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Arquitetura y Autoritarismo, Rodolfo Linvingston

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ARQIJIl(CTURA r AUTORITARISMO 
"'La libertad debiera 
ya tener su arquitectura. 
Padece por no tenerla." 
José MarU 
RODOLFO LlVINGSTON 
ARQUITECTURA 
Y AUTORITARISMO 
a 
IICION DE LA FLOR 
Juan
Línea
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN 
Desde que enviamos a la imprenta la primera edición 
hasta hoy ocurrieron varios e importantes atropellos al es-
pacio ciudadano. Citaré sólo algunos: clausura de la Costa-
nera Sur por 5 meses para realizar una exposición de autos 
importados, en plena calle. Insensata demolición de una 
estructura sana de hormigón armado (Albergue Warnes) 
valuada en 5 millones de dólares y realojamiento de sus 
habitantes en un nuevo barrio que reúne los errores de 
otros casos ya estudiados (Ramón Carrillo), Intento fallido 
de construir un hotel 5 estrellas en pleno bosque de Paler-
mo. Intento similar (esta vez concretado) de hotel 5 estre-
llas (Hyatt) construido con dinero del narcotráfico. Entrega 
de Galerías Pacífico por treinta años, sin licitación, a un 
empresario amigo del Presidente, etc. , etc. 
Son tanros los etcéteras que me cuesta no caer en la ten-
tación de hacer un libro anillado, de tal manera que pue-
dan agregarse nuevos capítulos, con nuevos horrores, al 
modo de fascículos. Pero como 10 esencial, a mi entender, 
ya ha sido dicho, me detengo aquí en lo que respecta a este 
tema. 
La democracia que ambicionamos precisa espacio físico, 
libre y oxigenado, privado y público, para poder desarro-
llarse. No bastan las elecciones cada 6 años. Celebramos la 
caída del lejano muro de Berlín, sin advertir los numerosos 
paredones que día a día se erigen a nuestro alrededor en 
nombre de la economía libre (?) de mercado. 
Pero los gobernantes y los sistemas son pasajeros. Sólo 
el pueblo es inmortal y siempre llega el día en que los mu-
ros son derribados. Quisiera estar en esa fiesta con el pelo 
blanco y el corazón encendido. 
Agosto de 1991 
El Autor 
CONFESIONES 
DEUN 
CONTRAVENTOR 
MUNICIPAL 
Capítulo 1 
La arquitectura se divide en dos: aquella de la cual 
se habla en los centros académicos y la que buscamos 
en los avisos de los diarios cuando nos queremos mu-
dar. Toda persona pasa, alguna vez por lo menos, por 
este ú ltimo trance, y al cabo de dos meses cae, inva-
riablemente, en un estado de desaliento profundo que 
le hace decir frente al primer arquitecto que encuen· 
tra a mano: "He visto, aunque no me creas, más de 
cincuenta departamentos (o casas) ... ¡no sabés los bo-
rrares que vi ... ! ¿Serd posible que todo esté mal he-
cho?", 
Sin embargo, al revisar muchas de estas viviendas, 
aplicando mi sistema de consultas a domicilio, com-
pruebo que muchos de estos déficits son soluciona-
bIes, pero, eso sí ... violando la ley. Un ejemplo tipico 
9 
es la apertura de ventanas en medianeras. Durante 
mi incesante actividad como contraventor municipal 
he abierto más de trescientas ventanas ilegales, a 
través de las cuales muchas personas pueden hoy go-
zar del cielo, de la luz, de los árboles de la plaza y aun 
del amanecer sobre el río, como fue el caso de una 
clienta que vivió hasta sus treinta años de edad con 
luz eléctrica en pleno día y hoy ve salir el sol desde su 
ventana ... ventana que a nadie perjudica. El conflicto 
entre la ley y la ética profesional, en casos como éste, 
es para mí muy claro y siempre me he pronunciado 
por la ética, que consiste, a mi juicio, en hacer las ca-
sas más alegres y más habitables para las personas, 
siempre y cuando esto no sea a cambio de la infe1ici-
dad de otras personas. No pude encontrar un artículo 
semejante en el Código de ética profesional, pero ésta 
es la norma que aplico en forma habitual en mi traba-
jo, y estoy seguro de que muchos colegas comparten 
mi actitud. 
Todo sea por el FOS 
La galería, y también el quincho, son dos versiones 
espaciales de esa necesidad de sombra estando afue-
ra, que caracteriza a quienes habitan un clima subtro-
pical, como es el caso de la mayor parte de la pobla-
ción argentina. 
La galería de la casa chorizo responde a esa necesi-
dad, y también el quincho que todo propietario cons-
truye siempre al fondo de su terreno. Este indefectible 
quincho o construcción del fondo, conforma la "binu-
clearidad" de la vivienda y permite lo mismo que la 
galería, "hacer vivir" el terreno que, de otro modo, 
quedaría como un resto. Así lo explica el arquitecto 
10 
C6sar Carli en su libro Ocho grados al sur del trópico 
(le Capricornio. 
Muchos arquitectos comprendemos esta necesidad, 
püro cuando le queremos dar una respuesta arquitec-
t6nica, para bien de nuestros clientes, D,OS encontra-
111 0S con que está prohibido. No da el FOS. Siempre 
que algo es bueno ... algo pasa con el FOS. * 
Si uno quiere hacer una reforma legal de una casa 
chorizo, descubre que todo está prohibido, empezando 
pOLO la galería. Digamos entonces que la arquitectura 
nacional está prohibida. Mientras tanto, la inhabita-
bilidad, la fealdad y el despilfarro son legales. Para 
comprobarlo bastaría con visitar el edificio más feo de 
Buenos Aires, que es la Facultad de Arquitectura y 
Urbanismo, donde debieran formarse, precisamente, 
los creadores de belleza. La mole uni-forme está rode-
ada. de un parque que no se ve ni se conecta con ella 
(ni una sola mesa debajo de una sombrilla), frente a 
un no que no se mira ni se usa, y rodeado de venta-
nas que no se abren ni ventilan. Sus "ambientes" es-
tán enlazados por tristes pasillos grises, tapizados 
por afiches rotos y apenas iluminados por lámparas 
carcelarias. 
Podríamos recordar también los cuartos de muca-
mas que ventilan a lavaderos, y sus baños cuyas du-
chas caen indefectiblemente sobre los inodoros, o 
también los inodoros insalubres de Parque Norte, en 
Buenos Aires, rodeados de aire pero sin ventilación, y 
ubicados a cuatrocientos metros de las piletas, cosa 
de que miles y miles de chicos concluyan por hacer 
pis adentro de ellas. 
En fin, tampoco es bello el paisaje predominante en 
las calles de nuestras ciudades grandes, cuya caracte-
rística principal es una sucesión de absurdos paredo-
• FOS: Factor de ecupllci6n del suele, que Be encuentra reglamentado 
por el Código de Plnn(~nmknlo Urbano. 
11 
nes, las medianeras, detrás de las cuales padecen, sin 
luz, los ciud~danos respetuosos de la ley; o las ofici-
nas (donde también se vive) sin ventanas, o los inte-
riores "modernizados" de los trenes de larga distan-
cia, revestidos con laminado plástico, gris, con ve-
tas ... ¡imitación madera! 
Los ejemplos serían innumerables. Creo que no es 
exagerado concluir que la belleza, como parte natural 
y esencial del hábitat ciudadano, es algo que ha perdi-
do su valor. 
El despilfarro debería ser ilegal, pero no lo es. Cen-
tenares de edificios valiosos y durables se demuelen 
día a día en nuestras ciudades, en plena crisis de vi-
vienda. Corrientes y Alero, Santa Fe y Uruguay, san 
apenas dos ejemplos entre miles, de edificios valiosos 
de cuatro y cinco pisos, que se tiran abajo. para cons-
truir un galpón de un piso para vender "jeans" (Uru-
guay y Santa Fe) o para hacer una playa de estacio-
namiento (Corrientes y Alero), dejando a la vista 
impúdicas medianeras como saldo de la agresión ur-
bana. 
El despertar 
Pero ... si lo bueno es ilegal y lo legal es pésimo ... 
¿estaré viviendo en un país de ciencia-ficción?, me 
dije, y en ese momento vi, con horror, que Jorge 
Glusberg me entregaba un premio -por este traba-
jo- como ganador mundial del concurso de Ar-
quitectura - Ficción, auspiciado por Coca-Cola. A mi 
lado aplaudían JacCI,ues Bedel y Clorindo Testa, quie-
nes, ante un numerosísimo público, me colocaban una 
especie de banda que decía: "El arquitecto del año, 
bienal de no sé qué". Se trataba, indudablemente, de 
una pesadilla. Algo me había caído mal. Alfin y al ca-
bo yo nunca he sido contraventor ... 
12 
de las grandes medianeras permanecen cerradas du-
rante décadas enteras, expuestas a un sol inútil sobre 
una de sus caras, y condenando estúpidamente a la 
reclusión, en la otra, a chicos que crecen, se hacen 
grandes y se van de la casa sin haber visto nunca el 
mundo exterior desde el interior de su vivienda. 
Centenares de esos paredones dan a plazas arbola-
das, al río y al atardecer perdido en una ciudad fuer-
temente represiva del placer. Hay casos en los que, 
por la situación de lo que existe alIado (iglesia, edifi-
cio de mediana altura, terreno angosto, etcétera), ja-
más quedarían bloqueados, En Mar del Plata existen 
paredones en esas condiciones que dan,., al mar, 
La represión es doble porque actúa también sobre 
los que circulan por la ciudad. Las medianeras no 
existen en otras ciudades del mundo, pero para el pe-
atón argentino son parte del paisaje urbano habitual; ' 
sencillamente no las ve; existen desde que era chico y 
concluyó por incorporar la fealdad a la imagen de ciu-
dad que todos tenemos adentro nuestro. Las publica-
ciones de arquitectura tampoco ven las medianeras, 
Sólo publican, y elogian, la fachada, como si el resto 
del volumen no existiera, 
Las medianeras son una expresión fisica de la Ar-
gentina invisible; su existencia, sin embargo, atenta 
mucho más contra la familia que la ley del divorcio. 
Los habitantes de los departamentos condenados a 
la oscuridad reaccionan con la ventana ilegal (eso sí, 
muy chiquita, tipo carcelaria) o con la aceptación de 
la oscuridad, Un caso atípico es el de una clienta que 
abrió una ventana grande, por indicación mía (tan 
ilegal como las otras), en su medianera, con canteros 
con plantas y un toldo de colores. Cada vez que mira 
al río, desde el cuarto de sus hijos, recuerda con estu-
por que ella llegó a los treinta años en ese mismo 
cuarto utilizando luz eléchica en pleno día. Recostado 
16 
surdas como las que se ocultan detrás de las mediane-
ras. El volumen ridículo de un edificio de propiedad 
horizontal está lejos de expresar las intenciones de un 
arquitecto; es tan sólo la expresión física de una ley, la 
ley 13.512, cuya redacción ignoró por completo el di-
seño fillal y el tipo de vida que albergarían esos edifi-
cios. Mortunadamente la ley ha sido derogada y es de 
esperar que un nuevo código de edificación más hu-
manista y más racional, la reemplace. Son muchas 
las propuestas inteligentes que existen y el gobierno 
democrático crea las condiciones para que puedan lle-
gar a ponerse en práctica. Pero son muchos también 
los absurdos edilicios que albergan y albergarán du-
rante años la vida de numerosos argentinos. ¿Qué hao: 
cer con ellos? 
Propuesta a los intenden tes 
Si las ventanas existen: son ilegales y están mal, 
hagámoslas legales y bien, autorizando la. apertura 
de ventanas, previo estudio de cada edificio en parti-
cular, bajo la supervisión de un arquitecto designado 
por el consorcio. Los gastos y honorarios serían pro-
rrateados, lo cual resultaría sumamente accesible pa-
ra todos. Los propietarios contraerían el compromiso 
de cerrar las ventanas en el caso - por lo general po-
co probable-- de que se construya en el late lindero si 
así lo permitiera el nuevo código urbano. 
El estudio de las diferentes situaciones no resulta-
ría una carga para los municipios si éstos delegaran 
en los profesionales y en las agrupaciones de vecinos 
la responsabilidad de las decisiones, reservándose el 
derecho a intervenir en caso de conflicto. Es probable 
que éstos sean escasos si las propuestas parten de los 
mismos interesados. 
Los resultados serían beneficiosos para todos, in-
18 
cluyendo también a los arquitectos , para quienes se 
pluntearían oportunidades modestas pero numerosas 
do trabajo profesional y, sobre todo, de contacto con 
utluarios que, por lo general, conocen y utilizan muy 
poco a estos profesionales. 
Una ventana es siempre un símbolo de comunica-
ción, de apertura hacia el viento, hacia la luz y hacia 
lu vida. Las nuevas ventanas se convertirían en una 
oxpresión más de la democracia que estamos tratando 
du aprender a vivir. 
LUCÍA LUZ 
Seis años después, el doctor Plácido Bustos, 
abogado especializado en arquitectura legal, 
escribió el artículo que sigue, dedicado al autor de 
este libro. 
En esta historia vemos un caso en que aparente-
mente se enfrentan el derecho y la justicia. Ambos 
conceptos pertenecen a órdenes diferentes pero, sin 
ontrar en problemas filosóficos, el triunfo es la solu-
ción más razonable. 
El tema crucial de este artículo es si se puede abrir 
una ventana en una pared medianera y la respuesta 
os, como siempre en derecho, relativa: a veces sí a ve-
ces no, depende de las circunstancias. 
Cada vez que entraba a su habitación y prendía la 
luz, así fueran las diez de la mañana o las cuatro de 
lo tarde, recordaba la cara de orgullo del arquitecto 
cuando, abriendo la puerta dijo: -Lucía, éste es tu 
cuarto. 
19 
Lucta Luz, frente a su ventana 
(Ilustro: Arq. Estella Maris Garda Calvo) 
Taml.>i ('1l recordaba S u respues ta, au tomática: -Pe-
ro ... , no tiene ventana. 
y así era. Se habían cumplido las reglamentaciones 
sobre vistas que marca el Código Civil, y se había 
cumplido con el Código de Edificación y hasta se ha-
bía respetado el texto y el espíritu de la ley de propie-
dad horizontal. Todos estos reglamentos indicaban 
que no podían abrirse ventanas en las paredes media-
neras. 
El encargo al arquitecto había sido una remodela-
ci6n del departamento donde Lucía vivía con sus pa-
dres y dos hermanos varones. Los padres de Lucía 
creyeron que necesitaba otro dormitorio y, el arqui-
tecto, en un periquete les dio la solución. 
De un pasillo, un toilette inútil y dos dormitorios, 
20 
nos de los mejores regalos de la primavera porque 
desde su cueva -como ella llamaba a su cuarto-, es-
taba aislada de las mañanas al despertarse y de las 
noches al acostarse. Les contó a sus amigos la histo-
ria de su habitación con lujo de detalles y se sorpren-
dió cuando R. L. -el arquitect<r- dijo que la solución 
era muy simple: hacer una ventana en la medianera. 
Si ella quería la podía ayudar. 
El edificio donde vivía Lucía ocupaba el tercer lote 
de la cuadra. En el primero había un edificio de tres 
pisos, y en el segundo una casa de una sola planta, 
con techo de chapa. El dormitorio de Lucía daba con-
tra la pared lindera. 
Cuando R. L. vio el lugar dijo con toda seguridad~ 
que a pesar del Código de Edificación y del Código Ci-
vil, en la habitación de Lucía se podía hacer una ven-
tana. Y que si se presentaban problemas legales él te-
nía unos amigos, abogados, que podían defender el 
caso. 
La forma de hacer la ventana era "haciéndola", esto 
quería decir -ante el horror y las quejas de los pa-
dres de Lucía-, no pedir permiso a nadie, sino sim-
plemente hacerla y esperar con el hecho consumado. 
Tras lágrimas, encierros y desapariciones -mane-
ra femenina de conseguir muchas cosas----, Lucía lo-
gró que sus padres se resignaran a permitir la here-
jía. 
El primero en llegar con la queja fue el administra-
dor del consorcio que amenazó con llevar el problema 
a la asamblea de copropietarios. Tiempo más tarde, el 
padre de Lucía, que luego de las primeras dudas se 
había convertido en aliado incondicional de su hija, 
firmó con el presidente del consorcio un acuerdo por 
el que se comprometía a mantener indemne al resto 
de los copropietarios y al consorcio por cualquier re-
22 
clamo de terceros, y de esta forma solucionó esta par-
Le del conflicto. Se llegó a la conclusión de que la posi-
ción del administrador en contra de la ventana de 
Lucía no era razonable y se basaba sólo en su forma-
li smo y estrechez mental.El segundo planteamiento fue del vecino de la casa 
lindera. Cuando no pudo conseguir que tapiaran la 
ventana presionando al consorcio, trató directamente 
con Lucía y sus padres; y al no obtener su propósito, 
hizo una denuncia en la Municipalidad. 
Llevó fotos de la ventana y de la ciclópea mediane-
'·3 con su único ojo enfocado en su casa. Para sacar 
13s fotos tuvo que subirse al techo, con grave riesgo fí-
Hico, puesto que era el único lugar desde donde se 
veía la ventana. 
La denuncia fue forroal, con firma de abogado y to-
do el detalle de las normas infringidas. Meses más 
Larde la Municipalidad resolvió que, tratándose de 
problemas entre particulares y. dado que la obra ya 
había sido construida, no le correspondía tomar inter-
vención alguna en el tema. 
El vecino, indignado, le comunicó a su abogado que 
quería hacer juicio, o sea llevar el asunto a Tribuna-
les. 
El letrado le explicó pacientemente que, en primer 
lugar, tendría que explicar cuál era el daño que le 
causaba la ventana, porque, si bien la norma prohibía 
abrir vistas en la medianera, el origen de la prohibi-
ción era preservar la intimidad del vecino, cuestión 
que en este caso no se daba porque lo único que veía 
desde la ventana era un techo inaccesible. Por otro la-
do le explicó que un juicio de este tipo no tardaría me-
nos de dos años en el mejor de los casos, y que los 
costos eran muy elevados dado que los adelantos de 
honorarios para los abogados y peritos eran de dudo-
23 
~a. si no de imposible, recuperación. Otro punto fun-
damental era el del planteo que seguramente se daría 
en el juicio sobre abuso de derecho que hacía vidriosa 
la posibilidad de conseguir una sentencia terminante. 
De esta forma consiguió que su cliente desistiera de 
la idea. 
El abogado, en su fuero íntimo, estaba convencido 
de que el deseo de su cliente era un capricho y prefi-
rió plantearle una serie de trabas a decirle que en re-
alidad pensaba que su posición era injusta porque la 
ventana no lo perjudicaba en nada. 
La luz natural cambió por completo la habitación 
de Lucía. Los colores son más brillantes y reales. 8ó-,. 
lo se prende la luz eléctrica de noche. Ahora el am-
biente es cálido y acogedor. El olor a humedad desa-
pareció y se respira frescura. 
Lucía puso el escritorio frente a la ventana y la ca-
ma a un costado, de forma tal que la entrada de luz 
es el elemento que rige toda la actividad del lugar. 
Ahora se siente cómoda en su casa y orgullosa de ha-
ber sido valiente y haber· seguido el consejo de R, el 
arquitecto díscolo que le hizo romper las reglas. 
24 
Capítulo 3 
RECUPERAR EL PATIO 
O CONSAGRAR LAS RATAS 
En las ciudades argentinas los terrenos baldíos tie-
nen dos destinos posibles: playa de estacionamiento 
o ... nada. Nada para nadie. Tomemos un ejemplo: el 
t.erreno limitado por las calles Reconquista, Córdoba 
y Viamonte, en pleno centro de Buenos Aires, comple-
tamente rodeado por un paredón. ¿Qué cosas separa 
este muro? 
De un lado, un grupo de chicos intenta jugar sobre 
un largo fideo de 80 centímetros de ancho, entre la 
pal'ed y los guardabarros de los autos estacionados 
sobre Reconquista. Del otro lado del muro yacen des-
de hace años 7.000 ntetros cuadrados vacíos e inútiles 
juntando basura. Es obvio que este terreno, lindante 
con un monumento histórico (el convento de Catali-
nas), debiera ser convertido en plaza. 
31 
Mientras más densa es la edificación, más necesa-
rios son los espacios vacíos, sobre todo para la expan-
sión de los chicos, a quienes la propiedad horizontal 
privó del clásico patio que conocieron sus padres y sus 
abuelos. Pero a pesar de esta necesidad, los patios po-
tenciales que la ciudad ofrece son cercados por muros 
infranqueables. De hecho, los propietarios de los lotes 
son obligados por la Municipalidad a criar ratones, 
cuya superioridad en número con respecto a los huma-
nos es, como se sabe, de cinco a uno. 
También hay nidos de murciélagos en algunos ba-
rrios. En tren de sonreír frente al absurdo, que es una 
buena forma de comprenderlo, podríamos mirar la 
cuestión de la siguiente manera: los 15 millones de , 
ratones porteños viven sin trabajar gracias a sus 3 
millones de esclavos humanos, que se afanan por con-
seguirles restos de comida, traída costosamente desde 
el campo. Sus esclavos les proporcionan también am-
plios terrenos (reservaciones) para su solaz y esparci-
miento. Es cierto que también existe la represión 
(gatos y empresas fumigadoras), pero todo consiste en 
saber cuidarse, la prueba está en que la población ro-
edora se mantiene estable. 
Propuesta a los intendentes 
¿Por qué razón nuestras experiencias piloto, tan 
abundantes y positivas en los más variados campos, 
no dan nunca el paso siguiente, el que justificaría su 
verdadera razón de ser, esto es, extender los buenos 
resultados más al~ del caso único? 
Un patio urbano es económico y fácil de hacer y de 
mantener, siempre y cuando pueda resistirse la ten-
dencia municipal a llenarlos de mástiles, próceres y 
postes de iluminación con luces de quirófano. En ese 
32 
sentido sería bueno que fueran los vecinos de ca'da 
barrio, junto con los arquitectos también del barrio, 
quienes hagan las propuestas. 
El piso puede ser pasto, algunos bancos cómodos o 
cemento coloreado, según los casos y el espacio dispo-
nible. Hasta podría quedar el piso existente, más o 
menos ordenado con el aporte de los vecinos, quienes 
también tendrían a su cargo la vigilancia y el control. 
A razón de 1.500 habitantes por manzana, un sistema 
de turnos en el que participase solamente el 10% de 
la población significaría dos guardias por año y por 
persona, tarea que asumirían con gusto numerosas 
amas de casa y jubilados. El cerco sería por lo general 
de alambre, bastante alto, con puerta y candado, y su 
construcción estaría a cargo de los propietarios de los 
terrenos, que en la actualidad corren con los gastos 
de construir los muros. 
En síntesis, la propuesta sería una forma de resuci-
tar, actualizado. el antiguo potrero, cuyo recuerdo ju-
bi loso figura en la memoria de tantos porteños; Qui-
zás hasta el fútbol saldría beneficiado. Sería también 
una forma de recuperar la soberanía nacional sobre 
una parte valiosa del suelo patrio, an-ebatada inicial-
mente a los indios y a los españoles, y finalmente en-
tregada a los ratones. 
34 
EL OCASO 
DE LA PROPIEDAD 
HORIZONTAL 
Capítulo 4 
La propiedad horizontal acaba de morir, legalmen-
te, a la temprana edad de treinta años. Nació y se 
desarrolló en los mismos ocho metros con sesenta y 
seis centímetros que marcaron los diez pasos de Juan 
de Garay como un chico que crece sin cambiarse los 
zapatos. Los patios con parra, cielo, flores y guitarras 
de entonces se convirtieron en 105 grises y anónimos 
"aire y luz" de cuatro por tres. oscuros tubos vertica-
les de treinta y hasta cuarenta metros de altura. 
El tejido urbano dentro de la manzana, invariable 
en su trazado y régimen legal, fue la matriz que dio 
forma a la tipología edilicia conocida como propiedad 
horizontal y marcó las diferencias con otros modelos 
de vivienda en altura. Se perdió así la posibilidad de 
ir creando gradualmente una nueva organización del 
35 
terreno dentro de la manzana, con espacios comunes, 
juegos, etc. 
La ciudad de San Juan, arrasada por un terremoto 
en 1944, brindaba una extraordinaria oportunidad en 
este sentido; sin embargo se volvió a dibujar el mismo 
trazado que dio origen a la vivienda colonial. 
La propiedad horizontal creció entonces como re-
sultado directo de tres factores: la forma del lote, la 
necesidad de hacer rendir al máximo el dinero y el 
código de la edificación que fijaba lúnites a la ambi-
ción de los inversores. La altura de los techos (prime-ro tres metros, después dos con sesenta), la altura 
máxima, en fin, la totalidad del edificio fue determi-
nada por estos tres factores y se llegó así al living-co-
medor de dos ochenta por cinco, el baño de uno cin-
cuenta por dos diez y los donnitorios de servicio de dos 
por tres ventilados al lavadero. 
Los arquitectos se limitaron a "jugar" con la facha-
da, alternando en una u otra forma los balcones y los 
paños ciegos, "acusando" las losas y dejando o no el 
ladrillo a la vista, asuntos estos que a nadie le impor-
taban porque un departamento es una casa sin facha-
da. La imagen ante los demás, principal función de la 
fachada, quedó concentrada en el hall de entrada. 
"Una buena entrada" es lo que compra la gente y no 
la alternancia de los balcones en la abstracción de un 
plano. 
Poco a poco se fue formando una cultura de depar-
tamento reflejada en la valoración de los usuarios y 
los agentes inmobiliarios; azulejos hasta el techo, ba-
ño completo, comedor diario, cerámica italiana, már-
mol en la entrada, fueron los argumentos de venta 
que reemplazaron al espacio abundante, la posibili-
dad de tener animales y plantas y, sobre todo, el pa-
37 
tio. Porque un departamento puede ser definido como 
una casa sin afuera. 
El afuera y el adentro 
Cuando empezó la moda de los departamentos no 
se tomó verdadera conciencia de esta brutal amputa-
ción del afuera cuyas consecuencias se fueron mani-
festando después. El auge de la psicología tiene mu-
cho que ver con la presencia constante de los chicos, 
siempre "encima" de los padres que se ven impedidos 
de emplear el tradicional "¡chicos, vayan afuera!", 
porque el saludable "afuera" de todas las épocas ha-
bía sido reemplazado por un ámbito anónimo y peli-
groso sólo atravesable de la mano de mucamas y ni-
ñeras o en las camionetas color naranja, dos nuevos e 
imprescindibles accesorios de la propiedad horizontal. 
La proliferación de los salones para fiestas y de las 
"guarderías" de ancianos tienen también mucho que 
ver con este nuevo tipo de vivienda. 
La pérdida del afuera fue también la pérdida del 
barrio y de los vecinos convertidos ahora en simples 
letras (la señora del sexto F, el gordo del segundo B, 
etc.) sin nombre ni identidad cuyas vidas transcu-
rren, paradójicamente, más cerca que nunca unos de 
otros. 
Sin ninguna duda la desaparición del barrio, de la 
calle, de la fachada y de los 'vecinos afectó seriamente 
la identidad de los argentinos criados a departamen-
to. Aparecieron no obstante personajes compensato-
1i.OS como el psicólogo, el portero (convertido en todos 
los vecinos) y la animadora de fiestas infantiles. 
El automóvil aumentó su importancia hasta llegar 
a ser imprescindible para la fabricación del afuera se-
manal y la industria del camping se desarrolló por el 
mismo motivo. 
38 
Al llegar a este punto podríamos preguntarnos có-
mo fue posible que el público comprara viviendas que 
son definidas más por sus carencias que por sus ven-
tajas. La necesidad económica no explica suficiente-
mente este hecho porque fueron numerosas las fami-
lias de clase alta, adineradas, que vendieron su casa 
para mudarse a un departamento. En los comienzos 
del auge de la propiedad horizontal comprar un de-
partamento era también comprar un estilo de vida 
más práctico, más confortable y sobre todo más mo-
derno, es decir, más norteamericano. Los departa-
mentos llegaron a formar parte de nuestros deseos a 
través de Hollywood; junto con Cary Grant, Rita Hay-
worth, Ginger Rogers, Tyrone Power, sus ropas , sus 
autos y sus gestos compramos también los ámbitos 
donde transcurrían sus dramas y sus comedias: los 
departamentos. 
La filosofía del Progreso indefinido nos hacía pen-
sar que lo último era, por definición, mejor que lo an-
terior, sin percatarnos de que ---como dice Ernesto 
Sabato- a veces el progreso es reaccionario. El con-
cepto del confort fue precisamente el que nos permitió 
aceptar, casi sin notarlo, la tremenda amputación del 
afuera. La compactación de la planta suprimió la dis-
tancia entre el bafia y los dormitorios, característica 
de la casa chorizo, y la calefacción en todos los am-
bientes reforzó el concepto de ese perpetuo adentro 
que llegó a asumirse como una condición necesaria de 
la vivienda, aun en climas templados como el de Bue-
nos Aires o cálidos como los de Tucumán, Chaco o 
Santiago del Estero. 
Cuando "compramos" los departamentos norteame-
ricanos compramos también, distraídamente, el clima 
de Nueva York. 
Esa negación del afuera coincidía con cierta modali-
dad característica de nuestra clase media urbana que 
siempre desconfió de "la calle" a la que vio como fuen· 
te de peligros, de perversiones ("ese chico todo el día 
en la calle") y de movimientos populares. El temor a 
las enfermedades y a las "corrientes de aire" es carac· 
terístico también entre los miembros de la clase me· 
dia y fue éste otro aspecto de nuestra idiosincrasia 
ciudadana que hizo posible el aberrante sistema de 
valores que involucra la propiedad horizontal. 
La patológica exaltación del adentro en detrimento 
del afuera se manifes tó también en la ansiosa nece-
sidad de techar los espacios vacíos. Los patios y las 
terrazas suelen ser vistos bajo esta óptica no por todo 
lo que son sino por lo que no son. Techar es como lle-
nar. Ocupar el espacio con objetos, el silencio con rui-
dos y palabras. La naturaleza se convirtió en un sim· 
pIe fondo de las figuras que forman las cosas y el ce· 
mento. 
El equipamiento 
En las viviendas con ambientes de amplitud nor-
mal nunca fue necesario estudiar con exactitud la 
ubicación y tamaño de los muebles y mucho menos 
aún en la mal llamada "arquitectura espontánea" 
(que es la menos espontánea de las arquitecturas por-
que el proyectista es la tradición cultural) que man· 
tiene con el equipamiento la misma sabia coherencia 
que la vincula con el clima, los materiales y el en· 
torno. 
En el caso de los departamentos los ambientes se 
fueron achicando poco a poco sin que los proyectistas 
tuvieran en cuenta el equipamien to como no fuera en 
una forma vaga e imprecisa. "La documentación" (el 
proyecto) solía encararse como un mero requisito que 
cumplir, una etapa de un trámite ajeno por completo 
40 
a cosas tan ligadas al uso y a la vida real como son los 
m uebles y los objetos. 
Los errores más comunes derivados de esta falencia 
fueron los siguientes: 
1) La mesa del comedor no puede ubicarse cómoda-
mente porque no pensaron en ella. 
2) Cuarto de chicos: la ubicación de la cama en el 
ángulo correcto impide la apertura completa de una 
de las puertas del placard, razón por la cual no pue-
den abrirse los cajones. 
Una de lás hOjas de la ventana se abre sobre la ca-
becera de la cama. En este caso la ventana debiera 
ub~carse en un ángulo y no en el centro del ambiente. 
3) El comedor diario no pasa de ser una leyenda en 
el plano de venta. La mesa y las sillas no caben por-
que la cocina no fue correctamente distribuida. 
4) El planchado de la ropa no está resuelto. Se rea-
liza sobre la mesa del comedor o en el cuarto de servi-
cio. 
5) La nueva modalidad de compras, el supermerca-
do, no puede desarrollarse debido a que no está 
previsto el lugar para guardar compras grandes. 
6) La distribución y el equipamiento del baño no 
variaron durante los treinta años de historia de la 
propiedad horizontal; mientras tanto la industria 
incorporó a nuestros hábitos de vida decenas de pro-
ductos de cosmética y aparatos que llegaron a consi-
derarse imprescindibles. Los botiquines no pueden 
contener los frasquitos, los ruleros resbalan infinita-
mente de la tapa del depósito del watel" el secador de 
pelo y la afeitadora jamáS encontraron su lugar, etc. 
etc. 
7) La necesidad de guardar cosas no obtuvo otra 
respuesta que elplacard, relacionado únicamente con 
la ropa. Muy rara vez un proyectista de departamen-
tos pensó en trenes eléctricos, triciclos, ventiladores, 
41 
el coche y la bañadera del bebé, cosas rotas que algún 
día se arreglarán, el árbol de navidad, disfraces, botes 
inflables, cajas con antiguas cartas y postales familia-
res, raquetas, máquinas de coser y de tejer; fue así co-
mo el changuito para las compras se apoyó siempre 
sobre el inodoro del baño de servicio, las cartas y las 
fotos de los abuelos finalmente se tiraron a la basura 
(cortándose la historia y la identidad familiar) y se 
fueron armando las sórdidas escenas de la vida real 
dentro de los departamentos. 
Mi trabajo profesional me permitió conocer, foto-
grafiar y resolver muchos problemas en este tipo de 
viviendas, porque a pesar de la escasez de espacio 
siempre existen lugares desaprovechados en las par-
tes bajas y altas de los ambientes cuyos erroreS'P de 
distribución pueden ser también corregidos ro uchas 
veces con pequeñas reformas. Es notable observar có-
mo puede incrementarse el lugar para guardar cosas 
sin que disminuya el espacio libre ¿Por qué entonces 
no se previeron todas estas falencias que tanto afecta-
ron y afectan a la vida familiar? Porque estos "deta-
lles" no figuran entre los intereses de los' inversores, 
de las firmas inmobiliarias, de los teóricos de la ar-
quitectura ni de los arquitectos en su gran mayoría. 
La expresión plástica de la invisible fachada fue 
siempre más importante que el lugar para el changui-
ta. ¿Acaso no los sorprende en este momento leer la 
palabra ruleros en un libro de arquitectura? ¿No sue-
na poco seria? Los arquitectos están todavía empan-
tanados en la estéril solemnidad de lo plástico-formal, 
alejados de la vida y de la gente de verdad. Quizá por 
eso no los comprenden ni los llaman tanto como qui-
sieran. Tan cierto es esto que es posible trabajar de 
arquitecto dedicado a la propiedad horizontal durante 
veinte años sin hablar jamás con ninguna señora, con 
42 
ningún adolescente, con ninguna mucama, porque el 
cliente es el inversor. Las señoras aparecerán des-
pués de entregar la obra y se las arreglarán como 
puedan. Tampoco las escucharán los críticos de arqui-
tectura ni los historiadores. Sólo los psicoanalistas 
atenderán sus problemas, pero ellos no entienden de 
arquitectura ni conocen la casa de sus pacientes. Sin 
embargo, es imposible saber cómo somos sin saber 
dónde estamos, dónde habitamos. Y la afirmación va-
le tanto para la casa .como para la ciudad y el país 
porque estos tres niveles del habitar son en el fondo 
uno solo. Urbanismo y arquitectura son dos aspectos 
de una misma realidad vital. 
La arquitectura como símbolo 
Las formas de los edificios y su recorte en el paisaje 
de la ciudad tienen siempre un valor simbólico porque 
son la expresión física de una realidad social, de la 
misma manera que la ropa y los gestos expresan a los 
individuos. 
¿Qué representan los volúmenes de los edificios de 
propiedad horizontal, destacándose entre casas bajas, 
ridículamente comprimidos entre altas medianeras 
apenas perforadas por tímidas ventanas ilegales, im-
pidiendo d~rante años que llegue la luz del sol a tan-
tas habitaciones sombrías? ¿Y las azoteas a veces con 
insólitos ranchitos construidos sobre ellas, aun en 
pleno centro, o habitadas por mujeres trepadas a los 
tanques de agua en busca del sol del verano? 
Esta volumetría incoherente muestra la simple adi-
ción de intereses individuales, la falta de armonía en 
el cuerpo social. Expresa también que no supimos re-
plantear nuestro pasado, representado por eIlote, to-
mando lo mejor de él para integrarlo a las necesida-
des del presente. El pasado permaneció congelado 
43 
como uno de e&os ejemplares del Martín Fierro en-
cuadernados en cuero de vaca, recién sacados de la 
vitrina, que nuestros gobernantes suelen regalar a 
los visitantes ilustres. No supimos interpretar nues-
tra tradición simplemente porque no la entendimos. 
La tradición que sentimos es Europa. La historia de 
nuestra arquitectura fue siempre la historia de la ar-
quitectura europea. Nosotros somos "los que no somos 
europeos". Casi nos caemos del mapa. En las estacio-
nes del ferrocarril Sarmiento se pueden leer todavía 
los carteles que indican "trenes para afuera", seña-
lando a los que van al interior del país porque Europa 
es nuestro adentro y nuestro pasado. Y Estados Uni-
dos es nuestro futuro. 
Por eso la propiedad horizontal es, en última ins-
tancia, la expresión de nuestra falta de identidad na-
cionaL 
Conclusión 
La propiedad horizontal fue, sin duda, una respues-
ta equivocada a la necesidad social de instrumentar 
una nueva tipología de vivienda. El panorama hasta 
aquí descripto refleja, a mi juicio, algo más del noven-
ta por ciento de la realidad. Existieron excepciones 
sin embargo; edificios con los cuales sus proyectis-
tas respondieron magníficamcnw a las necesidades 
de los usuarios, aun dentro de las limitaciones marca-
das por el lote y el código. También es cierto que no 
todos los edificios de propiedad horizontal fueron pro-
yectados por arquitectos y que muchos colegas tuvie-
ron que luchar en vano contra la obstinada estrechez 
de miras de los inversores. 
También es verdad que los departamentos· -en es-
pecial los de uno o dos ambientes-- suelen formar 
parte de los recuerdos gratos de muchas parejas. pues 
fueron el escenario entrañable de las primeras etapas 
del amor. 
La propiedad horizontal fue acertadamente prohi-
bida por el gobierno en 1978, pero los edificios 
existentes siguen y seguirán siendo habitados, y son 
una fuente permanente de aprendizaje de la cual to-
dos podemos extraer nuestra lección. 
Los arquitectos podemos aprender que no somos 
nosotros quienes hacemos la arquitectura, pero que 
aun dentro de las limitaciones impuestas por la reali-
dad tenemos la posibilidad de ' contribuir al mejora-
miento del hábitat humano. Para que ello ocurra de-
biera modificarse seriamente la enseñanza de la ar-
quitectura, que debiera consistir en estudiar la 
arquitectura cotidiana, donde vive la mayoría de la 
gente, en lugar de dedicarse a los elegantes saltos de 
ballet que van desde el análisis de las obras maestras 
al pintoresquismo de la arquitectura "espontánea" 
(por lo general extranjera), Es necesario que abando-
nemos la idea de que la década del treinta está repre-
sentada por los edificios del Automóvil Club y las ca-
sas de Wladimiro Acosta. O que la década del sesenta 
es sólo la arquitectura de' los concursos y del Banco de 
Londres. 
Sería bueno también que la gente aprenda algo de 
arquitectura y sobre todo que los arquitectos apren-
damos de la gente, de la vida real dentro de los edifi-
cios, porque el fin último de nuestra profesión no es 
otro que el de con lribuir a enaltecer la vida, a hacerla 
más alegre y nwtluS gris. 
45 
Cafuúr¡g 2340 
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_ .... _ n ............... c ..... _ ... ............... ,. l 
_ ..... Io~ _ .. "<~' I .•••• _ ....... "Oo' . " ..... 
. , ... , .... "' .. _ ....... ,-, .. . 
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"...,.--:--
A1b'llnas plantas UplellS del tipo de 
departamenlo conocido e n Argentina 
con el nombre gcnórico de ·propiedad 
hor¡zontal~. 
'16 
[NTU BUSTAMAN TE y 
liV ING COIolEDOR 
U.)~ 
MALARIA 1100 
A 1 cuadra eJe C6rdob~ V 
. ¡ 
./ 
00I'II>I"'''' 
-l a).T-t.) 
CHAALONE 244 
-,-,,,., .. 
y Jorge Ncwbery 
.,..."". 
. .. " a·' 
~""~ ~\::í\AS~ u ~ "" ., U/"'t:\~ 
In I~ l,l.¡lcaclón mh destacada, 
1i ~ 1I1 ~ iI las ~vcnld3s Bunge y 
Mll l co Polo , sobrr. plaza COIl 
'11',1 .. ir';gUlll.l) llI, Un conjunto 
_ttl "ik' =lonico (lo f'~trao,dinarjil 
bllll e zJ, rodoado de pa'<';lI l:'. 
n"rr;" I~O\Bnlosde ~mplro li vi~· 
dormitorio. balio, ~!!~, 
, , . 
" DilECtO FIJO, CON 
MCILJOJoDES HASTA 6 "'lOS. 
• 
o 
Departamento para vender por teléfono: cumple con todas las 8lJpiracio· 
nes de la clase media ... en el espllCio de un ambiente. (Aparentemente el 
ancho de las ~.aderllll disminuye en la telT~a.) 
J\ 
Algo muy camlln: 
El cuarto de servicio está adentro 
del espacio que debiera cOrTespondcr 
a la cocina. 
49 
ambiente 
3.50 ~ 6,SO 
El colmo: comedor diario y comedor Cormal ... ; en UD 1010 ambiente! 
50 
Capítulo 5 
MAMÁ, 
¿QUE ES UN BOSQUE? 
Nuevos edificios, kilómetros de cercos con entra~ 
das pagas y costosas, luces implacables y miles 
de adoquines y canteros de cemento invaden día 
lras día el único bosque con que cuenta Buenos 
Aires. 
Están asfaltando Palermo 
.Y nadie parece reaccionar. 
Era lindo correr alrededor del lago más grande de 
Palerma, pisando las hojas y la tierra húmeda, escu-
chando los sonidos del viento entre los árboles. Hoy el 
lago está seco, rodeado de topadoras y montones de 
adoquines. ¿Qué harán allf? Según el anuncio oficial 
..... se incluirán canteros con adecuada parquizaci6n y 
un rescate estético de los elementos naturales", lo que 
en otras palabras quiere decir que se pondrá cemento 
donde habia tierra y luces halógenas donde cantaban 
los grillos y brillaban las esu'ellas. 
Cerca del otro lago, el de los botes, se fue armando 
un mercado de plantas, abarrotado de clientes, com-
pletamente cercado y con un edificio en construcción 
de dos pisos de altura, todo bajo el increíble título de 
Jardln japonés (donación de la colectividad japonesa). 
53 
Esperemos que otras colectividades no se contagien 
del espíritu caritativo que aparentemente motivó es~ 
tas construcciones; en cualquier momento podrían 
empezar a aparecer mercados de alfombras persas o" 
una fábrica de televisores ... 
Pero, ¿cuál es el atractivo de los bosques de Paler~¡ 
roo sino la posibilidad de encontrarse con la naturale-
za tal cual es? La naturaleza no necesita ser realzada, 
sino ser respetada, amada, comprendida y gozada. 
Palermo superó -cuando fue creado-- a su modelo, 
el Bois de Boulogne de París, por sus especies (desco-
nocidas allá) como el lapacho rosado, las palmeras, el 
ombú y también por la sabia distribución de las ma~ ... 
sas de árboles y de agua que planeó su autor, el inge~ 
niero Thays. ¿Por qué, señores funcionarios, no vuel~ 
ven a mirar un poquito el original? No está mal co~ 
piar 10 que están bien. Verían entonces que los 
caminos del Bois siguen siendo de tierra y de piedri-
tas, que las luces son discretas; tanto, que las ardillas 
se cruzan con la gente y se escuchan las ranas en lu-
gar del rugir de los aviones. EL BOIS, EL BOSQUE, 
sigue siendo nada más ni nada menos que eso, un 
BOSQUE. 
¿Por qué pierde el bosque frente 
al cemento? 
La naturaleza es percibida por estos funcionarios no 
como un complemento indispensable de la vida urba~ 
na, sino como todo lo que falta por hacer. Es una acti~ 
tud prepotente basada en la ignorancia más brutal 
sobre una cuestión tan esencial como es el disfrute y 
la permanencia misma de la vida humana dentro de 
las ciudades. 
A esta actitud nefasta de los funcionarios se sumó, 
durante los últimos años, el efecto equivocado que . 
54 
produce en el hábitat civil la concepción militar del 
ospacio. Para el militar el espacio es control. Mucha 
iluminación, lo más pareja posible, una sola entrada, 
mucho cemento y cercos altos. Como dijo alguien, 
"todo lo que está quieto se pinta y todo lo que se mue-
ve se saluda". Bajo esta óptica los árboles tienen el in-
conveniente de poder esconder a alguien detrás y 
además son "automáticos", porque van eligiendo su 
rorma por sí mismos (como si fueran civiles ... ) y para 
colmo ... ¡no son simétricos! Aunque esto último puede 
remediarse con podas que los conviertan en cilindros, 
pirámides o conos truncados. Una pintada al tronco, 
5.000 "wats" de iluminación y ya tenemos naturaleza 
realzada. Y los árboles sin pájaros. Y el cielo sin es-
trellas. Y la Tierra, es decir, la realidad, allá abajo, 
lejos de la vista y de la planta de los pies, como si se-
mejante desorden no existiera. 
Algún día será todo --o casi todcr- cemento; y se-
guiremos llamando al lugar, los Bosques de Palermo. 
Pero no es el nombre lo que importa, sino la Natu-
raleza. "Pues cualquier hombre puede escribir un 
poema pero sólo Dios puede hacer un bosque" (Long-
fellow). 
55 
56 
Palermo, seco y enfermo 
Aun sin saberlo, usted es un desaprensivo 
derrochón. Como persona adulta, respira 
diariament.e el oxígeno producido por 150 m2 
de hojas (equivalentes a un árbol medio de 
gran follaje). Bien, muchos de esos árboles 
han cedido gentilmente su lugar a estos edi-
ficios, construidos en los últimos años den-
tro de la zona de los bosques de Palermo: 
instalaciones de ATC, embajada de los Esta-
dos Unidos, embajada de Chile, "Casa de Té" 
y estaciones y ampliaciones varias en el Ae· 
roparque. Además, se han instalado cercas 
rodeando el Jard(n Japonés, el Parque 
Newbery y el Parque Norte. La superficie 
utilizable gratuitamente, escasa de por sí 
desde hace varios años, se redujo última-
men te de 300 hectáreas a 120. 
Mientras tanto, la población se multiplicó 
por tres, 
EL LAGO MÁS GRANDE DE LA CAPITAL· \ 
Será habilitado mañana "el lago más grande de la' 
Capital Federal". Fue construido por la Municipali 
dad de la Ciudad de Buenos Aires en el Parque 3 de 
Febrero, en la zona delimitada por las calles Andres, 
Bello, Agustín Méndez y Olleros. Tiene una superficiel 
de 130,000 metros cuadrados con una profundidad, 
media de 1,80 metms. Su eje central alcanza los 1.000 , 
metros de largo y el ancho llega a tener 150 metros, ' 
El lago está salpicado por algunas islas y su destino 
principal es el de la práctica de deportes náuticos. ' 
Una cosa llamativa la concurrencia del público será, 
gratuita en todos los sectores. Con el fin de no afectar 
los espacios verdes la Municipalidad ha dispuesto sec·1 
tores para estacionamiento que abarcan unas dos 
hectáreas. 
Se cumplirá el acto inaugural a las 15 con la asis-
tencia del intendente municipal doctor Jorge Del 
Cioppo, el secretario de Obras y Servicios Públicos de 
la Comuna, arquitecto Emilio Rodríguez Mentasti, el 
secretario general de la Intendencia Carlos Mana 
Martínez y otras autoridades comunales y nacionales. 
Una reciente disposición municipal otorga el uso 
del Lago de Regatas 3 de Febrero, como se lo ha deno-
minado, sin cargo alguno para veleros monotipos cla-
se Optimist y deslizadores a vela. 
, Diario Ciar/n., 27-8-83 
58 
EL MISTERIO DEL LAGO 
Señora Directora: 
Con el título "El lago más gran de de la Capital", 
Clarín (27·8-83) publica una información proporcio-
nada por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos 
Aires, según la cual ésta inaugurará en el Parque 3 
de Febrero un lago de 130.000 metros cuadrados, re-
cién construido por ese organismo. Se anuncia tam-
bién que "con el fin de no afectar los espacios verdes 
la Municipalidad ha dispuesto sectores para estacio-
namiento que abarcan dos hectáreas". Lo sorprenden-
te de esta noticia es que numerosos visitantes del lu-
gar aseguran que desde hace más de 50 años, existe 
un lago que tiene exactamente 130.000 metros cua-
drados, de lo que puede deducirse una de las dos al-
ternativas siguientes: la Municipalidad ha creído 
construir un lago que ya estaba construido o mi les de 
porteños hemos padecido una alucinación colectiva 
durante más de medio siglo, en forma continuada, al 
ver un lago allí donde solo había tierra. Resulta incre-
íble una negación tan fuerte de la realidad. Por otra 
par te, cabe preguntarse cómo es posible evitar afectar 
los espacios verdes, precisamente, mediantela cons-
trucción de una playa de estacionamiento de dos hec-
táreas, dentro de esos mismos espacios verdes ... 
Los observadores del lugar hemos notado que la 
Municipalidad agregó varios miles de adoquines en el 
perímetro del lago que hasta hoy creímos existente y 
que ocupan lo que antes era espacio verde. ¿No ha-
bría que "derivar" todo este asunto a la Dirección Na-
cional de Salud Mental para que dictamine al respec-
to? 
Rodolfo L iuingston - Capital Federal 
59 
Capítulo 6 
ELOGIO DEL VACÍO 
"Treinta radios convergen en el eje 
de la rueda, pero es el vacío del 
medio lo que hace andar el carro." 
Lao Tsé 
El bosque de Palermo fue directamente inspirado en 
el Bois de Boulogne,'" en París. En este caso "segundas 
partes" no sólo fueron buenas, sino mejores. La copia 
superó al original; tal es así que creo que solamente 
cabía una cosa por hacer, con posterioridad al sabio 
diseño del ingeniero Thays: conservarlo. La población 
de Nueva York se ha percatado hace tiempo de esa 
necesidad con respecto a su propio Palermo, el Central 
Park; todas las obras que allí se realizan son de res· 
tauración: el ente municipal que se encarga de los 
trabajos se denomina precisamente, Oficina de con-
servaci6n del Central Park. 
Entre los lugares a conservar allí figuran dos gran-
des extensiones absolutamente vacías, ubicadas en el 
mismo centro de Manhattan: la Great land (Tierra 
61 
Grande) y el Sheep meadow, donde pastaban las ove· 
jas durante el siglo pasado. Estos lugares tienen sólo 
pasto. Ni un á rbol. Ni un monumento. Desde el centro 
de cualquiera de ellos se escucha el murmullo apaga· 
do de la ciudad y se observa a lo lejos el perfil bruma· 
so de Nueva York, desplegado en un enorme CÍrculo 
completo que rodea al observador. 
¿Para qué sirve ese espacio vacío? Quizá para tener 
esa placentera sensación de "toma de distancia" con el 
mundo cotidiano de la ciudad, algo así como la toma 
de distancia con uno mismo, porque la ciudad actúa 
como la máxima extensión en nuestra identidad. Pero 
este espacio vacío sirve también para que 500.000 
jóvenes se j unten para escuchar gratuitamente a sus 
músicos preferidos, bajo las estrellas. 
¿Para qué más sirve el vacío? Hay otras preguntas 
posibles, a manera de respuestas. ¿Para qué sirve el 
silencio en la música o el silencio entre las palabras? 
¿Para qué sirve el intervalo del sueño? En fin, para 
simplificar, digamos que el vacio es parte indispensa-
ble de la vida mism.a. 
El vacío no es percibido como una presencia (preci-
samente, de vacío), sino como una carencia. Y es así 
como, año tras año, gobierno tras gobierno, son ¡nva· 
didos uno a uno todos los espacios vacíos de Palermo, 
y también de otros parques del país. La popular "Casa 
de Té" (único caso conocido de casa de té japonesa de 
hormigón armado y dos pisos de altura), el monu-
mento a Güemes y el gaucho que amenaza al tráfico 
frente a ATe son tan solo algunos ejemplos de vaCÍos 
perdidos. La lista incluye al Aeroparque, que devoró 
ya kilómetros cuadrados de verde, y miles y miles de 
metros cuadrados de cemento, de adoquines, de cercos 
y potentes reflectores con los cuales se pretende 
adornar, mejorar y modernizar (temible palabra en 
boca de nuestros funcionarios) Palermo. 
62 
es la forma más tangible que tenemos de ejercer la so-
beranía sobre un territorio que los próceres liberaron, 
en definitiva, con ese objetivo. 
64 
Capítulo 7 
¿PRIVATIZAR O PRIVAR? 
Hay una escena en Buenos Aires, cuya contemplaw 
ción me atrae desde hace algunos años, una y otra 
vez. Ocurre en la confitería El Ciervo, frente al lago 
de los botes, en los bosques de PaleTma. Las empresas 
de turismo llevan allí a sus c1ien1:€s porque es el lugar 
con mejor vista hacia el lago y hacia el verde. Los 
turistas se instalan en las mesas exteriores y se 
disponen a 'contemplar, durante un buen rato ... los 
ómnibus de dos pisos en los cuales llegaron, que son 
estacionados, en apretada fila , justo frente de ellos. 
Es un ejemplo interesante acerca de cómo un obser-
vador destruye, justamente con el acto de observar, a l 
objeto observado. Si cambiamos el verbo observar por 
disfrutar, preservar o financiar, el ejemplo sirve para 
alertar sobre algo que está empezando a ocurrir en 
67 
esta Argentina mutante, en relación a las privatiza· 
ciones. No es fácil trazar la línea divisoria entre fi· 
nanciar y destruir la esencia de lo que se pretende 
mejorar. Durante el gobierno anterior, por ejemplo, se 
construyeron sucursales bancarias de hormigón ar· 
mado en algunas plazas y últimamente están empe-
zando a aparecer carteles de "sponsors" en los jardi-
nes de Palermo. Los carteles suelen preceder, como se 
sabe, a los focos de luz que los iluminan de noche, a 
los cables, la música funcional y a los avisos comer-
ciales que terminan predominando sobre la música 
que deberían financiar. Es lo que pasó en los subte-
rráneos, donde ya resulta obligatorio escuchar día y. 
noche, entre muchos otros, el aviso de un lubricante 
que simula el rugido de un pen'o enojado, El proble-
ma se presenta también en los centros culturales y en 
otras muchas áreas de la vida nacional. 
La pregunta es, ¿es posible privatizar sin destruir 
la finalidad de lo que se pretende mejorar? Creo que, 
en realidad, éste es el tema del momento. Frases ro-
mo "dejemos que los empresarios hagan sus núme-
ros", "ellos son los que saben", "el libre juego de la 
oferta y la demanda", encierran, a mi juicio, opiniones 
que deben ser revisadas a tiempo. En el terreno de la 
arquitectura, por ejemplo, éstos fueron los criterios 
que se aplicaron en Mar del Plata, que fue la ciudad 
que más creció durante la década 50-60. Mientras al-
gunos ingenuos arquitectos dibujaban el plan regula-
dor, unos cuantos empresarios sepultaron la hennosa 
ciudad anterior, fundada por Peralta Ramos, bajo la 
peor edificación en altura que conoció el país hasta 
entonces; tan es así, que somos muchos los arquitec-
tos que vivimos de la corrección de este tipo de depar-
tamentos, a los que casi siempre les sobran paredes 
interiores. Es decir, ¡que pudieron proyectarse mejor y 
mds económicamente! 
68 
Otro ejemplo. Dicen que están a punto de privati-
zar el Club municipal de golf, en Palermo. Sin embar-
go, creo que sena mucho mejor dedicar esas 36 hectá-
reas, ubicadas en pleno centro de Buenos Aires, al 
disfrute de toda la gente que los días domingo se enci-
man unos a otros en las escasas hectáreas de uso gra-
tuito que todavía quedan en Palermo. ¡Qué bien nos 
vendria a los porteños una gran extensión verde sin 
monumentos, ni mástiles, ni adoquines! ¡Allí sí se po-
drían juntar 200.000 jóvenes para un gran recital, sin 
destruir nada! 
Pero, ¿y la financiación para cuidar ese lugar? 
Entraría muchísimo más dinero a la municipalidad 
si ésta alquilara todo el cinturón que rodea a la 
cancha de golf con confiterías mirando hacia el verde 
más verde de Buenos Aires, que el ·dinero obtenible 
con la privatización de ese espacio. La Reina del 
Plata les regalaría a sus fieles amantes, los porteños, 
treinta y seis hectáreas!! El golf es un deporte de 
muy bajo factor de ocupación persona/metro cuadra-
do; no corresponde ubicar la práctica de este deporte 
en el centro de una ciudad. Sus 800 socios actuales 
tienen 'auto o, al menos, están en condiciones de com-
prarlo. ¡Y son sólo 800, frente a 3.000.000 de porte-
ños! 
En síntesis, es posible privatizar sin pervertir, sin 
destruir, promoviendo la belleza ... y aumentando las 
ganancias. Quizá no en todos los casos, pero sí en mu-
chos. La clave radica en tratar de ver algo más allá 
que la calculadora. No confiar tanto en el prestigio de 
la técnica fría, ni en los "expertos", que muchas veces 
lo son en repetir errores, escudándose en "lo ya com-
probado"."La imaginación al poder", decían en París, 
en 1968. Intentemos lograrlo hoy, 20 años después. 
Porque, al fin y al cabo, bien se podrían estacionar los 
ómnibus a 50 metros de distancia del Ciervo y los tu-
69' 
ristas lo pasarían mejor, sin que disminuya la ganan-
cia de nadie. Y, en definitiva, turistas somos todos, en 
este planeta todavía hermoso. 
70 
Capítulo 8 
LAS ESTUPIDECES DE 
HORMIGÓN ARMADO 
Me encanta usar las autopistas. Pongo música y de-
voro kilómetros y kilómetros gozando de la libertad 
que significa manejar un auto sin frenadas ni semáfo-
ros. El problema se me plantea cuando empiezo a ob-
servar a los demás. A los que viven en los bordes y el 
cemento les pasa a tres metros de la ventana (la Ave-
nida General Paz, hecha hace 50 años, tiene cincuen-
ta kilómetros de plaza en sus bordes, que usan los 
habitantes de los barrios lindantes); a los que se que-
daron sin viviendas, sin agua o sin plazas, que pudie-
ron haberse hecho con los millones de dólares inverti-
dos en autopistas, y a los que no se pueden "subir" a 
ellas porque hay que pagar caro. Se abolieron la pri-
mera y la segunda en los trenes, pero ahora hay ca-
lles de primera y calles de segunda. Me encanta ir a 
71 
Parque Norte, y alquilar un par de reposeras frente a 
las piletas azules. Pero no puedo dejar de pensar que 
ésos eran espacios de uso popular que le fueron arre-
batados a la gente. Digamos que si no fuese por esta 
molesta -y hasta hace poco peligrosa- sensibilidad 
social que padezco, me encantarían las autopistas. 
Otra cosa que dificulta mi felicidad personal es la 
costumbre que tengo de pensar e interrogarme sobre 
la misteriosa razón por la cual nuestros gobernantes 
no p¡en..-an: sólo "hacen". En realidad, desprecian y 
temen al pensamiento, al que suelen denominar "teo-
rías". "Esas son teorías", dicen nuestros "hombres 
prácticos", y paladean la palabra técnica, que les en-
canta. Tal o cual obra se hace "porque es técnicamen-
te factible". 
"'Se están terminando los aspectos técnicos del infor-
me sobre ... desaparecidos .. !" Hasta tienen almuerzos 
"técnicos" (¿cómo será eso?: ¿habrá digestiones técni-
cas, eructos técnicos .. ?), olvidándose de que la técnica 
es la aplicación de la Ciencia, de las teorías, y que és-
tas no son otra cosa que el fruto del pensamiento sis-
temático y comprobado sobre la realidad. La técnica 
no plantea fines. sino medios. 
El planteo de las preguntas corresponde al pensa-
miento y ya se sabe que una pregunta bien planteada 
es un problema medio resuelto. 
El caso de las autopistas es un ejemplo típico de es-
ta forma de poner el carro delante del caballo. 
La pregunta correcta no es cómo transportar más 
autos, sino por qué viaja la gente. Se descubriría muy 
pronto la inmensa cantidad de "horas-hombre-viajan-
do" que se gastan en trámites burocráticos que podrí-
an ser eliminados. Personas que van y vuelven mu-
chas veces al centro de Buenos Aires desde Lomas de 
Zamora o desde Palomar, por ejemplo, por un trámite 
que podría requerir un solo viaje o aun ninguno si los 
72 
barrios absorbieran muchas de estas cuestiones. En 
una de las tantas cartas de lectores que se publican a 
diario sobre el tema del padecimiento producido por 
trámites estúpidos, un lector sumó la distancia desde 
aquí hasta Canadá, en viajes hechos por él dentro de 
Buenos Aires para hacer un sencillísimo trámite. 
Basta mirar la cara que tiene la gente dentro de los 
autos para comprobar que casi siempre hacen viajes 
inútiles. 
Hace algunos años se hizo un censo para averiguar 
la razón de los viajes cotidianos. Los resultados nun-
ca se publicaron, y mucho menos se relacionaron con 
el tema de las autopistas. Como suelen decir nuestros 
"buro-tecnócratas", "eso pertenece a otra repartici6n". 
El problema de las autopistas no es el problema de las 
autopistas, no es un problema de tránsito; es un pro-
blema que pertenece a todas las "otras reparticiones", 
las cuales no debieran constitui r una mera sumatoria 
de burócratas que quieren "hacer obra", sin importar-
les para qué ni por qué, como las autopistas o pavi-
mentar Palermo o cortar 100 árboles en la Costanera 
Norte O inundar la Costanera Sur o demoler los de-
pósitos utilizables del puerto. "AlU están mis obrasn 
--dicen en los reportajes- "a mí no me vengan con te-
orias". "Cuando oigo la palabra cultura saco la pisto-
lan , decía Goebbels; pero, ¿a quién corresponde entre-
gar el gobierno de \lIla ciudad si no es a los cultos, a 
los sabios? ¿A quién corresponde organizar el espacio 
donde transcurren nuestras vidas, el núcleo mismo de 
la cultura, que son las ciudades? ¿A los bw"ÚCratas 
con ganas de hacer? 
El gobierno de Buenos Aires, deberla ser ejercido 
por hombres sabios e ilustrados, con una visión y una 
filosofía (terrible palabra, ¿no?) humanista de la vida. 
Sí, como dijo alguien parodiando a Clemenceau, "la 
arquitectura es algo demasiado importante para ser 
73 
Capítulo 9 
JUGUEMOS A LA CIUDAD 
Cuenta un antropólogo que una vez, recorriendo 
una comunidad africana, se encontró con un indíge~ 
na. Al ver la lapicera que llevaba en la mano le dijo: 
"eso es un tembetá" (adorno que se colocan esos indí~ 
genas en las fosas nasales). El intentó explicarle, por 
medio de ejemplos prácticos, que ese aparatito era pa-
ra escribir. Sin embargo, el nativo, después de mirar-
lo varias veces, sostuvo cOJivencido: "eso es un tero-
betá". 
¿Qué tiene que ver esto con la ciudad y los niños? 
Ocurre que cuando los chicos se lanzan al mundo, no 
se detienen a pensar que hay espacios para jugar y 
espacios para "ponerse serios". 
Para ellos, cada rincón de su hábitat es un juego, 
en cada pedacito de Buenos Aires encuentran una 
75 
nueva aventura y experimentan el irresistible placer 
de divertirse. Y aquí empiezan los problemas, porque 
para los funcionarios de ceño fruncido, traje y corba-
ta, esto de la ciudad "no es chiste" y así comienzan a 
desparramar carteles de "prohibido" a diestra y si-
niestra. ¿Qué es eso de andar desordenando todo? 
Para comprobarlo sólo hace falta salir a recorrer las 
callecitas de Buenos Aires. Entonces, en una hermosa 
tarde de sol decidí largarme de la mano de un loco ha-
jito (en realidad yo también soy loco, para algunos, y 
más bien bajo, para todos ... ). Primera parada: el Pla-
netario. Corrimos hacia él y decidimos treparnos a 
sus patas. ¡Qué lindo se ve Palermo desde arriba! Ese 
gran ovni que se instaló en la ciudad nos permite des-
cubrir cosas que desde abajo no se ven. Sin embargo, 
nuestra alegría se vio interrumpida por un estruen-
doso silbato que nos dio la orden de bajarnos. ¡Lásti-
ma, era divertido! Pero no nos asustamos' y seguimos 
adelante. Segunda parada: el puente de la avenida 
Figueroa Alcorta, ese que está frente a la Facultad de 
Derecho. Él lo ve y queda extasiado ante la posibili-
dad de patinar allí. Nos ponemos los patines y arran-
camos. Pero, de pronto, tuvimos que clavar los frenos. 
Un enorme cartel de "Prohibido patinar" nos detuvo 
el paso. Era nuestra segunda frus tración, pero igual 
decidimos no dejarnos vencer y continuamos viaje. 
Tercera parada: ATC. La escalera por la que se entra 
tiene una hermosa baranda de mármol, y por allí se 
deslizaban los chicos con gran peligro porque entre la 
rampa y la pared hay más de 30 cm de distancia y ha-
cia abajo una profundidad lo suficientemente grande 
como para que un chico se lastime seriamente. A esa 
altura nuestra indignación era muy grande. ¿Qué es 
lo primero que dice un funcionario?: "Eso no fue he-
cho para tobogán". ¿Qu.é digo yo?: "Redefinamos un 
tobogán". ¿Qué es un tobogán? Es toda superficie en 
76 
pendiente por la que uno se puede deslizar. Entonces 
la baranda de ATC es un tobogán, el puente de Figue-
roa Alcorta es una pista de patinaje, laspatas del 
Planetario son "balcones urbanos" para mirar Paler-
mo desde lo alto y, para algunos, toda lapicera es un 
tembetá. Es el uso el que crea la función. 
El diseño debe prever siempre las escenas que las 
formas provocan. 
Un gobernante no tiene que poner cadenas donde le 
desordenan algo, sino entender que para los pequeños 
habitantes de nuestra ciudad todo es un juego y el 
juego no es otra cosa que la :rp.anifestación más clara 
. de s u libertad. Por eso, en vez de reprimirlos desde 
chiquitos, ¿por qué no aprender de ellos? 
El reino de lo estático 
¿De dónde nos viene eso de ser tan serios y amarga-
dos y no permitir ni permitirnos un cachito de placer? 
La cosa arranca en la escuela. Ahí los chicos tienen 
que hacer fila (como soldados), hacer silencio (como 
momias). Son envasados con corbatas, con zapatos en 
lugar de zapatillas, se los obliga a comportarse como 
funcionarios, pretenden convertirlos en adultos cuan-
to más serios, mejor. Se les hace padecer uno de los 
actos más aburridos que puede pasar una persona: la 
fiesta (;1) patria. Con gesto adusto y cara de "impor-
tar le mucho" se les obliga a escuchar el discurso alu-
sjvo, que por lo general es un plomo. 
Vivimos en una cultura donde se pondera la inmo-
vilidad frente al movimiento. La máxima exageración 
de eso es una foto de Galtieri, de Viola* o de alguno 
de sus semejantes: los codos pegados al cuerpo, las 
~ Gallieri y Viola: Presidenlea durante la dictadura militar (1976-1983) 
77 
mandíbulas rígidas, Esa es la imagen que determina 
toda la estructura del espacio urbano de coacción. 
Hace poco, en el Congreso de Barreras Urbanísti-
cas se dijo que la ciudad está estructurada para un 
adulto medio. Yo diría que esa definición no es lo su-
ficientemente clara. Para mí la ciudad se estructura 
desde el punto de vista de un adulto medio, muy abu-
rrido y muy solemne. Esto nos viene del sistema mili-
tar. 
Pero los militares no llegaron de Marte, represen-
tan a un sector importante de la sociedad argentina. 
Esos que ven mal que yo salga con shorts, o que apo-
ye los pies sobre la silla en un bar. Son los que están 
en contra de la alegría y a favor de la solemnidad. 
Barreras contra e l placer 
La primera traba que frena la capacidad infantil de 
gozar es la pobreza. ¿Por qué? Porque en el reparto 
les tocan menos y peores espacios. El movimiento y el 
espacio son CQmo el fondo y la figura: ninguno puede 
existir sin el otro, Si no hay espacio no me puedo mo-
ver. 
Los maestros, viendo cómo los chicos utilizan el es-
pacio de su cuaderno, se dan cuenta si son pobres o 
no, si viven en un departamento o una casa. General· 
mente, los pequeños de menores recursos escriben 
apretadito para no malgastar páginas, Entre el cua-
derno y la ciudad se estructura todo el espacio de los 
chicos. 
Otra barrera es nuestro esquema de viviendas. La 
propiedad horizontal tiene una forma de ubicarse en 
el tejido urbano que los priva del "afuera". Muchos di-
cen que hubo que recurrir a este sistema de vida "en 
vertical" para que viva más gente. Sin embargo no es 
78 
así. Puede vivir la misma cantidad de gente con un 
centro de manzana despejado y un proyecto inteligen-
te. Un buen ejemplo de esto es Catalinas Sur, o el Ba-
rrio "Los Andes", en Chacarita, construido en 1928. 
Las plazas hechas durante la dictadura militar se 
supone que son de esparcimiento y juego para loS' chi-
cos pero, ¿qué tienen como piso? Adoquines. Además 
de haber cambiado el verde pasto por el gris cemento, 
los chicos que quieren patinar o andar en carrito no 
pueden. En primer lugar porque si se caen, como ha-
bitualmente pasa, se rompen las rodillas y en segun-
do lugar porque patinar sobre adoquines es como te-
ner el mal de Parkinson desde chicos. 
Toda la ciudad está dimensionada así, bajo el lema 
"circule, señor, circule" y tomando como modelo "el 
adulto de cara cúlica", que además mide más de 1,60 
m para poder alcanzar a un teléfono público o al tim-
bre del colectivo. Un adulto que se caracteriza por una 
profunda falta de identidad cultural, porque el so-
lemne es un tipo que se cree otro, que no se anima, en 
medio del dólar paralelo y el oficial, a patear una pe-
lota. 
¿Y quiénes son los más perjudicados con esta situa-
ción? Los niños, los ancianos, los discapacitados, la 
clase popular y toda persona alegre, toda persona que 
prefiera la diversión al aburrimiento, el movimiento a 
la inmovilidad y, en definitiva, la vida a la muerte. 
79 
Capítulo 10 
SERÁS LO QUE DEBAS SER, 
PERO 
CON SACO Y CORBATA 
Es curioso lo que está pasando con algunos maes~ 
tras. Se preocupan previsiblemente y reclaman por 
sus sueldos bajos, pero exigen que sus alumnos se 
presenten ante ellos, que son pobres, disfrazados de 
ricos. Esto está ocurriendo en varios colegios públicos, 
entre ellos el Normal N9 8, donde prohíben los "jeans" 
y las zapatillas y exigen saco y corbata a los varones. 
Me consta que las autoridades del Ministerio de 
Educación intentan hacer cumplir las disposiciones 
que prohíben estas exigencias, pero tienen éxito a me-
dias porque chocan no sólo con la mentalidad retró-
grada de algunos maestros, sino también con la de los 
padres de los alumnos, que aceptan mansamente gas-
tar lo que no tienen con tal de obedecer a los directo-
res de los colegios, quienes, por lo visto, han decidido 
83 
ser autoritarios sólo "hacia abajo", ya que si lo fueran 
integralmente. obedecerían al ministro ... 
Este tipo de situaciones nos permite comprender 
que no siempre el gobierno es el causante de todos 
nuestros males. Existe una mentalidad que confunde 
el orden con la uniformidad y a ésta con la limpieza y 
aun con la estética. 
Veamos en este caso cuáles son los pretextos. El 
primero es "la limpieza", que aparentemente sería 
mayor mientras más formal es la vestimenta; le sigue 
. "la estética" y se concluye con el clásico temor al des-
borde: "Si empiezan con las zapatillas vaya a saber 
dónde terminarán ..... 
"Si permito que abran una ventana en la mediane-
ra, despuéS todos los demás van a querer abrirlas 
también", me decía el presidente de un consorcio de 
propietarios auto-clausurados detrás de un paredón 
que daba a una plaza, sin terreno lindero edificable. 
No sea cosa que todos sean felices, parecía querer 
decir. También mencionó la supuesta estética del pa-
redón, frente al incontrolable "desorden" que introdu-
cirían las ventanas. 
La ropa y la arquitectura no son algo tan diferente 
como podría parecer a primera vista. Ambos son en-
voltorios de nuestra conducta, de nuestra manera de 
estar en el mundo. El saco y la corbata corresponden 
al clima de Londres, pero el clima de ~uenos Aires no 
se parece al de Inglaterra sino al de Africa (de hecho 
estamos en la misma latitud), donde hasta el gober-
nador usa short. Ser elegante, estar cómodo, poder 
moverse y disfrutar, es ser nosotros mismos, en nues-
tro país verdadero, con nuestro clima verdadero, con 
nuestra situación económica verdadera. Un chico dis-
frazado de ejecutivo no es un chico. 
"La cultura -dijo Cortázar- es el ejercicio pleno 
84 
de la identidad." Y si alguien tiene la obligación de 
ser culto, son los maestros. 
85 
Capítulo 11 
MARIANO MORENO, 
LA VIZCACHA 
y EL MÁRMOL 
- ¿Tenés mucho que estudiar para mañana?, - le 
pregunté a mi hija, que acababa de llegar del 
colegio. 
-No, papá, por suerte esta vez nos dieron muy 
poco. 
- ¿Ah, sí? ¿Qué? 
- El universo. 
Esta maravillosa respuesta me hizo reír, por su-
puesto. Poco después me vi armando sistemas solares 
hechos con naranjas, en medio del living, y mientras 
las movía de a una, rescataba de mi memoria retazos 
de Carl Sagan y algunos jirones de fisiea, atrapados 
alguna vez en libros de divulgación. Pero Ana no pa-
recía interesaday me remitía lacónicamente a su li-
bro de texto, al que señalaba diciéndome: "Pero, papá, 
es s6lo desde acá hasta acd". 
Su verdadero universo, pensé, no era éste de las na-
ranjas y los años luz que yo intentaba describirle, si-
no otro más cercano, hecho de madrugones e innume-
rables fragmentos inconexos, Que año tras año van 
modelando EL COLEGIO. Para ejemplificarlo, nada 
como la anécdota de Cecilia SoM, que al llegar del cOw 
87 
legio le dijo a la madre que tenía mucho que estudiar 
para el día siguiente. "Decíme qué y yo te ayudo". se 
ofreció la mamá. "¡Mariano Moreno, la vizcacha y el 
mdrmoll", contestó Cecilia, angustiada. 
Por supuesto que no se trataba de la vizcacha for-
mando parte de la pampa, cómo vive, qué come o có-
mo se come, sino de la parte superior del aparato di-
gestivo de la vizcacha; y de Mariano Moreno sólo la 
fecha de nacimiento y el lugar de su muerte. En reali-
dad, toda la historia argentina era incomprensible en 
el colegio. Los realistas eran malos, evidentemente, 
pero no se sabía bien qué hacían aparte de pelearse 
con San Martín (a quien jamás se le conocieron ras-
gos humanos). Y ¿por qué aparecieron los ingleses de 
golpe, y sólo aquí! ¡Nunca nos dijeron que andaban 
invadiendo por todo el mundo! 
La historia universal se estudia en otro año distin-
to, desconectada de la nuestra, que, por esta razón, 
no se comprende. 
"¿Qué pasó el17 de octubre?", pregunté en la puerta 
de un colegio secundario a un grupo de nueve alum-
nos. Nadie sabía. La historia termina con el insulso 
Derqui y, en algunos casos, se le agregan Ortiz y Cas-
tillo, estos últimos en tres líneas, como máximo. 
En muchos colegios la música es reemplazada por 
la historia de la música y por el solfeo; aprueban mú-
sica sin escuchar música, de la misma manera que se 
"estudia" un árbol partiendo de una lámina con cua-
dros sinópticos que se encierran unos a otros, como 
las cajas chinas, hasta llegar a una lista de tipos de 
hojas. El árbol, y menos todavía el bosque, no se vie-
ron jamás. La clasificación sustituye a lo vital, y lo in-
tegral, el todo, se escatima siempre. 
y así transcurren once años a razón de cinco horas 
por día, en la vida de los chicos, quienes angustiados 
siempre por "la tarea", aprenden desde muy chiquitos 
88 
qué cosa es el stress y qué inútil, complicada y aburri· 
da puede llegar a ser esa pesada carga llamada EL 
ESTUDIO. 
8ólo el jardín de infantes progresó verdaderamente, 
quizá porque no tuvo que soportar una herencia de 
hábitos malsanos. La incorporación del juego, es decir 
del placer, a la enseñanza, lo mejoró todo. Pero un 
día, de repente, todo cambia para el chico. Me parece 
que "los locos bajitos", como los llama Serrat, no vie-
nen así de fábrica, sino que los enloquecemos nos-
otros, privándolos de la alegría y aun de la pasión que 
despierta naturalmente el conocimiento en el ser hu-
mano. Conocer, la pasión por descubrir, por revelar lo 
oculto, es uno de los estímulos más intensos del que 
puede disfrutar una persona. Y enseñar es, para Al· 
bert Einstein, "transmitir la alegría por el trabajo y el 
conocimiento". 
Los provocadores 
Un buen maestro es, antes que nada, un provoca· 
dar. Aquel capaz de provocar esas ganas de saber y el 
placer por descubrir que acompañarán a una persona 
durante toda la vida. 
"Papá, no sabés, el profesor de electrotecnia ... es co-
mo si estuviéramos charlando con alguien que sabe 
mucho más que nosotros, ¡no queremos que se acabe la 
hora!" Y ese solo comentario define, a mi criterio, a 
un maestro que no solamente conoce, sino que tam-
bién goza con su trabajo. Y de paso lo nombro (¿por 
qué no?), el ingeniero Alberto Ramos, del Instituto 
Luis A. Huergo, en San Telmo. 
En la mayoría de los colegios hay, como 'promedio, 
no más de dos o tres maestras o maestros del estilo de 
Alberto Ramos. Los chicos los conocen y los recuerdan 
siempre con afecto; son el hilo delgado que los \loe 
89 
" 
con el lado positivo del aprendizaje. Algunos dejan 
que ese hilo se corte y otros logran convertirlo en una 
soga, con ayuda de la familia, en muchos casos. Una 
soga que les permitirá avanzar en ese sector impor-
tante de la vida que es el conocimiento. 
La democracia permite que las tendencias positivas 
dentro de la enseñanza avancen, y creo que, de hecho, 
es lo que está ocurriendo, pero las fuerzas retrógra-
das son también importantes y vale la pena reflexio-
nar sobre ellas. El congreso pedagógico y las medidas 
oficiales actúan más sobre la forma (método de clasi-
ficación, nuevos programas, etc.) que sobre el fondo. 
La resistencia principal a los cambios reside en la 
mentalidad, no solamente de los docentes, sino tam-
bién de los padres, es decir, de todo un sector de la so-
ciedad que todavía confunde el orden con la fila, la 
limpieza con el uniforme, la disciplina con el autorita-
rismo, el aprendizaje con el sufrimiento y el respeto 
con el silencio y la rigidez física. 
Quizá muchas personas no sepan que en varios co-
legios del Estado sus directores están exigiendo uni-
forme, contrariando expresas disposiciones del Minis-
terio de Educación. Hace poco publiqué un artículo 
sobre este tema, con el título "Serás lo que debas ser, 
pero con saco y corbata» . Contestó la señora Alicia 
Calzada de Hauscarriague, directora del Normal W 
8, aludido por mí en el artículo, sin mencionar siquie-
ra el tema del uniforme, único motivo de la nota, a la 
que calificó de "ataque a su comunidad educativa". El 
razonamiento de dicha señora es así: quien critica un 
método, ataca en realidad a toda la institución; y es, 
por lo tanto, un enemigo de la institución. 
¿A qué nos hace acordar este modo de "razonar"? 
Hay padres, probablemente los menos, que están de 
acuerdo con la corbata obligatoria y la prohibición de 
zapatillas, pero, ¿y los que no están de acuerdo? Tie-
90 
nen miedo. Aunque parezca increíble en esta época, el 
miedo se convierte en hábito y ése es el mayor triunfo 
de una dictadura. Miedo de que "se venguen» en sus 
chicos y adhesión incondicional al "no te metás". Pre-
fieren gastar lo que no tienen en el uniforme de sus 
hijos a defender lo justo, respaldados por la ley. 
¿Y el Ministerio de Educación? Se declara impoten-
te para hacer cumplir las disposiciones que dicta. Es 
más fácil para el gobierno imponer la ley de obedien-
cia debida a los uniformados que la ley que prohíbe 
imponer uniformes a los civiles. Increíble ... pero real. 
¿Cómo reaccionan los directores de estos colegios 
frente a los padres o a los periodistas que los interro-
gan con relación a estos temas? Con toda tranquili-
dad niegan la exigencia del uniforme. Mientras tanto 
los preceptores exigen uniforme a los chicos ("Vos, así, 
mañana no venís!") y cuando algún padre se atreve a 
reprocharles, contestan que ellos se limitan a cumplir 
órdenes de la directora o del director. 
¿A qué nos hace acordar esta forma de aduar? 
Cambiemos la palabra uniforme por detenido y se 
nos revelará un mecanismo mental que sobrevive, 
salvando las distancias, claro está, entre una peque-
ña represión, poco importante en sí misma, y el ho-
rror de la tortura o de la muerte. Pero el ALIEN sigue 
a bordo, y para que crezca sólo hace falta regarlo un 
poquito ... 
La punta espectacular y visible del iceberg es Aldo 
Rico· y sus parientes mentales, pero sin la base su-
mergida, cotidiana e invisible, el iceberg se derretiría 
inmediatamente. 
Esta pequeña mentalidad cotidiana es siempre hi-
pócrita y está en contra de la libertad de aprender, de 
gozar, de dudar, de pensar, de q~e los chicos puedan 
* Militar 8ub l~vado durante el gobierno democrático del Dr. Alfonsln. 
91 
, . 
ser plenamente niños y de que los grandes manten-
gan la parte de niños que puede ayudarlos a ser un 
poco felices. No se trata

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