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Titiritero Una novela de Halloween S.B. Hazel Esta es una traducción sin ánimo de lucro, hecha únicamente con el objetivo de poder tener en nuestro idioma las historias que amamos… Si tienes la oportunidad de comprar estos libros te animamos a hacerlo… ���NO vayas a las páginas o redes sociales de los autores a preguntar novedades de sus libros en español, si las traducciones que lees son de foros o independientes (NO OFICIALES) ��� ������� CONTENIDO Sinopsis Lista de reproducción Nota de la autora Dedicatoria 1. Uno 2. Dos 3. Tres 4. Cuatro 5. Cinco 6. Seis Palabras Finales Sobre la autora SINOPSIS El miedo y el deseo siempre se han entrelazado en mi cerebro. Cuando tengo miedo, mi cuerpo reacciona, me hace desear el tacto, me hace doler. Así que la idea de ir a la casa del terror de Halloween de un club sexual me pone nerviosa... Curiosa. En el laberinto, un hombre enmascarado me acecha entre las sombras. Es aterrador, y parece alarmantemente real. Cuando me atrape, ¿qué pasará? ¿Sucumbiré a sus deseos depravados? Puppeteer es una novela de 7.000 palabras protagonizada por un dom enmascarado y la hija de su mejor amigo. LISTA DE REPRODUCCIÓN Se trata de una pequeña lista de reproducción de las canciones que creo que mejor encajan con el ambiente de esta novela. Las escuché en bucle mientras escribía. Jack Stauber – Oh Klahoma Cavetown – Devil Town Lana Del Ray – Season of the Witch Madalen Duke – How Villains Are Made The Buttress – Brutus Bring Me the Horizon – sTraNgeRs Olivia Rodrigo – bad idea right? Maneskin – BLA BLA BLA NOTA DE LA AUTORA El contenido de este libro es sólo para fines de entretenimiento y no está destinado a ser utilizado como material educativo o guía. Este libro no pretende ser un sustituto de la consulta con educadores kink experimentados y/o educadores BDSM, la representación de estas acciones en el mismo no son seguras y NO son un ejemplo de BDSM realista. Este libro contiene intensas escenas ficticias de kink duro y representaciones de sexo gráfico. El contenido de este libro está dirigido a un público adulto. Este libro contiene representaciones ficticias de un club de sexo y no debe utilizarse como guía sobre qué esperar o cómo funciona un club de sexo real. Continuar leyendo este libro implica la plena comprensión y el reconocimiento de esta cláusula de exención de responsabilidad. Para aquellos que deseen seguir leyendo, les ruego que recuerden que se trata de una obra de ficción y que NO apruebo ninguna de las acciones que se practican en este libro sin la debida preparación, consentimiento y seguridad en la vida real. Este libro contiene retratos y exploraciones de: Consentimiento Dudoso, juego de respiración, juego de sangre, juego anal, estiramientos extremos, fisting1, coerción, diferencia de edad, escupitajos, Sum/Dom, garganta follada. Desencadenantes: abuso de poder, coacción, decisiones tomadas en un estado mental incoherente, Consentimiento dudoso, cuidado posterior inexacto, diferencia de edad de veintiún años, identidad oculta (mejor amigo del padre, casado e hijos con esposa, conoce a la protagonista desde que nació). Si algo de esto te incomoda, o crees que no te va a gustar, por favor, ¡no lo leas! 1Fisting: Es un término inglés con el que se designa la práctica de la inserción braquioproctal o vaginal. Un acto sexual consistente en la introducción parcial o total de la mano en el recto o la vagina. DEDICATORIA A Kay, a la que le ha saltado esto y se lo ha sacado de la manga. Que tus puertas siempre tengan perillas. UNO Zelda Cuando una amiga te lleva a un edificio en ruinas con la promesa de pasarlo bien, no es muy inteligente asentir con la cabeza y seguirla. Sin embargo, había alejado todos esos sentimientos e incliné la cabeza mientras miraba la mansión que se alzaba. —¿Estás segura?— le pregunté a Seren, la amiga que me había arrastrado hasta aquí con historias sobre la noche de mi vida. Se ajustó el traje de enfermera y asintió con una sonrisa perversa. —Sí—, respondió, frotándose la mejilla con el carmín manchado. —Así fue el año pasado. Vamos—. Echó a correr y yo me apresuré a alcanzarla, agradecida de haber alterado mi disfraz para ponerme unas zapatillas negras. Con las historias que había contado, cualquier cosa que no fueran unos zapatos cómodos no iba a servir. Aun así, los gruesos hilos que me rodeaban las muñecas se me enredaron en el pelo y resoplé al desenredarlos, deteniéndome en el sombrío porche. Se trataba de un evento organizado por un club de sexo local cada Halloween, una casa del terror con sexo al aire libre y todas las perversiones que pudieras desear. Seren me contó que el año pasado había acabado acribillada con saliva por los sexys Tarará y Tararí2; la habían convencido de que eran gemelos de verdad y quería volver a encontrarlos esta noche. Tenía la sensación de que me iba a quedar sola enseguida, así que tenía que ponerme las pilas. 2Tarará y Tararí: son dos personajes de la novela A través del espejo y lo que Alicia encontró allí de Lewis Carroll. Al llegar a la puerta, que apenas colgaba de los goznes, la música empezó a filtrarse por las rendijas, y un cartel en la entrada nos daba la bienvenida a The Bone Yard House of Whorrors. Dirigía a los recién llegados al interior para comenzar el laberinto. Seguía habiendo demasiado silencio, casi desconcertante por lo silencioso que era el aire a pesar de su pesadez. Seren abrió la puerta y eché un último vistazo a la inquietante noche. Dos hombres con máscaras negras de neón cubriéndoles la cara, altos e imponentes incluso a distancia, caminaban detrás de nosotras. Uno tenía la mirada baja, mirando su teléfono, pero el otro me miraba fijamente. Un escalofrío me recorrió la espalda mientras le devolvía la mirada. Levantó una mano en un gesto lento y enguantado e inclinó la cabeza. Entré corriendo tras Seren, con el corazón acelerado. —¿Laberinto?— Pregunté, con miedo. Los nervios me hacían soltar puñetazos primero y llorar después. Seren me apartó mientras la puerta se cerraba de golpe. —Está bien, terminará en unos cinco minutos, luego podemos relajarnos. No te estreses—. Murmuré asintiendo mientras llegábamos a un escritorio desvencijado con un hombre apoyado en él. Su pelo rubio blanco contrastaba con las sombras y, a pesar de ser delgado y pequeño, su cara pintada daba miedo. Manchas y rayas negras y rojas le hacían parecer que no tenía piel, como si se estuviera derritiendo. Nos miró fijamente con la mano extendida y Seren le entregó su teléfono. Lo escaneó y soltó una oscura carcajada, entregándonos unas pulseras antes de hacernos un gesto con el brazo para que entráramos. Jodidamente espeluznante. Me puse la pulsera amarilla sobre el traje, mientras que la verde de Seren contrastaba con sus guantes blancos. Debía de haber tomado nota de lo que queríamos cuando compró las entradas. La sala en la que nos adentramos era macabra, casi completamente negra fuera de las brillantes luces del laberinto. Era deslumbrante. Destellos de neón de luz y color atravesaron mi vista mientras parpadeaba y me adaptaba. Un heavy metal retumbante asaltó mis oídos, mezclado con canciones infantiles, todo roto y retorcido con poca cohesión, perturbando mis ya de por sí agitados sentidos. Seren y yo dimos un paso adelante, con las manos fuertemente unidas. El laberinto era un confuso amasijo de construcciones. Espejos, cuadros, redes con telarañas y paredes con lo que parecían dispositivos de tortura creaban pasillos, túneles y encrucijadas que debíamos atravesar. Algunas secciones se habían derrumbado para crearcaminos sin sentido, sin rima ni ritmo aparentes. Si hubiera gritado, nadie me habría oído, aunque estuvieran a mi lado. Seren parecía malvada mientras sonreía y tiraba de mi muñeca para llevarme a la primera curva. Era abrumador, ruidoso y desordenado, y resultaba difícil moverse sin chocarse con algo o estremecerse porque un mechón de telaraña se me había enganchado en el pelo. Lo que habían usado era jodidamente pegajoso, y chillé al despegarme, esas malditas cuerdas de la muñeca enganchándose de nuevo mientras me retorcía para liberarme. —¡Joder!— grité cuando se me enganchó el tobillo y caí de rodillas con un crujido. La mano de Seren se soltó de la mía y cuando me incorporé, había desaparecido. Fundida en el negro que devoraba mi lucidez. Todo se intensificó a medida que la soledad se apoderaba de mí, el miedo y el palpitar de mis oídos me agitaban el cerebro. Se me calentaron las tripas, retorcidas por ese dolor familiar. Lo había notado cuando había visto películas de miedo, encontrado porno con hombres enmascarados o leído novelas con juegos de cuchillos. La química del terror se deformaba en mi mente y se convertía en excitación. Estaba en el lugar adecuado, supuse. La risa que se me escapó fue maníaca mientras intentaba abrirme paso por el laberinto, dando vueltas por una pared de consoladores con clavos atravesándolos, haciendo muecas en los espejos sucios y estremeciéndome con la música estridente. Mis sentidos estaban jodidos y el miedo me hacía perder la cordura. Frenética, corrí esquina tras esquina, perdida y confusa, cada vez más desesperada por escapar. Cinco minutos, había dicho, cinco minutos. Hiperventilando, jadeé ante la luz en forma de puerta. Otra curva más. No estaba prestando atención cuando choqué contra un cuerpo caliente, gritando, luchando y enloqueciendo mientras el desconocido me sujetaba con firmeza. Habíamos chocado juntos, yo había rebotado contra él y ahora no podía escapar. —Wow ahí—, creo que dijo. Era demasiado ruidoso para oír mucho. Llevaba una de esas putas máscaras con el rostro de neón sobre un fondo negro, así que ni siquiera pude verle la boca para leerle los labios. Sus manos enguantadas me agarraron los hombros cuando intenté zafarme de él, pero sólo me apretó más fuerte. El miedo me dejó helada. Tartamudeé un segundo, mientras mi cerebro se daba cuenta de que no me estaba ayudando, de que me agarraba con demasiada fuerza, me apretaba, era brusco... El momento se detuvo cuando respiré hondo y lo miré fijamente, sin comprender. El miedo me recorría las venas y se acumulaba en mi vientre. La mezcla de frío y calor creó pánico, una guerra en mi cuerpo. Luchar o follar... —Corre—, murmuró, con su voz grave rompiendo el ritmo de la música. Luego me soltó. DOS Zelda Retrocedí a trompicones, grité y me giré, aterrorizada al sentir su presencia detrás de mí. Los sollozos me desgarraban mientras el laberinto intentaba comerme viva. Daba tumbos por las esquinas, chocaba contra espejos que crujían, rebotaba, daba vueltas, me arrancaba el pelo y tiraba de los hilos de marioneta que había decidido que me parecían demasiado geniales para no usarlos. Tenía la sensación constante de que estaba cerca, esperándome, fuera de mi alcance en las sombras. Acechando a su presa. Me ardían los pulmones cuando llegué a un callejón sin salida y giré sobre mis talones para volver, y cuando llegué a la abertura y elegí una dirección sólo por instinto, lo vi. A un brazo de distancia, corriendo hacia mí. Salí disparada de nuevo, sin mirar atrás, agradecida por las zapatillas que llevaba en los pies, ya que les daba un buen uso. ¿Dónde mierda estaba Seren? ¿Dónde estaba la salida? O la maldita entrada. Preferiría a ese espeluznante demonio de pelo blanco antes que esto. En lo más profundo de mi cerebro, sabía que esto debía ser falso, pero el terror aplastó todo pensamiento razonable. Mi pelo se enganchó en algo y salí despedida hacia atrás, con los pies pataleando en el aire mientras intentaba liberarme. Del techo colgaban redes rasgadas, y arañas y murciélagos de plástico goteaban un líquido transparente sobre el suelo. A la luz habría quedado patética. Con todos mis sentidos reunidos podría haberme reído. Pero entonces lo vi al final del pasillo y el miedo aumentó. Venía por mí, pasos lentos como un maldito asesino de película de terror. Todo el tiempo del mundo, una inclinación de cabeza, una sacudida de hombros mientras estoy segura de que se reía. Me atrapó. Le grité en la cara e intenté soltarme el pelo, pero él estaba en mi espacio, de nuevo con las manos en los hombros. Sacudió la cabeza cuando me abalancé sobre él para darle un cabezazo, cuando golpeé su máscara con mis largas uñas. Esperó a que me quedara sin fuerzas, a que se me bajara la adrenalina y me desplomara. Entonces me levantó como a un saco de harina, con el culo al aire junto a su cara. —¡Para!— Grité, pero me ignoró. Seren no había dicho nada de esta mierda. No se podía tocar a menos que yo lo autorizara con esta banda amarilla. Me dio una palmada en los muslos, con fuerza, y sentí su risa cuando le aporreé la columna con los puños. — ¡Suéltame, cabrón!— Se movía, llevándome a alguna parte a toda velocidad. El mundo, ya borroso, se convirtió en una acuarela de luz y oscuridad mientras yo rebotaba, incapaz de luchar contra su agarre. Era enorme, fuerte. Pude distinguir los músculos que se contraían en su espalda y le grité todos los insultos que pude, dejando que se me escapara de la boca mientras me llevaba. Le mordí el dorso del brazo, mis dientes se hundieron en la gruesa tela de lo que demonios fuera su traje, pero ni siquiera se tambaleó ni se detuvo. El cabrón estaba decidido. Me costaba respirar, el corazón me iba demasiado deprisa, los pulmones demasiado contraídos. Le pegué y le pegué y me retorcí y luché. Supliqué y juré y maldije a su mismísima madre. Luego estaba volando. Sólo un zumbido en mi oído, oscuridad y mi respiración entrecortada. No podía ver nada. —Mi pequeña marioneta—, dijo el hombre gruñendo mientras se cernía sobre mí. Me arrastré hacia atrás alejándome de su figura sombría hasta que choqué contra una pared. No, no era una pared, era un marco de madera. Un maldito marco de cama. Jesucristo, me metió aquí demasiado fácil. —No soy nada tuyo. Mira la puta pulsera amarilla, mamón—. La agité, como si pudiera ver a través de la oscuridad. —Sólo yo guío el puto camino—. Su risa era oscura y sonora, vibrando a través de mi vientre y mis muslos, dándome ganas de hacerme un ovillo. Todo esto formaba parte de la casa del terror, un juego, un truco. Seren estaba en otra parte, recibiendo el mismo trato. Pronto nos dejarían salir al club para reírnos de todo y ella encontraría a sus gemelos calientes y yo me iría a ver un espectáculo de sangre o lo que mierda fuera. —Me importa una mierda tu pulsera—, dijo antes de meterme las manos por debajo de las axilas para levantarme y tirarme sobre la cama. Reboté un par de veces, con las piernas abiertas. Sólo tardó medio segundo en colocarse encima de mí, entre mis muslos. —Eres mía por esta noche, pequeña marioneta—. —Deja de llamarme así—, le espeté, sin resistirme tanto como debería. Falsa sensación de seguridad, me dije. No era porque se sintiera genial entre mis piernas. Sabía que esto no era tan real como parecía. Podía disfrutar un poco... ¿no? Todo formaba parte de lo que habíamos pagado... Su dedo enguantado se arrastró sobre la pintura de mi cara, por mi barbilla, bajo mis ojos, hasta llegar a mi pelo. No se detuvo, se acercó a la parte posterior de mi melena enmarañada para agarrar un puñado y tirar de mi cara hacia atrás, con la barbilla levantada. Le escupí en la máscara y vi cómo el líquido se deslizaba por la sonrisa de neón congelada. —¿Crees que eso me desanimará?—, preguntó ladeando la cabeza mientras limpiaba mi saliva y me la restregabapor la mejilla. —Me gustas hecha un desastre, cariño—. El gemido que me arrancó fue involuntario, y me di cuenta de que lo estaba agarrando con mis muslos, manteniéndolo pegado a mí. —Ah, pequeña marioneta sucia—. —Jódete—, espeté, intentando darle un cabezazo sin conseguirlo. Me inmovilizó los brazos y soltó una carcajada. —Dímelo—, dijo, pasando su rostro enmascarado por mi cuello, enterrándose en él como si estuviera aprendiendo mi olor. Quería quitarle la máscara, quería verlo, sus ojos, su sonrisa. Su voz era profunda y ronca, llena de sexo y picardía, —¿qué desea la puta de pulsera amarilla?—. Sólo gemí, emití un sonido como de 'ungh' mientras me jalaba del cabello con más fuerza, haciendo que mi cuero cabelludo se tensara y hormigueara. —Tengo algunas ideas—, gruñó. —Tendrás que decir sí o no. ¿Puedes hacerlo?— Mi cerebro se agitó y voló cuando apretó su entrepierna contra mi clítoris. Estaba tan grande, tan duro, tan dominante que no podía pensar nada que se pareciera a algo coherente. Pero lo deseaba, más de él, de esto. Estábamos en la House of Whorrors, podía vibrar con ello. —¿Qué pulsera usas?— Pregunté, respirando hondo. Verde, debe ser verde. ¿Acaso importaba? Pero no contestó, sino que se enderezó para ponerse de pie, asomándose sobre mí como un espectro lujurioso de la fatalidad. Jadeé mientras lo miraba, sin intentar correr, sólo abriendo más las piernas y acercándome los dedos al clítoris para aliviar un poco el dolor. Me observaba, quieto y en silencio, mientras me llevaba el labio inferior a la boca. Ni siquiera había bebido un sorbo de alcohol. Era totalmente este hombre... esta bestia la que me llevaba a la locura. —Por favor—, le supliqué, sin saber para qué. Se apoyó en una rodilla, sus manos rodearon mis tobillos y lentamente... muy malditamente doloroso... subió hacia arriba. El cuero de sus guantes era áspero, provocando chispas de fricción que quise perseguir a pesar del intenso miedo que me empañaba. Cuando llegó a la parte interior de mi muslo y continuó subiendo más allá de mi coño, estuve a punto de gritar en señal de protesta, pero me mordí el labio. Pero él continuó, con los hombros temblorosos mientras estoy segura de que volvía a reírse. Mi falda subió con sus manos, arrastrándose hasta mi vientre, exponiendo mis bragas empapadas y mis muslos temblorosos a las sombras de la habitación. Cuanto más tiempo permanecíamos en la habitación, más nítido se volvía, pero mis ojos aún se estaban adaptando a la falta de luz, haciéndolo borroso... —Quítate la máscara—, le pedí. —Quiero verte mejor—. —No—, respondió, pétreo, antes de pasar un dedo por debajo de la cinturilla de mis bragas, arrastrándolas hacia un lado para dejar al descubierto mi agujero. — Preciosa. Tan mojada para mí, pequeña marioneta. Empapada para tu titiritero—. —Para—, gemí, pero apreté su pulgar mientras me rozaba. Amarillo, amarillo, verde. Más. —Mierda.— —No Para—, dijo, su dedo se detuvo. —Cereza. Pararé si dices cereza—. Dilo, me insté a mí misma. Dilo. Cereza. Sólo di cereza. Su dedo se deslizó dentro de mi coño y jadeé. A la mierda las cerezas, quería más. TRES Luca Quería arrancarme la máscara, quitarme los guantes y tomarla como era debido, pero no podía. Ella nunca podría saberlo. Cuando chocó contra mí, cuando me di cuenta de quién era esa marioneta tan sexy, algo oscuro descendió sobre mí. Su padre también estaba aquí, acechando en el laberinto a su propia presa. Los dos llevábamos esas máscaras, los dos verdes y listos para jodidamente salir. Él no me buscaría. Ya habíamos jugado este juego demasiadas veces. Mi puto mejor amigo, y yo estaba dentro de su hija. Zelda se retorció cuando empujé más adentro, curvando mi dedo enguantado y arrastrándolo hacia abajo. Apoyé la otra mano en su pelvis, deslicé un segundo dedo dentro de ella y la follé con ellos. No me había costado mucho ponerla así. Era mejor que fuera yo y no un depravado cretino buscando arruinar su piel perfecta, su cuerpo perfecto. Le habían salido esas curvas hacía unos años, pero sólo en los últimos seis meses me había costado apartar la mirada. Me decía a mí mismo que era por protección a la niña que había visto crecer, la niña que había sostenido como un puto bebé cuando mi mejor amigo metió la pata y dejó a su madre embarazada demasiado joven, pero en el momento en que pude tenerla y nadie se enteraría jamás, la depravación más profunda se había filtrado. Era mía. —Oh, mierda—, gimió, y luché por no reprenderla por su lenguaje como haría su padre. Ya no era una niña, había regresado de su último año de universidad, pero no podía luchar contra el impulso de castigarla, no quería hacerlo. La tenía debajo de mí y no iba a hacer nada para arruinar eso. El deseo de saborearla era fuerte, de chupármela de los dedos y llegar a lamerle el clítoris. Quería que sus fluidos empaparan mi barba... pero ella nunca sabría que era yo. Incluso en esta oscuridad, con la voz áspera que estaba forzando, ella sería capaz de darse cuenta. —Tómalo—, exigí, deslizando un tercer dedo. Ella gritó y yo sonreí bajo la máscara. La pequeña marioneta no sabía que la había pillado masturbándose anoche. Iba de camino a mear después de salir con su padre, con demasiadas cervezas encima como para no ser curioso, cuando pasé por delante de su habitación y oí un leve gemido. No me costó mucho abrir la puerta de un empujón, o asomarme en la oscuridad y verla, con los auriculares puestos, retorciéndose, la cara contraída, el portátil que estaba usando caído a un lado al ver el brazo entero de alguien dentro del coño de una mujer. Estirada, arruinada, empujada hasta el límite. Chica sucia. Sonreí detrás de mí máscara cuando abandonó toda pretensión de resistirse mientras la volvía loca con unos pocos dedos. Tan fácil de romper. Utilicé los dientes para arrancarme uno de los guantes. Tenía que tocarla, joder. Si estaba haciendo esto, tenía que tocar su carne más íntima, meterla en mi lengua de alguna manera, aunque sólo fuera una vez. Piel con piel, masajeé su clítoris, gimiendo ante la joya que encontré allí, haciendo que mi verga se engrosara aún más. Tenía un piercing en el clítoris. Me incliné hacia atrás para mirar, y dos bolas de plata me guiñaron un ojo, enterradas entre sus labios. —Ah, mi pequeña sucia marioneta no es tan inocente como parece a primera vista...—. murmuré mientras jugueteaba con las dos bolas, una de las cuales tenía una gema púrpura que brillaba con su humedad. Mi verga presionaba contra la cremallera de mis vaqueros, suplicando que la dejara salir. —Sácate las tetas—, le exigí, necesitando verlas pero demasiado ocupado para sacarlas yo mismo del endeble disfraz. Cuando no lo hizo, cuando me ignoró y siguió persiguiendo la sensación, dejé de hacer todo lo que estaba haciendo. Todo. Solté los dedos y me quedé quieto entre sus muslos, mirándola con mi máscara inexpresiva. Sus piernas colgaban de la cama desde donde la había arrastrado. Tenía el pelo revuelto, creo que teñido de morado, no era una peluca a pesar de lo grande que parecía. Tenía la mejilla manchada de carmín, pero las líneas negras de la cara seguían siendo perfectas. Mi marioneta de la noche. Un disfraz de marioneta barata se tensaba sobre su cuerpo, los hilos se extendían sobre la cama a su alrededor. —Si no vas a seguir las instrucciones, serás castigada—. Hice una pausa para que surtiera efecto, deleitándome con la forma en que sus ojos se abrieron de par en par ante mis palabras. Cuando parecía a punto de protestar, la interrumpí. —Arrodíllate, ¿o tengo que obligarte?—. Mantuve la voz gruñona, dejando que vibrara en mi pecho. Sin embargo, ella respondió, sus párpados se agitaron mientras contenía su ira y se deslizaba desde la cama hasta ponerse de rodillas. Le había subido tanto la falda que, al caer, no la cubrió. La máscara tenía visión nocturna -una de las ideasde su padre-, así que, aunque la visión no era perfecta, podía ver mucho más que ella, y sus nalgas de melocotón suplicaban ser azotadas, la curva de su columna las hacía sobresalir aún más. Este verano había sido una tortura verla en bikini. La arena se le pegaba a la piel mojada mientras se relajaba en la playa. Había maldecido cada oscuro pensamiento que había tenido. Pero ahora la tenía de rodillas. —Desabróchame el cinturón—, le dije, tirándole de la barbilla con la mano desnuda. Intentó apoyarse en ella, pero la aparté, haciéndola soltar un suspiro de descontento. Su miedo se había convertido en desesperación. Mientras ella se preocupaba por mi cremallera y sus manos tanteaban el botón, yo me metí rápidamente la del anillo en el bolsillo. Ella no podía verlo. Sus dedos temblaban mientras me abría, yendo más allá de mi petición inicial y no parando hasta rozar la cintura de mis bóxers. Más suave, le cogí la cara, inclinándola hacia arriba para estudiar su expresión. Había desaparecido. Era mía para usarla y retorcerla. Tenía la boca floja y los párpados entornados. —Sácame, chúpame hasta el fondo—. —Sí, amo—, murmuró, y casi me corro en los putos pantalones. Tan complaciente, tan fácil. Ella era la perfección. Yo era su puto amo. Se había metido en el papel que yo quería para ella con unas pocas palabras duras y órdenes. Estaba predestinada. En los cuarenta y dos años que llevaba en este planeta, nada me había parecido mejor. Sus largos dedos rodearon mi dura polla y me liberó, dándome unos lentos bombeos mientras estudiaba mi verga. Sus ojos se abrieron de par en par al ver mi piercing, una gruesa barra plateada en la parte superior. Me lo había hecho como reto cuando tenía diecinueve años y era estúpido. Su padre tenía uno igual, algo que esperaba que ella nunca aprendiera. Pronto sentiría cómo el mío la atravesaba. No aparté la mirada mientras ella se acercaba, se llevaba la polla a la boca y la lamía como un gatito. Unas cuantas caricias suaves de su lengua y ya le estaba dando pre semen. Joder, ya era una buena chica para mí. Gimió al sentir mi sabor, hundiendo la lengua en mi raja para buscar más. —Mm, pequeña marioneta perfecta—, le dije, empujando mis caderas hacia delante para intentar forzar la entrada. Ella frunció los labios, pareciendo toda una descarada cuando me lo negaba, y se pasó mi corona por la comisura de los labios, manchando de carmín negro el piercing plateado. Intentaba irritarme, ponerme a prueba. ¿Dónde estaba aquella chiquilla asustada que huía por el laberinto? La agarré del pelo y apreté cerca de la base del cuello hasta que se sobresaltó, chilló y estiró la mano para golpearme. —Puedo retirar mis halagos, puta. No me jodas—. Las lágrimas brotaron de sus ojos sorprendidos y esperé a que la temida palabra saliera de su boca, pero cuando la solté, no lo hizo. En su lugar, abrió la boca de par en par y me succionó con un vigor furioso. Exclamé y respiré agitadamente al mismo tiempo. No se andaba con miramientos, me llevó directamente a su garganta, empujando hasta enterrarme en su cuello. Tragó a mi alrededor y tuvo una arcada, volviendo a subir por mi verga con un chorro de saliva brillante goteando de sus labios. La limpié, presionando con el pulgar dentro de su boca para estirarla aún más. —Hermosa—, dije cuando ella también lo chupó, sin aminorar ni detenerse, tratando de arrancarme el alma de la polla con cada tirón. Ni siquiera se detuvo cuando mi piercing chocó contra sus dientes o cuando tuvo una arcada tan fuerte que tuvo que aspirar bocanadas de aire. Labios apretados, succión profunda, y luego su mano me apretó las bolas. Tiró de ellos, jugueteando con su palma, antes de soltarme la polla con un sonoro chasquido y masturbarme con fuerza. Con un gemido ronco, se agachó y se metió mi saco en su boca caliente, haciéndolo rodar con la lengua hasta que casi me convulsioné. El orgasmo se acercaba a toda velocidad, mis bolas se contraían y me dolían por sus caricias, mi espina dorsal disparaba electricidad a medida que mi cuerpo se acercaba al límite. Quería arrancarme la máscara para que supiera de quién era el semen que se estaba tragando; la deliciosa forma en que sus ojos se abrían al tragarlo la arruinaría, me arruinaría a mí. Pero en lugar de eso, cuando pasó su lengua por mis bolas en dirección a mi culo, la empujé, separando su cuerpo del mío. Con el pecho agitado, me miró con fuego en los ojos. —Me dijiste que te chupara—, me dijo, poniéndose una mano sobre las tetas para sentir el palpitar de su corazón. Asentí con la cabeza, sabiendo que debía tener un aspecto jodidamente raro con la máscara, una sola mano y la verga al descubierto. El neón de la máscara era lo único que ella podría distinguir del entorno negro y gris. —Te dije que chuparas—, repetí. —Ahora quiero que te pongas sobre tus manos y rodillas—. CUATRO Zelda Fuera lo que fuera este juego, yo estaba aquí por él. Ya no me importaba una mierda. Me giré, me puse a cuatro patas con los pies colgando de la cama y hundí la cara en las sábanas. El aire se movía detrás de mí y mi demonio enmascarado permanecía en silencio mientras me quitaba los zapatos y luego las medias, deslizándolas con más cuidado del que yo esperaba. A continuación me quitó las bragas, y se aseguró de tensarlas contra mi cuerpo para que supiera cada centímetro de mí que quedaba expuesto a él. Me pasó la falda por encima de la columna y separó aún más mis piernas con las suyas. —Quédate así—, me ordenó, y cuando no respondí, me dio una palmada en la nalga. —S-sí, amo—, respondí, con las palabras saliendo de mí a toda prisa mientras mi coño se apretaba al oír la palabra que había elegido para llamarlo. Yo era su marioneta. Él era mi titiritero. Ya me había llevado al límite y sabía que él había estado cerca cuando me arrancó de su verga. El aire estaba cargado de lujuria y sexo, el hedor era como una niebla de malas decisiones. Ahora los dos estábamos metidos en este lío. Empujé el culo hacia él, suplicándole lo que fuera a hacer a continuación. No esperaba la lengua que presionó mi culo. Un rápido lametón y se retiró mientras yo chillaba. Dejó la máscara brillante junto a mi cabeza, con su mirada inerte fija en mí... La máscara había desaparecido. Tenía la cara descubierta. Podía girarme, mirar y ver quién era, ponerle cara al demonio sexual que me estaba asolando. Pero él me había dicho que me quedara, yo le había dicho que sí. Yo era su marioneta. Él era mi amo. En lugar de mirarlo, cogí la máscara y le pasé un dedo por los ojos. —Buena chica—, gruñó antes de morderme la nalga y bajar, bajar, bajar hasta que su lengua se introdujo en mi coño. Me comió desde atrás, subiéndome las piernas para tener mejor acceso, chupando, lamiendo y mordisqueando cada trocito de carne sensible a su alcance. Luché por sostenerme, casi suspendida sobre las sábanas, mientras él me sujetaba. —Voy a estirarte, preciosa—, dijo contra mí. —Llenaré este coño hasta que no aguante más—. Gemí y empujé contra él con más fuerza, con zumbidos que me recorrían todo el cuerpo desde el vientre. Joder. Recogió mis cuerdas de marioneta de la cama y tiró de ellas, obligándome a llevar las manos al estómago mientras las pasaba por mis piernas y las sujetaba a la altura del muslo. Todo mi peso recaía sobre mi cabeza, un solo hombro. Me dolía, con el cráneo rechinando contra las sábanas baratas y las cuerdas cortándome la carne. Entonces me pasó la lengua por el clítoris, y las vibraciones de sus gemidos se dispararon a través de mi piercing, destrozándome. Las palabras se me escapaban en un torrente confuso mientras me dejaba mecerme contra su cara, con la lengua en el clítoris, acariciando la bola, y la nariz presionando mi agujero. Jadeando y gritando, me deshice para él en un revoltijo de sacudidas y dolores, con los ojos clavadosen la máscara mientras me miraba fijamente a través de mi orgasmo. Me lamió durante el orgasmo, persiguiendo cada gota de mis fluidos mientras yo me hundía de nuevo, sudorosa y sin aliento. —Santa mier... — Me metió tres dedos a la vez, haciendo que mi sensible coño volviera a convulsionarse mientras perdía el equilibrio y caía hacia delante. —Vas a tomar más—, gruñó contra mi columna mientras me levantaba de nuevo, doblándome en una posición antinatural con esas cuerdas, forzando mi culo más arriba. —Vas a tomarlos todos—. —Sí, sí, sí—, gemí, meciéndome sobre sus dedos... sin guantes, creo. Continuó bombeándolos, mordiéndome de nuevo la nalga mientras lo hacía. —Sabes tan bien, mi pequeña marioneta—, me dijo. —Por todas partes.— Su lengua volvió a mi culo, distrayéndome mientras me metía un cuarto dedo en el coño. Me dolía, la tensión era casi excesiva. Había usado juguetes antes, consoladores en forma de puño, pero nunca me los había metido hasta el fondo, siempre me venía antes de tener la oportunidad. No tiene sentido andar jugueteando cuando estás sola, haz el trabajo, vuelve a tu día. —Te sientes tan bien en mis dedos—, dijo, casi para sí mismo, antes de chuparme el ano hasta que grité. Fue tan intenso, tan sucio y ruin. ¿Cómo iba a volver a la vida normal después de esto? —Buena marionetita, pasa tu culo por mi lengua, envuelve tu cuerpo alrededor de mis dedos, cabalga—. Así lo hice, balanceando las caderas y arrastrando el culo sobre su lengua mientras él la movía, gimiendo y gruñendo y murmurando palabras de elogio. El estiramiento de mi coño empezó a aliviarse, mis músculos se acostumbraron y el placer sustituyó al dolor. —Joder— resoplé, moviéndome con más energía para seguir sus movimientos. —Amo, esto es... esto es...—. —Lo sé—, fue todo lo que dijo. —Creo que ya casi estás preparada para todo—. Mi cuerpo se estrujó ante el pensamiento, el calor corriendo por mis venas. Estaba desesperada, ruidosa y suplicante mientras me besaba por la columna vertebral. Joder, quería mirarlo a la cara mientras se hundía en mí, necesitaba ver su reacción. —Por favor, déjame ver, por favor, amo. Quiero verte la cara—. Sus dientes se clavaron en la carne de mi muslo hasta que grité y mi piel se reventó, un torrente de sangre brotó de la afilada herida mientras mis piernas se tambaleaban. Apreté los ojos y sollocé por el dolor, por la doble sensación de mi coño lleno, mi cuerpo doblado y mi muslo sangrante y punzante. Cuando soltó las cuerdas, se aflojaron con un chasquido y caí, intentando zafarme. —No seas mala marionetita ahora—. Pasó un pulgar por el chorro de sangre que notaba chorrear hasta mi rodilla y me lo dio, inclinándose sobre mi cuerpo y forzándome la boca. —Todo esto acabará si vuelves a pedirlo—. —De acuerdo—, dije, amortiguada entre sus dedos mientras el sabor férreo de mi sangre inundaba mis papilas gustativas. —Lo siento, amo. No volveré a pedirlo—. —Buena chica, buena marionetita—. Me dio un tirón en el labio inferior mientras se alejaba, sin apartar la mano de mí cuando volvió a mi culo y sacó la otra mano de mi interior. Me dolió la pérdida, mi coño apretándose alrededor de nada. Dijo que sólo pararía si se lo pedía otra vez, pero no, no había terminado, necesitaba más... Sentí su boca en mi muslo, lamiendo mi herida. Gimió, tomándose su tiempo para atrapar cada gota de sangre. —Deliciosa, cada parte de ti. Lo sabía. Siempre lo he sabido—. Qué... Cuatro dedos y un pulgar me penetraron, una línea de saliva aterrizó en mi culo y goteó mientras se abría camino. Joder, no podía hacer nada mientras exigía su entrada, estirándome y forzando mis músculos mientras gritaba y cabalgaba. Era demasiado, no era suficiente, más, demasiado, joder... Supe cuándo tuve todo su puño dentro de mí porque dejó de moverse y me llenó más de lo que jamás hubiera creído posible. —Joder, pequeña marioneta. Mírate—. Sonaba tan ido como yo, su voz cambiaba a medida que hablaba, menos ronca. Sollocé y apreté los músculos alrededor de su mano, esperando a que el ardor disminuyera como antes. —Por favor—, le supliqué, sin saber para qué. —Shh, buena chica, lo estás tomando muy bien—. Hizo una pausa. —Dame mi máscara—. Hice lo que me pidió sin pensarlo, agarrando la cosa y empujándola detrás de mí. Nuestros dedos se rozaron cuando la cogió, provocándome escalofríos en el brazo. — Voy a darte la vuelta, mantente sobre mi puño y date la vuelta—, dijo. Me dejé relajar y caí derecha sobre la cama, levantando la pierna mientras él me retorcía sobre la espalda. Entonces se me escapó una carcajada, una carcajada suave mezclada con un sollozo. —¿Qué pasa, pequeña marioneta?—, preguntó también divertido. Lo miré a la cara, enmascarada de nuevo, y solté otra risita. —Pequeña marioneta—, suspiré. —Lo has conseguido—. Ladeó la cabeza, se acercó y movió los dedos dentro de mí. —No mentía cuando dije que eres mía—. CINCO Luca Tenía la cara desencajada por aquella carcajada, tan propia de ella, y por la forma en que yo jugaba con su cuerpo como si fuera mi juguete. Empecé a moverme, empujando arriba y abajo mientras sus paredes se contraían a mi alrededor. Con la máscara de nuevo puesta, recuperé la visión y vi los labios de su coño estirados alrededor de mi muñeca, vi cada expresión de tensión mientras la llevaba a su límite. —Más—, suplicó, abriendo más sus jugosos muslos para mí, empezando a follar de nuevo sobre mi puño. Presioné más profundamente hasta que ya no cedió más, follándola y deleitándome con cada gemido que le arrancaba. Estaba duro como una piedra, chorreando pre semen mientras ella se retorcía y lloraba, deseosa de un poco de jodida fricción. Con la otra mano, froté su clítoris erecto, la barra perforadora presionando desde debajo de su piel. Y con mis dos manos sobre ella, mi atención estaba extasiada. Me moví más deprisa, con más fuerza, aporreándola para obtener todas las reacciones posibles. Levantó las piernas, apretándolas e inclinando las caderas para que yo tuviera mejor acceso. Tenía que darle todo lo que deseaba. Me lo suplicaba, se moría de ganas. Mi pequeña marioneta, mi perfecta niña buena, quería más. Y yo deseaba mi polla dentro de ella con ferocidad. Cuando apreté la cabeza contra ella, se puso rígida y jadeó. —¿Qué...?—, empezó, pero la silencié. —No te preocupes, nena, la vas a tomar muy bien. Sé que lo harás—. Escupí un largo chorro de saliva sobre mi verga, untándola hasta que goteó, y luego empujé. No fui suave con ella, no fui despacio. Me abrí paso en su cuerpo, mi verga se unió a mi mano dentro de ella. Casi podía pajearme. Me reí para mis adentros mientras mi verga se arrastraba hasta mi mano. La intensidad del apretón era casi insoportable. Mantuve el puño quieto mientras me la follaba, acariciándole el muslo mientras me movía y la llenaba más de lo que debería ser capaz de soportar. Era un caos de ruidos, gritos y gemidos, aguantándolo todo, gritando y apretándose a mi alrededor. Mi penetración se arrastraba dentro de ella, rozando sus paredes. Santa mierda, Santa puta. Quería besarla, sentir sus labios contra los míos mientras nos separábamos. Aún estábamos casi vestidos, sólo su coño y mi verga desnudos en la oscuridad. —Voy a venirme—, gimoteó, así que follé con más fuerza, golpeando mis caderas hasta que chocaron contra su piel, metiendo mi verga hasta el fondo, moviendo el puño mientras ella lo succionaba con su coño. —Vente para mí—, le dije. —Eres una puta tan buena, aguantándome tan bien, aguantándolo todo tan bien. Vente alrededor de mi verga, de mi puño. Buena marionetita, déjame arruinarte—. Ella gritó y se convulsionó, sus piernas temblaron y los dedos de sus pies se curvaron mientras yo seguía follándola. Le arranqué todo el placer, sin parar hasta que se retorció y sollozó. Cuando todo su cuerpo se desplomó y sus ojos se cerraron, me tomé un momento.Sólo uno, para memorizar así cada centímetro de ella. Era mía para destruirla, para presionarla. Así es como debía ser. Me liberé de ella, primero la verga, luego la mano, observando cómo su coño enjoyado se abría y se apretaba para mí. Aún no se había movido, seguía en su estado de éxtasis, así que me quité la máscara y me subí sobre ella, girándole la cara para besarla profundamente. Jadeó, tartamudeó un instante, antes de rodearme el cuello con un brazo para estrecharme más. Sus labios estaban ardientes, su lengua tanteaba mientras nos besábamos con una ferocidad que igualaba la de momentos antes. —Por favor—, susurró contra mis labios, pasándome la lengua por los dientes. —Déjame...— Apoyé la frente en la suya. —No, pequeña marioneta. No lo estropees ahora. Has sido tan buena—. Sollozó y volvió a besarme, como si intentara consumirme o memorizar mi rostro sólo con sus labios y su lengua. Nos quedamos congelados en ese largo momento, disfrutando el uno del otro mientras su cuerpo se recuperaba. Cuando la aparté y me puse la máscara en la cabeza de un tirón, gritó y me buscó con las manos en la oscuridad. —Aún tienes que hacerme venir, pequeña marioneta. No serás la mejor hasta que lo hayas hecho—. Se puso de rodillas, deseosa y anhelante, mientras me agarraba por las nalgas. La determinación le dio un segundo aire, y pude sentir su rabia y agresividad mientras chupaba mi verga desnuda hacia abajo. Estaba a cuatro patas sobre la cama y estaba tomando demasiado el control. No podía permitirlo. —De espaldas—, dije, con la necesidad de volver al juego. Después de todo, yo era su amo. Sentí sus dientes raspar mi polla mientras se retiraba y siseé. —No seas petulante. Ponte boca arriba—. Hizo lo que le pedí, actuando como una mocosa mientras se desplomaba. Tiré de su cuerpo hasta que su cabeza quedó colgando del colchón y me bajé los pantalones para poder ponerme a horcajadas sobre su cara. —Si necesitas respirar, dame dos golpecitos en el muslo—, le dije antes de obligarla a abrir la mandíbula. —Asiente si lo entiendes—. Asintió con la cabeza e intentó decir algo con los labios entreabiertos, pero el asentimiento fue todo lo que necesité. Le metí la verga en la boca, forzando la entrada entre sus dientes y su garganta, follándole la cara con fuerza y rapidez. Tragó y balbuceó mientras yo la penetraba con fuerza y mis bolas golpeaban su frente y sus ojos. Le saqué las tetas del top y se las apreté, le pellizqué los pezones y le clavé las uñas en la piel mientras ella me tomaba en el cuello. Mirando hacia abajo, pude ver cómo mi verga dilataba su garganta desde el exterior, lo que hizo que un chorro de semen saliera disparado hacia su estómago. Era increíble, tan jodidamente increíble que podría venirme sólo con verla. —Joder, qué buena—, dije mientras toda mi polla desaparecía en su boca. Su nariz se apretó contra mis huevos, sus labios se estiraron tanto que me quedé allí, cabalgando a través de la sensación de su garganta contraída mientras pedía aire. Un segundo más, uno más, joder. Cuando la saqué, jadeó profundamente, aspirando todo el aire que pudo antes de que volviera a penetrarla. Mis dedos apretaron también sus labios, apretándolos contra sus dientes. —Joder, qué buena eres. ¿Quieres mi semen? ¿Quieres el semen de tu amo en tu garganta?—. Murmuró algo, sonó como un ruego. Me dio un vuelco. Mis bolas se contrajeron con fuerza contra la base de mi polla, y desde mi columna vertebral mi orgasmo se disparó a través de mí, disparando chorro tras chorro de semen en su garganta mientras yo rugía y temblaba, la visión se volvía negra mientras lo abrumaba todo. Ella lo aguantó todo mientras yo la apretaba hasta el fondo, el apretón de su garganta era una locura mientras yo eyaculaba una vez más y aguantaba un segundo más. Arruinado para siempre, salí de ella y me desplomé sobre la cama, con la cara junto a su muslo. Nos escuchamos respirar el uno al otro durante más tiempo del que debíamos, deleitándonos en el resplandor posterior al sexo que normalmente iría seguido de una ducha y un sueño. Quizá un segundo polvo perezoso por la mañana. Pero tenía que levantarme, no podía demorarme. Era peligroso. Tenía que alejarme de ella antes de hacer algo estúpido como revelarme ante ella. Cuando su respiración empezó a calmarse y pensé que podría haberse quedado dormida, me levanté y me guardé la verga, sin molestarme en combatir la sonrisa al verla destrozada. Tenía las piernas abiertas y el coño reluciente a la vista, los labios hinchados y resbaladizos y un maquillaje incoherente con vetas negras y rojas. Estaba más hermosa que nunca, y yo había visto todas las etapas de su vida. Pero así, follada hasta el coma y llevada más allá de cualquier límite que creyera tener, y nada menos que por un extraño enmascarado... era impresionante. La abandoné en aquella habitación, asegurándome de que se despertaba mientras me deslizaba por la puerta. Oí su murmullo confuso antes de que la puerta se cerrara y yo saliera al pasillo. El portero me observó, con su sexy disfraz de mago ocultándolo todo excepto su fría mirada. —Se está despertando. Por favor, asegúrate de que sale sana y salva. No puede seguir entrando en el club—, le dije cruzándome de brazos. Se rió. —¿Quizá tus habilidades no son tan increíbles como crees y ella necesita más polla?—. —Hazlo, Jensen. Prometiste sacarla sin problemas—. Arrugó los ojos. —De acuerdo hombre, sólo por ti—. No busqué a su padre mientras me alejaba. Él sabría cómo ponerse en contacto conmigo si lo necesitaba. Esperaba que estuviera metido hasta el fondo en un coño o en un culo, ignorante de lo que acababa de hacerle a su hija mayor. Me hacía oscuro, depravado, pero también me ponía caliente como la mierda. Nuestra próxima cena iba a ser interesante. SEIS Zelda Dos semanas después Volví a juguetear con el anillo, dejándolo deslizar por cada uno de mis dedos mientras lo inspeccionaba. Lo conocía muy bien, lo había visto casi todos los días de mi vida. Una banda gruesa y negra, con pequeñas tachuelas de plata alineadas en el centro. Era único, hecho a mano hasta donde yo sabía. Así que verlo en el suelo de aquella casa encantada casi me había destrozado. Luca. Fue Luca. El mejor amigo de mi padre, un hombre al que llamé tío Luca hasta que tuve la edad suficiente para encontrarlo de mal gusto. E iba a venir, cerveza con mi padre, una barbacoa con nuestra familia. Su esposa, sus dos hijos y nosotros. No podía quitármelo de la cabeza, cada estiramiento y dolor que había sacado de mi cuerpo. La forma en que gruñía y me llamaba su niña buena, su pequeña marioneta. Giré las caderas y me levanté el vestido de verano, observando los moratones en forma de media luna de mi muslo, ya no rugosos y con costras, sino cicatrizados y elevados, aún morados por el trauma que me había causado en la piel. —¡Hola!— Lo oí saludar desde abajo mientras la puerta principal se abría y se cerraba, el ruido de sus hijos sonando en el pasillo. Eran gemelos, de mi edad, les gustaba joder y causar caos. Sonreí cuando mi madre me llamó a voces. Guardé el anillo en el bolsillo y me dirigí a la puerta. Apuesto a que podría arruinarlo tanto como él a mí. PALABRAS FINALES Gracias por leerme. Si quieres ser el primero en enterarte de los próximos lanzamientos, incluida la continuación de la historia de Zelda y Luca, suscríbete a mi boletín o únete a mi grupo de Facebook, S.B. Hazel's Harlots. Si te ha gustado la noche de desenfreno de Zelda y Luca, considera la posibilidad de dejar una reseña en Amazon o Goodreads: supone una gran diferencia para un autor y significa que puedo publicar más obras. Puedes encontrarme en mi grupo de Facebook o en TikTok e Instagram parasolicitudes de ARC y avances, y mucho más. Tengo una larga lista de novelas súper cortas y súper picantes, además de una novela completa. Si te intriga The Bone Yard, puedes encontrarlo en las siguientes novelas: Publicaciones anteriores: Playing the Teacher - una novela erótica sobre la diferencia de edad entre estudiante y profesor. Golden - un juego con orina, novela erótica MMF Will See You Now - novela erótica médico/paciente Collared - una novela de femdom, juego de mascota Próximos lanzamientos: Sin título: una novela completa para que Zelda y Luca resuelvan sus asuntos. Sin título - Una novela MFF. Prevista para otoño. Sin título - Una novela completa MM prevista para el invierno. SOBRE LA AUTORA S S.B. Hazel, autora de novelas eróticas bajo seudónimo, crea apasionadas novelas destinadas a traspasar los límites y aflojar los cuellos de las camisas. S.B. va más allá en todas sus obras, explorando el perversión y el fetichismo con una profundidad que probablemente no hayas leído antes. Le gusta pasar mucho tiempo investigando, dedicando tiempo a averiguar por qué ciertas perversiones funcionan para la gente y cómo puede llevar esa emoción y deseo a su trabajo. Ubicada en un tranquilo rincón del mundo, cuando no está editando los manuscritos de otros autores, se la puede encontrar leyendo la última novela romántica oscura, experimentando en la cocina o persiguiendo a sus dos hijos pequeños.