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1 Educación Sexual Integral en el contexto educativo: análisis a partir de la experiencia de un colegio privado de la ciudad de Bogotá Gabriela Arce Mejía y Valentina Rodríguez Salazar Facultad de Psicología, Pontificia Universidad Javeriana Trabajo de grado Directora: Carolina Morales Arias Mayo de 2023 2 Contenido pág. Planteamiento del problema y justificación ........................................................5 Estado del arte ....................................................................................................16 Marco teórico......................................................................................................22 Sexualidad...............................................................................................22 Educación Sexual Integral.......................................................................25 Desarrollo psicosexual.............................................................................27 Modelo Ecológico de Atención y Prevención de la Violencia................31 Objetivos..............................................................................................................36 Método….............................................................................................................36 Resultados............................................................................................................42 Discusión y conclusiones ...................................................................................58 Referencias ..........................................................................................................78 Anexos..................................................................................................................82 3 Resumen El presente trabajo tiene como objetivo describir la experiencia de implementación de la Educación Sexual en un colegio privado de la ciudad de Bogotá. Paralelamente, se explora esta experiencia desde la mirada de dos profesionales con amplia trayectoria en el sector distrital trabajando en temas relacionados con la pedagogía y la educación sexual. Se implementó una metodología cualitativa y un enfoque histórico hermenéutico comprendiendo las convergencias y divergencias entre la teoría y la práctica de las acciones que se adelantan a favor de una Educación Sexual Integral. Los hallazgos sugieren el gran espectro que abarca la sexualidad y la educación en sexualidad, lo complejo que resulta definirla en términos de sus contenidos, estrategias y objetivos desde el sector educativo, destacando la importancia de prevenir riesgos sanitarios pero también riesgos no sanitarios. Estos últimos, sin embargo, se mantienen en disputa en tanto se da prevalencia a los primeros. Por otro lado, se encuentra que la participación de las familias es tan importante como poco adherente e involucrado en el proceso. Por lo tanto, es necesario fortalecer los puentes de comunicación con las familias, con el diseño de estrategias que tengan un impacto en las habilidades que se propone fortalecer en los estudiantes, para así construir herramientas que hagan a los padres partícipes en el proceso. Asimismo, resulta pertinente un mayor esfuerzo en la transversalización del enfoque de prevención de la violencia sexual a lo largo de todo el ciclo escolar, siendo fundamental incluir a las familias en dichas estrategias. Finalmente, se destaca que desde el ejercicio profesional y político se encuentra en juego la interpretación sobre lo que constituye el ejercicio de derechos, de allí se desprenden acciones éticas e idóneas o, por el contrario, prejuiciosas o arbitrarias. 4 Palabras Clave: sexualidad, prevención de la violencia, educación sexual integral y desarrollo psicosexual Abstract The purpose of this paper is to describe the experience of implementing sex education in a private school in the city of Bogotá. At the same time, this experience is explored from the point of view of two professionals with extensive experience in the district sector working on issues related to pedagogy and sex education. A qualitative methodology and a historical hermeneutic approach were used to understand the convergences and divergences between the theory and practice of actions in favor of Comprehensive Sexuality Education. The findings suggest the broad spectrum of sexuality and sexuality education, how complex it is to define it in terms of its contents, strategies and objectives from the educational sector, highlighting the importance of preventing health risks but also non- health risks. The latter, however, remain in dispute as the former are given prevalence. On the other hand, it is found that the participation of families is as important as little adherent and involved in the process. Therefore, it is necessary to strengthen the bridges of communication with the families, with the design of strategies that have an impact on the skills proposed to be strengthened in the students, in order to build tools that make the parents participate in the process. Likewise, it is pertinent to make a greater effort in the mainstreaming of the sexual violence prevention approach throughout the school cycle, and it is essential to include families in such strategies. Finally, it should be noted that the professional and political exercise is at stake in the interpretation of what constitutes the exercise of rights, from which ethical and appropriate actions are derived or, on the contrary, prejudiced or arbitrary ones. Keywords: sexuality, violence prevention, comprehensive sexuality education and psychosexual development. 5 Planteamiento del problema La Educación Sexual constituye uno de los derechos sexuales y reproductivos (DSR) reconocidos por el Estado colombiano. Se entiende como un proceso crucial en el desarrollo de conocimientos, actitudes y valores en torno a la sexualidad en sus diferentes manifestaciones incluyendo los aspectos biológicos, así como aquellos asociados al erotismo, la identidad y las representaciones sociales sobre ellos (Ministerio de Educación, 2008). Lo anterior parte de la premisa de que la sexualidad abarca la actividad sexual, las identidades, los roles de género, la orientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y las relaciones interpersonales (Ministerio de Salud y Protección Social, 2014). La manera como se ha abordado la educación sexual ha variado a lo largo del tiempo. Hace aproximadamente 30 años se instituyó en Colombia la educación sexual como un componente obligatorio para la formación escolar bajo el nombre de Plan Nacional para la Educación Sexual (PNES). En 2003 surgió la primera versión de la Política de Salud Sexual y Reproductiva enfocada en guiar la intervención del Estado en seis áreas: maternidad segura, planificación familiar, salud sexual y reproductiva de la población adolescente, cáncer de cuello uterino, infecciones de transmisión sexual, VIH/sida y violencia sexual y doméstica. Para los años 2006-2007 se consolidó, en cabeza del Ministerio de Educación Nacional (MEN) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), el Programa Nacional de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía (PESCC), un proyecto cuyos esfuerzos se dirigieron al fortalecimiento del sector educativo en la implementación y la sostenibilidad de una política de educación para la sexualidad (Moreno, S & Santibáñez, M, 2021). Luego, en 2014 se publicó la segunda versión de la Política Nacional de Sexualidad, Derechos Sexuales y Reproductivos en la que, además de articularselos enfoques de género, de derechos y diferencial, se estableció una mirada integral y amplia de la sexualidad, toda vez que se asume como un concepto 6 dinámico en el que confluyen contenidos de construcción sociocultural sobre las condiciones biológicas, psico-emocionales y sociales que median en la interacción con otros (Ministerio de Salud y Protección Social, 2014). Con la ley 1620 de 2013 el Estado delegó a las y los psicólogos el fortalecimiento de la convivencia, la prevención de violencias, el apoyo a la formación de derechos humanos y al proyecto de educación sexual para el ejercicio de los DSR (Enríquez, Garzón, Argoti & Bastidas, 2017). Así mismo, la Corte Constitucional, aunque reconoció que abordar la sexualidad es tarea de las familias, estipula que es menester la incorporación de la Educación Sexual como una cátedra obligatoria en la educación formal, siendo deber del Estado dar garantía al acceso equitativo a una ESI. La Corte reconoció que el comportamiento sexual es parte esencial de la conducta humana por lo que abordar este componente resulta indispensable para el desarrollo integral de la personalidad y el potencial humano (Sentencia C-085/16 Corte Constitucional). Lo anterior muestra que la Educación Sexual, aunque con dificultades que serán expuestas con posterioridad, emerge cada vez con mayor visibilidad en Colombia como una herramienta que contribuye al desarrollo individual, relacional y comunitario. Ahora bien, en estos programas que buscan promover el desarrollo humano también se inscribe la necesidad de intervenir y prevenir los complejos sistemas de violencias que se manifiestan en los cuerpos, los proyectos de vida, las relaciones interpersonales y, en general, en la forma como se resuelven los conflictos y se manifiestan las relaciones de poder. El abuso sexual infantil y la violencia de género son considerados violaciones a los derechos de la infancia, la juventud y las mujeres que son víctimas (UNESCO, 2018). Estos delitos están relacionados con las relaciones de poder y el dominio, por lo que, incorporar tanto un enfoque de derechos como una perspectiva de género en la ESI resulta fundamental para así promover la conciencia sobre la desigualdad en las relaciones de poder, la diversidad sexual y el análisis crítico de las normas de género determinadas por las diferencias y similitudes culturales, sociales y biológicas. 7 Una revisión exhaustiva realizada por la UNESCO (2016 citada en UNESCO, 2018) sobre el impacto de la Educación Sexual Integral (ESI) en la conducta sexual y las actitudes frente a la sexualidad en países considerados desarrollados y en vías de desarrollo, así como en países de bajos y medianos ingresos en las regiones de África subsahariana, Asia, Latinoamérica, el Caribe y Ucrania , constató que resultados más sólidos se encuentran en las áreas de: disminución de la frecuencia de las relaciones sexuales, disminución del número de parejas sexuales, retraso en el inicio de las relaciones sexuales, reducción de embarazos y enfermedades de trasmisión sexual (ETS) y aumento del uso de anticonceptivos. A su vez, es poca la evidencia de los resultados no sanitarios, es decir, en las actitudes de equidad de género, la prevención y la reducción de la violencia de género y de pareja, la discriminación, el fortalecimiento de la autoconfianza y de la identidad (UNESCO, 2018). Es decir que el enfoque abanderado en actualidad por el proyecto de una educación para la sexualidad se centra en la prevención de enfermedades de transmisión sexual, del embarazo adolescente y de conductas riesgosas. La prevención del maltrato, el abuso sexual y la violencia de género aún se encuentran en una etapa emergente o no son la prioridad. Esto último también se encuentra en las conclusiones de las Orientaciones Técnicas sobre Educción Sexual de la UNESCO (2008), que propone un diseño centrado en la reducción del embarazo no planificado y de las ITS, incluyendo el VIH. De manera similar, la UNESCO concluye en la revisión realizada para el año 2016 que existe una ausencia de estudios cualitativos de calidad que evalúen varios aspectos de los programas de ESI y que proporcionen evidencia de su impacto en resultados no sanitarios especialmente en países de ingresos bajos y medianos. No obstante, existe un amplio consenso entre los profesionales y expertos que abogan por mayores posibilidades para la ESI advirtiendo la necesidad de reconocer y orientar estos temas en las estrategias de promoción de DSR, pues “cada vez más se reconoce el impacto de las normas de género y la violencia como moderadores de la eficacia en una serie de resultados deseados de la ESI” (UNESCO, 2018, p.29). 8 En la actualidad, las recomendaciones de las y los expertos y el marco legal que rige en Colombia hacen un llamado a cumplir obligaciones concretas sobre una educación sexual integral comprometida con la diversidad, la prevención de violencias y la participación de la ciudadanía. (Enríquez, et.al 2017, MEN 2018 y UNESCO, 2018). La ESI como un componente fundamental en la formación escolar es un terreno explorado parcialmente hasta el momento, la complejidad que supone definir lo que sería una “sexualidad adecuada” deja en evidencia la necesidad de fortalecer la prevención tanto de riesgos sanitarios (relacionados con el comportamiento sexual) así como de riesgos no sanitarios; estos últimos referidos al cuidado, a las relaciones interpersonales, al afecto y la intimidad. Resulta problemático que la ESI en la práctica asuma un rol meramente proteccionista y sanitario, limitando el potencial de asumir la integralidad de la sexualidad. Alice Miller (2001), advierte sobre la importancia de identificar tendencias excluyentes o transformadoras en la defensa de los DSR, esto implica acercarse a la sexualidad sin pretender establecer absolutos sobre ella, pues abarca elementos de deseo, conducta social y comunicación que siguen estando por fuera de las políticas sanitarias y que no necesariamente están relacionados con la salud. Una parte significativa de la sexualidad que hasta ahora cuenta con poca profundización incide en la prevención de la violencia sexual contra mujeres, jóvenes, niños y niñas. Asumir el compromiso de una educación sexual integral pasa por la prevención de ETS y embarazos no deseados, así como también, y de manera muy importante, por los silencios: temas o situaciones que históricamente han estado relegadas u ocultas: las sexualidades diversas, el abuso, la violencia o el aborto, y menos entonces, los sentimientos y la experiencia como fuente de conocimiento. Una propuesta integral de educación sexual deberá abordar con amplitud y profundidad temas relacionados con la reproducción, la conducta sexual y la promoción de una sexualidad saludable; asimismo, temas que evidencien la importancia de la sexualidad como una dimensión fundamental en la construcción de vínculos y la prevención de la violencia. La ESI debería aportar al desarrollo de capacidades para la vida como la empatía, la negociación y el desarrollo del pensamiento crítico (UNESCO, 2018). Es claro, en este sentido, que la ESI va más allá de las cuestiones relativas al sexo o a la genitalidad. 9 Una sexualidad integral promueve la salud y el respeto por los derechos humanos y la igualdad de género. Conforme a las Orientaciones Técnicas Internacionales sobre Sexualidad (2018) este proyecto formativo está basado en un enfoque de derechos humanos, es decir, que busca abordar y desarrollar la comprensión de los derechos humanos universales que tienen todas las personas (a la salud, a la educación, a la igualdad de información y a la no discriminación) y, por supuesto también los derechos de los niños, las niñas, la juventud y las mujeres. Este abordaje invita a los estudiantes a cuestionar y ampliar la comprensiónsobre los propios derechos, asimismo a reconocer y respetar los derechos de las demás personas. El acceso equitativo a información de calidad en los programas de ESI respeta el derecho de los niños, las niñas, los jóvenes y las mujeres “a obtener el más alto nivel posible de salud, incluidas elecciones sexuales seguras, responsables y respetuosas, libres de coerción y violencia” (UNESCO, p.16). Se ha constatado que al hacerse explícito el enfoque de derechos en la ESI ocurren efectos positivos a corto plazo relacionados con las actitudes y conocimientos sobre la sexualidad, entre ellos una mayor tendencia a reconocer los derechos de las personas en las relaciones sexuales, una mayor comunicación con los padres sobre cuestiones de la sexualidad y los afectos, así como una mejora en la gestión de situaciones de riesgo como lo son la IVE, las ETS y ITS, el embarazo adolescente, la violencia sexual o de género. (UNESCO, 2018). Se reafirma que la integralidad debe estar presente desde la conceptualización hasta el desarrollo de las propuestas de Educación Sexual. Al guardar silencio u omitir temas como las relaciones sexuales, la menstruación, la información sobre cómo prevenir un embarazo, el aborto no seguro, la sexualidad de personas con necesidades especiales, el matrimonio infantil o la discriminación por orientación o identidad sexual, entre otros temas, se disminuye la eficacia de la ESI. La UNESCO afirma que: “La falta de una educación en sexualidad y relaciones que sean de alta calidad, adecuadas a cada edad y etapa del desarrollo puede hacer que los niños y jóvenes sean vulnerables a comportamientos sexuales dañinos y a la explotación sexual. Excluir temas complejos de la ESI deja a los jóvenes vulnerables y limita su capacidad de decidir sobre sus propias prácticas y relaciones sexuales” (2018, p. 18). 10 La Estrategia de Atención Integral para NNA con énfasis en la Prevención del Embarazo en la Infancia y la Adolescencia (2015-2025), establece en su programa la educación sexual como un derecho y una vía para la prevención del embarazo temprano y el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos. Sin embargo, no prioriza un enfoque transversal a todo el ciclo escolar de prevención sobre todos los tipos de vulneraciones a la integridad sexual, entre ellas la violencia sexual (Ministerio de Salud y Protección Social & UNFPA., 2017). Hay un énfasis marcado en los factores sanitarios, además de ello, se encuentra que en la Estrategia la exploración y la conversación sobre estos temas se propone de forma parcial, pues se inicia desde la adolescencia el abordaje dejando de lado la importancia de buscar estrategias idóneas que permitan a los padres asumir una crianza asertiva en estos temas y una mirada amplia sobre la sexualidad. Lo anterior limita significativamente la posibilidad de profundizar y orientar a niños, niñas y adolescentes, así como a las familias, en preguntas, fenómenos y conflictos que inevitablemente estarán presentes en sus vidas. Dicho esto, vale la pena reconocer que disciplinas como la Psicología han ampliado la perspectiva sobre la sexualidad desde edades muy tempranas, entendiendo la experiencia sexual más allá de la genitalidad y el erotismo y por tanto reconociendo la necesidad de un abordaje pertinente y adecuado a las diferentes etapas del desarrollo, dado que la sexualidad se da a lo largo del ciclo vital. Tal como señala Freud (1905, citado en Font, P, 2016) “De la concepción popular del instinto sexual forma parte la creencia de que falta durante la infancia, no apareciendo hasta el período de la pubertad. Constituye esta creencia un error de consecuencias graves, pues a ella se debe principalmente nuestro desconocimiento de las circunstancias fundamentales de la vida sexual”. Ahora bien, en cuanto a la edad que se precisa para dar inicio al abordaje de una Educación Sexual Integral, desde la concepción de psicólogos como Pere Font (2016) con un enfoque del desarrollo psicosexual, parece pertinente distinguir dos niveles diferentes de acuerdo a las edades, el primero con un rango de edad de 0-3 años del cual debería encargarse principalmente el sistema familiar, y el segundo de ellos corresponde a edades entre 3-6 años, nivel en el cual ya se vería implicado el sistema educativo y demás sistemas, al identificar que durante este periodo los niños se ven inmersos en sistemas diferentes al 11 sistema familiar (Friedrich, citado en Children's Sexual Behaviours, 2013) y por tal razón se da inicio a la construcción de relación con pares tras la inmersión en la experiencia escolar y el surgimiento de curiosidades e interrogantes con respecto a la sexualidad, dados los diferentes estímulos a los cuales se expone. Por lo tanto, vale la pena concebir una Educación Sexual Integral temprana que se adecúe a cada una de las etapas del desarrollo de manera apropiada y pertinente. Por otra parte, es importante precisar que la violencia sexual es considerada como una violación a los derechos humanos que expone a mujeres, niños y adolescentes a un mayor riesgo de sufrir enfermedades de transmisión sexual (ETS), explotación, abuso y secuelas psicológicas (UNESCO, 2018). Por su potencial destructivo se establece como una vulneración grave que atenta contra la estabilidad social y la dignidad de quienes son víctimas. De acuerdo, con el World Report on Violence and Health (2002), las consecuencias de la violencia sexual incluyen: culpa, ira, ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático (TEPT), disfunción sexual, reacciones somáticas, desorden del sueño, aislamiento de las relaciones e intento de suicidio (Krug EG et al., 2002). Según estudios internacionales (Barth et al., 2012 mencionado en UNESCO , 2018) se estima que el 20% de las mujeres, y entre el 5% y el 10% de hombres fueron víctimas de violencia sexual cuando eran niños, así mismo, cada año 246 millones de niños enfrentan violencia de género que incluye maltrato, intimidación, abuso psicológico y acoso sexual en la escuela. Las cifras referidas al matrimonio precoz en Latinoamérica evidencian que 24% de las mujeres entre 20 y 24 años se casaron en la infancia (UNICEF, 2014 citado en UNESCO, 2018). Por su parte, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INMLCF) en el informe Forensis reportó que en el año 2018 se realizaron 26.065 exámenes medicolegales por presunto delito sexual con una tasa por cada cien mil habitantes de 52,30, la tasa más alta registrada desde el 2009. De los 26.065 exámenes que se realizaron en 2018 el 87,45% representan a población de niños, niñas y adolescentes, señalando que en la distribución por edades la edad media de las víctimas resultó en 12,35 años y el grupo quinquenal más afectado es el de 10 a 14 años, siendo ocho veces más probable el riesgo de sufrir violencia sexual en el caso de las niñas (INMLCF, 2018). El INMLCF reporta que durante esta década (2009-2018) el 86,5% de los exámenes realizados 12 corresponden a mujeres, en contraste con 14,4% realizados a hombres, de manera que la violencia sexual impacta de forma desigual a niños y niñas. Finalmente, el reporte establece que la mayoría de los casos que dan alguna información sobre el presunto agresor denuncian que en casi el 50% de los casos (11.605) corresponden a una persona cercana como un familiar, una pareja o expareja, mientras que tan sólo 0,49% reporta una agresión de este tipo por delincuencia común. Es alarmante que esta vulneración ocurra principalmente al interior de las familias y que la mayoría de los casos se registren en menores entre los 10 y 13 años. Al respecto, es importante resaltar que, conforme a la Estrategia de Atención integral para NNA con énfasis en la prevención del embarazo en la infancia y la adolescencia (2015-2025), en este rango de edad (10-14) se hace pedagogíasobre prevención de violencia sexual, pero no se da continuidad a estos temas, ni se abordan con los padres o cuidadores en edades más tempranas (Ministerio de Salud y Protección Social & UNFPA., 2017). La negativa a implementar un enfoque integral de educación sexual que articule la prevención sanitaria y la prevención de violencias con la promoción de relaciones de cuidado, ignora que, por ejemplo, de las 22.309 valoraciones realizadas a mujeres por presunto delito sexual en 2018, 9.545 entre los 10 y 17 años se encontraban embarazadas, entonces optar por una prevención del primer embarazo en el rango de edad entre 15-19 años es, cuanto menos, una estrategia incompleta. Estas cifras dan cuenta de una situación crítica de vulneración a los derechos de las mujeres, la infancia y la adolescencia debido al impacto psicológico, social y de salud mental que implica la violencia sexual. La propuesta de una ESI de calidad es una apuesta por consolidar desde diferentes sistemas las condiciones para el disfrute de los DSR y de la sexualidad en lo amplio de su espectro. Es importante entonces reconocer de qué manera se entiende y se asume la integralidad en la propuesta, indagando por la mirada compleja sobre los comportamientos asociados a la sexualidad y las posibilidades que residen en este proyecto formativo para el desarrollo de la autonomía y de condiciones de seguridad para la infancia, la adolescencia y las mujeres. 13 Así bien, la presente indagación tiene como objetivo explorar y analizar la implementación de la educación sexual integral como una estrategia de prevención de la violencia sexual en un colegio privado de la ciudad de Bogotá y desde la perspectiva de 2 personas que trabajan en el sector público de educación de la ciudad de Bogotá. De este modo, exponer una muestra del abordaje que se está dando desde dos sistemas interconectados en el ejercicio de la educación sexual. Justificación Disciplinar Hasta el momento se ha expuesto la mirada conceptual que sustenta el Programa Nacional de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía, así como las diferentes aristas que lo componen. Ahora bien, frente a la inquietud de a quién corresponde la educación sexual de los niños, niñas y adolescentes es claro que es un trabajo que viene principalmente de la familia, en tanto es el primer contexto de socialización. Aún con esta claridad, por ningún motivo debe la escuela ni el resto de la comunidad desentenderse de este proceso. Los colegios, como el segundo lugar privilegiado para el intercambio de experiencias y la interacción entre pares, deben asumir la responsabilidad de acompañar a los estudiantes en el proceso de integración a la comunidad favoreciendo su desarrollo social Bernardi (1980) afirma que, en el colegio debe formarse también para la sexualidad. La responsabilidad del colegio está justificada entonces en primer lugar, porque la sexualidad es un terreno inexistente o muy poco explorado en algunas familias, también porque la etapa escolar cubre períodos críticos del desarrollo. En segundo lugar, porque los intercambios entre los compañeros en la cotidianidad del colegio ocasiona inevitablemente "nuevas intuiciones, incógnitas y curiosidades", que muchas veces son resueltas mediante un intercambio de información sesgada, errónea y basada en prejuicios. Finalmente, porque aún en las familias con apertura y disposición para abordar la sexualidad de sus hijos puede haber conocimientos limitados para responder a estas demandas (p. 37). Siguiendo los planteamientos del autor, tanto la familia como la escuela pueden resultar entornos tan seguros como coercitivos en el ámbito de la sexualidad. En el contexto 14 escolar, es necesario trabajar sobre los prejuicios y resistencias por parte de los coordinadores y profesores de las instituciones, fortaleciendo el desarrollo de habilidades para poner en perspectiva la complejidad del tema, evitando la coerción y la imprecisión de la información que se comparte con los estudiantes. En primer lugar, reconocer la dificultad de establecer absolutos sobre la sexualidad y las decisiones que se toman alrededor de ella debería facilitar alternativas para la construcción de relaciones de confianza con los estudiantes. El profesor, y otros profesionales como los psicólogos del colegio y los coordinadores del programa requieren ser sensibles ante las cuestiones problemáticas, manejar una comunicación asertiva guiada por los valores del cuidado, la autonomía y el respeto por la diversidad. Aunque Bernardi sostiene que antes que el médico, el terapeuta ocupacional o el psicólogo viene el profesor, consideramos que el factor de resistencia que probablemente presentan muchos profesores a partir del desconocimiento de cuestiones como la personalidad, los periodos críticos del desarrollo y los intercambios de información entre los estudiantes sobre la sexualidad (creencias, experiencias, sentido, deseo, etcétera) puede verse beneficiado del conocimiento en estas áreas que, sin duda, pasan por saberes que se han explorado ampliamente desde la psicología. Con esto no se pretende desdibujar el rol de los profesores en el proceso; más aún, se considera que los conocimientos propios de la psicología en el área de desarrollo (cognitivo emocional y social) y también en el ámbito de la sexualidad son fundamentales, bien en una fase preliminar de preparación y organización de los contenidos y las metodologías o bien en la ejecución de la propuesta. El psicólogo cuenta con las bases para aportar información idónea y de calidad para la formación de los estudiantes en el contexto rico y privilegiado que se da en la escuela. Según la ley el rol de los y las psicólogas, en el marco de la educación sexual, reside en el fortalecimiento de las relaciones de convivencia y en la promoción del respeto por los DSR. Esto implica aportar al pleno desarrollo de la sexualidad de los niños, niñas y adolescentes por lo cual se considera menester conocer ampliamente el concepto de sexualidad. Además, debe contar con las habilidades para identificar y llevar a cabo sus propuestas entendiendo su actividad en el marco de una práctica institucional en la que debe tener presente el importante papel que juega las diferencias del desarrollo individual y 15 las dificultades en los procesos de aprendizaje y socialización propios del contexto institucional (Enriquez, et al., 2017). En conclusión, son amplias las posibilidades de que el saber de la psicología nutra la apuesta por una educación sexual integral entendiendo los retos y las resistencias que pueden presentar desde cualquiera de las partes. Interdisciplinar Así como las y los profesionales en salud y educación cuentan con posibilidades y responsabilidades en este proceso es igualmente importante resaltar que el profesional puede verse tan involucrado en estos objetivos como la práctica institucional y social se lo permitan, pues no sólo es responsabilidad de los psicólogos y las instituciones educativas llevar a cabo esta propuesta. La educación sexual integral es, ante todo, un proyecto social que el sector educativo no puede sostener por sí solo pues, por supuesto, juegan un papel muy importante los procesos individuales del desarrollo, los contextos de aprendizaje y la socialización en los diferentes sistemas sociales. Es clave que la ESI se nutra del apoyo de cuidadores, profesionales de la salud, del derecho y de la comunidad académica en el avance por una política integral que permita mitigar la vulneración de los DSR de la infancia, la adolescencia y las mujeres. En efecto, uno de los avances más prometedores para garantizar la salud sexual son los programas que junto con una ESI ofrecen servicios extraescolares, comunitarios o en centros de salud. Los niveles más altos de impacto se observan cuando laeducación sexual traspasa las barreras de las escuelas y se complementa la formación con elementos de la comunidad, incluida la formación a los funcionarios de salud para prestar servicios adecuados a las necesidades de los participantes (NNA, jóvenes, mujeres), la distribución de métodos anticonceptivos de calidad y la participación de padres y profesores (Chandra-Mouli et al., 2015; Fonner et al., 2014; UNESCO, 2015a; 2016c en UNESCO, 2018). De manera similar, el punto de partida desde el cual nos proponemos indagar la prevención de la violencia sexual a partir de una ESI, es el reconocimiento de que la violencia sexual (entre otras formas de violencia de género) es multidimensional, compleja y acontece en la interacción de factores biográficos, psicológicos, sociales y ambientales. No hay un único camino ni únicas respuestas para atender una dinámica social que sostiene la violencia contra niños, niñas, jóvenes y mujeres. Frente a este paradigma, surgen 16 diferentes propuestas que buscan darle un lugar a la complejidad y a la articulación de saberes. El Modelo Ecológico propuesto en 1979 por Bronfenbrenner y que fue adecuado por Heis en 1994 (Enfoque ecológico para la atención de la violencia), es un enfoque que “parte del supuesto de que, cotidianamente, cada persona está inmersa en una multiplicidad de niveles relacionales –individual, familiar, comunitario y social–, donde pueden producirse distintas expresiones y dinámicas de violencia” (Incháustegui y Olivares 2011, p. 21). Esta mirada enriquece la comprensión, atención, intervención y prevención de la violencia sexual, toda vez que al comprender y encarar la diversidad de factores y situaciones que derivan en diferentes tipos de violencia es posible conocer más ampliamente las condiciones que están en la base de estas prácticas en los diferentes sistemas de relación. El Modelo Ecológico para una vida libre de Violencia de Género propuesto por la doctora Teresa Incháustegui Romero y la maestra Edith Olivares Ferreto (2011), se basa en este modelo teórico que se distancia de visiones restrictivas que focalizan la atención en la víctima permitiéndose así un marco más inclusivo y transformador frente a la violencia. El desafío, no obstante, según las autoras, consiste en trabajar por la transformación de estas dinámicas para así construir condiciones de seguridad y dignidad para todas las personas. En suma, el abordaje de estas realidades debe ser un ejercicio integral, desde una mirada ecológica y relacional, en individuos, familias y profesionales de la Psicología, la Medicina, el Derecho, el Trabajo Social y la Educación intervengan desde la prevención, la atención y evaluación. Estructuralmente se deben realizar esfuerzos rigurosos, cuidados y comprometidos con la problemática actual que no es menor, como se ha expuesto. En ese sentido, resulta pertinente ampliar la indagación sobre las dificultades que se están presentando a nivel interprofesional en la implementación del programa de educación sexual integral (ESI) que presenta escasos resultados hoy en día en lo concerniente a la prevención de violencias. Estado del arte En este apartado se hará referencia a investigaciones, aportes y perspectivas encontradas dentro de la revisión teórica realizada frente a la implementación de la 17 educación sexual como estrategia de prevención a la violencia sexual, entendiendo esta como una forma de violencia de género en la que se manifiesta con mayor impacto la desigualdad entre hombres y mujeres (Forensis, 2018), y cuyo riesgo es transversal a lo largo de la vida de las mujeres, iniciando en la primera infancia. Si bien se identifican algunas revisiones en Latinoamérica, tales como las evidenciadas en autores como Moreno y Santibañez (2021) o Vitta (2018), aún es necesario contar con mayor investigación en la región; por lo cual fue de importante reconocer los aportes teóricos de algunos autores en países como España y Estados Unidos. Las conclusiones de los estudios revisados dejan ver el atraso que presenta el abordaje de la prevención a la violencia sexual dentro de los marcos pedagógicos de educación sexual a lo largo del ciclo escolar. Si bien, existe un amplio análisis en cuanto a los avances que se han dado frente a la educación sexual como elemento esencial dentro de la pedagogía a lo largo de la historia, es evidente que en la actualidad su implementación se aborda como herramienta de salubridad y de alguna manera control social, tal como expone Malón (2012): Es aquí concebida básicamente como herramienta fundamental para combatir algunos de los problemas socio-sanitarios que afectan a la humanidad, siendo su razón fundamental la “higiénico- sanitaria”, donde esa función bienhechora se aplicaría al terreno de la higiene y la profilaxis médicas, ya sea de ciertas infecciones —con el VIH- SIDA como paradigmática— o del problema de los embarazos no deseados y sus negativos efectos sociales —madres adolescentes, maltrato infantil, marginalidad, abortos, mortalidad materno infantil, etc.— que son implícitamente medicalizados al menos en el nivel semántico. (Malón, A, 2012, p, 214). No obstante, la revisión realizada por Malón, A (2012) y gracias a su análisis crítico y constructivo fue posible evidenciar en informes de instituciones como la ONU un interés enfocado desde lo teórico al fomentar un discurso ligado a la importancia por abordar la educación sexual desde la integralidad que requiere, lo cual permitiría comprender que 18 dicho marco integral contemplaría no sólo aspectos biológicos e identificando que dentro de los marcos pedagógicos se han dejado de lado las cuestiones relacionales y afectivas, lo cual perjudica en este sentido la perspectiva integral que se pretende (ONU, 2010, citado por Malón, 2012). Se reconoce que dichos informes presentados por la ONU son un avance al contemplar diferentes problemáticas distintas al embarazo adolescente y las ETS, que se presentan hasta el día de hoy como el factor común de los proyectos de implementación de ESI; fue posible identificar que entre dichas problemáticas se aborda la necesidad de prevenir, a través de la educación sexual, situaciones de violencia y abuso sexual infantil. Esto podría catalogarse como una discutible esperanza, ya que pese al avance en el cuestionamiento conceptual frente a dicha problemática, es evidente el retraso en la implementación metodológica de dichos cuestionamientos, especialmente frente a aquellos casos de violencia sexual infantil en los cuales el agresor supone el progenitor o un familiar cercano, lo cual incrementa la gravedad y cronicidad del hecho (Nathan & Snedeker, 2001; Wehnert & Gaenslen, 1992, citado por Malón, 2012). No obstante, la revisión realizada por el autor deja ver que dentro de la práctica y las estrategias de atención integral que se plantean a nivel mundial existen vacíos conceptuales y metodológicos frente a lo concerniente a la prevención de situaciones de violencia y abuso desde la implementación de una Educación Sexual integral, dejando a su paso vacíos principalmente de tipo metodológico. En la misma línea de análisis se encuentra Martínez Román (2021) quien reconoce los vacíos existentes en cuanto a la implementación de una verdadera estrategia de educación sexual integral y señala que: Actualmente no se está abordando la educación sexual desde una perspectiva integral, que permita a los y las adolescentes desarrollar conocimientos, actitudes y destrezas para mejorar su salud sexual, así como el desarrollo de un pensamiento crítico que les habilite para defender sus propios derechos y contribuir así a la transformación del statu quo y promoción de la igualdad de género (Lameiras et al., 2019, citado en Martínez Román, 2021). 19 Hecho quecontinúa legitimando escenarios de violencia sexual contra las niñas, adolescentes y mujeres principalmente, lo cual se evidencia en las cifras mencionadas anteriormente. y que permiten contextualizar la complejidad de la problemática que se pretende fortalecer desde una apuesta de abordaje de estrategias de prevención al abuso sexual mediante la implementación de una ESI que logre contemplar desde su marco teórico y metodológico una profundización de dicha problemática como un hecho transversal a lo largo de la vida. Ahora, al analizar investigaciones referidas al abordaje de la violencia sexual, fue posible encontrar autores como Alario (2019), quien, en cuanto a la necesidad de entender la educación sexual como herramienta de prevención a las diferentes violencias ejercidas especialmente contra las mujeres, señala que: La educación sexual que puede llegar a darse en los centros educativos está enfocada desde un modelo heteronormativo y coito céntrico y sus objetivos son prevenir los embarazos no deseados y las infecciones de transmisión sexual. Estos objetivos son muy relevantes, pero la educación sexual no puede reducirse a eso. Una buena educación sexual debe incluir entre sus objetivos la prevención de la violencia sexual, para lo cual debe ocuparse de temas como la reciprocidad, el placer, el cuidado y el autocuidado, el deseo, la comunicación, la empatía, el consentimiento… (p. 59). Así mismo, autores como Moreno y Santibañez (2021) quienes realizaron una sistematización y análisis del estado del arte frente a la educación sexual en países como Colombia, México, Uruguay y Chile, identificaron la necesidad de fortalecer el reconocimiento y vivencia de los derechos sexuales y reproductivos, en especial frente a temas de diversidad sexual y equidad de género, dadas las constantes situaciones de violencia y discriminación hacia personas con identidades u orientaciones sexuales diversas, además, de la violencia de género y el feminicidio. Además, mencionan que se requiere de todos los esfuerzos necesarios para disminuir la incidencia de este tipo de violencia, para lo cual la educación es una herramienta fundamental de cara a la prevención de dichas problemáticas. 20 Ahora bien, en cuanto a las investigaciones y perspectivas que evidencian la situación latinoamericana en concreto, vale la pena reconocer que las dificultades de implementación no se reducen únicamente a un vacío teórico y metodológico, sino que también la resistencia por parte de las familias ha abierto numerosos debates que han retrasado la implementación de una ESI transversal al ciclo escolar y el abordaje de las necesidades de cada una de las etapas del desarrollo. Existe un desconocimiento de la sexualidad como experiencia esencial del desarrollo humano, aun cuando la legislación en países como Colombia es clara al plantear que la educación sexual escolar es una tarea legalmente compartida por la familia y los colegios (Moreno y Santibañez, 2021), En el 8vo Congreso de Educación, Orientación y Terapia Sexual, realizado en la capital cubana en el año 2018 se evidenciaron los vastos retrasos en materia de Educación Sexual en América Latina. Expertos, investigadores y representantes de ministerios de educación insisten en que no basta con estar de acuerdo con las ventajas de la educación sexual integral si no se logra concretar (De Vitta, 2018). Dentro de los obstáculos para el cambio se encuentra que pese a que las directrices operacionales del Fondo de Población de la Naciones Unidas (UNFPA), publicadas en 2014, buscan “una visión holística de la sexualidad y del comportamiento sexual, que va más allá de la prevención del embarazo y de las infecciones de transmisión sexual” (De Vitta, 2018), estas no han sido institucionalizadas en la mayoría de países de Latinoamérica y el Caribe, evidenciando contrario a esto y tal como señala dicho autor, que el 33% de los países presentan retrasos en sus políticas públicas o no presentan avances normativos frente al tema. Reconociendo la situación general de Latinoamérica, vale la pena ahondar un poco más sobre las estrategias de Atención Integral a niñas, niños y adolescentes que propone Colombia y que pretende una proyección que contempla el período entre 2015 y 2025. “La Estrategia de Atención Integral para niñas, niños y adolescentes se define como el “conjunto de decisiones políticas y acciones planificadas de carácter nacional y territorial dirigidas hacia la promoción y garantía del desarrollo integral de niñas, niños y adolescentes, con énfasis en la prevención de su embarazo y la reducción del embarazo 21 subsiguiente, en el marco de la promoción de los DSR” (Ministerio de Salud y Protección Social y el Fondo de Población de las Naciones Unidas, 2015-2025). Se reiteran los análisis realizados por diferentes autores citados anteriormente que muestran el enfoque de salubridad y control social con el cual se están desarrollando actualmente las implementaciones en materia de Educación sexual en Latinoamérica e incluso en Europa y Estados Unidos. Si bien dicho enfoque presenta una perspectiva con una amplia proyección, plasmando un interés por fomentar una Educación sexual integral, se evidencia la complejidad de su implementación metodológica, identificando la invisibilización de diferentes problemáticas que surgen a lo largo del ciclo escolar y que deberían tener la misma importancia dentro del aporte que puede tener la Educación sexual para el desarrollo integral de todos los niños, niñas y adolescentes en Colombia. La estrategia desarrollada por el gobierno nacional para esta atención Integral pretende darse de acuerdo a las fases del desarrollo teniendo en cuenta el ciclo vital de la población estudiantil, encontrando que la aproximación se realiza desde una acción diferenciada por grupo de niños, niñas y adolescentes, en intervalos de edades a través de los cuales se constituyen 4 grupos específicos de acuerdo con el Ministerio de Salud y Protección Social y el Fondo de Población de las Naciones Unidas, (2015-2025): Niños y niñas de 6-9 años, para los cuales se promueven temas referentes a sentido de vida y acciones de promoción y prevención frente al cuidado, autoprotección y seguridad; Niños y niñas de 10- 14 años, con un abordaje de temas como comprensión de las diversas opciones personales y sociales, roles y expectativas, así como la atención a aquellas problemáticas que afectan la participación de hombres y mujeres en diferentes espacios; Adolescentes de 15-19 años, la discusión, la reflexión y la comprensión de formas diversas de expresión y modos de ser, roles de género y prácticas cotidianas, así como una reflexión crítica frente al ideal de belleza y el cuerpo; por último, Adolescentes y jóvenes gestantes, padres y madres, frente a los cuales se pretende la reflexión, cuestionamiento y asunción de comportamientos autónomos, libres y responsables en torno al ejercicio de los DSR. No obstante, de acuerdo con la problemática de violencia sexual del cual se ocupa este trabajo, fue posible identificar que pretende abordarse en el rango de edad de 10-14 años, a partir de la prevención de abuso sexual y activación de rutas de atención, sin embargo, evidenciando 22 que, dentro de la profundización de cada componente a trabajar, este no es un tema central dentro de la estrategia. Adicionalmente, de acuerdo con la postura que pretende la presente investigación, y desde la complejidad que supone la comprensión de un evento tan riesgoso como lo es la violencia sexual, este debería ser un tema por abordar de manera transversal a lo largo del ciclo escolar. Marco teórico Sexualidad Diversas disciplinas como la medicina, la antropología, la sociología, la psicología, entre otras, han abordado la dimensión de la sexualidad comoun ámbito fundamental de la experiencia humana, identificando desde sus inicios conceptuales una perspectiva principalmente biomédica que daba cuenta de un abordaje centrado en la genitalidad y la experiencia sexual, perspectiva que a lo largo del tiempo fue permeando las distintas estrategias de control y abordaje en instituciones educativas y médicas. Tal y como puede constatarse desde instituciones como la OMS en 1974 (OMS, 2017), fecha en la cual se define por primera vez la llamada “salud sexual” como “la integración de los elementos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual por medios que sean positivamente enriquecedores y que potencien la personalidad, la comunicación y el amor” (p.2), haciendo especial énfasis en la atención al placer y el derecho a recibir información sexual. Más adelante se encaminó su definición de acuerdo con las problemáticas que se iban evidenciando en la población, de modo que en 2002 se centró la mirada en las afecciones en la salud sexual y reproductiva que ponían en riesgo el desarrollo sexual principalmente de la población joven, por lo cual se le da un abordaje en prevención de riesgos y promoción de la salud sexual y reproductiva, mitigando problemáticas ligadas al VIH y demás enfermedades de transmisión sexual, el embarazo adolescente, los abortos, entre otras. 23 Como se ha precisado en este documento, la educación enfocada en la sexualidad se presentaba como una necesidad por abordar problemáticas que salían a la luz en la pubertad a raíz del inicio de la vida sexual, dejando de lado una concepción de la sexualidad como experiencia transversal a lo largo de la vida y cuya dimensión abarca mucho más que la genitalidad y la actividad sexual de los individuos. Ahora bien, siendo evidente la necesidad por establecer una definición más clara y reconociendo que se estaban viendo inmersos varios conceptos dentro de la llamada “salud sexual” que requerían de una especificidad conceptual, la OMS logra definir el concepto de sexualidad, permitiendo un terreno común para abordarlo desde la multiplicidad de disciplinas que pueden verse involucradas dentro del tema. Es así, como se constituye la definición de «salud sexual» resultante, así como los conceptos conexos de «sexo», «sexualidad» y «derechos sexuales» (OMS, pg, 2, 2017), dando como resultado una definición sobre sexualidad integral y de acuerdo con las transformaciones conceptuales que se habían requerido a lo largo del tiempo, entendiendo dichos avances se define la sexualidad como: Un aspecto central del ser humano que está presente a lo largo de su vida. Abarca el sexo, las identidades y los roles de género, la orientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. Se siente y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, comportamientos, prácticas, roles y relaciones. Si bien la sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no todas ellas se experimentan o expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales. (p. 3) Con el fin de permitir una conceptualización amplia e integral del término “sexualidad”, vale la pena revisar dichas concepciones desde autores como Corina García- Piña (2016) que han abordado el concepto desde disciplinas como la pediatría, haciendo énfasis en sus distintos componentes y que permiten una perspectiva desde la integralidad. No obstante, las definiciones actuales se asemejan conceptualmente a la expuesta por la Organización Mundial de la Salud, reconociendo esta como “conjunto de manifestaciones 24 fisiológicas, anatómicas, psicológicas, afectivas y sociales del ser humano; incluye al sexo, al género, al erotismo, a la vinculación afectiva y a la reproducción” (García-Piña CA, 2016). Vale la pena resaltar, asimismo, los componentes o manifestaciones de la sexualidad expuestos por García-Piña (2016) y que dan cuenta de la amplitud con la que debe abordarse la sexualidad como dimensión central de la experiencia humana desde el nacimiento: - Manifestaciones relacionadas con el género: Relacionadas con pertenecer a uno u otro género, desde las diferencias físicas, la forma de expresarse y relacionarse con los demás. Reconociendo a partir de este aspecto la importancia que cobra el entorno familiar desde el embarazo en cuanto a las formas de expresarse y las diferencias que existen en dichas expresiones dependiendo del género, siendo durante los primeros tres años de edad que los infantes empiezan a comprender las diferencias entre varones y mujeres: el niño observa al modelo masculino que tiene más próximo y la niña al femenino e interiorizando de esta manera los valores que estos roles adquieren en la sociedad. - Manifestaciones relacionadas con la reproducción: es la forma en que niñas y niños se identifican o están interesados en los eventos de la concepción, el embarazo y el parto. Desde pequeños van experimentando y construyendo su capacidad de maternidad o paternidad con sus progenitores, en los juegos con sus iguales, en el cuidado de sus mascotas o juguetes; en este sentido, es necesario reconocer y permitir que los varones, al igual que las niñas, desarrollen y expresen plenamente esta capacidad, que no haya distinción entre juegos de niñas y niños, que se les permita experimentar y desarrollar su capacidad de maternidad y paternidad a través del juego. - Manifestaciones sobre los vínculos afectivos: es la capacidad de relacionarse y sentir afecto por seres queridos, familiares, amigos y mascotas. Los vínculos afectivos se relacionan con la capacidad de sentir afecto por los demás. Siendo la 25 madre el primer vínculo, y la familia la principal portadora de vínculos afectivos y quienes deberán enseñar y mostrar desde las primeras etapas formas de vinculación saludables. - Manifestaciones relacionadas con el erotismo: reflejan la capacidad que tienen niños y niñas de percibir las diferentes sensaciones corporales. Durante los primeros meses va descubriendo su cuerpo y las sensaciones que puede experimentar con los diferentes sentidos: la vista, el olfato, el oído, el tacto y el gusto; los sentidos también le ayudan a conocerse y a relacionarse con personas y objetos e ir diferenciando las emociones que le provocan placer o disgusto, siendo experiencias como la masturbación parte del desarrollo psicosexual de los niños. Educación Sexual Integral Los programas de Educación Sexual que tienen un mayor impacto y eficacia en la prevención de la violencia sexual son los que transversalizan y ponen en práctica el principio de integralidad en el proceso de aprendizaje. La Educación Sexual Integral lo es en el sentido que complejiza y amplía la mirada sobre la sexualidad. Al ser esta una dimensión fundamental en el desarrollo humano, el sector educativo debe desempeñar un rol importante en el desarrollo de competencias para el ejercicio libre, saludable, autónomo y placentero de la sexualidad (MEN, 2015). La UNESCO define a la ESI como “un proceso basado en currículo para enseñar y aprender acerca de los aspectos cognitivos, emocionales, físicos y sociales de la sexualidad” (2018, p. 16). El empoderamiento de niños, niñas y jóvenes en conocimientos, habilidades y actitudes sobre la sexualidad, además de procurar el acceso a condiciones de salud, bienestar y dignidad, busca fortalecer el desarrollo de relaciones sociales y sexuales respetuosas, considerando cómo las decisiones afectan el propio bienestar y el de los demás. Así bien, una ESI de calidad debe ser científicamente precisa, aplicarse de forma gradual desde edades de tempranas, además de estar adecuada a cada edad y etapa de desarrollo;esto quiere decir que se abordan los temas referidos al desarrollo cuando sea más oportuno para la salud y bienestar de los estudiantes, admitiendo a su vez la diversidad 26 de desarrollo cognitivo y emocional. Adicionalmente, es una propuesta educativa basada en la integralidad de forma que incluye temas comúnmente relacionados a la salud sexual pero también aquellos que puedan ser difíciles en algunos contextos. En este punto es muy importante considerar que la minimización o evitación de temas que incomodan a los profesores o psicólogos en las instituciones educativas conlleva a una pérdida de acceso a información y formación de calidad. Por tal razón, es necesario que las y los profesionales encargados desarrollen competencias idóneas en estos temas al mismo tiempo que un grado alto de comodidad con el objeto de estudio (UNESCO, 2018). Sumado a lo anterior, la ESI promueve el respeto y la comprensión de los derechos humanos universales (a la salud, a la educación, a la igualdad de información y a la no discriminación), entre los que, por supuesto, se encuentran los de la infancia y juventud, y aquellos relacionados con la salud sexual y reproductiva. Conocer los propios derechos, reconocer los de los demás y también las situaciones de vulneración a estos, constituyen procesos fundamentales y deseados en el desarrollo del pensamiento crítico, también en el proceso generar la conexiones y caminos que permiten reconocer las diferentes maneras en cómo las normas de género influyen en la desigualdad y cómo estas desigualdades afectan las decisiones y, por consiguiente, el bienestar de niñas, niños y jóvenes. Es decir que la ESI tiene como base también un enfoque basado en la igualdad de género, característica que influye significativamente en los programas de Educación Sexual que lo implementan y los que no. El acceso equitativo, contextualizado y de calidad a una ESI permite a los niños, niñas y jóvenes tener los más altos niveles de acceso al derecho a la salud, en el que se inscriben las elecciones sexuales responsables y respetuosas, el libre desarrollo de la personalidad (incluyendo la identidad y la orientación sexual) y las garantías de protección frente a situaciones de vulnerabilidad o riesgo. Empoderar a los estudiantes sobre sus derechos es una invitación a la responsabilidad física y afectiva, esta pauta en la ESI da cuenta de su carácter transformador en nuestros marcos de relación, de manera que se esperaría fuese una herramienta sólida para la construcción de condiciones más justas y habilitantes para el disfrute de una sexualidad consciente y libre (Miller, 2001). 27 Aun cuando la ESI es, en principio, un proyecto educativo que se desarrolla como parte de un currículo escolar es clave advertir que ante todo es una apuesta comunitaria. Una pedagogía que se imparte en entornos formales y no formales. Estos últimos referidos al espacio público, a puntos de encuentro comunitario y cultural, clubes deportivos, centros de capacitación profesional, instituciones de salud, plataformas de internet, entre otros (UNESCO, 2018); pues son escenarios con oportunidades importantes para sensibilizar e informar sobre los contenidos de la ESI en su amplia variedad, desde el rescate de la dimensión del cuidado en la formación escolar hasta la prevención del abuso y la violencia sexual en la infancia y adolescencia. Aunque los mecanismos de impartición de la ESI pueden diferir entre estos entornos menos formales y aquellos propiamente institucionalizados, el contenido debería basarse en la evidencia e integrar características de programas que cuenten con alta eficacia. Desarrollo psicosexual Teniendo en cuenta el objetivo de la presente investigación es de vital importancia resaltar los avances teóricos que han tenido lugar dentro de disciplinas como la Psicología y que han sido la base de diferentes estrategias psicoeducativas en materia de Educación Sexual Integral dando especial relevancia a la perspectiva del desarrollo y a la importancia de precisar el ciclo vital como categoría fundamental dentro de dichas estrategias. Dicho esto, dentro de la revisión teórica, fue posible identificar que el sustento teórico que se identifica como base sólida de lo dicho desde la psicología, presenta sus fundamentos en el psicoanálisis y específicamente en el psicoanalista Sigmund Freud, quien desarrolla su idea sobre las etapas de la sexualidad, desde una comprensión de la sexualidad como transversal a lo largo del ciclo vital, lo que permite sustentar la importancia de abordar dicha dimensión entendiendo las diferentes etapas del ciclo vital y el sano desarrollo en las diferentes esferas de la vida. De este modo, a continuación, se precisarán cada una de las etapas acompañadas por fundamentos desde el desarrollo psicosexual que permita reconocer la integralidad de dicho abordaje y de esta manera precisar estrategias de intervención que identifiquen el 28 momento preciso y pertinente para trabajar temas referentes a la sexualidad, privilegiando de manera enfática las etapas del desarrollo en las que se encuentran los niños, niñas y adolescentes. No obstante, reconociendo que la edad no es la única categoría por medio de la cual se asegura la pertinencia de dicho abordaje, sino que existen características particulares, personales y contextuales que impulsarían o retrasarían dicho desarrollo. Ahora, con el fin de propiciar una comprensión integral y contextualizada con respecto a las etapas de la sexualidad se precisarán las mismas desde la conceptualización desarrollada por autores como García-Piña (2016) y Font (2016): Fase oral: se presenta durante el primer año de vida. En esta etapa la boca es el núcleo primario de energía y gratificación sexual, siendo la boca la parte del cuerpo que proporciona satisfacción, agrado y acercamiento hacia la madre. En esta etapa, debido a que es el centro del placer, es común observar que los menores llevan frecuentemente objetos a la boca, así como las manos y los pies. Además, se inicia la etapa de conocer su propio cuerpo. Esta etapa se caracteriza por el desarrollo de un sentimiento de confianza por parte del niño. La necesidad básica de alimento se convierte, además, en una experiencia sensual y placentera y, para él, es muy importante la sensación de que sus necesidades están cubiertas. Fase anal: abarca del primer al tercer año. La zona erógena se encuentra focalizada en la región anal. En esta etapa el niño adquiere mayor control de su cuerpo: inicia el control de esfínteres, cuyos músculos le permiten retener y expulsar las heces, y adquiere placer al hacerlo; además descubre que puede tener control del esfínter permitiendo el inicio al proceso de su independencia. Establece, además, una nueva forma de relación que puede ser vivida como algo beneficioso (la limpieza) y satisfactorio (la alegría de la madre) o bien como una imposición difícil de aceptar, además de manifestarse también, con intensidad, la necesidad de explorar el cuerpo, lo cual le hace contactar con sus órganos genitales que manipulará para obtener placer. 29 Fase fálica: de los tres a los cinco años. El núcleo de energía sexual se encuentra en los genitales. Niñas y niños experimentan placer al tocarse los genitales y masturbarse. Se presenta el complejo de Edipo donde la libido o energía sexual está enfocada en los padres y son objetos de deseo. En esta etapa se despierta el interés sexual propiamente dicho: la curiosidad conduce a una intensa exploración sexual y al descubrimiento de los órganos genitales como fuente de placer. Esta etapa culminará con la adquisición de la identidad de género, es decir la conciencia acerca de sí mismo/a, con relación a la propia individualidad como varón o hembra (Money, 1972, citando en Font, 2016). Se presentaesta etapa como una de las más conflictivas, difíciles y sensibles en el desarrollo, la cual se ve especialmente susceptible a creencias y conductas de prohibición y represión por parte de los padres hacia los niños al dar cuenta de su interés por la exploración sexual a través de sus órganos genitales. Etapa de latencia: se presenta aproximadamente entre los seis y once o doce años (dependiendo del autor). Este periodo comprende la declinación de las manifestaciones de la sexualidad infantil y el comienzo de la pubertad; se observa una disminución de las actividades relacionadas con el erotismo y aparecen los sentimientos de pudor, asco, las aspiraciones morales y estéticas. En esta etapa las manifestaciones de la sexualidad sufren una profunda transformación, sus intereses se dirigen hacia otros destinos, hacia el mundo extrafamiliar. En la latencia se da gran importancia a la integración con los pares pues pertenecer a un grupo es uno de los asuntos más importantes. En este período la sexualidad está presente de otra forma, la sublimación cede lugar a fortalecer otros aspectos como el aprendizaje de diferentes habilidades, las responsabilidades, la reflexión, el deseo por aprender, la recreación, el deporte y el fortalecimiento de los vínculos afectivos con su grupo de amigos. Etapa genital: etapa de la adolescencia en la que hay una serie de cambios físicos y psicológicos, continúa la lucha por la autonomía e identificación con el grupo de compañeros. Durante esta fase se alcanza la capacidad de reproducción; 30 sin embargo, la madurez emocional y física no logran su totalidad. Esta etapa incluiría el renacimiento del interés por la sexualidad en sus diferentes manifestaciones; la práctica de la masturbación; las primeras relaciones sexuales, en algunos casos homosexuales en un primer momento; la tentativa de alcanzar roles más adultos y, en definitiva, la madurez. La zona erógena predominante en esta etapa serían los genitales. Por otra parte, autores como Marcello Bernardi (1980) precisan tres etapas a tener en cuenta dentro del abordaje de la sexualidad: edad preescolar, escolar y adolescencia, y a partir de dichas etapas se reconocen ciertas características que vale la pena analizar: Edad preescolar: En esta etapa se reconocen niños entre los tres y seis años, siendo posible caracterizar niños con una gran curiosidad por el origen de la vida, su propio origen y el de los demás niños (Bernardi, 1980), siendo evidente una permanente insistencia por comprender a profundidad estos temas. Durante esta etapa es posible identificar interrogantes en los niños con respecto a la fecundación, el embarazo, el parto, el recién nacido, la lactancia, e incluso sobre la relación sexual, en relación con el origen de la vida. Edad escolar: Esta etapa se desarrolla entre los 6 años y hasta la pubertad, reconociendo tal como señala Bernardi (1980), la apertura a un universo nuevo, todo un mundo de costumbres insólitas, de amistades, de entusiasmos y descubrimientos, entrando a formar parte de la comunidad humana. Durante este periodo parece que sus nuevos intereses tienden a diluir la carga de emociones relacionadas con el sexo. No obstante, persiste la curiosidad, el deseo frente a temas relacionados con la sexualidad. Siendo posible identificar curiosidad con respecto a la anatomía de los dos sexos, la relación sexual, la fecundación, la iniciación a la pubertad, la masturbación, el pudor, la homosexualidad, el amor, entre otros aspectos que surgen a través de la experiencia. 31 Adolescencia: Durante este periodo se cree de especial relevancia haber conseguido en etapas previas que el adolescente se enriqueciera de conocimientos puntuales en materia de sexualidad, siendo evidente un inevitable alejamiento y evitación por parte del adolescente hacia las figuras adultas, encontrando estrechas relaciones con sus pares. Por tal razón, la información se dirigiría hacia aspectos más profundos como la fisiología de la pubertad masculina y femenina, el coito, las preocupaciones del adolescente acerca de su propio desarrollo, las enfermedades venéreas, los métodos anticonceptivos, el primer amor, entre otros en relación con sus experiencias (Bernardi, 1980). En conclusión, la sexualidad se presenta como una dimensión de la experiencia humana que se manifiesta a lo largo del ciclo vital desde diferentes expectativas y perspectivas de acuerdo con la etapa, sin embargo, es posible evidenciar que los tres primeros años le corresponde al sistema familiar fomentar el sano desarrollo de la sexualidad, desde el respeto y la comprensión. Luego de los tres años, instituciones como el colegio y demás sistemas en los cuales se desenvuelven los niños, niñas y adolescentes deberían desarrollar estrategias de abordaje de la Educación Sexual Integral, teniendo como base teórica y metodológica el respeto por las diferentes etapas del ciclo vital, siendo coherentes y pertinentes frente a dichas experiencias y expectativas de acuerdo con el desarrollo psicosexual. Modelo Ecológico de Atención y Prevención de la Violencia Conforme a lo que se ha desarrollado en la presente propuesta respecto al papel que cumple la Educación Sexual Integral en la formación, es preciso abordar en este punto el modelo que guiará la indagación sobre el mayor o menor grado de integralidad con que se es percibido este proyecto desde la experiencia de algunos actores involucrados en el proceso de conceptualizar, instaurar y llevar a cabo la ESI para la prevención de la violencia sexual contra niños, niñas, jóvenes y mujeres. En primer lugar, es importante acotar que la violencia es entendida como un fenómeno dinámico y complejo en el cual intervienen diferentes factores en su ocurrencia 32 (Krug et al., 2002). Partir de este reconocimiento permite y exige un conocimiento más preciso sobre las condiciones que subyacen a las prácticas violentas que se presentan en los diferentes ámbitos personales y sociales. Intervenir entonces, es un imperativo; lo es también enfrentarse al desafío de transformar estas condiciones desde la prevención, la atención y sanciones efectivas para una vida libre de violencia. El modelo ecológico para la comprensión de la violencia contra las mujeres propuesto por Lori Heise provee una visión integrada sobre los diferentes sistemas que están involucrados en la violencia de género y, en general, en las dinámicas relacionales entre grupos y personas. Este enfoque, además de alejarse de visiones restrictivas que centran la atención de la violencia sobre las víctimas, amplía la mirada hacia la prevención, la atención y la intervención a un marco más inclusivo y transformador. Se entiende entonces que la violencia y, en el caso puntual de la presente indagación, la violencia sexual afecta a los individuos pero también a la estructura social en su conjunto. El planteamiento de Heise (1994), que parte de la propuesta ecológica de Bronfrenbrenner e integra hallazgos de la investigación feminista de finales del siglo XX, ha sido asumido por la Organización Mundial de la Salud (2003) en el Estudio Multicéntrico: Sobre la Salud y la Violencia Contra las Mujeres (2004), así como en el informe Mundial sobre Violencia y Salud (2002). Este modelo se basa en el reconocimiento de las violencias contra las mujeres como un fenómeno dinámico, que se produce en la interacción de las historias individuales (endosistema), las relaciones más inmediatas (microsistema), los ámbitos socioeconómicos donde se producen (exosistema) y los contextos culturales (macrosistema) (CPEM, ONU Mujeres &AECID, 2014). Dentro del recuento de las formas de violencia que afectan a las mujeres Lori Heise menciona, entre otras, el incesto, los abusos sexuales (en la infancia y la adolescencia), la prostitución infantil, el abusoy el acoso sexual como problemáticas que pueden ser abordadas por el Modelo Ecológico para la prevención de la violencia. El primer sistema es el individual o el endosistema, allí se inscriben los factores bio-psico-sociales que están asociados a la historia personal, es decir, la genética, la 33 personalidad, la edad, el sexo, el nivel educativo, la ocupación y los ingresos. La tolerancia de las violencias contra los niños, niñas, jóvenes y mujeres y, en consecuencia, el silencio alrededor del abuso sexual se entiende desde esta perspectiva como el proceso de aprendizaje y normalización de la violencia ocurrida en la infancia, de esta forma se incorporan nociones que validan la violencia como un medio aceptable de interacción (CPEM, ONU Mujeres & AECID, 2014). Los mecanismos que operan en este nivel de la violencia se refieren a: la excusa social de los agresores al considerar que no se encuentran en capacidad de discernir entre el comportamiento inadecuado versus el adecuado, la culpabilización de la víctima, la aparente autonomía que se concede al rol formativo y la identificación con el hecho violento (CPEM, ONU Mujeres & AECID, 2014). En segundo lugar, el microsistema, da cuenta de las relaciones interpersonales y los entornos más inmediatos de las personas. En estos se encuentran las relaciones familiares, conyugales o de pareja, y quienes forman el grupo familiar y las amistades más cercanas. Como se ha constatado, en el entorno familiar la violencia y el acoso sexual contra los niños, las niñas y los adolescentes se potencian, ya que a través de diferentes dispositivos y mecanismos se construye el sistema de relaciones que sostiene/oculta la violencia. Los dispositivos que operan a este nivel tienen que ver con las relaciones que se construyen al interior del hogar y que se proyectan en los vínculos más cercanos. Siguiendo el análisis feminista, el ordenamiento patriarcal de las familias se caracteriza por el autoritarismo, el control sobre los recursos y la toma de decisiones por parte de la figura masculina del hogar. Estas relaciones instalan expectativas y códigos sexistas y discriminatorios para los miembros de la familia(CPEM, ONU Mujeres & AECID, 2014). De acuerdo con Incháustegui & Olivares (2011), crecer en ambientes familiares violentos, sufrir violencia directamente o ser testigo de actos violentos pueden predisponer a la persona a sufrir o perpetrar este tipo de actos en la adolescencia, la juventud y la vida adulta. La reducción de riesgos en este sistema debería contemplar la propuesta de ESI como la oportunidad para trabajar en pautas respetuosas de crianza (con apertura a la diversidad), también en formas más comprensivas de convivencia familiar y en el avance de condiciones de mayor equidad de género. 34 El tercer sistema se denomina exosistema, en este se exploran los contextos comunitarios, las relaciones sociales más próximas (barrio, institución educativa, trabajo) y los factores económicos. En este ámbito se encuentran los roles de legitimación social de las violencias ejercidas por la escuela, la familia, los medios de comunicación, los pares, la justicia y los contextos socioeconómicos. El Modelo Ecológico para la Comprensión de la Violencia contra las Mujeres resalta que uno de los principales dispositivos de este sistema que perpetúa la violencia refiere a la separación del espacio público y privado: un código cultural propio de los contextos más patriarcales en donde “lo que pasa en casa se queda en casa”, es decir que la comunidad en general no tiene el permiso social de intervenir en lo que ocurre al interior de una familia (CPEM, ONU Mujeres & AECID, 2014). El aislamiento social de las familias se convierte en una herramienta de reproducción de la violencia sexual en la medida en que se instaura el silencio, la vergüenza y la honorabilidad como medios legítimos frente a hechos que ocurren, aparentemente, de forma aislada. Dejando así a los niños, niñas, adolescentes y mujeres con información y atención limitadas para la protección de sus derechos y de las consecuencias frente al abuso. Cabe resaltar la importancia que da la ESI a la necesidad de cooperación entre diferentes sistemas para llevar a cabo los objetivos de reconocimiento y garantía de los derechos sexuales y reproductivos, extendiendo la responsabilidad de formación y protección desde los hogares hasta la comunidad en su conjunto. En un cuarto nivel se encuentra el macrosistema, referido a los contextos culturales y a la estructura social, se reúnen los factores que contribuyen a favorecer un clima que fomenta o inhibe la violencia como un medio para resolver los conflictos, es decir, los valores, creencias y representaciones culturales que reproducen un determinado ordenamiento. Ejemplo de violencias expresadas en este sistema pueden ser las dinámicas de impunidad, una cultura arraigada a la tradición, el acceso a armas, la cultura de la ilegalidad o de la prostitución. En este nivel se observa el grado de institucionalización de las pautas o normas que toleran la violencia, en el caso de la violencia sexual esta se justifica a partir de creencias sobre el poder de decisión en los cuerpos y los proyectos de vida de los niños, niñas, jóvenes y mujeres. La sexualidad, apartada de nociones restrictivas, es vista como una dimensión fundamental para el conocimiento personal y 35 relacional desde una ESI, y en esta medida reconoce el carácter transformador que esto implica para la relaciones sexuales y sociales. Por otro lado, en este nivel es posible dar cuenta de cómo la violencia institucional potencia la violencia social: el poder autoritario y el desprecio por los derechos humanos, incluyendo el abuso de poder, incentivan al desacato de la ley y de las normas para una sana convivencia, un escenario propicio para la anomia social y, en consecuencia, para la ocurrencia de todas las formas de violencia (Incháustegui & Olivares, 2011). El enfoque ecológico tiene una gran utilidad para la explicación de la violencia y de la interacción entre factores de riesgo y protección que operan en el individuo y su contexto. Es también una perspectiva que identifica e integra las raíces del problema, lo que conduce a propuestas de prevención e intervención que resultan más pertinentes para erradicar la violencia. El Informe Mundial sobre la violencia y la salud evidencia que invertir en estrategias multisectoriales para prevenirla tiene sólidos fundamentos científicos, económicos políticos y sociales. En este sentido, afirma que la prevención sobre las causas primarias mejora la eficacia y resulta costo eficiente; fomentar la prevención primaria implica estimular y respaldar el desarrollo, la aplicación y evaluación de programas diseñados específicamente para detener el avance de la violencia (Krug et al., 2002). Entre las estrategias de atención primaria se encuentran las intervenciones tempranas. Estas se refieren a los programas de prevención de la violencia que van dirigidos a los niños o, inclusive, a etapas más tempranas del desarrollo. Estas tienen la posibilidad de moldear actitudes, conocimientos y comportamientos en los niños en el momento que se encuentran con mayor apertura. Así mismo, contemplan el aumento de la participación de los padres, las instituciones y la comunidad como parte fundamental del proceso. Este tipo de prevención es precisamente la que persigue el proyecto ESI, ya que apela por un currículo que sea transversal a todo el proceso formativo, a partir del cual se busca orientar y acompañar desde las etapas más tempranas. Objetivos 36 ● General: Analizar de qué manera se está implementando la ESI desde la perspectivas de dos subsistemas (colegio y sector público de la ciudad de Bogotá) involucrados en el sistema educativo ● Específicos: o Identificar