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See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/44471626 Salud y equidad : una mirada desde las ciencias sociales / Roberto Briceño-León, María Cecília de Souza Minayo, Carlos E. A. Coimbra Jr., coordinadores Article Source: OAI CITATIONS 0 READS 519 4 authors, including: Some of the authors of this publication are also working on these related projects: I mantain a coordination of a group that works since 1990 with "violence and health". This group works with several themes. And violence, education and healh is a focus of our work. View project They belong to a permantent investigation about qualitative approach in health, I have since 1993. View project Maria Cecília de Souza Minayo Fundação Oswaldo Cruz 358 PUBLICATIONS 5,043 CITATIONS SEE PROFILE All content following this page was uploaded by Maria Cecília de Souza Minayo on 21 October 2015. The user has requested enhancement of the downloaded file. 1 Maria Cecília de Souza Minayo El Desafío del Conocimiento Investigación Cualitativa en Salud Novena Edición Revisada y ampliada 2 Dedicatoria y Agradecimientos A Carlos, compañero en todas las dificultades, de todas las horas, de todos los días, de todos los proyectos y de todas las realizaciones. A quien agradezco también la revisión final de este libro. En memoria de Deborah, hija querida que nos acompaña con su luz y su amor. A Christiana y Miryam, hijas queridas, libres para ser y para volar, con las cuales comparto crecimiento, amor y esperanza. A las compañeras y a los compañeros del CLAVES, donde aprendo a convivir, compartir, dividir y multiplicar experiencias de trabajo en equipo, producir investigaciones, diseminar conocimientos, servir a la sociedad y cultivar amistades. A mis orientandos y orientandas de maestría y doctorado de la Fiocruz con quienes comparto conocimientos, indagaciones, descubrimientos y proyectos de vida. A Danúzia de Paula y a Marcelo Pereira que me ayudaron mucho en los aspectos técnicos finales de este trabajo. 3 Índice Presentación Capítulo 1 Introducción al Desafío del Conocimiento Parte I Conceptos básicos sobre metodología y sobre abordajes cualitativos Capítulo 2 Metodología de investigación social y en salud Capítulo 3 Contradicciones y consensos en la combinación de métodos cuantitativos y cualitativos Parte II Teoría, Epistemología y Métodos: Caminos del pensamiento Capítulo 4 Corrientes de pensamiento Capítulo 5 Modalidades de abordajes comprensivos Parte III Construcción del proyecto de investigación: Fase exploratoria Capítulo 6 Conceptos para la operacionalización de la investigación Capítulo 7 Proyecto de investigación Capítulo 8 Construcción de los instrumentos y exploración de campo Parte IV Trabajo de campo: teoría, estrategias y técnicas Capítulo 9 La palabra, interacciones y representaciones sociales Capítulo 10 Técnicas de investigación 4 Parte V Fase de análisis del material cualitativo Capítulo 11 Técnicas de análisis del material cualitativo Capítulo 12 Triangulación de métodos cuantitativos y cualitativos Capítulo 13 Acerca de la validez y verificación en la investigación cualitativa Conclusiones Referencias 5 Presentación En esta edición busco actualizar y ampliar las ocho versiones anteriores de El desafío del Conocimiento. Nada hace mayor justicia al nombre de este trabajo, que el desafío de ponerlo al día con mi propia maduración, con los avances de la teoría de la ciencia que tuvieron lugar en ese período y con la producción intelectual en el campo de la investigación cualitativa, principalmente, de la investigación cualitativa en salud. Fue muy difícil reformar el texto. Al hacerlo entendí el sentido del término revolución: pues habría sido más sencillo dejar todo y comenzar de nuevo. También me comprendí mucho más a mí misma y las cosas que vengo diciendo y escuchando sobre la cuestión de la inexorable historicidad de todo lo que es humano. Pues, aún en una obra en la que, explícitamente, se habla del lado estandarizado y operativo de cómo hacer ciencia, sentí mucho el peso, la levedad y la fugacidad de los cambios. El lado bueno de esta experiencia de revisión fue el descubrimiento de que yo también maduré, actualizándome con el tiempo, produciendo síntesis más elaboradas, gracias al impulso de las investigaciones permanentes e incontables desarrolladas individualmente o en colaboración con los investigadores e investigadoras del Claves (Centro Latinoamericano de Estudios sobre Violencia y Salud) el centro de investigación donde me encuentro dentro de la Fiocruz. Es importante resaltar que en ese proceso de crecimiento, vienen contribuyendo mucho mis orientandos de maestría y doctorado con quienes es más lo que aprendo que lo que enseño. La elección de nuevas citas para este libro ha sido un dilema. Mi preocupación se centraba en que las investigaciones cualitativas crecieron exponencialmente en estos doce años en Brasil y en el mundo, y no podría trabajar con todas las referencias hoy existentes y disponibles, a no ser haciendo una revisión crítica de la producción. Decidí que no sería este mi papel, en este libro, ya que presentar una revisión significaría un volumen de trabajo inmenso y escaparía a lo objetivos de la obra. Elegí referenciar tan sólo las obras que ayudaran a la argumentación del trabajo. Sin embargo, quiero expresar mi satisfacción al constatar el crecimiento en número y en rigor de los trabajos empíricos y de los marcos teórico-metodológicos de tantos estudios. En esta presentación esbozaré algunos pensamientos sobre las transformaciones históricas y sociológicas que contribuyeron finalmente al perfeccionamiento de las formas, el sentido y la ética de la investigación en el mundo contemporáneo. Aún siendo esta una obra volcada al desarrollo de metodologías y prácticas teóricas, pensé que al lector le interesaría discutir los desafíos del campo de la ciencia y de la tecnología que se transformaron en los más importantes factores productivos y de generación de riqueza en el mundo actual. A ese contexto lo 6 denomino lado externo de la ciencia. El lado interno, que corresponde a una jerga específica y la torna pasible de ser reconocida y apropiada en todo el mundo, es el objeto de este libro. El lado externo de la ciencia al que me refiero, es movido por los cambios en los procesos productivos y de trabajo en todos los sectores, cambios que indudablemente son impulsados hoy por la ciencia y facilitados por la llamada revolución de la micro-electrónica y por todo el complejo informacional-comunicacional. Es muy ingenuo pensar que, en una época de tan aceleradas transformaciones y que abarcan a las dos categorías fundamentales del pensamiento humano, espacio y tiempo, el mundo universitario y de las instituciones de investigación podrían permanecer intactos. Lo paradójico de esta situación, sin embargo, proviene del hecho de que los cambios aceleradores del desarrollo provienen exactamente del campo de la ciencia y de la tecnología, cuya dinámica promueve el surgimiento de las innovaciones en los mercados de capital, trabajo, bienes y servicios. A su vez, ese mercado de alguna forma globalizadoo intensamente internacionalizado e interdependiente, exige readaptaciones en los modos de hacer ciencia, tanto en los procesos metodológicos, por ende internos a la producción científica, como en las situaciones y condiciones de trabajo que se refieren al perfil de los investigadores y de las instituciones, a las formas de organizar, de financiar, de hacer y de evaluar la investigación. Esas transformaciones se intensificaron en las dos últimas décadas del siglo XX y se van transformando en praxis en el siglo XXI. La introducción de nuevas tecnologías, materias primas y formas de organización de la producción no sólo están remodelando las bases materiales de la sociedad, sino que además van redefiniendo las relaciones entre la economía, el Estado y la sociedad. La principal repercusión de tales procesos en el campo de la ciencia es que sus avances ya no ocurren más a través de incrementos graduales en una disciplina científica determinada, sino, casi siempre y cada vez más, a través de la solución de problemas complejos que atraviesan a las diferentes disciplinas. Esos cambios movilizan todos los elementos de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción del campo científico: los investigadores con sus requisitos especiales de formación y condiciones de trabajo; los nuevos instrumentos teórico-metodológicos que deben ser incorporados y las células físicas y singulares que son las unidades de investigación (Pellegrini, 2000). Una expresión de la capacidad de adaptación del sector, y que aparece como tendencia de los grupos e instituciones más dinámicos, es la nueva modalidad del trabajo en red y en cooperación diversificada, juntando, frecuentemente, diferentes unidades de una misma institución, diferentes universidades, institutos de investigación, grupos de consultorías y empresas de un país y de diversos países, que pasan a organizarse alrededor de un campus (real y virtual) y establecen relaciones entre sí, de acuerdo con sus intereses, en proyectos específicos y sobre temas considerados relevantes para cada uno de ellos. En ese ambiente, denominado por algunos, “sistema de producción de conocimiento socialmente distribuido”, (Pellegrini, 2000) la universidad y los centros de investigación 7 tradicionales son cuestionados y desafiados en su performance, siendo llamados a evolucionar desde una situación de institución cerrada en sí misma y sobre su propia productividad, para transformarse en un núcleo irradiador de relaciones y de construcción del conocimiento. Las nuevas tecnologías de información y comunicación hacen viable una organización del trabajo más ágil en el tiempo y en el espacio, asegurando la fluidez de las relaciones entre los participantes de los proyectos, generalmente coordinados por un grupo bajo el liderazgo de investigadores experimentados. Se crea así una modalidad nueva de “universidad”, en el sentido literal del término, que funciona dentro de un conjunto de pluralidad de personas, de lugares, y de realidades presenciales y virtuales. Pero esa nueva dinámica tiende a romper las barreras de los departamentos, de las disciplinas y, también, a poner en jaque la idea de carreras tradicionales regulares y de estabilidad laboral, interfiriendo, muchas veces negativamente, en las relaciones de trabajo. En todas las épocas históricas, la sociología de la ciencia puso en evidencia a aquellas disciplinas que lideraron los procesos de cambio. Hoy, dos áreas marcan la dirección de las transformaciones posmodernas: la llamada “nueva biología”, principalmente en las especialidades que se construyen en torno a la genética; y todo el campo de las ciencias de la computación que se constituye en la extensa vía por donde pasan la mayoría de las posibilidades de innovaciones. Las nuevas formas de hacer ciencia en esas áreas fueron acuñadas con el epíteto de “big science”, cuyas características principales son: (1) un conocimiento construido de manera coordinada y cooperativa involucrando a un gran número de investigadores y de centros de investigación; (2) un proceso liderado por algún centro, universidad o empresa, en torno al cual se congrega un número de investigadores seleccionados y diferenciados; (3) uno o algunos investigadores forman la base del proyecto y lo coordinan, (4) una relativización de los espacios fijos, pues el proyecto puede estar en cualquier estado del país o en cualquier parte del mundo, con sede en cualquier universidad o instituto que ofrezca apoyo o soporte para realizarlo, (5) la inclusión de personas y grupos de investigación de los más diversos niveles, incorporando, por lo tanto, a jóvenes investigadores y grupos emergentes. Las nuevas modalidades del proceso de trabajo investigativo que van paulatinamente configurándose, innovan también en la gestión científica, en la medida en que socializan tareas, descentralizan actividades de coordinación y responsabilizan a todos los que acepten participar de los procesos. La producción dentro de la modalidad “big science” tiene metas bien definidas entre todos los participantes y plazos para la presentación de resultados, ya preestablecidos en el proyecto inicial. La forma de comunicación privilegiada es la virtual, congregando a personas y grupos en tiempo real. Los productos son cooperativos y los créditos por el trabajo son socialmente distribuidos, aunque de forma jerarquizada por mérito. Desde el punto de vista interno de la producción del conocimiento, la ampliación de las posibilidades aportadas por el modelo “big science” disuelve, en la práctica, la antigua dicotomía entre ciencia básica y ciencia aplicada, pues se crean cada vez más estrategias que apuntan a 8 articular procesos de investigación con el desarrollo tecnológico y de la producción. La disyuntiva entre “ciencia para comprender”, “ciencia para explicar” y “ciencia para aplicar” paulatinamente va sustituyéndose por el concepto de investigación estratégica (Pellegrini, 2000), que según Bulmer (1978), significa la ejecución de investigaciones que asocian el desarrollo de conceptos básicos, con estrategias interdisciplinarias y de aplicación, tanto para la formulación de políticas públicas como para la creación de instrumentos de innovación tecnológica. En ese contexto de transformaciones, el papel del Estado, como único agente financiador en diálogo exclusivo con la comunidad científica, se relativiza, incluso siendo el mayor sostenedor del desarrollo de la ciencia en todo mundo. Cada vez más, colegas tanto del universo empresarial como de la sociedad civil son convocados a participar, junto al Estado, del financiamiento, de la discusión de las propuestas y de la aplicación de los resultados. De este modo, la ciencia es asumida como actividad que interviene en la dinámica social, debiendo definir sus prioridades de forma colectiva y pública. También se replantea, en tales circunstancias, el sentido de la formulación de prioridades. El tema de las “prioridades en investigación” fue siempre un tabú en el ámbito de la ciencia tradicional, como si las instituciones científicas existiesen por encima e independientemente de la sociedad. La nueva forma de hacer ciencia plantea la cuestión de que no sólo los científicos deben formular prioridades, sino que deben estar abiertos a un conjunto de actores, en espacios que faciliten la formación de consensos. Por último, se crea la necesidad de rever la economía interna del campo de la investigación, reflexionando sobre opciones metodológicas que respondan a los desafíos planteados por las transformaciones. Específicamente en el área de la salud, algunos de esos desafíos pueden ser puntualizados: (a) la necesidad de construir una aperturahacia modelos de “investigación por problemas”, que rompan la lógica unidisciplinaria y adopten estrategias inter y transdisciplinarias. Esas estrategias deben ser entendidas como la construcción de posibilidades de transitar por campos de conocimientos distintos. Está claro que tal apertura tiene como precondición de efectividad, la cooperación y el diálogo entre investigadores de áreas distintas, en todas las etapas de una investigación (Minayo, 2003; Minayo et al.2005). (b) La construcción de un pensamiento complejo, que actúa en la búsqueda de interacciones e interconexiones entre conceptos, nociones y métodos de las diversas disciplinas y de las relaciones entre el todo y las partes que un tema específico representa (Minayo & Minayo-Gomez, 2003). (c) La apertura hacia el trabajo colectivo, tomando la pluralidad de pensamiento y de experiencias como elementos de enriquecimiento del grupo (Minayo, Assis & Souza, 2005). (d) Finalmente, la articulación de los conocimientos generados a través de las prácticas, volcadas hacia las necesidades concretas de la población (Pellegrini, Almeida Filho & Trostle, 1998). En la dinámica contemporánea del campo científico surgen nuevos problemas. Entre los más graves, están las embestidas de las empresas privadas –dado que la ciencia y la tecnología se transformaron en el factor de producción más codiciado– apuntando a la “mercantilización” de 9 las actividades de investigación sobre temas cuyos descubrimientos son potencialmente muy lucrativos. Los patrones de competitividad entre los países, pasan a basarse en el dominio de nuevas tecnologías, llevando a que los resultados de las investigaciones sean privatizados desde la concepción misma de la investigación, sobre todo a través de contratos cerrados, por ejemplo, entre una universidad y una empresa. Esa dinámica del mercado, potencializada por los mecanismos internacionales de protección a la propiedad intelectual, termina monopolizando el conocimiento y dificultando las posibilidades de una transferencia que apunte al bien común. Hoy se observa o se opera, el establecimiento de esquemas de alianzas entre países y empresas para el acceso a las innovaciones y la constitución de megamercados, cuya lógica es buscar recuperar rápidamente la inversión realizada, a través de productos y procesos altamente lucrativos. A su vez, dado el alto valor de los conocimientos científicos como fuerza productiva, en una contradicción ineludible, los productos generados, rápidamente se tornan obsoletos. En consecuencia, los procesos de inversión privada y estatal de los países desarrollados, comparados con la escasa inversión de los países subdesarrollados, están favoreciendo el aumento de las desigualdades científicas y tecnológicas. Castells (1998) señala que hubo una formidable aceleración del desarrollo provocada por la liberación de las fuerzas productivas generadas por las nuevas tecnologías y, al mismo tiempo, la consolidación de la pobreza extrema. En este momento histórico en que ciencia y tecnología son las mayores fuentes de agregación de valores, fue preciso que, en una Conferencia Mundial en Budapest, en 1999, la UNESCO y el Consejo Internacional para la Ciencia reunieran a científicos del mundo entero para establecer algunos parámetros éticos de acción del sector a través del lema “Ciencia para el Siglo XXI: Un Nuevo Compromiso”. El principal diagnóstico de los científicos que participaron de ese evento es que el futuro de la Humanidad dependerá cada vez más de que la producción, distribución y utilización del conocimiento científico sean equitativas. Por lo tanto, sería importante y urgente que la comunidad internacional realizase inversiones específicas, en ese sentido, en los países subdesarrollados. En las conclusiones de ese evento fueron consensuadas algunas afirmaciones: (a) la ciencia debe estar al servicio de toda la humanidad; (b) la ciencia debe contribuir a un conocimiento más profundo de la naturaleza y de la sociedad; (c) la ciencia debe contribuir a la calidad de vida y a crear un ambiente saludable para las generaciones presentes y futuras (UNESCO & ICSU, 1999). A pesar de los elementos contextuales, fuertemente marcados por los cambios globales en cuanto al financiamiento y las formas de gestión científica, es necesario recordar que la mayoría de las dificultades vividas en el medio científico contemporáneo se deben a problemas de orden microinstitucionales y psicosociales. Estas se configuran en forma de resistencia a los cambios concretos, por parte de las instituciones y de los investigadores. El miedo de ponerse al día, el temor a lo desconocido, el conservadurismo por convicción o por comodidad están presentes en las instituciones más tradicionales que se rigen por patrones muy rígidos de organización de la producción del saber, generalmente construidos sobre prácticas unidisciplinarias. En la mayoría de 10 los casos, esas configuraciones tienden a profundizarse. Los cambios son vistos como modismos, como “olas del libre mercado”, desconociéndose lo que frecuentemente está en juego: las dificultades culturales y mentales del aggiornamento. Por ejemplo, en lugar de una búsqueda de organización en función de la misión de generar conocimientos, hoy, muchas universidades y centros de investigación en Brasil se pierden en la gestión del exceso de cuerpos colegiados, de comisiones y de consultas internas. En los países en desarrollo, las dificultades institucionales de cambio, generalmente vienen produciendo como consecuencia, en lugar de una capacidad de respuesta a los desafíos actuales de la Ciencia & Tecnología, la exagerada politización de cualquier decisión, la burocratización de los procesos y la reproducción de los intereses corporativos (Pellegrini, 2000). Predomina en ellas el instinto de autopreservación, (disfrazado de democratismo) frente al miedo de dar los pasos para los cambios necesarios. Para terminar, resumo las dos ideas principales aquí tratadas. La primera: el hacer investigación constituye un proceso de trabajo complejo que envuelve teoría, método, operacionalización y creatividad. Ese nivel de actuación metódica y universal, al permitir la comparación de procesos y de resultados, transformó a la Ciencia en la forma de conocimiento más legitimada en la sociedad moderna. La segunda: ser investigador es también estar integrado al mundo: no existe conocimiento científico por encima o por fuera de la realidad. Incluso un tema tan árido como el método de investigación, está altamente articulado con el contexto social e histórico. No existe “una metodología” interna que pueda eximir al investigador de los significados actuales, para bien o para mal, del concepto de la Sociedad del Conocimiento. Los grupos y las personas están bajo la mira de un desafío: o experimentan vuelos de águilas o se contentan con el conservadurismo que corroe la energía de las instituciones. 11 Capítulo 1 Introducción al desafío del conocimiento “La última cosa que se encuentra al hacer una obra es lo que se debe colocar en primer lugar” (Pascal, Pensée, frase nº 19, 1978) pues “siendo entonces todas las cosas causadas y causantes, ayudadas y ayudantes, mediata e inmediatamente, y todas relacionándose por un vínculo natural e imperceptible que vincula las más distantes y más diferentes, creo que es tan imposible conocer las partes sin conocer el todo, como conocer el todo, sin conocer particularmente las partes “ (Pascal, B. Pensée, frase nº 73, 1978). Existe dentro de la dialéctica tan bien expresada por Pascal y citada en el epígrafe que introduceel presente trabajo, una propuesta teórico-metodológica para el abordaje cualitativo de las relaciones sociales que informan al campo de la Salud. Aunque poco a poco la problemática se va desdoblando, este estudio se organiza dentro de algunos puntos fundamentales que recorren al conjunto de las cuestiones tratadas, como ser: la naturaleza de lo social; las relaciones entre individuo y sociedad; entre acción, estructura y significados; entre sujeto y objeto; entre hecho y valor; entre realidad e ideología y la posibilidad del conocimiento, visto bajo el prisma de algunas corrientes sociológicas. Al constituirse en un trabajo sobre metodología, es a partir de ese ángulo que la problemática citada toma cuerpo, y se explicita en los diferentes niveles del abordaje de la realidad, abarcando la discusión de los métodos y técnicas de investigación. Focalizándome en la cuestión metodológica, intento introducir algunos ejes de reflexión, explicitando el camino seguido. Toda la problemática aquí abordada tiene como espacio privilegiado de interrogación, la práctica de investigación, a la que me refiero como la actividad fundamental en la producción del conocimiento. En realidad este estudio está atravesado por la problematización de los conceptos usualmente empleados para la construcción del conocimiento y por una teorización sobre la práctica de investigación, entendiéndose que ni la teoría ni la práctica están exentas de intereses, de preconceptos y de incursiones subjetivas. Como advierte Bourdieu (1972), “la teoría de la práctica que aparece como condición de una ciencia rigurosa de las prácticas, no es menos teórica” (Bourdieu, 1972, p. 157). El privilegio presente en toda actividad teórica, supone un corte epistemológico y un corte social y ambos gobiernan sutilmente esa realidad (Bourdieu, 1972), por lo tanto, cualquier investigador debe cuestionar los supuestos inherentes a su cualidad de observador externo que importa hacia el objeto, los principios de su relación con la realidad, incluyendo sus propias relevancias. Dentro de ese espíritu, intento trabajar el concepto de Metodología, huyendo, por un lado, de aquellos abordajes solamente teóricos que no llegan a enfrentar la práctica de la investigación; 12 por otro lado, de aquellas concepciones que consideran la labor de la investigación como una tecnología neutra, imparcial, a ser dominada y adaptada indistinta e independientemente por los supuestos teóricos que la sustentan. El objeto principal de discusión son las Metodologías de Investigación Cualitativa, entendidas como aquellas capaces de incorporar la cuestión del SIGNIFICADO y de la INTENCIONALIDAD como inherentes a los actos, a las relaciones, y a las estructuras sociales, siendo estas últimas consideradas, tanto en su advenimiento como en su transformación, como construcciones humanas significativas. La introducción de esa definición incorpora consecuencias teóricas y prácticas en el abordaje de lo social. La primera de ellas es una interrogación sobre la posibilidad de considerar científico o no un trabajo de investigación que, al tener en cuenta los niveles más profundos de las relaciones sociales, no puede operacionalizarlos en números y variables, criterios usualmente aceptados para emitir un juicio de verdad en el campo intelectual. No obstante, esa cuestión remite a las propias entrañas del positivismo sociológico que tan solo reconoce como ciencia la actividad “objetiva”, capaz de trazar las leyes y las regularidades que rigen los fenómenos, menospreciando los aspectos llamados “subjetivos”, imposibles de ser sintetizados en datos estadísticos. Sin embargo, el propio positivismo intenta trabajar la “cualidad de lo social“. Sea buscando sustantivarlo en variables. Sea a través del estructural-funcionalismo, focalizando los productos de la interacción social como componentes funcionales de la realidad. Sea tratándolos como entidades pasibles de estudio, independientemente de estar constituida por individuos. De este modo, el aporte que realizo en este libro se vincula a la investigación cualitativa que apunta a comprender la lógica interna de los grupos, las instituciones y los actores en cuanto a: (a) valores culturales y representaciones sobre su historia y temas específicos; (b) relaciones entre individuos, instituciones y movimientos sociales; (c) procesos históricos, sociales y de implementación de políticas públicas y sociales. Con relación a la historia, el sentido y la pertinencia del proceso social denominado “investigación cualitativa”, debo señalar que las diferentes teorías que lo sustentan, abarcan aspectos particulares y relegan otros, revelando la inevitable yuxtaposición entre conocimiento e intereses, entre condiciones históricas y avances de las ciencias, entre identidad del investigador y su objeto y entre la necesidad indiscutible de la crítica interna y externa en la objetivación del saber. La propia expresión “Metodologías Cualitativas” consagra una imprecisión, una dificultad histórica de las teorías para posicionarse frente a la especificidad de lo social. Esto supone una afirmación de la cualidad contra la cantidad, reflejando una lucha teórica entre el positivismo y las corrientes comprensivistas con relación a las formas de valorización de los significados. Cuando se entiende la interdependencia y la inseparabilidad entre los aspectos cuantificables y la vivencia significativa de la realidad objetiva en el cotidiano, se concluye que la referida denominación es redundante e incluso parcial. La noción de “Metodología de la Investigación Social”, a no ser por las connotaciones históricas de construcción del concepto, debería ser suficiente para calificar el 13 campo de abordaje de las relaciones sociales en todos los aspectos históricos, estructurales y simbólicos. En oposición al Positivismo, es la Sociología Comprensiva quien responde a las preguntas sobre valores, representaciones, creencias y relaciones. Como el propio nombre lo indica, considera como tarea de las Ciencias Sociales, la comprensión de la realidad humana vivida socialmente y de forma diferente del universo de las ciencias naturales. En sus múltiples manifestaciones como la Fenomenología, la Etnometodología, el Interaccionismo Simbólico, el SIGNIFICADO es el concepto central del análisis sociológico. En una oposición frontal al positivismo, la sociología comprensiva propone la subjetividad como fundante de sentido y la defiende como constitutiva de lo social e inherente al entendimiento objetivo. Esa corriente de pensamiento no se preocupa por los procesos de cuantificación, sino de explicar los meandros de las relaciones sociales, consideradas como la esencia y el resultado de la actividad humana creadora, afectiva y racional. El universo de las investigaciones cualitativas es el cotidiano y las experiencias del sentido común, interpretadas y reinterpretadas por los sujetos que las vivencian. Sin embargo, la aplicación de las teorías comprensivas presenta problemas cuando se realizan análisis atomizados de la realidad y de los grupos sociales, como si esos fenómenos constituyeran totalidades reducidas en sí mismas. En esos casos, los estudios cualitativos se ausentan de contextualizaciones referentes a problemas históricos, culturales y estructurales que siempre envuelven los eventos tópicos. Esa focalización de los hechos, cercándolos como si fuese posible analizarlos en sí mismos, es reduccionista pues desconoce que siempre existe una base material para el universo simbólico. Al proponer realizar una síntesis sobre la cuestión cualitativa, intentando superar al positivismo y a los abordajes comprensivistas, la dialécticamarxista abarca no solo el sistema de relaciones que construye el modo de conocimiento exterior al sujeto, sino también las representaciones sociales que constituyen la vivencia de las relaciones objetivas por los actores sociales que le atribuyen significados (Goldmann, 1967). Frente a los abordajes que disocian cantidad y cualidad, la dialéctica asume que la cualidad de los hechos y de las relaciones sociales es su propiedad inherente, y que cantidad y cualidad son inseparables e interdependientes. La dialéctica, desde el punto de vista filosófico, ensaya la disolución de las dicotomías tales como cuantitativo/cualitativo, macro/micro, interioridad/exterioridad, con que se debaten las diversas corrientes sociológicas. Asimismo, considera a los significados, como parte integrante de la totalidad, debiendo ser comprendidos e interpretados tanto a nivel de las representaciones sociales como de las determinaciones esenciales. Bajo ese enfoque, no se entiende la acción humana de forma independiente al significado que le es atribuido por el autor, como tampoco se identifica esa acción con la interpretación que el actor social le atribuye. Por lo tanto, con relación al abordaje cualitativo, el método dialéctico, como dice Sartre (1978), “se rehúsa a reducir. Él supera conservando” (Sartre, 1978, p. 177). Por eso, demuestra su superioridad precisamente por 14 la capacidad de incorporar las “verdades parciales” de las otras corrientes, criticando y negando sus limitaciones. Eso ocurre cuando un buen análisis considera que existe una relación inseparable entre el mundo natural y el social; entre pensamiento y base material; entre objeto y sus cuestionamientos; entre la acción del ser humano en cuanto sujeto histórico y las determinaciones que la condicionan. Los principios de especificidad histórica y de totalidad le confieren potencialidad, para, desde el punto de vista metodológico, aprehender y analizar los acontecimientos, las relaciones y las etapas de un proceso como parte de un todo. Los criterios de complejidad y de diferenciación le permiten trabajar el carácter de antagonismo, de conflicto y de colaboración entre los grupos sociales y al interior de cada uno de ellos, y pensar sus relaciones como múltiples desde sus propios ángulos, intercondicionadas en sus movimientos y desarrollo interior, interactuando con otros fenómenos o grupos de fenómenos. El abordaje dialéctico, sin embargo, está poco desarrollado para el análisis de la realidad empírica, teniendo en cuenta que, al ser divulgado por el marxismo, terminó siendo acaparado por su corriente más positivista y mecanicista (Anderson,1987). Esto lleva a que los estudios sustantivos realizados a partir de esa perspectiva, sean un desafío que enfrenta el investigador, pues le exige la superación de los instrumentos de investigación usualmente empleados por las corrientes comprensivistas o funcionalistas, y la inclusión de los SIGNIFICADOS en la totalidad histórico-estructural. En los últimos años, felizmente, muchas investigaciones vienen apostando a la denominada perspectiva hermenéutica-dialéctica, en la línea de Habermas (1987) y de Gadamer (1999), contribuyendo a que se contextualicen de forma crítica la historia y el lenguaje de los problemas de salud y de las prácticas sociales del área. En esta nueva edición de este libro introduzco una discusión de los modelos complejos de investigación, cuya corriente reflexiva proviene de los abordajes sistémicos. Las primeras elaboraciones del pensamiento sistémico se deben al biólogo Ludwig von Bertalanffy, quien en 1973 publicó un libro de gran repercusión titulado Teoría General de los Sistemas. En esa obra Bertalanffy (1973), señaló la necesidad de crear categorías teóricas rigurosas que pudiesen responder a las cuestiones referentes al amplio espectro de los seres vivos que van desde la biología a la sociología. Este autor identificó la interacción como punto neurálgico para todos los campos científicos. Observó que hay un enorme orden jerárquico de entidades en la organización de los seres vivos y que se superponen en muchos niveles, que van desde los sistemas físicos y químicos a los biológicos, sociológicos y políticos, posibilitando “uniformidades estructurales de los diferentes sistemas de la realidad” (Bertalanffy, 1973, p. 124). Desde el punto de vista operacional, el pensamiento sistémico, tal como se presenta en las ciencias sociales actualmente, puede ser considerado una forma de ver la realidad y de articularla. No propone técnicas de investigación, sino que exige una mirada y un abordaje diferente: ilumina a aquel punto ciego de la visión unidimensional, logrando que visualice las interacciones; invierte la mente compartimentalizada, buscando que las diferencias y las oposiciones se comuniquen; y modifica la antigua práctica positivista que sólo valoriza regularidades y normas. Por el contrario, 15 muestra las cosas que permanecen y resalta “qué” cambia y “cómo” las cosas se transforman, auto-organizándose. Esa visión se va incorporando al campo de la investigación en salud y es también objeto de investigación y de indagaciones en las Ciencias Sociales (Wallerstein, 1999) coincidiendo con el pensamiento de Pascal (1978 ) citado al inicio de este texto. La discusión crítica del concepto de “Metodologías Cualitativas” me llevó también a incorporar una rápida reflexión sobre triangulación de métodos, cada vez más necesaria y adecuada para los estudios y las evaluaciones en el área de la salud. No me propongo pensar esas modalidades de producir investigación como crítica ideológica a los abordajes cuantitativos sino dentro de una línea de complementariedad (Minayo, 2005). No argumento un eclecticismo sin sentido ni estoy haciendo una concesión al positivismo, pues la filosofía de esta aproximación es el reconocimiento de la no completitud tanto de las disciplinas como de los métodos (Minayo & Sanchez, 1993; Minayo & Cruz Neto, 1999; Minayo et al., 2003; Minayo & Minayo-Gómez, 2003; Samaja, 1993). Finalmente, al traer el debate de lo “cualitativo” hacia el campo de la Salud, considero que es necesario impregnarlo de las discusiones y críticas actuales de las Ciencias Sociales. Por eso, tanto en lo que concierne a la problemática teórica, como a la metodológica, todas las reflexiones de este libro están bajo la influencia de la historicidad y sometidas a las vicisitudes, avances, retrocesos, interrogaciones y perspectivas de la totalidad social en su dinamismo. Eso se justifica en el hecho de que las ciencias de la salud no se instituyeron como una disciplina (sino, como una variedad de estas) ni como un campo separado de las otras instancias de interpretación de la realidad. Sin embargo, por tratarse de un híbrido biológico-social (Latour, 2000) las inflexiones de las ciencias de la salud también necesitan (aunque no me haya sentido competente para hacerlo) incorporar los avances de la biología, de la física y de otras disciplinas, asociándolas a las cuestiones socio-económicas, políticas e ideológicas. Por lo tanto, en el campo de la salud se vivencia la complejidad de los objetos de estudio pues la abarcativa área biomédica no puede prescindir de la problemática social, dado que el cuerpo humano está atravesado por las determinaciones de las condiciones, situaciones y estilos de vida. Más allá de que existan dificultades epistemológicas y prácticas de aproximación, el desafío de tratar el objeto salud/enfermedad es vencer dicotomías analíticas, moviéndose en el terreno de las interrelaciones e interconexiones. El saber teórico y práctico sobre salud y enfermedad forma parte de un universo dinámico repleto de historia y de interrelacionesmediadas por institucionalizaciones, organizaciones, lógicas de prestación de servicios y participación de los ciudadanos. Dentro de ese carácter peculiar, abarcativo, de las ciencias que componen el campo de la salud, las teorías sobre investigación cualitativa y sobre métodos y técnicas pertinentes al tema, se articulan en un todo mayor, salvando diferencias y contribuyendo a un mayor entendimiento de los problemas prácticos involucrados. Pero es necesario decir que esas teorías son fundamentales 16 para esa área, donde la realidad de los hechos está entera e intensamente influenciada por el campo simbólico y afectivo. Las dificultades teóricas del campo de la salud, pueden ser ejemplificadas por las limitaciones de los conceptos como “Salud Pública” o “Salud Colectiva“. El primero consagra una dimensión histórica de intervención del Estado en el área social, de forma más amplia y compleja que la definida por las directrices sanitarias oficiales. El segundo término también es ambiguo e inespecífico. Donnangelo (1983) y Merhy (1985) detectan la impresión del adjetivo colectivo para conceptualizar el campo de la salud, dada la amplia connotación que implica y por la relación de exterioridad que establece frente al objeto. Esa ambigüedad está muy presente en Teixeira (1985) cuando la autora considera “Salud Colectiva” como un concepto operacional para analizar cuerpos sociales, reduciendo las dimensiones teóricas e históricas de esta noción bastante imprecisa, a una herramienta de investigación. Intento en este libro, ampliar la comprensión del concepto sociológico de salud para que abarque la totalidad de las relaciones sociales y de los aportes emocionales que contiene y se expresan en lo cultural, al recordar con Boltanski (1979) que: “Los determinismos sociales no informan jamás al cuerpo de manera inmediata, a través de una acción que se ejercería directamente sobre el orden biológico, sin la mediación de lo cultural que los reinterpreta y los transforma en reglas, en obligaciones, en prohibiciones, en rechazos o deseos, en gustos y aversiones” (Boltanski, 1979, p. 119). Tal como es pensado en este trabajo, el concepto sociológico de salud retiene al mismo tiempo sus dimensiones estructurales y políticas, y contiene los aspectos histórico-culturales y simbólicos de su realización. En primer lugar, como cuestión humana y existencial, salud es un bien complejo, compartido indistintamente por todos los segmentos y diversidades sociales. Esto implica que, para todos los grupos, aunque de forma específica y peculiar, salud y enfermedad expresan, ahora y siempre, en el cuerpo o en la mente, particularidades biológicas, sociales y ambientales vividas subjetivamente, en la totalidad existencial peculiar del individuo o de los grupos. Las formas como cada persona y la sociedad donde ella está inserta, experimentan esos fenómenos, cristalizan y simbolizan las maneras de lidiar con su miedo a la muerte y de exorcizar sus fantasmas. En segundo lugar, como cualquier tema abarcativo de lo cultural, el concepto de salud será analizado aquí, dentro de una sociología que en primer lugar es histórica y diferencia clase, segmentos, género y franjas etarias, dado que las condiciones de vida y de trabajo califican de forma diferenciada la manera por la cual las clases, las etnias, los géneros y sus segmentos piensan, sienten y actúan respecto de ella. De esta forma, las modalidades de análisis cualitativos aquí propuestos, en su aplicación deben: (a) ser contextualizados, permitiendo distinguir las visiones dominantes de otras formas de 17 pensar la realidad (pues las clases y segmentos se encuentran entre sí, en el seno de una sociedad en relación y en aculturación recíproca); (b) deben tener en cuenta el origen y la historicidad de los hechos sociales y de los grupos que están siendo estudiados; (c) deben incluir los espacios formales de la economía y de la política como matrices esenciales de la cultura de la familia, del vecindario, de los grupos etarios, de los grupos de recreación, de los grupos religiosos, pero también percibirlos como influenciados por ese mundo de la vida; (d) deben considerar espacios al mismo tiempo de consensos y de conflictos, contradicciones, subordinación y resistencia, tanto las unidades de trabajo como el barrio, el sindicato como la casa, la consciencia como el sexo, la política como la religión. Introduciendo a la cultura en la definición del concepto de salud, la visión cualitativa demarca un espaciamiento radical: amplía y contiene las articulaciones de la realidad social. Pensada de este modo, la cultura no es tan sólo un lugar subjetivo, ella abarca una objetividad con la densidad que tiene la vida, por donde pasa lo económico, lo político, lo religioso, lo simbólico y lo imaginario. Ella es el locus donde se articulan los conflictos y las concesiones, las tradiciones y lo cambios y donde todo cobra sentido, o sentidos, dado que no hay nada humano sin significado, ni una sola explicación para los fenómenos. En resumen, salud y enfermedad importan no sólo por sus efectos en el cuerpo sino también por sus repercusiones en el imaginario: ambos son reales en sus consecuencias. Por lo tanto, todas las acciones clínicas, técnicas, de tratamiento, de prevención o de planificación deben estar atentas a los valores, actitudes y creencias de las personas a las que se dirige la acción. Es necesario entender que, al ampliar sus bases conceptuales incluyendo lo social y lo subjetivo como elementos constitutivos, las ciencias de la salud no se tornan menos “científicas”, por el contrario, se aproximan con mayor luminosidad a los contornos reales de los fenómenos que abarcan. De cualquier forma, debo subrayar que, el abordaje socio-antropológico de la salud, desde el punto de vista cultural y cualitativo, no constituye una ideología y no instituye una posición unívoca. Históricamente fue atravesado por el debate teórico de las ciencias sociales. El estructural-funcionalismo ha marcado la línea del conocimiento de los grupos étnicos y sociales a partir de la antropología, sobre todo vinculado a la “medicina tropical” y como contribución a las “ciencias de la conducta” (Nunes, 1985; 1999). Su enraizamiento en el campo de la salud, evidencia, entre otras cosas, el hecho de que las propias bases del funcionalismo se reflejan en el modelo biológico como metáfora de la sociedad. De los abordajes cualitativos, la fenomenología es el que ha tenido mayor relevancia en el área de la salud. Los análisis fundamentados en sus supuestos muestran que las concepciones de salud y enfermedad son culturalmente específicas. Por eso ponen en evidencia la arbitrariedad del Estado en la imposición de patrones culturales propios de la biomedicina, que tienen un carácter reproductor de las instituciones médicas y de la dominación corporativa. Las propuestas de la política de atención primaria, de autocuidado, revalorización de la medicina tradicional comunitaria y de ciertos grupos de investigación-acción y de investigación participante en salud, reflejan las 18 influencias fenomenológicas (Nunes, 1985; García, 1983). Las aproximaciones dialécticas que parten del punto de vista de los sujetos sociales y abarcan las relaciones de producción y de poder de las instituciones continúan siendo escasas. En el intento de sumar esfuerzos con los que buscan ampliar el debate teórico y metodológico en el campo de la salud, es que coloco este trabajo dentro de una perspectiva específica de análisis cualitativo. En ningún momento pretendí o pretendo transmitir la idea de un libro acabado o magistral. La revisión emprendida aquí muestra quetodo transcurre, e incluso, si todo lo sólido se desvanece en el aire, tengo muchas más razones para desconfiar de mis pocas certezas. Desde el punto de vista de su organización, este libro se bifurca en un conjunto de partes, cada una de ellas incluye algunos capítulos, focalizando siempre sobre las cuestiones metodológicas. La idea central de la práctica teórica es que toda investigación debería ser realizada dentro de la dinámica de un Ciclo a partir de un proceso de trabajo que finaliza en un producto provisorio y recomienza con las interrogaciones que surgen en el análisis final. Las páginas siguientes explicitan ese esfuerzo, a través de la reflexión y de la crítica de conceptos, y de la propuesta de un camino de pensamiento. En la primera parte, presento los supuestos y especificidades propias del campo metodológico, o sea, los conceptos de Metodología, de Investigación Social, de Investigación Estratégica y de los términos Cualitativo y Cuantitativo. En la segunda parte, analizo las principales corrientes de pensamiento utilizadas en el área de la salud colectiva y presento resumidamente algunos tipos de abordajes cualitativos, actualmente disponibles para el investigador que quiera aproximarse a este tipo de estudio. En la tercera parte, desarrollo todos los elementos necesarios para la realización de la primera etapa del Ciclo de Investigación, la Fase Exploratoria de la Investigación cuya importancia fundamental es superar el empirismo en los abordajes de las cuestiones sociales. Se discuten allí los conceptos básicos de un marco teórico, la problemática de la definición del objeto, la construcción de los instrumentos de abordaje empírico, el muestreo en la investigación cualitativa y la aproximación al campo. En la cuarta parte, abordo el Trabajo de Campo, como una segunda etapa del Ciclo de Investigación, en dos capítulos. En el primero, analizo dos conceptos fundamentales: el status de la palabra y del habla y el tema de las representaciones sociales. En un segundo capítulo, profundizo y problematizo las técnicas de campo: Observación Participante, Entrevista, Grupos Focales y otras. Finalmente, en la quinta parte expongo las modalidades más frecuentes de Tratamiento del Material Cualitativo, o sea, los conceptos de Análisis de Contenido, de Discurso y de Análisis Hermenéutico-Dialéctico. Termino con una propuesta práctica, buscando sintetizar y avanzar sobre las modalidades usuales de abordaje. 19 El Ciclo completo proyecta la investigación como un proceso con etapas y actividades específicas en cada fase, que pueden y deben ser delimitadas en un cronograma. Al mismo tiempo, presento la visión de un movimiento reflexivo permanente de integración de las partes en el todo y viceversa, en un continuo recomienzo y enriquecimiento. El sentimiento de proponer algo que se completa con la relatividad de lo que debe ser aún interrogado y descubierto, forma parte de la utopía que une este trabajo a todos los esfuerzos de aquellos que buscan una “ciencia más científica” en el campo de la salud. En él comparto la idea de que el conocimiento es un proceso infinito que no puede ser concluido en una etapa final, así como no se puede prever el final del proceso histórico, aunque sea posible proyectarlo como políticamente más democrático y ecológicamente saludable. 20 Parte I Conceptos básicos sobre metodología y sobre abordajes cualitativos En la sociedad occidental, la ciencia es la forma hegemónica de construcción del conocimiento, aunque sea considerada por muchos críticos como un nuevo mito de la actualidad a causa de su pretensión de ser el único motor y criterio de verdad. Particularmente no concuerdo con los que absolutizan el sentido y el valor de la ciencia, pues la humanidad siempre, desde que existe el Homo sapiens, creó formas de explicar los fenómenos que rodean la vida y la muerte y el lugar de los individuos en la organización social, así como los mecanismos de poder, de control y de reproducción. Desde tiempos inmemoriales, las religiones, la filosofía, los mitos, la poesía y el arte han sido instrumentos poderosos de conocimiento, develando lógicas profundas del inconsciente colectivo, de la vida cotidiana y del destino humano. ¿Qué posee la ciencia de diferencial en relación a las otras modalidades del saber? Mencionaré dos razones de la hegemonía contemporánea de la ciencia como forma de conocimiento. Una externa, que se aceleró a partir de la modernidad, y se refiere a su poder de dar respuestas técnicas y tecnológicas a los problemas planteados por el desarrollo social y humano; aunque este punto sea discutible, dado que los problemas cruciales como la pobreza, la miseria, el hambre y la violencia continúan desafiando a las civilizaciones sin que la ciencia haya sido capaz de ofrecer respuestas y propuestas efectivas. La razón de orden interno consiste en el hecho de que los cientistas han sido capaces de establecer un lenguaje universal, fundamentado en conceptos, métodos y técnicas para la comprensión del mundo, de las cosas, de los fenómenos, de los procesos, de las relaciones y de las representaciones. Las reglas universales y los patrones rígidos que permitieron un lenguaje común divulgado y conocido en el mundo entero, la actualización y las críticas constantes, hicieron de la ciencia la “creencia” más respetable a partir de la modernidad. La fuerza de la ciencia, que se tornó un factor productivo de elevada potencia en la contemporaneidad, llevó al filósofo Popper (1973) a enfatizar en su análisis, la lógica interna de la Comunidad Científica, utilizando para eso el término “tercer mundo”, una especie de clase o casta, con su economía y lógica propia, aunque permeado por conflictos y contradicciones como cualquier otra creación e institución humana. Lo cierto es que el campo científico tiene sus reglas para conferir el grado de cientificidad a lo que es producido y reproducido dentro y fuera de él. Sus actividades van siempre en dos direcciones: en una, elabora sus teorías, métodos, principios y establece resultados. En otra, inventa, ratifica su camino, abandona ciertas vías y se orienta hacia nuevos rumbos. Al posicionarse en ese “tercer mundo”, los cientistas aceptan las condiciones instituidas y, al mismo tiempo, el carácter de historicidad y provisoriedad peculiar del universo en que decidieron invertir su vida. Al introducir al lector en esta parte del trabajo, pretendo discutir con él aquellos mecanismos internos y normativos que aseguran la cientificidad de las actividades de 21 investigación. Presento algunos conceptos importantes para quien ingresa al universo de la investigación científica, específicamente los del campo semántico de la expresión Metodología de Investigación Social. Discutiré: (1) la especificidad de las ciencias sociales en el universo científico; (2) el concepto de metodología de la investigación; (3) el concepto de investigación social; (4) el concepto de método cualitativo en contraposición al método cuantitativo; (5) las contradicciones y los consensos en la combinación de métodos cuantitativos y cualitativos. Capítulo 2 Metodología de Investigación Social y en Salud Especificidad de las Ciencias Sociales La cientificidad no puede ser reducida a una sola forma de conocer: ella precontiene, por así decirlo, diversas maneras concretas y potenciales de realización. La diferenciación entre métodos específicos de las ciencias sociales y de las ciencias físico-naturales y biológicas se refierea la naturaleza de cada una de las áreas. Se resaltan aquí, algunos puntos resumidos a partir de Demo (1981), que distinguen a las Ciencias Sociales y las tornan peculiares dentro del campo del conocimiento de los seres vivos. El primero de ellos es el hecho incuestionable de que el objeto de las Ciencias Sociales es histórico. Las sociedades humanas existen en un determinado espacio cuya formación social y configuraciones culturales son específicas. Ellas viven el presente marcado por el pasado y proyectado hacia el futuro que trae en sí, dialécticamente, las marcas anteriores, en una re- construcción constante de lo que está dado y de lo nuevo que surge. Toda investigación social necesita registrar la historicidad humana, respetando la especificidad de la cultura que trae en sí y, de forma compleja, los trazos de los acontecimientos de corta, media y larga duración, expresados en sus bienes materiales y simbólicos. Pero las investigaciones sociales contemporáneas necesitan comprender además, la simultaneidad de las diferentes culturas y de los diferentes tiempos en un mismo espacio, como algo real y que enriquece a la humanidad. Esto significa comprender lo global y lo local, conviviendo y siendo, al mismo tiempo, mutables y permanentes. Pues, el ser humano es autor de las instituciones, de las leyes, de las visiones del mundo que, en ritmos diferentes, son todas provisorias, pasajeras, trayendo en sí mismas las semillas de la transformación. Como consecuencia del primer principio, se puede decir que la sociedad y los individuos tienen conciencia histórica. O sea, no es sólo el investigador el que le da sentido a su trabajo intelectual, sino los seres humanos, los grupos y la sociedad dan significado e intencionalidad e interpretan sus acciones y construcciones. Las instituciones y las estructuras no son más que acciones humanas objetivadas. De acuerdo con el desarrollo de las fuerzas productivas y con la 22 organización particular de la sociedad y de su dinámica interna, se crean visiones del mundo, con matices y diferenciaciones relacionadas a las condiciones de vida y a las herencias culturales. Tal conciencia se proyecta en el mundo de la vida, y es de este modo como pasa a ser registrada en los procesos eruditos de construcción del conocimiento. Goldmann (1980) introduce en su análisis de la cultura, los conceptos de conciencia posible y de conciencia real, para separar los diferentes niveles de elaboración ideológica. Esas categorías se basan en el concepto marxista de ideología, según el cual, la sociedad tiende a percibir la dominación de forma invertida. El concepto de “conciencia posible” indicaría que determinados actores sociales superarían los niveles elementales de la ideología, al conseguir comprender mejor y actuar positivamente frente a los procesos de alienación social. Sin embargo, la idea de conciencia histórica contiene en sí además, la tesis de que se debe analizar siempre la contribución de un determinado actor social o colectivo, teniendo en cuenta el tiempo histórico en el que vivió, pues su conocimiento y su práctica se vinculan a los límites de las relaciones sociales de producción concretas. El pensamiento y la conciencia son procesos que, al mismo tiempo, tienen como base la dinámica histórica que a su vez es influenciada por las ideologías. Las ciencias sociales, son también fruto de un tipo de “conciencia posible” y forman parte de los bienes públicos y colectivos creados históricamente, limitados por el desarrollo social. Los investigadores son, dialécticamente, autores y frutos de su tiempo histórico. Las crisis, los conflictos y las contradicciones se reflejan tanto en el desarrollo como en la decadencia de pensadores y de teorías sociales. Las transformaciones socioeconómicas y culturales, a su vez, influyen decisivamente sobre los procesos internos y las condiciones de posibilidades del desarrollo de la ciencia. La tercera característica de las Ciencias Sociales es que ellas trabajan a nivel de la identidad entre el sujeto y el objetivo de la investigación. La investigación en ese área lidia con seres humanos que, por razones culturales, de clase, de edad, de religión o por cualquier otro motivo, tienen un substrato común de identidad con el investigador, tornándolos solidariamente articulados y comprometidos como señala Lévy Strauss: “En una ciencia donde el observador es de la misma naturaleza que el objeto, el observador, él mismo, es parte de su observación” (1975, p. 215). Esto significa, según el pensamiento de autores como Schultz (1982) que la primera construcción interpretativa de las investigaciones sociales es realizada por los propios actores a nivel del sentido común. Por eso, el papel del investigador es comprender esa lógica interpretativa de “primer nivel”, dado que es potente y eficaz para hacer que el mundo de la vida se realice. Otro aspecto distintivo de las Ciencias Sociales es el hecho de que es intrínseca y extrinsecamente ideológica. Nadie hoy osaría negar la evidencia de que toda ciencia, en su construcción y desarrollo, pasa por la subjetividad y por intereses diversos. En los procesos de producción del conocimiento se transmiten intereses y visiones del mundo históricamente construidos. Pero las ciencias físicas y biológicas participan de forma diferente del compromiso social, dado que existe un distanciamiento de naturaleza de lo físico y de lo biológico en relación a 23 su objeto. Aunque, siempre exista un entrecruzamiento relacional entre el investigador y su objeto, en la medida en que, por un lado, el investigador depende de los instrumentos creados anteriormente por otros; y por otro, está limitado por el nivel de desarrollo de esos dispositivos. En la investigación social, por ende, la relación entre el sujeto investigador y el sujeto investigado es crucial. La visión del mundo de ambos está involucrada en todo el proceso de conocimiento, desde la concepción del objeto hasta el resultado del trabajo. El reconocimiento de esa contingencia es una condición sine qua non de la investigación que, una vez comprendida, puede tener como fruto aportes radicales en el proceso de objetivación (Demo, 1981) del conocimiento. O sea, cabe al investigador usar un cuidadoso instrumental teórico y metodológico que lo pormenorice en la aproximación y en la construcción de la realidad, al mismo tiempo que mantiene la crítica no sólo sobre las condiciones de comprensión del objeto como de sus propios procedimientos. Por último, es necesario señalar que el objeto de las Ciencias Sociales es esencialmente cualitativo. La realidad social es el propio dinamismo de la vida individual y colectiva con toda la riqueza de significados que transborda de ella. La posibilidad de enumeración de los hechos, por ejemplo, es una cualidad del individuo y de la sociedad que contiene, en sí, elementos de homogeneidad y de regularidades. Esa misma realidad es más rica que cualquier teoría y que cualquier pensamiento y cualquier discurso político o teórico que intente explicarla. Por lo tanto, trabajar dentro de los marcos de las Ciencias Sociales significa enfrentar el desafío de manejar o crear (o hacer ambas cosas al mismo tiempo) teorías e instrumentos capaces de promover la aproximación a la suntuosidad y a la diversidad que es la vida de los seres humanos en sociedad, aunque de forma incompleta, imperfecta e insatisfactoria. El acervo de esas Ciencias contempla al conjunto de las expresiones humanas constantes en las estructuras, en los procesos, en las relaciones, en los sujetos, en los significados y en las representaciones. Las regularidades de ese conjunto de elementos se expresan en los abordajescuantitativos, al producir la unión de las dimensiones de extensividad y de intensividad inherentes a todos los procesos vinculados a los seres vivos y, principalmente, a los seres humanos. Como señala Kant en su “Matemática Trascendental”, la cantidad es, en sí misma, una cualidad del objeto, así como la cualidad es uno de los elementos de la cantidad. Por ejemplo, cuando se habla de Salud o Enfermedad, se observa que esas dos categorías traen una carga histórica, cultural, política e ideológica que no puede ser abarcada tan sólo por una fórmula numérica o por un dato estadístico, aunque los estudios de orden cuantitativo presenten un cuadro de magnitud y de tendencias que los abordajes históricos y socioantropológicos no informan. Ambos abordajes son importantes y lo ideal en el campo de la investigación en salud es que sean trabajados de manera que se complementen sistemáticamente. Gurvitch (1955) señala que la realidad tiene capas que interactúan y la gran tarea del investigador es comprender y aprender, más allá de lo visible, de lo “morfológico y de lo ecológico”, los otros niveles que se interconectan y transforman lo social en algo tan complejo. 24 En este libro, sin embargo, el objetivo es específico: analizar el carácter cualitativo de las ciencias sociales y de la metodología apropiada para construir teóricamente el significado de Salud y de Enfermedad. El concepto de Metodología Comienzo diciendo que el propio concepto de metodología, foco de la discusión, ya es, en sí, un asunto controvertido. Están quienes lo igualan a métodos y técnicas, como es el caso de la mayor parte de los manuales y textos americanos, producidos para la formación de investigadores. Están aquellos que lo ubican en el campo de la epistemología, separándolo de la operacionalización, como hace la mayoría de los intelectuales franceses que trabajan con teorías de las ciencias. Está aquel que separa teoría y método como hace el cientista americano Thomas Merton (1969) y están los que consideran esos dos términos inseparables, debiendo ser tratados de forma integrada y apropiada cuando se elije un tema, un objeto, o un problema de investigación. Me identifico con este último grupo que tiene en Denzin (1973) uno de sus más brillantes pensadores. Por lo tanto, discutir metodología es entrar en un fuerte debate de ideas, de opciones y de prácticas. Durante los últimos 20 años vengo intentando contribuir a la superación de las posturas, muy frecuentes, que tratan por separado las cuestiones epistemológicas y los instrumentos operacionales, dado que considero el concepto de Metodología de forma abarcativa y concomitante: (a) como la discusión epistemológica sobre el “camino del pensamiento” que el tema o el objeto de investigación requiere; (b) como la presentación adecuada y justificada de los métodos, de las técnicas y de los instrumentos operativos que deben ser utilizados en la búsqueda relativa a los interrogantes de la investigación; (c) y como lo que denominé “creatividad del investigador”, o sea, su marca personal y específica en la forma de articular teoría, métodos, hallazgos experimentales, observacionales o de cualquier otro tipo específico de respuesta a los interrogantes científicos. La metodología ocupa un lugar central al interior de la sociología del conocimiento, dado que es una parte intrínseca de la visión social del mundo, vehiculada a través de la teoría. Frente a la dialéctica, por ejemplo, el método es el propio proceso de desarrollo de las cosas. Lenin señala que el método no es la forma exterior, es el alma misma del contenido porque él produce la relación entre pensamiento y existencia y viceversa (1965, p.148). La metodología constituye el “camino del pensamiento”, según Habermas (1987), y constituye una “práctica teórica pensada”, en la expresión de Bourdieu en Ésquisse d’une Théorie de la Pratique (1972). Esto quiere decir, en otras palabras, que es diferente pensar la metodología de una investigación de inspiración funcionalista, o marxista, o fenomenológica o que utilice el abordaje sistémico. A su vez, es 25 diferente pensar el diseño y la metodología de una investigación unidisciplinaria o la que tiene carácter interdisciplinario y se fundamenta en la filosofía de la complejidad. En este estudio, por lo tanto, teoría y metodología caminan juntas y vinculadas. A su vez, el conjunto de técnicas que constituye el instrumental necesario para la aplicación de la teoría aquí es tratado como elemento fundamental para la coherencia metódica y sistemática de la investigación. Evito tanto el endiosamiento teórico como la reificación de la realidad empírica, porque en el primer caso existe un menosprecio por la dinámica de los hechos; y en el segundo, se concretiza una reducción de la verdad a la dimensión de los acontecimientos localizados. La excesiva teorización y la improvisación de instrumentos para abordar la realidad, provenientes de una perspectiva poco heurística, producen divagaciones abstractas, impresionistas y poco precisas en relación al objeto de estudio. Si teoría, método y técnicas son indispensables para la investigación social, la capacidad creadora y la experiencia del investigador también juegan un papel importante. Ellas pueden relativizar el instrumental técnico y superarlo por el arte. Lo que se denomina “creatividad del investigador” es algo difícil de definir, dado que esta expresión se refiere al campo de la historia personal y de la experiencia subjetiva. Este término es aquí usado en el mismo sentido en que Wright Mills (1952; 1974) y Denzin (1973) denominan “imaginación” y otros autores hablan de “intuición”. Esa “creatividad del investigador” corresponde a su experiencia reflexiva, a su capacidad personal de análisis y de síntesis teórica, a su memoria intelectual, a su nivel de compromiso con el objeto, a su capacidad de exposición lógica y a sus intereses. Haciendo coro con un gran número de estudiosos (Weber, 1965; Gadamer, 1999; Habermas, 1987; Myrdal, 1969; Granger, 1967; Gurvitch, 1955; Denzin, 1973; entre otros), entiendo que no se puede creer en una ciencia neutra, pues, todo el proceso de construcción teórica es, al mismo tiempo, una dialéctica de subjetivación y de objetivación. De este modo, lo que aquí considero “creatividad del investigador” diferencia los resultados de las investigaciones, lo que puede ser constatado cuando varios trabajan con los mismos objetos y los mismos interrogantes. La reflexión sobre metodología como sistemática de abordaje de la realidad, es asunto para investigadores comunes que se ejercitan en sus respectivos campos de conocimiento. Los genios no necesitan de esos dispositivos, pues atraviesan parámetros establecidos y proyectan, en pocas líneas, nuevos insights, modificando paradigmas en sus campos científicos (Kuhn, 1962). El concepto de Investigación Social Entrar en el campo de la Investigación Social es penetrar en un mundo polémico donde hay cuestiones no resueltas y donde el debate ha sido perenne y no conclusivo. El tema más problemático es el de su propia cientificidad que debe ser pensado como una idea reguladora de alta abstracción y no como sinónimo de modelos y normas a ser seguidos. Entiendo que debe 26 existir una unidad en el mundo de la ciencia cuando se dice que cualquier producción científica sólo puede ser reconocida cuando contiene teoría, métodos y técnicas de abordaje. Y todo discurso teórico debe contener conceptos, categorías, tesis e hipótesis o supuestos. Esos son elementos indispensables y universales de autorregulación del proceso de conocimiento. Pero también entiendo que la unidad científicadebe ser tratada de forma compleja, incluyendo la diversidad de áreas del conocimiento, al interior de las cuales todo el esqueleto teórica general se transforma en especificidad y adaptación. En ese sentido, la labor científica camina siempre en dos direcciones: en una, elabora marcos teórico-metodológicos e instrumentales operativos para conseguir resultados; en otra, inventa, ratifica caminos, abandona ciertas vías, produce nuevos interrogantes y se orienta hacia otras direcciones. Al hacer esos recorridos, los investigadores aceptan los criterios de historicidad, de colaboración y de la única certeza posible: que cualquier conocimiento es aproximado, es construido. La historia de la ciencia no revela un a priori, sino lo que fue producido en un determinado momento histórico con toda la relatividad que el dinamismo del proceso social requiere. Defino Investigación como la actividad básica de las Ciencias en su indagación y construcción de la realidad. Es la investigación que alimenta la actividad de enseñanza. Investigar constituye una actitud y una práctica teórica de constante búsqueda y, por eso, tiene la característica del acabado provisorio y de lo inacabado permanente. Es una actividad de aproximación sucesiva de la realidad que nunca se agota, haciendo una combinación particular entre teoría y datos, pensamiento y acción. Comprendo como Investigación Social los diversos tipos de investigación que tratan del ser humano en sociedad, de sus relaciones e instituciones, de su historia y de su producción simbólica. Como cualquier fenómeno humano, las investigaciones sociales están relacionadas a los intereses y circunstancias socialmente concatenadas. Las investigaciones nacen de determinado tipo de inserción en lo real, encontrando allí sus razones y objetivos. Como práctica intelectual, el acto de investigar refleja también dificultades y problemas propios de las Ciencias Sociales, sobre todo su intrínseca relación con la dinámica histórica. Conceptúo la Investigación social en salud como todas las investigaciones que tratan del fenómeno salud/enfermedad, de su representación por los diversos actores que actúan en campo: las instituciones políticas y de servicios y los profesionales y usuarios. Analizando el concepto de investigación desde el punto de vista antropológico, se puede decir que siempre existió la preocupación del Homo sapiens por el conocimiento de la realidad. Las tribus primitivas, a través de los mitos, ya intentaban explicar los fenómenos que rodean la vida y la muerte, el lugar de los individuos en la organización social con sus mecanismos de poder, control, convivencia y reproducción del conjunto de la existencia social. Dentro de las dimensiones de espacio y tiempo, la religión ha sido uno de los relevantes fenómenos explicativos de los interrogantes de los seres humanos sobre los significados de la existencia individual y grupal. 27 Hoy todas las modalidades del conocimiento conviven concomitantemente, buscando soluciones para los dramas humanos y para el avance de la humanidad. Una de ellas es hegemónica: la Ciencia. Las Ciencias en la era moderna consiguieron constituirse como esquemas de explicaciones dominantes. En esta etapa del desarrollo del capitalismo pos-industrial, se transformaron en la fuerza productiva más importante de la historia. Sin embargo, no por eso su estructura explicativa es exclusiva y conclusiva. Los problemas actuales de los seres humanos y de la organización social plantean cuestiones cruciales como el hambre, la migración, la violencia, para las cuales la ciencia, incluso la social, continúa sin respuesta y sin formulaciones. Desde el punto de vista histórico, la Investigación Social viene cargada de énfasis e intereses más amplios que su campo específico. Algunos autores, como Schrader (1987) hacen una revisión de esa práctica académica a través del tiempo, mostrando que nació de grupos contestatarios de las desigualdades producidas por la sociedad industrial. Su desarrollo exponencial se dio en la segunda mitad del siglo XX y muchos investigadores renombrados como Lazarsfeld, Jahoda y Gunnar Myrdal iniciaron sus carreras de investigadores en la búsqueda de una solución a los problemas sociales causados por la Segunda Guerra Mundial. En Estados Unidos, por ejemplo, nació en los periódicos de crítica social, según el autor (Schrader, 1987). Pero no existe una única historia de la investigación social. En Inglaterra, por ejemplo, los antropólogos avanzaron mucho en la comprensión de sociedades primitivas, realizando investigaciones de interés para los colonizadores. Sin embargo, las investigaciones antropológicas plantearon cuestiones que contrariaban los intereses de la metrópolis y de sus financiadores, sacando a luz temas como el relativismo cultural, el pensamiento lógico de los primitivos y la autosuficiencia de su organización social. A partir de la Segunda Guerra Mundial, con la ampliación del poder de Estados Unidos y bajo el signo de la industrialización, del crecimiento económico y poblacional, hubo un gran avance de la investigación social volcada hacia la planificación estratégica y la producción de intervenciones en la organización de los medios generales de producción y de reproducción y, sobre todo, en la evaluación de las inversiones públicas y privadas volcadas al desarrollo. Particularmente se invirtió mucho en el dimensionamiento de los llamados problemas sociales referentes a la pobreza, a la salud, a la educación y a las políticas de bienestar. El término Investigación en Políticas Sociales pasó a significar un campo científico con implicancias inmediatas desde el punto de vista del control del Estado. La proliferación de centros de investigaciones sociales, tanto en los países industrializados como en los subdesarrollados, llegó junto al interés del poder público de conocer, regular y controlar la sociedad civil o de articularse con ella para solucionar los males sociales siempre presentes en el capitalismo y profundizados en el actual período de pos-industrialización. Desde el punto de vista teórico y formal, existe una clasificación tradicional que divide la Investigación en “pura” y “aplicada”. El investigador inglés, Bulmer (1978), cuestiona el reduccionismo de esa clasificación. Comenta que “pura o básica” y “aplicada” hacen referencia a 28 una falsa división del conocimiento, dado que las investigaciones teóricas pueden tener y tienen importantes consecuencias prácticas; y las investigaciones aplicadas suelen tener implicancias y contribuciones teóricas. Esa dicotomía se basa en el modelo de tecnología en el cual el cliente que paga explicita lo que quiere. Tal exigencia se torna inadecuada para las ciencias sociales. Bulmer (1978) propone una clasificación alternativa de Investigación Social, substituyendo la división tradicional. Las cinco modalidades, referidas a continuación, constituyen, según el autor, “tipos” dentro de un continuum, con el mérito de dar visibilidad y legitimidad a diferentes formas de abordar la realidad: 1. Investigación básica: se preocupa por el avance del conocimiento a través de la construcción de teorías y test de las mismas o también por la satisfacción de la curiosidad científica. No tiene un objetivo práctico en su proyecto inicial, aunque los descubrimientos provenientes de los datos generados puedan influenciar y subsidiar tanto políticas públicas, nuevos descubrimientos, inversiones, decisiones de los hombres y mujeres de negocios como avances en la conciencia social. 2. Investigación estratégica: se basa en las teorías de las ciencias sociales, pero se orienta a los problemas concretos, focales, que