Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Campesindios Aproximaciones aios campesinos de un continente colonizado Armando Bartra Verges Campesindios Aproximaciones aios campesinos de un continente colonizado Armando Barfra Verges ~~ . edkiones.. L 1 I 2011 • Ediciones La Tierra busca rescatar. Ia obra de pen- '?.,.= sadores con reconocida trayectona en Ia :ulturla e . , orno acompanar a oshistoria ecuatonanas, asi c ., ' iales que buscan Ia transforrnaciónprocesos SOCl . . 1 I I de nuestra i~usta realidad. Tiene como ~rmclpa • • bietivo publicar Ia obra de autores nacl~na1es y . o J de nuestra rea1idad y de Ia reahdad la- extranjeros sobre temas ib fianzar los valores naciona-. . ana que contri uyan a a . tmoamenc. ., d tra identidad como ecuatonanos yles y a Ia afirmación e nues a 1 latinoamericanos. . . . I en líneas de trabajo con 10s acto- Nuestras proyecclO~es me uy os mismos instantes, 10snuevos res socia1es que d,efinen, e~f~~~ación y un apoyo editorial a Ia rumbos de un paIS en trans m romiso se orienta a difusión de sus propuestas. Nuestro co p Ia juventud y a Ia promoción de Ia lectura. Campesindios: . de un continente colonizadoaproximaciones aios campesmos © Armando Barira Verges bli . , dei Instituto para el Desarrollo Rural deEsta es una pu lcaclOn. . d ,. (IPDRS) www sudarnencarural.orgSu arnenca . Bolivia, agosto de 2010 di " en Ecuador Ediciones La Tierra, 2011© Para esta e icion , La Isla N27-96 y Cuba TIf. (593 2)256 6036 ediciones_latierra@yahoo.com edicioneslatierra@andinanet.net ISBN 978-9978-320-69-3 Coordinación Editorial: Margarit~ An~~ade R. Diseüo de cubierta: María Eugema MeJIa Serie Semillas, estudios agrarios . " itida . I d IntermonjOxfam. Edición perrm Propiedad intelectua e . I '0' n en Ecuador. Prohibida su I t editores para circu aci d por e au or y , sin autorización expresa ereproducción o venta en otros palses los editores. Impreso en el Ecuador por Ediciones La Tierra 08.07.2011 Introducción Francisco Hidalgo SIPAE / Colectivo Agrario im . un gran desafío, los países andinos y meso- o ~ que pese aI avance implacable de Ia urbani- a expansión agroindustrial y de sus tentácu- los, Ias ,nopólicas cadenas de agroquímicos, todavía una importante base de nuestra población, entre Ia cuarta parte y tercera parte del total, vive en el campo, en Ias zonas rurales, aquí Ia mayoría son campesinos, indíge- nas, montubios, afrodescendientes, en gran medida mu- jeres, todos ellos sustento real de nuestra plurinacionali- dad e interculturalidad. La paradoja es que Ia dinámica, Ia racionalidad inter- na, del proyecto mOdemizador, que tiene como columna vertebral al agronegocio, estrategia del "Código de Ia Producción", el auténtico pIan de desarrollo actual, con- duce a procesos de descampesinización, desruralización, amenanzando con incrementar pobreza, desnutrición, y sobretodo Ia explotación en el campo. lCómo responder a esa avalancha, cuya insignia lleva el nombre de progreso?, uno de 10smejores intelectuales que ha reflexionado sobre esta paradoja es, sin lugar a dudas, Armando Bartra (1941) que desde México viene apoyando varias de Ias luchas latinoamericanas, tanto en institutos académicos como Ia UAM-Xochimilco, o Ia, I 5 Universidad Ciudad de México, como aios movimien- tos sociales campesinos, y desde el periodismo, cada mes, en "La Jornada del Campo". La publicación en Ecuador de una de sus obras más recientes Campesindios: aproximaciones a Ias campesi- nos de un continente colonizado es un importante aparte, desde una visión crítica, aguda, inteligente, contempo- ránea. Aquí Armando Bartra nos plantea otro desafio, no solo teórico, sino -también político: "ser campesino en tierra de indios", y désde allí tener pistas para nosotros construir propuestas, reconociendo y defendiendo esta dualidad, respecto de los grandes temas de Ia región y el mundo: soberanía alimentaria, cambio climático, acapa- ramiento de tierras y ese horizonte que nos plantean los propios pueblos y nacionalidades originarios: el Sumak Kawsay-Buen Vivir. Finalmente, dejar registrada Ia cooperación cercana que tuvo Armando Bartra junto a Bolívar Echeverría, entre otros espacios, en Ia célebre revista Cuadernos Po- líticos, pubIicada en México, por ediciones ERA, a fines de Ios ochenta. Quito, julio 2001 iQué piensan Ias campesinos respecto alfuturo? (. ..) Una clase de supervivientes no puede permitirse ellujo de creer en una meta en Ia cualla seguridad o el bienestar están asegurados. EI único futuro es Ia supervivencia; y este es ya un gran futuro. John Berger Puerca tierra ./ I 1 923, pocos días antes de que Ias tropas gol- stas fi servicio de Ia oligarquía 10 fusilaran, el gober- nador de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto, sintetiza en un artículo periodístico, que resultó póstumo, el significado del socialismo indígena que se cocina en el Estado: Yucatán es maya. Fuimos físicamente conquistados, ( ... ) pero nuestra vida cultural persistió ( ... ), nuestro Ien- guaje (... ), nuestras costumbres ( ... ), nuestra religión bajo un nuevo nombre (... ), también nuestras relaciones socia- les que han seguido reaIizándose a pesar de Ia negación ( ... ). Todo Yucatán estaba en manos de 200 propietarios. El indio fue arraigado como un árboI y era vendido con Ia tierra que cuItivaba. EI lugar dei indio maya en Ia comu- nidad como ciudadano libre, autosuficiente y seguro de sí mismo, determinará Ia medida en que los sacrificios y Ia amargura de Ia revolución tendrán que ser justificados. Lo dernás-es asunto sin importancia (Paoli: 217, 218). En una entrevista realizada en 2007, el vicepresiden- te de Bolivia, Álvaro García Linera, resume en breves frases 10 que representa Ia revolución en curso en su país: La virtud de los afíos 2000-2005 es que 10 nacional popular indígena logró articular el debate público (... ) En- I 9 Thais Realce tre 2000 y 2005 10 indígena-campesino 10 cambió todo, 10 direccionó todo (... ). Esta es Ia revolución simbólica más importante que haya ocurrido desde los tiempos de Túpak Katari o desde Zárate Willka. Es una revuelta simbólica en Ias mentes y en Ias percepciones de Ias personas (... ). Evo significa el quiebre de un imaginario y un horizonte de po- sibilidades restringido a Ia subaltemidad de los indígenas (Svampa: 147, 160)... Entre uno y otro planteamiento trascurren más de 80 anos. Pero Ia idea fuerza es Ia misma: en Ias sociedades mesoamericanas y andinas acabar con Ia minusvalía in- dígena sustentada en el colonialismo interno es primer punto en el orden dei día de Ia emancipación. Y uno de los mayores contingentes libertarios es el que conforman Ias mujeres y los hombres de Ia tierra, un actor que tie- ne su base socioeconómica en Ia comunidad agraria y su raíz en Ios pueblos originarios deI continente. En el presente ensayo abordo algunos problemas conceptuales que me suscita el trajín de los campesindios, este terco y aferrado protagonista de nuestra historia. Aún hay clases EI enconado debate sobre Ia pertinencia de conceptos como clase, movimiento, sujeto, actor, se dio en medio de una crisis de paradigmas: desde mediados del pasado siglo Ias magnas narrativas y 10sprotagonismos históri- cos de gran calado eran paulatinamente desertados por no dar razón dei mundo realmente existente. En Ia izquier- da naufragó, entre otros, el dogma de que cursábamos Ia transición global del capitalismo al socialismo y que el proletariado era Ia clase anfitriona dei nuevo ordeno Pero el descrédito de estas visiones de futuro es parte de un debacle todavía mayor: Ia dei determinismo his- 10 tórico u~ilineal y providencialista. Vn mito ideológico compartIdo por los creyentes dei telos del Progreso, tan- to en. versión capitalista: un reino futuro de opulencia con hbertad individual, como en versión socialista: un reinofuturo de opulencia con equidad social. Y cuando Ias pros~ectivas fatales, los futuros prepagados, Ias ela- ses elegidas y los cheques posdatados a cuenta de bien- estar se desacreditan, caen en desgracia también los his- trionismos estelares y los grandes discursos históricos ahora calificados de vaguedades, abstracciones ideológi~ cas, conceptos vacuos, disquisiciones metafísicas. Valgan dos autores emblemáticos: Cornelius Casto- riadis y Alain Touraine, para documentar el talante de lo~ pensad~res sociales de izquierda que en Ia segunda mitad del siglo XX se desmarcan deI fatalismo histórico y su parafernalia ideológica, para emprender Ia cons- trucción de nuevos conceptos. Escribe Castoriadis: Hay en Ia modernidad Ia tendencia nefasta (... ) del pensamiento a buscar fundam~ntos absolutos, certidumbres absolutas, proyectos exhaushvos (... ). Así, Ia Historia es Razón Ia Razón "se realiza" en Ia historia humana (... ). EI res~ltado final es que el capitalismo, elliberalismo y el movimiento revolu- ciona~o cIásico comparten el imaginario deI Progreso y Ia creencia en que Ia potencia material y técnica, como tal, es Ia causa o condición decisiva para Ia felicidad o Ia eman- cipación humana (inmediatamente o después de un plazo, en u!l futuro ya descontado desde ahora) (Castoriadis: 21). II Thais Realce Thais Realce Thais Realce Thais Realce Thais Realce Escribe Touraine: Una tendencia profunda deI historicismo (aI hablar en nombre de un sujeto identificado con Ia historia), es elimi- nar a los sujetos, es decir los actores (Touraine: 81). Actor no es aquel que obra con arreglo al lugar que ocupa en Ia organización social, sino aquel que modifica el ambiente material y sobre todo social 'en el cual está colocado (ibíd.: 208). EI concepto de movimiento social debe reemplazar el de clase social, así como el análisis de Ia acción debe ocupar el Iugar delanálisis de Ias situaciones (ibid.: 240). *** Extravío mayor en el naufragio del providencialis- mo y del determinismo economicista, fue el concepto de clase social. Y es que Ia categoría se había empobrecido lastimosamente quedando reducida a una suerte de cajo- nera construi da a partir de Ia llamada base económica, clasificatoria que servía para encasillar individuos, que de esta manera aparecían como predestinados. Sin embargo, aunque ciertas lecturas de El capital, de Carlos Marx, puedan sugerir 10 contrario, para el mar- xismo auténtico Ias clases sociales no son adscripcio- nes fatales ni efecto automático de Ia reproducción del modo de producir, sino resultado de Ia práctica histórica de ciertas colectividades, del accionar de subjetividades que son libres aun si su libertad se ejerce siempre en el marco de una circunstancia que heredaron; y es por tanto una libertad socioeconómicamente ubicada. Dicho de otra manera: Ias clases son a Ia vez constituidas por y constituyentes de Ias relaciones sociales, de modo que Ia proverbiallucha de clases no resulta de Ia existencia 12 ,I I I, I f I f ! i I previa de estas sino que es el proceso por el que Ias ela- ses se conforman y ocasionalmente se desbalagan. Hace medio siglo, cuando aún eran pocos quienes se desmarcaban deI concepto clase por su presunto reduc- cionismo.' escribió el historiador Edward Thompson, que era marxista más no esquemático: La clase aparece cuando algunos hombres, como resul- ~ado~e sus experiencias comunes (...) sienten y articulan Ia identidad de sus intereses (...). La conciencia de clase es Ia: manera en que se traducen estas experiencias en términos culturales, encamándose en tradiciones, sistemas de valo- res, ideas (Thompson: 8). Y no es casual que Thompson sea historiador, porque Ias cl.as~s.se conforman políticamente en largos proce- sos hIstoncos y se aprehenden intelectualmente a través de abordajes historiográficos. Sin duda Ias clases tienen e!ec~~ssociales, políticos, antropológicos, sicológicos y Imgu.Ist~CO.s,entre otros, y dejan huellas rastreables por Ias disciplinas que de estos ámbitos se ocupan, pero Ia=: de su existencia no está en Ia reproducción espa- cial de tales o cuales estructuras, sino en el despliegue temporal de Ias subjetividades. No son Ias diferentes analíticas Ias que dan cuenta de los grandes actores so- ciaI~s,. ~ino.Ia dialéctica entendida como Ia capacidad de uihilización ontocreativa que es nuestra sefía de iden- tidad en tanto que seres históricos. En breve: Ias clases son hazaiia de Ia libertad así esta sea siempre una liber- tad en Ia necesidad, una libertad situada. . h. A~tes de su descrédito conceptual, Ia lectura de Ia istoría que enfatizaba el protagonismo de Ias clases, no por ello soslayaba Ia existencia de movimientos mul- ticlasistas o transclasistas: acciones colectivas conver- 13 Thais Realce Thais Realce Thais Realce gentes desplegadas por personas insertas en relaciones socioeconómicas heterogéneas, que sin embargo son capaces de conformar sujetos colectivos cohesionados y convisión de futuro (por ejemplo, los nacionalismos y Ias religiones, como palanca de movilización social), entidades que en protagonismo histórico nada tienen que pedirle aios sujetos clasistas. En este contexto, Ia crítica a Ias tentaciones reduccio- nistas y Ia postulación de un repertorio de movimientos y actores de diferente calibre y más comprensivo que el ( de Ias clases canónicas, hubiera sido un avance neto en el pensamiento-'so~ial. Lástima que en el camino se per- dieran ciertas dimensiones que siendo consustanciales a Ias clases ya no 10 son a los actores debutantes. En su concepto clásico, Ias clases son entes globales aun si se actualizan en escala nacional, regional y local. Podríamos decir, parafraseando a Immanuel Wallerstein, que por su contenido Ias clases de un sistema-mundo como el capitalista, son clasesmundo. Las clases son también entes históricos, no solo como producto de un más o menos prolongado devenir, sino como gestoras de futuro. Y Ia historia que construyen -aun si a veces los resultados discrepan de los propósitos pues, ya 10 sabía Sartre, están marcados por Ia contrafinalidad- es por su perspectiva una historia mundial, como 10 es el sistema en que se gestan. Globalidad e historicidad de Ias clases que no se re- ducen a un deber ser, a un postulado puramente deduc- tivo, pues Ias sucesivas globalizaciones intensificaron sobremanera los flujos materiales y espirituales que re- corren el planeta, mundializando al capital pero también estrechando los lazos de unión entre los subalternos y li...- . "o 14 I• dándole sustancia a Ia mundialización desde abajo. Así,el XIX y el XX fueron siglos de organismos hegemóni- cos multilaterales globales, pero también de internacio- nalismos contestatarios: internacionales obreras ácratas, , socialistas, socialdemócratas, socia1cristianas, de muje- res, de pacifistas, de estudiantes. Es claro también que los movimientos transclasistas que responden a agravios profundos o amenazas graves, tales como Ia resistencia al orden patriarcal, a Ia acción acogida de Ia industrialización y Ia urbanización, a Ia emergencia del fascismo, al sometimiento colonial, a Ia amenaza de guerra, a Ia erosión del mundo campesino, a Ia opresión sobre los pueblos originarios, entre otras causas, conforman actores globales e históricos como Ias coaliciones antiimperialistas, los frentes populares anti- fascistas, Ias internacionales feministas, el pacifismo, el ambientalismo y convergencias más recientes como La via campesina o el Foro Social Mundial. Y si hay sujetos históricos de peso completo, más vale no perderlos de vista. La debilidad de los estudios académicos que adoptan Ia perspectiva del actor, privi- legian el análisis de los nuevos movimientos, enfatizan Ia dimensión territorial y tratan de aprehender Ias identida- des, no radica entonces en que visibilicenel transcurrir local de Ia vida cotidiana, Ias acciones de colectividades cuyos miembros conviven es espacios sociales acotados, Ia producción material y Ia simbólica, los agravios y re- si.stencias territorializadas, Ias pequenas historias que se lllegan a diluirse en Ia grande. El riesgo está en que el énfasis en Ias subjetividades y protagonismos locales haga borrosas a Ias clases y otros actores históricos y globales, agentes de gran calado cuya existencia es -en- tre otras cosas- resultado de estos múltiples microproce- 15 Thais Realce sos sociales, a los que a su vez retroalimenta. El peligro está en que al centrar Ia atención en Ias pequenas iden- tidades se deje de lado su adscripción a identidades de mayor escala, en que los escenarios territorializados dei acontecer cotidiano oscurezcan el transcurrir estructural y sistémico dei que forman parte, en que Ia cuenta corta sustituya a Ia cuenta larga. y Ias efemérides suplanten a Ia historia. Y esto no se evita tendiendo lazos (interfases) a 10 global entendido domo contexto y echando vistazos a Ia historia reducida -a antecedentes, sino recuperando una visión comprensiva de 10 social; restableciendo un en- foque que -así sea de manera implícita- tenga siempre presente 10macrosistémico; restaurando Ia perspectiva totalizadora e histórica que se nos fue ai drenaje a resul- tas dei por demás plausible acabose de Ias metafísicas ideológicas dei siglo XIX y el XX. No propongo reducir los estudios empíricos a ejer- cicios intrascendentes que no sirven más que para co- rroborar verdades universales previamente establecidas. Reconozco y pondero Ia irreductible singularidad de 10s casos, pero 10 excepcional -y todo caso 10 es en algún sentido- deviene iluminador si, y sólo si, 10 confronta- mos con Ia normalidad, con una regularidad que no es generalidad vacía sino universalidad concreta precisa- mente por contener y ser síntesis provisional de múlti- pies singularidades, cada una de eIlas más o menos anó- mala. Así plantea Ítalo Calvino, siguiendo a Carlo Ginzburg, Ia dialéctica entre los singular y 10universal: i,Pero no es este quizá eI movimiento de todo saber? Reconocimiento de Ia singuIaridad que escapa aI mode- 16 I l 10 normativo; construcción de un modelo más sofisticado capaz de estar en concordancia con una realidad más ac- cidentada y multifacética; nueva ruptura de Ias redes dei sistema; y vuelta a comenzar (Calvino: 67). Cabría afíadir a esta forrnulación, que el "modelo nonnativo" no contiene únicamente Ias regias dei jue- go, como quisieran aIgunos, sino también una hipótesis sobre Ia estructura del tablero y sobre Ia naturaleza de Ias piezas que en él se mueven; es decir, una teoría de Ia sociedad y de Ia historia. I, Una clase excéntrica Para quienes hemos elegido el mundo rural como tema predilecto y aios pequefíos productores agrícolas como apuesta, sería pérdida grande eI abandono dei en- foque de c1asey Ia renuncia a su necesaria puesta aI día, porque los ya afíejos esfuerzos por darle contenido ai concepto clase campesina reverdecieron el reseco ela- sismo de manual. . Por muchas razones resultó innovador ese ajetreo intelectual, entre ellas porque mientras que burguesía y proletariado podían deducirse de una matriz económica simple, Ios campesinos se sustentan en una base com- pleja y mudable, de modo que Ia diversidad les resulta estructuralmente consustancial. Así Ias cosas Ia unidad c1asista dei campesinado no es nunca algo dado, sino resultado =posible más no cierto- de un proceso de con- v~rgencia, saldo de Ia siempre provisional unidad de una diversída.] que jamás cede dei todo y más bien se re- produce y profundiza. Otra diferencia sustantiva en el carácter de Ias diferentes c1ases es que el proletariado Y Ia b~guesía son centrales mientras que los campesinos · se ubican en los márgenes, son periféricos. Además de 1 I 17 Thais Realce Thais Realce Thais Realce que, a diferencia de los proletarios, los rústicos nunca han sido vistos como predestinados a ser 10s salvado- res de Ia humanidad sino más bien como anacrónicos y prescindibles, de modo que han tenido que terquear para ganatse un lugar en el futuro. Por si esto fuera poco, Ias clases canónicas 10 son de Ia modernidad mientras que, en cuanto a sus raíces, el campesinado aparece como premoderno. Finalmente, del proletariado se dice que es una clase progresista que mira al porvenir y abomina del pasado -aI que juzga infame prehistorio- mientras los campesinos' son de algún modo conservadores, pues afíoran el pasado, dudan del progreso y no fetichizan el porvenir. Resumiendo: los proletarios van en pos de una utopía racional mientras que los campesinos, así como los indios, persiguen un mito... Mito que es también utopía, pues para ellos Ia preservación del pasado y Ia construcción del futuro -que representan valores distin- tos pero no jerárquicos- son igualmente vinculantes. Conclusión insoslayable de todo 10anterior es que si nosotros queremos pensar a los campesinos como clase -a ellos les da igual pues ya tienen suficiente con tratar de pensarse como campesinos- tenemos que flexibili- zar y enriquecer Ia categoría misma de clase social. Y si resulta que pese al reacomodo conceptual de plano los rústicos rasos no caben, pues lástima por el concepto. Hay que decir, también, que Ia presunta conforma- ción del campesinado como una clase con pasado pero igualmente con futuro; es decir, como un sujeto social históricamente viable, no es constatación basada en da- tos duros ni resultado de alguna prospectiva científica, sino una arriesgada y comprometedora apuesta políti- ca. Apuesta sustentada, quizá, en evidencias objetivas y tendencias verificables, pero en Ia que igual se puede 18 J. 1 '.:..- I I ganar que perder. Albur cuyo resultado depende, cuando menos en palie, de Ia participación de los apostadores en el propio proceso de autoconstrucción clasista. Sostener que el campesinado es una clase significa trabajar aquí y ahora para que 10sea. Y si no se pudo ... pues ya estaría de Dios, que 10bailado nadie nos 10quita. *** La palabra campesino designa una forma de produ- cir, una sociabilidad, una cultura pero ante todo designa un jugador de ligas mayores, un embamecido sujeto so- cial que se ha ganado a pulso su lugar en Ia historia. Ser campesino es muchas cosas pero ante todo es pertenecer a una clase: ocupar un lugar específico en el orden eco- nómico, confrontar predadores semejantes, compartir un pasado trágico y glorioso, participar de un proyecto común. En especial esto último: participar de un suefío, com- partir un mito y una utopía. Porque ser campesino en sentido clasista no es fatalidad económica sino elección política, voluntad común, apuesta de futuro. Los cam- pesinos no nacen campesinos, se hacen campesinos: se mventan a sí mismos como actores colectivos en el curso de su hacer, en el movimiento que los convoca, en Ia . acción que ratifica una campesinidad siempre en obra negra. 'por.si quedara duda de que Ia condición campesina no se agota en un modo de producir y de convivir, una de Ias organizaciones latinoamericanas más representativas del campesinado como clase, el brasilefío Movimiento de los Sin Tierra (MST), está compuesta principalmente por marginados urbanos y rurales que quieren ser cam- . 19 Thais Realce Thais Realce Thais Realce Thais Realce Thais Realce Thais Realce Thais Realce pesinos y han decidido luchar por ello. No es por 10 que . son en términos económicos y sociales, sino por 10 que han elegido ser, que los Sin Tierra, marchan en Ia avan- zada del movimiento campesino mundial. Y si aIgunos se autonombran campesinos sin serIo todavía, a otros que 10 sou desde hace rato les cuesta tra- bajo adoptar el apelativo. Hasta hace poco, los 200 o 300 mil agricultoresfamiliares argentinos se definían como pequenos productores rurales que, según esto, solo se distinguían de los agroempresarios por el tamafío. Más aún, se moIestaban 'si aIguien los llamaba campesinos: especie rústica propia de otros países latinoamericanos, que no del suyo. Hizo falta una nueva ofensiva expropia- dora emprendida por el agronegocio; fueron necesarias heroicas luchas en defensa de Ia tierra, como Ia de San- tiago del Estero a fines de los ochenta del siglo pasado; hubo que esperar a que se fueran conformando numero- sas organizaciones locales, regionales y provinciales que en 2005 se integraron en el Movimiento Nacional Cam- pesino Indígena, para que Ia palabra campesino pasara de sinónimo de torpeza tecnológica y rudeza societaria, a motivo de orgullo. Y es que pequeno productor hace referencia a una escala y agricultura familiar a una eco- nomia, mientras que campesino designa un ethos y una clase, de modo que reconocerse campesino es el primer paso en el carnino de reafirmar una específica socialidad y -eventualmente- conformar un sujeto colectivo de pri- mera división. No todos los movimientos sociales son clasistas, pero todos los movimientos clasistas de Ia modemidad son globales como 10 es el orden inhóspito en que se gestan. Y global es, desde hace mucho, Ia clase campesina que tachonó el siglo XX de revoluciones agrarias. Globali- 20 I dad de Ia que da razón no tanto Ia sociologia como Ia his- toria, de modo que para documentaria someramente, le seguiré el rastro a un apotegma proverbialmente rústico. No hizo falta comunicación por red para que Ia consigna Semlia y Volia (Tierra y Libertad), acufíada en 1861 en IaRusia zarista, llegara a través del anarquismo europeo, en particular el espafíol, al también ácrata Partido Libe- ral Mexicano y de ahí al zapatista Ejército Liberador dei Sur, de donde a su vez 10 tomó Ia insurgencia maya de los primeros veinte encabezada por Felipe Carrillo Puerto. Y el flujo ideológico también va de regreso, pues el ucraniano Nestor Majno, líder del movimiento cam- pesino que resistió el antirruralisrno de los bolcheviques en el poder, era conocido como el Emiliano Zapata ruso. Afíos después, Ia consigna Tierra y Libertad reaparece en México en Ias recuperaciones de latifundios de los se- tenta y ochenta del siglo pasado, y en el tránsito al tercer milenio se globaliza de nueva cuenta, retomada por neo- zapatismo indianista de Chiapas, que no solo reclama parcelas sino también el autogobiemo de los territorios originarios. iMaiz y libertadl, clamaban hace unos días en el Zócalo de Ia Ciudad de México los animadores de Ia Campaha Sin maiz no hay país, que hoy el proyecto campesino incluye Ia tierra como medio de trabajo pero también el control del territorio, Ia posesión colectiva de los recursos naturales, Ia autogestión política y Ia recrea- ción de Ia economía moral, de Ia producción distribución justas y solidarias de los bienes. Y este proyecto global -que bien visto es anticapitalista- 10 han ido consen- suando entre todos en los ires y venires de una historia prolongada. *** ~ 21 Siempre acosados por un orden fiero que se Ias tiene sentenciada, los campesinos se organizan para resistir. En Ia base están Ia familia y Ia comunidad, que en un mundo hostil devienen trinchera y parapeto, pero sobre ellas se edifican organizaciones de los más diversos ta- lantes y propósitos, acuerpamientos que pueden ser étni- cos, económicos, sociales o políticos; locales, regiona- les, nacionales o intemacionales; puramente defensivos o de plano altermundistas. Organizaqión rural es ante todo convivencia, encuen- tro de diversos con unidad de propósito y capacidad de concebir y r-ealizar proyectos compartidos. La organi- zación radica en Ia voluntad colectiva no en el aparato. Institucionalidad societaria o Estatal que no sale sobran- do pero es instrumental y puede convertirse en fuente de 'inercias burocráticas en cuanto deja de animaria el espíritu colectivo. EI zapatismo histórico no encamaba tanto en los jefes del Ejército Liberador o los gestores de Ia llamada Comuna de Mareias, como en Ia voluntad emancipadora que los animaba a todos: el zapatismo era Tierra y Libertad. Y de Ia misma manera, Ia organización campésina de nuestros días no son los dirigentes, gesto- res y asesores ni Ias estructuras político-administrativas que operan, sino el espíritu que anima convergencias globales como La via campesina; o, nacionales como el Movimiento de Ias Sin Tierra, de Brasil, y El cam- po no aguanta más, de México, o campaíías como Ias mesoamericanas Sin maiz no hay país y Vamos al gra- na. En cambio, cuando este espíritu falta, Ia organicidad viva del movimiento corre el riesgo ser suplantada por inercias burocráticas, cascarones corporativos y líderes clientelares. 22 La institucionalidad encamada en aparatos gremia- les, partidistas o de Estado, es insoslayable pues le da continuidad a un movimiento que por definición tiene altas y bajas. Pero si sus animadores se desentienden de ella pronto se pervierte y 10 que era vehículo de emanei- pación deviene instrumento de sometimiento. La organi- zación, como el amor, hay que renovaria todos los días. Diversos sus paisajes, diversas sus culturas, diverso su talante; cada vez más multiusos y más migrantes pero no por ello menos apegados a Ia tierra y a una costum- bre que cambia para permanecer 10scampesinos; no son retazos del pasado, no son pedacería descontinuada en un cajón de sastre, son -siguen siendo- una vo1untad co- lectiva, una clase en vilo, un actor social en perpetua ar- ticu1ación desarticulación, un sujeto histórico que como pocos tiene pasado y que aspira a tener tambiénfuturo. Saber cuando este modo de vida (que son tos campesi- nos) puede dar origen a una clase -escribe Teodor Shanin-, es una cuestión que depende de Ias condiciones históricas. Podemos responder a eso si analizamos Ias circunstancias y verificamos que ellos luchan o no luchan por sus intere- ses, entonces sabremos si son una clase o no. Pero en todos los casos, cuando lucha y cuando no lucha, el carnpesinado es un modo de vida, y eso es esencial para comprender su naturaleza (Shanin: 37). Ejemplo de que 10s rústicos en acción colectiva y concertada pueden ir adquiriendo características propias de una clase ... y también de que pueden extraviarias después, es el movimiento mexicano conocido como El campo no aguanta más, que se desarrolló desde fi- n~s de 2002 y hasta mediados de 2004. En esta lucha confluyeron alrededor de dos docenas de organizacio- . nes rurales,casi todas de carácter nacional o cuando Thais Realce menos multiestatal,que agrupaban a cientos de miles de campesinos del más diverso talante productivo, étnico, gremial y político distribuidos en todos los estados del país. Convergencia que fue posible porque, más allá de su diversidad, comparten una exclusión como pocas in- cluyente encarnada en ~n repertorio de situaciones so- cioeconómicas hostiles que de diferentes maneras ponen en riesgo inrninente su existencia como campesinos. Le- siva circunstancia cuyo origen coinciden en ubicar en elllamado neoliberalismo, una modalidad desmecatada del capitalismo y impulsada por los gobiernos recientes, que, de esta manera, aparecen como antagonista princi- pal de los trabajadores del campo. Comparten también una idea fuerza: el restablecimiento de Ia seguridad y so- berania alimentarias basadas en Ia pequena y mediana producción, planteamiento que forma parte de Ia plata- forma de Ia red global conocida como La via campesina. No sin ríspideces y jaloneos estas coincidencias les permitieron realizar importantes acciones conjuntas, entre ellas una gran marcha a Ia capital el 31 de enero de 2003, en Ia que participaron alrededor de cien mil campesinos de todo el país y que obligó al gobierno fe- deral a dialogar en el más alto nivel. En Ianegociación, el bando de los labriegos esgrimió un visionario proyec- to de transformación rural, propuesta común que supie- ron consensuar no tanto a pesar de Ias diferencias sino gracias a ellas, pues Ia pluralidad de sus experiencias y saberes fue 10 que les permitió articular un programa de múltiples dimensiones a Ia vez que integral, platafor- ma a Ia que algunos llamaron el Plan campesino para el siglo XXI. De Ia tortuosa negociación con el gobierno salió un Acuerdo Nacional para el Campo (ANC) que, aun estando muy por debajo de 10 demandado, de ha- 24 berse llevado a Ia práctica hubiese frenado el proceso de deterioro rural y creado condiciones para ulteriores y más profundas reformas. Sabido es, sin embargo, que el gobierno no cumplió 10 pactado y Ia convergencia que logró sacar el acuerdo no fue capaz de mantenerse unida para hacerlo valer. Una problemática generalizada y estructural que los agravia como clase; un gobierno que siempre actuó como su antagonista de clase; una convergencia y una movilización en Ias que por un tiempo se materializaron Ia unidad de clase de los más diversos contingentes ru- rales; una bandera: soberania alimentaria, que sintetiza 10sintereses inmediatos de Ia clase campesina mundial; una plataforma programática integral, visionaria, ela- sista; una negociación y un acuerdo cuya importancia todos reconocieron y cuya insuficiencia en términos de los intereses del campesinado como clase, también re- conoció el conjunto de los contingentes participantes ... Así, Ia batalla de 2002-2004 fue un paso importante en Ia conformación como clase del campesinado mexica- no. Experiencia trascendente y significativa por cuanto muestra que es posible Ia edificación de un actor social clasista que represente el conjunto de los intereses de los trabajadores del campo. Lo que no significa que su permanencia y estabilidad como contingente unitario es- tén garantizadas pues Ia experiencia demuestra que del mismo modo como un protagonista social se articula también se desarticula. Y es que Ias clases son subjeti- vidades en curso siempre en construcción por 10 que es posible que tengan una vida inestable, sincopada, inter- mitente. I 25 De ethos a clase En un simposio reciente que tuvo lugar en Brasil, le pidieron a Teodor Shanin su definición de campesino, a 10 que el autor de libros clásicos sobre el tema res- pondió, citando a su maestro el antropólogo chino Fei Hsiao- Tung, "campesinado es un modo de vida" (Sha- nin: 37). Y continuó: "El-campcsinado nunca es como su modelo. El modelo es una cosa y Ia realidad otra" (lbíd: 34). Luego desarrolló el concepto. r Una de Ias' características principales del campesinado -dijo- es el hécho de que corresponde a un modo de vida, una combinación de varios elementos. Solamente si com- prendemos que se trata de una combinación de elementos y no de algo sólido y absoluto, es que comenzaremos a en- tender realmente 10 que es. Porque, si buscamos una reali- dad fija, no Ia vamos a encontrar en el campesinado (ibíd.). Hace afios, cuando era joven y bello -rememoró con humor e ironía el célebre académico de Ia Universidad de Moscú-, había argumentos fuertes sosteniendo que los campesinos eran diversificados, mientras que el proletaria- do era único y por eso era revolucionario (ibíd.). Es obvio que el joven Shanin no estaba de acuerdo con esa tesis ni 10 está ahora, entre otras cosas porque tampoco el proletariado es homogéneo. Pero 10 cierto es que Ia pluralidad de talantes de los rústicos es extrema. Y, pienso yo, precisamente en esa diversidad radica su fuerza. No solo su fuerza, también su condición contes- tataria y su ánimo subversivo. Evidencia mayor de su vigor, es Ia tozuda persisten- cia histórica que han mostrado los labriegos. Desde que el sedentarismo se impuso a Ia trashumancia, en todos los tiempos y sistemas sociales hubo comunidades rura- 26 J les marcadamente cohesivas y sustentadas en Ia agricul- tura familiar; formas de vida nunca dominantes pero que han sido tributarias y soporte de los más diversos modos de producción. Esta pasmosa perseverancia proviene de Ia plastici- dad de 10s rústicos rasos, de su capacidad para mudar de estrategia, que les permite sobreponerse a Ias peores turbulencias ambientales y societarias. Pero viene tam- bién de que madre natura cría campesinos arropando y premiando con sus frutos a quienes le hallaron el modo. Y de esta manera induce Ia reproducción y pennanencia de un ethos que de antiguo aprendió a convivir en tensa, turbulenta e inestable armonía con su medio natural.Y digo tensa, turbulenta e inestable -con riesgo de incurrir en 10 "políticamente incorrecto"- porque Ia interacción del hombre con Ia naturaleza no es baile de saIón sino confrontación ríspida, a veces sangrienta y con frecuen- cia letal que en su significado simbólico representa me- jor el ancestral rito de Ia tauromaquia que el nado con delfines y los paseos con mariposas del ecologismo de cuento de hadas. *** Había campesinos en Ias culturas mesoamericanas y andinas anteriores a Ia conquista. Entre los aztecas le da- ban cuerpo aI calpulli: una comunidad agraria poseedora de tierras comunaIes de usufructo familiar que los mace- huales 'trabajaban para su sustento y el pago de tributos; como 10hacían sin recompensa en tierras de pillali, pro- piedad de 10s sefíores, y en terrenos públicos destinados al. sostenimiento del templo (teopantlalli), del gobiemo (t{atocantlalli) y de Ia guerra (milchimalli). Durante Ia r:i ii' 1,'1I: I I' 11 i~ I I I' i.I' [ V 11 li ,I ~ 27 Thais Realce Thais Realce Thais Realce Colonia en el ámbito de los naturales, o República de indios, se siguió trabajando el calpulli, aunque otros eran ahora los destinos del tributo, mientras que en Ia República de espaiioles, los sometidos trabajaban para sí y para otros en "repartimienros'', "congregaciones" y "reducciones". Durante el México independiente se for- maron vertiginosos latifundios y se titularon de grado o por fuerza Ios bienes comunales de los pueblos, pero Ia mayoría de Ias familias rurales siguió trabajando par- celas propias +pequefías milpas o ranchos medianos-. , tierras tomadas en r.enta o aparcería, y a veces pegujales, cedidos por el hacendado aIos peones para arraigarlos pero también para abaratar el costo monetario de su ma- nutención. Con Ia Revolución se restableció un calpulli renovado - aI que llamamos ejido-- que coexiste con Ia pequena y mediana propiedad privada campesina y con el agronegocio, y en Ia cuarta década del pasado siglo cobró forma el cooperativismo agrario que con altas ba-. , jas y mudanzas se mantiene hasta nuestros días. De este modo, transitando del calpulli precolombino al moderno calpulli ejidal, Ia comunidad agraria y Ia agricultura fa- miliar siguen presentes en el escenario rural mexicano. Hay sin embargo diferencias de calidad en Ias mo- dalidades de su permanencia. Las líneas de continui- dad deI ethos campesino pueden seguirse hasta muy atrás en el tiempo pues dan cuenta de una socialidad inmanente de larga duración, pero los rasgos impuestos por su inserción en los sistemas mayores cambian con Ia mudanza de estos sistemas. No es 10 mismo que se apropien de tu excedente económico los grupos gue- ~eros .y sac.erdotales dominantes de un orden despó- tico tnbutano, que ceder tu plustrabajo a través de un intercambio desigual de carácter mercantil propio del 28 capitalismo. Y si Ias clases se definen no cada una en si misma sino como sistemas de clases más o menos con-, trapuestas que se reproducen dentro de un determinado orden social, el campesinado moderno es una clase del capitalismo, 10 que no obsta para que tenga Ia profundi- dad histórica que le otorga su milenario ethos. Ventajas de tener un origen precapitalista. *** Así como los labriegos cambian de rostropara per- sistir en el tiempo, así son diversos en el espacio. En una misma época y hasta en un mismo país o región, coexisten Ias más variadas formas de ser campesino, en una diversidad que 10 es de actividades productivas, pero también de escala, de inserción en el sistema mayor, de sociabilidad, de cultura. En el sentido económico del término, tan campesino es el agricultor mercantil pequeno o mediano que siem- bra granos en tierras de riego o de temporal; como el mil- pero de auto consumo que también trabaja a jornal para sufragar sus gastos monetarios; o el productor más o me- nos especializado que cultiva cana, café, pifía, ahuacate, tabaco u otros frutos destinados básicamente al mercado. Son campesinos quienes viven del bosque o de Ia pesca, quienes recolectan candelilla, quienes cosechan miel, quienes destilan mezcal artesanal, quienes pastorean ca- bras o borregas, quienes ordefían vacas y crían becerros. EI campesino puede producir granos, hortalizas, frutas, flores, plantas de ornato, madera, resina, fibras, carne, leche, huevos; pero también quesos, aguardientes, con- servas, embutidos, carnes secas, tejidos y bordados, loza tradicional, persianas de carrizo, escobas y escobetas ... I 29 Thais Realce Es campesino el que tiene cien hectáreas, el que solo dispone de algunos surcos o el que para sembrar arrienda tierras o Ias toma en aparcería. Pero, además, hay varie- dad dentro de una misma familia, de modo que por 10 general el ingreso doméstico campesino tiene muchos componentes: bienes y servicios de autoconsumo; pagos por venta de productos agrícolas o artesanales; utilida- des del pequeno comercio; retribuciones por prestación de servicios; salarios devengados en Ia localidad, en Ia región, en el país o en el extranjero; recursos públicos provenientes de programas asistenciales o de fomento productivo. / En términos sociales, el campesino no es una perso- na ni una familia; es una colectividad, con frecuencia un gremio y -cuando se pone sus monos- una clase. Un conglomerado social en cuya base está Ia economía fa- miliar multiactiva pero del que forman parte también y por derecho propio, quienes teniendo funciones no di- rectamente agrícolas participan de Ia forma de vida co- munitaria y comparten el destino de los labradores. Por- que los mundos campesinos son sociedades en miniatura donde hay división del trabajo, de modo que para formar parte de ellas no se necesita cultivar Ia tierra, también se puede ser pequeno comerciante, matancero, fondera, mecánico de talachas, partera, peluquero, operador del café internet, maestro, cura, empleado de Ia alcaldía ... Cuando en el agro hay empresas asociativas de produc- tores, son campesinos sus trabajadores administrativos o agroindustriales, sus técnicos, sus asesores ... Y si los pequenos productores rurales forman organizaciones económicas, sociales o políticas de carácter regional, es- tatal, nacional, o internacional, se integran al gremio o a Ia c1ase de los campesinos, los cuadros y profesionistas 30 que animan dichos agrupamientos, cualquiera que sea su ongen. Las mujeres de Ia tierra han sido por demasiado tiem- po una mirada muda, un modo amordazado de ~ivir Ia vida. Pero algo esta cambiando: 10 que fuera pnvado y silente se va haciendo público y alzando Ia voz. No solo sale a Ia luz el exhaustivo trajín de Ias rústicas, también emerge poco a poco su filosa percepción de Ias c?sas. Una cosmovisión que descentra Ia hasta ahora dominan- te imagen del mundo propia de los varones. Y si ya eran muchos los rostros campesinos, hoy es patente que son más pues hay que aííadirles Ia mitad silenciada del agro: 10s rostros de Ias mujeres rurales antes ocultos tras Ia burka virtual deI patriarcado. Además de economía y sociedad, campesinado es cultura de modo que el talante espiritual de los rústicos se trasmina de manera sigilosa o estentórea a ámbitos sociales distantes del agro y que a primera vista le son ajenos. Así, mucho hay de campesino en Ias redes de protección de base comunitaria y con frecuencia étnica, que establecen los migrantes transfronterizos. Mucho hay de comunidad rural en Ia intensa vida colectiva de 10sbarrios periféricos, asentamientos precarios y colo- nias pobres de Ias grandes ciudades. Mucho hay de rús- tico en el cultivo de Ia familia extensa y el compadrazgo como sustitutos de Ia dudosa seguridad social institu- cional. Mucho hay de sociedad agraria en el culto gua- dalupano y Ia veneración por Ias terrenales madrecitas santas: como 10hay en Ia tendencia a combinar tiempos de austeridad y momentos de derroche, que remite a Ia sucesión de períodos de escasez y de abundancia propia de Ia agricultura; como 10hay en el pensamiento mági- co, en el ánimo festivo y celebratorio, en el fatalismo ... i 31 Ijll \ I li I ,I !,. , 1 Thais Realce Thais Realce Thais Realce Y es que al irse erosionando el cimiento socioeco- nómico de su reproducción como involuntario media- dor entre el capital y Ia naturaleza -función sistémica que en ciertos lugares y momentos 10s campesinos re- presentaron y aun representan- estos se desgajan y se dispersan. Pero los paradigmas societarios fraguados en su hábitat rural durante siglos no necesariamente se pierden sino que se incorporan al equipaje cultural de Ia diáspora y reverdecen en otros ámbitos, como parte sustantiva de Ias estratégias solidarias y comunitarias de sobrevivencia que demandá una proletarización precaria ydiscontinua, que es 10que por 10general espera a sus portadores. Desarticulada Ia base material que soportaba su potencial conformación como c1ase rural, el campe- sinado persiste como aroma cultural, como herencia de un ethos desarraigado pero vivo. Sin perder de vista que los efectos políticos de esta preservación ex situ de Ia campesinidad son distintos de los de orden c1asista que solo florecen en su hábitat originario y en relación con sus proverbiales antagonistas rústicos. No solo el campesino de aquí es distinto del de aliá, sino que no es igual el campesino de ayer que el de hoy que el de mafíana. Ahora bien, esta pluralidad l,de dón- de? Yo percibo dos orígenes: uno en los modos diversos de relacionarse con Ia también ecodiversa naturaleza, que se expresan en multiplicidad de patrones tecnoló- gicos, productivos, societarios y simbólicos, otro en Ias modalidades ob1icuas e inestables con que los campesi- nos se insertan en e1sistema mayor, de Ias que resulta un polimorfismo socioeconómico extremo que va del traba- jo asalariado al autoconsumo, pasando por Ia agricultura comercial ocasionalmente asociativa. I~ 32 Serán sus compartidos queveres con Ia tierra y será que a todos esquilma el sistema, pero el hecho es que -aun si tan diversos- hay en los campesinos un cierto aire de familia. Y en momentos crucia1es, cuando Ia identidad profunda emerge alumbrando convergencias, rebeldías y movimientos multitudinarios, 10smulticolo- res hombres y mujeres de Ia tierra devienen en c1ase, una c1ase sin duda heterodoxa, pero no por ello menos cohesiva, menos visionaria, menos c1ase. Ser campesino en tierra de indios Si el campesino son los muchos campesinos y su construcción como clase es cuento de nunca acabar, cabe preguntarse: l,cómo se ha ido inventando a sí mismo el campesino específicamente latinoamericano? Con 42 millones de kilómetros cuadrados y 813 mi- llones de habitantes, coloreado por Ia mu1tip1icidad de ambientes naturales y de culturas originarias y aclima- tadas, dividido por Ia migración en un ámbito anglo- sajón y otro latino, fragmentado en decenas de estados nacionales, a veces hechizos, y fracturado por Ia eco- nomía política entre un prepotente norte imperial y un escarnecido sur tercermundista, nuestro continente es diversidad extrema y con frecuencia enconada. Varie- dad que no impide Ia lenta pero terca conformación de un campesinadode vocación continental. Y es que más allá de n~estras diferencias compartimos Ia condición de colonizados. Hace 500 anos fuimos invadidos y esto nos marcó a fuego. Los americanos de hoy provenimos sobre todo de Ia población originaria, de Ia migración europea y de 10s africanos traídos como esc1avos. Pero amerindios, crio- I 33~ ~., , I I :~I Thais Realce 110s,mestizos, mulatos o zambos en nuestro origen está una urticante experiencia de conquista y colonización que dejó su impronta sobre Ia sociedad continental, aun Ia de aquellos países con escasos vestigios de los origi- narios y de los transterrados a fuerzas. Como en toda sociedad colonizada -escribe Romana Falcón-, el ancho y oscuro -fondo de Ia pirámide social fue ocupado, primordialmente, por aquellos cuyas raíces se hunden en culturas anteriores a Ia conquista. Aunque con el correr deI tiempo (los países) se fueron haciendo intensamente mestizos en 10 étnico y 10 cultural, nunca se alcanzó a diluir Ia miséria y Ia subordinación (Falcón: 49). Y esto vale para Ia conformación de nuestras clases sociales. La comunidad agraria es ethos rnilenario, pero los hombres y mujeres de Ia tierra fueron recreados por su- cesivos órdenes sociales dominantes y 10que hoy 11ama- mos campesinos, los campesinos modernos, son produc- to del capitalismo y de su resistencia al capitalismo. Sólo que hay de campesinos a campesinos y los de nuestro continente tienen como trasfondo histórico el someti- miento colonial y sus secuelas. Los campesinos de por acá son, en sentido estricto, campesindios. Se dirá que no todos tienen ancestros originarios de por acá. Lo que es verdad, pero importa poco cuando de Ia clase campesina se trata, porque -ya 10he dicho-- ésta tiene una base socioeconórnica compleja y mudable, de modo que no todos los que de e11aforman parte compar- ten el conjunto de atributos que Ia definen: no todos los campesinos producen alimentos pero Ia cuestión alimen- taria les compete como clase, no todos interactúan con ecosistemas muy relevantes o en riesgo pero Ia cuestión 34 1 I ! I I ( ) \ t I ambiental les compete como clase y; de Ia misma ma- nera, no todos tienen nexo genealógico con 10spueblos originarios del continente pero, en tanto que clase, más les vale que reivindiquen Ia indianidad como sefia iden- titaria y Ia descolonización como consigna. En el multicolor y abigarrado mundo campesino Ias diferencias de ubicación estructural o de genealogía dan lugar a identidades diferenciadas, crían tensiones si no es que contradicciones y a veces se expresan en anta- gonismos más o menos enconados: proverbialmente el que existe entre quienes se desempefían como jorna- leros y los pequenos productores que son parte de sus empleadores; pero también Ia que se presenta entre Ias diferentes etnias y en particular entre indios de origen y mestizos; entre agricultores familiares grandes, media- nos y pequenos; entre los campesinos que exportan y quienes venden en el mercado interno. Admitiendo que esta diversidad histórica y estructural-que le da sabor al caldo y sustancia al melting pot- hace aún más compli- cada Ia de por sí compleja convergencia de los múltiples y variopintos campesinos; pienso, sin embargo, que Ia potencialidad clasista existe y con frecuencia se actua- liza pues, pese a su extrema heterogeneidad, los subal- ternos rurales coparticipan de socialidades semejantes y comparten enemigos. Subestimar Ias diferencias en el seno del campesina- do es tácticamente peligroso, pero sobrestimarlas conlle- va un riesgo estratégico: en Ia Revolución rusa de 1917 Ia incapacidad de Ia corriente de Ia hegemónica corriente bolchevique del Partido Comunista para organizar aios trabajadores del campo, que a Ia postre fueron represen- tados por el Partido Social Revolucionario, resultó del incorrecto análisis de Lenin sobre Ias clases rurales; y, si 35 Thais Realce " en algo hilaban fino Mao Tse-Tung y el Partido Comu- nista Chino, durante Ia guerra antijaponesa y Ia revolu- ción, era en distinguir el comportamiento de los diferen- tes sectores de Ia población rural. En Nuestra América, es patente el papel protagónico que en Ia Bolivia revo- lucionaria están teniendo los campesindios, como 10 son Ias diferencias que existen entre índios y mestizos, entre incadescendientes y otras etnias, entre quechuas y ayma- ras, entre aymaras pobres y acomodados, etc. *-** El indio americano es al principio una invención de Ia Corona Espafíola. Categoría impuesta con fines tri- butarios pero también político-morales, pues suplanta- ba denominaciones autóctonas y establecía una división del trabajo y una jerarquía social de naturaleza étnica y base comunitaria. Junto alos indios fueron apareciendo rancheros, granjeros, colonos; labriegos pequenos y me- dianosque ,por 10 general, no eran indios pero tampoco campesinos propiamente dichos. Entre nosotros -que no conocimos al campesinado feudal del ancien regime europeo--, el concepto de cam- pesino, habitualmente asociado al de obrero, designa una c1ase de Ias sociedades poscoloniales y es obra de modernidad. Su uso se extiende por el continente al ca- lor de Ias mudanzas que arrancan hace un siglo con Ia Revolución mexicana, trance iniciático que con Ia nueva Constitución y Ia Reforma Agraria, institucionaliza al campesinado: un inédito contingente social cuyo esta- tuto ya no remite a Ia etnia ni tiene origen colonial (tan así, que en México a Ias tierras dotadas a los pueblos se les llama ejidos, termino que viene dellatín y de Ia tradi- 36 ,I, I I ~ / I I I I i ! ción europea, y no, por ejemplo, calpullis). Y 10 mismo sucede anos más tarde en Bolivia, donde "con Ia Revo- lución Nacional de 1952 -escribe Carlos Vacaftores-los indígenas se campesinizan y se suscriben formalmente a Ia ciudadanía" (Vacaftores: 203). Entre otras cosas, debido a que en nuestro continente opresión de c1ase y de raza se entreveran, el indio an- cestral presuntamente transmutado en moderno cam- pesino reaparece junto a este revestido de su específica identidad. Y en muchos casos renace dentro de este, que 10 descubre como su raíz más profunda. Recuperada su verdadera faz, en el último tercio del siglo XX los in- dios americanos debutan como tales en el escenario de Ia lucha social contemporánea. Aun en países como Chile y Argentina donde pocos se identifican con los pueblos originarios, el nuevo movimiento rural deviene con per- tinencia y justicia un movimiento indio y campesino, campesino e indio. Convergencia plural pero unitaria donde, sin fundamentalismos pero sin renunciar a sus particularidades, todos son indios y todos campesinos, todos son campesindios. No es casual que Ia red global llamada La Via Campesina que agrupa a 140 organiza- ciones de 70 países, entre ellas 84 americanas ocaribe- nas, haya nacido hace 18 anos, en el corazón de nuestro continente, en el cruce de caminos e historias que es Centroamérica. La insoslayable presencia de 10 étnico en el curso moderno de Latinoamérica se manifestó de bulto en Ias revoluciones agrarias del pasado siglo y después en el discurso del indigenismo institucional. Pero también aparece en Ias propuestas políticas de IaAlianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) y del Partido Co- munista del Perú, en los anos veinte; en el neokataris- Thais Realce mo boliviano de los setenta; en Ia perspectiva de nación pluriétnica impulsada desde fines de los ochenta por el movimiento Pachakutic, en Ecuador; y desde los noven- ta en el altermundismo indianista del mexicano Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Hoy, a Ia luz de Ia Revolución boliviana, es claro que en América no habrá cambio verdadero sin eliminar 10mucho que resta de colonialismo interno, sin erradicar tanto Ia explota- . ción de clase como Ia opresión de raza. Y sobreesto los campesindios americanos tienen mucho que decir. Hablo aquí del continente todo y no solo de Nues- ./ tra América, porque aun en los países del extremo norte subsiste el síndrome colonial interno: estigma encarnado en Ias etnias amerindias que sobrevivieron, pero también en Ia duradera minusvalía asignada aios afrodecendien- tes, y en el trato racialmente discriminatorio a Ia crecien- te migración de mestizos latinoamericanos.Trashuman- cia con Ia que los pueblos originarios de América toda se hacen presentes en un norte anglosajón que reproduce con ellos el racismo y los modos criollos del colonialis- mo interno propios del área latina del continente. *** Un combate como este, en parte sustentado en Ia co- munidad agraria y Ia identidad étnica de los originarios, además de Ias tácticas convencionales de otras luchas puede emplear recursos mítico-simbólicos. Palancas espirituales que resultan heterodoxas en una moderni- dad desencantada donde el racionalismo priva hasta en Ia lucha de clases, pero que han estado presentes en Ias agitaciones campesinas cuando menos desde el siglo XII europeo, cuando los herejes recuperaban al cristianismo 38 primitivo para demandar Ia igualdad, y 10smilenaristas exijían Ia instauración inmediata del Reino de Dios en medio de visiones apocalípticas, anuncios del juicio fi- nal, delirios, profecías y arrobamientos. En el siglo XIV el ingles Juan Ball recurría a Ia Biblia (y al humor so- carrón) para dar ánimos aios campesinos insurrectos : "Cuando Eva hilaba, cuando araba Adán, ~dónde estaba entonces el noble galán?" (Engels: 28). i I \ j j \ EI mito milenario -escribió Jean Pierre Sironneau- no es solamente un absoluto recomenzar, una ruptura con el estado actual dei mundo, sino también reinicio, restaura- ción de Ia pureza o de Ia potencia original. La imaginación dei futuro se apoya siempre sobre Ia memoria dei pasado (Sironeau: 36). Y en esto está muy cerca de Georges Sorel, quien a fines del siglo XIX sostenía que: "los mitos revoluciona- rios permiten comprender Ia actividad, los sentimientos y Ias ideas de Ias masas populares que se preparan para entrar en una lucha decisiva; (y estos mitos) no son des- cripción de cosas, sino expresión de voluntades" (ibíd.: 31). Ideas que fueron rechazadas por los marxistas orto- doxos a quienes no movía un mito sino Ia profecía cien- tífica de Ia inevitabilidad del socialismo. Pero cuando el sujeto libertario no es una clase moderna: el proletaria- do, sino los ancestrales campesindios, que reivindican 500 anos de resistencia, es inevitable -y pertinente- que Ia lucha se llene de imágenes, sentimientos, intuiciones que remiten a un pasado profundo; es previsible y de- seable que el combate se ritualice y cobre un carácter no solo terrenal sino también simbólico. Y en esto Bolívia es ejemplo privilegiado. Me decía hace unos meses Alejandro Almaraz, entonces vicemi- 1 1 I 39 Thais Realce Thais Realce Thais Realce nistro de Tierras en el gobiemo de Evo Morales: "La im- portancia económico-social de Ia revolución agraria es enorme, pero también su importancia simbólica (... ). Lo que es aún más profundo en los pueblos indígenas". Así, al alba del tercer milenio, los campesindios de Améri- ca -como en el siglo XVI los labradores insurrectos de Turingia que seguían a Tomas Müntzer- están inrnersos en una batalla de símbolos donde Ia utopía se traviste en mito y el mito en utopía. f 40 Libros citados Berger, John, 2006 Puerca tierra, Madrid, Alfaguara. Castoriadis, Comelius, 2008 El mundo fragmentado. La Plata, Terramar Edi- tores. Calvino, Ítalo, "La oreja, el cazador y el chismoso", en Con- trahistorias, Ia otra mirada de Clío, No. 7, México, septiembre 2006-febrero 2007. Engels, Federico, 1934 La guerra de campesinos en Alemania, Madrid, Editorial Cenit. Falcón, Romana, 2003 "Prólogo", en Florencia E. Mallon, Campesi- no y nacián. La construcción de Méxicoy Perú poscoloniales, México, CIESAS, Colegio de San Luis. Paoli, José Francisco y Enrique Montalvo, 1977 El socialismo olvidado de Yucatán, México, Si- glo XXI Editores. Shanin, Teodor, 2008 "Licóes camponesas", en Eliane Tomiasi Pulino y Joao Edmilson Fabrini (organizadores), Cam- pesinato e territórios em disputa, Sao Paulo, Editora Expressao Popular. l I [ I I I J ) 1 i 41 I I Sironneau, Jean Pierre, 1986 EI retorno deI mito y 10 imaginario sociopoliti- co, en revista Casa deI Tiempo, número extraor- dinario 63, 64, 65, abril, mayo, junio, México, Universidad Autónoma Metropolitana. Sorel, Georges, 1963 Refiexiones sobre la>iolencia, Montevideo, Ac- tualidad. Svampa, Maristella y Pablo Stefanoni, 2007 "Entrevista ar Álvaro García Linera: Evo simboliza el quiebre de un imaginario restringido a Ia subal- ternidad de los indígenas" en OSAL, afioVIII, No. 22, Buenos Aires, CLACSO, septiembre. Thompson, E. P., 1977 La formacián histórica de Ia clase obrera. In- glaterra: 1780-1832, t. I, Barcelona, Editorial LAIA. Touraine, Alain, 1994 Crítica de Ia Modernidad, México, Fondo de Cultura Económica. Vacaflores, Carlos, 2009 "La construcción del Estado poscolonial desde Ia lucha campesina tarijefia por un nuevo mode- lo de desarrollo rural en el proceso boliviano de cambio (2002-2008)", en Pilar Lizárraga y Car- 10 Vacaflores (organizadores), La persistencia deI campesinado en América Latina, Bolivia, Comunidad de Estudios Jaina. Wallerstein, Immanuel, 1974 EI moderno sistema mundial 1. La agricultura capitalista y los orígenes de Ia economía-mundo europea en el siglo XVI, México, Siglo XXI., I ~ 42 EI autor Dir r del Instituto de Estudios para el Desarro- o Rural Maya. Profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco. México DF. Autor de los libros, Zapatismo con vista ai mar: EI socialis- mo maya de Yucatán (2010); Cosechas de ira: economía política de Ia contrarreforma agraria (2003); Guerre- ro bronco: campesinos, ciudadanos y guerrilleros en Ia Costa Grande (2000); Cránicas deI sur: utopías cam- pesinas en Guerrero (2000); El México bárbaro: plan- taciones y monterías deI sureste durante el porfiriato (1996). I 43 "11, Ediciones Ia Tierra Serie Semillas Varios autores, Soberanía alimentaria, una propuesta integral desde el campo (2006) Blanca Rubio, coord., Florencia Campana y Femando Larrea, Formas de explotación y condiciones de reproducción de Ias economias campesinas en el Ecuador (2008) François Houtart, EI escándalo de los agrocombustibles para el sur (2010) Armando Bartra Verges, Campesindios. Aproximaciones aios campesinos de un continente colonizado (2011) Colección José Moncada 1 I 1. Desarrol/o y subdesarrol/o dei capitalismo ecuatoriano (2009), tomo 1. Selección y estudio introductorio: Manuel Salgado Tamayo. 2. Integración y Globalización. Ecuador, Ia segunda mitad del siglo XX (20 IO),tomo 2. Selección: Manuel Salgado Tamayo. Estudio introductorio: Luis F. Bilbao. 3. Ecuador, estructura productiva, descentralízación y neo- liberalismo (2009), tomo 3. Selección: Manuel Salgado Tamayo. Estudio introductorio: Lucas Pacheco. 4. Reflexiones Universitarias (2010), tomo 4. Selección y estu- dio introductorio: Manuel Salgado Tamayo. 5. Problemas y perspectivas internacionales. Periodismo mili- tante (2011), tomo 5. Selección:Manuel Salgado Tamayo. Estudio introductorio: Cecilia Paredes de Moncada i \ l, I I 1 ~ ) , ~ Colección Pensamiento Socialista 1. Manuel Agustín Aguirre, Dos sistemas, dos mundos (2006) Estudio y selección: Víctor Granda Aguilar 2. Ricardo Antonio Paredes, Oro y sangre en Portovelo: el imperialismo en el Ecuador (2006) Estudio: José Moncada Sánchez 3. Luis MonsaIve Pozo, El indio, cuestiones de su vida y su pasión, Tomo uno (2006) Estudio: Carlos Marx Carrascot W 45 (, Nidia Díaz, Nunca estuve sola (2007) Ramiro Molina Cedefío, Portoviejo histórico y fotográfico, siglo XX(2007) Nelly y Nidia.'Arrobo Rodas, compiladoras, Quedan los árboles que sembraste, testimonio sobre Monsehor Leonidas Proaiio (2008) 48 OXFAM, fue fundada en 1995 por un gru- po de organizaciones no gubernamentales independientes. Su objetivo es trabajar en conjunto para lograr un mayor impacto en Ia lucha internacional por reducir Ia pobre- za y Ia injusticia. Oxfam, además de convertirse en Ia organización mun- dial líder en ayuda humanitaria de emergencia, pone en marcha programas de desarrollo a largo plazo en comuni- dades vulnerables. También formamos parte de un movi- miento global, haciendo campafía para poner fin a Ias reglas injustas de comercio, pedir mejores servicios sanitarios y educativos, y combatir el cambio climático. Oxfam es una confederación internacional de 15 orga- nizaciones con una filosofia similar y que trabajan conjun- tamente con socios y colaboradores en 98 países de todo el mundopim conseguir cambios sostenibles. Contribuimos con nuestros socios y aliados a que Ias mujeres y los hombres ejerzan sus derechos con equidad, tengan condiciones de vida digna y se redistribuya Ia rique- za, garantizando Ia justicia social, económica, ambiental y de género. Los cambios que deseamos ver se buscarán a través de Ia consolidación dei Estado como garante de los derechos individuales y colectivos, del fortalecimiento de Ias capacidades de los actores sociales para incidir con au- tonomía en Ia toma de decisiones políticas, y Ia implemen- tación de una economía solidaria y social como alternativa al modelo primario exportador. Avenida de los Shyris N39-110 y El Universo Quito, Ecuador Tel: (593-2) 225 6272 49 FENOCIN, Confederación Nacional de Or- ganizaciones Campesinas, Indígenas y Ne- gras, es una corporación de derecho privado amparada en el Código Civil y en el Regis- tro Oficial del Ecuador y en Ia Constitución Política de Ia República, que garantiza aios ciudadanos Ia libertad de asociación y de reunión. La FENOCIN es una organización social independiente. Tiene incidencia en todo el territorio nacional y representa a amplios sectores rurales y urbanos marginales del Ecua- dor. Trabaja por Ia promoción integral y colectiva de hom- bres y mujeres dei sector rural y urbano marginal, participa y aporta activamente en el objetivo de Ia construcción de una sociedad justa, equitativa y solidaria que mejore Ia ca- lidad de sus conocimientos y destrezas, su capacidad crítica y reflexiva, conservando su propia identidad. Promovemos Ia capacidad de participación, negocia- ción y gestión de los sectores excluidos y Ia mejora en Ia calidad de vida tanto de Campesinos, Indígenas y Negros del Ecuador. Actuamos en función de cuatro ejes programáticos y estratégicos que orientan el camino de Ia organización: • La Consolidación organizativa, construyendo una red social en donde confluye el vigor, Ias esperanza y el compromiso de hombres y mujeres, habitantes del cam- po, que sofíamos con una vida mejor donde el ser hu- mano sea el centro de Ia construcción del nuevo país por el que luchamos; que Ia tierra y Ia naturaleza sean . considerados como elementos de vida y de futuro. • Interculturalidad para todos, es Ia base para consolidar un gran proyecto nacional de unidad y de justicia social. Es una propuesta que surgió desde nosotros, pero abar- ca a todos Ios ecuatorianos, fomentando Ia consoIida-: ción de una sociedad de iguaIdad de derechos y justicia social. Una sociedad intercultural plantea desterrar el racismo de manera activa, lograr una comprensión plu- ral de Ia realidad, canalizar los conftictos y construir un futuro equitativo e incluyente. - Revolución agraria. Si nos definimos como un país "emi- nentemente agrícola" debemos repensar nuestro desa- rrollo priorizando alimentos, seguridad y soberanía, como ejes del nuevo modelo de desarrollo; debemos pro- teger nuestra biodiversidad y defender nuestros recursos, sobre todo el agua. Por ello FENOCIN plantea una Re- volución Agrária para construir un nuevo Ecuador. - Soberanía Alimentaria: el rescate de Ia soberanía es un eje central en estas cuatro décadas de lucha incesante por cambios y transfonnaciones con ellema de proteger Ia soberanía, en referencia a nuestro territorio, recursos naturales, el patrimonio deI Estado, Ia soberanía mone- taria y sobre todo, Ia Soberanía Alimentaria, que es Ia que va a permitir a nuestros pueblos salir adelante, con una buena calidad de vida. La soberanía no se da, se merece. Versalles N21-326 y Carrión Tel: (593-2) 2228191- 255 2076 - 2228 193 fenocin@fenocin.org Quito - Ecuador
Compartir