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Morning Star- K M Raya

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Se advierte que este libro es de genero Sci-Fi Monsters Bizarre. 
 
 
 
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Sobre el libro 
 
Me llamo Raven. 
Simplemente, Raven. Como el pájaro, excepto que mis alas son mucho más geniales. Me permiten 
hacer muchas cosas, a saber, matar demonios. Así es. Demonios. He estado por mi cuenta desde 
hace años. Solo yo y mi pequeño diabólico gato, pateando traseros y tomando nombres. He pasado 
casi toda mi vida cazando bestias malignas y protegiendo a humanos indefensos, pero no tenía ni 
idea de que me estaban cazando a mí. ¿Recuerdas las alas que mencioné? Sí, bueno, en cierto 
modo significa que no soy humana en absoluto. Así que, después de años ocupándome de mis 
asuntos, un pequeño desliz me pone cara a cara con un equipo de élite de bellos y mortíferos 
celestiales, guardianes de la raza humana y verdugos de demonios. Qué suerte la mía, ¿verdad? 
Puede que sean agradables a la vista, pero también son muy gruñones, testarudos y engreídos. 
Además, resulta que dicen que le pertenezco. Bueno, a su raza. Pero meterles esa distinción en 
sus cabezas inmortales es otro reto. Tras ser secuestrada por estos extraños hombres, me veo 
obligado a defender mi caso ante sus arcángeles, pero no sin antes enfrentarme a una traición 
inesperada y a los prejuicios mortales de los demás celestiales. Ahora no tengo más remedio que 
demostrar mi lealtad al bien y no al mal cuando mi linaje se pone repentinamente en tela de juicio. 
Hay una oscuridad viviendo dentro de mí que está rogando mostrar su rostro. Si no tengo cuidado, 
puede que le dé la bienvenida. 
 
 
Fantasía urbana con harén inverso. 18+ debido a temas violentos y contenido sexual gráfico. HEA 
garantizado. 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Prólogo 
 
Esto estaba jodidamente mal. Tan jodidamente equivocado. 
El que estaba a mis pies me rasgó la ropa interior. Fue entonces cuando comenzaron los gritos. 
Gritos estridentes que resonaron en las celdas vacías. Nadie estaba cerca para escucharlos. Tomó 
unos momentos para darme cuenta de que los gritos venían de mi propia boca. El tipo de gritos 
que nunca había oído pasar por mis labios. Aunque esta vez no era el dolor lo que me hacía gritar. 
No era furia o ira. Era miedo. Frío y escalofriante. El tipo de miedo que penetra en los huesos y 
te hace ver borroso. 
Me habían golpeado sangrientamente noche tras noche, pero nunca antes me habían violado de 
esta manera. Me trataban como a un animal, pero yo contaba mis bendiciones por haber 
permanecido intacta en otros aspectos. Hasta ahora. No sabía qué había cambiado. No sabía cómo 
habían pasado de justificar con razón...su tortura a verme como un objeto de sádico placer. Pero 
lo que sí sabia era lo que estaba despertando en mí, una furia como nunca antes había sentido. 
Grité, grité tan fuerte y tan espeluznante que los hombres se detuvieron momentáneamente. Llenó 
la habitación lo suficiente como para reventar los tímpanos y hacerte rechinar los dientes. Se me 
contrajeron los pulmones y respiré hondo para volver a gritar con la esperanza de que en algún 
lugar me oyeran. No me lo creía de verdad. Pero tenía esperanzas. Esperaba más de lo que nunca 
había esperado. Ahora habría sido un momento increíble para que Laz se materializara. A menos 
que realmente hubiera conjurado como una broma de mal gusto. 
Los celestiales se recuperaron rápidamente de mis gritos ensordecedores, sujetándome aún más 
con sus fuertes y carnosas manos. Me agitaba de un lado a otro y lloraba, deseando que mis 
poderes estuvieran intactos. 
- ¡Quédate quieta, zorra! - me espetó el que estaba a mis pies. -Agárrala del cabello y noquéala si 
es necesario, - le dijo al pelirrojo. 
Vi sonreír al pelirrojo mientras me sujetaba los hombros contra el frío suelo. 
-No, quiero a esta puta despierta para esto. - Había una risa en su sádica sonrisa que me dieron 
ganas de vomitar. 
 
 
 
6 
El collar bloqueaba cada gramo de mi fuerza y me hacía básicamente mortal. Nunca me había 
sentido tan inútil. Los sollozos me ahogaron mientras una mano de las garras del hombre. Rastrillé 
mis uñas por su brazo tan fuerte como pude. 
Hoy no llevaba su armadura dorada ni su uniforme de faena, y aproveché ese descuido. Mis uñas 
se clavaron en su carne, sacando sangre, y me deleité con su grito de angustia, sorpresa y dolor. 
Me dio un revés en la cara, haciéndome girar la cabeza hacia un lado. Luché contra una mordaza. 
En algún lugar lejano se oían pasos. Mi corazón se me apretujo de nuevo. No podía soportar más 
de estos monstruos. Si sus amigos estaban en camino, me vería totalmente impotente. No sería 
capaz de luchar ni siquiera un poco. Sabía que acabarían matándome. Era el cuándo lo que me 
atormentaba. 
El cuándo y el cómo. 
Cerré los ojos cuando una pesada puerta se cerró de golpe y el sonido de botas llenó la habitación. 
Cerré los ojos con fuerza, con los miembros bloqueados y las manos cerradas en puños dolorosos, 
deseando que mi mente se sumiera en la oscuridad y me protegiera del dolor y el horror de lo que 
vendría a continuación. 
Todo lo que quería ahora era dormir para siempre. Quería escapar, esconderme y encerrarme en 
mí misma. Quería que Laz me arrastrara de nuevo a un sueño, salvándome como había prometido. 
Quería el olvido. Ansiaba la oscuridad. 
Y así, me dormí. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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LAZARO 
 
Ella no tenía ni idea de que yo estaba allí, a un pelo de distancia de su nuca, mientras se pasaba 
los largos y sedosos mechones por encima del hombro. Una oleada de perfume de rosas me 
envolvió. Cerré los ojos y lo saboreé. 
Cuando Lucifer me pidió esta pequeña tarea, al principio sólo me reí de lo absurdo. Enviar a un 
ser intemporal a hacer trabajos serviles parecía una pérdida de tiempo. Pero Lucifer insistió en 
que fuera yo. Específicamente. Había una razón para ello, sólo tenía que averiguarlo. Por ahora, 
estaba feliz de observar. El sujeto en cuestión era una cosa pequeña, hermosa, exuberante y 
seductora, supuse. Después de un milenio de atravesar el pequeño, siempre cambiante planeta, 
tengo que decir que hacía tiempo que no contemplaba una criatura tan intrigante. 
Sin embargo, había algo extraño en ella, aparte del hecho de que su anatomía no tenía sentido en 
el orden natural. Sólo por las apariencias, parecía una de las celestiales, un ser creado por la mano 
de Dios para cumplir sus órdenes, o.… esclavos, como yo solía referirme a ellos. 
Pero en mis entrañas, sabía que no era así. Esta chica, esta mujer. Ella irradiaba oscuridad. Un 
tipo especial de oscuridad. Se cernía a su alrededor, envolviendo su piel pálida como la luz de la 
luna, acariciando sus suaves mejillas, y llenando sus ojos brillantes con un borde que los 
celestiales simplemente no poseían. Podía saborearlo y me hacía salivar. 
Por lo tanto, me alegré de observar. Miles de años pueden volverse monótonos después de un 
tiempo. Ver reinos levantarse y caer, plagas aniquilando subespecies enteras y ejércitos yendo a 
la guerra por minúsculas parcelas de tierra. En era tedioso. Pero había presidido el mundo 
humano. observando, y de vez en cuando echando una mano a aquellos que podían hacer uso de 
mis... habilidades únicas. Sin embargo, soy y siempre he sido exigente con las personas a las que 
presto mi ayuda. 
Por suerte, Lucifer y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo. Unos cuantos miles de años, 
para ser específicos. Estuve allí durante la creación de la vida moderna, el auge y la caída de los 
imperios.Había visto de primera mano cómo el creador volcó su ira sobre su creación favorita, 
arrojándolo del Cielo y despojándolo de su gracia y sus alas. Yo estaba allí para arrodillarme en 
la tierra, tendiendo una mano de ayuda al hombre al que el santo padre dio la espalda. 
 
 
 
8 
Lucifer insistió, hasta el día de hoy, en que éramos aliados, aunque no estuviera de acuerdo. No 
tenía verdaderos aliados...solo historia. Tenía historia que era buena y mala, pero todas 
insignificantes cuando pasaban suficientes años. 
La mujer era una máquina de matar. Letal. Depredadora. La observé durante meses sin que 
sintiera mi presencia ni una sola vez. Cuanto más la observaba, más me interesaba. Esta mujer 
era importante, de alguna manera. Lucifer no me habría llamado por algo trivial. Me hizo 
cuestionar al príncipe oscuro del Infierno. Él ya tenía una reina. Concedido, nunca conocí a Lilith, 
pero no tenía que hacerlo. Su belleza y ferocidad eran legendarias en el inframundo. 
Entonces, ¿por qué el interés en esta mujer? Esta criatura solitaria que nunca parecía interactuar 
con los humanos. Que, a pesar de sus actividades nocturnas despachando criaturas problemáticas, 
aún se mezclaba ocasionalmente con el mundo subterráneo. Era desconcertante. No era muy 
frecuente encontrarme perplejo. Ignoraba a la gente, prefería mi propia compañía. 
Los humanos eran como hormigas. Tan frágiles y volubles. No recordaba a ningún ser humano 
cuya compañía me gustara. 
Los recuerdos acaban desvaneciéndose con el tiempo, y los rostros se difuminan y mezclan, hasta 
perder todo su significado. A veces, paseaba sin ser visto por las abarrotadas calles de la Tierra, 
observando a los humanos en su vida cotidiana, sin conocer el verdadero mundo que les rodea. 
Ignorante de las criaturas de la noche que los cazaban, los acechaban y contaban con ellos para 
seguir procreando. No podía contar las veces que había visto un rostro familiar entre la multitud, 
cargado sobre los hombros de un cuerpo diferente. A la genética, si se le daba el tiempo suficiente, 
le gustaba recrear ciertos rasgos, y yo los catalogaba casi sin querer. 
Así que, sí. Cada vez me cansaba más de vagar por este lugar y su interminable monotonía. Pero 
últimamente, ver a esta extraña mujer deslizarse entre las sombras en las frías noches de la ciudad, 
cazando a los que se arrastraban en la oscuridad, era justo lo que necesitaba para saciar mi sed de 
algo nuevo. 
 
 
 
 
 
 
 
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2 
RAVEN 
 
Podría haber sido médico, o quizá político. Algo interesante y útil para la sociedad. Algo normal. 
Diablos, tal vez podría haber sido presidente algún día o dirigir un McDonalds. Suponía que las 
posibilidades eran infinitas. 
Pero, por desgracia, aquí estaba. Raven alias: una mujer adulta vestida de cuero escabulléndose 
en medio de la noche. Haciendo lo que mejor se me da en este mundo. 
Matar. 
La criatura, delgada y rechoncha, forcejeó conmigo hasta que cayó de espaldas contra el sucio 
cemento del callejón. Parecía una rata callejera, mugrienta y flacucha, con ojos pequeños y 
brillantes y aliento fétido. Me moví casi como un robot, saqué la daga de la manga larga y se la 
clavé en la manzana de Adán. Dejó de fingir miedo y su cuerpo se inmovilizó de repente. En 
realidad, no era un hombre. Era un monstruo. 
Sonrió ampliamente, mostrando unos dientes dentados, rotos y podridos. 
Qué asco. ¿Mil años en la Tierra y nunca has oído hablar de un dentista? 
La sonrisa desagradable se burlaba de mí. O al menos eso creía él. 
El demonio ya conocía su destino; pude ver la aceptación en sus ojos en el momento en que 
deslicé la hoja por su flaco cuello. 
Un icor negro rezumó y brotó de la herida. Esta vez, me encogí de hombros, mirando a la pared 
de ladrillos que tenía delante, esperando a que terminara de una vez. Esta era la parte que más 
temía. El icor era casi imposible de quitar de la ropa y no me apetecía nada tirar mis nuevos 
pantalones de cuero. 
Quizá debería robarle los bolsillos cuando estuviera muerto. Lo menos que podía hacer era 
comprarme unos putos pantalones nuevos. El demonio empezó a revolotear erráticamente, como 
si no perteneciera a esta realidad. En realidad, no pertenecía aquí. Intentaba escapar, y su cuerpo 
entró en pánico en el último momento, como cualquier criatura viva cuando se enfrenta al vacío 
de la muerte. Sin embargo, no me sentí demasiado mal por él. 
 
 
 
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Su alma no estaba ligada a este plano en el sentido natural. Había seguido adelante la primera vez 
que estiró la pata, así que en realidad todo lo que estaba haciendo era enviarlo de vuelta a la línea 
de salida. 
Sin embargo, dio una buena pelea, así que al menos tenía que darle crédito por intentarlo. Pero 
yo podía moverme más rápido que los suyos, un pequeño truco que descubrí cuando era 
adolescente y corría. Al principio me preocupé. La primera vez que empecé a revolotear sin 
control, tuve que esconderme en una vieja fábrica durante semanas para intentar controlarlo. 
Sucedía cuando mis emociones estaban exacerbadas, pero me asustaba hasta la muerte. 
Incluso ahora lo utilizaba con moderación. Pero yo no era como ellos. No era un demonio. Al 
menos, estaba noventa y nueve por ciento segura de que no lo era. En primer lugar, no me gustaba 
atormentar a los humanos y, en segundo lugar, mi alma seguía completamente intacta. Pero usaba 
mi anomalía a mi favor cuando sentía que tenía el control. 
Mi agarre se mantuvo firme mientras él hacía gárgaras con su propia sangre. Lo llamé "él", porque 
a estas alturas sólo estaba adivinando. Este tenía un aspecto bastante jodido. Había demonios de 
todas las formas y tamaños, y siempre era más fácil matar a los que tenían un aspecto tan feo 
como su interior. 
Mis oscuras alas emplumadas rodeaban nuestros cuerpos, ocultándonos en las sombras por si 
algún desafortunado se acercaba demasiado al callejón y decidía hacer una foto. No podía 
permitirme otro desliz. Mi foto había aparecido en las redes sociales la semana pasada y en todo 
el periódico local. Había estado a punto de fallar demasiadas veces como para seguir 
arriesgándome. Por supuesto, nunca me veían bien la cara, ya que normalmente me mantenía en 
la sombra y me movía rápido. 
Muy rápido. 
El demonio que tenía debajo había estado implicado en una oleada de secuestros en toda la ciudad 
durante los dos últimos meses. Todas las mujeres que secuestraba acababan medio muertas, 
comatosas y abandonadas en algún lugar de la arena rocosa de la bahía para sufrir una muerte 
horrible y vacía. Era extraño, sin embargo, el descaro con el que mataba. Últimamente había visto 
cada vez menos actividad en los bajos fondos demoníacos de la ciudad. Cada vez eran más 
sigilosos, más hábiles para mezclarse con los humanos. 
Durante semanas me había dejado atrás cada vez que creía que me acercaba a él, metiéndose bajo 
mi piel como una piedra en mi zapato. 
 
 
 
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Esta noche, había tenido suerte. No fue más que pura coincidencia que acabara en el mismo bar, 
en la misma manzana y a la misma hora que la mujer a la que aparentemente estaba acosando. 
Supongo que mi interminable aburrimiento y mis ataques de depresión estacional dieron sus 
frutos de alguna retorcida y triste manera. Sí, vamos con eso. 
No es que estuviera deprimida o algo así, pero esta vida era...solitaria. 
Aun así, tenía algunas ventajas. Incluso si esas ventajas no eran más que una palmadita en la 
espalda después de un trabajo bien hecho y una vida humana que tenía que seguir adelante. Sin 
mis sentidos más agudos que la media, esa pobre mujer habría sido secuestrada en un callejón 
oscuro antes de tener la oportunidad de coger un taxi a casa en la calle vacía. Así que, 
básicamente, me debía la vida. 
Ella y oh... otros cien humanos que correteaban por la ciudad cortejando a la muerte a cada paso 
en falso. Me merecía una medalla en este punto. 
Así que allí estaba, en una fría noche deviernes, esperando a que el más allá se desvaneciera de 
los ojos del asqueroso antes de relajar finalmente mi agarre sobre su garganta aún supurante. Es 
un cabrón feo, pensé con un bufido. Con los demonios nunca se sabe. Algunos eran hermosos. 
Así es como cazaban. Pero otros eran viles y monstruosos o simplemente asquerosos. Me alegro 
de que fuera lo segundo. 
Poniéndome de pie, intenté quitarme la sangre de las botas, pero al final fue inútil, ya que estaba 
prácticamente saturado de ella. Sin embargo, como era de esperar, tenía los bolsillos vacíos. 
Ningún billete perdido para comprarme unas botas nuevas mañana. 
Jodidamente arruinada. 
Pateé mi bota arruinada en el costado del demonio por pura frustración. 
¿Por qué no podía pasar desapercibido como los demás y esperar su turno para causar estragos? 
Había un orden en el caos, y él no lo acataba. 
Se me revolvió el estómago varias veces mientras seguía encima de él. 
Aunque sentí un inmenso alivio al acabar con él, hubo un momento, justo antes de que el demonio 
dejara de respirar, en el que sentí una pesadez en el pecho y los hombros. Era casi una sensación 
de tristeza y... ¿de pena? No sé qué sensación era, pero me retorcía las entrañas. 
 
 
 
12 
Sólo duraba un breve milisegundo antes de que la satisfacción habitual ocupara su lugar y me 
sacudiera esa otra tontería. Siempre intentaba evitar preguntarme por qué me sentía así después 
de matar. Incluso después de una muerte limpia, por qué sentía tanta indecisión. Últimamente me 
ocurría con demasiada frecuencia. 
Como no quería seguir dándole vueltas, me lancé desde el suelo de un solo y fluido salto y aterricé 
en lo alto de un edificio de diez plantas mientras el cuerpo del demonio se disolvía en el callejón. 
Su cuerpo se convirtió en éter negro y su alma descendió al inframundo, donde tendría que esperar 
su turno para volver. No volveríamos a ver a ese tipo hasta dentro de unos siglos. 
La sustancia parecida al humo se desvaneció con la brisa marina, como si nunca hubiera estado 
allí. No había rastro de una refriega o cualquier cosa, por lo que los humanos podrían preguntar. 
Sólo quedaba una mancha oscura en el cemento ante la que nadie en la sucia ciudad pestañearía 
dos veces. 
Había sido una noche larga y agitada en la bahía de San Francisco, y estaba cansadísima. La 
bruma matinal ya se pegaba al suelo y una espesa niebla ondulaba sobre las aguas del Pacífico. 
Hasta donde alcanzaba la vista no había más que un muro de bruma azul pálido con las luces de 
la ciudad parpadeando a través de él. Hacía semanas que no dormía bien. No desde que este 
demonio empezó a matar mujeres a diestro y siniestro. 
El tráfico de la bulliciosa ciudad seguía siendo intenso, a pesar de lo tarde que era, pero, por suerte 
para mí, los coches y el transporte público no solían ser necesarios. Desde lo alto del edificio 
situado sobre el bar de mala muerte en el que había encontrado al demonio, revoloteé sin 
problemas hasta mi pequeño apartamento situado sobre una tienda de baratijas de Chinatown, a 
sólo unas manzanas de distancia. 
Revolotear era más cansado que volar y aún no se me daba bien, así que intenté usar esa habilidad 
con moderación. En el fondo de mi mente, sin embargo, sabía que esa no era la única razón. 
Revolotear era una buena forma de llamar la atención. No era la única criatura alada de la ciudad 
que quería matar demonios. Tampoco podía permitirme que me identificaran como demonio. Yo 
no era uno, pero trata de conseguir que los celestiales te escuchen antes de matarte. Esa era la 
parte difícil. Los demonios inteligentes sabían cómo mantenerse ocultos, y yo también. En su 
mayor parte, les dejaba hacer lo suyo mientras no hubiera víctimas humanas. 
Mi apartamento era cálido y acogedor cuando regresé: aparecí sin problemas en el comedor, 
dejando que el éter se disipara a mi alrededor. 
 
 
 
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Por suerte, había dejado la chimenea encendida para que Pandora estuviera calentita mientras yo 
estaba fuera unas horas. Odiaba el frío y se ponía muy perra cuando me olvidaba de dejar la 
calefacción encendida. 
Lo que sólo ocurrió dos veces... quizá cuatro, pero ¿quién lleva la cuenta? 
Ella lo hacía. Siempre. 
Estaba exactamente en el mismo sitio que la última vez que salí del apartamento. Miré a mi oscura 
bolita de pelo que dormía junto a las brasas humeantes y sonreí. Tenía un aspecto tan 
engañosamente dócil. 
Su cola curtida se enroscaba alrededor de su pequeño cuerpo mientras ronroneaba suavemente. 
Sus pequeños cuernos rizados brillaban a la luz del fuego. Sólo una criatura fuera de lugar del 
inframundo que encontró su camino al mundo humano por accidente. Esas cosas pasan a veces 
cuando el velo es lo suficientemente fino. Era una descarriada. 
Una criatura indefensa que no haría daño ni a una mosca. 
No me atreví a despertar al pequeño demonio, así que dejé mis cuchillos en la mesa de la entrada 
y me arrastré por el pasillo en silencio. Dejé que la bestia durmiera un poco más. 
Después de una larga ducha caliente en la que básicamente me quedé de pie restregándome el 
icor de la piel con un trapo áspero, me tomé una muy necesaria taza de té de manzanilla. Respiré 
el vapor y pensé en unirme a Pandora junto al fuego, como hacía a veces para relajarme, pero el 
sueño me estaba llamando. 
Estaba cansada. Jodidamente cansada. Llevaba casi diez años haciendo lo mismo: cazar demonios 
cuando se convertían en un peligro para la población humana. Hacía tres años que me había 
mudado a San Francisco para empezar de cero después de haberme metido en un lío mediático 
en el sur de California. Había cometido un desliz y un humano me había visto, así que era hora 
de seguir adelante. 
Pero me gustaba estar aquí. Más que cualquier otro lugar en el que me hubiera establecido. La 
ciudad era salvaje, cambiante y rebosante de vida. Me daba algo en lo que concentrarme después 
de haber estado huyendo tanto tiempo. Estaba cansada de las habitaciones de motel y de vivir en 
mi coche, con la esperanza de permanecer fuera del radar de los que realmente mandaban. Claro 
que me permitió ahorrar dinero trabajando en trabajos sucios durante los últimos diez años sin 
compromisos reales, pero no era agradable. 
 
 
 
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Venir a San Francisco fue un sueño hecho realidad. Un lugar donde podía mezclarme y sentirme 
normal. Al menos, parte del tiempo. No podía evitar lo que hacía cuando se ponía el sol. Era 
como si mi sangre me lo pidiera. Algo dentro de mí necesitaba cazar. Pero no mataba a todos los 
demonios con los que me cruzaba. 
Ni mucho menos. No era un zángano asesino de demonios como los demás. Sopesaba cada 
muerte, decidiendo cuáles eran los malos y cuáles eran simplemente molestos y podían ignorarse. 
Sólo los que causaban estragos, muerte y destrucción entraban en mi lista. Se podría decir que 
tenía normas. 
Me senté junto a la ventana de mi habitación durante un rato, contenta de dejar que la suave brisa 
soplara a través de mi pelo mojado hasta que me brotaron escalofríos en los brazos desnudos. En 
mi habitación había un pequeño balcón que me encantaba. Daba a la calle. No era nada especial, 
sólo una gran ventana que daba a una losa cuadrada de hormigón con una escalera de incendios. 
Lo utilizaba en noches como la de hoy, sentada fuera con la cara medio al viento. Siempre me ha 
gustado mirar el cielo estrellado. Desde que era niña. Incluso en las noches que pasaba viviendo 
en mi coche. A veces conducía hasta el campo y me tumbaba en el techo con Pandora, 
simplemente... mirando. 
Mi vista mejorada se abría paso fácilmente a través de la niebla tóxica del horizonte y de las 
deslumbrantes luces de la ciudad, hasta llegar a la inmensidad de la Vía Láctea. 
Las posibilidades parecían infinitas cuando me tomaba el tiempo de sentarme y contemplar el 
abismo. Soñaba despierta cuando me permitía estar quieta. A veces me quedaba mirando las 
estrellas como si buscaraalguna razón cósmica que explicara mi vida. 
A veces, si prestaba atención, veía a otros seres alados que sobrevolaban como espectros en la 
noche. Sabía que estaban ahí fuera, los celestiales. 
Sabía que patrullaban esta ciudad y todas las ciudades del mundo, y a veces fantaseaba con 
encontrarme con uno. Pero era demasiado peligroso. Yo no era como ellos. No podía arriesgarme. 
Mi vida era una gran incógnita. 
¿De dónde vengo? ¿A qué lugar pertenezco? ¿Por qué me siento tan jodidamente perdida y tan 
sola todo el tiempo? 
La ciudad seguía siendo ruidosa y bulliciosa. El bocinazo y el estruendo de las sirenas se 
desvanecían en ruido de fondo. Me encantaba. Todo aquello. 
 
 
 
15 
Mi pequeña calle estaba vacía, salvo por algún que otro transeúnte que volvía a casa tras una larga 
noche en el mercado de Chinatown. Las tiendas más alejadas habían cerrado y las calles estaban 
tranquilas. Dóciles y tranquilas. Quizá demasiado tranquilas. 
Me puse rígida cuando el viento, antes agradablemente frío, desapareció y fue sustituido por una 
sensación de frío antinatural que hacía que me dolieran los huesos. Me puse alerta y al límite en 
cuestión de segundos. Los escasos arbolitos que bordeaban la calle dejaron de mecerse. El sonido 
de la ciudad se redujo a un zumbido sordo. Mi cuerpo se bloqueó. 
Los dedos se crisparon en busca de un arma. No pude reprimir la sensación de que alguien me 
observaba. 
¿Tenía ese demonio amigos que yo no conocía? ¿Me seguían? 
Mis ojos eran expertos en ver en la oscuridad, así que los barrí sobre la calle, una y otra vez sobre 
hileras e hileras de edificios y farolas. Pero no había nada. 
Maldita sea, Raven. Deja de estar paranoica. 
Sin embargo, después de barrer el vacío por cuarta vez, mis ojos captaron algo extraño. Un brillo 
apagado que emanaba de una pequeña mancha de oscuridad. Algo totalmente fuera de lugar en 
una oscura calle de la ciudad. Era un hombre. Podía verlo justo a la derecha de una farola, y si no 
hubiera estado mirando con ojos mucho más avanzados que los de un humano, no lo habría visto. 
Tenía el pelo largo, que le caía por la espalda y sobre los hombros en una sedosa sábana de plata 
nacarada, como alguien salido de El Señor de los Anillos o algo así. Definitivamente, no era el 
residente habitual de Chinatown. Vestía todo de negro y, aunque no pude distinguir muchos más 
detalles que pálido cabello y rostro, me di cuenta de que era guapo. Inquietantemente. 
Era delgado, pero de constitución fuerte y extremadamente alto, con los hombros anchos. Se 
quedó inmóvil y se me cortó la respiración. Nuestros ojos chocaron en la distancia y me di cuenta 
de que estaba mirando fijamente a la ventana de mi habitación. Me miraba fijamente. Me tensé y 
volví a apoyar las palmas de las manos en el alféizar, echándome hacia atrás y buscando un arma. 
Me moví despacio, tratando de no asustarlo. Aún no había movido un músculo. 
Empezaba a distinguir su rostro con más claridad, aunque debía de estar a media manzana de 
distancia. Era anguloso y casi femenino, pero duro y apuesto, con una severidad que asustaba. 
Sus ojos plateados brillaban como los de un felino y no pude evitar clavar la mirada en ellos. 
¿Quién era ese hombre y qué quería de mí? 
 
 
 
16 
Me esforzaba por ocultar mi rastro y mantenerme alejada de los radares celestiales y demoníacos, 
pero por la forma cuidadosa en que esperaba, parecía que quería que supiera que me estaba 
observando. 
Fuera quien fuera, no era humano. No cabía duda. 
Los humanos no transmitían ese tipo de quietud. No emitían su propia luz resplandeciente ni 
enfocaban con tanta facilidad depredadora. Tal vez era uno de los celestiales. Hacía años que no 
veía uno de cerca, pero sabía que eran hermosos, mortíferos y antiguos. Debía evitar a los 
celestiales casi tanto como a los demonios, pues no confiaba en que no me persiguieran por ser 
diferente. Quizá fuera eso. Tal vez por fin me habían encontrado y me estaban mentalizando antes 
de irrumpir para joderme. 
La idea me revolvió el estómago, pero había algo más. Algo me decía que él era diferente. Que 
no era uno de los guerreros alados que había evitado durante tanto tiempo. Simplemente no 
encajaba en el perfil. Los celestiales eran exaltados. Eran fuertes, fieros y santos, pero también 
arrogantes y cortos de mente, solían irrumpir en los lugares como si fueran suyos. 
En varias ocasiones, durante una cacería, me habían desconcertado, teniendo que abortarla por 
completo porque habían decidido colarse en la fiesta y hacer el trabajo por mí. Así que no pensé 
que este tipo fuera uno de ellos. Este hombre tenía una presencia más tranquila de la que no creía 
que ellos fueran capaces. 
Desplegando las alas, busqué a tientas mi daga en la mesa junto a la ventana del balcón. Salté de 
la barandilla y dejé que mis alas me llevaran al aire helado. Estaba corriendo un gran riesgo al 
exponerme, sin saber si algún humano podría estar mirando por su ventana en ese mismo 
momento. Pero necesitaba saber quién era ese hombre o, de lo contrario, nunca podría dormir a 
salvo. 
Sin más ropa que una camiseta con agujeros en la espalda y unos leggings negros, aterricé 
descalza en la acera, justo delante del hombre. Permaneció inmóvil. Los demonios no estaban 
acostumbrados a mis alas negras emplumadas, y normalmente mi sola presencia les hacía huir 
hacia las colinas. Esperaba despistarlo, pero ni siquiera se inmutó. 
De cerca era aún más impresionante, más severo y hermoso. 
Medía al menos dos cabezas más que yo, y medía 1,75, y sus hombros eran el doble de anchos. 
Poderoso. Estoico. Sin emociones. 
 
 
 
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- ¿Quién eres? - pregunté en un susurro suave, sin querer alertar a ninguno de los humanos que 
estaban cerca. Las voces se oían en las calles de la ciudad, y no podía permitirme volver a 
moverme si alguien nos veía aquí, con mis alas y su brillo apagado. 
El hombre no me respondió, ni parecía que pensara hacerlo. En lugar de eso, sus ojos plateados 
se limitaron a recorrer mi rostro con aire perplejo, divertido e... 
¿Intrigado? No sabría decir qué estaba pasando, pero cuando su mirada me recorrió, sentí como 
una caricia. Sentía que, si movía un solo músculo, se rompería un hechizo y él desaparecería. Ya 
me daba cuenta de que era peligroso. El instinto me decía que esta persona era vieja. Más vieja 
de lo que podía imaginar. Podía ver los años en sus ojos. Años más allá de la comprensión. Me 
miraba como se mira a un microbio bajo un microscopio. Estudioso e inquisitivo. 
Y, sin embargo, no parecía tener más de treinta años. Aún joven y en la flor de su perfección 
física. Y perfección es lo que era. 
-He dicho, ¿quién eres? - Repetí. -O una pregunta mejor: ¿qué eres? ¿Y por qué estás merodeando 
por mi apartamento? - 
Podría jurar que su labio se movió un pelo. Seguramente fue una ilusión. Quería arrancar una 
respuesta humana de aquella estatua de hombre, pero tenía la sensación de que perdería el tiempo. 
Después de otros treinta segundos de mirarse inquietantemente, abrió la boca, y la voz profunda 
y suave que salió de ella me estremeció todo el cuerpo. -Exiges respuestas, pero no tengo ninguna 
obligación de dártelas. - 
Su respuesta casi hizo que me atragantara de la sorpresa. Su audacia. 
-Mira...- Le dirigí lo que realmente esperaba que fuera una mirada fulminante. -Este es mi 
territorio. No sé a qué estás jugando, pero si vas a ser un cretino, ¿puedes hacerlo en otro sitio? 
Ya he tenido suficientes gilipolleces por una noche y no necesito añadir el asesinato de un 
acosador a la lista. - Estaba siendo valiente. Tal vez incluso un poco imprudente. 
Él parpadeó. La cara cuidadosamente en blanco. Fría. Ya había tenido bastante. 
-Todo esto del silencio como el viento puede funcionar con otras personas, pero...- 
En un parpadeo, el hombre estaba nariz con nariz conmigo. No le había visto moverse. No salpicó 
éter negro, así que no revoloteó.18 
No es un demonio, entonces. 
Ni alas que lo impulsaran. 
Tampoco un celestial. 
Un segundo estaba a metro y medio, y al siguiente su aliento helado me bañaba la cara. 
-Tus amenazas saben a mentira, - dijo. Sus ojos plateados recorrieron mi cara, nuestras narices 
prácticamente se tocaban. Pero su mirada era clínica. Como si mirara fijamente una especie de 
proyecto científico, intentando desmenuzarlo, averiguando cómo funcionaba. - ¿Me tienes 
miedo? - añadió tras una pausa. 
¿Le tengo miedo? Quiero decir... no. La verdad es que no. No era miedo lo que sentía. 
Era algo más frío. Algo más extraño de lo que había sentido antes. Sentí como si estuviera 
mirando algo que no debería mirar. Como si este hombre no debiera estar aquí, y esa sensación 
se tradujo en pura curiosidad. Pura excitación mezclada con sospecha. 
Así que negué con la cabeza. - ¿Quieres que te tenga miedo? – 
Hizo una pausa en su intensa búsqueda de mi rostro, deteniéndose en mis ojos. Supongo que 
debería haberme dado la vuelta y haber huido. Debería haber vuelto a mi apartamento, coger a 
Pandora y salir corriendo. Fuera lo que fuera, era algo con lo que nunca me había topado. 
Reconocía el peligro cuando estaba cerca, y ahora mismo, era sofocante. Y, sin embargo, no me 
atrevía a apartar la vista primero. 
-Si fueras una mujer inteligente, dejarías esta ciudad, - dijo. Fui a abrir la boca, pero su mano se 
acercó a un lado de mi cara, rozándome el pómulo con los dedos. Su tacto era casi helado. Suave 
y helado. -Pero te encontraría, Raven. - 
Respiré hondo y el corazón me dio un vuelco. Me conocía. No había sido un encuentro casual. 
-Raven, - volvió a decir, casi con reverencia. Como una plegaria. Se me revolvió el estómago al 
ver cómo sus sensuales labios formaban las letras de mi nombre. ¿Por qué no puedo apartar la 
mirada? -Sabes que te encontraría en cualquier parte, ¿verdad? - 
¿Era una amenaza? O una promesa, pensé a mi pesar. - ¿Qué quieres de mí? - Casi me tiembla 
la voz, pero lucho por mantenerla firme. 
No podía ser débil ahora. Él lo notaría. 
 
 
 
19 
Un sonido retumbante salió musicalmente de sus labios y tardé un momento en darme cuenta de 
que era una risa. Una risa suave y baja. Tenía las yemas de los dedos a la altura de la línea de mi 
pelo y me daba miedo moverme. 
-No tienes ni idea de la pregunta y careces de la capacidad de comprender la respuesta. - 
Suspirando, sus labios se inclinaron en una sonrisa casi imperceptible. Casi imperceptible. -Hace 
muchísimo tiempo que no deseo nada. No puedes ni imaginarte cuánto. - 
¿Por qué demonios está siendo tan críptico? Necesito salir de aquí. Necesito alejarme de este 
hombre... de esta criatura. Sea lo que sea. 
Nuestro aliento se mezclaba ahora. Estaba tan cerca, y podía saborear el invierno en mis labios. 
De su boca brotaron zarcillos de niebla helada mientras inclinaba la cabeza hacia un lado muy 
ligeramente. Nuestros labios se rozaron y no pude moverme. No podía apartarme de él, atrapada 
en su mirada como una presa. Debería haberme apartado. Debería haber echado la cabeza hacia 
atrás o haberle golpeado la mejilla con la palma de la mano. Pero me quedé inmóvil. 
Este momento era pesado. Era un momento palpitante, lento y silencioso. Era como si el tiempo 
se ralentizara en su presencia. Era hermoso de una forma que nunca había conocido. Inquietante 
en su quietud. Seductor en su frialdad. 
-Eres especial, ¿verdad, Raven? - preguntó, usando mi nombre como si me conociera más 
íntimamente de lo que lo hacía. Dios, cómo me miraba. 
La forma en que sus dedos se movían y cómo sus labios eran tan suaves como el cristal. Había 
algo sensual en la amplia curva de sus labios. Algo tentador. 
¿Quién coño besa a un aterrador desconocido que parece indeciso entre matar o follar? Esta 
chica, al parecer. 
Sin pensarlo, me atreví a cerrar los ojos. Fue sólo un parpadeo. Sólo un breve parpadeo. 
Oscuridad, y luego nada. Fue un segundo, o incluso menos, pero cuando volví a abrir los ojos, el 
hombre había desaparecido y los sonidos de la ciudad estallaban a mi alrededor. Estaba 
temblando. Sentía todo el cuerpo tan ligero como una de mis plumas. Y me hormigueaban los 
labios. 
Estaba sola en la calle con el recuerdo del invierno en los labios. Cuando me volví hacia mi 
apartamento, dispuesta a dejar atrás esta noche y olvidarme del espectro de un hombre, fue como 
si aún pudiera sentirlo ahí fuera. Observándome. Esperando algo. Esperándome a mí 
 
 
 
20 
3 
RAVEN 
 
Me desperté por la mañana sintiéndome renovada después de haber dormido unas escasas doce 
horas. 
Maldita sea, lo necesitaba. Me estiré bajo la luz del sol que bañaba mi habitación con un suave 
resplandor dorado y crují mi rígido cuello de lado a lado. Siempre me han gustado esos sueños 
pesados. 
Después de vestirme para el día con unos vaqueros negros, un top gris de manga larga y unas 
botas rojo oscuro, me sentí como nueva. Era principios de agosto, pero esta mañana hacía un 
ligero frío en el aire, así que añadí mi chaqueta de cuero rojo oscuro favorita. El viento de la costa 
era un verdadero incordio en invierno, pero incluso a finales de verano resultaba molesto. 
El cuero restringía mi capacidad de soltar las alas, pero pensé que probablemente estaría bien 
durante unas horas a la luz del día con humanos alrededor. Mientras estuviera armada en todo 
momento. Era mi día humano. Mi día libre. Un día en el que por fin me tomaría un descanso de 
la caza y me ocuparía de algunas tareas básicas como ir a la tienda de comestibles, ya que todavía 
necesitaba comer, repostar gasolina y quizás pasar por la biblioteca si me quedaba tiempo antes 
de que oscureciera. Tal vez incluso tendría tiempo para ver una película con Pandora. 
Cuando cogí las llaves y salí por la puerta, la perrita se subió a mi hombro, ronroneando 
suavemente y acurrucándose en mi cuello. Le acaricié la cabeza con una sonrisa. - ¿Salimos a 
comprar unos donuts? Sé lo mucho que te gustan esos pequeños helados del muelle. - 
Pandora ronroneó más fuerte y sus pequeñas garras se aferraron con más fuerza a mi hombro. Me 
reí. A veces era realmente glotona, y las dos admitíamos que nos atiborrábamos a donuts cada 
vez que se presentaba la oportunidad. Además, eso me daba una excusa para dar un largo paseo 
en coche hasta el agua. 
Se balanceó sobre mi hombro mientras bajábamos la escalera y salíamos por el lateral del edificio. 
En circunstancias normales, un felino negro de aspecto poco natural sentado en el hombro 
llamaría la atención, pero, por suerte, Pandora era capaz de ocultarse a los ojos humanos. No era 
invisible, simplemente no la veían. Sus ojos se desviaban de ella. 
 
 
 
21 
Estaba bastante segura de que era algún tipo de sistema de defensa que tenía, siendo una criatura 
de otro plano y todo eso, pero no había manera de preguntarle. 
Después de un año de asustarme cuando se quedaba dormida en el salpicadero de mi coche 
durante un largo viaje, empecé a darme cuenta de que yo era la única que podía verla. Era un 
pequeño truco demoníaco muy útil, que permitía a mi mejor amiga acompañarme prácticamente 
a cualquier parte. 
Encontré a Pandora cuando era sólo una niña. Tenía unos ocho años y estaba perdida, sola y 
herida. La encontré en el bosque, cerca de la casa de mis padres adoptivos en Colorado, e 
inmediatamente supe que tenía que ayudarla. Llegué a la conclusión de que la habían atacado y 
dejado morir. Estaba llena de cortes y tenía trozos de pelo arrancados del costado. Pero me dejó 
cogerla y llevarla a mi habitación sin oponer resistencia. Así que la salvé de una muerte segura y 
la cuidé hasta que se recuperó. Desde entonces, nunca se separó de mí. 
Llegamos a mi coche, que estaba aparcado a pocos metros de la entrada de mi edificio. Era un 
sexy Chevy Impala 1967 rojo oscuro, al que quería como a un bebé precioso. No necesitaba un 
coche. Podía volar e incluso revolotear donde quisiera,pero era más fácil pasar desapercibida si 
conducía de vez en cuando. 
O quizá sólo era una excusa para tenerlo. O tal vez era una excusa para fingir que no podía 
revolotear. Era peligroso y demasiado demoníaco para mi comodidad. Además, a veces conducir 
por las accidentadas calles de la ciudad me relajaba y me daba tiempo para sentirme una mujer 
normal durante un rato. Una mujer normal de veintiséis años. Ya me gustaría. 
Pandora entró revoloteando mientras yo caminaba tranquila y muy normal por la puerta y me unía 
a ella en el interior. Hoy parecía tan humana. Me encantaba la sensación. El cielo estaba azul y 
los pájaros cantaban. Todo el mundo sabía que yo era una chica normal haciendo cosas de chica 
normal. 
Mi pequeña engreída se sentó feliz en el asiento del copiloto mientras nos adentrábamos en la 
ciudad. Tomé el camino más largo y bajé las ventanillas para dejar entrar la brisa fresca del 
océano. Olía a sal y a la dulzura de los vendedores ambulantes, y lo respiré profundamente. Los 
humanos salían en tropel, bulliciosos: los pueblerinos se entremezclaban con los turistas parados 
en las esquinas para hacer fotos de la arquitectura. 
Siempre me había gustado San Francisco. La gran ciudad me entusiasmaba desde muy pequeña, 
y algún día planeaba visitar Nueva York y Londres. 
 
 
 
22 
Con el tiempo vería todas las grandes ciudades del mundo, pero por ahora me conformaba con 
establecerme en California. 
Al cruzarme con un ser humano tras otro en sus mundanas vidas, no podía evitar preguntarme 
cuántos de ellos eran conscientes del mundo secreto que vivía a su alrededor. El mundo de los 
demonios y los seres que los cazaban. Un mundo en el que las cosas muertas no permanecían 
muertas, y en el que el inframundo era un lugar más, un lugar en el que demasiado a menudo se 
perdía la pista de sus ocupantes. Volví a preguntarme por el hombre de la noche anterior. El 
hombre que me hizo sentir tan pequeña e insignificante. Que me asustaba y emocionaba a partes 
iguales. ¿Cómo reaccionarían los humanos si supieran que en realidad no están en la cima de la 
cadena alimenticia? Que nunca lo estuvieron. 
La única razón por la que empecé a cazar fue por necesidad. Antes de verme obligada a abandonar 
mi hogar, había sido tan ignorante como un humano. Quiero decir, siempre supe que era diferente. 
Tengo alas, joder, así que sabía que no era del todo humana. Mis padres también lo sabían, y me 
escondieron lejos de otros niños hasta que pude controlarme. ¿Pero los demonios? Tuve que dejar 
atrás mi hogar de la peor manera posible para descubrir que esta tierra era un lugar mucho más 
oscuro de lo que jamás había imaginado. 
Cuando entré con el coche en el pequeño aparcamiento de una panadería ecológica en las afueras 
de la ciudad, sentí un hormigueo que me subía por los brazos y se extendía por todo el cuerpo. 
Algo de conciencia me asaltó. No era una sensación desagradable, sólo repentina e intensa. Una 
extraña energía saturó el aire, junto con una abrumadora sensación de ligereza. 
Por esa razón, no creí que fuera una presencia demoníaca siguiéndome. Era otra cosa. Y no era 
el hombre de anoche. Esto era diferente. La forma en que me había hecho sentir estaba más allá 
de las palabras. Estuve despierta durante una hora repitiendo nuestro encuentro, tratando de 
descifrarlo. Quienquiera, lo que fuera que me estaba observando, era algo totalmente distinto. 
Pandora me miró con ojos muy abiertos y confusos, ladeando la cabecita como si no entendiera 
por qué su amiga estaba tan tensa de repente. 
-Entremos, - susurré, con los ojos revoloteando por el solar. 
-Estamos más seguras cerca de los humanos. - 
Me sentí como una idiota, negué con la cabeza, salí del coche y fingí que todo era normal, 
mientras mi corazón se aceleraba y sentía un hormigueo en las extremidades. 
 
 
 
23 
Tenía visión de túnel mientras caminaba. No había nadie más en el aparcamiento y la calle parecía 
bastante tranquila para ser pleno día. Pandora se aferró a mi hombro y sus pequeñas garras se 
clavaron en mi chaqueta, como si ella también sintiera mí misma ansiedad. 
Casi había llegado a la entrada de la tienda cuando sentí un ligero golpecito en el otro hombro. 
Pandora siseó mientras yo giraba para enfrentarme a la amenaza desconocida. Un hombre. 
No el mismo de anoche. Ni de lejos. 
Un hombre muy alto, tatuado, de hombros anchos y pelo corto azul noche. Sus brillantes ojos 
dorados estaban muy abiertos. Me miró a la cara con lo que parecía confusión. De hecho, parecía 
casi tan sorprendido como yo, hasta que su amplia boca se torció en una sonrisa malvada y su 
profunda voz gruñó: -Eres difícil de encontrar. - 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
24 
4 
CIRO 
 
Nos habíamos dispersado por las densas calles de la ciudad y habíamos buscado por todas partes 
imaginables. Desde los barrios bajos de los muelles hasta las zonas comerciales más lujosas. En 
un momento dado, incluso consideré la posibilidad de desviarme hacia un conocido barrio de 
demonios, donde vivían los más dóciles de los habitantes del inframundo. 
Los dejamos en paz tanto como podíamos. Había una especie de tregua. Si dejaban las vidas 
humanas fuera de su mierda, miraríamos para otro lado. 
Algunos de ellos llevaban años felizmente asentados en el plano terrenal. 
Siglos, en realidad. Evitando constantemente un rápido viaje de vuelta al Infierno a través del filo 
de nuestras espadas. Por lo tanto, pasear por mi cuenta y hacer preguntas sin duda provocaría un 
poco de problemas. Llevábamos unas semanas en alerta por una mujer de origen desconocido que 
hacía de justiciera al amparo de la oscuridad, pero por fin empezábamos a acercarnos a ella. El 
seguimiento de las redes sociales no nos estaba sirviendo de nada, porque lo único que habíamos 
podido encontrar eran unos cuantos vídeos borrosos y pixelados de cámaras de seguridad y 
algunas fotos de móvil de peor calidad. Aun así, fuera quien fuera, estaba siendo imprudente. La 
exposición era la máxima prioridad. Bueno, eso, y averiguar quién era y de dónde venía. Durante 
un tiempo pensamos que podría haber sido algún tipo de vigilante humano, pero cuando 
aparecieron informes de que la figura se desvanecía en el aire, supimos que estábamos tratando 
con algo más. Fuera un demonio o no, teníamos que averiguarlo y charlar un poco. 
Los bajos fondos de la ciudad estaban llenos de monstruos. Demonios que ya no se conformaban 
con pasar su eternidad en la ciudad de los condenados. Llegaban a raudales cada octubre, cuando 
Lucifer abría las puertas del Infierno, y algunos decidían quedarse. Eran una creciente molestia 
para los humanos del mundo. Por no mencionar que eran un enorme grano en el culo. 
San Francisco era la ciudad humana más cercana a nuestra Acrópolis, frente a la costa de Estados 
Unidos, así que la vigilábamos de cerca. Habíamos enviado exploradores varias veces en las 
últimas semanas, en busca de indicios y pistas sobre dónde se escondía, pero hasta ahora nadie 
había sido capaz de localizarla. 
 
 
 
25 
Tenía que reconocerlo. Ella era una cosita escurridiza. Así que había llegado el momento de 
utilizar la artillería pesada. Mi unidad había sido enviada hacía tres días y buscábamos desde el 
amanecer hasta el anochecer. Noah fue a los lugares turísticos junto al agua, mientras que yo me 
quedé más cerca de los mercados y los barrios más pequeños y apartados. Orión estaba en el 
almacén que habíamos alquilado para nuestra breve estancia, asegurándose de que las 
protecciones estuvieran intactas por si algo salía mal y teníamos que arrastrar a uno o dos 
demonios hasta allí dando patadas y gritando. Teníamos que estar preparados para cualquier cosa. 
La cuarta miembro de nuestra unidad, Sasha, se había quedado esta vez para ayudar a entrenar a 
los nuevos reclutas. Los nuevos celestiales eran raros, pero tenía que ocurrir de vez en cuando. 
Recientementehabíamos perdido a varios de nuestros hermanos y no tuvimos más remedio que 
reponer las filas. 
Llevábamos casi cincuenta años entrenando a estos novatos y era agotador. Eran como niños 
aprendiendo a leer, escribir y caminar. Sasha estaba un poco irritada por haber sido excluida de 
la misión, pero cuando se dio cuenta de que tendría que dirigir a un grupo de soldados novatos 
durante el fin de semana en casa de Orión, cambió de opinión rápidamente. Además, Sasha odiaba 
la ciudad. Nada más que recuerdos jodidos a la vuelta de cada esquina. 
Vagué por las calles, paseando arriba y abajo por las aceras y callejones. Sabía que me estaba 
acercando a quienquiera que fuese. Ni siquiera podía decir si estaba huyendo activamente de 
nosotros, o si nuestras habilidades se estaban oxidando. Hubo un pico de gracia la noche anterior, 
centralizado en un pequeño callejón junto a unas cuantas tabernas populares de pescadores. 
La gracia sólo podía significar una cosa. Una cosa que cambiaba por completo el objetivo de mi 
misión. Era una celestial. Una hembra. Rara y separada del resto de nosotros. No tenía sentido 
que estuviera aquí sola. Sabía que estaba cerca, ya que no tardaba mucho en desvanecerse incluso 
una gran firma de gracia. Y qué firma era. Fuera quien fuera esa chica, era poderosa. 
Esperaba que cuando finalmente la atrapáramos, fuera relativamente poco combativa. No estaba 
registrada y necesitábamos llegar al fondo del asunto por su seguridad, así como por el secreto de 
nuestra raza. Eso, y porque yo rebosaba de preguntas. ¿De dónde venía? ¿Quién la creó? Para 
empezar, era raro que una mujer saliera por su cuenta, y más aún que se convirtiera en una 
renegada. 
Era sexista, pero los arcángeles tendían a crear sobre todo varones por alguna razón. Dado que 
los celestiales no podían tener hijos de forma natural. 
 
 
 
26 
Supongo que, sencillamente, no habían puesto mucho cuidado en crear hembras, un hecho por el 
que estoy seguro de que la mayoría de nosotros les guardábamos rencor. Deberían haber sabido 
que sus creaciones también tendrían necesidades. No éramos robots. 
Éramos criaturas vivas que comían, bebían, dormían y follaban. Teníamos necesidades. Incluida 
la necesidad de compañía. 
Caminé lo más despreocupadamente posible por la acera frente a un pequeño supermercado 
ecológico, sintiendo una atracción hacia la zona en general. Como ser celestial, podía sentir la 
gracia, aunque fuera una firma de hace días, pero ahora mismo, podía sentir algo real. Algo 
inmediato. Me estaba acercando. Mi corazón latía rápido y las palmas de mis manos empezaban 
a sudar. No podía esperar a restregarle en la cara a Orión que yo era quien la había encontrado. 
Se había enfadado en el almacén porque le dijimos que lo protegiera mientras cazábamos. Pero 
no me sentía cómodo con Orion siendo el primero en interactuar con nuestra rebelde. Ahora 
mismo era demasiado imprevisible y la asustaría. 
Un ruido sordo ronroneó al doblar la esquina, y sentí que me invadía una abrumadora sensación 
de conciencia cuando el coche entró en el aparcamiento. No tenía ninguna duda de que la 
habíamos encontrado. La gracia que emanaba de quienquiera que estuviera dentro del coche era 
casi asombrosa. Sin duda era una celestial. Saqué mi teléfono y envié un mensaje a Noah, 
pulsando rápidamente mi ubicación, amando la forma en que la tecnología humana trabajaba a 
nuestro favor en estos días. Se acabaron las palomas mensajeras y las señales de humo. Era como 
magia, de verdad. O, simplemente, tecnología de la buena. Sabía que le diría a Orión que estuviera 
preparado para nosotros, así que decidí acercarme con precaución. 
El Impala rojo se detuvo en la parte trasera del aparcamiento casi vacío, pero el conductor tardó 
unos minutos en salir. Me preparé para una persecución en caso de que ya me hubiera detectado 
y decidiera largarse. Pero no se fue y, cuando se abrió la puerta del coche y salió por el lado del 
conductor, tuve que entrecerrar los ojos para verla. 
Era pequeñita, como mucho un metro setenta, y eso siendo generoso. Tenía el pelo hasta la cintura 
y era de un color tan extraño que tuve que concentrarme para saber cómo llamarlo. Era negro, 
pero también rojo. Era como ondas de seda de medianoche con un brillo carmesí que brillaba al 
sol como fuego oscuro. 
Joder... Tuve que sacudirme para salir de mi estupor mientras la veía cerrar la puerta y caminar 
hacia la entrada de la tienda. Se movía con cautela. 
 
 
 
27 
La chica miró a su alrededor, sin duda sintiendo mi presencia. Mi propia gracia la llamaba, una 
afinidad natural que todos los celestiales poseían. Pero parecía confundida cuando mis piernas 
me acercaron, rodeándola por detrás. Guardé silencio a propósito. El felino de su hombro también 
parecía agitado. Desde aquí podía ver que se trataba de un demonio inferior, un hellion, como los 
llamábamos. 
Estaba prácticamente pegado al hombro de la mujer celestial, rígido y alerta. 
La mujer debía de estar fuera de juego, porque a medida que me acercaba, no hacía ademán de 
huir. Lo suficientemente cerca como para oler su ligero aroma a rosas, le di un ligero golpecito 
en su delgado hombro. Una sacudida de pura energía y gracia recorrió mi mano y mi brazo, 
provocándome un cosquilleo que hacía tiempo que no sentía. Tuve que recuperar el aliento 
rápidamente. 
Se dio la vuelta más rápido de lo que un ser humano habría sido capaz de moverse y su mirada 
iridiscente se abatió sobre mí como un alud. Me quedé momentáneamente atónito por el color de 
sus ojos, o, mejor dicho, por la falta de color. No eran plateados, ni azules, ni morados, ni dorados, 
sino más bien una mezcla de todos ellos. Era como mirar un charco de purpurina multicolor. Era 
desarmaste y me hizo dudar, con la mente en blanco durante un segundo. 
Estaba tan desconcertada que lo único que conseguí decir fue un tosco: -Eres difícil de encontrar.- 
Intenté sonreír de forma amistosa, pero casi seguro que me salió siniestra, porque aquellos ojos 
brillantes se abrieron de par en par. 
La chica giró sobre sí misma con la intención de salir corriendo, pero mis practicados reflejos 
estaban preparados para ello. En menos de un parpadeo, estaba de nuevo frente a ella, con mis 
alas blancas desplegadas detrás de mí, brillando al sol. Utilicé la gracia para crear una ilusión a 
nuestro alrededor, para que los humanos no vieran accidentalmente algo que destrozaría su 
mundo. 
-Oh, joder, no, - maldijo mientras intentaba escapar. No se movió lo suficientemente rápido. 
Buen intento, pequeña. Ahora te tengo y después de probar tu gracia no hay ningún lugar al que 
puedas huir. 
Me di cuenta de que sus instintos de lucha o huida la estaban controlando. Aún no le habían salido 
las alas, así que no pude evitar sonreír con curiosidad morbosa por saber cómo pensaba escapar 
de mí a pie. 
 
 
 
28 
Noah se dejó caer al suelo tras ella, plegó las alas y, en una fracción de segundo, le asestó un 
golpe en el cuello con el lado plano y brillante de su espada celestial, haciéndola desplomarse en 
cuestión de segundos. Me estremecí al verla caer. Esa gracia podría derribar a un elefante. 
Después le dolería mucho la cabeza. 
Puse los ojos en blanco, pero Noah se encogió de hombros y la cogió en brazos. -No tenemos 
tiempo para ser delicados. - Sin embargo, estaba sonriendo, y sacudí la cabeza con un bufido. 
-Cogeré al endiablado. - El gato chilló y voló hacia mi cara con las garras listas para acuchillar. 
Era evidente que la mujer le importaba mucho. Tendríamos que llevarla a ella también, supuse. 
Maldita sea, a Orión le va a encantar esto, pensé. Esto se estaba convirtiendo en un día 
jodidamente interesante. 
De mala gana, agarré a la bola de pelo negro y puse la parte plana de mi daga brillante en su 
cuello. La gata se quedó flácida en mis brazos, igual que la chica que colgaba como un peso 
muerto en los de Noah. 
-Salgamos de aquíantes de que caiga la gracia. ¿Orion sabe que vamos? - 
-Sí, las protecciones están levantadas, -dijo. 
Sin mediar palabra entre nosotros, salimos disparados por los aires con la bella mujer y su 
diablillo en brazos, surcando el cielo y corriendo hacia nuestro almacén. 
Cinco minutos después llegamos a un almacén vacío junto a los muelles de carga que 
alquilábamos a menudo para misiones más largas en la ciudad. A veces, a los demonios 
subterráneos les gustaba hacer de las suyas y necesitaban una fuerte presencia celestial para 
mantenerlos a raya. 
Llevábamos allí tres días, pero a los transeúntes humanos el lugar les seguía pareciendo 
abandonado. Orión ya nos estaba esperando, como dijo Noah. Tenía los brazos cruzados sobre el 
pecho, observando cómo Noah depositaba a la mujer en el suelo con suavidad. Ya podía ver la 
agitación grabada en la cara de mi hermano mientras la miraba. Seguía muerta para el mundo. 
Orión levantó una ceja, escéptico. - ¿Es peligrosa? - A Orión no le gustaban las sorpresas y era 
desconfiado por naturaleza. -Pensé que esto se suponía que era una misión de recuperación, no 
una bolsa y etiqueta. - 
 
 
 
 
29 
-Ella trató de correr. No tuvimos elección. - Señalé con la cabeza al gato dormido con la cola 
curtida y cuernos negros rizados alrededor de las orejas. 
-El hellion parece tener un apego a ella. - 
-Es pequeña, - dijo Orión casi sin darle importancia, frunciendo el ceño hacia ella. 
- ¿En serio? ¿Esta es la que ha estado evadiendo a nuestros exploradores todo este tiempo?- 
Parecía escéptico. - ¿Con cuánta gracia la golpeaste? - 
Miré a Noah, que se frotó la nuca con una sonrisa tímida. 
-Suficiente...- 
Resoplé y Orión se burló. -Se va a cabrear cuando se despierte. - 
-Menos mal que entonces nunca me vio la cara, sólo vio a Ciro antes de que se apagaran las 
luces.- 
Le lancé una mirada fulminante a Noah. -No me vas a echar la culpa de esto, tío. - 
Justo cuando Noah iba a replicar, la chica se sobresaltó y los tres saltamos un paso atrás. Su 
cabeza se levantó del suelo y sus ojos aturdidos se abrieron, escudriñando lentamente el enorme 
almacén. Respiraba rápida y frenéticamente, así que me acerqué con las manos en alto para 
hacerle saber que estaba a salvo, pero antes de que pudiera decir una palabra, desapareció en una 
nube de éter. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
30 
5 
NOAH 
 
De ninguna jodida manera... Canturreé repetidamente en mi cabeza mientras los tres nos 
poníamos en formación. Un fuerte portazo procedente del otro lado del almacén reverberó en el 
espacio vacío. 
La mujer se encaró a la puerta enrollable de acero del otro extremo y golpeó con el puño 
desesperadamente, maldiciendo cuando se encontró con una resistencia que la hizo tambalearse 
hacia atrás. Pude ver su pequeño cuerpo revoloteando erráticamente por la pared, intentando 
encontrar una salida. Unas salpicaduras negras de éter, una sustancia parecida a la niebla, se 
esparcían por el aire a su paso. 
Orión se había quedado protegiendo el edificio mientras Ciro y yo cazábamos, así que sabía que 
sus esfuerzos habían sido en vano. Cualquier demonio que atravesara las protecciones sería 
incapaz de salir del edificio. Pero se suponía que ella no era un demonio. 
Soltó un gruñido molesto antes de volver volando a su lugar original. 
El éter caía a su alrededor como humo negro, mezclándose con el pelo de un color extraño que 
se alborotaba alrededor de su bonita cara. Sus ojos hervían de furia, blancos y negros. Negro 
demoníaco. 
Joder... 
Automáticamente eché mano de mi daga, enviando ondas de gracia a la hoja. Moví la cabeza de 
un lado a otro, inseguro de estar viendo las cosas correctamente, mientras sus ojos volvían a la 
normalidad. Por un momento, me pregunté si lo había imaginado. Nada de esto tenía sentido. 
Prácticamente podía saborear la gracia que desprendía en oleadas, pero contradecía el negro de 
sus ojos. 
Miró al pequeño infernal que aún no había despertado de su profundo letargo. - ¿Qué demonios 
le han hecho a mi hellion, idiotas? - 
Su voz era áspera, grave y mortal. Me hizo estremecer, y creo que los chicos sintieron lo mismo. 
Había un tenor extraño en su voz. 
 
 
 
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Algo no del todo normal. Era como si hubiera una segunda voz debajo de la suya. 
Compartí una mirada cautelosa con Ciro mientras Orion daba un paso adelante. - ¡Qué eres! - 
ladró. Su mirada era tan dura como el acero de sus manos y sus ojos oscuros recorrían cada 
movimiento de su pequeño cuerpo. 
Las emociones de Orión estaban desbocadas, y sinceramente me sorprendió que su daga no 
estuviera ya incrustada en su frente. 
- ¿Perdona? - se burló. -No tengo que explicarte una mierda. - Estaba furiosa, pero conteniéndose. 
Haciendo preguntas. Debía estar recuperando fuerzas. Dando rodeos. 
Orion empuñó su daga con los nudillos blancos. Brillaba blanca, cargada de combustible y lista 
para clavarse en su carne. Me preocupaba que Orión estuviera a punto de hacer algo imprudente. 
Tenía fama de perder los nervios con los demonios. 
-Estábamos cazando una rebelde suelta en la ciudad. Parece que nuestra información era 
incorrecta, - se burló, mirándola de arriba abajo con visible disgusto. -Otra basura de demonio.- 
Había tanta aversión en su voz que de pronto supe que Orión mataría a la chica, 
independientemente de su verdadera afiliación, si daba un paso en falso. 
-No soy un demonio, pedazo de mierda. - Parecía desconcertada y casi insultada. -Yo cazo 
demonios. -Arrugó las cejas y entrecerró los ojos. 
-Pero si me han estado cazando, eso ya lo sabían. - La chica sonrió ante nuestras miradas 
perplejas. -Piénsenlo largo y tendido y preguntaos si eso tiene algún sentido para ustedes. - 
Joder. Era verdad. ¿Por qué iba a cazar a los de su propia especie? 
Estaba distraído por el punto justo que había hecho, así que apenas pude alcanzar a Orión cuando 
de repente se abalanzó, con la daga en alto y lista para cortarle la garganta. 
- ¡Orion, no! - Oí gritar a Ciro, pero era demasiado tarde. Orión se abalanzó. 
Con un aullido sobresaltado, la mujer se levantó del suelo, un par de grandes alas brotaron de su 
espalda, destrozando su chaqueta de cuero cuando se lanzó al aire. Podríamos haberla seguido, si 
no hubiéramos estado demasiado aturdidos para movernos. 
¿¡Qué jodidos!? 
Me quedé mirándola con la boca abierta como un idiota. 
 
 
 
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Planeaba sobre nosotros, fuera de nuestro alcance. Sus alas emplumadas eran de un negro 
aterciopelado, pero brillaban con un intenso carmesí que hacía juego con su pelo. 
Nunca había visto nada igual. Se suponía que las alas celestiales eran marfil, el color de la pureza 
y la gracia. Los demonios no tenían alas. En todo mi tiempo en este planeta nunca había visto a 
uno solo con ellas. Utilizaban el aleteo para transportarse, ya que el inframundo estaba lleno de 
éter. No necesitaban alas cuando podían moverse tan rápido. 
Los celestiales eran los que volaban. Ella no debería poder hacer ambas cosas. Eso iba en contra 
de las propias leyes de la naturaleza, y nos tenía a mis hermanos y a mí meneando la cabeza, 
perplejos, sin saber qué hacer a continuación. 
- ¿Qué jodidos está pasando? - Ciro se hizo eco de mis pensamientos. La miró a ella y a mí con 
los ojos muy abiertos; también tenía las armas desenfundadas. De su puño apretado colgaba un 
collar de hierro. Me quedé mirando el collar durante un largo rato, frunciendo el ceño ante el 
áspero brillo del metal, antes de obligarme a calmarme y pensar racionalmente. 
No parecía que quisiera pelear con nosotros. Ni siquiera estaba atacando. Un demonio habría 
atacado primero y preguntado después. Tendían a ser temperamentales y demasiado emocionales, 
sobre todo cuando se veían acorralados. 
Pero ella se mantenía en guardia en el aire, observando y esperando a que hiciéramos un 
movimiento, pero no vi violencia en sus ojos brillantes. Sólo veía confusión, irritación y cálculo.-Dejen de asustarla, - dije, tratando de mantener la voz uniforme. Los chicos me miraron con 
dureza. -Es evidente que no quiere hacernos daño. ¿No ven que está aterrorizada? - 
La situación se estaba intensificando demasiado rápido, y sabía que había una buena probabilidad 
de que se convirtiera en una pelea, especialmente si Orion se salía con la suya. La forma en que 
estaba mirando a la mujer, sabía que estaba imaginando todas las formas en que podía arrastrar 
su culo hacia abajo y degollarla. Y eso si se sentía generoso. Esto tenía que acabar. Bajé las armas 
e intenté relajar los hombros. Ciro me observó y pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo 
e hizo lo mismo. 
La mujer se rio. Todos dimos un pequeño paso atrás. Era una risa malvada, pero aun así sonaba 
como un tintineo de campanas, haciendo que mi estómago diera un vuelco. 
-No te tengo miedo, idiota. - Puso las manos en las caderas mientras flotaba en el aire. Sus 
poderosas alas echaron hacia atrás mi larga melena mientras ráfagas de viento agitaban el 
 
 
 
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almacén. -Pero tienes que decirle a tu musculitos de ahí que guarde su cuchillito antes de que le 
arranque de una patada su bonita cabeza de los hombros. - Entrecerró los ojos mirando a Orion. 
Puse una mano en el hombro tenso de mi hermano y se quedó inmóvil. No apartaba la mirada de 
ella. Pero noté que sus músculos por fin empezaban a perder la tensión. -Vamos, tío, podemos 
encontrar otra forma de hacer esto. - 
-Puedes bajar, no vamos a hacerte daño, pero tenemos que hablar de tu situación. - Hice todo lo 
que pude para sonar calmado y tranquilizador. Estaba bastante seguro de que no funcionó. 
- ¿Mi situación? - resopló. - ¿Te refieres a cómo me secuestraron, idiotas? ¿Es esa la situación de 
la que estamos hablando? - 
Me encogí y busqué una disculpa que no pude darle. Así que, en vez de eso, todo lo que salió fue: 
-Mira, eso podría haber ido mucho mejor, pero estabas a punto de huir y nos entró el pánico. 
Hemos estado buscando tu escurridizo culo durante semanas y esta ha sido la primera vez que 
nos hemos acercado. - 
- ¿Por qué me buscaban? - 
-Porque has sido imprudente. Te han visto en las redes sociales, en periódicos de dos condados y 
en las putas noticias de las diez. Teníamos que investigar antes de que los humanos se enteraran 
de la presencia celestial en su ciudad. - 
Me miró sin comprender, así que le pregunté: - ¿En serio no entiendes por qué es importante que 
hablemos contigo? - 
-A quién coño le importa si lo entiende. Es un demonio, no razonamos con monstruos, - espetó 
Orión. Dios, tenía que cerrar la boca antes de que ella dejara de hablar. 
- ¿Te perdiste la parte en la que dije que no era un demonio? - La mujer miró a Orión con todo el 
fuego del infierno en su mirada. Estaban en un punto muerto. 
-Estás mintiendo, - dijo. -Puedes revolotear igual que ellos. Vimos tus ojos. Te vimos usar el éter, 
maldito monstruo. - 
-Orión, para, - espetó Ciro, pero no estaba escuchando. 
-Puedes dejar de actuar. Ya he terminado con eso. Ahora trae tu cobarde culo aquí y explícate 
antes de que se me acabe la paciencia. - 
 
 
 
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- ¿Quieres cerrar la puta boca? - Escupí. -Esto no nos lleva a ninguna parte. – 
-Acordamos investigar, y eso es lo que vamos a hacer. Contrólate durante cinco malditos 
minutos.- Miré a la mujer disculpándome. -No te hará daño. En serio, sólo quiero hablar. - 
Se tomó un minuto para pensárselo y, al principio, pensé que iba a discutir. ¿Qué razón tenía para 
confiar en nosotros? No me parecía una mujer estúpida, y seguro que parecía capaz con la espada 
que de repente tenía en la mano, pero esperaba que el hecho de que guardáramos las nuestras 
aliviara su desconfianza, aunque fuera un poco. 
Para mi sorpresa y alivio, la chica bajó al suelo con cautela. 
En sus manos, sin embargo, había ahora dos grandes dagas, delgadas y maltrechas, ninguna de 
las cuales brillaba. No tenía sentido. ¿No sabía usar su gracia? Las armas parecían naturales allí 
en su empuñadura, y yo sabía sin lugar a dudas que ella sería capaz de dar una buena pelea si esto 
se iba al sur. 
-Atrás, imbécil. - Ella continuó mirando a Orion con recelo. Pero él retrocedió. 
Intenté parecer lo menos amenazador posible. Era difícil, dado el hecho de que yo medía 2 metros 
y cerca de 130 kilos de puro músculo, y mis hermanos no estaban muy lejos. 
- ¿Qué quieres de mí? -preguntó. -Nunca hice daño a nadie que no estuviera haciendo daño a otra 
persona, y los humanos no vieron mis alas ni mi cara. Así que tu pequeño club de ángeles está a 
salvo. - Su mueca habría sido amenazadora si no fuera tan bonita. -No quiero problemas con 
ustedes porque, francamente, tres contra uno es injusto en primer lugar, pero si intentan hacerme 
daño, me defenderé, sólo se los hago saber ahora mismo. - 
Yo era el que tenía más tacto de los tres con diferencia y lo último que necesitábamos era que 
Orión tomara las riendas. -Sólo hablar, ¿de acuerdo? Sin armas, sin violencia. - Intenté transmitir 
con la mirada que no quería hacerle daño. 
Cosa que no hice, me sorprendí al darme cuenta. 
-Somos de la Acrópolis Occidental. Recibimos noticias de un rebelde en la ciudad y vinimos a 
investigar. Te hemos estado buscando durante mucho tiempo, pero de alguna manera, siempre te 
las has arreglado para estar un paso por delante. Así que lo que necesitamos es que cooperes y 
respondas a algunas preguntas. - 
 
 
 
 
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Parecía que no tenía ni idea de lo que estaba hablando. -Mira, entiendo cada palabra que has dicho 
individualmente, pero juntas en una frase... no tanto. - Pude ver sus ojos moverse por la habitación 
en rápidas ráfagas, y supe que estaba planeando su próximo método de escape. 
-Cómo no...- Hice una pausa. Ladeé la cabeza y estudié su expresión de confusión. No estaba 
bromeando. No estaba mintiendo sólo para ganar tiempo. -No sabes lo que somos, ¿verdad? - 
¿De verdad había vivido toda su vida como una rebelde desinformada? No podía saber su edad, 
ya que todos los celestiales fueron creados para tener un aspecto y una apariencia de veinteañeros 
o treintañeros, justo en la cima de la perfección humana. Nunca envejecíamos ni cambiábamos. 
Pero si tuviera que contar, probablemente me situaría en torno a los cuatro mil años, más o menos. 
Pero esta mujer podía tener cualquier edad, supuse. Cada celestial era catalogado por los 
arcángeles en la creación antes de ser colocado en una Acrópolis para su entrenamiento. Así que 
su existencia no tenía sentido, al igual que su ignorancia. 
Físicamente, parecía tener entre veinticinco y treinta años. Era más pequeña, pero tenía las curvas, 
la actitud y los rasgos de una mujer adulta. Tuve que dejar de estudiarla antes de distraerme con 
sus curvas. 
-No soy idiota, -dijo. -Sé lo que es un celestial. Es difícil no ver a esas cabezas agitándose a todas 
horas de la noche. - Levanté una ceja. Suspiró pesadamente, bajando los hombros. -Mira, no sé 
qué se supone que signifique esto, no tengo nada que decirte. 
-No le estoy haciendo daño a nadie, ni pienso hacérselo, así que, si pudiera bajar las vallas, me 
marchare. - 
-Creo que esta zorra miente para salvar su pellejo, - espetó Orión. Su temperamento estaba 
caliente en un día normal. Si se le añadía una amenaza potencial o cualquier tipo de demonio, su 
temperamento se disparaba. Pero tenía sus razones, aunque me estuviera poniendo a prueba. -
Pongámosle un collar y dejémosla en el Tártaro. Acabemos con esto de una vez. - 
Le lancé una mirada mordaz, a la que Orión respondió con furia apenas contenida. Volviéndome 
hacia la mujer, intenté sonreír. -Ignóralo,- dije. 
-Empecemos con esto; ¿cómo te llamas? - 
-Tú primero. - Todavía tenía los ojos puestos en Orión. Chica lista. 
 
 
 
 
36 
Me estaba hartando de la mierda de Orión. Estaba haciendo esto mucho más difícil de lo que tenía 
que ser. 
-Soy Noah, el que te noqueó. Lo siento por eso, por cierto.- Señalé mi pecho antes de presentar 
a los demás. -Este es Ciro, y el cabrón enfadado de allí es Orión. - Me encogí de hombros mientras 
Orión me miraba con el ceño fruncido y luego a la chica. 
Ella se detuvo ante las presentaciones durante un minuto, como si contemplara si quería 
complacernos o mandarnos a la mierda. 
-Raven, - apretó los dientes, aunque parecía que le dolía hacerlo. -Y esa es Pandora. - Señaló al 
infernal aún en coma. -Si ella sufre algún daño permanente, los mataré a todos con mis propias 
manos. – 
Amenazas aparte, dejé que su nombre rodara por un minuto. Raven. Supuse que era apropiado. 
Esas alas negras me recordaban al astuto pájaro negro. 
-Sólo está durmiendo, - dijo Ciro. Me alegro de que hablara porque me sentía responsable de 
mantener la paz como siempre. O de evitar que Orión la atacara antes de que tuviéramos la 
oportunidad de resolverlo todo. 
El tono de Ciro era amable pero clínico, a pesar de su aspecto salvaje. Ese pelo azul noche y esos 
tatuajes nunca le hicieron ningún favor. Sabía que aún no sabía cómo reaccionar ante aquella 
anomalía, pero era más sensato que Orión. 
Raven lo estudió con recelo antes de volver a inspeccionar a Pandora. 
Ciro se aclaró la garganta. -Debería despertarse con un dolor de cabeza bastante fuerte, pero sin 
daños permanentes. - 
Me preguntaba qué historia había detrás de su infernal. ¿Cómo coño se había encontrado con uno 
aquí en la Tierra? A menos que tuviera acceso al inframundo. 
A estas alturas no tenía ni idea de lo conectada que estaba. 
Como si la hubieran invocado, Pandora levantó la cabecita negra, sacudió el pelaje y revoloteó 
sobre el hombro de Raven en un rápido chorro de éter que me puso los pelos de punta. La gata 
nos miró con sus pequeños ojos negros y brillantes. De repente sospeché que había estado 
despierta todo el tiempo y que simplemente estaba escuchando. 
 
 
 
37 
Pequeña bestia inteligente. 
Raven soltó un suspiro de alivio y una sonrisa malvada se dibujó en sus labios arqueados. -A 
pesar de lo reconfortante que ha sido este encuentro, tengo que irme. - Se alejó de nosotros 
lentamente. -Voy a tener que pedirles que se jodan y vuelvan revoloteando a su nubecita, ¿ok? 
Vale. Hasta nunca. - 
La chica astuta nos estaba engañando todo el tiempo. Esperando a que su diablillo nos pillara por 
sorpresa. 
Orión dio un paso adelante antes de que pudiera decirle que se quedara quieto, pero en un abrir y 
cerrar de ojos, Raven se elevó en el aire, sus enormes alas negras los elevaron a las dos más y 
más rápido hasta que atravesaron el tragaluz que había olvidado que estaba allí. 
Llovieron cristales a nuestro alrededor, y antes de que nos diéramos cuenta, había salido y 
probablemente se había ido volando. 
Joder. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
38 
6 
LAZARUS 
 
Observé desde la esquina del almacén cómo tres celestiales rodeaban a Raven. 
Hasta el momento, me contentaba con sentarme y contemplar el espectáculo. Ella me intrigaba 
por alguna razón, y me dije que no era más que una leve curiosidad para pasar el rato. Que lo 
único que me interesaba era por qué Lucifer quería que la observara. ¿Qué tenía esta chica que 
despertaba el interés del caído? 
Su diablillo estaba en el suelo, aún dormido, y tuve la sensación de que la chica estaba dando 
rodeos. Sus ojos iridiscentes seguían revoloteando por la habitación. Sutilmente, para no alertar 
a los celestiales, intentaba escapar. 
Los hombres se mostraron escépticos, eso quedó claro enseguida, sobre todo el de aspecto adusto, 
con el pelo oscuro y los ojos marrones fruncidos. Miraba a Raven como si fuera una enemiga, y 
la forma en que sus dedos se movían junto al collar que colgaba de su cinturón demostraba que 
estaba nervioso. Tenía un resentimiento en el hombro del tamaño de un rascacielos, y si Raven 
no tenía cuidado, sabía que estallaría y haría algo de lo que le haría arrepentirse mucho. 
No me sorprendió ver el odio en sus ojos, pero era un poco dramático. Los celestiales vigilaban 
a los demonios. Los cazaban cuando causaban problemas, pero en su mayor parte se limitaban a 
mantener a raya a los más dóciles. 
Por lo general, los demonios acataban las leyes que los celestiales les imponían con tal de vivir 
en la Tierra y no en la ciudad de los condenados, pero de vez en cuando uno o dos se volvían 
rebeldes y había que ocuparse de ellos antes de que los humanos se dieran cuenta. 
Pero no creía que Raven fuera un demonio. No, no desprendía el aura de una criatura maldita. La 
verdad es que no. ¿Rebelde? Sí. ¿Atractiva? También, sí. Pero no maldita. 
Raven era algo totalmente distinto, decidí. Me apoyé en la pared más alejada de la enorme sala 
con los brazos cruzados sobre el pecho, contento de esperar y ver cómo se desarrollaba el drama. 
No podían verme a menos que yo lo deseara, una pequeña ventaja de ser lo que era. Podía observar 
y aprender lo que hiciera falta sin que nadie se diera cuenta. 
 
 
 
39 
Debí dejar que mi mente divagara, porque al momento siguiente, Raven salió disparada por el 
aire, esas alas oscuras brotando de su espalda. En mis seis mil años en este planeta, nunca las 
había visto. Mis hombros se despegaron de la pared y me preparé para intervenir si los celestiales 
atacaban. Tenía el cuerpo enroscado, los músculos flexionados y los dedos apretados. 
Sin embargo, no necesitaba armas para luchar contra ellos. Sólo mi tacto tenía el poder de 
succionar la vida de cualquier ser vivo si así lo deseaba. Podía enviar a un demonio al infierno en 
un abrir y cerrar de ojos, o condenar a un celestial con la misma facilidad. Ese parecía un destino 
peor. 
En el fondo de mi mente, estaba confuso. Confundido en cuanto a por qué mi impulso era defender 
a esta extraña mujer de la que no sabía nada. ¿Por qué diablos me importa? No me había 
preocupado por nadie en casi un milenio. Apenas recordaba cómo era ese sentimiento. Pero la 
idea de que los celestiales le pusieran una mano cruel a Raven me erizaba la piel. 
Para mi sorpresa, no atacaron. El melancólico blandió su daga con una mano, canalizando su 
gracia en la hoja hasta que brilló al rojo vivo. Tenía un collar demoníaco en el otro puño, pero no 
hizo ademán de atacar. 
La muchacha planeaba sobre los tres hombres, con unas alas que duplicaban la masa de su esbelto 
cuerpo, negras, brillantes y poderosas. Era una criatura hermosa, tuve que admitirlo una vez más. 
Etérea, incluso para ser sincero. Observé cómo sus ojos se tornaban negros. Interesante. Las 
sorpresas seguían llegando. 
Con un poco de persuasión, los hombres la convencieron, y ella cedió cautelosamente tras unos 
cuantos golpes verbales. No prestaba atención a sus palabras, sino a sus movimientos, expresiones 
faciales y la forma en que Raven se movía sutilmente hacia su hellion, que empezaba a despertarse 
sin que los celestiales lo supieran. 
Me lamí los labios y volví a mirar a Raven. Recordé cómo se sintieron esos labios rosados contra 
los míos la noche anterior. El calor que desprendía su piel. Hacía siglos que no sentía calor. Pero 
la había sentido con ella. Me hizo querer saber más. Me dio curiosidad. 
Se mantenía fuerte y grácil, con los hombros tensos y la barbilla alta, lo cual era encomiable para 
una criatura tan pequeña frente a tres celestiales increíblemente poderosos. Me hizo sentir como 
si tal vez, de tener pulso, éste se estuviera acelerando. Ella había hecho lo mismo en mi presencia. 
Me miró como si fuera más fuerte de lo que realmente era. Como si no pudiera aplastarla tan 
fácilmente como a un mosquito. 
 
 
 
40 
El hellion revoloteó sobre el hombro de Raven, y en el momento siguiente, ella estaba en el aire, 
atravesando la claraboya mientras los celestiales se protegían los ojos de los cristales rotos. Se 
maldecían en voz alta por haberla dejado escapar, pero ninguno de ellos había dudado ni una sola 
vez de sus habilidades en la negociación. La

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