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Acabar con el abandono de los problemas de las mujeres negras

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Acabar con el abandono de los problemas de las mujeres negras
Tabla de contenidos [Ocultar]
Dificultades económicas
Aspectos históricos
Las mujeres negras en las organizaciones de masas
La mujer trabajadora negra
La empleada doméstica
Manifestaciones de chovinismo blanco
Problemas claves de la lucha
La lucha por la paz
Este texto de la periodista y militante del Partido Comunista de Estados Unidos Claudia Jones se publicó en la revista del partido,Political Affairs, en 1949. Se centra en la triple explotación que sufren las mujeres negras estadounidenses en su condición de mujeres, de negras y de trabajadoras. La autora denuncia esta situación no solo en el mundo laboral sino también en el propio seno de las organizaciones sindicales y políticas progresistas, incluido el Partido Comunista y la pérdida que supone para todo el movimiento obrero y antiimperialista ignorar la experiencia de estas mujeres.
Hemos traducido el artículo original en inglés respetando, tal como se explica en las notas finales, la terminología de la autora. Todas las notas son de la traductora, excepto la número 6.
Una característica importante de la etapa actual del movimiento de liberación de las personas negras1 es el aumento de la participación militante de las mujeres negras en todos los aspectos de la lucha por la paz, los derechos civiles y la seguridad económica. El hecho de que las mujeres negras se hayan convertido en símbolo de muchas de las luchas actuales de las personas negras es sintomático de esta nueva militancia. Este aumento de la militancia entre las mujeres negras tiene un profundo significado, tanto para el movimiento de liberación de las personas negras como para la emergente coalición antifascista y antiimperialista.
Comprender correctamente esta militancia, profundizar y ampliar el papel de las mujeres negras en la lucha a favor de la paz y de todos los intereses de la clase trabajadora y de las personas negras significa en primer lugar superar el flagrante abandono de los problemas especiales de las mujeres negras. Durante demasiado tiempo este abandono ha estado presente en las filas del movimiento obrero en general, de los progresistas de izquierda y también del Partido Comunista. Es vitalmente necesaria una valoración extremadamente rigurosa de este defecto de los progresistas, especialmente de los marxistas-leninistas, si queremos contribuir a acelerar este avance e integrar a las mujeres negras en el movimiento progresista y obrero, y en nuestro propio partido.
La burguesía teme la militancia de las mujeres negras y con razón. El capitalismo sabe, bastante mejor de lo que muchos progresistas parecen saber, que una vez que las mujeres negras empiezan a actuar mejora enormemente la militancia de todas las personas negras y, por lo tanto, de toda la coalición antiimperialista. Históricamente la mujer negra ha sido la guardiana, la protectora, de la familia negra. Desde la época del comercio de esclavos a nuestros días la mujer negra se ha responsabilizado de las necesidades de la familia, de protegerla tenazmente de los embates provenientes de los insultos de las leyes Jim Crow2, de criar a los hijos en una atmósfera de terror al linchamiento, segregación y violencia policial, y de luchar por la educación de sus hijos. Por consiguiente, la opresión redoblada de las personas negras, que ha sido el distintivo de la ofensiva reaccionaria de posguerra, no puede sino llevar a la aceleración de la militancia de las mujeres negras. Como mujer, como madre y como trabajadora la mujer negra lucha contra el exterminio de la familia negra, contra la existencia en guetos impuesta por las leyes Jim Crow que acaba con la salud, la moral y la vida misma de millones de sus hermanas, hermanos e hijos.
Desde este punto de vista, no es casual que la burguesía estadounidense haya intensificado su opresión, no solo de las personas negras en general, sino de las mujeres negras en particular. Nada pone mejor en evidencia la deriva fascista en nuestro país que la actitud cruel que exhibe y cultiva la burguesía respecto a las mujeres negras. El cacareado alarde de los ideólogos del Gran Capital de que las mujeres estadounidenses tienen la mayor igualdad del mundo se pone en evidencia en toda su hipocresía cuando se ve que en muchas partes del mundo, especialmente en la Unión Soviética, en las nuevas democracias y en la antaño oprimida tierra de China, las mujeres están logrando nuevas cotas de igualdad. Pero por encima de todo, ese alarde de Wall Street acaba ahí donde están concernidas mujeres negras y trabajadoras. ¡La degradación y la sobreexplotación, esa es la verdadera suerte de las mujeres negras y no la igualdad!
Observen la hipocresía del gobierno Truman, que alardea de exportar la democracia al mundo aunque el estado de Georgia mantiene encerrada a una mujer negra, viuda y madre de doce hijos. ¿Su crimen? Ayudada por dos de sus hijos, defendió su vida y su dignidad de los ataques de un supremacista blanco. O reflexionen sobre el silencio mudo con el que el Departamento de Justicia ha recibido a Amy Mallard, una maestra negra y viuda debido a que su marido fue linchado en Georgia porque había comprado un Cadillac nuevo y, en opinión de los supremacistas blancos, tenía aires de grandeza. Compárenlo con las lágrimas de cocodrilo de la delegación estadounidense ante las Naciones Unidas por el cardenal Mindszenty, que colaboró con los enemigos de la República Popular de Hungría y trató de obstaculizar la manifestación progresista de los antes oprimidos trabajadores y campesinos húngaros a favor de una democracia plena. Solo recientemente, en un discurso con motivo del Día de la Madre, el presidente Truman habló muy solícito de la manifestación de nuestro amor y reverencia por todas las madres del país. Estos supuestos amor y reverencia por las madres del país no incluyen en absoluto a madres negras que como Rosa Lee Ingram, Amy Mallard, las esposas y madres de los Seis de Trenton3 o las demás víctimas incontables se atreven a luchar en respuesta a las leyes de linchamiento y a la violencia de la supremacía blanca.
Dificultades económicas
Bien al contrario, la mujeres negras en tanto que trabajadoras, en tanto que negras y en tanto que mujeres son la capa más oprimida de toda la población.
En 1940 dos de cada cinco mujeres negras trabajaba para vivir, en contraste con dos de cada ocho mujeres blancas. Debido a su condición mayoritaria entre las personas negras, las mujeres negras no solo representan el porcentaje mayor de mujeres cabeza de familia sino que también son el principal sustento de la familia negra. La amplia proporción de mujeres negras en el mercado laboral es producto fundamentalmente de los bajos ingresos de los hombres negros. Esta desproporción también tiene su origen en el trato recibido por las mujeres negras a los largo de los siglos y en su posición.
Tras la emancipación y hasta nuestros días un alto porcentaje de mujeres negras tanto casadas como solteras se vieron obligadas a trabajar para vivir. Pero aunque el trabajo de las mujeres negras pasó de las zonas rurales a las urbanas, en general siguen confinadas a los empleos peor pagados. El Manual de datos de las mujeres trabajadoras (1948, boletín 225) de la Oficina de la Mujer perteneciente al Departamento de Trabajo estadounidense muestra que las mujeres trabajadoras blancas tienen unos ingresos medios más de dos veces superiores a los de las mujeres no blancas y que las trabajadoras no blancas (sobre todo negras) ¡ganan menos de 500 dólares al año! En el sur rural los ingresos de las mujeres son aún menores. En las tres grandes comunidades industriales del norte los ingresos medios de las familias blancas (1.720 dólares) son casi un 60% más elevados que los de las familias negras (1.095 dólares). Así, la sobreexplotación de las mujeres trabajadoras negras se revela no solo en el hecho de que, en tanto que mujer, reciben un salario menor por un trabajo igual al de un hombre sino también en el hecho de que la mayoría delas mujeres trabajadoras negras recibe menos de la mitad del salario de las mujeres blancas. Por consiguiente, ¡no es de extrañar que en los barrios negros las condiciones de vida de gueto (salarios bajos, alquileres elevados, precios altos, etc.) se conviertan prácticamente en un telón de hierro que encierra las vidas de las y los niños negros y mina tanto su salud como su espíritu! ¡No es de extrañar que la tasa de mortalidad en el parto entre las mujeres negras sea el tres veces superior a la de las mujeres blancas! ¡No es de extrañar que uno de cada diez niñas o niños negros nacidos en Estados Unidos no llegue a la edad adulta!
Los bajos ingresos de la mujer negra están directamente relacionados de su casi total exclusión de prácticamente todos los campos de trabajo excepto los de categoría más baja y peor remunerados, esto es, el servicio doméstico. Son reveladores los siguientes datos del informe de 1945 Negro Women War Workers [Trabajadoras de guerra mujeres negras] (Oficina de la Mujeres, Departamento de Trabajo estadounidense, Boletín 205): de un total de siete millones y medio de mujeres negras, más de un millón trabaja en el servicio doméstico y en el servicio personal. La inmensa mayoría de estas mujeres trabajadoras (aproximadamente 918.000) están empleadas por familias particulares y unas 98.000 están empleadas como cocineras, camareras y servicios similares en lugares que no son hogares privados. Las 60.000 trabajadoras restantes de empleos de servicios trabajan en diferentes ocupaciones de servicios personales (esteticistas, trabajadoras en pensiones y alojamientos, mujeres de la limpieza, conserjes, auxiliares de enfermería, camareras y ascensoristas).
El siguiente grupo mayor de mujeres negras trabajadoras se dedica a trabajos agrícolas. En 1940 aproximadamente unas 245.000 eran obreras agrícolas. De ellas unas 128.000 eran mujeres que trabajan para sus familias sin ser remuneradas.
La cantidad de trabajadoras de la industria y otras obreras ascendía a más de 96.000 mujeres del total de mujeres negras que hemos señalado antes. De estas, 36.000 se dedicaban a la industria manufacturera y los principales grupos eran los siguientes: 11.300 en la confección de ropa y de otros productos textiles, 11.000 en las manufacturas del tabaco y 5.600 en la industria alimentaria y productos vinculados a ella.
La cantidad de oficinistas y de empleadas similares era de solo 13.000 mujeres. Únicamente había 8.300 mujeres negras que trabajaban en los servicios públicos.
El resto de mujeres negras que trabajaba para subsistir se distribuía en los siguientes ámbitos: 50.000 profesoras, 6.700 enfermeras y estudiantes de enfermería, 1.700 trabajadoras sociales, 120 dentistas, farmacéuticas y veterinarias, 129 médicas y cirujanas, 200 actrices, 100 escritoras, redactoras y periodistas, 39 abogadas y jueces, 400 bibliotecarias y otros ámbitos similares que ilustran la exclusión a gran escala de las mujeres negras de la vida profesional.
Durante la guerra contra el Eje [Segunda Guerra Mundial] las mujeres negras tuvieron por primera vez en la historia una oportunidad de utilizar sus habilidades y su talento en ocupaciones que no fueran el servicio doméstico y personal. Se convirtieron en pioneras en muchos campos. Sin embargo, desde que acabó la guerra esto ha dado paso a un paro cada vez mayor, al despido sistemático de las mujeres negras, en particular en la industria básica.
Con el desarrollo de la crisis económica este proceso se ha intensificado. Hoy en día gran cantidad de mujeres negras se están viendo obligadas a volver al trabajo doméstico. En el estado de Nueva York, por ejemplo, esta tendencia se confirmó oficialmente hace poco cuando Edward Corsi, comisionado del Departamento de Estado de Trabajo, reveló que por primera vez desde la guerra es fácil obtener ayuda doméstica. En efecto, Corsi admitió que las mujeres negras no dejan voluntariamente sus trabajos, sino que se las está echando sistemáticamente de la industria. Lo que actualmente empuja a las mujeres negras a volver al servicio doméstico es el paro (que siempre ha afectado primero y más duramente a la mujer negra), además del alto coste de la vida. Esta tendencia va acompañada de una campaña ideológica para hacer aceptable el trabajo doméstico. Los anuncios de los periódicos que basan sus argumentos en la afirmación de que la mayoría de las empleadas domésticas que solicitan estos trabajos a través del Servicio de Empleo de Estados Unidos (USES, por sus siglas en inglés) prefieren este tipo de trabajo a trabajar en la industria hacen propaganda de las virtudes del trabajo doméstico, especialmente del de las trabajadoras internas.
La opresión especial a la que se enfrenta la mujer negra como mujer, como negra y como trabajadora está intrínsecamente unida a la cuestión de las oportunidades de trabajo que tiene. Es víctima del estereotipo chovinista blanco4 respecto a cuál debería ser su lugar. En el cine, la radio y la prensa la mujer negra no está representada en su verdadero papel de persona que aporta un sustento, madre y protectora de la familia, sino como una mammy5 tradicional que antepone el cuidado de los hijos y de las familias de los demás al de los suyos propios. Hay que rechazar y luchar contra este estereotipo tradicional de la madre negra esclava que hasta el día de hoy aparece en los anuncios publicitarios como un recurso del imperialismo para perpetuar la ideología chovinista blanca según la cual las mujeres negras son retrógradas, inferiores y las esclavas naturales de otras personas.
Aspectos históricos
En realidad la historia de la mujer negra muestra que la madre negra bajo la esclavitud tenía una posición clave y desempeñó un papel dominante en su propia agrupación familiar. Eso se debía fundamentalmente a dos factores: las condiciones de la esclavitud, bajo la cual el matrimonio como tal no existía y el estatus social de la persona negra provenía de su madre y no de su padre, y el hecho de que la mayoría de las personas negras traídas a estas tierras por los comerciantes de esclavos provenían de África Occidental donde la posición de la mujer, basada en su participación activa en el control de la propiedad, era relativamente más alta en la familia que la de las mujeres europeas.
Los primeros historiadores del comercio de esclavos recuerdan el testimonio de los viajeros que señalaban que el amor de la madre africana por sus hijos no tenía parangón en ninguna parte del mundo. Existen numerosos relatos que atestiguan la abnegación con la que las madres de África Oriental se ofrecían a los traficantes de esclavos para salvar a sus hijos y en épocas de hambruna las mujeres hotentotes rechazaban la comida hasta que no habían comido sus hijos.
Resulta imposible relatar en los límites de este artículo los terribles sufrimientos y la degradación sufridas por las madres negras y por las mujeres negras en general bajo la esclavitud. Sometidas a la violación legal por parte los propietarios de esclavos, confinadas a reductos para esclavos, obligadas a caminar de ocho a catorce horas con cargas a la espalda y a hacer trabajos extenuantes incluso durante el embarazo, las mujeres negras tenía un fortísimo odio a la esclavitud y asumieron gran parte de la responsabilidad de defender y alimentar a la familia negra.
La madre negra era la señora en la cabaña de los esclavos y a pesar de la injerencia del amo o del vigilante, prevalecían sus deseos en lo concerniente a la elección de una pareja y a los asuntos familiares. Durante y después de la esclavitud tuvieron que mantenerse a sí mismas y a sus hijos. Al desempeñar necesariamente un papel importante en la vida económica y social de los suyos, la mujer negra llegó a ser experta en ser autosuficiente, en valentía y en acción desinteresada6.
Existe un material documental muy interesante que demuestra que la vida de la familia negra y la conciencia social y política tanto de las mujeres como de los hombres negros sufrieron importantes cambios después de la emancipación.Un hombre libre observaba durante la Guerra Civil que muchos hombres eran extremadamente celosos de su recién adquirida autoridad en las relaciones familiares e insistían en que se reconociera su superioridad sobre las mujeres. Tras la Guerra Civil se destruyeron las hileras de cabañas de esclavos y se distribuyeron por toda la plantación casas de alquiler para que cada familia pudiera tener una existencia independiente. Las nuevas condiciones económicas y el cambio en el modo de producción situaron al hombre negro en una posición de autoridad respecto a su familia. La compra de viviendas también contribuyó a reforzar la autoridad del varón.
Así, un exesclavo que empezó su vida como hombre libre en una granja que solo contaba con un caballo y cuya mujer trabajaba como lavandera, aunque después alquiló un terreno y contrató a dos hombres, recuerda el orgullo que sintió por su nuevo estatus: En mi humilde palacio sobre una colina en el bosque a la sombra de imponentes pinos y de robustos robles me siento como un rey cuyas órdenes supremas eran ley y evangelio para mis súbditos.
Hay que constatar la doble motivación que operaba aquí. Respecto a su mujer y a sus hijos el hombre negro podía asumir ahora una autoridad económica y otro tipo de autoridad sobre la familia, pero también podía luchar contra la violación de las mujeres de su grupo mientras que antes no tenía poder para interferir.
La fundación de la Iglesia negra, que desde el principio estuvo dominada por los hombres, también tendió a confirmar la autoridad el hombre en la familia. La justificación de la ascendencia masculina se encontró en la Biblia, que para muchas personas era la máxima autoridad en estas cuestiones.
La subordinación de las mujeres negras se desarrolló por medio de este y de otros métodos. En unos pocos casos el marido permitió que su mujer e hijos mantuvieran el estatuto de esclavos en vez de emanciparlos legalmente. En muchos casos las leyes del estado prohibían que un esclavo se emancipara después de una fecha determinada para que permaneciera en el estado. Por consiguiente, la única manera que tuvieron muchas viudas y niños negros de permanecer en el estado fue convertirse en esclavos de sus propias familias. Muchos negros propietarios de esclavos en realidad eran familiares de sus esclavos.
En algunos casos las mujeres negras se negaron a estar sometidas a la autoridad de los hombres. En contra de la decisión de sus maridos de vivir en lugares que habían pertenecido a sus antiguos amos, muchas mujeres negras tomaron a sus hijos y se mudaron a otro lugar.
Las mujeres negras en las organizaciones de masas
Este breve descripción de algunos aspectos de la historia de la mujer negra, vista a la luz adicional del hecho de que una gran proporción de mujeres negras están hoy obligadas a ganar todo o parte del sustento de la familia, nos ayuda a entender por qué las mujeres negras desempeñan un papel extremadamente activo en la vida económica, social y política de la comunidad negra actual. Aproximadamente 2.500.000 mujeres negras están organizadas en clubes y asociaciones sociales y políticos, y en hermandades. Sus principales asociaciones son la Asociación Nacional de Mujeres Negras (National Association of Negro Women), el Consejo Nacional de Mujeres Negras (National Council of Negro Women), la Federación Nacional de Clubes de Mujeres (National Federation of Women’s Clubs), la División de Mujeres del Comité de Libertades Civiles de Elks (Women’s Division of the Elks’ Civil Liberties Committee), la Asociación Nacional de Esteticistas de Color (National Association of Colored Beauticians), la Liga Nacional de Mujeres de Negocios Negras (National Negro Business Women’s League) y la Asociación Nacional de Enfermeras Graduadas de Color (National Association of Colored Graduate Nurses). La organización que cuenta con más miembros de todas estas asociaciones es la Asociación Nacional de Mujeres Negras, con 75.000 miembros. Existen gran cantidad de hermandades femeninas de estudiantes, comités de iglesia femeninos de todas las denominaciones, así como organizaciones de mujeres de origen caribeño. En algunas zonas las secciones de la Asociación Nacional para el Fomento de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés)7 tienen divisiones de mujeres y hace poco la Liga Nacional Urbana (National Urban League) creó una División de Mujeres por primera vez en su historia.
Las mujeres negras son las verdaderas fuerzas activas (organizadoras y trabajadoras) en todas las instituciones y organizaciones de personas negras. Estas organizaciones desempeñan un papel polifacético y están comprometidas en todas las cuestiones concernientes a la vida económica, política y social de las personas negras, y en particular de la familia negra. Muchas de estas organizaciones están profundamente implicadas en los problemas de los jóvenes negros, a los que proporcionan becas y las gestionan, ofrecen ayuda a las escuelas y otras instituciones, y servicios comunitarios. El año pasado una brillante estudiante negra, Ada Louis Sipuel Fisher de Oklahoma, simbolizó la lucha por el derecho a la educación universitaria con el fin de acabar con las leyes Jim Crow en las instituciones de enseñanza superior. Se deben sacar a la luz las opiniones despectivas que a veces se expresan (las organizaciones de mujeres negras solo se dedican a obras de caridad) como fruto del chovinismo [blanco], aunque sea sutil, ya que, si bien se podría decir lo mismo de muchas organizaciones de mujeres blancas, estas actitudes ignoran el carácter especial del papel de las organizaciones de mujeres negras. Este actitud ignora la función especial que desempeñan las mujeres negras en estas organizaciones que, por encima y más allá de su función particular, tratan de proporcionar los servicios sociales que se les deniegan a los jóvenes negros a consecuencia del sistema de linchamiento Jim Crow en Estados Unidos.
La mujer trabajadora negra
De este modo, la nimia participación de las mujeres negras en círculos progresistas y sindicales resulta aún más sorprendente. En sindicato tras sindicato, incluso en aquellos en los que gran parte de los trabajadores son mujeres negras, hay pocas mujeres negras dirigentes o trabajadoras activas. Destacadas excepciones son el Sindicato de Trabajadores de la Alimentación y del Tabaco (Food and Tobacco Workers’ Union) y el Sindicato Unido de Empleados de Oficina y de Trabajadores Profesionales (United Office and Professional Worker’s Union).
Pero, ¿por qué estas han de ser excepciones? Las mujeres negras son las sindicalistas más combativas. Las huelgas de aparceros de la década de 1930 fueron impulsadas por mujeres negras. Sometidas al terror de los propietarios y de los supremacistas blancos, emprendieron batallas magníficas junto con hombres negros y personas progresistas blancas en esta lucha de gran tradición dirigida por el Partido Comunista. Las mujeres negras desempeñaron un papel magnífico en los días previos al Congreso de Organizaciones Industriales (CIO, por sus siglas en inglés) en huelgas y otras luchas, como trabajadoras y como esposas de trabajadores, para ganarse el reconocimiento de los inicios del sindicalismo industrial en industrias como la automóvil, el embalaje, el acero, etc. Más recientemente se ha demostrado la militancia de las mujeres negras sindicalistas en la huelga de los trabajadores de la planta de embalaje y aún más en la huelga de las trabajadores del tabaco, en la que dirigentes como Moranda Smith y Velma Hopkins emergieron como destacadas sindicalistas. La lucha de los obreros del tabaco dirigida por mujeres negras se unió más tarde a la acción política de negros y blancos que llevó a la elección del primer hombre negro en el sur (en Winston-Salem, en Carolina del Norte) por primera vez desde los días de la Reconstrucción8.
Los sindicalistas progresistas tienen que darse cuenta de que en la lucha por la igualdad de derechos de las personas trabajadoras negras es necesario tener un enfoque específicoreferente a las mujeres negras trabajadoras, que son el principal sostén de sus familias en una proporción mucho mayor que otras mujeres trabajadoras. La batalla para retener a la mujer negra en la industria y para promocionarla en su trabajo es un medio fundamental de luchar por los intereses básicos y específicos de la mujer negra trabajadora. El no reconocerlo es ignorar los aspectos específicos de los efectos de la cada vez más profunda crisis económica, que castiga con especial severidad a los trabajadores negros, en particular a las mujeres negras trabajadoras.
La empleada doméstica
Una de las manifestaciones más extremas del abandono por parte de los sindicatos de los problemas de la mujer negra trabajadora ha sido no solo no haber luchado contra la relegación de la mujer negra al trabajo doméstico y a otros trabajos similares de baja categoría, sino no haber organizado a las empleadas domésticas. Es mera palabrería el hecho de que los sindicalistas progresistas hablen de organizar a quienes no están organizados sin fijarse en la grave situación que padece la empleada doméstica la cual, al no estar protegida por los principios sindicales, también es víctima de exclusión de toda la legislación social y laboral. Solo aproximadamente una de cada diez de las mujeres negras trabajadoras está cubierta por la legislación actual concerniente al salario mínimo, a pesar de que una cuarta parte de estas trabajadoras se encuentran en estados que cuentan con esta legislación. Hay que superar inmediatamente todas las razones planteadas hasta ahora respecto a las dificultades reales para organizar a las empleadas domésticas (como la naturaleza precaria de su empleo, las dificultades para organizar a quienes trabajan de día, el problema de organizar a personas que trabajan en domicilios particulares, etc.). A menos que los progresistas actúen rápido existe el peligro de que las fuerzas socialdemócratas entren en este campo para hacer su trabajo de propagar demagogia y desunión.
La empleada doméstica padece una miseria insoportable. Sus tareas en la casa donde trabaja no suelen estar definidas. Además de limpiar y fregar puede que se le endilguen a la empleada doméstica tareas como limpiar ventanas, ocuparse de los niños, hacer la colada, cocinar, etc., y todo ello con el salario más bajo. En algunas zonas la empleada doméstica negra tiene que sufrir la humillación adicional de tener que buscar trabajo en verdaderos mercados de esclavos en las calles donde se hacen ofertas por los trabajadores más duros, como en las pujas por un grupo de esclavos. Cuando vuelven a sus propias casas muchas empleadas domésticas tienen que ponerse a hacer de nuevo tareas domésticas para mantener unida a su propia familia.
¿Quién no se sintió enfurecido cuando en California se supo, con el horrible caso de Dora Jones, que una mujer negra empleada doméstica había sido esclavizada durante más de 40 años en el civilizado Estados Unidos? Su empleador fue condenado a una pena mínima de unos pocos años y se quejó de que la sentencia fuera tan larga. Pero, ¿acaso se podría indemnizar a Dora Jones, una mujer negra empleada doméstica, por más de 40 años de su vida en semejantes condiciones de explotación y degradación? Y ¡cuántos casos similares, que comparte en diferentes grados la condición de Dora Jones, siguen tolerando todavía los propios progresistas!
Solo recientemente en la Asamblea Legislativa del estado de Nueva York se hizo una propuesta de ley para tomar las huellas digitales de las empleadas domésticas. El proyecto de ley Martinez no vio la luz del día porque los reaccionarios estaban concentrados en otras medidas legislativas represivas, pero aquí vemos claramente que se trata de aplicar a las empeladas domésticas negras la impronta del sistema del pase africano del imperialismo británico (¡y del Reich alemán respecto a los judíos!).
Corresponde a los sindicatos ayudar al Sindicato de Empleadas Domesticas (Domestic Worker’s Union) de todas las maneras posibles para organizar a las explotadas trabajadoras domésticas, la mayoría de las cuales son mujeres negras. Al mismo tiempo es vitalmente urgente y necesaria una lucha legislativa para incluir a las trabajadoras domésticas en los beneficios de la Ley de Seguridad Social. También aquí se deben poner en entredicho las dudas recurrentes concernientes a los problemas administrativos de aplicar esta ley a las trabajadoras domésticas y encontrar soluciones.
El relegar constantemente a las mujeres negras al trabajo de empleadas domésticas ha contribuido a perpetuar e intensificar el chovinismo [blanco] hacia todas las mujeres negras. A pesar del hecho de que las mujeres negras sean abuelas o madres, es común el uso del término peyorativo chica para referirse a mujeres negras adultas. La mera relación económica entre las mujeres negras y blancas, que perpetúa el vínculo señora-sirvienta, alimenta las actitudes chovinista y hace que corresponda a las mujeres blancas progresistas, y particularmente comunistas, luchar conscientemente contra todas las manifestaciones del chovinismo blanco, tanto abierto como velado.
El chovinismo de las mujeres blancas progresistas a menudo se expresa en su incapacidad para establecer vínculos fuertes de amistad con mujeres negras y para darse cuenta de que esta lucha por la igualdad de las mujeres negras es en su propio interés, ya que la sobreexplotación y opresión de las mujeres negras tiende a empeorar la condición de todas las mujeres. Demasiadas personas progresistas, e incluso comunistas, siguen siendo culpables de explotar a mujeres negras empleadas domésticas, de no contratarlas a través del Sindicato de Empleadas Domésticas (o de no contribuir a que se extienda a aquellas zonas en las que todavía no existe) y, en general, de denigrar a las sirvientas cuando hablan con sus vecinos burgueses y con sus propias familias. Existe, además, la preocupación expresa de que la explotada empleada doméstica negra no hable con su empleador o no sea amable con él, o la costumbre de asumir que el deber de empleador blanco progresista es informar a la mujer negra de su explotación que sin lugar a dudas esta conoce demasiado bien. Es absolutamente necesario cuestionar constantemente cualquier comentario chovinista respecto a la mujer negra si queremos acabar con la comprensible falta de confianza por parte de las mujeres negras a las que repugna el chovinismo blanco que a menudo escuchan en círculos progresistas.
Manifestaciones de chovinismo blanco
Algunas de las formas más burdas del chovinismo se producen en las relaciones sociales, donde con demasiada frecuencia mujeres y hombres blancos, y hombres negros participan en bailes mientras que se relega a las mujeres negras. Otras formas de chovinismo son la aceptación de los criterios de la clase dirigente blanca del atractivo de una mujer (como la piel blanca), el no extender la cortesía a las mujeres negras y no integrar a las mujeres negras en el liderazgo organizativo.
Otro aspecto extremo de la opresión que la legislación Jim Crow ejerce sobre la mujer negra se expresa en las muchas leyes contra ella en lo que respecta al derecho a la propiedad, al matrimonio mixto (originalmente ideadas para impedir que los hombres blancos del sur se casaran con mujeres negras), así como en las leyes que obstaculizan y niegan el derecho a elegir no solo a la mujer negra, sino a mujeres y hombres negros y blancos.
Para las mujeres y hombres progresistas y para las personas comunistas en particular la cuestión de las relaciones sociales con las mujeres y hombres negros es ante todo una cuestión de respetar estrictamente la igualdad social. Esto significa librarnos de la postura que a veces adoptan algunas personas progresistas y comunistas de luchar contra los problemas económicos y políticos a los que se enfrentan las personas negras, pero que trazan una línea roja cuando se trata de relaciones sociales o de matrimonio mixto. Cuando surgen estas situaciones considerarlo algo personal y no una cuestión políticaes pecar del peor tipo de pensamiento socialdemócrata y burgués-liberal respecto al problema de las personas negras en la vida estadounidense, es imbuirse de las venenosas teorías chovinistas blancas de un [senador Theodore G.] Bilbo o de un [congresista John Elliot] Rankin. Lo mismo ocurre también en lo que respecta a garantizar la seguridad de los niños. Esta seguridad solo mejorará por medio de la lucha por la liberación y la igualdad de todas las naciones y pueblos, y no impidiendo que los niños conozcan esta lucha. Esto significa librarnos de actitudes burguesas y liberales que permitenque los niños negros y blancos de progresistas jueguen juntos en los campamentos cuando son pequeños, pero establecen una línea roja cuando llegan a la adolescencia y establecen relaciones entre chicos y chicas. x
Por supuesto, los ideólogos burgueses no han dejado de desarrollar una ofensiva ideológica específica dirigida a degradar a las mujeres negras que forma parte de la ofensiva ideológica reaccionaria general contra mujeres de la cocina, la iglesia, los niños9. Sin embargo, siendo ecuánimes y creíbles no pueden decir que el lugar de las mujeres negras sea la casa ya que las mujeres negras están en las cocinas de otras personas. De ahí que su tarea haya consistido en reforzar sus teorías de la superioridad masculina respecto a la mujer negra desarrollando actitudes introspectivas que coinciden con la nueva escuela de la inferioridad psicológica de la mujer. El objetivo fundamental de todo un aluvión de artículos, libros, etc. ha sido ocultar la principal responsabilidad de la opresión de la mujer negra difundiendo la despreciable noción burguesa de una guerra de sexos e ignorando la lucha tanto de los hombre como de las mujeres negras (de todas las personas negras) contra su opresor común, la clase dirigente blanca.
Las expresiones chovinistas también incluyen la sorpresa paternalista cuando se descubre que las personas negras son personas profesionales. Las trabajadores negras profesionales soportan a menudo observaciones como su familia debe de estar orgullosa de usted, ¿no?. También abunda la práctica inversa de preguntar a una mujer negra profesional si alguna persona de su familia querría trabajar como empleada doméstica.
La responsabilidad de superar estas formas específicas de chovinismo no recae en la subjetividad de las mujeres negras, como a menudo se dice, sino que recae plenamente en los hombros de las mujeres y hombres blancos. Los hombres negros tienen una especial responsabilidad particular en relación a la erradicación de actitudes de superioridad masculina respecto a la mujer en general. Hay que erradicar todos los comportamientos humanitarios y condescendientes respecto a las mujeres negras. Una mujer blanca progresista de una comunidad solía decir después de cada reunión social a una destacada dirigente sindical negra, tesorera de su sección del partido: Déjame guardar el dinero, te podría ocurrir algo. En otro caso la empleadora, una comunista, dijo a su empleada doméstica negra, que le había hablado de su deseo de unirse al partido, que era  demasiado simple y que no estaba preparada para unirse al partido. Y en otra comunidad que desde la guerra tenía una población de un sesenta por ciento de personas negras frente a un cuarenta por ciento de blancas, las madres blancas progresistas consiguieron sacar a sus hijos de la escuela de esa comunidad. A iniciativa de la animadora de la sección del partido, una mujer negra, empezó una lucha que obligó a cambiar las disposiciones que había adoptado el director de la escuela cediendo a los prejuicios de la madre y a los suyos propios. Estas disposiciones implicaban una clase especial en la que unos pocos niños blancos estaban aislados junto unos niños negros seleccionados en lo que se denominó una clase de experimentación de relaciones entre las razas.
Sin lugar a dudas, estos comportamientos chovinistas, particularmente respecto a las mujeres negras, son una razón importante de la sumamente insuficiente participación de las mujeres negras en organizaciones progresista y en nuestro partido como miembros y como dirigentes.
Tenemos que recordar que la burguesía estadounidense es consciente del papel que ejercen actualmente las masas de mujeres negras y de su aún mayor potencial, y, por consiguiente, no le repugna atraer a las personas negras que traicionan a los suyos y se ponen a las órdenes del imperialismo.
Ante la exposición de su actitud cruel respecto a las mujeres negras y a las protestas cada vez mayores contra los linchamientos impunes y los linchamientos legales al estilo del Norte, Wall Street está concediendo algunos puestos a mujeres negras para salvar las apariencias. Así, Anna Arnold Hedgeman, que desempeñó un papel clave en el Comité Demócrata Nacional Negro para Elegir a Truman (Democratic National Negro Committee to Elect Truman) fue recompensada con el nombramiento de asistente del Administrador de la Seguridad Federal, [Orcar R.] Ewing. Igualmente, el gobernador Dewey nombró a Irene Diggs para un alto puesto de la administración del estado de Nueva York.
Otro indicio de cómo están las cosas que demuestra los intentos de reducir la militancia de las mujeres negras fue la invitación por parte del Departamento de Estado a una representante del Consejo Nacional de Mujeres Negras (la única organización negra denominada así) a asistir a la firma del Tratado del Atlántico Norte.
Problemas claves de la lucha
Hay muchos problemas claves a los que se enfrentan las mujeres negras y sobre los cuales se pueden, y se deben, emprender luchas.
Pero ninguno refleja el estatuto oprimido de las mujeres negras como el caso de Rosa Lee Ingram, una viuda negra madre de catorce hijos (dos de ellos muertos) que se enfrenta a la cadena perpetua en Georgia por el crimen de defenderse de las insinuaciones indecentes de un supremacista blanco. El caso Ingram ilustra el estatuto oprimido, sin tierra y víctima de la legislación Jim Crow de la familia negra en Estados Unidos. En particular saca a relucir la degradación actual de las mujeres negras bajo la democracia burguesa estadounidense que avanza hacia el fascismo y la guerra. Refleja los insultos cotidianos a los que se ven sometidas las mujeres negras en los espacios públicos con independencia de su clase, estatus o posición social. Pone al descubierto la hipócrita coartada de quienes linchan a hombres negros que históricamente se han escondido las faldas de las mujeres blancas cuando tratan de encubrir sus repugnantes crímenes con el pretexto de la caballerosidado de proteger a las mujeres blancas. Pero hoy las mujeres blancas, no menos que sus hermanas de los movimientos sufragista y abolicionista, deben alzarse para poner en entredicho esta mentira y todo el sistema de opresión de las personas negras.
La historia estadounidense es rica en ejemplos del coste en términos de derechos democráticos que ha supuesto tanto para los hombres como para las mujeres el no haber emprendido esta lucha. Las primeras veces que se encarceló a las sufragistas fueron instaladas deliberadamente en catres situados cerca de las prostitutas negras para humillarlas. Tuvieron la lucidez de comprender que lo que se pretendía con este gesto era hacer que el encarcelamiento fuera tan doloroso que ninguna mujer se atreviera a luchar por sus derechos a costa de afrontar semejantes consecuencias. Pero el error histórico de las dirigentes del movimiento sufragista, la mayoría de las cuales provenía de la burguesía y de la pequeña burguesía, fue no unir sus propias luchas a las luchas por todos los derechos democráticos para todas las personas negras tras la emancipación.
Por consiguiente, una conciencia cada vez mayor de la cuestión de la mujer hoy en día no debe dejar de reconocer que la cuestión de las personas negras en Estados Unidos es previas, pero no igual, a la cuestión de la mujer y que solo en la medida en que luchemos contra todas las expresiones y acciones chovinistas respecto a las personas negras y luchemospor su plena igualdad las mujeres en general pueden hacer avanzar su lucha por la igualdad de derechos. Para el movimiento de mujeres progresistas la mujer negra, que combina en su estatus la condición de mujer, de negra y de trabajadora, es el eslabón esencial con esta mayor conciencia política. Además, en la medida que se potencia la causa de la mujer negra esta será capaz de ocupar el puesto que le corresponde en el liderazgo proletario negro del movimiento nacional de liberación y por medio de su participación activa aportar al conjunto de la clase obrera estadounidense, cuya misión histórica es lograr un Estados Unidos socialista, garantía última y plena de la emancipación de la mujer.
La lucha por la libertad de Rosa Lee Ingram es un reto para todas las mujeres blancas y para todas las fuerzas progresistas, que tienen que empezar a preguntarse a sí mismas: ¿Cuánto tiempo permitiremos que siga sin cuestionarse este crimen abyecto contra todas las mujeres y contra las personas negras? La difícil situación de Rosa Lee Ingram y la de sus hermanas conlleva también el reto para las y los trabajadores progresistas de la cultura de escribir y cantar sobre la mujer negra con todo su coraje y dignidad.
La reciente creación del Comité Nacional para la Liberación de la Familia Ingram (National Committee to Free the Ingram Family) responde a una antigua necesidad proveniente de los primeros tiempos del movimiento que obligó a conmutar la sentencia original ejecución de la Rosa Lee Ingram por la cadena perpetua. Este Comité Nacional, encabezado por Mary Church Terrell, una de las fundadoras de la Asociación Nacional de Mujeres de Color (National Association of Colored Women) incluye entre sus dirigentes a mujeres, negras y blancas, tan destacadas como Therese Robinson, directora nacional del Comité de Libertades Civiles de Elks, Ada B. Jackson, y la doctora Gene Weltfish.
Uno de los primeros pasos del Comité fue la visita de una delegación de ciudadanos negros y blancos a esta valiente y militante madre negra encarcelada en una celda en Georgia. La magnitud del apoyo fue tal que las autoridades de Georgia permitieron a la delegación verla sin obstáculos. Sin embargo, desde entonces y en represalia por este movimiento de masas cada vez mayor las autoridades de Georgia han trasladado a la Rosa Lee Ingram, que padece una grave enfermedad cardíaca, a una cárcel peor en Reedsville.
El apoyo al trabajo de este Comité es una necesidad fundamental para todas las personas progresistas y en particular para las mujeres. Hay que desenmascarar la afirmación del presidente Truman de desconocer el caso Ingram. Para liberara a la familia Ingram hay que movilizar apoyos a la campaña de lograr un millón de firmas y a la labor de la Naciones Unidas para que se archive pronto el caso.
La lucha para conseguir empleo para las mujeres negras es una cuestión prioritaria. La cada vez mayor crisis económica junto con el aumento del paro, los recortes de salarios y los cada vez más frecuentes desahucios que provoca, está haciendo que sus efectos se sientan más duramente en las masas de personas negras. En una comunidad negra tras otra quienes más sufren el paro son las mujeres negras, las últimas en ser contratadas y las primeras en ser despedidas. Hay que luchar para conseguir empleos para las mujeres negras en la industria básica, en los empleos de oficinista, en las comunidades y en las empresas privadas de servicios.
La exitosa campaña del Partido Comunista en la zona de East Side de Nueva York para conseguir empleos para las mujeres negras en las tiendas de productos baratos10 ha llevado a la contratación de mujeres negras en toda la ciudad, incluso en comunidades con mayoría de personas blancas. Esta campaña se ha extendido a Nueva Inglaterra y se debe llevar a cabo en otras partes.
Cerca de quince agencias gubernamentales no emplean en absoluto a personas negras. Esta política da carácter oficial a las omnipresentes políticas de la legislación Jim Crow de los capitalistas explotadores al tiempo que las fomenta aún más. Por consiguiente, una campaña para obtener empleos para las mujeres negras en estas agencias gubernamentales impulsaría enormemente toda la lucha para conseguir empleos para las mujeres y hombres negros. Además, tendría un efecto contundente al sacar a la luz la hipocresía del programa de Derechos Civiles del gobierno Truman.
También habrá que luchar enérgicamente contra la práctica cada vez más frecuente del Servicio de Empleo de Estados Unidos de relegara a las mujeres a los empleos de servicio doméstico y personal a pesar de estar cualificadas para otros trabajos.
Ahí donde existe conciencia del papel especial que desempeña la mujer negra se puede emprender una lucha victoriosa que se ganará el apoyo de las y los trabajadores blancos. Un ejemplo reciente fue la iniciativa tomada por las y los trabajadores de la industria de confección textil blancos comunistas en una tienda que emplea a veinticinco mujeres negras y donde había tres máquinas paradas. Es vital promocionar a las mujeres negras trabajadoras. Se ha iniciado un movimiento de boicot y en el momento de escribir estas líneas las máquinas permanecen paradas, las y los trabajadores blancos rehúsan respetar la estricta antigüedad [en el puesto de trabajo] a expensas de las y los trabajadores negros. Mientras tanto, continúan las negociaciones al respecto. De forma similar, en una sección local de [el sindicato] United Auto Workers [Trabajadores del Automóvil Unidos] de [la empresa] Packard de Detroit se ha ganado recientemente la lucha para mantener a las mujeres en la fábrica y para que se promocione a 750, la gran mayoría de las cuales son negras.
La lucha por la paz
Ganar a las mujeres negras para la lucha por la paz es decisivo para todas las demás luchas. Incluso durante la guerra contra el Eje las mujeres negras tuvieron que llorar a sus hijos soldados, linchados mientras servían en un ejército que se regía por la legislación Jim Crow. Por lo tanto, ¿acaso no les interesa luchar por la paz?
Los esfuerzos de los promotores de la guerra de ambos partidos [republicano y demócrata] por obtener el apoyo de las organizaciones de mujeres en general han influido en muchas organizaciones de mujeres negras que en sus últimas convenciones anuales adoptaron posturas de política exterior favorables al Plan Marshall y a la Doctrina Truman. Muchas de estas organizaciones han trabajado con grupos que tiene claras posturas antiimperialistas.
El hecho de que exista un profundo sentimiento de paz entre las mujeres negras que se puede movilizar para emprender una acción eficaz se demuestra no solo en la notable respuesta a los mítines de Eslande Goode Robeson11, sino también en la postura que anunció el año pasado la organización más antigua de mujeres negras liderada por Christine C. Smith exhortando a una movilización nacional de las mujeres negras estadounidenses en apoyo a las Naciones Unidas. A este respecto, sería muy fructífero concienciar a nuestro país de las espléndidas luchas de las mujeres en el norte de África, las cuales, aunque carecen de las necesidades materiales más elementales han organizado un fuerte movimiento por la paz y así se alzan unidas en contra de una Tercera Guerra Mundial en la Federación Internacional Democrática de Mujeres, con 81 millones de mujeres procedentes de 57 naciones.
Basándose en sus principios marxista-leninistas nuestro partido se asienta firmemente sobre un programa de plena igualdad económica, política y social para las personas negras, y de igualdad de derechos para las mujeres. ¿Quién pertenece más a nuestro partido más que la mujer negra, la más explotada y oprimida? Las mujeres negras pueden, y deben, hacer una contribución enorme a la vida y trabajo diarios de nuestro partido. Esto significa concretamente que la responsabilidad principal de ello recae sobre los camaradas blancos, hombres y mujeres. Con todo, los camaradas negros deben participar en esta tarea. Las mujeres negras comunistas deben ocuparahora el lugar que les corresponde en la dirección del partido en todos los niveles.
La enorme capacidad, militancia y talento organizativo de las mujeres negras pueden ser, si nuestro partido los utiliza bien, una poderosa palanca para presentar a los trabajadores negros, hombres y mujeres, como fuerzas dirigentes del movimiento de liberación de las personas negras, para consolidar la unidad de las personas blancas y negras contra el imperialismo de Wall Street y para que el partido arraigue entre los sectores más explotados y oprimidos de la clase obrera y sus aliados.
Debemos llevar a cabo una intensa discusión en las secciones de nuestro partido sobre el papel de la mujer negra con el objetivo de proporcionar a los miembros de nuestro partido un conocimiento claro para emprender las luchas necesarias en las tiendas y en las comunidades. Tenemos que acabar con el hecho de que se unen a nuestro partido muchas mujeres negras que en sus iglesias, comunidades y grupos fraternales son dirigentes de masas, con una experiencia de masas de valor incalculable que aportar a nuestro partido, y de pronto se encuentran consideradas en las secciones de nuestro partido no como dirigentes sino como personas que tienen iniciarse desde el punto de vista organizativo. Debemos acabar con esta incapacidad para crear una atmósfera en las secciones de nuestro partido, donde los nuevos miembros, en este caso las mujeres negras, se enfrentan al tratamiento del silencio o a intentos de programarlos dentro de un modelo. Además de las implicaciones chovinistas blancas que tienen, estas prácticas confunden la necesidad básica de un conocimiento marxista-leninista, que nuestro partido da a todos los trabajadores y que mejora sus conocimientos políticos, con el desprecio chovinista por el talento organizativo de los miembros negros o por la necesidad de promoverlos a la dirección.
Las personas progresistas deben concienciarse políticamente del estatuto especial de personas oprimidas que tienen las mujeres negras para lograr que estas participen plenamente en la coalición antifascista y antiimperialista, y para llevar su militancia y participación a cotas aún más altas en las luchas actuales y futuras contra el imperialismo de Wall Street.
Esta concienciación, acelerada por las luchas, es lo que convencerá a miles y miles de personas de que solo el Partido Comunista, como vanguardia de la clase obrera y con su perspectiva suprema del socialismo, puede lograr para las mujeres negras (para el conjunto de las personas negras) la igualdad y dignidad plenas de su estatus en una sociedad socialista en la que las contribuciones a la sociedad no se midan por el origen nacional o el color, sino una sociedad en la que hombres y mujeres contribuyan según sus capacidades y, a la larga, bajo el comunismo reciban según sus necesidades.
Claudia Jones fue una periodista y militante comunista nacida en Trinidad en 1915. Su familia emigró a Estados Unidos en 1924 y se asentó en el barrio de Harlem en Nueva York. Desde los 18 años militó en la Liga Comunista Juvenil (Young Communist League) y posteriormente en el Partido Comunista de Estados Unidos. Padeció la caza de brujas promovida por el senador MacCarthy y en 1948 pasó seis meses en la cárcel. En 1955 fue encarcelada otra vez y al no tener la ciudadanía estadounidense pese a residir en el país desde 1924, fue deportada a Inglaterra donde fundó el periódico The West Indian Gazette en 1958. Murió en 1964.
Este artículo se publicó en la revista Political Affairs en junio de 1949 con el título de An End to the Neglect of the Problems of the Negro Woman. Posteriormente se incluyó en el libro de Beverly Guy-Sheftall, Words of Fire: An Anthology of African-American Feminist Thought, Nueva York, The New Press, 1995. Se puede consultar la edición original en https://palmm.digital.flvc.org/islandora/object/ucf%3A4865
[Traducido del inglés para Boltxe Kolektiboa por Beatriz Morales Bastos.]

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