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ECONOMÍA POLÍTICA DE LA DEPENDENCIA Y EL SUBDESARROLLO ROLANDO ASTARITA PREFACIO Este libro constituye, en muchos sentidos, una continuación de Valor, mercado mundial y globalización. En Valor… procuramos estudiar críticamente la teoría clásica del imperialismo, a la luz de la teoría del valor trabajo de Marx, la dinámica del capital que se deriva de ella, y de la globalización de la relación capital/trabajo. En el presente trabajo analizamos la corriente de la dependencia, y cuestiones sobre generación de valor, tipo de cambio y desarrollo desigual, y distribución de la plusvalía entre renta, ganancia e interés. En el primer capítulo brindamos un panorama general de la corriente de la dependencia, sus avances en relación a la teoría del desarrollo dominante en los medios académicos, y los enfoque de sus exponentes más destacados. En el capítulo dos, y a fin de profundizar en las concepciones de la dependencia, sintetizamos lo esencial de la obra de Ruy Mauro Marini, tal vez el teórico de la corriente que más sistemáticamente aplicó las categorías de El Capital al análisis de los problemas sociales latinoamericanos. En el capítulo tres presentamos las principales críticas que se dirigieron a la corriente desde el marxismo, y explicamos las causas inmediatas que llevaron a su crisis y dispersión. Los dos capítulos siguientes están dedicados al análisis crítico de los principales problemas que, en nuestra opinión, anidaron en las tesis de la dependencia. En el capítulo cuatro analizamos la teoría de Marini desde la perspectiva de la teoría del valor trabajo, y discutimos su tesis sobre la falta de dinámica de la acumulación dependiente, y su noción de subimperialismo. A través de este examen buscamos demostrar que no es necesario generar una teoría de la acumulación específica para los países dependientes, sino simplemente estudiar cómo se particularizan las tendencias y leyes generales del capital. En el capítulo cinco abordamos esta última temática desde el punto de vista del método y abogamos por un enfoque dialéctico de totalidad concreta, a fin de superar muchas de las polaridades rígidas hacia las que se deslizaron las teorías de la dependencia. El capítulo seis cierra esta primera parte de nuestro libro dedicado a la corriente de la dependencia con una presentación de lo que, a nuestro modo de ver, constituye la “dependencia reformulada” a partir de los años ochenta, que incorpora la dimensión especulativo-financiera en sus explicaciones sobre la explotación entre países. Como conclusión de esta revisión sostenemos que en lo esencial las categorías de la dependencia se mantienen como instrumentos del análisis social latinoamericano, y proponemos su superación en base al desarrollo de los estudios marxianos, realizados principalmente en Europa y Estados Unidos, sobre el valor y el capital de las últimas décadas. Los siguientes cuatro capítulos están dedicados a la relación entre tipo de cambio, precios y desarrollo en países atrasados. El capítulo siete generaliza el modelo de tipo de cambio, y la discusión sobre intercambio desigual que habíamos realizado en Valor…. La conclusión central que sacamos en este capítulo es que en los países atrasados tecnológicamente se genera menos valor por hora de trabajo que en los países adelantado tecnológicamente, aun cuando puedan existir tipos de cambio “de equilibrio”, en el sentido que los define la macroeconomía neoclásica. En el capítulo ocho sintetizamos la hipótesis de Prebisch del deterioro de los términos de intercambio, subrayamos su importancia actual, y presentamos una explicación alternativa basada en la teoría del valor trabajo. En el siguiente capítulo encaramos una crítica al modelo de tipo de cambio de Shaikh, un indudable referente marxista en la materia. Procuramos demostrar que el modelo carece de sustento no sólo teórico, sino también empírico, desde el momento en que debería postular una crisis crónica de las balanzas comerciales de los países atrasados. En el capítulo diez mostramos que existe una cierta lógica en la alternancia de fases de tipo de cambio alto y bajo en Argentina a lo largo de los últimos 30 años; y que esto se debe al atraso de la estructura industrial –aunque se combina con un sector agrario con nivel de productividad internacional–, y a la dependencia tecnológica del exterior. La conclusión es que esta dinámica acentúa el carácter desigual del crecimiento dependiente del país. Los tres capítulos que siguen se abocan a la cuestión de la renta, el desarrollo del capitalismo agrario en la zona cerealera y sojera de Argentina, y sus consecuencias sobre la dinámica de los ingresos en la clase dominante. El estímulo inmediato para la elaboración y publicación de estos trabajos ha sido el conflicto entre el Gobierno y el campo argentino que se desarrolló a partir de marzo de 2008. Pero esto sirve en realidad como un disparador para indagar en el desarrollo agrario de un país atrasado, pero con un sector de productividad y competitividad a nivel internacional, y en la dinámica que se plantea entre renta (y sus diversas formas), ganancia e ingresos del capital financiero. Para esto, en el capítulo once presentamos la teoría de la renta de Marx; analizamos los cambios que se han producido en las rentas diferenciales I, II y la renta absoluta; y la relación entre la renta, la ganancia y el interés. En el siguiente capítulo explicamos el desarrollo del capitalismo agrario argentino como parte de la globalización y la entrada del capital en el agro a nivel mundial. En el capítulo trece aplicamos las categorías teóricas al análisis del conflicto entre el Gobierno y el campo, discutiendo con un pequeño “modelo” de país el efecto de las retenciones a las exportaciones sobre los precios y los ingresos de las clases y fracciones de clase. Por último, en el capítulo catorce nos preguntamos cuál es el significado hoy de la dependencia, y presentamos una respuesta a partir de la tesis de que no existe explotación entre países, como había planteado la corriente de la dependencia. Una cuestión que tiene implicancias políticas para la izquierda, ya que atañe a los programas tradicionales de “liberación nacional”, “independencia económica” y “autarquía”. Al presentar este libro a los lectores argentinos, somos conscientes de que nos ubicamos en una posición polémica, y marginal dentro de la propia izquierda. Ideas como que Argentina es “oprimida”, que “los trabajadores españoles viven bien porque explotan a los trabajadores argentinos”, que la burguesía nativa “debería” luchar por liberarse del imperialismo, y similares, están muy arraigadas, y constituyen el permanente alimento de un nacionalismo bastante apasionado. Por eso mismo, si este trabajo contribuye a generar un debate y cruce de argumentos que permita avanzar en la comprensión de los problemas económicos y sociales que enfrentamos en un país dependiente como Argentina, habrá cumplido su objetivo. ÍNDICE 1. Escuela de la dependencia, características generales 2. Dependencia y subimperialismo en Ruy Mauro Marini 3. Perspectivas críticas y desintegración de la corriente de la dependencia 4. Discusión sobre Marini desde la teoría del valor trabajo 5. Dependencia, cuestiones metodológicas a la luz de la tradición hegeliana y marxista 6. La dependencia reformulada y fetichismo financiero, una perspectiva crítica 7. Tipo de cambio “de equilibrio” y deterioro en términos de valor 8. Deterioro de los términos de intercambio: análisis desde la teoría del valor trabajo 9. Tipo de cambio y crisis crónica en el modelo de Shaikh 10. Tipo de cambio y desarrollo dependiente, el caso argentino 11. Renta de la tierra y capital 12. Globalización y desarrollo capitalistaen el agro 13. Renta agraria, ganancia del capital y retenciones 14. A modo de conclusión, ¿qué es hoy la dependencia? Capítulo 1 Escuela de la dependencia, características generales La corriente de la dependencia (CD en adelante) ha marcado el pensamiento social en América Latina, Asia y África, así como en los círculos heterodoxos de la sociología y la economía política de países adelantados, en particular de Estados Unidos. Hablamos de la corriente “en un sentido amplio” porque incluimos en ella a un abanico de teóricos, desde quienes reivindicaron los análisis marxistas, hasta los autores más radicalizados de la CEPAL, como Celso Furtado. En términos generales, los dependentistas plantearon que en el sistema capitalista mundial existe una relación jerárquica entre naciones que son formalmente independientes, y que las economías de los países subordinados, o dependientes, están condicionadas y dependen del desarrollo y la expansión de los países a los que están sujetos. Consideraron que ese “condicionamiento” y “dependencia” implicaba una relación de opresión y explotación de los países atrasados por los adelantados, que además explicaba la dialéctica de subdesarrollo en un polo (la amplia mayoría de los países), y desarrollo en el otro (la minoría de países poderosos). Por eso la CD sostuvo que el atraso no podría superarse, como pensaba la CEPAL, mediante algunas medidas correctivas en el comercio internacional, ni incentivando la entrada de capital extranjero; o apostando a un desarrollo capitalista autónomo, articulado por el Estado. La corriente se fortaleció a lo largo de las décadas de 1960 y 1970 y terminó siendo una referencia imprescindible en los estudios sobre América Latina, Asia y África. Incluso durante el ascenso de la ofensiva neoliberal en los ochenta, y a pesar de las dificultades teóricas por las que atravesó, siguió ejerciendo una considerable influencia en el pensamiento crítico y heterodoxo. Y hoy, cuando las políticas neoliberales son cuestionadas más ampliamente, muchos vuelven a los “viejos” escritos de la dependencia en busca de claves teóricas que permitan interpretar las tendencias económicas y sociales en las periferias. En opinión de muchos, y nos incluimos, los trabajos de la CD siguen constituyendo una fuente de inspiración para el pensamiento científico más seria y profunda que cualquier cosa que pueda proporcionar la ortodoxia neoclásica reinante. Más aún, desde el punto de vista de la formación de los futuros economistas y sociólogos, el ejemplo de los autores de la dependencia es aleccionador para cualquiera que esté interesado en el pensamiento crítico de la sociedad. Es que los dependentistas pensaron la economía como parte del estudio global de la sociedad. No tenían fronteras rígidas; estudiaban lo que consideraban necesario para entender lo que querían entender. Para ellos economía, historia, sociología, antropología constituían partes de la totalidad social. No había compartimentos estancos; a nadie de la CD se le ocurría ubicar las cuestiones sociales como datos “exógenos”. Puede verse en las trayectorias intelectuales de muchos autores de la CD. Por ejemplo, en Celso Furtado, en cuya formación intervinieron la historia, las discusiones filosóficas y sobre método, la antropología, la economía, etcétera.1 Lo cual constituye la esencia del espíritu científico y crítico de la economía política. Una idea que no existe en la “economía” que ha dejado de ser “política”, con su afán de crear modelos, autistas con respecto a los problemas sociales. En este capítulo introducimos entonces a las ideas principales de la CD; comenzamos con una presentación de sus raíces históricas. 1 Véase Furtado (1988). Antecedentes en la CEPAL En un sentido inmediato el surgimiento y consolidación de la CD tuvo que ver, en primer lugar, con la crisis del desarrollismo cepaliano, en los sesenta, cuando se registraba un creciente impasse de la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones.2 La CEPAL, bajo la conducción de Prebisch, había intentado superar el atraso a través de una industrialización impulsada por las inversiones directas extranjeras. Según la CD, se trataba de un programa que a fines de la década de 1940, cuando surgían los primeros análisis de Prebisch, expresaba las aspiraciones de la burguesía latinoamericana a un desarrollo nacional autónomo. Pero a partir de los sesenta, cuando esa burguesía había establecido una relación de dependencia con los capitales extranjeros, la CEPAL habría dejado de corresponder “a los intereses propios de la clase que buscaba orientar y pasaba a corresponder a un sueño utópico pequeñoburgués” (Bambirra, 1983, p. 31).3 Se sostenía que la estrategia de industrialización promovida por el desarrollismo generaba la descapitalización, debido a las remesas de ganancias de las multinacionales a sus casas matrices, con las consecuencias de déficits en las balanzas de pagos, crecimiento de las deudas externas y más dependencia (ídem, p. 29). También los autores de la CD –por ejemplo Marini– criticaban que la CEPAL hubiera subvalorado las medidas distributivas, en especial la reforma agraria. De todas maneras, y a pesar de estas críticas, CEPAL incidió positivamente en el surgimiento de la CD por las problemáticas y temas que ayudó a instalar. Es que ya en la década de 1950 la CEPAL planteaba el problema del desempleo estructural, de los salarios bajos y el estrangulamiento de la demanda, el rol de las inversiones extranjeras y su relación con las deudas externas y las crisis en las balanzas de pagos, entre otras cuestiones. En este respecto destacamos la hipótesis de Prebisch sobre el deterioro de los términos de intercambio. Prebisch planteó que los países atrasados, productores de materias primas, sufrían un deterioro creciente de los precios de sus exportaciones primarias, en relación al precio de sus importaciones de bienes industriales, provenientes de los países adelantados. Con esto introdujo en la mesa de debate la cuestión de la formación de precios internacionales y los intercambios entre países adelantados y atrasados, que había estado ausente de las preocupaciones marxistas, y de otros economistas heterodoxos, durante décadas.4 La influencia de la hipótesis de Prebisch se manifestó claramente en los años sesenta, en la tesis sobre el intercambio desigual, elaborada originariamente por Emmanuel, y adoptada por muchos autores de la CD. Señalemos por otra parte que el auge de las luchas populares a fines de los cincuenta – en particular el triunfo de la Revolución Cubana– y las dificultades económicas crecientes que enfrentaba América Latina llevaron a la radicalización de posiciones de varios autores de la CEPAL, quienes pusieron en primer plano la necesidad de reformas sociales. De aquí que se pueda incluir dentro de la CD a los estructuralistas que 2 En una ponencia presentada en 1968, Dos Santos escribía: “Los hechos históricos han generado una crisis muy seria en las ciencias sociales latinoamericanas. La década optimista fue seguida de una década de pesimismo, caracterizada por el estancamiento económico y el fracaso de las políticas de desarrollo” (Dos Santos, 1975, p. 163). Citaba luego a Prebisch, quien señalaba que “en la evolución de la economía latinoamericana en 1966, se advierten nuevamente los dos rasgos que la vienen caracterizando desde hace años: la lentitud y la irregularidad del crecimiento económico” (ídem, p. 165). 3 En Dos Santos (2003) se caracteriza a la CEPAL como “una organización emanada de los gobiernos latinoamericanos y un órgano encargado de la propuesta de políticas y asesoría a gobiernos”(p. 67). 4 La cuestión del intercambio desigual había sido mencionada por el marxista Bauer a comienzos del siglo XX, en referencia a la cuestión nacional; pero no había atraído la atención de los marxistas. “descubren los límites de un proyecto nacional autónomo” (Dos Santos, 2003, p. 25). Entre ellos estaría Osvaldo Sunkel, una gran parte de los trabajos maduros de Celso Furtado, “e inclusive la obra final de Raúl Prebisch reunida en su libro El capitalismo periférico” (ídem).5 Crítica de la teoría del desarrollo Un segundo factor que influyó en el surgimiento de la CD fue la profunda insatisfacción con la teoría burguesa del desarrollo. En los años sesenta la visión que predominaba en los centros académicos imperialistas era la que había establecido Rostow (1974). Este libro influenciaba en América Latina, y alimentaba ideológicamente todo tipo de políticas reaccionarias. Básicamente Rostow planteaba que existía una secuencia de etapas de crecimiento, que se repetían de forma más o menos uniforme en todos los países que avanzaban hacia “la modernización”. Estas etapas eran las de la sociedad tradicional, la del desarrollo de condiciones previas para el impulso inicial, las del impulso inicial –cuando se superaban por fin los obstáculos para el crecimiento y pasaban a dominar las fuerzas del progreso económico–, la de la marcha hacia la madurez, y la era del alto consumo de masas. Lo decisivo, según Rostow, era favorecer la libre empresa, la importación de capital (en especial en la tercera etapa) y la plena inserción en la economía internacional. Indudablemente, se trataba de una concepción lineal y mecánica. Por ejemplo, Rostow pensaba que desde el impulso inicial a la madurez se necesitaban aproximadamente 60 años porque, desde el punto de vista analítico, “un intervalo de esa naturaleza puede apoyarse en la poderosa aritmética del interés compuesto, aplicado al monto de capital, en combinación con las consecuencias de mayor alcance, debidas al poder de una sociedad de absorber tecnología moderna de tres generaciones” (p. 22).6 Y pensaba seriamente que lo suyo constituía “una alternativa a la teoría de la historia moderna de Karl Marx” (p. 14); una perspectiva que de hecho fue adoptada por los poderes políticos, en los países centrales y en muchos de los atrasados. Esa visión linealmente evolucionista se combinaba, por otra parte, con una concepción dualista de las sociedades atrasadas. Según el dualismo, por entonces también dominante en los medios académicos, las sociedades se dividían en un sector atrasado tradicional y uno moderno, entendido éste como el sector capitalista. Se pensaba que a partir de la interacción entre esos dos sectores, se produciría una transferencia de recursos –de mano de obra y excedentes– desde el tradicional al moderno. Por eso se concebía el desarrollo como un ensanchamiento progresivo del sector moderno a expensas del tradicional. El tradicional iba a reducirse paulatinamente, hasta que todos 5 En este libro encontramos posiblemente las posiciones más radicalizadas de Prebisch. Plantea que el mercado no puede ser el regulador del desarrollo en la periferia, ya que no resuelve las grandes fallas en las relaciones centro-periferia, ni las tendencias excluyentes y conflictivas del desarrollo periférico. Constata que en los países periféricos existe sobreoferta de mano de obra, por lo tanto bajos salarios, altos ingresos concentrados en las clases propietarias que siguen pautas de consumo del centro, y una dinámica de acumulación que implica un gran desperdicio en la acumulación del capital. Todo esto está acompañado de la quiebra del liberalismo democrático (Prebisch escribe en tiempos de dictaduras en el Cono Sur de América Latina). Termina proponiendo un uso social del excedente a cargo del Estado y una acción reguladora de éste mediante una planeación democrática; el objetivo sería derivar excedente a la fuerza de trabajo para evitar la concentración. Las resonancias keynesianas –del capítulo final de la Teoría General– son notables. 6 En El Capital Marx se burlaba de aquellos economistas que pensaban que si se hubiera puesto una libra esterlina a interés compuesto hace 2000 años, la humanidad dispondría en la actualidad una fortuna incalculable. Pero esta idea alocada es posible cuando se considera que el capital es “una cosa”, que crece mecánicamente, y no una relación social. Rostow aplica esa primitiva noción a su esquema de desarrollo los habitantes del país atrasado estuvieran incluidos en el desarrollo. Modelos incluso semi-heterodoxos, como el de Lewis, un referente en la teoría del desarrollo, defendían esta visión. Lewis pensaba que en los países atrasados con excedente de mano de obra en el sector “tradicional” (precapitalista) podía darse un desarrollo a partir de la transferencia paulatina de trabajadores al sector “moderno” (capitalista). De esta forma el segundo crecería paulatinamente, a expensas del primero, que se iría achicando.7 En consecuencia las teorías del desarrollo centraban sus análisis en los obstáculos y resistencias que ponían las estructuras tradicionales al desarrollo del sector “moderno”, y al “despeje”. La CD nace criticando esta visión auto conformista, planteando que los países no avanzaban mecánica ni linealmente desde el atraso al despegue, y la madurez. Sus autores sostuvieron que había que tener una visión histórica y de totalidad. La perspectiva histórica era importante para entender, contra lo que afirmaba Rostow, que las sociedades no desarrolladas habían tenido historia, y que muchos de los países ahora subdesarrollados –como India, China antes de la revolución maoísta– habían sido en su momento “desarrollados”. También para comprender cómo la historia del subdesarrollo había estado ligada a la historia del desarrollo de los países avanzados. La concepción de totalidad a su vez era clave para analizar el atraso de la periferia como producto del sistema mundial. Esto es, el subdesarrollo de la periferia era el reflejo especular del desarrollo de los países adelantados. Significaba por lo tanto que el desarrollo de los países adelantados y el subdesarrollo de la periferia no eran fenómenos independientes, sino partes de un mismo proceso, donde uno se vinculaba orgánicamente al otro. Los países adelantados explotaban a los países atrasados, transfiriendo sus recursos al centro, y potenciando el desarrollo desigual de ambos polos.8 Esto es, no había desarrollos en sucesión lineal, sino en “paralelo”. El subdesarrollo de los países atrasados alimentaba el de los adelantados. En palabras de Dos Santos: El tiempo histórico no es unilineal, no hay posibilidad de que una sociedad se desplace hacia etapas anteriores de las sociedades existentes. Todas las sociedades se mueven paralelas y juntas hacia una nueva sociedad. Las sociedades capitalistas desarrolladas corresponden a una experiencia histórica completamente superada…. (Dos Santos, 1975, p. 153). En este respecto el aporte de la dependencia ha sido valioso. Como bien sostiene Shamsavari (1991), la escuela “introdujo una dimensión histórica e internacional al problema” (Shamsavari p. 266) en contraposición a las construcciones formales y vacías de contenido social de los neoclásicos. También Blomström y Hettne (1990) reivindican la CD, por su crítica al dualismo, y por haber superado el “evolucionismo mecánico, que fue característico no sólo de la teoría convencional, sino también de la teoría marxista del desarrollo”.9 La CD, continúan Bomström y Hettne, representó “la primera contribución real del Tercer Mundo a las ciencias sociales” (p. 247). 7 Véase Lewis (1973); Lewisnunca revisó su postura esencial, a pesar de rectificaciones parciales; véase Lewis (1979). 8 La CD en general puso el énfasis en el colonialismo –o neo-colonialismo– “externo”, esto es, en las relaciones de explotación, mediante la transferencia de plusvalía, desde los países atrasados a los adelantados. Sin embargo, y como señala Chilcote (1974) en su reseña crítica de la literatura de la dependencia, también hubo autores, como González Casanova, Oscar Lewis y Frantz Fanon, que pusieron la atención en el colonialismo “interno”. Según esta perspectiva, las áreas rurales de los países periféricos eran explotadas por las ciudades. En esta presentación de la CD no tratamos esta vertiente; sin embargo dejamos señalado que la idea de transferencia de excedente desde las áreas rurales a las ciudades de los países subdesarrollados reaparece en Frank; véase más abajo. 9 En realidad la visión marxista mecánica y evolucionista, que Blomström y Hettne adjudican al marxismo en general, y según la cual las etapas de la evolución humana pasarían por el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo y la revolución socialista, corresponde a la vulgarización de los manuales de “materialismo histórico”, en particular stalinistas. En los escritos de Marx hay una visión muy distinta. Crítica de las concepciones stalinistas Como lo adelanta la referencia de Bomström y Hettne con que cerramos el apartado anterior, la CD también surge en crítica del análisis y estrategia de los partidos Comunistas latinoamericanos. A principios de los años sesenta los partidos Comunistas sostenían la estrategia de la revolución por etapas, que había definido la Internacional Comunista a comienzos de la década de 1930, bajo la dirección de Stalin, para los países atrasados, y en particular para América Latina. Planteaban que la falta de desarrollo en estos países se debía a las estructuras sociales atrasadas, de tipo “semi- feudal” (como rezaba la caracterización oficial), mantenidas por las oligarquías terratenientes, en alianza con los grandes monopolios imperialistas. Ambos se oponían, siempre según los partidos Comunistas, al fortalecimiento de una clase capitalista industrial y nacional. Los grandes terratenientes porque se beneficiaban con la renta absoluta de la tierra, y los monopolios imperialistas porque querían evitar la competencia de los industriales criollos. De manera que existía en los países latinoamericanos una burguesía “nacional” –en tanto estaría interesada en desarrollar un capitalismo independiente– con intereses “objetivamente enfrentados” al imperialismo y la oligarquía. De aquí que los partidos Comunistas plantearan la necesidad de realizar una revolución democrático-burguesa, que abriera camino a la industrialización y con ello al fortalecimiento social del proletariado. La estrategia revolucionaria en consecuencia era “por etapas”. La primera etapa sería la de la revolución democrática, popular y anti-imperialista, en la que la clase obrera estaría aliada a la burguesía nacional. Sólo después del triunfo de esta revolución, se podría pensar en la segunda revolución, la socialista. En crítica a este planteo, la CD invierte el razonamiento de base. Sostiene que el atraso y el subdesarrollo no eran el producto de las estructuras atrasadas, feudales o precapitalistas, sino el resultado de la expansión del capitalismo mundial. Y que en consecuencia las burguesías nativas eran un derivado de ese desarrollo capitalista, por lo cual sólo podían sobrevivir asociándose con el capital extranjero, abdicando en consecuencia “de sus propios proyectos de desarrollo nacional autónomo” (Bambirra, 1983, p. 65). No se trataba de una burguesía “nacional”, ya que no podía defender los intereses de la nación independientemente de los intereses del capital extranjero, al que estaba asociada. Ellas [las burguesías criollas] no disponen de la propiedad privada de los medios de producción fundamentales sino que la comparten con el imperialismo desde una posición desventajosa, aunque eso no signifique que sus ganancias no sean sustanciales (Bambirra, 1983, p. 65). En consecuencia los autores de la CD sostenían que los capitalistas industriales criollos no serían aliados de los trabajadores y sectores populares en una futura revolución democrática, como sostenían los stalinistas. La única salida para superar el atraso pasaba por el triunfo de la revolución socialista, dirigida por la clase obrera, enfrentada al imperialismo, las oligarquías y las burguesías nativas. Esta crítica de la CD a los partidos Comunistas se inscribía en un movimiento más amplio de cuestionamiento a la estrategia internacional de los soviéticos. Coincidía en muchos sentidos con la crítica que hacían los trotskistas, referida a la incapacidad de las burguesías de los países periféricos de encabezar o participar en luchas revolucionarias contra el imperialismo; y la consecuente necesidad de abandonar la estrategia de la revolución por etapas. Tradiciones desde la izquierda Las concepciones de la CD entroncaron también con viejos debates sobre el sistema mundial y el desarrollo. Por un lado, con las discusiones acerca del desarrollo en Rusia que se habían dado dentro del marxismo, y entre el marxismo y el populismo, hacia fin del siglo XIX y principios del siglo XX. Por entonces se discutió intensamente si Rusia seguiría la evolución de cualquier país capitalista adelantado, o si podía avanzar por vías alternativas de desarrollo.10 Se trató de uno de los primeros grandes debates sobre cómo se da el desarrollo en un país periférico, y sus condiciones de posibilidad. Incluyó la discusión sobre si la teoría marxista sirve para explicar por qué un país se atrasa; y si se puede desarrollar. Éste es entonces uno de los trasfondos teóricos e históricos de la corriente de la dependencia. La otra tradición en el pensamiento, y tal vez más importante, remite a las tesis clásicas sobre el imperialismo que elaboran autores marxistas y “radicales”, como Hobson, a principios de siglo XX. De especial importancia es el libro de Hilferding, El capital financiero, de 1912, que plantea que hacia fines de siglo XIX se han producido en el sistema capitalista transformaciones fundamentales, principalmente la aparición del monopolio, que afectaban a todos los países. Mencionemos también a Bujarin (1972), dirigente del partido bolchevique. Y principalmente el folleto de Lenin, El imperialismo fase superior del capitalismo, que resume las tesis de los marxistas de principios de siglo XX sobre la cuestión. Centralmente Lenin plantea que el sistema capitalista había pasado de una fase de libre competencia –típicamente las décadas de 1860 y 1870– a una de capitalismo monopolista. Esto es, a un capitalismo en el que prevalecen los monopolios. Aquí hay que entender por “monopolio” no un único vendedor, sino un grupo de grandes empresas que dominan ramas enteras de la economía. Por eso, en rigor, la idea es que se trata de oligopolios, corporaciones que se ponen de acuerdo para establecer los precios. Con esto se introducía la idea de que los precios podían ser administrados, y que la economía podía ser manejada por las grandes empresas. De aquí también que se subrayara el rol de la violencia en la economía, por encima de los mecanismos del mercado –ley del valor trabajo– que prevalecía en la teoría de Marx. Ésta es una idea clave que se mantiene en todos los autores de la dependencia. Una segunda idea de las tesis de imperialismo, y que influye luego en los teóricos de la dependencia, dice que el centro capitalista ha caído en un estancamiento crónico. Se piensa que en los países más poderosos, como Inglaterra o Alemania, los mercadosestán saturados y que los capitales deben salir al exterior por mercados y fuentes de aprovisionamiento para evitar la depresión. Así, la empresa colonial es imprescindible para que el capitalismo del centro se reproduzca. En la CD esta idea se va a mantener con la afirmación de que la transferencia de plusvalía desde las periferias era vital para la acumulación en los países adelantados. De las dos ideas anteriores, predominio del monopolio y necesidad de los capitales monopólicos de explotar a la periferia, se deriva una tercera tesis central en Lenin, que dice que en las relaciones internacionales pasa a ser dominante la violencia y la fuerza para la extracción del excedente de los países dominados. Por eso la empresa colonialista, el sistema de explotación colonial imperialista, siempre según Lenin y los autores clásicos del imperialismo, es un rasgo característico de la época. De ahí también el énfasis en el rol del pillaje y la guerra. Obsérvese que si existe pillaje y estados de guerra sistemáticos para sostener ese robo, no habría desarrollo capitalista en la periferia, sino una tendencia al estancamiento. Sin embargo los marxistas de principios de siglo XX pensaban también que la exportación de capitales provocaría el desarrollo de las fuerzas productivas en la periferia. Así Lenin 10 Los textos del primer Lenin, con sus polémicas con los populistas, son característicos de esta literatura. en su escrito sobre el imperialismo, sostiene que la exportación de capital repercute en los países en que es invertido, acelerando “extraordinariamente” el desarrollo del capitalismo.11 Una idea que, naturalmente, generaba tensión con la tesis del pillaje y el robo. Esa tensión se resolvió, en el curso de la Internacional Comunista, en el sentido del estancamiento. A partir del séptimo Congreso de la IC, de 1934, se consolida la idea de que los monopolios capitalistas, en alianza con las oligarquías terratenientes de la periferia, provocan el estancamiento de los países atrasados.12 La tesis del estancamiento posteriormente fue adoptada por la CD; y se refuerza con la idea de que los monopolios, con su capacidad para manejar los precios y las economías, impedían la generalización de las relaciones capitalistas en las periferias, a los efectos de mantener sus ganancias.13 Finalmente, en la visión clásica del imperialismo se sostiene que se había ingresado en una fase histórica de predominio del capital financiero, que embolsaría altos beneficios, succionando al capital productivo. Ésta es una tesis muy importante en el pensamiento de Lenin, que a su vez encontramos fuertemente desarrollada en Hilferding. En muchos autores de la dependencia se mantuvo la visión acera de la preeminencia del capital financiero, y del impulso al estancamiento que derivaba de ella. Pero esencialmente esta problemática adquiriría una relevancia en los años ochenta y noventa en el pensamiento crítico y radical, cuando la CD, como corriente más o menos formalmente reconocida, había entrado en una fase de desintegración. Destacamos por último, entre los antecedentes teóricos y políticos que llevan al surgimiento de la CD, el aporte de Paul Baran (1969). En este libro, de 1954, sobre economía política del crecimiento, Baran anticipó prácticamente todas las hipótesis centrales que mantuvieron luego los autores de la CD, al punto que en las discusiones sobre la dependencia de los años sesenta y setenta normalmente se lo incluía dentro de la corriente.14 Sostuvo que las causas del atraso, la miseria y el subdesarrollo de los países de la periferia no se debía a causas internas, sino al sometimiento y explotación a que habían estado sometidos por parte de las potencias. El caso más representativo era la India, cuya economía había sido devastada por el colonialismo inglés. Baran se apoyaba en datos de estadígrafos hindúes, que calculaban que Gran Bretaña se apropiaba anualmente de aproximadamente el 10% del producto bruto de la India. Planteaba así la idea del “drenaje” o “transfusión” de los recursos de la periferia hacia el centro. El excedente económico se obtenía “de las masas subalimentadas, semidesnudas, mal alojadas y agotadas por exceso de trabajo” (Baran, 1969, p. 172). Inevitablemente, la India se subdesarrollaba en tanto Gran Bretaña se desarrollaba. La conexión de la periferia con el capitalismo frenaba el desarrollo; “…no puede haber duda de que si la cantidad de excedente económico que Gran Bretaña extrajo de la India hubiese sido invertido en esta última, el desarrollo económico de la India tendría en la actualidad poca similitud con este cuadro sombrío” (ídem). La contracara de esta 11 También en Hilferding, que escribe: “la exportación de capital… ha acelerado enormemente la subversión de todas las viejas relaciones sociales y la difusión del capitalismo por el globo” (Hilferding, 1974, pp. 362-363). La idea de que la entrada del capital extranjero promovería el desarrollo en la periferia ya había sido adelantada por Marx; por ejemplo, cuando se refirió a los efectos beneficiosos, a largo plazo, para el desarrollo del capitalismo, que tendrían los ferrocarriles británicos en la India. 12 Como ha señalado Palma, este Congreso debe ser considerado como “el punto de transición del enfoque marxista respecto a la progresividad del capitalismo en las regiones atrasadas” (Palma, 1987, p. 46). 13 Por ejemplo en Amin (1975) y (1986) y Palloix (1971). 14 Una visión opuesta de la que presentamos aquí sobre la influencia de Baran es la de Cardoso (1977). Cardoso relativiza la influencia de Baran en el origen de la dependencia, diciendo que Baran no escribió nada que ya no estuviera presente en la perspectiva del pensamiento crítico en América Latina antes de 1960. De todas maneras es un hecho que el libro de Baran fue el único trabajo que en que aparece una exposición sistemática de las ideas centrales que luego levantaría la CD para dar cuenta del atraso en los países latinoamericanos. situación era Japón. Japón había sido el único que había escapado del atraso porque había sido el único país que se había salvado de convertirse en una colonia o en una dependencia del capitalismo avanzado. Por eso había tenido la oportunidad de tener un “desarrollo nacional independiente” (ídem, p. 183). Pero Baran no sólo denunció el colonialismo, el robo y el pillaje, sino también planteó que la inversión extranjera directa de los países centrales en los países atrasados provocaba subdesarrollo y atraso. Sostuvo que la entrada de capitales era muy reducida, y que al poco tiempo existía una salida neta de recursos debido a la remesa de utilidades, pagos de regalías, patentes, intereses, etc., por parte de los monopolios.15 En consecuencia era mucho más lo que sacaban los imperialistas con sus inversiones de los países atrasados, que lo que aportaban. Lo cual generaba subdesarrollo y atraso. Además, los monopolios extranjeros actuaban en combinación con las oligarquías locales, conformando una alianza que impedía el progreso de las fuerzas productivas. Esto tenía consecuencias en las balanzas de pagos, y generaba crisis recurrentes. De esta manera Baran negaba la idea de Lenin, Marx o Hilferding, sobre que la entrada del capital extranjero podría generar desarrollo de las fuerzas productivas, y acumulación de capital nativo en la periferia. La expansión del capitalismo ya no cumplía ninguna misión históricamente progresiva, a diferencia de lo que pensaba Marx. Baran sostenía que debido a esta dominación imperialista y de las oligarquías, las relaciones capitalistas no se podían extender plenamente en los países atrasados, y caracterizaba a los regímenes periféricos como “mercantil-feudales”. De su tesis se desprendía, además, que existía una relaciónde explotación, no colonial, de los países atrasados por los Estados imperialistas. Estas posiciones se combinaron y potenciaron luego con la explicación más general de Baran y Sweezy (1982) sobre el capital monopolista, donde se reafirmaba la tesis de la explotación de los países atrasados por parte de los adelantados. El texto de Baran y Sweezy fue aceptado por los autores de la CD como una puesta a punto y actualización de las tesis clásicas sobre el imperialismo y la preponderancia de los monopolios. La revista norteamericana Monthly Review, que se ocupó de ampliar y profundizar esta perspectiva, también tuvo amplia influencia en el dependentismo. La tesis del intercambio desigual En los años 1960, y en paralelo con la consolidación de la CD, aparece la tesis del intercambio desigual, de Arghieri Emmanuel. Emmanuel (1972) sostuvo que los países atrasados transferían valor a los países adelantados por los mecanismos de mercado. A diferencia de Prebisch, planteaba que esto no se debía a que las exportaciones de la periferia estuvieran constituidas por materias primas, sino que correspondía a todos los productos de los países atrasados. Presentaba el caso, entre otros, de la madera de Suecia, una materia prima que se exportaba, y que no sufría el intercambio desigual. En cambio los productos de los países atrasados sí lo padecían. El origen ultimo del intercambio desigual, según Emmanuel, eran los salarios extremadamente bajos que se pagaban en los países atrasados. Esto posibilitaba altas tasas de plusvalía; dada la igualación de las tasas de ganancia, se generaba una transferencia de valor desde los países atrasados a los adelantados. Emmanuel sostenía entonces que había explotación de los países atrasados por parte de los países adelantados, aunque ya no se tratara de explotación colonial. A partir de aquí concluía que no había posibilidad de establecer un programa socialista unificado de los 15 “los países subdesarrollados… en conjunto, han enviado continuamente una gran parte de su excedente económico hacia los más adelantados, bajo la forma de intereses y dividendos” (Baran, 1969, p. 211). obreros del mundo, ya que los trabajadores de los países adelantados participaban de la explotación de los obreros de los países atrasados. Esto generó muchas críticas contra Emmanuel, algunas muy violentas.16 La tesis de Emmanuel también fue criticada porque parecía afirmar –aunque Emmanuel lo negó– que los bajos salarios en los países atrasados eran una variable independiente, y que el intercambio desigual podría desaparecer, en consecuencia, con sólo elevarlos. A pesar de esos cuestionamientos, la tesis del intercambio desigual fue adoptada por muchos autores de la CD. Tal vez uno de los que más profundizó en la cuestión fue Samir Amin, quien procuró demostrar que los salarios bajos en la periferia se debían al atraso de las fuerzas productivas, y a la permanencia de formaciones precapitalistas (véase más abajo). En la explicación de Amin (1986) esto se combinaba con la acción de los monopolios. Sostenía que la mayoría de las materias primas que exportaban los países atrasados estaban controladas por los monopolios; las transferencias de valor estaban en consecuencia muy influenciadas por factores políticos. En este sentido reivindicaba el análisis de Prebisch, en tanto apuntaba al rol de los monopolios en el fenómeno.17 También Mandel (1979) adoptó la tesis del intercambio desigual, aunque dio una explicación distinta. Sostuvo que los países atrasados, al emplear más mano de obra en promedio que los países adelantados –debido al atraso tecnológico– generaban más valor que los países adelantados; ese valor se transfería al centro a través del intercambio. Una línea de pensamiento que luego continuaron, en las décadas de 1980 y 1990, los economistas marxistas Shaikh y Carchedi. A pesar de estos matices, Mandel y Amin coincidían en que el intercambio desigual se había convertido en el principal mecanismo de la periferia por el centro, después del debilitamiento y posterior desaparición del sistema colonial, en los años sesenta y setenta. Es a partir de todas estas categorías, dominio de los monopolios, sistema colonial (o neo-colonial), intercambio desigual, predominio del capital financiero, que la CD plantea que el subdesarrollo es sistémico. La CD, unidad y divergencias Hasta el momento nos hemos referido a la “corriente” de la dependencia y no a una “teoría” de la dependencia. Esto se debe a que es imposible englobar en una misma escuela a los autores que se autodefinieron como “teóricos de la dependencia”; una cuestión que señala, entre otros, Palma (1987). Pero sí existieron algunas características comunes, y muy importantes, que habilitan a hablar de una corriente. Tal vez las esenciales fueron la tesis de la imposibilidad de un desarrollo capitalista autónomo de los países de la periferia, y la idea de que estos países eran dependientes, en el sentido que estaban oprimidos y explotados por los monopolios y el sistema imperialista. También hubo un acuerdo entre los miembros de la CD en que esta situación generaba el atraso de los países dependientes, y el desarrollo en los países imperialistas; y en la crítica de las estrategias stalinistas, y de las visiones burguesas mecanicistas del desarrollo. A partir de estos puntos en común mínimos, sin embargo, se advierte un mosaico de posturas. Por eso no es de extrañar que ya en los sesenta Cardoso señalara 16 Este problema planteado por Emmanuel nunca fue respondido, a nuestro modo de ver, de forma acabada. De hecho, ya en Lenin encontramos esbozada esta idea, cuando afirma que en los países centrales hay una aristocracia obrera que vive a costa de la explotación de las colonias. 17 Véase nuestra discusión sobre la hipótesis de Prebisch, y el papel del precio monopólico en el capítulo ocho. Amin, a igual que Emmanuel, señalaba que los productos primarios de exportación de los países adelantados no estaban sometidos al deterioro de los términos de intercambio; por ejemplo, la lana de Australia o el trigo de Estados Unidos. que los autores de la CD tenían interpretaciones “discordantes entre sí en puntos significativos” (citado por Bambirra). En 1981 Chilcote constataba, haciendo una especie de balance, que la corriente no había provisto ninguna teoría nueva del imperialismo, y agregaba: “Aquellos interesados en la dependencia han reconocido que no existe una teoría general y unificada, y que la confusión sobre la terminología ha desviado la investigación de preocupaciones centrales” (Chilcote, 1981, p. 15). Y en su reseña y balance sobre la CD, Palma (1987) reconocía que la dependencia nunca había logrado unificar una teoría. Por este motivo la mejor forma de tener un panorama de qué fue la CD es sintetizando las posiciones de sus principales exponentes, y sus diferencias. A su vez, esto sirve para aclarar una cuestión que a veces se confunde, a saber, que muchas críticas que se piensa estuvieron dirigidas a la CD, fueron en realidad críticas de autores de la corriente dirigidas a otros miembros de la misma. André Gunder Frank Frank trabajó inicialmente en Chile, donde en la década de 1960 se concentró gran parte del pensamiento de la dependencia. Nunca se reivindicó marxista, pero usó hasta cierto punto categorías del marxismo. Su tesis, en principio, es muy sencilla. Dice que cuando los países se vinculan al mercado mundial se acrecientan las diferencias de sus economías, porque se produce una transferencia de excedente de un país al otro.18 De manera que pequeñas diferencias iniciales van creciendo exponencialmente, una minoría se desarrolla y unamayoría de países se subdesarrolla. Por eso, según Frank cuanto más se ligan los países de la periferia al mercado mundial, más se subdesarrollan. Por ejemplo, el norte de Brasil se vinculó tempranamente de manera intensa al mercado mundial, experimenta un cierto auge, pero luego cae en la decadencia. El Potosí también se liga al mercado mundial, en la época de la colonia, con la explotación de la plata, conoce el esplendor, y finalmente se subdesarrolla profundamente. En cambio, cuando los países toman distancia del mercado mundial, crecen. Por ejemplo, y siempre según Frank, Chile se habría desarrollado poderosamente entre 1940 y 1948, cuando estuvo aislado del mercado mundial. Se trataba entonces de una visión que ha sido calificada de “circulacionista”, porque parece decir que con la circulación de las mercancías a través del comercio mundial se producen el subdesarrollo y desarrollo. Un enfoque que, como hemos visto, ya estaba en Baran. La idea central de Frank entonces es que el desarrollo de los países adelantados se debe a la transferencia de recursos de los países subdesarrollados, que se produce a través del mercado mundial. De la misma manera, planteaba que las sociedades campesinas eran explotadas por las burguesías locales urbanas. Así había una suerte de cadena de transferencia de excedente entre metrópolis, submetrópolis y regiones atrasadas, que conectaba al último campesino de la periferia con los centros imperialistas más avanzados. Como una consecuencia de este enfoque, las contradicciones fundamentales se ubicaban al nivel de metrópolis y países dominados; o metrópolis, submetrópolis y regiones explotadas. Las contradicciones de clase parecían pasar a un plano secundario, una cuestión que le fue muy criticada. Por otra parte, y en crítica de la tesis sobre las “estructuras semi-feudales y precapitalistas” de América Latina, Frank sostuvo que la región había sido capitalista desde la colonización. Para esto definía el capitalismo como un sistema que produce para el mercado, y no por la relación de trabajo asalariado, como hace Marx. Dado que la producción de América Latina desde el origen del dominio colonial fue organizada 18 Véase Frank (1973). para la exportación, Frank concluía que no se podía hablar de feudalismo, y sí de capitalismo. La economía latinoamericana desde el siglo XVII en adelante había sido un satélite de las metrópolis, dentro de la economía mundial capitalista. La caracterización de Frank de la sociedad latinoamericana como capitalista dio lugar a múltiples debates. Sus críticos señalaron principalmente que los regímenes sociales debían determinarse a partir de las relaciones sociales de producción.19 Al margen de esta discusión, Frank sostenía una tesis que, de alguna manera, fue compartida por muchos autores de la CD, e incluso por muchos de sus críticos. Afirmaba que el capitalismo latinoamericano no podía desplegar una lógica de reproducción ampliada y acumulación, como se describe en El Capital, por ejemplo. El desarrollo sería entonces un “lumpen-desarrollo”. De aquí también que no hubiera una clase capitalista con raíces propias, sino una “lumpen-burguesía”.20 Se trataba de un enfoque claramente estancacionista. Destaquemos que luego de sus primeros escritos, Frank respondió a las críticas que se le dirigían, matizando el “ciculacionismo”. Admitió que había que tener en cuenta los factores internos de los países, en especial el rol de la lucha de clases.21 Sin embargo se trató, en nuestra opinión, de concesiones más bien de formulación que de contenido. Es que si bien escribe que “sí, es más importante plantear y entender el subdesarrollo en términos de clases” (Frank, 1987, p. 9), sin embargo mantiene, en esencia, que esa estructura de clases era el resultado “de lo externo”. Así, la conquista colonial habría “formado” en América Latina su estructura económica y de clases, que a su vez habría generado “políticas de subdesarrollo en lo económico, social, cultural y político” (ídem, p. 23). De la misma manera el imperialismo transformaba “la estructura económica y de clases” de los países latinoamericanos; y el neo-imperialismo “volvía a transformar la estructura económica y de clase en nuestros días” (ídem, p. 27). En definitiva, el factor decisivo continuaba siendo el “externo”. Por eso mismo la centralidad de las contradicciones de clases no termina por establecerse en su obra. Desde el punto de vista político, en su obra más madura Frank, adoptó la tesis de la “economía mundo”. Según esta visión, que compartió con Wallerstein, toda economía “nacional” debía pensarse como parte de una totalidad mundial.22 Esto lo llevó a tomar distancia con respecto al objetivo de la mayoría de los autores de la CD, de conseguir un desarrollo autónomo e independiente de los países de la periferia. En su visión era imposible construir incluso un socialismo aislado; una tesis que compartía con los trotskistas. Fernando Enrique Cardoso El segundo autor que destacamos es Cardoso, quien junto a Faletto escribe en 1973 un libro, Dependencia y desarrollo en América Latina, que todavía hoy es citado y estudiado. Cardoso y Faletto criticaron a Frank, sosteniendo que sus análisis eran demasiado mecánicos, y caían en el determinismo economicista, en el sentido que “lo externo” (el imperialismo) determinaba rígidamente el curso de los países periféricos, anulando en el análisis “lo interno”, esto es, las estructuras sociales y las luchas de clases. En consecuencia Cardoso y Faletto subrayaron que debía tenerse en cuenta la especificidad de las situaciones de la dependencia. Lo externo no podía ser una entelequia, había que estudiar concretamente cómo reaparecía en el análisis de cada 19 Véase Laclau (1984), Brenner (1979). 20 Véase Frank (1987). Baran ya había utilizado el término “lumpenburgués” para referirse a la clase mercantil de los países atrasados. 21 Véase el “Mea Culpa” con que abre Frank (1987). 22 Véase, por ejemplo, Frank (1979a) y (1988); también Wallerstein (1979). economía local, en los diversos períodos históricos. El imperialismo implicaba que lo externo se internalizaba, se traducía en formas de dominación a través de Estados y clases sociales –o fracciones de clases–, con sus alianzas y enfrentamientos. Por eso Cardoso y Faletto afirmaron que lo decisivo para explicar el subdesarrollo son las relaciones de fuerza y las alianzas de clases al interior de los países. Por lo cual hicieron un análisis centrado en las relaciones y luchas de clases sociales, y en las relaciones de poder que se establecen en cada país. A partir de sostener que el imperialismo no determinaba de forma unívoca el estancamiento, y que el curso de los acontecimientos depende en gran medida “de lo interno”, quedaba abierta la posibilidad de que hubiera desarrollo, aunque condicionado y dependiente, en la periferia. Esta idea se fortalecería luego en Cardoso. Por ejemplo, en Cardoso (1977) aparece claramente una toma de distancia con la idea del estancamiento permanente en la periferia que defendía Frank; y con la tesis de la “súper-explotación” y el subconsumismo de Marini. Más precisamente, y en contraposición con la idea de que en los países atrasados no había dinamismo a causa del imperialismo, Cardoso admitía que la penetración del capital industrial y financiero aceleraba la producción de plusvalía relativa e intensificaba las fuerzas productivas. Esto porque el imperialismo moderno difería del que había analizado Lenin. Ahora la inversión extranjera, seguía Cardoso, se volcaba a la industria, no sólo a la producción de materias primas, y además los capitales locales participaban en esasempresas. Por lo tanto el desarrollo capitalista dependiente se había convertido en una nueva forma de expansión del capital monopólico en el Tercer Mundo. De todas maneras Cardoso mantuvo una idea básica, común en la CD, a saber, que las burguesías nativas están no sólo conectadas a la burguesía de los países imperialistas, sino también subordinadas a ella. Por eso el Estado en los países de América Latina era un “instrumento de la dominación económica internacional” y las clases dominadas locales sufrían “una doble explotación” (Cardoso, 1977, p. 13).23 Por eso el desarrollo dependiente encerraba una suerte de explotación del país atrasado por los oligopolios multinacionales, a través de la apropiación desigual del excedente. Theotonio Dos Santos El brasileño Dos Santos también jugó un rol destacado en la CD. Su tesis central fue “la nueva dependencia”, que compartió Vania Bambirra.24 Con esto buscaban entender qué forma adoptaba la dependencia a partir de la entrada del capital extranjero en el sector manufacturero de los países atrasados. Dos Santos sostuvo que Lenin se había equivocado al pensar que la inversión extranjera generaría desarrollo capitalista en la periferia, ya que la realidad demostraba que el capital monopolista se aliaba con los factores que mantenían el atraso, y el subdesarrollo. Por otra parte, no compartió la caracterización de Frank de América Latina como capitalista desde la colonización, y sostuvo que se trataba de una “economía colonial exportadora” (Dos Santos, 1975, p. 178). También a diferencia de Frank, dio más importancia a las estructuras económico-sociales de los países latinoamericanos, pero fundamentalmente planteó que el poder económico y social de los países más avanzados, y de los monopolios imperialistas, les permitía imponer una situación de 23 Es sorprendente la similitud entre esta caracterización de Cardoso de las burguesías de los países atrasados, y la que había dado Trotsky en los años treinta. Trotsky sostuvo que la burguesía de los países semicoloniales (también la de los coloniales) era una clase “semi-gobernante, semi-oprimida” (Trotsky, 1937). Agreguemos que consideraba que México, por ejemplo, era un país semicolonial; en este sentido difería de la manera en que Lenin empleaba el término (véase el capítulo 14). 24 Nos basamos en Dos Santos (1968) y (1975). dependencia a los más atrasados. La dependencia era entonces una situación condicionante, esto es, una situación en que las economías de un grupo de países, los dependientes, estaban condicionadas por el desarrollo y la expansión de las economías de otros países, los dominantes. En tanto los países dominantes podían expandirse y autoimpulsarse, los dependientes “sólo lo pueden hacer como reflejo de esa expansión, que puede actuar positiva o negativamente” (p. 180). Los países dependientes estaban …en retraso y bajo la explotación de los países dominantes. Los países dominantes disponen así de un predominio tecnológico, comercial, de capital y sociopolítico sobre los países dependientes… que les permite imponerles condiciones de explotación y extraerle parte de los excedentes producidos interiormente (Dos Santos, 1975, p. 180). La dependencia suponía entonces explotación y extracción del excedente de los países atrasados. Una situación que permitía el desarrollo industrial de algunos países, “y limita ese mismo desarrollo en otros, sometiéndolos a las condiciones de crecimiento inducido por los centros de dominación mundial” (ídem). Dos Santos concluía que la dependencia de América Latina continuaría en tanto no pueda transformarse “en una economía autosostenible o independiente” (ídem, p. 181). Los países que habían roto con la dependencia eran los que –fines de la década de 1960– habían buscado consolidar una economía “independiente”, como sucedía con “los países socialistas del Tercer Mundo, como China, Corea, Vietnam y Cuba” (ídem, p. 182) Ruy Mauro Marini Marini se reivindicaba marxista y aplicó las categorías del marxismo al análisis del subdesarrollo. Debido a estas características, el análisis de su obra tiene mucho interés para nuestra discusión, y le dedicamos en otros capítulos una discusión especial. Samir Amin y Ernest Mandel Mencionamos por último al belga Ernest Mandel, dirigente de la Cuarta Internacional; y al egipcio Samir Amin, aunque sólo este último puede considerarse propiamente de la CD. Tanto Mandel (1979) como Amin (1975, 1984) compartieron la idea, común a casi toda la CD, de que los monopolios frenaban el desarrollo en la periferia, imponiendo los precios y sus estrategias. Esto es, su pensamiento era también estancacionista. Como ya señalamos, pensaban también que operaba el intercambio desigual, que se había convertido en la principal palanca para la transferencia de valor hacia los países adelantados. Lo cual tenía consecuencias para los países atrasados, ya que impulsaba el mantenimiento de estructuras precapitalistas. Por ejemplo, Amin sostenía que en África era del interés del capital imperialista y de las burguesías locales que hubiese comunidades precapitalistas para suministrar mano de obra barata a las plantaciones, las minas y grande empresas; lo cual permitía los salarios bajos, que a su vez eran centrales para el mecanismo del intercambio desigual.25 Mandel sostuvo una tesis similar. Por este motivo Mandel y Amin plantearon que había que entender al mercado mundial como una articulación de modos de producción precapitalistas y capitalistas, donde el capitalismo bloqueaba el desarrollo hacia el capitalismo de las formas precapitalistas.26 25 También sostienen esta posición, entre otros, Meillasoux (1982), Phillipe Rey (1976), Palloix (1971) y (1975). Laclau (1984). Por ejemplo, Laclau consideraba que las formaciones precapitalistas eran una “condición inherente al proceso de acumulación de los países centrales” (p. 41). 26 También Palloix sostenía que la economía mundial sólo podía concebirse como un complejo de formaciones sociales capitalistas y precapitalistas, porque el capitalismo no podía reproducirse sobre bases propias; véase Palloix (1971) y (1975). Es de destacar la continuidad con la tesis clásica del Obsérvese que ésta es una concepción muy distinta de la dualista. En el pensamiento de Amin o Mandel el modo de producción capitalista domina al precapitalista, lo bloquea en su desarrollo, y lo conserva, porque le es funcional. Se produce entonces una articulación de modos de producción, o lo que en el marxismo se conoció como “formación económico-social”. Por este motivo Mandel (1979) polemizó con la idea de Bujarin (1971), que pensaba en una tendencia hacia un mundo capitalista homogéneo. Mandel afirmaba que eso era imposible de alcanzarse, y que el mercado mundial debía concebirse como una articulación de modos de producción. También en Mandel, pero principalmente en Amin, está presente la idea de que la falta de poder adquisitivo de las masas populares, sumidas en la pobreza y la súper- explotación, impedía el desarrollo, dadas las limitaciones de los mercados internos. Por este motivo Amin, por ejemplo, sostenía que la producción manufacturera de los países subdesarrollados en los años 1950 y 1960 sólo satisfacía la exportación y la demanda suntuaria de la burguesía “compradora”. Capítulo 2 Dependencia y subimperialismo en Ruy Mauro Marini En este capítulo profundizamos en el estudio de la CD a través del análisis de las principales ideas de Ruy Mauro Marini, teórico y militante brasileño, nacido en 1932 y fallecido en 1997. Marini fue uno de los autores de la corriente que aplicó de forma más sistemática la teoría de Marx, y abordó desde la perspectiva de la ley del valor trabajo elcomplejo problema que planteaba, ya claramente desde mediados de los sesenta, la internacionalización del capital productivo. Esto significa que rechazó las tesis sobre el subdesarrollo basadas en la presión militar o diplomática –o sea, en la coerción extraeconómica– e intentó una explicación integral, sustentada en la dialéctica del valor imperialismo, sobre el “agotamiento” de los resortes internos, capitalistas, de la acumulación en el centro. y la teoría de la plusvalía y de la acumulación de Marx. Además fue consciente de que no podía seguir analizándose la economía de Brasil como simple apéndice “neo- colonial” del imperialismo, ni al Estado brasileño de los sesenta como una “marioneta de los yanquis”. Sus análisis abrían entonces la posibilidad de una renovación profunda de las visiones que se arrastraban desde la teoría leninista del imperialismo, que él mismo reivindicaba. Analizamos entonces con algún detalle sus principales posturas, que discutiremos, desde el punto de vista de la teoría del valor de Marx, en el capítulo cuatro. Las raíces de la dependencia En Marini (1973) encontramos un panorama de su visión sobre las raíces y la dinámica de la dependencia. Sostiene que en su origen América Latina tenía como función proveer de alimentos baratos a los países desarrollados. Este comercio iba acompañado del deterioro de los términos de intercambio, pero lo importante es que, según Marini, este deterioro debía tener fundamentos económicos, esto es, explicarse por la ley del valor en el mercado mundial. Plantea que a medida que el mercado mundial alcanza formas más desarrolladas, el uso de la violencia política y militar para explotar a las naciones más débiles se vuelve superfluo, y la explotación internacional pasa a depender progresivamente de la reproducción de relaciones económicas, que perpetúan el atraso y la debilidad de las naciones atrasadas. Esto es, al ampliarse el mercado mundial, en la visión de Marini, se amplía la acción de la ley del valor. Encontramos entonces dos ideas claves, a saber, por un lado la centralidad de la ley del valor para explicar los fenómenos del atraso, y por otra parte que la explotación se da entre naciones. Por otra parte Marini piensa que el análisis debe centrarse en la producción, pero que esto es cierto para los países centrales, ya que el capitalismo dependiente está condicionado por la circulación. Esto porque en su visión se produce un intercambio desigual a partir del comercio entre las naciones adelantadas que exportan bienes manufacturados a las naciones atrasadas, y de estas últimas que exportan bienes primarios a las primeras. Ese intercambio desigual se genera porque los países que producen bienes manufacturados –que no producen los países atrasados– pueden fijar precios por encima de sus valores, obteniendo ganancias superiores y configurando así un intercambio desigual. Existe por lo tanto una transferencia de valor, fundada en el poder del monopolio; una explicación similar a la de Amin. Esta situación explica a su vez que en América Latina la clase dominante busque compensar esa pérdida de plusvalía recurriendo a la superexplotación del trabajo. Por superexplotación se entiende la intensificación de los ritmos de producción, la prolongación de los tiempos de trabajo y la expropiación de parte del trabajo necesario para reponer el valor de la fuerza de trabajo. En una palabra, la fuerza de trabajo no se paga por su valor. Esto es posible, según Marini, por la sobreabundancia de mano de obra, fenómeno que tiene su raíz en las estructuras de propiedad de la tierra altamente concentrada. De esta manera se configura un modo de producción “fundado exclusivamente en la mayor explotación y no en el desarrollo de su capacidad productiva” (1973). La superexplotación juega, por lo tanto, el rol central, y se vincula orgánicamente con las leyes de la acumulación del capital a escala mundial. Esto porque las exportaciones desde la periferia favorecen la acumulación en los países centrales, gracias al abaratamiento de los medios de subsistencia de los obreros de estos países, lo que a su vez retrasa la caída de la tasa de ganancia. Así, la superexplotación es un resultado de las leyes del capital operando a escala mundial. Por otra parte sostiene que en la primera etapa de inserción de las economías periféricas en el mercado mundial no existen problemas de realización, a pesar de que la superexplotación deprime el mercado interno, ya que la venta se produce en el mercado mundial. El capital puede superexplotar sin preocuparse por la reproducción de la fuerza de trabajo –la oferta de trabajo es abundante– ni por la realización del producto. Paralelamente las ganancias capitalistas inducen a un consumo que se abastece con importaciones, en base a la plusvalía que no se acumula. En consecuencia se produce una estratificación del mercado interno, donde las esferas altas se vinculan con la producción mundial a través de las importaciones.27 De esta manera se configura una situación de dependencia, en cuyo marco las relaciones de producción de las naciones subordinadas son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia. Es sobre esta relación que se va a desarrollar la industrialización por sustitución de importaciones. Sin embargo la industrialización por sustitución de importaciones en Argentina, Brasil, México y otros países no llega a conformar, por lo menos en su primera etapa, una verdadera economía industrial que implique un salto cualitativo en el desarrollo económico. Es que la industria siguió siendo una actividad subordinada a la producción y exportación de productos primarios. Sólo cuando se produce la crisis de los treinta se obstaculiza la acumulación basada en el mercado externo, y el eje de la acumulación se desplaza a la industria. A partir de entonces la demanda de bienes que consumen los capitalistas se recentra hacia el interior, lo que parece articular nacionalmente las economías. Es sobre esta base, sigue Marini, que se despliega el desarrollismo latinoamericano de los cincuenta, encarnado por la CEPAL. Lo central sin embargo es que permanecían los obstáculos para la industrialización, porque ésta se había producido sobre la base de la economía exportadora, sin que se efectuaran las reformas estructurales que generaran un marco adecuado para la industrialización. La superexplotación representaba una traba fundamental para avanzar hacia una estructura productiva integrada. Examinemos esta mecánica con cierto detalle. Superexplotación y marginación Una de las cuestiones centrales del planteo de Marini es que la superexplotación y las grandes masas de desocupados generan una demanda débil, y por lo tanto una industria también débil, que sólo podía ensancharse cuando factores externos, tales como una crisis externa, o las limitaciones de los excedentes de las balanzas comerciales, cerraban parcialmente el acceso a la importación de las esferas de alto consumo. En consecuencia, sigue el razonamiento, la industrialización en América Latina no generaba su propia demanda; nacía para atender una demanda preexistente y se estructuraba en función de los mercados de los países desarrollados. La demanda de los trabajadores no jugaba un rol significativo, como había sucedido en el desarrollo capitalista clásico en los países centrales, donde la demanda de bienes salariales había sido, y continuaba siéndolo, el motor de la acumulación del capital. De hecho, el producto lo realizaban los trabajadores de los países desarrollados; el rol de la clase obrera en los países subdesarrollados es de productora,ya que el producto de su trabajo 27 La preocupación por la estratificación del mercado interno, a partir de la alta concentración del ingreso en los estratos superiores de las clases dominantes nativas, y las limitaciones que esto plantea para la demanda, y el desarrollo, están presentes en muchos teóricos de la dependencia. Por ejemplo, el tema es central en Furtado (1971), (1973). es exportado. No hay necesidad de la que clase obrera sea consumidora para la realización del producto, porque éste se realiza gracias a la demanda salarial en los países adelantados. De esta forma en Marini –como señalan Dore y Weeks (1979)– surgía una teoría de los salarios en los países desarrollados, ya que el salario sería establecido no en el plano de la producción, sino para permitir la realización del producto. Así la contradicción entre el capital y el trabajo en los países desarrollados sería superada en la esfera de la circulación, dado que ambos tendrían interés en que hubiera salarios altos. De alguna manera esta tesis recuerda la idea de participación de los trabajadores de los países adelantados en la explotación de los países atrasados, que fue popular en las visiones “tercermundistas”, y también defendió Emmanuel. A partir de lo anterior, la industrialización en América Latina da como resultado un sector productor de bienes de consumo masivo que, siempre según Marini, es poco dinámico, atrasado. Y un sector productor de bienes de consumo de lujo o bienes durables –típicamente el automóvil– que es dinámico, y está dirigido a los sectores altos y medios burgueses, de fuerte poder adquisitivo. Dentro del sector productor de bienes de producción e insumos son dinámicas las industrias que producen insumos para las industrias de bienes de lujo. Una acumulación del capital dinámica solo es posible cuando existe un consumo masivo creciente; lo que implica mejoras de los salarios a medida que aumenta la productividad, generándose así un círculo virtuoso. Pero en América Latina la superexplotación no sólo se mantiene, sino también se acentúa cuando entra el capital extranjero en la industria, el comercio y los servicios básicos, aumentando los obstáculos para avanzar hacia una acumulación dinámica. A su vez Marini toma distancia de las tesis más claramente estancacionistas, que eran populares entre los autores críticos y heterodoxos. Esto es, la tesis que sostiene que el capitalismo en la periferia estaba estancado y las fuerzas productivas no se desarrollaban en absoluto. Marini reconoce que con la entrada del capital extranjero en América Latina –en especial en Brasil, Argentina, México– avanzan la industrialización y la productividad del trabajo. Sin embargo esto da lugar a un desarrollo deformado, porque la acumulación basada en la superexplotación obstaculiza el tránsito hacia la producción de plusvalía relativa, o sea, basada en la tecnología y la productividad del trabajo. Esto sucede porque el fundamento de la dependencia es la superexplotación del trabajo, que ahoga la realización de la mercancía. Se genera entonces el mercado segmentado, con la consecuencia de una industria crecientemente desarticulada. Los esquemas de reproducción de Marx y la tesis de Marini Para profundizar en el planteo hay que tener presente la postura de Marini ante los esquemas de reproducción de Marx. Estos esquemas demuestran que, en tanto se mantengan ciertas proporciones, en el capitalismo no existirían problemas con la realización del producto. Si se toma el modelo más sencillo, de acumulación simple – esto es, toda la plusvalía se consume– y denominando sector I al productor de bienes de producción, y sector II al productor de bienes de consumo, Marx demuestra que la realización del producto jamás puede depender exclusiva ni principalmente de los salarios. En términos numéricos, y siendo c = capital constante; v = capital variable; s = plusvalía: I) 4000c + 1000v + 1000s = 6000 II) 2000c + 500v + 500s = 3000 El producto se agota, ya que del valor total de 6000 de medios de producción, 4000 son consumidos para la renovación de medios de producción en el sector I; del valor de 3000 en medios de consumo, 1000 son consumidos por capitalistas y trabajadores del mismo sector; y 2000 son consumidos por capitalistas y obreros del sector I, a la vez que los capitalistas del sector II disponen entonces 2000 para renovar los medios de producción que han consumido. En definitiva, la condición de equilibrio es que v + s de I sea igual a c de II. Como puede observarse, según Marx, si los salarios bajan, la realización del producto no ofrece problemas en tanto los capitalistas gasten la plusvalía. El problema no se modifica si se trata de la acumulación ampliada, esto es, de la reinversión de la plusvalía. En este caso la magnitud de los medios de producción generada en el sector I debe superar a los medios de producción consumidos; pero siempre que la clase capitalista gaste la plusvalía, sea en consumo o acumulación –y descontando que la clase trabajadora gasta sus salarios en medios de consumo– no hay dificultades con la realización del producto. Una vez más, hay que destacar que los salarios solo representan una fracción de esa realización. Más aún, en general nunca la venta del producto puede depender del salario; si así fuese el sistema capitalista de hecho no podría funcionar. Estos esquemas por lo tanto entran en conflicto con la tesis de Marini, ya que demuestran que la vitalidad de la acumulación no depende del salario obrero, sino del gasto de los capitalistas, y Marini sostiene que en los países dependientes la traba fundamental para el desarrollo está en el estrangulamiento de la demanda, debido a los bajos salarios y la desocupación.28 ¿Cómo encaja entonces su tesis con los esquemas de Marx? La respuesta de Marini es que los esquemas de reproducción son modelos abstractos, que no tienen aplicación práctica en la medida en que hay que incluir en los análisis los aumentos de la productividad, de la composición orgánica del capital, o la superexplotación. En su opinión, los esquemas de Marx, tomados de manera abstracta, corresponderían a la ley de Say; o sea, a la tesis que dice que toda oferta genera su propia demanda. Pero, siguiendo a Lenin, Marini sostiene que el destino último de la acumulación es la producción de bienes de consumo, y que el factor dinámico en el consumo es el consumo de los sectores populares. De manera que la acumulación dinámica del capital sólo sería posible si aumentara el consumo de los sectores populares, algo que sucedía en los países desarrollados, pero no podía ocurrir en los países dependientes. Hemos señalado cómo incluso Marini piensa que los salarios altos en los países adelantados es una condición que permite la realización del producto exportado por los países atrasados. Plusvalía extraordinaria y acumulación desarticulada La superexplotación y la desigualdad de la distribución del ingreso permiten entonces explicar, según Marini, por qué se reproduce una estructura económica desarticulada, donde la industrialización hereda la pauta de consumo que se ha generado en la economía exportadora. Es que el desarrollo de la industria del país dependiente se hizo fundamentalmente para sustituir importaciones destinadas a las clases medias y altas, o 28 Los esquemas de reproducción siempre han representado un problema para aquellos teóricos que han visto en la realización del producto, y en particular en los bajos salarios, la dificultad fundamental de la acumulación capitalista. Es lo que se llama la tesis del subconsumo (véase Bleaney, 1977). No es casual que Marx haya formulado la crítica más contundente
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