Logo Studenta

ANTOINE R. P. CH. Curso de Economía Social

Vista previa del material en texto

Acerca de este libro
Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.
Normas de uso
Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:
+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.
Acerca de la Búsqueda de libros de Google
El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com
1
 
 
 
 
)
'o
f <
"V
 
\ ^ .....
CURSO
DE
ECONOMÍA SOCIAL
OBRAS DE ECONOMÍA Y SOCIOLOGIA
PUBLICADAS POR
LA ESPAÑA MODERNA
que se bailan de venta
en su Administración, López de Hoyos, 6.—MADRID
Buylla, Neumann, Kleinwhacter, Nasse, Wagner, Mithof y Lcxis.—
Economía política, 2 tomos, 10 pesetas.
Caillaux.—Los impuestos en Francia, tres tomos, 18 pesetas.
Deploige.—El conflicto de la Moral y de la Sociología, 7 pesetas.
Engels.—Anti-Dhüring o revolución de la ciencia de Eugenio Dhüring,
7 pesetas.
Fisher.—Economía política y geométrica, 8 pesetas.
Fouillée.—La ciencia social contemporánea, 8 pesetas.
Garotalo.—La superstición socialista, 5 pesetas.
George.—Protección y librecambio, 9 pesetas.—Problemas sociales,
5 pesetas.
Giddtags.—Principios do Sociología, 10 pesetas..Sociología inductiva,
6 pesetas.
Goschen.—Teoría sobre los cambios extranjeros, 7 pesetas.
Grave.—La sociedad futura, 8 pesetas.
Gumpiowlcz.—Lucha de razas, 8 pesetas.—Compendio de sociología,
9 pesetas.—La Sociología y la política, 4 pesetas.
Kells Ingram.—Historia de la Economía política, 7 pesetas.
Kropotkin. -Campos, fábricas y talleres, 6 pesetas.
Laveleye.- -Economía política, 7 pesetas.—El socialismo contemporá
neo, 8 pesetas.
Leroy-Beaulieu.—Economía política, 8 pesetas.
Liesse.--El trabajo desde el punto de vista científico, industrial y so
cial, 9 pesetas.
Marshall.—Economía política, tres tomos, 21 pesetas.
Nardi-Greco.—Sociología jurídica, 9 pesetas.
Novicow.—Los despilfarras de las Sociedades modernas, 8 pesetas.—El
porvenir de la raza blanca, 4 pesetas.—Conciencia y voluntad socia-
ciales, 6 pesetas.
Rogers.—Sentido económico de la Historia, 10 pesetas.
Rossi.—Sociología y Psicología colectiva, 6 pesetas.
Schee! y Mombert —La explotación de las riquezas por el Estado y por
el Municipio, 4 pesetas.
Sombart.—El socialismo y el movimiento social en el siglo xix,3 pesetas.
Spencer.—Principios de íiociología, Comprenden: Los datos de la Socie-
logía, 2 tomos, 12 pesetas.—Las inducciones de la Sociología y Las
instituciones domésticas, 9 pesetas.—Las instituciones sociales, 7 pe
setas.—Las instituciones políticas, 2 tomos, 12 pesetas.—Las institu
ciones eclesiásticas, 6 pesetas.—Las instituciones profesionales, 4 pe
setas—Las instituciones industriales, 8 pesetas.
Squillace.—Las doctrinas sociológicas, 2 tomos, 10 pesetas.—Problemas
constitucionales de la Sociología, 2 tomos, 12 pesetas.
Stourm.—Los Presupuestos, dos tomos, 15 pesetas. (
Sumner-Maine.—Las instituciones primitivas, 7 pesetas.
Tolstoy.—El dinero y el trabajo, 3 pesetas.—El Trabajo, 3 pesetas.—Los
Hambrientos, 3 pesetas.—¿Qu6 hacer?, 3 pesetas.—Lo que debe hacer
se, 3 pesetas.
Vaccaro.—Bases sociológicas del Derecho y del Estado, 9 pesetas.
Virgilii.—Manual de Estadística, 4 pesetas.
Vocke.—Principios fundamentales de Hacienda, dos tomos, 10 pesetas.
Willaughby.—La legislación obrera en los Estados Unidos, 3 pesetas .
BIBLIOTECA DE JURISPRUDENCIA. 'UTILOSO i- i A É HISTORIA
CURSO
 
DE
ECONOMÍA SOCIAL
POR EL
R. P. CH. ANTOINE
de Id Compañía de Jesús
Profesor en la Universidad católica de Angers.
TRADUCIDO DE LA' SEGUHDA EDICIÓN
POR
J. GONZALEZ ALONSO
ABOGADO 
LA ESPAÑA MODERNA
López Hoyos, 6.
MADRID
Es propiedad.
Queda hecho el depósito que
marca la ley.
r
v
- A S }
Imprenta de J. Pueyo, Mesonero Romanos, 34.—Madrid.
PREFACIO
Esta obra no es un tratado, sino, como lo indica su
título, un curso dado hace algunos años a estudiantes y
hombres deseosos de iniciarse en los problemas sociales.
Por eso se presenta con toda sencillez, en forma de lec
ciones, y conserva el aspecto de una enseñanza didáctica.
Las principales cuestiones suscitadas en nuestros días
bajo el nombre genérico de cuestión social, interesan al
mundo moral y religioso, al mismo tiempo que al orden
económico; así que este libro, se inspira en tres ciencias
distintas, que llamaremos a atestiguar cuando les corres
ponda su vez: el derecho natural, la teología y la econo
mía política. Esta tripleluz alumbrará nuestra marcha.
Creemos que todas ellas se necesitan para encontrar y
mostrar el camino en una materia en que las dudas son
múltiples, dudas con las que, en ocasiones, se mezclan
dolorosas angustias por no haber recurrido a una u otra
de dichas ciencias directrices.
Es frecuente echar en cara a los eclesiásticos que ha
blan de la cuestión social, su ignorancia de los datos de
la economía política, diciéndose de ellos que no disertan
más que en nombre de la teología. Aquí encontrarán
elementos para suplir este vacío. Por su parte, los eco
nomistas están expuestos a la tentación de razonar sobre
lós hombres comó si no fueran más que cifras y de no
ver otra cosa que los resultados materiales de su ciencia,
2 ECONOMÍA SOCIAL
sin ilustrarlos ni fecundarlos con principios superiores.
Nosotros quisiéramos probarles lo que ganaría su obra
si se completara Gon la filosofía cristiana. En fin, aque
llos a quienes el estudio de las ciencias jurídicas no ha
suministrado, para resolver los problemas sociales, más
que fórmulas de derecho romano o derecho francés,
deben recordar que la letra mata y el espíritu vivifica,
y que para completar sus estudios les es necesaria la
ayuda del derecho natural y de la teología moral. Con
fiamos darles algunos ejemplos de esta nuestra afirma
ción.
Por lo dicho, esperamos no se exija de este Curso un
tratado completo de economía política ni un curso entero
de derecho natural. De propósito será muy sobrio de
informaciones sobre varias materias de interés menos
cercano a la ciencia de la sociedad o a las preocupaciones
contemporáneas (1). Nos dirigimos a todos aquellos a
quienes inquieta el deber social, más bien que para evi
tar la labor siempre penosa de adquirir una ciencia, para
dirigir sus investigaciones. Nos consideraríamos dichosos
si este ensayo, por defectuoso que sea, pudiera darles
una orientación. Tal es nuestro propósito. En un tiempo
y en una materia en que algunos estiman más difícil
conocer su deber que seguirlo, nosotros deseamos ayudar
a los investigadores sinceros, contribuir a abrirles el
camino, poner de manifiesto puntos demasiado olvida
dos, deshacer quizá algunos equívocos y, como resultado
de ello, afirmar las convicciones y dar a la abnegación
un impulso más recto y más conscio de su rectitud, y, por
tanto, más potente.
(1) Tales son, por ejemplo, en economía política, el mecanis -
mo de los impuestos, la teoría de la moneda, la del cambio, la
industria de transporte, etc., en derecho natural, los principios
de la moralidad, la conciencia, los derechos individuales y el
derecho internacional.
P0R EL R. P. CH. ANTOINE 3
I
La cuestión es a la vez especulativa y práctica; depen
de lo mismo del dominio de las ideas que del dominio
de los hechos. De la propia manera, se ha procurado d ar
lugar muy amplio a la una y a la otra, ilustrar tal silo
gismo con la estadística y tal grupo de hechos por el
razonamiento. En lo que concierne a soluciones, se halla
muy lejos de nosotros la pretensión de ofrecer una co
lección de recetas prácticas para curar infaliblemente
las enfermedades del cuerpo social. Sin duda, Dios ha
hecho a las naciones curables; pero no ha creado pana
cea para las sociedades ni para los individuos. Si exis
tiera tal panacea se encontraría en el retorno a los ver
daderos principios directrices; por eso hemos insistido
tanto en ello; porque ante todo, queremos hacer obra de
ciencia. Pero, por rígidos que sean en el orden abstracto,
los principios deben, no digo ceder, pero sí dulcificarse
cuando descienden a la vida. Hay problemas sociales,
como hay casos complejos de moral; intervienen en ellos
tantos elementos concretos fque nadie debe resolverlos
prácticamente sin una prudencia soberana, maduras deli
beraciones, y aun sin la intervención frecuente de la ex
periencia. Así, pues, nos guardaremos muy bien de juz
gar en última instancia de la oportunidad de todas las
medidas propuestas, ni aun prevaleciéndonos de los me
jores principios; las expondremos lealmente, señalando
el fuerte y el débil, indicando nuestras preferencias y
dejando al tiempo el cuidado de madurar la cuestión jy
de decir su última palabra.
Por lo demás, si este libro tuviera alguna pretensión,
más bien que la de innovar o trastornar a ciegas el orden
de cosas existente, tendría la de volver nuestra sociedad
a su tipo normal, y reavivar en ella los rasgos que
todavía conserva de un pasado menos avanzado en la
industria, en las ciencias y en el comercio, pero más ilus
trado sobre los verdaderos derechos y los verdaderos
ECONOMIA SOCIAL
deberes. Ciertamente creemos tener en cuenta pro
gresos legítimos y cambios necesarios; pero entende
mos, con León XIII, que la reforma social consiste «en
devolver a la sociedad su forma natural, volviéndola a
los principios que le han dado la vida». Cuando eso su
ceda, el mundo verá las maravillas para el observador y
los beneficios para el hombre, que contiene este edificio,
que, como todas las cosas grandes, es admirablemente
simple en su complejidad, el orden social cristiano fun
dado en el derecho natural, perfeccionados por el Evan
gelio. «Hubo un tiempo, dice el Padre Santo, en que los
Estados se hallaban gobernados por la filosofía del Evan
gelio. En aquella época el poder de la sabiduría cristiana
y su divina virtud, penetraban en las leyes, en las insti
tuciones, en las costumbres de los pueblos, en todos los
rangos de la sociedad civil... La sociedad civil, organi
zada de esta manera, dio resultados muysuperiores a todo
lo'que se puede imaginar. Su recuerdo todavía subsiste
y quedará consignado en innumerables monumentos de
la historia que ninguna habilidad de los adversarios po
drá nunca corromper ni oscurecer (1).»
No es este el ideal de todos los economistas. Muchas
de las tesis que aquí se sostienen no se hallan de acuerdo
con la enseñanza oficial de la economía política en Fran
cia. Pero no por eso hay que precipitarse a considerarlas
como opiniones aisladas o paradojas sin autoridad. Están
defendidas por la nueva escuela que representan entre
nosotros M. M. Gide, Cauwés, Funk-Brentano y más que
pudieran citarse; por numerosos extranjeros, economistas
de nota, como Schónberg, L. Brentano, Lehr y Devas;
por sabios católicos, como los PP. Liberatore, Stecca-
nella,' H. Pesch, Lehmkuhl, Cathrein, Vicent, etc. A fin
de que el lector pueda darse cuenta de ello y dirigir por
(1) Encíclica Imrhórtale Dei.
POR ELR. P. OH. AXTOINE 5
sí mismo sus estudios personales, hemos multiplicado las
referencias, las citas y las notas, y enriquecido conside
rablemente la parte bibliográfica.
Confiamos en que, quien tenga a bien seguirnos, verá
que entre el socialismo y la escuela liberal hay espacio
para un camino muy amplio, muy alumbrado, muy se
guro y, en nuestra opinión, el único seguro, aquel de
donde la Revolución francesa nos ha desviado. «El error
fundamental de la Revolución francesa, ha dicho exce
lentemente Mons. Freppel, es el de no concebir ni admi
tir ningún organismo intermediario entre el individuo y
el Estado (1).» Desde entonces ya no resta a cada cual
más que preconizar en conformidad con sus prejuicios,
de sus intereses o de sus pasiones, bien el individualismo
más extremado, bien la universal providencia del Esta
do. Se puede decir que lo mismo el liberalismo que el
sistema socialista, que hoy se tratan con odio fraternal,
son hijos del 1789. ¡Pluguiese al cielo que el símbolo eco
nómico y social de la Revolución, no hubiera nunca
oscurecido nociones después de todo fundamentales, aun
en aquellos mismos que se encontraban animados de las
mejores intencionesl No debemos, pues, admirarnos de
queestemos ligados a una escuela más nueva y a la par
más antigua que el siglo xviii; se ha roto un anillo de la
cadena y es preciso a toda costa reanudar los trozos es
parcidos, pues en ello, y solamente en ello, está la salud.
Obra delicada, difícil, de grandes alientos que exige pru
dencia social y todo el arte del Gobierno; obra de tacto
tanto eomo de lógica, en que los piincipios mejor esta
blecidos no siempre encontrarán su aplicación directa;
pero, no por aplazar la aplicación, condenemos el prin
cipio. Guardémosle, yo diría afirmémosle, con tanta más
resolución cuanto mayor sea el riesgo de que caiga en el
olvido.
(1) La Révolution frangaise, p. 101 .
6 ECONOMÍA SOCIAL
Así ha procedido en sus inmortales Encíclicas aquel a
quien invocamos como la primera de nuestras autorida
des, el oráculo infalible, el -pensador de genio, el gran
Pontífice a quien la Providencia reservaba el papel de
rehacer en nuestro siglo la educación social de los cató
licos. ¡Qué sabiduría tan prudente y, al propio tiempo,
qué vigor tan magistral en la exposición de la filosofía
cristiana, en el llamamiento a las enseñanzas sobre la
sociedad de Santo Tomás de Aquino, en la afirmación
categórica delos derechos y de los deberes, de los males
y de los remedios! León XIII, bajo diversas formas, nos
ha comentado con frecuencia las máximas católicas en
materia social. Por lo dicho, se comprenderá que este
libro no es un comentario de la Encíclica De conditione
opificum. En ella se inspira cada una de sus páginas;
pero, por notable que sea, el Papa no ha puesto en ella
por entero todo su pensamiento; hay que buscar éste en
el conjunto de sus enseñanzas. Citemos, por ejemplo, la
Encíclica Quod apostolici muneris sobre los fundamentos
del orden social, la Encíclica Arcanum, código del matri
monio y de la familia, las Encíclicas Humanum genus e
Immortale Dei sobre la constitución civil de los Estados
y sus relaciones con la sociedad espiritual, la Encíclica
Diuturnum que estudia el poder civil y, en fin, la Encí
clica Libertas que trata de la libertad frente al derecho
moderno.
¡Ojalá podamos sacar limpias sus tantas lecciones que
constituyen para la sociedad la salud y la vida! Todas
ellas se resumen en esta enseñanza del inmortal Pontí
fice; la reforma social depende de la iniciativa indivi
dual y colectiva ayudada por el Estado, dirigida y
fecundada por la Iglesia. Nosotros no tenemos otro pro
grama. ,
Jersey, 25 de Marzo de 1896.
PREFACIO DE LA SEGUNDA EDICION
Si ha de juzgarse por el número de las obras, grandes
o pequeñas, importantes o mediocres, que aparecen cada
año, por las discusiones severas o apasionadas suscitadas
en los Parlamentos de los diversos países, por los con
gresos nacionales o internacionales, por las agrupaciones
y asociaciones de toda especie que se multiplican en
Francia y en el extranjero, no han perdido su actualidad
los problemas de economía social. Esta circunstancia,
añadida a la benévola acogida que tuvo este Curso de
economía social, me han determinado a dar a luz una
segunda edición, revisada y corregida del mismo.
Al rehacer mi trabajo, he tenido en cuenta las obser
vaciones y las críticas que se me han hecho, tanto en la
prensa como de una manera privada. Me complazco en
reconocer que la mayor parte de ellas eran juiciosas y
fundadas, así como también que he tenido mucho gusto
en hacerlas justicia, en la medida de mis fuerzas.
No se han cambiado en esta nueva edición ni el objeto
ni el plan general ni el método de la anterior, sino que
permanecen en conformidad con el verdadero papel de
la economía social, que no se contenta con exponer las
leyes abstractas de la riqueza en un estado ideal, ni con
acumular documentos, cifras y estadísticas, sino que
establece principios, busca conclusiones y traza las
reglas de la prosperidad material, subordinada al pro
greso intelectual y moral de la nación.
8 ECONOMÍA SOCIAL
Siendo mi empeño el hacer una obra útil, he sacado
de aquí y de allá detalles superfluos, controversias anti
cuadas, estadísticas envejecidas; por otra parte, a causa
de la importancia especialísima que posee en el orden
social y económico, me ha parecido necesario completar
la cuestión del derecho de propiedad. De diversas partes
se me ha señalado la ausencia de la teoría de la moneda
y la discusión del problema monetario. Se ha colmado
este vacío. En las filas de la escuela católica se señala
por su ardor, así como también por los ataques de que
es objeto, un partido joven que combate bajo la bandera
de la democracia cristiana. A ese partido se le consagra
un título especial.
A pesar de mi buena voluntad y de mis cuidados dili
gentes, mi trabajo, tengo clara conciencia de ello, está
lleno de imperfecciones. Ruego a mis lectores me las
perdonen y me ayuden en la tarea de hacerlas desapa
recer, Partícipe o no de las ideas que expongo, nadie
tendrá inconveniente en convenir que este es un libro de
buena fe.
Angers 8 de Septiembre de 1898.
INTRODUCCIÓN
i
DEFINICIÓN DE LA CIENCIA SOCIAL
Objeto de la ciencia social.—La sociedad, tal es el
objeto de la ciencia social. Pero en este estudio, el hom
bre puede proponerse un doble fin: observar y describir
los fenómenos variables, los hechos contingentes que se
manifiestan en las asociaciones de hombres que forman
sociedades, o bien investigar y establecer las leyes gene
rales, los principios y las causas de las sociedades.
La primera especie de conocimiento es puramente
empírico; sólo la segunda se eleva a la dignidad de cien
cia, porque la ciencia se cierne en las regiones superiores
de lo universal y de las causas.
Aunque un hombre conociera el nombre y la posición
de todas las estrellas, la forma de sus trayectorias y el
valor de sus velocidades, no por eso dejaría de ser extra
ño a la ciencia astronómica; pero que refiera todos esos
movimientos tan complejos o las sencillísimas leyes de
Kepler y al principio de la gravitación universal y le
tendremos en posesión de la ciencia, de la verdadera
ciencia astronómica.
Por lo demás, no es difícil reconocer, entre los dife
10 ECONOMÍA SOCIAL
rentes principios de la sociedad, el que juega el papel
principal.
¿Qué es, en efecto, una sociedad, considerada en el
más amplio sentido, sino la unión de varios hombres que
tienden, por medios comunes, hacia un mismo bien, hacia
un mismo fin?
En consecuencia, el elemento que determina la natu
raleza de la sociedad, le da su carácter distintivo yregu-
la los detalles de su constitución, es, a no dudarlo, su fin
y su objeto: el bien común de esta sociedad. La ciencia
social tiene, pues, por primera mjsión buscar y determi
nar las relaciones que deben existir entre los miembros
de la sociedad para que alcance su fin propio.
De esta noción de la ciencia social se desprende el lazo
que liga a esta ciencia con la moral.
La ciencia social y la moral—La filosofía moral, o
simplemente moral, se define diciendo que es la ciencia
que dirige losados humanos según los principios de la recta
razón (1).
Esto supuesto, la actividad del hombre que vive en
sociedad no es, evidentemente, más que un caso particu
lar de la actividad humana considerada en general; de
donde hay que concluir que la ciencia que regula ésta,
mantiene bajo su dependencia a la ciencia que dirige
aquélla.
Expliquemos la misma verdad en otra forma. Dos
ciencias están subordinadas cuando el fin de la primera
está sometido al fin de la segunda. Apliquemos este prin
cipio incontestable a las dos ciencias de que hablamos.
El fin propio de la ciencia social es el fin de la sociedad
civil: el bien común temporal de los ciudadanos;' por su
partela ciencia moral, tiene por fin, el término supremo,
(1) Para la noción de la moral v Schiffini, Disput. Phil,
moralis, vol. I, p. 1; y Cathrein, Moralphilosopjiie, B.i. I.
Einleitung, § 1.
POR EL B. P. CH ANTOINE 11
la soberana perfección del hombre, es decir, al fin últi
mo de toda la creación, Dios, el bien absoluto e infinito.
Ahora yo os pregunto: ¿No está subordinado el bien
temporal al bien eterno, lo finito a lo infinito, lo parti
cular a lo absoluto? Concluyamos, pues, que la ciencia
social está subordinada a la moral o nieguese que el
hombre, individuo o sociedad, está hecho para el bien.
La ciencia social, decimos, encamina la actividad del
hombre al bien social; pero este es un bien general que
comprende varios bienes particulares; la actividad hu
mana considerada en sus relaciones con los demás hom
bres reviste formas múltiples. Por lo mismo la ciencia
social se ramifica en varias ciencias sociales particulares
que, a su vez, dependen de la moral y están regidas por
ella: la política, el derecho, la economía política, etc.
Esta división nos parecen más natural y más racional
que la que consiste en considerar la ciencia social como
un conjunto comprensivo del derecho, de la moral y de
la economía política.
«La ciencia social, escribe M. Béchaux (1), estudia el
mundo como ser moral, dotado de una vida propia y
constituido en conformidad con un orden natural y cons
tante; este es un magnífico papel: fijar las leyes funda
mentales de este orden y las condiciones de la armonía
social. Ahora bien, no se concibe al hombre fuera de la
sociedad. Tiene deberes, derechos y necesidades. Por
todos esos títulos depende de la ciencia social... El hom
bre recibe de la moral el principio del bien; del derecho
el principio de lo justo, de la economía política las leyes
de la riqueza.»
Pero ya es tiempo de abandonar las alturas de la cien
cia social general para abordar una de sus partes: la
economía social.
(1) Le droit et les Faits économiques, p. 9.
12 ECONOMIA SOCIAL
II
OBJETO Y DEFINICIÓN DE LA ECONOMÍA SOCIAL O POLÍTICA
Primera noción de la economía.—La palabra eco
nomía se empleó primitivamente, en conformidad con
sn etimología para significar la administración domésti
ca, la gestión de los intereses materiales de la familia,
de la casa (otxo?). «Se llama ecónomo, dice Santo To
más, al administrador de una familia» (1). Por lo demás,
todavía subsiste este empleo con el mismo nombre en los
liceos, los hospitales, los seminarios, etc. Esta expresión
se ha extendido de la familia a la sociedad, y, desde ese
momento, por economía política se entiende la ciencia de
los intereses materiales de la nación.
En su acepción más amplia, economía es la ciencia de
los bienes materiales, de los cuales estudia la producción,
la adquisición, la distribución y el consumo. Pero puesto
que la riqueza puede ser particular o pública, según que
se refiera a los individuos, a los grupos particulares o a
la sociedad política, la economía es privada o pública,
según que las necesidades a que provea, sean particula
res o comunes y sociales. Por lo demás, esta considera
ción es la que ha dirigido a los fundadores de la ciencia
económica—los sabios que han agrupado en un cuerpo
de doctrina los principios y las conclusiones de esta
ciencia—en la elección de la definición que dan de eco
nomía política. Turgot con el mismo título de sus Refle
xiones sobre la formación y distribución de las riquezas,
indica, de una manera clarísima, que la economía polí-
(1) I, Politic, lect. I.
POR EL B. P. CH. ANTOINE 13
tica es la ciencia de la riqueza social. Adam Smith llama
a su magistral tratado, Investigaciones sobre la natura
leza y la causa de la riqueza de las naciones. En fin, J.-B.
Say, en el discurso preliminar de su curso, habla de la
economía política que enseña cómo se forman, se distri
buyen y se consumen las riquezas que satisfacen las ne
cesidades de la sociedad.
Bajo expresiones diferentes, siempre volvemos a en
contrar la misma idea: ciencia de la riqueza nacional. La
economía política es opuesta a la economía privada,
como la riqueza del Estado es distinta de la de los indi
viduos. He ahí por qué, no considerando más que la eti
mología griega o latina, es indiferente llamar, a la cien
cia de la riqueza de las naciones, economía política o
economía social; sin embargo, el uso—ese maestro sobe
rano—ha establecido una distinción muy precisa entre
estas dos expresiones.
Objeto de la ciencia económica.— El objeto de la cien
cia económica, ¿es la riqueza considerada en sí, inde
pendientemente del hombre, sin ninguna relación con
la moral o el derecho? Si %sí fuera, la economía polí
tica no sería ni una ciencia moral ni una ciencia social.
Además, la riqueza no es un hecho primitivo; no es más
que un resultado, un producto de la actividad humana.
De ser así, la economía política se vería reducida al
estudio de los fenómenos físicos conocidos con el nom
bre de producción, distribución y consumo de la riqueza,
porque ésta no es un hecho humano, no es más que una
cosa material. Tomar la riqueza como objeto de la cien
cia, es dar al efecto una importancia más considerable
que a la causa, es subordinar la actividad humana a su
producto, es materializar la economía política supri
miendo su elemento humano (1).
(1) V. Ott, Traité d'économie sociale, p. 29.
14 ECONOMÍA SOCIAL
El objeto propio de la economía política es, pues, la
actividad del hombre en el orden de los intereses mate
riales.
Los intereses materiales, la riqueza, pueden conside
rarse de una manera abstracta, estudiados en sí sin ¡nin
guna relación con el orden moral, el bien social o el in
terés nacional. Así consideran la ciencia económica la
mayor parte de los economistas contemporáneos que
pertenecen a la enseñanza oficial en Francia. Para estos
autores, la economía política es la ciencia de las rique
zas, «ni más ni menos»; ciencia material, ciencia de
observación, ciencia independiente que describe los fenó
menos, clasifica los hechos, hace constar mucho, prevé
muy poco y abandona al arte económico la preocupación
de la moral, el cuidado del interés nacional y el del bien
social. Nos parece estrecha esta concepción, porque la
economía política es esencialmente social (1).
El objeto de la economía política debe, en efecto, com
prender el fin propio de la sociedad civil, y al mismo
tiempo expresar el género particular de acción que le da
su carácter distintivo. Pongamos de relieve este doble
elemento, genérico y especial, y conseguiremos esta ex
presión del objeto de la economía política: el conjunto de
las funciones de los miembros de la sociedad en relación
con el aspecto material de la prosperidad temporal, fin de
la sociedad política. En esta definición, el elemento co
mún y genérico se halla representado por la prosperidad
temporal, fin de la sociedad; el elemento específico y par
ticular, por la actividad humana en la esfera de los intere
ses materiales (2).
(1) Henri Saint Maro, Etude sur le enseignement de l'éco-
nomie politique en Atlemagne, p. 7.—Bouglé, ¡.es Sciences
sociales en Allemagne.
(2) Philippovich. Grundriss der politischen OEconomie,
p. 14.—Julius Lehr, Grundregriffe, p. 9.
POB EL R. P. CH. ANTOINE 15
Ya se comprenderá por qué la economía política es al
mismo tiempo la economía social, y por qué tenemos
derecho para hablar de economía política o social. Pero,
a fin de evitar todo equívoco y de separar nuestra con
cepción de la ciencia económica de la noción incompleta
de ciencia de las riquezas, preferimos la expresión de
economía social. Es conveniente mantener la distinción
de los tres órdenes: moral, socialy económico. El orden
moral nace de las relaciones del hombre con su fin últi
mo; el orden social de las relaciones del hombre con la
prosperidad temporal de la sociedad; el orden económico
de las relaciones del hombre con la prosperidad mate
rial, fin particular de la sociedad política; tres órdenes
armónicamente dependientes y subordinados (1).
Definición de la economía política.—De la determina
ción precisa de su objeto dimana la definición de la eco
nomía política: la ciencia que establece las leyes de la acti
vidad humana en el orden de los intereses materiales de la
sociedad, subordinados al bien social.
La economía política no es, pues, solamente, como
piensa M. Paul Leroy-Beaulieu (2), «la ciencia que hace
constar las leyes generales que determinan la actividad
y la eficacia de los esfuerzos humanos para la produc
ción y disfrute de los diferentes bienes que la naturaleza
no concede gratuita y espontáneamente al hombre» ; es
también, y sobre todo, la ciencia que establece las leyes
de la actividad humana en el orden de los intereses ma
teriales de la sociedad, subordinados al bien común
social.
Resumamos y precisemos nuestro pensamiento en •
algunas definiciones.
(1) De PasGal. Le Pouvoir social, p. 8. Ott, Traité d'éco-,
nomie sociale, p. 33.—Devas. Groundworks, introducción.
(2) Traité théorique et practique d'économie politioue,
t. I, página 11.
16 ECONOMÍA SOCIAL
La filosofía social es el conocimiento de los principios
trascendentales de la sociedad; la ciencia social es el
conocimiento de las leyes generales de la sociedad; la
moral social es la ciencia de la conducta del ser social en
conformidad con las leyes de la honestidad; la economía
social es la ciencia de los intereses materiales de la
sociedad subordinados a la prosperidad social: domina y
sobrepuja a la ciencia y la riqueza, esto es, la economía
política incompleta, tal como la entiende la escuela libe
ral, clásica y ortodoxa.
ni
LA ECONOMÍA POLÍTICA ES UNA CIENCIA PRÁCTICA
La economía política es una ciencia.—En las conside
raciones que precedeD hemos supuesto que la economía
social es una ciencia. ¿Es legítima esta suposición? La
economía política ¿tiene derecho al título y dignidad de
ciencia? Seguramente, porque presenta una serie de con
clusiones rigurosas, deducidas de principios ciertos, y
expone las leyes generales de un objeto determinado.
Como hace notar muy bien M. Charles Périn, en el orden
económico, donde en un principio, no se veía más que
variedad, divergencia y confusión, se comprueba la uni
versalidad y la persistencia de ciertos hechos que, evi
dentemente, responden a leyes generales. De estos
hechos persistentes, los unos se deben a la misma cons
titución de la persona humana, los otros a la disposición
de las fuerzas en el mundo exterior. El trabajo, agente
necesario de toda producción, los límites asignados por
la naturaleza al poder de los agentes físicos que el tra
POR EL S. P. CH. ANTOINE 17
bajo emplea, la natural preocupación de todo trabajador
de obtener el mayor resultado posible con el menor
esfuerzo posible, el incremento de fecundidad que el tra
bajo recibe en la mayor parte de sus aplicaciones cuando
se halla convenientemente dividido; todos estos hechos
y otros muchos, indican claramente que el orden econó
mico está fundado en bases fijas y obedece a leyes ge
nerales (1).
La economía política, ciencia práctica.—La economía
es una ciencia; pero ¿dónde se la debe colocar, entre las
ciencias especulativas o entre las prácticas? Para resol
ver esta cuestión tenemos que advertir previamente que
la ciencia o el arte pueden tomarse en dos sentidos: sub
jetiva u objetivamente.
La ciencia objetiva, no es otra cosa que un conjunto de
verdades o de leyes sobre un asunto dado; la ciencia
.subjetiva es el conocimiento que se posee de estas ver
dades o de estas leyes.
Recordemos también la distinción fundamental de lo
verdadero y de lo bueno magistralmente opuesta por
Santo Tomás en estos términos: «El objeto de una facul
tad apetitiva puede ser lo verdadero en tanto sea consi
derado como bien; por ejemplo, cuando alguien desea
conocer la verdad. Así, el objeto de la inteligencia prác
tica es el bien, en vista de la acción considerada como
verdad. Como la inteligencia especulativa, la inteligen
cia práctica conoce lo verdadero, pero ordena a la acción
la verdad conocida» (2).
De ahí esta conclusión: la verdad es el fin común de
toda ciencia; pero, para cada una de ellas, .existe, además,
un fin práctico, esto es, un bien espiritual o temporal
que puede procurarse por esta ciencia. Es una verdad
(1) Doctrines économiques .
(2) Summ. Theol., I. p., q. 79 a. 11 ad. 2. — Conf. q. 14
a. 16.
9
18 ECONOMÍA SOCIAL
incontestable que hay una distinción entre las ciencias
teóricas y las prácticas; pero esta distinción no se halla
en modo alguno fundada en el fin extrínseco hacia el cual
el sabio dirige esta ciencia, sino más bien en el objeto
propio, o mejor todavía, sobre una manera de ser del
objeto de esta ciencia.
Una ciencia puede considerar el ser real en sí mismo
ens reale (das Sciende in sich, como dice Stockl) o bien
obrarlo el ser moral (das Handeln) (1). En el primer caso
la ciencia es especulativa, práctica en el segundo. La
ciencia práctica se refiere, pues, a la inteligencia, y a la
voluntad; a la inteligencia, porque su objeto es una ver
dad; a la voluntad, porque esta verdad es un querer y un
obrar (2).
Apliquemos estas consideraciones a nuestro asunto.
¿No considera la economía política a la riqueza como un
medio de satisfacer las necesidades del hombre y de la
sociedad? ¿No estudia la riqueza social, no solamente en
sus elementos abstractos, trascendentes y meramente
especulativos, sino sobre todo en sus relaciones con el
hombre en la producción, la distribución y el consumo
de la riqueza? Tiene por objeto inmediato la libre acti
vidad del hombre en la persecución de los bienes mate
riales. ¿No son esos los caracteres de una ciencia com
pletamente práctica?
«La riqueza, dice el sabio economista católico M. Pe-
rin '(3), es cosa esencialmente relativa al hombre; no
tiene valor sino en tanto que ayuda a éste a cumplir su
destino». La ciencia pura de la riqueza—la economía
pura—no será, pues, la ciencia real y completa de la eco
nomía política, como tampoco la anatomía y la fisiología
son la ciencia real y completa de la medicina. Es una
(1) Lehrbuch der Philosophie, p. 4. § 6.
(2) Devas, Oroundworks, apéndice A.
(3) Doctrines économiques.
POR EL H. P. CH. ANTOINE 19
verdad incontestable la de que la economía encuentra
en su camino varias nociones o teorías abstractas, como
las del valor del cambio y del crédito; pero no por eso
deja de ser menos cierto, que estas mismas teorías se
estudian para el fin principal de la ciencia económica,
fin práctico entre todos. Esto es lo que ha notado muy
bien M. Ott. «La economía social entera es una ciencia
práctica porque concierne a una de las ramas de la acti
vidad humana; y las ideas abstractas de que, como todas
las ciencias, hace uso, no pueden alterar en nada su natu
raleza fundamental» (1).
IV
RELACIONES DE LA ECONOMÍA POLÍTICA CON LA MORAL
Y LA POLÍTICA
La economía y la moral (2).—Después de haber consi
derado a la ciencia económica en sí misma, conviene con
siderarla en relación con dos ciencias cercanas: la moral
y la política: La economía social ¿es una ciencia distinta,
o bien no es más que una rama de la moral, una ética
particular? Esta segunda opinión la defienden varios
economistas: Liberatore, Devas, De Pascal, Ott, etcétera.
Otros en mayor número: Costa-Rosetti, H. Pesch, Ca-
threin, V. Brants, Réchaux, etc.,aunque admiten una
dependencia íntima y necesaria entre la economía polí
tica y la moral, sostienen la distinción formal de estas
(1) Traité d'économie sociale, tI, 27.—Worms, LaScien-
cié et l'Art en économie.
(2) H. Pesch, Die Béziehungen der National. - (Ekonomie
zur Moral (Stimmen aus María Laach, Mayo, 1894, p. 303 y
siguientes); —Liberatore, Principios de economía política.
20 ECONOMÍA SOCIAL
dos ciencias. Esta manera de ver nos parece más exacta.
¿Cuál es, en efecto, el objeto propio de la moral? La
honestidad; la actividad del hombre ordenada al fin últi
mo. ¿Y el objeto inmediato de la economía? Es, como
hemos demostrado, lo útil; la actividad del hombre que
se ejercita en el orden de los intereses materiales. La
diversidad de los objetos establece la distinción y la dife
rencia de las dos ciencias; por consiguiente, la economía
política es, con perfecto derecho, una ciencia distinta de
la moral (1).
Sin embargo, aunque sea una ciencia distinta, la eco
nomía social no es independiente de la moral; ésta no
sólo puede, sino que debe dirigir a aquélla. ¿En qué se
funda este dominio? En que la economía se halla nece
sariamente sometida a la moral. Nada es menos dudoso.
Dos ciencias están subordinadas cuando el objeto de
la primera se refiere al fin de la segunda; de fuerte que
la una regula y dirige a la otra. ¿No es la moral, de una
manera absoluta, la regla soberana de la actividad huma
na? El objeto final del hombre en la vida social, no es la
riqueza, ni siquiera la dicha temporal; porque uno y otro
no son más que medios dados al hombre para alcanzar
su último fin, quien debe hacer entrar la riqueza en el
orden del fin; pero ¿cómo? Por la ley moral que deter
mina las relaciones de la actividad libre con este fin; es
decir, en otros términos, que toda la organización de la
riqueza social debe regularse por la ley moral (2).
Asimismo, el hombre no puede, sin abdicar de su dig
nidad humana y descender al rango de los seres irracio
nales, hacer abstracción de la tendencia al último fin
contenida en todo bien particular; no puede, sin despo
seerse de su carácter de ser racional, prescindir de la ley
(1) Courcelle-Seneuil reconoce en parte esta verdad en el
Nouveau Dict. d'écon. polit. p. 764.
(2) V. Périn, Doctrines économiques.
POR EL R. P. CH. ANTOTNT? 21
moral en el ejercicio de su actividad voluntaria. Como
ciencia humana, es decir, moral, la economía política no
es, pues, la ciencia de la riqueza en sí; no es la ciencia
de la producción de la riqueza por todos los medios posi
bles, incluso el fraude, el robo o el saqueo (1), sino que
es la ciencia de la riqueza, considerada en relación con
el hombre.
De estas consideraciones brota espontáneamente una
conclusión importante.
Toda ley o toda regla económica en desacuerdo con
la ley moral, llega a ser extraña a la verdadera economía
y debe ser enérgicamente reprobada, como lo sería la
ciencia de robar, de falsificar documentos y de practicar
la usura (2). El hombre cumple su destino en el mundo
moral; el uso de los bienes materiales no es para él más
que un medio de realizar su fin, que está muy por cima
de la satisfacción de los sentidos. La riqueza no es rique
za más que en relación al hombre, y el hombre lleva con
sigo a todas partes los nobles lazos que le retienen en el
mundo del espíritu (3).
Opinión de la escuela liberal.—Se ha denunciado por
gran número de economistas de la escuela liberal, la
alianza de la economía social con la moral. «La ciencia
económica, ha dicho M. Ives Guyot, es inmoral por sí
misma; el uso que se hace de sus leyes es lo que puede
ser moral o inmoral (4). M. Block (5) protesta contra la
subordinación de la ciencia económica a la moral. «La
economía política ética o moral, implica una lamentable
confusión de la ciencia y del arte. No es el saber sino el
(1) V. Liberatore, Principios de Economía política.
(2) Ott, Traité d'Economie sociale, p. 44.
(3) Périn, Doctrines économiques.
(4) Sociedad de economía política, sesión del 5 de Diciem
bre de 1893. (Journal des economistes, Diciembre de 1898, pá
ginas 417 y siguientes.)
Í5) Les Progrés de la sciencie économique, p. 53.
22 EOONOMÍA SOCIAL
querer lo que es del dominio de la moral. La ciencia se
limita a contemplar la verdad, el arte obra... En resumen,
las ciencias no son morales ni inmorales, porque no
obran; hacen constar y explican. No se debe, pue>, per
mitir mezclar la ética con la ciencia económica. »
En este punto los anarquistas dan la razón a monsieur
Mauricio Block, porque también pretenden que su eco
nomía social no es una ciencia inmoral. ¡Y qué! El bur
gués debe ser suprimido, la autoridad abolida, el patrono
destruido; el robo es una restitución social... ¡He ahí
otros tantos principios que escapan del dominio de la
moral, puesto que la ciencia se limita a contemplar la
verdad!
Ya escribía Rossi: «No es por el fin a que puede ser
vir, por lo que se puede reconocer la naturaleza de una
ciencia y clasificarla. Hablando con propiedad, la ciencia
no tiene fin anterior; desde que uno se ocupa del empleo
que de ella puede hacerse, se sale de la ciencia para caer
en el arte» (1). Según Stuart Mili, la economía política
considera al género humano como si no tendiera más que
a la creación y consumo de las riquezas (2). M. Cherbu-
liez quiere, al estudiar las leyes económicas, que se haga
abstracción de su valor moral (3). Ricardo y Bentham se
expresan en idéntico lenguaje. A la luz de los principios
establecidos más arriba, es manifiesta la inexactitud de
estas afirmaciones.
¿No es evidente que una ciencia puede tener un fin
exterior como, por ejemplo, la medicina, que tiene por
fin exterior la salud del hombre? Por otra parte, la divi
sión entre la ciencia que contempla y el arte que ejecu
ta, es incompleta, porque la ciencia práctica se mantiene
en una situación intermedia entre la ciencia especulativa
(1) Cours d'économie politique, t. I, p. 29.
(2) Cours, t. I, p. 29.
(3) Précia, t. I, p. 7 y 8.
POB EL R. P. OH. ANTOINE 23
y el arte. La ciencia práctica considera su objeto como
aplicable a la acción; el arte dirige la ejecución del tra
bajo.
Agreguemos a lo dicho que se manifiesta entre gran
número de economistas modernos una reacción muy
acentuada contra esta separación antinatural entre la
ciencia económica y la moral. Citemos a Cauwes (1),
Gide (2), Baudrillart (3), de Laveleye, Béchaux (4), Min-
ghetti, Devas (5), doctor Schonber (6), etc., etc. M. Paul
Leroy-Beaulieu afirma resueltamente que «la economía
política vive en buena armonía con la moral» (7).
Relaciones de la economía Social y de la política.—La
economía social, sometida a las leyes de la moral, ¿se
halla cuando menos emancipada de la dominación polí
tica? Es esta una pregunta capciosa, porque la palabra
política está preñada de equívocos. No entendemos por
política el arte de conquistar el poder, de sostenerse en
él y de sacar de él todo el beneficio posible, sino que la
atribuímos la significación, menos vulgar y más científi
ca, de ciencia del gobierno de la sociedad. Esto supues
to, no es difícil ver que la economía social está subordi
nada a la ciencia de la política. Qobernar la sociedad,
¿qué otra cosa es que dirigirla a su fin, a la prosperidad
temporal? Por otra parte, la prosperidad temporal de la
sociedad comprende lo mismo el progreso intelectual y
moral que el desarrollo material, la riqueza social. Sá-
(1) Precis., 1. 1, p. 20 y 21.
(2) Principes, p. 4.
(3) Manuel, p. 44.
(4) Le droi et les faits économiques, p. 11.
(5) Groundworks, p. I-V.
(6) Handbuch, t. I, p. 56. Citemos también entre los auto
res católicos a Antonin Rondelet Le Spiritualísme en écono-
miepolitique. Oh. Perin, La richesse dans les sociétés chre-
ttennes. —Y el abate Elias Blanc, ¿Y a-t-il une Economie
politique chretiennef
(7) Traité théorique et practique, t. I, p. 78.
24 ECONOMÍA SOCIAL
quese la conclusión. La ciencia, que tiene por objeto la
prosperidad material y la riqueza social, debe estar su
bordinada a la que tiene por objeto la prosperidad com
pleta, el total desarrollo del cuerpo social; la economía
social se halla necesariamente sometida a la ciencia de
la política, y, en caso de conflicto, ésta debe prevalecer
sobre aquélla; la parte debe ceder al todo. No conside
rando más que el progreso material escueto, convendría
a la sociedad que todos los ciudadanos fueran producto
res de valores económicos en la mayor proporción; pero,
en tal caso, ¿qué vendría a ser la sociedad? Una vasta
fábrica, una inmensa sociedad cooperativa de donde se
excluiría la civilización en lo que tiene de más noble y
de más humano.
Para evitar el caer en este y otros excesos semejantes,
la economía social debe conocer su objeto, y permanecer
fiel a su fin propio. Debe, además, seguir un método se
guro y exacto. ¿Cuál es este método? He ahí lo que nos
falta que averiguar.
V
MÉTODO QUE CONVIENE A LA ECONOMÍA POLÍTICA
Del método en economía política.—Aplicada a una
ciencia, la palabra método tiene dos significaciones: o
bien indica la manera de descubrir las verdades de que
se compone esta ciencia, o bien designa la forma en que
deben enseñarse estas verdades. No porque tengan nu
merosos puntos de contacto los dos procedimientos, son
menos diferentes el método de investigación y el método
didáctico. El método de investigación, sea uno o múltiple,
POR EL R. P. CH. ANTOINB 26
es invariable; el método didáctico es variable, según las
disposiciones particulares de los profesores y de los
alumnos. Así, pues, nos ocuparemos solamente del mé
todo de investigación (1).
¿Cuál es el objeto de la economía política? Las rela
ciones de los hombres entre sí o con el mundo exterior,
en la persecución de los bienes materiales. Distingamos
en este objeto sus elementos constitutivos y encontrare
mos al hombre: un ser social, dotado de libre arbitrio,
destinado a una vida eterna y sometido a la ley moral;
el mundo exterior, que obedece al determinismo físico y
la actividad humana, que aplica a la persecución de los
bienes materiales ciertos medios generales. Para pasar
del objeto al método, basta recordar el principio de que el
objeto propio de una ciencia ordena y determina su méto
do de investigación. He ahí por qué la economía polí
tica, por la misma naturaleza de su objeto, no debe ser
ni exclusivamente deductiva, ni exclusivamente induc
tiva; sino que se apoya a la vez en los principios de
la razón especulativa y práctica y en las inducciones de
la experiencia; basa sus conclusiones, no menos que en
el conocimiento de la naturaleza y de los deberes del
hombre, en un examen detallado del trabajo, del sala
rio, del cambio, del reparto y del consumo de las rique
zas (2).
«La observación, escribe M. A. Liessc, recoge los
hechos concretos; el razonamiento analiza en seguida
estos hechos para desprender de ellos las- leyes naturales
que les rigen... En definitiva, el economista combinará en
proporciones variables, apropiadas a la naturaleza de su
(1) Devas, Political Economy. — P. Castelein, La jfótho-
de des sciences sociales.—Schmoller, L' Economie politique,
sa Théorie et sa Métode. (Rev. d'écon. polit. , 1894, p . 1Ü5. ;.—
Durkeim, Les Regles de la méthode sociologique.
(2) Brants, Lois et Méthodes de l 'economie politique. -
Funck-Brentano, La science morale, sociale et politique.
26 ECONOMÍA SOCIAL
espíritu y al problema propuesto, esos dos elementos
inseparables del entendimiento humano, la observación
y el razonamiento (1).»
La inducción y la deducción son necesarias para la
ciencia económica; pero estos dos procedimientos no
juegan el mismo papel en la investigación y estableci
miento de las leyes de la economia social.
Papel de la deducción.—Mediante la ayuda del método
deductivo, la economía política establece o recibe: 1.°
Las reglas superiores de la moral que dirigen al hombre
a su último fin: leyes morales obligatorias; 2.° Los me
dios generales de producir y de adquirir la riqueza; por
ejemplo: conviene disminuir los gastos de producción
para aumentar los beneficios; leyes de economía pura;
3.° Las reglas inmediatas de la actividad humana, que
dependen de las dos precedentes, como por ejemplo:
quien emplea, puede utilizar el trabajo de los niños,
mientras queden a salvo la higiene física y moral, leyes
prácticas de economía social.
Las fuentes de las cuales sacará los principios el eco
nomista cristiano son: el tesoro de verdades dogmáticas,
la enseñanza de la Iglesia, principalmente manifestada
en las magníficas Encíclicas de León XIII, las teorías
de derecho natural y las aplicaciones que de ellas ha
hecho la teología moral (2).
Al método de deducción, así comprendido, viene a
añadirse el procedimiento de inducción.
Papel de la inducción.—El método de inducción, apli
cado a la economía social, presenta las siguientes ven
tajas:
(1) Nouveau Dictionaire d'Economie politique, art. Mé-
thode, p. 256 y 271.
(2) Este punto está muy bien desarrollado por el P. von
Hammortein, Stimmen, t. XII, 1877, p. 139;— y por el P. Me-
yer, op cit, t, I, 1871, p. 131 y sig.
POR EL R. P. CH. ANTOINE 27
1.° El estudio de los hechos confirma los principios
generales de la actividad humana.
2. ° Las enseñanzas de la historia y de la experiencia,
brillan para ciertos espíritus, con una luz más viva que
los del análisis racional.
3. ° El estudio de los hechos determina la aplicación
de los principios apriorísticos. En economía política—
ciencia eminentemente práctica—no basta la deducción,
que puede servir para justificar una institución, para
determinar si en si es buena o mala, pero no si es aplica
ble a tal o cual situación económica determinada.
Los hechos naturales, que constituyen el fundamento
de la inducción económica, tienen por origen la activi
dad humana en el orden de los intereses materiales. Los
principales son: el trabajo y sus modos diversos, el cam
bio, el crédito, el capital, la distribución y el consumo
de los productos del trabajo.
Aplicando a su objeto propio método tan seguro, la
ciencia económica descubrirá las leyes de la economía
social. Partir de definiciones, de hechos y de principios
ciertos para llegar a las leyes generales, es, en efecto, el
objeto de la ciencia. Nadie pone en duda la verdad de
que hay leyes de economía política; pero si se trata de
determinar la naturaleza, el carácter y el grado de certi
dumbre de estas leyes, cesa el acuerdo, empieza la dis
cusión ardiente y —¿por qué no confesarlo?—algunas
veces confusa. Unas palabras sobre el asunto.
Leyes de la economía política.—Eu general, se distin
guen tres especies de leyes; las leyes morales obligato
rias, las leyes morales directivas o históricas, las leyes
físicas (1). Las primeras tienen por objeto la actividad
(1) Prescindimos, por no referirse a nuestro asunto, de las
reglas de las artes, como la gramática, la música, la estrate
gia, etc.
' ECONOMÍA SOCIAL
libre", que se ejerce en la esfera de lo honesto; impone
una necesidad u obligación moral y gozan de una certi
dumbre absoluta o metafísica. Las leyes morales histó
ricas o directivas tienen por dominio la manera constante
en que los hombres obran libremente, dadas circunstan
cias idénticas; no imponen ninguna necesidad u obliga
ción, se limitan a indicar, de una manera general, la
dirección de la actividad libre, y no traspasan las fron
teras de la certidumbremoral. Las últimas se refieren a
las acciones y reacciones de los cuerpos exteriores entre
sí, que sufren el yugo de un determinismo rígido y dan
nacimiento a la certidumbre física. Apliquemos estas
consideraciones a la materia que nos ocupa.
Como el objeto de la economía política es la libre
actividad del hombre en el orden de los intereses mate
riales, es manifiesto que esta ciencia se halla regida única
mente por las leyes morales obligatorias y por las leyes
morales históricas. Las leyes físicas no se admiten en
economía más que a título de auxiliares. Someter esta
ciencia a las leyes fatales, al ciego determinismo del
mundo material, es arrebatarle su carácter de ciencia
social y moral. Suprímase la libertad y ya no habrá ni
moral, ni sociedad. Esto supuesto, ¿cuál es, en economía
política, el papel peculiar de cada una de estas dos espe
cies de leyes morales?
Desde luego las leyes morales directivas, indican la
manera constante que tienen de obrar los hombres en
determinadas circunstancias económicas. Así, cuando
prospera la industria nacional, cuando son altos los sala
rios y moderado el coste de la vida, son numerosos y
fecundos los matrimonios en la clase obrera. Estas leyes
están fundadas en la libertad humana; admiten excep
ciones, y pueden modificarse por las circunstancias.
Cuando una ciudad está sitiada, aumentan de valor los
comestibles; esta es una ley económica. Que el poder ci
POR EL R. P. CH. ANTOINE 29
vil fije legalmente el precio de estos géneros y la ley
sufrirá una excepción.
Las leyes morales obligatorias son las leyes morales en
sentido estricto; aplican al orden económico los princi
pios generales de la honestidad, las reglas de la justicia
y de la caridad. Las leyes morales históricas expresan lo
que es o lo que será; las leyes morales obligatorias pres
criben lo que debe ser; por ejemplo: no deben admitirse
a trabajar en las fábricas a los niños cuyas fuerzas físi
cas no están suficientemente desarrolladas.
Hemos aludido precedentemente a las leyes de la eco
nomía pura. ¿Qué es, pues, la economía pura? Es una
ciencia llamada por Aristóteles crematística, que tiene
por objeto la riqueza considerada en sí, esto es, sin nin
guna relación con el hombre o la sociedad. En manera
alguna contradigo a los que dicen que la crematística,
es una parte, la menor de todas, de la economía política.
Pero habría sinrazón en confundirla con lo económico
estando la ciencia de la riqueza ordenada a la prosperi
dad temporal de la sociedad y subordinada al último fin.
En realidad, lo económico puro, o crematístico, es dis
tinto; pero no independiente de la economía política.
VI
MÉTODOS DEFECTUOSOS
Para apreciar mejor las cualidades y la necesidad del
método que acabamos de exponer, no será inútil pasar
revista a los principales métodos rivales, es a saber: el
método deductivo puro, el método histórico, el método
positivista y el método de Le Play.
30 ECONOMÍA SOCIAL
Método deductivo puro.—Este método pertenece prin
cipalmente a los economistas liberales de la escuela
inglesa: Ricardo, Malthus, Senior, StuartMill y a sus imi
tadores franceses J.-B. Say, Bastiat, Cournot y J. Gar-
nier (1).
El método deductivo puro, considera al hombre abs
tracto agitado por una necesidad indefinida de gozar,
que despliega, para satisfacer este deseo, el mínimum de
esfuerzo y obedece a la gran ley de la oferta y de la
demanda. El único resorte que mueve a este hombre, es
al interés personal desprendido de la ley moral y de los
lazos sociales. De las nociones primordiales del trabajo,
del capital, del cambio y del valor, se deducen, por un
encadenamiento seductor, las leyes naturales absolutas
e inmutables de la economía (2). ¡Ay! transportadas al
dominio de la vida real, estas fórmulas fascinadoras, no
presentan con frecuencia más que errores e ilusiones (3).
Así, de las famosas máximas de Ricardo, sobre la renta
territorial, resulta un antagonismo radical e irremediable
entre los propietarios territoriales y las demás clases de
la sociedad. El mismo método y los mismos principios,
conducen, por el contrario, a Bastiat al optimismo eco
nómico y a las armonías sociales, espontáneas e indes
tructibles (4).
Una variedad de este método es suministrada por el
método matemático. Consiste en representar por canti
dades matemáticas las diferentes magnitudes y variables
económicas como la demanda, la oferta, el valor, la
riqueza; y despues, mediante la ayuda del análisis y del
cálculo de las probabilidades, deducir soluciones y leyes.
Si en algunas ocasiones puede ser útil en economía polí-
(1) W. Pareto, Cours d'éeonomie politique.
(2) Cauwés, Précis, p. 32.
(8) Perin, les Doctrines économiques, p. 329.
(4) Armonios económicas, p. 28.
POR EL R. P. CH. ANTOINE 31
tica, como medio cómodo de solución y de representa
ción, el empleo de las matemáticas, es manifiesto, que no
constituyen para la ciencia económica un método espe
cial o un instrumento de investigación distinto de los dos
procedimientos generales de deducción y de inducción
de que hemos hablado más atrás.
Para facilitar su tarea, los economistas de esta escuela
refieren toda la economía a la teoría y a las aplicaciones
del valor y del cambio; pero este punto de vista es
incompleto, es una suposición gratuita.
El método matemático se ha enaltecido en Francia
por Cournot (1), y desarrollado en Inglaterra por Edge-
worth (2), Vicksteed (3), a los que podemos agregar
Walras, Jevons y Marshall.
Método histórico.—El método histórico, relacionado
con la escuela histórica, ha nacido de una reacción con
tra el abuso de la deducción pura. La escuela histórica
no reconoce ningún principio absoluto y universal; no
admite más que leyes que son el producto orgánico de
la conciencia nacional, leyes puramente empíricas, expre
siones de los hechos históricos. En este método ya no
existe ciencia económica independiente de las diversas
nacionalidades y de las diferentes épocas; no hay más
que una economía nacional peculiar de cada pueblo y de
cada época, en armonía con las condiciones físicas e his-
(1) Recherches sur les principes mathématiques des ri-
chesses.
(2) Muthematical psychics; an essay on the application of
Maíhematics to the moral Sciences. He aquí cómo se expresa
Edgeworth en su introducción; <An analogy is suggested bet-
ween the Principies ofgreatest liappiness, utilitarian or egois-
tic, which constitute the first principies of ethics and econo-
mics, and those Principies of máximum Energy which are
amongts the highest generalisation of Phytdcs and in virtue of
which mathematical reasoning is applicable to phisical phe-
nomena quite as complex of human lite.» (op. cit., p. V.)
(3) The Alphabet of econoinic Science.
32 ECONOMIA SOCIAL
tóricas de uno y otra. Los pretendidos principios gene
rales, dicen los defensores de este método, no son más
que abstracciones erróneas e incompletas del régimen
económico, propio del país de cada autor. Así el econo
mista de la escuela histórica se contenta con describir
los diferentes estadios de la civilización económica para
encontrar en ellos los principios y las aplicaciones con
cernientes a cada época particular (1).
La escuela histórica ha tomado—especialmente enAle
mania—el nombre de escuela ética. No hay que dejarse
engañar sobre la significación de esta etiqueta; con esa
palabra, los discípulos de Roscher y de Schmoller no
entienden en modo alguno la ley natural y divina de las
acciones del hombre; pues según estos economistas, la
ética comprende las costumbres generales, los diversos
fenómenos, que se comprenden en las categorías históri
cas del bien, del derecho y de lo justo (2).
En conformidadcon estos principios, la escuela histó
rica no admite más que leyes fugitivas, porque, si por
una parte la naturaleza humana es idéntica, de la otra,
las variedades históricas y geográficas despojan de toda
permanencia a la organización social. Cada período de la
vida de un pueblo tiene sus leyes particulares y cam
biantes y sus economías temporales, como las circuns
tancias que les han dado nacimiento (3). A la escuela
histórica pertenecen Schmoller, Roscher, Hildebrand,
Conrad, Knies, Kauts, Cliffe-Leslie, De Laveleye, etcé
tera, etc.
No hay que confundir el uso de la historia en econo-
(1) Devas. Grounworks, p. 42.
(2) Beudant, Le Droit individuel et VEtat, ch. III, § 4,
«Escuela histórica» .
(3) Menger, Untersuchungen iiber die Methode der Social
wissenchaft und politischen (Ekonomie, especialmente las
p. 187 y sigs.
mía política con el método histórico. Este es defectuoso
y estéril, mientras que aquél es correcto y fecundo. La
historia, en efecto, da a las leyes económicas una ancha
base de observación, mantiene el respeto de la tradición,
y le da, de este modo, el lugar que le pertenece, sin rom
per con el espíritu de progreso. Estas dos tendencias, el
respeto de la tradición y el deseo del progreso son igual
mente legítimas y necesarias, porque están fundadas en
la naturaleza del hombre y de la sociedad.
Método positivista.—Fundado por A. Comte, desarro
llado, organizado y propagado por Herbert Spencer, ha
dado nacimiento a la sociología. Según los dos maestros
de este nuevo evangelio, la sociología es la ciencia posi
tiva de los fenómenos sociales y de sus leyes.
La sociología aplica el método positivo, es decir, que
rechaza toda idea como todo principio apriori, no admi
te más que los hechos sensibles, proscribe la especulación
y la deducción, y considera la metafísica como una qui
mera. Su objeto no permite más que un método: la obser
vación y la. inducción (1).
Según la doctrina positivista, la sociedad es un orga
nismo viviente con su anatomía propia, que evoluciona
según una ley inmanente, de ordinario, según los prin
cipios del transformismo. Así, Herbert Spencer aplica a
las sociedades, consideradas como organismos, las dos
leyes darwinistas de la evolución, la concurrencia vital
y la selección natural (2). De estos principios se deduce
necesariamente que la ciencia social, la sociología, es la
historia natural de la sociedad, una rama de la biología
general. Después de esto, ya nadie se admirará de ver a
(1) De Vareilles-Sommiéres, Les Principes fondamentaux
du droit.
(2) Beudant, Le Droit individuel et VEtat, ch. m, § 5.—
Cauwés, Precis, t. 1. p. 10. - Paul Janet, Histoire de la science
poUtique, t. II, p. 764. 
34 ECONOMÍA SOCIAL
los sociólogos, buscar la revelación de las leyes sociales,
no solamente en las poblaciones más bárbaras, sino tam
bién en las sociedades animales. Sean grupos de anima
les o sociedades humanas, no hay diferencia entre el
método de observación, que se aplica al estudio de los
organismos. En las hormigas y en las abejas es donde
ordinariamente recae el honor de resolver el problema
social. El hombre y los demás animales, dicen corriente
mente y con cierta afectación los discípulos de Comte y
de Spencer. En el método positivista se confunden las
costumbres generales y las leyes, y toman prestadas de
la naturaleza hasta su certidumbre y su necesidad infle
xible. La ley es la sucesión de los hechos que correspon
den a circunstancias dadas; es la expresión del desarro
llo orgánico; de la evolución de las sociedades humanas.
La escuela sociológica en Francia se divide en tres ramas:
1.a; la escuela antropológica o etnográfica, cuyo jefe es
Letorneau; 2.a, la escuela criminalista de Tarde y Lacas-
sagne; 3.a, la escuela universitaria o moral, cuyos princi
pales representantes son Fouülée, Espinas y Durkheim.
Método de le Play.—A la pregunta de ¿qué es la ciencia
social?, contesta el ilustre economista: «La ciencia social
es el conjunto de conocimientos que enseñan cómo las
sociedades se aseguran la felicidad fundada en la paz. y
en la estabilidad (1).» Habiendo comprobado la insufi
ciencia del método apriorístico, que entonces dominaba
sin rival, Le Play apeló «al método usual en las ciencias
politécnicas» al método trazado por Descartes (2). Para
llevar a la práctica este método de inducción el eminente
pensador, emplea cuatro procedimientos: 1.°, la observa
ción por las monografías de familia, que elige en la clase
de los trabajadores, industriales o agrícolas; 2.°, el re
curso a las autoridades sociales; 3.°, la comparación con
(1) Ouvriers, européens, 2.a edic, p. 475.
(2) Op. cit., p. 13, 491-577.
POR EL R. P. CH. ANTOINB 35
los pueblos prósperos, esto es, con las sociedades en que
reina la paz sin acudir habitualmente a la fuerza; 4.°, las
informaciones legislativas (1). Tal es, a grandes rasgos,
el método del maestro (2).
Antes de pronunciar un juicio, tenemos que rendir el
más sincero homenaje a los elevados sentimientos, a las
rectas intenciones y a la extensa ciencia del gran econo
mista. Le Play ha sido, en la primera mitad de este siglo,
el infatigable apóstol de un pensamiento noble y gene
roso; la paz social. Ha puesto al desnudo los sofismas
del liberalismo económico, disipado la ilusión de los fal
sos dogmas de la revolución francesa, y ha vuelto a en
contrar, confirmándolas, con el argumento de los hechos,
un gran número de verdades sociales, enseñadas por la
Iglesia y el derecho natural. Sus trabajos, sobre la liber
tad de testar, la familia y el patronato de las clases
influyentes, son notables y justamente admirados.
Crítica del método.—Sin embargo, a nuestro parecer,
ofrece varios aspectos defectuosos del método que em
plea Le Play para construir la ciencia social (3).
El vicio radical de este método se halla en su princi
pio fundamental: el de establecer la ciencia social exclu-
(1) Op. cit., liv. II. ch. Xy XL
(2) Los discípulos de Le Play se han dividido en dos escue
las; la antigua, que tiene por órgano la Reforme sociale, y la
nueva, dirigida por M. Demolins y M. Henri de Tourville,
representada por la Science sociale. Sobre las causas de esta
escisión, v. el P. de Roussiers, Science sociale, Febrero de
1894, p. 147 y sig. Sobre La Nouvelle Méthode d'observation,
v. la Science sociale, 1686, t. I, pag. 393 y siguientes.
(3) Duparc (Fr.), Le Play et les jugements de lapresse
(Réforme sociale, 1882. p. 351-360 y 430-438).—Claudio Jan-
net, L'Ecole Le Play, Conférence faite á Genéve.-Q. Michel.
Nouveau Dictionaire d^économie politique, t. II, p. 130 y
sip.—Cessa, Introducción al estudio de la Economía política,
p. 409. Auburtin, Le Play. -Dr. Kaempffe Staatslexikon,
v. «Play».—Vignes La Sience sociale d'aprés Le Play.
36 ECONOMÍA SOCIAL
sivamente sobre la observación y la inducción (1). Que
rer transportar a las ciencias morales el método propio
de las ciencias físicas, es perderse en una falsa vía. El
gran peligro, el defecto ordinario, casi me atrevería a
decir, obligado de toda ciencia, que en el orden moral
no quiere apoyarse más que en la experiencia y en la
comprobación de los hechos, es el de omitir u olvidar en
su argumentación elementos esenciales, que debieran en
trar en ella. Método semejante es bueno en el orden físi
co, donde los hechos se reproducen con una regularidad
necesaria; pero allí, donde intervengan el hombre, su
libertad y sus pasiones, tal método expone a numerosas
equivocaciones y a emprender un falso camino. No pue
de, en efecto, prever e indicar con certidumbre el resul
tado de la actividad libre mientras disponga, lo que
sucede con mucha frecuencia, de observaciones imper
fectas y restringidas (2). Demos un ejemplo de estesofis
ma. En los países en que el Estado se halla separado de
la Iglesia, la observación muestra que, con frecuencia, la
vida católica es más intensa y más fecunda que en otros
países donde se halla reconocida oficialmente y prote
gida por el poder público la religión católica. Pero no
tendría razón de ser, el concluir de este hecho que se
deben separar el Estado y la Iglesia.
Defectuoso en su principio, el método de Le Play es
insuficiente en sus aplicaciones. Para dar conclusiones
exactas, el método de observación, el análisis micrográ-
fico, debe aplicarse a todos los órganos de la sociedad, y
el célebre economista no ha descrito más que la familia
obrera. ¿Es que no importa a la ciencia social conocer
los presupuestos de los grandes propietarios, de los prín-
(1) Von Hammerstein. Stimmen, t. XII, 1877, p. 139, 399.
(2) V. Paul Ribot, Exposé critique des doctrines de Le
Play.
POR EL H. T. CH. ANTOINE
cipes de los negocios y de los industriales? (1). ¿Por qué
dejar de lado el estudio de las diferentes clases de que
se compone el organismo social, el clero, la industria, el
comercio, lajmagistratura, la administración y el Parla
mento? ¿No forma parte de la sociedad y de la ciencia
social el poder civil?
A estas deficiencias generales se añaden varias otras
particulares. Oon una convicción enérgica Le Play afir
ma, y demuestra con los hechos, la importancia social
del Decálogo; pero ¿a qué conduce establecer esta ver
dad capital sobre -el terreno poco firme de las autorida
des sociales? (2). Apelar a las autoridades sociales, ¿no es,
en última instancia, el juicio caprichoso de la opinión
pública? Le Play no cuenta al clero entre las autorida
des sociales, porque, según dice, «el hábito del proseli-
tismo le impide tener ideas completamente exactas sobre
las cuestiones sociales» (3); y sin embargo, el primero, el
apóstol más sincero de la paz social, es, sin duda ningu
na, el clero católico.
¿Cuál es el carácter para reconocer las buenas o las
malas instituciones? «Las buenas instituciones, responde
el autor de la Reforme sociale, son las que ponen paz
entre los hombres; las malas las que hacen que nazca
entre ellos el antagonismo y la discordia.» Este criterio
¿es infalible? Opinamos que no. Para que determinadas
instituciones sociales sean verdaderamente buenas, no
basta que produzcan la paz, es decir, como lo explica Le
Play, la ausencia de disensiones y de desorden, sino que
hace falta además que favorezcan el desarrollo material
intelectual o moral de la sociedad. La civilización, hacia
la cual tienden los esfuerzos de los miembros de la socie-
(1) Abate Elias Blanc, La Question sociale, p. 42.
(2) La Reforme sociale en France.
(3) La Reforme sociale, ch. VIII . —L' Organisation du
travail. § 5.
38 ECONOMÍA SOCIAL
dad, no es una paz inerte y estéril; es una paz activa y
fecunda. En resumen, M. Le Play ha recogido materia
les para la ciencia social; ha comprobado, mediante la
observación, varias conclusiones, y ha desarrollado el
aspecto histórico de esta ciencia; pero, al menos así lo
creemos nosotros, no le ha dado ni un método exacto ni
una síntesis sólida.
VII
DIVISIÓN DEL TEATADO
La ciencia social tiene por objeto las leyes que rigen
a la sociedad; el conjunto de estas leyes constituye el
orden social. El orden social, considerado en toda su
generalidad, se divide en varios órdenes particulares: el
orden jurídico, el orden político y el orden económico.
Estudiar cada uno de ellos detalladamente, sería traspa
sar con exceso los límites asignados a estas lecciones.
Limitaremos, pues, nuestro estudio al orden social econó
mico, y consideraremos en la primera parte de este
tratado la constitución fundamental de la sociedad; en
la segunda, el orden económico. El orden que debe rei
nar en la sociedad, resulta de las diversas partes unidas
por los lazos comunes y orientadas a un mismo fin. Por
consecuencia, examinaremos sucesivamente: el fin de la
sociedad política, las unidades sociales, individuos, fami
lias, agrupaciones diversas, la autoridad política, forma
de la sociedad, el lazo que une estas partes, la justicia y
la caridad, el organismo social que de ello resulta, y, en
fin, la Iglesia encargada de conducir la sociedad civil a
su último fin. Todo esto constituye la primera sección.
39
En la sección segunda haremos la aplicación de estas
teorías a la cuestión social, de la que indicaremos las
soluciones principales; es a saber: la solución liberal, la
socialista y la católica.
La segunda parte de nuestro tratado, que se refiere al
orden económico, no puede tener más que tres partes
principales: producción, distribución y consumo de la
riqueza. Como hace notar con mucha exactitud Libera-
tore, «la razón de esta división es clara». Todos los
puntos dev vista bajo los cuales puede considerarse la
riqueza, se reducen a estas tres cuestiones principales.
¿Cómo se produce la riqueza? ¿Cómo se debe repartir
entre sus productores? ¿Qué reglas presiden a su consu
mo?» Algunos autores rechazan, por superflua, a la últi
ma parte, esto es, la que se refiere al consumo de las
riquezas. Pero el consumo de las riquezas debe pertene
cer a la economía política. Para convencerse de esta
verdad, basta observar que este consumo es el objeto, el
fin mismo de la producción y de la distribución. Ahora
bien; ninguna ciencia, y menos que ninguna una ciencia
práctica, puede prescindir del fin a que tienden las
demás materias de que trata.
Otros autores, en mayor número, dividen la economía
política en cuatro partes, añadiendo a las tres preceden
tes la circulación de las riquezas. Citemos entre los
contemporáneos a Baudrillart, Schónberg, Walker, Ely,
Leroy-Beaulieu, Beauregard, De Laveleye, Levasseur y
Jourdan. Esta división peca, a nuestro parecer, por exce
so. La circulación no es más que una forma del cambio,
y se refiere fácilmente a la producción de la riqueza, de
la que es su complemento natural, o a la distribución, de
la que es uno de los principales medios.
PRIMERA PARTE
EL ORDEN SOCIAL
PRIMERA SECCION
LA TEORÍA
CAPÍTULO PRIMERO
La sociedad política.
Todo conocimiento científico parte de una definición
para abocar a otra definición. La primera, que precede
y dirige la investigación científica, tiene por fin precisar,
fijar y determinar el objeto; es la definición nominal. La
segunda, término y resultado de la investigación, da a
conocer la naturaleza y principales propiedades de este
objeto; es la definición real. De ahí esta conclusión: la
definición nominal está al abrigo de las controversias;
la definición real, fruto de la demostración, tiene el mis
mo valor que el razonamiento, de que es el término.
Apliquemos estas consideraciones al asunto que nos
ocupa.
Sería c,aer en un sofisma manifiesto, definir la sociedad
política al principio de un capítulo, en que buscamos las
funciones, los derechos y los deberes de la sociedad por
42 ECONOMÍA SOCIAL
esas funciones, derechos y deberes; y lo mismo sucede
ría si se afirmara desde ahora que ésta tiene por fin
característico, ya la prosperidad temporal, ya la seguri
dad de sus miembros. Para evitar este escollo, tomemos
como punto de partida la definición nominal de sociedad
civil. ¿Cuál es el sentido universalmente admitido de las
palabras sociedad civil? Francia, Bélgica, Suiza e Ingla
terra son sociedades políticas—Estados—netamente
caracterizadas; comparémoslos con las demás sociedades
existentes, sociedades comerciales, industriales, litera
rias o artísticas y reconoceremos sin esfuerzo tres ele
mentos distintivos, tres rasgos comunes de la sociedad
política; una masa más o menos grande de hombres divi

Otros materiales

Materiales relacionados

153 pag.
26 pag.
TEMAS SOCIOLOGIA PRIMER PARCIAL

Colégio Dom Bosco

User badge image

Danae Angie

15 pag.
smith

User badge image

Aprendiendo Juntos