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P O R T A D O R E S D E L U Z 138 africanos, y los hindúes y chinos que se veían de vez en cuando. Algunos adventistas estaban algo in- cómodos con las descripciones de Elena G. de White de ciertas visiones primeras. Estas parecían indicar que los creyentes en los mensajes de los tres ángeles se encontrarían en todas partes del mundo a la venida de Jesús. Pero, ¿era esto realmente necesario? ¿Era eso posible con el número reducido de miembros, sus recursos limitados, y la brevedad del tiempo? Sin embargo, los adventistas, desde temprano, percibieron que la página im- presa podría ir con facilidad donde los mensajeros humanos no podrían hacerlo. Lo natural era que los que recibían la “verdad presente” quisieran compartirla con gozo con amigos y parientes en sus antiguas tierras natales. Por 1861 la Re- view estaba recibiendo mensajes desde Inglaterra e Irlanda contando de personas que habían tomado la decisión de guardar el sábado y esperaban ansiosamente el pronto regreso de Jesús, todo por causa de las publicaciones enviadas por correo desde Norteamérica. A Europa Por 1862, a pesar de las presiones de la Guerra Civil, Jaime White comenzó a señalar la necesidad de enviar a un predicador adventista a Europa. Tal vez B. F. Snook debería serlo. Cuando se considera cuán pronto el pastor Snook iba a estar en oposición a los líderes de la iglesia, parece realmente afortunado que no fuera enviado como el primer misionero de ultramar. El primer pastor adventista que fue al extranjero con la idea de llevar adelante una evangelización activa, no fue enviado por la iglesia ni con su bendición. Sin em- bargo, su predicación dio como resultado las primeras congregaciones adventistas del séptimo día en Europa, y por medio de ellas, convenció a la Asociación Ge- neral a que enviase su primer misionero a ultramar, una década más tarde. Este agente no oficial fue M. B. Czechowski, el ex sacerdote polaco que había llegado a ser adventista en 1857. Después de predicar varios años, Czechowski sintió un deseo profundo de llevar el mensaje adventista a Europa. Particularmente lo atraían los descen- dientes de los valdenses, que todavía vivían en los valles alpinos del noroeste de Italia. En 1864 Czechowski le pidió a J. N. Loughborough, que en ese entonces desarrollaba una serie de reuniones en la ciudad de Nueva York, que intercediera ante la Asociación General para que lo enviaran como misionero a Italia. Pero los dirigentes de la iglesia no veían muy claro el camino para aceptar la propuesta de Czechowski. Pusieron en duda su juicio financiero, su disposición a recibir consejos, la profundidad de su devoción al “Mensaje del Tercer Ángel”, y su temperamento volátil. No dispuesto a ver que la misión que tanto deseaba, se viera frustrada, Cze- chowski se fue a Boston, donde recien- temente había publicado un emocionante informe de sus años como sacerdote y su conversión al protestantismo. Allí persuadió a los dirigentes cristianos ad- ventistas a patrocinar su misión a Italia. De este modo, en 1864, acompañado por su esposa y Annie E. Butler (una cristia- na adventista, hermana de G. I. Butler), Czechowski salió para Europa. Czechowski pasó más de un año predicando en los valles del Piamonte antes de que la oposición del clero, tanto católico como protestante, le hicieran reubicarse en Suiza. Concentrándose en las profecías de Daniel y el Apocalipsis, enseñó el sábado y el inminente retorno de Jesús. Czechowski promovió sus pun- tos de vista religiosos con la publicación de un periódico, L’Evangile Eternel (El Héber Rectangle Héber Rectangle E X T E N S I Ó N A L M U N D O, 1 8 6 8 - 1 8 8 5 139 evangelio eterno). También preparó folletos y un cartel profético en francés y en alemán. Durante sus viajes y conferencias encontró una audiencia receptiva en la aldea suiza de Tramelan. Allí orga- nizó una iglesia con cerca de sesenta miembros. Sin embargo, Czechowski no reveló a estos creyentes la existencia de los cristianos adventistas que habían patrocinado su misión a Europa o la de los adventistas del séptimo día, cuyas doctrinas estaba enseñando. Cuando le preguntaban de dónde había obtenido sus creencias, sencillamente contestaba: “De la Biblia”. Hasta donde se refiere a sus conversos, eran las únicas personas en el mundo que comprendían las Escrituras de ese modo. Un incendio dañó su casa parcial- mente completada y la oficina de su imprenta y trajo a la luz la debilidad financiera de Czechowski. Pronto llegó a ser evidente que estaba en verdaderas dificultades. Por ese tiempo uno de los creyentes de Tramelan, Albert Vuilleu- mier, descubrió un ejemplar reciente de la Review and Herald en una habitación que Czechowski había ocupado durante una visita. Comprendía suficiente inglés para darse cuenta de que existía una organización religiosa en Norteamérica que sostenía los mismos conceptos que Czechowski estaba enseñando. Vuilleumier inició correspondencia con los editores de la Review, y even- tualmente hizo que los dirigentes adven- tistas invitaran a un representante suizo para que asistiera a la sesión de la Aso- ciación General en 1869, en Battle Creek. Los suizos enviaron a James Erzberger, un joven estudiante de teología, que llegó demasiado tarde para asistir a la sesión de la Asociación General, pero que quedó en los Estados Unidos para cimentarse com- pletamente en las creencias adventistas. Cuando regresó a Suiza, fue como pastor adventista oficialmente ordenado. Czechowski se sintió muy turbado al saber de los contactos entre Tramelan y Battle Creek. La convergencia de este evento con una intensificación de los problemas financieros y personales, lo llevó a abandonar Suiza abruptamente. Después de viajar por Alemania y Hun- gría, se afincó eventualmente en Ruma- nia. Allí trabajó solo por muchos años, estorbado por su falta de conocimiento de la lengua local. A pesar de esto, pudo ganar como una docena de conversos en Pitesti. Más tarde, uno de ellos se puso en contacto con los adventistas por la lectura del periódico en lengua francesa que J. N. Andrews publicó en Suiza en 1876. Exhausto por sus viajes y problemas, Czechowski murió en un hospital de Viena el 25 de febrero de 1876. Su per- sistencia obstinada dio como resultado la introducción de las creencias adventistas en Italia, Suiza y Rumania, años antes M.B. Czechowski (1818-1876), aunque no fue patrocinado oficialmente por la iglesia, pasó gran parte de las décadas de 1860 y 1870 evangelizando Europa central y oriental. Héber Rectangle P O R T A D O R E S D E L U Z 140 que sus hermanos más cautos estuvieran listos para enviar un heraldo viviente del mensaje del tercer ángel a Europa. Exactamente cuánta fue la contribución de Czechowski al éxito de la aceptación de este mensaje no es claro. Escribiendo un año después de su llegada a Europa, J. N. Andrews podía ver principalmente “el dolor y la tristeza” que la conducta del ex sacerdote había causado al “pueblo de Dios”. A los ojos de Andrews lo bueno que había logrado Czechowski “fue mayormente debido al sabio consejo y la valiosa ayuda de la Hna. A. E. Butler, en ese momento parte de su familia... Los servicios de ella como traductora y asistente general fueron tales que él no podría haber estado sin ella. En realidad, cuando ella cesó en su trabajo y otros ayudantes tomaron su lugar, la obra del pastor C. pronto terminó en tristeza para el pueblo de Dios”. Sin embargo, cualquiera haya sido la debilidad de los instrumentos humanos involucrados, el adventismo había cruzado el Atlántico y había dado el primer paso para llegar a ser una iglesia internacional y no meramente estadounidense. Aunque Erzberger no asistió a la sesión de la Asociación General de 1869, el tema de enviar misioneros a otras tie- rras fue considerado por los delegados. Como resultado se formó una sociedad misionera adventista del séptimodía bajo la presidencia de Jaime White. Su meta era promover “el mensaje del tercer ángel por medio de misioneros, periódicos, li- bros, folletos, etc.” Todos los adventistas fueron invitados a unirse a esta sociedad pagando una cuota de ingreso de cinco dólares. El pastor White pidió otras do- naciones “desde diez centavos hasta cien dólares” de modo que la sociedad pudiera atender las solicitudes “casi diarias” para enviar publicaciones a otras tierras que las oficinas de la Asociación General estaban recibiendo. En los meses subsiguientes comen- zaron a aparecer en la Review informes de las actividades de Erzberger en Suiza. También había frecuentes llamados de Suiza para que enviaran a un obrero expe- rimentado. También enviaron a Adhémar Vuilleumier a Battle Creek para estudiar, y tal vez para servir como un recordativo permanente de las necesidades de Europa. A fines de 1871 Elena de White reci- bió una visión que indicaba la necesidad de una mayor dedicación al presentar el adventismo a otros. Como resultado, ella invitó a jóvenes que aprendieran otros idiomas “para que Dios pueda usarlos como medios de comunicación de su verdad salvadora a los de otras nacio- nes”. Se necesitan con mayor abundancia publicaciones en lenguas extranjeras, escribió Elena de White. Pero eso no era suficiente; hombres y mujeres deben ser enviados a ultramar para dar testimonios personales. J. N. Andrews, primer misionero oficial de ultramar Dos años más tarde, Jaime White comenzó a promover planes más am- plios para esparcir el adventismo. La enfermedad había impedido que White ejerciera un liderazgo activo en la Aso- ciación General durante varios años; pero cuando su salud se restableció, también se reafirmaron sus conceptos de lo que debía y podía hacerse. Sugirió que el pastor An- drews fuera enviado para ayudar a los hermanos europeos. Esto se podría hacer aprovechando los casi $2.000 disponibles en el Fondo para la Misión Europea de la Asociación General. White también indicó que se debía hacer una obra más amplia en las gran- des ciudades de Norteamérica. Las reu- niones en carpa deberían realizarse en lugares como Nueva York, Chicago y Boston, en las que debían distribuirse “toneladas de nuestras publicaciones”. Héber Rectangle
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