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George.—Protección y librecambio, 9 pesetas.—Problemas sociales, 5 pesetas. Giddtags.—Principios do Sociología, 10 pesetas..Sociología inductiva, 6 pesetas. Goschen.—Teoría sobre los cambios extranjeros, 7 pesetas. Grave.—La sociedad futura, 8 pesetas. Gumpiowlcz.—Lucha de razas, 8 pesetas.—Compendio de sociología, 9 pesetas.—La Sociología y la política, 4 pesetas. Kells Ingram.—Historia de la Economía política, 7 pesetas. Kropotkin. -Campos, fábricas y talleres, 6 pesetas. Laveleye.- -Economía política, 7 pesetas.—El socialismo contemporá neo, 8 pesetas. Leroy-Beaulieu.—Economía política, 8 pesetas. Liesse.--El trabajo desde el punto de vista científico, industrial y so cial, 9 pesetas. Marshall.—Economía política, tres tomos, 21 pesetas. Nardi-Greco.—Sociología jurídica, 9 pesetas. Novicow.—Los despilfarras de las Sociedades modernas, 8 pesetas.—El porvenir de la raza blanca, 4 pesetas.—Conciencia y voluntad socia- ciales, 6 pesetas. Rogers.—Sentido económico de la Historia, 10 pesetas. Rossi.—Sociología y Psicología colectiva, 6 pesetas. Schee! y Mombert —La explotación de las riquezas por el Estado y por el Municipio, 4 pesetas. Sombart.—El socialismo y el movimiento social en el siglo xix,3 pesetas. Spencer.—Principios de íiociología, Comprenden: Los datos de la Socie- logía, 2 tomos, 12 pesetas.—Las inducciones de la Sociología y Las instituciones domésticas, 9 pesetas.—Las instituciones sociales, 7 pe setas.—Las instituciones políticas, 2 tomos, 12 pesetas.—Las institu ciones eclesiásticas, 6 pesetas.—Las instituciones profesionales, 4 pe setas—Las instituciones industriales, 8 pesetas. Squillace.—Las doctrinas sociológicas, 2 tomos, 10 pesetas.—Problemas constitucionales de la Sociología, 2 tomos, 12 pesetas. Stourm.—Los Presupuestos, dos tomos, 15 pesetas. ( Sumner-Maine.—Las instituciones primitivas, 7 pesetas. Tolstoy.—El dinero y el trabajo, 3 pesetas.—El Trabajo, 3 pesetas.—Los Hambrientos, 3 pesetas.—¿Qu6 hacer?, 3 pesetas.—Lo que debe hacer se, 3 pesetas. Vaccaro.—Bases sociológicas del Derecho y del Estado, 9 pesetas. Virgilii.—Manual de Estadística, 4 pesetas. Vocke.—Principios fundamentales de Hacienda, dos tomos, 10 pesetas. Willaughby.—La legislación obrera en los Estados Unidos, 3 pesetas . BIBLIOTECA DE JURISPRUDENCIA. 'UTILOSO i- i A É HISTORIA CURSO DE ECONOMÍA SOCIAL POR EL R. P. CH. ANTOINE de Id Compañía de Jesús Profesor en la Universidad católica de Angers. TRADUCIDO DE LA' SEGUHDA EDICIÓN POR J. GONZALEZ ALONSO ABOGADO LA ESPAÑA MODERNA López Hoyos, 6. MADRID Es propiedad. Queda hecho el depósito que marca la ley. r v - A S } Imprenta de J. Pueyo, Mesonero Romanos, 34.—Madrid. PREFACIO Esta obra no es un tratado, sino, como lo indica su título, un curso dado hace algunos años a estudiantes y hombres deseosos de iniciarse en los problemas sociales. Por eso se presenta con toda sencillez, en forma de lec ciones, y conserva el aspecto de una enseñanza didáctica. Las principales cuestiones suscitadas en nuestros días bajo el nombre genérico de cuestión social, interesan al mundo moral y religioso, al mismo tiempo que al orden económico; así que este libro, se inspira en tres ciencias distintas, que llamaremos a atestiguar cuando les corres ponda su vez: el derecho natural, la teología y la econo mía política. Esta tripleluz alumbrará nuestra marcha. Creemos que todas ellas se necesitan para encontrar y mostrar el camino en una materia en que las dudas son múltiples, dudas con las que, en ocasiones, se mezclan dolorosas angustias por no haber recurrido a una u otra de dichas ciencias directrices. Es frecuente echar en cara a los eclesiásticos que ha blan de la cuestión social, su ignorancia de los datos de la economía política, diciéndose de ellos que no disertan más que en nombre de la teología. Aquí encontrarán elementos para suplir este vacío. Por su parte, los eco nomistas están expuestos a la tentación de razonar sobre lós hombres comó si no fueran más que cifras y de no ver otra cosa que los resultados materiales de su ciencia, 2 ECONOMÍA SOCIAL sin ilustrarlos ni fecundarlos con principios superiores. Nosotros quisiéramos probarles lo que ganaría su obra si se completara Gon la filosofía cristiana. En fin, aque llos a quienes el estudio de las ciencias jurídicas no ha suministrado, para resolver los problemas sociales, más que fórmulas de derecho romano o derecho francés, deben recordar que la letra mata y el espíritu vivifica, y que para completar sus estudios les es necesaria la ayuda del derecho natural y de la teología moral. Con fiamos darles algunos ejemplos de esta nuestra afirma ción. Por lo dicho, esperamos no se exija de este Curso un tratado completo de economía política ni un curso entero de derecho natural. De propósito será muy sobrio de informaciones sobre varias materias de interés menos cercano a la ciencia de la sociedad o a las preocupaciones contemporáneas (1). Nos dirigimos a todos aquellos a quienes inquieta el deber social, más bien que para evi tar la labor siempre penosa de adquirir una ciencia, para dirigir sus investigaciones. Nos consideraríamos dichosos si este ensayo, por defectuoso que sea, pudiera darles una orientación. Tal es nuestro propósito. En un tiempo y en una materia en que algunos estiman más difícil conocer su deber que seguirlo, nosotros deseamos ayudar a los investigadores sinceros, contribuir a abrirles el camino, poner de manifiesto puntos demasiado olvida dos, deshacer quizá algunos equívocos y, como resultado de ello, afirmar las convicciones y dar a la abnegación un impulso más recto y más conscio de su rectitud, y, por tanto, más potente. (1) Tales son, por ejemplo, en economía política, el mecanis - mo de los impuestos, la teoría de la moneda, la del cambio, la industria de transporte, etc., en derecho natural, los principios de la moralidad, la conciencia, los derechos individuales y el derecho internacional. P0R EL R. P. CH. ANTOINE 3 I La cuestión es a la vez especulativa y práctica; depen de lo mismo del dominio de las ideas que del dominio de los hechos. De la propia manera, se ha procurado d ar lugar muy amplio a la una y a la otra, ilustrar tal silo gismo con la estadística y tal grupo de hechos por el razonamiento. En lo que concierne a soluciones, se halla muy lejos de nosotros la pretensión de ofrecer una co lección de recetas prácticas para curar infaliblemente las enfermedades del cuerpo social. Sin duda, Dios ha hecho a las naciones curables; pero no ha creado pana cea para las sociedades ni para los individuos. Si exis tiera tal panacea se encontraría en el retorno a los ver daderos principios directrices; por eso hemos insistido tanto en ello; porque ante todo, queremos hacer obra de ciencia. Pero, por rígidos que sean en el orden abstracto, los principios deben, no digo ceder, pero sí dulcificarse cuando descienden a la vida. Hay problemas sociales, como hay casos complejos de moral; intervienen en ellos tantos elementos concretos fque nadie debe resolverlos prácticamente sin una prudencia soberana, maduras deli beraciones, y aun sin la intervención frecuente de la ex periencia. Así, pues, nos guardaremos muy bien de juz gar en última instancia de la oportunidad de todas las medidas propuestas, ni aun prevaleciéndonos de los me jores principios; las expondremos lealmente, señalando el fuerte y el débil, indicando nuestras preferencias y dejando al tiempo el cuidado de madurar la cuestión jy de decir su última palabra. Por lo demás, si este libro tuviera alguna pretensión, más bien que la de innovar o trastornar a ciegas el orden de cosas existente, tendría la de volver nuestra sociedad a su tipo normal, y reavivar en ella los rasgos que todavía conserva de un pasado menos avanzado en la industria, en las ciencias y en el comercio, pero más ilus trado sobre los verdaderos derechos y los verdaderos ECONOMIA SOCIAL deberes. Ciertamente creemos tener en cuenta pro gresos legítimos y cambios necesarios; pero entende mos, con León XIII, que la reforma social consiste «en devolver a la sociedad su forma natural, volviéndola a los principios que le han dado la vida». Cuando eso su ceda, el mundo verá las maravillas para el observador y los beneficios para el hombre, que contiene este edificio, que, como todas las cosas grandes, es admirablemente simple en su complejidad, el orden social cristiano fun dado en el derecho natural, perfeccionados por el Evan gelio. «Hubo un tiempo, dice el Padre Santo, en que los Estados se hallaban gobernados por la filosofía del Evan gelio. En aquella época el poder de la sabiduría cristiana y su divina virtud, penetraban en las leyes, en las insti tuciones, en las costumbres de los pueblos, en todos los rangos de la sociedad civil... La sociedad civil, organi zada de esta manera, dio resultados muysuperiores a todo lo'que se puede imaginar. Su recuerdo todavía subsiste y quedará consignado en innumerables monumentos de la historia que ninguna habilidad de los adversarios po drá nunca corromper ni oscurecer (1).» No es este el ideal de todos los economistas. Muchas de las tesis que aquí se sostienen no se hallan de acuerdo con la enseñanza oficial de la economía política en Fran cia. Pero no por eso hay que precipitarse a considerarlas como opiniones aisladas o paradojas sin autoridad. Están defendidas por la nueva escuela que representan entre nosotros M. M. Gide, Cauwés, Funk-Brentano y más que pudieran citarse; por numerosos extranjeros, economistas de nota, como Schónberg, L. Brentano, Lehr y Devas; por sabios católicos, como los PP. Liberatore, Stecca- nella,' H. Pesch, Lehmkuhl, Cathrein, Vicent, etc. A fin de que el lector pueda darse cuenta de ello y dirigir por (1) Encíclica Imrhórtale Dei. POR ELR. P. OH. AXTOINE 5 sí mismo sus estudios personales, hemos multiplicado las referencias, las citas y las notas, y enriquecido conside rablemente la parte bibliográfica. Confiamos en que, quien tenga a bien seguirnos, verá que entre el socialismo y la escuela liberal hay espacio para un camino muy amplio, muy alumbrado, muy se guro y, en nuestra opinión, el único seguro, aquel de donde la Revolución francesa nos ha desviado. «El error fundamental de la Revolución francesa, ha dicho exce lentemente Mons. Freppel, es el de no concebir ni admi tir ningún organismo intermediario entre el individuo y el Estado (1).» Desde entonces ya no resta a cada cual más que preconizar en conformidad con sus prejuicios, de sus intereses o de sus pasiones, bien el individualismo más extremado, bien la universal providencia del Esta do. Se puede decir que lo mismo el liberalismo que el sistema socialista, que hoy se tratan con odio fraternal, son hijos del 1789. ¡Pluguiese al cielo que el símbolo eco nómico y social de la Revolución, no hubiera nunca oscurecido nociones después de todo fundamentales, aun en aquellos mismos que se encontraban animados de las mejores intencionesl No debemos, pues, admirarnos de queestemos ligados a una escuela más nueva y a la par más antigua que el siglo xviii; se ha roto un anillo de la cadena y es preciso a toda costa reanudar los trozos es parcidos, pues en ello, y solamente en ello, está la salud. Obra delicada, difícil, de grandes alientos que exige pru dencia social y todo el arte del Gobierno; obra de tacto tanto eomo de lógica, en que los piincipios mejor esta blecidos no siempre encontrarán su aplicación directa; pero, no por aplazar la aplicación, condenemos el prin cipio. Guardémosle, yo diría afirmémosle, con tanta más resolución cuanto mayor sea el riesgo de que caiga en el olvido. (1) La Révolution frangaise, p. 101 . 6 ECONOMÍA SOCIAL Así ha procedido en sus inmortales Encíclicas aquel a quien invocamos como la primera de nuestras autorida des, el oráculo infalible, el -pensador de genio, el gran Pontífice a quien la Providencia reservaba el papel de rehacer en nuestro siglo la educación social de los cató licos. ¡Qué sabiduría tan prudente y, al propio tiempo, qué vigor tan magistral en la exposición de la filosofía cristiana, en el llamamiento a las enseñanzas sobre la sociedad de Santo Tomás de Aquino, en la afirmación categórica delos derechos y de los deberes, de los males y de los remedios! León XIII, bajo diversas formas, nos ha comentado con frecuencia las máximas católicas en materia social. Por lo dicho, se comprenderá que este libro no es un comentario de la Encíclica De conditione opificum. En ella se inspira cada una de sus páginas; pero, por notable que sea, el Papa no ha puesto en ella por entero todo su pensamiento; hay que buscar éste en el conjunto de sus enseñanzas. Citemos, por ejemplo, la Encíclica Quod apostolici muneris sobre los fundamentos del orden social, la Encíclica Arcanum, código del matri monio y de la familia, las Encíclicas Humanum genus e Immortale Dei sobre la constitución civil de los Estados y sus relaciones con la sociedad espiritual, la Encíclica Diuturnum que estudia el poder civil y, en fin, la Encí clica Libertas que trata de la libertad frente al derecho moderno. ¡Ojalá podamos sacar limpias sus tantas lecciones que constituyen para la sociedad la salud y la vida! Todas ellas se resumen en esta enseñanza del inmortal Pontí fice; la reforma social depende de la iniciativa indivi dual y colectiva ayudada por el Estado, dirigida y fecundada por la Iglesia. Nosotros no tenemos otro pro grama. , Jersey, 25 de Marzo de 1896. PREFACIO DE LA SEGUNDA EDICION Si ha de juzgarse por el número de las obras, grandes o pequeñas, importantes o mediocres, que aparecen cada año, por las discusiones severas o apasionadas suscitadas en los Parlamentos de los diversos países, por los con gresos nacionales o internacionales, por las agrupaciones y asociaciones de toda especie que se multiplican en Francia y en el extranjero, no han perdido su actualidad los problemas de economía social. Esta circunstancia, añadida a la benévola acogida que tuvo este Curso de economía social, me han determinado a dar a luz una segunda edición, revisada y corregida del mismo. Al rehacer mi trabajo, he tenido en cuenta las obser vaciones y las críticas que se me han hecho, tanto en la prensa como de una manera privada. Me complazco en reconocer que la mayor parte de ellas eran juiciosas y fundadas, así como también que he tenido mucho gusto en hacerlas justicia, en la medida de mis fuerzas. No se han cambiado en esta nueva edición ni el objeto ni el plan general ni el método de la anterior, sino que permanecen en conformidad con el verdadero papel de la economía social, que no se contenta con exponer las leyes abstractas de la riqueza en un estado ideal, ni con acumular documentos, cifras y estadísticas, sino que establece principios, busca conclusiones y traza las reglas de la prosperidad material, subordinada al pro greso intelectual y moral de la nación. 8 ECONOMÍA SOCIAL Siendo mi empeño el hacer una obra útil, he sacado de aquí y de allá detalles superfluos, controversias anti cuadas, estadísticas envejecidas; por otra parte, a causa de la importancia especialísima que posee en el orden social y económico, me ha parecido necesario completar la cuestión del derecho de propiedad. De diversas partes se me ha señalado la ausencia de la teoría de la moneda y la discusión del problema monetario. Se ha colmado este vacío. En las filas de la escuela católica se señala por su ardor, así como también por los ataques de que es objeto, un partido joven que combate bajo la bandera de la democracia cristiana. A ese partido se le consagra un título especial. A pesar de mi buena voluntad y de mis cuidados dili gentes, mi trabajo, tengo clara conciencia de ello, está lleno de imperfecciones. Ruego a mis lectores me las perdonen y me ayuden en la tarea de hacerlas desapa recer, Partícipe o no de las ideas que expongo, nadie tendrá inconveniente en convenir que este es un libro de buena fe. Angers 8 de Septiembre de 1898. INTRODUCCIÓN i DEFINICIÓN DE LA CIENCIA SOCIAL Objeto de la ciencia social.—La sociedad, tal es el objeto de la ciencia social. Pero en este estudio, el hom bre puede proponerse un doble fin: observar y describir los fenómenos variables, los hechos contingentes que se manifiestan en las asociaciones de hombres que forman sociedades, o bien investigar y establecer las leyes gene rales, los principios y las causas de las sociedades. La primera especie de conocimiento es puramente empírico; sólo la segunda se eleva a la dignidad de cien cia, porque la ciencia se cierne en las regiones superiores de lo universal y de las causas. Aunque un hombre conociera el nombre y la posición de todas las estrellas, la forma de sus trayectorias y el valor de sus velocidades, no por eso dejaría de ser extra ño a la ciencia astronómica; pero que refiera todos esos movimientos tan complejos o las sencillísimas leyes de Kepler y al principio de la gravitación universal y le tendremos en posesión de la ciencia, de la verdadera ciencia astronómica. Por lo demás, no es difícil reconocer, entre los dife 10 ECONOMÍA SOCIAL rentes principios de la sociedad, el que juega el papel principal. ¿Qué es, en efecto, una sociedad, considerada en el más amplio sentido, sino la unión de varios hombres que tienden, por medios comunes, hacia un mismo bien, hacia un mismo fin? En consecuencia, el elemento que determina la natu raleza de la sociedad, le da su carácter distintivo yregu- la los detalles de su constitución, es, a no dudarlo, su fin y su objeto: el bien común de esta sociedad. La ciencia social tiene, pues, por primera mjsión buscar y determi nar las relaciones que deben existir entre los miembros de la sociedad para que alcance su fin propio. De esta noción de la ciencia social se desprende el lazo que liga a esta ciencia con la moral. La ciencia social y la moral—La filosofía moral, o simplemente moral, se define diciendo que es la ciencia que dirige losados humanos según los principios de la recta razón (1). Esto supuesto, la actividad del hombre que vive en sociedad no es, evidentemente, más que un caso particu lar de la actividad humana considerada en general; de donde hay que concluir que la ciencia que regula ésta, mantiene bajo su dependencia a la ciencia que dirige aquélla. Expliquemos la misma verdad en otra forma. Dos ciencias están subordinadas cuando el fin de la primera está sometido al fin de la segunda. Apliquemos este prin cipio incontestable a las dos ciencias de que hablamos. El fin propio de la ciencia social es el fin de la sociedad civil: el bien común temporal de los ciudadanos;' por su partela ciencia moral, tiene por fin, el término supremo, (1) Para la noción de la moral v Schiffini, Disput. Phil, moralis, vol. I, p. 1; y Cathrein, Moralphilosopjiie, B.i. I. Einleitung, § 1. POR EL B. P. CH ANTOINE 11 la soberana perfección del hombre, es decir, al fin últi mo de toda la creación, Dios, el bien absoluto e infinito. Ahora yo os pregunto: ¿No está subordinado el bien temporal al bien eterno, lo finito a lo infinito, lo parti cular a lo absoluto? Concluyamos, pues, que la ciencia social está subordinada a la moral o nieguese que el hombre, individuo o sociedad, está hecho para el bien. La ciencia social, decimos, encamina la actividad del hombre al bien social; pero este es un bien general que comprende varios bienes particulares; la actividad hu mana considerada en sus relaciones con los demás hom bres reviste formas múltiples. Por lo mismo la ciencia social se ramifica en varias ciencias sociales particulares que, a su vez, dependen de la moral y están regidas por ella: la política, el derecho, la economía política, etc. Esta división nos parecen más natural y más racional que la que consiste en considerar la ciencia social como un conjunto comprensivo del derecho, de la moral y de la economía política. «La ciencia social, escribe M. Béchaux (1), estudia el mundo como ser moral, dotado de una vida propia y constituido en conformidad con un orden natural y cons tante; este es un magnífico papel: fijar las leyes funda mentales de este orden y las condiciones de la armonía social. Ahora bien, no se concibe al hombre fuera de la sociedad. Tiene deberes, derechos y necesidades. Por todos esos títulos depende de la ciencia social... El hom bre recibe de la moral el principio del bien; del derecho el principio de lo justo, de la economía política las leyes de la riqueza.» Pero ya es tiempo de abandonar las alturas de la cien cia social general para abordar una de sus partes: la economía social. (1) Le droit et les Faits économiques, p. 9. 12 ECONOMIA SOCIAL II OBJETO Y DEFINICIÓN DE LA ECONOMÍA SOCIAL O POLÍTICA Primera noción de la economía.—La palabra eco nomía se empleó primitivamente, en conformidad con sn etimología para significar la administración domésti ca, la gestión de los intereses materiales de la familia, de la casa (otxo?). «Se llama ecónomo, dice Santo To más, al administrador de una familia» (1). Por lo demás, todavía subsiste este empleo con el mismo nombre en los liceos, los hospitales, los seminarios, etc. Esta expresión se ha extendido de la familia a la sociedad, y, desde ese momento, por economía política se entiende la ciencia de los intereses materiales de la nación. En su acepción más amplia, economía es la ciencia de los bienes materiales, de los cuales estudia la producción, la adquisición, la distribución y el consumo. Pero puesto que la riqueza puede ser particular o pública, según que se refiera a los individuos, a los grupos particulares o a la sociedad política, la economía es privada o pública, según que las necesidades a que provea, sean particula res o comunes y sociales. Por lo demás, esta considera ción es la que ha dirigido a los fundadores de la ciencia económica—los sabios que han agrupado en un cuerpo de doctrina los principios y las conclusiones de esta ciencia—en la elección de la definición que dan de eco nomía política. Turgot con el mismo título de sus Refle xiones sobre la formación y distribución de las riquezas, indica, de una manera clarísima, que la economía polí- (1) I, Politic, lect. I. POR EL B. P. CH. ANTOINE 13 tica es la ciencia de la riqueza social. Adam Smith llama a su magistral tratado, Investigaciones sobre la natura leza y la causa de la riqueza de las naciones. En fin, J.-B. Say, en el discurso preliminar de su curso, habla de la economía política que enseña cómo se forman, se distri buyen y se consumen las riquezas que satisfacen las ne cesidades de la sociedad. Bajo expresiones diferentes, siempre volvemos a en contrar la misma idea: ciencia de la riqueza nacional. La economía política es opuesta a la economía privada, como la riqueza del Estado es distinta de la de los indi viduos. He ahí por qué, no considerando más que la eti mología griega o latina, es indiferente llamar, a la cien cia de la riqueza de las naciones, economía política o economía social; sin embargo, el uso—ese maestro sobe rano—ha establecido una distinción muy precisa entre estas dos expresiones. Objeto de la ciencia económica.— El objeto de la cien cia económica, ¿es la riqueza considerada en sí, inde pendientemente del hombre, sin ninguna relación con la moral o el derecho? Si %sí fuera, la economía polí tica no sería ni una ciencia moral ni una ciencia social. Además, la riqueza no es un hecho primitivo; no es más que un resultado, un producto de la actividad humana. De ser así, la economía política se vería reducida al estudio de los fenómenos físicos conocidos con el nom bre de producción, distribución y consumo de la riqueza, porque ésta no es un hecho humano, no es más que una cosa material. Tomar la riqueza como objeto de la cien cia, es dar al efecto una importancia más considerable que a la causa, es subordinar la actividad humana a su producto, es materializar la economía política supri miendo su elemento humano (1). (1) V. Ott, Traité d'économie sociale, p. 29. 14 ECONOMÍA SOCIAL El objeto propio de la economía política es, pues, la actividad del hombre en el orden de los intereses mate riales. Los intereses materiales, la riqueza, pueden conside rarse de una manera abstracta, estudiados en sí sin ¡nin guna relación con el orden moral, el bien social o el in terés nacional. Así consideran la ciencia económica la mayor parte de los economistas contemporáneos que pertenecen a la enseñanza oficial en Francia. Para estos autores, la economía política es la ciencia de las rique zas, «ni más ni menos»; ciencia material, ciencia de observación, ciencia independiente que describe los fenó menos, clasifica los hechos, hace constar mucho, prevé muy poco y abandona al arte económico la preocupación de la moral, el cuidado del interés nacional y el del bien social. Nos parece estrecha esta concepción, porque la economía política es esencialmente social (1). El objeto de la economía política debe, en efecto, com prender el fin propio de la sociedad civil, y al mismo tiempo expresar el género particular de acción que le da su carácter distintivo. Pongamos de relieve este doble elemento, genérico y especial, y conseguiremos esta ex presión del objeto de la economía política: el conjunto de las funciones de los miembros de la sociedad en relación con el aspecto material de la prosperidad temporal, fin de la sociedad política. En esta definición, el elemento co mún y genérico se halla representado por la prosperidad temporal, fin de la sociedad; el elemento específico y par ticular, por la actividad humana en la esfera de los intere ses materiales (2). (1) Henri Saint Maro, Etude sur le enseignement de l'éco- nomie politique en Atlemagne, p. 7.—Bouglé, ¡.es Sciences sociales en Allemagne. (2) Philippovich. Grundriss der politischen OEconomie, p. 14.—Julius Lehr, Grundregriffe, p. 9. POB EL R. P. CH. ANTOINE 15 Ya se comprenderá por qué la economía política es al mismo tiempo la economía social, y por qué tenemos derecho para hablar de economía política o social. Pero, a fin de evitar todo equívoco y de separar nuestra con cepción de la ciencia económica de la noción incompleta de ciencia de las riquezas, preferimos la expresión de economía social. Es conveniente mantener la distinción de los tres órdenes: moral, socialy económico. El orden moral nace de las relaciones del hombre con su fin últi mo; el orden social de las relaciones del hombre con la prosperidad temporal de la sociedad; el orden económico de las relaciones del hombre con la prosperidad mate rial, fin particular de la sociedad política; tres órdenes armónicamente dependientes y subordinados (1). Definición de la economía política.—De la determina ción precisa de su objeto dimana la definición de la eco nomía política: la ciencia que establece las leyes de la acti vidad humana en el orden de los intereses materiales de la sociedad, subordinados al bien social. La economía política no es, pues, solamente, como piensa M. Paul Leroy-Beaulieu (2), «la ciencia que hace constar las leyes generales que determinan la actividad y la eficacia de los esfuerzos humanos para la produc ción y disfrute de los diferentes bienes que la naturaleza no concede gratuita y espontáneamente al hombre» ; es también, y sobre todo, la ciencia que establece las leyes de la actividad humana en el orden de los intereses ma teriales de la sociedad, subordinados al bien común social. Resumamos y precisemos nuestro pensamiento en • algunas definiciones. (1) De PasGal. Le Pouvoir social, p. 8. Ott, Traité d'éco-, nomie sociale, p. 33.—Devas. Groundworks, introducción. (2) Traité théorique et practique d'économie politioue, t. I, página 11. 16 ECONOMÍA SOCIAL La filosofía social es el conocimiento de los principios trascendentales de la sociedad; la ciencia social es el conocimiento de las leyes generales de la sociedad; la moral social es la ciencia de la conducta del ser social en conformidad con las leyes de la honestidad; la economía social es la ciencia de los intereses materiales de la sociedad subordinados a la prosperidad social: domina y sobrepuja a la ciencia y la riqueza, esto es, la economía política incompleta, tal como la entiende la escuela libe ral, clásica y ortodoxa. ni LA ECONOMÍA POLÍTICA ES UNA CIENCIA PRÁCTICA La economía política es una ciencia.—En las conside raciones que precedeD hemos supuesto que la economía social es una ciencia. ¿Es legítima esta suposición? La economía política ¿tiene derecho al título y dignidad de ciencia? Seguramente, porque presenta una serie de con clusiones rigurosas, deducidas de principios ciertos, y expone las leyes generales de un objeto determinado. Como hace notar muy bien M. Charles Périn, en el orden económico, donde en un principio, no se veía más que variedad, divergencia y confusión, se comprueba la uni versalidad y la persistencia de ciertos hechos que, evi dentemente, responden a leyes generales. De estos hechos persistentes, los unos se deben a la misma cons titución de la persona humana, los otros a la disposición de las fuerzas en el mundo exterior. El trabajo, agente necesario de toda producción, los límites asignados por la naturaleza al poder de los agentes físicos que el tra POR EL S. P. CH. ANTOINE 17 bajo emplea, la natural preocupación de todo trabajador de obtener el mayor resultado posible con el menor esfuerzo posible, el incremento de fecundidad que el tra bajo recibe en la mayor parte de sus aplicaciones cuando se halla convenientemente dividido; todos estos hechos y otros muchos, indican claramente que el orden econó mico está fundado en bases fijas y obedece a leyes ge nerales (1). La economía política, ciencia práctica.—La economía es una ciencia; pero ¿dónde se la debe colocar, entre las ciencias especulativas o entre las prácticas? Para resol ver esta cuestión tenemos que advertir previamente que la ciencia o el arte pueden tomarse en dos sentidos: sub jetiva u objetivamente. La ciencia objetiva, no es otra cosa que un conjunto de verdades o de leyes sobre un asunto dado; la ciencia .subjetiva es el conocimiento que se posee de estas ver dades o de estas leyes. Recordemos también la distinción fundamental de lo verdadero y de lo bueno magistralmente opuesta por Santo Tomás en estos términos: «El objeto de una facul tad apetitiva puede ser lo verdadero en tanto sea consi derado como bien; por ejemplo, cuando alguien desea conocer la verdad. Así, el objeto de la inteligencia prác tica es el bien, en vista de la acción considerada como verdad. Como la inteligencia especulativa, la inteligen cia práctica conoce lo verdadero, pero ordena a la acción la verdad conocida» (2). De ahí esta conclusión: la verdad es el fin común de toda ciencia; pero, para cada una de ellas, .existe, además, un fin práctico, esto es, un bien espiritual o temporal que puede procurarse por esta ciencia. Es una verdad (1) Doctrines économiques . (2) Summ. Theol., I. p., q. 79 a. 11 ad. 2. — Conf. q. 14 a. 16. 9 18 ECONOMÍA SOCIAL incontestable que hay una distinción entre las ciencias teóricas y las prácticas; pero esta distinción no se halla en modo alguno fundada en el fin extrínseco hacia el cual el sabio dirige esta ciencia, sino más bien en el objeto propio, o mejor todavía, sobre una manera de ser del objeto de esta ciencia. Una ciencia puede considerar el ser real en sí mismo ens reale (das Sciende in sich, como dice Stockl) o bien obrarlo el ser moral (das Handeln) (1). En el primer caso la ciencia es especulativa, práctica en el segundo. La ciencia práctica se refiere, pues, a la inteligencia, y a la voluntad; a la inteligencia, porque su objeto es una ver dad; a la voluntad, porque esta verdad es un querer y un obrar (2). Apliquemos estas consideraciones a nuestro asunto. ¿No considera la economía política a la riqueza como un medio de satisfacer las necesidades del hombre y de la sociedad? ¿No estudia la riqueza social, no solamente en sus elementos abstractos, trascendentes y meramente especulativos, sino sobre todo en sus relaciones con el hombre en la producción, la distribución y el consumo de la riqueza? Tiene por objeto inmediato la libre acti vidad del hombre en la persecución de los bienes mate riales. ¿No son esos los caracteres de una ciencia com pletamente práctica? «La riqueza, dice el sabio economista católico M. Pe- rin '(3), es cosa esencialmente relativa al hombre; no tiene valor sino en tanto que ayuda a éste a cumplir su destino». La ciencia pura de la riqueza—la economía pura—no será, pues, la ciencia real y completa de la eco nomía política, como tampoco la anatomía y la fisiología son la ciencia real y completa de la medicina. Es una (1) Lehrbuch der Philosophie, p. 4. § 6. (2) Devas, Oroundworks, apéndice A. (3) Doctrines économiques. POR EL H. P. CH. ANTOINE 19 verdad incontestable la de que la economía encuentra en su camino varias nociones o teorías abstractas, como las del valor del cambio y del crédito; pero no por eso deja de ser menos cierto, que estas mismas teorías se estudian para el fin principal de la ciencia económica, fin práctico entre todos. Esto es lo que ha notado muy bien M. Ott. «La economía social entera es una ciencia práctica porque concierne a una de las ramas de la acti vidad humana; y las ideas abstractas de que, como todas las ciencias, hace uso, no pueden alterar en nada su natu raleza fundamental» (1). IV RELACIONES DE LA ECONOMÍA POLÍTICA CON LA MORAL Y LA POLÍTICA La economía y la moral (2).—Después de haber consi derado a la ciencia económica en sí misma, conviene con siderarla en relación con dos ciencias cercanas: la moral y la política: La economía social ¿es una ciencia distinta, o bien no es más que una rama de la moral, una ética particular? Esta segunda opinión la defienden varios economistas: Liberatore, Devas, De Pascal, Ott, etcétera. Otros en mayor número: Costa-Rosetti, H. Pesch, Ca- threin, V. Brants, Réchaux, etc.,aunque admiten una dependencia íntima y necesaria entre la economía polí tica y la moral, sostienen la distinción formal de estas (1) Traité d'économie sociale, tI, 27.—Worms, LaScien- cié et l'Art en économie. (2) H. Pesch, Die Béziehungen der National. - (Ekonomie zur Moral (Stimmen aus María Laach, Mayo, 1894, p. 303 y siguientes); —Liberatore, Principios de economía política. 20 ECONOMÍA SOCIAL dos ciencias. Esta manera de ver nos parece más exacta. ¿Cuál es, en efecto, el objeto propio de la moral? La honestidad; la actividad del hombre ordenada al fin últi mo. ¿Y el objeto inmediato de la economía? Es, como hemos demostrado, lo útil; la actividad del hombre que se ejercita en el orden de los intereses materiales. La diversidad de los objetos establece la distinción y la dife rencia de las dos ciencias; por consiguiente, la economía política es, con perfecto derecho, una ciencia distinta de la moral (1). Sin embargo, aunque sea una ciencia distinta, la eco nomía social no es independiente de la moral; ésta no sólo puede, sino que debe dirigir a aquélla. ¿En qué se funda este dominio? En que la economía se halla nece sariamente sometida a la moral. Nada es menos dudoso. Dos ciencias están subordinadas cuando el objeto de la primera se refiere al fin de la segunda; de fuerte que la una regula y dirige a la otra. ¿No es la moral, de una manera absoluta, la regla soberana de la actividad huma na? El objeto final del hombre en la vida social, no es la riqueza, ni siquiera la dicha temporal; porque uno y otro no son más que medios dados al hombre para alcanzar su último fin, quien debe hacer entrar la riqueza en el orden del fin; pero ¿cómo? Por la ley moral que deter mina las relaciones de la actividad libre con este fin; es decir, en otros términos, que toda la organización de la riqueza social debe regularse por la ley moral (2). Asimismo, el hombre no puede, sin abdicar de su dig nidad humana y descender al rango de los seres irracio nales, hacer abstracción de la tendencia al último fin contenida en todo bien particular; no puede, sin despo seerse de su carácter de ser racional, prescindir de la ley (1) Courcelle-Seneuil reconoce en parte esta verdad en el Nouveau Dict. d'écon. polit. p. 764. (2) V. Périn, Doctrines économiques. POR EL R. P. CH. ANTOTNT? 21 moral en el ejercicio de su actividad voluntaria. Como ciencia humana, es decir, moral, la economía política no es, pues, la ciencia de la riqueza en sí; no es la ciencia de la producción de la riqueza por todos los medios posi bles, incluso el fraude, el robo o el saqueo (1), sino que es la ciencia de la riqueza, considerada en relación con el hombre. De estas consideraciones brota espontáneamente una conclusión importante. Toda ley o toda regla económica en desacuerdo con la ley moral, llega a ser extraña a la verdadera economía y debe ser enérgicamente reprobada, como lo sería la ciencia de robar, de falsificar documentos y de practicar la usura (2). El hombre cumple su destino en el mundo moral; el uso de los bienes materiales no es para él más que un medio de realizar su fin, que está muy por cima de la satisfacción de los sentidos. La riqueza no es rique za más que en relación al hombre, y el hombre lleva con sigo a todas partes los nobles lazos que le retienen en el mundo del espíritu (3). Opinión de la escuela liberal.—Se ha denunciado por gran número de economistas de la escuela liberal, la alianza de la economía social con la moral. «La ciencia económica, ha dicho M. Ives Guyot, es inmoral por sí misma; el uso que se hace de sus leyes es lo que puede ser moral o inmoral (4). M. Block (5) protesta contra la subordinación de la ciencia económica a la moral. «La economía política ética o moral, implica una lamentable confusión de la ciencia y del arte. No es el saber sino el (1) V. Liberatore, Principios de Economía política. (2) Ott, Traité d'Economie sociale, p. 44. (3) Périn, Doctrines économiques. (4) Sociedad de economía política, sesión del 5 de Diciem bre de 1893. (Journal des economistes, Diciembre de 1898, pá ginas 417 y siguientes.) Í5) Les Progrés de la sciencie économique, p. 53. 22 EOONOMÍA SOCIAL querer lo que es del dominio de la moral. La ciencia se limita a contemplar la verdad, el arte obra... En resumen, las ciencias no son morales ni inmorales, porque no obran; hacen constar y explican. No se debe, pue>, per mitir mezclar la ética con la ciencia económica. » En este punto los anarquistas dan la razón a monsieur Mauricio Block, porque también pretenden que su eco nomía social no es una ciencia inmoral. ¡Y qué! El bur gués debe ser suprimido, la autoridad abolida, el patrono destruido; el robo es una restitución social... ¡He ahí otros tantos principios que escapan del dominio de la moral, puesto que la ciencia se limita a contemplar la verdad! Ya escribía Rossi: «No es por el fin a que puede ser vir, por lo que se puede reconocer la naturaleza de una ciencia y clasificarla. Hablando con propiedad, la ciencia no tiene fin anterior; desde que uno se ocupa del empleo que de ella puede hacerse, se sale de la ciencia para caer en el arte» (1). Según Stuart Mili, la economía política considera al género humano como si no tendiera más que a la creación y consumo de las riquezas (2). M. Cherbu- liez quiere, al estudiar las leyes económicas, que se haga abstracción de su valor moral (3). Ricardo y Bentham se expresan en idéntico lenguaje. A la luz de los principios establecidos más arriba, es manifiesta la inexactitud de estas afirmaciones. ¿No es evidente que una ciencia puede tener un fin exterior como, por ejemplo, la medicina, que tiene por fin exterior la salud del hombre? Por otra parte, la divi sión entre la ciencia que contempla y el arte que ejecu ta, es incompleta, porque la ciencia práctica se mantiene en una situación intermedia entre la ciencia especulativa (1) Cours d'économie politique, t. I, p. 29. (2) Cours, t. I, p. 29. (3) Précia, t. I, p. 7 y 8. POB EL R. P. OH. ANTOINE 23 y el arte. La ciencia práctica considera su objeto como aplicable a la acción; el arte dirige la ejecución del tra bajo. Agreguemos a lo dicho que se manifiesta entre gran número de economistas modernos una reacción muy acentuada contra esta separación antinatural entre la ciencia económica y la moral. Citemos a Cauwes (1), Gide (2), Baudrillart (3), de Laveleye, Béchaux (4), Min- ghetti, Devas (5), doctor Schonber (6), etc., etc. M. Paul Leroy-Beaulieu afirma resueltamente que «la economía política vive en buena armonía con la moral» (7). Relaciones de la economía Social y de la política.—La economía social, sometida a las leyes de la moral, ¿se halla cuando menos emancipada de la dominación polí tica? Es esta una pregunta capciosa, porque la palabra política está preñada de equívocos. No entendemos por política el arte de conquistar el poder, de sostenerse en él y de sacar de él todo el beneficio posible, sino que la atribuímos la significación, menos vulgar y más científi ca, de ciencia del gobierno de la sociedad. Esto supues to, no es difícil ver que la economía social está subordi nada a la ciencia de la política. Qobernar la sociedad, ¿qué otra cosa es que dirigirla a su fin, a la prosperidad temporal? Por otra parte, la prosperidad temporal de la sociedad comprende lo mismo el progreso intelectual y moral que el desarrollo material, la riqueza social. Sá- (1) Precis., 1. 1, p. 20 y 21. (2) Principes, p. 4. (3) Manuel, p. 44. (4) Le droi et les faits économiques, p. 11. (5) Groundworks, p. I-V. (6) Handbuch, t. I, p. 56. Citemos también entre los auto res católicos a Antonin Rondelet Le Spiritualísme en écono- miepolitique. Oh. Perin, La richesse dans les sociétés chre- ttennes. —Y el abate Elias Blanc, ¿Y a-t-il une Economie politique chretiennef (7) Traité théorique et practique, t. I, p. 78. 24 ECONOMÍA SOCIAL quese la conclusión. La ciencia, que tiene por objeto la prosperidad material y la riqueza social, debe estar su bordinada a la que tiene por objeto la prosperidad com pleta, el total desarrollo del cuerpo social; la economía social se halla necesariamente sometida a la ciencia de la política, y, en caso de conflicto, ésta debe prevalecer sobre aquélla; la parte debe ceder al todo. No conside rando más que el progreso material escueto, convendría a la sociedad que todos los ciudadanos fueran producto res de valores económicos en la mayor proporción; pero, en tal caso, ¿qué vendría a ser la sociedad? Una vasta fábrica, una inmensa sociedad cooperativa de donde se excluiría la civilización en lo que tiene de más noble y de más humano. Para evitar el caer en este y otros excesos semejantes, la economía social debe conocer su objeto, y permanecer fiel a su fin propio. Debe, además, seguir un método se guro y exacto. ¿Cuál es este método? He ahí lo que nos falta que averiguar. V MÉTODO QUE CONVIENE A LA ECONOMÍA POLÍTICA Del método en economía política.—Aplicada a una ciencia, la palabra método tiene dos significaciones: o bien indica la manera de descubrir las verdades de que se compone esta ciencia, o bien designa la forma en que deben enseñarse estas verdades. No porque tengan nu merosos puntos de contacto los dos procedimientos, son menos diferentes el método de investigación y el método didáctico. El método de investigación, sea uno o múltiple, POR EL R. P. CH. ANTOINB 26 es invariable; el método didáctico es variable, según las disposiciones particulares de los profesores y de los alumnos. Así, pues, nos ocuparemos solamente del mé todo de investigación (1). ¿Cuál es el objeto de la economía política? Las rela ciones de los hombres entre sí o con el mundo exterior, en la persecución de los bienes materiales. Distingamos en este objeto sus elementos constitutivos y encontrare mos al hombre: un ser social, dotado de libre arbitrio, destinado a una vida eterna y sometido a la ley moral; el mundo exterior, que obedece al determinismo físico y la actividad humana, que aplica a la persecución de los bienes materiales ciertos medios generales. Para pasar del objeto al método, basta recordar el principio de que el objeto propio de una ciencia ordena y determina su méto do de investigación. He ahí por qué la economía polí tica, por la misma naturaleza de su objeto, no debe ser ni exclusivamente deductiva, ni exclusivamente induc tiva; sino que se apoya a la vez en los principios de la razón especulativa y práctica y en las inducciones de la experiencia; basa sus conclusiones, no menos que en el conocimiento de la naturaleza y de los deberes del hombre, en un examen detallado del trabajo, del sala rio, del cambio, del reparto y del consumo de las rique zas (2). «La observación, escribe M. A. Liessc, recoge los hechos concretos; el razonamiento analiza en seguida estos hechos para desprender de ellos las- leyes naturales que les rigen... En definitiva, el economista combinará en proporciones variables, apropiadas a la naturaleza de su (1) Devas, Political Economy. — P. Castelein, La jfótho- de des sciences sociales.—Schmoller, L' Economie politique, sa Théorie et sa Métode. (Rev. d'écon. polit. , 1894, p . 1Ü5. ;.— Durkeim, Les Regles de la méthode sociologique. (2) Brants, Lois et Méthodes de l 'economie politique. - Funck-Brentano, La science morale, sociale et politique. 26 ECONOMÍA SOCIAL espíritu y al problema propuesto, esos dos elementos inseparables del entendimiento humano, la observación y el razonamiento (1).» La inducción y la deducción son necesarias para la ciencia económica; pero estos dos procedimientos no juegan el mismo papel en la investigación y estableci miento de las leyes de la economia social. Papel de la deducción.—Mediante la ayuda del método deductivo, la economía política establece o recibe: 1.° Las reglas superiores de la moral que dirigen al hombre a su último fin: leyes morales obligatorias; 2.° Los me dios generales de producir y de adquirir la riqueza; por ejemplo: conviene disminuir los gastos de producción para aumentar los beneficios; leyes de economía pura; 3.° Las reglas inmediatas de la actividad humana, que dependen de las dos precedentes, como por ejemplo: quien emplea, puede utilizar el trabajo de los niños, mientras queden a salvo la higiene física y moral, leyes prácticas de economía social. Las fuentes de las cuales sacará los principios el eco nomista cristiano son: el tesoro de verdades dogmáticas, la enseñanza de la Iglesia, principalmente manifestada en las magníficas Encíclicas de León XIII, las teorías de derecho natural y las aplicaciones que de ellas ha hecho la teología moral (2). Al método de deducción, así comprendido, viene a añadirse el procedimiento de inducción. Papel de la inducción.—El método de inducción, apli cado a la economía social, presenta las siguientes ven tajas: (1) Nouveau Dictionaire d'Economie politique, art. Mé- thode, p. 256 y 271. (2) Este punto está muy bien desarrollado por el P. von Hammortein, Stimmen, t. XII, 1877, p. 139;— y por el P. Me- yer, op cit, t, I, 1871, p. 131 y sig. POR EL R. P. CH. ANTOINE 27 1.° El estudio de los hechos confirma los principios generales de la actividad humana. 2. ° Las enseñanzas de la historia y de la experiencia, brillan para ciertos espíritus, con una luz más viva que los del análisis racional. 3. ° El estudio de los hechos determina la aplicación de los principios apriorísticos. En economía política— ciencia eminentemente práctica—no basta la deducción, que puede servir para justificar una institución, para determinar si en si es buena o mala, pero no si es aplica ble a tal o cual situación económica determinada. Los hechos naturales, que constituyen el fundamento de la inducción económica, tienen por origen la activi dad humana en el orden de los intereses materiales. Los principales son: el trabajo y sus modos diversos, el cam bio, el crédito, el capital, la distribución y el consumo de los productos del trabajo. Aplicando a su objeto propio método tan seguro, la ciencia económica descubrirá las leyes de la economía social. Partir de definiciones, de hechos y de principios ciertos para llegar a las leyes generales, es, en efecto, el objeto de la ciencia. Nadie pone en duda la verdad de que hay leyes de economía política; pero si se trata de determinar la naturaleza, el carácter y el grado de certi dumbre de estas leyes, cesa el acuerdo, empieza la dis cusión ardiente y —¿por qué no confesarlo?—algunas veces confusa. Unas palabras sobre el asunto. Leyes de la economía política.—Eu general, se distin guen tres especies de leyes; las leyes morales obligato rias, las leyes morales directivas o históricas, las leyes físicas (1). Las primeras tienen por objeto la actividad (1) Prescindimos, por no referirse a nuestro asunto, de las reglas de las artes, como la gramática, la música, la estrate gia, etc. ' ECONOMÍA SOCIAL libre", que se ejerce en la esfera de lo honesto; impone una necesidad u obligación moral y gozan de una certi dumbre absoluta o metafísica. Las leyes morales histó ricas o directivas tienen por dominio la manera constante en que los hombres obran libremente, dadas circunstan cias idénticas; no imponen ninguna necesidad u obliga ción, se limitan a indicar, de una manera general, la dirección de la actividad libre, y no traspasan las fron teras de la certidumbremoral. Las últimas se refieren a las acciones y reacciones de los cuerpos exteriores entre sí, que sufren el yugo de un determinismo rígido y dan nacimiento a la certidumbre física. Apliquemos estas consideraciones a la materia que nos ocupa. Como el objeto de la economía política es la libre actividad del hombre en el orden de los intereses mate riales, es manifiesto que esta ciencia se halla regida única mente por las leyes morales obligatorias y por las leyes morales históricas. Las leyes físicas no se admiten en economía más que a título de auxiliares. Someter esta ciencia a las leyes fatales, al ciego determinismo del mundo material, es arrebatarle su carácter de ciencia social y moral. Suprímase la libertad y ya no habrá ni moral, ni sociedad. Esto supuesto, ¿cuál es, en economía política, el papel peculiar de cada una de estas dos espe cies de leyes morales? Desde luego las leyes morales directivas, indican la manera constante que tienen de obrar los hombres en determinadas circunstancias económicas. Así, cuando prospera la industria nacional, cuando son altos los sala rios y moderado el coste de la vida, son numerosos y fecundos los matrimonios en la clase obrera. Estas leyes están fundadas en la libertad humana; admiten excep ciones, y pueden modificarse por las circunstancias. Cuando una ciudad está sitiada, aumentan de valor los comestibles; esta es una ley económica. Que el poder ci POR EL R. P. CH. ANTOINE 29 vil fije legalmente el precio de estos géneros y la ley sufrirá una excepción. Las leyes morales obligatorias son las leyes morales en sentido estricto; aplican al orden económico los princi pios generales de la honestidad, las reglas de la justicia y de la caridad. Las leyes morales históricas expresan lo que es o lo que será; las leyes morales obligatorias pres criben lo que debe ser; por ejemplo: no deben admitirse a trabajar en las fábricas a los niños cuyas fuerzas físi cas no están suficientemente desarrolladas. Hemos aludido precedentemente a las leyes de la eco nomía pura. ¿Qué es, pues, la economía pura? Es una ciencia llamada por Aristóteles crematística, que tiene por objeto la riqueza considerada en sí, esto es, sin nin guna relación con el hombre o la sociedad. En manera alguna contradigo a los que dicen que la crematística, es una parte, la menor de todas, de la economía política. Pero habría sinrazón en confundirla con lo económico estando la ciencia de la riqueza ordenada a la prosperi dad temporal de la sociedad y subordinada al último fin. En realidad, lo económico puro, o crematístico, es dis tinto; pero no independiente de la economía política. VI MÉTODOS DEFECTUOSOS Para apreciar mejor las cualidades y la necesidad del método que acabamos de exponer, no será inútil pasar revista a los principales métodos rivales, es a saber: el método deductivo puro, el método histórico, el método positivista y el método de Le Play. 30 ECONOMÍA SOCIAL Método deductivo puro.—Este método pertenece prin cipalmente a los economistas liberales de la escuela inglesa: Ricardo, Malthus, Senior, StuartMill y a sus imi tadores franceses J.-B. Say, Bastiat, Cournot y J. Gar- nier (1). El método deductivo puro, considera al hombre abs tracto agitado por una necesidad indefinida de gozar, que despliega, para satisfacer este deseo, el mínimum de esfuerzo y obedece a la gran ley de la oferta y de la demanda. El único resorte que mueve a este hombre, es al interés personal desprendido de la ley moral y de los lazos sociales. De las nociones primordiales del trabajo, del capital, del cambio y del valor, se deducen, por un encadenamiento seductor, las leyes naturales absolutas e inmutables de la economía (2). ¡Ay! transportadas al dominio de la vida real, estas fórmulas fascinadoras, no presentan con frecuencia más que errores e ilusiones (3). Así, de las famosas máximas de Ricardo, sobre la renta territorial, resulta un antagonismo radical e irremediable entre los propietarios territoriales y las demás clases de la sociedad. El mismo método y los mismos principios, conducen, por el contrario, a Bastiat al optimismo eco nómico y a las armonías sociales, espontáneas e indes tructibles (4). Una variedad de este método es suministrada por el método matemático. Consiste en representar por canti dades matemáticas las diferentes magnitudes y variables económicas como la demanda, la oferta, el valor, la riqueza; y despues, mediante la ayuda del análisis y del cálculo de las probabilidades, deducir soluciones y leyes. Si en algunas ocasiones puede ser útil en economía polí- (1) W. Pareto, Cours d'éeonomie politique. (2) Cauwés, Précis, p. 32. (8) Perin, les Doctrines économiques, p. 329. (4) Armonios económicas, p. 28. POR EL R. P. CH. ANTOINE 31 tica, como medio cómodo de solución y de representa ción, el empleo de las matemáticas, es manifiesto, que no constituyen para la ciencia económica un método espe cial o un instrumento de investigación distinto de los dos procedimientos generales de deducción y de inducción de que hemos hablado más atrás. Para facilitar su tarea, los economistas de esta escuela refieren toda la economía a la teoría y a las aplicaciones del valor y del cambio; pero este punto de vista es incompleto, es una suposición gratuita. El método matemático se ha enaltecido en Francia por Cournot (1), y desarrollado en Inglaterra por Edge- worth (2), Vicksteed (3), a los que podemos agregar Walras, Jevons y Marshall. Método histórico.—El método histórico, relacionado con la escuela histórica, ha nacido de una reacción con tra el abuso de la deducción pura. La escuela histórica no reconoce ningún principio absoluto y universal; no admite más que leyes que son el producto orgánico de la conciencia nacional, leyes puramente empíricas, expre siones de los hechos históricos. En este método ya no existe ciencia económica independiente de las diversas nacionalidades y de las diferentes épocas; no hay más que una economía nacional peculiar de cada pueblo y de cada época, en armonía con las condiciones físicas e his- (1) Recherches sur les principes mathématiques des ri- chesses. (2) Muthematical psychics; an essay on the application of Maíhematics to the moral Sciences. He aquí cómo se expresa Edgeworth en su introducción; <An analogy is suggested bet- ween the Principies ofgreatest liappiness, utilitarian or egois- tic, which constitute the first principies of ethics and econo- mics, and those Principies of máximum Energy which are amongts the highest generalisation of Phytdcs and in virtue of which mathematical reasoning is applicable to phisical phe- nomena quite as complex of human lite.» (op. cit., p. V.) (3) The Alphabet of econoinic Science. 32 ECONOMIA SOCIAL tóricas de uno y otra. Los pretendidos principios gene rales, dicen los defensores de este método, no son más que abstracciones erróneas e incompletas del régimen económico, propio del país de cada autor. Así el econo mista de la escuela histórica se contenta con describir los diferentes estadios de la civilización económica para encontrar en ellos los principios y las aplicaciones con cernientes a cada época particular (1). La escuela histórica ha tomado—especialmente enAle mania—el nombre de escuela ética. No hay que dejarse engañar sobre la significación de esta etiqueta; con esa palabra, los discípulos de Roscher y de Schmoller no entienden en modo alguno la ley natural y divina de las acciones del hombre; pues según estos economistas, la ética comprende las costumbres generales, los diversos fenómenos, que se comprenden en las categorías históri cas del bien, del derecho y de lo justo (2). En conformidadcon estos principios, la escuela histó rica no admite más que leyes fugitivas, porque, si por una parte la naturaleza humana es idéntica, de la otra, las variedades históricas y geográficas despojan de toda permanencia a la organización social. Cada período de la vida de un pueblo tiene sus leyes particulares y cam biantes y sus economías temporales, como las circuns tancias que les han dado nacimiento (3). A la escuela histórica pertenecen Schmoller, Roscher, Hildebrand, Conrad, Knies, Kauts, Cliffe-Leslie, De Laveleye, etcé tera, etc. No hay que confundir el uso de la historia en econo- (1) Devas. Grounworks, p. 42. (2) Beudant, Le Droit individuel et VEtat, ch. III, § 4, «Escuela histórica» . (3) Menger, Untersuchungen iiber die Methode der Social wissenchaft und politischen (Ekonomie, especialmente las p. 187 y sigs. mía política con el método histórico. Este es defectuoso y estéril, mientras que aquél es correcto y fecundo. La historia, en efecto, da a las leyes económicas una ancha base de observación, mantiene el respeto de la tradición, y le da, de este modo, el lugar que le pertenece, sin rom per con el espíritu de progreso. Estas dos tendencias, el respeto de la tradición y el deseo del progreso son igual mente legítimas y necesarias, porque están fundadas en la naturaleza del hombre y de la sociedad. Método positivista.—Fundado por A. Comte, desarro llado, organizado y propagado por Herbert Spencer, ha dado nacimiento a la sociología. Según los dos maestros de este nuevo evangelio, la sociología es la ciencia posi tiva de los fenómenos sociales y de sus leyes. La sociología aplica el método positivo, es decir, que rechaza toda idea como todo principio apriori, no admi te más que los hechos sensibles, proscribe la especulación y la deducción, y considera la metafísica como una qui mera. Su objeto no permite más que un método: la obser vación y la. inducción (1). Según la doctrina positivista, la sociedad es un orga nismo viviente con su anatomía propia, que evoluciona según una ley inmanente, de ordinario, según los prin cipios del transformismo. Así, Herbert Spencer aplica a las sociedades, consideradas como organismos, las dos leyes darwinistas de la evolución, la concurrencia vital y la selección natural (2). De estos principios se deduce necesariamente que la ciencia social, la sociología, es la historia natural de la sociedad, una rama de la biología general. Después de esto, ya nadie se admirará de ver a (1) De Vareilles-Sommiéres, Les Principes fondamentaux du droit. (2) Beudant, Le Droit individuel et VEtat, ch. m, § 5.— Cauwés, Precis, t. 1. p. 10. - Paul Janet, Histoire de la science poUtique, t. II, p. 764. 34 ECONOMÍA SOCIAL los sociólogos, buscar la revelación de las leyes sociales, no solamente en las poblaciones más bárbaras, sino tam bién en las sociedades animales. Sean grupos de anima les o sociedades humanas, no hay diferencia entre el método de observación, que se aplica al estudio de los organismos. En las hormigas y en las abejas es donde ordinariamente recae el honor de resolver el problema social. El hombre y los demás animales, dicen corriente mente y con cierta afectación los discípulos de Comte y de Spencer. En el método positivista se confunden las costumbres generales y las leyes, y toman prestadas de la naturaleza hasta su certidumbre y su necesidad infle xible. La ley es la sucesión de los hechos que correspon den a circunstancias dadas; es la expresión del desarro llo orgánico; de la evolución de las sociedades humanas. La escuela sociológica en Francia se divide en tres ramas: 1.a; la escuela antropológica o etnográfica, cuyo jefe es Letorneau; 2.a, la escuela criminalista de Tarde y Lacas- sagne; 3.a, la escuela universitaria o moral, cuyos princi pales representantes son Fouülée, Espinas y Durkheim. Método de le Play.—A la pregunta de ¿qué es la ciencia social?, contesta el ilustre economista: «La ciencia social es el conjunto de conocimientos que enseñan cómo las sociedades se aseguran la felicidad fundada en la paz. y en la estabilidad (1).» Habiendo comprobado la insufi ciencia del método apriorístico, que entonces dominaba sin rival, Le Play apeló «al método usual en las ciencias politécnicas» al método trazado por Descartes (2). Para llevar a la práctica este método de inducción el eminente pensador, emplea cuatro procedimientos: 1.°, la observa ción por las monografías de familia, que elige en la clase de los trabajadores, industriales o agrícolas; 2.°, el re curso a las autoridades sociales; 3.°, la comparación con (1) Ouvriers, européens, 2.a edic, p. 475. (2) Op. cit., p. 13, 491-577. POR EL R. P. CH. ANTOINB 35 los pueblos prósperos, esto es, con las sociedades en que reina la paz sin acudir habitualmente a la fuerza; 4.°, las informaciones legislativas (1). Tal es, a grandes rasgos, el método del maestro (2). Antes de pronunciar un juicio, tenemos que rendir el más sincero homenaje a los elevados sentimientos, a las rectas intenciones y a la extensa ciencia del gran econo mista. Le Play ha sido, en la primera mitad de este siglo, el infatigable apóstol de un pensamiento noble y gene roso; la paz social. Ha puesto al desnudo los sofismas del liberalismo económico, disipado la ilusión de los fal sos dogmas de la revolución francesa, y ha vuelto a en contrar, confirmándolas, con el argumento de los hechos, un gran número de verdades sociales, enseñadas por la Iglesia y el derecho natural. Sus trabajos, sobre la liber tad de testar, la familia y el patronato de las clases influyentes, son notables y justamente admirados. Crítica del método.—Sin embargo, a nuestro parecer, ofrece varios aspectos defectuosos del método que em plea Le Play para construir la ciencia social (3). El vicio radical de este método se halla en su princi pio fundamental: el de establecer la ciencia social exclu- (1) Op. cit., liv. II. ch. Xy XL (2) Los discípulos de Le Play se han dividido en dos escue las; la antigua, que tiene por órgano la Reforme sociale, y la nueva, dirigida por M. Demolins y M. Henri de Tourville, representada por la Science sociale. Sobre las causas de esta escisión, v. el P. de Roussiers, Science sociale, Febrero de 1894, p. 147 y sig. Sobre La Nouvelle Méthode d'observation, v. la Science sociale, 1686, t. I, pag. 393 y siguientes. (3) Duparc (Fr.), Le Play et les jugements de lapresse (Réforme sociale, 1882. p. 351-360 y 430-438).—Claudio Jan- net, L'Ecole Le Play, Conférence faite á Genéve.-Q. Michel. Nouveau Dictionaire d^économie politique, t. II, p. 130 y sip.—Cessa, Introducción al estudio de la Economía política, p. 409. Auburtin, Le Play. -Dr. Kaempffe Staatslexikon, v. «Play».—Vignes La Sience sociale d'aprés Le Play. 36 ECONOMÍA SOCIAL sivamente sobre la observación y la inducción (1). Que rer transportar a las ciencias morales el método propio de las ciencias físicas, es perderse en una falsa vía. El gran peligro, el defecto ordinario, casi me atrevería a decir, obligado de toda ciencia, que en el orden moral no quiere apoyarse más que en la experiencia y en la comprobación de los hechos, es el de omitir u olvidar en su argumentación elementos esenciales, que debieran en trar en ella. Método semejante es bueno en el orden físi co, donde los hechos se reproducen con una regularidad necesaria; pero allí, donde intervengan el hombre, su libertad y sus pasiones, tal método expone a numerosas equivocaciones y a emprender un falso camino. No pue de, en efecto, prever e indicar con certidumbre el resul tado de la actividad libre mientras disponga, lo que sucede con mucha frecuencia, de observaciones imper fectas y restringidas (2). Demos un ejemplo de estesofis ma. En los países en que el Estado se halla separado de la Iglesia, la observación muestra que, con frecuencia, la vida católica es más intensa y más fecunda que en otros países donde se halla reconocida oficialmente y prote gida por el poder público la religión católica. Pero no tendría razón de ser, el concluir de este hecho que se deben separar el Estado y la Iglesia. Defectuoso en su principio, el método de Le Play es insuficiente en sus aplicaciones. Para dar conclusiones exactas, el método de observación, el análisis micrográ- fico, debe aplicarse a todos los órganos de la sociedad, y el célebre economista no ha descrito más que la familia obrera. ¿Es que no importa a la ciencia social conocer los presupuestos de los grandes propietarios, de los prín- (1) Von Hammerstein. Stimmen, t. XII, 1877, p. 139, 399. (2) V. Paul Ribot, Exposé critique des doctrines de Le Play. POR EL H. T. CH. ANTOINE cipes de los negocios y de los industriales? (1). ¿Por qué dejar de lado el estudio de las diferentes clases de que se compone el organismo social, el clero, la industria, el comercio, lajmagistratura, la administración y el Parla mento? ¿No forma parte de la sociedad y de la ciencia social el poder civil? A estas deficiencias generales se añaden varias otras particulares. Oon una convicción enérgica Le Play afir ma, y demuestra con los hechos, la importancia social del Decálogo; pero ¿a qué conduce establecer esta ver dad capital sobre -el terreno poco firme de las autorida des sociales? (2). Apelar a las autoridades sociales, ¿no es, en última instancia, el juicio caprichoso de la opinión pública? Le Play no cuenta al clero entre las autorida des sociales, porque, según dice, «el hábito del proseli- tismo le impide tener ideas completamente exactas sobre las cuestiones sociales» (3); y sin embargo, el primero, el apóstol más sincero de la paz social, es, sin duda ningu na, el clero católico. ¿Cuál es el carácter para reconocer las buenas o las malas instituciones? «Las buenas instituciones, responde el autor de la Reforme sociale, son las que ponen paz entre los hombres; las malas las que hacen que nazca entre ellos el antagonismo y la discordia.» Este criterio ¿es infalible? Opinamos que no. Para que determinadas instituciones sociales sean verdaderamente buenas, no basta que produzcan la paz, es decir, como lo explica Le Play, la ausencia de disensiones y de desorden, sino que hace falta además que favorezcan el desarrollo material intelectual o moral de la sociedad. La civilización, hacia la cual tienden los esfuerzos de los miembros de la socie- (1) Abate Elias Blanc, La Question sociale, p. 42. (2) La Reforme sociale en France. (3) La Reforme sociale, ch. VIII . —L' Organisation du travail. § 5. 38 ECONOMÍA SOCIAL dad, no es una paz inerte y estéril; es una paz activa y fecunda. En resumen, M. Le Play ha recogido materia les para la ciencia social; ha comprobado, mediante la observación, varias conclusiones, y ha desarrollado el aspecto histórico de esta ciencia; pero, al menos así lo creemos nosotros, no le ha dado ni un método exacto ni una síntesis sólida. VII DIVISIÓN DEL TEATADO La ciencia social tiene por objeto las leyes que rigen a la sociedad; el conjunto de estas leyes constituye el orden social. El orden social, considerado en toda su generalidad, se divide en varios órdenes particulares: el orden jurídico, el orden político y el orden económico. Estudiar cada uno de ellos detalladamente, sería traspa sar con exceso los límites asignados a estas lecciones. Limitaremos, pues, nuestro estudio al orden social econó mico, y consideraremos en la primera parte de este tratado la constitución fundamental de la sociedad; en la segunda, el orden económico. El orden que debe rei nar en la sociedad, resulta de las diversas partes unidas por los lazos comunes y orientadas a un mismo fin. Por consecuencia, examinaremos sucesivamente: el fin de la sociedad política, las unidades sociales, individuos, fami lias, agrupaciones diversas, la autoridad política, forma de la sociedad, el lazo que une estas partes, la justicia y la caridad, el organismo social que de ello resulta, y, en fin, la Iglesia encargada de conducir la sociedad civil a su último fin. Todo esto constituye la primera sección. 39 En la sección segunda haremos la aplicación de estas teorías a la cuestión social, de la que indicaremos las soluciones principales; es a saber: la solución liberal, la socialista y la católica. La segunda parte de nuestro tratado, que se refiere al orden económico, no puede tener más que tres partes principales: producción, distribución y consumo de la riqueza. Como hace notar con mucha exactitud Libera- tore, «la razón de esta división es clara». Todos los puntos dev vista bajo los cuales puede considerarse la riqueza, se reducen a estas tres cuestiones principales. ¿Cómo se produce la riqueza? ¿Cómo se debe repartir entre sus productores? ¿Qué reglas presiden a su consu mo?» Algunos autores rechazan, por superflua, a la últi ma parte, esto es, la que se refiere al consumo de las riquezas. Pero el consumo de las riquezas debe pertene cer a la economía política. Para convencerse de esta verdad, basta observar que este consumo es el objeto, el fin mismo de la producción y de la distribución. Ahora bien; ninguna ciencia, y menos que ninguna una ciencia práctica, puede prescindir del fin a que tienden las demás materias de que trata. Otros autores, en mayor número, dividen la economía política en cuatro partes, añadiendo a las tres preceden tes la circulación de las riquezas. Citemos entre los contemporáneos a Baudrillart, Schónberg, Walker, Ely, Leroy-Beaulieu, Beauregard, De Laveleye, Levasseur y Jourdan. Esta división peca, a nuestro parecer, por exce so. La circulación no es más que una forma del cambio, y se refiere fácilmente a la producción de la riqueza, de la que es su complemento natural, o a la distribución, de la que es uno de los principales medios. PRIMERA PARTE EL ORDEN SOCIAL PRIMERA SECCION LA TEORÍA CAPÍTULO PRIMERO La sociedad política. Todo conocimiento científico parte de una definición para abocar a otra definición. La primera, que precede y dirige la investigación científica, tiene por fin precisar, fijar y determinar el objeto; es la definición nominal. La segunda, término y resultado de la investigación, da a conocer la naturaleza y principales propiedades de este objeto; es la definición real. De ahí esta conclusión: la definición nominal está al abrigo de las controversias; la definición real, fruto de la demostración, tiene el mis mo valor que el razonamiento, de que es el término. Apliquemos estas consideraciones al asunto que nos ocupa. Sería c,aer en un sofisma manifiesto, definir la sociedad política al principio de un capítulo, en que buscamos las funciones, los derechos y los deberes de la sociedad por 42 ECONOMÍA SOCIAL esas funciones, derechos y deberes; y lo mismo sucede ría si se afirmara desde ahora que ésta tiene por fin característico, ya la prosperidad temporal, ya la seguri dad de sus miembros. Para evitar este escollo, tomemos como punto de partida la definición nominal de sociedad civil. ¿Cuál es el sentido universalmente admitido de las palabras sociedad civil? Francia, Bélgica, Suiza e Ingla terra son sociedades políticas—Estados—netamente caracterizadas; comparémoslos con las demás sociedades existentes, sociedades comerciales, industriales, litera rias o artísticas y reconoceremos sin esfuerzo tres ele mentos distintivos, tres rasgos comunes de la sociedad política; una masa más o menos grande de hombres divi
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