Amanda.	Imagino	una	pequeña	bebita	con	sus
ojos,	con	el	color	de	su	cabello	y	no	puedo	evitar	sonreír.	Solo	con	ella	podría
querer	ser	padre.	Como	ella	casi	siempre	hace	lo	que	quiere,	se	quita	el	vestido
traslúcido	playero	que	trae	puesto	dejando	a	docenas	de	miradas	el	cuerpo	que
me	trae	locamente	enamorado.	Camina	hasta	la	orilla	de	la	playa,	moja	sus	pies	y
al	acercarme	a	ella	me	dice	ilusionada.
—	Se	siente	muy	rico,	¡es	todo	un	sueño!	Quiero	ir	más	adentro.
—	Hablas	como	si	fuera	la	primera	vez	que	estás	en	la	playa.
Me	mira	algo	apenada	respondiendo
—	Es	mi	primera	vez.	He	visto	el	mar	pero	nunca	había	tenido	la	oportunidad	de
estar	en	el.
Sin	proponértelo,	has	cumplido	uno	de	mis	más	grandes	sueños.
Tomándola	por	sorpresa,	la	cargo	en	brazos	adentrándome	con	ella	en	las	aguas
cristalinas	y	poco	profundas	de	la	costa	de	Hawái.	Las	olas	nos	arropan	y
Amanda	no	deja	de	reír	y	salpicarme	agua.
—	¡Te	amo!	—	Grita	divertida
—	Yo	más	voluntariosa
—	No,	¡Grítalo!	Así	como	yo	¡Te	amo!
—	¡Te	amo!	¡La	amo	señora	Bachmann!
—	Aww	me	encantas	así	de	romántico	y	cursi.
Besando	sus	labios	muerdo	ligeramente	su	inferior	sonriendo.
—	Puedo	ser	tan	cursi	como	salvaje	y	más	cuando	la	tengo	en	la	cama	señora
Kozlova.
—	Mmm	me	excita	que	me	llames	así.
—	Ya	me	calentaste.	Al	cuerno	la	playa,	quiero	follarte.	Quiero	hacerlo	ahora
Niega	con	la	cabeza
—	Quiero	nadar,	ya	después	me	coges	todo	lo	que	quieras.
—	Ven	acá	—	Con	disimulo	coloco	su	mano	sobre	mi	erección.
—	¿Y	esto?	Hasta	en	la	playa	anda	caliente.
—	Muy	caliente.
Reposa	sus	brazos	sobre	mis	hombros	sabiendo	que	cuando	quiere	puede
controlarme	si	le	apetece.	Sonriendo	se	quita	las	gafas	de	sol	y	mirándome	a	los
ojos	pide.
—	Tengo	sed,	¿Puedes	ir	por	un	refresco?	Ya	luego	pienso	si	te	bajo	o	no	la
calentura.	Anda,	acá	te	espero.
—	Eres	mala
—	Mala	no,	muy	mala	señor	Kozlov.
No	puedo	negarme	a	los	deseos	de	mi	mujer.	Puede	hacer	conmigo	lo	que	guste
aunque	aún	no	lo	sepa.	Camino	hasta	un	pequeño	puesto	de	refrescos	a	laorilla
de	la	acera.	Pido	dos	refrescos	y	una	voz	femenina	suena,	se	me	hace	familiar	y
al	voltearme	me	quedo	anonadado.
—	¿Camila?	¿Camila	Morozova?
Ella	sonríe	al	verme	e	igualmente	anonadada	responde
—	Sergey	Kozlov...,	que	grata	sorpresa	verte	después	de	tantos	años	y	más	que
todo	aquí	en	Hawái.
Verla	me	trae	recuerdos	amargos	y	al	mismo	tiempo	excitantes	que	viene	a	mi
mente	sin	poder	evitarlo.	Tartamudo	respondo.
—	Si...,	estoy	de...,	estoy	de	vacaciones.
—	Interesante....	¿y	andas	solo	o	con	una	nueva	sumisa	en	turno?
Cambiando	el	tema	pregunto
—	¿Estás	bien?
—	Muy	bien,	soltera,	menos	boba	y	más	caliente	después	de	aquellos	tres	meses
hace	años.
Esos	que	pase	en	tu	cama,	jamás	lo	voy	a	olvidar.
—	Yo	tampoco	Camila.	Bueno,	tengo	que	irme.	Me	alegra	haberte	visto.	Que
tengas	buen	día.
—	¡Espera!	—	Me	da	una	tarjeta	—	Estaré	esta	noche	en	ese	lugar.	Me	estoy
quedando	en	el	hotel	Hotunuli.	Me	gustaría	charlar	aunque	fuera	una	última	vez.
Espero	verte	por	allá.	Felices	vacaciones.
Agarra	su	refresco	yéndose	perdiéndose	entre	la	gente.	¿Porque	tiene	que
aparecer	justo	ahora?	Me	quedo	en	trance	por	unos	cuantos	segundos.	Cuando	la
tuve,	cuando	estuvo	entre	mis	sábanas	era	una	niña	de	dieciocho	años,	virgen,
inexperta	y	ahora	es	totalmente	lo	opuesto.
—	¿Quien	era	esa	mujer	con	la	que	hablabas?
Me	volteo	y	tras	de	mí	está	Amanda	cruzada	de	brazos	con	una	mirada
amenazante	y	la	felicidad	creo	que	se	le	fue	de	paseo.
—	Nadie,	una	turista	que	buscó	conversación.
—	Ajá,	como	digas.
—	Es	la	verdad.	Vamos,	toma	tu	refresco	y	vamos	al	agua.
—	A	donde	único	quiero	regresar	es	al	hotel.	No	llevamos	ni	dos	dias	de	casado
y	ya	me	mientes.
Pongo	los	ojos	en	blanco.
—	Amanda,	no	tiene	caso	pelear	por	tonterías.
—	Para	ti	quizá	es	tontería	el	que	te	vea	hablando	muy	a	gusto	con	una	disque
turista.	¡Quiero	ir	al	puñetero	hotel!
—	¡Como	quieras!
No	es	posible	que	no	podamos	estar	un	jodido	momento	en	paz	sin	que	sus	celos
lo	jodan	todo.	Al	llegar	al	bungaló	se	encierra	en	el	baño	azotando	la	puerta	y	ya
voy	viendo	la	luna	de	miel	terminada.	Me	tumbo	en	la	cama	cerrando	los	ojos	e
intento	hablar	con	ella.
—	Amanda...,	nena	ven	acá.	No	es	necesario	que	te	enojes	y	que	echemos	a
perder	la	luna	de	miel.
No	tarda	en	salir	y	cruzada	de	brazos	responde	con	seriedad.
—	No...,	no	estoy	enojada.	Puedes	hablar	con	quien	quieras.	Lo	que	no	puedes
hacer	es	mentir	descaradamente	como	lo	haces.	Soy	tu	esposa,	al	menos	deberías
ser	sincero.	Esa	mujer	y	tú	hablaban	como	si	se	conocieran	de	antes.
Camino	hacia	ella	y	sin	poder	mentirle,	sin	poder	engañarla	sin	razón	le	digo.
—	Aquella	mujer	es	una	conocida,	la	conocí	en	Rusia	hace	muchos	años	atrás.
Hace	como	ocho	años.
—	Quien	es	—	Insiste	enojada.
—	Camila	Morozova,	así	se	llama.
Traga	saliva
—	¿Fue	tu	amante	o	tu	sumisa?
—	¿Para	que	quieres	seguir	con	el	mismo	tema?	Es	nuestra	luna	de	miel,	es	una
simple	conocida	que	por	casualidad	se	cruzó	en	nuestro	camino.	Nada	más.	Más
bien,	cambia	esa	cara	y	vayamos	a	comprarte	algo	lindo	para	esta	noche.
—	No	quiero	salir
—	Deja	de	ser	tan	berrinchuda	y	celosa.	Te	amo	a	ti,	solo	tengo	ojos	para	este
cuerpo,	para	estos	labios.	Solo	deseo	hundirme	en	esa	que	llevas	en	entre	las
piernas.	En	más	ningún	lugar.
Logro	sacarle	una	sonrisa	y	su	mirada	se	suaviza	un	poco	tornándose	algo
temerosa.
Abrazándola	beso	sus	labios	mientras	ella	pregunta	en	voz	baja.
—	¿De	verdad	es	cierto	todo	eso?
—	¿Que	mas	prueba	quieres	que	llevar	un	anillo	y	mi	apellido	en	tu	cédula?
Después	de	Thamara	me	juré	a	mí	mismo	que	jamás	volvería	a	pasar	por	un	altar
y	mira	lo	que	has	logrado,	me	he	casado	contigo	nena.	—	Se	queda	callada	algo
cabizbaja.	Levanto	su	mentón	con	mi	índice	añadiendo	—	Quiero	que	estés
tranquila,	hagamos	algo.	Camila	me	ha	dado	una	tarjeta	en	donde	está	la
dirección	del	lugar	donde	estará	hoy.	Segun	ella	quiere	hablar	conmigo,	iré	a	ese
lugar.
Pone	los	ojos	como	platos.
—¡Y	todavía	tienes	el	jodido	descaro	de	decirme	que	se	iban	a	ver!
—	¡Joder	escúchame!	¡Iré	pero	con	mi	esposa!	Conocerás	quién	es	ella	y	verás
que	no	es	nadie	importante.	Deja	los	celos	tontos,	si	no	es	Megan	o	cualquier
mujer	que	me	habla.
No	responde	nada	y	entrando	nuevamente	a	la	habitación	sentándose	en	la	cama
su	rostro	se	queda	algo	acongojado.	El	silencio	vuelve	a	reinar	entre	los	dos	y
comienza	a	resultar	incómodo.	Busco	algo	que	ponerme	y	su	voz	suena	suave,
tenue.
—	Quizá	te	resulta	tonto	que	sea	así.	Pero	más	tonto	debe	ser	que	tú	mismo	lo
hayas	ocasionado.	No	creía	en	mí,	no	era	segura	de	nada	en	mí	y	fue	justo
cuando	tú	me	hiciste	sentir	tan	inservible	pero	tanto	que	no	era	posible	que	un
hombre	que	puede	tener	la	mujer	que	quiera	decida	atarse	a	algo	tan
insignificante	como	yo.
—	Amanda	no	empie...
—	Te	callas	y	me	escuchas.	Si,	soy	tu	esposa.	Lo	soy	aún	no	sé	cómo	pero	lo
soy.	Y	es	a	tu	esposa	a	quien	más	has	humillado	porque	te	apuesto	lo	que	sea	a
que	ninguna	de	tus	sumisas	le	has	dicho	ni	la	mitad	de	lo	que	me	has	dicho	a	mi.
Ni	siquiera	a	Carol.	¿Recuerdas	aquel	cambio	que	me	hiciste	hacerme?	Mírame
ahora,	¿Me	parezco	a	aquella	empleada	que	humillaste?	No	te	gusté	como	yo
era,	hiciste	que	me	convirtiera	en	una	mujer	por	fuera	y	otra	por	dentro.	A	veces
pienso	que	solo	soy	un	trofeo	en	tú	vida.	Una	muñeca	a	la	cual	cambias	a	tu
antojo	y	yo	solo	lo	permito	porque	me	he	enamorado	de	ti.
Quisiera	negar	todo	lo	que	ha	dicho,	decir	que	no	es	cierto	pero	todo	lo	que	ha
dicho	de	alguna	manera	lo	es	y	me	duele	que	lo	sea.	La	humille,	hice	que
cambiara	y	ella	lo	hizo.	Se	sienta	en	el	balcón	del	bungaló	mirando	hacia	el
horizonte	con	la	mirada	tristemente	perdida.
Me	acerco	a	ella	respondiendo	con	algo	de	timidez.
—	Tienes	razón	en	lo	que	has	dicho	y	no	sabes	cómo	me	arrepiento	de	haberte
hecho	sentir	así.	Ahora	cargo	con	eso	y	no	te	imaginas	como	pesa	y	duele,	aún
más	cuando	te	amo	como	lo	hago.	Discúlpame	nena,	si	me	he	casado	contigo,	si
después	de	tanto	ahora	llevas	mi	apellido	es	porque	eres	lo	más	importante	que
tengo	en	mi	vida	y	cada	cosa	que	dije	en	aquel	momento	haré	que	queden	en	el
olvido	para	ti.	Te	demostraré	que	eres	hermosa	por	dentro	como	por	fuera.	Que
más	allá	del	sexo	me	casé	contigo	porque	te	amo.	Eres	la	primera	mujer	que
logra	que	no	sea	solo	él	sexo	lo	que	me	ate	a	ella.	—	Suspiro	—	Podría	preguntar
lo	mismo,	porque	te	has	casado	con	un	hombre	como	yo	cuando	mereces	alguien
que	no	desee	dominar,	alguien	que	tenga	familia,	que	tenga	un	pasado.	Aún	no	lo
comprendo.
—	Porque	te	amo	idiota.	—Sonríe	algo	tímida	e	intenta	tornarse	seria	pero	no	lo
consigue.	Tiro	de	sus	muñecas	subiéndola	sobre	mi	regazo	deseando	todo	de
ella.	Intento	besar	sus	labios	pero	me	evita	añadiendo	—	Estoy	enojada,	no
quiero	besos.
—	Nena,	enójate	después.	Es	nuestra	luna	de	miel	y	te	traigo	ganas	a	todas
horas.
—	No	quiero	coger...,	bueno	si	quiero	pero	estoy	enojada	contigo	por	ser	así
como	eres	de	mentiroso.
Agarro	su	cabello	y	tirando	de	él	con	picardía	expongo	su	cuello	a	merced	de	mi
boca.	Acerco	mi	nariz	a	su	piel	aspirando	su	olor,	su	esencia.	Rozo	mi	lengua	en
su	cuello	y	ya	la	escucho	chasquear	la	lengua.
—	Además	de	mentiroso,	tramposo.	Sabes	qué	haces	eso	y	ya	después	no	puedo
negarme.
—	Esa	es	la	idea	señora	Kozlova.
Por	más	enojo	que	tenga	su	morbosa	le	puede	mas.	Mueve	sus	caderas	trazando
círculos	sobre	mi	sexo	haciendo	que	otra	vez	logre	tener	el	control	sobre	mis
deseos.	Ahora	es	ella	quien	busca	mis	labios	con	desespero.	Los	toma	con	avidez
quitándose	la	parte	superior	del	bañador.
¡Dios!	Cada	centímetro	de	su	cuerpo	me	enloquece,	me	excita.	Sus	senos	se
rozan	contra	mi	pecho	al	mismo	tiempo	que	sus	manos	buscan	las	mías.
—	Tócalos
—	¿Eso	quieres?	—	Asiente	con	la	cabeza	—	Acércalos
Traviesa	acerca	uno	de	sus	pezones	a	mi	boca	y	mi	lengua	juega	sobre	el	mismo
causando	que	esos	hermosos	grises	se	pongan	lascivos	sobre	mis	pupilas.	Afloja
el	nudo	de	su	prenda	inferior	dejándola	caer	quedando	completamente	desnuda.
—	Nena,	quiero...,	quiero...
—	Mmm,	¿Que	quieres?
—	¿No	sientes	lo	duroque	me	has	puesto?	Quiero	penetrarte,	quiero	besarte,
quiero	chuparte,	besarte,	morderte,	joder	quiero	azotarte.
—	¿Quieres	azotarme?
Respondo	algo	inconforme.
—	Quiero,	lo	deseo	pero	no	tengo	que	hacerlo	para	cogerte	y	hacer	que	te	corras
como	deseo.
No	dice	nada	y	poniéndose	en	pie	camina	hasta	el	borde	de	la	cama	colocándose
esa	postura	que	me	saca	los	más	bajos	y	oscuros	instintos.	Reposa	su	cuerpo	en
sus	rodillas	y	brazos	dejando	que	mi	mente	fantasee	con	muchas	cosas.
—	Anda,	hazlo.	Azotame.
—	No
—¿Por	que	no?
—	Por	que	no	es	lo	que	deseas
Sonríe	perversa
—	Es	lo	que	quiero,	solo	procura	no	matarme	—	Ríe	despreocupada.
Me	acerco	a	ella	rozando	la	palma	de	mi	mano	en	sus	nalgas.	No	puedo	negarme
a	lo	que	en	el	fondo	deseo	con	locura.	Busco	entre	las	maletas	su	collar	y
colocándolo	en	su	cuello	susurro	en	su	oído.
—	Sabes	las	reglas,	solo	basta	con	que	pidas	que	me	detenga	y	lo	haré.
Ella	asiente	con	la	cabeza	y	tras	tanto	tiempo	de	dejar	guardado	al	amo	en	un
cajón,	traerlo	de	regreso	despierta	oscuras	y	acaloradas	pasiones.
Capítulo	3:
Viejas	sumisas,	felicidad	en	riesgo
Amanda	Bachmann.
Tengo	miedo,	al	mismo	tiempo	deseo.	Hace	mucho	que	no	tengo	a	Sergey	sobre
mi	como	amo.
Cuando	se	decide	a	someterme	a	sus	deseos,	pareciera	que	es	otro.	Azota
fuertemente	mis	nalgas	haciendo	que	sienta	un	corrientazo	por	todo	el	cuerpo.
Da	otro	azote	más	fuerte	que	el	anterior	y	tras	darlo	besa	mis	nalgas	para	luego
morderlas	susurrando.
—	La	haré	gritar,	gemir	y	haré	que	suplique	por	más	señora	Kozlova.
—	¿Eso	cree?
—	A	partir	de	ahora,	hará	lo	que	yo	diga,	se	moverá	si	se	lo	ordeno,	hablará	si	se
lo	ordeno.
¿Claro?
—	Ha	quedado	claro.
Me	coloca	boca	arriba	acercando	a	la	cama	una	charola	con	unos	artilugios
agarra	unas	especies	de	cinturones	en	piel	para	atarme	las	muñecas	a	los	tobillos.
¡No	voy	a	poder	moverme!	Eso	me	desespera	y	al	mismo	tiempo	me	excita.
Derrama	sobre	mi	abdomen	una	poca	de	miel	dejando	que	mi	mente	imagine
cientos	de	cosas	morbosas.
—	Haga	lo	que	haga	sobre	su	cuerpo,	no	se	mueva	señora	Kozlova,	o	será
reprendida.
Sin	dejar	de	mirarme	fijamente	a	los	ojos,	se	acomoda	entre	mis	piernas
sujetando	mis	caderas	con	fuerza	y	su	lengua	comienza	a	lamerme	el	abdomen
con	suavidad.	¡Dios!	Intento	no	sentir,	no	querer	moverme	pero	sus	labios	me
tienta	cada	vez	más	a	gemir	y	pedir	que	de	una	vez	me	coja.	Muda	sus	labios
hacia	mi	vagina	llevando	consigo	una	sonrisa	traviesa,	chupa,	lame	y	da	esos
toquecitos	gloriosos	con	su	lengua	logrando	que	mi	cuerpo	y	mi	concentración
se	quiebren	por	completo.	Suavemente	arqueo	la	espalda	alertando	a	mi	querido
amo	que	he	roto	su	orden.	Pellizca	uno	de	mis	pezones	diciendo	con	autoridad
fijamente	a	los	ojos.
—	Has	desobedecido	—Asiento	con	la	cabeza	—	Seras	reprendida.
—	Entendido,	amo.	—	replico	con	picardía.
Vuelve	a	colocarme	boca	a	bajo	y	esta	vez	me	ata	las	muñecas	a	los	tobillos
quedando	mi	vagina	expuesta	a	lo	que	desee	hacerme.	Mis	tobillos	y	muñecas
tocan	ligeramente	mis	nalgas	haciéndome	sentir	una	total	esclava	de	sus
perversos	deseos.
—	Abre	la	boca	—	Ordena	y	yo	obedezco	algo	nerviosa—	muerde	Muerdo	lo
que	parece	ser	una	mordaza	o	algo	parecido	ya	viéndome	sometida	por	cosas	que
quizá	nunca	antes	he	experimentado.	Siento	su	pene	frotarse	en	mi	sexo	mientras
su	aliento	eriza	cada	vello	de	mi	espalda.	Dios,	¡Joder!	¡Voy	a	infartar!	Coloca
sus	manos	a	la	altura	de	mi	cabeza	y	besando	suavemente	mi	cuello	embiste	con
fuerza	mi	vagina.
—	Me	encanta	tenerte	así,	rendida...,	mojada,	excitada.
Muerdo	con	fuerza	la	mordaza.	Cada	embestida	va	acompañada	de	un	azote,	de
un	tirón	de	cabello,	de	una	palabra	morbosa.	Sonrio,	me	gusta,	me	hace	sentir
que	tiene	y	a	la	vez	no	tiene	el	poder	sobre	la	situación.	Con	cada	embestida	que
da	sus	gemidos	se	intensifican	al	igual	que	sus	azotes	y	brusquedad.	Lo
placentero	comienza	a	tornarse	algo	doloroso;	sus	embestidas	parecen	estocadas
y	parece	no	poder	controlar	su	fuerza	en	cada	azote.	Muerdo	fuertemente	la
mordaza	intentando	tolerar	el	dolor	que	siento	con	cada	embestida.	Toca	el	fondo
de	mi	vagina	provocando	un	dolor	terrible,	mi	cuerpo	se	sacude,	transpira	y	sin
darme	cuenta	una	lágrima	cae	de	mis	ojos	sin	poder	retenerla.	Duele,	duele
mucho	y	ya	el	placer	se	fue	nuevamente	de	vacaciones.	Es	otro,	el	que	está	sobre
mi	penetrandome	no	es	Sergey	Kozlov,
es	otro	sadico	que	no	razona.	La	última	embestida	hace	que	él	eyacule
placenteramente	en	mi	interior	y	yo	termine	soltando	la	mordaza	chillando	de
dolor.	Siento	el	cuerpo	cansado,	como	si	hubiera	corrido	cien	kilómetros.	Tras
pasar	unos	minutos	me	quita	los	cinturones,	siento	su	semen	deslizarse	por	mis
muslos	y	las	piernas	de	tocar	mis	nalgas	caen	a	la	cama	como	un	par	de	bloques
de	plomo.	Seco	la	lágrima	con	disimulo	y	Sergey	no	tarda	en	preguntar.
—	¿Estas	bien?
—	Si
—	¿Segura?
Asiento	con	la	cabeza
—	Voy	a	darme	un	baño.
Sin	esperar	a	que	responda	me	pongo	en	pie	caminando	hacia	el	baño.	Cierro	la
puerta	y	preparando	la	tina	suelto	otra	lágrima	odiosa.	Aún	me	duele,	me	duele
la	vagina,	el	cuerpo,	me	duele	todo.	Pero	más	que	dolor	siento	frustración.	Sé
que	eso	que	ha	hecho	hace	unos	momentos	no	es	nada	comparado	a	lo	que	le
gusta	hacer.	Siento	que	en	la	cama	está	conmigo	solo	como	a	mi	me	gusta	y	él
siempre	se	queda	colgando	esperando	más.	Quiero	satisfacerle,	deseo	que	más
que	su	esposa	sea	el	centro	de	su	placer,	de	su	fantasía,	de	esa	morbosidad	que	le
acompaña.	Moriría	de	solo	pensar	que	alguna	otra	pueda	complacer	ese	sadismo
que	lleva	consigo.	Quiero	ser	yo,	solo	yo	quien	lo	haga	aunque	me	cueste
acostumbrarme.	Me	meto	a	la	tina	cubriendo	todo	mi	cuerpo	en	el	agua	y	sales
aromáticas	deseando	relajar	no	solo	el	cuerpo,	los	pensamientos	también.	Me
cubro	el	rostro	y	cerrando	los	ojos	intento	no	pensar	en	nada	que	empañe	la	luna
de	miel,	ni	mis	miedos,	ni	mis	fallos	sexuales	como	sumisa	y	mucho	menos	en
esa	mujer	aparecida.	Me	recuesto	en	la	tina	y	justo	cuando	lograba	sentirme	algo
relajada,	escucho	su	voz	sonar	en	mi	oído	erizándome	la	piel	en	segundos.
—	¿Puedo	acompañarte?
Asiento	con	la	cabeza	y	ya	lo	tengo	dentro	en	la	tina	junto	a	mi.	No	abro	los
ojos,	los	dejo	cerrados,	roza	su	cuerpo	desnudo	contra	el	mío	dejándome	saber
que	no	lleva	puesto	ni	siquiera	el	bóxer.	Frota	su	sexo	contra	mi	costado
haciendo	que	ya	mi	corazón	se	dispare.
—	¿Que	te	ocurre	nena?
—	Nada,	estoy	bien.
—	No,	no	lo	estás.	Conozco	a	mi	esposa.
Abro	los	ojos	más	sin	mirarlo	a	los	ojos	respondo
—	Solo	pienso
—	¿En	que	piensas?
—	En	como	ser	mejor	amante	para	ti.	En	no	solo	ser	ahora	tú	esposa,	llevar	ese
título	y	la	pasión	por	mí	se	te	acabe.
Se	ríe,	se	ríe	con	algo	de	burla	haciéndome	sentir	como	tonta.	Cruzándome	de
brazos	frunzo	el	ceño.
—	No	entiendo	cuál	es	la	risa.
—	Mi	amor,	haces	que	tenga	erecciones	constantes.	Logras	que	quiera	tocarte	a
todas	horas,	eres	perfecta	como	eres,	no	deseo	que	cambies	absolutamente	nada
de	ti.
—	Quiero	que	también	disfrutes	cada	vez	que	tenemos	sexo.	Que	no	solo	sea	yo
quien	sienta	placer,	quiero	que	también	tú	recibas	y	no	solo	des.
—	¿Y	quien	te	dijo	que	no	lo	disfruto?
—	Cuando	tenemos	sexo,	solo	buscas	mi	placer.	Pero	sé	que	no	lo	sientes	como
yo.
—	Amanda,	si	siento	placer,	y	la	forma	en	la	que	siento	placer	al	máximo	es	una
en	la	que	nunca	te	voy	a	exponer.	Ahora	eres	mi	esposa,	eres	mi	todo.	Y	si	tengo
que	solo	darte	placer	a	ti,	lo	haré.
Lo	miro	a	los	ojos	desconcertada.	¿Cómo	es	posible	que	piense	que	yo	voy	a
permitir	eso?
—	Quiero	saber	cómo	es	que	sientes	placer.	No	me	ocultes	las	cosas,	quiero
saber	qué	cosas	lo	provocan	y...
Cubre	mi	boca	con	sus	manos	sonriendo	y	evitando	que	siga	el	tema.
—	Sabes	como	me	provocas	placer,	mucho	placer...	—	Con	un	gesto	pide	que
me	acomode	entre	sus	piernas	su	erección	sobresale	del	agua	acalorándome	toda.
—	Me	matarías	de	placer	con	tu	boca	en	mi	pene.
—	Sabes	que	no	me	refiero	a	eso,	yo...
—	Hazlo,	nena	me	encanta	como	lo	haces.
—	Ya	muchas	te	lo	han	hecho	—	Argumento	algo	sarcástica.
—	Muchas,	es	cierto.	Pero	me	casé	conesta	boca,	y	es	la	que	quiero	que	me
saque	orgasmos.
De	solo	escucharlo	me	tienta	la	morbosa.	Rozó	mi	lengua	sobre	su	glande	para
luego	tenerlo	tocando	el	fondo	de	mi	garganta.	Deja	caer	su	cabeza	reposándola
sobre	la	pared	embaldosada	cerrando	los	ojos	entregando	todos	sus	sentidos	a	lo
que	comienza	a	sentir.	Su	hinchazón	crece	en	mi	boca	comenzando	a	hacer	que
pequeños	gemidos	se	les	haga	escuchar.
Miro	de	reojo	su	rostro	y	es	uno	acalorado,	lleno	de	deseo	y	lujuria.	Mueve
suavemente	sus	caderas	buscando	más	placer	y	eso	me	excita	aún	más.	Su	mano
se	reposa	sobre	mi	cabeza	y	tirando	suavemente	de	mi	cabello	susurra	apenas
pudiendo	pronunciar	palabra.
—	Así	nena..,	oh	Dios,	haces	maravillas	con	esa	lengua.
Sonrio	y	llenándome	de	calor,	succiono	su	glande	haciendo	que	un	gemido	se
escape	de	su	garganta.	Pide	que	lo	mire	fijamente	mientras	mi	boca	se	regocija
en	su	erección.	Lo	chupo,	lo
lamo,	mis	manos	juegan	con	su	piel.	Él	es	todo	sensaciones	y	gemidos.	Se
inmoviliza	y	entre	balbuceos	susurra.
—	Ya,	nena	detente.
—	¿Por?
—	Si	no	lo	haces,	voy	a	correrme	en	tus	labios.
Escucharlo	me	enciende	y	buscando	eso	con	ansias	lo	chupo	hasta	sentir	su
orgasmo	materializado	correrse	por	mi	garganta.	Sonríe	extasiado,	jadeante	y
agitado.	Pide	que	lo	mire	a	los	ojos	y	hago	lo	que	me	pide	sintiendo	algo	de
pena.	Si,	pena	aún	después	de	tanto	lo	que	he	hecho	en	la	cama	con	Sergey
Kozlov,	sigo	sintiendo	una	poca	de	pena.
—	Eres...,	eres...,	joder	nena	eres	un	peligro	para	mis	deseos	y	fantasías.
—	¿Por	que	soy	un	peligro?
Cerniendo	sus	pupilas	sobre	las	mías	responde	sin	poder	evitar	ocultar	lo	que
piensa.
—	Por	qué	hay	cosas	que	aunque	deseo	hacerte,	sé	que	las	consideras	extremas.
Pero	cada	vez	qué	haces	delicias	como	la	que	acabas	de	hacer,	creo	que	sería
más	que	placentero	llevar	esas	cosas	que	deseo	hacerte	a	la	realidad.
—	¿Cosas	como	cuales?
Sonriendo	solo	me	mira	quedándose	callado	sin	responder	a	mi	pregunta.	Besa
mi	frente	dejándome	con	la	duda	y	evadiendo	el	tema	comenta.
—	Voy	a	ayudar	a	bañarse	a	mi	esposa	para	luego	ir	a	ese	lugar	donde	veremos	a
la	mujer	con	la	que	hable	en	la	playa.
—	No	es	necesario.
—	Para	mi	si	lo	es.	Quiero	que	la	conozcas.
—	No	quiero	conocerla.
—	¿Por?
—	Esa	mujer,	sé	que	tuviste	algo	con	ella	aunque	no	sepa	exactamente	qué.
Sergey,	no	quiero	ir	conociendo	a	cada	mujer	que	tuviste	en	la	cama.	Es	raro,	es
incómodo	y	más	cuando	tú	fuiste	el	primero	con	quién	tuve	sexo.
Me	mira	algo	serio	para	luego	responder.
—	Hay	algo	que	debes	saber	y	tener	presente.	Cuando	esas	sumisas	que	tuve,	se
enteren	de	que	me	he	casado	contigo	no	solo	van	a	aparecer	mis	otras	sumisas,
sino	que	intentarán	dañarte.	Sobretodo	Carol,	tú	has	logrado	lo	que	ninguna	de
ellas	logró	y	es	motivo	suficiente	para	que	te	odien.	Solo	quiero	que	tengas	en
esa	cabeza	presente	que	eres	lo	más	importante	que	tengo.	No	será	fácil,	pero	sé
que	juntos	lo	superaremos.
Sonrio	acariciando	su	rostro	sin	poder	negar	lo	enamorada	que	estoy	de	él.	Bajo
la	mirada	susurrando.
—	No	quiero	que	nada	me	separe	de	ti.	No	solo	están	ellas,	también	está	Esther,
tú	madre.
—	No	te	preocupes	por	Esther.	Ella	tiene	que	aceptar	o	al	menos	tolerar	el	que
ahora	eres	mi	esposa.	No	voy	a	permitir	que	siga	ofendiéndote	como	lo	hace.
Ahora	eres	parte	de	la	familia	y	eso	ni	ella	ni	nadie	lo	va	a	cambiar.	Ahora	ve	y
ponte	más	hermosa	de	lo	que	ya	eres.	Iremos	a	ese	bar.
Digo	que	si	con	la	cabeza	en	el	fondo	no	muy	convencida	de	que	sea	lo	correcto.
Si	mujeres	como	Carol	antes	me	odiaban	solo	porque	era	la	novia	de	Sergey
Kozlov,	ahora	que	soy	la	esposa,	me	deben	querer	ver	muerta.	Busco	entre	las
cosas	que	traje	algún	vestido	bonito	muriendo	del	nervio.	Otra	vez	el	va	a	hablar
por	teléfono	y	sale	a	la	pequeña	terraza	para	que	no	pueda	escuchar	nada.	Eso
me	enoja,	me	hace	sentir	como	que	aún	después	de	todo	hay	secretos	entre	los
dos.	Sacudo	la	cabeza	sin	darle	más	importancia	a	eso	de	las	llamadas
comenzando	a	arreglarme.	Me	pongo	el	vestido	y	al	verme	frente	al	espejo	no
me	gusta	mucho	como	me	queda.	Es	ceñido	al	cuerpo	y	algo	escotado.	Además
de	que	Sergey	no	me	dejaría	salir	con	eso	ni	de	aquí	al	pequeño	yate	que	nos
lleva	de	regreso	a	la	bahía.	Aún	así,	quiero	ponérmelo.	A	veces	pienso	que
después	del	cambio	de	imagen	que	Sergey	hizo	hacerme	en	Alemania,	cambio
mi	físico,	mi	cabello	quizá	también	mi	belleza	pero	sigo	siendo	la	misma	por
dentro.	Aquella	que	rechazó	por	no	llevar	vestidos	como	este.	Sentándome	frente
al	espejo	me	maquillo	sacando	una	mujer	que	pocas	veces	he	conocido	en	mi.
Una	elegante,	sofisticada,	sensual	y	diría	que	hasta	provocativa.	Sergey	al	verme
se	queda	anonadado	y	yo	poniendo	los	ojos	en	blanco	comento.
—	¿Que	me	ves?
—	Veo	que	tengo	una	esposa	hermosa,	sexy	y	que	me	pone	a	cien	cada	vez	que
la	veo.
—	No	me	acostumbro	a	que	digas	que	soy	tu	esposa	—	Sonrio	—	Se	oye	raro.
—Mira	tú	anular	—	Hago	lo	que	me	pide	y	él	me	enseña	el	suyo	—	¿Ves	esta
argolla?	Significa	que	eres	la	mujer	más	importante	en	mi	vida.
Besando	mis	labios	tira	de	mi	cintura	acercándome	a	su	cuerpo	para	olerme,
tocarme	y	susúrrame	al	oído	las	cientos	de	cosas	que	desea	hacerme	cuando
regresemos	del	bar.	Sin	darle	más	vueltas,	terminamos	yendo	al	lugar	dond	esa
mujer	citó	a	Sergey	y	al	entrar,	veo	la	misma	mujer	de	la	playa	muy	elegante	con
un	vestido	hermoso	y	coqueto.	Me	miro	y	luego	la	miro	disimuladamente	a	ella
sintiéndome	un	poquito	inferior.	La	mujer	al	ver	que	Sergey	no	viene	solo	se	le
borra	la	sonrisa	del	rostro.	Me	mira	de	pies	a	cabeza	sonriendo	nuevamente	esta
vez	fingiendo	una	sonrisa	que	de	lejos	se	ve	que	es	forzada.
—	Buenas	noches,	Camila.	—	Saluda	Sergey
—	Hola,	me	alegra	que	hayas	aceptado	la	invitación.	Me	tomas	de	sorpresa,	no
pensé	que	vinieras	acompañado.
Doy	dos	pasos	hacia	atrás	y	Sergey	agarrandome	de	la	cintura	hace	que	vuelva	a
dar	dos	pero	hacia	el	frente.
—	No	tuve	la	oportunidad	de	presentarte	en	la	playa.	Camila,	ella	es	Amanda...
Antes	de	que	pueda	dejar	terminar	a	Sergey	impulsivamente	interrumpo.
—	Soy	Amanda	Kozlova
—	Camila,	Amanda	es	mi	esposa.	Estamos	en	nuestra	luna	de	miel.
La	mujer	se	ríe	y	mira	a	Sergey	escéptica.	Suelta	una	carcajada	y	comenzando	a
enojarme	pregunto.
—	¿Podría	saber	lo	que	le	hace	tanta	gracia?
—	Disculpa,	querida	disculpa	pero	es	que	es	muy	difícil	creerlo.	¿Sergey
Kozlov.casado?	Esto	sí	que	es	loco,	definitivamente.
—	¿Por	qué	tendría	que	serlo?	—	Argumento—	¿Quien	eres	tú?
La	mujer	mira	a	Sergey	con	misterio	sonriéndose	algo	lasciva.	Arqueando	una
ceja	responde.
—	No	creo	que	a	tu	esposo	le	haga	bien	que	sepas	quien	soy.	¿Porque	mejor	no
se	lo	preguntas	a	él?
Sergey	serio	pregunta
—	¿Para	qué	querías	verme	aquí	Camila?
—	La	pregunta	es	¿Por	que	has	aceptado	la	invitación	si	según	tú	estás	muy	feliz
de	Luna	de	miel?
—	¡Quien	eres!
Me	mira	con	pedancia	y	con	una	mirada	intensa	parece	declararme	la	guerra	de
solo	saber	que	soy	la	esposa	de	Sergey.
—	Soy	Camila	Morozova,	y	si	de	algo	te	sirve	saber,	fui	la	primera	sumisa	de	tu
esposo.	Cuando	tú	tenías	por	ahí	unos	doce	a	trece	años,	tú	esposo	me	ataba	con
grilletes	y	me	azotaba	para	luego	cogerme.	Pero	dejo	que	tu	esposo,	sea	quien	te
cuente	mejor.	Disfruten	su	luna	de	miel,	nos	vemos	luego.	Estoy	segura	que	nos
volveremos	a	ver.
Sin	decir	nada	más	agarra	su	bolso	y	sale	del	bar	dejándome	a	mi	en	total	trance
y	más	confundida	que	nunca.
Capítulo	4:
Una	cita	en	el	karaoke
Sergey	Kozlov.
Antes	de	que	termine	de	irse	del	club,	salgo	tras	Camila	lleno	de	enojo.	Logro
detenerla	antes	de	que	se	subiera	a	un	taxi	y	agarrándola	del	brazo	le	pregunto
qué	demonios	es	lo	que	pretende	a	lo	que	ella	responde.
—	¿Yo?	Yo	no	pretendo	nada.	Ambos	sabemos	que	eres	un	hombre	que	no	está
hecho	para	casarse	y	menos	con	una	mojigata	como	esa.	Porque	de	lejos	se	nota
que	no	aguanta	ni	la	mitad	de	lo	que	tú	sueles	hacer	con	tus	sumisas.
—	No	es	tu	problema	y	la	respetas.	Es	mi	esposa.
—	Si,	es	tu	esposa...,	veremos	cuánto	aguantas	con	solo	sexo	fresa	romántico.
Cuando	te	aburras	de	ella,	sabesque	aquí	estoy	esperándote.
—	No	creo	que	nos	volvamos	a	ver.
Me	mira	a	los	ojos	fijamente	contradiciendo	con	seguridad.
—	Pienso	todo	lo	contrario.	Sergey....,	hay	cosas	en	ti	que	ni	tu	matrimonio	va	a
poder	cambiar	y	mucho	menos	lo	que	tus	fantasías	demandan.
—	Me	basta	y	me	sobra	con	mi	esposa.	Buenas	noches.
Me	volteo	y	antes	de	irse	replica	algo	enojada.
—	Sabes	muy	bien	que	tú	y	yo	tenemos	algo	pendiente	desde	hace	años	atrás.
—	Para	mi	quedó	olvidado	al	igual	que	las	que	vinieron	después	de	ti.
No	dice	nada	más	y	se	sube	al	taxi	dejándome	más	descolocado	que	hace	unos
minutos.
Amanda	no	ha	salido	y	eso	es	raro	pero	más	que	raro,	me	preocupa.	Regreso	al
bar	y	la	veo	sentada	en	una	mesa	con	una	copa	a	medias.	La	seriedad	en	su
rostro,	la	amargura	en	su	mirada	me	comienza	a	avisar	que	se	avecina	otra
discusión.	Me	acerco	y	sentándome	frente	a	ella	comento	preocupado.
—	¿Estás	bien?
—	Lo	estoy
—	¿Podemos	hablar?
Toma	un	sorbo	de	la	copa	encogiendo	los	hombros.
—	No	tienes	que	explicarme	nada	sobre	esa	tal	Camila.	Es	tu	pasado,	es	tu
conciencia.	No	es	mi	problema.
—	Quiero	hacerlo,	Amanda.
Arquea	una	ceja	fríamente
—	Pero	no	quiero	que	lo	hagas.	¿Que	más	claro	puede	quedar?	Fue	tu	sumisa
como	lo	fue	Carol,	como	lo	fui	yo.	Una	más	de	tu	lista,	otro	contrato.	¿Sabes
que?	Ya	no	deseo	seguir	hablando	y	me	aburrí	de	estar	aquí.	Quiero	regresar	a	la
villa.
—	Amanda,	no	puedes	juzgarme	ni	enojarte	por	cosas	que	pasaron	antes	de	que
te	conociera.
—	No	te	juzgo	y	mucho	menos	estoy	enojada.	Quiero	ir	a	la	jodida	villa.	¿No
entiendes?
No	tolero	que	me	hable	en	ese	tono	y	mucho	menos	en	público.	Hago	que	me
mire	a	los	ojos	y	comenzando	a	enojarme	por	su	actitud,	ordeno.
—	Vuelves	a	hablarme	así	y	vamos	a	tener	problemas.
—	Hablo	como	se	me	da	la	real	gana.	Ahora	ya	que	insistes	en	quedarte	aquí
bien,	iré	en	taxi.
—	No	te	atrevas	levantarte	de	esa	silla	Amanda,	te	lo	advierto.
—	¿O	que?	Deja	tus	ataques	de	amo	estrellado	y	déjame	respirar.	¡Adiós!
Se	levanta	de	la	mesa	haciendo	caso	omiso	de	lo	que	le	he	ordenado	y	sin	más	se
va	del	bar	dejándome	solo	con	su	copa	casi	vacía.	Esto	no	es	una	luna	de	miel,	es
un	jodido	calvario.	Pido	un	trago	y	trato	de	poner	en	orden	las	ideas,	Amanda	se
ha	vuelto	muy	vulnerable	a	cualquier	cosa	que	tenga	que	ver	con	mi	pasado	y	ni
yo	mismo	sé	cómo	manejarlo.	No	soporto	tenerla	lejos	y	no	saber	dónde	está.
Amarla	como	lo	hago	se	ha	convertido	en	un	arma	de	doble	filo	para	mis
emociones	y	pensamientos.	Forzosamente	me	está	cambiando	aunque	no	deseo
que	lo	haga.	Regreso	a	la	villa	luego	de	unas	horas	y	allá	está	durmiendo
arropada	entre	las	sábanas	en	una	esquina	casi	al	borde	de	la	cama.	Curvo	la
comisura	al	ver	cómo	duerme,	la	ternura	que	derrocha,	el	amor	que	hace	que
sienta	por	ella	a	cada	minuto.	Me	siento	a	su	lado	y	acariciando	su	cabello	beso
su	frente,	luego	sus	labios	susurrando	en	su	oído.
—	Quizá	no	me	creas,	pero	eres	la	única	mujer	que	ronda	en	mi	cabeza	a	todas
horas.	Te	amo	pequeña	peleona.	—Sigue	durmiendo	y	sin	darme	cuenta,	veo	la
oportunidad	de	decirle	cosas	que	nunca	podría	decirle	de	frente.	—	Sabes,	hay
muchas	cosas	que	me	gustaría	que	supieras,	aunque	parezcan	estupidas	me
ocurren.	Te	las	diré	porque	duermes,	porque	sé	que	no	las	recordarás.	—	Suspiro
—	Una	de	ellas,	hay	cosas	en	mí	que	me	llenan	de	inseguridad.	Siento	que
aunque	las	mujeres	me	busquen,	aunque	sean	capaces	de	firmar	contratos	de
sumisión,	en	el	fondo	siento	que	no	soy	capaz	de	darle	a	ninguna	mujer	lo	que
cualquier	hombre	podría	dar.	Mi	amor,	Amanda,	quiero	ser	mejor	para	ti,	y
aunque	no	lo	digo,	día	a	día	intento	ser	alguien	que	no	soy,	de	ser	romántico,	de
poder	hacer	el	amor	sin	necesidad	de	dominarte.	Es	muy	difícil,	es	difícil
intentar	hacerte	el	amor	y	terminar	deseando	someterte.	Es	difícil	regalarte
flores,	cuando	voy	a	comprarlas	todas	me	parecen	iguales.	Intento	decirte	cosas
bonitas,	intento	ser	más	cariñoso	pero	no	me	sale,	aún	busco	en	mí	ese	cariño
que	nunca	he	recibido.	Pero	prometo	que	te	lo	daré	aunque	me	cueste
encontrarlo.	Ahora	que	eres	mi	esposa,	mi	mujer,	te	prometo	que	voy	a	darte	lo
mejor	de	mi.	Quizá	para	ti	no	sea	mucho,	pero	te	daré	lo	mejor	que	tengo	en	mi.
Quiero	darte	ese	bebé,	me	duele	ver	cómo	a	escondidas	te	haces	pruebas	de
embarazos	y	todas	salen	negativas.	Me	duele	ver	cómo	te	duele	el	no	poder	ser
mamá.	Quiero	que	seas	feliz,	pero	hay	veces	que	no	sé	si	Sergey	Kozlov.sea
capaz	de	hacer	feliz	a	una	mujer	tan	bella	y	dulce	como	tú.	Te	amo,	te	amo	nena
y	me	duele	que	desconfíes	de
mi	amor	cada	vez	que	mi	pasado	se	presenta	en	nuestras	vidas.	Te	elegí	a	ti	para
llevar	ese	anillo	hermoso	en	tu	anular,	te	escogí	a	ti	no	solo	para	de	mi	sumisa
vitalicia,	te	elegí	para	que	seas	mi	compañera	de	vida.	Descansa	hermosa,	aquí
estaré	cuidándote.
Me	basta	con	observarla	dormir	para	dibujar	una	sonrisa	en	mi	rostro.	Juego	con
su	cabello	mentiras	pienso	en	lo	que	está	mujer	ha	logrado	causar	en	mi.	Poco	a
poco	ha	conseguido	que	de	ser	un	hombre	sin	ataduras,	ahora	no	solo	las	tengo,
sino	que	me	place	llevarlas	si	es	con	ella.	Escucho	un	leve	sollozo,	curvo	la
comisura	sin	dejar	de	admirarla.
—	Nena...—Intenta	seguir	fingiendo	que	duerme	pero	no	lo	logra	por	mucho
tiempo.	Aún	sigue	dándome	la	espalda	resentida.	Beso	sus	hombros	despertando
en	ella	su	piel	y	sus	respiros	acelerados.	—	Se	que	no	estás	dormida.
—	No	tienes	que	sentirte	inseguro	como	hombre.	Si	me	he	casado	contigo,	es
porque	te	amo,	porque	me	llenas	en	muchos	aspectos.	—	Se	gira	encarandome
—	Sergey,	perdoname	por	haber	reaccionado	como	lo	hice	respecto	a	esa	tal
Camila.	Pero	no	pude	evitar	sentir	celos.
—	Me	gusta	que	me	celes,	me	hace	sentir	que	te	importo.
Ceñuda	argumenta
—	Eres	muy	importante.
—	Lo	soy	para	ti.
—	Para	muchas	personas.	—Algo	desanimado	sigo	acariciando	su	cabello.	Ojalá
fuera	así,	pero	ni	siquiera	a	Esther	creo	que	le	sea	importante.	Más	bien	me	trajo
a	su	familia	por	lastima.	Su	hijo	se	ha	encargado	de	recordarme	que	no	soy	parte
de	la	familia.	Me	quedo	callado	y	Amanda	añade	—	Tu	mamá,	tienes	mamá	y	al
menos	ella	te	quiere.
—	Amanda,	mi	realidad	es	que	no	tenía	familia	hasta	que	me	casé	contigo.
Deseo	dedicar	cada	segundo	para	ti.
Aún	algo	distante	se	sienta	y	saca	de	la	gaveta	de	la	mesa	de	noche	una	pequeña
caja	negra	con	un	lindo	listón	dorado.	La	miro	extrañado	y	al	abrirla	dentro	hay
una	carta.
—	No	tengo	dinero	para	regalar	cosas	caras,	quizá	para	ti	sea	insignificante	pero
es	mi	regalo	de	bodas.	No	puedes	abrirla	ahora.	Quiero	que	lo	hagas	cuando
estemos	en	algún	momento	de	nuestras	vidas	en	el	cual	estemos	tan	enojados	o
distanciados	que	no	recordemos	aunque	sea	por	momentos	el	porqué	decidimos
unir	nuestras	vidas.	Solo	ahí	deseo	que	abras	esa	carta	y	la	leas.
Mirando	el	sobre	me	quedo	callado	y	al	mismo	tiempo	sorprendido	con	la
ternura	que	lleva	consigo	Amanda.	No	podría	pedir	más,	ella	es	perfecta.	Tanto
que	no	soportaría	perderla.
Guardo	el	sobre	en	mis	cosas	sonriendo	algo	pensativo.
—	No	necesito	cosas	materiales.	Si	supieras	que	sería	capaz	de	renunciar	a	cada
una	de	las	cosas	que	tengo	por	algo	tan	sencillo	como	simplemente	saber	quien
soy	realmente.	—
Suspiro	—	Sé	que	alguna	vez	te	dije	que	no	quería	saber	de	mis	padres
biológicos	pero	inevitablemente	siento	en	ocasiones	solo	saber	al	menos	como
eran,	porque	si	no	me	querían
porqué	me	trajeron	al	mundo.	Quisiera	saber...,	—	Aún	intentando	no	llorar,
derramo	una	lágrima	que	rápidamente	seco	algo	apenado	—	Solo	quisiera	saber
porqué	me	abandonaron,	porque	no	me	quisieron	como	para	alejarme	de	ellos
sin	importarles	fuera	yo,	sin	importarles	que	en	algún	lugar	del	mundo	habría	un
hijo	suyo.
Un	nudo	en	la	garganta	se	me	atasca	y	no	logro	decir	más	intento	retener	otras
lágrimas	pero	al	Amanda	subirse	sobre	mi	regazo	y	rodear	mi	cuerpo	con	sus
brazos	susurrando	en	mi	oído	palabras	reconfortantes,	no	logro	seguir	fingiendo
una	dureza	e	indiferencia	que	por	años	me	ha	costado	tanto	mantener.
—	Llora,	llorar	no	es	de	débiles.	He	visto	personas	valientes	desplomarse	enllanto	y	otras	débiles	y	cobardes	que	niegan	el	darse	el	derecho	a	llorar.
—	No	quiero	hacerlo,	para	mi	llorar	demuestra	que	no	sabes	controlar	lo	que
sientes,	yo	si	sé	hacerlo.
Sonríe	algo	divertida	besando	mis	labios.	Sus	pupilas	se	pierden	en	las	mías	y
entrelazando	sus	manos	con	las	mías	responde.
—	Nadie	puede	controlar	lo	que	siente.	Si	así	fuera,	hubiera	elegido	no
enamorarme	de	ti.
Pudiera	haber	elegido	enamorarme	de	un	hombre	menos	complicado	pero	no,	no
pude	elegir	eso.
Bajo	la	mirada	necesitando	sacar	esa	espina	que	me	lastimaba	por	años,	por	tanto
tiempo.
Aprieto	los	dientes	liberando	uno	de	los	fantasmas	que	me	mantienen	con	un	pie
atado	a	una	enorme	piedra	en	medio	del	abismo.
—	No	hablo	con	nadie	sobre	eso,	ni	siquiera	con	Esther.	Pero	me	duele,	me
duele	no	saber	cuál	es	mi	verdadero	origen.	Me	duele	que	ni	siquiera	mi	familia
adoptiva	me	quiera.	Amanda,	pocas	personas	me	han	mostrado	afecto	en	la	vida,
por	no	decir	ninguna.	Cuando	era	pequeño,	Sufrí	cosas	que	un	niño	no	debería
sentir.	En	el	colegio	pasé	mis	peores	momentos.
No	podía	hablar	porque	no	sabía	hacerlo	bien,	no	podía	leer	ni	escribir	como	los
otros	niños	de	mi	edad.	Cuando	Esther	me	llevó	al	médico	y	le	dijeron	que	tenía
ese	cierto	tipo	de	autismo	leve	en	mi,	me	empezó	a	tratar	más	con	lastima	que
con	afecto.	Pensaba	que	no	podía	hacer	nada	porque	era	distinto.	Llegué	a	los
doce	años	y	aún	no	sabía	cómo	comunicarme	con	otros	de	manera	normal.	Aún
así	dentro	de	mí	siempre	estuvo	el	resentimiento	hacia	la	vida,	no	entendía
porque	otros	tenían	familia	y	yo	tenía	el	intento	de	una	que	ni	siquiera	me
trataban	como	parte	de	ella.
Amanda	me	mira	con	dolor	e	intenta	no	verse	solloza.	Pero	mi	pequeña,	esa
mujer	que	primero	desvió	mi	atención	en	su	sencillez	y	luego	enamoró	mis
sentidos,	no	logra	ocultar	sus	emociones	y	termina	con	lágrimas	en	sus	mejillas.
—	¿Puedo	hacerte	una	pregunta?	—	Asiento	con	la	cabeza	—	¿Tiene	que	ver	tu
gusto	por	el	sadismo	todo	eso	que	viviste?
Me	quedo	callado	sin	saber	que	responder.	Ni	yo	mismo	sé	que	decir.	Nunca
había	pensado	en	eso.	Solo	sé	que	siento	más	que	placer,	una	manera	de	liberar
de	a	poco	el	rencor	que	aún	no
logro	sacar	de	una	vez	de	mi	interior.	La	miro	a	los	ojos	y	buscando	la	manera	de
no	seguir	hablando	sobre	eso,	replico.
—	Me	aferro	a	algo	que	quizá	no	sea	real,	pero	me	ayuda	a	liberar	el	dolor	que	la
vida	me	ha	obligado	a	sobrellevar.
—	Pues	te	digo	desde	ahora	que	voy	a	hacer	lo	que	sea	porque	ese	dolor
desaparezca.
Mientras,	lo	sobrellevaremos	juntos.	Porque	me	he	casado	contigo	y	también	con
tus	problemas	y	debilidades.	Te	amo	y	lo	demostrare	cada	día	que	tenga	junto	a
ti.
Me	abraza,	lo	hace	muy	fuerte	y	en	el	fondo	siento	que	falta	mucho	para	que
sienta	que	me	va	a	querer	para	toda	la	vida	y	más	aún,	que	va	a	desear	hacerlo.
******
Hoy	es	uno	de	nuestros	últimos	días	en	Hawái	y	Amanda	luego	de	tanto	insistir
ha	logrado	que	la	lleve	al	dichoso	karaoke.	Pero	con	verla	feliz	me	basta	con
llevarla	a	donde	ella	desee.	Nos	sentamos	en	una	mesa	y	ella	ve	entretenida	a
otros	en	el	karaoke	mientras	toma	un	sorbo	de	su	copa.	Algo	curioso	la	miro	y
pregunto
—	¿Te	gusta	cantar?
—	Si...,	bueno	nunca	lo	he	intentado	frente	a	nadie.	Solo	Kate	me	ha	escuchado
y	los	amiguitos	de	Victoria	en	su	fiesta	de	cumpleaños.
—	Cada	día	me	sorprendes	más.	Sabes,	creo	que	tienes	muchas	cosas	escondidas
que	tendré	que	ir	descubriendo.
Con	picardía	guiña	un	ojo	secundando
—	Me	encanta	la	idea.	Ahora,	ya	que	venimos	aquí	al	karaoke	pues	voy	a	cantar
algo	que	quizá	te	guste.	Es	una	de	las	canciones	que	además	de	ponerme	a	bailar,
me	recuerda	a	ti	en	muchos	sentidos.
Se	levanta	de	la	mesa	y	la	próxima	en	cantar	es	ella.	Se	sube	al	escenario	y	tras
hablar	con	el	encargado	de	las	pistas,	se	acerca	al	micrófono	sonriente	y	todos	la
miran	quedando	la	atención	sobre	ella.
—	¡Hola!	Me	llamo	Amanda	Bachmann	y	estoy	en	esta	hermosa	isla	en	mi	luna
de	miel.	No	sé	si	sea	buena	en	el	karaoke	pero	pueden	acompañarme	si	se	saben
la	letra	de	la	canción	o	con	las	palmas	estará	genial.	—	Sonríe	agarrando	el
micrófono	—	Es	una	de	mis	favoritas,	Love	on	Top	de	Beyoncé.
Ni	idea	de	qué	canción	es	esa	y	muy	poco	he	oído	de	esa	cantante.	No	soy	de
escuchar	música	y	menos	de	venir	al	karaoke	pero	verla	me	encanta.	Su	sonrisa
emana	frescura	y	diversión	en	el	lugar.	Comienza	a	sonar	la	pista	y	su	mirada	se
fija	en	la	mía.	Como	si	pudiéramos	leernos	la	mente	me	deja	saber	que	la	letra	de
esa	canción	lleva	mucho	más	que	ritmo	y	quiere	hacerme	saber	que	me	dedica
cada	verso,	y	eso	raramente	me	gusta.
Capítulo	5:
Enfrentamientos	se	avecinan
Amanda	Bachmman.
Me	mira	con	algo	de	incógnita	y	me	muero	verlo	ahí	todo	penoso	sin	saber
exactamente	lo	que	voy	a	cantar.	Robo	cientos	de	miradas	y	la	única	que
realmente	me	emociona	tener	es	la	de	Sergey.	Él	me	mira	con	deseo	y	también
con	cierta	emoción.	Ciento	algo	de	pena,	nunca	he	hecho	algo	así	y	menos	frente
a	él	y	en	público.	Sonriendo	comienzo	a	cantar	y	en	pocos	segundos	tengo	a
todos	haciendo	coro	a	la	letra.
Honey	honey
I	can	see	the	stars	all	the	way	from	here
Can't	you	see	the	glow	on	the	window	pane
I	can	feel	the	sun	whenever	you're	near
Every	time	you	touch	me	I	just	melt	away
Now	everybody	ask	me	why	I'm	smiling	out	from	ear	to	ear	But	I	know
Nothing's	perfect	but	it's	worth	it
After	fighting	through	my	tears	and	finally	you	put	me	first	Baby	it's	you
You're	the	one	I	love
You're	the	one	I	need
You're	the	only	one	I	see
Come	on	baby	it's	you
You're	the	one	that	gives	your	all
You're	the	one	I	can	always	call
When	I	need	to	make	everything	stop
Finally	you	put	my	love	on	top
Ooh	come	on	baby
You	put	my	love	on	top	top	top	top	top
You	put	my	love	on	top
Ooh	ooh
Come	on	baby
You	put	my	love	on	top	top	top	top	top
You	put	my	love	on	top
My	love	on	top
Mis	pies	se	mueven	al	ritmo	de	la	canción	y	de	momento	todo	el	lugar	va	al	son
de	la	letra.
Nunca	había	sentido	la	sensación	de	ser	el	centro	de	atención	en	un	lugar.	Unas
mujeres	al	parecer	también	estaban	en	su	luna	de	miel,	se	suman	al	escenario	y
entre	palmadas	pequeños	pasos	divertidos	y	unas	voces	hermosamente
peculiares	se	suman	a	la	canción.
¿Quien	no	conoce	a	Beyoncé?	Todo	el	mundo	sabe	quien	es	y	cuál	es	la	canción
excepto	Sergey.	Lo	veo	sonreír	que	es	lo	que	importa.	También	trae	las	mejillas
sonrojadas.	Me	mira	con	un	asombro	extraño	¿Tan	mal	canto?	No	deja	de
mirarme	y	es	el	único	que	está	ahí	todo	sentándote	sin	ni	siquiera	tararear.	Es	que
tenía	que	ser	ruso.	En	pocos	minutos	todo	el	lugar	se	llena	de	gente	que	poco	a
poco	se	une	a	la	canción	y	por	un	segundo	siento	eso	que	mucha	gente	desea
experimentar.	Solo	que	yo	canto	por	diversión	lo	haga	bien	o	lo	haga	mal.
Divertida	bajó	del	escenario	y	tiro	de	las	manos	de	Sergey	intentarlo	ponerlo	en
pie.
—	¡Ven!
—	¿Que?	¡No!	Yo	no	voy	a	bailar	ni	a	cantar	ni	nada	de	eso.	Acá	te	veo	mejor.
—	Ven	o	voy	hacer	que	todo	el	mundo	te	lo	pida.	Anda	aquí	nadie	nos	conoce.
Termina	accediendo	refunfuñando.	Poco	a	poco	va	dejando	a	un	lado	la	seriedad
y	sin	quedarle	más	remedio	termina	bailando	igual	que	todos	en	el	lugar.	¡Dios!
¡Es	que	me	lo	como	con	todo	y	corbata!	Pocas	veces	lo	he	visto	sonreír	tan
efusivamente	como	lo	hace	ahora.	Al	terminar	la	canción	todos	aplauden	y
Sergey	tomándome	la	cintura	me	besa	provocando	delirios	entre	mis	piernas.
—	Cada	vez	me	sorprende	más,	señora	Kozlova.	Además	de	ser	toda	una	adición
en	la	cama,	cantas	hermoso.
Arqueo	una	ceja	y	tomándolo	de	la	mano	camino	hasta	la	mesa	sentándonos
nuevamente	en	ella.	Sonriendo	respondo	algo	curiosa.
—	No	creo,	para	nada.
—	Tienes	una	voz	hermosa.	¿No	te	ha	interesado	dedicarte	a	cantar?
Niego	con	la	cabeza	quedándome	algo	pensativa.
—	Pues	no,	la	verdad	es	que	no	me	gusta	cantar.	De	niña	lo	hacía	pero	mamá	no
le	agradaba.
Decía	que	hacía	mucho	ruido	y	lo	dejé	de	hacer.	—	Suspiro	—	Aunque	la
realidad	es	que	nunca	me	ha	importado	mucho	hacerlo.
—	Pensé	que	la	novia	de	Mikhail	cantaba	hermoso.	Pero	no	había	escuchado	esa
voz	que	tiene	miesposa.
Tomo	la	copa	y	mirándolo	con	algo	de	incógnita	argumento.
—	¿La	has	oído	cantar?	No	sabía	que	lo	habías	hecho.	No	lo	habías	mencionado.
—	¿Otra	vez	con	tus	celos?
—	No	tengo	celos	Sergey.	—	Busco	sus	labios	y	mordiendo	su	inferior,	añado	—
No	tengo	porque	tenerlos.	Vámonos	a	la	villa,	ya	me	ha	dado	ganas	de	hacer
muchas	cosas.
—	Me	provocas	por	todos	lados,	voy	a	pagar	la	cuenta	de	las	copas	y	nos	vamos.
Sergey	deja	el	móvil	en	la	mesa	y	veo	que	le	llegan	unos	mensajes.	Quiero
confiar	en	él	y	no	mirar	el	móvil	pero	siguen	llegando	y	al	ver	que	hay	imágenes
adjuntas.	Agarro	el	móvil	y	miro	las	imágenes.	Esa	tal	Camila	Morozova	le	ha
enviado	unas	fotos	en	donde	aparece	Sergey	y	ella	en	situaciones
comprometedoras.	Aprieto	los	dientes	queriendo	gritar	de	frustración	y	más
cuando	leo	el	mensaje	que	le	ha	enviado.
Número	Desconocido	a	las	11:30pm
¿Recuerdas	esos	tiempos?	Yo	los	recuerdo	a	cada	momento.	Sabes	muy	bien	que
esa	inocente	que	tienes	por	novia	jamás	te	hará	sentir	ni	una	cuarta	parte	de	lo
que	sentiste	conmigo.
La	mato,	la	estrangulo,	¡la	hiervo!	Aguanto	las	ganas	de	llorar	y	aún	más	de
pedirle	explicaciones	a	Sergey	de	esto.	Regresa	a	la	mesa	y	al	verme	con	su
móvil	pregunta	con	seriedad.
—	¿Sigues	desconfiando?	¿Qué	haces	con	el	móvil?
—	El	mío	se	quedó	sin	batería	y	necesitaba	llamar	a	Kate.	¿Te	molesta?
Niega	con	la	cabeza
—	No	me	molesta.	Lo	que	me	extraña	es	que	tengas	esa	cara.
Sonrío	muriéndome	de	rabia	respondiendo
—	Solo	estoy	algo	cansada.	¿Puedo	hacer	otra	llamada?
—	Las	que	quieras	mi	amor.
Me	levanto	de	la	mesa	y	camino	al	tocador	buscando	la	manera	de	calmarme	y
no	explotar	en	celos.	No	quiero	dudar.	No	puedo	dudar	de	mi	esposo	y	más	con
una	mujer	que	apareció	en	su	vida	luego	de	tantos	años.	Busco	y	busco	algo	que
hacer	y	se	me	ocurre	algo	loco	y	al	mismo	tiempo	ingenioso.	Le	respondo	el
mensaje	haciéndome	pasar	por	Sergey	y	rogando	porque	la	muy	idiota	se	crea
todo.
Sergey	a	las	11:45pm
Me	encantaría	recordar	viejos	tiempos.	No	tienes	idea	cómo.	Tienes	razón,
aunque	quiero	a	Amanda	no	se	compara	con	lo	que	me	hiciste	sentir	tú	hace
años.	No	me	hables	más	a	este	número,	Amanda	podría	sospechar.	Escríbeme	a
otro	número	que	te	voy	a	enviar.
Número	desconocido	a	las	11:46pm
¿Hablas	en	serio?	Muero	por	volver	a	verte.
¡Me	reviento!
Sergey	a	las	11:46pm
Muero	por	verte.	Cuando	regrese	de	la	luna	de	miel,	nos	reunimos	en	Rusia.	¿Te
parece?	Pero	no	me	escribas	más	a	este	número.	Tendré	el	otro	solo	para	ti.
Número	desconocido	a	las	11:50pm
Pierda	cuidado,	amo.
Solo	deseo	avantar	el	móvil	contra	la	pared.	Pero	no,	Amanda	control,	¡Control!
Le	envío	a	la	zorra	esa	mi	número	del	móvil	y	borro	todo	el	historial	de	mensajes
incluyendo	las	fotos.
Regreso	a	la	mesa	y	Sergey	tiene	rostro	de	desconcierto.	Pregunta	cómo	está
Kate	y	le	digo	que	bien	intentando	que	no	se	note	ni	encojo.	Al	llegar	al	bungaló
me	sirvo	una	copa,	luego	otra	más.	Me	siento	en	el	balcón	escuchando	las	olas
del	mar,	pensativa,	distraída.	También	algo	tomada	pero	aún	con	los	sentidos
despiertos.
—	Nena...
—	¿Si?
—	Ven,	vamos	a	la	cama.	Ya	es	tarde.
—	¿Puedo	preguntarte	algo?
—	Lo	que	quieras	nena.
Sin	dejar	de	mirar	el	mar	tomo	el	último	sorbo	a	mi	copa	y	busco	la	manera	de
preguntar	sin	que	Sergey	note	mi	enojo.
—	¿Camila	Morozova	ha	vuelto	a	buscarte?
—	No	Amanda,	y	no	creo	que	lo	haga.	Le	dejé	claro	que	eres	mi	esposa.	Le	dejé
claro	que	eres	mi	mujer,	la	única	mujer	que	me	importa.	Ella	es	pasado	al	igual
que	las	demás.	¿Por	que	la	pregunta?
—	Solo	quiero	saber	si	voy	a	tener	que	seguir	tolerando	que	tus	ex	sumisas
aparezcan	de	la	nada	ahora	que	soy	tu	esposa.
Resopla	incómodo
—	Ya	hemos	hablado	sobre	esto,	Amanda.
—	Mi	amor,	sé	que	lo	hemos	hablado.	También	sé	que	antes	tenía	una	postura
que	me	hacía	ver	cómo	la	inocente	esposa	tonta	y	abnegada	que	tenía	que
soportarlo	todo.	—	Me	pongo	de	pie	—	Ahora	mucho	ha	cambiado	en	mi	pensar.
Solo	te	digo	que	no	voy	a	soportar	que	sigan	apareciendo	mujeres	como
Morozova	en	nuestras	vidas.
Entro	al	bungaló	y	más	convencida	que	nunca,	no	permitiré	que	esa	Camila	ni
ninguna	otra	amenace	la	felicidad	que	quiero	tengo	y	deseo	tener	el	resto	de	mi
vida	junto	a	Sergey.
******
Tristemente,	hemos	vuelto	a	la	realidad	tras	dos	semanas	intensas,	llenas	de
pasión	y	morbo	en	Hawaii.	Regresamos	a	Rusia	y	además	de	traer	el	doble	de
maletas,	traigo	cientos	de	compras	y	una	felicidad	inmensa	al	saber	que	viviré
todos	mis	días	junto	a	Sergey.	Llegamos	al	apartamento,	dejo	las	maletas	a	un
lado	y	Sergey	sin	perder	tiempo,	abraza	mi	espalda	deslizando	sus	manos	por	mi
cuerpo	como	todo	un	ladron	hurgando	lugares	peligrosos.
—	Muero	por	cogerte,	muero	por	besarte...,	tocarte...,	joder	muero	por	hacerte
gemir.
—	Hace	unas	horas	me	hiciste	el	amor	en	el	jet.	¿Otra	vez	quieres	sexo?
—	Quiero	sexo	contigo	a	todas	horas.	Y	más	cuando	tengo	una	flamante	esposa
que	me	levanta	a	cada	momento	de	solo	mirarla.
Me	giro	para	encararlo	llena	de	emoción	y	también	algo	de	calentura.
—	¿Tanto	me	deseas?
Besa	mis	labios	y	ya	sus	manos	comienzan	a	despojarme	de	mi	blusa	con	avidez.
Deja	descubiertos	mis	pechos	y	sus	ojos	se	deslumbran	en	ellos.	Sus	dedos
juegan	con	mis	pezones	mientras	ya	imagino	su	erección	dominando	entre	mis
piernas.	Jadeante	pregunto
—	¿Has	tenido	alguna	fantasía	en	esa	cabeza	en	estos	últimos	días?
—	¿A	qué	viene	esa	candente	pregunta?
Sonrio	con	picardía
—	Quiero	saber,	conozco	a	mi	esposo	y	sé	que	es	un	morboso,	lleno	de	fantasías
locas.
—	Si	te	digo...,	quizá	te	espantarias.
—	Ya	nada	podría	espantarme	viniendo	de	ti,	mi	amor
Me	tumba	en	el	sofá	y	el	tumbandose	sobre	mi	chupa	y	lame	mis	pezones
sacando	de	cada	rincón	de	mi	cuerpo	el	calor	que	me	pone	toda	morbosa	y	con
ganas	de	sacar	la	zorra	escondida	que	llevo	conmigo.
—	Hace	un	tiempo,	fantaseo	con	verte	teniendo	sexo	con...
Interrumpo	mimosa
—	¿Con	Mikhail	o	con	otro	hombre?	De	seguro	eso	es
Niega	con	la	cabeza
—	Si	quiero	verte	con	otra	persona,	pero	deseo	que	sea	con	una	mujer.
Me	quedo	tonta,	idiota	y	lo	que	le	sigue.	¿Una	mujer?	Jamás	en	mi	puta	vida	he
pensado	ni	siquiera	planteado	el	estar	con	una	mujer.	No	me	gustan,	no	entiendo
como	puede	fantasear	con	tal	cosa	el	loco	este.
—	¿Que?	¿Te	estás	escuchando?
—	Si,	dije	que	quiero	verte	follar	con	una	mujer.
—	Estás	loco
Arquea	una	ceja
—	¿Por	que?
—	No	me	gustan	las	mujeres.	No	me	hago	teniendo	sexo	con	una.	¡Joder	Sergey
no	me	veo	lamiendo	vaginas!
—	Amanda,	solo	es	sexo.	No	te	tienen	que	gustar.	Es	como	si	te	lo	hiciera	yo.	Es
puro	morbo.
Creo	que	en	el	fondo	no	se	te	hace	tan	descabellada	la	idea.
Lo	miro	casi	a	punto	de	darle	un	guantazo	y	no	puedo	creer	que	lo	diga	con	tanta
tranquilidad.
Aunque	lo	que	ha	dicho	en	cierto	modo	me	ha	despertado	la	curiosidad	y	esa
Amanda	traviesa	que	él	ha	creado	con	el	paso	del	tiempo.	Rozo	mi	nariz	contra
la	suya	y	sin	pensarlo	respondo	con	picardía.
—	Si	yo	me	cojo	a	una	mujer,	tú	tienes	que	cogerte	a	un	hombre.
Pone	los	ojos	como	platos.	Como	si	hubiera	blasfemado,	peor	aún	como	si
hubiera	visto	el	diablo	en	persona.	Se	torna	serio	y	refunfuña	negándose	por
completo.
—	Estás	loca,	definitivamente	estás	loca.	¿Yo?	¿Con	un	hombre?	Estás	demente.
Riendo	argumento
—	¿Por	qué?	Es	lo	mismo	que	tú	me	estás	pidiendo.	No	veo	cuál	es	el	drama.
—	Amanda	es	distinto.
—	¿Seguro	que	es	fantasía	solo	tuya?
—	Mikhail	desea	lo	mismo	con	Megan.
Me	cruzo	de	brazos	pensando	y	si	acepto	de	alguna	manera	me	desquitaré
haciendo	que	haga	alguna	cosa	de	igual	magnitud.
—	Y	supongo	que	quieres	que	coja	con	Megan.	—	Asiente	con	la	cabeza	con
descaro	—	Eres	un	fresco	descarado.	Eso	es	lo	que	eres	—	Muerdo	mis	labios
sonriendo	—	Pero	me	gusta	que	lo	seas,	me	excita.
—	¿Eso	es	un	si?
—	Eso	es	un	tal	vez	señor	Kozlov,	no	se	haga	ilusiones.	Ahora...,	me	voy	a	la
universidad.	Tengo	que	buscar	los	trabajos	para	reponer.
Hace	muecas	y	torciendo	el	gesto	me	detiene	sin	dejar	de	magrear	mis	pechos.
—	No,	vamos	a	coger.	Me	calentaste	y	no	me	vas	a	dejar	con	las	ganas.—	Cuando	regrese	cojemos	todo	lo	que	quieras	pero	ahora	voy	retrasada	Sergey.
Sin	hacer	caso	alguno	me	coloca	contra	la	pared	seguido,	eleva	una	de	mis
piernas	reposándola	sobre	su	cintura.	Llevo	unas	mallas	algo	gruesas	y	aún	así	él
logra	romperlas	haciendo	un	agujero	entre	mis	piernas.	Sus	dedos	se	cuelan	en
mi	braga	y	ya	me	descubre	toda	húmeda	y	palpitante.
—	Dame	diez	minutos,	diez	minutos	para	sacarte	un	orgasmo.	Algo	así	como	un
orgasmo	express.
Quiero	negarme	pero	no	puedo,	cuando	logra	calentarme	caigo	como	tonta	y	ya
ando	obedeciéndole.	Baja	la	cremallera	de	su	pantalón	y	de	solo	sentir	su
erección	rozar	mi	sexo	suelto	un	pequeño	suspiro.	Él	sonríe	sabiendo	que	se	ha
salido	con	la	suya.	Se	frota	contra	mi	vagina	y	ya	me	veo	toda	urgida	quizá	más
que	él.
—	No	es	justo
—	¿Que	cosa?
—	Que	siempre	te	salgas	con	la	tuya.	Dije	que	no
Penetrandome	con	fuerza	sacude	mi	cuerpo	sacando	de	mi	garganta	un	gemido
libidinoso.
Sonrio	sintiendo	ese	descaro	que	me	ha	contagiado,	apoderarse	de	mi.	Sujeta	mi
cuello	con	firmeza	y	al	mismo	tiempo	con	delicadeza.	Su	lengua	lame	mis	labios
provocando	que	no	solo	hayan	palpitaciones	en	mi	vagina,	logra	que	sienta
retumbos	estruendosos.
—	¿Sabes	lo	que	más	me	fascina	de	que	seas	mi	esposa?	Me	encanta	tener	una
dama	y	al	mismo	tiempo	una	morbosa	descarada.
Y	me	encanta	serlo,	me	ha	cambiado	no	solo	en	el	físico,	Sergey	ha	logrado	que
aquella	Amanda	reacia	al	sexo	ahora	sea	una	adicta	al	el.	Entra	y	sale	de	mi	con
rudeza,	con	fuerza,	lo	hace	con	deseo,	morbo	y	ganas	de	sacar	un	grito	con	cada
embestida.	Termina	elevando	mi	otra	pierna,	me	sujeta	en	sus	brazos	y	yo
enrosco	mis	piernas	en	su	cintura	abrazo	su	cintura	sintiéndolo	más	profundo.
Llegando	a	esa	dulce	dolorosa	línea	en	donde	el	placer	y	el	dolor	se	mezclan
haciéndose	uno	solo.	Hace	algo	que	antes	no	hacía,	antes	era	frío,	solo	tenía	sexo
consigo	sin	ningún	toque	romántico.	Ahora	cada	vez	que	sus	labios	están	cerca
de	mi	oído	susurran	y	repiten	una	y	otra	vez	que	me	ama,	que	cada	rincón	de	mi
cuerpo	le	excita,	susurra	cosas	que	me	encienden,	me	avivan.
—	Estaría	dentro	de	ti	a	todas	horas.
—	Y	yo	moriría	por	tenerte	dentro	de	mi	a	todas	horas.	—	besó	sus	labios	con
travesura	—	Voy	tarde	para	la	universidad.
—	No	me	importa,	lo	que	quiero	es	tenerte	así,	quebrada	en	mil	suspiros,	nena.
—	Más....,	así	—	Cierro	los	ojos	—	Oh	cielos,	¡no	pares!
El	ruido,	el	roce,	el	chocar	de	nuestros	cuerpos	piel	contra	piel.	Sus	pupilas
dilatadas	y	oscurecidas;	esos	gemidos	que	intenta	reprimir	pero	se	le	escapan	sin
poder	retenerlos	me	hace	sentir	que	poco	a	poco	Sergey	pierde	control	de	lo	que
antes	era	un	amo	sometiendo	a	una	más	de	sus	sumisas.	Ahora	además	de	él
intenso	placer	y	las	vibraciones	que	ambos	sentimos,	cada	vez	que	lo	tengo	así
tan	cerca,	su	nombre	y	su	esencia	se	graba	en	cada	rincón	de	mi	cuerpo	sin	dejar
uno	solo.	Él	tiembla	y	su	rostro	está	rojizo.	Llega	a	su	límite	virtiendose	en	mi
interior	dejando	ir	susurros	y	gemidos	exhaustos.	Reposa	mi	espalda	contra	la
pared	quedándose	en	silencio	intentando	recobrar	el	aliento.
—	Eres	mi	todo,	Amanda...,	te	has	convertido	en	mi	norte,	en	mi	mundo.
Comienzas	a	ser	eso	por	lo	único	que	deseo	luchar	aun	cuando	no	tengo	mas
motivos	en	mi	vida	para	luchar.
Rozando	mi	nariz	contra	la	suya	suspiro	feliz.
—	Gracias	por	dejarme	conocer	este	otro	tú	que	me	enamora	cada	día	más	y
más.
Se	queda	callado	algo	ruborizado	pero	sé	que	en	el	fondo	detrás	de	ese	amo
sadista	que	ha	dado	a	conocer,	se	encuentra	un	hombre	noble	y	romántico	tímido
a	mostrarse	por	miedo	a	ser	lastimado	nuevamente.
******
Tras	despedirme	de	Sergey	con	uno	de	esos	besos	que	tanto	nos	enciende,	me
voy	a	la	universidad	a	intentar	reponer	el	material	perdido	en	estas	dos	semanas
fuera	de	clases	y	entrando	al	campus	recibo	un	mensaje	de	la	tal	Camila
Morozova.	Me	ha	escrito	a	mi	número	creyendo	que	es	Sergey	y	al	leer	su
mensaje	me	hiervo	por	dentro.
Camila	a	las	4:30pm
Muero	por	verte,	creo	que	tenemos	mucho	de	que	hablar	y	también	que	recordar.
Estoy	en	San	Petersburgo.	Quiero	verte	en	mi	casa.
Haciéndome	pasar	por	Sergey,	respondo	a	punto	de	romper	el	móvil	del	enojo.
Sergey	a	las	4:32pm
¿Por	qué	no	nos	vemos	en	Luna	Dorada?	Queda	cerca	de	la	empresa	de	mis
padres	y	podemos	tomarnos	algo	allí.	Ya	después	nos	vamos	a	donde	quieras.
Camila	a	las	4:35pm
Sé	que	la	pasaremos	rico.	¿Te	parece	mañana	a	las	ocho?
Sergey	a	las	4:37pm
Allí	estaré.
Aprieto	los	labios	deseando	ya	verla	cara	a	cara	y	dejarle	claro	de	una	vez	por
todas	cuál	es	su	lugar	y	cuál	es	el	mío.
Capítulo	6:
Se	fracturan	relaciones
Sergey	Kozlov.
Comienzo	a	extrañar	a	mi	pequeña.	A	esa	vocecita	hermosa	pidiendo	de	todo	un
poco.	Aunque	me	cueste	regresar	a	la	casa	de	Esther	y	encontrarme	con	Aiden	o
la	indiferencia	Czar.	Antes	de	entrar	veo	un	coche	aparcado	junto	con	el	de
Esther	y	me	extraña.	Entro	a	la	casa	y	espero	ver	a	Victoria	correr	por	la	casa
pero	no,	no	la	veo.	Más	bien	escucho	la	voz	de	mi	madre	hablando	con	otra
mujer.	Para	mi	jodida	mala	suerte	Carol	está	con	mi	madre	y	de	solo	verme	corre
hacia	mí	besando	mi	mejilla.	Intento	alejarla	de	mí	pero	a	ella	no	parece
importarle.
—	Sergey,	estaba	esperando	verte.	Tenemos	que	hablar.
—	¿Tú	no	te	cansas	cierto?—Miro	a	Esther	—	Regreso	en	otra	ocasión.
—	No	hijo,	estábamos	esperándote.	¿Me	puedes	decir	en	donde	estabas	metido?
Prácticamente	llevas	un	mes	sin	comunicarte.
Carol	añade
—	Estaba	hablando	con	tu	mamá	sobre	la	posibilidad	de	que	me	dé	trabajo	en	las
empresas	de	la	familia.	¿Te	molestaría?
—	Lo	que	hagas	tú	me	da	exactamente	igual.	Lo	que	no	entiendo	es	qué	haces
aquí.
Esther	interviene
—	Carol	además	de	comenzar	a	trabajar	en	la	empresa,	para	mí	es	parte	de	la
familia.	Y
aunque	sigas	empeñado	en	seguir	esa	relación	pasajera	con	la	alemana	esa	sin
gracia.	Yo	sé	que	algún	día	Carol	será	tu	esposa.
Carol	se	queda	mirando	mi	mano	y	al	ver	el	anillo	de	matrimonio	en	mi	anular,
con	los	ojos	sollozos	pregunta.
—	¿Y	ese	anillo?
—	Me	hubiera	gustado	enterarlas	teniendo	a	Amanda	de	mi	brazo,	pero	ya	que
no	se	pudo	se	los	digo	yo.	Amanda	es	mi	esposa,	me	he	casado	con	ella.
Ambas	se	quedan	espantadas	pero	sobre	todo	Esther.	Más	que	sorpresa	su	rostro
se	llena	de	enojo	y	no	tarda	en	vociferar	mil	cosas	horribles	de	Amanda.
—	Tú	no	te	pudiste	haber	casado	con	esa	zorra	infeliz.	¡No!	Como	te	atreves	a
poner	en	boca	de	todos	nuestro	apellido	con	esa	maldita	oportunista.
—	Señora,	como	le	dije,	esa	mujer	se	ha	valido	de	mañas	y	de	una	cara	de	mosca
muerta	para	terminar	llevando	su	apellido	en	su	cédula	—	Añade	Carol.
Harto	de	escucharlas	miro	a	Esther	y	sin	que	me	pueda	quedar	nada	por	dentro	le
afirmo.
—	Me	importa	muy	poco	lo	que	pienses	de	Amanda.	Es	mi	mujer,	mi	esposa	y
estuve	estas	dos	semanas	de	Luna	de	miel	con	ella.	Ve	acostumbrándote	a	ella
porque	es	mi	esposa	y	lo	será	siempre.	Y	si	no	puedes	aceptarlo	entonces	no
volveré	a	esta	casa.
Alterada	y	muy	airada	vocifera
—	Es	increíble	cómo	puedes	hacerme	esto.	Como	puedes	meter	en	la	familia	a
una	zorra	que	se	metió	contigo	y	con	tu	hermano.	Es	una	maldita	arribista	que	lo
único	que	quiere	es	escalar	posición	social.	¡Nada	más!
—	No	te	voy	a	volver	a	permitir	que	hables	así	de	mi	mujer	Esther	Kozlova.	Te
lo	advierto,	la	respetas	o	te	olvidas	de	mi.	Vine	a	ver	a	Victoria,	mi	visita	será
muy	breve.
Carol	intenta	agarrame	el	brazo	y	alejándome	ella	me	dice	con	el	tono	algo
amenazante.
—	Tú	y	yo	tenemos	que	estar	juntos.	Sergey	tienes	que	abrir	los	ojos.	No	voy	a
descansar	hasta	que	esa	mujer	desaparezca	de	nuestras	vidas.
—	además	de	loca,	estás	enferma	y	tienes	El	autoestima	por	el	suelo.	Carol,
valórate	un	poco	y	deja	de	rogar.	Ya	hasta	me	aburres	con	lo	mismo.
Sin	decir	más	busco	a	Victoria	en	su	habitación	y	verla	en	la	cama	con	el	rostro
cansado	me	llena	de	desconcierto.	Ella	es	una	pequeña	activa	y	nunca	está	sin
hacer	nada.	Al	verme	sonríe	y	dice	con	alegría.
—	¡Hermanito!
—	Hola	princesa,	¿Como	estas?
—	Me	duele	mucho	la	cabeza.	Mamá	me	dijo	que	no	podía	salir

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