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ARQIJIl(CTURA r AUTORITARISMO "'La libertad debiera ya tener su arquitectura. Padece por no tenerla." José MarU RODOLFO LlVINGSTON ARQUITECTURA Y AUTORITARISMO a IICION DE LA FLOR Juan Línea PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN Desde que enviamos a la imprenta la primera edición hasta hoy ocurrieron varios e importantes atropellos al es- pacio ciudadano. Citaré sólo algunos: clausura de la Costa- nera Sur por 5 meses para realizar una exposición de autos importados, en plena calle. Insensata demolición de una estructura sana de hormigón armado (Albergue Warnes) valuada en 5 millones de dólares y realojamiento de sus habitantes en un nuevo barrio que reúne los errores de otros casos ya estudiados (Ramón Carrillo), Intento fallido de construir un hotel 5 estrellas en pleno bosque de Paler- mo. Intento similar (esta vez concretado) de hotel 5 estre- llas (Hyatt) construido con dinero del narcotráfico. Entrega de Galerías Pacífico por treinta años, sin licitación, a un empresario amigo del Presidente, etc. , etc. Son tanros los etcéteras que me cuesta no caer en la ten- tación de hacer un libro anillado, de tal manera que pue- dan agregarse nuevos capítulos, con nuevos horrores, al modo de fascículos. Pero como 10 esencial, a mi entender, ya ha sido dicho, me detengo aquí en lo que respecta a este tema. La democracia que ambicionamos precisa espacio físico, libre y oxigenado, privado y público, para poder desarro- llarse. No bastan las elecciones cada 6 años. Celebramos la caída del lejano muro de Berlín, sin advertir los numerosos paredones que día a día se erigen a nuestro alrededor en nombre de la economía libre (?) de mercado. Pero los gobernantes y los sistemas son pasajeros. Sólo el pueblo es inmortal y siempre llega el día en que los mu- ros son derribados. Quisiera estar en esa fiesta con el pelo blanco y el corazón encendido. Agosto de 1991 El Autor CONFESIONES DEUN CONTRAVENTOR MUNICIPAL Capítulo 1 La arquitectura se divide en dos: aquella de la cual se habla en los centros académicos y la que buscamos en los avisos de los diarios cuando nos queremos mu- dar. Toda persona pasa, alguna vez por lo menos, por este ú ltimo trance, y al cabo de dos meses cae, inva- riablemente, en un estado de desaliento profundo que le hace decir frente al primer arquitecto que encuen· tra a mano: "He visto, aunque no me creas, más de cincuenta departamentos (o casas) ... ¡no sabés los bo- rrares que vi ... ! ¿Serd posible que todo esté mal he- cho?", Sin embargo, al revisar muchas de estas viviendas, aplicando mi sistema de consultas a domicilio, com- pruebo que muchos de estos déficits son soluciona- bIes, pero, eso sí ... violando la ley. Un ejemplo tipico 9 es la apertura de ventanas en medianeras. Durante mi incesante actividad como contraventor municipal he abierto más de trescientas ventanas ilegales, a través de las cuales muchas personas pueden hoy go- zar del cielo, de la luz, de los árboles de la plaza y aun del amanecer sobre el río, como fue el caso de una clienta que vivió hasta sus treinta años de edad con luz eléctrica en pleno día y hoy ve salir el sol desde su ventana ... ventana que a nadie perjudica. El conflicto entre la ley y la ética profesional, en casos como éste, es para mí muy claro y siempre me he pronunciado por la ética, que consiste, a mi juicio, en hacer las ca- sas más alegres y más habitables para las personas, siempre y cuando esto no sea a cambio de la infe1ici- dad de otras personas. No pude encontrar un artículo semejante en el Código de ética profesional, pero ésta es la norma que aplico en forma habitual en mi traba- jo, y estoy seguro de que muchos colegas comparten mi actitud. Todo sea por el FOS La galería, y también el quincho, son dos versiones espaciales de esa necesidad de sombra estando afue- ra, que caracteriza a quienes habitan un clima subtro- pical, como es el caso de la mayor parte de la pobla- ción argentina. La galería de la casa chorizo responde a esa necesi- dad, y también el quincho que todo propietario cons- truye siempre al fondo de su terreno. Este indefectible quincho o construcción del fondo, conforma la "binu- clearidad" de la vivienda y permite lo mismo que la galería, "hacer vivir" el terreno que, de otro modo, quedaría como un resto. Así lo explica el arquitecto 10 C6sar Carli en su libro Ocho grados al sur del trópico (le Capricornio. Muchos arquitectos comprendemos esta necesidad, püro cuando le queremos dar una respuesta arquitec- t6nica, para bien de nuestros clientes, D,OS encontra- 111 0S con que está prohibido. No da el FOS. Siempre que algo es bueno ... algo pasa con el FOS. * Si uno quiere hacer una reforma legal de una casa chorizo, descubre que todo está prohibido, empezando pOLO la galería. Digamos entonces que la arquitectura nacional está prohibida. Mientras tanto, la inhabita- bilidad, la fealdad y el despilfarro son legales. Para comprobarlo bastaría con visitar el edificio más feo de Buenos Aires, que es la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, donde debieran formarse, precisamente, los creadores de belleza. La mole uni-forme está rode- ada. de un parque que no se ve ni se conecta con ella (ni una sola mesa debajo de una sombrilla), frente a un no que no se mira ni se usa, y rodeado de venta- nas que no se abren ni ventilan. Sus "ambientes" es- tán enlazados por tristes pasillos grises, tapizados por afiches rotos y apenas iluminados por lámparas carcelarias. Podríamos recordar también los cuartos de muca- mas que ventilan a lavaderos, y sus baños cuyas du- chas caen indefectiblemente sobre los inodoros, o también los inodoros insalubres de Parque Norte, en Buenos Aires, rodeados de aire pero sin ventilación, y ubicados a cuatrocientos metros de las piletas, cosa de que miles y miles de chicos concluyan por hacer pis adentro de ellas. En fin, tampoco es bello el paisaje predominante en las calles de nuestras ciudades grandes, cuya caracte- rística principal es una sucesión de absurdos paredo- • FOS: Factor de ecupllci6n del suele, que Be encuentra reglamentado por el Código de Plnn(~nmknlo Urbano. 11 nes, las medianeras, detrás de las cuales padecen, sin luz, los ciud~danos respetuosos de la ley; o las ofici- nas (donde también se vive) sin ventanas, o los inte- riores "modernizados" de los trenes de larga distan- cia, revestidos con laminado plástico, gris, con ve- tas ... ¡imitación madera! Los ejemplos serían innumerables. Creo que no es exagerado concluir que la belleza, como parte natural y esencial del hábitat ciudadano, es algo que ha perdi- do su valor. El despilfarro debería ser ilegal, pero no lo es. Cen- tenares de edificios valiosos y durables se demuelen día a día en nuestras ciudades, en plena crisis de vi- vienda. Corrientes y Alero, Santa Fe y Uruguay, san apenas dos ejemplos entre miles, de edificios valiosos de cuatro y cinco pisos, que se tiran abajo. para cons- truir un galpón de un piso para vender "jeans" (Uru- guay y Santa Fe) o para hacer una playa de estacio- namiento (Corrientes y Alero), dejando a la vista impúdicas medianeras como saldo de la agresión ur- bana. El despertar Pero ... si lo bueno es ilegal y lo legal es pésimo ... ¿estaré viviendo en un país de ciencia-ficción?, me dije, y en ese momento vi, con horror, que Jorge Glusberg me entregaba un premio -por este traba- jo- como ganador mundial del concurso de Ar- quitectura - Ficción, auspiciado por Coca-Cola. A mi lado aplaudían JacCI,ues Bedel y Clorindo Testa, quie- nes, ante un numerosísimo público, me colocaban una especie de banda que decía: "El arquitecto del año, bienal de no sé qué". Se trataba, indudablemente, de una pesadilla. Algo me había caído mal. Alfin y al ca- bo yo nunca he sido contraventor ... 12 de las grandes medianeras permanecen cerradas du- rante décadas enteras, expuestas a un sol inútil sobre una de sus caras, y condenando estúpidamente a la reclusión, en la otra, a chicos que crecen, se hacen grandes y se van de la casa sin haber visto nunca el mundo exterior desde el interior de su vivienda. Centenares de esos paredones dan a plazas arbola- das, al río y al atardecer perdido en una ciudad fuer- temente represiva del placer. Hay casos en los que, por la situación de lo que existe alIado (iglesia, edifi- cio de mediana altura, terreno angosto, etcétera), ja- más quedarían bloqueados, En Mar del Plata existen paredones en esas condiciones que dan,., al mar, La represión es doble porque actúa también sobre los que circulan por la ciudad. Las medianeras no existen en otras ciudades del mundo, pero para el pe- atón argentino son parte del paisaje urbano habitual; ' sencillamente no las ve; existen desde que era chico y concluyó por incorporar la fealdad a la imagen de ciu- dad que todos tenemos adentro nuestro. Las publica- ciones de arquitectura tampoco ven las medianeras, Sólo publican, y elogian, la fachada, como si el resto del volumen no existiera, Las medianeras son una expresión fisica de la Ar- gentina invisible; su existencia, sin embargo, atenta mucho más contra la familia que la ley del divorcio. Los habitantes de los departamentos condenados a la oscuridad reaccionan con la ventana ilegal (eso sí, muy chiquita, tipo carcelaria) o con la aceptación de la oscuridad, Un caso atípico es el de una clienta que abrió una ventana grande, por indicación mía (tan ilegal como las otras), en su medianera, con canteros con plantas y un toldo de colores. Cada vez que mira al río, desde el cuarto de sus hijos, recuerda con estu- por que ella llegó a los treinta años en ese mismo cuarto utilizando luz eléchica en pleno día. Recostado 16 surdas como las que se ocultan detrás de las mediane- ras. El volumen ridículo de un edificio de propiedad horizontal está lejos de expresar las intenciones de un arquitecto; es tan sólo la expresión física de una ley, la ley 13.512, cuya redacción ignoró por completo el di- seño fillal y el tipo de vida que albergarían esos edifi- cios. Mortunadamente la ley ha sido derogada y es de esperar que un nuevo código de edificación más hu- manista y más racional, la reemplace. Son muchas las propuestas inteligentes que existen y el gobierno democrático crea las condiciones para que puedan lle- gar a ponerse en práctica. Pero son muchos también los absurdos edilicios que albergan y albergarán du- rante años la vida de numerosos argentinos. ¿Qué hao: cer con ellos? Propuesta a los intenden tes Si las ventanas existen: son ilegales y están mal, hagámoslas legales y bien, autorizando la. apertura de ventanas, previo estudio de cada edificio en parti- cular, bajo la supervisión de un arquitecto designado por el consorcio. Los gastos y honorarios serían pro- rrateados, lo cual resultaría sumamente accesible pa- ra todos. Los propietarios contraerían el compromiso de cerrar las ventanas en el caso - por lo general po- co probable-- de que se construya en el late lindero si así lo permitiera el nuevo código urbano. El estudio de las diferentes situaciones no resulta- ría una carga para los municipios si éstos delegaran en los profesionales y en las agrupaciones de vecinos la responsabilidad de las decisiones, reservándose el derecho a intervenir en caso de conflicto. Es probable que éstos sean escasos si las propuestas parten de los mismos interesados. Los resultados serían beneficiosos para todos, in- 18 cluyendo también a los arquitectos , para quienes se pluntearían oportunidades modestas pero numerosas do trabajo profesional y, sobre todo, de contacto con utluarios que, por lo general, conocen y utilizan muy poco a estos profesionales. Una ventana es siempre un símbolo de comunica- ción, de apertura hacia el viento, hacia la luz y hacia lu vida. Las nuevas ventanas se convertirían en una oxpresión más de la democracia que estamos tratando du aprender a vivir. LUCÍA LUZ Seis años después, el doctor Plácido Bustos, abogado especializado en arquitectura legal, escribió el artículo que sigue, dedicado al autor de este libro. En esta historia vemos un caso en que aparente- mente se enfrentan el derecho y la justicia. Ambos conceptos pertenecen a órdenes diferentes pero, sin ontrar en problemas filosóficos, el triunfo es la solu- ción más razonable. El tema crucial de este artículo es si se puede abrir una ventana en una pared medianera y la respuesta os, como siempre en derecho, relativa: a veces sí a ve- ces no, depende de las circunstancias. Cada vez que entraba a su habitación y prendía la luz, así fueran las diez de la mañana o las cuatro de lo tarde, recordaba la cara de orgullo del arquitecto cuando, abriendo la puerta dijo: -Lucía, éste es tu cuarto. 19 Lucta Luz, frente a su ventana (Ilustro: Arq. Estella Maris Garda Calvo) Taml.>i ('1l recordaba S u respues ta, au tomática: -Pe- ro ... , no tiene ventana. y así era. Se habían cumplido las reglamentaciones sobre vistas que marca el Código Civil, y se había cumplido con el Código de Edificación y hasta se ha- bía respetado el texto y el espíritu de la ley de propie- dad horizontal. Todos estos reglamentos indicaban que no podían abrirse ventanas en las paredes media- neras. El encargo al arquitecto había sido una remodela- ci6n del departamento donde Lucía vivía con sus pa- dres y dos hermanos varones. Los padres de Lucía creyeron que necesitaba otro dormitorio y, el arqui- tecto, en un periquete les dio la solución. De un pasillo, un toilette inútil y dos dormitorios, 20 nos de los mejores regalos de la primavera porque desde su cueva -como ella llamaba a su cuarto-, es- taba aislada de las mañanas al despertarse y de las noches al acostarse. Les contó a sus amigos la histo- ria de su habitación con lujo de detalles y se sorpren- dió cuando R. L. -el arquitect<r- dijo que la solución era muy simple: hacer una ventana en la medianera. Si ella quería la podía ayudar. El edificio donde vivía Lucía ocupaba el tercer lote de la cuadra. En el primero había un edificio de tres pisos, y en el segundo una casa de una sola planta, con techo de chapa. El dormitorio de Lucía daba con- tra la pared lindera. Cuando R. L. vio el lugar dijo con toda seguridad~ que a pesar del Código de Edificación y del Código Ci- vil, en la habitación de Lucía se podía hacer una ven- tana. Y que si se presentaban problemas legales él te- nía unos amigos, abogados, que podían defender el caso. La forma de hacer la ventana era "haciéndola", esto quería decir -ante el horror y las quejas de los pa- dres de Lucía-, no pedir permiso a nadie, sino sim- plemente hacerla y esperar con el hecho consumado. Tras lágrimas, encierros y desapariciones -mane- ra femenina de conseguir muchas cosas----, Lucía lo- gró que sus padres se resignaran a permitir la here- jía. El primero en llegar con la queja fue el administra- dor del consorcio que amenazó con llevar el problema a la asamblea de copropietarios. Tiempo más tarde, el padre de Lucía, que luego de las primeras dudas se había convertido en aliado incondicional de su hija, firmó con el presidente del consorcio un acuerdo por el que se comprometía a mantener indemne al resto de los copropietarios y al consorcio por cualquier re- 22 clamo de terceros, y de esta forma solucionó esta par- Le del conflicto. Se llegó a la conclusión de que la posi- ción del administrador en contra de la ventana de Lucía no era razonable y se basaba sólo en su forma- li smo y estrechez mental.El segundo planteamiento fue del vecino de la casa lindera. Cuando no pudo conseguir que tapiaran la ventana presionando al consorcio, trató directamente con Lucía y sus padres; y al no obtener su propósito, hizo una denuncia en la Municipalidad. Llevó fotos de la ventana y de la ciclópea mediane- '·3 con su único ojo enfocado en su casa. Para sacar 13s fotos tuvo que subirse al techo, con grave riesgo fí- Hico, puesto que era el único lugar desde donde se veía la ventana. La denuncia fue forroal, con firma de abogado y to- do el detalle de las normas infringidas. Meses más Larde la Municipalidad resolvió que, tratándose de problemas entre particulares y. dado que la obra ya había sido construida, no le correspondía tomar inter- vención alguna en el tema. El vecino, indignado, le comunicó a su abogado que quería hacer juicio, o sea llevar el asunto a Tribuna- les. El letrado le explicó pacientemente que, en primer lugar, tendría que explicar cuál era el daño que le causaba la ventana, porque, si bien la norma prohibía abrir vistas en la medianera, el origen de la prohibi- ción era preservar la intimidad del vecino, cuestión que en este caso no se daba porque lo único que veía desde la ventana era un techo inaccesible. Por otro la- do le explicó que un juicio de este tipo no tardaría me- nos de dos años en el mejor de los casos, y que los costos eran muy elevados dado que los adelantos de honorarios para los abogados y peritos eran de dudo- 23 ~a. si no de imposible, recuperación. Otro punto fun- damental era el del planteo que seguramente se daría en el juicio sobre abuso de derecho que hacía vidriosa la posibilidad de conseguir una sentencia terminante. De esta forma consiguió que su cliente desistiera de la idea. El abogado, en su fuero íntimo, estaba convencido de que el deseo de su cliente era un capricho y prefi- rió plantearle una serie de trabas a decirle que en re- alidad pensaba que su posición era injusta porque la ventana no lo perjudicaba en nada. La luz natural cambió por completo la habitación de Lucía. Los colores son más brillantes y reales. 8ó-,. lo se prende la luz eléctrica de noche. Ahora el am- biente es cálido y acogedor. El olor a humedad desa- pareció y se respira frescura. Lucía puso el escritorio frente a la ventana y la ca- ma a un costado, de forma tal que la entrada de luz es el elemento que rige toda la actividad del lugar. Ahora se siente cómoda en su casa y orgullosa de ha- ber sido valiente y haber· seguido el consejo de R, el arquitecto díscolo que le hizo romper las reglas. 24 Capítulo 3 RECUPERAR EL PATIO O CONSAGRAR LAS RATAS En las ciudades argentinas los terrenos baldíos tie- nen dos destinos posibles: playa de estacionamiento o ... nada. Nada para nadie. Tomemos un ejemplo: el t.erreno limitado por las calles Reconquista, Córdoba y Viamonte, en pleno centro de Buenos Aires, comple- tamente rodeado por un paredón. ¿Qué cosas separa este muro? De un lado, un grupo de chicos intenta jugar sobre un largo fideo de 80 centímetros de ancho, entre la pal'ed y los guardabarros de los autos estacionados sobre Reconquista. Del otro lado del muro yacen des- de hace años 7.000 ntetros cuadrados vacíos e inútiles juntando basura. Es obvio que este terreno, lindante con un monumento histórico (el convento de Catali- nas), debiera ser convertido en plaza. 31 Mientras más densa es la edificación, más necesa- rios son los espacios vacíos, sobre todo para la expan- sión de los chicos, a quienes la propiedad horizontal privó del clásico patio que conocieron sus padres y sus abuelos. Pero a pesar de esta necesidad, los patios po- tenciales que la ciudad ofrece son cercados por muros infranqueables. De hecho, los propietarios de los lotes son obligados por la Municipalidad a criar ratones, cuya superioridad en número con respecto a los huma- nos es, como se sabe, de cinco a uno. También hay nidos de murciélagos en algunos ba- rrios. En tren de sonreír frente al absurdo, que es una buena forma de comprenderlo, podríamos mirar la cuestión de la siguiente manera: los 15 millones de , ratones porteños viven sin trabajar gracias a sus 3 millones de esclavos humanos, que se afanan por con- seguirles restos de comida, traída costosamente desde el campo. Sus esclavos les proporcionan también am- plios terrenos (reservaciones) para su solaz y esparci- miento. Es cierto que también existe la represión (gatos y empresas fumigadoras), pero todo consiste en saber cuidarse, la prueba está en que la población ro- edora se mantiene estable. Propuesta a los intendentes ¿Por qué razón nuestras experiencias piloto, tan abundantes y positivas en los más variados campos, no dan nunca el paso siguiente, el que justificaría su verdadera razón de ser, esto es, extender los buenos resultados más al~ del caso único? Un patio urbano es económico y fácil de hacer y de mantener, siempre y cuando pueda resistirse la ten- dencia municipal a llenarlos de mástiles, próceres y postes de iluminación con luces de quirófano. En ese 32 sentido sería bueno que fueran los vecinos de ca'da barrio, junto con los arquitectos también del barrio, quienes hagan las propuestas. El piso puede ser pasto, algunos bancos cómodos o cemento coloreado, según los casos y el espacio dispo- nible. Hasta podría quedar el piso existente, más o menos ordenado con el aporte de los vecinos, quienes también tendrían a su cargo la vigilancia y el control. A razón de 1.500 habitantes por manzana, un sistema de turnos en el que participase solamente el 10% de la población significaría dos guardias por año y por persona, tarea que asumirían con gusto numerosas amas de casa y jubilados. El cerco sería por lo general de alambre, bastante alto, con puerta y candado, y su construcción estaría a cargo de los propietarios de los terrenos, que en la actualidad corren con los gastos de construir los muros. En síntesis, la propuesta sería una forma de resuci- tar, actualizado. el antiguo potrero, cuyo recuerdo ju- bi loso figura en la memoria de tantos porteños; Qui- zás hasta el fútbol saldría beneficiado. Sería también una forma de recuperar la soberanía nacional sobre una parte valiosa del suelo patrio, an-ebatada inicial- mente a los indios y a los españoles, y finalmente en- tregada a los ratones. 34 EL OCASO DE LA PROPIEDAD HORIZONTAL Capítulo 4 La propiedad horizontal acaba de morir, legalmen- te, a la temprana edad de treinta años. Nació y se desarrolló en los mismos ocho metros con sesenta y seis centímetros que marcaron los diez pasos de Juan de Garay como un chico que crece sin cambiarse los zapatos. Los patios con parra, cielo, flores y guitarras de entonces se convirtieron en 105 grises y anónimos "aire y luz" de cuatro por tres. oscuros tubos vertica- les de treinta y hasta cuarenta metros de altura. El tejido urbano dentro de la manzana, invariable en su trazado y régimen legal, fue la matriz que dio forma a la tipología edilicia conocida como propiedad horizontal y marcó las diferencias con otros modelos de vivienda en altura. Se perdió así la posibilidad de ir creando gradualmente una nueva organización del 35 terreno dentro de la manzana, con espacios comunes, juegos, etc. La ciudad de San Juan, arrasada por un terremoto en 1944, brindaba una extraordinaria oportunidad en este sentido; sin embargo se volvió a dibujar el mismo trazado que dio origen a la vivienda colonial. La propiedad horizontal creció entonces como re- sultado directo de tres factores: la forma del lote, la necesidad de hacer rendir al máximo el dinero y el código de la edificación que fijaba lúnites a la ambi- ción de los inversores. La altura de los techos (prime-ro tres metros, después dos con sesenta), la altura máxima, en fin, la totalidad del edificio fue determi- nada por estos tres factores y se llegó así al living-co- medor de dos ochenta por cinco, el baño de uno cin- cuenta por dos diez y los donnitorios de servicio de dos por tres ventilados al lavadero. Los arquitectos se limitaron a "jugar" con la facha- da, alternando en una u otra forma los balcones y los paños ciegos, "acusando" las losas y dejando o no el ladrillo a la vista, asuntos estos que a nadie le impor- taban porque un departamento es una casa sin facha- da. La imagen ante los demás, principal función de la fachada, quedó concentrada en el hall de entrada. "Una buena entrada" es lo que compra la gente y no la alternancia de los balcones en la abstracción de un plano. Poco a poco se fue formando una cultura de depar- tamento reflejada en la valoración de los usuarios y los agentes inmobiliarios; azulejos hasta el techo, ba- ño completo, comedor diario, cerámica italiana, már- mol en la entrada, fueron los argumentos de venta que reemplazaron al espacio abundante, la posibili- dad de tener animales y plantas y, sobre todo, el pa- 37 tio. Porque un departamento puede ser definido como una casa sin afuera. El afuera y el adentro Cuando empezó la moda de los departamentos no se tomó verdadera conciencia de esta brutal amputa- ción del afuera cuyas consecuencias se fueron mani- festando después. El auge de la psicología tiene mu- cho que ver con la presencia constante de los chicos, siempre "encima" de los padres que se ven impedidos de emplear el tradicional "¡chicos, vayan afuera!", porque el saludable "afuera" de todas las épocas ha- bía sido reemplazado por un ámbito anónimo y peli- groso sólo atravesable de la mano de mucamas y ni- ñeras o en las camionetas color naranja, dos nuevos e imprescindibles accesorios de la propiedad horizontal. La proliferación de los salones para fiestas y de las "guarderías" de ancianos tienen también mucho que ver con este nuevo tipo de vivienda. La pérdida del afuera fue también la pérdida del barrio y de los vecinos convertidos ahora en simples letras (la señora del sexto F, el gordo del segundo B, etc.) sin nombre ni identidad cuyas vidas transcu- rren, paradójicamente, más cerca que nunca unos de otros. Sin ninguna duda la desaparición del barrio, de la calle, de la fachada y de los 'vecinos afectó seriamente la identidad de los argentinos criados a departamen- to. Aparecieron no obstante personajes compensato- 1i.OS como el psicólogo, el portero (convertido en todos los vecinos) y la animadora de fiestas infantiles. El automóvil aumentó su importancia hasta llegar a ser imprescindible para la fabricación del afuera se- manal y la industria del camping se desarrolló por el mismo motivo. 38 Al llegar a este punto podríamos preguntarnos có- mo fue posible que el público comprara viviendas que son definidas más por sus carencias que por sus ven- tajas. La necesidad económica no explica suficiente- mente este hecho porque fueron numerosas las fami- lias de clase alta, adineradas, que vendieron su casa para mudarse a un departamento. En los comienzos del auge de la propiedad horizontal comprar un de- partamento era también comprar un estilo de vida más práctico, más confortable y sobre todo más mo- derno, es decir, más norteamericano. Los departa- mentos llegaron a formar parte de nuestros deseos a través de Hollywood; junto con Cary Grant, Rita Hay- worth, Ginger Rogers, Tyrone Power, sus ropas , sus autos y sus gestos compramos también los ámbitos donde transcurrían sus dramas y sus comedias: los departamentos. La filosofía del Progreso indefinido nos hacía pen- sar que lo último era, por definición, mejor que lo an- terior, sin percatarnos de que ---como dice Ernesto Sabato- a veces el progreso es reaccionario. El con- cepto del confort fue precisamente el que nos permitió aceptar, casi sin notarlo, la tremenda amputación del afuera. La compactación de la planta suprimió la dis- tancia entre el bafia y los dormitorios, característica de la casa chorizo, y la calefacción en todos los am- bientes reforzó el concepto de ese perpetuo adentro que llegó a asumirse como una condición necesaria de la vivienda, aun en climas templados como el de Bue- nos Aires o cálidos como los de Tucumán, Chaco o Santiago del Estero. Cuando "compramos" los departamentos norteame- ricanos compramos también, distraídamente, el clima de Nueva York. Esa negación del afuera coincidía con cierta modali- dad característica de nuestra clase media urbana que siempre desconfió de "la calle" a la que vio como fuen· te de peligros, de perversiones ("ese chico todo el día en la calle") y de movimientos populares. El temor a las enfermedades y a las "corrientes de aire" es carac· terístico también entre los miembros de la clase me· dia y fue éste otro aspecto de nuestra idiosincrasia ciudadana que hizo posible el aberrante sistema de valores que involucra la propiedad horizontal. La patológica exaltación del adentro en detrimento del afuera se manifes tó también en la ansiosa nece- sidad de techar los espacios vacíos. Los patios y las terrazas suelen ser vistos bajo esta óptica no por todo lo que son sino por lo que no son. Techar es como lle- nar. Ocupar el espacio con objetos, el silencio con rui- dos y palabras. La naturaleza se convirtió en un sim· pIe fondo de las figuras que forman las cosas y el ce· mento. El equipamiento En las viviendas con ambientes de amplitud nor- mal nunca fue necesario estudiar con exactitud la ubicación y tamaño de los muebles y mucho menos aún en la mal llamada "arquitectura espontánea" (que es la menos espontánea de las arquitecturas por- que el proyectista es la tradición cultural) que man· tiene con el equipamiento la misma sabia coherencia que la vincula con el clima, los materiales y el en· torno. En el caso de los departamentos los ambientes se fueron achicando poco a poco sin que los proyectistas tuvieran en cuenta el equipamien to como no fuera en una forma vaga e imprecisa. "La documentación" (el proyecto) solía encararse como un mero requisito que cumplir, una etapa de un trámite ajeno por completo 40 a cosas tan ligadas al uso y a la vida real como son los m uebles y los objetos. Los errores más comunes derivados de esta falencia fueron los siguientes: 1) La mesa del comedor no puede ubicarse cómoda- mente porque no pensaron en ella. 2) Cuarto de chicos: la ubicación de la cama en el ángulo correcto impide la apertura completa de una de las puertas del placard, razón por la cual no pue- den abrirse los cajones. Una de lás hOjas de la ventana se abre sobre la ca- becera de la cama. En este caso la ventana debiera ub~carse en un ángulo y no en el centro del ambiente. 3) El comedor diario no pasa de ser una leyenda en el plano de venta. La mesa y las sillas no caben por- que la cocina no fue correctamente distribuida. 4) El planchado de la ropa no está resuelto. Se rea- liza sobre la mesa del comedor o en el cuarto de servi- cio. 5) La nueva modalidad de compras, el supermerca- do, no puede desarrollarse debido a que no está previsto el lugar para guardar compras grandes. 6) La distribución y el equipamiento del baño no variaron durante los treinta años de historia de la propiedad horizontal; mientras tanto la industria incorporó a nuestros hábitos de vida decenas de pro- ductos de cosmética y aparatos que llegaron a consi- derarse imprescindibles. Los botiquines no pueden contener los frasquitos, los ruleros resbalan infinita- mente de la tapa del depósito del watel" el secador de pelo y la afeitadora jamáS encontraron su lugar, etc. etc. 7) La necesidad de guardar cosas no obtuvo otra respuesta que elplacard, relacionado únicamente con la ropa. Muy rara vez un proyectista de departamen- tos pensó en trenes eléctricos, triciclos, ventiladores, 41 el coche y la bañadera del bebé, cosas rotas que algún día se arreglarán, el árbol de navidad, disfraces, botes inflables, cajas con antiguas cartas y postales familia- res, raquetas, máquinas de coser y de tejer; fue así co- mo el changuito para las compras se apoyó siempre sobre el inodoro del baño de servicio, las cartas y las fotos de los abuelos finalmente se tiraron a la basura (cortándose la historia y la identidad familiar) y se fueron armando las sórdidas escenas de la vida real dentro de los departamentos. Mi trabajo profesional me permitió conocer, foto- grafiar y resolver muchos problemas en este tipo de viviendas, porque a pesar de la escasez de espacio siempre existen lugares desaprovechados en las par- tes bajas y altas de los ambientes cuyos erroreS'P de distribución pueden ser también corregidos ro uchas veces con pequeñas reformas. Es notable observar có- mo puede incrementarse el lugar para guardar cosas sin que disminuya el espacio libre ¿Por qué entonces no se previeron todas estas falencias que tanto afecta- ron y afectan a la vida familiar? Porque estos "deta- lles" no figuran entre los intereses de los' inversores, de las firmas inmobiliarias, de los teóricos de la ar- quitectura ni de los arquitectos en su gran mayoría. La expresión plástica de la invisible fachada fue siempre más importante que el lugar para el changui- ta. ¿Acaso no los sorprende en este momento leer la palabra ruleros en un libro de arquitectura? ¿No sue- na poco seria? Los arquitectos están todavía empan- tanados en la estéril solemnidad de lo plástico-formal, alejados de la vida y de la gente de verdad. Quizá por eso no los comprenden ni los llaman tanto como qui- sieran. Tan cierto es esto que es posible trabajar de arquitecto dedicado a la propiedad horizontal durante veinte años sin hablar jamás con ninguna señora, con 42 ningún adolescente, con ninguna mucama, porque el cliente es el inversor. Las señoras aparecerán des- pués de entregar la obra y se las arreglarán como puedan. Tampoco las escucharán los críticos de arqui- tectura ni los historiadores. Sólo los psicoanalistas atenderán sus problemas, pero ellos no entienden de arquitectura ni conocen la casa de sus pacientes. Sin embargo, es imposible saber cómo somos sin saber dónde estamos, dónde habitamos. Y la afirmación va- le tanto para la casa .como para la ciudad y el país porque estos tres niveles del habitar son en el fondo uno solo. Urbanismo y arquitectura son dos aspectos de una misma realidad vital. La arquitectura como símbolo Las formas de los edificios y su recorte en el paisaje de la ciudad tienen siempre un valor simbólico porque son la expresión física de una realidad social, de la misma manera que la ropa y los gestos expresan a los individuos. ¿Qué representan los volúmenes de los edificios de propiedad horizontal, destacándose entre casas bajas, ridículamente comprimidos entre altas medianeras apenas perforadas por tímidas ventanas ilegales, im- pidiendo d~rante años que llegue la luz del sol a tan- tas habitaciones sombrías? ¿Y las azoteas a veces con insólitos ranchitos construidos sobre ellas, aun en pleno centro, o habitadas por mujeres trepadas a los tanques de agua en busca del sol del verano? Esta volumetría incoherente muestra la simple adi- ción de intereses individuales, la falta de armonía en el cuerpo social. Expresa también que no supimos re- plantear nuestro pasado, representado por eIlote, to- mando lo mejor de él para integrarlo a las necesida- des del presente. El pasado permaneció congelado 43 como uno de e&os ejemplares del Martín Fierro en- cuadernados en cuero de vaca, recién sacados de la vitrina, que nuestros gobernantes suelen regalar a los visitantes ilustres. No supimos interpretar nues- tra tradición simplemente porque no la entendimos. La tradición que sentimos es Europa. La historia de nuestra arquitectura fue siempre la historia de la ar- quitectura europea. Nosotros somos "los que no somos europeos". Casi nos caemos del mapa. En las estacio- nes del ferrocarril Sarmiento se pueden leer todavía los carteles que indican "trenes para afuera", seña- lando a los que van al interior del país porque Europa es nuestro adentro y nuestro pasado. Y Estados Uni- dos es nuestro futuro. Por eso la propiedad horizontal es, en última ins- tancia, la expresión de nuestra falta de identidad na- cionaL Conclusión La propiedad horizontal fue, sin duda, una respues- ta equivocada a la necesidad social de instrumentar una nueva tipología de vivienda. El panorama hasta aquí descripto refleja, a mi juicio, algo más del noven- ta por ciento de la realidad. Existieron excepciones sin embargo; edificios con los cuales sus proyectis- tas respondieron magníficamcnw a las necesidades de los usuarios, aun dentro de las limitaciones marca- das por el lote y el código. También es cierto que no todos los edificios de propiedad horizontal fueron pro- yectados por arquitectos y que muchos colegas tuvie- ron que luchar en vano contra la obstinada estrechez de miras de los inversores. También es verdad que los departamentos· -en es- pecial los de uno o dos ambientes-- suelen formar parte de los recuerdos gratos de muchas parejas. pues fueron el escenario entrañable de las primeras etapas del amor. La propiedad horizontal fue acertadamente prohi- bida por el gobierno en 1978, pero los edificios existentes siguen y seguirán siendo habitados, y son una fuente permanente de aprendizaje de la cual to- dos podemos extraer nuestra lección. Los arquitectos podemos aprender que no somos nosotros quienes hacemos la arquitectura, pero que aun dentro de las limitaciones impuestas por la reali- dad tenemos la posibilidad de ' contribuir al mejora- miento del hábitat humano. Para que ello ocurra de- biera modificarse seriamente la enseñanza de la ar- quitectura, que debiera consistir en estudiar la arquitectura cotidiana, donde vive la mayoría de la gente, en lugar de dedicarse a los elegantes saltos de ballet que van desde el análisis de las obras maestras al pintoresquismo de la arquitectura "espontánea" (por lo general extranjera), Es necesario que abando- nemos la idea de que la década del treinta está repre- sentada por los edificios del Automóvil Club y las ca- sas de Wladimiro Acosta. O que la década del sesenta es sólo la arquitectura de' los concursos y del Banco de Londres. Sería bueno también que la gente aprenda algo de arquitectura y sobre todo que los arquitectos apren- damos de la gente, de la vida real dentro de los edifi- cios, porque el fin último de nuestra profesión no es otro que el de con lribuir a enaltecer la vida, a hacerla más alegre y nwtluS gris. 45 Cafuúr¡g 2340 • , ..... ,_ ............. .. , ... "' •. • " .... 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" DilECtO FIJO, CON MCILJOJoDES HASTA 6 "'lOS. • o Departamento para vender por teléfono: cumple con todas las 8lJpiracio· nes de la clase media ... en el espllCio de un ambiente. (Aparentemente el ancho de las ~.aderllll disminuye en la telT~a.) J\ Algo muy camlln: El cuarto de servicio está adentro del espacio que debiera cOrTespondcr a la cocina. 49 ambiente 3.50 ~ 6,SO El colmo: comedor diario y comedor Cormal ... ; en UD 1010 ambiente! 50 Capítulo 5 MAMÁ, ¿QUE ES UN BOSQUE? Nuevos edificios, kilómetros de cercos con entra~ das pagas y costosas, luces implacables y miles de adoquines y canteros de cemento invaden día lras día el único bosque con que cuenta Buenos Aires. Están asfaltando Palermo .Y nadie parece reaccionar. Era lindo correr alrededor del lago más grande de Palerma, pisando las hojas y la tierra húmeda, escu- chando los sonidos del viento entre los árboles. Hoy el lago está seco, rodeado de topadoras y montones de adoquines. ¿Qué harán allf? Según el anuncio oficial ..... se incluirán canteros con adecuada parquizaci6n y un rescate estético de los elementos naturales", lo que en otras palabras quiere decir que se pondrá cemento donde habia tierra y luces halógenas donde cantaban los grillos y brillaban las esu'ellas. Cerca del otro lago, el de los botes, se fue armando un mercado de plantas, abarrotado de clientes, com- pletamente cercado y con un edificio en construcción de dos pisos de altura, todo bajo el increíble título de Jardln japonés (donación de la colectividad japonesa). 53 Esperemos que otras colectividades no se contagien del espíritu caritativo que aparentemente motivó es~ tas construcciones; en cualquier momento podrían empezar a aparecer mercados de alfombras persas o" una fábrica de televisores ... Pero, ¿cuál es el atractivo de los bosques de Paler~¡ roo sino la posibilidad de encontrarse con la naturale- za tal cual es? La naturaleza no necesita ser realzada, sino ser respetada, amada, comprendida y gozada. Palermo superó -cuando fue creado-- a su modelo, el Bois de Boulogne de París, por sus especies (desco- nocidas allá) como el lapacho rosado, las palmeras, el ombú y también por la sabia distribución de las ma~ ... sas de árboles y de agua que planeó su autor, el inge~ niero Thays. ¿Por qué, señores funcionarios, no vuel~ ven a mirar un poquito el original? No está mal co~ piar 10 que están bien. Verían entonces que los caminos del Bois siguen siendo de tierra y de piedri- tas, que las luces son discretas; tanto, que las ardillas se cruzan con la gente y se escuchan las ranas en lu- gar del rugir de los aviones. EL BOIS, EL BOSQUE, sigue siendo nada más ni nada menos que eso, un BOSQUE. ¿Por qué pierde el bosque frente al cemento? La naturaleza es percibida por estos funcionarios no como un complemento indispensable de la vida urba~ na, sino como todo lo que falta por hacer. Es una acti~ tud prepotente basada en la ignorancia más brutal sobre una cuestión tan esencial como es el disfrute y la permanencia misma de la vida humana dentro de las ciudades. A esta actitud nefasta de los funcionarios se sumó, durante los últimos años, el efecto equivocado que . 54 produce en el hábitat civil la concepción militar del ospacio. Para el militar el espacio es control. Mucha iluminación, lo más pareja posible, una sola entrada, mucho cemento y cercos altos. Como dijo alguien, "todo lo que está quieto se pinta y todo lo que se mue- ve se saluda". Bajo esta óptica los árboles tienen el in- conveniente de poder esconder a alguien detrás y además son "automáticos", porque van eligiendo su rorma por sí mismos (como si fueran civiles ... ) y para colmo ... ¡no son simétricos! Aunque esto último puede remediarse con podas que los conviertan en cilindros, pirámides o conos truncados. Una pintada al tronco, 5.000 "wats" de iluminación y ya tenemos naturaleza realzada. Y los árboles sin pájaros. Y el cielo sin es- trellas. Y la Tierra, es decir, la realidad, allá abajo, lejos de la vista y de la planta de los pies, como si se- mejante desorden no existiera. Algún día será todo --o casi todcr- cemento; y se- guiremos llamando al lugar, los Bosques de Palermo. Pero no es el nombre lo que importa, sino la Natu- raleza. "Pues cualquier hombre puede escribir un poema pero sólo Dios puede hacer un bosque" (Long- fellow). 55 56 Palermo, seco y enfermo Aun sin saberlo, usted es un desaprensivo derrochón. Como persona adulta, respira diariament.e el oxígeno producido por 150 m2 de hojas (equivalentes a un árbol medio de gran follaje). Bien, muchos de esos árboles han cedido gentilmente su lugar a estos edi- ficios, construidos en los últimos años den- tro de la zona de los bosques de Palermo: instalaciones de ATC, embajada de los Esta- dos Unidos, embajada de Chile, "Casa de Té" y estaciones y ampliaciones varias en el Ae· roparque. Además, se han instalado cercas rodeando el Jard(n Japonés, el Parque Newbery y el Parque Norte. La superficie utilizable gratuitamente, escasa de por sí desde hace varios años, se redujo última- men te de 300 hectáreas a 120. Mientras tanto, la población se multiplicó por tres, EL LAGO MÁS GRANDE DE LA CAPITAL· \ Será habilitado mañana "el lago más grande de la' Capital Federal". Fue construido por la Municipali dad de la Ciudad de Buenos Aires en el Parque 3 de Febrero, en la zona delimitada por las calles Andres, Bello, Agustín Méndez y Olleros. Tiene una superficiel de 130,000 metros cuadrados con una profundidad, media de 1,80 metms. Su eje central alcanza los 1.000 , metros de largo y el ancho llega a tener 150 metros, ' El lago está salpicado por algunas islas y su destino principal es el de la práctica de deportes náuticos. ' Una cosa llamativa la concurrencia del público será, gratuita en todos los sectores. Con el fin de no afectar los espacios verdes la Municipalidad ha dispuesto sec·1 tores para estacionamiento que abarcan unas dos hectáreas. Se cumplirá el acto inaugural a las 15 con la asis- tencia del intendente municipal doctor Jorge Del Cioppo, el secretario de Obras y Servicios Públicos de la Comuna, arquitecto Emilio Rodríguez Mentasti, el secretario general de la Intendencia Carlos Mana Martínez y otras autoridades comunales y nacionales. Una reciente disposición municipal otorga el uso del Lago de Regatas 3 de Febrero, como se lo ha deno- minado, sin cargo alguno para veleros monotipos cla- se Optimist y deslizadores a vela. , Diario Ciar/n., 27-8-83 58 EL MISTERIO DEL LAGO Señora Directora: Con el título "El lago más gran de de la Capital", Clarín (27·8-83) publica una información proporcio- nada por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, según la cual ésta inaugurará en el Parque 3 de Febrero un lago de 130.000 metros cuadrados, re- cién construido por ese organismo. Se anuncia tam- bién que "con el fin de no afectar los espacios verdes la Municipalidad ha dispuesto sectores para estacio- namiento que abarcan dos hectáreas". Lo sorprenden- te de esta noticia es que numerosos visitantes del lu- gar aseguran que desde hace más de 50 años, existe un lago que tiene exactamente 130.000 metros cua- drados, de lo que puede deducirse una de las dos al- ternativas siguientes: la Municipalidad ha creído construir un lago que ya estaba construido o mi les de porteños hemos padecido una alucinación colectiva durante más de medio siglo, en forma continuada, al ver un lago allí donde solo había tierra. Resulta incre- íble una negación tan fuerte de la realidad. Por otra par te, cabe preguntarse cómo es posible evitar afectar los espacios verdes, precisamente, mediantela cons- trucción de una playa de estacionamiento de dos hec- táreas, dentro de esos mismos espacios verdes ... Los observadores del lugar hemos notado que la Municipalidad agregó varios miles de adoquines en el perímetro del lago que hasta hoy creímos existente y que ocupan lo que antes era espacio verde. ¿No ha- bría que "derivar" todo este asunto a la Dirección Na- cional de Salud Mental para que dictamine al respec- to? Rodolfo L iuingston - Capital Federal 59 Capítulo 6 ELOGIO DEL VACÍO "Treinta radios convergen en el eje de la rueda, pero es el vacío del medio lo que hace andar el carro." Lao Tsé El bosque de Palermo fue directamente inspirado en el Bois de Boulogne,'" en París. En este caso "segundas partes" no sólo fueron buenas, sino mejores. La copia superó al original; tal es así que creo que solamente cabía una cosa por hacer, con posterioridad al sabio diseño del ingeniero Thays: conservarlo. La población de Nueva York se ha percatado hace tiempo de esa necesidad con respecto a su propio Palermo, el Central Park; todas las obras que allí se realizan son de res· tauración: el ente municipal que se encarga de los trabajos se denomina precisamente, Oficina de con- servaci6n del Central Park. Entre los lugares a conservar allí figuran dos gran- des extensiones absolutamente vacías, ubicadas en el mismo centro de Manhattan: la Great land (Tierra 61 Grande) y el Sheep meadow, donde pastaban las ove· jas durante el siglo pasado. Estos lugares tienen sólo pasto. Ni un á rbol. Ni un monumento. Desde el centro de cualquiera de ellos se escucha el murmullo apaga· do de la ciudad y se observa a lo lejos el perfil bruma· so de Nueva York, desplegado en un enorme CÍrculo completo que rodea al observador. ¿Para qué sirve ese espacio vacío? Quizá para tener esa placentera sensación de "toma de distancia" con el mundo cotidiano de la ciudad, algo así como la toma de distancia con uno mismo, porque la ciudad actúa como la máxima extensión en nuestra identidad. Pero este espacio vacío sirve también para que 500.000 jóvenes se j unten para escuchar gratuitamente a sus músicos preferidos, bajo las estrellas. ¿Para qué más sirve el vacío? Hay otras preguntas posibles, a manera de respuestas. ¿Para qué sirve el silencio en la música o el silencio entre las palabras? ¿Para qué sirve el intervalo del sueño? En fin, para simplificar, digamos que el vacio es parte indispensa- ble de la vida mism.a. El vacío no es percibido como una presencia (preci- samente, de vacío), sino como una carencia. Y es así como, año tras año, gobierno tras gobierno, son ¡nva· didos uno a uno todos los espacios vacíos de Palermo, y también de otros parques del país. La popular "Casa de Té" (único caso conocido de casa de té japonesa de hormigón armado y dos pisos de altura), el monu- mento a Güemes y el gaucho que amenaza al tráfico frente a ATe son tan solo algunos ejemplos de vaCÍos perdidos. La lista incluye al Aeroparque, que devoró ya kilómetros cuadrados de verde, y miles y miles de metros cuadrados de cemento, de adoquines, de cercos y potentes reflectores con los cuales se pretende adornar, mejorar y modernizar (temible palabra en boca de nuestros funcionarios) Palermo. 62 es la forma más tangible que tenemos de ejercer la so- beranía sobre un territorio que los próceres liberaron, en definitiva, con ese objetivo. 64 Capítulo 7 ¿PRIVATIZAR O PRIVAR? Hay una escena en Buenos Aires, cuya contemplaw ción me atrae desde hace algunos años, una y otra vez. Ocurre en la confitería El Ciervo, frente al lago de los botes, en los bosques de PaleTma. Las empresas de turismo llevan allí a sus c1ien1:€s porque es el lugar con mejor vista hacia el lago y hacia el verde. Los turistas se instalan en las mesas exteriores y se disponen a 'contemplar, durante un buen rato ... los ómnibus de dos pisos en los cuales llegaron, que son estacionados, en apretada fila , justo frente de ellos. Es un ejemplo interesante acerca de cómo un obser- vador destruye, justamente con el acto de observar, a l objeto observado. Si cambiamos el verbo observar por disfrutar, preservar o financiar, el ejemplo sirve para alertar sobre algo que está empezando a ocurrir en 67 esta Argentina mutante, en relación a las privatiza· ciones. No es fácil trazar la línea divisoria entre fi· nanciar y destruir la esencia de lo que se pretende mejorar. Durante el gobierno anterior, por ejemplo, se construyeron sucursales bancarias de hormigón ar· mado en algunas plazas y últimamente están empe- zando a aparecer carteles de "sponsors" en los jardi- nes de Palermo. Los carteles suelen preceder, como se sabe, a los focos de luz que los iluminan de noche, a los cables, la música funcional y a los avisos comer- ciales que terminan predominando sobre la música que deberían financiar. Es lo que pasó en los subte- rráneos, donde ya resulta obligatorio escuchar día y. noche, entre muchos otros, el aviso de un lubricante que simula el rugido de un pen'o enojado, El proble- ma se presenta también en los centros culturales y en otras muchas áreas de la vida nacional. La pregunta es, ¿es posible privatizar sin destruir la finalidad de lo que se pretende mejorar? Creo que, en realidad, éste es el tema del momento. Frases ro- mo "dejemos que los empresarios hagan sus núme- ros", "ellos son los que saben", "el libre juego de la oferta y la demanda", encierran, a mi juicio, opiniones que deben ser revisadas a tiempo. En el terreno de la arquitectura, por ejemplo, éstos fueron los criterios que se aplicaron en Mar del Plata, que fue la ciudad que más creció durante la década 50-60. Mientras al- gunos ingenuos arquitectos dibujaban el plan regula- dor, unos cuantos empresarios sepultaron la hennosa ciudad anterior, fundada por Peralta Ramos, bajo la peor edificación en altura que conoció el país hasta entonces; tan es así, que somos muchos los arquitec- tos que vivimos de la corrección de este tipo de depar- tamentos, a los que casi siempre les sobran paredes interiores. Es decir, ¡que pudieron proyectarse mejor y mds económicamente! 68 Otro ejemplo. Dicen que están a punto de privati- zar el Club municipal de golf, en Palermo. Sin embar- go, creo que sena mucho mejor dedicar esas 36 hectá- reas, ubicadas en pleno centro de Buenos Aires, al disfrute de toda la gente que los días domingo se enci- man unos a otros en las escasas hectáreas de uso gra- tuito que todavía quedan en Palermo. ¡Qué bien nos vendria a los porteños una gran extensión verde sin monumentos, ni mástiles, ni adoquines! ¡Allí sí se po- drían juntar 200.000 jóvenes para un gran recital, sin destruir nada! Pero, ¿y la financiación para cuidar ese lugar? Entraría muchísimo más dinero a la municipalidad si ésta alquilara todo el cinturón que rodea a la cancha de golf con confiterías mirando hacia el verde más verde de Buenos Aires, que el ·dinero obtenible con la privatización de ese espacio. La Reina del Plata les regalaría a sus fieles amantes, los porteños, treinta y seis hectáreas!! El golf es un deporte de muy bajo factor de ocupación persona/metro cuadra- do; no corresponde ubicar la práctica de este deporte en el centro de una ciudad. Sus 800 socios actuales tienen 'auto o, al menos, están en condiciones de com- prarlo. ¡Y son sólo 800, frente a 3.000.000 de porte- ños! En síntesis, es posible privatizar sin pervertir, sin destruir, promoviendo la belleza ... y aumentando las ganancias. Quizá no en todos los casos, pero sí en mu- chos. La clave radica en tratar de ver algo más allá que la calculadora. No confiar tanto en el prestigio de la técnica fría, ni en los "expertos", que muchas veces lo son en repetir errores, escudándose en "lo ya com- probado"."La imaginación al poder", decían en París, en 1968. Intentemos lograrlo hoy, 20 años después. Porque, al fin y al cabo, bien se podrían estacionar los ómnibus a 50 metros de distancia del Ciervo y los tu- 69' ristas lo pasarían mejor, sin que disminuya la ganan- cia de nadie. Y, en definitiva, turistas somos todos, en este planeta todavía hermoso. 70 Capítulo 8 LAS ESTUPIDECES DE HORMIGÓN ARMADO Me encanta usar las autopistas. Pongo música y de- voro kilómetros y kilómetros gozando de la libertad que significa manejar un auto sin frenadas ni semáfo- ros. El problema se me plantea cuando empiezo a ob- servar a los demás. A los que viven en los bordes y el cemento les pasa a tres metros de la ventana (la Ave- nida General Paz, hecha hace 50 años, tiene cincuen- ta kilómetros de plaza en sus bordes, que usan los habitantes de los barrios lindantes); a los que se que- daron sin viviendas, sin agua o sin plazas, que pudie- ron haberse hecho con los millones de dólares inverti- dos en autopistas, y a los que no se pueden "subir" a ellas porque hay que pagar caro. Se abolieron la pri- mera y la segunda en los trenes, pero ahora hay ca- lles de primera y calles de segunda. Me encanta ir a 71 Parque Norte, y alquilar un par de reposeras frente a las piletas azules. Pero no puedo dejar de pensar que ésos eran espacios de uso popular que le fueron arre- batados a la gente. Digamos que si no fuese por esta molesta -y hasta hace poco peligrosa- sensibilidad social que padezco, me encantarían las autopistas. Otra cosa que dificulta mi felicidad personal es la costumbre que tengo de pensar e interrogarme sobre la misteriosa razón por la cual nuestros gobernantes no p¡en..-an: sólo "hacen". En realidad, desprecian y temen al pensamiento, al que suelen denominar "teo- rías". "Esas son teorías", dicen nuestros "hombres prácticos", y paladean la palabra técnica, que les en- canta. Tal o cual obra se hace "porque es técnicamen- te factible". "'Se están terminando los aspectos técnicos del infor- me sobre ... desaparecidos .. !" Hasta tienen almuerzos "técnicos" (¿cómo será eso?: ¿habrá digestiones técni- cas, eructos técnicos .. ?), olvidándose de que la técnica es la aplicación de la Ciencia, de las teorías, y que és- tas no son otra cosa que el fruto del pensamiento sis- temático y comprobado sobre la realidad. La técnica no plantea fines. sino medios. El planteo de las preguntas corresponde al pensa- miento y ya se sabe que una pregunta bien planteada es un problema medio resuelto. El caso de las autopistas es un ejemplo típico de es- ta forma de poner el carro delante del caballo. La pregunta correcta no es cómo transportar más autos, sino por qué viaja la gente. Se descubriría muy pronto la inmensa cantidad de "horas-hombre-viajan- do" que se gastan en trámites burocráticos que podrí- an ser eliminados. Personas que van y vuelven mu- chas veces al centro de Buenos Aires desde Lomas de Zamora o desde Palomar, por ejemplo, por un trámite que podría requerir un solo viaje o aun ninguno si los 72 barrios absorbieran muchas de estas cuestiones. En una de las tantas cartas de lectores que se publican a diario sobre el tema del padecimiento producido por trámites estúpidos, un lector sumó la distancia desde aquí hasta Canadá, en viajes hechos por él dentro de Buenos Aires para hacer un sencillísimo trámite. Basta mirar la cara que tiene la gente dentro de los autos para comprobar que casi siempre hacen viajes inútiles. Hace algunos años se hizo un censo para averiguar la razón de los viajes cotidianos. Los resultados nun- ca se publicaron, y mucho menos se relacionaron con el tema de las autopistas. Como suelen decir nuestros "buro-tecnócratas", "eso pertenece a otra repartici6n". El problema de las autopistas no es el problema de las autopistas, no es un problema de tránsito; es un pro- blema que pertenece a todas las "otras reparticiones", las cuales no debieran constitui r una mera sumatoria de burócratas que quieren "hacer obra", sin importar- les para qué ni por qué, como las autopistas o pavi- mentar Palermo o cortar 100 árboles en la Costanera Norte O inundar la Costanera Sur o demoler los de- pósitos utilizables del puerto. "AlU están mis obrasn --dicen en los reportajes- "a mí no me vengan con te- orias". "Cuando oigo la palabra cultura saco la pisto- lan , decía Goebbels; pero, ¿a quién corresponde entre- gar el gobierno de \lIla ciudad si no es a los cultos, a los sabios? ¿A quién corresponde organizar el espacio donde transcurren nuestras vidas, el núcleo mismo de la cultura, que son las ciudades? ¿A los bw"ÚCratas con ganas de hacer? El gobierno de Buenos Aires, deberla ser ejercido por hombres sabios e ilustrados, con una visión y una filosofía (terrible palabra, ¿no?) humanista de la vida. Sí, como dijo alguien parodiando a Clemenceau, "la arquitectura es algo demasiado importante para ser 73 Capítulo 9 JUGUEMOS A LA CIUDAD Cuenta un antropólogo que una vez, recorriendo una comunidad africana, se encontró con un indíge~ na. Al ver la lapicera que llevaba en la mano le dijo: "eso es un tembetá" (adorno que se colocan esos indí~ genas en las fosas nasales). El intentó explicarle, por medio de ejemplos prácticos, que ese aparatito era pa- ra escribir. Sin embargo, el nativo, después de mirar- lo varias veces, sostuvo cOJivencido: "eso es un tero- betá". ¿Qué tiene que ver esto con la ciudad y los niños? Ocurre que cuando los chicos se lanzan al mundo, no se detienen a pensar que hay espacios para jugar y espacios para "ponerse serios". Para ellos, cada rincón de su hábitat es un juego, en cada pedacito de Buenos Aires encuentran una 75 nueva aventura y experimentan el irresistible placer de divertirse. Y aquí empiezan los problemas, porque para los funcionarios de ceño fruncido, traje y corba- ta, esto de la ciudad "no es chiste" y así comienzan a desparramar carteles de "prohibido" a diestra y si- niestra. ¿Qué es eso de andar desordenando todo? Para comprobarlo sólo hace falta salir a recorrer las callecitas de Buenos Aires. Entonces, en una hermosa tarde de sol decidí largarme de la mano de un loco ha- jito (en realidad yo también soy loco, para algunos, y más bien bajo, para todos ... ). Primera parada: el Pla- netario. Corrimos hacia él y decidimos treparnos a sus patas. ¡Qué lindo se ve Palermo desde arriba! Ese gran ovni que se instaló en la ciudad nos permite des- cubrir cosas que desde abajo no se ven. Sin embargo, nuestra alegría se vio interrumpida por un estruen- doso silbato que nos dio la orden de bajarnos. ¡Lásti- ma, era divertido! Pero no nos asustamos' y seguimos adelante. Segunda parada: el puente de la avenida Figueroa Alcorta, ese que está frente a la Facultad de Derecho. Él lo ve y queda extasiado ante la posibili- dad de patinar allí. Nos ponemos los patines y arran- camos. Pero, de pronto, tuvimos que clavar los frenos. Un enorme cartel de "Prohibido patinar" nos detuvo el paso. Era nuestra segunda frus tración, pero igual decidimos no dejarnos vencer y continuamos viaje. Tercera parada: ATC. La escalera por la que se entra tiene una hermosa baranda de mármol, y por allí se deslizaban los chicos con gran peligro porque entre la rampa y la pared hay más de 30 cm de distancia y ha- cia abajo una profundidad lo suficientemente grande como para que un chico se lastime seriamente. A esa altura nuestra indignación era muy grande. ¿Qué es lo primero que dice un funcionario?: "Eso no fue he- cho para tobogán". ¿Qu.é digo yo?: "Redefinamos un tobogán". ¿Qué es un tobogán? Es toda superficie en 76 pendiente por la que uno se puede deslizar. Entonces la baranda de ATC es un tobogán, el puente de Figue- roa Alcorta es una pista de patinaje, laspatas del Planetario son "balcones urbanos" para mirar Paler- mo desde lo alto y, para algunos, toda lapicera es un tembetá. Es el uso el que crea la función. El diseño debe prever siempre las escenas que las formas provocan. Un gobernante no tiene que poner cadenas donde le desordenan algo, sino entender que para los pequeños habitantes de nuestra ciudad todo es un juego y el juego no es otra cosa que la :rp.anifestación más clara . de s u libertad. Por eso, en vez de reprimirlos desde chiquitos, ¿por qué no aprender de ellos? El reino de lo estático ¿De dónde nos viene eso de ser tan serios y amarga- dos y no permitir ni permitirnos un cachito de placer? La cosa arranca en la escuela. Ahí los chicos tienen que hacer fila (como soldados), hacer silencio (como momias). Son envasados con corbatas, con zapatos en lugar de zapatillas, se los obliga a comportarse como funcionarios, pretenden convertirlos en adultos cuan- to más serios, mejor. Se les hace padecer uno de los actos más aburridos que puede pasar una persona: la fiesta (;1) patria. Con gesto adusto y cara de "impor- tar le mucho" se les obliga a escuchar el discurso alu- sjvo, que por lo general es un plomo. Vivimos en una cultura donde se pondera la inmo- vilidad frente al movimiento. La máxima exageración de eso es una foto de Galtieri, de Viola* o de alguno de sus semejantes: los codos pegados al cuerpo, las ~ Gallieri y Viola: Presidenlea durante la dictadura militar (1976-1983) 77 mandíbulas rígidas, Esa es la imagen que determina toda la estructura del espacio urbano de coacción. Hace poco, en el Congreso de Barreras Urbanísti- cas se dijo que la ciudad está estructurada para un adulto medio. Yo diría que esa definición no es lo su- ficientemente clara. Para mí la ciudad se estructura desde el punto de vista de un adulto medio, muy abu- rrido y muy solemne. Esto nos viene del sistema mili- tar. Pero los militares no llegaron de Marte, represen- tan a un sector importante de la sociedad argentina. Esos que ven mal que yo salga con shorts, o que apo- ye los pies sobre la silla en un bar. Son los que están en contra de la alegría y a favor de la solemnidad. Barreras contra e l placer La primera traba que frena la capacidad infantil de gozar es la pobreza. ¿Por qué? Porque en el reparto les tocan menos y peores espacios. El movimiento y el espacio son CQmo el fondo y la figura: ninguno puede existir sin el otro, Si no hay espacio no me puedo mo- ver. Los maestros, viendo cómo los chicos utilizan el es- pacio de su cuaderno, se dan cuenta si son pobres o no, si viven en un departamento o una casa. General· mente, los pequeños de menores recursos escriben apretadito para no malgastar páginas, Entre el cua- derno y la ciudad se estructura todo el espacio de los chicos. Otra barrera es nuestro esquema de viviendas. La propiedad horizontal tiene una forma de ubicarse en el tejido urbano que los priva del "afuera". Muchos di- cen que hubo que recurrir a este sistema de vida "en vertical" para que viva más gente. Sin embargo no es 78 así. Puede vivir la misma cantidad de gente con un centro de manzana despejado y un proyecto inteligen- te. Un buen ejemplo de esto es Catalinas Sur, o el Ba- rrio "Los Andes", en Chacarita, construido en 1928. Las plazas hechas durante la dictadura militar se supone que son de esparcimiento y juego para loS' chi- cos pero, ¿qué tienen como piso? Adoquines. Además de haber cambiado el verde pasto por el gris cemento, los chicos que quieren patinar o andar en carrito no pueden. En primer lugar porque si se caen, como ha- bitualmente pasa, se rompen las rodillas y en segun- do lugar porque patinar sobre adoquines es como te- ner el mal de Parkinson desde chicos. Toda la ciudad está dimensionada así, bajo el lema "circule, señor, circule" y tomando como modelo "el adulto de cara cúlica", que además mide más de 1,60 m para poder alcanzar a un teléfono público o al tim- bre del colectivo. Un adulto que se caracteriza por una profunda falta de identidad cultural, porque el so- lemne es un tipo que se cree otro, que no se anima, en medio del dólar paralelo y el oficial, a patear una pe- lota. ¿Y quiénes son los más perjudicados con esta situa- ción? Los niños, los ancianos, los discapacitados, la clase popular y toda persona alegre, toda persona que prefiera la diversión al aburrimiento, el movimiento a la inmovilidad y, en definitiva, la vida a la muerte. 79 Capítulo 10 SERÁS LO QUE DEBAS SER, PERO CON SACO Y CORBATA Es curioso lo que está pasando con algunos maes~ tras. Se preocupan previsiblemente y reclaman por sus sueldos bajos, pero exigen que sus alumnos se presenten ante ellos, que son pobres, disfrazados de ricos. Esto está ocurriendo en varios colegios públicos, entre ellos el Normal N9 8, donde prohíben los "jeans" y las zapatillas y exigen saco y corbata a los varones. Me consta que las autoridades del Ministerio de Educación intentan hacer cumplir las disposiciones que prohíben estas exigencias, pero tienen éxito a me- dias porque chocan no sólo con la mentalidad retró- grada de algunos maestros, sino también con la de los padres de los alumnos, que aceptan mansamente gas- tar lo que no tienen con tal de obedecer a los directo- res de los colegios, quienes, por lo visto, han decidido 83 ser autoritarios sólo "hacia abajo", ya que si lo fueran integralmente. obedecerían al ministro ... Este tipo de situaciones nos permite comprender que no siempre el gobierno es el causante de todos nuestros males. Existe una mentalidad que confunde el orden con la uniformidad y a ésta con la limpieza y aun con la estética. Veamos en este caso cuáles son los pretextos. El primero es "la limpieza", que aparentemente sería mayor mientras más formal es la vestimenta; le sigue . "la estética" y se concluye con el clásico temor al des- borde: "Si empiezan con las zapatillas vaya a saber dónde terminarán ..... "Si permito que abran una ventana en la mediane- ra, despuéS todos los demás van a querer abrirlas también", me decía el presidente de un consorcio de propietarios auto-clausurados detrás de un paredón que daba a una plaza, sin terreno lindero edificable. No sea cosa que todos sean felices, parecía querer decir. También mencionó la supuesta estética del pa- redón, frente al incontrolable "desorden" que introdu- cirían las ventanas. La ropa y la arquitectura no son algo tan diferente como podría parecer a primera vista. Ambos son en- voltorios de nuestra conducta, de nuestra manera de estar en el mundo. El saco y la corbata corresponden al clima de Londres, pero el clima de ~uenos Aires no se parece al de Inglaterra sino al de Africa (de hecho estamos en la misma latitud), donde hasta el gober- nador usa short. Ser elegante, estar cómodo, poder moverse y disfrutar, es ser nosotros mismos, en nues- tro país verdadero, con nuestro clima verdadero, con nuestra situación económica verdadera. Un chico dis- frazado de ejecutivo no es un chico. "La cultura -dijo Cortázar- es el ejercicio pleno 84 de la identidad." Y si alguien tiene la obligación de ser culto, son los maestros. 85 Capítulo 11 MARIANO MORENO, LA VIZCACHA y EL MÁRMOL - ¿Tenés mucho que estudiar para mañana?, - le pregunté a mi hija, que acababa de llegar del colegio. -No, papá, por suerte esta vez nos dieron muy poco. - ¿Ah, sí? ¿Qué? - El universo. Esta maravillosa respuesta me hizo reír, por su- puesto. Poco después me vi armando sistemas solares hechos con naranjas, en medio del living, y mientras las movía de a una, rescataba de mi memoria retazos de Carl Sagan y algunos jirones de fisiea, atrapados alguna vez en libros de divulgación. Pero Ana no pa- recía interesaday me remitía lacónicamente a su li- bro de texto, al que señalaba diciéndome: "Pero, papá, es s6lo desde acá hasta acd". Su verdadero universo, pensé, no era éste de las na- ranjas y los años luz que yo intentaba describirle, si- no otro más cercano, hecho de madrugones e innume- rables fragmentos inconexos, Que año tras año van modelando EL COLEGIO. Para ejemplificarlo, nada como la anécdota de Cecilia SoM, que al llegar del cOw 87 legio le dijo a la madre que tenía mucho que estudiar para el día siguiente. "Decíme qué y yo te ayudo". se ofreció la mamá. "¡Mariano Moreno, la vizcacha y el mdrmoll", contestó Cecilia, angustiada. Por supuesto que no se trataba de la vizcacha for- mando parte de la pampa, cómo vive, qué come o có- mo se come, sino de la parte superior del aparato di- gestivo de la vizcacha; y de Mariano Moreno sólo la fecha de nacimiento y el lugar de su muerte. En reali- dad, toda la historia argentina era incomprensible en el colegio. Los realistas eran malos, evidentemente, pero no se sabía bien qué hacían aparte de pelearse con San Martín (a quien jamás se le conocieron ras- gos humanos). Y ¿por qué aparecieron los ingleses de golpe, y sólo aquí! ¡Nunca nos dijeron que andaban invadiendo por todo el mundo! La historia universal se estudia en otro año distin- to, desconectada de la nuestra, que, por esta razón, no se comprende. "¿Qué pasó el17 de octubre?", pregunté en la puerta de un colegio secundario a un grupo de nueve alum- nos. Nadie sabía. La historia termina con el insulso Derqui y, en algunos casos, se le agregan Ortiz y Cas- tillo, estos últimos en tres líneas, como máximo. En muchos colegios la música es reemplazada por la historia de la música y por el solfeo; aprueban mú- sica sin escuchar música, de la misma manera que se "estudia" un árbol partiendo de una lámina con cua- dros sinópticos que se encierran unos a otros, como las cajas chinas, hasta llegar a una lista de tipos de hojas. El árbol, y menos todavía el bosque, no se vie- ron jamás. La clasificación sustituye a lo vital, y lo in- tegral, el todo, se escatima siempre. y así transcurren once años a razón de cinco horas por día, en la vida de los chicos, quienes angustiados siempre por "la tarea", aprenden desde muy chiquitos 88 qué cosa es el stress y qué inútil, complicada y aburri· da puede llegar a ser esa pesada carga llamada EL ESTUDIO. 8ólo el jardín de infantes progresó verdaderamente, quizá porque no tuvo que soportar una herencia de hábitos malsanos. La incorporación del juego, es decir del placer, a la enseñanza, lo mejoró todo. Pero un día, de repente, todo cambia para el chico. Me parece que "los locos bajitos", como los llama Serrat, no vie- nen así de fábrica, sino que los enloquecemos nos- otros, privándolos de la alegría y aun de la pasión que despierta naturalmente el conocimiento en el ser hu- mano. Conocer, la pasión por descubrir, por revelar lo oculto, es uno de los estímulos más intensos del que puede disfrutar una persona. Y enseñar es, para Al· bert Einstein, "transmitir la alegría por el trabajo y el conocimiento". Los provocadores Un buen maestro es, antes que nada, un provoca· dar. Aquel capaz de provocar esas ganas de saber y el placer por descubrir que acompañarán a una persona durante toda la vida. "Papá, no sabés, el profesor de electrotecnia ... es co- mo si estuviéramos charlando con alguien que sabe mucho más que nosotros, ¡no queremos que se acabe la hora!" Y ese solo comentario define, a mi criterio, a un maestro que no solamente conoce, sino que tam- bién goza con su trabajo. Y de paso lo nombro (¿por qué no?), el ingeniero Alberto Ramos, del Instituto Luis A. Huergo, en San Telmo. En la mayoría de los colegios hay, como 'promedio, no más de dos o tres maestras o maestros del estilo de Alberto Ramos. Los chicos los conocen y los recuerdan siempre con afecto; son el hilo delgado que los \loe 89 " con el lado positivo del aprendizaje. Algunos dejan que ese hilo se corte y otros logran convertirlo en una soga, con ayuda de la familia, en muchos casos. Una soga que les permitirá avanzar en ese sector impor- tante de la vida que es el conocimiento. La democracia permite que las tendencias positivas dentro de la enseñanza avancen, y creo que, de hecho, es lo que está ocurriendo, pero las fuerzas retrógra- das son también importantes y vale la pena reflexio- nar sobre ellas. El congreso pedagógico y las medidas oficiales actúan más sobre la forma (método de clasi- ficación, nuevos programas, etc.) que sobre el fondo. La resistencia principal a los cambios reside en la mentalidad, no solamente de los docentes, sino tam- bién de los padres, es decir, de todo un sector de la so- ciedad que todavía confunde el orden con la fila, la limpieza con el uniforme, la disciplina con el autorita- rismo, el aprendizaje con el sufrimiento y el respeto con el silencio y la rigidez física. Quizá muchas personas no sepan que en varios co- legios del Estado sus directores están exigiendo uni- forme, contrariando expresas disposiciones del Minis- terio de Educación. Hace poco publiqué un artículo sobre este tema, con el título "Serás lo que debas ser, pero con saco y corbata» . Contestó la señora Alicia Calzada de Hauscarriague, directora del Normal W 8, aludido por mí en el artículo, sin mencionar siquie- ra el tema del uniforme, único motivo de la nota, a la que calificó de "ataque a su comunidad educativa". El razonamiento de dicha señora es así: quien critica un método, ataca en realidad a toda la institución; y es, por lo tanto, un enemigo de la institución. ¿A qué nos hace acordar este modo de "razonar"? Hay padres, probablemente los menos, que están de acuerdo con la corbata obligatoria y la prohibición de zapatillas, pero, ¿y los que no están de acuerdo? Tie- 90 nen miedo. Aunque parezca increíble en esta época, el miedo se convierte en hábito y ése es el mayor triunfo de una dictadura. Miedo de que "se venguen» en sus chicos y adhesión incondicional al "no te metás". Pre- fieren gastar lo que no tienen en el uniforme de sus hijos a defender lo justo, respaldados por la ley. ¿Y el Ministerio de Educación? Se declara impoten- te para hacer cumplir las disposiciones que dicta. Es más fácil para el gobierno imponer la ley de obedien- cia debida a los uniformados que la ley que prohíbe imponer uniformes a los civiles. Increíble ... pero real. ¿Cómo reaccionan los directores de estos colegios frente a los padres o a los periodistas que los interro- gan con relación a estos temas? Con toda tranquili- dad niegan la exigencia del uniforme. Mientras tanto los preceptores exigen uniforme a los chicos ("Vos, así, mañana no venís!") y cuando algún padre se atreve a reprocharles, contestan que ellos se limitan a cumplir órdenes de la directora o del director. ¿A qué nos hace acordar esta forma de aduar? Cambiemos la palabra uniforme por detenido y se nos revelará un mecanismo mental que sobrevive, salvando las distancias, claro está, entre una peque- ña represión, poco importante en sí misma, y el ho- rror de la tortura o de la muerte. Pero el ALIEN sigue a bordo, y para que crezca sólo hace falta regarlo un poquito ... La punta espectacular y visible del iceberg es Aldo Rico· y sus parientes mentales, pero sin la base su- mergida, cotidiana e invisible, el iceberg se derretiría inmediatamente. Esta pequeña mentalidad cotidiana es siempre hi- pócrita y está en contra de la libertad de aprender, de gozar, de dudar, de pensar, de q~e los chicos puedan * Militar 8ub l~vado durante el gobierno democrático del Dr. Alfonsln. 91 , . ser plenamente niños y de que los grandes manten- gan la parte de niños que puede ayudarlos a ser un poco felices. No se trata
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