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Filosofia da Biologia - Paulo C Abrantes-208

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emanado de la Razón Pura, y accesible a la conciencia por encima de cualquier intento
de distorsión u ocultamiento (Factum).
El carácter explicativo del proyecto científico no lo hace fundamentalmente distinto
de lo que los grandes filósofos emprendieron como filosofía moral. Ahora, tratándose de
explicaciones científicas de fenómenos complejos como es el caso de la moral, se requiere
de un gusto por la especulación y una disposición a arriesgar concepciones sobre la
base de una evidencia fragmentada y frugal. En cierto modo, los filósofos reciben un
entrenamiento que se adapta, o quizás se “exapta”, para estos casos. Aunque se les acusa
de elaborar concepciones de escritorio sobre el mundo, a menudo es indispensable
poder elaborarlas de ese modo, con la única evidencia del sentido común o del “mundo
de la vida”, aunque se trate de uno científicamente informado. Pues al abordar un
problema nuevo, la ciencia carece de datos específicos y teorías contrastadas. Pero como
se requiere siempre de alguna concepción para aproximarse a un fenómeno, las primeras
concepciones suelen tener un carácter especulativo o filosófico. En último término, esta
es la justificación para abordar, como filósofo, un tema científico que es todavía, en
buena medida, especulativo.
2 Evolución de normas morales
Comienzo reseñando brevemente el pensamiento de dos autores que son ya clásicos
y que, si bien pertenecen al campo de la ciencia más que al de la filosofía, abordaron
el tema de la evolución de la moral con la requerida dosis de osadía filosófica. Se
trata, por un lado, de Charles Darwin y de sus reflexiones sobre la evolución de la
moral en El Origen del Hombre (1871) (en adelante, OH); y por otro lado, de Robert
Trivers y su artículo clásico “La evolución del altruismo recíproco” (1971). Trivers es
omnipresente en la literatura científica sobre la evolución de la moral. Figura como el
co-inspirador de un programa de investigación que utiliza la teoría de juegos, en versión
evolucionista (TJE), para indagar por el carácter adaptativo, es decir, la estabilidad de las
estrategias cooperativas en competencia reproductiva con otras menos cooperativas. La
TJE asigna utilidades o pagas a las estrategias en interacción; las hace interactuar al azar
por un número grande de generaciones; hace una equivalencia entre utilidades y éxito
reproductivo; y calcula su éxito al final del proceso. En las simulaciones computacionales
de estos procesos evolutivos, el altruismo recíproco propuesto por Trivers demostró sus
cualidades robustas para algunos tipos de interacción social. Los desarrollos ulteriores
son, en cierto modo, y dicho en jerga filosófica, notas a pie de página de ese artículo
clásico. La omnipresencia de Trivers es justificada. Darwin, en cambio, es raramente
mencionado. Se le recuerda por haber anticipado la importancia del problema del
altruismo como se concibe hoy, y su conexión con el problema de los niveles y unidades
de selección.
En mi opinión, los continuadores contemporáneos de este proyecto no han tomado
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cabal consciencia de lo que constituye el aporte más promisorio de ambos. Sus teorías
no se limitaron a predecir la utilidad biológica de rasgos conductuales cooperativos,
sino que abordaron el tema de los mecanismos psicológicos y sociales que controlan ese
comportamiento (ROSAS, 2007). En ambos autores juega un rol importante el complejo
normas-emociones-sanciones (formales/informales), que hoy empieza a ocupar, de
nuevo, gracias a la simbiosis con la economía experimental, un lugar central en las
explicaciones evolucionistas más difundidas de la conducta moral humana (FEHR;
FISCHBACHER, 2004). Ello confirma el alcance visionario y pionero de ambos autores.
2.1 Darwin
De manera clara, pero articulada sin los tecnicismos que hoy podríamos exigir,
Darwin atribuye a las normas un rol central en su concepción de moral por explicar. El
rol que le atribuyó a las normas puede pasar desapercibido, porque Darwin también
trató a la conciencia moral como un “instinto social” que se expresa sobre todo en
sentimientos. Pero normas y sentimientos morales son parte de un mismo complejo
psicológico y así los asumió Darwin. Comienza su reflexión el capítulo 4 delOH citando
un conocido elogio de Kant al deber, en su Crítica de la Razón Práctica: “¡Deber!. . . tú que
obras con sólo mostrar tu ley desnuda en el alma. . . y ante quien enmudecen los apetitos,
por mucho que en secreto se rebelen” (CRPr., L. I, cap 3). Explica así el significado de la
palabra “deber”: “La imperiosa palabra ‘deber’ parece sólo implicar la conciencia de
la existencia de una regla de conducta” (DARWIN, 1989, 116).1 Darwin había escrito
‘instinto persistente’ en lugar de ‘regla de conducta’ en la primera edición (ver más
detalles en RICHARDS, 1987, p. 220, 225); pero el cambio no es un simple acomodo a las
críticas. No cabe duda que Darwin concibió al instinto social humano como una regla
prescriptiva, como un genuino imperativo. Ya en la primera edición había explicado su
contenido intencional en términos de una regla que prescribe el “bien común”. Define
el bien común objetivamente como “hacer florecer el mayor número de individuos
con pleno vigor y salud, con todas sus facultades perfectas” (DARWIN, 1989, p. 121).
El bien común es el bien de un grupo, si bien pequeño (tribu) (DARWIN, 1989, p. 98,
106, 108, 117). Algunos sostienen por ello que tenía en mente un principio moral de
tipo utilitarista antes que kantiano, i.e., un principio según la cual el individuo puede
legítimamente ser sacrificado por el bien del grupo. Sin embargo, dudo que Darwin
tuviera un principio de este tipo en mente. Como veremos en un momento, la moral
que Darwin pone como objetivo de su explicación seleccionista no prohíbe un egoísmo
legítimo que es compatible con la moral y que protege al individuo de las arbitrariedades
del colectivo; prohíbe el tipo de egoísmo moralmente reprobable que genera los dilemas
sociales y cuya supresión es requerida para resolverlos.
1 En lo que sigue los números entre paréntesis se refieren a las páginas originales del Origen del Hombre,
2da edición revisada y aumentada de 1877, reimpresa en Darwin (1989).
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	Capítulos
	Ética evolucionista: el enfoque adaptacionista de la cooperación humana 
	Evolución de normas morales
	Darwin