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Dialnet-AntonioGilHistoriaDeUnGauchoImaginario-4326190 (1)

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IRMA C. SOUSA //
 Artista visual, docente e investigadora en Arte
Imaginario popular
 Representaciones culturales
 Mito nacional argentino
Antonio Gil: Historia de un 
gaucho imaginario
E
l presente artículo hace referencia a una cuestión que en lo particular 
se relaciona con la construcción del imaginario popular en torno a la 
fi gura del gaucho en la Argentina del siglo XIX y su devenir mítico en 
justiciero en el marco teórico de las representaciones culturales y el sentido 
que se les atribuye.Esta relación está planteada en la fi gura de Antonio Ma-
merto Gil Nuñez, conocido como el Gaucho Gil, actualmente uno de los más 
representativos santos populares y mito nacional en Argentina, siglos XX y 
XXI.
Popular imaginary
 Cultural representations
Argentinean national myth 
This article refers to an issue that is related to the construction of the popular imagina-
tion around the fi gure of the gaucho in the Argentine of the 19th century and its mythical 
evolution in avenger, in the theoretical framework of cultural representations and the 
meaning attributed to them in particular.
This relationship is about Antonio Mamerto Gil Nuñez, known as Gaucho Gil, currently 
one of the most representative popular saints and national myth in Argentine, 20th and 
21st centuries.
Ecléctica, Revista de estudios culturales | 2013 | núm. 2 | ISSN 2254-0113 | 150 - 159 |
Fecha de recepción: 05/06/2012 Fecha de aceptación: 22/12/2012 
Ecléctica |151 
INTRODUCCIÓN
El personaje del gaucho argentino, a la 
luz de un largo desarrollo en la historia y 
múltiples documentos escritos, pictóricos 
y fotográfi cos de diversas fuentes resulta, 
si no dudoso, al menos, altamente contro-
vertido y desconcertante. Hace casi tres 
décadas, Adolfo Bioy Casares, relevante 
escritor argentino (1914-1999) se plan-
teaba en una de sus obras y en relación 
con su pensamiento acerca de la palabra 
“gaucho”, la perplejidad ante una fi gura 
tan contradictoria como misteriosa1.
El mismo carácter contradictorio y mis-
terioso, podría aplicarse a la mítica fi gura 
de Antonio Mamerto Gil Nuñez, gaucho 
devenido en santo por el fervor popular 
correntino y transformado, en virtud de 
su acelerada expansión y capacidad de 
adaptación, en mito nacional argentino.
Los relatos sobre gauchos milagrosos 
transcurren durante la segunda mitad del 
siglo XIX y responden a una estructura 
similar relacionada con su condición de 
paisanos humildes que fi nalizan teniendo 
problemas con la autoridad, huyendo y 
muriendo trágicamente en emboscadas 
y enfrentamientos. Si bien los relatos so-
bre el Gauchito Gil plantean su existencia 
como sujeto histórico y los hechos no pa-
recen confi rmarlo, el interés sobre él no 
reside en esta divergencia, sino en prio-
rizar el objeto cultural que constituye; en 
señalar sus valores simbólicos y en relevar 
la capacidad de la imagen como lenguaje 
y canal de expresión. 
NOCIÓN E IMAGINARIO DEL GAUCHO
En líneas generales, el término gaucho, 
que aparece documentado a principios 
del siglo XIX aunque data del siglo ante-
rior, hacía referencia a hombres de campo 
que conformaban un complejo con su ca-
ballo, se destacaban por su destreza en 
las tareas rurales ganaderas y llevaban un 
particular estilo de vida errante y solitario. 
Pareciera que el gaucho estaba en rea-
lidad defi nido por su vestimenta, ocupa-
ciones, alimentación y destrezas, marca-
do más por su fi losofía que por un origen 
racial ya que podía tratarse de criollos, 
mestizos o mulatos y siendo su prover-
bial libertad aquello que los diferenciaba 
de peones asalariados o de trabajadores 
esclavos. Estos hombres aparecen en 
las descripciones de todos los viajeros y 
cronistas, tanto en relatos de costumbres 
como en pinturas, dibujos y litografías de 
numerosos artistas viajeros que visitaban 
Sudamérica.
Su nacimiento está ligado a las condicio-
nes de vida sociales, políticas y económi-
cas de la Argentina de fi nes del siglo XVIII 
que afectaron a gran parte de los habitan-
tes de la zona ganadera de la gran llanura 
extendida desde el norte de la Patagonia 
al sur, hasta Río Grande Do Sul en Brasil 
al norte, la cordillera de los Andes por el 
oeste y el litoral marítimo por el este. Quie-
1 Bioy Casares afi rmaba: “pues testigos de diver-
sas generaciones coinciden en afi rmar que sólo 
existió en el pasado…; cuyo estado presente, de 
símbolo preservado en el altar de la patria, se pa-
rece no poco a una posteridad sublime…” en BIOY 
CASARES, A.: Memoria sobre la Pampa y los gau-
chos, Buenos Aires, EMECE, 1986.
2 Carlos Massota es licenciado en Antropología, 
Universidad de Buenos Aires. Miembro del Conse-
jo Nacional de Investigaciones Científi cas y Técni-
cas (CONICET) y del Instituto Nacional de Antro-
pología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL). 
MASSOTA, C.: Gauchos en las primeras postales 
fotográfi cas argentinas del s. XX. Buenos Aires, La 
marca, 2007.
3 BIOY CASARES, A.: Memoria sobre…, p. 37.
Ecléctica, Revista de estudios culturales (2) 2013 ISSN- 2254-0113
152 | Ecléctica
nes carecían de posibilidades para poseer 
tierras propias solo podían aspirar a traba-
jar para otros como peones de campo o 
deambular libremente sin techo y sin más 
bienes que su caballo, conchabándose 
de tanto en tanto para satisfacer sus mí-
nimas necesidades. Los gauchos fueron 
numerosos y constituyeron la gran masa 
de hombres reclutada mayoritariamente 
por la fuerza por la milicia para luchar en 
las guerras y en el avance contra el indio.
Las características del gaucho, no res-
ponden al ideario de civilización y progre-
so que se instala en el país durante el siglo 
XIX, que tiene su fuente de inspiración en 
Europa. De esta manera el gaucho pasa a 
ser perseguido y expulsado por la nueva 
sociedad y el desarrollo de las ciudades. 
Un excelente documento de Carlos Ma-
sotta destaca, a través de la exploración 
de primeras postales fotográfi cas, la pa-
radójica transformación del gaucho en 
símbolo de la nacionalidad entre fi nes del 
siglo XIX e inicios del XX impulsada por el 
criollismo y suscitado en una época dón-
de ya no quedaban gauchos como aque-
llos que se representaban2.
La fi gura del gaucho y sus tradiciones se 
instalan en el identitario popular y curio-
samente aquel que fuera marginado y ex-
tinguido por el avance del progreso, se 
hace notorio, merced a la masiva difusión 
de estampas, postales, folletines, publica-
ciones y obras teatrales. Es el inicio de la 
“literatura gauchesca” que dará origen, a 
obras emblemáticas como Martín Fierro 
(1872), Santos Vega (1872) y Don Segundo 
Sombra (1926) y un folletín titulado Juan 
Moreira (1879), que narra la historia de un 
gaucho proscrito, retomado por el circo 
como pantomima e inicio del Teatro Na-
cional. 
Las postales fotográfi cas que circulaban 
masivamente eran, en mayoría, reedicio-
nes de las primeras fotografías del siglo 
XIX, tomadas a peones de campo que po-
saban recreando pinturas y litografías de 
los pintores viajeros y, en parte, dramati-
zaciones realizadas por actores o familias 
acaudaladas que tomaron por costumbre 
retratarse interpretando versiones este-
reotipadas del gaucho argentino.
Este gaucho, recreado por el imaginario 
popular, es el que provoca el desconcier-
to de Bioy Casares cuando, proponién-
dose la búsqueda en su propia época, 
no encuentra. Concluye entonces que el 
gaucho ha tenido una vida prolongada y, 
por consiguiente, ha cambiado mucho3. 
ANTONIO GIL, ENTRE REALIDAD Y 
REPRESENTACIÓN
El mismo confl icto de representaciones 
que arroja dudas sobre la imagen del gau-
cho como refl ejo del sujeto histórico, se 
verifi ca en el relato del consagrado santo 
popular Gauchito Gil,a quien las versiones 
aceptadas ofi cialmente por los administra-
dores del culto ubican en la segunda mi-
tad del siglo XIX en la región del Pay Ubre4 
(Mercedes-Corrientes, Argentina).
4 Topónimo guaraní que puede traducirse 
como “el que más come de las entrañas” con 
el que se conocía a la zona, en razón de la 
denominación dada al río aledaño por los an-
tiguos habitantes (indios guaraníes). 
5 Posterior al proceso de emancipación de 
la actual República Argentina en 1810, se dio 
un periodo de organización que pasó por va
“La investigación indica que 
su identidad aparenta una 
construcción deliberada en 
la que se articulan elementos 
que jerarquizan la fi gura”
Irma C. Sousa Antonio Gil: Historia de un gaucho imaginario
Ecléctica |153 
Gaucho proscrito (como Juan Moreira, 
personaje fi cticio del folletín mencionado), 
acusado injustamente por las autoridades 
locales y perseguido como desertor en 
las luchas fraticidas entre Celestes y Colo-
rados (dos fracciones políticas del federa-
lismo litoraleño, también conocidas como 
Liberales y Autonomistas5) desarrolla una 
corta y azarosa existencia sobre cuyas 
narraciones se ha construido una saga. 
Alrededor de 1870 fue apresado y dado 
muerte en el lugar, iniciándose posterior-
mente las primeras noticias sobre sus mi-
lagros y, de allí, el culto y devoción.
La investigación indica que su identidad 
aparenta una construcción deliberada en 
la que se articulan elementos que jerar-
quizan la fi gura6. Si bien están involucra-
dos personajes de existencia real, abun-
da la desconexión entre ellos y la falta de 
coincidencia entre hechos reales y relatos 
orales.
El imaginario popular, contaminado por 
las múltiples fotografías, postales y folleti-
nes reproducidos hasta el cansancio, atri-
buye a Antonio Gil la vestimenta inspirada 
por el estereotipo creado durante el auge 
del fenómeno criollista. Las imágenes 
Figura 1: Nos encomendamos al Gauchito Gil, 
anónimo, publicado en http://puedecolaborar.
blogspot.com.es/2011/07/nos-encomendamos-al-
gauchito-gil.html. 
-rias y cortas formas de gobierno. La última y más 
extensa fue el Directorio, organizado en 1814 y que 
centralizó el gobierno en Buenos Aires, generando 
la reacción y oposición de las provincias del inte-
rior. A la caída del Directorio, la actitud de aisla-
miento y resistencia a todo liderazgo de las demás 
provincias impidió la constitución de un gobierno 
nacional. Los sucesivos enfrentamientos dieron 
lugar a guerras civiles durante gran parte del siglo 
XIX, sustentadas en base a dos líneas doctrinarias: 
unitaria y federal. La primera propuso la centrali-
zación y la segunda defendió las autonomías pro-
^ Figura 1
154 | Ecléctica
utilizadas para la expansión del culto de-
notan un sujeto con camisa arremanga-
da, calzón, chiripá, faja, pañuelo al cuello, 
vincha sujetando sus cabellos, botas de 
potro y unas boleadoras7. Distintas versio-
nes incorporan el uso de bombachas (en 
lugar de calzones), botas (reemplazando 
la bota de potro), sombrero de copa baja, 
ala pequeña y poncho colorado.
Estas representaciones están muy ale-
jadas de las referencias documentadas 
sobre los usos habituales de la época, 
constituidas por las litografías y retratos 
de costumbres que sobre los gauchos 
del Río de la Plata y el Litoral hicieron no-
tables pintores argentinos durante el siglo 
XIX -Carlos Morel, Prilidiano Pueyrredón 
y numerosos viajeros extranjeros como 
Emeric Essex Vidal y Mauricio Rugendas, 
entre otros.
DE LAS POSTALES FOTOGRÁFICAS 
AL SIMULCOP
Los procesos de serialización y estereoti-
po que afectaron la fi gura del gaucho para 
reinventarla como construcción simbólica 
de una identidad nacional alcanzaron, sin 
duda, la representación de los gauchos 
milagrosos que comparten además otro 
molde de carácter casi universal: el del 
bandolero social, rural y no urbano, de 
acuerdo al análisis de Hobsbawm8, exten-
dido principalmente entre los siglos XVIII 
y XX, en sociedades campesinas polari-
zadas conformadas por ricos y pobres, 
tradicionales y precapitalistas como el Pay 
Ubre del siglo XIX. 
Más allá de estos fenómenos globales, 
que articulados van construyendo el sen-
tido de la representación adoptado en el 
mito de Gauchito Gil, tienen lugar, entre 
los años 1960 y 1970, algunas innovacio-
nes en cuanto a los medios técnicos em-
pleados para la representación que tam-
vinciales. En Buenos Aires, la defensa de la 
autonomía se transformó en justifi cación para 
no ceder la ciudad y el puerto a un Estado 
Central. Si bien, la Constitución Nacional de 
1853 proclamaba la adopción del sistema 
de gobierno federal, dentro del federalismo 
coexistieron, a su vez, distintas líneas de pen-
samiento en relación al disenso respecto a las 
rentas de Aduana, la navegación de los ríos y 
bién van a reforzar la fi gura del santo, con 
los atributos de un gaucho pampeano. 
La aparición de un sistema “para dibujar 
bien”9, el SIMULCOP “patentado por Ja-
cobo Varsky en 1959 como plantillas de 
dibujo, editado por Luis Laserre & Cía, en 
los primeros años, y por Ediciones Amé-
rica S.A después”10 permite, a partir del 
uso de calcos con dibujos transferibles, 
realizar múltiples reproducciones de los 
mismos. El objetivo de estos cuadernillos, 
utilizados por argentinos de dos y tres 
generaciones, respondía a la concepción 
de la representación como copia de la 
realidad, entendiéndose como “realidad” 
lo socialmente aceptado para la época 
como las ilustraciones de los libros de 
lectura.
Los tipos o plantillas se agrupan por tema, 
de acuerdo a los contenidos correspon-
dientes a los ciclos escolares vigentes. Así 
el SIMULCOP de “Historia de Tercer año, 
Ciclo básico” ofrece una hoja completa 
sobre Güemes y la Guerra Gaucha11 que 
contiene un retrato de Martín Miguel de 
Güemes, un avance de la montonera12, 
una escena de la muerte de Güemes y un 
retrato de cuerpo entero de un gaucho de 
Güemes en el que, sin esfuerzo, recono-
cemos la imagen familiar de los estereo-
tipos del gaucho de la Pampa y también, 
sin duda, a muchas de las imágenes re-
producidas en estampas y fi guras de bul-
to del Gauchito Gil. 
En una vuelta más sobre estos puntos de 
encuentro y desencuentro entre hechos y 
Irma C. Sousa Antonio Gil: Historia de un gaucho imaginario
Ecléctica |155 
^ Figura 2
representaciones, no es posible dejar de 
notar que, si bien el Gaucho de Güemes 
del SIMULCOP puede ser el referente para 
muchas de las imágenes concebidas del 
Gaucho Gil, hubo cuidado al pensar en 
sus atributos, como reemplazar la lanza, 
propia de los gauchos montoneros, por 
boleadoras. Quizás porque, según afi rma 
Andrés A. Salas, investigador argentino y 
conocido estudioso de la cultura corren-
tina, las boleadoras no denotan agresivi-
dad13. Sin embargo, las boleadoras, lejos 
de ser inofensivas, son arma del gaucho 
documentada por José Hernández, au-
tor del memorable Martín Fierro en varios 
pasajes del mismo -como en el enfrenta-
miento de Fierro con un indio al que da 
muerte después de haberlo desmontado 
del caballo con un bolazo de sus “tres 
marías”14 y en la pelea con una partida15. 
También la confi rman como arma los re-
latos de viajeros como Richard Arthur 
Seymour o el registro pictórico de Carlos 
Morel “El gaucho y sus armas” (1841)16. >
las autonomías provinciales. Así se originaron tam-
bién enfrentamientos entre el federalismo bonae-
rense y el litoraleño, sostenido por las provincias 
de Corrientes y Entre Ríos. En 1861 se dirimió la 
contienda con el triunfo de de Buenos Aires que 
proyectó su infl uencia sobre todo el país. 
6 SOUSA, I. C.: Gauchito Gil. Imagen y represen-
taciones, Buenos Aires, Dunken,2010.
Figura 2: Gauchito Gil y San La Muerte, Juan Pablo 
Eijo, fuente http://argentina.indymedia.org.
7 La bota de potro está confeccionada con el cue-
ro de la pata trasera del animal aprovechando la 
forma de la articulación. Por tanto, no tiene pun-
tera, dejando los dedos afuera, con los que se 
estribaba. Las boleadoras constituyen un arma-
156 | Ecléctica
DEL CRIOLLISMO AL ANIME Y GAU-
CHITO PINK
Si hasta aquí se han acumulado des-
conciertos y perplejidades respecto a 
la representación del devenido en santo 
Gaucho Gil, como refl ejo de un mundo 
material afectado como tantos otros gau-
chos por un gusto por las imágenes de 
un pasado que cristaliza en estereotipo, 
resulta, en cambio, legítimo como prácti-
ca simbólica y como proceso mediante el 
cual actúan la representación, el sentido y 
el lenguaje.
En este contexto, asumiendo la repre-
sentación como construcción y el sentido 
interpretado en función de los códigos, 
resultan esclarecedoras las formulaciones 
más recientes originadas en el seno de las 
artes. El arte o, mejor, los artistas, tienen 
la libertad de formular metafóricamente 
aquellas incertidumbres que no pueden 
defi nir en conceptos y valiéndose de es-
trategias tales como la apropiación de un 
icono popular consagrado como el Gau-
chito Gil. Así, transforman su imagen y la 
introducen en los espacios destinados al 
arte, generando de esta manera quiebres, 
pliegues o bien cuestionando el orden es-
tablecido. 
Charly Goz, artista argentino que recibe el 
primer Premio del Dibujo Anime Friends 
2010, concibe con su Gauchito Gil Man-
gastyle, la reinterpretación estilo Manga 
de un icono argentino combinado con 
personajes del Anime17. 
La estética deriva de una combinatoria 
entre dos tradiciones gráfi cas, la japone-
sa y la occidental, ya que si bien algunos 
rasgos distintivos son propios de los dibu-
jos animados japoneses, como la boca y 
la nariz muy pequeñas y la variada colora-
ción de ojos y cabellos en función expre-
siva, otras características como los ojos 
grandes son el resultado de la infl uencia 
de Disney. Los personajes del Anime tie-
nen un anclaje en el Código de Honor del 
Bushido, la “Vía de los nobles guerreros”, 
que en su concepción original está rela-
cionada con el combate consigo mismo 
en busca de la superación física, mental 
y espiritual. A pesar de la infl uencia occi-
dental, los héroes del Anime persiguen la 
búsqueda de la justicia y consignan cua-
lidades como la valentía, el sacrifi cio y el 
sentido del deber.
En función de la representación, es sor-
prendente la modalidad de este joven ar-
tista, Charly Goz que, a través de su obra 
reformula las condiciones del bandolero 
social, mártir y justiciero, en la creación de 
un personaje culturalmente diferente aun-
que igualmente vinculado a tradiciones 
populares, conectado semánticamente 
con la concepción del gaucho como un 
ser de fortaleza física y moral, admirado 
por los peones de campo.
Por su parte, otro artista visual contempo-
ráneo, Luis Berneri, también ha reformu-
lado el icono del santo correntino inclu-
yendo la construcción devocional como 
un todo integral en su proyecto. A princi-
pios del 2011, Berneri expone en Galería 
Séptimo Planeta Arte Contemporáneo en 
la Ciudad autónoma de Buenos Aires, una 
instalación que confi gura un altar (según 
su referencia) a un Gauchito Pink, desde 
su condición de artista gay: I´m a Pink ar-
tista18.
herramienta utilizada por muchos pueblos 
indígenas sudamericanos, de confección 
y uso rápidamente adoptada por el criollo, 
hombre de campo, en sus faenas. Se com-
ponen esencialmente de bolas de piedra ata-
das por ramales de cuero. Las hay de una 
bola y ramal, de dos ramales, con una bola 
en cada extremo y de tres ramales, también 
con una bola en cada extremo. Estas últimas, 
Irma C. Sousa Antonio Gil: Historia de un gaucho imaginario
Ecléctica |157 
La misma obra fue seleccionada para el 
Salón Nacional de Nuevos Medios 2011, 
en las Salas Nacionales del Palais de Gla-
ce de Buenos Aires y supone una trans-
gresión del código de representación tra-
dicional del santo y a la vez con el cambio 
de color, imponiendo un vuelco en el or-
den de lo simbólico. La carga cultural del 
color rosa es tan potente como el recono-
cimiento del icono; forma y color se opo-
nen dialécticamente y confi guran nuevos 
signifi cados. Pero… ¿no es acaso Gau-
chito Pink, un marginal como Antonio Gil? 
¿no necesita la comunidad gay un protec-
tor que luche por la igualdad, en contra 
de la injusticia? Gauchito Pink evoca el 
mito. Podría considerarse que se trata de 
otra modalidad tipológica de la imagen 
del santo, si no hubiera sido concebida 
en el marco de una acción artística. Luis 
Berneri se defi ne un artista, no un devoto 
y esta afi rmación contextualiza el fenó-
meno y marca la diferencia. De cualquier 
modo, Berneri y Goz, ambos resignifi can-
do el mito a través del uso de lenguajes 
artísticos, tal como lo hacen los devotos 
del Gauchito Gil que interpretan los códi-
gos de la representación religiosa popu-
generalmente retobadas, es decir, con las piedras 
forradas en cuero y ramales en cuero trenzado, se 
atribuyen a la adaptación realizada para la caza de 
potros. Son las denominadas “tres marías” o “po-
treras”. 
8 HOBSBAWM, E.: Rebeldes primitivos. Estudios 
sobre las formas arcaicas de los movimientos so-
ciales en los siglos XIX y XX, Barcelona, Críti
Figura 3: Memorial del Gauchito Gil, en la carretera 
entre Mendoza y Uspallata, Argentina, Simona Ce-
rrato, wikimedia commons.
ca, 2001, pp. 27-48. Véase también: SOUSA, I. 
C.: “Manifestaciones sobre la Muerte en el culto a 
Gauchito Gil”, en Simposio de Muerte, Sociedad y 
Cultura, Provincia de Buenos Aires, Instituto Mu-
^ Figura 3
158 | Ecléctica
nicipal de Investigaciones Antropológicas, 2011; 
SOUSA, I. C.: Gauchito Gil…
9 SIMULCOP espera ser para ti un colaborador 
con el que podrás vencer las difi cultades que tie-
nes para realizar bien tus dibujos…”(Extracto de 
la Portada de SIMULCOP).
10 LINARES, M. C. “Dibujo fi el y perfecto” en El 
Monitor de la educación, 2 (2004), El Museo, Carta 
de lectores. Ministerio de Educación. Presidencia 
de la Nación [consultado el 30 de julio de 2012] 
www.me.gov.ar/monitor/nro2/museo.htm.
11 El General Martín Miguel de Güemes (1785-
1821), oriundo de la provincia norteña de Salta, 
Argentina, se consagró a la causa independista 
desde el pronunciamiento del Cabildo de 1810. 
Con un ejército formado por criollos , mayormente 
peones de campo que eran jinetes diestros y co-
nocedores del lugar, organizó una acción irregu-
lar, acordada con el General José de San Martín, 
en virtud de la desigualdad de fuerzas respecto 
al ejército realista y las características del terreno. 
Los combatientes fueron llamados “gauchos” por 
San Martín en razón de sus destrezas y ocupacio-
nes. Sus armas eran machetes, lanzas, boleado-
ras, azadas y muy pocos fusiles, que tomaban de 
los enemigos vencidos.
12 Las montoneras eran milicias rurales, más o 
menos desorganizadas, que se rebelaban contra 
la autoridad. Durante las guerras civiles, con las 
tensiones existentes entre los partidarios del go-
bierno central y los que defendían los gobiernos 
provinciales, se modifi có el sentido de la palabra, 
usándose para quienes se rebelaban contra el po-
der nacional. El término “gaucho”, en su acepción 
general como habitante de la campaña, se asimi-
ló a “montonero” y las montoneras constituyeron, 
desde entonces, los grupos de gauchos moviliza-
dos que tomaron parte en luchas partidarias.
13 Según afi rma Andrés A. Salas: “el protagonista 
aparece con boleadoras, otras con un poncho al 
viento, en una cruzo en otras poses que nunca 
denotan agresividad” en SALAS, A.: Gauchito Gil. 
De devoción local a Mito Nacional, Buenos Aires, 
Dunken, 2008, p. 68. 
lar, construyen el sentido en sus prácticas 
simbólicas a partir de las normas compar-
tidas culturalmente con sus pares en sus 
respectivos contextos.
Gauchito Gil es la memoria del imaginario 
popular en relación a ese hijo del mesti-
zaje, marginado y empujado por el avan-
ce de la idea del progreso, construido en 
símbolo de identidad nacional por opo-
sición a las tendencias europeizantes de 
principios del siglo XX. Encarna también 
ese tipo de bandido “justiciero”, respeta-
do y exaltado por los humildes y temido 
por los poderosos, que no puede morir 
porque el pueblo lo necesita y por ello 
cuando lo hace, se constituye en mártir, 
se torna milagroso y continúa prodigando 
favores a sus devotos. El siglo XX fi naliza 
e inicia el XXI, con el reclamo de la justicia 
social sobre otras necesidades; no es ex-
traño entonces que el Gauchito se difun-
da más allá de su ámbito regional y se im-
ponga sobre otras devociones populares.
La veracidad del mito no necesita de la 
existencia material del personaje y más 
allá de las dudas sobre el sujeto histórico 
cuyos datos no responden a lo que apor-
ta la documentación de la época, es una 
construcción simbólica legítima. Cultural-
mente la fi gura del santo popular conoci-
do como Gauchito Gil está fuera de toda 
discusión porque tiene sentido; se trata 
de la representación de las conceptuali-
zaciones que, sobre identidad nacional y 
justicia, hacen los argentinos a través del 
lenguaje ■
Irma C. Sousa Antonio Gil: Historia de un gaucho imaginario
14 Véase nota 7. 
15 HERNANDEZ, J.: El gaucho Martín Fierro, 1872. 
Véase especialmente los capítulos: tres -Sirviendo 
en la frontera- y nueve -Matrereando, la lucha con 
la partida- en Martín Fierro.org [consultado 3 de 
septiembre de 2012] http://martinfi erro.org/.
16 SEYMOUR, R A. Pioneering in the pampas, 
London, Lognmans, Green, and Co, 1869. Véa-
se especialmente el capítulo once sobre la vesti-
menta del gaucho. [consultado el 30 de julio de 
2012] en http://Loscasasocampo.blogspot.com.
ar/2010/03/un-poblador-de-las-pampas-version.
html.
17 Manga denomina a una variedad de géneros 
de historietas de múltiples formatos en Japón; fue-
ra de este país se conocen como Manga, a todas 
las historietas japonesas. Son verdaderos folleti-
nes que relatan las aventuras de héroes a través 
de sucesivas entregas.
18 Véase: http://luisberneri.blogspot.com.
FIGURA 4: Agradecimiento al Gauchito Gil, Pata-
gonia-Argentina, Gino Lofredo, fuente http://lofre-
docolombia.wordpress.com. >

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